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Page 1: PINCELADAS DE LA VIDA LOCAL

EL DÍA, Tenerife, domingo, 24 de junio de 1984 LAS FIRMAS DEL SÉPTIMO DÍA

Temas isleños .

E N su libro «70 años de lavida de un hombre y deun pueblo», don Anto-nio Marti —nuestro en-

trañable don Antonio— bien nosenseña que poético, verdaderamente poético, no es sino aque-llo que atesora pasado, lo queha vivido y viviendo venció aldolor, lo que ha sufrido y su-friendo venció a la vida.

Ante la prosa de don Anto-nio, comprendemos que a nues-tras previsiones del porvenirlas vestimos con las hermosu-ras del pasado y, también, quecon los recuerdos construimoslas esperanzas.

«Más allá de la playa de Ruizestaba la de San Pedro, junto al«muellito del carbón». Se alza-ba a la entrada de lo que es hoyAvenida de Francisco La Ro-che, a continuación de la deAnaga, el cuartel de San Pedro,alojamiento entonces del Grupode Ingenieros. Formaba el talcastillo una especie de tamborsobre el mar y al pie de sus mu-ros había una pequeña playa,en parte de rocas y en parte dearena».

Atinadas y certeras pincela-das de la vida local en la siem-pre buena prosa de don Anto-nio, persona que escribe sus ar-tículos —sus libros— con la her-mosa calma y la perfección deun soneto. Con ella evocamos la«tren de lanchas» frente a lavieja playa —frente al «muellitode la frescura»— allí donde fon-deaba el cañonero de apostade-ro en Santa Cruz y, cerca, losaljibes flotantes, los remolca-dores, aquellos «Tenerife»,«Santa Cruz», «Britannia», «La-guna», «Alianza», «Cory», «Elsie»y «Salamanca», que fueron,siempre, los que ayudaron a lasdesaparecidas gabarras, a losviejos carboneros fatigados, alos siempre apresurados trasa-tlánticos.

En la prosa de don Antonio,como en la de don Miguel Bor-ges Salas, siempre la presenciade los vapores que, con monó-tona presencia, moliendo espu-mas y rompiendo mares, dabanfondo frente a Santa Cruz deTenerife; aquí bebían luz y salmarinera y, al aire la rojez desus lastradas, eran barcos deuna marina casi romántica.

Frente a las viejas playasbien recordadas por don Anto-nio —aquellas de Ruiz, La Peñi-ta, San Antonio y Los Melones—las negras gabarras carbonerascon buen festón de defensas enlas que, en sus entrañas, pesa-ba el buen tesoro del Cardiff, elcarbón de poco humo y muchafuerza que, en todos los maresdel mundo, daba vida a los va-pores.

Esta es la evocación decuando la mar verde y blancarompía contra la costa, decuando Santa Cruz tenía patiosque eran verdaderos corazonesde sol. Lejos, ya retumba laqueja azul de la mar pero, en laprosa de don Antonio —en la dedon Miguel— quietud de callesllenas de dulce añoranza, luzmarina que cae de los cántarosdel cíelo y, como luz de sal, su-be de las espumas.

Ante el ancho sendero delAtlántico, la ciudad con pode-río de luz. En ella bien vivimos

por los campos con el alma enel viento, cuando queríamos to-mar el sol y oler toda la sal.

Juan A. PadrónAlbornoz

Pinceladas de la vidalocal

el claro de la tierra y las olasque arden de blancura; en ella,atardeceres de infancia lejanay ecos de canciones.

Con don Antonio —con donMiguel— evocar cuando íbamos

redondel de los días

Vuelapluma delCorpus

D EL pasado jueves a éste que aguarda, Octava en La Qrota-va, Canarias ha festejado el Corpus Christi, una tradiciónque vincula la devoción eucarística al prodigio artesanal.Mientras en la Plaza de Santa Ana, y ante la seo catedrali-

cia, la alfalfa y la paja, como una promesa de color para las palo-mas, asombraba a los paseantes, en Mazo y en La Laguna se dabarespuesta también a las exigencias que han hecho de éstas, Villa yCiudad, dos citas obligadas en la llegada del Verano. Por Lanzaro-te se cubren las calles con la sal teñida y componiendo estampasartísticas y por las localidades norteñas de Tenerife se le dan a lasvías el vestido del brezo picado y oloroso y los colores de las floresabundantes.

El Corpus, que fue una de lascelebraciones más importantesen la historia religiosa de Cana-rias, dejó una estela y un retoque es el que ahora justifica yvalora la permanencia. De losaltares, que desde el Siglo XVI,se instalaban en las calles delas principales localidades ca-narias de entonces, a las alfom-bras que tienen en La Orotavaun sello largo y centenario, vin-culado a la familia Monteverdey más tarde a Valladares, uningenioso artesano, que unificólos tapices del sueño, con loscorridos —brezo de fondo y gra-fismos geométricos con floresdeshojadas— y en Las Palmas,donde peina canas de experien-cia la solemnidad y en La Lagu-na, que ha recuperado en losúltimos años el protagonismocon la dedicación de vecinos ysociedades al empeño del a-dorno.

Los palmeros reclamamospara Mazo, con menor antigüe-dad en la ornamentación euca-rística, la declaración de Fies-tas de Interés Turístico Nacio-nal. La villa, laboriosa y artesa-na, vive todo el año pendientede unas fechas a las que ha sa-bido aportar la originalidad delos arcos y descansos, audacesconcepciones artísticas dondecon pulcritud de bordadoras seinsertan motivos vegetales, re-cogidos meses antes, tratadospor el sol o por la humedad pa-ra lograr las gamas necesarias,sin tener que acudir al afeite delos tintes. Quizás algún día lle-gue ese necesario reconoci-miento, que significaría un ali-vio para el municipio, que tieneuna parva asignación económi-ca al festejo, y que estimule alos vecinos, que ponen todo enesta tarea.

Cada año, en La Orotava, yante el pa^mo de su gran tapizde tierras, casi setecientos me-tros cuadrados, me preguntohasta cuándo el Teide, los Azu-lejos y las lavas negras, podránaportar la base para esta al-fombra que se construye con

imaginación, arte y sacrificiodurante semanas y que se des-truye, porque la finalidad deesta belleza es el aplauso fugaz,en un momento solemne y seme plantean dudas serias. Laprimera es relativa a si, demos-trado el arte y la técnica, nece-sitamos aún arrancar los colo-res del fuego frío que dejaronlas antiguas erupciones de lasCañadas; la segunda si, reali-zadas con materiales de másfácil reemplazamiento, no per-derían su aureola de originali-dad y el mérito mismo que lasmotiva. Es un diálogo' personaldonde a mi sordera de ecologis-ta se le opone también ese sen-tido estético que exige la pre-sencia de lo singular y nadamás lo es que los azules y losverdes, que los negros y losocres, que los grises y los blan-cos de los fuegos serenados.

La potenciación de este Cor-pus artístico que vive Canarias,la estimulación de sus diferen-cias locales, la presentación deuna oferta unitaria dentro de laregión, darían, en la promocióndel turismo foráneo y nacionaluna dimensión más amplia yatractiva de una variedad enforma de Archipiélago y con elnombre de Canarias, porque le-jos de las caídas en el mimetis-mo que todo lo hace homogé-neo, los artífices de los prodi-gios del Corpus canario, cadaaño se esfuerzan en marcar lasdiferencias en los resultados deunos trabajos que, eso sí, revis-ten en todos los casos la mismagenerosa entrega.

Luis OrtegaPdL— Hemos tenido dos ale-

grías seguidas y las dos relacio-nadas con temas de esta co-lumna: la vuelta de don Gerar-do a su Alhaurín y ese gol deMaceda, que, como los regalosde Reyes, nos cogió a todos porsorpresa, empezando claro estápor los alemanes federales.Alabada sea la reinvindicacióny bienvenido el azar.

De domingo a domingo

De cuarto poder, nadaD ICEN que la Prensa es el Cuarto Poder y un servidor de us-

tedes se carcajea, a mandíbula libre, de quienes hacen talafirmación. Y lo asegura quien lleva décadas enteras de-nunciando hechos, algunos evidentísimos, sin que quienes

tienen la obligación de enmendar lo que se hace mal hayan puestola más mínima atención en ello, con muy escasas excepciones que,desde luego, no se sitúan en esta época de libertades donde tantose presume de «transparencia»

Antes, la gente, incluidas lasautoridades, tenía más ver-güenza. Pese a las trabas quedicen que ponía la censura y alos tabúes que, paradójicamen-te, abundan más ahora, cuandose comentaba un caso en lascolumnas de la Prensa, se apor-taban pruebas y se pedían solu-ciones, la autoridad creía al pe-riodista y acudía generalmentea tapar el agujero, si estaba ensu mano. Quiero decir que lascríticas, cuando tenían un fun-damento porque también losperiodistas nos equivocamos,surtían casi siempre su efecto,bien en un Ayuntamiento, enun Cabildo, en un Gobierno Ci-vil, incluso en altos estamentosde la Administración.

Creo que ya he contado enesta columna una anécdotaaleccionadora en la que fuiocasional protagonista. Por sino lo he hecho, ahí va. Un es-crito y una conversación de es-te periodista con el entoncesministro de Trabajo, señor Ro-meo Gorría, echaron por tierra,en el último momento, una su-bida de tarifas de la Trasmedi-terránea, que ya había recibidoluz verde de los responsablesde la Administración. Yo sabíaque el aumento era inminente.Lo sabía por mi distinguido yadmirado amigo el almirantedon Leopoldo Boado, a la sazóntemible y poderoso subsecreta-rio de la Marina Mercantequien, por cierto, potenciónuestra Marina de forma muynotable.

Resulta que el señor minis-tro, sin tener idea de lo que seestaba cociendo, pronunció unencendido discurso en la CasaSindical ante más de un millarde trabajadores. Entonces losministros pasaban, invariable-mente, por la Organización Sin-dical, que tenía mucha másfuerza que hoy puedan tenerlas centrales sindicales mayori-tarias. Y al señor Romeo Go-rría, en su catálogo de prome-sas, se le ocurrió decir que elGobierno comprendía el hechoinsular y, aparte otros halagos,prometió que no se elevaríaningún precio en empresas detransportes.

Yo, modestamente, indiquéal ministro la contradicción enque podría incurrir si la eleva-ción de tarifas de la Trasmedi-terránea iba a ser la respuestainmediata a la promesa que ha-bía hecho a los trabajadores. Elquedó pensativo y no dijo nada.Pero las tarifas no subieron.

Podría contar muchos máscasos en que, desde las páginasde los periódicos, se hizo movera los responsables de muchasoficinas del Gobierno en aquelentonces. Ahora mismo, lamen-to no recordar casos parecidosdesde que en este país se resta-blecieron las llamadas liberta-des democráticas, pero sí tengola memoria llena de denuncias

hechas en la letra impresa pormuchos compañeros y por esteservidor de ustedes, que no hantenido eco alguno en ningún si-tio salvo, claro está, en esteatormentado y asombrado pue-blo que está perdiendo la fe, ycon razón, en el poder de losperiodistas.

Entrando en el terreno de lascosas concretas, en esta colum-na, no hace mucho, tiré de lamanta en el escandaloso e in-creíble caso del Hospital Insu-lar de la Gomera, donde la cul-pa, la gran culpa, se la repartenel Cabildo, los responsables y elpersonal del Hospital, el Insa-lud y los muchos que, siendotestigos de las evidentes defi-ciencias, no han tenido la va-lentía de denunciarlas.

Entre otras cosas, que no ca-ben en cabeza alguna, me refería la ausencia total de inventa-rios, a las carencias elementa-les en los quirófanos, al desor-den contable, a la ignoranciade los costos más perentorios,al caos de material, al despisteadministrativo y, como gotaque rebosa la copa, a la guerraentre el director del Hospital yel presidente del Cabildo, sindejar en el tintero, puesto quelos datos que esgrimí consta-ban en un informe al que tuveacceso, la ineptitud demostra-da del director médico del esta-blecimiento para el cargo de di-rector, no del de médico.

Pues bien, a pesar de tirar dela manta de esta manera pocousual, no ha pasado absoluta-mente nada. Y tenían que pasaruna de estas dos cosas: o entrara saco en el Hospital para po-ner todo en su sitio y quitar de

en medio lo nocivo o meter en lacárcel a este periodista poratreverse a decir tan monu-mentales mentiras.

Uno sigue, pues, asombrado,aunque cada vez le queda me-nos capacidad de asombro. Pe-ro hay más que decir. Hay quedecir que el director del Hospi-tal, don Antonio Manuel Pérezy Pérez, cuando supo que el In-salud iba a firmar un conveniocon el Cabildo para la atenciónambulatoria de sus asegura-dos, envió una carta circular alos consejeros del Cabildo go-mero y mandó una copia a esteperiódico, que fue publicada enla sección «Cartas al Editor».

En esta misiva, que muchoshabrán leído, decía el doctorPérez y Pérez que el Hospitalcarecía de material y de espe-cialistas para el servicio que serequería; que el beneficio eco-nómico que iba a aportar elconvenio no coincidía con suscifras y que aceptar el convenioera «una medida desastrosa».

Si nos atenemos al informeque cité oportunamente y queestá avalado por una auditoría,el doctor Pérez nunca ha lleva-do cifras de nada y el hecho deque, ahora, sus números nocoincidan, es quizás garantía

de que los del Cabildo estánbien hechos.

Pero sigamos. El gerente delHospital Insular, don SalvadorGarcía Carrillo, a quien se leremite copia de la carta deldoctor Pérez, dirige, por suparte, una misiva a los conseje-ros con el texto que no me re-sisto a reproducir en su parteexpositiva, porque no tiene des-perdicio. Dice así la carta:

«Esta Gerencia desea infor-marle, respecto al doctor Pérezy Pérez lo que sigue:

1) Según escritos que obranen la Secretaría del Excmo. Ca-bildo Insular, dirigidos por eldirector provincial del Insaludy el director general de dichoorganismo, el mencionado doc-tor ocupa plaza de cirujano dela Seguridad Social y tiene,además, acumulada, la plazade traumatólogo. Ocupa tam-bién la plaza de ayudante deEquipo Quirúrgico de Toco-gi-necología del doctor Bañares.Es, también, funcionario delEstado, al ser médico de la Ca-sa de Socorro, ocupando estaplaza, adscrita al Hospital In-sular y, como usted bien cono-ce, ocupa el cargo de director-médico de este Centro y ciruja-no traumatólogo.

No es necesario destacar,por ello, que en este momentose encuentra en una incompati-bilidad clara y maniñesta, per-cibiendo los emolumentos co-rrespondientes a cada uno delos cuatro puestos de trabajo ypor el cargo que ostenta en elHospital.

2) Teniendo en cuenta losdistintos informes dirigidos a laPresidencia del Cabildo por es-ta Gerencia, el facultativo An-tonio M. Pérez y Pérez está des-calificado como directivo porsu demostrada incompetencia,para hacer cualquier juicio devalor sobre la organización sa-nitaria. Su objetivo bien podríaser, entre otros, mantener, ensu propio beneficio, los distin-tos sueldos que viene percibien-do de organismos públicos.

La descalificación de su de-mostrada incompetencia hechapor esta Gerencia (fácilmentecomprobable) para el desempe-ño del cargo de director, estáavalada por la auditoría efec-tuada por el doctor Emilio Ló-pez Martín y que obra en poderde la Presidencia de esa Cor-poración».

A todo esto no tengo nadaque añadir. Que saque sus con-clusiones el lector, la autoridady los responsables.

Francisco Ayala

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