Capítulo 9

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Capítulo 9

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Lindo capítulo para leer y más para entenderlo desde una perspectiva

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Capítulo 9

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Con tan solo los faros que iluminaban un oscuro camino, el vehículo todo terreno de Copérnico

avanzaba a gran velocidad. A medida que este avanzaba, unas luces a lo lejos mostraban la

proximidad de la ciudad de Cuzco. Una ciudad en lo más alto de las montañas, adornaba la

vista con su presencia entre tantos colosos.

- Vaya… ¿Esa es la ciudad de Cuzco? -preguntó Adam con mucho asombro.

- Así es -contesto Copérnico-. Esta ciudad es más grande que Dramato, fue fundada

hace más de 500 años.

- ¿Cómo es eso posible? -preguntó Ester añadiéndose a la conversación.

- Luego de los impactos fue una de las muy pocas ciudades del sur que quedaron en pie.

Supongo que a la altura que nos encontramos no llegaron las enormes olas.

Posteriormente los cambios climáticos que vivió la superficie mato a la mayoría de sus

ciudadanos. Muchos tuvieron que buscar refugio en cuevas ubicadas a lo largo de la

cordillera de los andes.

- Es increíble -añadió Colette observando por la ventanilla la ciudad-. Es como lo

muestran los libros… Es la única ciudad en el sur que posee energía eléctrica.

La ciudad de Cuzco iba creciendo poco a poco a medida que el transporte se acercaba. Con

cada metro que se avanzaba, Colette podía observar con mayor detalle la ciudad más

importante sobre la superficie.

- Después de todos estos años y aún siguen reconstruyéndola… -dijo Copérnico.

- ¿Por qué dices eso? -preguntó Ester con algo de curiosidad.

- Se refiere a que al igual que nosotros, aún es muy vulnerable a los repentinos cambios

climáticos -contestó Colette.

- Ni que lo digas, hace un par de años atrás las fuertes lluvias provocaron inundaciones

que mataron a miles de personas -añadió Copérnico.

El peculiar vehículo pronto se vio cerca de lo que parecía ser una pequeña caseta militar que

trancaba la entrada principal a la ciudad. Era un puesto de peaje que se encontraba en ese

momento muy bien custodiado por soldados del Nuevo Orden. Este hecho llamo la atención

de Copérnico.

- Que extraño.

- ¿Sucede algo malo? -preguntó Marcos.

- No, es solo que nunca suele estar este peaje tan custodiado. Lo mejor será que se

hagan a los dormidos.

Dentro del transporte de Copérnico comenzó a sentirse algo de nerviosismo e incertidumbre.

Los hermanos fueron los primeros en realizar la acción pedida por el su conductor. Colette y

Marcos lo hicieron después, justo antes de que el vehículo llegase a la caseta.

Los militares, como era de suponer, detuvieron el excéntrico vehículo. Lo observaron de pies a

cabeza dando varias vueltas a este. Luego, uno de los uniformados, se acercó a la ventanilla de

Copérnico.

- ¿Sucede algo malo oficial? -preguntó el conductor bajando su ventanilla.

- ¿Motivo de ingreso? -preguntó el soldado con mucha frialdad.

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- Transporto una familia.

El militar, rápidamente poso su linterna sobre los ocupantes que lucían dormidos en la parte

de atrás.

- ¿Lugar de procedencia?

- Dramato.

- Muéstreme sus papeles.

- Claro.

Copérnico saco de uno de sus viejos y sucios bolsillos unos papeles.

- Acá tiene.

El soldado observo con detenimiento los papeles, algo en su rostro indicaba que estos no se

encontraban en orden.

- Acá dice que usted es conductor particular. No tienes permiso de transportar personas

-dijo el soldado.

- Lo sé, es solo que no tuve tiempo de…

- Baje del vehículo.

- Pero ellos no son pasajeros, oficial, no creo que sea necesario que baje.

- Eso lo decidiré yo. Usted parece esconder algo...

- ¿Tío Copérnico? ¿Sucede algo malo? -preguntó Colette interrumpiendo al firme

soldado.

La inesperada intromisión de Colette tranquilizo los malos pensamientos de aquel uniformado,

quien apuntando con su linterna, miró a la joven Colette semidormida.

- No… No sobrina, no sucede nada.

El militar poso sus ojos sobre Copérnico y después de algunos tensos y angustiantes segundos

le entrego sus papeles.

- Tome, continúe con el viaje.

- Gracias -respondió Copérnico de manera muy sonriente recibiendo los papeles y

posteriormente subiendo la ventanilla.

EL vehículo arranco y todos dentro de este pudieron respirar nuevamente con tranquilidad.

- ¿Tío Copérnico? ¿Me veo tan viejo?...No era necesario que hicieras eso. No iba a

suceder nada si yo me bajaba -añadió el Copérnico-. Pudo ser peor.

- No lo creo -contestó Colette.

- Gracias -dijo Marcos.

- No entiendo ¿Me perdí de algo? ¿Qué acaba de suceder? -preguntó Ester.

- Si el conductor bajaba hubiéramos estado en la obligación de bajar también. Al hacerlo

hubieran visto al pequeño ónix -contestó Marcos.

- ¿Y eso qué?

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- ¡Tienes razón! ¿Cómo pude olvidarlo? -añadió Copérnico golpeándose la cabeza-. Es

ilegal transportar animales salvajes. Es arrestado tanto el que lo porta, como el que lo

transporta… Gracias Colette, me salvaste.

- Lo hiciste de nuevo, Colette -dijo Adam regalándole una sonrisa.

- No fue nada.

- Claro que sí, me salvaste la vida. No puedo ser capturado nuevamente -Continuó

Copérnico.

- ¿Fuiste capturado antes? -preguntó Colette.

El vehículo se silenció de un momento al otro, todos atentos a la respuesta del alocado

conductor.

- ¿Qué?... no. Esa es una historia muy curiosa que ahora no podré contar.

- Pero…

- ¿Alguien tiene hambre? -preguntó el conductor frotándose la barriga.

- Yo tengo mucha -contestó Adam.

- Todos tenemos hambre -comentó Ester al tiempo que el cachorro también

manifestaba su opinión por medio de un fuerte aullido-. Incluso el pequeño ónix la

tiene.

- Genial. Hay cuatro cosas muy conocidas que puedes hacer en Cuzco si no es solo

trabajar. Una es comer, la otra es beber, la tercera es apostar y la ultima es tener dulce

sex… bueno ya saben. Y para su fortuna yo conozco un lugar en donde se pueden

hacer las cuatro -dijo Copérnico con una enorme sonrisa en el rostro.

A medida que el vehículo de Copérnico recorría las calles congestionadas de la ciudad, sus

pasajeros podían observar desde sus respectivas ventanillas centenares de personas que se

aglomeraban en las calles imposibilitando el transito fluido. Muchas personas se dedicaban a la

construcción por lo que se veía muchos albañiles contrayendo o reparando edificaciones bajo

las luces amarillas de Cuzco. Otros se dedicaban a brindar servicios de buena voluntad

ayudando a personas necesitadas, que lucían muy enfermas o heridas, o gente que moría por

un plato de comida. Cuzco lucia como una ciudad de ensueños a lo lejos, brillando en la

tenebrosa oscuridad, pero de cerca la realidad era muy distinta.

- Esta ciudad tiene muchas personas –dijo Ester asombrada de ver tantas personas

activas en las calles- ¿Qué no duermen?

- Mucha gente se trasladó a la ciudad en los últimos años -contestó Copérnico-. Los

pueblos pequeños dejaron de producir alimentos.

- Es increíble que tanta gente viva en tan poco espacio –añadió Adam.

- Bueno, existe mucha gente viviendo en Cuzco, pero ahora luce más lleno que de

costumbre.

Adam vio por su ventanilla una larga fila de personas que se encontraban a la intemperie, estas

esperaban con mucha paciencia pese al frio que existía.

- ¿Qué esperan esas personas?

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- Esas personas hacen fila para comer un plato de comida –contestó Copérnico mientras

tocaba la bocina a otros automóviles y personas que se movían muy lentamente.

- ¿Cuánto nos falta para llegar? –preguntó Ester mientras se agarraba el estómago.

- Ya nos falta poco.

El vehículo avanzó muy lentamente por las calles de Cuzco pero al cabo de unos minutos pudo

llegar a su destino. Un lugar alejado del centro de la ciudad, en una de las laderas ubicadas a

orillas de una colina. El trasporte hibrido que había creado Copérnico se estaciono frente a una

pequeña edificación vieja e iluminada parcialmente, parecía ser un antiguo motel, cuyo letrero

colocado desprolijamente en el techo era iluminado por una luz opaca color violeta, esta decía:

Insomnia.

- ¿Este es el lugar? –preguntó Colette observando aquel descolorido letrero.

- El mejor de toda la ciudad –contestó Copérnico con una sonrisa-. No existe un mejor

lugar en donde puedas pasar tus días, que en la mágica Insomnia.

- Es un pequeño motel –comentó Adam.

- Es lo que los ojos de simples mortales pueden ver. Confíen en mí, si están conmigo

están conocerán la mejor cara de Insomnia.

Todos bajaron del vehículo y caminaron tranquilamente a la puerta del motel. Al llegar,

Copérnico toco la puerta e inmediatamente después comenzó a hablar con todos.

- Déjenme hablar a mí. Ustedes no se preocupen, pueden lucir muy rudos, pero son solo

perros que ladran.

Segundos más tarde la puerta se abrió y un hombre enorme apareció detrás de esta. El sujeto

era tan alto y ancho como la misma puerta y poseía unos guantes cuyos nudillos estaban

hechos de púas metálicas.

- ¿Qué desean? –preguntó aquel intimidante sujeto con una voz muy gruesa y tapando

la entrada con su descomunal volumen.

- Vinimos a solicitar la atención del rey –contestó Copérnico guiñando uno de sus ojos.

- Si no tiene reservación no entran.

- Pues la tenemos, Elios es mi mejor amigo.

Al escuchar la respuesta de Copérnico aquel hombre se hizo a un lado.

- Pasa.

- Ellos vienen conmigo –agregó el conductor mientras ingresaba al edificio.

Seguido de este ingresó Colette y los hermanos, pero cuando lo quiso hacer Marcos, fue

rápidamente frenado por el enorme guardián.

- No puedes ingresar con esa cosa en tus manos.

Luego observó a Marcos a los ojos con muchas ganas de intimidarlo.

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- Espera, espera, viene conmigo, puede entrar con esa pequeña criatura -dijo Copérnico

intentando tranquilizar al gigante.

El gigante permaneció unos segundos mirando los ojos platinados de Marcos sin emitir palabra

alguna. Luego, permaneciendo en silencio, se alejó de todos.

- Vaya, por un segundo creí que ibas a molestarte -comentó Copérnico mirando a

Marcos.

- ¿Por qué lo iba a hacer? Ese hombre ha sufrido demasiado… –contestó Marcos

ingresando al edificio.

Al ingresar al modesto motel, Colette y los demás, pudieron notar un ambiente muy pasivo y

tranquilo, en el que solo se podía ver a una persona detrás de un mostrador de madera. El

salón principal poseía un par de sillones y un bar en una esquina que parecía estar olvidado en

el tiempo por sus botellas llenas de polvo.

- ¿Este es el mejor lugar de Cuzco? -preguntó Ester-. Luce muy aburrido.

- Esta es la otra cara de Insomnia -contestó Copérnico, luego se acercó al mostrador-.

Traigo amigos para divertirnos en Insomnia.

El hombre detrás del mostrador abrió la puerta que se encontraba junto a este, al hacerlo se

pudo observar que esta contenía una gradas empinadas que bajaban varios escalones antes de

ver otra puerta en medio de la oscuridad.

- Diviértanse -dijo el hombre.

Copérnico y los demás bajaron los escalones de madera, estos se encontraban podridos y se

podía notar debido al fuerte rechine que producían al pisar cada escalón. Al aproximarse a la

puerta de la parte inferior comenzaba a notarse un ruido muy particular, este traía mucho

ritmo y se parecía mucho a una melodía musical, una melodía que serviría para amenizar una

fiesta o una discoteca.

- ¿Qué es ese ruido? -preguntaron los hermanos levantando las cejas por el asombro.

Colette al escuchar la melodía comenzó a sonreír denotando gran entusiasmo.

- Es… es música -dijo Colette apurando sus pasos.

- ¿No existe música en Quilquemia? -preguntó asombrado Copérnico al ver el rostro de

los jóvenes.

- No, la única emisora de sonido funciona para trasmitir instrucciones -contestó Colette.

- Es bastante alegre, esta música comienza a entusiasmarme -comentó Ester en voz alta,

moviéndose al ritmo de la música.

- Bienvenidos a Insomnia -dijo Copérnico tocando la puerta de una manera muy

particular, mostrando una especie de contraseña.

La puerta la abrió un hombre igualmente de grande que el primero, solo que a diferencia del

anterior, este lucía una cabeza completamente rapada, con el tatuaje de una serpiente

enrollada en la parte posterior de su cabeza.

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- Adelante -dijo el hombre dejándolos pasar a todos.

- Gracias ¿Esta Elios? -preguntó Copérnico.

- Está atendiendo en el bar.

Los jóvenes quedaron cautivados con lo que sus ojos veían, luces de todos colores alumbraban

y alegraban ese increíblemente enorme salón, que contaba con varias habitaciones ubicadas a

los costados. Cientos de personas bailaban y se divertían alrededor de las mesas que se

encontraban desparramadas por todo el lugar. Algunas de estas mesas solo contenían botellas

de alcohol y otras tenían cartas y dados en donde se encontraban varias personas jugando y

apostando.

- Lo único que el Nuevo Orden no podrá quitarnos jamás -comentó Copérnico al tiempo

que junto a los demás comenzaban a avanzar a través de la muchedumbre de

personas.

- Esto es increíble -dijo Colette observando los colores y sintiendo la música fluir a

través de su cuerpo- ¿Por qué lo ocultan?

- ¿Estas bromeando? Las apuestas al igual que la religión están prohibidos en Cuzco y en

cualquier gran ciudad.

- ¿Por qué? -preguntó Adam.

- No lo sé, el Nuevo orden quiere desprenderse de costumbres que considera ilógicas y

poco progresistas.

- ¿De qué hablas?

- El Nuevo Orden no quiere saber de la suerte y de los milagros, considero que son

devotos al control y al poder.

Colette y Marcos intercambiaron miradas por algunos segundos.

- Pero bueno, lo importante es que en este lugar pueden comer, dormir, y mi parte

favorita: divertirse.

El grupo llego a un largo mostrador, en cuyo fondo se podía apreciar un espejo igualmente

largo. El espejo daba la apariencia de que el lugar era aún más grande de lo que aparentaba, y

en la parte superior del mismo se encontraban cientos de botellas de alcohol aun llenas.

- ¿Qué desean ordenar? -preguntó Copérnico.

- Yo deseo comer una barra proteínica.

- Ese es el único problema -la única comida que sirven es la del vivero.

- ¿No tienen barras? -preguntó Colette.

- No, las barras son muy preciadas.

- ¿Y con que hacen sus canjes?

- Esta es una gran ciudad, metales valiosos como la plata y el oro se utilizan para los

canjes.

- Lo sé, pero las barras fueron establecidas como posible moneda de pago para que así

nadie pueda morir de hambre…

- Ese es el problema Colette, la poca productividad de nuestras tierras a acelerado el

consumo excesivo de las barras proteínicas. El Nuevo Orden ya no puede abastecernos

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porque siguen llegando personas a la ciudad. Cada día, cientos de pobladores aledaños

hacen de Cuzco su nuevo y único hogar.

Copérnico llamo a un hombre que se encargaba de tomar las órdenes de los visitantes.

- ¿Qué desea? -preguntó el hombre acercándose al grupo.

- Yo quiero el especial de la abuela y un trago doble ¿Ustedes? -preguntó Copérnico.

- ¿Qué hay? -preguntó Ester hablando con el mesero.

- El especial de la abuela o el plato del día.

- Quiero el plato del día por favor -contestó Ester.

- No, no, no. No quieres el plato del día. Nunca deben pedir el plato del día -dijo

Copérnico de manera exaltada.

- ¿Por qué no? -preguntó Marcos.

- Es solo que me gusta más la abuela…digo el especial de la abuela, no pregunten tanto

che, y pidan el especial de una vez, confíen en mí.

- Está bien, dame un especial de la abuela -dijo Ester.

- ¿Y para tomar?

- Agua.

Colette, Adam, y Marcos ordenaron lo mismo. Luego de hacerlo se sentaron en las sillas que se

encontraban cerca al mostrador.

- Una cosa más -dijo Copérnico deteniendo al mesero-. Llama a Elios por favor.

Marcos comenzó a acariciar al pequeño ónix que lucía muy hambriento ya mordía con sus

pequeños colmillos cualquier cosa que pasar cerca de su boca. Sacó de su bolsillo un paquete

de barras proteínicas que lucía casi vacío. Tan solo un pequeño pedazo de barra quedaba, lo

suficiente para alimentar y dejar satisfecho al cachorro por varias horas más.

Tras alimentar a su pequeña mascota, Marcos la puso en el suelo mientras silbaba un tono en

particular. Este era muy bien entendido por la pequeña criatura que le contestaba con ladridos

agudos.

- Eres todo lo que los hijos de la tierra afirman -comentó Copérnico mirando a Marcos.

- ¿Qué dijiste? -preguntó Colette con gran interés- ¿Hijos de qué?

- ¿Conoces a los hijos de la tierra? -preguntó Marcos.

- Conocerlos, son mis amigos.

- ¿Quién son los hijos de la tierra? -preguntó Colette por segunda vez.

Copérnico observó a Colette.

- Los hijos de la tierra son las personas que poseen un contacto diferente con la

naturaleza.

- Vaya…

- Pero tu… tu eres una leyenda -dijo Copérnico mirando a Marcos con una gran sonrisa.

- ¿Yo?

- Si, tú tienes que ser el hombre de las montañas.

- ¿El hombre de las montañas? -preguntó Adam.

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- Yo no sé nada de lo que dices, pero creo que me estas confundiendo con alguien más -

contestó Marcos.

- Vamos, no intentes engañarme, tus ojos, la manera en cómo te expresas, y tu peculiar

talento con los animales. Eres el hombre que el Nuevo Orden busca por todas partes.

- ¿Qué? -preguntó Colette sorprendiéndose de las palabras de Copérnico.

- No lo soy.

- ¿Qué hombre? ¿Por qué una leyenda? -preguntó Ester con los ojos bien abiertos

denotando interés en la conversación.

- Bueno, cuenta la leyenda, que dos hermanos muy jovenes, cuyos poderes eran

incomprensibles para los hombres comunes, pelearon en una épica batalla entre el

bien y el mal. El hermano mayor representaba la bondad y el amor del corazón del

hombre, mientras que el menor representaba todo el miedo y la impureza. Ambos se

enfrentaron en una lucha sin cuartel en el que al ganador se le iban a otorgar todos los

grandes secretos del cosmos…

Los hermanos y Colette escuchaban con gran atención e interés.

- Se dice que el mayor perdió la batalla al ser traicionado por sus propios padres, fue

asesinado por su propio hermano y sus restos fueron esparcidos por toda la cordillera

real. Sin embargo, de entre las cenizas, este misterioso y poderoso hombre renació y

recorrió por años las cordilleras recuperando sus fuerzas, ganando más poder, para

cuando llegue el día en el que vuelva a enfrentarse a su hermano para derrotarlo

definitivamente. Para que de esta manera, de nuevo y para siempre, se restaure el

poder del amor, la bondad y la esperanza en el corazón del hombre.

- Esa es una historia infantil -contestó Colette algo desilusionado por el final de la

historia-. Pensé que iba a llegar a algo importante.

- ¿Cuándo escuchaste esa historia? -preguntó Marcos esta vez luciendo más interesado

en las palabras de Copérnico.

- La escuche por primera vez en esta ciudad. Fue hace años, cuando conocí Cuzco por

primera vez.

- ¿Dónde la escuchaste?

- No me acuerdo con precisión ¿Por qué?

Marcos, en ese momento saco de uno de sus bolsillos un pedazo de papel. Este lucia algo

arrugado pero integro, en donde se encontraba escrito una dirección.

- ¿Conoces este lugar? -preguntó Marcos entregándole a Copérnico el arrugado papel.

Copérnico recibió la pequeña hoja y la observó por varios segundos. Luego, abriendo

completamente los ojos, miró a Marcos y dijo:

- Este es el lugar de congregación de los hijos de la tierra ¿Cómo conoces esta dirección?

- Es a donde debo llegar -contestó Marcos- ¿La conoces?

- Sí, pero… es un lugar muy privado no creo que los dejen entrar.

- Lo harán, yo conozco a varias personas que en este momento se encuentran

esperándome.

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En ese momento Elios. Quien era el dueño del lugar apareció sorprendiendo a Copérnico por la

espalda.

- Volviste diablillo pútrido -dijo Elios soltando una carcajada y al mismo tiempo

abrazando a su amigo.

- Acá me tienes, aún vivo y resistiendo -contestó Copérnico-. Te presento a mi primer

grupo de pasajeros de mi hermosa máquina.

- ¿Son ellos?

- Así es.

Elios saludo a los hermanos y a Colette con gran cordialidad. Luego, al llegar a Marcos, se

percató con rapidez de los ojos platinados del mismo.

- ¿Quién eres tú? -preguntó Elios con mucha seriedad.

- Mi nombre es Marcos de Nueva Iturralde.

- Marcos… Ese nombre me suena familiar.

- Yo creo que es el misterioso hombre de las montañas ¿Qué opinas?

Elios observó a su viejo amigo y luego comenzó a reír.

- Tú sí que estás loco Copérnico - yo vi al hombre de las montañas, y no se parece en

nada.

- ¿Lo viste? -preguntó Copérnico sorprendido.

- Si, una de esas tantas veces que viaje a mi pueblo. Era un hombre que desde lejos

podías sentir su increíble y enérgica presencia. Aunque debo aceptar que estos ojos

son muy similares a los que poseía ese hombre -agregó Elios mirando detenidamente

los ojos grises de Marcos-. Y es curioso, su mirada trasmite la misma paz que me

trasmitía aquel hombre. Pero estoy más que seguro que no es el.

- Bueno, si tú lo dices.

- Si necesitan algo me avisan.

Elios se disponía a volver a sus labores, cuando velozmente fue detenido por Copérnico, quien

se alejó con este unos pasos y comenzó a hablar en voz baja.

- Este hombre me acaba de dar este papel. Mira la dirección que está escrita.

Elios observó el pedazo de papel, y al igual que su amigo, su rostro reflejó mucha sorpresa.

- ¿Cómo obtuvo esta dirección?

- Me dijo que las personas de la congregación se encuentran esperándolo.

Elios comenzó a pensar acerca de las posibilidades, de que un hombre completamente ajeno al

lugar, sepa con tanta precisión la dirección de la más importante congregación de la ciudad.

- Marcos… Marcos…

- Tal vez es un espía.

- Marcos de Nueva Iturralde. Sobrino de Alexandros.

El hombre, sorprendido por lo que descubría, se acercó rápidamente a Marcos.

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- ¿Tú eres sobrino de Alexandros?

- Si lo soy.

- Oh por dios. Tú eres el buscador.

- ¿Qué? -preguntó Copérnico.

- ¿De qué hablan? -preguntó Colette volviéndose a interesar en la conversación.

- Sí, yo estoy buscando al sabio. Yo tengo que hablar con las personas que me esperan

en esa dirección.

- Como no me di cuenta. Tus ojos… que estúpido fui. Claro que te daré la dirección, es

más, Copérnico los llevara mañana a primera hora.

- ¿Qué? ¿Yo?

- Claro que sí.

- ¿Podría ser ahora? No tengo tiempo que perder -dijo Marcos.

- Lo haría, pero ahora no sería una buena idea. Hace unos días llego el ejercito del

Nuevo Orden a la ciudad. Las noches son muy peligrosas para reunirse, por lo que si

vas ahora no podrás encontrarlos.

- Lo entiendo.

- ¿Desean algo más? ¿Tienen dónde dormir? -preguntó Elios muy emocionado-. Pues

este es su hogar. Es un placer tener a alguien como tú en mi humilde morada.

- ¿Miembro de la realeza? -preguntó Ester observando con admiración a Marcos.

- ¡Andros! -gritó Elios llamando la atención del mesero.

- ¿Si señor?

- ¿Qué ordenaron los señores?

- Todos ordenaron el especial de la abuela.

- Bueno, quiero que sea el mejor especial que se haya preparado ¿Me entendiste?

- Sí señor.

El mesero salió corriendo rumbo a la cocina con la nueva orden de su jefe.

- Marcos, descansa, mañana será el día en que te reunirás con los tuyos.

- Gracias.

- Ahora si me disculpas, debo atender otras mesas. Siéntanse como en su casa.

Elios se alejó de ahí rápidamente rumbo a sus demás labores.

- Vaya, él no suele comportarse así. Pero si Elios dice que mañana los lleve a esa

dirección, así será.

- Pero primero lo primero, necesitamos comer y luego dormir –dijo Ester mal humorada

por el hambre que traía.

Mientras todos esperaban por la comida, y de esta manera poder saciar su apetito, Colette

observaba en silencio a Marcos sin que este lo notase.

A la mañana siguiente, Copérnico llevó a Marcos, Colette y los hermanos a la dirección escrita

en aquel arrugado papel. Esta era una casa de dos pisos que se encontraba olvidada en una de

los barrios más pobres y desamparados de la ciudad.

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El barrio poseía muchas casas pequeñas, la mayoría de estas se encontraban parcialmente

destruidas, por lo que se podía pensar que la mayoría de estas viviendas se encontraban

abandonadas. La casa que Marcos y los demás buscaban no era distinta al resto, por lo que se

camuflaba perfectamente bien en un barrio en donde se podía apreciar la miseria y

desesperación en el ambiente.

Copérnico, siendo el guía y la cabeza en este particular recorrido, ingreso a la casa elegida

seguido de los demás. Al ingresar por la puerta principal de la casa se encontraron sin ningún

tipo de seguridad o persona y notaron rápidamente que el primer piso se encontraba

completamente deshabitado. El ladrido del pequeño ónix que era cargado por Marcos produjo

un eco denotando aún más su vacío y soledad.

- No hay nadie –comentó Colette.

- No se encuentran acá –contestó Copérnico adentrándose dentro de la vacía morada.

Copérnico llegó a una puerta vieja de madera ubicada en la parte posterior del lugar.

- Es acá –dijo el guía que abrió aquella puerta sin ningún problema-. Entren.

Colette y los demás ingresaron a un corredor que los llevaba directamente a una puerta de

metal que lucía fuerte y resistente, completamente diferente a las puertas atravesadas por

primera vez.

Copérnico se acercó a esta y toco la puerta con dos nítidos golpes de sus nudillos.

- Contraseña… -dijo una voz detrás de la puerta.

- Antinomia –contestó Copérnico con gran seguridad.

Acto seguido, se escuchó como aquella puerta secreta era destrabada como si se tratase de

una reja de máxima seguridad. Tan fuerte era el ruido del metal, que este podía ser escuchado

con total claridad por Copérnico y los demás.

Un hombre de baja estatura fue quien primero apareció en la entrada. Recibió a Copérnico con

mucha cordialidad siendo este el primero en ingresar.

- Copérnico ¿Qué te trae por acá? –preguntó el hombre con una sonrisa en el rostro.

Copérnico le respondió haciéndose a un lado y dejando ver de esta manera a Marcos quien se

encontraba detrás.

- ¿Marcos?… -dijo el hombre mientras los ojos completamente abiertos brillaban de la

emoción.

- Marius, amigo mío –contestó Marcos abrazando a su amigo con gran fuerza y energía-.

Ayer llegue a la ciudad. Debo ver a Dante cuanto antes.

- Claro que sí. Le va a gustar mucho verte.

Marius miró a Colette y a los hermanos.

- ¿Quiénes son ustedes?

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- Mi nombre es Colette de Nueva Quilquemia y ellos son Ester y Adam, son hermanos.

Acompañamos a Marcos.

- Pues cualquier amistad de Marcos siempre será bienvenido a nuestra congregación.

Pasen.

Colette y los hermanos ingresaron y tras hacerlo, Marius cerró la puerta de metal y la aseguró.

- Dante está al otro lado del salón. Síganme.

Marius y los demás recorrieron un largo y ancho salón que albergaba a varias personas. En su

mayoría se encontraban meditando de un solo lado de aquella habitación. Se encontraban en

completo silencio, sentados con las piernas cruzadas y con los ojos cerrados, ningún tipo de

ruido o acto lograba interrumpir su absoluta concentración.

Mientras que en la otra mitad se encontraban varias personas alimentado a otras que lucían

muy enfermas y heridas.

- Allí esta Dante –dijo Marius señalándolo.

Dante era un hombre de una avanzada edad, de cabello y cejas blancas como la nieve, que se

dedicaba a ayudar a los necesitados que pedían a gritos comida o atención. En ese preciso

momento se encontraba sentado en el suelo alimentando a un pequeño niño.

- Dante, mira quien vino.

El hombre, de nevada cabellera, observó a Marcos y al igual que su compañero Marius la

reacción fue de gran algarabía.

- ¡Marcos!

Dante se levantó rápidamente del suelo y abrazó a Marcos cual si fuera un padre para este.

- Qué bueno que llegaste ¿Cómo estás?

- Bien, aunque aún no complete mi misión.

- Lo sé, lo sé.

Dante observó la compañía de Marcos y se presentó con amabilidad, luego volvió a mirar a

Marcos.

- Marcos, debemos hablar. En privado.

Marcos, cargando como siempre al pequeño ónix, y Dante se alejaron de los demás y

caminaron rumbo a una pared que se encontraba en medio de la larga y ancha habitación.

Acto seguido, parte de esta se abrió como si se tratase de una puerta secreta que los condujo a

un cuarto mucho más pequeño. Luego la cerraron perdiéndolos a ambos de la vista de los

demás.

- Vaya, esa sí que es una habitación secreta –dijo Adam sorprendido del movimiento de

la pared.

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- ¿Hay algo en que los pueda ayudar? -preguntó Marius observando a los jóvenes con

una jovial sonrisa.

Ester miró como muchas de esas personas que se encontraban en aquella habitación se

encontraban en el suelo, sentadas y sin hacer ruido.

- Yo tengo una pregunta –dijo la joven hermana.

- ¿Cuál?

- ¿Qué es lo que hacen estas personas?

- Ah, es una buena pregunta señorita. Lo que ellos hacen es entrar en contacto con lo

divino.

- ¿Qué? ¿Qué es eso? –preguntó Adam

- Es la manera en como aprendemos a vivir. Al entrar en contacto con lo divino

conocemos más de nuestro entorno y de nosotros mismos.

- ¿Cómo hacen eso? –preguntó Colette con intriga.

- Ellos primero despejan su mente silenciando sus pensamientos. Luego la verdad de su

interior se va revelando poco a poco dejando que sus pensamientos se ordenen con

armonía. Vengan, les mostrare.

Marius se dirigió a la zona en donde las personas se encontraban meditando. En ese momento

Ester miró a Copérnico.

- ¿Quiénes son estos sujetos?

- Son llamados los hijos de la tierra, y ellos se encargan de traer un poco de esperanza a

este mísero mundo.

- ¿Cómo lo hacen? -preguntó Colette.

- Ellos se encargan de ayudar a los enfermos y alimentar a los hambrientos. Sin olvidar

que enseñan a las personas que existe algo que se llama espíritu.

- ¿Espíritu? Eso suena como una religión.

- ¡Acérquense! –gritó Marius llamándolos a los jóvenes desde el otro lado del salón.

Colette y los hermanos se acercaron para luego sentarse en el suelo junto a este.

- La clave de una meditación productiva es que puedas ordenar tus pensamientos, para

así poder distinguir con claridad tus sentimientos.

- ¿Cuál es el objetivo de hacer todo esto? -preguntó Colette.

- Cuando puedas distinguir tus verdaderos sentimientos lo único que te quedara por

hacer es decidir cuál utilizar para vivir tu vida. No existe pensamiento o sentimiento

erróneo Colette, lo que existe es la perfecta divinidad que nos motiva a elegir

diferentes caminos y destinos. Al final, todo se resume en caminar esta vida con amor

o con miedo. Meditar nos ayuda enfocarnos en la misión que vinimos a cumplir en

este mundo ¿Por qué no lo intentas?

- No lo sé… No creo en estas cosas.

Colette se resistía a la idea de creer en este tipo de cosas. Su extrema racionalidad y lógica con

la que visualizaba el mundo, le hacía muy difícil la tarea de tener fe en los milagros.

- Yo quiero intentar -dijo Ester levantando su brazo.

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- Muy bien. Porque no lo intentan todos –dijo Marius-. Cierren sus ojos y respiren con

lenta y tranquilamente. Tu igual Copérnico.

Copérnico permaneció parado sin ganas evidentes de intentarlo.

- No, yo lo intente varias veces pero en mi cabeza hay demasiado ruido, lo siento.

- No te preocupes, lo harás cuando estés listo para hacerlo.

Los hermanos cerraron sus ojos y comenzaron a respirar de la manera indicada por Marius.

Mientras tanto, del otro lado de la pared, se encontraba Marcos y Dante hablando con gran

preocupación en ambos rostros.

- Noto que adoptaste una criatura muy particular -comentó Dante observando al

pequeño ónix-.

- Su madre murió por defenderlo, lo menos que puedo hacer es criarlo hasta que sea un

ónix fuerte e independiente.

- Tu siempre pensando en los demás… Veo que sientes algo de frustración en el rostro

¿Por qué?

- Baros convenció a mi tío Alexandros de iniciar la guerra. No se detendrá hasta llegar a

la Gran Ciudad -dijo Marcos con mucha preocupación en el rostro.

- Lo sé. Esta guerra derramara mucha sangre y perderá muchas vidas inocentes. Cuzco

será el lugar en donde El Nuevo Orden piensa detener a los rebeldes. Es por eso que

más de cien mil hombres llegaron hace unos días.

- Debo encontrar al sabio. Es el único que puede hacer cambiar de opinión a Baros y

salvar el planeta.

Dante bajo la cabeza mostrando un dejo de tristeza en el rostro.

- Esta guerra no podrá detenerse Marcos. Baros decidió transitar por el camino del

miedo y el odio.

- Pero aún tiene amor en su corazón. Al igual que los líderes del Nuevo Orden. Siempre

habrá esperanza.

La convicción y firmeza en el rostro de Marcos provocó una sonrisa en Dante, quien

levantando de nuevo la mirada observó a su amigo acercándose a este.

- Tienes razón Marcos, a veces olvido que estoy hablando con alguien muy especial… El

hombre que buscas fue visto por última vez cerca de la ciudad. No lo vi en persona,

pero muchas personas que lo han visto aseguran que es un ser sin igual. Algunos

piensan que es un mercenario armando un ejército, otros que es un viejo milagrero

que sana enfermos. Yo solo pienso y ruego porque sea el hombre que buscas.

Dante sonrió y dio un pequeño paseo por la habitación.

- El sabio está dormido… ¿Sabes dónde vive este hombre? -preguntó Marcos.

- En un poblado cercano. Se dice que ahora es un pueblo fantasma debido a la

hambruna.

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Marcos se acercó a su querido amigo y con un rostro firme y decidido dijo:

- Dame la dirección.

En ese momento, en la habitación principal, Colette observaba a los hermanos que intentaban

concentrarse con ayuda de las palabras que decía Marius.

- Ahora déjense llevar. Respiren profundo y comiencen a sentir… Distintas clases de

sentimientos fluyen a través de su joven cuerpo. Frustración, depresión, confusión,

miedo, suelen emanar primero. No se asusten, es natural en el ser humano, pero

gracias a estos posteriormente podemos sentir los otros: valentía, gratitud,

compasión, amor.

Colette cerró los ojos y comenzó a escuchar con atención las palabras de Marius.

- Sean consientes de la diferencia que existe entre estos dos tipos de sentimientos.

Sepan identificar la razón y el lugar de donde cada uno de ellos emana. No existe razón

más lógica de decisión para el ser humano que su propio corazón. Porque cuando

aceptamos que la verdadera respuesta está en nosotros, nuestros sentimientos no nos

controlaran jamás.

Colette comenzó a relajarse, sintiéndose cómoda y segura en aquella habitación comenzó a

cerrar los ojos. La voz suave y armoniosa de Marius, combinada con la energía de paz que

podía sentirse en el ambiente, facilitaban la primera meditación de la joven.

Segundos más tarde, la puerta de metal en la entrada fue golpeada llamando la atención de

Marius.

Mantengan sus ojos cerrados, lo están haciendo muy bien -dijo Marius. Luego se aproximó a la

entrada y preguntó por la contraseña.

- Antinomia -fue la respuesta de un hombre del otro lado de la puerta.

Marius al escuchar la respuesta abrió la gruesa puerta produciendo el mismo ruido que la

primera vez. Lo primero que pudo observar al hacerlo, fue a un hombre que lucía pálido y

empapado en sudor.

- Lo siento mucho… -dijo el hombre soltando en llanto.

Inmediatamente después, este hombre recibió una fuerte y dura patada por la espalda que lo

aventó contra Marius, haciéndolos caer de esta manera a ambos.

Varios soldados cubiertos por cascos rojizos ingresaron asustando a todas las personas en la

habitación, quienes al ver a los militares armados, rompieron sus actividades en medio de un

clima de absoluta sorpresa y miedo.

Después de los uniformados, el siguiente en ingresar fue el General Arcanos. AL hacerlo dio un

pequeño paseo por la habitación, sus botas metálicas provocaban en el piso de madera un

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fuerte ruido que se escuchaba con claridad en todo el salón. El general, al observar a cada una

de sus víctimas asustadas e indefensas, sobre su tupida barba azulada dibujó una sonrisa y

luego dijo:

- Todos ustedes quedan arrestados por realizar e incentivar prácticas religiosas.