REVISTA DEBATES N° 48

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SEPTIEMBRE — DICIEMBRE/2007 REVISTA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA No. 48 Contenido 2 12 Respuesta al anhelo de estudiantes y profesores de disponer de una publicación que sea canal de expresión de las disposiciones y puntos de vista de los universitarios. Alberto Uribe Correa, Rector - Ana Lucía Herrera Gómez, Secretaria General Editor: Alberto González Mascarozf, [email protected] Corrección: Luis Javier Londoño Balbín, Elizabeth Correa Londoño Diseño original: Saúl Álvarez Diagramación: Juan Camilo Vélez Rodríguez Departamento de Información y Prensa – Secretaría General - Ciudad Universitaria, Bloque 16 oficina 336. Medellín. Teléfonos 2105023 y 2105026. Fax 2331627. E-mail: [email protected] Consulte DEBATES en almamater.udea.edu.co/debates El contenido de los artículos que se publican en DEBATES es responsabilidad exclusiva de sus autores y el alcance de sus afirmaciones sólo a ellos compromete. Declaración de las Naciones Unidas sobre los Dere- chos de los Pueblos Indígenas Hacia un modelo de desarrollo regional basado en conocimiento Por Luis David Prieto Martínez La Tercera Misión de la Universidad. El reto de la transferencia del conocimiento Por Eduardo Bueno Campos Conflictos ecológicos y lenguajes de valoración Por Joan Martínez Alier Crisis ambiental, crisis de civilización y construcción social de futuros sustentables Por Eloísa Tréllez Solís La propuesta de un mínimo vital de agua en Colombia Por Germán Darío Valencia Agudelo Una propuesta de resignificación de la Educación para los antioqueños desde los PEI Por José Ramiro Galeano Londoño Contribuir a la construcción de ciudadanía Por Manuel V. Llanos C. Una universidad sin tensiones, es una universidad muerta Por Luis Enrique Arango Jiménez Soliloquio frente a un carbonerus medellinensis Por Faber Cuervo El papel puede con todo Por Teresa E. Cadavid G. El valor de la información ambiental. En defensa del recurso natural Por José Jaramillo Alzate EL SEMBRADOR SIEMPRE NACE. En los veinte años del asesinato de Héctor Abad Gómez Por Saúl Franco Agudelo A la memoria de Leonardo Betancur Taborda Por Carlos Alberto Giraldo G. A Pedro Luis Por Álvaro Olaya Peláez A LUIS FERNANDO VÉLEZ VÉLEZ. Después de veinte años, sigue entre nosotros Por Julio González Z. No son cifras estadísticas, son rostros humanos, son memoria viva Por Natalia Valencia Zuluaga Mención a Jesús María Valle Jaramillo 70 72 20 28 40 50 56 64 68 75 78 79 83 84 86 88 89

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REVISTA DEBATES N° 48 Septiembre—Diciembre 2007

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SEPTIEMBRE — DICIEMBRE/2007

REVISTA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA No. 48

Contenido2

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Respuesta al anhelo de estudiantes y profesores de disponer de una publicación que sea canal de expresiónde las disposiciones y puntos de vista de los universitarios.

Alberto Uribe Correa, Rector - Ana Lucía Herrera Gómez, Secretaria GeneralEditor: Alberto González Mascarozf, [email protected]ón: Luis Javier Londoño Balbín, Elizabeth Correa LondoñoDiseño original: Saúl ÁlvarezDiagramación: Juan Camilo Vélez Rodríguez

Departamento de Información y Prensa – Secretaría General - Ciudad Universitaria, Bloque 16 oficina 336. Medellín. Teléfonos 2105023 y 2105026. Fax 2331627. E-mail: [email protected] Consulte DEBATES en almamater.udea.edu.co/debates

El contenido de los artículos que se publican en DEBATES es responsabilidad exclusiva de sus autores y el alcance de sus afirmaciones sólo a ellos compromete.

Declaración de las Naciones Unidas sobre los Dere-chos de los Pueblos Indígenas

Hacia un modelo de desarrollo regional basado en conocimientoPor Luis David Prieto Martínez

La Tercera Misión de la Universidad. El reto de la transferencia del conocimientoPor Eduardo Bueno Campos

Conflictos ecológicos y lenguajes de valoraciónPor Joan Martínez Alier

Crisis ambiental, crisis de civilización y construcción social de futuros sustentablesPor Eloísa Tréllez Solís

La propuesta de un mínimo vital de agua en ColombiaPor Germán Darío Valencia Agudelo

Una propuesta de resignificación de la Educación para los antioqueños desde los PEIPor José Ramiro Galeano Londoño

Contribuir a la construcción de ciudadaníaPor Manuel V. Llanos C.

Una universidad sin tensiones, es una universidad muertaPor Luis Enrique Arango Jiménez

Soliloquio frente a un carbonerus medellinensisPor Faber Cuervo

El papel puede con todoPor Teresa E. Cadavid G.

El valor de la información ambiental. En defensa del recurso naturalPor José Jaramillo Alzate

EL SEMBRADOR SIEMPRE NACE. En los veinte años del asesinato de Héctor Abad GómezPor Saúl Franco Agudelo

A la memoria de Leonardo Betancur TabordaPor Carlos Alberto Giraldo G.

A Pedro LuisPor Álvaro Olaya Peláez

A LUIS FERNANDO VÉLEZ VÉLEZ. Después de veinte años, sigue entre nosotrosPor Julio González Z.

No son cifras estadísticas, son rostros humanos, son memoria vivaPor Natalia Valencia Zuluaga

Mención a Jesús María Valle Jaramillo

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La Asamblea General, guiada por los propósitos y principios de la Carta de las Na-ciones Unidas y la buena fe en el cumplimiento de las obligaciones contraídas por los Estados de conformidad con la Carta.

Afirmando que los pueblos indígenas son igua-les a todos los demás pueblos y reconociendo al mismo tiempo el derecho de todos los pueblos a ser diferentes, a considerarse a sí mismos diferen-tes y a ser respetados como tales.

Afirmando también que todos los pueblos con-tribuyen a la diversidad y riqueza de las civiliza-ciones y culturas, que constituyen el patrimonio común de la humanidad.

Afirmando además que todas las doctrinas, políticas y prácticas basadas en la superioridad

Con el ánimo de que se conozca su contenido y, a partir de él, contribuir al

debate que la parte motiva y declarativa viene suscitando, Revista DEBATES publi-ca la Declaración sobre los Derechos de

los Pueblos Indígenas, aprobada el 13 de septiembre del presente año por la Asam-blea General de la ONU. Un total de 143

países votaron afirmativamente y cuatro en contra (Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos). Entre los 11 países que

se abstuvieron de votar está Colombia, junto con Azerbaijan, Bangladesh, Bhutan, Burundi, Georgia, Kenya, Nigeria, Federa-

ción Rusa, Samoa y Ukrania.

Sectores de opinión en el mundo celebran esta Declaración como un gran logro,

tras 22 años de consultas y diálogo entre gobiernos y pueblos indígenas de todas las

regiones del planeta, cuya población es estimada en más de 370 millones de per-

sonas. Otros consideran que, más que real, el triunfo es moral, porque no se trata de la firma de un tratado o de un convenio que

obligue a los firmantes, y llaman la aten-ción sobre el contenido del artículo 46.

No obstante esta posición, hay amplio consenso de que ahora se dispone de

una herramienta básica que por lo menos contribuye a la supervivencia de los pueblos indígenas y coadyuva la comprensión de un complejo problema de la realidad mundial.

El gobierno de Colombia aduce “razones de procedimiento” y, en la fase previa a la aprobación, planteó la “necesidad de

realizar más trabajo para alcanzar una aprobación sin reservas”. Los críticos le

censuran al gobierno colombiano marchar en contravía de los principios constitucio-nales que consagran la condición del país como nación multi étnica y pluricultural.

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de determinados pueblos o personas, o que las propugnan aduciendo razones de origen nacio-nal o diferencias raciales, religiosas, étnicas o culturales, son racistas, científicamente falsas, jurídicamente inválidas, moralmente condena-bles y socialmente injustas.

Reafirmando que, en el ejercicio de sus dere-chos, los pueblos indígenas deben estar libres de toda forma de discriminación.

Preocupada por el hecho de que los pueblos indígenas hayan sufrido injusticias históricas como resultado, entre otras cosas, de la colonización y enajenación de sus tierras, territorios y recursos, lo que les ha impedido ejercer, en particular, su derecho al desarrollo de conformidad con sus propias necesidades e intereses.

Consciente de la urgente necesidad de res-petar y promover los derechos intrínsecos de los pueblos indígenas, que derivan de sus estructuras políticas, económicas y sociales y de sus culturas, de sus tradiciones espirituales, de su historia y de su concepción de la vida, especialmente los dere-chos a sus tierras, territorios y recursos.

Consciente también de la urgente necesidad de respetar y promover los derechos de los pue-blos indígenas afirmados en tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos con los Estados.

Celebrando que los pueblos indígenas se estén organizando para promover su desarrollo políti-co, económico, social y cultural y para poner fin a todas las formas de discriminación y opresión dondequiera que ocurran.

Convencida de que el control por los pueblos indígenas de los acontecimientos que los afecten a ellos y a sus tierras, territorios y recursos les per-mitirá mantener y reforzar sus instituciones, cul-turas y tradiciones y promover su desarrollo de acuerdo con sus aspiraciones y necesidades.

Considerando que el respeto de los conoci-mientos, las culturas y las prácticas tradiciona-les indígenas contribuye al desarrollo sostenible y equitativo y a la ordenación adecuada del medio ambiente.

Destacando la contribución de la desmilita-rización de las tierras y territorios de los pue-blos indígenas a la paz, el progreso y el desarro-llo económicos y sociales, la comprensión y las relaciones de amistad entre las naciones y los pueblos del mundo.

Reconociendo, en particular, el derecho de las familias y comunidades indígenas a seguir com-partiendo la responsabilidad por la crianza, la for-mación, la educación y el bienestar de sus hijos, en observancia de los derechos del niño.

Considerando que los derechos afirmados en los tratados, acuerdos y otros arreglos constructi-vos entre los Estados y los pueblos indígenas son, en algunas situaciones, asuntos de preocupación, interés y responsabilidad internacional, y tienen carácter internacional.

Considerando también que los tratados, acuer-dos y demás arreglos constructivos, y las relacio-nes que éstos representan, sirven de base para el fortalecimiento de la asociación entre los pueblos indígenas y los Estados.

Reconociendo que la Carta de las Naciones Unidas, el Pacto Internacional de Derechos Eco-nómicos, Sociales y Culturales1 y el Pacto Interna-cional de Derechos Civiles y Políticos1, así como la Declaración y el Programa de Acción de Viena2 afirman la importancia fundamental del derecho de todos los pueblos a la libre determinación, en virtud del cual éstos determinan libremente su condición política y persiguen libremente su de-sarrollo económico, social y cultural.

Teniendo presente que nada de lo conteni-

...el control por los pueblos indígenas de los acontecimientos que los afecten a ellos y a sus tierras, territorios y recursos les permitirá mantener y reforzar sus

instituciones, culturas y tradiciones y promover su desarrollo de acuerdo con sus aspiraciones y necesidades.

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do en la presente Declaración podrá utilizar-se para negar a ningún pueblo su derecho a la libre determinación, ejercido de conformidad con el derecho internacional.

Convencida de que el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas en la presente Declaración fomentará relaciones armoniosas y de cooperación entre los Estados y los pueblos in-dígenas, basadas en los principios de la justicia, la democracia, el respeto de los derechos humanos, la no discriminación y la buena fe.

Alentando a los Estados a que cumplan y apli-quen eficazmente todas sus obligaciones para con los pueblos indígenas dimanantes de los instru-mentos internacionales, en particular las relativas a los derechos humanos, en consulta y coopera-ción con los pueblos interesados.

Subrayando que corresponde a las Naciones Unidas desempeñar un papel importante y conti-nuo de promoción y protección de los derechos de los pueblos indígenas.

Considerando que la presente Declaración constituye un nuevo paso importante hacia el re-conocimiento, la promoción y la protección de los derechos y las libertades de los pueblos indígenas y en el desarrollo de actividades pertinentes del sistema de las Naciones Unidas en esta esfera.

Reconociendo y reafirmando que las perso-nas indígenas tienen derecho sin discriminación a todos los derechos humanos reconocidos en el derecho internacional, y que los pueblos indíge-nas poseen derechos colectivos que son indis-pensables para su existencia, bienestar y desa-rrollo integral como pueblos.

Reconociendo también que la situación de los pueblos indígenas varía según las regiones y los países y que se debe tener en cuenta la significación de las particularidades nacionales

y regionales y de las diversas tradiciones histó-ricas y culturales.

Proclama solemnemente la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pue-blos Indígenas, cuyo texto figura a continuación, como ideal común que debe perseguirse en un espíritu de solidaridad y respeto mutuo:

Artículo 1Los indígenas tienen derecho, como pueblos

o como personas, al disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades fundamen-tales reconocidos por la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos3 y la normativa internacional de los derechos humanos.

Artículo 2Los pueblos y las personas indígenas son li-

bres e iguales a todos los demás pueblos y personas y tienen derecho a no ser objeto de ninguna discriminación en el ejercicio de sus derechos que esté fundada, en particular, en su origen o identidad indígena.

Artículo 3Los pueblos indígenas tienen derecho a la

libre determinación. En virtud de ese derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económi-co, social y cultural.

Artículo 4Los pueblos indígenas, en ejercicio de su de-

recho de libre determinación, tienen derecho a la autonomía o el autogobierno en las cues-tiones relacionadas con sus asuntos internos y locales, así como a disponer de los medios para financiar sus funciones autónomas.

Artículo 5Los pueblos indígenas tienen derecho a con-

...la presente Declaración constituye un nuevo paso importante hacia el reconocimiento, la promoción y la protección de los derechos y las libertades de

los pueblos indígenas y en el desarrollo de actividades pertinentes del sistema de las Naciones Unidas en esta esfera.

Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas

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servar y reforzar sus propias instituciones políti-cas, jurídicas, económicas, sociales y culturales, manteniendo a la vez su derecho a participar plenamente, si lo desean, en la vida política, económica, social y cultural del Estado.

Artículo 6Toda persona indígena tiene derecho a una

nacionalidad.Artículo 71. Las personas indígenas tienen derecho a la

vida, la integridad física y mental, la libertad y la seguridad de la persona.

2. Los pueblos indígenas tienen el derecho colectivo de vivir en libertad, paz y seguridad como pueblos distintos y no serán sometidos a ningún acto de genocidio ni a ningún otro acto de violencia, incluido el traslado forzado de ni-ños del grupo a otro grupo.

Artículo 81. Los pueblos y las personas indígenas tienen

derecho a no sufrir la asimilación forzada o la des-trucción de su cultura.

2. Los Estados establecerán mecanismos efica-ces para la prevención y el resarcimiento de:

a) Todo acto que tenga por objeto o conse-cuencia privar a los pueblos y las personas indíge-nas de su integridad como pueblos distintos o de sus valores culturales o su identidad étnica;

b) Todo acto que tenga por objeto o consecuen-cia enajenarles sus tierras, territorios o recursos;

c) Toda forma de traslado forzado de población que tenga por objeto o consecuencia la violación o el menoscabo de cualquiera de sus derechos;

d) Toda forma de asimilación o integración forzadas;

e) Toda forma de propaganda que tenga como

fin promover o incitar a la discriminación racial o étnica dirigida contra ellos.

Artículo 9Los pueblos y las personas indígenas tienen

derecho a pertenecer a una comunidad o nación indígena, de conformidad con las tradiciones y costumbres de la comunidad o nación de que se trate. No puede resultar ninguna discriminación de ningún tipo del ejercicio de ese derecho.

Artículo 10Los pueblos indígenas no serán desplazados

por la fuerza de sus tierras o territorios. No se procederá a ningún traslado sin el consentimien-to libre, previo e informado de los pueblos indí-genas interesados, ni sin un acuerdo previo sobre una indemnización justa y equitativa y, siempre que sea posible, la opción del regreso.

Artículo 111. Los pueblos indígenas tienen derecho a

practicar y revitalizar sus tradiciones y costum-bres culturales. Ello incluye el derecho a man-tener, proteger y desarrollar las manifestaciones pasadas, presentes y futuras de sus culturas, como lugares arqueológicos e históricos, uten-silios, diseños, ceremonias, tecnologías, artes vi-suales e interpretativas y literaturas.

2. Los Estados proporcionarán reparación por medio de mecanismos eficaces, que podrán in-cluir la restitución, establecidos conjuntamente con los pueblos indígenas, respecto de los bienes culturales, intelectuales, religiosos y espirituales de que hayan sido privados sin su consentimien-to libre, previo e informado o en violación de sus leyes, tradiciones y costumbres.

Artículo 121. Los pueblos indígenas tienen derecho a ma-

nifestar, practicar, desarrollar y enseñar sus tradi-

Los pueblos y las personas indígenas tienen derecho a pertenecer a una comunidad o nación indígena, de conformidad con las tradiciones y costumbres

de la comunidad o nación de que se trate. No puede resultar ninguna discriminación de ningún tipo del ejercicio de ese derecho.

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ciones, costumbres y ceremonias espirituales y religiosas; a mantener y proteger sus lugares re-ligiosos y culturales y a acceder a ellos privada-mente; a utilizar y vigilar sus objetos de culto, y a obtener la repatriación de sus restos humanos.

2. Los Estados procurarán facilitar el acceso y/o la repatriación de objetos de culto y de restos hu-manos que posean mediante mecanismos justos, transparentes y eficaces, establecidos conjunta-mente con los pueblos indígenas interesados.

Artículo 131. Los pueblos indígenas tienen derecho a

revitalizar, utilizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus historias, idiomas, tra-diciones orales, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus comuni-dades, lugares y personas y mantenerlos.

2. Los Estados adoptarán medidas eficaces para garantizar la protección de ese derecho y también para asegurar que los pueblos indígenas puedan entender y hacerse entender en las actuaciones políticas, jurídicas y administrativas, proporcio-nando para ello, cuando sea necesario, servicios de interpretación u otros medios adecuados.

Artículo 141. Los pueblos indígenas tienen derecho a es-

tablecer y controlar sus sistemas e instituciones docentes que impartan educación en sus propios idiomas, en consonancia con sus métodos cultu-rales de enseñanza y aprendizaje.

2. Las personas indígenas, en particular los niños indígenas, tienen derecho a todos los niveles y formas de educación del Estado sin discriminación.

3. Los Estados adoptarán medidas eficaces, junto con los pueblos indígenas, para que las per-sonas indígenas, en particular los niños, incluidos

los que viven fuera de sus comunidades, tengan acceso, cuando sea posible, a la educación en su propia cultura y en su propio idioma.

Artículo 151. Los pueblos indígenas tienen derecho a que

la dignidad y diversidad de sus culturas, tradicio-nes, historias y aspiraciones queden debidamente reflejadas en la educación pública y los medios de información públicos.

2. Los Estados adoptarán medidas eficaces, en consulta y cooperación con los pueblos indí-genas interesados, para combatir los prejuicios y eliminar la discriminación y promover la tole-rancia, la comprensión y las buenas relaciones entre los pueblos indígenas y todos los demás sectores de la sociedad.

Artículo 161. Los pueblos indígenas tienen derecho a

establecer sus propios medios de información en sus propios idiomas y a acceder a todos los demás medios de información no indígenas sin discriminación alguna.

2. Los Estados adoptarán medidas eficaces para asegurar que los medios de información públicos reflejen debidamente la diversidad cul-tural indígena. Los Estados, sin perjuicio de la obligación de asegurar plenamente la libertad de expresión, deberán alentar a los medios de comunicación privados a reflejar debidamente la diversidad cultural indígena.

Artículo 171. Las personas y los pueblos indígenas tienen

derecho a disfrutar plenamente de todos los de-rechos establecidos en el derecho laboral interna-cional y nacional aplicable.

2. Los Estados, en consulta y cooperación con los pueblos indígenas, tomarán medidas

Los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar, utilizar, fomentar y transmitir a las generaciones futuras sus historias, idiomas, tradiciones

orales, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas y mantenerlos.

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específicas para proteger a los niños indígenas contra la explotación económica y contra todo trabajo que pueda resultar peligroso o interfe-rir en la educación del niño, o que pueda ser perjudicial para la salud o el desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social del niño, te-niendo en cuenta su especial vulnerabilidad y la importancia de la educación para el pleno ejercicio de sus derechos.

3. Las personas indígenas tienen derecho a no ser sometidas a condiciones discriminatorias de trabajo, entre otras cosas, empleo o salario.

Artículo 18Los pueblos indígenas tienen derecho a parti-

cipar en la adopción de decisiones en las cues-tiones que afecten a sus derechos, por conducto de representantes elegidos por ellos de confor-midad con sus propios procedimientos, así como a mantener y desarrollar sus propias instituciones de adopción de decisiones.

Artículo 19Los Estados celebrarán consultas y cooperarán

de buena fe con los pueblos indígenas interesa-dos, por medio de sus instituciones representati-vas, antes de adoptar y aplicar medidas legislativas y administrativas que los afecten, para obtener su consentimiento libre, previo e informado.

Artículo 201. Los pueblos indígenas tienen derecho a

mantener y desarrollar sus sistemas o institucio-nes políticos, económicos y sociales, a que se les asegure el disfrute de sus propios medios de sub-sistencia y desarrollo y a dedicarse libremente a todas sus actividades económicas tradicionales y de otro tipo.

2. Los pueblos indígenas desposeídos de sus medios de subsistencia y desarrollo tienen dere-cho a una reparación justa y equitativa.

Artículo 211. Los pueblos indígenas tienen derecho, sin

discriminación alguna, al mejoramiento de sus condiciones económicas y sociales, entre otras es-feras, en la educación, el empleo, la capacitación y el readiestramiento profesionales, la vivienda, el saneamiento, la salud y la seguridad social.

2. Los Estados adoptarán medidas eficaces y, cuando proceda, medidas especiales para ase-gurar el mejoramiento continuo de sus condicio-nes económicas y sociales. Se prestará particular atención a los derechos y necesidades especiales de los ancianos, las mujeres, los jóvenes, los niños y las personas con discapacidades indígenas.

Artículo 221. Se prestará particular atención a los dere-

chos y necesidades especiales de los ancianos, las mujeres, los jóvenes, los niños y las personas con discapacidades indígenas en la aplicación de la presente Declaración.

2. Los Estados adoptarán medidas, junto con los pueblos indígenas, para asegurar que las mu-jeres y los niños indígenas gocen de protección y garantías plenas contra todas las formas de violen-cia y discriminación.

Artículo 23Los pueblos indígenas tienen derecho a de-

terminar y a elaborar prioridades y estrategias para el ejercicio de su derecho al desarrollo. En particular, los pueblos indígenas tienen derecho a participar activamente en la elaboración y de-terminación de los programas de salud, vivienda y demás programas económicos y sociales que les conciernan y, en lo posible, a administrar esos programas mediante sus propias instituciones.

Artículo 241. Los pueblos indígenas tienen derecho a

Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener y desarrollar sus sistemas o instituciones políticos, económicos y sociales, a que se les asegure el

disfrute de sus propios medios de subsistencia y desarrollo y a dedicarse libremente a todas sus actividades económicas tradicionales y de otro tipo.

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sus propias medicinas tradicionales y a mante-ner sus prácticas de salud, incluida la conser-vación de sus plantas, animales y minerales de interés vital desde el punto de vista médico. Las personas indígenas también tienen derecho de acceso, sin discriminación alguna, a todos los servicios sociales y de salud.

2. Las personas indígenas tienen derecho a dis-frutar por igual del nivel más alto posible de salud física y mental. Los Estados tomarán las medidas que sean necesarias para lograr progresivamente la plena realización de este derecho.

Artículo 25Los pueblos indígenas tienen derecho a man-

tener y fortalecer su propia relación espiritual con las tierras, territorios, aguas, mares coste-ros y otros recursos que tradicionalmente han poseído u ocupado y utilizado de otra forma y a asumir las responsabilidades que a ese res-pecto les incumben para con las generaciones venideras.

Artículo 261. Los pueblos indígenas tienen derecho a las

tierras, territorios y recursos que tradicionalmen-te han poseído, ocupado o, de otra forma, utili-zado o adquirido.

2. Los pueblos indígenas tienen derecho a po-seer, utilizar, desarrollar y controlar las tierras, territorios y recursos que poseen en razón de la propiedad tradicional u otra forma tradicional de ocupación o utilización, así como aquellos que hayan adquirido de otra forma.

3. Los Estados asegurarán el reconocimiento y protección jurídicos de esas tierras, territorios y recursos. Dicho reconocimiento respetará de-bidamente las costumbres, las tradiciones y los sistemas de tenencia de la tierra de los pueblos indígenas de que se trate.

Artículo 27Los Estados establecerán y aplicarán, conjun-

tamente con los pueblos indígenas interesados, un proceso equitativo, independiente, imparcial, abierto y transparente, en el que se reconozcan debidamente las leyes, tradiciones, costumbres y sistemas de tenencia de la tierra de los pueblos indígenas, para reconocer y adjudicar los dere-chos de los pueblos indígenas en relación con sus tierras, territorios y recursos, comprendidos aque-llos que tradicionalmente han poseído u ocupado o utilizado de otra forma. Los pueblos indígenas tendrán derecho a participar en este proceso.

Artículo 281. Los pueblos indígenas tienen derecho a

la reparación, por medios que pueden incluir la restitución o, cuando ello no sea posible, una indemnización justa, imparcial y equitati-va, por las tierras, los territorios y los recursos que tradicionalmente hayan poseído u ocupa-do o utilizado de otra forma y que hayan sido confiscados, tomados, ocupados, utilizados o dañados sin su consentimiento libre, previo e informado.

2. Salvo que los pueblos interesados hayan convenido libremente en otra cosa, la indem-nización consistirá en tierras, territorios y re-cursos de igual calidad, extensión y condición jurídica o en una indemnización monetaria u otra reparación adecuada.

Artículo 291. Los pueblos indígenas tienen derecho a la

conservación y protección del medio ambiente y de la capacidad productiva de sus tierras o terri-torios y recursos. Los Estados deberán establecer y ejecutar programas de asistencia a los pueblos indígenas para asegurar esa conservación y pro-tección, sin discriminación alguna.

Las personas indígenas tienen derecho a disfrutar por igual del nivel más alto posible de salud física y mental. Los Estados tomarán las

medidas que sean necesarias para lograr progresivamente la plena realización de este derecho.

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2. Los Estados adoptarán medidas eficaces para garantizar que no se almacenen ni eliminen ma-teriales peligrosos en las tierras o territorios de los pueblos indígenas sin su consentimiento libre, previo e informado.

3. Los Estados también adoptarán medidas eficaces para garantizar, según sea necesario, que se apliquen debidamente programas de control, mantenimiento y restablecimiento de la salud de los pueblos indígenas afectados por esos materiales, programas que serán elabora-dos y ejecutados por esos pueblos.

Artículo 301. No se desarrollarán actividades militares

en las tierras o territorios de los pueblos indí-genas, a menos que lo justifique una amenaza importante para el interés público pertinente o que se hayan acordado libremente con los pue-blos indígenas interesados, o que éstos lo hayan solicitado.

2. Los Estados celebrarán consultas eficaces con los pueblos indígenas interesados, por los procedimientos apropiados y, en particular, por medio de sus instituciones representativas, an-tes de utilizar sus tierras o territorios para acti-vidades militares.

Artículo 311. Los pueblos indígenas tienen derecho a

mantener, controlar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural, sus conocimientos tradicio-nales, sus expresiones culturales tradicionales y las manifestaciones de sus ciencias, tecnologías y culturas, comprendidos los recursos humanos y genéticos, las semillas, las medicinas, el conoci-miento de las propiedades de la fauna y la flora, las tradiciones orales, las literaturas, los diseños, los deportes y juegos tradicionales, y las artes vi-suales e interpretativas. También tienen derecho

a mantener, controlar, proteger y desarrollar su propiedad intelectual de dicho patrimonio cul-tural, sus conocimientos tradicionales y sus ex-presiones culturales tradicionales.

2. Conjuntamente con los pueblos indígenas, los Estados adoptarán medidas eficaces para reco-nocer y proteger el ejercicio de estos derechos.

Artículo 321. Los pueblos indígenas tienen derecho a de-

terminar y elaborar las prioridades y estrategias para el desarrollo o la utilización de sus tierras o territorios y otros recursos.

2. Los Estados celebrarán consultas y coopera-rán de buena fe con los pueblos indígenas intere-sados, por conducto de sus propias instituciones representativas, a fin de obtener su consentimien-to libre e informado antes de aprobar cualquier proyecto que afecte a sus tierras o territorios y otros recursos, particularmente en relación con el desarrollo, la utilización o la explotación de re-cursos minerales, hídricos o de otro tipo.

3. Los Estados establecerán mecanismos efi-caces para la reparación justa y equitativa por esas actividades, y se adoptarán medidas ade-cuadas para mitigar sus consecuencias nocivas de orden ambiental, económico, social, cultu-ral o espiritual.

Artículo 331. Los pueblos indígenas tienen derecho a

determinar su propia identidad o pertenencia conforme a sus costumbres y tradiciones. Ello no menoscaba el derecho de las personas in-dígenas a obtener la ciudadanía de los Estados en que viven.

2. Los pueblos indígenas tienen derecho a de-terminar las estructuras y a elegir la composición de sus instituciones de conformidad con sus pro-pios procedimientos.

Los pueblos indígenas tienen derecho a mantener, controlar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural, sus conocimientos tradicionales, sus expresiones culturales tradicionales y las manifestaciones

de sus ciencias, tecnologías y culturas, comprendidos los recursos humanos y genéticos, las semillas, las medicinas, el conocimiento de las propiedades de la fauna y la flora, las tradiciones orales, las

literaturas, los diseños, los deportes y juegos tradicionales, y las artes visuales e interpretativas.

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Artículo 34Los pueblos indígenas tienen derecho a pro-

mover, desarrollar y mantener sus estructuras institucionales y sus propias costumbres, espiri-tualidad, tradiciones, procedimientos, prácticas y, cuando existan, costumbres o sistemas jurídi-cos, de conformidad con las normas internacio-nales de derechos humanos.

Artículo 35Los pueblos indígenas tienen derecho a deter-

minar las responsabilidades de los individuos para con sus comunidades.

Artículo 361. Los pueblos indígenas, en particular los

que están divididos por fronteras internacio-nales, tienen derecho a mantener y desarrollar los contactos, las relaciones y la cooperación, incluidas las actividades de carácter espiritual, cultural, político, económico y social, con sus propios miembros así como con otros pueblos a través de las fronteras.

2. Los Estados, en consulta y cooperación con los pueblos indígenas, adoptarán medidas eficaces para facilitar el ejercicio y garantizar la aplicación de este derecho.

Artículo 371. Los pueblos indígenas tienen derecho a que

los tratados, acuerdos y otros arreglos constructi-vos concertados con los Estados o sus sucesores sean reconocidos, observados y aplicados y a que los Estados acaten y respeten esos tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos.

2. Nada de lo señalado en la presente Decla-ración se interpretará en el sentido de que me-noscaba o suprime los derechos de los pueblos indígenas que figuren en tratados, acuerdos y otros arreglos constructivos.

Artículo 38Los Estados, en consulta y cooperación con los

pueblos indígenas, adoptarán las medidas apro-piadas, incluidas medidas legislativas, para alcan-zar los fines de la presente Declaración.

Artículo 39Los pueblos indígenas tienen derecho a la asis-

tencia financiera y técnica de los Estados y por conducto de la cooperación internacional para el disfrute de los derechos enunciados en la presen-te Declaración.

Artículo 40Los pueblos indígenas tienen derecho a pro-

cedimientos equitativos y justos para el arreglo de controversias con los Estados u otras partes, y a una pronta decisión sobre esas controver-sias, así como a una reparación efectiva de toda lesión de sus derechos individuales y colectivos. En esas decisiones se tendrán debidamente en consideración las costumbres, las tradiciones, las normas y los sistemas jurídicos de los pue-blos indígenas interesados y las normas interna-cionales de derechos humanos.

Artículo 41Los órganos y organismos especializados del

sistema de las Naciones Unidas y otras orga-nizaciones intergubernamentales contribuirán a la plena realización de las disposiciones de la presente Declaración mediante la moviliza-ción, entre otras cosas, de la cooperación fi-nanciera y la asistencia técnica. Se establecerán los medios de asegurar la participación de los pueblos indígenas en relación con los asuntos que les conciernan.

Artículo 42Las Naciones Unidas, sus órganos, incluido el

Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas,

Los pueblos indígenas, en particular los que están divididos por fronteras internacionales, tienen derecho a mantener y desarrollar los contactos, las

relaciones y la cooperación, incluidas las actividades de carácter espiritual, cultural, político, económico y social, con sus propios miembros así como con

otros pueblos a través de las fronteras.

Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas

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y los organismos especializados, en particular a nivel local, así como los Estados, promoverán el respeto y la plena aplicación de las disposicio-nes de la presente Declaración y velarán por la eficacia de la presente Declaración.

Artículo 43Los derechos reconocidos en la presente De-

claración constituyen las normas mínimas para la supervivencia, la dignidad y el bienestar de los pueblos indígenas del mundo.

Artículo 44Todos los derechos y las libertades reconocidos

en la presente Declaración se garantizan por igual al hombre y a la mujer indígenas.

Artículo 45Nada de lo contenido en la presente Decla-

ración se interpretará en el sentido de que me-noscaba o suprime los derechos que los pue-blos indígenas tienen en la actualidad o puedan adquirir en el futuro.

Artículo 461. Nada de lo señalado en la presente De-

claración se interpretará en el sentido de que confiere a un Estado, pueblo, grupo o persona derecho alguno a participar en una actividad o realizar un acto contrarios a la Carta de las Nacio-nes Unidas o se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta acción alguna encaminada a quebrantar o menoscabar, total o parcialmente, la integridad territorial o la unidad política de Estados soberanos e independientes.

2. En el ejercicio de los derechos enunciados en la presente Declaración, se respetarán los de-rechos humanos y las libertades fundamentales de todos. El ejercicio de los derechos estable-cidos en la presente Declaración estará sujeto exclusivamente a las limitaciones determinadas

Notas

1. Véase la resolución 2200 A (XXI), anexo.

2. A/CONF.157/24 (Part I), cap. III.

3. Resolución 217 A (III).

por la ley y con arreglo a las obligaciones in-ternacionales en materia de derechos huma-nos. Esas limitaciones no serán discriminatorias y serán sólo las estrictamente necesarias para garantizar el reconocimiento y respeto debidos a los derechos y las libertades de los demás y para satisfacer las justas y más apremiantes ne-cesidades de una sociedad democrática.

3. Las disposiciones enunciadas en la presen-te Declaración se interpretarán con arreglo a los principios de la justicia, la democracia, el respeto de los derechos humanos, la igualdad, la no discriminación, la buena administración pública y la buena fe.

Nada de lo contenido en la presente Declaración se interpretará en el sentido de que menoscaba o suprime los

derechos que los pueblos indígenas tienen en la actualidad o puedan adquirir en el futuro.

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Ante todo, quiero agradecer esta invi-tación a participar en la entrega de los Premios a la Investigación Profesoral y Estudiantil de la Universidad de Antioquia en su versión 2007 y, por tanto, la opor-tunidad que este evento me brinda para continuar un diálogo desarrollado a través de los últimos años con la comunidad académica e industrial de Antioquia, a la cual debo mi primera oportunidad de desarrollo pro-fesional en el exterior y a la cual espero continuar sir-viendo en su apuesta por alcanzar mayores niveles de competitividad basados en una actividad de investiga-ción comprometida con la solución de los problemas estructructurales de la región y del país.

El haber escogido como tema central de mi inter-vención “El desarrollo regional basado en conoci-miento”, obedece fundamentalmente a dos motivos: de una parte, siempre he considerado a Antioquia como un área de excelentes oportunidades y gran potencial. Sin embargo, he notado la dificultad de algunos de los protagonistas de su proceso de inno-vación para avanzar efectivamente en la constitución de un sistema articulado capaz de superar las lógi-

Hacia un modelo de desarrollo regional basado en conocimiento

PorLuis David Prieto Martínez

Investigador de la Universidad [email protected]

Esta ponencia fue presentada por el autor en la Sede de Investigación de la Universidad de Antioquia (SIU), el 16 de noviembre de 2007, en la ceremonia de entrega de los Premios a la Investigación Profesoral y Estudiantil.

Doctorado en Ingeniería informática y de sistemas. Politecnico di Torino, PDT, Italia Título: Drag Free and Attitude Control for a Low Earth Orbiter: A LMI approach, Año de obtención: 2005 Tutor: Basilio Bona Becado de: Progetto America Latina Piemonte Politecnico

Especialización en Sistemas Gerenciales de Ingeniería. Pontificia Universidad Javeriana - Bogotá, PUJB, Colombia Título: Sistema Experto para la construcción de pozos petroleros Becado de: Pontificia Universidad Javeriana - Bogotá

Pregrado/Universitario en Ingeniería Electrónica. Pontificia Universidad Javeriana - Bogotá, PUJB, Colombia Título: Curso Práctico de Controles Clásicos Tutor: Jaime Rueda Duarte Becado de: Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá

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cas tradicionales de la separación de roles. Situación ésta que me lleva a la segunda motivación: compartir con ustedes algunas reflexiones que se originan en la experiencia que tuve la oportunidad de desarrollar como parte del grupo nuclear que dió un aporte con-creto en el salto de calidad del sistema de competiti-vidad del Piemonte Italiano, a través de la integración de los esfuerzos de los principales actores regionales en un modelo de distrito tecnológico.

Para iniciar, considero oportuno aclarar que si bien los contextos de Antioquia y el Piemonte mantienen diferencias significativas, es también cierto que los re-tos y oportunidades que promueve el acentamiento de la sociedad del conocimiento, se expresan en un lenguaje global. Es decir, desde la perspectiva de un crecimiento en sintonía con los actuales desafíos de excelencia y competitividad, estas realidades son más símiles de lo que imaginamos.

Compartimos, entonces, la necesidad de responder al actual paradigma socio-económico que establece un profundo replanteamiento de las políticas de cre-cimiento y desarrollo tanto económico y social, con-secuencia de la evolución de una sociedad industrial, como probablemente es la nuestra, hacia la bien o mal llamada “sociedad del conocimiento”. Así mismo, do-lorosas lecciones aprendidas en diferentes ámbitos de nuestra “aldea global” demuestran con claridad que no es el crecimiento del PIB y la renta, sino el balance en la acumulación de capital, lo que fundamenta las oportunidades de desarrollo integral de una región. Desde esta perspectiva, la noción de competitividad regional trasciende las acepciones que la vinculan ex-clusivamente con algunas características del desempe-ño económico de ámbitos territoriales restringidos y se extiende a la noción de una condición ventajosa para ofrecer mayor bienestar y mejor calidad de vida a sus ciudadanos. Dentro de este marco, es posible com-prender cómo el lugar privilegiado del conocimiento dentro de la generación de capacidades tecnológicas e innovación –motores del complejo fenómeno de la competitividad- no es consecuencia sólo de sus ca-racterísticas racionales, fácticas, objetivas o sistemáti-cas sino que se da también en virtud de elementos emocionales, intuitivos, subjetivos o dogmáticos. Esta concepción amplia e integral de la relación entre co-nocimiento y desarrollo regional se alimenta adicional-mente de cuatro elementos interdependientes: la pro-ducción de conocimiento, su diseminación –no sólo a través de tecnologías de la Información y Comunica-ción–, su utilización en términos de innovación –no

sólo tecnológica sino también social, organizacional y cultural– y su transmisión a través de la formación.

En este contexto, el crecimiento y desarrollo de una región dependen cada vez más de su capacidad para aprender, administrar, acumular y crear nuevo cono-cimiento. Situación ésta que modifica los procesos de innovación de los sistemas productivos, los cuales a diferencia del pasado reciente, son el resultado de un complejo proceso cooperativo que define un único circuito, estructurado y no episódico, de investiga-ción, actividad de empresa, finanzas y formación. Es también evidente que un proceso de este tipo, en un escenario caracterizado por una creciente incertidum-bre y complejidad como la actual, necesita de actores capaces de desarrollar acciones y proyectos concretos más allá de la esporádica intervención de los gobier-nos nacionales. Se enfatiza entonces el rol de la re-gión como agente decisivo para realizar un proceso de desarrollo basado sobre el factor conocimiento, dadas sus características de consolidación de relaciones entre sujetos locales y su dimensión idónea de gobierno. No por casualidad, en el contexto europeo esta dimensión ha encontrado síntesis y orientación operativa en las lí-neas de intervención propuestas por la Comisión Euro-pea en los nuevos reglamentos de Fondos Estructurales para el período de programación 2006-2013.

Se trata de un cambio importante dentro del bari-centro de los objetivos de convergencia y re-estruc-turación que se mueve del tradicional apoyo de po-líticas regionales comunitarias orientadas a las áreas más desarrolladas de la Unión Europea, hacia una estrategia de desarrollo territorial en donde el cono-cimiento se constituye en el elemento portador de la cadena de valor de la sociedad y, por tanto, de la competitividad regional en la acepción expresada anteriormente. Sin embargo, en la fase de transición se hace evidente un efecto de inercia con respecto a los anteriores programas que tiende a concentrar esfuerzos a favor de los sistemas de incentivación di-recta a las empresas, generalmente orientadas a la adquisición de nuevos bienes de capital.

Es bien conocido que este tipo de regímenes de apoyo, si de una parte parecen estar en grado de re-forzar la capacidad productiva de la empresa gracias a la adquisición de nuevo capital físico y del know how necesario para asegurar su utilización, de otra parte resultan inadecuados para sostener la capacidad tecnológica a través de procesos continuos de mejo-ramiento, creación y adaptación de las tecnologías y de los modelos organizacionales. Es necesario enton-

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ces, mover el baricentro de las intervenciones para el desarrollo territorial a través del crecimiento y el me-joramiento de los recursos cuantitativos y sobretodo cualitativos, tradicionalmente denominados “bienes colectivos para la competitividad”, es decir, bienes y servicios en grado de alimentar y favorecer la cade-na cognitiva, aquel proceso de creación de valor que se genera en un determinado territorio a partir de los intercambios y de las relaciones entre los sujetos con roles y funciones diferentes dentro de la producción, asimilación, difusión y uso del conocimiento.

En consecuencia, un empeño formal a favor del de-sarrollo regional debe superar la lógica del apoyo espe-cífico y directo hacia la empresa por una aproximación que evidencie la movilización y responsabilización de las instituciones, de la academia y, en general, de la sociedad civil hacia tres puntos fundamentales:

• Uno, la identificación de sectores, uno o dos, desde los cuales sea posible acelerar la dinámica de crecimiento.

• Dos, potenciar la capacidad de creación de co-nocimiento, la producción de competencias y la atrac-ción de talentos y de inversión.

• Tres, poner en movimiento el conocimiento a tra-vés de la generación de un círculo virtuoso entre I&D, creación y aceleración de empresa y la generación de nuevas oportunidades de inversión para el sector fi-nanciero en empresas y procesos que hacen uso inte-sivo del conocimiento generado.

Es aquí en donde el investigador, con su disposi-ción de ánimo para imaginar e inventar cosas nuevas, con su capacidad para moverse con agilidad creativa en situaciones diversas y cambiantes, se constituye ciertamente en un elemento decisivo a través del cual se construye la competitividad no sólo de la univer-sidad, de la empresa o de las organizaciones, sino de una región en general. Es así como dentro de la universidad o la empresa en donde se compite des-de la capacidad de innovación y desde la velocidad de respuesta a las necesidades socio-económicas del contexto, el Profesor-Investigador asume un rol cada vez más ligado a la generación, uso y gestión inten-sivos del conocimiento, dándole un sentido mucho más profundo a lo que algunos expertos denominan knowledge worker. Su acción, entonces, puede con-cretarse en varios planos y niveles al interior de la relación Universidad-Empresa-Estado y no está, por tanto, restringida al perímetro académico.

Se trata de un profesional consciente de no ser de-

positario de un saber estático, unido a un contexto preciso o a una bien determinada trayectoria den-tro de la universidad o la empresa. Por el contrario, está en capacidad de adaptarse a las condiciones cambiantes del entorno, de moverse en un contexto amplio y de recibir un cuerpo de conocimientos, no necesariamente codificados, que constituyen la base de la cultura y los valores compartidos de la organiza-ción en donde desarrolla sus actividades. Este perfil lo hace idóneo para el generación, ejecución y gestión de proyectos caracterizados por altos niveles de com-plejidad que exigen para su desarrollo aproximacio-nes flexibles, dentro de procesos bien articulados, y abiertas en modo efectivo a la innovación.

Es un hecho que este tipo de perfiles no surgen por generación espontánea o por naturales manifestacio-nes de talentos innatos originados en un proceso de educación tradicional. Son, en cambio, el resultado de un proceso de integración entre sistema formativo y sistema socio-económico con claras y efectivas líneas de acción orientadas al desarrollo de un moderno sis-tema de formación permanente, en el que objetivos y programación son concertados con las partes sociales, buscando que haya una mayor democratización de la actividad investigativa y una relación más estrecha en-tre demanda y oferta de trabajo y creación de empre-sa. Desde esta perspectiva, el crecimiento profesional

Esta concepción amplia e integral de la relación entre

conocimiento y desarrollo regional se alimenta

adicionalmente de cuatro elementos interdependientes:

la producción de conocimiento, su diseminación –no sólo a través de tecnologías de la

Información y Comunicación–, su utilización en términos

de innovación –no sólo tecnológica sino también

social, organizacional y cultural– y su transmisión a

través de la formación.

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del Investigador se construye en momentos sucesivos, convirtiéndolo en una figura dinámica, con potencial de desarrollo a ser manejado y actuado en un proceso continuamente evolutivo, que integra los conocimien-tos adquiridos en la academia con momentos y expe-riencias formativas fuera de ella.

Por su parte, la empresa, a fin de ser consisten-te con esta visión de democratización de la investi-gación, requiere de un trabajo intenso, orientado a que los diferentes tipos de conocimiento sobre los cuales se basan sus actividades, se conviertan en ob-jeto unitario de estrategias, organización y desarro-llo profesional. En otras palabras, la generación, la transferencia, la representación del conocimiento y su implementación en procesos y sistemas debe con-vertirse en objeto de formación dentro y fuera de la empresa, unidas a las temáticas que constituyen las bases del saber tradicional.

Conviene precisar que hay una diferencia sustancial entre los programas formativos tradicionales y aque-llos que nacen de la visión anteriormente expresada. En los programas tradicionales, se privilegia la fase del “antes” con respecto a la fase del “durante”, es decir, se ha enfatizado el concepto de la educación preven-tiva y preparatoria del investigador. Las consecuencias son una búsqueda excesiva, y a veces inútil, de eleva-dos niveles de especialización; y la prolongación de la duración de tal educación “preventiva”, en contra de cualquier lógica de eficiencia. Es entonces claro, que la noción de formación permanente aquí expues-ta propone un cambio en el centro de atención de la formación inicial a la formación durante, a través de instrumentos ágiles como ciclos de formación breves (máximo de cuatro años), desarrollados en estrecha cooperación entre los actores de la formación y el am-biente en el cual esa formación será utilizada, refor-zando aquella relación dinámica entre formación y ex-periencia de trabajo que en nuestro medio se muestra extremamente débil.

Desde un punto de vista ético, esta democratiza-ción de la investigación, está llamada a ser parte de una estrategia integral que provee una respuesta ac-tiva y efectiva en la disminución de la brecha que separa a países industrializados de aquellos con me-nores niveles de desarrollo, como el nuestro. Significa también, la opción de no ser excluidos de una cultura global que enmarca la mayor parte de sus procesos en la habilidad para convertir el flujo permanente de información que se da a través de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs), en conoci-

miento pertinente y aplicable para el desarrollo eco-nómico y social. Así mismo, los sistemas productivos tienden a manejar, con mayor frecuencia, estrategias de deslocalización y multilocalización de la produc-ción, generando dinámicas de competitividad basa-das en la minimización de costos de producción. Se destaca de esta forma la importancia de contar con investigadores preparados para superar la lógica de estos sistemas a través de la adición de valor agrega-do que ayude a disminuir la interdependencia con ámbitos más desarrollados para llevar a cabo sus ac-tividades. Esto significa que la presencia de investi-gadores capaces de absorber nuevo conocimiento, constituye uno de los paradigmas sobre los cuales se fundamenta la competitividad no sólo de la uni-versidad o de la empresa singular sino del contexto en su integralidad. Desde esta perspectiva, la demo-cratización de la investigación se convierte en una oportunidad concreta de globalización de las opor-tunidades, que permite a una base más amplia de ciudadanos, adaptarse críticamente a la evolución de los complejos sistemas productivo-mercantiles, trascendiendo fronteras y mejorando sus oportuni-dades y condiciones de desempeño laboral.

Es evidente desde este escenario, que la separación entre universidad, empresa, estado y sector financiero limita la capacidad de la sociedad para organizar el potencial inteligente, la mente activa, la creatividad y las posibilidades de aplicación del conocimiento en procesos generadores de riqueza y bienestar.

Desde esta perspectiva, pierde terreno aquella cul-tura académica defensiva que se basaba en el man-tener una distancia crítica de la sociedad para poder desarrollar su rol y que hacía una distinción entre la nobleza académica y el sector profesionalizante.

La experiencia nos enseña que ésta identidad está siendo radicalmente superada y se propende por una universidad que desarrolla sus funciones tradiciona-les (la “core university”) y que al mismo tiempo es una institución abierta y que anticipa las nuevas soli-citudes de la sociedad.

Conviene aclarar que el sentido de esta apertura, que no significa pérdida de identidad sino por el con-trario, es un proceso permanente que alimenta, sos-tiene y da nuevo impluso a la investigación en todas sus componentes, incluyendo aquella de base, que es fundamental para los propósitos de innovación y nece-sariamente apreciada por la industria y el gobierno.

Las implicaciones de este contrato social entre U-I-E

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y SF son relevantes. Una mayor presión del mercado, que se traduce en una solicitud de mayor productibi-dad universitaria: mayores resultados de investigación útiles a la sociedad y también mejores resultados de una formación que debe articularse en la calidad y en la cantidad (p.e. en la promoción y valoración de la formación continua, su desarrollo en ciclos breves).

Sin embargo, es importante subrayar que una ma-yor presión del mercado debe acompañarse de una creciente diversificación de las fuentes de financia-ción de la investigación: es necesaria la presencia del estado, de las empresas, de los entes locales, de las asociaciones y de las organizaciones internacionales. En terminos de investigación, los cambios son también significativos, pues ésta se convierte plenamente en un compromiso entre la comunidad académica y los desarrolladores de las políticas nacionales o regiona-les. Se premia, entonces, el enfoque sistémico (sea en términos culturales que organizativos) y la capacidad de hacer equipo (universidad, industria, gobierno, ins-tituciones financieras).

En términos de innovación, es importante superar la tendencia tradicional que da mayor énfasis a la in-centivación de los gastos de investigación y desarrollo que hacen las instituciones públicas, suponiendo que luego estos resultados fluyen automáticamente a los sectores productivos y sociales.

Hoy en cambio, los problemas están siendo identi-ficados y solucionados en el contexto de la aplicación en forma trans-disciplinaria, dando origen a una inver-sión en la cadena de la innovación.

Esto significa que dada la creciente complejidad de los problemas, se toma en cuenta, además del esfuerzo formal de investigación y desarrollo, a los numerosos actores e instituciones, tanto públicas como privadas, que participan en el proceso de generación y difusión del conocimiento y de las innovaciones.

Se considera que las mutuas interacciones entre los mismos son imprescindibles para lograr un desempe-ño fructífero tanto a nivel privado como social.

Así mismo, se hace evidente que no hay un sólo camino para abordar esta compleja problemática y que los alcances de las actividades de investigación se extienden no sólo a la generación de conocimientos, sino también a facilitar su difusión y absorción. Cuan-to mencionado anteriormente no significa que todas las actividades de investigación están o deben ocurrir dentro de los muros de la universidad.

En el contexto del Piemonte Italiano, se viene

demostrando con mayor frecuencia la importancia de constituir instituciones híbridas que unen es-fuerzos universitarios, industriales (incluyendo las PYMES) y de gobierno en institutos de investiga-ción capaces de actuar en forma más eficiente el contrato social de la investigación.

Un cuadro de profundos cambios como el descrito anteriormente, conlleva a una reflexión sobre el mode-lo organizativo que la universidad debe implementar y que sin duda alguna debe facilitar que su trabajo inter-no y externo pueda ser primordialmente desarrollado como una estructura en red (“network organization”).

De esta forma, los muros de la universidad se abren para permitirle operar en asociación y alianza con otros sujetos públicos o privados, cuyo quehacer está relacionado con la producción, la difusión y también la utilización del conocimiento.

Esta estrategia ofrece a la universidad la posibili-dad de desarrollar un lenguaje y estrategias de ac-ción acordes con los requerimientos de su contexto y de ser reconocida como una institución orientada por la demanda social estructurada en red (“networ-ked demand driver institution”) y no como una ins-titución que ofrece formación por contenidos (“su-pply driver institution”).

En pocas palabras, la universidad, con esta nueva estructura, anticipa los cambios, los promueve, es su protagonista y por ende, asume un rol activo y efectivo en la promoción de la calidad de vida de sus ciudada-nos ... es una universidad emprendedora.

Se trata de una orientación que implica para la uni-versidad, la exigencia de encontrar un justo equilibrio entre la coherencia de sus actividades de investigación y la demanda social que requiere de nuevo conoci-miento como resultado de una interacción entre dife-rentes ambientes disciplinarios.

Se llega entonces a una institución con una nueva configuración, en la cual la frontera entre formación e investigación al interior de la misma es permeable con los sujetos que en su entorno hacen parte de su aso-ciación o alianza. Este tipo de cambios en la identidad universitaria no son automáticos y contrasta con la ten-dencia de algunas instituciones académicas en buscar la excelencia en todas las disciplinas y funciones.

Es necesario, en cambio, que las acciones de la uni-versidad se concentren en un conjunto más estrecho de actividades: la vía para la excelencia está en la fo-calización, sin perder de vista que la creciente presión hacia la solución de problemas propuestos por la so-

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ciedad, requiere de un altísimo nivel de integración y coordinación entre sus estrategias y funciones.

Esta integración tiene una doble dimensión:• De una parte, entre las estrategias, que siendo

resultado de un permanente ejercicio de planeación al interior de la institución, dan sentido y hacen viables las funciones de formación, investigación, relación con el sector externo e internacionalización.

• De otra parte, una integración transversal con las políticas de desarrollo que, operando en un contexto específico, buscan dar una respuesta competitiva a es-cenarios globalizados de alta complejidad.

Quiero concentrar ahora mi intervención sobre el proceso que se ha seguido en el Piemonte Italiano para potenciar la investigación a partir de la integra-ción entre la universidad y su entorno socio económi-co y los resultados concretos obtenidos en términos del Desarrollo de la Region.

Antes de los años 80, se mantuvo una separación entre la Universidad y el sector externo parcialmente moderada por ciertas relaciones personales. Esta ten-dencia inicia una transformación en los primeros años

de dicha década, cuando algunas dependencias de la Universidad inician el desarrollo de proyectos aislados de investigación para el sector externo, bajo la forma de proyectos por contrato.

Evidentemente, desde esta perspectiva, la universi-dad no puede atesorar las experiencias singulares y se refuerza la tendencia a desarrollar procesos disconti-nuos con tiempos de respuesta poco compatibles con las dinámicas industriales.

A partir de un proceso de apertura y de diálogo per-manente con el sector externo, comienza a transfor-marse, en la mitad de los años 90, los puntos de con-tacto singulares en Asociaciones. Específicamente, en esta etapa la universidad trabaja con la industria para responder a necesidades de innovación y competitivi-dad, generando proyectos dotados de una planeación más amplia y en varios casos, apoyados con recursos financieros de la Unión Europea.

Sobre la base de esta experiencia de asociación y en un continuo ejercicio de apertura y diálogo con el sector externo, se dió un paso trascendental: la univer-sidad y la industria trabajan junto al gobierno territorial y al sector financiero en una alianza efectiva que se traduce en modelos efectivos de desarrollo regional .

¿Cuáles son los resultados concretos que se han al-canzado?

A través de un ejercicio concreto de prospectiva en línea con las nuevas tecnologías y de anticipa-ción de los requerimientos sociales, el Politécnico di Torino y Compagnia di San Paolo (institución del sector financiero italiano) suscriben, en 1999, un importante acuerdo, financiado con veintiun millo-nes de euros, orientado a desarrollar una política de potenciamento de la investigación y la formación en el sector de las TICs.

Este acuerdo prevé la ampliación y reforzamiento de las correspondientes estructuras del Politécnico di Torino y la creación de un nuevo organismo, admi-nistrado conjuntamente y cuyo nombre viene dado en honor a Mario Boella, uno de los más acreditados maestros que el Politécnico haya tenido desde la post-guerra. Surge de esta manera el “Instituto de investiga-ción avanzada Mario Boella”, en julio del año 2000, con los siguientes objetivos:

• Constituir un polo de excelencia nacional e inter-nacional en el sector de las TICs.

• Promover una creciente integración entre los diferentes organismos e instituciones que operan en

Tradicionalmente la universidad siempre ha reivindicado su derecho a la autonomía, es

decir, el poder determinar en su interior quién debe enseñar,

qué debe enseñar y a quién va dirigido estas enseñanzas. Este derecho no se deriva de

un poder político sino de la convicción general de que esto sea necesario. Y es necesario,

porque la universidad es útil a la sociedad si y sólo si es capaz de poner en marcha

procesos evolutivos que respondan efectivamente a

las necesidades puestas por la propia sociedad, sin prejuicios

y en la natural neutralidad de quien busca la verdad.

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este sector, a través de proyectos y programas con un fuerte impacto innovativo.

• Activar nuevos programas de investigación y for-mación de alto nivel.

• Promover la relación universidad – empresa- esta-do- sector financiero.

• Promover los procesos de transferencia tecnológi-ca hacia las PYMES.

• Incentivar el emprendimiento empresarial en el sector de las TICs.

En marzo de 2001, se unen como socios ordi-narios las siguientes empresas: Motorola, STMicro-electronics y Telecom Italia. Así mismo, el Ministerio Italiano de la Instrucción, de la Universidad y de la Investigación (MIUR) co-financia al ISMB, en el marco de su intervención dentro de los institutos científicos especializados.

Esta múltiple participación garantiza un ambiente de permanente diálogo entre sus protagonistas y por ende, enriquece profundamente el desarrollo de las diferentes funciones del Instituto, pues éste no sólo se convierte en sujeto activo de investigación y transfe-rencia tecnológica, sino también de previsión de esce-narios futuros en ciencia y tecnología.

• Vienen así identificadas oportunidades con alta componente innovativa y su potenciamiento se da a través de una estrategía de concentración de recur-sos entre los socios, constituyendo, de esta forma, un “Cluster de laboratorios”, en donde ISMB y Politéc-nico, estructuran conjuntamente ocho laboratorios, en un área de 4000 metros cuadrados, orientados a actividades institucionales y de asociación con el sec-tor industrial, en donde trabajan 250 investigadores provenientes de la universidad y de la industria.

De otra parte, la función de alta formación, viene también estructurada con la participación de los so-cios, garantizando pertinencia y actualización de los diferentes programas de pregrado, master y doctorado que ofrece el Politécnico.

Coherente con la propia misión, el ISMB ha pro-movido, junto con el gobierno regional y nacional, la creación del Distrito Tecnológico Torino Wireless ope-rante en el sector de las TICs. Se busca, a través de este proyecto, apoyar el crecimiento de las actividades de investigación y acelerar los procesos de creación y de-sarrollo de empresa, a través de una estratégia integra-da que involucra los principales actores del territorio.

En el año 2001, en un significativo esfuerzo que

reunió, entre otros, a autoridades locales y regiona-les, universidades y centros de investigación, sector empresarial y sector financiero, se determinó la via-bilidad de constituir un distrito tecnológico, se hizo su diseño preliminar y se firmó el Memorando de entendimiento.

Conviene aclarar que la focalización en tecnologías inalámbricas no implica un confinamiento rígido de las acciones del Distrito únicamente sobre este tema, por cuanto se promueve la interacción con otros sectores, como una actividad permanente para la identificación de nuevas aplicaciones y de oportunidades de crea-ción de empresas y mejoramiento de los niveles de competitividad de aquellas ya existentes, incluso en sectores tradicionales.

Los objetivos del Distrito, suscritos por las partes en el Memorando de entendimiento, implican alcan-zar, en el marco de 10 años, niveles cualitativos y cuantitativos comparables a los mejores polos mun-diales de TICs, en términos de: número de investi-gadores, creación de nuevas empresas, atracción de empresas innovativas al territorio y apoyo a aquellas ya existentes, aumento de la incidencia de las TICs en el Producto Interno Bruto (PIB) de la región y la autosostenibilidad del Distrito.

La organización del mismo debe asegurar una com-pleta integración de los procesos que intervienen en su ciclo general de operación y en el cual se ven re-flejados, entre otros: el crecimiento de competencias,

Quienes venimos presenciando con interés y expectativa el

desarrollo de la competitividad en Antioquia, sentimos la importancia

de que la investigación se convierta en un tema que se infiltre con mayor autoridad

en los escenarios de sus economistas, en los programas

de los representates de sus instituciones, en las mesas de

negociación de sus empresarios de éxito, en las estrategias de sus

expertos internacionales.

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el aumento del número y calidad de las ideas comer-cializables, la creación de nuevas empresas y el apoyo financiero al desarrollo de las empresas innovativas.

La organización seleccionada asigna las funciones de R&D al ISMB, mientras la necesidad de una coordi-nación conjunta de los socios determina la creación de la Fundación Torino Wireless, que actuará también en el proceso de aceleración del desarrollo de empresas. El sector de Venture Capital es actualmente maneja-do por un conjunto de operadores, que más adelante dará lugar a un sólo ente integrador.

La inversión completa alcanza los 130 millones de Euros, de los cuales 35 millones están destinados a In-vestigación y desarrollo (R&D), 25 millones para la fi-nanciación de los procesos de transformación de ideas en nuevas empresas y 70 millones para la creación de un fondo de Venture Capital.

CONCLUSIÓNConcluyo mi intervención señalando que a partir

de las experiencias que he vivido hasta el momento con las instituciones de Antioquia, encuentro aún más sentido al rol protagónico de la universidad en la in-tegración de políticas, estrategias y esfuerzos con los demás protagonistas de su contexto socio-económico. Tradicionalmente, la universidad siempre ha reivindi-cado su derecho a la autonomía, es decir, el poder determinar en su interior quién debe enseñar, qué debe enseñar y a quién va dirigido estas enseñanzas. Este derecho no se deriva de un poder político sino de la convicción general de que esto sea necesario. Y es necesario, porque la universidad es útil a la sociedad si y sólo si es capaz de poner en marcha procesos evo-lutivos que respondan efectivamente a las necesidades puestas por la propia sociedad, sin prejuicios y en la natural neutralidad de quien busca la verdad.

Una tarea ciertamente dificil, que requiere de la universidad el encontrar, en un contexto social en continua evolución, una cultura organizativa flexible y en capacidad de trabajar interna y externamente en red con los demás actores del sistema socio-eco-nómico. Resalto que no me refiero a cambios de or-ganigrama sino a una re-estructuración de los proce-sos de generación de conocimiento y de formación, que comportan una integración de estrategias y una apertura madura hacia los demás protagonistas del contexto territorial y global.

A este respecto, considero que promover espacios de diálogo es ciertamente una estrategía ganadora,

mientras conduzca a la mutua convicción de que in-vestigación y formación deben ser procesos estableci-dos como parte de un programa para el desarrollo en el cual todos los actores del contexto concretan su rol activo a través de un contrato social.

Esto implica mayores presiones para la universidad en términos de la calidad y cantidad de sus resultados, pero así mismo, comporta una creciente diversifica-ción de las fuentes de financiamento no sólo en tér-minos locales sino internacionales. Alcanzar este resul-tado requiere de la adopción a nivel regional de una política de desarrollo fundada en el uso estratégico de los recursos y orientado a:

• Favorecer la integración entre investigación públi-ca y privada;

• Concentrar y focalizar la investigación en las áreas de mayor impacto innovativo;

• Equilibrar el desarrollo de la investigación de base y de la investigación aplicada.

El éxito de un programa de este tipo está en el man-tener una aproximación programática que no reduzca el contrato social para la innovación y desarrollo en el jalonamiento de acciones de años anteriores bajo una lógica de separación de las inciativas, de las fuentes de financiamiento y de los actores de la investigación.

Quienes venimos presenciando con interés y ex-pectativa el desarrollo de la competitividad en Antio-quia, sentimos la importancia de que la investigación se convierta en un tema que se infiltre con mayor au-toridad en los escenarios de sus economistas, en los programas de los representates de sus instituciones, en las mesas de negociación de sus empresarios de éxito, en las estrategias de sus expertos internacionales.

Quienes hemos tenido la oportunidad de presen-ciar algunas experiencias, con mayor o menor nivel de éxito, tenemos la convicción de que la investiga-ción es el motor del desarrollo y, como tal, necesita de combustible para funcionar. Sería muy fácil decir que ese combustible es el dinero y, por tanto, limitar-se a denunciar la escases de recursos. Sin embargo, lo realmente importante es que la región experimente un fuerte momento de discontinuidad, basado en los esfuerzos de una comunidad fuertemente empeñada en afirmar el liderazgo de la investigación y de la ex-celencia en la formación, como camino efectivo para tener el futuro en sus propias manos.

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Al finalizar el siglo XX surge en el ámbi-to académico y en el Sistema de Ciencia y Tecnolo-gía anglosajón, a uno y a otro lado del Atlántico, pero muy especialmente en el Reino Unido, una corriente de opinión crítica y revisora del papel generalmente aceptado de la Universidad en su función como agen-te relevante en el Sistema de I+D+I y protagonista del proceso de transferencia del conocimiento tecno-científico en el mismo, que fue rápidamente seguida por algunos universitarios y científicos de determina-dos países europeos, básicamente del centro y norte del continente. Además, en ese momento tal posición venía justificada por la nueva concepción que se venía construyendo de la sociedad y su economía basada

El reto de la transferencia del conocimiento

El tema de la nueva misión de la universidad y el papel de ésta en la sociedad del conocimiento, está en la mesa de debate en el mundo entero. Acogiendo la sugerencia

de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Antioquia, ALMA MATER reproduce el siguiente texto, publicado en la edición 41 (Marzo-Abril) del presente año

por la Revista de Investigación en Gestión de la Innovación y Tecnología MADRI+D*

A partir de la última década del siglo XX, se inició un movimiento de revisión so-bre la misión de la universidad en la ac-tual sociedad del conocimiento, incor-porando a sus funciones tradicionales de enseñanza superior y de investigación una tercera que, según las propuestas principales, se basa en el desarrollo de la llamada “tercera misión” en el ámbito de los tres ejes vertebradores siguientes: emprendimiento, innovación y compro-miso social. El análisis justificativo y el plan de cómo llevar a cabo la nueva mi-sión con cierto éxito se presenta como un tema de importancia capital en la UE (Unión Europea), dados los objetivos planteados para la universidad europea en el horizonte 2020 de una Europa del Conocimiento.

Por Eduardo Bueno Campos

Catedrático de Economía de la Empresa y Director del IADE-CIC de la Universidad

Autónoma de Madrid, [email protected]

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en el conocimiento, tal y como venían proponiendo autores como Bell (1973) y Drucker (1965 y 1993), en coherencia con lo que al final de la pasada centuria los historiadores de la ciencia decidieron bautizar a aqué-lla como el “siglo de la ciencia” (Sánchez Ron, 2000).

Este nuevo pensamiento, iniciado en la anterior década de los noventa, es el que va a ser objeto del contenido de las páginas de este trabajo, que, dadas las limitaciones de espacio, presentará de forma sucin-ta las diferentes aportaciones conceptuales que per-mitan fundamentar las bases para definir la “tercera misión” de la Universidad, en su visión de agente de transferencia del conocimiento que atesora, así como presentar los problemas de su cuantificación y las lí-neas básicas del debate abierto sobre el alcance, las perspectivas y barreras que inciden en su desarrollo y los cambios y reformas que requiere el sistema univer-sitario, tanto de la UE, como de determinados países miembros, como puede ser el caso de España.En este sentido, hay que recordar las aportaciones pioneras de Sheen (1992), Gibbons, et a. (1994), Slaughter y Leslie (1997) y Clark (1998), quienes presentaron las prime-ras ideas de lo que empezó a denominarse la “tercera misión” de la Universidad; planteamiento que fue asu-mido de inmediato por la Comisión Europea (1995 y 2000), para formular y desarrollar la nueva estrategia de la UE, orientada a la construcción de la Europa del Conocimiento 2020. A este nuevo enfoque sobre la función de la Universidad, se han ido sumando ideas y aportaciones para ir revisando y construyendo el papel a desempeñar por la universidad europea en el Siste-ma de Ciencia, Tecnología y Sociedad en el siglo XXI o en la actual “era de los intangibles” (Bueno, 2007).

En este sentido, se revisa la función tradicional que ha caracterizado a la Universidad hasta el siglo XIX, como institución de enseñanza superior y de inicia-ción a la ciencia (Martin y Etzkowitz, 2000). Reflexión crítica que lleva a recordar la aportación que llevó a cabo Ortega y Gasset (1930) cuando abordó, en un conocido ensayo, la “misión de la universidad”; ideas que junto a otras más actuales, ofrecen las bases para definir el contenido y alcance de la “tercera misión” de la institución universitaria. Después de la propues-ta conceptual se abordarán, como se ha indicado, los problemas de cuantificación o de definición de los indicadores que faciliten su medida y justificar de su financiación y las reformas necesarias en las políticas, legislación y prácticas que afectan la actividad univer-sitaria europea, que de no llevarse a cabo, pueden provocar que la “tercera misión” sólo se quede en un

proyecto atractivo, pero no ser capaz de responder a la competencia creciente, en términos de I+D+I, que proviene de países desarrollados y emergentes al Oeste y al Este de la UE; competencia tecnocientífica que puede afectar de forma negativa al crecimiento y bienestar de la sociedad europea en el siglo XXI.

Bases conceptuales de la “tercera misión”: enfoques principales Revisando la literatura existente se puede elaborar

un primer esbozo de las bases que fundamentan la construcción del concepto o de las líneas definito-rias de la “tercera misión” de la Universidad, ejercicio que se concretará con la presentación de los enfo-ques principales, lo cual permitirá seguir alimentando el debate futuro sobre lo que realmente representa dicha nueva misión universitaria en este arranque del siglo XXI. En esta línea argumental hay que concretar que a nivel internacional se ha ido revisando la fun-ción principal de la universidad como institución de enseñanza superior, heredera de su aparición en el medievo y que perduró hasta el siglo XIX (Martin y Etzkowitz, 2000). Revisión que se ha ido centrando en la emergencia del “nuevo paradigma” de la uni-versidad emprendedora, fundamentación en la que se destacan autores británicos y norteamericanos, como es el caso de: Clark (1998), Gibbons, et al. (1994), Slaughter y Leslie (1997) y Ziman (1994).

Pero, llegado este momento, parece obligado re-conocer la aportación relevante y precursora que so-bre el tema de una nueva misión de la universidad llevó a cabo Ortega y Gasset (1930), cuando en esta fecha publicó su ensayo sobre La Misión de la Uni-versidad, indicando que “en la Universidad reciben la enseñanza superior todos los que hoy la reciben. Si mañana la reciben mayor número que hoy, tanta más fuerza tendrán los razonamientos que siguen. ¿En qué consiste esta enseñanza superior ofrecida en la Universidad? En dos cosas:

• La enseñanza de las profesiones intelectuales • La investigación científica y la preparación de futu-

ros investigadores” En definitiva, para el filósofo español “la Universidad

enseña a ser médico, farmacéutico, abogado, econo-mista, administrador público, profesor de ciencias y de letras en la segunda enseñanza...; pero además, “se cul-tiva la ciencia misma, se investiga y se enseña a ello”.

La enseñanza superior, consiste, en definitiva, en profesionalismo e investigación, si bien para él y en su

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época “en España la función creadora de ciencia y pro-motora de científicos está aún reducida al mínimo, pero no por defecto de la Universidad como tal, no por creer ella que no es su misión, sino por la notoria falta de vo-caciones científicas y de dotes para la investigación que estigmatiza a nuestra raza”; diagnóstico crudo y pesimis-ta, que en los tiempos actuales se ha ido corrigiendo a pesar de continuar España siendo deficitaria de cultura científica y del reconocimiento social sobre el papel a desempeñar por la ciencia y por la investigación en la sociedad y que debe llevar a cabo la Universidad.

Asimismo, este autor señaló que a las dos tareas primordiales de la institución universitaria, siempre entrelazadas, hay que añadir una tercera, ya que el universitario debiera recibir algo de “cultura general” que le permita intervenir en la actualidad, en la so-ciedad en que vive y que le permita tener ideas sobre el mundo y la humanidad, en sus propias palabras “que pueda estar a la altura de las ideas de su tiem-po, tratando los grandes temas de naturaleza cultural, científica, técnica o profesional”.

En resumen, Ortega añade que la Universidad debe incorporar a su misión un tercer aspecto que concreta así:

• El compromiso con la sociedad y con su tiempo, por lo que ha de depurar un tipo de talento para saber aplicar la ciencia y estar a la altura de los tiempos” (Vid Ortega y Gasset (1937): La rebelión de las masas).

Estas palabras enlazan con claridad con ideas actua-les sobre la “tercera misión”, tal y como hoy la enten-demos, ya que se orienta, sobre todo, a la necesidad de saber aplicar la ciencia, es decir, transferir el cono-cimiento a la sociedad, y poder responder a la deman-da social de su tiempo que, en esta época, tal y como se ha indicado, se viene concretando en la “función emprendedora y de innovación”, compromiso de la Universidad como agente de creación y transferencia de conocimiento en la sociedad actual.

A continuación se presentan los enfoques o aporta-ciones principales que explican las bases conceptuales para proceder a una propuesta de definición, que pue-da ser de general aceptación sobre el alcance y conteni-do del significado de la “tercera misión” de la institución universitaria, en términos que precisen tanto su denota-ción, como su connotación en nuestro tiempo.

1. Un primer enfoque se ha centrado en que la mis-ma recoge el conjunto de actividades que las univer-sidades llevan a cabo con diferentes agentes sociales con los que se relacionan, orientadas a las necesidades del bienestar social y a cooperar con los objetivos pú-blicos y privados de aquéllos. Aportación conceptual que se alinea con la tercera actividad propuesta por Ortega, más allá de la enseñanza de las profesiones intelectuales y de la investigación científica. Plantea-miento que se observa, entre otros, en Sheen (1992) y Martin y Etzkowitz (2000).

2. Un enfoque derivado del anterior y concretan-do algo más esta nueva orientación, define la “terce-ra misión” como la perspectiva social de su extensión y compromiso comunitario, es decir, relacionada con las necesidades sociales de su entorno, tanto locales como regionales. Perspectiva basada en las experiencias en el Reino Unido, en el que se ob-serva un doble efecto para la entidad universitaria, de un lado, se vincula más con su entorno, desarro-llando su función social como servicio público y, de otro, puede generarle ingresos adicionales por sus “esfuerzos comunitarios”, aunque no sea el objetivo principal, pero facilita su desarrollo y mejora su ima-gen y responsabilidad corporativa con su sociedad, orientada a “satisfacer al cliente” (ciudadanos, otros agentes sociales, caso de las Pymes y otras entidades públicas y privadas de su entorno). Planteamientos que pueden verse en: Gibb (1993), CBI (2003), De-partment of Trade and Industry (2000), Stiles (2002) y recopilado en Molas-Gallart (2005).

3. Finalmente, el enfoque que más influencia está teniendo es el de la Universidad emprendedora,

La “tercera misión”, tal y como hoy la entendemos, se orienta, sobre todo, a la necesidad de

saber aplicar la ciencia, es decir, transferir el conocimiento a la

sociedad, y poder responder a la demanda social de su

tiempo que, en esta época, tal y como se ha indicado, se viene

concretando en la “función emprendedora y de innovación”,

compromiso de la Universidad como agente de creación y

transferencia de conocimiento en la sociedad actual.

La Tercera Misión de la Universidad. El reto de la transferencia del conocimiento

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propuesto por Clark (1998), basado en el proceso de la comercialización tecnológica de los recursos universitarios. En concreto, indica que los flujos de ingresos universitarios se derivan de tres activida-des diferentes y que contribuyen a una nueva pers-pectiva del presupuesto universitario. En este senti-do, la primera categoría de ingresos corresponden a la financiación pública básica para atender las obligaciones docentes de la enseñanza superior. La segunda categoría de ingresos se relacionaría con la financiación, normalmente pública, para llevar a cabo la actividad investigadora. Finalmente, la ter-cera categoría responde a una variedad de fuentes que tienen que ver con la perspectiva proactiva de la Universidad para llevar a cabo acciones de desa-rrollo tecnológico, asistencia técnica, programas de formación continua y de postgrado y contratos de investigación, entre otras actividades, con corpo-raciones, fundaciones, empresas, clientes guberna-mentales, asociaciones de antiguos alumnos, etc... En suma, se concibe la “tercera misión” a través de la actividad emprendedora de la Universidad, es decir, desde la visión de ésta como una institución básica para la transferencia de I+D o del conoci-miento tecnocientífico, tal y como ha sido dicho en el inicio de este epígrafe al citar a los autores pioneros de esta perspectiva, la cual configura un nuevo concepto de “capitalismo académico” y un nuevo papel de la Universidad saliendo de su tra-dicional “torre de marfil” (Etzkowitz et al, 2000; Schulte, 2004). Esta comercialización tecnológica y esta función emprendedora se suele concretar en las nuevas políticas para facilitar y movilizar los proce-sos de creación de empresas de base tecnológica o spin-offs universitarias y en la adecuada gestión de las patentes, modelos de utilidad y licencias, que se generan en una nueva relación entre la Univer-sidad y la Sociedad o Empresa.

Estos enfoques han provocado diversos y contra-puestos argumentos y posicionamientos entre acadé-micos, investigadores y políticos, propios en la cons-trucción actual de la llamada sociedad y economía del conocimiento. Debate que será considerado al final de este trabajo y que se integra en el proceso de cam-bio y de reformas que en estos y próximos años están viviendo y van a protagonizar la mayor parte de las universidades europeas, frente a la evolución que se observa y se prevé en otros sistemas universitarios y de Ciencia y Tecnología de los países más avanzados en I+D+I de la OECD.

La posición de la Comisión Europea sobre la “tercera misión” La Comisión Europea se ha incorporado de inme-

diato a la nueva corriente de opinión sobre la nueva misión de la Universidad y el papel de ésta en la So-ciedad del Conocimiento de Europa, cuestión que fue abordada a partir de la publicación del “Libro Blanco de la Educación y de la Formación” en 1995 y, sobre todo, de forma intensa a partir del año 2000 (Comi-sión Europea, 1995 y 2000).

El posicionamiento de la Comisión Europea (2000) se basó en insistir en el papel de la Univer-sidad como agente de transferencia y difusión de conocimiento y tecnologías a la sociedad, en cola-boración con los agentes que integran ésta, para ir fortaleciendo el sistema de innovación en Europa y poder competir en el futuro con otras naciones y áreas socio-económicas. En esta línea hay que des-tacar la Comunicación 58 de 5 de febrero de 2003

El posicionamiento de la Comisión Europea (2000) se basó en insistir

en el papel de la Universidad como agente de transferencia y difusión

de conocimiento y tecnologías a la sociedad, en colaboración con

los agentes que integran ésta, para ir fortaleciendo el sistema

de innovación en Europa y poder competir en el futuro con otras

naciones y áreas socio-económicas. En esta línea hay que destacar la

Comunicación 58 del 5 de febrero de 2003 sobre su propuesta de la “Europa del Conocimiento 2020” y la consulta llevada a cabo a los diferentes “stakeholders” sobre

el papel de las universidades, con el fin de determinar la “visión

de la Universidad basada en la investigación y la innovación”

(Comisión Europea, 2004).

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sobre su propuesta de la “Europa del Conocimiento 2020” y la consulta llevada a cabo a los diferentes “stakeholders” sobre el papel de las universidades, con el fin de determinar la “visión de la Universidad basada en la investigación y la innovación” (Comi-sión Europea, 2004). Resultados de la consulta que se clasifican en tres grandes áreas, como son: a) la financiación de la Universidad y la evaluación de los resultados de I+D de la misma; b) la mejora en las condiciones y políticas para lograr en la UE mayor excelencia universitaria y c) desarrollar políticas y ac-ciones para tener una Universidad más competente y competitiva en su misión a nivel internacional.

La relevancia estratégica de la transferencia del conocimiento en el Sistema Europeo de I+D como proceso fundamental para el desarrollo de la inno-vación; exige una mayor y mejor colaboración entre los diferentes agentes de dicho sistema, especial-mente entre la ciencia y la industria; cuestión que fue el centro de los contenidos de la Cumbre de Bar-celona en 2004 del Consejo Europeo. Planteamien-to que revisa el tradicional modo de investigación o de creación de conocimiento en la Universidad de forma autosuficiente o con escasa cooperación con su entorno, para pasar, como indican Gibbons, et al. (1994), a un nuevo modo en colaboración o abierto a través de las redes y relaciones de I+D con otros agentes del Sistema de Ciencia, Tecnología y Sociedad, proceso característico, por ejemplo, en el mundo anglosajón y en los países nórdicos euro-peos. Este debate y análisis se concretó en la publi-cación de un Handbook o de una “guía de mejores prácticas” para este tipo de investigación colaborati-va y de transferencia de conocimiento más efectiva y eficiente socioeconómicamente entre la Ciencia y la Industria (Comisión Europea, 2005).

Insistiendo en la “tercera misión” de la Universidad, la Comisión Europea, en su Comunicación de 6 de abril de 2005, presentó su compromiso de pasar del 2 por ciento de media nacional en la UE del esfuerzo en I+D sobre el PIB, aprobado en la Cumbre de Lisboa del Consejo, a un 3 por ciento de dicho indicador en la UE ampliada para el año 2010, cuestión que será la guía estratégica del 7º Programa Marco de I+D+I (2007-2013). Este compromiso se explicitó con el lema “Construir la Europa del Conocimiento para el Creci-miento” y se concretó en la metáfora gráfica del “trián-gulo de la sociedad del conocimiento en Europa”, que se recoge en la figura 1. Triángulo que enfatiza el papel relevante del mayor esfuerzo en I+D, de una nueva

orientación en la educación primaria y secundaria, así como en la enseñanza universitaria, que lleve a una armonizada convergencia de acciones orientadas a la generación de innovación.

Finalmente, la Comisión Europea presentó en no-viembre del 2006 la nueva estrategia para dinami-zar el Sistema de Innovación de la UE, compuesta por diez acciones, entre las que destaca la primera, centrada en cómo mejorar y estimular el sistema de educación de los países miembros de la UE en el período 2007-2010, con el fin de facilitar el desa-rrollo efectivo de la “tercera misión” de la Univer-sidad, así como la cuarta, dedicada a la promoción de sistemas de transferencia del conocimiento entre Universidades, OPIs e Industria.

Propuesta de formalización de la “tercera misión”: el reto de su cuantificación Una vez analizados los fundamentos y antecedentes

que configuran el marco conceptual y los enfoques y experiencias principales sobre la “tercera misión”, pa-rece que los ejes en que ésta se puede ir concretando giran en torno a las proposiciones siguientes:

• La extensión de sus actividades y el desarro-llo económico y social de su comunidad o entorno de referencia, es decir, más allá de la misión de la enseñanza e investigación científica, como diría Ortega (1930).

• La transferencia del conocimiento para que, en colaboración con los otros agentes del sistema de Ciencia, Tecnología y Sociedad o Empresa, pueda concretarse en innovación para el crecimiento y desarrollo sostenible de su entorno económico, es decir, una visión de la Universidad como espacio y agente de innovación.

EDUCACIÓN

I + D INNOVACIÓN

SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Fuente: Potocnik.(2005); Bueno (2006b)

Figura 1. El Triángulo de la sociedad del conocimiento

La Tercera Misión de la Universidad. El reto de la transferencia del conocimiento

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• La función de emprendimiento, basada en di-cha transferencia de conocimiento tecnocientífico a la sociedad, como creadora de valor, riqueza y empleo a través de la comercialización tecnológica y la creación de spin-offs, entre otras acciones ge-neradoras de nuevas relaciones intra-agentes, a la vez que de ingresos adicionales para el presupuesto universitario (Schulte, 2004).

Estos ejes de la “tercera misión” implican una nueva forma de llevar a cabo el proceso de I+D, de naturale-za cooperativa o en colaboración con los otros agentes del sistema, así como el diseño de nuevos espacios de transferencia y creación de conocimiento, orientados a la innovación en cualquiera de sus categorías o di-mensiones. Espacios que se han venido concretando en la aparición de los parques científicos y tecnológi-cos (Bueno, 2006a), siguiendo las directrices del deno-minado “modelo de triple hélice” (Etzkowitz y Leydes-dorf, 1995) en el que deben integrarse para generar las necesarias externalidades, la “academia”, la empresa y la administración pública, como modo virtuoso de desarrollar I+D y generar innovación.

En consecuencia, siguiendo la senda marcada por la Comisión Europea (2005b) y el planteamiento de la “tercera misión” basada en el emprendimiento e inno-vación (Bueno, 2007), la propuesta de formalización se construye con los tres ejes citados y que sintetiza la figura 2. En esta figura se recogen las tres misiones fundamentales: educación superior, investigación e in-novación; así como las políticas que hay que llevar a cabo para que la “tercera misión” sea una realidad en los próximos años, como objetivo prioritario planteado por la Comisión Europea (2004 y 2006). En resumen, para llevar a cabo esta nueva misión, es necesario:

• Dirigir el proceso de transferencia del conocimien-to tecnocientífico hacia la generación de innovación.

• Promover la creación de la cultura científica y de innovación que necesita la sociedad actual.

• Formar a los asesores y gestores tecnocientíficos o en I+D como agentes inductores de innovación.

Cuestiones que implican, como se ha indicado an-teriormente, diseñar y poner en práctica un conjunto de políticas y de acciones de reforma, de apoyo y de motivación para que las universidades europeas, en general, y las españolas, en particular, asuman la nueva función que las caracterizará y adaptará a la sociedad del conocimiento del siglo XXI.

Las primeras políticas y acciones tienen que ver con el cambio de orientación del sistema educativo y la necesidad de formar en la enseñanza superior profesionales que sepan dirigir y asesorar los procesos de I+D+I y sean agentes inductores de innovación. Cambio educativo que debe incorporar en España la cultura científica y de innovación, para que la acti-vidad de I+D tenga el reconocimiento social que le corresponde. Otras políticas y acciones tienen que concretarse en facilitar y mejorar los procesos de transferencia de conocimiento para que la investiga-ción científica y el desarrollo tecnológico consecuente se concreten en más y mejor innovación. Por último, hay que incorporar y desarrollar políticas y acciones, derivadas de las anteriores, que permitan la visión de una Universidad orientada al emprendimiento, la in-novación y la cooperación social, como expresión formal de su “tercera misión”.

Es evidente, que dada la emergencia del paradigma que representa la nueva misión universitaria para la Unión Europea: para poder conocer y dirigir mejor sus objetivos y resultados es preciso cuantificar éstos, dis-poniendo para ello de un adecuado y relevante cua-dro de indicadores que permita llevar a cabo la corres-pondiente evaluación, la cual presenta una evidente complejidad por la multidimensionalidad del concep-to y por la falta de un marco conceptual de referencia aceptado por la comunidad científica (Molas-Gallart et al., 2002 y Molas-Gallart, 2005).

Esta tarea de cuantificación de la “tercera misión” exige el diseño de un modelo de análisis que permita definir el mapa de indicadores relacionados con las diferentes dimensiones o ejes vertebradores de dicha nueva misión. En esta línea el IADE-CIC (Bueno, 2007) viene investigando y desarrollando una modelización basada en la integración de la metodología Intellectus de medición y gestión del capital intelectual, con la metodología de desarrollo tecnológico del gobierno y

Figura 2. La “tercera misión” de la Universidad

INVESTIGACIÓN

EDUCACIÓN SUPERIOR

INNOVACIÓN

UNIVERSIDAD

Política de fo

rmación de la

cultura

científica

Política de emprendimiento, innovación y cooperación social

Política de transferencia de conocimiento

Fuente: Potocnik (2005); Bueno (2006b)

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La Tercera Misión de la Universidad. El reto de la transferencia del conocimiento

transferencia de conocimiento, basada en las herra-mientas PRISMA, ARGOS Y SIGNOS, entre otras, con la estructura lógica del Balanced Scorecard. Con este modelo de análisis se podrán relacionar las diferentes dimensiones en que se pueden observar las activi-dades de emprendimiento, innovación y coopera-ción social y, en consecuencia, valorar los resulta-dos logrados por la transferencia de conocimiento que la “tercera misión” pretende en el Sistema de I+D+I, así como, evaluar las políticas de mejora y facilitar un marco objetivo para la reflexión y el de-bate académico, político y social que se ha abierto en estos años sobre este tema, tal y como se apunta en el siguiente epígrafe.

Conclusiones El tema de la “tercera misión”, desde su inicio en los

países que introdujeron el nuevo enfoque de la fun-ción de la Universidad, ha suscitado una serie de co-rrientes críticas en contra y a favor, tal y como recogen Lee (1996), Maskell y Robinson (2001) y Molas-Gallart (2005), debate crítico que viene siendo más intenso en los países que se van incorporando poco a poco a este proceso de renovación de la misión de las institu-ciones de educación superior en estos años primeros del siglo actual. Es evidente que en éste presenta una importancia capital la regulación de la actividad de la Universidad y el marco legal en que la misma se debe y puede mover en el desempeño de su función como agente y espacio de I+D+I. En este debate, la preocu-pación sobre el papel de la innovación y el retraso en el crecimiento tecnológico de Europa frente a EEUU, Japón y otros países asiáticos emergentes y con rápido nivel de desarrollo tecnológico, es clara en los órganos de gobierno de la UE y dentro de las redes de científi-cos y expertos respecto a la situación y evolución del sistema de I+D+I.

En consecuencia, el futuro de la “tercera misión” dependerá del grado de armonía e integración de objetivos y comportamientos del marco político-gu-bernamental, del marco social y empresarial y del marco académico-investigador de la Universidad y de los Organismos Públicos de Investigación. Sincronía o diacronía que puede ser la clave para el éxito o el fracaso de la propuesta de la “tercera misión”, como nueva perspectiva de la función de la Universidad en la actual sociedad del conocimiento. Esta integración y cooperación responde a la metáfora, antes citada, del “modelo de triple hélice” o mejor, en lenguaje técni-co-aeronaútico, de una hélice de “triple pala”, en la

que el giro coordinado de cada una de las palas que representan los agentes que protagonizan los actuales Sistemas de Ciencia, Tecnología y Empresa, es decir, universidades, gobiernos y empresas, podrá generar la energía necesaria para que el sistema de innova-ción despegue y se eleve lo más alto posible. Metáfora con la que se puede concluir este trabajo, lo cual para cualquier lector, por poco conocedor que sea de estas materias, no se le escapa que representa un reto de gran calado, dadas las inercias, la complejidad y los recursos y capacidades que se ven involucrados en la definición y puesta en práctica con cierto éxito de la “tercera misión” de la Universidad para los próximos años, sean éstos el 2010 o el 2020, como hitos estraté-gicos señalados por la Comisión Europea.

En conclusión, la propuesta de contenido y alcance de la “tercera misión” se puede formalizar a través de los tres ejes siguientes, que construyen el ámbito de actuación de la “tercera misión” de la Universidad, a la vez que permiten una definición aún provisional y exploratoria sobre dicho concepto:

• El eje que explica la aceptación corporativa como misión de la Universidad, de su papel fundamental para propiciar y generar innovación en el Sistema de I+D+I, actuando como agente y espacio dinamizador de estos procesos de innovación.

• El eje que explica el papel de la Universidad en la concepción de su misión como agente de emprendi-miento, a través de la puesta en práctica de procesos de transferencia de conocimiento.

• El eje que explica la función de compromiso con el crecimiento y el desarrollo sostenible de la comunidad social en la que se integra la Universidad, lo que facili-tará una mayor cooperación social en los procesos de I+D+I en la sociedad y economía del conocimiento.

Si estos ejes se integran en una lógica triádica y se desarrollan de forma sincrónica, como se ha apunta-do más atrás, es posible que la posición competitiva en I+D+I de Europa sea mejor y recupere posicio-nes vividas en épocas pasadas, con lo que se podrían cumplir los objetivos fijados de cómo lograr en la UE la excelencia en Investigación, el desarrollo de la inno-vación, la atracción de los mejores talentos del mun-do, el crecimiento económico y mantener el bienestar social de los ciudadanos y organizaciones de los países miembros en la sociedad del conocimiento europea.

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*Fuente: www.madrimasd.org

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El metabolismo de la sociedadLa economía ambiental de origen neoclá-

sico explica las externalidades (es decir, efectos negativos o a veces positivos no recogidos en los precios del merca-do) como “fallos del mercado”. Así, si el cultivo de soja y la aplicación masiva de glifosato afecta a la salud de po-blaciones humanas, eso es un fallo del mercado que no da precio a esos daños. Similarmente, si el crecimiento económico basado en la quema de combustibles fósiles causa un aumento de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y por tanto un cambio climático, eso se debe a que los precios están mal puestos. Fallos del mercado que podrían ser corregidos con impuestos o con permisos de contaminación transables. Otros auto-res, muy reacios a la intervención estatal, prefieren ver las externalidades como “fallos de gobierno”, fracasos de los gobiernos que no se ponen de acuerdo para establecer normas ambientales internacionales o que no aciertan a imponer una estructura de derechos de propiedad sobre el ambiente o que subsidian actividades nocivas.

Hay otra línea de pensamiento en estas cuestiones. Así como la ideología patriarcal ha influido en la des-atención que la ciencia económica muestra hacia el

Conflictos ecológicos y lenguajes de valoración

Por Joan Martínez Alier

Profesor español. Conferencista invitado al Quinto Congreso Internacional de Salud Pública

que organizó la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, en

noviembre de 2007 en Medellín.

Muchas veces, las cuestiones ecológicas presentan

características que les hacen poco tratables con los métodos

científico-tecnológicos reduccionistas. Por esto, la

desconfianza ecologista hacia los científicos está justificada

sin necesidad de apelar a filosofías irracionalistas de

la ciencia. En efecto, los problemas ecológicos son

complejos, interdisciplinarios. Además, a veces son nuevos al haber sido creados por las

nuevas industrias.

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trabajo doméstico no remunerado, de la misma forma la ideología del progreso y el olvido de la naturaleza han influido en la desatención que la ciencia económi-ca muestra hacia el marco ecológico de la economía.

¿De dónde nacen las externalidades? Desde la econo-mía ecológica ponemos atención al crecimiento de los flujos de energía y de materiales en la economía, y a la salida de residuos. Es la perspectiva del metabolismo de la sociedad, que Marx mencionó en El Capital (acudien-do, entre otros, a los estudios de Liebig sobre el guano del Perú y los nutrientes agrícolas) pero que ni Marx ni los marxistas desarrollaron de manera que no existe una tra-dición de historia ambiental-económica-social marxista.

El metabolismo social es la perspectiva que en la segunda mitad del siglo XX han desarrollado Nicho-las Georgescu-Roegen, Robert U. Ayres, Herman Daly, René Passet, Manfred Max-Neef, Víctor Toledo, José-Manuel Naredo y su discípulo Oscar Carpintero, Mari-na Fischer-Kowalski y su grupo en Viena, John McNei-ll, Mario Giampietro, Roldán Muradian, Jesús Ramos Martín, Fander Falconí, Maria Cristina Vallejo, Mario Alejandro Pérez Rincón, Walter Pengue y tantos otros en los campos de la economía ecológica, la ecología industrial, la agroecología, la historia ambiental.

Al poner atención en el metabolismo de la socie-dad, las externalidades no son ya esporádicos fallos del mercado o fallos de la acción gubernamental sino que adquieren carácter sistémico, inevitable. La eco-nomía humana es un subsistema de un sistema físico más amplio. La economía recibe recursos (y a menudo los explota más allá de su capacidad de regeneración) y produce residuos. No existe una economía circular cerrada. La economía está abierta tanto por el lado de la producción de residuos como de la extracción de recursos en la frontera (bauxita en Orissa en la India, petróleo en el Parque Nacional del Yasuní en Ecuador). Los perjudicados no sólo son otras especies no-huma-nas y las próximas generaciones de humanos (que no pueden protestar) sino que a menudo son también gente pobre, que protesta.

De ahí, la penetrante frase de Enrique Leff hace ya veinte años en un acápite de su libro Ecología y Capital: “Del análisis marginalista de las externalidades a la acción de los grupos ambientalistas marginados”. Está costando mucho en la América Latina que políticamente triunfe esa perspectiva del ecologismo popular. No se quiere ver que los daños socio-ambientales producidos por el crecimiento económico, también a veces por las nuevas tecnologías, negados tanto por liberales como por la ma-yoría de los marxistas, se harán sentir cada vez más.

El mercado no garantiza el ajuste ecológicoLa ola económica neoliberal coincidió desde 1975 o

1980 (triunfo de Pinochet, Thatcher, Reagan) con el auge cada vez mayor de la crítica ecológica a la economía. El cálculo del PIB oculta más de lo que enseña. Se ensalza al mercado como mecanismo racional de asignación de recursos, e incluso se pretende que los problemas eco-lógicos surgen de la ausencia de racionalidad mercantil privada, como en el caso de la mal llamada “tragedia de los bienes comunales”. Por el contrario, el punto de vista ecologista nos lleva a dudar de los beneficios del mercado. Sin duda, el mercado impone una búsqueda de ganancias, lo que ayuda a un uso más eficiente de los recursos tal como se vio tras el crecimiento de los precios del petróleo en 1973 y 1979, y también con la búsqueda de una mayor eco-eficiencia. Claro está que el aumento de eficiencia puede desencadenar la Para-doja de Jevons: costos relativos más baratos, por ende mayor uso de recursos.

El mercado no garantiza que la economía encaje en la ecología, ya que el mercado infravalora las ne-cesidades futuras y no cuenta los perjuicios externos a las transacciones mercantiles, como ya señaló Otto Neurath contra Von Mises y Hayek en los inicios del famoso debate sobre el cálculo económico en una economía socialista en la Viena de 1920. Ahora bien, si el mercado daña a la ecología, ¿qué ocurrió en las economías planificadas? No sólo han supuesto una ex-plotación de los trabajadores en beneficio de una capa

El cálculo del PIB oculta más de lo que enseña. Se ensalza al mercado

como mecanismo racional de asignación de recursos, e incluso

se pretende que los problemas ecológicos surgen de la ausencia

de racionalidad mercantil privada, como en el caso de la mal llamada

“tragedia de los bienes comunales”. Por el contrario, el punto de vista

ecologista nos lleva a dudar de los beneficios del mercado.

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burocrática sino que, además, han tenido una ideolo-gía de crecimiento económico a toda costa, una gran ineficiencia en el uso de recursos (debido en parte a la ausencia de incentivos que el mercado proporciona) y, además, les ha faltado la posibilidad, por ausencia de li-bertades, de tener grupos ecologistas que contribuyeran con sus acciones a incrementar los costos que empresas o servicios estatales deben pagar cuando destrozan el ambiente. Así, pues, la desaparición de esos regímenes debe abrir buenas perspectivas para el eco-socialismo del siglo XXI (donde socialismo quiere decir igualdad, visión mundialista, control comunal o cooperativo -no estatal- de los medios de producción) y especialmente para el ecologismo de los pobres y para el eco-feminis-mo. Los marxistas de la vieja izquierda han de reciclarse, si viven todavía, pero los neo-liberales no han ganado.

El ecologismo popularEn el ecologismo o ambientalismo hay diversas co-

rrientes. Hay gente que se llama ecologista radical en Estados Unidos, y socialmente no es nada radical. Es una tendencia llamada “ecología profunda”, que se pre-ocupa sólo de la naturaleza. Por ejemplo, luchaban y luchan contra represas en cañones hermosos que iban a ser inundados por las represas. Incluso alguno dijo que se dejaría morir allí. Me parece bien, me parece admi-rable. Luchaban solamente por la naturaleza, no por las personas. En Brasil hay en cambio el movimiento po-pular que se llama “atingidos por barragens”, es decir, los afectados por represas. En la India, hay una lucha (ya casi perdida) contra una famosa represa en el río Narmada, y allí la gente protesta en defensa del río pero

también en defensa de la gente. Porque si completan esta represa, 40 mil ó 50 mil personas se tienen que ir de allí. La líder se llama Medha Patkar, ella no piensa sólo en la naturaleza, piensa también en la gente pobre. Son grupos indígenas que necesitan su territorio para vivir, porque si se van de allí, se van a morir de hambre. Lo mismo ocurre con los desplazados por las minas o represas en Orissa u otros estados de la India.

El Norte consume tanto, los ricos del mundo consu-mimos tanto, que las fronteras de extracción de mer-cancías o materias primas están llegando a los últimos confines. Por ejemplo la frontera del petróleo ha lle-gado hasta Alaska y la Amazonía. Pero en todos los lugares del mundo hay resistencias. Podemos llamarlas Ecologismo Popular, Ecologismo de los Pobres o Movi-miento de Justicia Ambiental. Hay muchas experien-cias de resistencia popular e indígena contra el avance de las actividades extractivas de las empresas multina-cionales. Estas resistencias parecen ir contra el curso de la historia contemporánea, que es el constante triunfo del capitalismo, el crecimiento del metabolismo eco-nómico en términos de materiales, energía, agua que se introducen en el sistema para salir luego como re-siduos. Las comunidades se defienden. Muchas veces las mujeres están delante en esas luchas. Por ejemplo, vemos muchos casos alrededor del mundo de defensa de los manglares contra la industria camaronera de ex-portación. Los consumidores de camarones no saben ni quieren saber de dónde viene lo que comen. Lo mismo ocurre en la minería. Las comunidades se de-fienden apelando a los derechos territoriales indígenas bajo el convenio 169 de la OIT como en junio del 2005 en Sipakapa en Guatemala, o tal vez organicen consultas populares o referendums exitosos como en el Perú en Tambogrande o en Esquel en la Argentina contra la minería de oro a cielo abierto. En otros paí-ses, como la India o Indonesia o Tailandia, las comuni-dades recurren a otras acciones y planteamientos lega-les en sus luchas contra la minería, contra las represas, contra la deforestación y las plantaciones de árboles (eucaliptos, palma de aceite).

Hay también casos históricos de resistencia antes de que se usara la palabra ecologismo. Por ejemplo, en la minería de cobre en Ashio en Japón hace cien años o en Huelva contra la contaminación causada por la em-presa Río Tinto que culminó en la matanza a cargo del ejército el 4 de febrero del 1888. Ese podría ser el Día del Ecologismo Popular, el 4 de febrero. La memoria de tales sucesos nunca se perdió. Concha Espina en El Metal de los Muertos da voz a un líder sindical que

Hay muchas experiencias de resistencia popular e indígena

contra el avance de las actividades extractivas de las empresas

multinacionales. Estas resistencias parecen ir contra el curso de la

historia contemporánea, que es el constante triunfo del capitalismo,

el crecimiento del metabolismo económico en términos de

materiales, energía, agua que se introducen en el sistema para salir

luego como residuos.

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solicita “investigar los criminales acontecimientos del 88 y tratar de conseguir que se imponga una sanción penal a los culpables y cómplices de aquella matanza; revisionar los perjuicios ocasionados por “los humos”, y exigir las indemnizaciones legales”.

Hoy en día se dan conflictos en las fronteras de ex-tracción de cobre como Intagen Ecuador o en los dis-tritos de Carmen de la Frontera, Ayabaca, y Pacaipam-pa en el norte del Perú, donde el proyecto Río Blanco de la Minera Majaz ha sido derrotado en un referén-dum local en septiembre del 2007. Hay conflictos por la extracción de níquel en Nueva Caledonia, mientras que la isla de Nauru quedó destruida por la rapiña de los fosfatos. La economía mundial no se “desmateria-liza”. Al contrario. Se saca siete veces más carbón en el mundo hoy que hace cien años, aunque en Europa haya bajado la extracción de carbón. A veces, se trata de insumos esenciales para la economía. A veces se trata de productos superfluos. Hay conflictos en la mi-nería de cobre, de uranio, de carbón y en la extracción y transporte de petróleo, pero también hay conflictos en la minería de oro y por la defensa de los manglares contra la industria camaronera. Los consumidores de oro o de camarones importados no saben ni quieren saber de dónde viene lo que compran.

Supongamos que una compañía minera contamina el agua en una aldea de la India. Las familias no tienen otro remedio que abastecerse del agua de los arroyos o de los pozos. El salario rural es un euro al día, un litro de agua en envase de plástico cuesta 20 céntimos de euro. Si los pobres han de comprar agua, todo su salario se iría simplemente en agua para beber para ellos y sus familias. Asimismo, si no hay leña o estiércol seco como combus-tibles, al comprar butano (LPG), como preferirían, gasta-rían el salario semanal de una persona para adquirir un cilindro de 14 Kg. La contribución de la naturaleza a la subsistencia humana de los pobres no queda pues bien representada al decir que supone el 5% del PIB en un país como la India. El asunto no es crematístico sino de subsistencia. Sin agua, leña y estiércol, y pastos para el ganado, la gente empobrecida simplemente se muere.

Existe desde hace tiempo un ecologismo popular aunque a primera vista parece que el ecologismo es un movimiento de la clase media de algunos países ricos que creció a finales de los 60 y principios de los 70. Digamos, a partir del excelente libro de Rachel Car-son, La Primavera Silenciosa de 1962. Así, parece ha-ber más preocupación por la destrucción del bosque tropical en Washington D.C. que en el Trópico. Sin embargo, existe un ecologismo de los pobres, fácil de

descubrir en los fuertes movimientos de la India y en Brasil, y también identificable en la historia europea y de otros continentes. Este ecologismo popular es a ve-ces protagonizado por grupos indígenas supervivientes (como las protestas de los Embera Katío en la represa de Urrá en Colombia, como los reclamos mapuches contra la Repsol en Argentina).

Existen movimientos sociales de los pobres relaciona-dos con sus luchas por la supervivencia, y son por tanto movimientos ecologistas –cualquiera que sea el idioma en que se expresan– en cuanto que sus objetivos son de-finidos en términos de las necesidades ecológicas para la vida: energía (incluyendo las calorías de la comida), agua, espacio para albergarse. También son movimientos eco-logistas porque tratan de sacar los recursos naturales de la esfera económica, del sistema de mercado generalizado, de la racionalidad mercantil, de la valoración crematís-tica, para mantenerlos o devolverlos a la oikonomía (en el sentido con que Aristóteles usó la palabra, parecido a ecología humana, opuesto a crematística).

Para algunos, el ecologismo sería únicamente un nuevo movimiento social monotemático propio de so-ciedades prósperas, típico de una época postmaterialis-ta según la tesis de Ronald Inglehart. Hay que rechazar esa interpretación. En primer lugar, el ecologismo –con otros nombres– no es nuevo. En segundo lugar, las so-ciedades prósperas, lejos de ser postmaterialistas, con-sumen cantidades enormes y crecientes de materiales y de energía y, por tanto, producen cantidades crecientes de desechos ya sea a causa de la producción propia o en parte a causa de los intercambios comerciales.

Ahora bien, la tesis de que el ecologismo tiene raí-ces sociales que surgen de la prosperidad, se podría plantear, no en términos de una correlación entre ri-queza e interés “post-materialista” por la calidad de vida, sino precisamente en términos de una correlación entre riqueza y producción de desechos y agotamien-

Se exporta barato, sin contar los daños ambientales y la

sustentabilidad a largo plazo, y sacrifica la seguridad alimentaria

ya sea por las exportaciones a costa de la producción local, o

por la importación que arruina la agricultura campesina.

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to de recursos. El movimiento antinuclear sólo podía nacer allí donde el gran consumo de energía llevó a la construcción de centrales nucleares, debido también a un interés militar. El movimiento por la recogida selec-tiva de basuras urbanas sólo podía nacer allí donde las basuras están llenas de plásticos y papel, y donde hay razones para inquietarse por la producción de dioxi-nas al incinerar tales basuras. Sería absurdo negar ese ecologismo de la abundancia. Pero también existe un ecologismo de la supervivencia, un ecologismo de los pobres, que pocos han advertido hasta el asesinato de Chico Méndez en diciembre de 1988. Da rabia ver cómo el Presidente Lula en Brasil renuncia a la heren-cia de Chico Méndez, da rabia la impotencia de Mari-na Silva, ministra de Medio Ambiente, quien procede políticamente de la lucha de los seringeiros en el Acre. La necesidad de supervivencia hace a los pobres cons-cientes de la necesidad de conservar los recursos. Esta consciencia a menudo es difícil de descubrir porque no utiliza el lenguaje de la ecología científica sino que utiliza lenguajes locales, como los derechos territoria-les indígenas o lenguajes religiosos.

Puede parecer que la incidencia del ecologismo de los pobres es sólo local, pero también comprende aspectos internacionales. ¿Hay una nueva percepción ecológica de los conflictos internacionales desde los países cuyos ciudadanos no pueden emigrar fácilmen-te mientras sus recursos son exportados a precios que dan poco valor a las necesidades futuras y que no compensan los daños ambientales locales?

Esta es la realidad de la exportación de petróleo, fosfatos y de gas del África a Europa, pero también la historia del guano y la harina de pescado de Perú y del quebracho colorado de Santa Fe y el Chaco, o la soja y el etanol hoy en día. Se exporta barato, sin contar los daños ambientales y la sustentabilidad a largo pla-zo, y sacrifica la seguridad alimentaria ya sea por las exportaciones a costa de la producción local, o por la importación que arruina la agricultura campesina. Por ejemplo, la agricultura campesina mexicana es desde el punto de vista de la eficacia energética y de la con-servación de la biodiversidad del maíz superior a la de los Estados Unidos. Sin embargo, México exporta al Norte petróleo y gas baratos que vuelven a México en parte convertidos en maíz de importación de gran costo energético. Pero este maíz, tal vez transgénico, puede arruinar económica y biológicamente la agricul-tura de la milpa campesina de México. Una reacción nacionalista pro-campesina, adoptaría un horizonte temporal más largo, no importaría ese maíz y además

se negaría a exportar gas o petróleo salvo a precios que de alguna manera compensen los daños en Tabasco y Campeche y que incluyan las necesidades de las gene-raciones mexicanas futuras.

Comercio ecológicamente desigualEl debate sobre este tema ha avanzado últimamen-

te. En el comercio internacional podemos distinguir desde la época colonial, entre dos tipos de mercan-cías: las “preciosidades” de alto precio por unidad de peso (oro, plata, marfil, pimienta, diamantes) y las mercancías a granel (bulk commodities las llamó Wallerstein). Los medios de transporte no permitían exportar a las metrópolis grandes volúmenes de poco valor unitario, a menos que el propio barco (de ma-dera de teca, por ejemplo) fuera el bien exportado. Poco a poco eso fue cambiando. El guano del Perú y el nitrato de Chile (de 1840 a 1914) fueron mercan-cías a granel muy importantes para el aumento de la productividad agrícola de los países importadores.

Existen movimientos sociales de los pobres relacionados con

sus luchas por la supervivencia, y son por tanto movimientos

ecologistas –cualquiera que sea el idioma en que se expresan–

en cuanto que sus objetivos son definidos en términos de las

necesidades ecológicas para la vida: energía (incluyendo las

calorías de la comida), agua, espacio para albergarse. También

son movimientos ecologistas porque tratan de sacar los recursos

naturales de la esfera económica, del sistema de mercado

generalizado, de la racionalidad mercantil, de la valoración

crematística, para mantenerlos o devolverlos a la oikonomía (en el

sentido con que Aristóteles usó la palabra, parecido a ecología

humana, opuesto a crematística).

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Europa se abastecía de carbón hasta la segunda gue-rra mundial, hoy importa grandes cantidades de petró-leo y gas, igual que Estados Unidos. Estas importaciones son esenciales para el metabolismo de las economías ri-cas del mundo. Cuando las importaciones son combus-tibles fósiles, su contrapartida son emisiones de dióxido de carbono. Las economías ricas nunca han sido tan dependientes de las importaciones como ahora.

La Unión Europea importa (en toneladas) casi cuatro veces más que exporta. Por tanto, importa barato y ex-porta caro, mientras que muchos países del Sur siguen religiosamente la regla de San Garabato, “compre caro y venda barato”. Colombia exporta unas 70 millones de toneladas al año (incluyendo mucho carbón) e im-porta 10 millones, como explica Mario A. Pérez.1

Maria Cristina Vallejo (siguiendo los pasos de Fander Falconí) ha calculado las cifras correspondientes para Ecuador, un país que tiene un déficit comercial físico con sus notables exportaciones de petróleo, bananos, harina de pescado, productos forestales (muchos de ellos de contrabando). Por persona y año, cada ecua-toriano consume unas 4 toneladas de materiales (de las cuales solamente 0.3 ton. son importadas). Las expor-taciones son 1.6 ton por persona y año. En cambio, en la Unión Europea, el consumo por persona y año es de casi 16 toneladas de las cuales 3.8 son importadas. Las exportaciones europeas son solamente de 1.1 ton por persona y año.2 Los términos de intercambio perjudican a los países que exportan materias primas, incluso en estos últimos años de cierto aumento de precios.

En países grandes, el comercio ecológicamente des-igual se establece también entre regiones. Así, en la India, hay zonas sacrificadas a la explotación minera en los estados de Orissa, Chatisgarh, Jarkhand, muchas veces en zonas tribales. Hay un excelente estudio so-bre la deuda ecológica de la cual son acreedores los pueblos empobrecidos de Orissa.3

El metabolismo de las sociedades ricas no se podría sostener sin conseguir a precios baratos los recursos naturales de los proveedores de materias primas. Es una condición estructural. Esas exporta-ciones baratas del Sur se consiguen pagando poco (ya que en general los pobres venden barato) y pres-cindiendo de los costos ambientales.

La capacidad de exigir pagos de la deuda externa ayuda a los países ricos a forzar a los pobres a la expor-tación de recursos naturales baratos.

¿Qué esquemas podrían usarse para hacer el comer-cio internacional más equitativo y menos dañoso eco-

lógicamente? Uno sería establecer ecoimpuestos sobre externalidades locales y globales, e impuestos sobre el agotamiento de ese “capital natural”. El ampliar la OPEC a otros países (México, Ecuador) y a otros com-bustibles fósiles que no sea petróleo como el gas y como el carbón que Colombia exporta, ayudaría. Ninguna teoría económica apoya la idea que los recursos agota-bles (tanto los no-renovables como los renovables que también se agotan) deban venderse al costo marginal de la máxima extracción actual posible. La existencia de un monopolio u oligopolio, y el poner eco-impuestos sobre las exportaciones, llevan a una mejor asignación inter-temporal de los recursos naturales agotables, pues al aumentar el precio actual se logra un menor consumo actual. El dinero que se conseguiría con los eco-impues-tos, podría financiar el Banco del Sur dedicado a una política de combate a la pobreza y de impulso a una economía ecológica y solidaria.

Lo triste es hasta el momento que la OPEC no quiere oír hablar del cambio climático, se pone a la defensiva. 4 Tras la reunión de Johannesburgo en 2002, diez años después de Rio de Janeiro, escribí irreverentemente que había un extraño “eje internacional del dióxido de carbono” compuesto por Estados Unidos, Arabia Saudita y Venezuela.

Los pasivos ambientales de las empresasVemos en muchos lugares del mundo surgir recla-

mos contra empresas bajo la ATCA (Alien Tort Clai-ms Act) de Estados Unidos, en general sin éxito. En la Amazonía hay comunidades que resisten contra las empresas petroleras como Texaco o la Repsol, o tantas otras. Un famoso caso judicial enfrenta a comunidades indígenas a colonos de la Amazonía norte del Ecuador a la compañía Texaco desde 1993.

Hay otros conflictos por residuos producidos en los procesos de producción. Por ejemplo, conflictos sobre los residuos nucleares que son un subproducto de la producción de electricidad. ¿Dónde colocarlos? De ahí la disputa sobre el depósito de Yucca Mountain en Nevada en Estados Unidos. ¿Quién responde de esos pasivos ambientales?

A medida que la economía crece, usa más materia-les y más energía. La ciencia económica convencional no ve la economía en términos del metabolismo so-cial. Ni la contabilidad empresarial ni la contabilidad macroeconómica restan los “pasivos ambientales” que les son invisibles. En cambio, la economía ecológica critica la economía convencional porque ésta se olvida de la naturaleza en las cuentas económicas, sean de

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las empresas o del gobierno. La economía ecológica propone considerar los aspectos biológicos, físicos, químicos, y también sociales. Es decir, si la economía creció 3 %, de acuerdo, pero que se explique cómo ha aumentado la contaminación, qué ha pasado con los ríos, con los bosques, con la salud de los niños, consi-derando todos los aspectos sociales y ecológicos. Hay protestas sociales debido a que la economía estropea la naturaleza. A veces los afectados son generaciones futuras que no pueden protestar porque aún no han nacido, o unas ballenas que tampoco van a protestar. Pero otras veces los desastres ecológicos afectan tam-bién a personas actuales, que protestan. Son luchas por la justicia ambiental.

Hay lugares donde se plantan miles de hectáreas de pino para capturar dióxido de carbono europeo como en el proyecto FACE en los páramos del Ecuador, donde algunas comunidades empiezan a protestar, porque no se pueden comer los pinos, no pueden sembrar ni po-ner ganado, el pino agota el agua que hay en los pára-mos, y si además hay un incendio el contrato les obliga a replantar. Se acercan conflictos por protestas causadas por los cultivos de soja, de caña de azúcar para biodie-sel o etanol para la exportación. Hay también conflictos de pesca, porque la pesca industrial acaba con toda la pesca artesanal. Hay conflictos sobre transportes, por ejemplo, por el gasoducto de Unocal de Birmania a Tai-landia, o las hidrovías, o casos como el del Prestige.

Hay quien no entiende el carácter estructural de estas protestas. Creen que son protestas NIMBY (“no en mi patio”) cuando son manifestaciones locales del movimiento internacional por la justicia ambiental. Hay gente que incluso piensa que el ecologismo es un lujo de los ricos, que hay que preocuparse por la naturaleza

solamente cuando ya tienes de todo en casa. Pero existe un ecologismo popular. Hay redes que surgen de estas protestas. Por ejemplo, la red Oilwatch que nació en 1995 de experiencias en Nigeria y sobre todo en Ecua-dor. Nacen redes que piden ayuda a los grupos del Nor-te, porque las compañías son del Norte. Por ejemplo la red Mines, Minerals & People nacida en el 2004. Yo creo que de las protestas, de las resistencias es de donde van a nacer las alternativas. Éstas no van a nacer de ningún partido político que determine la línea correcta.

Los balances y las cuentas de resultados de las compa-ñías petroleras, mineras, madereras no incluyen los pasi-vos ambientales. En el Ecuador, hay pasivos ambientales no compensados por la exportación de flores, por la ex-portación de bananos, por la exportación de camarones y la destrucción de manglares, por los daños causados por plantaciones de eucaliptos para la exportación. El pa-sivo ambiental causado por la destrucción de manglares se podría cuantificar económicamente así. Se ha calcula-do (R. Costanza et al,1997) que los servicios ambientales de una hectárea de manglar equivalen a más de 10,000 USD anuales (por defensa de la costa, criaderos de pe-ces y moluscos, producción de madera y absorción de carbono…). La función de defensa de la costa es la que vale más en dinero. Se valora según el costo de construir una defensa alternativa, un dique o un muro. Sin profun-dizar en las dificultades metodológicas de tales cálculos, se usan para afirmar que, al haber desaparecido en Ecua-dor unas 200,000 has de manglar, la pérdida anual es de USD 2,000 millones, año tras año.

La contabilidad de las empresas no suele incluir esas deudas ecológicas. ¿Cuánto debe Dow Chemical – Unión Carbide por los daños en Bhopal en1984? ¿Cuánto debe la Dow Chemical, otra vez, por los casos de esterilidad de trabajadores de plantaciones bana-neras en Honduras, Costa Rica, Ecuador? No se ha re-suelto aun el caso bajo la ATCA (Alien Tort Claims Act) contra Dow Chemical y otras compañías reclamando en tribunales de Estados Unidos un resarcimiento por la esterilidad causada por nematicidas que contenían DBCP. Los muchos intentos de iniciar tales juicios en Estados Unidos han tropezado con la negativa persis-tente en la forma de forum non conveniens. Hay pro-testas en la literatura académica jurídica de Estados Unidos contra esa negación de justicia 5.

Podemos contar cuántas personas padecen esteri-lidad por culpa del nematicida DBCP usado en plan-taciones bananeras, casos que se arrastran desde hace veinte años, y cuantificamos (en un contexto forense) cuántos dólares habría que pagar por cada caso.

El metabolismo de las sociedades ricas no se podría sostener sin

conseguir a precios baratos los recursos naturales de los

proveedores de materias primas. Es una condición estructural. Esas

exportaciones baratas del sur se consiguen pagando poco (ya que

en general los pobres venden barato) y prescindiendo de los

costos ambientales.

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Hace dos meses (30 – julio – 07) la página de Eco-portal se hacía eco de una información de la BBC so-bre el DBCP. Decía así:

Afectados por pesticida Nemagón en juicio legal contra empresas estadounidenses

El 19 de julio se inició en la ciudad estadounidense de Los Angeles, en el suroeste del país, el proceso legal que implica a las corporaciones transnacionales Dow Chemical y Amvac Chemical, fabricantes del Nema-gón, y a la bananera Dole Fresh Fruit, según explica la agencia británica BBC.

Por su parte, La Opinión Digital, un medio informa-tivo de Los Angeles, señala que Amvac arregló con los demandantes y pagó 300.000 dólares a 13 campesinos nicaragüenses para evitarse el juicio que, en opinión de varios expertos legales, es altamente significativo. Según le dijo a la BBC el profesor de Derecho Com-parado, Alejandro Miguel Garro, de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, … (el) caso podría sentar un precedente para que trabajadores de paí-ses pobres puedan demandar a grandes corporaciones transnacionales en sus estados de origen.

Los trabajadores demandantes dicen que el Nema-gón o Fumazone, nombres comerciales del pesticida DBCP, les causó varios problemas de salud, principal-mente esterilidad, luego de haberlo usado en sus paí-ses durante los años 60 y 70 para combatir unos gusa-nos que afectaban a las plantaciones de bananos.

Según la BBC, los trabajadores presentaron en total cinco demandas y desde el 19 de julio está en proceso la primera. En ese caso 30 trabajadores nicaragüenses alegan que fueron obligados a operar con el Nemagón en las plantaciones de bananos, y que la esterilidad que padecen es consecuencia de la exposición al pesticida.

Según la demanda, explica la BBC, Dow y Amvac sabían que el Nemagón era una sustancia tóxica desde comienzos de los años 50 y sin embargo no advirtieron sobre sus riesgos. La petición legal agrega que cientí-ficos contratados por Dow observaron que animales expuestos al Nemagón en laboratorios presentaron atrofias en los testículos.

En tanto, a la transnacional bananera Dole se le acu-sa de negligencia y de encubrir de forma fraudulenta la información sobre la toxicidad del pesticida. Los traba-jadores explican que esa empresa no les advirtió sobre los peligros que implicaba la exposición al producto ni los protegió dándoles guantes, gafas o máscaras.

La demanda agrega que el pesticida cayó sobre las

fuentes de agua y se permitió que los trabajadores be-bieran el vital recurso y lo usaran para bañarse.

Por su parte, el portavoz de Dow, Scott Wheeler, aseguró que no hay ningún estudio aceptado por la comunidad científica que establezca que el Nemagón causa esterilidad.

En tanto, otra nota de la BBC titulada “Nemagón: un pesticida devastador”, informa que sólo en Costa Rica se estima que hay unos 30.000 trabajadores perjudica-dos por el pesticida, con problemas estomacales, hemo-rragias, dolores de cabeza y esterilidad, entre otras afec-ciones. “Hay quienes dicen que es una de las peores tragedias laborales del mundo”, resume la BBC.

Es un caso en el que no se trata de reparar los daños en un sentido físico, es decir, eliminar retrospectivamen-te la esterilidad sufrida por decenas de miles de traba-jadores de las bananeras. ¿Cómo se podría hacer esto? Hay que impedir que otros daños se produzcan en el futuro y resarcir el daño causado incluyendo los aspec-tos emocionales. Parece que una indemnización pac-tada de unos 25,000 dólares por persona se considera adecuada – la esterilidad de los pobres es sin duda más barata que la de los ricos, pero si todas las demandas (hasta ahora frenadas en las cortes de Estados Unidos) se resolvieran favorablemente eso representaría algunos miles de millones de dólares para Ecuador, Honduras, Costa Rica, Nicaragua, Filipinas… Sería un éxito lograr que Dow Chemical, Shell, Dole y otras empresas hagan frente a sus pasivos ambientales.

En América Latina, sobre todo por influencia de la industria minera chilena, el término “pasivo ambiental” se está usando parcialmente, para indicar el costo de la prevención del daño futuro (por ejemplo, por dre-naje ácido) una vez efectuado el cierre de las minas. De hecho, el “pasivo ambiental” es la deuda ecológica no pagada por la empresa durante todo el tiempo de

...la economía ecológica critica la economía convencional porque

ésta se olvida de la naturaleza en las cuentas económicas, sean de las empresas o del

gobierno. La economía ecológica propone considerar los aspectos

biológicos, físicos, químicos, y también sociales.

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operación de la mina, sumada al gasto necesario para impedir daños una vez cerrada la operación.

Nótese además que la empresa minera o petrolera (o maderera o pesquera) ha liquidado un patrimonio sin ninguna previsión para amortizar y reponer ese “capital natural”, partiendo en la práctica del supuesto que la na-turaleza es inagotable. Una vez liquidada la mina, obtie-ne una nueva concesión. De hecho, debiera habérsele cobrado impuestos por el agotamiento de este “capital natural” que permitan a la economía contar con ingresos una vez se acaben los yacimientos. Es la idea de Uslar Pie-tri en 1936: “sembrar el petróleo” o sembrar el cobre o cualquier otro recurso agotable, o recurso renovable que se explote más rápido que su ritmo de regeneración.

La exportación de residuos tóxicosAdemás de usar los océanos y la atmósfera como

sumidero o depósito temporal gratuito de dióxido de carbono, los países del Norte recurren cuando pueden a la exportación de residuos tóxicos. Siguen la “regla de Lawrence Summers”. En 1992, el entonces economista principal del Banco Mundial escribió un memorando interno que fue filtrado a la prensa donde decía que, desde un punto de vista estrictamente económico, la contaminación debía colocarse donde no había gente o donde la gente era más pobre porque “la medida de los costos de una contaminación que afecte a la salud depende de los ingresos perdidos por la mayor mor-bilidad y mortalidad. Desde este punto de vista una cantidad dada de contaminación nociva para la salud debería ponerse en el país con el costo más bajo, es decir, el que tenga los salarios más bajos. Pienso que la lógica económica que hay detrás de llevar una carga dada de residuos tóxicos al país con menores salarios es impecable y deberíamos reconocerla”.6

Lawrence Summers tenía toda la razón desde un punto de vista estrictamente económico. La cuestión es, ¿por qué debemos decidir sobre asuntos de vida o muerte con cri-terios estrictamente económicos? ¿Quién ha dado ese po-der a los economistas? De hecho, son muchas las protestas de quienes sufren injusticias socio-ambientales aunque es verdad que a veces se cumple la doctrina de Summers, sin que los pobres puedan protestar porque necesitan co-mer. Así, a pesar del Convenio de Basilea, hay exportación de residuos tóxicos hacia el Sur (o hacia zonas pobres en el Norte). Hay exportación de residuos electrónicos. Hay una industria de desguace de navíos viejos con su carga de asbestos (amianto) y metales pesados en lugares como Alang, Gujarat, en la India, donde una famélica legión tra-baja en la misma playa sin precaución ninguna.

El Ministerio de Medio Ambiente retiene un barco en Almería para evitar que sea desguazado sin nin-gún control medioambiental en la India. Aunque no transporta material peligroso, Medio Ambiente seña-la que el barco debe ser tratado como un residuo. El ferry Beni Ansar (que en el último mes ha pasado a llamarse Beni y luego Aqaba Express) lleva desde el 12 de julio retenido en el puerto de Almería por orden del Ministerio de Medio Ambiente, según confirmó el capitán marítimo del puerto, Simón López. El minis-terio quiere impedir que el barco sea desguazado sin control en una playa del Índico y exige que se cumpla el convenio internacional sobre residuos que obliga a tratar los materiales peligrosos (aceites, fuel, baterías, radios, pinturas y amianto).

Ésta es la primera vez que se aplica este convenio a los barcos, para alegría de Greenpeace y desesperación de los armadores, que denuncian que en la UE no hay forma de desguazar un buque. Los grandes buques del mundo acaban en India o Bangladesh. Allí, aprovechan-do las mareas, los barcos son embarrancados en la pla-ya. No hay puerto ni instalaciones. Una vez en la arena, enjambres de obreros, a menudo descalzos, desmontan con martillo y soplete las toneladas de metal. No hay control laboral ni ambiental. Ése era el destino que le esperaba al ferry Beni Ansar, que en los últimos años ha cubierto la ruta Almería-Nador y que, desde que fue botado en 1975 se ha llamado Wisteria y Princesa María Esmeralda. El barco, propiedad de la empresa marroquí Limadet y gestionado por la naviera Comanav, según el registro internacional Lloyd”s, fue vendido en julio de 2007 a la empresa Indian Breakers.

Greenpeace afirma que Acciona Trasmediterránea tiene relación con el buque, pero la empresa sostiene que vendió su 35% de Limadet en abril de 1998. El acuerdo con Indian Breakers fue de 351 dólares por to-nelada del peso del barco, con lo que el precio rondaría los 4,2 millones de euros. La compañía india conocía el estado del barco y se encargaría de llevarlo hasta allí na-vegando. El ferry es de los mayores que han operado en Almería y tiene capacidad para más de 1.200 pasajeros. Como éste, entre siete y ocho barcos españoles llegan a Asia para ser desguazados cada año, y más de 250 del mundo, según el director general de la Asociación de Navieros Españoles, Manuel Carlier.

BASILEA AVISÓLa operación estaba hecha, pero intervino el Minis-

terio de Medio Ambiente, hasta ahora prácticamente ajeno a los temas marítimos, competencia de Fomen-

Conflictos ecológicos y lenguajes de valoración

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to. El director general de Calidad Ambiental, Jaime Alejandre, explica que recibió un aviso del Convenio de Basilea (el acuerdo internacional sobre residuos pe-ligrosos) alertando de la venta del buque para desgua-ce: “Si lo van a desguazar, el buque es considerado un residuo aunque navegue. Mandamos una inspección junto a Fomento y la Junta de Andalucía y pedimos a la Comisión Europea que nos dijera qué hacer en estos casos”. Bruselas replicó que en esas condiciones el bu-que no podía salir del puerto y la inspección concluyó que, aunque no transportaba residuos peligrosos, en sí era peligroso. “Los buques tienen aceites, baterías, ra-dios, CFCs [clorofluorocarburos, que dañan la capa de ozono] en los frigoríficos y, por la edad, probablemen-te amianto y pinturas con metales pesados, aunque eso está pendiente de análisis”, señala Alejandre.

En este último mes, el barco ha cambiado tres veces de nombre y de bandera. De ser marroquí y llamarse Beni Ansar pasó a tener bandera de Tuvalu (isla del Pacífico) y llamarse Beni para acabar siendo el Aqaba Express, propiedad oficialmente de una empresa búl-gara y con bandera de las Islas Comoro (en el Índico). Las operaciones fueron gestionadas, según todas las fuentes por la empresa española J. Ronco, que niega tener información del barco.

Los últimos propietarios anunciaron que ya no que-rían desguazarlo, sino mandarlo al puerto de Constan-za (Rumania) para repararlo. Temiendo que fuese una excusa para abandonar aguas españolas y virar hacia La India, el ministerio ha requerido el contrato de re-paración, seguro y autorización de entrada en puerto.

La responsable de tóxicos de Greenpeace, Sara del

Río, aplaude la decisión del ministerio: “Los CFCs de los refrigerantes son tóxicos y no se puede desguazar sin control en India, ya que tampoco se puede hacer en España. Hay que denunciar que muchas empresas cumplen unos niveles de seguridad en los países desa-rrollados pero los incumplen en el tercer mundo para aumentar sus beneficios”.

El representante de las navieras, Manuel Carlier, afirma que las cosas no son tan sencillas: “No está cla-ro jurídicamente que el Convenio de Basilea se pueda aplicar a los barcos. Las ONG han hecho bien denun-ciando la situación en India y la Organización Marítima Internacional lo va a cambiar para que los desguaces reúnan las condiciones adecuadas. Pero mientras, no hay forma de desguazar un barco en la UE y más de 20.000 personas en Asia viven de este trabajo”.

Si el Aqaba Express logra salir para Rumania, será difícil impedir que en aguas internacionales cambie de dueño y vire a Asia. Ante las restricciones, en el futuro los navieros pueden enviar el barco-residuo a un país sin limitaciones y desde allí venderlo como chatarra sin problemas.

EL “CLEMENCEAU” LO DESTAPÓ TODOEn enero de 2006, el portaviones francés Cle-

menceau se dirigía a India a ser desguazado en la instalación Alang, en el Índico, en una playa que hasta 1983 era paradisíaca. Allí, centenares de obreros en condiciones precarias debían desmontar pieza a pieza las 27.000 toneladas del portaviones. Pero el barco, botado en 1971, llevaba al menos 45 toneladas de amianto, un material en desuso por su toxicidad. Para desmontarlo en la Unión Europea o en un país desarrollado, los trabajadores habrían tenido que estar protegidos, pero no allí, donde se calcula que uno de cada seis trabajadores muere prematuramente por el amianto.

El Tribunal Supremo de la India dirimía el asunto pero en febrero de 2006, el presidente francés Jacques Chirac, acuciado por las presiones de Greenpeace y por las críticas de su Consejo de Estado, ordenó el re-greso del barco al puerto de Brest. El Clemenceau era el orgullo de la Armada francesa y había servido en la guerra de Independencia de Djibuti, en Irak, el Líbano y en la antigua Yugoslavia. Los ecologistas acusaban al Gobierno francés de exportar un riesgo para los traba-jadores y para el medio ambiente.

(Fuente: página de Los Verdes de Andalucía, 25 agosto 07). (El 27 sept. 07, la prensa española anun-

Lawrence Summers tenía toda la razón desde un punto de vista

estrictamente económico. La cuestión es, ¿por qué debemos decidir sobre

asuntos de vida o muerte con criterios estrictamente económicos? ¿Quién ha

dado ese poder a los economistas? De hecho, son muchas las protestas de quienes sufren injusticias socio-ambientales aunque es verdad que

a veces se cumple la doctrina de Summers, sin que los pobres puedan

protestar porque necesitan comer.

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cia que este barco está ya rumbo a la India habiendo llegado a Suez).

Riesgos e incertidumbres: la ciencia postnormalLa percepción ecológica se expresa a veces en el

lenguaje científico de flujos de energía y materiales, de recursos agotables y contaminación. Muchas veces, las cuestiones ecológicas presentan características que les hacen poco tratables con los métodos científico-tecnológicos reduccionistas. Por esto, la desconfianza ecologista hacia los científicos está justificada sin nece-sidad de apelar a filosofías irracionalistas de la ciencia. En efecto, los problemas ecológicos son complejos, in-terdisciplinarios. Además, a veces son nuevos al haber sido creados por las nuevas industrias.

En esos terrenos, los científicos, cuyos métodos son reduccionistas, se mueven mal. Por eso, ante la gran incertidumbre de muchas cuestiones eco-lógicas, observamos un fenómeno poco frecuente en otros campos. En esas discusiones, como seña-lan Funtowicz y Ravetz con su noción de la “cien-cia post-normal” o Víctor Toledo con su “diálogo de saberes”, participan o deberían participar en pie de igualdad los activistas ecologistas con los “expertos” de las universidades o de las empresas. Es lo que se llama activist knowledge. 7 El movimiento de Justicia Ambiental en Estados Unidos recurrió a la popular epidemiology en casos locales de incidencia de en-fermedades por contaminación en barrios pobres.

Por ejemplo, en los últimos años, se ha criticado la agricultura moderna y, en general, la economía actual, porque implica un gasto de combustibles fósiles, una contaminación del ambiente y una pérdida de biodi-versidad mayor que la agricultura “tradicional” y que la economía pre-industrial. Esa corriente enlaza con la nueva economía ecológica y enlaza también con el ecologismo espontáneo de los pobres. En países con importante presencia campesina, la crítica ecológica de la agricultura moderna desemboca actualmente en el movimiento de la Vía Campesina. Pero no cabe ne-gar que, desde el punto de vista económico, la agricul-tura moderna y supermoderna es más rentable, al me-nos para algunos y a corto plazo. ¿Quién tiene razón?

¿Por qué ocurre esa abertura del debate en bastantes discusiones ecológicas? Se trata de cuestiones muy incier-tas, muy complejas, de consecuencias a largo plazo pero necesitadas de decisiones urgentes. Eso da la oportuni-dad, no para un enfrentamiento entre ecologistas y cien-

tíficos, sino al contrario para un trabajo en común entre ecologistas que respeten los logros reales de las ciencias en terrenos bien acotados –donde cabe contrastar hipó-tesis– y científicos que, más que “ciencia para el pueblo” hagan “ciencia con el pueblo”, dispuestos a confesar su ignorancia o, mejor dicho, los límites de su saber sobre los grandes e inciertos problemas futuros que el ecolo-gismo plantea. ¿Quién puede hoy, honestamente, atacar la agro-ecología en nombre del avance científico-técnico de las biotecnologías? ¿Quién puede pronunciarse contra los ecologistas en nombre de la energía de fusión o de la inminente tecnología de “secuestro de carbono”? ¿No serían tales certidumbres más extravagantes que la mayor extravagancia de un curandero?

La deuda ecológicaVolvamos al inicio. Debemos ver la economía como

un sistema abierto a la entrada cada vez mayor de ener-gía y materiales y a la salida de los residuos. Aumenta la dimensión física de la economía. No nos estamos desmaterializando. En la economía humana aumenta el consumo de biomasa, de combustibles fósiles, de minerales. Producimos residuos como el dióxido de carbono o como los residuos nucleares. También ocu-pamos más espacio, destruyendo ecosistemas y arrin-conando otras especies. Por tanto aumentan los con-flictos ecológico-distributivos. Es decir, no sólo estamos perjudicando a las generaciones futuras de humanos y eliminando otras especies que muchas veces ni tan siquiera conocemos, sino que hay también crecientes conflictos ambientales ahora mismo.

La economía ecológica estudia el metabolismo social para explicar el

conflicto entre economía y medio ambiente, y pone en duda que ese conflicto pueda

solucionarse con jaculatorias al estilo del “desarrollo sostenible”, la “ecoeficiencia”

o la “modernización ecológica”. La ecología política estudia los conflictos

ambientales, y muestra que en esos conflictos, distintos actores que tienen

distintos intereses, valores, culturas, saberes, y también distintos grados

de poder, usan o pueden usar distintos lenguajes de valoración.

Conflictos ecológicos y lenguajes de valoración

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Comprobamos que hay un desplazamiento de los cos-tos ambientales del Norte al Sur. Estados Unidos importa más de la mitad del petróleo que gasta. Japón y Europa dependen físicamente aun más de las importaciones. Al hacer los cálculos de flujos de materiales, se observa que la América Latina está exportando seis veces más tone-ladas que importa (minerales, petróleo, carbón, soja…), mientras la Unión Europea funciona al revés, importamos cuatro veces más toneladas que exportamos. Eso lleva a la idea de que existe un comercio ecológicamente des-igual. La misma desigualdad observamos en las emisiones de dióxido de carbono, causa principal del cambio cli-mático. Un ciudadano de Estados Unidos emite 15 veces más en promedio que uno de la India. Nos preguntamos: ¿quién tiene títulos sobre los sumideros de carbono que son los océanos, la nueva vegetación y los suelos? ¿Quién es dueño de la atmósfera para depositar el dióxido de carbono que sobra? El protocolo de Kyoto es mejor que la política de Bush pero no soluciona ese enorme conflic-to ecológico distributivo. De ahí los reclamos de la deuda ecológica que el Norte tiene con el Sur, por el comercio ecológicamente desigual, por el cambio climático, tam-bién por la biopiratería y por la exportación de residuos tóxicos. La deuda ecológica se puede expresar en dinero, pero tiene también aspectos morales que no quedan re-cogidos en una valoración monetaria.

Valores inconmensurablesEn esos conflictos ambientales por extracción o trans-

porte de materias primas, por contaminación local o re-gional, comprobamos el uso de diversos lenguajes. Pue-de ser que los poderes públicos y las empresas quieran imponer el lenguaje económico, diciendo que se hará un análisis costo-beneficio con todas las externalidades traducidas a dinero, y además se hará una evaluación de impacto ambiental, y que así se va a decidir si se cons-truye una represa conflictiva o se abre una mina. Pero puede ocurrir que los afectados, aunque entiendan ese lenguaje económico y aunque piensen que es mejor re-cibir alguna compensación económica que ninguna, sin embargo acudan a otros lenguajes que están disponibles en sus culturas. Pueden declarar, como hicieron los U’Wa en Colombia frente a Occidental Petroleum que la tierra y el subsuelo eran sagrados, que “la cultura propia no tiene precio”. En un conflicto ambiental se despliegan valores ecológicos, culturales, de subsistencia de las poblaciones, y también valores económicos. Son valores que se expre-san en distintas escalas, no son conmensurables.

Así se junta la economía ecológica con la ecología política. La economía ecológica estudia el metabolis-

mo social para explicar el conflicto entre economía y medio ambiente, y pone en duda que ese conflicto pueda solucionarse con jaculatorias al estilo del “de-sarrollo sostenible”, la “ecoeficiencia” o la “moderni-zación ecológica”. La ecología política estudia los con-flictos ambientales, y muestra que en esos conflictos, distintos actores que tienen distintos intereses, valores, culturas, saberes, y también distintos grados de poder, usan o pueden usar distintos lenguajes de valoración. Vemos en la práctica cómo existen valores inconmen-surables, cómo el reduccionismo económico es mera-mente una forma de ejercicio del poder.

Todo necio / confunde valor y precio. ¿Quién tiene el poder de imponer el método de resolución de los conflictos ambientales? ¿Valen las consultas populares que apelan a la democracia local como en Tambo-grande o en Esquel? ¿Vale el lenguaje de la sacralidad? ¿Valen los valores ecológicos solamente si se traducen a dinero, o valen por sí mismos, en sus propias unida-des de biomasa y biodiversidad? ¿Vale argumentar en términos de la subsistencia, salud y bienestar humanos directamente, o hay que traducirlos a dinero? ¿Qué va-lor tiene el valor estético de un paisaje, no traducido en dinero sino por sí mismo? ¿Cuánto vale la vida huma-na, no en dinero sino en sí misma? Son preguntas que nacen de la observación y participación en conflictos ambientales en diversos lugares del mundo. De ahí la pregunta con que concluyo, ¿quién tiene el poder social y político para simplificar la complejidad imponiendo un determinado lenguaje de valoración?

Notas

1 M.A. Pérez Rincón, El comercio exterior de Colombia. Una mirada desde la economía ecológica, Universidad del Valle, Cali, 2007.

2 M.C. Vallejo, La estructura biofísica de la economía ecua-toriana: el comercio exterior y los flujosocultos del banano, Flacso – Abya Yala, Quito, 2006, p. 123.

3 Sanjay Khatua y William Stanley, Ecological Debt: a case study from Orissa. Disponible en la web.

4 Ver el discurso de Herman Daly ante la OPEC, “Sustainable de-velopment and OPEC”, recogido en su libro Ecological Economics and Sustainable Development, Edgard Elgar, Cheltenham, 2007.

5 Don Mayer & Kyle Sable, Yes!We have no bananas: Forum non Conveniens and Corporate Evasion,International Busi-ness Law Review, 130, 2004, pp. 131-162.

6 “Let them eat pollution”, The Economist, 8 febrero 1992, p. 66.

7 Arturo Escobar, Political Ecology of Globality and Differen-ce, Gestión y Ambiente, 9(3), 2006.

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1. Las crisis y las civilizaciones: el sentido de lo humanoAbordar el pensamiento sobre las civilizaciones,

remite sin duda a nuestro más profundo sentido de lo humano. A todo aquello que, consciente o incons-cientemente, concebimos como parte de nuestros procesos de vida, de construcción de las culturas, de solidaridad o lucha entre los seres humanos, de acer-camiento integrador y emotivo con la Naturaleza o de agresiones y alejamiento de nuestra Madre Tierra, de nuestra Pachamama, de los demás seres vivos que nos acompañan en nuestro tránsito por este Planeta.

Las referencias a las crisis son numerosas en la litera-tura y también en nuestra fraseología cotidiana. Algu-nos diccionarios definen el término crisis como “fuer-tes accesos, bruscas manifestaciones de sentimientos, estados de ánimo”. Otros lo consideran como “cambio considerable y súbito, ya favorable, ya adverso, que se efectúa en una enfermedad”. En uno y en otro caso, hay una cierta referencia a la salud, a los equilibrios o desequilibrios en nuestras condiciones de vida.

En nuestra mirada habitual, cuando se mencionan las crisis, hay un señalamiento permanente a situacio-nes adversas, a condiciones negativas que tenemos que sufrir y que se están convirtiendo en constantes, más que en momentos referenciales.

Se mencionan las crisis ante situaciones de inesta-bilidad, de gran dificultad o peligros, ante inminentes desastres. Se citan cuando se trata de coyunturas, de cambios de ciertas realidades supuestamente organi-zadas. Hoy es habitual hablar de la crisis económica, de la crisis social, de la crisis política, de la crisis de las ideologías, de la crisis ambiental…

Pero olvidamos con frecuencia que el origen de la palabra crisis es también profundamente humano. En

Crisis ambiental, crisis de civilización y construcción social de futuros sustentables*

PorEloísa Tréllez Solís1

“A la memoria de mi querido y admirado amigo Héctor Abad

Gómez, un ser maravilloso de quien conservo los mejores regalos:

su dulce mirada de bondad y su profundo sentido de lo humano”.

* Ponencia presentada en el 5° Congreso Internacional de

Salud Pública Salud, Ambiente y Desarrollo, organizado en

Medellín por la Facultad Na-cional de Salud Pública de la

Universidad de Antioquia, del 8 al 10 de noviembre 2007.

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realidad proviene del griego krisis, que a su vez se de-riva de krinó, que significa “decidir”. Las crisis serían, así, momentos para la decisión, situaciones que, vistas desde lo humano, nos deben permitir la reflexión y las decisiones que requerimos tomar, para continuar adecuadamente la ruta de la vida.

Deberíamos entonces relacionar las crisis con la toma de decisiones, asumiendo que todo proceso da lugar a una elección. Y que de nuestras elecciones de-pende la superación de esos momentos críticos, que debemos asumir con el criterio suficiente como para encauzar nuestros futuros en forma positiva.

Nos hemos acostumbrado a vivir en crisis permanen-tes, sin tomar las decisiones del caso, solamente obser-vándolas, criticándolas, lamentándonos…Transitando de una crisis a otra, teorizando sobre ellas, buscando formas de análisis, optando por llamadas estáticas de alerta, su-mando los datos estadísticos y reiterando nuestra incapa-cidad de acción, nuestra impotencia para superarlas.

Muchas de las crisis convergen entre sí. La crisis de civilización y la crisis ambiental se articulan y se ali-mentan mutuamente.

En la Introducción al Manifiesto por la vida: por una ética para la sustentabilidad2, se afirma que “La crisis ambiental es una crisis de civilización. Es la crisis de un modelo económico, tecnológico y cultural que ha depre-dado a la naturaleza y negado a las culturas alternas”.

Y agrega, “El modelo civilizatorio vigente degrada al ambiente, subvalora la diversidad cultural y desconoce al Otro (al indígena, al pobre, a la mujer, al negro, al Sur) mientras privilegia el modo de producción y un estilo de vida insustentables que se han vuelto hege-mónicos en el proceso de globalización”.3

En efecto, tal como lo menciona el Manifiesto, la crisis ambiental es la crisis de nuestro tiempo. No se trata simplemente de una crisis ecológica sino de una profunda crisis social. Es el resultado de una visión me-canicista del mundo que ignora y atropella los límites biofísicos de la naturaleza y desprecia los estilos de vida de las diversas culturas, llevando a la humanidad a los mayores desastres.

¡Cuántas crisis o momentos decisivos hemos cruza-do a lo largo de la historia! ¡Cuántos momentos crucia-les, armónicos o riesgosos se han vivido, en función a nuestra relación de acercamiento y respeto, o de con-frontación y abuso con respecto a la naturaleza!. Se trata de un largo recorrido, en el que algunos grupos humanos han ido modificando su mirada y su actitud, cambiando prioridades y valores.

Las culturas ancestrales de América, los pueblos ori-ginarios de los Andes, de las selvas, de los desiertos y de los páramos, han mantenido una relación de res-peto y de fusión con la naturaleza, manifestada en sus cosmovisiones, en su relación integradora, amorosa y agradecida con la Tierra y con los demás seres vivos. Que se expresa en su sabiduría milenaria y en sus for-mas de vida, de convivencia y solidaridad.

En las palabras de Noelí Pocaterra, extraordinaria líder del pueblo Wayuu, se resume una parte de esta sabiduría:

…A todos los pueblos indígenas del mundo nos enseñan que existe el espíritu de la Tierra, nos han enseñado a escuchar la voz de la Naturaleza. Que en cada hoja hay una lección para aprender. Que debe-mos respetar a todas las criaturas de la Tierra porque formamos el círculo de la vida, porque nadie puede sobrevivir sin el otro, todos dependemos de unos y otros. Para unos pueblos indígenas los ríos representan la sangre. Para otros pueblos indígenas el chasquido de los ríos significa la risa de la naturaleza…

Nos han enseñado de generación en generación cuándo debemos tomar una hoja, una raíz, un tallo y un fruto. También nos han enseñado a leer el universo. Las estrellas son testigo de nuestra presencia, ellas no se han cansado de alumbrar por las noches por miles de años. Un anciano Wayuu le decía a su nieto una mañana: “salí al amanecer y todavía estaban frescas las huellas de las estrellas”.

Nos han enseñado a amar con respeto y reverencia a la Madre Tierra, nos enseñaron para vivir integrados, y no para acumular, nos han enseñado que venimos de la Madre Tierra y que nuestros restos mortales tam-bién serán depositados en sus brazos, para continuar nuestro largo camino por el espacio”.4

Todos formamos el círculo de la vida. Un círculo de solidaridad y cooperación. Nos enseñaron que viviéra-mos integrados y no para acumular… No para compe-tir entre nosotros, sino para unirnos en propósitos de vida y no de muerte…

En la presentación de su conocido grabado “El juicio final” , el poeta, grabador y pintor londinense William Blake (1757-1827) escribió:

“Cuando la imaginación, las artes y las ciencias y to-dos los dones del Espíritu se consideren vanos y a los hombres solo les quede competir entre ellos, entonces comenzará el juicio final”.

Hoy nos encontramos en una era donde la com-petencia prima sobre otros valores, donde la llamada

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civilización se basa en una lucha incesante por la pri-macía, sobre todo en materia económica, apostando por vencer al otro o a la otra, en duras batallas que nos alejan de la solidaridad y del amor. Y, a la vez, nos separamos, nos distanciamos de los demás, optando por un triste aislamiento social y por una separación casi irreconciliable de la naturaleza.

Es muy posible, tal como lo señalan algunas culturas amazónicas (los aguaruna, shipibo-konibo, ashuar…) que nos encontremos “cutipados”, que estemos enfer-mos por culturas ajenas, las cuales nos han penetrado el espíritu y el cuerpo, dejando huellas irreconoci-bles en nuestra esencia humana. Debemos entonces, buscar algunas medicinas que nos permitan retornar, curarnos, poder trascender esta situación de enferme-dad, de crisis...

Somos la civilización del desarraigo y del exilio, tal como afirma el vibrante poeta argentino Roberto Juarroz (1993). Nos hemos apartado de ciertas raíces fundamen-tales de la condición humana y nos hemos convertido en exiliados. Se trata de la separación de la criatura humana de su propio interior, y de sus condiciones naturales.

Según Jorge Uribe Sáenz, destacado maestro e in-vestigador español de origen colombiano, la situación que estamos viviendo tiene relación con un tema cru-cial: la separación respecto de la naturaleza. En uno de sus textos inéditos señala:

“Los seres humanos se han independizado de la na-turaleza, y al hacerlo se han desgajado. Es como si nos saliéramos de la órbita y camináramos hacia la nada... (..). El olvido de que pertenecemos a un todo es el origen del yoísmo…o sea, es el fundamento de la “ilu-sión” de independencia, que generalmente asociamos a separación-desprendimiento (…). Se puede ser inde-pendiente sin des-prenderse. Cada rama de un árbol crece independiente, pero sin arrancarse, sin dejar de pertenecer al árbol, al bosque, al campo, al todo”.

El desgajamiento que menciona el maestro Uribe re-presenta, sin duda, un proceso doloroso de ruptura que seguramente no hemos sentido ni re-conocido en su verdadero significado y en sus posibles repercusiones.

Nuestra pertenencia al todo, al universo, al mundo natural, ha sido dejada de lado, como si se tratara de un tema anecdótico, sin vinculaciones directas con nuestro interior, con nuestra vida, con nuestras sensaciones y sentimientos. Muchas personas se encuentran hoy aisla-das, sin nexo real con otros seres humanos, y separadas también de la naturaleza, en un modo de vida alienante que conduce a situaciones depresivas y dramáticas.

Con todo ello, hemos comenzado a perder el verda-dero sentido de lo humano, en su vinculación indiso-luble y creativa con la naturaleza. Está allí el origen de los desastres. Nuestro alejamiento de lo natural tam-bién nos distancia de los otros seres vivos, de nuestros congéneres humanos y de las especies que son parte de nuestra vida articulada e integradora en el Planeta. Y, lo que es peor, nos origina una ruptura, nos distancia de nosotros mismos y nos conduce al vacío.

Las decisiones que deberíamos tomar en medio de las oportunidades y de las crisis, se relacionan en pri-mer término con una mirada a nuestro interior, con una re-visión de lo que somos como especie, como seres capaces de modificar nuestras vidas, como entes provistos de claridad y de fuerza suficientes como para re-orientar positivamente los procesos y remontar las situaciones de peligro, con un perfil solidario y genero-so, en un nuevo acercamiento a nuestras raíces.

Asumiendo la bondad y lo humano, como las bases para la construcción del futuro.

Somos una especie en peligro de extinción: lo dicen los cuervos, las águilas, el cóndor. La más humilde hormiga so-bre la Tierra nos mira asombrada ante nuestras torpezas.

Pero aún podemos re-aprender a vivir con humil-dad en la Tierra y a crear espacios para el futuro. Pode-mos comenzar a vivir de otro modo, podemos intentar “ver” con nuevas miradas, desde la imaginación y des-de la ternura. Podemos elegir.

Lo más maravilloso que tenemos es la elección: ahí es donde todo puede comenzar.

2. Lo que hemos elegido o lo que han elegido por nosotros¿Qué ha ocurrido en estos últimos 50 años? ¿Qué

hemos elegido? O.. ¿qué elecciones han hecho “otros”, que nos han llevado a la situación actual?

El estudio denominado “Evaluación de los Ecosis-temas del Milenio”5 que se efectuó por encargo del Secretario General de las Naciones Unidas, y que fue realizado por 1.360 especialistas de 95 países, mues-tra algunos hechos que resumen y evidencian lo que ha sucedido en estos últimos tiempos, marcando así la pauta de lo que otros, o nosotros y nosotras, hemos elegido para el Planeta y para nuestras vidas.

La investigación, cuyo informe principal fue entrega-do en el año 2005, tuvo como objetivo evaluar las con-secuencias del cambio del ecosistema en el bienestar de los seres humanos. Se elaboró, además, un resumen

Crisis ambiental, crisis de civilización y construcción social de futuros sustentables

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dirigido a los encargados de adoptar decisiones. No sa-bemos si lo habrán leído…Tampoco sabemos si se han elegido nuevos caminos, en función de este trabajo.

En su introducción, se señala algo que, al parecer, asombrosamente, hemos olvidado: Que todas las per-sonas del mundo dependemos por completo de los ecosistemas de la Tierra y de los servicios que éstos proporcionan.

El informe plantea cuatro conclusiones principales:La primera conclusión indica que “En los últimos 50

años los seres humanos han transformado los ecosistemas más rápida y extensamente que en ningún otro periodo de tiempo comparable de la historia humana (…). Esto ha generado una pérdida considerable y en gran medida irreversible de la diversidad de la vida sobre la Tierra”.

Datos del Reporte 2006 “Planeta Vivo” de la WWF señalan que de acuerdo a las proyecciones actuales, para el año 2050 la humanidad estará usando dos veces el valor de los recursos naturales del Planeta “en el caso de que estos recursos no se hayan terminado todavía”.6

En el Reporte se muestran dos indicadores del bien-estar de la Tierra. El primer indicador mide la biodiver-sidad, en cuanto a la situación de las especies de verte-brados en el mundo en un periodo de 33 años –entre 1970 y 2003–: en ese lapso las especies terrestres dis-minuyeron en un 31%, las especies de agua dulce en un 28% y las especies marinas en un 27%.

El segundo indicador es la huella ecológica, que mide el impacto de la demanda de la humanidad so-bre la biosfera. Entre 1961 y 2003, la huella ecológica de la humanidad se ha triplicado. En algunos casos, como es el caso de la huella del C02 a partir del uso de combustibles fósiles, aumentó ¡en más de 9 veces!

La medida de lo que vemos ya como irreversible nos muestra el nivel del desastre, pero también nos abre las puertas a la urgencia de las decisiones

La segunda conclusión afirma que “Los cambios rea-lizados en los ecosistemas han contribuido a obtener considerables beneficios netos en el bienestar humano y el desarrollo económico, pero estos beneficios se han obtenido con crecientes costos consistentes en la de-gradación de muchos servicios de los ecosistemas, un mayor riesgo de cambios no lineales, y la acentuación de la pobreza de algunos grupos de personas. Estos problemas, si no se los aborda, harán disminuir consi-derablemente los beneficios que las generaciones veni-deras obtengan de los ecosistemas”.

Los llamados de manera fría y técnica “cambios

no lineales” implican situaciones de gran magnitud y a veces imposibles de revertir. Entre ellos se cita la aparición de epidemias; la pérdida de oxígeno en las aguas, causante de muertes masivas de flora y fauna; la pérdida de especies; la disminución de precipita-ciones con repercusiones sobre la cubierta forestal, el cambio climático, etc.

El agravamiento de la pobreza y el aumento de las desigualdades y disparidades, forman parte de esta conclusión. Las 1.000 millones de personas que so-breviven con menos de un dólar al día, y las 1.100 millones de personas que no tienen acceso a suminis-tro de agua, muestran que la situación no mejora en el mundo y que, por el contrario, estos indicadores traducen la “sostenibilidad” e incluso el ascenso de la inequidad.

Las cifras abruman, pero siguen siendo eso, un nú-mero que puede dejarnos indiferentes, o que por sus dimensiones gigantescas ni siquiera estamos en condi-ciones de percibir adecuadamente. No pertenecemos a ese gran grupo…Son otros, allá están, los creemos lejos, aunque son parte de nuestra familia humana.

Cada 8 segundos se pierde una hectárea de bos-que… ¿Qué son 8 segundos? ¿Dónde está esa hectá-rea, quiénes vivían en ella? ¿Acaso nos es ajena?

“El Planeta produce comida que podría alimentar a 12.000 millones de personas, es decir, el doble de la población mundial. El hambre, por lo tanto, es algo que se podría evitar. Cada niño que muere de hambre es un asesinato”7 ¿Somos conscientes de estos crímenes?

La tercera conclusión tiene visos proféticos; se afirma que “La degradación de los servicios de los ecosistemas podría empeorar considerablemente durante la primera mitad del presente siglo, y ser un obstáculo para la con-secución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio”8.

Impresiona, sin duda, que el informe pronostique ese lamentable futuro, que va en contra de las mis-mas propuestas de las Naciones Unidas. Se expresa allí no solamente un cierto negativismo, sino también una manifiesta impotencia para influir en la toma de decisiones, una negación al cambio y una aceptación de la continuidad de las tendencias actuales que se consideran “arrolladoras”.

La cuarta conclusión abre una muy pequeña puer-ta a la esperanza. Indica que “El desafío de revertir la degradación de los ecosistemas y al mismo tiempo sa-tisfacer las mayores demandas de sus servicios puede ser parcialmente resuelto (…), pero ello requiere que se introduzcan cambios significativos en las políticas,

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instituciones y prácticas, cambios que actualmente no están en marcha”.

Es decir, sÍ podríamos revertir esta situación, pero los cambios significativos que se requieren no están ni siquiera en sus inicios, no están en marcha. Y, por su-puesto, no hay ninguna seguridad de que ello ocurra.

Los procesos de devastación han intentado ser frenados o reducidos, a través de algunas medidas tecnológicas, o de ciertos procesos preventivos, con decisiones ciertamente “moderadas”, que no tratan el fondo del problema.

El modelo desarrollista en el que estamos inmer-sos, globalizante y homogeneizador, está discu-rriendo por un sendero de equivocaciones y malas decisiones, en el cual no se consideran elementos fundamentales, ni se opta por las orientaciones bá-sicas que garanticen el sustento de la vida.

Se distorsionan, así, los valores intrínsecos de la na-turaleza, y se priorizan los valores de uso inmediato sin consideración de los ritmos naturales; se minimiza el valor de cada ser humano, que se traduce en una cifra para el mercado; se olvida o relega el valor de la diversidad biológica y cultural, en función de metas de consumo; se tuercen las bases de la solidaridad, en favor de una competencia abusiva, en la que los po-bres se vuelven más pobres, y los ricos escudados en sus corporaciones multinacionales resultan elevados a dimensiones financieras insospechadas.

¿Son ésas las decisiones que hemos tomado cada uno de los seres humanos? ¿No estará pendiente aún la participación clara y decisiva del conjunto de la so-ciedad en estos procesos?

Elegir la participación: un paso decisivo hacia el fu-turo sustentable.

3. Los matices del desarrollo sostenible y la sustentabilidadEl desarrollo sostenible se ha constituido - desde que

se promovió el uso de este término en el documento de la Comisión Brundtland “Nuestro Futuro Común”, y especialmente después de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992- en uno de los temas y expresio-nes más recurrentes de los últimos tiempos. Todos, de manera unánime, en diversos idiomas, coinciden en ex-presar su acuerdo con el desarrollo sostenible o susten-table. Pero ¿acaso es posible tanta unanimidad verbal?

Repentinamente estamos todos de acuerdo con ese llamado “desarrollo” y queremos lo mejor para

el Planeta y la sociedad. ¿O estamos hablando de cosas distintas?

Sin duda, hablamos de temas muy diferentes. El punto está en qué entendemos por desarrollo y en qué entendemos por sostenible. Y cómo esas dos palabras forman un todo aún parcialmente desco-nocido. Las obvias diferencias en las concepciones del desarrollo dependen del modelo vigente que nos ha llevado a los niveles de catástrofes en los campos sociales y naturales que vemos a diario. Ese modelo que impulsa avances tecnológicos, guerras y movili-zaciones financieras gigantescas, creando enormes disparidades, con un uso devastador de la naturaleza y un desequilibrio social que arrastra a millones de hombres y de mujeres a la pobreza.

Sea cual fuere el apellido del desarrollo, debería ser al menos sinónimo de mejoría, de vida con calidad, de justicia social, de relaciones armónicas entre los seres humanos, de ausencia de guerra y de crímenes de lesa humanidad, de uso racional de los recursos naturales, de vigencia efectiva de los derechos humanos, de pro-moción del arte y de la sensibilidad.

Y todo ello debería ser para siempre, o sea, soste-nerse, o mejor, sustentarse con bases claras, en el tiem-po y en el espacio. ¿Cómo comprender a profundi-dad procesos “sostenibles”, en medio de la injusticia? ¿Acaso es sostenible algo que se sostenga en el tiempo, simplemente? Entonces, la injusticia es abiertamente sostenible. La guerra ha demostrado ser altamente sos-tenible. La insostenibilidad de la paz la vemos a dia-

El agravamiento de la pobreza y el aumento de las desigualdades y disparidades, forman parte de

esta conclusión. Las 1.000 millones de personas que sobreviven con

menos de un dólar al día, y las 1.100 millones de personas que

no tienen acceso a suministro de agua, muestran que la situación

no mejora en el mundo y que, por el contrario, estos indicadores traducen la “sostenibilidad” e

incluso el ascenso de la inequidad.

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rio...La sostenibilidad de la pobreza es ampliamente reconocida y propiciada.

Las relaciones entre la sociedad y la naturaleza de-penden de las relaciones intrínsecas de la misma so-ciedad. Pero la propuesta del desarrollo sostenible, basada en el triángulo ambiente-economía-sociedad, resulta ciertamente confusa e imprecisa. Es obvio que las tres componentes no son equivalentes y que dos de ellas se refieren a condicionantes sociales. Se trata de una lucha de dos contra uno.

La sociedad construye los enfoques económicos y el ambiente aparece en un precario equilibrio, soste-niendo a los otros dos elementos, como un triángulo invertido soportado no por la base, sino por la punta. El balanceo y las caídas son inevitables...

Es claro que las decisiones del desarrollo priorizan permanentemente la economía, con una visión de corto plazo que no permite dudas ni vacilaciones. Y que atro-pella la razón y el bien común en función de postulados financieros y de presiones del capital. El fantasma del llamado “mercado”, figura sin rostro y supuestamente cargada de “sabiduría” y “neutralidad”, es quien hoy toma las decisiones que nos llevan a la vida o a la muer-te. Estamos así en manos de un concepto inventado por grupos financieros en un marco económico unilateral, que desconoce y atropella el ambiente en aras de la lógica del dinero y de las ganancias.

Los gobiernos, en su gran mayoría, han dejado de lado la puesta en marcha de las Comisiones de Desa-rrollo Sostenible, que fueron impulsadas a partir de la

Conferencia de Río de Janeiro en 1992, y se limi-tan hoy a realizar planteamientos generales sobre la sostenibilidad, los cuales no se traducen en políticas específicas ni en decisiones prácticas.

Como lo afirma el reconocido historiador y especialis-ta en temas latinoamericanos, Guillermo Castro (2002):

“El desarrollo sólo será sostenible por lo humano que sea. Y humano –agrega– sólo puede significar equitati-vo, culto y solidario, y capaz de ofrecer a sus relaciones con el mundo natural, la armonía que caracterice a las

relaciones de su mundo social”.¿En qué se funda realmente el concepto de sostenibi-

lidad o de sustentabilidad? En el ya citado Manifiesto por la Vida se señala que su fundamento se encuentra en el reconocimiento de los límites potenciales de la natura-leza, así como en la complejidad ambiental, inspirando una nueva comprensión del mundo para enfrentar los desafíos de la humanidad en el tercer milenio.

La sustentabilidad tiene que ver con el tiempo, con nosotros y nosotras, con nuestra relación espacial y sensible con la naturaleza, con nuestra capacidad de elección y de participación.

• Con el tiempo, en el sentido de los ritmos de la na-turaleza, sus potencialidades y los límites que debemos considerar, hoy y hacia el futuro. Se refiere también a las generaciones actuales y a los seres vivos por venir.

• Con nosotros y nosotras, en una búsqueda de identidades, de reconocimientos y revaloración de sa-beres, en la espiral de los diálogos y de los encuentros entre las culturas y entre los géneros, en un camino de articulación con la naturaleza.

• Con los espacios, y con sus vibraciones, porque se vincula con la percepción de los entornos y con la forma como los tratamos y sentimos. Con la ubicación en el Planeta y en los contextos cotidianos, culturales, urbanos y rurales. Con el contacto con los paisajes y colores de la selva, con las alturas, los montes y las cascadas, con las cuencas, las planicies y los desiertos, con las inmensidades oceánicas y con las profundida-des terrestres, con los volcanes y con los páramos, con los glaciares y los ríos. Con el respirar cotidiano en el espacio atmosférico. Y con todo lo que intentamos construir y modificar, en la naturaleza y en nuestras formas interespaciales de convivencia con los demás.

• Con el vínculo sensitivo hacia lo natural, que tiene que surgir de las propias raíces naturales y culturales, de la entraña vital y del espíritu. Que requiere ser expresado a través del respeto, del cuidado y del amor por la naturale-za y también a través del respeto, del cuidado y del amor por los demás seres humanos, en un propósito de paz, de equidad y de actitud generosa por el bien común.

• Con la elección y la participación al asumir com-promisos y responsabilidades con alegría y decisión, optando por una mirada solidaria y colectiva, acercán-donos a otros seres humanos y a otras especies, bajo principios éticos de ayuda mutua y de bien común.

Estos cinco momentos de la sustentabilidad cons-truyen la trama de una espiral sin fin, dinámica y dina-mizadora, desde la cual van emergiendo cada día ele-

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mentos nuevos, promotores de otros intercambios, de otras visiones. De una nueva forma de re-encontrarnos con la naturaleza y de construir una vida armónica y feliz. Se trata de avanzar y de re-construirnos hacia la nueva utopía. Se trata de elegir y de hacer.

Lo que está por hacerse es más importante que lo que ya está hecho.

4. Elegir y participar: hacia la construcción de futuros sustentables.El trazado de las rutas hacia una nueva utopía, hacia

futuros alternativos, nos indica la necesidad de ruptu-ras y de creación de caminos convergentes, signados por la integración, la solidaridad y la sensibilidad.

Se requiere avanzar hacia nuevas miradas que nos conduzcan a transformaciones de tipo cultural, para construir una vida nueva, donde armonicemos las re-laciones con la naturaleza y entre nosotros y nosotras. En donde se retome y renueve el concepto de comu-nidad humana y solidaria.

Al igual que en el proceso de elaborar una obra de arte, se trata de trazar las imágenes de un nuevo horizon-te de vida, en donde la sociedad y la naturaleza, en una nueva danza cósmica con el tiempo, nos reencontremos para diseñar espacios de futuro, armónicos y en paz.

Se requieren procesos formativos nuevos, perfila-dos como aquel arte educativo que tiene como reto, según Freire (1996), propiciar las condiciones en las que los educandos ensayan la experiencia profunda de asumirse. Asumirse como seres sociales e históricos. Como seres pensantes, comunicantes, transformado-res, creadores, realizadores de sueños… Y capaces de construir nuevos escenarios de vida, nuevos saberes.

Al asumirnos y considerando que estamos insertos en la naturaleza, según Prigogine (2004) las verdades humanas se convierten en verdades de la Naturaleza.

En la medida en que seamos capaces de hallar en la misma naturaleza nuestras raíces, las raíces del tiempo, de nuestro tiempo, éste deja de ser un concepto sepa-rado y expresa pertenencia, dinámica, con una mirada hacia el mundo que nos rodea, que es convergente con nuestro mundo interior. La libertad que podemos alcan-zar en el mundo exterior tiene como requisito previo el desarrollo de nuestra libertad interna, de modo que el fortalecimiento del propio equilibrio se enlace con las posibilidades de relacionarnos armónicamente con la naturaleza y con los demás seres humanos.

Así, en el proceso de trascendencia hacia un futuro

diferente, requerimos mejorarnos a nosotros y a no-sotras mismas, conocer y respetar al otro y a la otra, considerar los procesos temporales, las incertidumbres y las responsabilidades éticas, ingresar a las lógicas de la naturaleza y a los saberes con respeto, abordando con alegría nuestros desconocimientos y añadiendo y transformando día a día las verdades estrechas que creíamos poseer, en una relación permanente, curiosa y creativa con lo natural, con lo elemental.

De la naturaleza al infinito, como en la creación, po-dremos acercarnos a nuevas realidades, renovando el compromiso ante la justicia y las libertades, en la urgente búsqueda de nuevas maneras de conocer y de actuar, con un marco de sensibilidad y de responsabilidad, forta-leciendo la intuición y la apertura a saberes ancestrales.

Cada cual tiene su aporte y su medida de los tiem-pos y de los espacios. La participación, así, es una ne-cesidad, un deber, un derecho, pero también un pla-cer. Porque construir un mejor futuro es y debe ser gratificante, en función de nuestra propia intención por avanzar hacia la sustentabilidad, de la mano de nuestros pares, de nuestros semejantes y de los que vemos como diferentes.

La construcción interior se relaciona, en efecto, con la armonía, con la apertura de nuestros pequeños cír-culos de comprensión (y de compasión: compartir la pasión) hacia los demás seres vivos, con la búsqueda del equilibrio. Y de la paz.

Para construir el futuro hay que actuar hoy. Pero ¿quién actúa, con qué, para qué y hacia dónde? El futuro que deseamos construir no es de ningún modo tendencial. Hay que originar rupturas y tener el valor y la decisión para construir lo nuevo.

La llamada “globalización” va más allá del campo económico, tiene consecuencias múltiples que nos afectan a los pueblos y a las culturas. Se “vende” un modo de vida consumista, de despilfarro, de supuestas necesidades de productos y de imágenes. No podemos dejarnos arrastrar sin dar respuestas claras a estos pro-cesos. Sin reaccionar ante las nuevas exclusiones, ante las nuevas formas de la pobreza, ante el avasallamien-to de las culturas originarias, ante la homogeneización de la vida y ante la imposición de patrones que nada tienen que ver con las energías naturales y emociona-les de nuestros espacios y de nuestras poblaciones.

El talento creativo, la capacidad de superación y la alegría movilizadora de las gentes sencillas han de primar, junto con su tenacidad y su sentido de lo co-lectivo, frente a las presiones alienantes. Subsiste aún

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la fuerza milenaria, los mestizajes han abierto puertas y puentes interculturales, han incorporado elementos integradores a las visiones ancestrales, y aparecen hoy con toda su potencialidad.

De unos y de otros podemos retomar el sentido de lo humano, el resurgir de los vínculos con la natura-leza. El vigor de lo colectivo puede convertirse en la claridad y el empuje para las transformaciones.

No es posible que se prolongue indefinidamente la destrucción del Planeta ante nuestros ojos, y que esto se vea como algo incontrolable, que corresponde simple-mente a las tendencias observadas en los últimos años y que aceptamos bajo la premisa de que es difícil romper-las. O que visualizamos de manera temerosa, plantean-do que las soluciones tendrán que ser muy limitadas porque los intereses y el economicismo serán siempre prevalecientes. No es posible que estemos sacrificando a nuestra especie, a nuestros descendientes.

Cómo nos percibimos a nosotros mismos, hasta dónde nos conocemos, cuáles son nuestras relaciones con el poder, hasta qué niveles prevalece la codicia, la ganancia desmedida, la prepotencia, la indiferencia y la agresión sobre otros sentimientos humanos de soli-daridad, compasión y comprensión.

Según Toynbee e Ikeda (1980), la raíz de la conta-minación es la codicia:

“El poder que el hombre adquirió sobre su medio ambiente ha alcanzado ya un grado en que dicho po-der podría determinar la destrucción del hombre, si éste continúa empleándolo al servicio de su codicia. Los se-res humanos pueden saber que la codicia, servida por el poder, es destructiva, y por lo tanto, mala, y pueden realizar el esfuerzo moral de ponerle coto. (...) La única manera de impedir los desastres es que se produzca una revolución interna en cada ser humano individual”.

Un cambio interno, un cambio individual, pero articulando un gran cambio social. Combinando ex-periencias y procesos particulares y generales, expre-sando nuevos acercamientos al ethos, de modo que se constituyan en ecos creativos y en nuevas aproxi-maciones a los valores y a las responsabilidades de los seres humanos en nuestra pertenencia a una especie y a una sociedad, local, planetaria y cósmica.

Debemos explorar más y más en nuestra esencia humana: quienes somos, cómo nos reconocemos, de qué manera orientamos nuestras conductas, qué valoramos en nuestras relaciones con los demás seres humanos, en nuestra relación con la naturaleza, en nuestra comprensión de que no estamos fuera ni ais-

lados de ella, sino integrados indisolublemente, como un mismo ser palpitante en el Planeta.

Podemos, sin duda, parar la guerra contra lo natural, y reorientarnos hacia la consecución de la paz entre nosotros y por la armonía con la naturaleza. Pero para ello, necesitamos medios de acción creativa, bases de reflexión, mecanismos de cooperación y solidaridad. Todo lo podemos si tenemos clara la elección.

El elegir y el hacer, puede convertirse en una ruta articuladora que nos permita avanzar. Para ello, es preciso recordar que todos tenemos un pequeño o mediano “poder” de decisión y de acción en nues-tro ámbito personal, familiar, profesional, colectivo. ¡Pongámoslo en marcha!

Las tareas que tenemos por delante son numerosas, pero hay pautas y orientaciones que pueden ayudarnos en las elecciones y en las acciones. Pautas colectivas e individuales. Para avanzar hacia ese futuro sustentable, para no dejarnos arrasar por la globalización, en cuanto de negativo puede traernos, a nosotros y al Planeta, será importante considerar y aplicar, en nuestras diversas ac-tividades colectivas, alguno de estos siete temas clave:

I. Reforzar las condiciones locales frente a lo global, descentralizando, potenciando las capacidades auto-gestionarias de las comunidades, promoviendo el au-toabastecimiento y el consumo racional;

II. Retomar el concepto de la salud comunitaria, del equilibrio y la armonía, de la idea de la persona humana como cuerpo, pensamientos, emociones y espiritualidad, y como parte de una familia, de un co-lectivo grupal, de una comunidad, como bases para el bienestar general en fusión con la naturaleza;

III. Propiciar el diseño colectivo y la aplicación de políticas y estrategias locales sostenibles, mejorando las instituciones de las que formamos parte, aplicando coherentemente principios de equidad y solidaridad;

IV. Fortalecer los centros educativos, a todos los ni-veles, con docentes integrados a sus comunidades, que estudien sus realidades y opten por difundir y aplicar sus conocimientos, en un diálogo incesante de saberes que lleve a acciones constructivas en sus ámbitos de trabajo;

V. Trabajar permanentemente para lograr convergen-cias interinstitucionales e intersectoriales, para actuar con más fuerza y armonía, sin duplicar esfuerzos y fortalecien-do los resultados desde todos los ámbitos del desarrollo;

VI. Mejorar la autoestima colectiva, diseñar patro-nes culturales e imágenes comunicacionales que res-pondan a nuestros grupos sociales y a nuestro ámbito

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natural, a las culturas y a los procesos de desarrollo y de sustentabilidad que deseamos propiciar.

VII. Impulsar y asumir mejores liderazgos personales y colectivos, con mayor seguridad y transparencia, forman-do nuevos líderes, políticos, religiosos, deportivos, comu-nitarios, para que promocionen efectivamente la partici-pación social, con un verdadero espíritu de democracia participativa, hacia la sustentabilidad y el bien común.

Individualmente, podríamos intentar dar cada uno de nosotros y de nosotras, estos 20 pasitos…

1. Elegir lo humano, optar por la bondad, como fundamentos insustituibles de un futuro sustentable.

2. Mejorar nuestro ser interior, enriquecido por la solidaridad y la compasión.

3. Re-encontrarnos como seres sociales y naturales, enlazados con nuestras culturas, etnias y mestizajes, con nuestros espacios y visiones de vida.

4. Retornar a la naturaleza, re-vivir su nexo vital y nuestra pertenencia, retornar al tronco del que nos he-mos desgajado.

5. Elegir la participación, promoverla y actuar, con sentido del hoy y con visión clara sobre el futuro que queremos construir.

6. Asumir un reconocimiento activo al valor de la vida, eliminando el concepto de guerra en nuestras re-laciones con la sociedad y con la naturaleza.

7. Llevar el pensamiento hacia la acción creadora, apli-cando el poder de la palabra y de la intención positiva.

8. Intentar renovar las capacidades naturales de re-cuperación de los ecosistemas y las nuestras propias, en un proceso integrador.

9. Establecer nuevas (y nuestras) pautas comunica-cionales y educativas, hacia la formación de ciudada-nos y ciudadanas ambientales, locales y planetarios. 10. Optar por la audacia, la imaginación creadora para la acción innovadora hacia futuros sustentables.

11. Fomentar nuestra autoestima, revalorando y apo-yando el desarrollo de los saberes ancestrales y la conver-gencia constructiva con los conocimientos “académicos”.

12. Crecer cada uno de nosotros y de nosotras en un diálogo de saberes y de ignorancias, en un intercambio de miradas constructivas y en una fusión de voluntades.

13. Detectar potencialidades naturales y sociales en nosotros y nosotras, en nuestros grupos sociales, en nuestras familias y comunidades y actuar positi-vamente y no sólo como reacción a los sucesos o a los problemas.

14. Aportar individualmente a la construcción de fu-turos colectivos, a partir de nuestras vocaciones y cultu-ras, y de nuestro profundo sentido de lo humano.

15. Reconstruir nuestras bases éticas, el sentido de la solidaridad y de la responsabilidad individual, colec-tiva y universal.

16. Valorar en nuestro interior y de manera activa la diversidad biológica y también la diversidad cultural, apoyando a sus representantes, patrimonio vivo de la humanidad.

17. Establecer nuestras propias rutas hacia: a) la con-secución de la equidad étnica, fomentando la intercul-turalidad y el respeto a las visiones y costumbres; b). la consecución de la equidad de género, haciendo conver-ger las miradas de unos y otros, en una integración de amor y respeto; c). la equidad intra e intergeneracional, valorando los aportes y calidades de cada generación, sus potencialidades y los espacios para su desarrollo.

18. Acercarnos creativa y emocionalmente al arte, sensibilizándonos y abriendo nuevos espacios para los sentimientos y la vida.

19. Re-inventar-nos como seres plenos de ternura y amor, diseñando desde allí las metodologías y los caminos que pueden llevarnos a ese otro futuro que soñamos.

20. Conjugar diariamente, en todos nuestros ámbi-tos de vida, un verbo a veces poco utilizado: el verbo humanar. Volvernos más humanos, más afables, senci-llamente benignos…

La alternativa ante la crisis social y natural es volver-nos más humanos, elegir y actuar.

“…Lo dice FukuyamaLa historia se acabó, ya no hay remedioSe consumió la llamaY ha empezado el asedioDe la vana esperanza por el tedio.(…)La historia, ¿habrá acabado?¿Será el fin de su paso vagabundo?¿Quedará aletargado e inmóvil este mundo?¿O será que empezó el tomo segundo?Mario Benedetti“Lo dice Fukuyama”¡Construyamos, pues, el tomo segundo!

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Notas

1 Física, MSc. DEA y Candidata a PhD en Educación Am-biental de la Universidad Autónoma de Madrid. Presidenta de la Asociación Cultural Pirámide del Perú, Profesora Invi-tada de la Maestría en Educación Ambiental de la Universi-dad Autónoma de la Ciudad de México. E-mail: [email protected].

2 Documento elaborado por los participantes latinoame-ricanos en el Simposio sobre Ética Ambiental y Desarrollo Sustentable que tuvo lugar en Bogotá en mayo del 2002.

3 Introducción al Manifiesto por la Vida – Por una Ética para la Sustentabilidad. Ver: Leff, E. Coord. 2002. “Ética, Vida y Sustentabilidad”. Serie Pensamiento Ambiental Latinoame-ricano N°. 5. PNUMA, México D.F. Y también el enlace del Manifiesto, para adhesiones, en www.rolac.unep.mx/edu-camb/esp/mantexto.htm

4 Estas palabras fueron pronunciadas en una reunión sobre el tema “Mujer, Ambiente y Sobrevivencia”, realizada en Cara-cas, en 1993. El texto se encuentra citado en el libro. Forma-ción Ambiental Participativa. Tréllez, E; Quiroz, C. (1995).

5 Ver un resumen del informe en: www.greenpeace.org/mexico/press/reports/evaluaci-n-de-los-ecosistemas

6 Ver el reporte completo en http://www.wwf.org.co/co-lombia/biblioteca/publicaciones/lpr_2006_spanish.pdf

7 Apartes del mensaje lanzado por la ONU el 16 de octu-bre del 2007, en conmemoración del Día Mundial de la Alimentación. Se refiere al informe “El estado de la insegu-ridad alimentaria” publicado por la FAO.

8 Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, trazados al año 2015, son: 1. Erradicar la pobreza extrema y el

hambre; 2. Lograr la enseñanza primaria universal; 3. Pro-mover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; 4. Reducir la mortalidad infantil; 5. Mejorar la sa-lud materna; 6. Combatir el VIH/Sida, el paludismo y otras enfermedades; 7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; 8. Fomentar una asociación mundial para el de-sarrollo. Ver: www.un.org/spanish/milleniumgoals

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Wilches Chaux, Gustavo; Tréllez Solís, Eloísa. 1999. Educa-ción para un Futuro Sostenible en América Latina y el Caribe. OEA, Washington, D.C.

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La propuesta de un mínimo vital de agua en Colombia

Por Germán Darío Valencia Agudelo (1)

Profesor Asociado del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia

[email protected]. A partir de 1994, con la Ley 142, el

servicio público de agua potable en Colombia dio un gran giro en todo lo referente a su suministro y estructura institucional. El Estado inició la venta y concesión de los sistemas municipales de acueducto y el sector privado incursionó en el ofrecimiento del servicio público de agua potable. Todo esto basado en la filosofía constitucional de 1991, que encargó al Estado de regular a este nuevo mercado y a los particulares de ofrecer este servicio. (2)

Pasados trece años de esta importante reforma, los resultados son visibles: se tiene, por un lado, un sector privado cada vez más posesionado, con una participa-ción creciente, donde las inversiones han aumentado y el interés por mercantilizar el agua se ha impuesto. Por el otro, unas tarifas del servicio de agua potable mayores, donde los usuarios-clientes que posean ma-yor capacidad de pago, pueden consumir agua en ma-yor abundancia y con mejor calidad y donde los que no, deben ser desconectados. (3)

Colombia posee la mayor dotación de agua por habitante

del mundo. La oferta hídrica de Colombia

es de 58 litros por segundo por kilómetro

cuadrado, cuatro veces el promedio

suramericano y siete veces el promedio

mundial, que alcanzaría suficientemente para atender las

necesidades de toda la población

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Esta última situación ha producido continuas recla-maciones y quejas entre una buena parte de la pobla-ción, sobre todo la de bajos ingresos, que han visto per-judicada su calidad de vida por la dinámica del nuevo sistema, debido a lo limitado que resulta su consumo de agua ante los altos costos que son facturados por las empresas. Una de las reclamaciones más importantes del último año (2007) es la iniciativa de Referendo del Agua, que surgió en el país entre ambientalistas, orga-nizaciones sociales y comunitarias e instituciones inte-resadas en el tema. Todos tienen como lema la reivin-dicación del agua como un derecho humano, es decir, exigen al Estado el suministro gratuito de un mínimo vital para todos los colombianos.

En su primera fase, esta iniciativa ha recogido cer-ca de doscientas mil firmas en todo el país, con la intención de iniciar un proceso legal que le permita modificar la Constitución, agregándole cuatro ideas básicas, que son: 1) Que el acceso al agua sea un de-recho fundamental; 2) Que se garantice un mínimo vital gratuito para los hogares colombianos; 3) Que los servicios públicos de acueducto y alcantarillado no se privaticen y sean prestados por entidades públicas o por acueductos comunitarios sin ánimo de lucro con participación social; y 4) Que se garantice la efectiva conservación del medio ambiente necesario para que haya agua abundante y limpia. En resumen, se quie-re ampliar los derechos ciudadanos, en el sentido de elevar el agua a la categoría de derecho fundamental y bien común de los colombianos. (4)

Lo importante con esta iniciativa popular, para aca-démicos y hacedores de política, es que se coloca de nuevo en debate tres temas que son de suma impor-tancia para todos los colombianos: uno, asociado a lo que debe ser el consumo mínimo de agua; otro, es el tema de los derechos humanos y el agua como uno de ellos; y, finalmente, el tema de la propiedad y el suministro del agua, si los acueductos deben ser de propiedad del Estado y suministrado por él o debe ser compartida esta actividad con los particulares. En este escrito sólo se abordará el primer tema, don-de se trataran tres aspectos: el primero, la impor-tancia del agua para la sociedad y para el hombre; el segundo, el consumo mínimo vital; y el tercero, la metodología para su determinación. Además, al final se harán sugerencias para el abordaje metodo-lógico del tema del mínimo vital en Colombia.

Históricamente, el agua ha tenido un valor para toda la humanidad. Todas las culturas se han preocu-pado por cuidarla y asignarle un valor central en ellas;

es así como pequeños y grandes asentamientos po-blacionales se encuentran construidos en las orillas de ríos, lagos o mares. El agua hace parte fundamental del hombre, de su vida cotidiana y de sus valores más transcendentales. Sin ella, la supervivencia humana queda cuestionada. Siendo por tanto razonable que cada individuo se crea con derecho a una parte de ella y trate de protegerla y cuidarla, incluso convirtiéndola en centro de disputa.

Lo paradójico es que a pesar de este gran valor, el cuidado actual que se tiene con el agua es mínimo. Se piensa que estamos ante un recurso inagotable; la gente imagina que como el planeta está compues-to en su mayoría por agua, esta puede ser derrocha-da sin medida. No imaginan que tan sólo el 2.5% de toda el agua es dulce (el otro 97,5% es salada); y que de este 2,5%, el 70% se encuentra congelada en los casquetes de la Antártida y de Groenlandia y casi la totalidad de la restante existe en forma de hu-medad en los suelos o en napas freáticas demasiado profundas para ser explotadas. En total, apenas un 1% del agua dulce, o sea 0,007% de toda el agua de la Tierra, es de fácil acceso.

Siguiendo con las cifras, los cálculos que se hacen son que este 0,007% del agua viene siendo consumida a una rata mayor que el crecimiento poblacional, en-tre 1900 y 1995, la extracción de agua aumentó más de seis veces, o sea, a un ritmo dos veces más rápido que el crecimiento de la población. El resultado es una presión cada vez mayor por este recurso escaso, generando un riesgo en el abastecimiento mundial. Se estima que en las regiones más vulnerables unos 460 millones de personas (o sea 8% de los habitantes del planeta) carecen de agua; una cuarta parte de la población mundial está amenazada de encontrarse en la misma situación. Si no se hace nada, predicen los expertos, existe el riesgo de que los dos tercios de la humanidad sufran una falta de agua moderada o grave antes de 2025.

Esas disparidades en la repartición de los recursos, que también se encuentran incluso dentro de los mis-mos países, se traducen en enormes diferencias en los niveles de consumo: un africano que vive en una zona rural utiliza 10 litros de agua por día, es decir, no alcanza al mínimo vital como se verá más adelan-te, un francés, 150 litros, y un norteamericano, 425 litros. Además, se prima los otros usos del agua sobre el humano: hoy la agricultura capta 69% del agua consumida en el mundo, la industria 23% y las fami-lias 8%. En los países en desarrollo la parte correspon-

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diente a la agricultura puede alcanzar el 80%. A los problemas de disponibilidad se suma una degrada-ción inquietante de la calidad. En algunas regiones el agua está tan contaminada que ya no puede ser utili-zada, ni siquiera con fines industriales. Las causas son múltiples: afluentes no tratados, desechos químicos, escapes de hidrocarburos, abandono de basuras, in-filtración en los suelos de productos empleados para la agricultura, etc. (Unesco, 1999).

Estas disparidades en el consumo por persona al día, que van desde 10 litros hasta 425, hacen que surja una pregunta: ¿cuánta agua necesita una persona para vi-vir dignamente?, es decir, ¿cuánta agua hay que sumi-nistrarle a una persona al día para que pueda realizar todas aquellas actividades necesarias para la vida? La respuesta a este interrogante requiere dar dos pasos: el primero, se relaciona con el consumo biológico, aso-ciado a las necesidades inmediatas de sobrevivencia; el segundo, al consumo vital, asociado a las necesida-des cotidianas, que hacen posible vivir en sociedad.

Biológicamente, el consumo de agua es necesa-rio para todo ser vivo; nuestro cuerpo está formado en cerca de un 70% por agua y requiere para su mantenimiento, como todo sistema, el suministro de una cantidad similar a la que ha perdido de agua para realizar las funciones biológicas básicas. “Si el déficit de agua llega al llega al 5 por 100, del con-tenido normal, sentimos sed. Al llegar al 5 por 100, se produce una ligera fiebre; y con un 8 por 100 las glándulas dejan de producir saliva y la piel empie-za a ponerse azul. Una persona cuyo contenido de agua sea un 10 por 100 inferior al normal ya no es capaz de andar; cuando la cifra se acerca al 12 por 100, la muerte es inminente” (Lanz y Greenpeace España, 1997; p. 28).

Y es que todos los órganos del cuerpo humano re-quieren de agua: el pulmón, por ejemplo, utiliza 400 centímetros cúbicos (c.c.) para realizar sus funciones diarias; la piel para mantenerse húmeda y elástica ne-cesita 600 c.c. Según cálculos de la medicina, una per-sona que trabaje durante una jornada de ocho horas al día, a una temperatura de 18 grados centígrados, pue-de perder cuatro litros de líquido en forma de transpi-ración; si la temperatura sube a 30 grados centígrados, la pérdida puede aumentar a ocho litros. En síntesis, el agua está presente dentro y fuera de cada célula (Lanz y Greenpeace España, 1997; p. 30). Sin el líquido vi-tal la muerte es inminente, no ocurre esto con otros alimentos como la carne, el trigo o los vegetales, que los consumimos diariamente. Todos necesitamos agua

todos los días ya que todos necesitamos suficientes lí-quidos todos los días.

El papel del agua en el organismo es múltiple: ayu-da a su cuerpo a usar los nutrientes, a eliminar los desperdicios, a mantener una temperatura corporal y a regenerar las células(5). Las recomendaciones mé-dicas sobre el consumo mínimo de agua diaria para vivir es de dos litros en promedio, que depende de las necesidades específicas de cada persona. Aunque el agua proviene de muchas fuentes (frutas, bebidas, sopas, etc.), los dietistas consideran que el agua es la mejor fuente de los líquidos que el cuerpo necesi-ta. Otros líquidos pueden ser dañinos para la salud, por ejemplo, una gaseosa contiene entre 140 y 200 calorías y su consumo regular produce hábitos dañi-nos para el cuerpo. El agua del grifo no tiene, como otras bebidas, calorías, azúcar, grasa, cafeína, sodio y lo mejor es que, entre todas las opciones, ésta es la de menor costo. Según los médicos, las ventajas de consumir agua natural son diversas: ayuda a contro-lar el peso, al evitar el consumo de calorías en otros líquidos; ayuda a prevenir los ataques cardiacos (6) y reduce la probabilidad de tener cáncer de colon y ve-jiga; aumenta la energía corporal con la hidratación y mejora el rendimiento físico; reduce los dolores de cabeza; hidrata la piel; soluciona problemas diges-tivos como la acidez estomacal; y limpia el cuerpo mediante liberación de toxinas en la orina(7).

La propuesta de un mínimo vital de agua en Colombia

Lo contradictorio es que a pesar de tenerse conciencia sobre la

importancia del agua, las cifras de la ONU son desalentadoras:

hay 1.100 millones de personas que todavía se enfrentan diariamente al riesgo de

enfermedad y muerte por carencia de un acceso razonable al agua potable. Más de cinco millones

de personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el agua, lo que equivale a diez veces

más que el número de muertos a causa de guerras en el mundo.

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La carencia del agua y sobre todo del agua con calidad, tiene por el contrario grandes implicaciones negativas en la vida humana; por ejemplo, la más visible, es el número de muertes causadas por las enfermedades asociadas al agua; siendo los niños la población más afectada. Los organismos interna-cionales calculan que cada año mueren alrededor de cinco millones de niños en el mundo a causa de enfermedades diarreicas causadas principalmente por agua o alimentos contaminados. De allí la pre-ocupación de académicos y hacedores de políticas por proveer a la población de agua potable (World Resource Institute, 1998).

En síntesis, y desde el punto de vista biológico, el acceso al agua potable y al saneamiento adecuado son los recursos más importantes de la salud pública para prevenir las enfermedades infecciosas y proteger la salud de las personas, además de ser esenciales para el desarrollo económico y social. Lo contradicto-rio es que a pesar de tenerse conciencia sobre la im-portancia del agua, las cifras de la ONU son desalen-tadoras: hay 1.100 millones de personas que todavía se enfrentan diariamente al riesgo de enfermedad y muerte por carencia de un acceso razonable al agua potable. Más de cinco millones de personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el agua, lo que equivale a diez veces más que el número de muertos a causa de guerras en el mundo.

Ahora bien, después de reconocer que el agua es un bien necesario para la vida, que sin ella la muerte es inminente, debemos preguntarnos, en segundo lugar, ¿cuánta agua debe utilizar cada persona para tener unas condiciones de vida digna? o en otras palabras ¿cuál debe ser el consumo mínimo vital de cada persona? Esta segunda tarea debe ser asumida con responsabilidad, de los malos cálculos se po-dría causar una deficiente asignación de recursos, ya sea por exceso o por defecto. Lo primero que hay que reconocer es que para determinar este mí-nimo vital, se deben tener en cuenta las múltiples variables que lo afectan. No es lo mismo hacer un cálculo para una población en un territorio donde históricamente se carece de agua, a otro donde de manera abundante siempre la han tenido; en este caso la cultura determina el nivel de consumo y sus necesidades. Lo mismo pasa con la variable tempo-ral, el consumo de agua no el mismo, por ejemplo, en Medellín a principios del siglo XX o a principios del siglo XXI, no es sino recordar la cifra que an-teriormente se daba del aumento en seis veces de

demanda de agua en el mundo entre 1900 y 1995, para darse cuenta de esta realidad.

Lo anterior lleva a suponer que son muchos los factores que determinan el mínimo vital que esta-mos tratando de encontrar. Además, que el cálculo del mínimo vital no debe determinarse de manera universal, sino que deben estudiarse muy detenida-mente las características de las comunidades a las que quiere suministrársele este mínimo para lograr realizar los cálculos apropiadamente. Finalmente, es necesario reconocer que del abastecimiento de agua que se le haga a una población dependerá directa-mente su calidad de vida.

Teniendo en cuenta estas advertencias, los prime-ros cálculos que se hacen sobre el mínimo vital lo hace la Cruz Roja Internacional, que ubica inicialmente el consumo mínimo en cinco litros por día, (l/p/d), pero lo hace para situaciones de emergencia, es decir, es un consumo que sirve para suplir únicamente las ne-cesidades fisiológicas y permitir la supervivencia, y que se presenta en población desplazada o refugiada que requiere el agua para usos básicos como son be-ber, cocinar y lavarse. Esta cifra va aumentando por persona cuando es atendida en un centro nutricional o en un hospital que pasa a 40 l/p/d y 200 l/p/d, res-petivamente (Perrin, 1996, p. 82).

La Organización Mundial de la Salud (1996) que atiende a población pobre, generalmente, realiza una consideración muy importante, sugiere que cuando se elaborar programas de provisión de agua en una comunidad, debe ponérsele énfasis a la pro-visión de agua potable para el aseo personal y la hi-giene del hogar; estas actividades, exigen, por ejem-plo, entre 20 y 40 (l/p/d). La ONU eleva esta cifra a 50 litros diarios al considerar las necesidades vitales como bañarse, cocinar y otros menesteres. Otros cálculos provienen de académicos y líderes políticos que hablan de cifras similares o mayores: Alier Mar-tínez (2004), un activista muy conocido por la lucha por el agua en el mundo, defendió en el Foro Social Mundial de 2004, de un piso de dignidad (free life-line) para las zonas urbanas de 50 (l/p/d); Alexandra Sandton, en agosto del 2002, en la cumbre oficial de las Naciones Unidas en Johannesburgo, defendía la idea de 60 (l/p/d). (8)

De esta manera, se puede apreciar que existen muy diversas posiciones sobre las cantidades del mínimo vital de agua. Esta situación se debe, como se dijo antes, a las diferencias culturales, climáti-

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cas, sociales y económicas entre las regiones del mundo. El llamado que se hace es a que se debe estudiar muy detenidamente cada región antes de establecer un consumo básico; regiones como el País Vasco, en España, estableció un mínimo exen-to del canon ecológico de 130 (l/p/d) ó Bélgica, que estableció una cuota de servicio fija, da derecho a consumir un mínimo vital de 40 (l/p/d) gratuitos por persona. Estos casos deben servir de ejemplo para estudiarlos y observar cómo ellos establecie-ron sus consumos mínimos de agua.

Una forma de realizar tales cálculos, es esta-bleciendo cuál es el consumo de agua dividiendo el consumo por actividad, así, por ejemplo, para beber: 5 litros, para saneamiento: 25, para higie-ne: 15, para cocinar: 10 y para otros usos: 5. Que correspondería a los cálculos de 60 litros por per-sona al día. Otra forma es la utilizada en las siete comarcas de la región metropolitana de Barcelona (Barcelonès, Baix Llobregat, Alt Penedès, Garraf, El Maresme, Vallès Occidental y Vallès Oriental), don-de viven 4,4 millones de personas, allí se diferenció el consumo entre doméstico y comercial y les servía como parámetros para calcular el consumo típico por hogar, de donde se desprende el consumo mí-nimo por persona (Barcelona:130 l/h/d; Cornellà, L’Hospitalet de Llobregat o Santa Coloma de Gra-menet oscilan alrededor de unos 110 l/h/d; en El Maresme y Alella ascienden a 230 l/h/d y en Cabrils o Cabrera de Mar superan los 340 l/h/d). Lo mismo ocurrió en los municipios y comarcas de Cataluña donde se logró establecer una media de 140 l/h/d de consumo doméstico facturado (Tello, 2007).

Todo esto sugiere que los consumos día hombre son muy diversos y que para realizar un cálculo de consu-mo mínimo vital deben tenerse en cuenta muchos com-ponente. La forma de tratar este problema es verlo de manera integral y razonada, es decir, tener en cuenta los aspectos ecológicos, económicos y sociales del proble-ma; y ser conscientes de las limitaciones y necesidades de la población y de la responsabilidad del Estado de brindar a sus ciudadanos las condiciones mínimas para que logren lo demás. El mínimo vital como un derecho fundamental es una reivindicación justa; pues sin este mínimo, como vimos en el texto, todo esfuerzo por realizar los otros derechos es inoficioso. La vida esta primero y ella depende del valioso liquido.

Lo alentador de esta propuesta es que, como su-gieren la mayoría de cálculos, el agua existente en el

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mundo es suficiente para todos, para cubrir las ne-cesidades básicas de todos. Proveer acceso univer-sal a ese mínimo de 50 litros para 2015, implicaría menos del 1% de la cantidad de agua que se usa hoy en el mundo. Para el caso nuestro, esta situación es mucho más ventajosa, Colombia posee la mayor do-tación de agua por habitante del mundo. La oferta hídrica de Colombia es de 58 litros por segundo por kilómetro cuadrado, cuatro veces el promedio su-ramericano y siete veces el promedio mundial, que alcanzaría suficientemente para atender las necesi-dades de toda la población (Convocatoria Referen-do por el Agua, 2007). Esperamos entonces que los 12 millones de colombianos que no tienen acceso al agua potable (el 28% de la población), según in-forme de la Defensoría del Pueblo, logren tenerla y que avance en Colombia la propuesta de establecer un mínimo vital para todas las personas.

La propuesta de un mínimo vital de agua en Colombia

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World Resource Institute (1998), “Tackling the problems of Poverty, Environment and Health: Expanding Water and Sa-nitation”, Worl

Notas

1. Miembro de los grupos de investigación Estudios Políticos y Microeconomía Aplicada, de la Universidad de Antioquia.

2. Para una mejor presentación de este cambio en las funciones del Estado véase Valencia (2004) y Uribe y Va-lencia (2005).

3. El término desconectado se refiere a aquellos usuarios que no pudiendo asumir el pago de los servicios durante dos pe-riodos consecutivos, son privados del uso de los mismos por las empresas. Las cifras sobre este fenómeno en Colombia son alarmantes, según el informe de la Contraloría General de la República, “entre 1995 y 2002 los incrementos osci-laron entre el 38 y el 226 por ciento en las principales 18 ciudades del país. De otra parte, la propia Empresa de Acue-ducto y Alcantarillado de Bogotá reporta 236.754 suscripto-res desconectados entre 1995 y septiembre de 2005, sobre un total de 1.600.000 suscriptores” (Colmenares, 2007).

4. El comité de impulso está integrado por el Comité Na-cional en Defensa del Agua de la Vida, la CUT, la Unión Nacional de Usuarios de Servicios Públicos, Ecofondo, la ONIC, Censat Amigos de la Tierra, la Asociación de Vocales de Control de Servicios Públicos, la Organización Nacional de Acueductos Comunitarios, la Corporación Penca de Sá-bila, Sintraemsdes, y 60 organizaciones más (Convocatoria Referendo por el Agua, 2007).

5. Argumentos como los siguientes son los que se esgrimen como forma de defender el consumo mínimo vital de agua: 1) Se puede sobrevivir cerca de un mes sin alimentos, pero sólo una semana sin agua; 2) Cerca del 70% de la piel hu-mana es agua; 3) Mujeres y niños de la mayoría de las regio-nes en desarrollo recorren una media de 10 a 15 kilómetros diarios para abastecerse de agua; 4) Unas 34.000 personas mueren diariamente por enfermedades relacionadas con la calidad del agua, como diarrea o lombrices intestinales. Es lo mismo que si todos los días se estrellaran 100 aviones Jumbo y murieran todos sus ocupantes; 5) Una persona ne-cesita cinco litros de agua diarios para beber y cocinar y otros 25 litros para su higiene personal; 6) Una vaca lechera necesita beber unos cuatro litros de agua por cada uno de leche que produce; 7) El tomate contiene 95% de agua; 8) Para fabricar cuatro neumáticos se precisan 9.400 litros de agua; 9) Cada día se utilizan 1.400 millones de litros de agua para imprimir la prensa de todo el mundo (Internatio-nal Development Initiative of McGill University).

6. Estudios realizados por la American Journal of Epidemio-logy demuestran que quien toma más de cinco vasos de agua al día tiene 41% menos posibilidades de sufrir un ata-que cardiaco (Blog de Onasis, 2007).

7. La importancia del agua en la salud es reconocido por la Constitución española, a través del artículo 43.1, en el que se reconoce el derecho a la protección de la salud, de manera implícita está reconociendo como un derecho el acceso al abastecimiento de agua para fines domésticos, pues no hay que olvidar que la no disponibilidad de un abastecimiento urbano adecuado conlleva necesariamente a la aparición de numerosas enfermedades.

8. En España, por ejemplo, Cristina Narbona realizó recien-temente una propuesta legislativa para “garantice a todos los ciudadanos el acceso al agua potable en una cuantía mínima de 60 litros por habitante y día, a partir de una es-tructura de tarifas que incorpore un uso eficiente del agua”. En España se marcha a pasos agigantados para que todos los entes territoriales establezcan unas tarifas que contemplen estos dos pilares básicos: mínimos vital y estructura incen-tivadora del ahorro. En Bogotá, el Concejal indígena de la ciudad Atí Quigua propuso el 1 de septiembre de 2007 el “Estatuto del Agua”, con la cual pretende establecer unas políticas públicas sobre el manejo del agua en Bogotá y sus regiones. La propuesta busca establecer un equilibrio en las tarifas del cobro de este servicio, por lo cual propone la creación del ‘mínimo vital del agua’, para la gente de esca-sos recursos. El estatuto contempla la destinación del 1% de los ingresos del distrito capital para la recuperación del ciclo del agua en Bogotá, (rondas de ríos, aguas superficiales y subterráneas, fuentes, etc.) y sobre todo fortalecer el control social sobre las políticas del agua de la capital. La propuesta de Quigua gira alrededor de tres ejes básicos: el agua como derecho humano fundamental (Dignidad humana, respetar y garantizar el derecho al agua); cultura del agua (Promueve una transformación de la cultura del agua) y democratiza-ción del agua (Significa que en la planeación, manejo y uso del agua, participa la ciudadanía en general).

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ResumenEl artículo está referido a la educación

de la región antioqueña, sus retos y oportunidades para el siglo XXI, al paradigma de hombres y mujeres a formar para una región justa, pacífica, educada, pujan-te y en armonía con la naturaleza; refiere la necesidad de una política de Estado en cuanto a la formación de los docentes con base en la resignificación de los PEI de cara al año 2020.

Palabras claveRegión antioqueña, paradigmas, retos, oportu-

nidades, política de Estado, Proyectos Educativos Institucionales.

1. IntroducciónPensar a Antioquia desde la educación, es asumir

el propósito de que, todo niño o niña, joven o adulto, pueda elaborar su propio proyecto de vida.

Porque Antioquia merece más y mejor EDUCACIÓN

Una propuesta de resignificación de la educación para los antioqueños desde los PEI

PorJosé Ramiro Galeano Londoño

Profesor Titular Facultad de Educación U.de A. Coordinador Grupo Emprender

“El desarrollo auténtico es el de las personas

como individuos y como miembros de una sociedad

equilibrada y justa”

Fernando Solano

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Sabemos que los fines, fundamentos, principios y criterios de formación están en el currículo pres-crito indicado en las normas: la Constitución Polí-tica de 1991, la Ley 30 de 1992, y la Ley 115 de 1994. Pero también sabemos que estas normas no son lo suficientemente reconocidas, legitimadas, y defendidas por quienes tienen la función de dirigir la educación, dándose un distanciamiento entre el currículo prescrito (la norma) y el currículo vivido (la cotidianidad). Esto desde la sociedad escolarizada ¿Qué pensar desde esa otra sociedad (la ciudad y ruralidad invisibles), la que no asiste a la institución educativa y que se queda retraída por distintas razo-nes, sin educción, con otra cultura?

Los lasos de afinidad entre la educación y la cultura son indisolubles; la primera, es el rumbo, la visión de un pueblo; la segunda es la base, la consolidación de principios, costumbre, ritos; pero ¿qué hacer cuando tanto la una como la otra no cuentan con la debida atención? Sabemos que Antioquia desea y necesita su liderazgo, pero también sabemos que para lograrlo re-querirá de la educación y la cultura como plataformas para impulsar su visión Antioquia siglo XXI.

2. La región antioqueñaEl paradigma de hombre y de mujer a formar desde

la educación está en transición, pero no sólo por el desajuste entre el llamado sistema educativo y el desa-rrollo del país. En Antioquia por ejemplo han influido otros factores, como el aislamiento geográfico, la con-tribución al crecimiento de dos ciudades paralelas, la del norte y la del sur, y dos regiones, la zona metropo-litana y la periférica, que ha hecho que entre en crisis el modelo de “antioqueñidad”.

El paradigma de hombre y mujer a formar, no sólo está asociado a la educación (escolarización), también lo está a la cultura, (el medio), la economía, los valo-res, la justicia. Ante el advenimiento del narcotráfico en las décadas de los 80 y 90’ en Antioquia su im-pacto no fue sólo económico sino también cultural, al transformar el modelo de “antioqueñidad” que se traía, en ciertas expresiones culturales posmodernas, generando una imagen de ciudad tergiversada como “sinónimo de narcotráfico y de muerte”.

El Estado por su parte ha venido asumiendo una la-bor de planificación basada en un enfoque tecnicista de soluciones inmediatas, urgentes como: cobertu-ra educativa, construcción de placas polideportivas, de instituciones educativas. Pero la educación basa-

da en la instrucción y en el academicismo perdió su efectividad; ahora las regiones que salen adelante no son las que suman más individuos “graduados” sino aquellas en donde los seres humanos educados con-viven e interactúan, crean sinergia e identifican pro-pósitos comunes que les marca destino desde una vi-sión compartida. Ahora la mayor preocupación es no saber a qué modelo de desarrollo le está apuntando la educación, si las evaluaciones que se hacen desde lo externo y lo interno demuestran con los resultados que no tiene coherencia con los fines propuestos. Si hacemos una comparación y escogemos dos jóvenes, uno con educación básica y otro sin ella, ¿qué dife-rencias se pueden encontrar? ¿Qué ha significado ser antioqueño y qué significado tiene hoy?

“Sin duda lo representativo de las obras de los an-tioqueños son una especie de catálogo de cualidades que son como virtudes teologales. Lo son el ingenio, la inventiva, la espontaneidad, la franqueza, la soli-daridad, la superación, la austeridad, el trabajo, el emprendimiento“(Restrepo. N. 2002:15). Pero tam-bién paralelo a lo bueno está lo malo y lo feo. Nues-tra identidad en buena parte está construida sobre el contraste. Equiparados, para no ir más lejos, con otras regiones del país, siempre nos hemos sentido sobrados y creemos que más allá de la Pintada o de Caucasia empiezan territorios habitados por gentes que no nos llegan ni a los tobillos. La profesora Ma-

Los lasos de afinidad entre la educación y la cultura

son indisolubles; la primera, es el rumbo, la visión de

un pueblo; la segunda es la base, la consolidación de

principios, costumbre, ritos.

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ría Teresa Uribe dice que esa mentalidad de lo que podríamos llamar la antioqueñidad tiene origen en la situación de aislamiento que la región vivió desde los tiempos de la Colonia. Pero sobre todo tiene origen en el discurso que la élite paisa elaboró para la gesta de la colonización que se emprendió en el siglo XIX y que avanzó hasta bien entrado el siglo XX. Siempre se dijo que el antioqueño hacía parte de una raza pujante y emprendedora esto ha hecho que un an-tioqueño donde se encuentre se sienta parte de un colectivo humano: es un paisa. Siempre nos hemos sentido como una región elegida por el hecho de ha-ber nacido entre montañas y haber desarrollado cos-tumbres colonizadoras. Dicen todos al unísono “¡ah! Es que como Medellín no hay nada”.

Antioquia ha sido una región construida de espal-das al mundo, imitando un centralismo capitalino, con poca o ninguna vocación hacia las sub-regiones. La propia capital, Medellín, ha sido construida de forma dividida, los del norte y los del sur, en una cultura del cemento y del abandono a las gentes de menos recursos, pobre en cultura ciudadana, en es-pacios públicos, sin infraestructura digna en las zo-nas más pobres; cambios que apenas comienzan a darse. Antioquia, por su aislamiento con respecto al centro del país, ha sido una región pródiga para el comercio y en contraste ha tenido un importante protagonismo en la vida nacional, y por ese ensi-

mismamiento provinciano, producto del aislamiento geográfico y una serie de obras de cierta magnitud y trascendencia realizadas en el departamento re-forzaron ese ideario de “raza pionera”, la cual de-biéramos transformar para conservar. Antioquia ha comenzado a abrirse con sus autopistas de doble calzada, el túnel de Occidente, el metro y el metro cable y los metro cables que vendrán, dos aeropuer-tos, la pavimentación de la carretera al mar; se han comenzado a integrar las dos ciudades y la gran ciu-dad con las subregiones y el país.

Pero también es bueno reconocer de nuestra re-ciente experiencia de desarrollo el desconocimiento de la modernidad y del cambio de modelo mental, el continuar en el ostracismo y en el encierro de nues-tras montañas, y nuestra mentes; se necesita ponerle mas fuerza a la educación, la cultura, la justicia, la economía. Todo esto muestra la necesidad de re-sig-nificar nuestra “antioqueñidad”, la pujanza paisa, la solidaridad, la creatividad, la honestidad, hacer una Antioquia con “Visión siglo XXI”, apoyada desde una educación de calidad para todos, dedicada a formar mente, corazón y manos para conservar la pujanza de una región laboriosa, competitiva y comprometida con su destino, dispuesta al cambio y a ganar y con-servar su liderazgo en el país y América Latina.

3. Educar para los nuevos retos y oportunidadesLa educación es fundamental, si se le interpreta

como motor de cambio y cuando es de calidad se convierte en la base del verdadero desarrollo, en don-de el hombre y la mujer son los sujetos determinantes, como nos lo afirma Fernando Solano: “El desarrollo au-téntico es el de las personas como individuos y como miembros de una sociedad equilibrada y justa”. Son las capacidades del ser humano las que definen los límites y las posibilidades de desarrollo de una región, de un país, por ello la educación no sólo es necesaria sino un elemento estratégico de desarrollo.

Hoy más que nunca, el grado de educación de una región incide directamente en las posibilidades de su desarrollo y crecimiento, pues estamos ante una sociedad en la cual la innovación es la carac-terística primordial del mundo futuro. De la educa-ción no sólo se espera la formación de individuos para la complejidad y los cambios continuos en la sociedad, sino ante todo ciudadanos, con capaci-dad de propiciar un desarrollo justo, democrático,

Una propuesta de resignificación de la Educación para los antioqueños desde los PEI

...ahora las regiones que salen adelante no

son las que suman más individuos “graduados”

sino aquellas en donde los seres humanos educados

conviven e interactúan, crean sinergia e identifican

propósitos comunes que les marca destino desde

una visión compartida.

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humano, solidario e incluyente, que realmente be-neficie a todos, que sirva de difusora de valores de la nueva sociedad.

La Antioquia que anhelamos y merecemos podrá lograrse si nos decidimos a re-significar nuestra edu-cación y nuestra cultura; no es adaptando al niño a un orden existente, como lo hicieron las generacio-nes anteriores, sino ayudarlo a vivir en un mundo cambiante, a un ritmo sin precedente histórico. Si bien la desigualdad es una característica de nuestras región, hacerle frente nos va a significar dar un salto en la naturaleza y calidad de las soluciones y ello sólo será posible si se dan los saltos correspondientes en la naturaleza y calidad de los individuos, a partir de una nueva educación que mueva la cultura, que for-me para la nueva vida y sus desafíos. Como lo afirma Fernando Zumbado: “Las sociedades y los individuos serán tan exitosos, como lo sea su “educación” en el sentido más amplio de la palabra”.

Nuestra educación tendrá que responder entonces a una doble exigencia: hacer propia la vieja promesa de la “modernidad”, una escuela efectivamente uni-versal y efectivamente educadora; y preparar nuestra región para el desafío pluralista de la posmodernidad y para su integración exitosa a la “aldea global”, caracte-rizada por procesos productivos cuyos insumos críticos son la información y el talento innovador. La región está transitando hacia una sociedad naciente: serán nuevos los individuos y sus actividades productivas e improductivas, sus valores y aspiraciones y los modos de interactuar los unos con los otros; y todo ello tie-ne sus implicaciones en la educación, como lo afirma Concheiro, Antonio Alonso (1999):

• El siglo XXI es el siglo del cambio y éste será la constante. Debemos estar dispuestos en el futuro a re-novar los currículos con enorme frecuencia; a reedu-carnos de manera permanente a lo largo de la vida; a cambiar más de una vez no sólo de profesión, también de pensamiento.

• La complejidad creciente será también la cons-tante de este siglo. Nuestros conocimientos y modelos de la realidad resultan insuficientes y deficientes para comprender el nuevo mundo. Tendremos que educar-nos para aprender a interpretar mejor la complejidad. No bastará ser expertos en algo, será necesario serlo en varias cosas a la vez, educarnos para superar el co-nocimiento.

• La incertidumbre será otra constante de este si-glo. La realidad nos sorprenderá día a día. Nos hemos

educado en donde las preguntas tienen respuestas únicas y ciertas. Debemos educarnos para hacer de la probabilidad una fuente de conocimiento.

• La sociedad será más internacional en este si-glo, más globalizada. Lo que ocurra en nuestra re-gión, será de gran importancia para un número cada vez mayor de países y viceversa. A mayor interacción con otras naciones, para ganar ventajas competitivas, habrá que aprender nuevas geografías, idiomas y cul-turas para comprender posturas, modos de interactuar y respuestas.

• La sociedad estará basada en el conocimiento. El núcleo de generación de conocimientos, la investi-gación y los desarrollos científicos y tecnológicos, y el de la acumulación y transmisión de éstos, la educa-ción, será estratégica para determinar la posición de las personas, organizaciones y naciones.

• Este siglo es el de la preocupación por el am-biente. Tenemos que educar para su cuidado más desde la prevención. Este siglo también es el de la ge-nética: los avances serán enormes: salud, alimentos, energía, protección del ambiente, etc. La biotecnolo-gía y la genética podrían convertirse en motores de nuestra economía regional, impulsando la investiga-ción en ese sentido desde ya.

De ahí la importancia de un sistema educativo regional de calidad, que permita formar “perso-

Nuestra educación tendrá que responder entonces a

una doble exigencia: hacer propia la vieja promesa de la

“modernidad”, una escuela efectivamente universal y efectivamente educadora; y preparar nuestra región para el desafío pluralista

de la posmodernidad y para su integración exitosa a la

“aldea global”

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nas que además de saber analizar también sepan y quieran hacer lo correcto, personas que no sólo sean admirables como pensadoras y creativas, sino también como seres humanos. Compartimos total-mente las palabras de Emerson: “El carácter es más elevado que el intelecto” (Gardner, H. 2000:283). Es así, como la calidad del sistema educativo regio-nal determinará el lugar que ocupe Antioquia en la competitividad nacional e internacional de la pro-ducción, desde la calidad de sus gentes.

4. El paradigma de hombres y de mujeres antioqueñosEl paradigma de hombres y de mujeres antioqueños

que proponemos formar habrá de estar sustentado en la formación de un desarrollo humano integral, no es solo recibir bienes y servicios educativos y culturales; sumergirnos en los principios, valores y reglas de juego claras y transparentes que nos de confianza en nues-tros imaginarios y reglas de comportamiento, “asen-tar en la memoria lo mejor del legado de quienes nos antecedieron, asumir los rasgos de identidad que nos dan forma y establecen la diferencia con el otro diver-so”. (Gutiérrez B, J. 1998:4). Cuando decimos integral, estamos asumiendo la formación de personas autó-nomas, con ideales, valores y principios éticos, con capacidad de crítica, con un sentido de lo estético,

conscientes de una cosmovisión, comprometidos con la historia de su localidad y región, con el cambio so-cial y con capacidad para generar soluciones, de ma-nera individual y colectiva, a los problemas regionales y nacionales, con visión global.

Formar para el desarrollo humano integral significa posibilitar al ser antioqueño un desarrollo multidimen-sional de todas sus potencialidades y en todos los as-pectos (intelectual - afectivo - biológico - social - ético - estético - valorativo - sexual y físico). Que el hogar, el barrio y la institución educativa establezcan una alianza para ofrecer ambientes agradables, democráti-cos, participativos y de reconocimiento del otro, para el desarrollo de la nueva cultura antioqueña, la cual abarcará tanto valores perennes como modernos.

Rescatar de los primeros la laboriosidad, el espíritu emprendedor, el amor a las tradiciones, la valoración de la institución familiar, el sentido práctico o prag-mático, el ahorro, la ética, el sentido del negocio, la constancia o empeño, la audacia, el afán de supera-ción, la credibilidad en sí mismo, el respecto a la vida y a la dignidad humana, la solidaridad, los valores cívicos, la lealtad y la verdad; ha los cuales se suma-ran otros valores pilares de la modernidad como la creatividad, la innovación, la eficiencia, el control de calidad, la información, la investigación, la adapta-ción a la transformación tecnológica, la conservación del medio ambiente, la prevención de desastres, la democracia, la equidad y la diferencia, el empren-dimiento; valores que sustentan la cultura científica, tecnológica, las artes y la estética, así como la for-mación de la moderna ciudadanía para poder vivir plenamente en el siglo que comienza, desde nuevos retos y oportunidades, para que Antioquia, en su con-junto en el año 2020, sea una región: “justa, pacífica, educada, pujante y en armonía con la naturaleza”. (Proyecto visión Antioquia siglo XXI, 1999)

Justa: La educación atenderá a la formación éti-co-moral de los estudiantes, buscando dotarlos, por una parte, de las competencias morales que les per-mitan construir relaciones basadas en la igualdad y la solidaridad, y, por otra, de las capacidades reflexi-vas que les posibiliten elaborar un concepto público de justicia y fundamentar los fines, valores y normas alrededor de los cuales pueda desarrollar su proyec-to de vida. Que todo antioqueño promueva un ele-vado concepto de la justicia social.

Pacífica: Para ello, la educación tendrá como pro-pósito desarrollar las competencias básicas del habla y

Una propuesta de resignificación de la Educación para los antioqueños desde los PEI

El paradigma de hombres y de mujeres antioqueños que

proponemos formar habrá de estar sustentado en la

formación de un desarrollo humano integral...

Cuando decimos integral, estamos asumiendo la formación de personas

autónomas, con ideales, valores y principios éticos

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la escucha, con el fin de alcanzar la capacidad de co-municación requerida para la convivencia y la interac-ción político-social. Que reconozca la diferencia en el otro, se promuevan los diálogos como forma civilizada de dirimir las diferencias para establecer relaciones armoniosas desde un compromiso por un bienestar común en la región.

Educada: Para ello, el servicio educativo deberá alcanzar cobertura total y con calidad en los niveles de básica y media, y ampliarse de manera significa-tiva en la dirección de capacitar para el trabajo y di-versificar la educación superior con nuevas carreras, más acordes con las exigencias sociales y económi-cas de la nueva época en la región y el país. Que la educación sea el mejor vehículo de movilidad social y el medio por el cual se posibilita el afianzamiento de la nueva cultura antioqueña.

Pujante: Para ello, la educación deberá recuperar las dimensiones de esfuerzo, disciplina, perseverancia propias del quehacer formativo y académico; igual-mente, pondrá énfasis en la creatividad, la investiga-ción y la capacidad de innovación para promover el carácter emprendedor del pueblo antioqueño y la ca-pacidad de superación de dificultades y retos. Que al valorar todo lo que ha sido su cultura hasta el presente, se comprometa con su desarrollo y se haga partícipe de la cultura global.

En armonía con la naturaleza: Desde la educa-ción se tomará conciencia de la riqueza e impor-tancia de los recursos naturales, de la biodiversidad para nuestro departamento y despertará en los estu-diantes la conciencia de su responsabilidad presente y futura, no sólo en términos de su preservación, sino de su potenciación y desarrollo, mediante el interés por las ciencias naturales y de la vida. Que podamos dejar a las generaciones venideras un am-biente más grato y más rico en posibilidades. Que seamos conscientes del legado ambiental a dejar a las futuras generaciones, a nuestros hijos, que la conservación y cuidado del medio ambiente siga siendo patrimonio de nuestra cultura.

5. Porque Antioquia merece más y mejor educación: Una propuesta de resignificación de la educación para los antioqueños desde los PEINecesitamos una educación que centre su desa-

rrollo en la gente, que permita a todos ampliar sus opciones, sus oportunidades de una manera sos-

tenible, una educación que forme integralmente a las personas para la vida, la convivencia, el trabajo creativo e innovador. Nos ha llamado la atención el pronunciamiento latinoamericano con oportuni-dad del Foro Mundial de la Educación (Dakar, abril del 2000): “Nuestros pueblos merecen más y mejor educación”, cuando se afirma: “De ninguna manera satisface lo que se ha realizado para alcanzar ma-yor equidad en la distribución de las oportunidades de acceso, permanencia, egreso, transición a otros niveles educativos y, sobre todo, al aprendizaje. La mayor equidad sólo se ha logrado como consecuen-cia de la tendencia a universalizar algún nivel edu-cativo, notablemente la primaria. No obstante, esto no ha significado igualar los resultados de aprendi-zaje, que son la verdadera medida de una política de justicia educativa. El tiempo ahora es más corto: lo uno se denomina “aceleración de la historia”, lo otro es la “aldea global”. Son las dimensiones obje-tivas y, en especial, las dimensiones subjetivas de la nueva sociedad, la sociedad del conocimiento.1

El uso creciente de la tecnología de la información y la comunicación en el campo educativo amenaza con producir nuevas desigualdades, cada vez más profun-das y graves, si continuamos extendiendo la educación con las mismas herramientas utilizados hasta hoy.

Tampoco y con toda y su enorme importancia para la sociedad del conocimiento, la educación no puede ni debe reducirse a una valor puramente

Necesitamos una educación que centre su desarrollo en la gente, que permita a todos ampliar sus

opciones, sus oportunidades de una manera sostenible, una educación que forme

integralmente a las personas para la vida, la convivencia, el

trabajo creativo e innovador.

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instrumental, de competencias laborales o proce-dimentales y cognitivas. Al contrario: uno de los logros genuinos de la controvertida “cultura global” cabalmente consiste en el reconocimiento univer-sal de la educación como derecho de todos los se-res humanos, para asegurar su desarrollo personal y colectivo. Nada capta mejor este reconocimiento que el concepto de “desarrollo humano integral”, donde la vieja valoración de la riqueza como meta obligada de las naciones, da paso a una visión más rica y más profunda: el desarrollo no es solo el alza en el ingreso per capita, sino también el aumento en la cantidad y la calidad de las oportunidades para el ser humano. Y la educación habrá de ser tanto una oportunidad, como una fuente copiosa de oportunidades.2

Sigue siendo un estado de locura esperar resul-tados diferentes haciendo siempre lo mismo. Defi-nitivamente, hay que enfrentar el problema de otra manera. Familia, sociedad y gobiernos, pero sobre todo éstos últimos, deben destinar los recursos y los esfuerzos necesarios para igualar e incrementar la calidad de los servicios educativos, con preferencia los ofrecidos a los sectores pobres en el campo y la ciudad, a los sectores indígenas y, en general, a to-dos los excluidos de los beneficios de la educación. Mientras no se ofrezca mejor educación a los que menos tienen, y se asegure una educación igualitaria

a hombres y mujeres, difícilmente podremos avanzar en la meta de lograr equidad educativa, y sin equi-dad educativa difícilmente avanzaremos en el logro de la justicia social.”3

Necesitamos de Políticas Públicas de Estado en materia de educación para la región, que compro-meta a la familia y la sociedad civil, que identifiquen principios, estrategias y metas que enmarquen las acciones del Estado, de los establecimientos públi-cos y privados, de las comunidades, del sector pro-ductivo, para que converjan en una propuesta de resignificación de la educación en la región desde todos los proyectos Educativos Institucionales (PEI), oficiales y privados, como un sistema de gestión integral para ofrecer más y mejor educación a los Antioqueños.

En síntesis, descritos a grandes rasgos los retos de una visión hacia el siglo XXI, en armonía con para-digmas de hombre y mujer a formar desde nuestra región antioqueña; hacemos la solicitud al gobierno departamental para que acoja como política públi-ca de educación, la resignificación de la educación en la región, que toda institución educativa, pública o privada, de educación preescolar, básica, media, técnica o superior: facultades, escuelas e institutos, reflexionen sobre su contexto y procedan a resignifi-car por los menos seis piezas claves del currículo de cara al años 2020; en la línea de la gestión educati-va, su Proyecto Educativo Institucional (PEI), Plan de Desarrollo Financiero y el Plan de Acción Anual; y en la línea de la gestión curricular, resignificar los Planes de Formación, los Perfiles de Formación y el rediseño de las Asignaturas, acompañados de un plan de me-joramiento del talento humano, de su profesorado, porque Antioquia merece más y mejor educación.

Una propuesta de resignificación de la Educación para los antioqueños desde los PEI

Familia, sociedad y gobiernos, pero sobre todo éstos últimos,

deben destinar los recursos y los esfuerzos necesarios para igualar e incrementar la calidad de los servicios

educativos, con preferencia los ofrecidos a los sectores

pobres en el campo y la ciudad, a los sectores

indígenas y, en general, a todos los excluidos de los

beneficios de la educación.

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Notas

1. Informe a la UNESCO de la comisión internacional sobre educación para el siglo XXI. Por qué y para qué educar. 1998.

2. Informe a la UNESCO de la comisión internacional sobre educación para el siglo XXI. Por qué y para qué educar. 1998.

3. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI. Hacia un desarrollo humano. PNUD, 1998.

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Como bien lo recordamos quienes estu-vimos en la conformación de la Red Nacional de Comu-nicadores de Instituciones de Educación Superior Públi-cas, en el pasado mes de diciembre (2006) en Popayán, nos hemos comprometido desde aquella oportunidad a iniciar y consolidar una actuación en red, con el pro-pósito fundamental de contribuir al pleno logro de las metas y objetivos de nuestras instituciones, mediante el mejoramiento continuo de nuestra labor profesional y la gestión de las dependencias a nuestro cargo.

Sabemos que la actuación en red es un proceso con-tinuo, que exige persistencia, claridad en los objetivos, construcción permanente de confianza y solidaridad, y una alta dinámica en los intercambios de información. Actuar como una red no es algo que resulte de manera automática luego de haberse declarado red en un acto inaugural. Actuar como una red es un proceso que se construye diariamente, y para el cual, habitualmente, no estamos preparados ni preparadas.

Contribuir a la construcción de ciudadanía

El papel de la información y la comunicación en las universidades públicas

Asimismo, “apoyar los procesos de construcción de debate, de consensos y de disensos, aportar a los procesos misionales de nuestras universidades, vale decir: docencia, investigación y extensión”.

PorManuel V. Llanos C.Comunicador Social

Grupo de Comunicación y ExtensiónFacultad de Salud, Universidad del Valle

Ponencia presentada en el Segundo Encuentro de

Comunicadores de Institu-ciones Públicas de Educación Superior de Colombia, reali-zado en la ciudad de Pereira

(Risaralda) los días 20 y 21 de septiembre de 2007

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La red, dada la analogía, supone flexibilidad, ca-pacidad de adaptación, liderazgos múltiples, sin-crónicos y situacionales. Supone nodos cuya fuerza radica en la unión de quienes los integran, al tiempo que en la independencia de cada uno de ellos. La lógica de la centralidad y la piramidalidad, propias de las instituciones y organizaciones comunes, es ajena a la requerida para actuar en red. La actuación en red, justamente, en teoría de las organizaciones, surge como alternativa a la rigidez y lentitud propias de las formas asociadas de actuación institucional tradicional, es decir, verticales en la autoridad, hori-zontales en los niveles de responsabilidad y compar-timentadas para la acción.

Sin embargo, esas características que he mencio-nado como propias de una red, no hacen del traba-jo en red un proceso desorganizado, asincrónico, insular ni carente de acuerdos, planes y propósitos. Por el contrario, para una actuación en red es im-perativa una permanente revisión de los contextos para ajustar con prontitud el actuar en función de persistir en los objetivos trazados. Es indispensable una permanente revisión de las estrategias, para ajustarlas a las características de los contextos; se requiere un permanente estado de atención y gran flexibilidad, para que la actuación como red sea oportuna y efectiva.

Claro, podríamos quedar satisfechas y satisfechos si le llamamos actuación en red al permanente intercam-bio de datos, noticias e información de interés, para estar al día en los acontecimientos de nuestras institu-ciones o para promover ideas o eventos de interés co-lectivo. Ello es importante para una actuación en red, pero en nuestra opinión, no es suficiente.

Otros supondrían que ya somos una red por el he-cho de disponer de un albergue en una página web en la que colocaremos documentos y material de interés colectivo y también particular de nuestras institucio-nes; haremos foros y divulgaremos nuestros mensajes y noticias. También ello es importante, pero tampoco es suficiente para considerarnos red.

A manera de pautas de orientación para calibrar el estado de avance de la construcción de una red, se podría afirmar que para actuar como una red, que como hemos dicho es un proceso en permanente construcción, se precisa de forma permanente acep-tación para reconocer que el otro existe; interés para conocer lo que el otro es o hace; reciprocidad para colaborarnos o prestarnos ayudas puntuales; solida-

ridad para cooperarnos y compartir actividades y re-cursos; y, finalmente, confianza para asociarnos en proyectos o iniciativas conjuntas.

Se debe distinguir entre una red que trabaja para sí, haciéndolo en función de satisfacer necesidades específicas de sus integrantes como necesidades de información, intercambio de experiencias, formación continua de sus integrantes, entre otras. Esta es una opción de red, y es buena.

Pero también podríamos pensar en otra opción para el quehacer de nuestra red, consistente en una red que opera para transformar una situación especí-fica, externa a la dinámica propia de cada uno de sus integrantes, pero que les afecta o interesa por razo-nes políticas, gremiales u otros. En este caso, la idea es proponerse una red que trabaje, por ejemplo, en fun-ción de reposicionar el papel de la comunicación en nuestras universidades. Ello va más allá de intercam-biar información o la formación continua de nosotros y nosotras, aunque estas sean actividades importantes para conseguir el mencionado propósito.

Seguramente que en este Segundo Encuentro ten-dremos oportunidad de reflexionar en alguna de las reuniones, acerca de estos aspectos, como un aporte en la construcción de nuestra red, y con ello, un nuevo aporte al logro de los objetivos de la misma.

En esta oportunidad, nos hemos propuesto como

...para una actuación en red es imperativa una permanente

revisión de los contextos para ajustar con prontitud el

actuar en función de persistir en los objetivos trazados.

Es indispensable una permanente revisión de las estrategias, para ajustarlas

a las características de los contextos; se requiere un permanente estado de

atención y gran flexibilidad, para que la actuación como red sea oportuna y efectiva.

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tema de reflexión el papel de las oficinas de co-municación en los procesos de crisis o conflicto de nuestras instituciones. Sobre ello me permito unas pocas palabras.

La controversia es consustancial a un ambiente aca-démico. La idea recurrente de un ambiente sin fric-ciones, sin confrontaciones y mono-tono, es ajena a la naturaleza de una universidad, y más si se trata, como en nuestros casos, de universidades públicas.

Y no porque las universidades públicas sean o de-ban ser “espejos de la sociedad”, sino porque una de sus funciones esenciales es la investigación, el libre examen de las ideas, la libertad de cátedra, el libre de-sarrollo del pensamiento, con rigor, con disciplina, con inteligencia. Y ello supone conflicto, controversia, tesis que se encuentran, puntos de partida divergentes.

Por el contrario, la violencia es la antípoda de la universidad. La violencia, en cualquiera de sus ma-nifestaciones, incluyendo la verbal, la simbólica o la física, es una manifestación contundente del fracaso del conflicto como mecanismo generador de acuer-dos, de disensos y de consensos. Es decir, del con-flicto como expresión dinámica de la construcción de relaciones sociales.

Comúnmente se equiparan conflicto o crisis con violencia, y se juzga que una situación de conflicto es sinónimo o preámbulo seguro de una situación de violencia. Y lo que es peor, se obra en conse-cuencia exacerbando el conflicto para apurar su tránsito a las expresiones de violencia. Las provo-caciones verbales o físicas, la desinformación, el insulto como provocación, el silenciamiento y la toma de decisiones a espaldas de los interesados, el desconocimiento de las voces y las vocerías del otro –ese otro que nos controvierte–, son mecanis-mos que desnaturalizan el conflicto, estimulan la violencia y corroen las bases de la democracia.

En este tipo de dinámicas, el papel de la infor-mación y la comunicación en nuestras instituciones, debe estar orientado a contribuir a la construcción de condiciones para la democracia, la tolerancia y el ejercicio de la reflexión y la crítica académica. Deben estar del lado de permitirle a la universidad entrar en contacto permanente con sus públicos in-ternos y externos, y posibilitarles a éstos el diálogo con ella, la controversia, el disenso.

Los conflictos y las crisis no significan una situa-ción de violencia, como tampoco un problema. Pero tal vez sí signifiquen oportunidades para nues-tras instituciones. Oportunidades para repensarse; oportunidades para revisar el camino andado, opor-tunidades para construir tejido social interno, para construir o reconstruir puentes con la sociedad o con los estamentos que la integran.

Creo que todas la universidades a las que per-tenecemos han tenido en algún momento, más o menos largo, situaciones de crisis muy fuertes, que en algunos casos conocidos han puesto en peligro la supervivencia misma de la universidad. Y en esos momentos, nuestras oficinas han jugado un papel central, en función de contribuir de manera efecti-va a superar la crisis.

Nuestro papel en los procesos de conflicto no se debe circunscribir a emitir noticias que ilustren de mejor o peor manera lo que sucede; debe ir, sin duda, más allá. Debe ser un papel comprometido seriamente con la defensa de la universidad pública como bien colectivo, como espacio para la crítica y la construcción creativa y hasta atrevida de respues-tas a las necesidades y problemas de la sociedad y de la universidad misma.

Pobre papel el que cumpliría la comunicación y la información, si las oficinas de prensa y de comu-

A manera de pautas de orientación para calibrar el estado de avance

de la construcción de una red, se podría afirmar que para

actuar como una red, que como hemos dicho es un proceso en

permanente construcción, se precisa de forma permanente

aceptación para reconocer que el otro existe; interés para conocer lo que el otro es o hace; reciprocidad

para colaborarnos o prestarnos ayudas puntuales; solidaridad para

cooperarnos y compartir actividades y recursos; y, finalmente, confianza

para asociarnos en proyectos o iniciativas conjuntas

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nicación se reducen a ser consuetas de la versión oficial de los hechos.

Entre nuestros papeles están los de contribuir a la construcción de ciudadanía desde el ambiente estu-diantil o profesoral; apoyar los procesos de construc-ción de debate, de consensos y de disensos, aportar a los procesos misionales de nuestras universidades, vale decir: docencia, investigación y extensión.

No se trata entonces de clausurar los debates por temor a las divergencias y los conflictos; tampoco de promover versiones mono-tonas, unicistas o de silen-ciar la voz del otro.

Se trata, por ejemplo, de actuar en función de promover la resolución concertada y pacífica de los conflictos, de no satanizar estos conflictos, ni de evadirlos para “evitar problemas”. Claro, tampoco de promoverlos.

Los conflictos suceden, además, en la cotidianidad clara y sencilla de nuestras universidades. Es decir, los conflictos no son únicamente aquellos que terminan o pasan por paros, pedreas u otras expresiones de su agudización. Se trata de conflictos en y desde cada una de las funciones esenciales de nuestras universi-dades. También en ellos nuestras oficinas deben jugar un papel importante. Debemos comprender y tomar en cuenta a diario que conflicto y crisis no son sinó-nimo de violencia. También debemos reiterarnos que el conflicto, las crisis, son oportunidades para nuestras instituciones.

Si postulamos que un proceso de comunicación se distingue por tener como propósito la construcción conjunta de sentidos, es comprensible entonces que la misma tenga un papel central en las situaciones de crisis de nuestras universidades.

Concluyo recomendando a los colegas que en estos dos días nos ocupemos de trabajar también en las ta-reas propias de una actuación en red, al tiempo que recuperamos las experiencias de nuestras instituciones y de nuestras oficinas, en los procesos recientes de conflictos y violencia en nuestras universidades.

Entre nuestros papeles están los de contribuir

a la construcción de ciudadanía desde el

ambiente estudiantil o profesoral; apoyar los

procesos de construcción de debate, de consensos y de disensos, aportar a los procesos misionales

de nuestras universidades, vale decir: docencia,

investigación y extensión.

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El afán “sensacionalista” de los reportajes hace que se les dé a las manifestaciones una importan-cia que proba blemente nunca tuvieron; tratando de “pescar los acontecimientos” la radio exagera y los de-forma en el sentido deseado por los agitadores. Por otra parte, el deseo de parecer objetiva la obliga de repente dar a éstas una presencia y una importancia nueva. Se invita a los líderes a hacer declaraciones; su voz alcanza

Una universidad sin tensiones, es una universidad muerta

Por Luis Enrique Arango JiménezIngeniero. Rector Universidad

Tecnológica de Pereira

…en el caso de las universidades la discrepancia es consustancial a su naturaleza; es más, la diferencia, la contradicción y el debate, son el alimento del progreso. La universidad es una secuencia de crisis.

Ponencia presentada en el Segundo Encuentro de Co-municadores de Institucio-nes Públicas de Educación

Superior de Colombia, reali-zado en la ciudad de Pereira

(Risaralda) los días 20 y 21 de septiembre de 2007

una resonancia igual a la de los hombres que tienen res-ponsabilidades reales. Según la expre sión de un sindi-calista, los líderes son “lanzados como una nueva marca de jabón”. Mientras que en las revoluciones pasadas la radio debía ser protegida contra el asalto, en el presente caso el inmenso poder de las ondas radiofónicas se haya espontáneamente a disposición de los agitadores.

Lo que acabo de leer hace parte de un análisis escri-to a raíz de las manifestaciones estudiantiles de mayo de 1968 en Francia, hace casi 40 años y parece que se refirieran a la actualidad.

Definitivamente hay que aceptar que los medios de comunicación siempre adoptarán una actitud facilitadora para quienes están desde la orilla contraria a la institucio-nalidad, al menos en las sociedades democráticas.

Se presume que los débiles, quienes protestan, están animados siempre de una causalidad justa y por lo tanto deben ser amparados. Quizás, esta manera de actuar de los medios, sea lo que más convenga a la sociedad para el normal desarrollo de las naturales tensiones que en ella se anidan como resultado de los diversos intereses envueltos e incluso del legítimo derecho a discrepar, piedra angular de cualquier sistema que se funde en la democracia.

Pero en el caso de las universidades la discrepancia es consustancial a su naturaleza; es más, la diferencia, la contradicción y el debate, son el alimento del pro-greso. La universidad es una secuencia de crisis. Una universidad sin tensiones, es una universidad muerta.

Quienes conducen la lucha o la protesta como polí-ticos que en el fondo son, exageran sus puntos de vista, magnifican sus propuestas y por supuesto, distorsionan y demeritan las de la institucionalidad. Es algo apenas natural, es la competencia por la opinión, el afán de ganar adeptos y engrosar la causa que defienden, así esta apenas sea coyuntural.

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Por otro lado, los medios de comunicación no pue-den abstraerse de su condición de negocio, y para que éste sea consistente y promisorio, deben atender a las veleidades de la opinión y de los rating. Competir con las malas noticias, con los paros, con las bombas, con las tomas, con las huelgas, en la preeminencia de las noticias, es una vana ilusión. Estas noticias serán más vendedoras y por supuesto los medios las buscan y di-funden de manera incesante y privilegiada.

Lograr la objetividad de los medios de comunica-ción es una tarea muy difícil, aunque no por ello la institucionalidad debe bajar la guardia. Yo diría que una justa aspiración, dadas las circunstancias, podría ser al menos que se contara la otra cara de la historia, así ella no arroje los mismos réditos en términos de consumo de información.

También, hay que reconocer que en los medios de comunicación hay poco conocimiento de las temáti-cas universitarias y de sus conflictos seculares. De allí, que tratar de invitar a los comunicadores a participar de manera reflexiva en los asuntos de la educación, sea siempre una buena estrategia.

Quiero mencionar una experiencia reciente que estamos llevando a cabo en Risaralda con el Obser-vatorio de Medios, Sociedad y Academia; un esfuerzo que en conjunto con importantes comunicadores de la región se plantea impulsar análisis y debates sobre la educación superior para proponer estrategias que pro-pendan por el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de la región, según el objetivo que ellos mismos han declarado. Como objetivos específicos se han trazado los siguientes:

• Hacer debates sobre las políticas públicas de edu-cación superior.

• Investigar los contenidos e imaginarios existentes en los medios de comunicación regionales.

• Hacer propuestas de desarrollo para el departa-mento con base al seguimiento crítico y propositivo que alimente la relación de la educación, los medios de comunicación y la sociedad.

• Divulgar las buenas prácticas, las necesidades y los problemas básicos en cuanto a educación superior.

• Capacitar a los miembros de los diferentes medios de comunicación.

En mi modesta opinión, pienso que la desinforma-ción o la falta de información sólo se resuelve con más información; por ello, en esta Universidad tratamos de informar todo lo que se hace, así parezcamos sobreac-tuados. Los informes del Rector, las decisiones de los

Consejos, las actas, los eventos, los logros, los recono-cimientos, en fin, todo lo que sea informable, se infor-ma de manera sistemática y oportuna.

Una buena información dificulta la acción de quie-nes se especializan en interpretar las intenciones de los directivos universitarios, del Ministerio y del Gobier-no. Parece increíble pero en los medios universitarios navegan los rumores más asombrosos, convertidos en verdades a fuerza de repetirlos, entre otras cosas, por-que no hay voces que se animen a confrontarlos.

A falta de razones objetivas, verificables, demostra-bles, el debate político se ha centrado en interpretar las intenciones del otro, y en esa carrera de interpreta-ciones se acaba diciendo cualquier cosa.

Para nosotros la red de datos, los correos electróni-cos, los boletines electrónicos diarios, han sido un arma de contención muy importante. Así mismo, hemos sido francos con los estudiantes y con los padres de familia al advertirlos de las realidades universitarias y pedirles el concurso para mantener la Universidad funcionado.

He querido aprovechar este breve saludo para ofrecer-les un repaso sobre algunas actividades que se cumplen en el campo de lo que pudiéramos llamar la dimensión comunicacional de la Universidad, sin que pretenda con ello dar a entender que tenemos una estrategia consoli-dada; son apenas atisbos empíricos para atender un fren-te que indudablemente es crítico para el cabal funciona-miento de las universidades estatales en Colombia.

Celebro que los comunicadores de las universidades hayan resuelto abordar como tema el papel de las co-municaciones en situación de conflicto para este even-to; indudablemente tenemos mucho qué compartir y qué aprender en esta materia. Siempre será relevan-te que el rigor de la academia permee una actividad como las comunicaciones; crucial y complementaria para los afanes misionales de la educación superior.

También celebro los esfuerzos que en el tema ha veni-do haciendo el Ministerio de Educación Nacional desde el año pasado con la realización de los seminarios regionales y el foro internacional en torno al análisis del tratamiento que los medios de comunicación le han dado al tema edu-cativo en aras de mejorar la calidad de la información.

Agradezco a la Red Nacional de Comunicadores de Instituciones de Educación Superior Públicas, la Red de Universidades Públicas del Eje Cafetero Alma Ma-ter, al Ministerio de Educación Nacional y a Universia, organizadores de este importante encuentro.

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Medellín va, aceleradamente, camino a convertirse en una atractiva ciudad de servicios. Una urbe que facilita los negocios y el turismo, con pro-veedores de todos los aparejos que estos requieren. Medellín, la más educada, ciudad bilingüe, la mejor esquina de América, la más culta y en paz, ha esta-do en el imaginario de la élite gobernante antioqueña desde el siglo pasado, y este proyecto ha sido recogido por la administración de Sergio Fajardo y su sucesor Alonso Salazar.

Se pretende habilitar la ciudad como un gran centro de encuentro de inversionistas, negociantes, turistas, científicos, gobernantes, artistas, periodistas y otros. Se requiere, entonces, fortalecer los servicios financieros, de telecomunicaciones, los centros comerciales, los parques temáticos, los pabellones culturales, la capa-cidad y calidad hotelera, los centros de convenciones, las zonas de diversión – esparcimiento y deportes ex-tremos–, las pasarelas, los guías turísticos bilingües, los museos, lugares de interés histórico y paisajístico, vías de comunicación, oferta de agua, energía, gas, y otros. De hecho, ya se está haciendo.

Este proyecto está determinado por un imperativo histórico, los lineamientos que impone la sociedad global de agresivas ofertas, competitividades y consu-mos. Con óptima puesta en ejecución y estrategia per-suasiva de compromiso ciudadano, la administración Fajardo logró encausar decididamente a Medellín en esta ruta. Y así seguirá el proceso, porque, al parecer, no hay otro camino. Además, es mejor una Medellín

Soliloquio frente a un carbonerus medellinensis

Por Faber Cuervo

Economista. Egresado de la Universidad de Antioquia

de servicios, con harto flujo de extranjeros y capitales, que una Medellín en zozobra, aislada, donde espan-tan a las ocho de la noche.

Medellín se hace cada vez más atractiva para el tu-rismo, para las mujeres que demandan cirugías esté-ticas, para inversionistas asiáticos, para importadores gringos, para estudiantes extranjeros, para buscadores de su pareja. Y esto está bien ¿Quién dijo lo contrario? Aunque, ya son evidentes los aumentos del turismo sexual, de la demanda de droga psicotrópica, del auge de clínicas sospechosas, de saturación de mercancías, de epidemia de centros comerciales, de contrabando, de trata de blancas. Pero, qué se le va a hacer, “esos son los riesgos de la democracia”, “porque mande, mande el que mande, en el mundo siempre habrá, buena gente, mala gente, el que roba, el que mata, el que miente, indiferentes, tabaco y ron…”

¡Hay que vender a Medellín! Que sepan en todo el mundo que la otrora capital de pandillas y droga, ya es una “cuca de ciudad”, donde hay seguridad y libertad de movimiento, donde todo se compra, todo se ofrece, capacidad de mercadeo que ha sido su esencia desde que era San Lorenzo del Aburrá. La Vi-lla de la Candelaria de Medellín, ya no es la misma de hace quince años, es verdad. Se respira otro aire, otros aleteos; se ven otros rostros, nos miran otros ojos. Hay más oportunidades. El metro, el metrocable, la enorme infraestructura, la zona franca, la oferta cul-tural y académica, organizaciones sociales y barriales, programas para desestimular el conflicto, el abanico de medios de comunicación transformaron la ciudad. Algunas alcaldías antecesoras pusieron su granito de arena; la de Luis Pérez abrió las puertas de ese des-pacho a la comunidad. Antes, era una torre hermética con secretos, a la que poco le preocupaban los cre-cientes problemas. La administración Pérez empezó a mirar hacia las comunas; con el acompañamiento del profesor Enrique Batista, fortaleció tecnológicamente la educación secundaria, intentó dar un primer paso en la masificación del uso del computador y del Inter-net. La apertura de esa alcaldía prosiguió de manera más contundente y con mayor transparencia con Ser-gio Fajardo, y esto es, precisamente, lo que el voto libre y pensante quiere que se apuntale durante la ad-ministración del mandatario entrante.

El catalizador de la más reciente transformación de la ciudad fue la dignificación de la política, algo im-pensable hace sólo cinco años. La concepción y praxis de la política por parte del alcalde Sergio Fajardo, simi-lar a la del recién electo, Alonso Salazar, han cautivado

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una valiosa franja de opinión, a los jóvenes, a las mu-jeres, a los independientes. La gente eligió a Salazar, porque aprueba, en especial, el manejo transparente del erario público, la relación cara a cara con los ciu-dadanos y la gestión educativa de la administración Fajardo. Obviamente, las cualidades del autor de “No nacimos pa semilla” aseguraron su preferencia.

Se escucha el tintineo de los casinos, el retumbo de las discotecas, los suspiros de goce en los Spa, el ir y venir de los billetes y las siliconas. Hay más empleos para la clase media calificada, gana más dinero la clase alta, trabajan más duro los celadores y los vendedores ambulantes. Los soldados y policías se enloquecen y disparan a sus compañeros, las niñas –a sus 11 y 12 años– se suicidan, cada vez más profesores consultan al psiquiatra, desconectados temen la llegada de la no-che, muchos no comen para pagar servicios públicos, los arrendatarios no aguantan pagar arriendos caros, de los barrios altos bajan batallones a vender confites, una mujer con sus dos niños atrapa palomas en el par-que de Bolívar para tener carne en el almuerzo.

La sociedad quiere más bibliotecas, zonas verdes, parques con divulgación de ciencia y tecnología, es-pacios de recreación y cultura. Pero, también querrá menos opresión económica, menos carestía, menos fi-las, más inversión social. La ciudadanía también quiere seguir escuchando un discurso amable, argumentativo, reposado, decente, respetuoso. Pero, también querrá que no le cobren tantos impuestos y cargos fijos, ni le obliguen a pagar una factura para que le atiendan un reclamo. Es indudable que la proliferación de progra-mas culturales, conferencias, foros, debates televisados por los canales regionales, ha elevado la capacidad de discernimiento en la ciudad.

Sin embargo, la política es un asunto muy serio para dejarlo sólo en manos de los políticos. El buen político se sabe apenas un médium de la ciudadanía. Por esto, ésta tiene que crecer en Cultura Política; debe parti-cipar más en las decisiones públicas, hacerse escuchar con sus proposiciones, propiciar mayor debate a temas que son un tabú en Medellín y en Colombia. ¿Por qué no abaratar los servicios públicos? ¿Por qué no ampliar el pico y placa para los particulares? ¿Por qué no se convocan debates en torno a los alimentos transgéni-cos? ¿Por qué no se hace una discusión sobre los agro-combustibles? Los frutos de la tierra irán a los tanques de los autos, en lugar de a los estómagos humanos. ¿Por qué no escuchar a los indígenas para saber qué modelo de desarrollo nos proponen? Si hay alguna es-peranza, ellos tienen una gran parte, dijo Raúl Gómez

Jattin. ¿Por qué no estimular foros sobre la Medellín que queremos? Hay tanto de que hablar, hay tantas voces invisibilizadas, hay ideas enclaustradas, hay gen-te a quien escuchar.

La sociedad civil sigue despertando, también, en otras regiones. La alcaldía de Cali la ganó un médico con bue-na gestión en salud pública. Bogotá ya es amarilla. La go-bernación de Nariño, también. En Cartagena, una mujer hizo despertar a sus congéneres. El mapa político nacio-nal se parece más a las espirales multicolores de una ga-laxia que a un espectro restringido de banderas. ¿Es esto saludable para la democracia? ¿Para qué tantos partidos? Muchos son inventados a última hora. Divide y reinarás ¿Existen verdaderos partidos con proyectos, base social, disciplina, coherencia? La débil democracia colombiana parece sacudirse para entrar en un proceso de construc-ción con otras cepas, materiales y fórmulas arquitectóni-cas. Tal vez, el deseo de parte de la población, de “quitar-le el timón a algunos piratas” que han conducido mal sus embarcaciones, para trasladárselo a capitanes con otras cartas de navegación, fue la nota predominante en las elecciones territoriales del 28 de octubre de 2007. Claro que en algunas ciudades y departamentos no fue posible la distinción entre el pirata y el capitán, porque como dijo Antanas Mockus, “la contienda electoral fue un jue-go de Picota I contra Picota II, donde ganó Picota”.

Empieza a mejorar la democracia, claro que sí. Pero, no tanto como para estar eufóricos. “A todo lo ancho y a todo lo hondo, en la periferia, en el medio, y en el sub-fondo”, se sigue jugando la vida “en una encruci-jada, en una barricada, en un motín”. Los que ostentan el poder siguen comportándose igual. Los mismos que quieren entregar la soberanía alimentaria. Se volvieron a colar muchos elegidos que no representan “la canasta de bienes no transables” debida a cada elector, no hablamos de ninguna “voluntad general” ni de asistencialismo. Esa canasta de bienes está compuesta por la transparencia en todos los actos de gobierno del soberano, por la demos-tración clara de en que se están invirtiendo los impuestos que pagan los electores, su gestión en áreas vitales como la educación, la salud, la movilidad, la creación de opor-tunidades, el empleo, el medio ambiente.

Empero, hay que trascender la mecánica de siem-pre, la cual identifica política con elecciones. Sin meri-tocracia, terminan dándonos “más de lo mismo”: pan y circo y cemento. La proliferación de partidos poco ayuda a neutralizar la penetración del crimen y la co-rrupción en la política. Les sirve de cortina y refundan maquinarias clientelistas. Los ciudadanos debemos cambiar el disco compacto. La verdadera política se

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hace abajo, en las cocinas con las madres y las herma-nas, en la calle con los estudiantes y los obreros, en las tiendas con los amigos, en el campo con los sem-bradores. Corregir las mentiras que repiten con tinta y micrófono. Ilustrar desde la historia y la investigación cómo han sido las cosas. Refrescar la memoria, visibili-zar tantas víctimas. Deliberar, controvertir, debatir, sin recibir la paga de los sesgos. Consumir menos, meditar más, no comprar productos antiecológicos, ni vesti-menta fruto del abuso laboral y del trabajo infantil.

Siguen circulando miles de vehículos que matan el aire y hornean el planeta. En los supermercados em-pacan con bolsas plásticas, lentas para descomponerse. Hay puntos de las ciudades donde el ruido excesivo altera el genio y la salud de sus habitantes. Se privile-gia el asfalto para los autos por encima de los caminos peatonales y los carriles para las bicicletas. Los turnos de 12 horas consumen a médicos y enfermeras y debilitan la atención. Los gobernantes siguen adoptando recetas del Banco Mundial, elaboradas a favor de sus socios. Desgravan al capital y aumentan la carga tributaria al trabajo. Se implementan agriculturas que no alimentan sino que concentran las ganancias y regalan el saber an-cestral y campesino a privatistas. Los servicios públicos se convirtieron en empresas de acumulación capitalista. La salud es prestada entre tutelas y tacañerías.

Las administraciones asépticas que no quieren saber nada de los verdaderos retos que plantea la sociedad moderna, se pueden empañar. Un gobernante de hoy tiene el imperativo de involucrarse en la protección del medio ambiente. También está emplazado para no ha-cerle el juego a la violencia de ningún poder, sea legal o ilegal. Debe focalizar sus políticas sociales con una fuerte inclinación a la defensa del más débil. Requiere evitar por todos los medios a su alcance el fomento de la injusticia. Precisa de aumentar poderosos dispositivos de prevención y control de catástrofes naturales. Para preservar la vida en todas sus manifestaciones, urge una consecuente postura ética y ecológica en los líderes.

El inglés será la segunda lengua oficial en Colombia. Tu lenguaje, árbol aún en pie, ¿quién lo va a hablar, si no sirve para realizar negocios? Medellín, centro de rondas comerciales conectada a puertos en Urabá y a bancos de Panamá. Es mejor la abundancia que la escasez, decía mi abuela. ¡Oh¡ ¿Qué decís a todo esto, discreto carbonerus medellinenses?

Octubre de 2007

Ahora el mundo semeja un globo hincha-do a punto de reventar –y la palabra “globalización” pro-duce ese efecto–, climática, económica y culturalmente hablando... Pero si, tratando de encontrar voces cuerdas, nos marginamos de ese boom planetario que, como en los estados febriles de la infancia, parece envolvernos en una cierta abundancia asfixiante, el fenómeno parece arrojar sus manifestaciones. Por ejemplo, como expresión de esta era de la información y la comunicación, hay una inflación de la información que, ya desde hace décadas, en el mundo académico-editorial se traduce en lemas o motes con carácter de preceptos académicos, como “pu-blica o perece” (“publish or perish”), o de invitación pu-blicitaria, como “escribir para publicar”.

El lema-precepto “publica o perece”, llevados por su versión originaria ampliamente conocida “publish or pe-rish”, es de cuño anglosajón; pero algunos, como Euge-ne Garfield –fundador del Instituto para la Información Científica (en Estados Unidos), especializado en la cita-ción bibliográfica de textos científicos–, discuten su ori-gen preciso1. De hecho, la frase parece señalar hasta al mismo Marshall McLujan, quien, en el contexto de una carta a Ezra Pound del 22 de junio de 1951, habla del vínculo, que en carta anterior le señaló Pound, entre los administradores y las “beaneries” (restaurantes baratos,

El papel puede con todoSobre aquello de “publica o perece”

PorTeresa E. Cadavid G.

Profesora de cátedra. Facultad de Comunicaciones. Universidad de Antioquia

[email protected]

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cafetines); para señalar que éstas, es decir las universida-des, según nota de pie de página donde se agrega que “beanery” es el epíteto de Pound para universidad, a la espera del pago, se postran de rodillas ante la administra-ción, sujetas a su aprobación, con el lema “publish or pe-rish” (publica o perece) como “beanery motto” (lema de cafetería)2. En fin, dejando a un lado el probable carácter satírico de la cita, ese lema se empezó a utilizar como llamado administrativo para presionar, reforzar y asegurar la producción académico-científica en universidades, de tal manera que la publicación de textos es la medida del éxito en la carrera profesional, por decirlo así.

Por supuesto, ya que todas las disciplinas suponen el desarrollo de un discurso escrito, tiene sentido en la vida académica esa suerte de presión para que los profesores publiquen los resultados de sus trabajos, sus investigacio-nes, sus ideas y creaciones; pero las consecuencias de abocarse a la tarea de publicar lo que se hace sin que medie un proceso reflexivo, deliberativo, de encuentro con la escritura, y sin que de paso se evalúe y reevalúe la calidad de la formación que la misma institución que presiona a publicar ofrece, son claramente desastrosas.

Parece obviarse, pues, el carácter reflexivo de la escri-tura, su papel relevante en nuestro proceso de formación como sujetos; sobre todo si tenemos en cuenta que ex-hortaciones como esas pueden soslayar la disposición para pensar y dar paso a un mayor descuido del ejercicio académico de la lectoescritura en relación estrecha con el conocimiento, de la lectoescritura como herramienta clave e inmediata en la formación. Sin que se atienda seria, siste-mática y programáticamente a la lectoescritura en el medio académico, ¿a qué promover el escribir para publicar?

Si acaso se objeta que se presenta una baja producción editorial de textos académicos por parte de profesores, la causa habría que buscarla más bien en el contexto de una baja producción intelectual de éstos, y dado su des-empeño como transmisores de ideas, reproductores de construcciones ideológicas o parafraseadores de textos. Entonces, ¿publicar a partir de qué? Si no es a partir del cúmulo de experiencias y conocimientos adquiridos, y dentro de un proceso de ajuste y reajuste del pensamien-to, la publicación de textos resulta cuestión de vanidad, búsqueda de reconocimiento; o asunto académico-buro-crático, consistente en publicar, como hacen muchos, para acreditar supuestos méritos académicos que, de paso —o primordialmente—, les permitan ascenso en el escalafón docente. Porque, por lo demás, en el actual mercado edi-torial, grosso modo, parece estar en retirada la premisa de publicar sólo lo que verdaderamente vale la pena.

Sí, hoy el libro, ese singular objeto cultural, parece ser un artículo más de la producción en serie, con sus

códigos de barras y demás; los libros se producen indus-trialmente —por eso la “industria editorial”—, masiva e indiscriminadamente; y es obvio que no hay que tratar de buscar en ellos, no obstante su singularidad, ese halo o aura que, de acuerdo con Benjamin, en la “época de la reproducibilidad técnica”, la obra de arte perdió. Aura que los coleccionistas han querido encontrar, y que acaso ha contribuido a situar el libro, principalmente el de estir-pe literaria, como objeto fetiche de la cultura.

Aunque ese carácter de fetiche del libro también lo podemos corroborar ampliamente hoy, entre las distintas masas sociales de consumidores, cuando visitamos casas o apartamentos con enormes y bien dispuestas bibliotecas desempolvadas; y con libros relucientes que están ahí como decoración, esto es, más que como objetos de consumo, como testigos o fetiches del placer de consumir. De hecho, ya los planes arquitectónicos de esos “inmuebles” ofrecidos a la venta incluyen “biblioteca”. Hoy, precisamente...

Entonces, en nuestra “global” sociedad capitalista, ese singular objeto cultural discretamente alojado en los es-tantes se constituye también en elemento de un conti-nuo en la reificación de la cultura que, en medio de una producción hipertrofiada, el sistema propicia, al hacer del consumo un placer, e imponer el placer como algo que se consume. Nada raro que la presión-exhortación a publicar y a escribir para publicar en el ámbito académi-co no sólo atienda al ya añejo llamado mecanicista de la producción en serie, sino también al arrobo enajenante del “placer” de consumir; y que, en consecuencia, la es-critura sea arrollada por el mercado (del libro), la empresa editorial, en su empeño mercantil. De modo que es muy posible que la ávida producción y reproducción industrial del libro favorezca el trabajo improvisado de escritura; de ahí el descrédito y el descuido de ésta en los tiempos que corren, y que arrastran a publicar antes de que arrumes de información no “digerida” nos sepulten.

Si se antepone publicar como premisa, la escritura, y de paso la calidad de lo que se publica, corre riesgos. Si el fin inmediato es la publicación —a menos que se trate de la publicación, dentro de una comunidad aca-démica, de resultados socialmente impactantes de una investigación—, la escritura pierde su piso —por no decir, trilladamente, su razón fundamental de ser—. Dejando a un lado los textos literarios —sobre los que también abundan sobradas recomendaciones a noveles (y no no-veles) literatos de que no hay que escribir bajo la idea de publicar—, los ensayos y textos expositivos de que se surte la vida académica no se pueden improvisar, porque, entre otras cosas, el medio sucumbiría ante el plagio, la tergiversación y distintos tipos de desinformación.

Sabemos, en nuestro trabajo serio con el conocimien-

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to, que es viable escribir paralelamente o después de mucho someterse a la lectura cuidadosa de textos, pues leer y escribir son procesos formativos complementarios. Y lo que hay en medio es clave en nuestra estructuración como sujetos del conocimiento: nos formamos leyendo y escribiendo; sin improvisar, reflexivamente. La escritura es, pues, en su potencial epistémico, una parte relevante de ese proceso. Cuando uno escribe se demora en el sentido y reflexiona, indaga en la conciencia, pone en marcha pro-cesos cognitivos de abstracción, establece el diálogo consi-go mismo del que habló Platón. La escritura es un proceso de reconversión de sí en relación con lo que se piensa, que al mismo tiempo nos lleva a indagar por lo que se ha dicho sobre un asunto que nos inquieta —en este senti-do, también es diálogo con los demás—; se escribe para aprender —e incluso, algunos dicen, “para ser”—, y como Sócrates, aunque él mismo no escribió, para desarrollar el pensamiento, para saber lo que se sabe, para expresar lo que uno comprende: es escribiendo una idea que se tiene como uno logra darle forma a esa idea, aclararla y acla-rar su pensamiento, encontrar otras variantes... También ocurre que la escritura, en un sentido algo patético, nos despedace, o que nos haga cambiar de yo, de posiciones de sujeto y de mirada ante el mundo o de relación con los objetos de conocimiento...

O también podemos decir, a partir del texto emblemá-tico de Walter Ong, conjugando los sentidos filogenético y ontogénico, que la escritura “extiende la potencialidad del lenguaje casi ilimitadamente” y “da una nueva estruc-tura al pensamiento”.3 O sea que, como descendientes de una cultura letrada, experimentamos el desarrollo de la escritura como herramienta del pensamiento, al tiem-po que contamos con todo un arsenal de recursos lingüís-ticos que nos posibilitan la abstracción y nos permiten realizar esas distintas funciones del lenguaje de las que habló Jakobson.

En ese sentido, ante ese riesgo que corre la escritura con el asunto que venimos tratando, tal vez no sea com-pletamente descabellado pensar que, precisamente hoy, en la era de la información y la comunicación, se esté obviando ese carácter de instrumento del pensamiento, y ello nos represente una especie de mutación genética que la cultura debe sobrellevar. ¿Puede ser ello cierto?

Así, desdibujada la escritura, es probable que, en consecuencia, los textos que se produzcan no pasen de vagos informes o muestras de confusión. Y que además —en tanto la publicación de lo que se escribe no es su fin inmediato, sino, más bien, en el mejor de los casos, su fin último—, el resultado de promover imperativos como “publica o perece”, o exhortaciones sucedáneas como “escribir para publicar”, sin que primero se reconozca un

sustento claro en el ejercicio reflexivo y constante de la lectoescritura en las academias, sean los miles de árboles talados que alimentan la industria del reciclaje de papel.

Puede que ese sustento claro, institucional, sea un hecho en el medio académico norteamericano, donde muchas universidades cuentan con centros de escritura y programas que coordinan el ejercicio de escritura acadé-mica en distintos niveles, e incluso dentro de las discipli-nas.4 Pero sin duda en el nuestro, que importó la fórmula del “publica o perece”, no lo hay: no hay siquiera asomo de esos centros, y tanto la escritura como la lectura son descuidadas —no se toman realmente en serio— por la misma universidad.

Por lo demás, acaso se puede contraponer a ese afán descuidado de publicar la expresión, entre irónica y sar-cástica, ampliamente practicada en nuestra lengua: “el papel puede con todo”, con la que, a manera de con-traargumento, se rebaten a posteriori las ideas, opiniones o argumentos presentados en un texto. En general, “el papel puede con todo” parece ser la fórmula corriente de la que nos servimos para entrar a cuestionar arandelas burocráticas o medidas demagógicas, administrativas y legales, que, por ejemplo, contrastan ampliamente con la realidad, o con hechos y situaciones conocidas; y también la expresión de queja o impotencia ante las imposiciones del sistema (económico, social, político, educativo...). Pero, en nuestro caso, equivale a decir, prosaicamente, que lo que se publica puede ser ora mentiras, ora “basu-ra”, ora galimatías u ora verdades. ¡Qué sabemos!

Notas

1. Al respecto, el texto (tomado de The Scientist, 1996, 10(12):11): “What is the Primordial Reference for Phrase ´Publish or Perish´?”. Disponible en: http://www.garfield.library.upenn.edu/commentaries/tsv10(12)p11y19960610.pdf Acceso: agosto 31 de 2007.

2. Marshal McLuhan, Letters of Marshall McLuhan. Marie Molinaro et al (ed.). Nueva York: Oxford University Press, 1987, pp. 226-228.

3. Walter Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la pala-bra. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 1994.

4. Al respecto se puede consultar el trabajo de rastreo de Paula Carlino “Enseñar a escribir en la universidad: cómo lo hacen en Estados Unidos y por qué”, en: Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), Revista Iberoamericana de Educación, Ma-drid, agosto de 2006. Disponible en: http://www.rieoei.org/deloslectores/279carlino.pdf Acceso: agosto 31 de 2007.

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El manejo que el hombre le está dando a la naturaleza es otro signo fatal de nuestro tiempo. Se maltrata el ambiente, se lo contamina y se destruye. Ni se divulga ni se fomenta el conocimiento para con-tribuir a su preservación. Las leyes no se cumplen y las normas tampoco. Las autoridades no colaboran, ni los organismos oficiales, ni las empresas, ni los alcaldes y menos aún la sociedad, la comunidad, que sigue ciega frente a un problema que cada vez la afecta más sobre todo en el campo de la salud. La cátedra de Mutis, impuesta en los establecimientos educativos durante el gobierno de Belisario Betancur, para inducir una nueva disciplina del hombre en sus relaciones con la naturaleza, desde la escuela, donde se forma el nuevo ciudadano, tuvo apenas la vigencia de un semestre. Por eso no fue posible que se conociera ampliamen-te lo relativo a las prescripciones, recomendaciones y obligaciones en el trato diario con la naturaleza.

EcologíaEl término ecología fue empleado en 1866 por el

naturalista alemán Ernest Haeckel, famoso por haber sido uno de los más audaces defensores del trans-formismo. Desde entonces la palabra ecología se pronuncia sucesivamente y se escribe en estudios so-bre las condiciones ambientales del hombre y de las distintas especies vivas, sin una toma de conciencia sobre la importancia que este vocablo tiene en el de-sarrollo de la humanidad.

PorJosé Jaramillo Alzate

Profesor JubiladoFacultad de Comunicaciones

El valor de la información ambientalEn defensa del recurso natural

La salud es el estado del individuo y de la comu-nidad en respuesta al estímulo del medio, lo cual permite una adaptación correcta a las circunstancias de permanente reacción contra las agresiones am-bientales. La armonía entre el hombre y la naturaleza posibilita la convivencia, la superación de los niveles sociales, económicos y culturales. Además desarrolla los sentimientos de solidaridad y de mayor acceso al concepto de libertad.

Algunos tratadistas de la materia han establecido una cierta relación entre epidemiología y ecología, afirmando que la primera es la ecología aplicada a las condiciones de salud y enfermedad de la comu-nidad y la segunda es la epidemiología de la vida en el universo. Es lo que ha permitido diagnosticar una sensible perturbación para los años por venir si no se atienden las angustiosas advertencias para contener este desastre. Los expertos en salud pú-blica afirman que la contaminación está generando enfermedades crónicas que afectan el rendimiento laboral y limitan el ciclo biológico.

La conducta del hombre en la sociedad moder-na ha deteriorado notablemente su propio ecosis-tema. Sin consideración alguna se atropella el es-cenario natural, sin medir las consecuencias que ese mal comportamiento tiene para la vida misma del hombre y de todas las especies vivas. Es una conducta que nos está llevando al límite de los re-cursos disponibles. Entre nosotros, en Colombia, el daño ecológico ha sido escandaloso. Ni las normas legales, ni la estructura institucional, ni quienes pretenden el hallazgo de un Estado mejor a través de la violencia con acciones destructivas y el relevo de los cultivos lícitos por los ilícitos, han logrado modificar esos hábitos de exterminio del propio entorno. Se degradan los bosques, se contaminan las aguas y la atmósfera. No hay freno moral para contener el arrojo de desechos a ríos y quebradas. Carecemos casi por completo de una disciplina so-cial para el tratamiento del medio ambiente.

En una investigación que adelanté para la página científica de El Colombiano y en trabajos posteriores de periodismo científico, adelantados en la Univer-sidad de Antioquia, pude descubrir y denunciar el uso irresponsable de funguicidas, herbicidas y otras sustancias químicas utilizadas en los distintos cam-pos de la producción agrícola y en sus procesos de agroindustria. Algo similar se encontró en la indus-tria urbana, cuyos desechos arrojados sobre el río

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Medellín y sus vertientes exterminaron especies que habían servido para investigaciones alimentarias y de otros aspectos en la acuicultura, como ocurrió con los cultivos de sabaletas en el río Porce, producto que tenía ya una amplia comercialización y una crecien-te demanda entre consumidores, constituyéndose en fuente de ingresos para grupos campesinos que se habían dedicado por completo a este quehacer.

Estas investigaciones sobre los deterioros del me-dio ambiente permitieron establecer distintos casos de malformaciones congénitas por estas causas. En los cultivos de caña, banano y algodón en Antioquia, Cauca y Tolima, encontramos repetidas muestras de anancefalia, sirenoides, elefantiasis y uno muy par-ticular y curioso: el niño pájaro. Hay una progresiva contaminación de la atmósfera y el aire. La polución en las ciudades hace el tránsito al organismo huma-no a través de las ventas callejeras de alimentos. El ruido estimulado por el transporte urbano causa un alto índice de afecciones auditivas. En una investi-gación organizada por la Cámara Júnior de Mede-llín, que pudimos constatar en la zona aledaña al aeropuerto Olaya Herrera, cuando allí llegaban to-dos los vuelos nacionales, se detectaron afecciones auditivas en el 25% de la población menor de ocho años, residenciadas en el sector. Con el agua se ha establecido algo similar debido a la constante conta-minación. Biólogos de la Universidad de Antioquia comprobaron la extinción de la sabaleta por estas causas y alertaron sobre los riesgos en su consumo. Carecemos de una educación relacionada con los valores del agua como elemento de vida.

Los daños causados por la contaminación en el planeta comienzan a preocupar a gobiernos e instituciones. Las Naciones Unidas han promovido medidas de prevención en recomendaciones y ca-tálogos sobre los cuidados que deben tenerse con la naturaleza. Y la Asociación Americana para el Fomento de la Ciencia ha señalado los siguientes puntos como los más incidentes en el problema am-biental: la tala de bosques, el aumento de anhídrido carbónico en la atmósfera, la lluvia ácida y la conta-minación sobre grandes extensiones de la tierra, los insecticidas químicos y la creciente urbanización, muchas veces sin planeamiento y sin los estudios previos en lo concerniente a la formación geológica y a las perspectivas urbanísticas para el suministro de los servicios fundamentales, entre ellos el agua y la energía. En Colombia la destrucción del medio ambiente es un desastre que avanza ante la indife-

rencia de gobernantes, dirigentes de todas las clases y de la misma sociedad, que es a la postre la víctima de su propio descuido.

En un estudio publicado por Internaciones, de la República Federal de Alemania, se calcula que la superficie de los bosques tropicales primarios, es decir, los no talados aún, experimentan un retroceso anual de 11.3 millones de hectáreas. Ya ha desapa-recido el 40% del total de los bosques tropicales y en 30 años más, en muchos de los países del Tercer Mundo no quedará ni un árbol, si se mantiene esta tendencia. Por su parte la Organización Mundial de la Salud atribuye el 80% de las enfermedades de los países subdesarrollados a la contaminación de las aguas y a lo precario de los sistemas de depuración y eliminación de desechos.

De la suma de estas informaciones se desprende la necesidad y la importancia de incrementar la difusión de leyes, normas y recomendaciones para un mejora-miento del medio ambiente, su manejo, su manteni-miento, evitando los daños y los malos efectos ya esta-blecidos sobre la población. La información adecuada sobre el medio ambiente, su conservación y manteni-miento en la relación hombre y recursos naturales, tie-ne un valor de formación educativa entre la población. Desde el año de 1961, cuando se instaló en Estocolmo la primera conferencia mundial del medio ambiente, se hicieron advertencias y recomendaciones sobre el cuidado que, con el concurso de todos, debe brindar al medio en que vivimos. En varios países se adoptaron normas consecuentes, que no siempre se cumplen y en la mayoría se desconocen. Es lo que ocurre entre nosotros con el código de los recursos naturales, ley 23 de 1973 y las reformas complementarias. Por eso se insiste en la necesidad de educar a las nuevas ge-neraciones en ese deber ciudadano como elemento indispensable de la libertad y de la paz social. Es lo que debe incrementarse en los establecimientos edu-cativos desde el preescolar hasta el universitario. Sólo así podemos hacer lo que debemos y no deshacer lo que tenemos por causa de la ignorancia que genera los malos comportamientos que hoy se tienen con el medio ambiente, que es el escenario de nuestra vida y de todas las especies que habitan el planeta.

Los grandes riesgos ecológicosLa Organización Mundial de la Salud ha convocado

a gobiernos y organizaciones para que asuman concien-cia en los riesgos de una crisis ecológica mundial, ya que al ritmo que se está contaminando el ambiente pueden

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dimensionarse las extensiones inhabitables del globo. En los últimos encuentros científicos dedicados al estudio de la tierra, de los recursos renovables, no renovables y al medio ambiente, se han sugerido adopciones discipli-narias, institucionales y comunitarias, para guardar la ar-monía entre el crecimiento incesante de la población, la preservación de las disponibilidades de agua potable y la preparación de nuevas áreas de producción alimentaria. Hoy el gran interrogante es si con los procesos conoci-dos de la destrucción ambiental podrá mantenerse una adecuación de los recursos naturales necesarios para la vida de la humanidad y de las especies vivas. Entre no-sotros, en nuestro medio, es ya preocupante la extinción de millares de microcuencas no recuperables. Y todo es producto de una conducta contra la naturaleza, además del alarmante desperdicio del agua. Contra la idea de un futuro inquietante y desastroso, los científicos proponen una planeación elemental en el manejo de los medios ambientales, indicando que es más sabio y convenien-te compartir los bienes de la naturaleza que acaparar-los, sustrayendo de su goce a los grandes núcleos que alcanzan la condición de marginados. Son el peligro y la amenaza que van juntos en la destrucción de los bienes de la naturaleza, como el agua.

Son muchas ya las recomendaciones hechas para prevenir y detener el proceso destructivo de la natura-leza. En las Naciones Unidas se ha elaborado un catá-logo de advertencias para procurar una mejor relación con los recursos naturales. Los llamados riesgos ecoló-gicos constituyen uno de los problemas mayores so-bre los cuales se ha reclamado el interés de la opinión pública. Los expertos en ecología, de la Asociación Americana para el Fomento de la Ciencia, reunieron en los siguientes puntos, los más altos riesgos para la estabilidad del medio ambiente:

-La tala de bosques, sobre todo en el trópico-La expansión de los desiertos-La desprotección de especies animales y vegetales

amenazadas-El aumento de anhídrido carbónico en la atmósfera-La lluvia ácida y la expansión de contaminación

sobre grandes zonas del planeta-Los insecticidas químicos-La contaminación de las aguas-La ausencia de medidas y voluntad para la preser-

vación de las especies-La creciente urbanizaciónA todo lo anterior podemos sumar la falta de una

educación que debe impartirse desde el inicio escolar. El cuidado del medio ambiente es un reto que no se ha enfrentado con el debido interés que demanda. Los mismos científicos opinan que los aspectos globales de la contaminación no han sido tomados, hasta ahora, con la debida prelación que exigen. En Colombia es un desastre que avanza ante la indiferencia de gober-nantes, dirigentes de todas las clases sociales, econó-mica y política, y de la misma sociedad que es a la postre la víctima de su propio descuido. Todo se nos va en diagnósticos y recomendaciones. En 1975 durante unas jornadas de consideración ambiental convocadas por Colciencias y varias organizaciones profesionales, se lanzó un SOS y se pidió la colaboración de todo el mundo, en especial de los medios de comunica-ción para una cobertura educativa. Necesitamos nor-mas, funcionarios y conducta ciudadana para poner fin a los desmanes contra la naturaleza, para evitar un futuro peor a la población colombiana, distribuida igualmente sin planes de desarrollo. Es un comporta-miento preocupante que debemos corregir mediante la valoración de la información ambiental. No pode-mos seguir de espaldas al problema ambiental, menos ahora, cuando surge el cambio climático, con efectos de graves repercusiones en los recursos hídricos y en la producción agrícola. Científicos e investigadores coin-ciden en señalar que este calentamiento global es uno de los más críticos desafíos que enfrenta el planeta. Es la emergencia planetaria, como lo consigna en uno de sus documentos el ex vicepresidente norteamericano Al Gore, promoviendo el interés general para propi-ciar acciones contra el calentamiento global y la mayor reserva de los recursos naturales, considerablemente afectados, especialmente por la deforestación, como ha venido ocurriendo en Colombia en grandes exten-siones de su geografía, para incrementar los cultivos ilícitos. Planteamientos similares hicieron los exposi-tores invitados por nuestra Alma Mater al Simposio Cambio Climático, Ciencia y Conciencia, dentro del programa Expo-universidad 2007 y en el Congreso Internacional de Salud Pública, organizado por la Fa-cultad Nacional de Salud Pública Héctor Abad Gómez de la Universidad de Antioquia, en el cual se incluyó lo pertinente a salud, ambiente y desarrollo. De estos actos y de su oportuna difusión, se desprende el valor que tiene la información en los procesos de la organi-zación social y la adecuada preservación de sus recur-sos, para no perecer en el deterioro ambiental.

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La jornada “Y LA MUERTE NO TENDRÁ SEÑORÍO”, realizada en agosto de 2007 en memoria de los luchadores por la vigencia de los Derecho Humanos Héctor Abad Gómez, Leonardo Betancur Taborda, Pedro Luis Valencia Giraldo y Luis Fernando Vélez Vélez, asesinados en Medellín en 1987, concluyó con un acto solemne, masivo y emotivo, en el Paraninfo del Alma Máter de Antioquia. Allí, el Representante en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, JUAN PABLO CORLAZZOLI, ofreció la conferencia “Derechos Humanos o la Lucha por la Dignidad”, publicada en la edición 558 del Periódico ALMA MATER. En este número de la Revista DEBATES damos a conocer las semblanzas de los cuatro dirigentes políticos, profesores universitarios y ciudadanos colombianos,

quienes contribuyeron a cimentar la esperanza de que tras la barbarie ha habido siempre un país por el cual debemos luchar y soñar, sin claudicaciones. También publicamos la nota leída en homenaje a otro

luchador asesinado, Jesús María Valle Jaramillo, y el escrito de Natalia Valencia Zuluaga.

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Hace exactamente 25 años, entonces era agosto de 1982, al ofrecer uno de los actos con los que celebramos la jubilación del profesor Héctor Abad Gómez, le dije por primera vez: “El sembrador siem-pre nace”1. Hoy, al ver lo que vemos aquí y en muchas regiones del país, al leer lo que hemos leído de él y sobre él en estos primeros veinte años de su muerte, y al sentir lo que sentimos en actos de tanta intensidad humana y calidad académica, puedo reafirmar con re-novada energía y argumentos incontrastables: Héctor Abad, el sembrador, siempre nace.

La expresión contiene dos afirmaciones sustancia-les. La primera: que Abad Gómez fue un sembrador.

EL SEMBRADOR SIEMPRE NACEEn los veinte años del asesinato de Héctor Abad Gómez

Por Saúl Franco Agudelo*

* Médico egresado de la Universidad de Antioquia. Magíster en Medicina Social en la Universidad Au-tónoma Metropolitana de México. Doctor en Salud Pública de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz de Río de Janeiro, Bra-sil. Tesis laureada sobre el tema de la Salud Pública, con textos explicativos de la violencia en Colombia. Presenta una reconocida experiencia en el área de la Salud Pública, donde se ha destacado ampliamente por la presentación de propuestas y alternativas ten-dientes al mejoramiento del nivel de salud de los co-lombianos. Es invitado frecuente a los foros naciona-les y latinoamericanos sobre temas de salud pública. Asimismo, ha sido asesor y consultor internacional de la Organización Panamericana de la Salud y de varios países de la región. Es autor de un amplio nú-mero de publicaciones nacionales e internacionales. Condecorado en 2004 por el Consejo Superior de la Universidad de Antioquia con la Orden al Mérito Universitario Francisco Antonio Zea.

La segunda: que quien dedica su vida a sembrar, nun-ca muere. Sembró, desde su infancia en Jericó hasta su muerte en la puerta de la sede de los maestros an-tioqueños aquí en Medellín, ideas de amor y respeto a la vida; de rebeldía contra la pobreza, la injusticia y la exclusión; de nuevos sentidos para la salud pública, la medicina social, la promoción de la salud y lo que hoy se llama determinantes sociales de la salud. Sembró cinco hijas y un hijo en las entrañas fértiles de doña Cecilia. Sembró organizaciones y apoyó movilizacio-nes por la defensa del agua limpia, de la leche pura, de la vacunación preventiva, de los hospitales públi-cos, de los marginados del poder y del dinero, de los derechos de sus colegas los profesores universitarios y de los derechos humanos, su suprema y costosa obse-sión. Sembró rosas en su refugio de Rionegro. Sembró dudas y esperanzas en quienes tuvimos la suerte irre-petible de haber sido sus alumnos.

Y claro, quien tanto siembra, vive renaciendo. Por eso nunca muere, aunque lo maten con seis tiros como a él. Lo hirieron en el pecho, y no murió. Lo abalearon en la cabeza y en el cuello y, aunque cayó para siempre, nunca murió. Ha estado vivo cada día de estos primeros veinte años de orfandad de todos nosotros. Y resucitó para siempre en el monumento vivo e indestructible que le construyó su hijo Héctor Joaquín en el libro apasionado y riguroso “El olvido que seremos”. Creo Héctor que esta obra, producto de un amor filial tan grande que te llevó a preferirlo al mismo cielo, como se lo dijiste a la monjita Josefa: “Yo ya no me quiero ir para el cielo. A mí no me gusta el cielo sin mi papá. Prefiero irme para el infierno con él”2. Esta obra, digo, hizo ya definitivamente imposi-ble el olvido de tu papá. Los demás, sus discípulos, sus amigos, los herederos de sus siembras, nos encar-garemos de seguir escribiendo a diario, sin duda con menos brillo que el tuyo pero con enorme afecto y decisión de acero, otra obra con un título comprome-tedor: “El olvido que impediremos”.

Dado que ya otros aspectos de su vida, en espe-cial su calidad humana, su carácter de padre, líder y luchador infatigable por los derechos humanos, han sido cuidadosamente desarrollados por otros de sus

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familiares, amigos y estudiosos, por razones de cam-po profesional y por haberle conocido en especial su faceta de médico-salubrista, quiero dedicar estas ano-taciones a enunciar algunas de las dimensiones en que el profesor Abad vivió, entendió y enseñó la salud pú-blica, y de las tensiones que padeció e hizo padecer por su genial forma de interpretarla y practicarla.

Arriesgo una primera afirmación al respecto: Héctor Abad tenía la salud pública en su código genético. En otras palabras: la salud pública no era externa, ocasio-nal o utilitaria en su vida. Era hilo conductor, razón de vida, pasión insaciable. O, como ya lo he escrito varias veces: Abad Gómez era un salubrista esencial3.

Como visionario que fue en el campo de la salud pública, no permite que lo ubiquemos de manera rí-gida en alguna de las principales escuelas o corrien-tes de pensamiento y de acción del campo salubrista. Después de pensarlo mucho y despacio, he ido con-cluyendo que Abad se formó en la corriente higienista, practicó durante toda su vida el preventivismo, y con-tribuyó intuitiva y eficazmente a sentar las bases de la corriente médico-social latinoamericana. Me explico.

La Higiene, palabra derivada del nombre de la diosa de la salud, predominó en la concepción hipocrática de la salud. Era una higiene privada que luego, transforma-da por los horrores de la peste en la edad media, devino en higiene pública. Era un conjunto de normas que de-bían ser observadas para mantener la salud y evitar las enfermedades4. Normas de alimentación, de aseo, del vestido, del ejercicio en la higiene privada. Normas de limpieza social –no en el trágico sentido actual en nues-tro país–, de control de los lugares públicos, de sujeción de ciertas conductas individuales ante los imperativos colectivos. Sanidad y salubridad son las dos palabras cla-ve para la higiene. Y confirmando que la higiene no es cosa de médicos, fue el filósofo Emmanuel Kant quien delimitó con claridad las dos higienes: “Aquello que es bueno para la salud de cada uno, se denomina salu-dable; aquello que compete a todos, salubre”5. Y bajo ambas modalidades, la higiene predominó en el mundo de lo que hoy llamamos salud pública hasta cuando el descubrimiento de los agentes etiológicos provocó una revolución que terminó imponiendo la actitud preven-tiva y fortaleciendo la medicina clínica a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Pues bien, Abad vivió obsesio-nado por la higiene, la de todos y la de cada uno. La del agua, del aire, de la leche, de las comidas, de las manos, de los pies y los zapatos.

Pero no se quedó en la higiene. Captó desde muy temprano la importancia de prevenir las enfermeda-

des. Vacunar y desparasitar fueron algunas de las ba-ses del preventivismo. Y Abad se empeñó, por tanto, en impulsar la vacunación masiva contra la poliomie-litis en Antioquia, contra la fiebre amarilla en el Pu-tumayo, contra todas las enfermedades para las que hubiera vacuna en todo el país. Como era un Maestro –carácter también esencial en él– no podía limitarse a hacer prevención. Tenía que enseñar a prevenir. En 1957 fue invitado a fundar, y efectivamente creó el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Públi-ca en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, su nicho académico durante el cuarto de siglo más activo de su vida de salubrista. En 1963 fundó en Medellín la Escuela Nacional de Salud Pública que, con carácter de Facultad, hoy lleva su nombre. Y como para enseñar en serio tenía que investigar de alguna forma, lo hizo, a veces con más dedicación que rigor, pero siempre con seriedad y una aguda visión de lo esencial. Un año antes de su muerte, en una especie de autocrítica, reconoció los límites del modelo preventivo. “Ya es tiempo de que los médicos y los salubristas nos preguntemos, re-flexionemos, pensemos en si por habernos dedicado exclusivamente a la prevención de las enfermedades, al tratamiento de ellas y a la rehabilitación de sus se-cuelas, hemos olvidado la observación en conjunto de la vida humana, de las comunidades humanas, de sus otros problemas tales como la pobreza, la desocupa-ción, la injusticia, la violencia, la inseguridad, la defi-ciente organización social”6.

Como visionario que fue en el campo de la salud pública, no permite que lo ubiquemos de manera rígida en alguna de las principales escuelas

o corrientes de pensamiento y de acción del campo salubrista. Después de pensarlo mucho y despacio, he ido concluyendo que Abad se formó en la corriente higienista, practicó durante

toda su vida el preventivismo, y contribuyó intuitiva y eficazmente a sentar las bases de la corriente

médico-social latinoamericana.

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Sin proponérselo, y hasta ahora sin el suficiente re-conocimiento académico, contribuyó a poner las ba-ses del pensamiento médico-social latinoamericano y a la conceptualización hoy en boga de los determi-nantes sociales de la salud. ¿O no es exactamente eso el enunciado antes citado, su persistente afirmación del origen, la naturaleza y la dinámica social de las enfermedades, y su ejemplar llamado a la organiza-ción y a la participación social para lograr condicio-nes de vida y de salud dignas y políticas y programas de salud equitativos y adecuados?

Posiblemente siguiendo sin saber uno de esos guio-nes secretos de la vida, veinte días antes de su muerte lo invité y aceptó participar en el IV Congreso Lati-noamericano y V Mundial de Medicina Social en el recinto de Quirama. Allí moderó uno de los paneles centrales sobre la salud en el proceso de paz centro-americano y le escuché por última vez de viva voz sus lecciones imborrables sobre el carácter y el papel polí-tico de la salud pública, sobre la prioridad de la defen-sa de la vida y de los derechos humanos aun en medio de las guerras, y sobre la dimensión de la salud como un puente para la paz.

Sería tan injusto con él como abusivo con el tiem-po de ustedes si pretendiera exponer sus principales aportes conceptuales en salud pública. Corriendo el riesgo de excesiva simplificación quiero, no obstante, sólo enunciar tres de ellos dada su vigencia y riqueza.

El primero se refiere a la promoción de la salud. Más que un teórico, el profesor Abad fue un promotor convencido de la promoción de la salud. Fue sin duda el pionero en Colombia de esta dimensión de la salud pública. Treinta años antes de que se promulgara la Car-ta de Ottawa, cédula de ciudadanía de la promoción de la salud, ya él estaba formando promotoras rurales en el municipio de Santo Domingo. Y se empeñó tanto en desarrollar la idea que había aprendido en México, que a los veinticinco años de iniciado el trabajo había ya en el país 5.000 promotoras rurales de salud, “mis cinco mil novias” como las llamó en el enamorado artículo periodístico del 23 de agosto de 19817.

El segundo aporte que destaco hoy es la dimen-sión internacional de la salud pública que el doctor Abad aprendió y enseñó tempranamente. A mitad del siglo pasado, cuando nadie hablaba de globalización y cuando los procesos de internacionalización estaban apenas embrionarios, ya él estaba en los Estados Uni-dos haciendo su posgrado en Salud Pública Internacio-nal, en Mineapolis. Desde entonces estableció y man-

tuvo por siempre vínculos académicos y de trabajo sanitario con estudiantes, investigadores y funcionarios de distintos países y organismos internacionales y logró una presencia internacional destacada. Pero el punto a resaltar es su visión internacionalista de los problemas y las soluciones en el campo de la salud. Entendía que ni las epidemias ni sus curas respetan las fronteras na-cionales. Que la cooperación internacional en salud es un recurso necesario para enriquecer los enfoques y las acciones en salud, al tiempo que es un amplio espacio de intercambio y enriquecimientos mutuos.

Y el tercer aporte visionario de mi Maestro fue el ejemplo y el llamado a reconocer la violencia como problema prioritario de salud pública en nuestro país. Hace 45 años, justo en 1962, Abad invitó a los asistentes al Primer Congreso Colombiano de Salud Pública a investigar, con los métodos y recursos epi-demiológicos, el tema de la violencia8. La entendía no como una enfermedad, sino como “un síntoma de profundas enfermedades sociales de tipo religioso, po-lítico, cultural o económico”9. Sostuvo que la violencia era social y culturalmente construida y determinada. Se opuso a quienes creían que la violencia podría tra-tar de acabarse oponiéndole más violencia, lección que el actual gobierno se niega en aceptar. Y terminó sus reflexiones sobre el tema preguntándose y pregun-

Abad vivió obsesionado por la higiene, la de todos y la de cada uno. La del agua, del aire, de la leche, de

las comidas, de las manos, de los pies y los zapatos.

Pero no se quedó en la higiene. Captó desde muy temprano la importancia

de prevenir las enfermedades. Vacunar y desparasitar fueron

algunas de las bases del preventivismo. Y Abad se empeñó,

por tanto, en impulsar la vacunación masiva contra la poliomielitis en

Antioquia, contra la fiebre amarilla en el Putumayo, contra todas las

enfermedades para las que hubiera vacuna en todo el país.

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tándonos, con la mezcla de ingenuo y provocador que siempre tuvo: “¿Si sabemos el diagnóstico y los reme-dios, por qué no aplicamos los remedios?“.

Posiblemente ustedes sepan que yo terminé dedi-cando la mayor parte de mi vida intelectual a tratar de comprender este fenómeno mediante el estudio y la investigación constantes, y a contribuir en algo a divulgar su importancia y a sugerir ideas y acciones posibles para su abordaje. Ante ustedes reconozco hoy, con una mezcla de dolor y gratitud, que fueron las enseñanzas en vida, pero sobre todo el golpe del asesinato del doctor Abad, de mi amigo Leonardo Be-tancur, de Pedro Luis Valencia, Luis Fernando Vélez y demás compañeros de la Universidad de Antioquia, lo que en el exilio que siguió a sus muertes y aplazó la mía, me determinó y enrutó por este tormentoso y riesgoso camino. A ellos dedico, con el alma, lo que haya podido lograr en este campo. Y en su memoria seguiré haciendo la tarea hasta que mi muerte nos hermane para siempre.

Por las balas que lo mataron prematuramente, por su constante inquietud intelectual y por una especie de compulsión que lo llevaba a cambiar de tema con frecuencia y a no dar continuidad a algunos desa-rrollos, muchas de las lecciones del doctor Abad en salud pública quedaron inconclusas o les faltó mayor cultivo y profundidad. Nos toca a los que seguimos

“Ya es tiempo de que los médicos y los salubristas nos preguntemos,

reflexionemos, pensemos en si por habernos dedicado

exclusivamente a la prevención de las enfermedades, al tratamiento

de ellas y a la rehabilitación de sus secuelas, hemos olvidado la

observación en conjunto de la vida humana, de las comunidades humanas, de sus otros problemas

tales como la pobreza, la desocupación, la injusticia, la

violencia, la inseguridad, la deficiente organización social”

Notas

1. Franco, Saúl. El sembrador siempre nace: a propósito de la jubilación del Dr. Héctor Abad G. Boletín. Asociación de profesores. Universidad de Antioquia, N° 5:12-13, Mede-llín, octubre 1982.

2. Abad Faciolince, Héctor. El olvido que seremos. Editorial Planeta. Bogotá, 2006

3. Franco, Saúl. El esencial. La Hoja de Medellín. 23:10-13. Medellín, agosto de 1994.

4. Quevedo, Emilio. Cuando la higiene se volvió pública. Revista Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Co-lombia, Vol.52, No. 1:83-90. 2004.

5. Lecourt, Dominique. Dictionnaire de la pensée médicale. Presses Universitaires de France, 2004, pag. 606.

6. Abad, G. Héctor. Características del desarrollo científico en Colombia y su relación con la salud pública. Serie Pu-blicamos, No. 1. Sociedad Vallecaucana de salud pública. Cali, septiembre, 1986.

7. Franco, Saúl. Dos salubristas y universitarios esenciales: Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur. Agenda Cultural. Universidad de Antioquia, No. 135: 10-16, agosto 2007.

8. Abad Gómez, Héctor. Necesidad de estudios epide-miológicos sobre la violencia. Primer Congreso Colom-biano de Salud Pública. Medellín. Editorial Bedout, no-viembre de 1962.

9. Abad Gómez, Héctor. La violencia: síntoma de enferme-dad social. Editorial. Boletín Epidemiológico de Antioquia, II(1), 1987. En: Momento Médico. Suplemento, p. 7, Me-dellín, agosto, 1987.

y a los que vendrán después, decantar y aplicar sus enseñanzas, discutir sus propuestas embrionarias y tal vez corregir algunos rumbos y hasta refutar algunas argumentaciones. Todo ello es necesario y creo que él estaría feliz de ver germinar sus semillas y recortar las malezas que inevitablemente crecen en cualquier campo, más cuando tiene la complejidad del campo de la salud pública. Y tranquilos que él, intensamente vivo, nos seguirá acompañando y enseñando. Porque el sembrador siempre nace.

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En estos días de evocación, se ha men-cionado reiteradamente la relación entre el olvido y la muerte. La que me ha parecido más elocuente es la expresión de Rilke que leí en alguna ocasión y que hace referencia a que con el olvido se está infinita-mente muerto. En esa lógica, el recuerdo puede hacer a alguien infinitamente vivo si se le imprime vida al recuerdo. Esto significa que no puede ser cualquier recuerdo. No puede ser aquel que se materializa en una estatua en la que se posan las palomas a dejar sus excrementos. Debe ser el recuerdo que presente al personaje como un ideal a seguir, como un modelo a imitar, como un prototipo moral, un inspirador de la reflexión y de la acción.

Desde cuando me encomendaron hacer la sem-blanza de Leonardo Betancur, su recuerdo me ha se-guido como una sombra. Lo he sentido infinitamente vivo en la conversación con sus amigos y con muchas personas que estuvieron cerca de él en distintos mo-mentos de su vida y que subrayan diversas facetas de su significación vital y a quienes seguramente traicio-naré en lo que voy a decir.

Como es necesario escoger una dimensión del sem-blante, la que más me resuena, de lo que logré recoger de las distintas fuentes, es que Leonardo fue un habi-tante cabal de su tiempo, un político.

En el tiempo que le correspondió vivir estaba en auge lo que Joseph Ramoneda llama la pasión políti-ca. Se vivían los efectos de la revolución cubana; se asistía a la crítica al socialismo soviético; se recibían los ecos de la revolución china; el mayo del 68 ha-bía dejado su estela. Esas influencias eran recibidas por una juventud soñadora; de una sensibilidad so-

A la memoria de Leonardo Betancur Taborda

Por Carlos Alberto Giraldo G.

Presidente de Asmedas Antioquia

cial sin límites, ávida de transformaciones sociales y políticas. Toda esta ola tenía como epicentro a las universidades, hábitat esencial de Leonardo. Como reacción atravesaba a Latinoamérica la ideología de la seguridad nacional, de un anticomunismo cerre-ro, que veía con sospecha a todo aquel que se salie-ra de la fila de un pensamiento oficial. Esta ideología consideraba las estrategias para-estatales para man-tener la seguridad que era equivalente a silenciar a los contradictores.

Esta era la atmósfera que se respiraba en los tiempos de Leonardo, poseído él de la pasión política.

Escribió una sola vez –según se sabe– producto de una disertación en Asmedas: “La miseria, el desem-pleo, la negación de los derechos elementales, el piso-teo de la dignidad humana genera resentimientos en-tre las distintas clase sociales y actitudes profundas de rechazo, que si se orientan políticamente conducen a un replanteamiento social, a una revolución o a una demanda de reformas sociales, pero cuando ello no es posible el resultado es una gran degeneración ética y moral bajo el principio de ‘sálvese quien pueda, no importa contra quien’, se degrada el principio de la solidaridad humana, y el respeto a la persona, a la vida y a los bienes de los ciudadanos”.

Lo escribió una sola vez, pero lo llevaba impreso en su ser. Pocas dimensiones de la vida de Leonardo eran ajenas a la pasión política. Era un activista. La ejercía cuando participaba en los campamentos universitarios en la época de estudiante; mientras pronunciaba el discurso de grado de su promoción de médicos; cuan-do ejerció la medicina en los territorios nacionales; en el oficio de la cátedra de Medicina Preventiva; cuando estuvo preso en la cárcel de Bellavista; cuando desple-gaba su jovialidad en el encuentro con los amigos al sonar de los tangos y la música vieja intentaba persua-dirlos políticamente; en el tiempo en el que presidió el Fondo Social Médico de Amda y a la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia; obvia-mente al militar en distintos movimientos políticos; al salir de la casa, al entrar a la universidad, al comer y al dormir para parodiar a un predicador memorable.

Si recogiéramos el pensamiento de Gadamer de que lo concerniente a la salud y a la medicina no es un asunto

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de la ciencia sino de la política, esta era una convicción que poseía Leonardo, pero que él la llevó más allá al pen-sar que también la enfermedad en los países atrasados es un asunto más de la política que de la ciencia.

En el año de la celebración del cincuentenario de Asmedas, tengo la obligación de expresar que en la vigencia actual de la organización, en el hecho de que sobreviva a la andanada antisindical del pensamiento neoliberal, de que goce de cabal salud contra todos

A Pedro Luis Valencia lo conocí joven, no sólo por su edad cronológica y vitalidad que le auguraban la posibilidad de llevar a cabo sus sueños de ciudadano, padre y compañero, a no ser por la atrocidad de su inmolación. Lo conocí joven por su vital temperamento, su activismo incansable y sus con-vicciones políticas y sociales cercanas a la utopía en un medio en dónde pensar una organización social y política diferente no es sólo un sueño sino una peligro-sa osadía. Fue tenaz en sus proyectos, emprendedor de luchas quijotescas, convencido de que hacía lo co-rrecto aunque las fuerzas dominantes de la sociedad intentaron demostrarle por diversos medios que sus ideales no tenían cabida en una patria que aún es-pera su consolidación como un estado social pleno de derechos y libertades. Sus convicciones políticas y los sueños de justicia y bienestar fueron los nutrientes de su empecinada actitud de frente a la realidad, sin concesiones ni renuncias, como lo hacen los jóvenes que asumen proyectos de vida preñados de ideales y

A Pedro LuisPor

Álvaro Olaya PeláezProfesor Facultad Nacional de Salud

Pública Héctor Abad GómezUniversidad de Antioquia

de sueños. Debemos asumir que con su muerte no se agotaron estos sueños. Por el contrario, deben servir de brújula a quienes lo sobrevivimos, pues la vida de los grandes hombres no termina en su cuerpo, se man-tendrá encendida mientras sus enseñanzas y prospec-tos permanezcan en la memoria de la sociedad.

Su proyecto de vida lo insertó en la medicina, esa profesión que servida con nobleza, altruismo y sensibi-lidad hacia la condición humana y tomando distancia de los oropeles económicos derivados de su prestigio y reconocimiento en el medio social, llega a ser un medio para realizar la vocación de servicio. Su profe-sión le permitió ampliar el panorama y comprender la magnitud de una crítica situación que en este país y en aquellos tiempos (en estos también) han prevaleci-do. En cada paciente que atendió durante su práctica profesional –siempre desde el sector público–, tuvo la capacidad de ver en las personas más allá de las do-lencias del cuerpo, unas enfermedades quizás más graves y difíciles de curar: la iniquidad, la pobreza, el aplazamiento indefinido de las aspiraciones afectivas y culturales y la miopía de un Estado más preocupado en la supervivencia de su aparato gubernamental que en el cumplimiento de sus fines fundamentales. Así como lo veía lo denunciaba y así como lo denunciaba lo intentaban amordazar: fue médico desempleado en una época en la cual aún no imperaba esta absurda proletarización del trabajador de la salud, fue ciuda-dano amenazado, fue líder asesinado.

Ante las limitaciones inherentes a una perspectiva individualizada y restringida de la práctica médica por su abordaje biologicista –desde el lado del conoci-miento científico– y por la insuficiencia en el acceso de

los pronósticos, influyó de manera muy importante el empeño de Leonardo en el trabajo gremial.

Para terminar podríamos nombrarlo héroe, no mártir, como lo dijera Carlos Gaviria en discurso memorable; héroe moral como lo expresara Hernán Mira en artículo periodístico reciente. Maestro cabal que es capaz de dar-lo todo por transmitir su pasión, hasta la vida misma.

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parte de un sistema de salud fragmentado e ineficiente –desde el lado de la respuesta social al problema de la salud– Pedro Luis buscó el camino de la salud pública. Al igual que su maestro Abad Gómez, su proyecto de vida fue migrando hacia territorios con mayores posi-bilidades de acción colectiva. Sin renunciar a su his-toria supo trascender momentos con la coherencia y tenacidad propia de su juventud y sus convicciones.

Como salubrista descubrió nuevas dimensiones de la situación de salud. Descubrió que la causa de la enfer-medad no se circunscribe en el micro espacio del indi-viduo, sino que existen determinantes incorporados en una estructura social que no sólo tolera sino que influye para que las personas mueran por causas que serían evi-tables si desde las esferas del poder se tomaran las deci-siones políticas apropiadas. Situación que hoy en día no sólo permanece sino que se acentúa por la vinculación de actores económicos sin los compromisos éticos que la gestión de los sistemas de salud exigen.

Pero, ¿qué puede hacer un salubrista convencido de su rol, pero sin acceso a las instancias de po-der? Una de dos cosas: la educación o la militancia política. Pedro Luis escogió ambas opciones y pudo por fin hallar un camino para su lucha, al amparo del principio de libertad de cátedra que caracteriza nuestra Alma Máter y a la aparente apertura demo-crática que impulsó un gobierno incapaz de asumir su papel fundamental de defensa de la vida, las li-bertades ciudadanas y el bienestar social. En la edu-cación sembró la semilla de la inconformidad con horizontes y de la crítica propositiva. Formó jóvenes impregnados de valores hacia la solidaridad y la jus-ticia social, con respeto a la diversidad política, con tolerancia a los debates abiertos y civilistas. Doy fe de que su cátedra supo mantenerse al margen de su proselitismo político. Siempre comprendió la natu-raleza de sus roles y así, con la coherencia propia de los maestros, actuó.

En su actividad política fue donde se hizo más visible su capacidad de lucha. No es fácil ser comu-nista en una sociedad que no lee ni aplica los de-rechos fundamentales de libertad política y liber-tad de expresión. Con una vinculación ideológica fundada más en convicciones que en oportunismos, salió a la plaza pública, trabajó con sectores mar-ginados, difundió consignas y lo más importante, construyó caminos para la apertura democrática, los cuales se plasmaron en la consolidación de la Unión Patriótica, un ejemplo más de como con la aniqui-lación de este movimiento político se abortó una

Su profesión le permitió ampliar el panorama y comprender la magnitud de

una crítica situación que en este país y en aquellos tiempos (en estos también) han

prevalecido. En cada paciente que atendió durante su práctica profesional –siempre

desde el sector público–, tuvo la capacidad de ver en las personas más allá de las

dolencias del cuerpo, unas enfermedades quizás más graves y difíciles de curar:

la iniquidad, la pobreza, el aplazamiento indefinido de las aspiraciones afectivas

y culturales y la miopía de un Estado más preocupado en la supervivencia

de su aparato gubernamental que en el cumplimiento de sus fines fundamentales.

de las oportunidades más viables de construir una sociedad incluyente que ha tenido toda la historia republicana. A la UP la desangraron y a Pedro Luis lo mataron, pero no lo acallaron. Su legado queda y en nosotros está el deber de portar sus estandartes, sus enseñanzas y sus sueños.

A su familia, gracias por haber sido compinches en sus proyectos, por haberle dado el soporte afec-tivo sin el cual su lucha habría sido más sombría y solitaria, pero sobre todo por mantener vivo su es-píritu en el amor, esa bella dimensión que ninguna bala podrá acallar.

Por último, traigo a mención un poema del griego Mikos Teodorakis titulado El Sol:

En un pequeño país se ha cometido un gran crimen.Y es por eso que, en el mundo entero,Todos los jóvenes tienen herido el corazón.Porque donde se pisotea una flor,Se pisotea a la juventud del mundo.Porque donde se ahoga una canción,Se ahoga la juventud del mundo,Porque donde se crucifica a un pueblo,se crucifica a la juventud del mundo.Muchas gracias.

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Tal vez lo que más quisiera hacer en este momento, es un gesto, muy característico de LUIS FER-NANDO: retirarme en puntillas, silencioso, casi subrep-ticiamente, no como una huida, sino en búsqueda de espacio para hablar conmigo mismo. ¡Son tan insonda-bles la vida y el alma de los hombres, que resulta atrevi-do y demasiado difícil hablar públicamente de ellas!

Pero he aceptado el compromiso y hay que seguir. Lo hago con timidez y con alegría. Con timidez por-que sé que en este recinto hay muchos que podrían evocar a LUIS FERNANDO y traerlo hasta aquí con mayor realismo de lo que puedo hacerlo yo. Pero con mucha alegría, porque esta es una maravillosa opor-tunidad para mostrarles a las nuevas generaciones las enseñanzas de aquellos que, como LUIS FERNANDO, con sus ideas, sus obras, su ejemplo vital, se ganaron con creces, el título de Maestro.

Cuando asistí por primera vez a una clase de LUIS FERNANDO, en el remoto año de 1972, coinciden-cialmente en este mismo edificio, percibí que estaba en presencia de un ser excepcional. Esa percepción se fue convirtiendo en certeza, a medida que tuve la oportunidad de trabajar a su lado, y sobre todo, cuan-do pude disfrutar de su agradable compañía.

La grandeza de su espíritu, la generosidad de su alma, la firmeza de sus convicciones, la coherencia con sus principios, la valentía para defender sus posiciones y res-petar las contrarias, son apenas unos pocos trazos de su polifacética personalidad, que lo hace inolvidable para quienes tuvimos el privilegio de compartir una parte de su vida y evocable para quienes no lo conocieron.

Teólogo, antropólogo y abogado, nunca buscó

A LUIS FERNANDO VÉLEZ VÉLEZ

Por Julio González Z.

Profesor Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Universidad de Antioquia

en estas disciplinas una vana erudición. Fue un im-pulso más concreto y vital lo que lo acercó a ellas: conocer al hombre. “Nuestro concepto no excluye al hombre de ninguna época ni de ninguna región. Está encaminado a mostrar la inmensidad del pa-norama antropológico, pero sin tratar de desdibujar sus linderos. El objeto es muy preciso: el hombre”1. Las posibilidades que ofrecen la teología y el dere-cho, los utilizó con el mismo propósito.

Ese afán por conocer al hombre no sólo fue una preocupación intelectual, sino una manera, –su ma-nera–, de relacionarse con el mundo. Nunca admitió que entre los hombres pudiera haber superioridades o inferioridades: sólo diferencias. De esas diferencias entre los hombres, hay algunas del orden de la natu-raleza y otras que son el fruto de las desigualdades económicas, sociales y políticas; de la discrimina-ción y de la exclusión; del racismo, el fanatismo y la intolerancia. Una inclaudicable lucha contra esas diferencias creadas y mantenidas artificialmente nos explican la trayectoria de su vida como intelectual, como profesor, como ciudadano y en esa lucha estu-vo siempre del lado de los más débiles: los indígenas, los condenados, los marginados, los acallados, los es-tigmatizados, los subyugados y humillados.

Cuando asistí por primera vez a una clase de LUIS FERNANDO,

en el remoto año de 1972, coincidencialmente en este mismo edificio, percibí que

estaba en presencia de un ser excepcional. Esa percepción se

fue convirtiendo en certeza, a medida que tuve la oportunidad

de trabajar a su lado, y sobre todo, cuando pude disfrutar de

su agradable compañía.

Después de veinte años, sigue entre nosotros

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Como entendió perfectamente que las diferencias ar-tificiales, son paradójicamente tan fuertes y tan frágiles, pudo ser visionario. Su trabajo al lado de los indígenas estuvo animado por una idea para él completamente cla-ra, que sólo tuvo reconocimiento constitucional después de su muerte y que materialmente avanza en medio de grandes tropiezos: la cultura de nuestros indígenas no es inferior a la nuestra y mucho menos salvaje: es diferente. En su tesis para graduarse como abogado, y mucho antes de que en este país empezáramos a hablar de criminolo-gía crítica y mucho menos de abolicionismo, había escri-to: “Se aplican penas porque la sociedad no ha encontra-do otra respuesta posible al delito y porque la venganza social, ejercida judicialmente, no causa escándalo, pero sí alcanza a satisfacer los deseos e instintos primarios del hombre, latentes, como siempre, en la humanidad civi-lizada2. Y agregaba que las penas: “Sirven para calmar y aplacar instintos vengadores, para tranquilizar expectati-vas, zozobras y conciencias y para acreditar gobiernos y ya desde ese punto de vista están cumpliendo una innegable función psico-social. […] Las penas privativas de la libertad, son ahorros de criminalidad que luego la sociedad recibe con jugosos dividendos en la misma especie,…3

Su tarea como docente, aparte de ejercerse con las más altas exigencias académicas, fue básicamente un ejercicio ético, un compromiso vital con sus estudian-tes. Más que entregarles información entendía que hay que abrirles caminos y lanzarles retos, no sólo frente al conocimiento sino ante la vida. En la ceremonia de graduación de los bachilleres del Liceo Antioqueño en 1979 les dijo: “Yo los reto a que dentro de diez años sigan siendo tan jóvenes espiritualmente como ahora. Es decir, valerosos, idealistas, alegres, llenos de amor a la vida y a las gentes, luchadores y rebeldes. Buenos amigos de sus amigos y con mente abierta y fresca. Si resultan incapaces de enfrentar mi desafío, nadie más que ustedes mismos va a sufrir las consecuencias. Van a ser unos ancianos prematuros y marchitos, llenos de re-sentimientos, de rencores y posiblemente de dinero”4.

Actos como estos permiten mantener el olvido a una distancia suficiente para evitar que nos invada y hacen posible que mucha gente siga viviendo entre nosotros, así no estén físicamente. En el caso de LUIS FERNAN-DO, son sus propias palabras las encargadas de mante-nerlo en nuestras memorias. En un gesto que recoge su valentía y su relación agonística con sus asesinos anó-nimos, en la Asamblea de Reconstitución del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos dijo que el único enemigo es “aquel con quien no po-demos ejercitar la sublimación de la palabra” y [hay que

estar] “…dispuestos a aceptar a que ese único enemigo también tiene derechos que no pueden ser atropellados porque emergen de su dignidad como persona huma-na, así la atrocidad de sus comportamientos parecieran denotar su afán enceguecido por renunciar a esa eleva-da dignidad”5. ¡Cuánta sangre nos hubiéramos ahorra-do si hubiéramos sido capaces de utilizar la palabra para disolver tantas enemistades y sobre todo, si la dignidad humana no la hubiéramos utilizado como un recurso retórico, que ni siquiera ha sido obstáculo para conver-tir a algunas personas en trofeos de guerra!

LUIS FERNANDO también utilizó su inmensa capa-cidad comunicativa para expresarse por escrito y nos dejó poemas, cuentos, ensayos y relatos. Seguramente entendía que hay algunas ideas, ciertos sentimientos y algunas opiniones que requieren unas formas específi-cas para poder expresarlas adecuadamente. Quisiera, para terminar, referirme al que parece ser el último

Su tarea como docente, aparte de ejercerse con las más altas exigencias

académicas, fue básicamente un ejercicio ético, un compromiso

vital con sus estudiantes. Más que entregarles información entendía que hay que abrirles caminos y lanzarles retos, no sólo frente al conocimiento sino ante la vida. En la ceremonia de

graduación de los bachilleres del Liceo Antioqueño en 1979 les dijo: “Yo los reto a que dentro de diez años sigan

siendo tan jóvenes espiritualmente como ahora. Es decir, valerosos,

idealistas, alegres, llenos de amor a la vida y a las gentes, luchadores y rebeldes. Buenos amigos de sus

amigos y con mente abierta y fresca. Si resultan incapaces de enfrentar mi desafío, nadie más que ustedes

mismos va a sufrir las consecuencias. Van a ser unos ancianos prematuros

y marchitos, llenos de resentimientos, de rencores y posiblemente de dinero”

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de sus poemas, pero con las palabras de uno de sus grandes amigos, Fernando Meza Morales: “Antes de su muerte, lo supimos luego, escribió un canto a la libertad. Pero no basta con leer en él una simple orde-nación de vibrantes palabras. Su vida fue justamente la inspiradora de dicho canto, como lo sigue siendo su muerte. En él nos dice que la libertad no es la que apa-rece escrita en un papel que pasa de mano en mano, sino que es comunión de corazón a corazón. Que la li-bertad es un ideal por el cual es necesario luchar cada día, o morir como lo hizo él. Que en su búsqueda a veces es preciso caminar una calle de amargura, como lo pregona su ejemplo. Que por ella a veces se hace imperativo gritar, y todos los rincones de este recinto venerado están pletóricos de su grito”6.

Notas

1. Luis Fernando Vélez Vélez. “Problemas de antropología aplicada” En Pruebas de vida. Facultad de Derecho y Cien-cias Políticas, U de A., Medellín, 1997, pág. 100.

2. Luis Fernando Vélez Vélez. “Reflexiones personales sobre la pena judicial”. En Pruebas de vida, ob. cit. pág. 19.

3. Ob. cit. págs. 22-23.

4. Luís Fernando Vélez Vélez. “Palabras pronunciadas en el acto de grado de los bachilleres del Liceo Antioqueño, el 1 de diciembre de 1979”. En Pruebas de vida, ob. cit. pág 252.

5. Luis Fernando Vélez Vélez. “Palabras a la Asamblea de Reconstitución del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos”. En Pruebas de vida, ob. cit. pág. 289.

6. Palabras pronunciadas por Fernando Meza Morales, en el acto de descubrimiento del busto de Luis Fernando Vélez Vélez, en la Plazoleta Central de la Universidad de Antio-quia, el día 17 de diciembre de 1988.

Cuando han pasado 20 años se espe-ra que los recuerdos estén puestos en un lugar de la mente donde ya el paso del tiempo haya dado orden y calma a lo que en el pasado fueron angustia, dolor y dudas. Pero el tiempo todo lo sabe ubicar y ahora que han pasado 20 años esos recuerdos han sabido insta-larse, calladamente a veces y a gritos en otras ocasio-nes, en el corazón, de una forma casi apacible y segura aunque no menos dolorosa.

Como familiares de las víctimas hemos aprendido a levantar nuevamente la cabeza para enfrentar la vida, a volver a actuar normalmente –a veces incluso a no lla-

No son cifras estadísticas, son rostros humanos, son memoria viva

Por Natalia Valencia Zuluaga

mar mucho la atención porque históricamente siempre ha sido más seguro–, a ser amables, a no dejarnos ver ese lado donde tanto ha dolido, a regalar la mejor y honesta de nuestras sonrisas cada vez que es y ha sido necesario.

Cuando asesinaron a Héctor Abad, a Leonardo Be-tancur, a Pedro Luis Valencia, a Luis Fernando Vélez, a Jesús María Valle y a tantos y tantos miles, no solamen-te se llevaron a los incansables y convencidos defenso-res de los derechos humanos, a los catedráticos de la Universidad de Antioquia, a estos hombres de las mil labores. Estos hombres también eran padres, esposos, hermanos, hijos, que vivieron y amaron la vida plena-mente y expresaron este amor a través de nosotros, sus seres queridos, con todo ese amor que nos dieron cuidándonos, protegiéndonos, enseñándonos.

Yo personalmente me he sentido totalmente orgullo-sa de ser la hija de Pedro Luis y creo que no me equi-vocaría aquí al agrupar como partícipes de este orgullo pleno a cada uno de los familiares aquí presentes.

Cuando han pasado 20 años se cree que ante los actos de conmemoración y las palabras afectuosas y

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Hace diez años, el 25 de agosto de 1997, en este mismo recinto, JESÚS MARÍA VALLE JARAMILLO, presidente del Comité Departamental de Derechos Humanos, participó en la conmemoración de los diez años del asesinato de los mismos cuatro hombres a quienes hoy les conmemoramos los veinte. En el próxi-mo mes de febrero se cumplen diez de su asesinato.

Hoy queremos recordarlo repitiendo el párrafo final de su discurso de aquella ocasión:

Por eso esta noche la presencia de todos ustedes, de la familia Abad, Betancur, del honorable magistrado de la Corte Constitucional, Doctor Carlos Gaviria, de los coordinadores del Comité, de hombres y mujeres, nos llena de alegría. Y en este recinto histórico podemos decir hoy: Héctor Abad, Leonardo, Fernando, Pedro Luis, Carlos, Felipe, ¡Aquí estamos!, podemos decir: Helí Gómez, personero de El Carmen; profesores per-seguidos, víctimas: ¡AQUÍ ESTAMOS Y ESTAREMOS SIEMPRE, EN EL FRAGOR DE LA LUCHA O EN LA QUIETUD DE LA MUERTE!

Mención a Jesús María

Valle Jaramillo

del alma que se han profesado en nombre de ellos el corazón ya no se estrujará más, o que los ojos y las na-rices no se pondrán rojos porque pareceríamos locos después de tanto tiempo.

Gozo secretamente al apreciar que, o aquí los locos somos más que varios, o que mi padre y sus compa-ñeros, quienes soñaron con un país mejor y más justo para todos como dijo bellamente la doctora Jael Qui-roga, “no son cifras estadísticas, son rostros humanos, son memoria viva”.

Muchas gracias.Medellín, 24 de agosto de 2007

(…) Ya las gaviotas no gritarán en los oídos ni romperán las olas

sonoras en las playas; donde alentó una flor, otra

flor tal vez nuncalevante su cabeza a los

embates de la lluvia; y aunque ellos estén locos

y totalmente muertos, sus cabezas martillearán

en las margaritas; irrumpirán al sol hasta que

el sol sucumba, y la muerte no tendrá

señorío”.Dylan Thomas

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