Somos Tontos... (Con rabia, pero con algo de cabeza).
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09/11/2014 Samuel Benito de la Fuente
Somos tontos, así de claro. Que no voten, o que (se) boten1. Pero es mejor hacer lo que
nosotros nos dé la gana. Lamentable que «España nos roba», pero también el que «los
catalanes no son, no fueron, nada sin nosotros», son una asquerosidad conceptual.
Catalunya no era nada; y la Castilla más rancia que hay en Castilla y León o en las otras
comunidades “castellanas”, aun orgullosísimos de su identidad e incluso de ser
“independentistas”, gritan las proclamas que tanto critican cuando los «otros» (unas
veces hotros de la “casta”, otras Podemos o quien sea) son los que deciden, mandan o
hablan. El diálogo es una cosa de “tontos”.
Castilla, aunque el «restoEspaña» (como lo llaman) también, odia a los catalanes. Todo
es culpa suya: la crisis de identidad (si es que acaso la ha habido —en el s. XV, quizás,
había—), que Cantabria no sea “castellana”, que los de León sean sus propios
minindependentistas (como para ellos Ponferrada, como para Catalunya el Valle de
Arán), ni esa pobreza fuera de la capital hispana y castellana, cuya culpa no la tiene el
centralismo (la cual promovió y era la forma de ser de Castilla; porque las comunidades
autonómicas son un concepto surgido, supuestamente, de los comuneros y no triunfaron
y ni siquiera tiene que ver con lo que son hoy las CC.AA), o sobre todo una falta de
conciencia propia y un aldeanismo impresionante. No, para nada tiene que ver. Es mejor
decir que los de «fuera» son el problema. Es mejor no dejar respirar al país, a España, a
Castilla: el concepto de nación es más voluble e idiota de lo que se piensan esos
puritanos nacionalistas. Nosotros somos los “listos”. Y punto. «No semos tontos.»
Catalunya tuvo durante la II República la capital de provincia más poblada, Barcelona,
más que Madrid, y habría sido la capital de España y lo fue con la Guerra Civil junto a
Valencia; ha tenido grandes intelectuales, como el País Vasco o Vascongadas (que es el
nombre de esa época), y Castilla ha tenido que vivir de éstos en alguna ocasión: los
grandes prohombres admiradores de ésta fueron Unamuno, Machado (que aunque
Andalucía era del Reyno, pensar que es castellana o al menos de la manera en que
algunos la imprimirían, es otra cosa…), Azorín (el único valenciano, que como buen
alicantino pasó mucho tiempo en la Mancha-Madrid) u otros no eran de aquí...
Lo más curioso: la GN98, fundamentalmente muy castellanofila y castellanocéntrica por
su consideración identitaria, españolista que dicen algunos imbéciles, no tuvo a grandes
prohombres de la Castilla más “puritana”, lo que llaman las catorce provincias, o
siquiera las 17. Unamuno era vasco y estuvo mucho tiempo en Salamanca, la cual es
leonesa (no castellana para muchos) y fue un furibundo defensor de la españolidad
desde un tanto, para nosotros ya, rancia forma de ser castellana y vasca y que a la vez
1 Alguno hispanoamericano incluso le gustará esta pequeña referencia a esos olvidaditos que son…
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era revolucionaria porque cuestionaba sin cambiarla la identidad. Ése fue su problema: a
nadie le agradaba. Baroja asqueaba a los que su odiado nacionalismo vasco llamaba
como maquetos (junto al «RestoEspaña»); es más, al describir Andalucía en realidad
quería enseñar una España que él relacionaba, sin más, con Castilla: para él era el poder
identitario nuestro. Y lo peor: «no éramos nadie», siempre ninguneados (según
nosotros).
Iberia en 1400, concretamente Castilla
Parece que España la hemos hecho a base de palos, sin consenso. Pero yo quiero pensar
que los españoles, en parte con la culpa de castellanos, pero también de los
“periféricos”, que se han asqueado de nosotros como ellos de nosotros; que hemos
tenidos, todos, maquetos, catalufos o castellanufos, y los gallegos del sur (que se
separaron de Castilla, perdón, de León…, y que cuando, dejando ese asco que sienten
catalanes como nosotros de ellos, fueron iberistas les hemos rechazado —a Portugal, esa
“hermana”—), el problema de no comprendernos y de odiarnos. Y hemos dejado que
todo lo que teníamos se fuera, primero el Imperio europeo, permitiendo escapar el
Rosellón catalán, aparte de permitir (o mejor dicho, obligar) que la Navarra
vascofrancesa se fuera a la Corona de los Borbones, todos ellos territorios nacionales si
consideramos a vascongados y catalanes como tal, y además perdiendo y alterando la
situación de Países Bajos, un lugar también inestable —batallas culturales y religiosas:
norte-sur, alemán-francés realmente, católico-reformista/protestante, latino-germano—;
luego que una serie de reyes, no sólo el Borbón como nos venden los catalanes…,
permitieran una venta y repartición de las posesiones que nos quedaban, entre ellas las
de Aragó, que decidió apoyar a los «otros»; y, finalmente, la desastrosa guerra civil, que
fue civil a pesar de la dualidad nacionales-gabachos tan banal, de la llamada Guerra de
Independencia que condujo a la llegada de Fernando VII el Felón y la definitiva
independencia de América como consecuencia. ¡Y bueno, como vítores de tambores, el
Desastre del 98, que ya fue el acabose! Lo mismo de lo mismo. Pero ésta fue ya no por
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«reyes» o por «hotros»; no, ya fuimos los «noshotros». Cuba se independizó como
algunos quieres, o parece que sea, que puede ser, como Catalunya, y ya nos quieren
comparar con Yugoslavia… ¡Esto es Yugoslavia! ¡Esto es como en Cuba! Pero nadie
soluciona. Preferimos, después del Desastre, ir a los toros, o ahora al fútbol, como en El
Árbol de la Ciencia de Baroja. ¿Castilla duerme o sueña, está levitando…? Que no
levite tanto, que puede caerse…
Ésa es mi pregunta. ¡¿Qué coño queréis?! ¡Pensar, narices! ¿O vais a hacer como esos
personajes de Pirandello italianos – de Sicilia, con los cuales no sólo por los hechos
históricos compartimos muchas cosas, al igual que con los franceses, y seguiremos
quietos leyendo al Quijote, haciendo la política desde Roma o aprovechando a la Iglesia
o ésta a nosotros para presionar al Estado y que haga o hagamos lo que le dé o les da la
real gana? Si es eso lo que queréis, prefiero que se marchen, ¡que se marchen todos!
Seamos anarquistas. O independentistas. —«Contra la Espanya catalá se vivía mejor»
quizás lleguemos a berrear estos esteparios que no paladeamos el idioma del Espanya
ens roba.
¡Pedir lo imposible!, como decían en el 68 o en Podemos —que ha acabado por pedir…,
no sé: votos o botos de ira—. Pidamos la Castilla-León cultural: desde Asturiés a
Extremadura; de Cantabria y la Rioja a La Mancha; o sólo lo segundo; o ¡hacer algo!
Me da igual. Castilla o Castilla y León o Castilla-León seguirá de alguna manera, o
morirá. Dejar ser, que habiendo sido tanto no hemos sido nada. Igual en España, o
Iberia, o lo que sea; pero dejar respirar. Esta burbuja, esta nube, este hechizo quijotesco
no lo aguantamos. Siempre podemos dejar que Alemania nos anexione y seguro que,
como Roma nos hizo, nos junte a base de palos. Como siempre… Pero dejar de ser los
tontos de Europa. Por favor, dejen la Castela aeterna, que si no será como Roma: pura
ruina.
Una posible bandera… para inconformistas.