Revista x - Edición 5

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Esperanza Revista Edición 5 - Mayo 2014

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¿Hablar o hacer? Alguien dirá: “Manos a la obra… con hablar nada se consigue”. Sin embargo, es precisamente el lenguaje –hablado o escrito- lo que distingue al ser humano de los otros seres vivientes y le permite pensarse a sí mismo, expresarse y forjar una verdadera comunidad de personas. Porque no existe comunidad humana sin lenguaje. Y hoy día, aunque la técnica nos permita usar otros signos, es urgente redescubrir el valor de la palabra como instrumento confiable y eficaz de comunicación. Así nace Revista X: para abrir un espacio de reflexión cultural, inspirado en los valores del cristianismo y en la tradición de su pensamiento, pero abierto al intercambio de ideas con todos los que desean una transformación positiva para la sociedad actual. Queremos promover y difundir también todas las iniciativas que, aun sin ser estrictamente religiosas, dignifiquen al hombre. Los que hacemos Revista X no pensamos que hablar equivale a no cambiar nada ni que “a las palabras se la

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Esperanza

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Autores:Francisco Andres FloresJuan Ignacio SalgadoPablo Martín ScaringiCecilia López PuertasNora PflugerJuan Pablo Olivetto FagniCristian Daniel CamargoCobertura de eventos: Manuela CardosoColaboradores:Daniel Rojas DelgadoJavier CamargoILUSTRACIÓN DE TAPAnicolas PedrozaAsistente de producciónFlorencia SalinardiProducción:Grupo Filocalia.

Encontranos en:revsita-x.blogspot.com

Email:[email protected]

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Albino Luciani, el pa-triarca de Venecia que fue Papa durante un

mes y unos días con el nom-bre de Juan Pablo I, transcri-be en uno de sus libros un párrafo muy original del es-critor francés Charles Péguy sobre la esperanza: “La fe de los hombres no me admira –dice Dios-, no es nada sorprendente: resplan-dezco de tal manera en mi Creación, que para no verme, esta pobre gente tendría que estar ciega. La caridad de los hombres no me admira –dice Dios-, no es nada sorpren-dente: esta pobres creaturas son tan desgraciadas que, si no tienen un corazón de piedra, no pueden menos de sentir amor unas por otras. La esperanza, ¡esto sí que me admira!” Lo que dice Péguy tiene mu-cho de verdad pero… ¿por qué? ¿Será la esperanza en sí virtud tan admirable, o lo que sucede es que no abun-da? Vivimos hoy tiempos com-plicados para hablar de es-peranza, y no sólo en el te-rreno de la fe religiosa. El panorama, visto en conjunto, es desalentador, y abarca desde la falta de horizontes de tantos niños y adolescen-tes víctimas de la injusticia

Esperanza

social, hasta la desespera-ción de padres y educadores ante la violencia juvenil, tan ligada a la ausencia de moti-vaciones e ideales. Entretanto, los profesiona-les de la salud mental que se ocupan de la depresión –esa oscuridad difícil de combatir y a veces, inexplicable-, ga-nan cada día más clientela. Hace poco, el Papa Fran-cisco nos dirigió a los inte-grantes de grupos cristianos unas palabras muy enérgi-cas y muy oportunas: nos instó a dejar de “mirarnos el ombligo” (consejo que ya usaban nuestras abuelas para prevenir la “melancolía” de la gente joven) y salir a la calle para ayudar a los de-más. Se trata de una caridad que debe ir mucho más allá de no tener un corazón de piedra: la generosidad que nos transforma en personas abiertas, confiables, que sa-ben ser apoyo y seguridad para muchos. Estamos llamados a con-vertirnos en signos de espe-ranza. Sólo así esta virtud, sin dejar de ser admirable, será también un poco menos escasa. La Redacción

EDITORIAL

FE, ESPERANZA, CONFIANZA

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¿Y para que educar? Si el mundo se viene a pique.

¿En que se funda la esperan-za? ¿De dónde viene? ¿Por qué se pierde? ¿Qué rela-ción tiene el educador con la esperanza? ¿Cómo conser-varla? ¿Quiénes la tienen? La necesidad de esperanza en un mundo que parecería

irremontable.

En “No alcanzan las buenas intenciones” invito a todos los educadores a trabajar en red, a pensar estructural-mente y a construir estruc-

turas de vida. Ahí señalaba en forma de exclamación “¡Cuántas intervenciones no logran concretar las buenas intenciones! ¡Cuántos edu-cadores con buena voluntad terminan frustrados, desilu-sionados!”.

POR JUAN PABLO OLIVETTO FAGNI

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Ahora enmarcado en este mes de mayo, y por lo tanto en el eje de “La Esperanza”, agregaría: ¡Cuántos educa-dores desesperanzados! Es más, cambiaría “desilusiona-dos” por “desesperanzados”, ya que la esperanza se funda en certezas, las ilusiones ge-neralmente no. Sin esas cer-tezas es muy fácil perder la visión esperanzadora, y sin logros, aunque sea mínimos, aparecen las frustraciones.

¿Qué es lo que genera la es-peranza? Y estoy hablando de esa esperanza que mueve los proyectos de vida, hacia un horizonte personal y co-munitario. Muchos la atribu-yen a la juventud, como una característica innata, aunque se escucha definirla más como ingenuidad, la cual al enfrentarse con “la realidad” automáticamente se convier-te en nada. Esto muchas ve-ces ocurre, y ahí habría que preguntarse en qué estaba basada la esperanza o que tan frágil era, ya que ante la primera dificultad se esfumó. Por otro lado muchos jóve-nes están desesperanzados, pero ¿eso quiere decir que nunca más recobrarán la es-peranza?

Aclaración: por si alguien lee por primera vez uno de mis textos, cuando hablo de edu-cadores lo hago en sentido

amplio, los políticos, los mili-tantes sociales, padres, em-presarios, líderes religiosos, todos ellos educan, influyen a otros.

Como educadores una de nuestras principales tareas es contagiar la esperanza, hacerla sólida y fundada. Es la esperanza la que da senti-do al caminar por este mun-do. Y es obvio que con edu-cadores sin esperanza, no se puede pensar transmisión alguna. El fatalismo siempre lleva a la inacción, a la rutina, a la reproducción de las des-igualdades.

La clave es ir a la fuente, y para los que creemos esa fuente es Dios (¿y porque no para los que no creen tam-bién?). Él es quién nos sos-tiene y fundamenta nuestra esperanza, si Él pudo vencer a la muerte ¿por qué noso-tros no podríamos vencer a las injusticias y a las estructu-ras de muerte? Ahí tenemos una piedra sólida para apo-yarnos y edificar. Ahora bien, más de unos cuantos educa-dores cristianos y no cristia-nos pierden las esperanzas ante no ver resultados, al no ver frutos. Porque nos cues-ta entender que cuando no estamos viendo frutos es por dos razones, porque no es-tamos viendo bien o porque no estamos yendo por buen

camino.

A veces nos planteamos ob-jetivos que están muy lejos de nuestro alcance, es todo un aprendizaje transitar la tensión entre lo posible y lo imposible. Freire habla del “inédito viable”, que no es más que atreverse a desa-rrollar la creatividad, y pen-sar nuevas formas de hacer las cosas, o hacer cosas que nunca antes se hicieron (al menos por quien las pien-sa). Otro camino puede ser ponerse objetivos simples, alcanzables, visibles, esas pequeñas cosas que nos re-cuerdan que cambiar algo es posible.

Por último, rescato los plan-teos de la filosofa Hannah Arendt, que en su obra “La condición humana” (1958) plantea que el milagro que salvará al mundo, es el he-cho de la natalidad. Cada persona que viene a este mundo es un nuevo comien-zo, una nueva oportunidad que toda la humanidad tie-ne de cambiar en cada na-cimiento. Solo tenemos que evitar que el mundo “aplaste” a las nuevas generaciones. No dejemos que les roben la esperanza.

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El tema que nos ocupa este mes es la espe-ranza, pensaba escribir

o decir otras cosas, pero no puedo olvidarme del maestro, Facundo Cabral. Trataré de desarrollar en breves líneas el tema prin-cipal relacionándolo con algu-nas reflexiones de facundo. En primer lugar, pien-so en la esperanza como algo especial, el fin de un camino, es trabajar por algo que nos gusta. Por eso la esperanza es esa idea que nos mantiene vivos, ese ideal hermoso por el que nos gusta dar la vida. Es un camino dije, en

La esperanza, el mensaje de Facundo“Pero hay gente que no se anima a ser feliz, que prefiere la seguridad del dolor, volver al pasado donde sufrió, Que vi-vir el presente que lo puede enriquecer…La vida es peligro, cuando comprendemos que nos puede pasar todo es cuando pasamos a ser hombre y el hombre ve y goza la totalidad

porque no tiene divisiones en la cabeza.El hombre fragmentado vive de pleito en pleito porque solo genera divisiones, es decir se empobrece al empobrecer, por eso se amarga solo porque perdió river o solo se alegra por-que ganó boca…el hombre entero comprende el dolor de los

demás y comparte la alegría de cualquiera.El hombre, es un poco de agua en una botella que anda a la deriva por un mar infinito, pensa en que te transformarías si

lograras romper la prisión de la botella”

(Facundo Cabral)

POR PABLO MARTIN SCARINGI

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el cual cobra vital importancia no tanto el final sino el paso a paso, a cada día le basta su afán, vivir el presente, sentir-se bien en el ahora, porque el ahora es el momento para es-tar con los demás “Que es lo más desdichado, le pregunté al derviche en las afueras de Teherán, no encontrarle senti-do a la vida me dijo. Qué hace el hombre maduro, aceptar que todo termina siendo una monotonía, pero también goza de la diversidad de las reite-raciones. El hombre maduro, ante todo, espera, privilegio del que ha superado a la an-siedad. ¿A donde le gusta vivir maestro? Por ahora aquí, no podemos ser descorteces con el ahora y el aquí que nos eligió el señor, sería bueno que ma-ñana quisiera vivir donde este, al fin y al cabo el mundo esta en uno. ¿Qué le gusta pensar? Que siempre habrá otra opor-tunidad. ¿Qué es lo que más le gusta maestro? Ver como se renueva la naturaleza, que no pierde tiempo con la cultu-ra que se le opone, que hace trampas para evitarla” (este es un nuevo día, facundo Ca-bral). En este andar, pode-mos tener pautas concretas para ver y sentir la esperanza, yo las identifico con el sermón de la montaña, pequeñas ora-ciones concretas, que quizás, son bastantes crueles. Al pare-cer, en la vida para alcanzar el reino hay que ser pobre, des-dichado y sufrido. La idea de este aporte es no quedarnos

con eso, sino en buscarle sen-tido a la vida. ¿La añoranza concluye siendo un camino de sufrimien-tos? Creo que no, porque el se-creto se encuentra en entregar-nos, la respuesta al sufrimiento es la compañía; ¿Cuándo te vimos pobre, sediento o ham-briento maestro? Preguntaron los justos, y el Señor respon-dió, cuando lo hacen con algu-nos de los más pequeños de mis hermanos me lo hacen a mí también. Por todo esto, sintetizo que la esperanza es el cami-no que compartimos en el día a día con nuestros hermanos, trabajando juntos para formar el reino, evitando concentrar-nos en nuestro propio mundo, romper nuestra celda de pre-juicios y alcanzar la felicidad a la par de nuestros hermanos, encontrando de esta manera el sentido a la vida.“El hombre ambiciona cada día más y pierde el camino por querer volarPor correr el hombre no puede pensar, que ni él mismo sabe para donde vaSiga siendo niño y en paz dor-mirá sin guerras ni máquinas de calcularDios quiera que el hombre pu-diera volver a ser niño para comprenderque está equivocado si piensa encontrar con una chequera la felicidadVuele bajo, porque abajo esta la verdad, eso es algo que los hombres no aprenden jamás”(Vuele bajo, Facundo Cabral)

POR FRANCISCO ANDRES FLORES

Esperanza Sale el sol en su extre-mo inalcanzable, prende un halo de luz para la aurora y apurando su carro, sin demora, corre presto al ocaso inevitable. En su curso, viajero inagotable, va tejiendo sin prisa y sin demora los segundos, los días y las horas en un lapso fugaz e ina-barcable. Cuando caiga la noche inapelable con su manto de strass sobre mis días, dormiré esperanzado en otra aurora que otro Sol, con su luz inexpugnable, prenderá para inaugurar un día sin “mañana” ni “ayer”, tan sólo “ahora”.

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UN PASO CADA DÍA Para que exista verdadera justicia, debemos dar de lo nuestro de corazón… sin criticar ni exigir que el otro lo haga primero.

POR NORA PFLÜGER

“Mi alma espera en el Señor, confía en su Palabra; mi alma espera en el Señor / más que el centinela a la aurora” (Sal-mo 129).

Esperanza: tensión hacia el futuro. Expectativa por ver cumplidos nuestros deseos. Virtud cristiana también que, según nos indica la Iglesia, se apoya en la fe en Jesús, el Salvador, que nos ha prometi-do la verdadera felicidad. Podemos dar muchas de-finiciones, pero lo que no se discute es que la esperanza sólo es posible si confiamos en el autor de una promesa, sea hombre o Dios. Hoy se habla de “crisis de esperanza”. ¿No tendríamos que averiguar si no se trata más bien de una “crisis de confianza”? ¿Quién se atreve a nombrar más de dos o tres hombres o mujeres, referen-tes de la sociedad, de quienes esté dispuesto a fiarse seria-mente? Nuestro mundo necesita personas que observen una conducta recta y que no nos decepcionen. En medio de nuestras angustias, cuando no avizoramos ninguna sali-da, los seres humanos tende-mos a apoyarnos en las pala-bras y los hechos de quienes

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Humor por Cris.

nos inspiran esa confianza, aunque el futuro siga siendo incierto. Cuando era niña y empeza-ba a sufrir por mis molestias visuales (y por el miedo de que aquella incómoda neblina que me hacía ver todo borro-so me llevara a la oscuridad definitiva), escuchaba cantar en mi Parroquia el salmo que dice: “Aunque cruce por oscu-ras quebradas no temeré nin-gún mal… Tu vara y tu cayado me conducen a lo largo de la vida” (Salmo 23). Me había aprendido la letra de memoria y la rezaba de noche, antes de dormir, en la sombra espesa de mi habitación. Desde en-tonces, la imagen del Dios Pa-dre-Pastor y la hijita abrazada a su cayado para no caer por los despeñaderos de la roca,

me ha acompañado siempre. Y no porque me sienta una santa canonizable, ni una cre-yente perfecta, sino precisa-mente porque sigo siendo, de alguna manera, niña y débil. Edith Stein la filósofa y monja carmelita muerta en el Holo-causto, decía: “Señor, yo no te pido ver el horizonte lejano… Para eso soy tu hija. Un paso cada día es suficiente para mí”. En el extremo opuesto de la sabiduría de Edith, están la ansiedad por adivinar lo que nos va a suceder el mes que viene (ansiedad con la que lucran los “magos” de la TV y ciertas revistas), la planifi-cación excesiva, el afán de manipular cuanta cosa nos in-teresa –desde las intimidades de la vida ajena hasta el por-

venir- , como si pudiéramos tener todo bajo control. Cuando Jesús nos enseña que no nos aflijamos tanto por el día de mañana, porque “a cada día le basta su propia preocupación” (Mateo 6, 34), nos está dando la norma de salud mental más grande de todos los tiempos. Pero tam-bién nos habla de confiar en el Padre y de ser, nosotros mismos, personas confiables. Que no abundemos en pala-bras. Que se nos conozca por los frutos.Que se nos pueda creer cuan-do digamos “sí” o “no”. Porque la esperanza se construye so-bre la fe, es verdad, pero pri-mero que nada, sobre la con-fianza.

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Los curiosos se amontonaban en el centro de la plaza. Allí había un monumento elevado que Felipe, un boxeador, escalaba para llegar a lo más alto del caballo de hierro y luego tirarse. La escena del suici-da ocupa varios capítulos del best seller del psiquiatra brasileño Au-gusto Cury, “De genio y loco todo el mundo tiene un poco” (2009). Los protagonistas son Bartolomé

y Bernabé, dos locos que no pa-ran de meterse en problemas con su grupo, siempre con espontanei-dad, mucha emoción y seguramen-te más lucidez que el autor de esta nota. Julio César —un sociólogo que se unió a esta comunidad tan ocurrente tras su propio intento de suicidio— fue uno de los primeros que trató de persuadir a Felipe:

Al rescate de los sueñosHay momentos en los que creemos que todo se desmorona, como en la historia tragicómica que cuenta Augusto Cury en “De genio y loco todo el mundo tiene un poco”. Algunas pistas para soplar más rápido las nubes que

ocultan el sol.

POR DANIEL ROJAS DELGADO

—¡Mire, amigo! Ya pasé por eso. Entiendo, por lo menos un poco, la tragedia que está pasando. Vamos a hablar de nuestra historia, conversar sobre nuestros dramas. Vale la pena vivir la vida. Felipe le respondió que sus palabras le daban asco. Tras este paso mal dado por Julio César, en-traron en escena Bartolomé y Ber-nabé, que le preguntaron al boxea-

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dor si se creía fuerte solamente por estar ahí arriba; le dijeron, además, que se bajara para darle unos bue-nos sopapos. Al sentirse burlado, Felipe empezó a tener taquicardia y sudor frío. Más tarde, los dos locos empezaron a gritar y reír, quejándose de sus vidas, como si compitieran por quién había sufri-do más o quién había tenido que lidiar más con sus suegras histéri-cas. Al suicida, cuando dejó de ser el centro de atención, le dio un ata-que de nervios. —¿Está queriendo morir porque sufrió pérdidas? [dijo Bar-tolomé]. Yo perdí padre, madre, hermano, segunda madre, casa, escuela, amigos —y, después de comentar esta colección de pérdi-das, le lagrimearon los ojos y dijo emocionado:— ¡Perdí todo! —Perdiste hasta la ver-güenza —completó Bernabé. Las provocaciones no pa-raron; al contrario, lo retaban a duelo, lanzándole puñetazos al aire. Luego entró en acción la pro-fesora Jurema: le dijo a los policías que ya los rodeaban que eran todos de la misma familia. Entonces uno de los agentes le preguntó a Barto-lomé quién era el que estaba sobre el caballo:—My brother más joven —respon-dió.La intervención de estos locos lin-dos desató algunos sentimientos que Felipe tenía guardados por ahí y, tras pensar lo mejor, evitó el peor desenlace. Así como en este ejem-plo tan teatralizado, día a día pode-mos encontrar situaciones donde la interacción y el diálogo sincero ha-cen la diferencia. Quizás, después de todo, otro Julio (pero Cortázar)

tenía algo de razón al decir creo que todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insa-namente cuerdo.El vendedor de sueñosEn 1999, Emilio Fernández Cicco publicó en la revista Noticias una crónica acerca de los cinco días que duró, sobre ruedas, la campaña presidencial de los candidatos jus-ticialistas, que unieron Jujuy con Buenos Aires: En campaña con Du-halde y Ortega, se tituló. El cierre de la nota, más pesimista que la his-toria planteada al principio de este artículo, decía:Hay más de setenta micros con-tratados para recibir al Tren de la Esperanza en la estación de Retiro. La gente viene de los alrededores, comiendo los mismos sánguches que se servían en el tren y toman-do vino aún más barato. A nadie le interesa la locomotora. Tampoco, como a los chicos del Norte, lo que dicen los candidatos. De cualquier forma, rematan cada frase golpean-do los bombos con brazos gordos, y se ríen porque la vida es así: un espectáculo ruidoso y sin sentido, una mordida con sabor a nada. En cualquier momento debería largar-se la tormenta.Mientras escribía este collage pseudoliterario, encontré un corto que se llama El vendedor de sue-ños, basado en otro libro de Cury, una versión rioplatense en la que Favio Posca interpreta a un ven-dedor ambulante (y hace del nieto de China Zorrilla). En el colectivo, cuando termina de ofrecer sus pro-ductos, dice:—En esta oportunidad les voy a vender algo que no van a conse-

guir en ningún lado. Sí, sí, total-mente. Les voy a vender un sueño (…). Así que no busquen sus bille-teras, esto no tiene, digamos, valor monetario [continuó, pese a la in-diferencia de algunos de los viaje-ros]. Solamente tienen que pensar durante diez segundos lo que más anhelen en sus vidas (…). Sí, se-ñoras y señores, diez segundos, tan sólo diez segundos y este sueño a lo mejor se cumple.El final del corto no se los voy a contar; véanlo ustedes mismos. De todas formas, lo importante es no dejar de soñar, ni de animarse, ni de animar a otros a buscar un cambio de rumbo si no estamos satisfechos con lo que hacemos; animarse a vivir de una forma dis-tinta. Porque la vida, salvando las distancias, podría pensarse como una gran ecuación, un paréntesis, un corchete y un corcho tras otro donde aprendemos a despejar una X, y otra, y otra. Por más idealista que parezca, este fragmento escrito por un tal Walt Disney encierra mucha cosa cier-ta: Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar... decidí no esperar las oportunida-des sino yo mismo buscarlas, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una so-lución.(…) Aquel dí¬a aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad.Desde aquel día ya no duermo para descansar…ahora simplemente duermo para soñar.

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VIDASIa la