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Daniel De la serie Cada día las Escrituras © Ediciones Bíblicas – 1166 Perroy (Suiza/Switzerland)

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Daniel

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Daniel 1:1-8

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Daniel se distingue de los demás profetas. Sulibro abarca el tiempo de las naciones (Lucas21:24 final), es decir, el muy largo período que seextiende desde la transportación a Babilonia hastael futuro restablecimiento de Israel bajo el reinadode Cristo. Pero ese varón de Dios también nos hablamediante su ejemplo. ¡Cuántas lecciones podemosaprender de él! La primera es esa firme decisión decorazón de no contaminarse… (v. 8). Como jovenextranjero traído a la corte del monarca pagano,podría hallar muchas excusas para acomodarse alrégimen real (contrario a los mandamientos de laley). ¿Qué queda del culto judío ahora que una partede los utensilios del templo destruido se halla enBabilonia? (v. 2). Él mismo ¿no es un cautivo, objetode una particular benevolencia, la que él menospre-ciaría si rehusara la comida del rey? ¿No sería peli-groso atraer la atención hacia él y sus amigos? Pero,para ese hombre de fe, ni sus dificultades persona-les, ni el ambiente hostil, ni la ruina del culto judai-co quitan algo de la autoridad de la palabra de Dios.Queridos amigos, esta palabra ¿tiene el mismo valorpara nosotros? Entonces, seamos también cuidado-sos como esos jóvenes para quitar de nuestro «régi-men» todo lo que pueda contaminar nuestro cuerpoy nuestro espíritu (2 Corintios 7:1).

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Daniel 1:9-21

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Si tenemos el deseo de ser fieles al Señor, siemprepodremos contar con su socorro. Él es dueño denuestras circunstancias y, cuando valientementenos ponemos de su lado, no permite, a causa de sugloria, que seamos confundidos ante el mundo. “Yohonraré a los que me honran”: esa sigue siendo supromesa (1 Samuel 2:30).

Aquí Dios interviene de dos maneras acerca deDaniel y de sus compañeros. En primer lugar, dispo-ne favorablemente el corazón de Aspenaz (comp. lahistoria de José, en Génesis 39:21). Luego permiteque el aspecto físico de los cuatro jóvenes justifiqueel cambio de alimento. En el plano espiritual, ciertosjóvenes cristianos que estudian pueden hallarse enla misma situación que Daniel y sus tres amigos. Alos ojos del hombre, el hecho de abstenerse de cier-tas fuentes de instrucción y cultura, actualmenteconsideradas como indispensables, debería ponerlosen inferioridad de condiciones respecto de sus com-pañeros. Si renuncian a ellas con fe, se les asegurala bendición de lo alto.

Así ocurre con esos cuatro estudiantes, quienespasan su examen brillantemente. Serán fieles testi-gos de Dios, mientras que no oiremos hablar más delos otros jóvenes (Salmo 119:98, 100).

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¡Cuántas semejanzas hay entre el tiempo deDaniel y el de José! Dios habla a Nabucodonosor pormedio de sueños como otrora al Faraón (Génesis41). Y el intérprete que preparó para explicarlostambién es un joven cautivo de la raza de Israel.Daniel fue escogido para revelar los secretos de Diosporque se había guardado de toda contamina-ción. De modo que el Señor se complacerá en ins-truirnos y en servirse de nosotros en la medida enque nos abstengamos de las impurezas del mundo.

Notemos cómo Daniel se mantiene apartado has-ta que sea debidamente comprobada la incapacidadde los hombres para comprender los pensamientosde Dios. Los mismos caldeos afirman: “No hay hom-bre sobre la tierra que pueda declarar el asunto…salvo los dioses…” (v. 10-11; cap. 5:11). Solo puedenreconocer su ignorancia, como en otros tiempos loshechiceros de Egipto (Éxodo 8:19). ¡La conclusión delos caldeos debía haber humillado y confundido alorgulloso monarca! Al contrario, se pone muy furio-so y manda matar a todos los sabios. En oposicióncon esta actitud, el versículo 14 subraya la pruden-cia y el buen sentido de Daniel. Quiere tomarse eltiempo necesario para colocar todo ese asunto anteDios.

Daniel 2:1-16

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Notemos el encadenamiento de los hechos: prime-ro Daniel oró con sus amigos (v. 17-18). “Entoncesel secreto fue revelado a Daniel en visión denoche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo”(v. 19). Exponer nuestras peticiones a Dios es nues-tro primer deber (Filipenses 4:6). Pero Daniel tam-bién pone al corriente a sus tres compañeros a finde aunar sus súplicas. ¡Qué privilegio compartiruna dificultad con amigos cristianos y presentarlajuntos al Señor! ¡Y qué eficacia tiene este privile-gio, porque nos permite beneficiarnos con la formalpromesa del Señor! (Mateo 18:19).

Dios no puede quedar sordo a la súplica de esoshombres que le temen. Él revela el secreto a susiervo (Salmo 25:14). Quizás algún otro en seguidahubiese corrido a ver al rey. Pero para Daniel hayalgo más urgente: agradecer a su Dios y alabarle(comp. Génesis 24:26). Solo después se hace llevar ala presencia de Nabucodonosor. Y todavía vemosbrillar uno de los más hermosos rasgos de ese hom-bre de Dios: su humildad. Como José (Génesis41:16), Daniel desea que la gloria sea solo de Dios(v. 30; cap. 1:17). Queridos creyentes, cuando elSeñor se haya dignado tomarnos a su servicio, sepa-mos pasar inadvertidos para dejarle a él todo elmérito y todos los frutos.

Daniel 2:17-30

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En un impactante resumen se le presenta al reyla historia de las naciones por medio de esa extrañaestatua de un hombre, constituida de la cabeza alos pies por diferentes metales. La cabeza de ororepresenta el primer imperio universal, el de Babi-lonia, después que Dios hubo retirado su trono deen medio de Israel. Brillante, pero de corta dura-ción, esa monarquía dio lugar al reino medo-persa(el pecho de plata), al cual le sucedió a su turno elimperio griego de Alejandro (el vientre y los muslosde bronce). Finalmente, las piernas y los pies delpersonaje evocan un cuarto reino fuerte como el hie-rro, brutal y destructor, en el cual no es difícil reco-nocer al imperio romano. Su historia, desde lasinvasiones bárbaras –cuando terminó su primerperíodo–, está actualmente interrumpida por lo quese ha llamado el paréntesis de la Iglesia. Pero,según la profecía, el imperio romano pronto debereconstituirse por un breve tiempo. Habrá en él unelemento de debilidad figurado por la mezcla debarro cocido y de hierro (los diez reyes, distintos dela bestia romana; Apocalipsis 17:12) que lo harávulnerable (v. 41-42). Entonces la piedra cortada dela montaña, mas no con mano de hombre, es decir,la introducción del reino de Cristo, pondrá fin a ladominación del “hombre de la tierra” (Salmo10:18) para la dicha de esta.

Daniel 2:31-49

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Para dar un centro religioso común a los pueblosinconexos sobre los cuales reina Nabucodonosor,hace levantar una colosal estatua de oro en la llanu-ra de Dura. Este acto de idolatría es simbólico. Evo-ca lo que gobierna el corazón de los hombres:

1) la estatua es de oro, ese metal que es objeto deuniversal veneración.

2) Tiene la forma de un hombre; en efecto, estetiende a adorarse a sí mismo y a colocarse en lugarde Dios.

3) Finalmente, tiene un inquietante parecido conla imagen de la bestia de los tiempos apocalípti-cos, la cual cada uno estará obligado a adorar bajopena de muerte. Entonces, el fiel remanente deIsrael será terriblemente puesto a prueba de esamanera (Apocalipsis 13:15 y sig.) Sadrac, Mesac yAbed-nego representan a ese remanente. ¿Interven-drá Dios para librarlos? ¡Tal es el desafío del rey!“No es necesario que te respondamos sobre esteasunto” declaran estos jóvenes (v. 16). La fe del cre-yente no tiene por qué justificarse ante los inconver-sos. Le basta la aprobación del Señor. Las amenazasde ahora, como anteriormente la atracción de lasdelicadas comidas del rey, no consiguen apartar aesos tres testigos del camino de la obediencia aDios. Habían sido fiel “en lo muy poco” (cap. 1), aho-ra lo son “en lo más” (Lucas 16:10).

Daniel 3:1-18

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Este capítulo nos muestra lo que el fiel debehacer, lo que Satanás puede hacer, pero tambiénlo que Dios hace. “No temas… estaré contigo…Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la lla-ma arderá en ti”. Esa fue la promesa hecha al rema-nente fiel en Isaías 43:1-2. Y Dios va a cumplirla.Echados en el horno de fuego ardiente, los tres hom-bres no sufren mal alguno; además, tienen en él unmaravilloso encuentro. En su misterioso compañerode un momento, no tenemos dificultad para recono-cer al Hijo de Dios. Sí, el crisol de la prueba es unaprivilegiada cita del Señor con los suyos.

En tanto que el fuego extermina a los hombresencargados de echar a los condenados en el hornoardiente, ni estos, ni nada de lo que les pertenece essiquiera impregnado por el olor del fuego. Una úni-ca cosa es consumida en el horno de fuego ardiente:las ataduras con las cuales se los había inmoviliza-do (v. 25). ¿No es a menudo este el resultado de laprueba para el cristiano? Lo libera de tal o cual ata-dura con la cual el mundo lo tenía sujeto y le permi-te andar libremente en compañía del Señor Jesús.

La ira del rey dio lugar a la consternación (v. 24).Al exponer su vida, esos jóvenes testigos supierondemostrarle la realidad de su fe en un Dios todopo-deroso.

Daniel 3:19-30

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Este capítulo reproduce sin comentario una pro-clama de Nabucodonosor. ¡A la verdad es un discursomuy diferente de los que pronuncian de costumbrelos jefes de Estado! Se trata más bien de un testi-monio dado ante todos los habitantes del mundo.En la medida que podamos, no temamos decir en vozmuy alta lo que el Señor hizo por nosotros.

El rey empieza por recordar su antigua condición.Estaba tranquilo (v. 4), pero era una paz engañosa;era floreciente, mas la vida de un hombre no consis-te en la abundancia de sus bienes (Lucas 12:15);todo lo que el Dios Altísimo había puesto en susmanos solo había servido para nutrir su soberbia yel contentamiento consigo mismo. Para arrancarlode su falsa seguridad se le envió un sueño que feliz-mente termina por espantarlo y turbarlo (v. 5).¡Saludable espanto! A menudo la inquietud es laprimera señal del trabajo de Dios en una conciencia.Pero, una vez más, solamente después de haber ago-tado todos los recursos humanos –magos, astrólogos,caldeos y adivinos– y cuando su impotencia esmanifestada (2 Timoteo 3:9), Nabucodonosor estádispuesto a aceptar la interpretación de Daniel. Dis-cierne en él “el espíritu de los dioses santos” (v. 8,18; comp. Génesis 41:38). Solo el Espíritu de Diospuede explicar la palabra de Dios (1 Corintios2:11).

Daniel 4:1-18

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Se comprende la lucha interior que hay en elcorazón de Daniel cuando descubre el significadodel sueño. En semejantes circunstancias, decir laverdad lo expone a la muerte. Pero no flojea. El sen-timiento de la misión que recibió de Dios le da lavalentía necesaria para abrir ante los ojos del rey ellibro de su porvenir, valentía que no excluye la sabi-duría y la mansedumbre; sabe hablar con un espíri-tu de gracia sazonada con sal (Colosenses 4:6). ¡ElSeñor nos aliente por medio del ejemplo de ese fielsiervo! Nosotros que sabemos por la Palabra cuálserá la suerte eterna de los pecadores sin arrepenti-miento, no escondamos ese terrible lado de la Ver-dad por miedo a desagradar a los hombres.

El gran árbol, figura del rey, también representaal mundo en general (véase Ezequiel 31:3-9).Soberbio y floreciente (v. 4), está organizado parasatisfacer todas las necesidades y codicias de lahumanidad. Su sombra protectora y sus variadasramas ofrecen a cada uno su lugar y su alimento (v.21). El mundo solo olvida una cosa: que “el Altísimotiene dominio” (v. 25). Por eso el juicio va a caersobre él, y Dios, mediante su Palabra, advierte acada uno: “Tus pecados redime con justicia” (v. 27) yreconcíliate con Dios (comp. Isaías 58:6-7).

Daniel 4:19-27

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La paciencia de Dios otorgó doce meses al reypara romper con sus pecados (v. 27, 29). Lamenta-blemente, su secreta raíz, la soberbia, no hace másque crecer desmedidamente (cap. 5:20). Llega el díaen que Nabucodonosor mismo da la señal de sudesastre: pronuncia la insensata frase por medio dela cual tiende a hacerse igual a Dios (v. 30). No haterminado de hablar cuando la sentencia divina caedel cielo como el rayo y lo que ella anuncia se cum-ple “en la misma hora”. El más grande personaje dela tierra pierde la razón y es rebajado al rango deuna estúpida bestia. De hecho, la sumisión a lavoluntad de Dios es la única cosa que eleva al hom-bre.

El rey se restablece tan pronto como aprende aalzar los ojos al cielo. El que desde lo alto de supalacio había pregonado el poder de su fuerza y lagloria de su majestad, de ahí en adelante proclamaante toda la tierra: “Alabo, engrandezco y glorifico alRey del cielo…”. ¡Qué cambio en el corazón de esehombre: ayer un impío, hoy un adorador! Reconocela legitimidad de la lección que aprendió. El Altísi-mo, quien eleva “al más bajo de los hombres” (v. 17fin), es poderoso para “humillar a los que andan consoberbia” (v. 37; Lucas 18:14). A este relato puedeservirle de conclusión el versículo 10 del Salmo 2:“¡Ahora, pues, oh reyes, obrad con cordura!” (V. M.)

Daniel 4:28-37

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El tiempo de Nabucodonosor se había caracteri-zado por la persecución de que fueron objeto los fie-les (cap. 3). El de su sucesor Belsasar se destaca, alcontrario, por la indiferencia religiosa, la fácil abun-dancia y la búsqueda de los placeres. En la historiadel mundo tales períodos se suceden y nuestra épo-ca esclarecida y tolerante se parece mucho a la deBelsasar. En la mayoría de los países no se persiguemás a los creyentes. Pero se ofende a Dios de otramanera; tenemos una imagen de ello en ese ban-quete. Para adornar su mesa, el sacrílego rey noteme hacer traer los santos utensilios del Templo. Yla orgía sigue a más y mejor… cuando ocurre algoespantoso. En la pared, “delante del candelero”(comp. Números 8:2), una mano se perfila, escribealgunas palabras y desaparece… El rey palidece,sus rodillas se entrechocan; también los grandesestán perplejos. ¿Cuál será el sabio que leerá la trá-gica escritura? (1 Corintios 1:19). El príncipe ligeroy mundano no conoce a Daniel (comp. Éxodo 1:8).Pero la reina madre sabrá escogerlo. Ella no asistíaal banquete, como tampoco el profeta. Separacióndel mundo y discernimiento espiritual van a la par.

A los hombres de nuestra generación Dios ya nolos advierte con misteriosos mensajes sino mediantesu Palabra.

Daniel 5:1-12

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Por tercera vez en un momento crítico, Danielentra en escena para interpretar el pensamiento deDios. Pero aquí estamos en el último cuarto de horade la historia de Babilonia. Y el varón de Dios ya noprocede con miramiento alguno para anunciar suderrumbe. Belsasar no tuvo en cuenta el testimoniode su padre (v. 22). Daniel solo puede traducirle lairrevocable sentencia. Tres palabras le bastan aDios para sellar la suerte de Babilonia y su prínci-pe. “Mene, Mene”: contado y recontado. ¡Admire-mos esa repetición! Es como si el justo Diosverificara con cuidado su suma antes de la decisiónfinal (comp. Génesis 18:21). ¡Pesado! ¡Ay! ese frívo-lo monarca y sus grandes colocados “en la balanza…serán menos que nada” (Salmo 62:9). ¡Finalmentedividido! El Altísimo que “gobierna el reino de loshombres” va a dar este a otro. La Historia relatacómo Ciro el persa, después de haber desviado elcurso del Eufrates (el que atraviesa Babilonia), sesirvió de su lecho desecado para introducirse en laciudad con sus soldados, aprovechando la noche y laorgía del palacio. ¡Es de desear que ese solemnerelato también nos instruya! Velemos y seamossobrios para que no nos sorprenda la venida delSeñor.

Daniel 5:13-31

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El imperio de la «cabeza de oro» pasó en una solanoche. Daniel, presente en sus comienzos, tambiénasistió a su caída 70 años más tarde. Y volvemos ahallar al profeta, anciano de casi 90 años, dominan-do los acontecimientos y las personas. No le impre-siona más el esplendor humano que su derrumbe.Aunque extranjero (tanto en el sentido moral comoen el propio) sirvió con la misma conciencia al vani-doso Nabucodonosor, al mundano Belsasar y ahoraal débil Darío (comp. 1 Pedro 2:18). Esa fidelidad levale la confianza del soberano y la envidia de suscolegas. Estos conspiran contra él, y el rey, inducidoen error por su hipócrita gestión, firma un irrevoca-ble decreto. Pero Daniel, por más buen servidor quesea, no puede someterse a él. Fue necesaria esa ini-cua conspiración para que nos enteremos de que elhombre de Dios tenía una santa costumbre: tresveces al día se arrodillaba en su habitación parainvocar a su Dios (léase 1 Reyes 8:48, 50; Salmo55:17).

Queridos amigos, podemos ponernos de rodillastanto como lo deseemos sin ser inquietados. Usemosde este privilegio para hallar en él, como Daniel, laoculta fuente de la fuerza y de la sabiduría.

Daniel 6:1-16

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En el foso de los leones se renueva el milagro delhorno ardiente del capítulo 3. El varón de Dios esguardado de los dientes de las fieras como en otrostiempos sus tres amigos lo fueron del ardor del fue-go. Hebreos 11:33-34 nos revela su común secreto:“por fe… taparon bocas de leones, apagaron fuegosimpetuosos”. Uno puede preguntarse por qué Diosliberó a esos siervos cuando tantos otros mártiresdejaron su vida en las hogueras o las arenas (comp.Hebreos 11:37). Ante todo, Dios protegió a sus testi-gos para mostrar su poder: aquí Él estaba com-prometido frente a Darío. Este episodio de la vidadel profeta corresponde palabra por palabra a laexperiencia relatada en el Salmo 57 (v. 4-5 y elsolemne v. 6).

¡Cómo nos hace pensar Daniel en el Señor Jesús!Así fue Cristo, fiel del principio al fin: extranjero,separado del mundo, pero siempre dispuesto a hacerel bien y a revelar el pensamiento de Dios acerca delmundo.

Como Daniel, no dio motivo a las acusaciones yfue condenado sin razón, a causa de su misma fide-lidad (comp. v. 4). Pero salió triunfante de la muerte(ese dominio del león rugiente: Salmo 22:13, 21), lacual será la parte de los malvados. ¡Sí, gloria anuestro Redentor!

Daniel 6:16-28

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Recordemos el plan del libro de Daniel. En losprimeros seis capítulos hemos visto vivir a esevarón de Dios. En los seis últimos oiremos sus pro-fecías.

Ahora le toca a Daniel tener un sueño cuyo temageneral es el mismo que el de Nabucodonosor en elcapítulo 2. Pero esta vez, las cuatro sucesivasmonarquías del tiempo de los gentiles se ven bajo laapariencia de bestias. El león con alas de águilarepresenta a Babilonia (comp. Jeremías 4:7; 49:19,22, 30), el oso feroz a Persia; el rápido leopardo alimperio griego. En cuanto a la cuarta bestia quesurge “espantosa y terrible y en gran manera fuer-te”, no existe en la creación un animal lo bastantemonstruoso como para prestarle su nombre (cap.2:40). Se trata del imperio romano, especialmentebajo la forma que va a tomar: la de diez cuernos (odiez reyes) con el pequeño cuerno preponderante.Este último representa al jefe del imperio, agente deSatanás, hombre de una inteligencia sin par al ser-vicio de una desmedida ambición, el que proferiráblasfemias. “Estuve mirando hasta que…” (comp.2:34). El “Anciano de días”, es decir, Dios mismo,súbitamente destruirá esa encarnación del espíritudel mal, antes de dar al Hijo del hombre “dominio,gloria y reino” (v. 14).

Daniel 7:1-14

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Si estos temas proféticos nos parecen arduos, imi-temos a Daniel, quien tiene el deseo de saber laverdad (v. 19) y pregunta por ella (v. 16). Esosacontecimientos, tan cercanos ahora, deben intere-sarnos por más de una razón. Primeramente, se tra-ta de la forma que tomará el mundo, en el cualvivimos, después del arrebatamiento de la Iglesia. Yya vemos claramente dibujarse las corrientes queconvergen hacia ese espantoso cuadro final: la opre-sión y la violencia (v. 19); la negación de toda rela-ción con Dios (las bestias: léase 2 Pedro 2:12), lainsensata exaltación del hombre (ese cuerno que seeleva, hablando grandes cosas)…

No olvidemos que los testigos llamados “santosdel Altísimo” atravesarán esa trágica época. Ten-drán que sufrir, serán quebrantados (literalmenteusados: v. 25), pero luego recibirán el reino y eljuicio (v. 18, 22; Apocalipsis 20:4). Y lo que en elversículo 14 fue atribuido al Hijo del hombre seráigualmente dado al pueblo de los santos del Altísi-mo (v. 27). Habrán sido trillados (v. 23) por los“dominios” malvados (v. 27). A su turno recibiránese dominio cuando el Señor, quien fue fiel hasta lamuerte más que cualquiera, se asociará en graciacon los suyos a fin de reinar con ellos (Salmo 149:5-9).

Daniel 7:15-28

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Daniel 8:1-14

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La nueva visión otorgada a Daniel antes del findel primer imperio (v. 1) ya concierne, sin embargo,a las relaciones del segundo reino (Persia) con eltercero (Grecia o Javán) lo mismo que a la final evo-lución de este último. La dominación medo-persa (elcarnero) debía ser quebrantada y reemplazada porel “macho cabrío”, es decir, el imperio griego. A suturno, este iba a desmembrarse a la muerte de Ale-jandro para ser repartido entre sus cuatro generales(v. 8). Punto por punto la visión fue notablementeconfirmada por la Historia. Después de lo cual, sintransición, pasando por encima de los tiemposactuales, la profecía nos transporta al “tiempo delfin” (v. 17). Mientras el occidente será gobernado por“la bestia” (cap. 7), otro personaje extremadamentepoderoso se levantará en oriente en el lugar ocupa-do antiguamente por uno de los demás “cuernos”. Esel asirio, mencionado por otros profetas. Su únicaambición será la de crecer y elevarse cada vez más.Se extenderá en dirección a “la tierra gloriosa”(Israel) y en su impía temeridad quitará el culto deDios de Jerusalén. Nada igualará su orgullo y locu-ra. ¡Y sin embargo!… pisotear los dones celestialesy el sacrificio de Cristo, echar por tierra la ver-dad, ya es la actitud de todos los que hoy en día nie-gan la fe (v. 9-12).

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El ángel Gabriel está encargado de explicar aDaniel la visión que tanto lo asustó. En los últimostiempos del reino venidero –el del norte, del imperiogriego–, cuando la maldad de los hombres haya lle-gado al colmo (v. 23), se levantará un rey, llamado elasirio, diferente del pequeño cuerno del capítulo 7.Ese hombre utilizará su extraordinaria inteligenciapara hacer el mal (v. 24-25). En último lugar se atre-verá a atacar a Cristo. Entonces será quebrantadopor la directa intervención de Dios (sin mano), encontraste con la historia de los imperios, en la quevemos a Dios utilizar al uno para derrumbar al otro(Job 34:20).

De esa manera, este capítulo nos mostró cómo loscuernos del carnero (el imperio de los medas y per-sas) fueron quebrantados y reemplazados por elcuerno del macho cabrío (el imperio griego) y final-mente por el mismo atrevido rey. Dios permite queese hombre se eleve y elimine a sus rivales, pero sufin es ser quebrantado (Proverbios 6:15). La Histo-ria ya nos ofrece más de un comparable ejemplo. Talel de Alejandro, llamado el Grande, ese fogoso con-quistador, quien murió a los 33 años de edad des-pués de haber subyugado un inmenso imperio. Sinduda, él ilustra mucho mejor que otros estas pala-bras del Señor Jesús: “Qué aprovechará al hombre,si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”(Mateo 16:26).

Daniel 8:15-27

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Este hermoso capítulo nos muestra a Danielhaciendo uso de dos recursos, los que siempre estána nuestra disposición: la Palabra y la oración.Esta vez no es enseñado mediante una visión, sinoal escudriñar las Escrituras. Por ellas se entera:

1) de que la liberación de Israel está cercana (v. 2;véase Jeremías 29:10 y sig.);

2) por qué motivos la mano de Jehová hirió y dis-persó a su pueblo y en qué condiciones la restaura-ción puede tener lugar (v. 11; léase Levítico 26:40 ysig.);

3) de la actitud conveniente para que Dios escu-che y perdone (léase 1 Reyes 8:47 y sig.)

Vuelto su rostro hacia Jerusalén y hacia Dios elSeñor, Daniel vuelve a tomar las expresiones dicta-das por Salomón palabra por palabra: “Hemos peca-do, hemos cometido iniquidad, hemos hechoimpíamente…” (v. 5, 15; cap. 6:10). Daniel no solonos es presentado como irreprochable, sino que aunsufrió las consecuencias del pecado de otros durantetoda una vida de exilio. No obstante, confiesa la ini-quidad como siendo suya; experimenta el dolor y lahumillación de ella ante Dios; carga con las trans-gresiones de su pueblo. Es lo que Cristo hizo perfec-tamente. Exento de todo pecado, cargó con losnuestros, los confesó como siendo sus pecados,soportando, solo, en nuestro lugar, el castigo quehabíamos merecido (Salmo 40:12).

Daniel 9:1-14

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Aquí Daniel no obra como profeta (comp. v. 6),sino más bien como abogado de Israel. Sabe hallarlos argumentos justos, exactos para tocar el corazónde Dios. Le pide que intervenga “por amor delSeñor” (v. 17), “en tus muchas misericordias” (v. 18),“por amor de ti mismo… porque tu nombre es invo-cado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (v. 19; comp.Salmo 25:11; Levítico 22:32). Tal oración es agrada-ble a Dios, quien se apresura a contestarla. Su men-sajero de nuevo es Gabriel, el mismo que seráescogido para anunciar el nacimiento del Salvador yel de su precursor (Lucas 1:19 y 26). Pero aquí elángel no está encargado de transmitir un feliz men-saje, ¡ni mucho menos! Esclarece la inteligencia deDaniel acerca de:

1) el rechazo del Mesías después de 69 (7 + 62)semanas de años. Esos 483 años (69 x 7) deberáncontarse a partir del comienzo de la reconstrucciónde Jerusalén en el tiempo de Nehemías;

2) la destrucción de la ciudad y del templopor los romanos al mando de Tito (v. 26); por fin, enun tiempo aún venidero, la trágica equivocación delos judíos que, enceguecidos por Satanás, reciben enlugar de Cristo a “un desolador”, el Anticristo (v.27). En el capítulo 24 de Mateo, versículos 15 ysiguientes, el Señor Jesús con solemnidad confirmalas profecías de Daniel.

Daniel 9:15-27

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Daniel 10:1-14

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A veces Dios responde inmediatamente a las ora-ciones de los suyos. En el capítulo 9:21 su palabrallega a Daniel mientras está orando. Otras veces, alcontrario, como en este capítulo, retarda su inter-vención para poner a prueba la realidad de nuestrosdeseos y la perseverancia de nuestra fe. Pero, si aveces debemos orar mucho tiempo antes de recibirrespuesta, nunca concluyamos que Dios no escucha(1 Juan 5:15). Afirma a Daniel que su oración fueoída “desde el primer día”. Este versículo 12 nosrevela el estado moral agradable a Dios, el cual, pordecirlo así, es la llave de las comunicaciones con elcielo. Recordemos el secreto de Daniel: disponía sucorazón para entender y para humillarse.

Al comparar la visión de los versículos 5 y 6 conla del apóstol Juan en Patmos (Apocalipsis 1:13-16),comprendemos que Aquel que aparece aquí con losatributos de la soberana justicia solo puede ser elMesías quitado (cap. 9:26), el que también será glo-rificado. En tal presencia, el más piadoso de loshombres es presa de un mortal pavor. Para ser elcanal de las revelaciones divinas es necesario queprimeramente la muerte haya operado en nosotros(2 Corintios 4:12). Pero la misma palabra de graciaviene a tranquilizar a Daniel y más tarde a Juan:“No temas”. “Muy amado no temas” (v. 12, 19).

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Antes de considerar el lado visible de la profecía,el capítulo 10 nos hace entrever su lado oculto: lacontraparte celestial de los acontecimientos de aquíabajo. Sin dejar de creerse libres, los grandes deeste mundo parecen títeres; son dirigidos desde loalto por “principados y potestades” satánicosmediante esos hilos que son sus pasiones (Efesios2:2). Pero también Dios tiene sus legiones de ánge-les con sus jefes (Hebreos 1:14). Y, cosa maravillosa,mediante nuestras oraciones podemos poner enmovimiento sus fuerzas invisibles, entablar los mis-mos combates y, como Elías y Daniel, hacer la expe-riencia de que “la oración eficaz del justo puedemucho” (Santiago 5:16).

En el capítulo 11 Dios abre a su profeta unaamplia vista de los acontecimientos que se produci-rían. Tres monarcas persas iban a sucederse: Cam-bises II, Gaumata el Mago y Darío Hystape(respectivamente reconocidos en Esdras 4:6-7, 24).Después de ellos, el rico y poderoso Jerjes (el Asuerodel libro de Ester) emprendería una formidableofensiva contra Grecia (Javán). Luego vendría laascensión relámpago de Alejandro el Grande (v. 3-4), la dispersión todavía más rápida de su reino“hacia los cuatro vientos” (impactante ilustracióndel libro de Eclesiastés), seguida de largos alterca-dos entre sus dos principales herederos.

Daniel 10:15-21; 11:1-9

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Este capítulo anuncia y cuenta en detalle la riva-lidad de las cuatro dinastías que iban a repartirse elimperio griego de Alejandro. En ese rey del norte sereconoce la estirpe de los seléucidas, la que gober-nó las regiones situadas al norte de Palestina: Siriay Asia Menor; en tanto que los reyes del sur son loslágidas (o tolomeos) que poseían a Egipto. Entreesas dos potencias rivales debían alternarse guerrasy tratados de alianza con los humanos halagos,chantajes, casamientos diplomáticos y asesinatos.Las relaciones entre las naciones no han cambiadodesde entonces y los manuales de Historia solo sonel triste reflejo de lo que contiene el corazón huma-no: codicia (v. 8), violencia y crímenes (v. 14), malascostumbres (v. 17), fraude (v. 23), corrupción (v. 24),traición (v. 26) y mentiras (v. 27).

A dos mil años de distancia, ¡cuán vanos parecenesos conflictos en los que está en juego la tierra deIsrael (v. 16) y que enfrentan a esos vanidososmonarcas durante cortos años!

La política internacional del tiempo de los reyestolomeos y seléucidas está descrita de antemanode manera tan exacta que ciertos incrédulos, con-fundidos, hicieron todo lo posible por demostrar queeste capítulo solo podía haber sido escrito despuésde los acontecimientos que anuncia.

Daniel 11:10-28

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Ninguna profecía de la Escritura es de interpre-tación privada, es decir, no puede ser aislada delplan general de Dios (2 Pedro 1:20). A partir del ver-sículo 36, como lo prueban las palabras del Señormismo, es cuestión de acontecimientos aún venide-ros, a los cuales, de alguna manera, los del pasadosirvieron de bosquejo e introducción. Así, AntíocoEpifanio, rey de Siria, está designado sin equívocoen el versículo 31. Para vengarse de los judíos, sacri-ficó una cerda en el templo e hizo colocar en él unaestatua de Júpiter. No obstante, no es más que unafigura del futuro rey del norte o asirio. A ese perso-naje profético se aplican los versículos 40 a 45,mientras que los versículos 36 a 39 conciernen alAnticristo, «el rey», quien en ese tiempo del fin sehará adorar en Jerusalén. Será el superhombreesperado, quien, bajo el dominio de Satanás, reuniráen su persona todas las perversas y orgullosas ten-dencias del corazón humano. Obrar según su antojo(en absoluto contraste con Cristo: Hebreos 10:7),proferir las peores blasfemias contra Dios, despre-ciar a Su Cristo, elevarse por encima de todo, apo-yándose en el dinero, la violencia y la mentira, tal espor cierto el espíritu del Anticristo, el que no esdifícil discernir en el mundo actual (1 Juan 2:18, 22-23).

Daniel 11:29-45

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El cumplimiento de los primeros sucesos de laprofecía son la garantía de que los que se anuncianpara el tiempo del fin ciertamente se producirán. Elactual período de gracia es como un largo paréntesisque desde hace casi dos mil años interrumpe el cur-so de la profecía. Da a cada uno la oportunidad deconvertirse para ponerse a cubierto del próximo jui-cio.

Entre el pueblo de Daniel, “todos los que sehallen escritos en el libro” serán libertados. Los queson llamados “los entendidos” resucitarán paravida eterna; los demás, para el horror de una perdi-ción eterna. Así se acabarán los tiempos determina-dos para el juicio; la suerte de cada hombre serádefinitivamente fijada y nada más en la tierra seráobstáculo para el despliegue de los consejos de Dios.No lo olvidemos, la profecía siempre tiene a Israelpor objeto. Aun la historia de los reinos gentiles seconsidera en relación con el pueblo elegido. Sinembargo, los pensamientos de Dios primeramentetienen como invariable centro la gloria de Cristo.Por eso son sellados y ocultos para los impíos, mien-tras que se invita a los entendidos a comprenderlos.También los comprenderemos en la medida en quetengamos verdadero aprecio por esta gloria delSeñor Jesús.

Daniel 12:1-13

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