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8/18/2019 Wolin Filosofía Política y Filosofía Recort http://slidepdf.com/reader/full/wolin-filosofia-politica-y-filosofia-recort 1/27 23 I. FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA … expresar diversos significados de cosas complejas me- diante un reducido vocabulario con sentidos precisos. WALTER BAGEHOT LA FILOSOFÍA POLÍTICA COMO FORMA DE INDAGACIÓN Este libro versa sobre una tradición especial del discurso: la filosofía política. En él intento analizar el carácter general de esa tradición, los variados proble- mas de quienes han contribuido a establecerla y las vicisitudes que han carac- terizado las principales líneas de su evolución. Al mismo tiempo, también trato de decir algo acerca del quehacer de la filosofía política misma. Naturalmen- te, esta declaración de intenciones despierta la expectativa de que la discusión comenzará con una definición de la filosofía política. Sin embargo, intentar sa- tisfacer esa expectativa sería inútil, no sólo porque unas cuantas oraciones no pueden lograr lo que pretende todo un libro sino también porque la filosofía política no es una entidad de índole permanente. En cambio, es una actividad compleja que se comprende mejor analizando las numerosas formas en que la han practicado los maestros reconocidos. No se puede decir que ningún filóso- fo ni ninguna época histórica por sí solos la haya definido de manera concluyen- te, así como ningún artista o escuela de pintura ha representado todo lo que entendemos con el término “arte pictórico”. Si la filosofía política es más de lo que haya expresado cualquier gran filó- sofo, hay cierta justificación para creer que la filosofía política constituye una actividad cuyas características se revelan con más claridad al transcurrir el tiempo. Dicho de manera diferente, se debe interpretar la filosofía política en la misma forma en que interpretamos una tradición variada y compleja. Si bien tal vez no sea posible reducir la filosofía política a una definición breve, se pueden determinar las características que la distinguen de otras for- mas de indagación, así como las que la conectan con ellas. Examinaré estas consideraciones bajo los siguientes encabezados: las relaciones de la filosofía política con la filosofía, las características de la filosofía política como activi- dad, su contenido temático y lenguaje, el problema de las perspectivas o puntos de vista y la forma en que opera una tradición. Desde que Platón percibió por primera vez que la indagación acerca de la naturaleza de la vida buena del individuo estaba necesariamente asociada con una indagación convergente (y no paralela) acerca de la naturaleza de la comunidad buena, ha persistido una asociación estrecha y continua entre la

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I. FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA

… expresar diversos significados de cosas complejas me-diante un reducido vocabulario con sentidos precisos.

WALTER BAGEHOT

LA FILOSOFÍA POLÍTICA COMO FORMA DE INDAGACIÓN

Este libro versa sobre una tradición especial del discurso: la filosofía política.En él intento analizar el carácter general de esa tradición, los variados proble-mas de quienes han contribuido a establecerla y las vicisitudes que han carac-terizado las principales líneas de su evolución. Al mismo tiempo, también tratode decir algo acerca del quehacer de la filosofía política misma. Naturalmen-te, esta declaración de intenciones despierta la expectativa de que la discusióncomenzará con una definición de la filosofía política. Sin embargo, intentar sa-tisfacer esa expectativa sería inútil, no sólo porque unas cuantas oraciones nopueden lograr lo que pretende todo un libro sino también porque la filosofíapolítica no es una entidad de índole permanente. En cambio, es una actividadcompleja que se comprende mejor analizando las numerosas formas en que la

han practicado los maestros reconocidos. No se puede decir que ningún filóso-fo ni ninguna época histórica por sí solos la haya definido de manera concluyen-te, así como ningún artista o escuela de pintura ha representado todo lo queentendemos con el término “arte pictórico”.

Si la filosofía política es más de lo que haya expresado cualquier gran filó-sofo, hay cierta justificación para creer que la filosofía política constituye unaactividad cuyas características se revelan con más claridad al transcurrir eltiempo. Dicho de manera diferente, se debe interpretar la filosofía política en lamisma forma en que interpretamos una tradición variada y compleja.

Si bien tal vez no sea posible reducir la filosofía política a una definición

breve, se pueden determinar las características que la distinguen de otras for-mas de indagación, así como las que la conectan con ellas. Examinaré estasconsideraciones bajo los siguientes encabezados: las relaciones de la filosofíapolítica con la filosofía, las características de la filosofía política como activi-dad, su contenido temático y lenguaje, el problema de las perspectivas o puntosde vista y la forma en que opera una tradición.

Desde que Platón percibió por primera vez que la indagación acerca dela naturaleza de la vida buena del individuo estaba necesariamente asociadacon una indagación convergente (y no paralela) acerca de la naturaleza dela comunidad buena, ha persistido una asociación estrecha y continua entre la

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filosofía política y la filosofía en general. La mayoría de los filósofos eminen-tes ha aportado generosamente a la dotación principal de nuestras ideas polí-ticas y también ha proporcionado al teórico de la política muchos de sus mé-todos de análisis y juicios críticos. Históricamente, la principal diferencia

entre filosofía y filosofía política ha sido una cuestión de especialización másque de método o temple. En virtud de esta alianza, los teóricos de la políticaaceptaron como propia la búsqueda básica del filósofo de un conocimientosistemático.

Hay también otro sentido fundamental en el que la teoría política se vincu-la con la filosofía. Se puede distinguir la filosofía de otros métodos de esclareci-miento de la verdad, como la visión mística, el rito secreto, las verdades deconciencia o los sentimientos particulares. La filosofía afirma que versa sobre

 verdades a las que se llega públicamente y que son públicamente comproba-bles.1 Al mismo tiempo, una de las cualidades esenciales de lo político que haconfigurado poderosamente la visión de los teóricos de la política acerca de sucontenido es su relación con lo que es “público”. Cicerón tenía esto en mentecuando llamó al Estado res publica, una “cosa pública” o “la propiedad del pue-blo”. De todas las instituciones con autoridad existentes en la sociedad, la or-ganización política ha sido seleccionada como excepcionalmente preocupadapor lo que es “común” a toda la comunidad. Ciertas funciones, como la defen-sa nacional, el orden interno, la administración de justicia y la normatividadeconómica, han sido declaradas responsabilidad básica de las instituciones po-líticas, en gran medida con el argumento de que esas funciones favorecen in-

tereses y fines que benefician a todos los miembros de la comunidad. La únicainstitución que alguna vez rivalizó con la autoridad del orden político fue laIglesia medieval; no obstante, esto fue posible sólo porque la Iglesia, al asumirlas características de un régimen político, se había convertido en algo distintode un organismo religioso. La íntima conexión que hay entre las institucionespolíticas y los intereses públicos se ha extendido al ejercicio del filósofo; se haconsiderado que la filosofía política significa reflexionar sobre cuestiones queafectan a la comunidad en general.

En consecuencia, es conveniente que la indagación acerca de asuntos pú-blicos sea realizada conforme a los cánones de un tipo público de conocimien-

to. La otra alternativa, aliar el conocimiento político con modos privados deconocimiento, sería incongruente y contraproducente. El símbolo dramáticode la alianza correcta fue la exigencia de la plebe romana de que la condición delas Doce Tablas de la ley se transformara de un misterio sacerdotal que podía

1  Sin duda, Platón se quejó de que ciertas verdades son incomunicables. A pesar de todo lo quese pueda decir acerca de esas verdades, no es posible afirmar que tengan algún valor filosófico. Lomismo se aplica a las llamadas doctrinas secretas imputadas a los filósofos antiguos. Se puedenaceptar las doctrinas esotéricas como una forma de instrucción religiosa, pero no como enseñan-zas filosóficas.

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ser conocido sólo por unos cuantos en una forma pública de conocimiento, ac-cesible para todos.

FORMA Y FONDO

Pasando al contenido temático de la filosofía política, aun el examen más so-mero de las obras maestras de la literatura política revela la reaparición con-tinua de ciertos temas-problemas. Se podrían enumerar muchos ejemplos,pero aquí sólo mencionaremos algunos, como las relaciones de poder entre go-bernante y gobernados, la naturaleza de la autoridad, los problemas planteadospor los conflictos sociales, la importancia de ciertas metas o propósitos comoobjetivos de la acción política y el carácter del conocimiento político. Ningúnfilósofo de la política se ha interesado en igual medida por todos esos proble-mas, pero ha existido un consenso suficientemente amplio acerca de la identi-dad de los problemas que justifica la creencia de que ha habido una continuidadde las preocupaciones. El hecho de que los filósofos a menudo han discrepado

 violentamente acerca de las soluciones tampoco pone en duda la existenciade un contenido temático común. Lo que es importante es la continuidad de laspreocupaciones, no la unanimidad de la respuesta.

La concordancia en cuanto al contenido temático a su vez presupone queaquellos que están interesados en extender el conocimiento de un determinadocampo comparten una interpretación común de lo que es pertinente para sutema y lo que debe ser excluido. En relación con la filosofía política, esto impli-

ca que el filósofo debe ser claro acerca de lo que es político y lo que no lo es.Aristóteles, por ejemplo, argumentó en las páginas iniciales de la Política que lafunción del político (politikós) no debía ser confundida con las del propietariode esclavos o el jefe de familia; la primera era propiamente política, las últimasno lo eran. Lo que Aristóteles subrayó todavía tiene una importancia vital y lasdificultades de mantener una idea clara de lo que es político constituyen eltema básico de este libro. Aristóteles aludía a los problemas que experimentael filósofo de la política al intentar aislar un contenido temático que no puede seraislado en la realidad. Hay dos razones principales de esta dificultad. En pri-mer lugar, una institución política, por ejemplo, está expuesta a influencias de

índole no política que interfieren, de tal modo que se vuelve un problema expli-car cuándo comienza lo político y cuándo acaba lo no político. En segundo lugar,existe la difundida tendencia a utilizar las mismas palabras y conceptos queempleamos al hablar de cuestiones políticas para describir fenómenos no polí-ticos. En contraste con los restringidos usos técnicos de las matemáticas y lasciencias naturales, frases como “la autoridad del padre”, “la autoridad de la Igle-sia” o “la autoridad del Parlamento” son pruebas de los usos paralelos predo-minantes en las discusiones sociales y políticas.

Esto plantea uno de los problemas básicos que afronta el filósofo de la polí-tica cuando trata de afirmar el carácter distinto de su contenido temático: ¿qué

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es lo político?, ¿qué distingue, por ejemplo, la autoridad política de otras for-mas de autoridad, o la membresía en una sociedad política de la membresía enotros tipos de asociaciones? Al intentar responder a estas preguntas, durantesiglos los filósofos han contribuido a la concepción de la filosofía política como

una forma continua de discurso concerniente a lo político, y a una imagen delfilósofo de la política como aquel que filosofa acerca de lo político. ¿Cómo lohan hecho? ¿Cómo han llegado a seleccionar ciertas acciones e interaccioneshumanas, ciertas instituciones y valores, para llamarlos “políticos”? ¿Cuál es lacaracterística común distintiva de ciertos tipos de situaciones o actividades,como votar y legislar, que nos permite llamarlas políticas? ¿O qué condicionesdebe satisfacer una determinada acción o situación para ser llamada política?

En un sentido, el proceso de definir el área de lo que es político no ha sidomarcadamente diferente del que ha tenido lugar en otros campos de indaga-ción. Por ejemplo, nadie discutirá seriamente que los campos de la física o laquímica han existido siempre en una determinada forma, evidente por sí mis-ma, esperando sólo ser descubiertos por Galileo o Lavoisier. Si admitimos queun campo de indagación es en gran medida el producto de una definición, elcampo político puede ser considerado como un área cuyos límites han sido tra-zados por siglos de discusión política. Así como otros campos han cambiadosus contornos, las fronteras de lo que es político son tornadizas, incluyen a ve-ces más, a veces menos, de la vida y el pensamiento humanos. La era actual detotalitarismo excita la queja de que “vivimos una era política. Guerra, fascismo,campos de concentración, toletes de goma, bombas atómicas, etc., son las co-

sas en las que pensamos”. En otros tiempos más serenos, lo político es menosubicuo. Santo Tomás de Aquino pudo escribir que “el hombre no está formadoen su totalidad, o en todo lo que tiene, para la confraternidad política…” 2 Noobstante, me gustaría insistir en que el campo de la política es y ha sido, en unsentido radical e importante, un campo creado. La designación de ciertas acti-

 vidades y estructuras como políticas, la forma característica en que pensamosen ellas y los conceptos que empleamos para comunicar nuestras observacio-nes y reacciones no están escritos en la naturaleza de las cosas, que son el lega-do acumulado gracias a la actividad histórica de los filósofos de la política.

Con estas observaciones no quiero sugerir que el filósofo de la política ha

tenido libertad para llamar “político” a todo lo que quisiera o que, como el poe-ta de Lord Kames, ha estado ocupado “fabricando imágenes sin ningún funda-mento en la realidad”. Tampoco quiero implicar que los fenómenos que llama-mos políticos son, en un sentido literal, “creados” por el teórico. Se admite sindiscusión que las prácticas y estructuras institucionales establecidas han pro-porcionado a los teóricos de la política los datos básicos, y pronto analizaré

2 George Orwell, England, your England [Inglaterra, su Inglaterra], Secker and Warburg, Lon-dres, 1954, p. 17. Santo Tomás de Aquino, Suma teológica, 2ª ed., Biblioteca de Autores Cristianos,Madrid, 1989, parte 1ª de la 2ª parte, cuest. 21, art. 4 resp. a la 3ª obj.

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este punto. También es verdad que muchos de los temas tratados por el teóricodeben su inclusión al simple hecho de que son llamados políticos en los usoslingüísticos convencionales. Por otra parte, también es cierto que las ideas y ca-tegorías que empleamos en el análisis político no son del mismo orden que los

“hechos” institucionales, ni están “contenidos”, por así decirlo, en los hechos.Representan en cambio un elemento agregado, algo creado por el teórico de lapolítica. Conceptos como “poder”, “autoridad”, “consentimiento” y demás no son“cosas” reales, si bien se usan con el fin de destacar algún aspecto importantede las cosas políticas. Su función es volver significativos los hechos políticos,ya sea para propósitos de análisis, crítica o justificación, o una combinación detodos ellos. Cuando se expresan conceptos políticos en forma de una afirma-ción, como “no son los derechos y los privilegios de que goza lo que hacen ciu-dadano a un hombre, sino las obligaciones mutuas entre súbdito y soberano”,la validez de la afirmación no se establece haciendo referencia a los hechosde la vida política. Éste sería un procedimiento circular, ya que la forma de la de-claración inevitablemente regiría la interpretación de los hechos. Dicho de otramanera, la teoría política no está interesada tanto en las prácticas políticas o encómo operan éstas, sino, más bien, en su significado. Por consiguiente, en ladeclaración de Bodin recién citada, el hecho de que por ley o práctica el miem-bro de la sociedad tenía ciertas obligaciones para con su soberano, y viceversa,no era tan importante como el hecho de que esas obligaciones podían ser inter-pretadas en una forma que sugería algo importante acerca de la membresía y,en las etapas posteriores del argumento de Bodin, acerca de la autoridad del

soberano y las condiciones de esa autoridad. En otras palabras, el concepto demembresía permitió a Bodin derivar las implicaciones e interconexiones entreciertas prácticas o instituciones que no eran evidentes por sí mismas sobre labase de los hechos en sí. Cuando esos conceptos se vuelven más o menos esta-bles en su significado, sirven como indicadores que nos señalan que debemosbuscar ciertas cosas o tener en cuenta ciertas cuestiones cuando tratamos decomprender una situación política o formular un juicio sobre ella. De esa ma-nera, los conceptos y categorías que constituyen nuestra interpretación políticanos ayudan a establecer conexiones entre los fenómenos políticos; imponencierto orden a lo que de otro modo parecería un caos irremediable de activida-

des; son los mediadores entre nosotros y el mundo político que tratamos de volver inteligible; crean un área de conciencia decidida y, por lo tanto, ayudan aseparar los fenómenos pertinentes de los improcedentes.

EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS

Favorece o estorba al intento del filósofo de dar un significado a los fenómenospolíticos el hecho de que las sociedades poseen cierto orden, cierto grado deorganización presente, filosofen o no los filósofos. En otras palabras, los lími-

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tes y el fondo del contenido temático de la filosofía política son determinadosen gran medida por las prácticas de las sociedades. El término práctica se refie-re aquí a los procesos institucionalizados y los procedimientos establecidospara manejar los asuntos públicos. Lo importante para la teoría política es que

estas prácticas institucionalizadas desempeñan una función esencial al orde-nar y orientar el comportamiento humano y determinar la naturaleza de losacontecimientos. La función organizadora de las instituciones y las prácticasconsuetudinarias crean una “naturaleza” o campo de fenómenos aproximadamen-te análogo a la naturaleza que contemplan los estudiosos de las ciencias natura-les. Tal vez pueda esclarecer el significado de “naturaleza política” describiendoalgo de la función de las instituciones.

El sistema de instituciones políticas en una determinada sociedad represen-ta un ordenamiento de poder y autoridad. En cierto punto dentro del sistemase reconoce que algunas instituciones tienen la autoridad de tomar decisionesaplicables a toda la comunidad. El ejercicio de esta función naturalmenteatrae la atención de grupos e individuos que sienten que sus intereses y propó-sitos se verán afectados por las decisiones tomadas. Cuando esta toma de con-ciencia adopta la forma de acción orientada hacia las instituciones políticas,las actividades se vuelven “políticas” y forman parte de la naturaleza política.La iniciativa puede originarse en las instituciones mismas o, más bien, en loshombres que las manejan. Una decisión pública, como la de controlar la fabri-cación de prendas de lana o prohibir la difusión de ciertas doctrinas, tiene elefecto de conectar estas actividades con el orden político y convertirlas, al me-

nos en parte, en fenómenos políticos. Si bien se podrían multiplicar las formasen que las actividades humanas se vuelven “políticas”, el elemento principal esla función “vinculatoria” cumplida por las instituciones políticas. Mediante lasdecisiones tomadas y aplicadas por funcionarios públicos, se agrupan activida-des dispersas a las que se les da una nueva coherencia y se traza su curso futuroconforme a razones “públicas”. De este modo, las instituciones políticas agre-gan dimensiones a la naturaleza política. Sirven para definir, por así decirlo, el“espacio político” o el sitio donde se relacionan las fuerzas tensoras de la so-ciedad, como un tribunal, una asamblea legislativa, una audiencia administra-tiva o la asamblea de un partido político. Sirven también para definir el “tiempo

político” o periodo en el cual se producen la decisión, la resolución o las con-cesiones mutuas. En consecuencia, las disposiciones políticas proporcionanun entorno donde las actividades de los individuos y los grupos se conectanespacial y temporalmente. Veamos, por ejemplo, el funcionamiento de un sis-tema nacional de seguridad social. El funcionario fiscal recauda impuestos alas ganancias obtenidas en el año anterior por una empresa; los ingresos fisca-les pueden a su vez ser usados para establecer un sistema de seguridad social ode jubilación que beneficie a trabajadores que no tienen otra conexión con lacorporación. Sin embargo, tal vez los beneficios en cuestión no sean realmenterecibidos por el trabajador hasta 25 años más tarde. Aquí, bajo la forma de un

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 29

agente fiscal, hay una institución política cuya labor integra una serie de activi-dades no relacionadas en otros aspectos y les da una trascendencia que se ex-tiende en el tiempo.3

Un filósofo contemporáneo dijo que, por medio de los conceptos y símbo-

los usados en nuestro pensamiento, tratamos de que un “orden temporal depalabras” represente “un orden vinculatorio de las cosas”.4 Si aplicamos esto a losasuntos políticos, podemos decir que las instituciones políticas proporcionanlas relaciones internas entre las “cosas” o fenómenos de naturaleza política yque la filosofía política pretende formular afirmaciones válidas acerca de esas“cosas”. En otras palabras, las instituciones establecen una coherencia previaentre los fenómenos políticos; por consiguiente, cuando el filósofo político re-flexiona sobre la sociedad, no afronta un torbellino de hechos o actividadesdesconectados, desplazándose velozmente en un vacío como el de Demócrito,sino fenómenos ya dotados de coherencia y relaciones recíprocas.

LA FILOSOFÍA POLÍTICA Y LO POLÍTICO

Sin embargo, al mismo tiempo, la mayoría de las grandes aseveraciones de lafilosofía política han sido enunciadas en épocas de crisis; es decir, cuando losfenómenos políticos no están tan bien integrados en las estructuras institucio-nales. El colapso institucional libera los fenómenos, por así decirlo. Hace que elcomportamiento y los acontecimientos políticos adquieran cierto carácter alea-

torio y desbarata los significados consuetudinarios que habían sido parte delantiguo mundo político. Desde la época en que el pensamiento griego se fasci-nó por primera vez con las inestabilidades que aquejaban la vida política, losfilósofos occidentales de la política se han preocupado por el erial que se generacuando se ha disuelto la red de relaciones políticas y se han cortado los vínculosde lealtad. Son prueba de esta preocupación las interminables discusiones delos autores griegos y romanos acerca de los ciclos rítmicos que estaban con-denadas a seguir las formas de gobierno; las sutiles distinciones que Maquia-

 velo estableció entre las contingencias políticas que el hombre podía controlary aquellas que lo dejaban indefenso; la idea del siglo XVII de un “Estado de natu-

raleza” como una situación que carecía de las relaciones establecidas y las for-mas institucionales características de un sistema político en funcionamiento, yel enorme esfuerzo de Hobbes por encontrar una ciencia política que permitie-ra a los hombres, de una vez por todas, crear una comunidad respetuosa de las

3 Es importante no caer en el error de pensar que las instituciones representan cierta interven-ción superior, impersonal. Una institución está constituida por un grupo determinado de personasque desempeñan ciertas funciones dentro de un modelo de organización.

4 Suzanne Langer, Philosophy in a New Key  [Filosofía en una nueva clave], Mentor, NuevaYork,1952, pp. 58 y 59.

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normas, que pudiera sortear las vicisitudes de la política. Si bien la tarea de lafilosofía política se complica considerablemente en un periodo de desintegra-ción, las teorías de Platón, Maquiavelo y Hobbes, por ejemplo, son prueba deuna relación de “estímulo y respuesta” entre el desorden del mundo real y la

función del filósofo político como delimitador del desorden. La gama de posi-bilidades parece infinita, ya que ahora el filósofo de la política no se limita a lacrítica y la interpretación: debe reconstruir un mundo fragmentado de signi-ficados y sus concomitantes expresiones institucionales; debe, en pocas pala-bras, configurar un cosmos político a partir del caos político.

Si bien las situaciones de desorganización política extrema agregan una ur-gencia mayor a la búsqueda de orden, el teórico de la política que escribe paraépocas menos heroicas también ha clasificado el orden como un problema fun-damental de su contenido temático. Ningún teórico de la política ha abogadonunca por una sociedad desorganizada ni ha propuesto la revolución perma-nente como forma de vida. En su sentido más elemental, el orden ha significa-do un estado de paz y seguridad que hace posible la vida civilizada. La supremapreocupación de san Agustín por el espíritu trascendente del hombre no lo hizodesconocer el hecho de que los preparativos para la salvación presuponían unentorno terrenal donde los requerimientos básicos de paz y seguridad fueransatisfechos por el orden político, y fue este reconocimiento lo que lo llevó aadmitir que aun una sociedad pagana organizada tenía cierto valor. La preo-cupación por el orden ha dejado su huella en el vocabulario del teórico de lapolítica. Palabras como “paz”, “estabilidad”, “armonía” y “equilibrio” aparecen

en las obras de todo teórico importante. Asimismo, toda indagación políticaestá orientada en cierta medida a los factores que conducen al mantenimientodel orden o militan contra él. El filósofo de la política ha preguntado: ¿cuál esla función del poder y la autoridad para sostener la base de la vida social?; ¿quéexige la preservación del orden a los miembros en cuanto a un código de civili-dad?; ¿qué tipo de conocimiento necesitan por igual el gobernante y el gober-nado si se desea mantener la paz y la estabilidad?; ¿cuáles son las fuentes deldesorden y cómo pueden ser controladas?

Al mismo tiempo, y con importantes excepciones, la mayoría de los escrito-res sobre la política han aceptado en cierto modo la sentencia aristotélica de

que los hombres que viven una vida de asociación desean no sólo la vida, sinolograr la vida buena; es decir, los seres humanos tienen aspiraciones que vanmás allá de la satisfacción de ciertas necesidades elementales, casi bioló-gicas, como la paz interna, la defensa contra los enemigos externos y la protec-ción de la vida y las posesiones. El orden, como lo definió san Agustín, conteníauna jerarquía de bienes, que ascendía desde la protección de la vida a la pro-moción de un estilo de vida más elevado. En la historia de la filosofía políticase han concebido diversas ideas acerca de lo que se debe incluir en el orden,que han variado desde la idea griega de la realización individual, a la concepcióncristiana del orden político como una especie de preparatio evangelica y al con-

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cepto liberal moderno de que el orden político tiene poco que ver con la psiqueo el alma. Sin importar el énfasis particular, la preocupación por el orden hallevado al teórico de la política a examinar los tipos de metas y propósitos ade-cuados para una sociedad política. Esto nos lleva al segundo aspecto general

del temario de la filosofía política: ¿qué cosas son adecuadas para una sociedad política y por qué?

En nuestro análisis anterior de la filosofía política y su relación con la filoso-fía, nos referimos brevemente a la idea de que la filosofía política se ocupaba deasuntos públicos. Me gustaría señalar aquí que las palabras “público”, “común” y“general” tienen una larga tradición de uso que las ha vuelto sinónimos de lopolítico. Por esta razón, sirven como indicios importantes del temario de la filo-sofía política. Desde sus comienzos en Grecia, la tradición política occidental haconsiderado el orden político como un orden común creado para abordar lascuestiones en las que todos los miembros de la sociedad tienen algún interés. Elconcepto de un orden que fuera a la vez político y común fue formulado elocuen-temente en el diálogo Protágoras de Platón. Allí se narra que los dioses dieron alos hombres las artes y talentos necesarios para su supervivencia física; pero,cuando los hombres establecieron ciudades, estallaron conflictos y violencia queamenazaron devolver a la humanidad a un estado brutal y salvaje. Protágorasdescribe entonces cómo los dioses, temerosos de que los hombres se destruyeranunos a otros, decidieron proporcionarles la justicia y la virtud:

Zeus, temiendo que la raza humana se viera exterminada, envió a Hermes con la

orden de dar a los hombres virtud y justicia como principios rectores para queconstruyesen sus ciudades y estrechasen los lazos de amistad y conciliación. Her-mes preguntó a Zeus cómo debía impartir la virtud y la justicia entre los hombres:¿las distribuiría como se habían distribuido las artes, sólo a unos pocos privilegia-dos [o] a todos por igual? A todos, respondió Zeus; quiero que todos sean partícipes,porque si sólo un pequeño número comparte las virtudes, como sucede con las de-más artes, jamás habrá ciudades.5

La “condición de común” del orden político se ha reflejado en la gama detemas escogidos por los teóricos de la política como adecuados y en la forma

en que esos temas han sido tratados en la teoría política. Se manifiesta en lacreencia básica de los teóricos de que el régimen político se ocupa de los intere-ses generales compartidos por todos los miembros de la comunidad, que la au-toridad política se distingue de otras formas de autoridad porque habla ennombre de una sociedad considerada en su cualidad de común, que la mem-

5 Protágoras, Gredos, Madrid, 2008, 321-325. La cuestión de si el mito de Protágoras representalas ideas del mismo Platón es tratada por Ronald B. Levinson en In Defense of Plato [En defensa dePlatón], Harvard University Press, Cambridge, 1953, pp. 293 y 294, y por W. K. C. Guthrie, en In the

 Beginning [Al principio], Methuen, Londres, 1957, pp. 84 y ss.

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bresía en una sociedad política es signo de una vida de compromisos comunesy que el orden que preside la autoridad política se debe extender a todo lo largoy lo ancho de la sociedad en general. El problema amplio planteado por estos yotros temas similares proviene del hecho de que los objetos y las actividades

que abordan no están aislados. Un miembro de la sociedad puede compartiralgunos intereses con sus compañeros, pero hay otros que le son propios comoindividuo o como integrante de un grupo al que pertenece; asimismo, la autori-dad política no sólo es una de varias autoridades en la sociedad, sino quecompite con ellas en ciertos aspectos.

El hecho de que lo político forme parte de una situación de cuestiones en-trecruzadas indica que es continua la tarea de definir lo que es político. Esto se

 vuelve más evidente si pasamos a examinar otro aspecto del temario: la actividadpolítica o la política. Para los propósitos de este estudio, supondré que el término“política” incluye lo siguiente: a) una forma de actividad centrada en la búsque-da de una ventaja competitiva entre grupos, individuos o sociedades; b) una for-ma de actividad condicionada por el hecho de que se produce dentro de una si-tuación de cambio y de relativa escasez; c) una forma de actividad en la cual labúsqueda de ventajas produce consecuencias de tal magnitud que afectan enforma considerable a toda la sociedad o a una parte sustancial de ella. Durantela mayor parte de los últimos 2 500 años, las comunidades occidentales se han

 visto obligadas a sufrir reajustes drásticos a cambios inducidos tanto desde den-tro como desde fuera de ellas. La política como reflejo de este fenómeno se haconvertido en una actividad que expresa la necesidad de la sociedad de reajustes

constantes. Los efectos del cambio no sólo consisten en alterar las posicionesrelativas de los grupos sociales sino también en modificar los objetivos por loscuales contienden individuos y grupos. De ese modo, la expansión territorial deuna sociedad puede abrir nuevas fuentes de riqueza y poder que alterarán lasposiciones competitivas de diversos grupos internos; los cambios en los modosde producción económica pueden dar como resultado la redistribución de la ri-queza y la influencia, de tal suerte que genere protestas y agitación por parte deaquellos cuya situación se ha visto perjudicada por el nuevo orden. Los grandesaumentos demográficos y la inyección de nuevos elementos raciales, como su-cedió en Roma, pueden traer exigencias de extensión de los privilegios políticos

y, con esas exigencias, ofrecer un elemento que invita a la manipulación políti-ca; o un profeta religioso puede proclamar una nueva fe y pedir la extirpación delos antiguos ritos y creencias que el tiempo y el hábito habían entretejido en latrama de las esperanzas de las personas. Desde cierto punto de vista, las activida-des políticas son una respuesta a cambios fundamentales que se producen en lasociedad. Desde otro, esas actividades provocan conflictos porque representanlíneas de acción que se cortan entre sí, mediante las cuales los individuos y losgrupos buscan estabilizar una situación en forma favorable a sus aspiraciones ynecesidades. Por consiguiente, la política es tanto una fuente de conflictos comoun modo de actividad que busca resolver los conflictos y promover el reajuste.

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 33

Podemos sintetizar este análisis diciendo que el temario de la filosofía polí-tica ha consistido en gran medida en el intento de volver a la política compati-ble con los requisitos de orden. La historia de la filosofía política ha sido undiálogo sobre este tema; a veces la visión del filósofo ha estado exenta de la po-

lítica y él ha producido una filosofía política de la cual ha sido eliminada lapolítica y buena parte de lo que se ha entendido por político; otras veces, el filó-sofo ha concedido un margen tan amplio a la política que parece haber sidodescuidada la justificación del orden.

EL VOCABULARIO DE LA FILOSOFÍA POLÍTICA

Una característica importante de un corpus de conocimientos es que es trans-mitido mediante un lenguaje especializado, con lo cual queremos decir que laspalabras se usan en ciertos sentidos particulares y que algunos conceptos y ca-tegorías son tratados como fundamentales para la comprensión del tema. Esteaspecto del corpus de conocimientos es su lenguaje o vocabulario. En gran me-dida, todo lenguaje especializado representa una creación artificial porque eselaborado deliberadamente para expresar significados y definiciones con tantaprecisión como sea posible. Por ejemplo, los matemáticos han creado un siste-ma muy complejo de signos y símbolos, así como un conjunto reconocido deconvenciones que rigen el manejo de esos signos y símbolos; los físicos tam-bién emplean una serie de definiciones especiales para facilitar la explicación y

la predicción.El lenguaje del teórico de la política tiene sus propias peculiaridades. Algu-nas de ellas han sido señaladas por los críticos, que se han quejado de la vaguedadde los conceptos políticos tradicionales, que contrasta con la precisión caracte-rística del discurso científico, o han trazado paralelos igualmente desfavora-bles entre la escasa cualidad predictiva de las teorías políticas y el gran éxito delas teorías científicas en este aspecto.

Sin desear hacer un aporte más a la tediosa controversia sobre si la cienciapolítica es, o puede ser, una auténtica ciencia, se pueden evitar ciertos concep-tos erróneos exponiendo brevemente lo que los teóricos de la política han trata-

do de expresar mediante su vocabulario especializado.Podríamos empezar citando algunas aseveraciones características de algu-

nos filósofos de la política:

Es imposible la seguridad para el hombre a menos que se asocie con el poder.[Maquiavelo.]

No puede existir una verdadera Alianza y persistirán las semillas perpetuas de laResistencia contra un poder que se construye sobre Cimientos tan poco naturalescomo el temor y el terror. [Halifax.]

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34 PRIMERA PARTE

Tan pronto como el hombre entra en estado de sociedad, pierde el sentido de sudebilidad: cesa la igualdad y comienza entonces el estado de guerra. [Montesquieu.]

Hay que reconocer que el lenguaje y los conceptos contenidos en las decla-

raciones anteriores son tan vagos que desafían la comprobación rigurosa pres-crita por los experimentos científicos. En un sentido estricto, conceptos como“estado de naturaleza” o “sociedad civil” ni siquiera son objeto de observación.Sin embargo, sería erróneo concluir que todos estos conceptos de la teoría polí-tica son empleados deliberadamente para no describir el mundo de la experien-cia política. La frase citada de Maquiavelo alude al hecho de que la vida y lasposesiones se vuelven inseguras cuando los gobernantes de la sociedad carecendel poder para imponer la ley y el orden. “Seguridad”, por otra parte, es unaespecie de expresión abreviada del hecho de que la mayoría de los hombresprefieren una situación de expectativas garantizadas para su vida y posesiones.Tomada en conjunto, la frase de Maquiavelo formula una generalización cons-tituida por dos conceptos fundamentales: poder y seguridad, que “contienen”,por así decirlo, una interpretación racional de sus implicaciones prácticas. Porlo tanto, la seguridad implica ciertas actividades: que los miembros de la socie-dad pueden usar sus posesiones y gozar de ellas con el conocimiento cabal deque no les serán quitadas por la fuerza. Del mismo modo, el ejercicio del poderefectivo estará acompañado de ciertas medidas familiares, como promulgar le-yes, establecer castigos, etc. No obstante, lo que no es evidente para el sentidocomún es la conexión entre el poder y la seguridad, y esto es lo que trata de es-

tablecer el teórico de la política. El empleo de conceptos y un lenguaje especialle permite agrupar una serie de experiencias y prácticas comunes, como las re-lacionadas con el goce de la seguridad y el ejercicio del poder, y mostrar susconexiones recíprocas.

Si bien estas generalizaciones pueden exponer cosas importantes, no per-miten predicciones exactas como lo hace una ley de la física. Los conceptos sondemasiado generales para esto y las pruebas serían poco convincentes paraapoyar cualquiera de las aseveraciones antes citadas. Esto no significa que seaimposible formular proposiciones rigurosas concernientes a la política que pue-dan ser sometidas a la comprobación empírica. Sólo se señala que no son el

tipo de enunciados que tradicionalmente han atraído la atención de los teóri-cos de la política. En consecuencia, en lugar de asignar bajas calificaciones alos teóricos por una tarea mal ejecutada que nunca tuvieron en mente realizar,sería más útil indagar si el teórico de la política intentaba algo similar a la pre-dicción, pero menos riguroso. Yo diría en primer término que, en lugar de hacerpredicciones, los teóricos se han preocupado por formular advertencias. Ma-quiavelo nos advierte que, en ausencia de una autoridad gobernante efectiva,habrá inseguridad; Halifax, que una autoridad que se basa excesivamente en elmiedo, con el tiempo generará resistencia. Si bien estas admoniciones tienencierta similitud con una predicción, difieren en dos aspectos importantes. En

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 35

primer lugar, una advertencia implica una consecuencia desagradable o inde-seable, mientras que una predicción científica es neutral. En segundo lugar, laadvertencia generalmente la hace una persona que en cierto modo se siente in-

 volucrada con el grupo o persona que son advertidos; en pocas palabras, una

advertencia representa un compromiso que no se encuentra en las prediccio-nes. En concordancia con esta función de formular advertencias, el lenguaje dela teoría política contiene muchos conceptos diseñados para expresar señalesde advertencia: desorden, revolución, conflicto e inestabilidad, entre otros.

No obstante, la teoría política es más que el pronóstico de desastres. Tam-bién se refiere a las posibilidades; trata de establecer las condiciones necesariaso suficientes para lograr fines que, por una u otra razón, son considerados bue-nos o deseables. Así, la aseveración de Maquiavelo contiene una advertencia yuna posibilidad: el poder es la condición para lograr la seguridad, pero el poderineficiente abrirá el camino a la inseguridad.

Una objeción obvia al argumento anterior es que coloca al teórico de la po-lítica en la posición de poder formular proposiciones y emplear conceptos queno pueden ser juzgados verdaderos o falsos con un criterio empírico riguroso.Se admite esta objeción ya que es pertinente para un gran número de enuncia-dos y conceptos contenidos en la mayoría de las teorías políticas. Sin embargo,no es una objeción concluyente porque supone que una prueba empírica es elúnico método para determinar si un enunciado tiene o no sentido. En lugar deexplayarnos sobre las deficiencias científicas de los teóricos de la política, podríaser más provechoso considerar la teoría política como perteneciente a una for-

ma distinta de discurso. Siguiendo estas sugerencias, podemos adoptar paranuestros propósitos una propuesta formulada por Carnap,6 quien propuso eltérmino “explicación” para abarcar ciertas expresiones usadas tanto en el hablacotidiana como en el análisis científico. La explicación emplea significados queson menos precisos que los idealmente idóneos para un análisis riguroso, peroque son prácticos y, cuando son redefinidos y precisados pueden desempeñaruna función en extremo útil en la teoría. Son ejemplos de ellos las palabras“ley”, “causa” y “verdad”. Como estas palabras se formulan como propuestas,no pueden ser calificadas como verdaderas o falsas. En el lenguaje de la teoríapolítica, abundan conceptos que se usan para explicar ciertos problemas. Con

frecuencia, son palabras similares a las del uso ordinario, pero han sido redefi-nidas y modificadas para hacerlas más adecuadas. El teórico que usa una pala-bra puede guiarse por el uso común, pero no está necesariamente restringida alsignificado común. Por ejemplo, la definición de Aristóteles de un buen ciuda-

6 R. Carnap, The Logical Foundation of Probability  [Fundamentos lógicos de la probabilidad],University of Chicago Press, Chicago, 1950, cap. 1, y el análisis de C. G. Hempel, “Fundamentals ofConcept Formation in Empirical Sciences” [Elementos fundamentales de la formación del conceptoen las ciencias empíricas], International Encyclopedia of Unified Science [Enciclopedia internacio-nal de la ciencia unificada], 2 t., núm. 7, 1952, pp. 6 y ss.

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36 PRIMERA PARTE

dano como aquel que tiene el conocimiento y la capacidad para gobernar eramuy familiar para los atenienses. Al mismo tiempo, las cuestiones que Aristóte-les trataba de esclarecer requerían que remodelara o reconstruyera los signifi-cados aceptados. Este mismo procedimiento ha sido seguido en la formación de

otros conceptos esenciales en el lenguaje de la teoría política; conceptos como“autoridad”, “obligación” y “justicia” conservan cierto contacto con los significa-dos y experiencias comunes, pero han sido adaptados para satisfacer las nece-sidades del discurso sistemático.

He hecho bastante hincapié en esto con el propósito de destacar la co-nexión entre los conceptos de la teoría de la política y la experiencia política.Esta conexión indica que una teoría política no es una elaboración arbitrariaporque sus conceptos se vinculan en varios puntos con la experiencia. Una teo-ría sistemática, como la formulada por Hobbes, está constituida por una red deconceptos interrelacionados e (idealmente) coherentes; ninguno de los concep-tos es idéntico a la experiencia, pero ninguno está totalmente separado de ella.Tal vez todo el procedimiento se comprenda mejor si se ofrece una explicacióngenética. La teoría política no es una excepción del principio general de que lamayoría de los vocabularios especializados, en las etapas tempranas de su evo-lución, se basan en el vocabulario del lenguaje cotidiano para expresar sus sig-nificados. Por ejemplo, los conceptos del pensamiento político griego primitivose podían entender con referencia al uso ordinario y apenas iban más allá. Conla sistematización del pensamiento político, ilustrada por Platón y Aristóteles,el lenguaje de la teoría política se volvió más especializado y abstracto. El len-

guaje de la conversación cotidiana fue modificado y redefinido de tal modo queel teórico pudiera expresar sus ideas con una precisión, coherencia y extensiónque no permitía el uso ordinario. Sin embargo, persistió un hilo conector entreel concepto perfeccionado y los usos antiguos. A menudo se ha señalado que elconcepto de justicia (diké) sufrió una larga evolución antes de convertirse enun concepto político. En tiempos homéricos, había tenido varios significados,como “mostrar”, “señalar” o indicar “la forma en que normalmente suceden lascosas”. En la obra de Hesíodo  Los trabajos y los días el término es apropiadopara el uso político. Hesíodo advirtió acerca del peligro del príncipe que admi-nistraba diké “venal” y recordó a los hombres que eran diferentes de los anima-

les, que ignoran las normas de la  diké.7 En las teorías filosóficas de Platón yAristóteles se formuló el concepto de justicia de manera más abstracta y casino se podía decir que su sentido fuera idéntico a los significados comunes. Noobstante, vale la pena observar que en la República de Platón se inició la discu-

7 Hesíodo, Works and Days, Heinemann, Londres, 1929, pp. 263-265, 275-285 [existe traducciónal español: Los trabajos y los días, UNAM, México, 1986]. Véanse también sir  John Myers, The Politi-

 cal Ideas of the Greeks [Las ideas políticas de los griegos], Abingdon Press, Nueva York, 1927, pp. 167y ss., y los dos excelentes estudios de Gregory Vlastos, “Solonian Justice” [Justicia soloniana], Clas-

 sical Philology, 41, 1946, pp. 65-83, y “Equality and Justice in Early Greek Cosmology” [Igualdad y justicia en la cosmología griega temprana], ibid., 42, 1947, pp. 156-178.

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 37

sión de la justicia haciendo que varios oradores propusieran ideas comunes dela justicia. Si bien algunas quedaron descartadas, otras fueron consideradasinsuficientes, lo que quiere decir que se incorporaron en forma modificada enla definición más amplia y abstracta de justicia que asociamos con el diálogo.

De este modo, Platón elaboró un concepto de justicia que en muchos puntos se vinculaba con una tradición del uso común.

Si bien el vocabulario del teórico de la política muestra las huellas del len-guaje y la experiencia cotidianos, en gran medida es el producto de los esfuer-zos creativos del teórico. Los conceptos que constituyen el vocabulario hansido configurados para adaptarse a la estructura general de significados de lateoría. Esta estructura de significados contiene no sólo conceptos políticos,como ley, autoridad y orden, sino también una sutil mezcla de ideas filosóficasy políticas, una metafísica oculta o latente. Toda teoría política que ha buscadoalgún grado de globalidad ha adoptado algunas proposiciones implícitas o ex-plícitas acerca del “tiempo”, el “espacio”, la “realidad” o la “energía”. Si bien lamayoría de estos conceptos son las categorías tradicionales de los metafísicos,el teórico de la política no formula sus proposiciones o sus conceptos en la mis-ma forma que el metafísico. Lo que ha preocupado al teórico ha sido el espacioy el tiempo como categorías que se refieren no al mundo de los fenómenos na-turales, sino al mundo de los fenómenos políticos; es decir, al mundo de la natu-raleza política. Si quisiera ser preciso y explícito en estas cuestiones, escribiríaacerca del espacio “político”, el tiempo “político”, etc. Sin duda, ninguno deesos autores han empleado esta terminología. Más bien, el teórico de la política

ha usado sinónimos; en lugar de hablar del espacio político, puede haber escritoacerca de la ciudad, el Estado o la nación; en lugar del tiempo, puede habersereferido a la historia o la tradición; en lugar de la energía, puede haber habladoacerca del poder. Al conjunto de estas categorías podemos llamarlo una meta-física política.8

Las categorías metafísicas incluidas en la teoría política pueden ser ejem-plificadas con la idea de espacio político. Se podría comenzar señalando cómoesto tuvo sus orígenes en la evolución de la conciencia nacional en el mundoantiguo. La idea hebrea de un pueblo independiente, la distinción griega entrehelenos y bárbaros, el orgullo romano por la  romanitas, la idea medieval de

cristiandad son todos elementos que contribuyeron al sentimiento de una iden-tidad definida, que luego se asoció con una determinada zona geográfica y unacultura particular.

Sin embargo, el concepto de espacio político gira en torno de algo más queuna distinción entre el “interior” de un contexto de acciones específico y dife-renciado y un “exterior”, que era en gran medida desconocido e indiferenciado.

8 La frase “metafísica política” fue usada por primera vez con un sentido similar al mío porPierre S. Ballanche en  Essai sur les institutions sociales dans leur rapport avec les idées nouvelles [Ensayo sobre las instituciones sociales en su relación con las nuevas ideas], Didot, París, 1818, p. 12.

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38 PRIMERA PARTE

Implicaba también la cuestión crucial de las medidas encaminadas a resolverlos problemas que surgían del hecho de que un gran número de seres humanos,que poseían una identidad cultural común, ocupaban la misma zona específica.Si por el momento abandonáramos nuestras ideas sofisticadas de una sociedad

política, con sus imponentes jerarquías de poder, sus medidas institucionalesracionalizadas y sus carriles bien establecidos para que transite sin dificultadesel comportamiento, y pensáramos que estas cosas constituyen una zona determi-nada, un “espacio político” donde los planes, las ambiciones y las acciones de losindividuos y los grupos se enfrentan incesantemente unos con otros —chocandoentre sí, bloqueándose, agrupándose, separándose—, podríamos apreciar mejorla ingeniosa función de esas medidas al reducir las fricciones. Con diversos me-dios, una sociedad busca estructurar su espacio: con sistemas de derechos y obli-gaciones, distinciones sociales y de clase, restricciones e inhibiciones jurídicas yextrajurídicas, favores y castigos, autorizaciones y tabúes. Estas medidas sir venpara establecer sendas por las cuales pueden proseguir sin riesgos o con prove-cho las acciones humanas. Podemos encontrar este sentido de espacio estructu-rado en la mayoría de las teorías políticas. Un ejemplo notable es el de Hobbes:

Cualquiera cosa que esté ligada o envuelta de tal modo que no pueda moverse sinodentro de un cierto espacio, determinado por la oposición de algún cuerpo externo,decimos que no tiene libertad para ir más lejos […] La libertad de un súbdito radi-ca, por tanto, solamente, en aquellas cosas que en la regulación de sus acciones hapredeterminado el soberano: por ejemplo, la libertad de comprar y vender y de ha-

cer, entre sí, contratos de otro género…9

De modo similar, Locke defendió la utilidad de las restricciones jurídicas: “Nomerece el nombre de limitación lo que únicamente nos aparta de pantanos yprecipicios”.10

  9 Leviatán: O la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, 2ª ed., trad. de Ma-nuel Sánchez Sarto, FCE, México, 1980, parte II, XXI, pp. 171-174.

10 Second Treatise of Civil Government [Segundo tratado de gobierno civil], Cambridge UniversityPress, Cambridge, 1690, p. 57. El mismo argumento, incluida la metáfora de los límites, es presenta-

do en el influyente libro de A. D. Lindsay, El Estado democrático moderno, FCE, México, 1945, p. 176y 177. Véase el reflejo del problema de la estructuración política del espacio en un discurso de OliverSt. John, abogado y miembro del Parlamento en el siglo XVII; sin su “Sociedad Organizada y Gobier-no”, Inglaterra no era “sino un pedazo de Tierra, donde tantos hombres tienen su Residencia Provi-soria y su domicilio, sin distinciones jerárquicas o de otro tipo, sin propiedad de algo salvo por suPosesión”. Citado en Margaret Judson, The Crisis of the Constitution [La crisis de la Constitución],Rutgers University Press, New Brunswick, N. J., 1949, p. 354. Un ejemplo del siglo XVI es Edward Dud-ley: “Esta raíz de la concordia no es otra cosa más que un buen acuerdo y conformidad entre laspersonas o los habitantes del reino, la ciudad, el pueblo o el gremio, y que todo hombre esté conten-to de cumplir su deber en la actividad, el espacio o las circunstancias en las que se encuentra. Y nocalumnie ni desdeñe a ningún otro”. The Tree of Commonwealth [El árbol de la República], D. M.Brodie (comp.), Cambridge University Press, Cambridge, 1948, p. 40.

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 39

Según dedujimos, el espacio político se vuelve un problema cuando las ener-gías humanas no pueden ser encauzadas por las medidas de control en vigor.Durante la Reforma y el periodo posterior, fue la vitalidad de la religión lo queamenazó los principios estructurales creados por las sociedades políticas me-

dievales. En el siglo XVIII, las ambiciones del empresario fueron restringidas porla compleja red del mercantilismo. “No necesitamos favores; sólo requerimosun camino seguro y abierto”.11  Las teorías de los fisiócratas Adam Smith yBentham respondieron trazando nuevas vías y redefiniendo la dimensión espa-cial. Si se deseara continuar este análisis, se podría mostrar cómo Malthuspuso en tela de juicio la teoría espacial de los economistas liberales advirtiendoacerca de las crecientes presiones generadas por el crecimiento de la población.También sería posible interpretar los grandes movimientos revolucionarios delsiglo XIX, como el marxismo, como coherentes retos a la estructura espacialcreada por la sociedad industrial burguesa y como una exigencia de su reorga-nización. Una novela como Doctor Faustus de Thomas Mann podría ser consi-derada representativa del punto de vista de la generación de comienzos delsiglo pasado y su frustrante sentimiento de sofocación ante las restricciones im-puestas por las medidas nacionales e internacionales:

Parecía que había llegado el momento […] Estallaba en nosotros la conciencia deque éste era el siglo de Alemania […] era nuestro turno de poner nuestro sello en elmundo y ser su líder […] ahora, al final de la época burguesa iniciada alrededorde ciento veinte años antes, el mundo iba a renovarse en nuestro signo.12

VISIÓN E IMAGINACIÓN POLÍTICA

Nuestro análisis del espacio político nos da un indicio acerca de otro aspecto dela filosofía política. Las diversas concepciones del espacio indican que cada teó-rico ha visto el problema desde una perspectiva diferente, un ángulo particularde visión. De aquí se desprende que la filosofía política constituye una forma de“ver” los fenómenos políticos y que la forma en que se visualizarán los fenóme-nos depende en gran medida de la posición del observador. Hay dos sentidos

distintos pero relacionados del término “visión” que quiero examinar; amboshan desempeñado una función importante en la teoría política. Se usa común-mente “visión” para referirse a un acto de percepción. Así, decimos que vemosal orador que habla en un mitin político. En este sentido, “visión” es un informe

11 Bentham, citado en Lionel Robbins, The Theory of Economic Policy in English Classical Politi- cal Economy [La teoría de la economía política en la economía política inglesa clásica], Macmillany St. Martin’s Press, Londres, 1952, p. 12.

12 Doctor Faustus, Secker and Warburg, Londres, 1949, p. 301 [existe traducción al español: Doktor Faustus, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1977].

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40 PRIMERA PARTE

descriptivo de un objeto o acontecimiento. Pero “visión” también se usa en otrosentido cuando hablamos de una visión estética o una visión religiosa. En estesegundo sentido, prevalece el elemento imaginativo, no el descriptivo.

Desde la revolución científica de los siglos XVI y XVII, el primer tipo de visión

“objetiva”, dedicada a la descripción desapasionada, se asocia con la observa-ción científica. Ahora se reconoce que esta concepción de la ciencia es equivo-cada porque subestima la función que desempeña la imaginación en la formu-lación de las teorías científicas. Aun así, persiste la creencia de que el científicose asemeja a un periodista muy experimentado porque se esfuerza por propor-cionar un informe fiel de la “realidad”. Esta idea se ha traducido repetidas vecesen una crítica hacia los teóricos de la política. Por ejemplo, Spinoza acusó a losteóricos de la política de satirizar. Dan por sentado, escribió, que “la teoría debediscrepar de la práctica […] Conciben a los hombres no como son, sino comoles gustaría que fueran”. Si bien Spinoza puede haber pasado por alto que mu-chos teóricos de la política han tratado de considerar los hechos políticos como“realmente” son, tenía mucha razón al decir que la imagen de la sociedad que lamayoría de los teóricos de la política ofrece no es “real” ni fiel. Con todo, la pre-gunta es si se asemejan esas descripciones a una sátira. ¿Por qué la mayoría delos autores que escriben sobre la política, aun los reconocidos como científicoscomo Comte, se han sentido obligados a concebir un modelo correcto para elorden político? ¿Qué esperaban ganar en cuanto a conocimiento teórico agre-gando una dimensión imaginativa a su representación? ¿Cuál, en síntesis, con-sideraban que era la función de la teoría política?

Fácilmente podemos desechar la posibilidad de que los teóricos de la políti-ca no hayan estado conscientes de que insuflaban de imaginación o ilusionessus teorías. Hay demasiados testimonios de que estaban muy conscientes deeste aspecto.13 Más bien, pensaban que la imaginación, la exageración y hastala extravagancia a veces nos permiten ver cosas que no son evidentes de otromodo. El elemento imaginativo ha desempeñado una función en la filosofíapolítica similar a la que Coleridge asignó a la imaginación en la poesía, un po-

13 Este elemento imaginativo no se equipara al utopismo, ya que no es un intento de elevarse porencima de las realidades actuales sino un esfuerzo por ver las realidades existentes como posibili-

dades transformadas. Esto es evidente, por ejemplo, en Bodin, quien desestimó todo objetivo utó-pico, pero cuya obra no puede ser considerada una descripción de la Francia del siglo XVI; fue, encambio, un intento de proyectar las tendencias actuales al futuro. “Buscamos algo superior en nues-tro intento de lograr una auténtica imagen de un gobierno correctamente ordenado, o al menosaproximarnos a esa imagen. No pretendemos describir una comunidad irrealizable, puramente ideal,como las imaginadas por Platón, o Tomás Moro, el canciller de Inglaterra. Tratamos de limitarnos enla medida de lo posible a las formas políticas que son factibles”. Jean Bodin, Six Books of the Com-

monwealth, M. J. Tooley (comp.), Blackwell, Oxford, s. f., p. 2 [existe traducción al español:  Los seislibros de la República, 4ª ed. Tecnos, Madrid, 2006].

Se encuentra uno de los análisis más fructíferos de esta cuestión en el intento de Sorel de distin-guir su “mito” del pensamiento utópico, en Réflexions sur la violence, 10a ed., Rivière, París, 1946,pp. 46 y ss. [existe traducción al español: Reflexiones sobre la violencia, Alianza, Madrid, 2005].

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 41

der “esemplástico” que “integra los elementos en un todo atractivo e inteligen-te”.14  Cuando Hobbes, por ejemplo, describió una multitud de hombres queacordaban de manera consciente formar una sociedad política, sabía muy bienque ese acto nunca se había producido “realmente”. No obstante, por medio de

esta descripción imaginativa esperaba ayudar a sus lectores a ver algo del su-puesto básico sobre el cual descansa el orden político. Hobbes estaba conscien-te, como lo han estado la mayoría de los filósofos políticos, de que las asevera-ciones imaginativas no se incluyen en la misma categoría que las proposicionesque buscan demostrar o refutar. La imaginación no demuestra ni refuta; másbien, trata de iluminar, de ayudarnos a conocer mejor las cuestiones políticas.

Al mismo tiempo, la mayoría de los pensadores políticos han creído que laimaginación es un elemento necesario al teorizar porque entendieron que, paraque los fenómenos políticos sean manejables desde el punto de vista intelectual,deben ser presentados en lo que podemos llamar “una totalidad corregida”. Losteóricos nos han dado descripciones de la vida política en miniatura, descrip-ciones en las cuales se ha borrado lo que es improcedente para el propósito delteórico. La necesidad de hacer esto reside en el hecho de que los teóricos dela política, como el resto de la humanidad, no pueden “ver” todas las cuestionespolíticas personalmente. La imposibilidad de la observación directa obliga alteórico a compendiar una sociedad abstrayendo ciertos fenómenos y estable-ciendo conexiones recíprocas cuando no pueden ser vistas. La imaginación esel instrumento del teórico para interpretar un mundo que nunca puede “cono-cer” de manera íntima.

Si el elemento imaginativo en el pensamiento político fuera simplementeun instrumento metodológico que permitiera al teórico manejar sus materialesen forma más eficiente, no se justificaría la amplia atención que le hemos dedi-cado. La imaginación ha implicado mucho más que la construcción de mode-los. Ha sido el medio para expresar los valores fundamentales del teórico; hasido el instrumento mediante el cual el teórico de la política ha tratado de tras-cender la historia. La visión imaginativa a la cual me refiero aquí fue exhibidaen su forma más artística por Platón. En su descripción de la comunidad políti-ca, guiada por el arte divino del político, buscando alcanzar la idea del Bien,Platón mostró una forma de visión esencialmente arquitectónica. La visión ar-

quitectónica es aquella donde la imaginación política intenta configurar la to-talidad de los fenómenos políticos para que concuerden con una visión delBien que está fuera del orden político. El impulso hacia el ordenamiento totalde los fenómenos políticos ha adoptado muchas formas en la evolución delpensamiento político occidental. En el caso de Platón, el impulso arquitectóni-

14 Biographia Literaria, cap. 4 (p. 42), cap. 12 (p. 139), cap. 14 (pp. 151 y 152) [existe traducciónal español: S. T. Coleridge, Biografía literaria, Labor, Barcelona, 1975]. Véase también el análisis deBasil Willey en  Nineteenth Century Studies  [Estudios del siglo XIX], Chatto and Windus, Londres,1949, pp. 10-26.

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42 PRIMERA PARTE

co adoptó una forma esencialmente estética: “Sólo es correcta aquella ley que,a la manera de un arquero, apunta siempre sólo a aquello de lo que resulta unbien”.15 Algo similar reapareció en el cuidadosamente cincelado sistema de santoTomás de Aquino, donde se asignó al orden político un nicho específico en la

elevada catedral constituida por toda la creación. En otras épocas, la visión or-denadora ha sido una visión decididamente religiosa, como ocurrió en la Ingla-terra del siglo XVII, cuando las sectas milenaristas soñaban con una resplande-ciente Nueva Jerusalén que sustituyera al irremediablemente corrupto ordenexistente. O, también, la visión puede originarse en una concepción de la historiacomo la de Hegel, en la que los fenómenos de la política adquieren una profun-didad temporal, una dimensión histórica, cuando son incluidos en un propósitosupremo que los configura para un fin último. En épocas más recientes, comoera de esperar, la visión externa ha sido coloreada por consideraciones econó-micas. Desde esta perspectiva, los fenómenos políticos deben ser canalizadosconforme a las demandas de la productividad económica, y el orden políticose convierte en el instrumento del progreso tecnológico:

El único propósito de nuestros pensamientos y esfuerzos debe ser la organizaciónmás favorable para la industria […] La organización favorable para la industriaconsiste en un gobierno en el cual el poder político no tiene más fuerza o actividadque las necesarias para procurar que no se obstaculice el trabajo útil.16

Cualquiera que sea la forma manifestada por el impulso arquitectónico, su

resultado ha sido dar diversas dimensiones a las perspectivas de la filosofía po-lítica: dimensiones de belleza estética, verdad religiosa, tiempo histórico, exac-titud científica y progreso económico. Todas estas dimensiones tienen una cua-lidad futurista, una proyección del orden político a un tiempo que aún no hallegado. Esto ha sucedido no sólo en el caso de los teóricos de la política reco-nocidamente reformistas o hasta revolucionarios, sino también de los teóricosconservadores. El conservadurismo de Burke, por ejemplo, consistió en el in-tento de proyectar un pasado continuo en el futuro, y hasta un reaccionarioconfeso, como De Maistre, buscó capturar nuevamente un “pasado perdido” con la esperanza de que podía ser restaurado en el futuro.

Para la mayoría de los teóricos, la reordenación imaginativa de la vida polí-tica que se produce al teorizar no está restringida a ayudarnos a comprender lapolítica. Contrariamente a lo que argumentó Spinoza, la mayoría de los pensa-dores políticos han creído que, precisamente porque la filosofía política era“política”, tenía el compromiso de reducir la brecha entre las posibilidades cap-

15 Leyes, IV. 706a. Todas las citas de los diálogos han sido tomadas de Platón, Diálogos, Gredos,Madrid, 2000.

16 Henri Comte de Saint-Simon, Selected Writings [Henri Comte de Saint-Simon, Obras escogi-das], ed. de F. M. H. Markham, Macmillan, Nueva York, 1952, p. 70.

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tadas mediante la imaginación política y las realidades de la existencia política.Platón reconoció que la acción política tenía un carácter altamente intencionalporque era en gran medida consciente y deliberada; “reflexionar” antes de actuarera considerado un requisito distintivo de la actividad política, tan caracterís-

tico de los reyes homéricos como de los políticos atenienses. No obstante, actuarde manera inteligente y noble exigía una perspectiva más amplia que la situa-ción inmediata a la cual se dirigía la acción; la inteligencia y la nobleza no erancualidades ad hoc, sino aspectos de una visión más integral de las cosas. Esta

 visión más integral era proporcionada por la reflexión acerca de la sociedadpolítica en su totalidad corregida, no como es sino como podría ser. Precisa-mente porque la teoría política representaba a la sociedad en una forma exage-rada, “irreal”, era un complemento necesario de la acción. Precisamente por-que la acción implicaba una intervención en los asuntos existentes, necesitabacon urgencia una perspectiva de posibilidades tentadoras.

Esta forma trascendente de visión no ha sido compartida por los científi-cos sino hasta épocas modernas.17  Cuando los primeros científicos teóricosdescribieron con matices poéticos la armonía de las esferas, su visión carecíadel elemento esencial presente en la filosofía política: el ideal de un orden su-

 jeto al control humano, que podía ser transfigurado mediante una combina-ción de reflexión y acción.

CONCEPTOS POLÍTICOS Y FENÓMENOS POLÍTICOS

El ejercicio de la imaginación en la teoría política ha excluido la representacióndel orden político en términos de una semblanza descriptiva, pero no ha liberadoa la teorización de las limitaciones inherentes a las categorías empleadas por elteórico. Toda filosofía política, sin importar cuán complejas o variadas sean suscategorías, representa una perspectiva necesariamente limitada desde la cual seconsideran los fenómenos de naturaleza política. Las aseveraciones y proposicio-nes que produce son, en la frase de Cassirer, “abreviaturas de la realidad” que noagotan la vasta gama de experiencias políticas. Los conceptos y categorías deuna filosofía política se asemejan a una red que se lanza para capturar fenóme-

nos políticos, que son luego extraídos y clasificados en una forma que parezcasignificativa y pertinente para el pensador particular. No obstante, en el proce-dimiento total, ha seleccionado una red particular y la ha arrojado en un lugarescogido.

17 Una perspectiva moderna, como la expresada por Heisenberg, coloca a la ciencia más cercade la teoría política en este aspecto: “Los peligros que amenazan a la ciencia moderna no puedenser evitados mediante más y más experimentos, puesto que nuestros complicados experimentos yano tienen nada que ver con la naturaleza en sí sino con la naturaleza modificada y transformadapor nuestra propia actividad cognoscitiva”, citado por Erich Heller en The Disinherited Mind  [Lamente desheredada], Meridian, Nueva York, 1959, p. 33.

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Podemos observar cómo funciona este proceso recurriendo a un ejemplo his-tórico. Para un filósofo como Thomas Hobbes, que vivió durante el torbellinopolítico de la Inglaterra del siglo XVII, la tarea urgente de la filosofía política eradefinir las condiciones propicias para un orden político estable. En este aspecto,

él no era una excepción entre sus contemporáneos, pero, al ser un pensador rigu-rosamente sistemático, los superó ampliamente en la minuciosidad con que ex-ploró las condiciones requeridas para la paz. Por consiguiente, esta categoría de“paz” u “orden” se convirtió en su filosofía en un centro magnético que atrajo a suórbita sólo aquellos fenómenos que Hobbes consideraba de algún modo pertinen-tes para el problema del orden. Hubo mucho que él pasó por alto o apenas tomóen cuenta: la influencia de las clases sociales, los problemas de las relaciones exte-riores, las cuestiones de administración gubernamental (en el sentido estricto).

En consecuencia, al emplear ciertas categorías políticas se pone en juegoun principio de “exclusividad especulativa” mediante el cual algunos aspectosde los fenómenos políticos y algunos conceptos políticos son analizados, mien-tras se deja que otros languidezcan. Como ha dicho Whitehead: “Cada modo deanálisis es una especie de linterna que ilumina algunos de los hechos y deja elresto en un trasfondo omitido”.18 Sin embargo, la selectividad no es únicamen-te una cuestión de elección o de la idiosincrasia de un determinado filósofo. Enel pensamiento del filósofo influyen en gran medida los problemas que agitan asu sociedad. Si quiere atraer la atención de sus contemporáneos, debe abordarlos problemas que los aquejan y aceptar los términos del debate impuestos poresos problemas.

UNA TRADICIÓN DEL DISCURSO

De todas las restricciones impuestas a la libertad de especular del filósofo políti-co, ninguna ha sido tan poderosa como la tradición de la filosofía política mis-ma. En el acto de filosofar, el filósofo entra en un debate cuyos términos, en sumayor parte, fueron establecidos por anticipado. Muchos filósofos predecesoresreunieron y sistematizaron los términos y conceptos del discurso político. Con eltiempo, tal conjunto se ha ido perfeccionando y se ha transmitido como un legadocultural; esos conceptos han sido enseñados y analizados, sopesados y modifica-

dos. En síntesis, se han convertido en un corpus de conocimientos heredado.Cuando son transmitidos de una época a otra actúan como agentes conservado-res dentro de la teoría de un filósofo particular, preservando los conocimientos,experiencias y mejoras del pasado, y obligando a aquellos que quieren participaren el diálogo político occidental a acatar ciertas normas y usos.19 La tenacidad de

18 Alfred N. Whitehead, Adventures in Ideas, Macmillan, Nueva York, 1933, p. 54 [existe traduc-ción al español: Aventuras de las ideas, Compañía General Fabril, Buenos Aires, 1961].

19 Hay una interesante protesta de Renan, el historiador decimonónico, acerca de las dificulta-des de expresar en la lengua francesa ciertas ideas nuevas: “La lengua francesa es apta sólo para

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la tradición ha sido tal que aun los rebeldes muy individualistas como Hobbes,Bentham y Marx llegaron a aceptar tanto de la tradición que no lograron des-truirla ni modificar por completo sus fundamentos, sino que, de hecho, la am-pliaron. Uno de los testimonios más notables de la tenacidad de las tradiciones

procede de un escritor que suele ser tomado como uno de sus archienemigos:Nicolás Maquiavelo. Escrito durante su forzoso retiro de la vida pública, ofrece una vívida descripción de lo que significa participar en el diálogo perenne:

Al caer la noche, vuelvo a casa y entro en mi estudio. En el umbral me despojo dela vestimenta que llevé durante la jornada, llena de lodo y manchas, para vestir ro-pas palaciegas. Así ataviado apropiadamente, entro en las cortes antiguas de loshombres de antaño donde, recibido afectuosamente, me nutro de ese alimento quees exclusivamente mío y para el cual nací. No me avergüenzo de hablar con ellos einterrogarlos sobre los móviles de sus acciones y ellos me responden con cortesía.Durante cuatro horas no siento hastío y olvido todas mis preocupaciones; no temola pobreza ni me atemoriza la muerte. A tal punto me siento transportado porcompleto a los antiguos. Y, guiándome por lo que dice Dante de que no puede ha-ber ciencia si no retenemos lo que aprendemos, he puesto por escrito lo que suconversación me ha aportado y he compuesto un opúsculo, De Principatibus, en elque profundizo hasta donde puedo en las reflexiones sobre este tema, debatiendoqué es el principado, cuántas clases hay, cómo se adquieren y cómo se conservan yse pierden.20

Una tradición continua de pensamiento político ofrece muchas ventajas alpensador político y al actor político. Les da la sensación de viajar en un mundofamiliar donde el paisaje ya ha sido explorado, y cuando no lo ha sido, de todosmodos hay numerosas sugerencias acerca de vías opcionales. Permite tambiénla comunicación entre contemporáneos sobre la base de un lenguaje comúnaun cuando sea traducido a distintas lenguas. Los conceptos y categorías de lapolítica sirven como una conveniente “taquigrafía” o lenguaje simbólico quepermite al usuario comprender lo que otro dice cuando se refiere a “derechosciviles”, “poder arbitrario” o “soberanía”. De este modo, también se puede com-

expresar ideas claras; sin embargo, las leyes más importantes, las que rigen las transformaciones dela vida, no son claras, se nos presentan a media luz. En consecuencia, a pesar de que los francesesfueron los primeros en percibir los principios de lo que ahora se conoce como darwinismo, fueronlos últimos en aceptarlo. Lo veían todo perfectamente bien, pero estaba fuera de los hábitos usualesde su lengua y del modelo de la frase bien construida. De ese modo, los franceses han descartado

 verdades muy valiosas, no porque no hayan estado conscientes de ellas sino porque simplemente lasdesecharon como inútiles o imposibles de expresar”. Edmund Wilson, To the Finland Station, Anchor,Nueva York, 1953, p. 38 [existe traducción al español: Hacia la estación de Finlandia: ensayo sobre la forma de escribir y hacer historia, Alianza, Madrid, 1972].

20 Carta a Vettori, 10 de diciembre de 1513, en The Prince and Other Works [El príncipe y otrasobras], Allan H. Gilbert (comp.), Hendricks House, Nueva York, 1941, p. 242.

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partir la experiencia social y aumentar la cohesión social. Una tradición de filo-sofía política también contribuye a la interminable tarea de dar cabida a nuevasexperiencias políticas en el sistema de cosas existente. Se podría escribir todo unlibro mostrando el éxito que han logrado los reformadores políticos cuando han

podido convencer a los hombres de que los cambios propuestos eran en realidadcontinuidades perfectamente acordes con las ideas y prácticas anteriores. Final-mente, hay que mencionar que una tradición de pensamiento político proporcio-na un vínculo conector entre el pasado y el presente; el hecho de que los pensa-dores políticos prósperos hayan usado un vocabulario político común y hayanaceptado un conjunto de problemas como tema apropiado de la indagación polí-tica ha servido para hacer comprensible y estimulante el pensamiento político desiglos anteriores. Por el contrario, las discontinuidades evidentes en los camposcientíficos vuelven muy poco probable que un científico moderno recurra a la cien-cia medieval, por ejemplo, ya sea como apoyo o inspiración. Desde luego, esto nose relaciona con la supuesta superioridad de la indagación científica sobre la in-dagación política. Se menciona simplemente para señalar que la tradición delpensamiento político no es tanto una tradición de descubrimiento como una tra-dición de significados ampliados en el transcurso del tiempo.

TRADICIÓN E INNOVACIÓN

Al destacar el horizonte especulativo que circunscribe a cada pensador político,

es esencial no ignorar las muy originales y creativas respuestas que se han pro-ducido. Al ver las experiencias políticas comunes desde un ángulo ligeramentediferente al prevaleciente, al formular una antigua pregunta en una forma nove-dosa, al rebelarse contra las tendencias conservadoras del pensamiento y el len-guaje, los pensadores han contribuido a liberar las formas establecidas de pensa-miento y a imponer a sus contemporáneos y a la posteridad la necesidad derepensar la experiencia política. Así, cuando Platón preguntó: “¿Qué es la justiciay cuál es su relación con la comunidad política?” se creó una nueva serie de pro-blemas y se abrieron nuevas líneas de especulación política. Lo mismo sucedecon la oración inicial de  El  contrato social y las oraciones finales del Manifiesto

 comunista.La novedad no es únicamente una función de los elementos positivos y dog-

máticos de un teórico. Las innovaciones en el pensamiento asociadas con nom-bres como Marsilio de Padua, Hobbes, Rousseau y Marx provienen en su totali-dad tanto de lo que ellos rechazaban y calladamente omitían respecto de lossupuestos unificadores fundamentales como de lo que proponían como nuevo ydiferente. Marsilio no fue original cuando rotundamente condenó al papado nitampoco lo fue Hobbes cuando subrayó la función del temor; y, como atestiguóuna vez Lenin, la mayoría de las ideas principales de Marx podían remontarse aautores anteriores. Cualquiera que sea el grado de verdad del aforismo de White-

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 47

head de que “la creatividad es el principio de la novedad”,21 en la historia de lateoría política el genio no siempre ha adoptado la forma de originalidad sin pre-cedentes. A veces ha consistido en un énfasis más sistemático o agudizado enuna idea existente. En este aspecto, el genio es recuperación imaginativa. Otras

 veces ha tomado una idea existente y la ha separado del hilo conector que haceque una acumulación de ideas sea un complejo orgánico. El hilo conector o prin-cipio unificador no sólo integra ideas particulares en una teoría general sino quetambién les asigna cierto énfasis. Si el principio unificador fuera desplazado, lasproposiciones dentro del complejo que hasta entonces eran corrientes o inocuasde pronto se vuelven radicales en sus implicaciones. Por consiguiente, había unagran diferencia entre decir, como lo hizo santo Tomás de Aquino, que el gober-nante temporal no debía ser sometido a la fuerza coercitiva (vis coactiva) de laley, y afirmar, como lo hizo Marsilio, que el poder del orden político no debía serobstaculizado por ninguna institución humana. La primera aseveración se pro-dujo en un complejo completamente integrado donde la religión era consideradael elemento encauzador de todas las demás actividades humanas y la Iglesia,como guardián institucional, tenía la misión de proteger y promover el supuestounificador de la religión cristiana. La declaración de Marsilio, por el contrario,formó parte de un argumento sistemático que, si bien dejaba incólume el conte-nido de la doctrina cristiana, buscaba reducir la independencia de su guardiáninstitucional, con lo cual se liberaba al orden político de todo control externo.

Cuando se desplaza un supuesto unificador, se desequilibra el sistema deideas; las ideas subordinadas se vuelven prominentes, las ideas primarias re-

troceden a una importancia secundaria. Sucede esto porque una teoría políticaestá constituida por un conjunto de conceptos —como orden, paz, justicia, ley,etc.— unidos, como hemos dicho, por una especie de criterio de notación queasigna acentos y modulaciones. Todo desplazamiento o alteración considerabledel criterio de notación o todo énfasis exagerado en uno o unos cuantos con-ceptos da como resultado una teoría diferente.

Otro elemento contribuye a la originalidad de un determinado filósofo polí-tico. Así como la historia jamás se repite de manera exacta, tampoco la expe-riencia política de una época es igual a la de otra. En consecuencia, en el juegoentre conceptos políticos y cambiantes experiencias políticas, habrá por fuerza

una modificación de las categorías de la filosofía política. Esto explica en partela frecuencia con que encontramos el espectáculo de dos teóricos políticos ubi-cados, en puntos distintos de la historia, que usan los mismos conceptos perocon significados muy diferentes: cada uno responde a un conjunto distinto defenómenos. El resultado es que cada filosofía política importante tiene algode excepcional así como algo de tradicional.

Se puede sintetizar esto de otra forma diciendo que la mayor parte de la

21 Process and Reality, Macmillan, Nueva York, 1929, p. 31 [existe traducción al español: Proceso

 y realidad, Losada, Buenos Aires, 1956].

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especulación política estructurada ha operado simultáneamente en dos nivelesdiferentes. En un nivel, cada filósofo político se ha ocupado de lo que consideraser un problema vital de su época. Pocos escritores han superado a santo To-más de Aquino en cuanto a ver los problemas políticos sub specie aeternitatis; no

obstante, logró analizar el problema que más preocupaba a sus contemporá-neos: el de la relación apropiada entre los poderes espiritual y secular. Ningúnpensador político se ocupa exclusivamente del pasado ni tampoco busca hablarúnicamente al futuro distante; el resultado en ambos casos sería la ininteligibi-lidad. Esto significa que todo filósofo político está hasta cierto punto “compro-metido” y toda obra de filosofía política es en cierta medida un opúsculo parala época. No obstante, en otro nivel, muchas obras políticas han sido elabora-das como algo más que livres de circonstance; han buscado hacer una contribu-ción al diálogo continuo de la filosofía política occidental. Esto explica por quécon tanta frecuencia encontramos a un pensador político atacando a otro que hamuerto mucho tiempo atrás. John Adams, en  Defensa de las constituciones de

 América (1787), todavía se ponía de mal humor al considerar las ideas del rela-tivamente oscuro panfletista del siglo XVII Marchamont Needham. También laobra de John Locke Dos tratados sobre el gobierno civil es usada por todo autorde manuales escolares como ejemplo de una obra elaborada para racionalizarun acontecimiento particular de la época del autor, la gloriosa Revolución in-glesa de 1688. Sin embargo, un lector cuidadoso no puede dejar de ver queLocke también trató de refutar a Thomas Hobbes, cuya obra se había ocupadoen gran medida de otra revolución acaecida medio siglo antes. Finalmente, se

podría señalar la tormentosa controversia generada en años recientes por laquerella de Karl Popper con Platón.Se podría alegar que estos ejemplos son engañosos porque los pensadores

políticos en cuestión no se han interesado en contribuir a la tradición de la es-peculación política occidental y una buena parte de su energía ha estado de-dicada a refutar ciertas ideas que les parecía que tenían una influencia per-sistente y contemporánea. La respuesta a esto es sencilla: ¿no es ésta, según sereconoce, la definición misma de una tradición política, “una influencia persis-tente y contemporánea”? ¿Acaso la contribución no adopta por lo general laforma de una “corrección” de un error tradicional sin buscar derribar la totali-

dad? Expresado de otro modo, cuando un pensador político crítico se dedica aanalizar una idea persistente que proviene del pasado, se involucra en un proce-so más bien complejo. Como pensador, que está él mismo situado en un puntoen el tiempo y el espacio, se involucra con ideas que son a su vez reflejo de unasituación pasada en el tiempo y el espacio. Además, las ideas en cuestión estánigualmente vinculadas con el pensamiento político anterior y sus situaciones. Alabordar ideas persistentes del pasado, el filósofo político contamina inevitable-mente su propio pensamiento con ideas y situaciones pasadas, que de modo si-milar han estado relacionadas con sus propios precedentes. En este sentido,el pasado nunca queda superado del todo, sino que se recupera de continuo en el

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  FILOSOFÍA POLÍTICA Y FILOSOFÍA 49

momento mismo en que el pensamiento humano está preocupado en aparienciacon los problemas singulares de su propia época. El resultado es, citando la fra-se de Guthrie, una “coexistencia de diversos elementos”,22 en parte nuevos, enparte heredados, con el antiguo ser compendiado en el nuevo, y el nuevo ser in-

fluido por el viejo. De ese modo, la tradición occidental del pensamiento políticoha mostrado dos tendencias algo contradictorias: la propensión a un regresoinfinito al pasado y la tendencia a la acumulación. O, si esto último se asemejademasiado a la idea del progreso mecánico, podemos decir que ha habido unatendencia a adquirir nuevas dimensiones de percepción.

Una forma de ilustrar estas dos tendencias sería tomar la idea clásica de fortuna, el azar, y ver cómo fue manejada críticamente primero por san Agustíny luego por Calvino, quien vivió más de 1 000 años después, y sin embargo fueprofundamente influido por el pensamiento de san Agustín. Para Tucídides,Polibio y los historiadores romanos en general, el término fortuna se refería alelemento impredecible en la historia humana, la intrusión que trastoca los pla-nes y cálculos mejor formulados.23  Con instinto seguro, san Agustín escogióesta idea como representativa del espíritu clásico que el cristianismo tenía que

 vencer. Argumentó que esta idea había sido superada por el conocimiento cris-tiano de un Dios que guiaba tanto la naturaleza como la historia hacia un finrevelado.24 No obstante, como más tarde observó sagazmente Calvino, la ideacristiana de una divina providencia, lejos de eliminar la  fortuna, en realidad laincorporó. Sustituyó la impredecible fortuna por la inescrutable Providencia.25 Pero el interés de Calvino en esta cuestión no era ayudar a san Agustín a refutar

a los clásicos paganos sino atacar a los humanistas renacentistas de su épocaque habían revivido la misma idea clásica atacada anteriormente por san Agus-tín. En este ejemplo, vemos dos continuidades paralelas, la idea clásico-rena-centista de fortuna y el rechazo agustiniano-calvinista de esa idea en nombrede una fortuna más elevada. A partir de san Agustín, cada uno de los partici-pantes en el diálogo se había basado en sus predecesores y cada uno habíaagregado un elemento distinto, una dimensión diferente. La moraleja de todoesto está expresada en los versos de T. S. Eliot:

22 W. K. C. Guthrie, The Greeks and Their Gods [Los griegos y sus dioses], Beacon Press, Boston,

1955, p. 28.23 Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, I.140; Polibio, Historias, XXXVII.4, XXXVIII.18,8; Salustio, Conjuración de Catilina VIII.1. La concepción de fortuna es analizada por David Greneen Man in His Pride: A Study in the Political Philosophy of Thucydides and Plato [El hombre en suorgullo: estudio de la filosofía política de Tucídides y Platón], University of Chicago Press, Chicago,1950, pp. 56 y ss.; Charles N. Cochrane en Cristianismo y cultura clásica, FCE, 1949, p. 465 y ss.;W. Warde Fowler en “Polybius’ Conception of Tyché” [La concepción de Polibio de Tiqué], Classical

 Review, 17, pp. 445-459.24 San Agustín, La Ciudad de Dios, IV.18, VI.1, VII.3; véase Cochrane, Cristianismo y cultura clá-

 sica, p. 484 y ss.25 Calvino, Institutes of the Christian Religion, I.V.9 [existe traducción al español: Institución de la

 religión cristiana, Fundación Editorial de Literatura Reformada, Rijswijk Z. H., Países Bajos, 1968].