Colombia Internacional No. 32

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Ciencia Política Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://colombiainternacional.uniandes.edu.co/

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Sección

Política Exterior

de Colombia

Colombia y Venezuela: el

fracaso de un modelo o la

necesidad de revitalizarlo

José Luis Ramírez León"

Durante los últimos meses las relaciones entre Colombia y Venezuela volvieron a estar marcadas por un significativo número de incidentes que lle-garon a causar malestar, cuando no recriminaciones mutuas, entre Bogotá y Caracas. Para dos países que comparten una extensa y muy activa frontera común, y que están acos-tumbrados a enfrentar de vez en cuando situaciones complicadas en su relación bilateral, fue sin embargo sorpresiva la realidad que se vivió en el año anterior ya que no se presentaba un deterioro similar desde el incidente de la Corbeta Caldas en 1987.

Desde esta perspectiva, surge una pregunta obligada luego de analizar el devenir de las relaciones en la presente década: ¿Asistimos al fracaso del modelo puesto en práctica a fi-nales de la década pasada, fun-damentado en potenciar los elementos comunes por encima de las eventuales diferencias, es decir, la integración antes que el conflicto?

Algunos de los hechos ocurridos en el último año así parecerían evidenciarlo: incidentes fronterizos, caracterizados por ataques de la guerrilla a te-rritorio venezolano; acusaciones de paso a territorio colombiano de miembros de la Guardia Venezolana y la violación de los derechos humanos de ciudadanos colombianos; el desalojo de campesinos co-lombianos asentados en la Se-rranía del Perijá; el problema del robo de vehículos en el vecino país y la presunta participación de un oficial de enlace de la DISIP venezolana en una red binacional; el secuestro de ganaderos y comerciantes; el problema del narcotráfico; el tráfico ilícito de armas y pre-cursores químicos; la extradi-ción de un presunto narcotraficante, y la situación económica en Venezuela, han hecho presagiar un progresivo deterioro de la relación.

Sin embargo, y para buscar una salida no confrontacional, que mantuviera el esquema de integración y de entendimiento por encima de los incidentes coyunturales, se reactivaron los mecanismos de cooperación existentes, o se crearon otros, tales como las Comisiones de Vecindad y Asuntos Fronterizos; la Comisión Ne-gociadora; las visitas oficiales del presidente Rafael Caldera y del canciller Burelli Rivas; las reuniones de los ministros Pardo y Burelli en foros multilaterales; los encuentros de los ministros de Defensa y el inicio de actividades del Comando Unificado de Oriente (CUO); la reunión de representantes de los dos Congresos; la puesta en

Abogado. Profesor e investigador. En la actualidad jefe de Gabinete del Ministerio de Relaciones Exteriores. Las ideas y opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, la posición del Gobierno de Colombia frente al tema.

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práctica del mecanismo de reuniones de los viceministros de Relaciones Exteriores; la re-activación de la Comisión de Robo de Vehículos; la visita del procurador Vásquez Velásquez a Caracas y la reunión de la Comisión de Narcotráfico. De esta manera es importante hacer una evaluación detenida de los hechos mencionados, así como de la forma en que funcionaron los mecanismos previstos, para obtener una respuesta a la pregunta planteada. De igual manera se hará una referencia teórica a los dilemas de percepción frente al "otro". A pesar de que el aspecto positivo de la relación se ha centrado en el intercambio económico no se hará referencia a este hecho en el presente artículo, pues el mismo amerita una consideración mucho más extensa.

Un poco de historia

Hasta finales de la década pa-sada, el eje central de la relación bilateral con Venezuela giró, en esencia, alrededor de la búsqueda de una solución equitativa para los problemas de delimitación. En materia te-rrestre hasta la década de los cuarenta y de áreas marítimas y submarinas de ahí hasta los ochenta1. El último gran intento de lograr un acuerdo justo fracasó con la llamada Hipótesis de Caraballeda. La inercia en las negociaciones que siguió a Ca-

raballeda fue interrumpida en 1987 tras el incidente de la Cor-beta Caldas, que puso a ambos países al borde de un conflicto de impredecibles consecuen-cias2. Ante una situación tan crítica surgió la necesidad de encontrar una salida que dejara atrás el espectro de un eventual conflicto y se centrara más bien en la necesidad de la inte-gración. Lo que en Colombia se definió como la " desgolfización de la relación". La administración Barco, y luego el gobierno Gaviria lo-graron poner en práctica con el presidente Carlos Andrés Pérez un sistema novedoso e ima-ginativo que comenzó en 1989 con las Declaraciones de San Pedro Alejandrino y Ureña. De allí salieron la Comisión Nego-ciadora y la Comisión de Ve-cindad e Integración Fronteriza con Venezuela. "El eterno tópico del diferendo sobre aguas marinas y submarinas en el Golfo de Venezuela quedó incorporado al proceso como un asunto más de la agenda, sin darle la prioridad que podría desvirtuar la importancia de otros temas de la problemática bilateral"3. De esta forma, y hasta co-mienzos de 1995, se abrió paso a un exitoso proceso de inte-gración que permitió elevar el intercambio comercial a una cifra que ya superó los dos mil millones de dólares, y una in-versión directa de Colombia en Venezuela mayor a los dos-

cientos millones de dólares. De esta manera quedaba claro que ambos países habían optado por profundizar todo lo que los unía, buscando al mismo tiempo, y mediante negociaciones directas, una salida de aquello que hasta entonces había sido fuente potencial de conflicto.

Los principales incidentes en la zona fronteriza y el deterioro de la relación bilateral

Los dos países comparten una frontera común de 2.219 kiló-metros, habitada por cerca de siete millones de personas. En algunas partes hay actividad permanente que la convierte tal vez en la frontera más activa de América Latina. Debido a esta circunstancia son muchos los problemas que con frecuencia alteran el normal desarrollo de las actividades en dicha zona. Los incidentes fronterizos se han presentado debido a una multiplicidad de factores. En años anteriores, desde co-mienzos de la presente década, se presentaron algunos hechos que no tuvieron mayor trascendencia y otros que a pe-sar de revestir cierta gravedad fueron canalizados en su mo-mento a través de los mecanis-mos que se habían diseñado para su análisis y manejo. A continuación se presentará una breve reseña de algunos de los incidentes o hechos más

Ver al respecto: Alfredo Vásquez, Colombia y Venezuela una historia atormentada, Santafé de Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1987, segunda edición. Enrique Gaviria, Colombia en el diferendo con Venezuela, Santafé de Bogotá, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 1994. Isidro Morales, Política Exterior y Relaciones Internacionales, Caracas, Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, Serie Estudios, 1989. Rafael Sureda, El Golfo de Venezuela, Caracas, Biblioteca de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, Serie Estudios, 1994. Ver al respecto Jorge Bendeck, La corbeta solitaria, Santafé de Bogotá, Grijalbo, 1994. Liliana Obregón y Cario Nasi, Colombia Venezuela conflicto e integración, Santafé de Bogotá, Fescol y CEI Uniandes, 1990, p. 15. Ver también, Colombia-Venezuela: ¿crisis o negociación?, Varios autores, Santafé de Bogotá, Fescol, CEI Uniandes, 1992.

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importantes que marcaron la relación entre Colombia y Ve-nezuela en el último año.

El caso de Carabobo: la violencia de la guerrilla erosiona la relación bilateral*

De nuevo la acción de la gue-rrilla, que con frecuencia incursiona en territorio venezo-lano para llevar a cabo actos de secuestro, hostigamiento y ataques a efectivos militares del vecino país, puso en jaque la buena relación entre Caracas y Bogotá. En febrero de 1995 la guerrilla atacó el puesto fluvial de Carabobo en Venezuela5. La sevicia y el salvajismo con el que actuaron los guerrilleros costó la vida a ocho infantes de marina. La obvia indignación en Venezuela no se hizo esperar. El Gobierno colombiano, fuera de condenar el hecho, envió tropas a la zona logrando capturar a varios de los miembros de la guerrilla responsables de la acción. También se propició un encuentro entre los ministros de defensa y los embajadores de ambos países. Las autoridades colombianas expresaron su deseo de co-laborar, sobre la base del mutuo respeto, con las autoridades de Venezuela para atacar a un enemigo común que a todas luces pretendía erosionar la buena relación bilateral. Sin embargo, en Venezuela tomó forma la tesis de la llamada "Persecución en caliente". Den-tro de esta lógica, efectivos de

las fuerzas armadas del vecino país podrían ingresar a territorio colombiano cuando iniciaran la persecución de guerrilleros en su país y éstos pasaran la frontera hacia el lado colombiano.

Colombia: sí a la cooperación, NO a la persecución en caliente

En la reunión de ministros de Defensa, el Gobierno de Co-lombia anunció la creación in-mediata del llamado Comando Unificado de Oriente (CUO) para desplazar a dicha zona de la frontera, y de manera gradual, un grupo de cinco mil hombres entre ejército, marina, fuerza aérea y policía. Por su parte Venezuela anunció la creación del Teatro de Operaciones en los estados fronterizos para hacer frente a futuras incursiones de la guerrilla. Es de destacar que entre dos vecinos que han manejado una hipótesis de conflicto militar en la frontera se dio la solicitud de Venezuela para que Colombia aumentara en forma considerable, y de manera inmediata, su pie de fuerza.

Este hecho, que demostraba un grado de confianza y cola-boración en una relación fron-teriza madura, fue malinterpretado por algunas agencias internacionales de noticias, que ante el desplazamiento de efectivos militares de Colombia y Venezuela a la zona de conflicto lo vieron como un estado pre-bélico.

De otro lado, y ante la insis-tencia de las autoridades vene-zolanas de acudir a la "perse-cución en caliente", el presidente Samper, el ministro Pardo y el ministro Botero, por separado, y más adelante la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, dejaron constancia del total rechazo de Colombia a cualquier acción del Gobierno de Venezuela en ese sentido. En declaraciones de los cancilleres, de la Comisión Negociadora y de los ministros de Defensa se estableció la colaboración bilateral sobre la base del mutuo respeto a la soberanía del otro país. Así se dio por concluido este capítulo6. Cuando ya se consideraba que el incidente de Carabobo había sido superado y la relación volvía a su cauce normal, se presentó el desalojo de más de doscientas familias colombianas asentadas en el lado venezolano de la Serranía del Perijá. Al parecer la mayoría de ellas se dedicaba a actividades relacionadas con el campo. Sin embargo, autoridades de Ve-nezuela denunciaron la depre-dación de zonas boscosas y, más preocupantes aún, la aparición de cultivos de amapola en la región. Para regularizar la situación, las autoridades de los dos países, en cabeza de sus Ministerios de Relaciones Exteriores, comenzaron a buscar una forma viable y no traumática para adelantar el proceso de retorno de los colonos.

Se acordó entonces que para finales del mes de marzo, y

4 La siguiente reseña toma como base el articulo "Las relaciones de Colombia con Venezuela en 1995: la integración por encima del conflicto", del autor, que aparecerá en el libro Síntesis '96 Colombia, publicado por el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.

5 Ver "Fue respuesta a persecución de Colombianos, dicen subversivos. Sí atacamos Carabobo: ELN", El País, 27-111-95, p. 2A. 6 Ver "No al ingreso de tropas venezolanas", en El País, 24-111-95, p. 2A.

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una vez se hubiera resuelto la mejor forma de reubicar a los colonos en los departamentos vecinos, se procedería por parte de las autoridades venezolanas a iniciar la devolución de los campesinos. Las autoridades venezolanas, preocupadas por la posible presencia de guerrilleros en la zona, decidieron adelantar el procedimiento, lo que generó malestar en la parte colombiana. Esta situación, que ya venía siendo discutida y analizada por los dos gobiernos, fue in-terpretada erróneamente por los medios de comunicación y la opinión pública en Colombia como una retaliación por los hechos que se habían presentado pocos días atrás en Carabobo. Algunos colonos denunciaron que habían sido maltratados y, en algunos casos concretos, se habló de violaciones a sus derechos humanos por efectivos militares de Venezuela7.

Dentro de un ambiente de recriminaciones mutuas, y con la opinión pública de ambos países caldeada, se preparó la reunión de la Comisión de Vecindad e Integración Fronteriza en Mérida para tratar de limar asperezas. Era claro que las relaciones entre Colombia y Venezuela habían llegado a su nivel más bajo desde el inciden-te de la Corbeta Caldas en 19878.

Nuevos incidentes en la Serranía del Perijá

El otro incidente fronterizo que mereció especial atención

fue la incursión de miembros de la Guardia Nacional de Ve-nezuela a la región de la Serra-nía del Perijá, en territorio co-lombiano. Como resultado de la incursión cinco campesinos fueron detenidos y llevados ante autoridades venezolanas, acusados de participar en acti-vidades relacionadas con el cultivo de amapola. A los pocos días de la incursión, apareció el cadáver de un sexto campesino que había sido dado por desaparecido9. Ante la reacción de las auto-ridades de Colombia solicitando una explicación a lo sucedido, el ministro de Defensa de Venezuela insistió en que la operación se había desarrollado contra cultivadores de amapola en la Serranía10. Debido a la insistencia de Colombia en precisar el lugar de la acción, dejando en claro que se estaba en condición de colaborar con el país vecino en el combate a los cultivos ilícitos pero respetando su soberanía, el general Orozco Graterol informó que la acción se había desarrollado en territorio venezolano. Luego la tesis varió hacia la ocurrencia de los hechos en zona sin demarcar de la Serranía.

Como epílogo de este incidente se produjo un comunicado en el cual los dos cancilleres acordaron reiniciar las labores de las comisiones técnicas de demarcación y densificación de hitos. De otro lado se previo enviar una comisión conjunta de las Cancillerías y de los Ministerios de Justicia y

Defensa de ambos países para precisar las circunstancias de la muerte del ciudadano Paternina, así como las responsabilidades por la destrucción de las casas de los campesinos.

Otros temas de controversia en la agenda: los vehículos robados, los secuestros, los incidentes marítimos y la supuesta demora en el proceso de extradición

Otro de los temas recurrentes en la relación bilateral ha sido el de los vehículos robados en Venezuela, que según las auto-ridades de dicho país vienen a parara Colombia11. La actitud del Gobierno colombiano ha sido la de reconocer su parte de responsabilidad en la situación, pero dejando en claro que es un problema que tiene tanto de largo como de ancho, en la medida en que los carros son robados en territorio venezolano, por una mafia binacional, de donde salen sin que haya efectivas medidas de control. Por último, se ha denunciado que un buen número de vehí-culos son traídos a Colombia por sus legítimos dueños, son vendidos a precios bajos, y lue-go son denunciados como roba-dos en Venezuela y se procede a cobrar la póliza del seguro.

Luego de la reunión de la Comisión de Vecindad, en Mé-rida, se reactivó la comisión colombiana para la devolución de vehículos. Mientras tanto se esperaba que el Congreso aprobara a la brevedad

Ver "Colombia denuncia abusos venezolanos durante deportaciones", El Universal, Caracas, 18-IV-95, p. 1. Ver "Caldera Caliente", en revista Semana, 14 de marzo de 1995, pp. 22-26. Ver "Comisión de alto nivel visitó Manaure. 'Venezuela sí violó la frontera'. Delegación colombiana confirmó las denuncias de los campesinos sobre abuso de los soldados venezolanos", en E/ Tiempo, 20-X-95, p. 1A. Ver "Rechazo claro y contundente: Pardo. El Canciller se refirió a los incidentes con Venezuela", en El Espectador, 27-X-95, p. 8 A. También se ha denunciado el robo de avionetas y barcos.

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posible el proyecto de ley que sobre la materia venía haciendo trámite. El Gobierno de Ve-nezuela había insistido en la importancia de que dicha ley fuera aprobada como gesto de buena voluntad del Estado co-lombiano. Una vez aprobada la ley, pasó a control constitu-cional y se espera un pronun-ciamiento favorable.

En la última reunión de la Comisión Colombo-venezolana para la Recuperación y De-volución de Vehículos se acor-dó un procedimiento para que se iniciara el proceso de pronto retorno de los primeros vehícu-los. A pesar de lo que han ex-presado las autoridades vene-zolanas sobre incumplimiento de Colombia, hasta fin de año la iniciativa correspondió a Ve-nezuela que no había presen-tado aún algún tipo de listado oficial de vehículos robados.

Algunos meses antes, y cuando las autoridades colombianas ya habían comenzado a estudiar la vía legal más expedita para adelantar el proceso de devolución de vehículos, sin afectar a los legítimos po-seedores de buena fe, se pre-sentó el caso del comisario Eduardo Iglesias, que se con-virtió en nuevo elemento de fricción en la relación bilateral en la medida en que implicó a la Fiscalía colombiana, a la Embajada de Venezuela, a la DISIP y, por supuesto, a las dos cancillerías.

El comisario Iglesias, según denuncias de la Fiscalía, se apartó de su función de enlace policial venezolano para la de-volución de vehículos y termi-nó haciendo parte de una red

vinculada al robo de vehículos. En la Fiscalía, saltándose los canales diplomáticos, se cometieron errores que permi-tieron que el funcionario huye-ra a Venezuela. Esto generó un proceso de recriminaciones que terminó con la investigación de Iglesias en su país. Dentro de otros incidentes en frontera o a nivel de las ca-pitales se encuentra el secues-tro del alcalde de Guasdualito por parte de la guerrilla. El al-calde fue devuelto en territorio colombiano hacia finales del año.

De otro lado se presentaron dos incidentes en el mar, frente a la Península de la Guajira, donde fueron retenidos barcos pesqueros colombianos, en aguas territoriales de nuestro país. Las autoridades venezo-lanas argüyeron que se encon-traban faneando en aguas de su propiedad. Al menos en uno de los casos se presentaron disparos y uso de fuerza desmedidos contra una de las naves.

Por último, y dentro del deseo de colaborar a nivel judicial, la Corte conceptuó a favor de la extradición del presunto narcotraficante Larry Tovar Acuña, que fue devuelto a su país y entregado a las autori-dades judiciales. El Gobierno de Venezuela había sugerido una demora indebida de Co-lombia para la extradición del señor Tovar haciendo caso omiso del argumento del cum-plimiento de los términos que para decidir tenía la Corte.

Revitalizar, reformular o cambiar: y del modelo ¿qué?

Una evaluación de la forma en que funcionaron los mecanismos que se crearon a comienzos de los noventa, permite deducir que en buena parte éstos actuaron como una suerte de "fusibles" que amortiguaban el impacto de los eventuales incidentes fronterizos y, a su vez, permitieron un manejo más consensual en la solución de problemas apremiantes de la agenda, como los descritos anteriormente.

Sin embargo, y como motivo de especial preocupación, los hechos que se sucedieron en 1995 pusieron en entredicho la real efectividad de los mecanismos previstos, e hicieron contemplar la necesidad de "repensar" el esquema previsto y replantear su forma de operar. Pero, ¿hasta qué punto habían fracasado realmente las instancias de diálogo y ne-gociación fronteriza o binacio-nal? ¿Hasta qué punto lo que se convertía en prioritario era una evaluación de los mismos para ponerlos a tono con las nuevas realidades?

Las Comisiones de Vecindad, Integración o de Asuntos Fronterizos12

Dentro del nuevo modelo de relación bilateral, las Comisiones de Vecindad Colombo-Venezolanas habían tenido su úl-tima reunión en Valledupar a mediados de 1994. De hecho su inactividad permitió que una serie de incidentes, preocupantes algunos, la mayoría

12 En Colombia se les conoce como Comisiones Binacionales de Vecindad e Integración Fronteriza! Fuera de la existente con Venezuela, hay Comisiones con Ecuador, Perú, Brasil, Panamá y próximamente con Jamaica. En Venezuela se conoce como Comisión para Asuntos Fronterizos (COPAF).

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sin trascendencia, pasaran de manera directa a los medios de comunicación y a la opinión pública, sin contar con un canal oficial de análisis ni una búsqueda de solución. La demora en volver a reunir a las Comisiones de Vecindad13 se debió al deseo del Gobierno de Venezuela de reestructurarla para reducir su número, que quedó en diez. En consecuencia, se hacía urgente lograr un nuevo encuentro de las Comisiones y buscar así la forma de reactivar un mecanismo que permitiría utilizar los espacios de comunicación y diálogo directo que alejaran el espectro del conflicto para potenciar, a su vez, la cooperación y profundizar el esquema de integración. Sin embargo a finales de 1994 y comienzos de 1995 se debieron suspender dos reuniones programadas, la primera por motivos de agenda y la segunda por un ataque de la guerrilla a un puesto militar venezolano. Para mediados de marzo, y tras los incidentes de Carabobo y El Bosque, se acordó una reunión de las ya reestructuradas Comisiones de Vecindad en la ciudad de Mérida, presidida por los ministros de Relaciones Exteriores, Pardo y Burelli, que permitió distensionar en forma considerable el ambiente previo al encuentro14. Más adelante se realizaron dos nuevas reuniones de la Comisión de Vecindad, una en

Cúcuta en julio y otra en Puerto la Cruz en noviembre. En cada una de ellas se realizó un análisis de la agenda bilateral y se trató de encontrar solución a los incidentes fronterizos. En la última, los dos cancilleres acordaron enviar a la Serranía del Perijá una comisión binacional para determinar las responsabilidades en el caso Paternina, y además, en el campo fronterizo, se abocaron a la tarea de reformular su agenda de trabajo y concentrar los esfuerzos en seis sectores principales.

La Comisión Negociadora

La Comisión Negociadora15 se reestructuró con un cuarto miembro por país a solicitud de Venezuela; en el caso de Co-lombia, ingresó Fernando Ce-peda Ulloa. Hubo dos reuniones del mecanismo en Estados Unidos para lograr un mayor avance en la solución de uno de sus temas prioritarios: la delimitación de áreas marinas y submarinas. A pesar de que no existe conocimiento de cuan avanzadas se encuentran las negociaciones en este campo, parece existir cierto optimismo en ambas partes sobre la posibilidad de llegar a alguna fórmula equitativa que pueda ser presentada para consideración de los dos gobiernos. Sin embargo, para algunos observadores los pocos resultados obtenidos demuestran que la Negociadora se en-

cuentra en un callejón sin sa-lida.

La Comisión Negociadora estuvo de acuerdo con reacti-var el mecanismo de demarca-ción y densificación de hitos que se encontraba paralizado desde finales de los setenta y acordó que la cooperación mi-litar en la zona de frontera se haría respetando la soberanía del país vecino.

Las visitas oficiales y los encuentros informales

Con el deseo de profundizar los puntos de encuentro, e! presidente Caldera realizó su primera visita oficial a Colom-bia donde el tema central estu-vo enfocado en los aspectos de seguridad en la zona de fronte-ra y la relación económica y comercial bilateral.

La visita de Caldera estuvo precedida de una que el minis-tro Burelli realizó de manera oficial a Colombia. Además los cancilleres, que tienen un conocimiento de primera mano del país vecino y son aliados incondicionales de la causa de la integración por encima del conflicto, han coincidido en una gran cantidad de eventos de carácter multilateral que les permiten analizar de manera directa las situaciones compli-cadas que se describieron con anterioridad.

El mecanismo de encuentros de los viceministros de Re-

13 La misma situación se venía presentando con la Comisión Negociadora, de la que se hablará más adelante, que no se reunía desde media dos de 1994. De igual manera la administración del presidente Caldera deseaba aumentar el número de tres a cuatro miembros.

14 De Mérida salió un nuevo mecanismo de diálogo a través de reuniones bimensuales de viceministros de Relaciones Exteriores. De otro lado, se reforzó el compromiso de volver a reunir las Comisiones para la devolución de vehículos y se convocó a una nueva reunión de la Comisión Mixta sobre Narcotráfico, que se reunió en Bogotá en agosto de 1995. Ver, "Acuerdo para alejar la confrontación. Colombia y Venezuela retomaron los temas de la integración en la reunión de comisiones fronterizas", en El Espectador, 31-111-95, p. HA.

15 La Negociadora se creó con el deseo de tratar temas vitales y controversiales tales como la delimitación de áreas marinas y submarinas, migraciones y cuencas. Sus miembros responden ante el presidente y el canciller y operan con bajo perfil para evitar que sus eventuales acuerdos se filtren a los medios de comunicación y la opinión pública antes de llegar a un consenso.

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laciones Exteriores ha comen-zado a operar en buena forma. Una primera reunión se dio en Bogotá y la segunda se llevó a cabo en Caracas y coincidió con los últimos incidentes en la Serranía del Perijá. Los viceministros Cardona y Alcalay se desplazaron a la zona en men-ción para hacer un primer re-conocimiento sobre el terreno. De esta manera se busca distensionar las relaciones y ha-cer una revisión periódica de la agenda para garantizar su mejor seguimiento.

La creación de comisiones especializadas

Han continuado los encuentros de los ministros de Defensa y de las autoridades militares y de seguridad de ambos países. La idea ha sido la de evitar que la relación en la zona de frontera se vea reducida a temas de seguridad de ambos países, agregando a los ya anotados el del tráfico ilícito de armas y de precursores químicos. La propuesta colombiana de generar medidas que aumenten y garanticen la con1 fianza mutua ha comenzado a ser desarrollada con buenos resultados16.

Por último congresistas de ambos países llevaron a cabo un encuentro en zona de frontera para buscar, mediante el diálogo directo, mecanismos de solución a los problemas que se presentan en la frontera.

Es importante tener en cuenta que las relaciones a comienzos de 1996 volvieron a sufrir un significativo deterio-

ro tras el paso de miembros de una patrulla venezolana a Vetas de Oriente, en Tibú. Autori-dades de ambos países consta-taron la penetración en territorio colombiano, lo que motivó una nota explicatoria de parte del canciller venezolano. Luego de un malentendido por unas declaraciones del ministro Pardo sobre la situación presentada, el asunto pareció concluido al aceptar el canciller Burelli como válidas las posteriores declaraciones del canciller Rodrigo Pardo. Sin embargo unas nuevas declaraciones del presidente Samper y del expresidente López Michelsen en Valledupar dejaron la situación de nuevo en entre-dicho.

¿Cómo nos ven, cómo los vemos?

Un factor esencial de la relación bilateral pasa por el viejo dilema de las ópticas divergentes que existen a lado y lado de la frontera para asumir al "otro". Dentro de esta perspectiva, y al momento de aproximarse a la situación interna del otro país, la opinión pública, muchas veces desinformada, y algunos sectores radicales tienden a presentar visiones estereotipadas y subjetivas de lo que pasa al lado opuesto de la frontera.

En ambos países el tema de las relaciones con el vecino es definitivamente importante no sólo dentro del Gobierno, por motivos obvios y explicados, sino en especial a nivel de la opinión pública. El tema de la delimitación marina ha sido

mucho más sensible en Vene-zuela que en Colombia. "Los gobiernos venezolanos, que se sucedieron en el poder desde 1830 hasta 1941, podemos cali-ficarlos de entreguistas, pues permitieron que Venezuela perdiera gran parte de su terri-torio". Este argumento, pre-sentado en un libro que publicó en su momento el actual mi-nistro de fronteras de Venezuela, deja entrever hasta qué punto hay un sentimiento de reacción adversa frente a Colombia por el tema de la delimitación.

Para sustentar la validez de este comentario no hay más que mirar la prensa venezolana y la manera en que algunos de los centros radicales han venido ocupándose del tema.

Del lado colombiano, y a pesar de no presentarse una centralidad tan marcada en la importancia del asunto, el año pasado algunos medios de co-municación, y en especial la opinión pública, tomaron un activo partido en el debate sobre los incidentes con Venezuela, cayendo algunas veces en el análisis subjetivo y apresurado, fruto de valoraciones reactivas y nacionalistas, antes que llegar a una consideración serena y meditada.

También en Colombia, y en especial en algunas de las cita-ciones que se hicieron al minis-tro Pardo al Congreso, se le cuestionó sobre los problemas de delimitación del país y la supuesta forma como Colombia había perdido territorios con todos sus vecinos en los procesos mencionados.

16 Fuera de las reuniones de ministros de Defensa, se realizan encuentros de los mandos militares a lo largo de la zona de frontera, colaboración para enfrentar la guerrilla y a la delincuencia común, así como el tratamiento del tema de seguridad dentro de las Comisiones de Vecindad.

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La conclusión obvia, luego de analizar ambas situaciones, es que hay un gran desconocimiento del "otro" debido, en una curiosa paradoja, a la cercanía. Es bastante difícil pensar que ambos Estados hayan perdido territorio en su delimitación. Más aún que hay una sola verdad, cierta e inmodificable en cada país. Lo que sí es cierto es que la mala información, el nacionalismo mal entendido, y el deseo de aceptar lo que se quiere creer, mas no aquello que realmente sucede, ha contribuido en ambos países a erosionar la relación bilateral. Los incidentes fronterizos continuarán mientras no se so-lucionen problemas estructurales y de presencia del Estado en la zona de frontera. Aspectos como el de la delincuencia común, la guerrilla, el tráfico de armas y precursores químicos, el narcotráfico y la delincuencia común, así como las denuncias por maltrato a ciudadanos del otro país continuarán. La alternativa que se ofrece, por consiguiente, es buscar la integración por encima del conflicto, y dentro de ella el fortalecimiento y la pro-fundización de los mecanismos de diálogo y entendimiento que ayuden a solucionar parcialmente estos impasses mientras se encuentran otras soluciones de fondo.

Como lo dijo el canciller Rodrigo Pardo en repetidas ocasiones, los Estados dialogan en cualquier momento, pero en especial cuando surgen diferencias, pues la concertación y la cooperación son base esen-

cial del entendimiento de los pueblos. El acercamiento no sólo parte de la base de la identidad de criterios, sino también del deseo de conciliar divergentes racionalidades que deben armonizarse para una convivencia mucho menos traumática que la que se viviría si los canales y mecanismos de entendimiento no existieran. En cuanto al papel que los medios de comunicación deben desempeñar en este proceso, el ministro Pardo expresó en la reunión de Puerto de la Cruz que "a ellos les cabe la res-ponsabilidad de construir los simbolismos colectivos y, por intermedio de ellos, las per-cepciones de la opinión pública sobre la integración binacional (...) Unos medios de comu-nicación comprometidos con la integración son fundamentales en la tarea de que Colombia y Venezuela se conozcan más y mejor, en forma no oficial"17. Sobre esta base de la citada reunión salió la idea de conformar una Comisión que se aboque a considerar la mejor manera de lograr la integración a nivel de medios de comunicación, en especial los de zona de frontera. El académico y diplomático venezolano Leandro Área, en un análisis sobre las relaciones con Colombia, titulado "Mirar Colombia" dice: "Hemos apre-hendido una visión decimal de Colombia, mínima y milimétrica, pero, lo que es peor, dis-torsionada. Lo que se escribe en Venezuela sobre Colombia, o viceversa, es casi siempre lo mismo, único y repetitivo; sin

Novedad en el planteamiento. Hemos volcado nuestras mira-das y nuestras sensibilidades sobre lo que nos separa y con-tradice y existen, aquí y allá, individuos, organizaciones o sectores vinculados a los pro-cesos de toma de decisión, que con intereses de toda índole in-sisten en la idea de que con Co-lombia o con Venezuela no hay nada que discutir"18. Ante los hechos expuestos sobre incidentes fronterizos, de otros elementos que alteran la relación bilateral y los proble-mas de percepción del "otro" que tienden a apartar a los dos países, la única respuesta legí-tima, válida y seria es la de po-tenciar el modelo que hace pri-mar la integración por encima del conflicto y que permite que los mecanismos descritos tien-dan a unir en vez de separar. Es la única forma de cumplir la meta de la manida, pero no menos cierta, frase, según la cual los dos países están ligados a un destino común.

Conclusiones

Las relaciones entre Colombia y Venezuela han mantenido una dinámica en la que la inte-gración se ha antepuesto a los eventuales incidentes que ge-neran conflicto y fricción en la zona de frontera y, de hecho, entre las dos capitales.

A pesar de los incidentes, el intercambio comercial de-muestra que la manida frase según la cual es mucho más lo que nos une que lo que nos se-para dejó de ser un mero lugar común para convertirse en una realidad tangible.

17 Ver "Discurso del Ministro de Relaciones Exteriores, Rodrigo Pardo, al instalar la XIII Reunión de Comisiones de Asuntos Fronterizos" Puerto de la Cruz, Venezuela, 18 de noviembre de 1995.

18 Leandro Área, Pompeyo Márquez, "Venezuela y Colombia...", op. cit., p. 135.

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Los problemas entre los dos países no van a desaparecer a corto ni mediano plazo dado lo extenso de la frontera común y la cantidad de personas que la habitan a uno y otro lado. De ahí surge la necesidad de fortalecer los existentes o de crear nuevos mecanismos que permitan que las diferencias se

resuelvan dentro de los canales diplomáticos o institucionales, sin permitir que se acuda al expediente facilista del nacionalismo o las pasiones in-cendiarias. El problema de las percepciones debe comenzar a cambiar en la medida en que los

medios de comunicación, los elementos de cultura y el inter-cambio a todo nivel permitan descubrir que el "otro", allende la frontera, es mucho más uno mismo de lo que nos ima-ginábamos.

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Sección Relaciones Económicas

Internacionales

El Mercosur. Balance de su

evolución y perspectivas en

el marco del nuevo

regionalismo

latinoamericano

María Alejandra Saccone*

Introducción

A partir de mediados de la dé-cada del 80 resurgió en América Latina el interés por la inte-gración económica. La incertidumbre ante un mundo en el que se definían claros núcleos de poder económico y la toma de conciencia del retraso que estaba sufriendo la región fue-ron algunos de los motivos que llevaron a los países a re-plantearse la posibilidad de una integración, pero desde una visión más pragmática.

El cambio en la concepción y práctica de las políticas exte-riores se reflejó en la resolución de las agendas conflictivas de los países de la región y en el mayor énfasis puesto en los temas económicos y regionales ya no relacionados a proyectos autónomos y a la vieja concepción de integración. Se comenzó a percibir un enfoque estratégico más externalista en el que la idea de regionaliza-ción significaba la integración para la apertura a los mercados del mundo, en una coyuntura que aún continúa siendo muy difícil para América Latina.

El interés en la integración ha vuelto, no sólo porque se ha impuesto la lógica de la acción conjunta o de la escala de producción, sino porque estaba vivo el ejemplo de los países más poderosos que se han organizado ya en bloques integrados1.

Salgado reconoce dos momentos en el despertar por la integración latinoamericana: un primer momento en el que se intentó salvar a las instancias de integración que ya existían, como la ALADI, Grupo Andino y CARICOM; y un segundo período donde se adoptaron modalidades distintas de integración. En éste el ejemplo más destacado fue el Programa de Integración y Cooperación Económica entre Argentina y Brasil, PICE, a partir de 19862 impulsado por los presidentes Alfonsín y Sarney, res-pectivamente. El programa de integración argentino-brasileño, al que se le anexó, en primera instancia Uruguay y, posteriormente, Paraguay, llevó a la firma del Tratado de Asunción y dio ori-gen al proceso hacia la consti-tución del Mercado Común del Sur, MERCOSUR. Así se inició una instancia de integración de características peculiares sobre la que se volcaron demasiadas expectativas, al punto de esperar, al fin del "período de transición" previsto, resultados tan positivos como los obtenidos con el PICE, considerado como la experiencia más exitosa de las realizadas en América Latina.

* Licenciada en Ciencia Política. Profesora de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional del Rosario (Argentina). Asistente de Investigación del Centro de Estudios en Relaciones Internacionales del Rosario - CERIR Área Mercosur.

1 Germánico Salgado, "Integración latinoamericana y apertura externa", Revista de la CEPAL NO. 42, Santiago de Chile, diciembre de 1990, p.149.

2 Ibidem, p. 151.

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Dentro de este marco, el MER-COSUR surgió como respuesta, en el ámbito regional, a este nuevo modelo hemisférico que revalorizaba la idea de in-tegración económica y en el plano internacional, a la ten-dencia hacia la formación de bloques económicos regionales. El MERCOSUR aún está lejos de ser un mercado común en funcionamiento; se ha consti-tuido en una unión aduanera "imperfecta" surgida de intensas negociaciones, en las que los representantes técnicos de los países socios han culminado soslayando por el momento objetivos mucho más ambiciosos. Debido a la trascendencia regional del MERCOSUR y a los significativos avances logra-dos en las negociaciones desde la firma del Tratado de Asun-ción, en este trabajo se pretende alcanzar una visión comprensiva del proceso de integración, tratando de reflejar la importancia del mismo tanto al interior de la región como a su exterior.

Para ello se presenta, en la primera parte, un cuadro de los avances logrados en el proceso tomando como marco temporal el "período de transición" previsto en el Tratado de Asunción (26 de marzo de 1991 - 31 de diciembre de 1994), además se consideran las prin-cipales decisiones firmadas por los presidentes, las cuales sellan los pasos hacia el futuro mercado común y dan cuerpo al proceso. También se incluye

una sección en la que se exami-nan las etapas de la evolución de MERCOSUR durante ese mis-mo período, así como sus prin-cipales características. En la segunda parte que trata el período de la postransición se hace referencia, en primer lugar, a los aspectos relevantes de la nueva estructura institucional del MERCOSUR constituida con la firma del Protocolo de Ouro Preto y, en segundo lugar, a la agenda externa real y potencial de esta nueva instancia de integración sudamericana. Cabe aclarar que los aspectos comerciales fundamentalmente en lo referente a intercambios no serán contemplados en este trabajo debido a que su orientación es político-institucional. Por otra parte, las características de la Unión Aduanera "imperfecta" que comenzó a regir desde el lo. de enero de 1995 serán incluidas en un Anexo de Cumbres Presidenciales al final del trabajo.

Mercosur en el nuevo regionalismo

La apertura unilateral y la bús-queda de una mayor inserción en la economía mundial en América Latina ha reorientado el principio básico que rigió históricamente los destinos de la integración latinoamericana: sólo entre países latinoa-mericanos3 y ha producido el surgimiento de lo que se ha re-conocido como un "renovado interés integracionista".

Partiendo de la visión de considerar la integración como un medio, como un instrumento eficaz para potenciarse y abrirse al mundo, los países latinoamericanos adoptaron las nuevas reglas de juego de la economía internacional.

El proceso de integración ar-gentino-brasileño hacia el MER-COSUR respondió a este nuevo modelo y nació una percepción conjunta de la necesidad de unirse a fin de maximizar potencialidades para integrarse al mundo. El MERCOSUR se enmarcó, así, en las caracterís-ticas del regionalismo abierto y reconoció no sólo a la inte-gración como una catapulta al mundo, sino también como ci-miento de una economía libre de proteccionismo y de trabas al intercambio de bienes, siendo éstas particularidades intrínsecas al regionalismo abierto.

El Tratado de Asunción: carta magna del proceso de integración

La firma del Tratado de Asun-ción4 26 de marzo de 1991 fue el punto de partida de un renovado proceso de integración que se inició por iniciativa argentina en 1985, cuando comenzó el acercamiento gradual entre la República Argentina y la República Federativa del Brasil, luego del histórico enfrentamiento que caracterizó las relaciones bilaterales de ambos países. Esta amistad se restableció a partir de la firma de la Decla-

3 Este principio responde al modelo de integración latinoamericano pensado en la década del 60 y sustentado en un tipo de integración intrínseca o endógena, en la sustitución de importaciones, en criterios proteccionistas y en el incremento del intercambio regional.4 Con ese instrumento, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay deciden la conformación de un mercado común. El proyecto prevé, para el lo. de enero de 1995, un mercado libre para la circulación de mercaderías y, simultáneamente, un arancel externo común frente a terceros países.

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ración de Iguazú (1985). En esta oportunidad, los presidentes Alfonsín y Sarney realizaron las primeras manifestaciones de la intención de buscar nuevos caminos para construir un espacio económico regional latinoamericano.

El proceso de integración continuó profundizándose gradualmente y afianzándose con el Programa de Integración y Cooperación Económica entre Argentina y Brasil PICE (1986), y con la firma del Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo (1988) considerado como un factor de aceleración de la integración económica, hasta la firma del Tratado de Asunción.

El Tratado de Asunción fue visto, en ese momento, como el gran paso a la materialización de la tan ansiada idea de inte-lectuales, gobernantes y em-presarios latinoamericanos frustrada desde la década del 60, de lograr la integración armónica de las economías entre sí y con el mundo. El MERCOSUR parecía ser el ca-mino5.

Búsqueda del reconocimiento externo

El MERCOSUR nació de una lectura acertada sobre la necesi-dad de insertarse en un mundo donde imperaba y aún impera la tendencia a la regionalización. En función de esto es que, inmediatamente después de la firma del Tratado de Asunción, los cancilleres

de los cuatro países salieron a presentar a la sociedad inter-nacional la nueva iniciativa la-tinoamericana. El objetivo fundamental fue la búsqueda de apoyo, reconocimiento a nivel internacional y posibles mercados.

Las manifestaciones de apoyo más directas vinieron de los Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea. Los contactos concretos que se realizaron poco tiempo después de la firma del compromiso respondieron a una agenda externa trazada con la idea central de insertar al MER-COSUR en el contexto económico internacional a partir de la resolución del GATT, la Iniciativa para las Américas, la negociación conjunta del acuerdo de cooperación institucional con la Comunidad Económica Europea, contactos con Japón y el bloque asiático y el comercio con terceros países o bloques económicos regionales.

El período de transición al Mercado Común del Sur

El Acta de Buenos Aires de ju-lio de 1990 ratificó la voluntad política de Argentina y Brasil para conformar un Mercado Común al 31 de diciembre de 1994. Ese documento com-pletado con el Tratado de Inte-gración, Cooperación y Desa-rrollo de Argentina y Brasil y con el Acuerdo de Complementación Económica No. 14 se constituyó en la base de negociaciones que confor-

mó la estructura del Tratado de Asunción.

El Tratado de Asunción de-terminaba un "período de transición" de cuatro años para alcanzar la meta final del Mercado Común, pero no aclaraba las condiciones poste-riores a la finalización de ese período, y se limitaba a men-cionar el compromiso de tener establecido el MERCOSUR, el cual se constituyó finalmente en una unión aduanera.

En ese período de transición se pondrían en funcionamiento los instrumentos previstos por el Tratado programa de liberación comercial, la coordinación de las políticas macroeconómicas, arancel externo común, acuerdos sectoriales, para que en el plazo de cuatro años se constituyera el Mercado Común.

Las etapas del Mercosur: del Tratado de Asunción a la Unión Aduanera

El proceso de integración ha evolucionado progresiva y aceleradamente, y reconoce etapas que si bien no muestran profundas diferencias entre sí, poseen determinadas caracte-rísticas que señalan claramente los avances político-estruc-turales que constituyen el cuerpo mismo del proceso. Así, es posible considerar cuatro etapas que se extienden desde la firma del Tratado de Asunción hasta la constitución y puesta en marcha de la Unión Aduanera.

5 La firma de este compromiso, por parte de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, se transformó en motor propulsor de iniciativas y actividades desde los diferentes sectores productivos y, fundamentalmente, del interés de participación de nuevos actores sociales y po-líticos a nivel de los cuatro países particularmente del sector empresarial que no se había manifestado a este mismo nivel en las anteriores instancias de integración. Esto último se observa claramente a través de la nueva actividad empresarial, en la cantidad de ferias y simposios realizados, y en la creación de numerosas Cámaras Empresariales, Cámaras de Comercio, etc., desde la iniciación del proceso integracionista.

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Primera etapa

El proceso de integración hacia el MERCOSUR ha sido reco-nocido como un ejemplo claro del fenómeno de aceleración de la integración a nivel regional, particularmente a partir de la propuesta de la Iniciativa para las Américas y de la firma del TLC. Sin embargo, desde una perspectiva interna el Tratado de Asunción puede ser también reconocido como un factor de aceleración de un amplio espectro de iniciativas y actividades por parte de los diferentes sectores productivos y, fundamentalmente, de la participación de nuevos actores sociales y políticos parti-cularmente del sector empre-sarial que no se había ma-nifestado en ese mismo plano en las anteriores instancias de integración.

Además, el hecho de que los países comenzaran a adecuar sus economías al compás de la implementación de los instru-mentos previstos en el Tratado, provocó uno de los efectos más importantes, que es la gene-ración de una discusión —aún no superada— sobre los costos y beneficios de la integración.

Esta primera etapa del proceso de integración se caracteriza por la afirmación política del MERCOSUR. El hecho de que el Tratado fuera aprobado sin oposición por los cuatro Parlamentos indicó su grado de aceptación política. La creación de la Comisión Parlamentaria del MERCOSUR significó abrir un ámbito de vinculación de los legisladores con el desarrollo del proceso de integración.

Por otra parte en las cuatro sociedades se instaló un debate y un alto grado de movilización en torno a la integración subregional. Ante la evidencia de la rigidez de los plazos, el debate se orientó cada vez más hacia las estrategias que cada país, sus sectores y sus regiones deberían llevar adelante para aprovechar todas las ventajas que surgieran del MERCO-SUR o para defender sus intereses enel nuevo cuadro de competencia económica planteado por los gobiernos.

El desarrollo institucional se constituyó en otro aspecto im-portante que caracterizó esta primera etapa. Las instituciones se encontraron casi inme-diatamente en pleno funciona-miento. Tanto el Consejo del Mercado Común como el Grupo del Mercado Común y toda su estructura orgánica interna pusieron en evidencia que la agenda de trabajo del MERCO-SUR no estaba limitada a los asuntos económicos, sino que se extendía a otros planos indi-cando la amplitud temática del proceso de integración.

El proceso se inició con la in-mediata definición de las reglas de juego. Se produjeron avances muy significativos en tres campos bien específicos: en el de la seguridad jurídica (con la implementación de un sistema provisorio de solución de controversias); en el de los acuerdos sectoriales; y en el de los requisitos de origen y las sanciones administrativas en casos de incumplimiento. La definición de las reglas del jue-go trajo dos consecuencias im-portantes para el proceso: la

expansión del comercio y la respuesta empresarial. Con relación al comercio re-cíproco, las cifras para 1991 confirmaron una tendencia a la expansión de las dos principales economías del MERCO-SUR, desde el inicio del proceso de integración. El ritmo de cre-cimiento de las exportaciones con destino al otro país ha sido superior al de sus exportaciones globales.

En un principio no se manifestó el mayor grado de indus-trialización de la economía brasileña como una severa asi-metría. Esta característica es relevante para la etapa siguiente, cuando se profundiza el proceso de politización6.

La reacción empresarial fue el "fenómeno sociológico nuevo" del proceso (Hirst 1992). Las empresas grandes, medianas y pequeñas se prepararon de diversas formas para competir en el MERCOSUR. Comen-zaron en gran número las alianzas empresariales en dis-tintos sectores, destacándose el industrial, servicios, bancos, de transporte, etc., así como la constitución de cámaras em-presariales, fundamentalmente argentino-brasileñas.

Finalmente, el plano inter-nacional fue uno de los que más se trabajaron durante la primera etapa de desarrollo del proceso. A partir del aval otorgado por el gobierno de los Estados Unidos y de las Comunidades Europeas con la firma de acuerdos de comercio, inversión y cooperación técnica se reconoció la presencia internacional del MERCO-SUR.

6 De acuerdo con Mónica Hirst se entiende por politización el "proceso gradual de participación de actores políticos y sociales, producto de los desequilibrios reales y/o potenciales entre los costos y beneficios producidos por la integración regional".

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El primer año del MERCOSUR amenazó terminar con serios problemas y con el peligro de un retraso en el proceso de in-tegración, a causa de los incon-venientes económicos del principal socio del grupo, Brasil. La economía brasileña re-presenta el 75% del volumen total del MERCOSUR y la crisis que imperaba en ese momento incrementó las dudas sobre la viabilidad de concretar el Mer-cado Común. A pesar de los serios inconvenientes brasileños, el hecho de no suspender la Primera Cumbre Presidencial y continuar con el crono-grama previsto demostró el compromiso del Brasil con el futuro de la integración y, tam-bién, que la visión y la decisión política avanzaron mucho más rápidamente que los mismos cambios en las estructuras eco-nómicas.

Segunda etapa

La segunda etapa clave para el desarrollo del MERCOSUR se caracterizó por la consolidación de la agenda interna, fun-damentalmente a partir de la II Reunión del Consejo del Mer-cado Común (Las Leñas). Ade-más del nuevo Cronograma, se produjeron otros hechos igualmente importantes que corroboran lo antedicho. La firma del primer acuerdo sec-torial (siderúrgico); la concre-ción de un sistema jurídico de Solución de Controversias con la ratificación por los Parla-mentos del "Protocolo de Bra-silia", así como distintas ope-raciones de negocios y asociaciones entre empresas, que se cerraron en el marco del MERCOSUR, abarcando un abanico de actividades.

Por otra parte, el surgimiento de dos fenómenos propios

de todo proceso de integración entre países en desarrollo ca-racterizaron esta segunda etapa: la agudización de las asimetrías entre las estructuras productivas de los países y la intensificación de la politización. Un fenómeno fue consecuencia del otro y, a su vez, ambos fueron generadores de una crisis política dentro del MERCOSUR. Esa crisis política, surgida por la decisión argentina de aumentar la tasa arancelaria para frenar las importaciones provenientes del Brasil, fue una señal sobre la fragilidad del proceso, y si bien no culminó con el retiro de Paraguay como había amenaza-do obligó a los presidentes de Argentina y Brasil a ratificar públicamente los objetivos y los plazos vigentes. Las asimetrías entre las es-tructuras productivas de los países fundamentalmente entre Argentina y Brasil a nivel de desarrollo industrial, se manifestaron desde el comienzo pero se agudizaron en esta fase del proceso con el paso del tiempo y con la consolidación del MERCOSUR. A través de una política netamente comercialista, Brasil avanzó bruscamente sobre el mercado argentino provocando un déficit importante para la balanza comercial de Argentina y la reacción consiguiente del sector empresarial. La Unión Industrial Argentina que en un comienzo tomó la iniciativa de estrechar los vínculos entre empresarios argentinos y brasileños para coordinar las negociaciones presionó al gobierno por me-didas proteccionistas agudi-zando el fenómeno de politiza-ción instalado. La politización negativa que se manifestó, si bien no retrasó la integración,

provocó un malestar que generó profunda incertidumbre y avanzó mucho más rápidamente que la propia instinacio-nalización del proceso, lo cual quedó demostrado por las su-cesivas manifestaciones presi-denciales de voluntad de con-tinuar con la integración y cumplir con los compromisos asumidos. En el caso argentino el fenómeno de politización se concentró en el sector empre-sarial e industrial, aunque se produjeron serias manifesta-ciones del sector rural. Esta presión obligó al gobierno ar-gentino a tomar algunas medidas todavía débiles para promover, reducir los costos y hacer más competitivas las exportaciones argentinas. Al finalizar la segunda etapa, el proceso de integración avanzaba impulsado por los Estados, en un esquema rela-cional intergubernamental, lo que le imprimió una dinámica propia que evitó que ciertas medidas unilaterales de los Estados afectasen severamente el proceso en marcha.

Tercera etapa

Durante las dos primeras etapas del funcionamiento del MERCOSUR primaron los imperativos de buscar un espacio y un reconocimiento internacional, y de profundizar el proceso por medio del trabajo de subgrupos y comisiones técnicas, y reuniones especializadas. Así, el proceso de integración continuó durante la tercera etapa con las mismas características generales de las anteriores y con una profundización de las agendas interna y externa. Además, esta etapa se estructuró sobre tres temas en los que Argentina fue particularmente protagonista, y que

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acentuaron la politización del proceso, transformándose en el centro de la discusión: el arancel externo común, el déficit comercial con el Brasil y el posible ingreso de Argentina al NAFTA. Estos temas de alguna manera se convirtieron en los puntos conflictivos entre sectores políticos y económicos vinculados directamente al proceso. La definición del arancel externo común fue muy tensionante pues reflejó la orientación opuesta que Ar-gentina y Brasil pretendían darle a la política comercial externa del bloque en función a los distintos grados de interés en proteger sus economías na-cionales. En cuanto al déficit comercial con el Brasil vin-culado directamente a las asi-metrías entre los dos socios y a la imposibilidad de coordinar las políticas macroeconómicas éste no logró ser revertido durante esta etapa a pesar del crecimiento de las exportaciones argentinas hacia ese país. Con relación al ingreso de Argentina al NAFTA, el mismo no se concretó al no recibirse la invitación por parte del gobierno de los Estados Unidos a pesar de los oficios realizados por Argentina para que la misma se produjera. Dentro de la lógica del "spill over"7, este proceso de integra-ción también se horizontalizó en el sistema de relaciones externas con posibles nuevos so-

cios. Así, Bolivia continuó in-sistiendo en su solicitud de in-greso como miembro pleno, y si bien se le denegó esa condición temporalmente por su pertenencia al Pacto Andino se le permitió acceder con la categoría particular de miembro observador permanente con representantes en las reuniones de los subgrupos de trabajo. Este es un primer paso político y natural para un posible futuro ingreso de Bolivia, país unido a los socios del MERCOSUR especialmente a Argentina por lazos históricos, culturales, políticos y económicos. De todos modos Bolivia lleva adelante su propia estrategia y oscila entre dos opciones: el Pacto Andino y el MER-COSUR, al tiempo que estudia los beneficios que ambos po-drían proporcionarle. Ese fenómeno político de spill over "naturalmente provocado" tiene otro candidato casi permanente que es Chile. Este país se mantuvo a la expectativa de los resultados y rechazó sistemáticamente lasinvitaciones a sumarse a la ini-ciativa sureña8. Además de estos dos casos enunciados y por iniciativa argentina a través de las giras presidenciales de Menem, se iniciaron contactos concretos con Colombia y Ecuador, con la intención última de impulsar un acercamiento entre el MERCOSUR y el Pacto Andino y alcanzar "la aproximación progresiva de

los sistemas de integración sub regional y en particular del Grupo Andino, MERCOSUR y el Grupo de los Tres"9. En síntesis, el proceso de in-tegración de MERCOSUR res-ponde al tipo de "integración asociacional" donde natural-mente y por causas políticas últimas crea relaciones que permiten el ingreso de nuevos socios y la expansión física y económica de la integración. El presidente Menem ejemplificó este proceso de expansión claramente cuando expresó: "La posibilidad más soberana de hacer frente al NAFTA, a la CEE y al bloque de países asiá-ticos es el MERCOSUR con la rápida incorporación de Bolivia y la posibilidad del ingreso de Chile, lo demás vendrá por añadidura"10.

Esta tercera etapa se caracterizó por una suerte de spill back. Si bien esto generalmente indica un retroceso a instancias previas del proceso, en este caso sólo se produjo una redefinición de tareas con la modificación del Cronograma de Las Leñas y la renegociación de puntos conflictivos. Este hecho reflejó la participación de los actores principales del proceso, los empresarios e industriales especialmente argentinos y brasileños pidiendo medidas proteccionistas, haciendo lobby y exigiendo el freno del proceso de integración así como la renegociación

7 Teóricamente, el "spill over" es un fenómeno político natural, mediante el cual al iniciarse un proceso de integración entre dos países, el mismo se expande inmediatamente a los países con continuidad geográfica, cuando éstos evalúan los costos político-económicos que podrían pagar de no adherirse a ese proceso. 8 Chile goza de continuidad geográfica con los integrantes del MERCOSUR y con niveles de comercio importantes tanto con Argentina como con Brasil. De todos modos a pesar de las constantes invitaciones Chile sistemáticamente se ha negado a ingresar al MERCOSUR, aun cuando el Tratado de Asunción dejaba la puerta abierta cuando permitía el ingreso a aquellos países no pertenecientes a ninguna instancia de integración, siendo Chile el único en Latinoamérica en esas condiciones. 9 Comunicado conjunto de los presidentes de los países del MERCOSUR, en la VI Reunión Cumbre del Consejo del Mercado Común, Buenos Aires, 5 de agosto de 1994. 10 Declaraciones del presidente Menem al diario Clarín, Buenos Aires, 23 de febrero de 1994.

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de los compromisos y los tiem-pos.

Cuarta etapa

La cuarta etapa quizá la más rica en definiciones abarca los primeros tres meses del período de la postransición, iniciado el lo. de enero de 1995. Ésta se caracterizó por una expansión de la agenda externa y una profundización de la agenda interna. En la agenda externa la Unión Europea propuso la creación de una zona de libre comercio y Chile se acercó al MERCOSUR. También existieron algunos hechos que replantearon la integración re-gional: la propuesta brasileña de crear el ALCSA (Área de Libre Comercio Sudamericana), la Cumbre de las Américas o Cumbre de Miami y el acerca-miento del MERCOSUR a otros países latinoamericanos (Co-lombia, Venezuela y Perú) con vistas a la firma de acuerdos de liberalización y preferencias comerciales.

Chile, que fue siempre con-siderado socio natural del MERCOSUR, solicitó su ingreso proponiendo un tipo de asociación especial por lo cual no se constituiría como miembro pleno sino simplemente como socio comercial país asociado independiente a partir de la firma de un acuerdo para la creación de un área de libre co-mercio en un plazo de 10 años. El objetivo principal de Chile fue la renegociación de todas sus preferencias arancelarias con los miembros del MERCO-SUR antes de la constitución de la Unión Aduanera, y la obtención de un mercado de oportunidad ante el silencio norteamericano en relación con la invitación pendiente de ingreso al TLC.

Por su parte, la Unión Europea mostró un significativo interés por la instancia de integración sureña el que se concretó a partir del Protocolo de Ouro Preto, que garantizó la personería jurídica internacional de MERCOSUR y una orga-nización institucional definitiva, condición sine qua non impuesta por el bloque europeo. Así, se firmó en el mes de diciembre de 1994 la "Declaración Solemne de Unión entre el Consejo de la Unión Europea y de la Comisión Europea", por un lado, y los Estados Miembros del MERCOSUR por el otro para crear mecanismos de coo-peración económico-comercial, consulta y liberalización recíproca del comercio. En relación con la agenda interna, los dos hechos centrales y prácticamente excluyentes en esta etapa fueron la definición de una estructura orgánica del MERCOSUR para la postransición (firma del "Pro-tocolo de Ouro Preto") y el lan-zamiento de la Unión Aduanera. A partir de estos hechos el MERCOSUR adquirió una identidad diferente y las condiciones necesarias para aumentar su capacidad de negociación, especialmente con otros bloques regionales. Por otra parte, el período se caracterizó por una relación tensa entre los dos socios ma-yores por cuestiones como el posible ingreso de Argentina al TLC/NAFTA; la falta de coor-dinación a nivel de política ex-terior (divergencia en la posi-ción con relación a Cuba, al in-greso de Brasil como miembro permanente del Consejo de Se-guridad de ONU); divergencia en el planteo de las relaciones con el país hegemónico de la región; las compras por parte de Brasil de productos subsi-

diados y la utilización de medi-das pararancelarias, entre otros.

También se observó un cre-cimiento a niveles históricos de las exportaciones intra-MERCOSUR, en particular entre los dos socios mayores, lo que resultó en un déficit importante en la balanza comercial argentina. Hubo avances significativos en otros aspectos técnicos de la negociación, fundamentalmente a partir de la puesta en marcha de la Unión Aduanera: educación, solución de controversias, transporte, régimen de origen, código aduanero y defensa de la competencia.

La diplomacia presidencialista del Mercosur

A partir de 1991, además de la intensa agenda externa que co-menzó a ejecutarse, se sucedie-ron puntual y regularmente las cumbres presidenciales. Éstas reflejan la relevancia de la participación presidencial en la conducción del proceso, la que define una clara diplomacia presidencialista que se profundiza a medida que avanza el camino integracionista. Los hilos de las negociaciones, si bien quedaron en manos de los cuerpos técnicos, son definidos por los presidentes quienes intervienen efectivamente constituyendo la instancia más importante de la estructura institucional del MERCOSUR, consolidando la integración a través de sus decisiones.

Por tanto, si bien la diplomacia presidencialista no constituye un dato nuevo en las rela-ciones internacionales de América Latina, en el caso específico del MERCOSUR, apare-

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ce como el soporte más impor-tante en las instancias de crisis por las que ha pasado y pasará el proceso de integración.

El período postransición o la "segunda transición"

El Tratado de Asunción deter-minó un "período de transición" para la conformación del mercado común, limitándose a mencionar el compromiso de tener constituido el MERCOSUR el 31 de diciembre de 1994, el cual finalmente se definió en una unión aduanera y no en un mercado común. Además, el Artículo No. 18 ratificado a partir de la Cumbre de Las Leñas determinaba que: "antes del establecimiento del Mercado Común, los Estados Partes convocarán a una reunión extraordinaria con el objeto de determinar la estructura insti-tucional definitiva de los órganos de administración del Mercado Común, así como las atribuciones específicas de cada uno de ellos y su sistema de adopción de decisiones". Por lo tanto, la culminación del período de transición implicaba la definición de un modelo de integración y de una estructura institucional determinados con características firmes para continuar en el tiempo. Así, la etapa que se inició el lo. de enero de 1995 es denominada de la "postransición" o de la "segunda transición" debido a tres razones principales. En primer lugar, el proceso continúa siendo una transi-

ción al mercado común. En se-gundo lugar, la unión aduanera constituida es de característica "imperfecta"11, no contempla la totalidad de los productos y existen regímenes arancelarios especiales que se irán renegociando con el tiempo. En tercer lugar, las condiciones de asimetría, de falta de coordinación tanto de las polí-ticas macroeconómicas como de las políticas exteriores se mantienen sin modificaciones como en el período de "transi-ción".

El Protocolo de Ouro Preto y la nueva estructura institucional

La estructura orgánica original del MERCOSUR quedó esta-blecida en el Tratado de Asun-ción y dividida en dos grandes niveles principales: uno decisional (Consejo del Mercado Común) y el otro técnico-ejecutivo (Grupo Mercado Común) 12. Posteriormente, la aprobación del Reglamento del Grupo Mercado Común permitió la creación de nuevas instancias técnicas para facilitar las negociaciones y perfeccionar los resultados.

Si bien esos dos niveles en esencia no se han modificado, a partir de la creación de la Comisión de Comercio del MERCOSUR (VI Reunión del CMC) se dio el primer paso a la institucionalización del MER-COSUR para el período poste-rior a la transición.

Con la firma del Protocolo de Ouro Preto instrumento que otorgó al MERCOSUR per-sonalidad jurídica internacional, representación externa y capacidad para negociar con terceros países o grupos de países se pensó fortalecer la credibilidad en el MERCOSUR e incrementar su capacidad de negociación como actor inter-nacional.

Cabe destacar que la institu-cionalización definitiva del MERCOSUR fue la condición impuesta por la Unión Europea para la firma de un acuerdo marco interregional destinado a la creación, en el corto plazo, de una zona de libre comercio.

Agenda externa real y potencial del Mercosur13

La agenda externa del MERCO-SUR constituye uno de los ins-trumentos políticos más im-portantes para la proyección internacional y la generación de acuerdos comerciales con otros países y regiones. En este marco, la firma del Protocolo de Ouro Preto institucionalizó las tareas externas iniciadas pocos meses después de la firma del Tratado de Asunción.

Desde una perspectiva política, la agenda externa es un tema relacionado directamente con la estrategia de negociación internacional y su diseño depende de la conjugación de los intereses propios del MER-COSUR y las opciones que se plantean desde afuera. Las

11 Si bien la Unión Aduanera del MERCOSUR es considerada "imperfecta", hay quienes piensan que este término no es correcto y prefieren hablar de Unión Aduanera "flexible". Cabe aclarar también que a pesar del cumplimiento regular del Programa de Liberación Comercial, el Área de Libre Comercio entre los cuatro miembros del MERCOSUR quedará constituida en un 100% recién en 1999.

12 Para profundizar sobre la estructura original del MERCOSUR consultar "La transición hacia el Mercado Común del Sur: luces en la sombra", Serie Docencia No. 20, CERIR, Rosario, diciembre de 1992.

13 Este punto fue realizado en colaboración con la Lic. Anabella Busso.

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disputas en torno a cómo se es-tablece la vinculación con esas opciones externas (NAFTA, Unión Europea, Sudeste Asiá-tico, Chile u otros) es uno de los grandes desafíos diplomáticos que enfrenta el proceso. Los avances más significativos en este ámbito incluyen los acercamientos con Europa, América Latina y Estados Uni-dos (agenda real14). Con este último país, si bien se llegó a la firma del acuerdo "Cuatro Más Uno", el futuro de la relación ha quedado supeditado a la evolución interna del NAFTA y a la consolidación de un área americana de libre comercio anunciada en la Iniciativa para las Américas y reafirmada por la Cumbre de Miami.

Con respecto al Japón y a los países del Sudeste Asiático (agenda potencial15), si bien constituyen zonas de gran atracción comercial, actualmente las diferencias de costos y competitividad ponen de manifiesto la necesidad de un trabajo de largo plazo. A pesar de ello, resulta importante destacar las manifestaciones de interés por parte de países asiáticos Taiwán, Vietnam para extender vinculaciones comerciales y de inversión con los países del MERCOSUR, par-ticularmente vía Brasil, que concentra la mayor cantidad de inversiones provenientes del área Pacífico.

Desde la firma del Tratado de Asunción las relaciones con el viejo continente se distinguieron por la respuesta inmediata por parte de la Unión Europea a la nueva instancia inte-

gracionista sureña. El MERCO-SUR recibió un importante res-paldo con el padrinazgo de los doce cancilleres europeos, quienes sugirieron la implementación de un convenio similar al firmado poco tiempo antes con los Estados Unidos y la creación de un sistema de consultas sobre comercio e in-versión a fin de incrementar las cifras del intercambio co-mercial. En este marco se con-cretó, en 1992, el Acuerdo de Cooperación Interinstitucional entre el MERCOSUR y las Comunidades Europeas. La Unión Europea colocó a disposición del MERCOSUR fondos especiales no reembolsables con el objetivo de prestar asistencia técnica y transmitir experiencias en áreas prioritarias como normas téc-nicas, agricultura y aduanas. Pero el interés de la Unión Eu-ropea no quedó limitado a la cooperación técnica. En el ám-bito comercial donde el pro-teccionismo comunitario ha actuado tradicionalmente como una limitación a los incrementos comerciales con la región los deseos de llegar a un tipo de asociación más sólida que favoreciera comercial-mente a ambas regiones se hicieron cada vez más frecuentes. Las negociaciones avanzaron rápidamente durante 1994 y se llegó a la firma de una "Declaración Solemne de Unión entre el Consejo de la Unión Europea, la Comisión Europea y los Estados Miembros del MERCOSUR". El objetivo final de esta Declaración es la firma de un Acuerdo Marco Interregional de Cooperación

Económica y Comercial (di-ciembre de 1995), el cual tendría como objetivo final una asociación política y económica interregional que comprendería: la cooperación comercial; una progresiva y recíproca liberalización de los inter-cambios comerciales en con-cordancia con las reglas de la OMC; cooperación en todas las áreas que consoliden o forta-lezcan la integración con el MERCOSUR; cooperación en investigación y desarrollo, in-dustria, medio ambiente, tele-comunicaciones, audiovisuales; alentar la participación técnica, industrial y financiera de los agentes económicos de la Unión Europea en la implementación de proyectos regionales tanto como inversiones adicionales de agentes económicos del MERCOSUR en Europa; diálogo político en todos los campos de mutuo interés. Las negociaciones para la firma de este acuerdo marco se encontraban muy avanzadas al momento de la realización de este trabajo. La V Cumbre de Países Iberoamericanos(Bariloche - Argentina) sirvió de foro internacional para la ratificación del interés y el compromiso de ambos bloques.

La Unión Europea se transformó en la región de mayor importancia política y estraté-gica en la agenda externa del MERCOSUR, y si bien en el monto total de sus exportaciones el MERCOSUR sólo representa entre el 2% y el 3%, para MERCO-SUR la Unión Europea continúa siendo el mercado de ma-

14 Entendemos por agenda real las relaciones con aquellos países y regiones con los cuales por razones históricas, políticas y geográficas se han concretado avances comerciales y de cooperación.

15 Se entiende por agenda potencial las relaciones con aquellos países y regiones con los cuales por razones culturales, políticas y económicas avanzar en acuerdos comerciales y de cooperación es un objetivo planteado para el mediano y largo plazo.

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yor importancia (representa aproximadamente el 31% de sus exportaciones y el 25% de sus importaciones). El interés de la Unión Euro-pea está centrado, también, en conservar el liderazgo en la región y el nivel de inversiones el cual ha crecido en esta última década en forma importante16. Desde la firma del Tratado de Asunción hasta julio de 1994 la posición de Chile con relación al MERCOSUR ha sido de "observador permanente", interesándose por la evolución del proceso pero negándose hasta el momento a ingresar como miembro pleno. Conjugando una atracción por la creación de un mercado ampliado, de la envergadura del MERCOSUR, y una desconfianza por los problemas de credibilidad e inestabilidad macroeconómica de sus socios mayores, Chile optó por el TLC, la UE y la Cuenca del Pacífico como las regiones privilegiadas por su política comercial. Para Chile, un acuerdo de li-bre comercio con Estados Unidos el cual siempre consideró fácil de negociar no resultaría incompatible con acuerdos comerciales con otros países de América Latina.

A partir de la consolidación del MERCOSUR como una Unión Aduanera y de la deter-minación del Arancel Externo Común, Chile replanteó su posición frente al bloque del Co-

no Sur. Por lo tanto sugirió un estatus especial, una asociación en calidad de socio independiente manteniendo in-tocado su arancel externo pero dentro del marco de la ALADI, pues todos los países miembros de la Asociación La-tinoamericana deberían rene-gociar con los socios del MER-COSUR los Acuerdos de Alcance Parcial AAP vigentes. Cabe aclarar que la mayor parte de los productos chilenos exportados para el MERCOSUR ingresa al amparo de las preferencias de los acuerdos de Alcance Parcial negociados con los países miembros. Al no formar parte del MERCOSUR, los productos procedentes de Chile perderían competitividad frente a otros fabricados por algunos de los países del Mercado Común del Sur.

Por lo tanto, el giro de Chile al MERCOSUR cuyo significado político y económico es in-discutible fue también una necesidad.

La propuesta chilena incluyó además de mantener las preferencias tarifarías y su am-pliación a través de un crono-grama de reducciones auto-máticas, negociado bilateral-mente con cada país del MERCOSUR la firma de un acuerdo de complementación económica, con iniciativas para promoción de la integración física, medidas normativas y un mecanismo de solución de controversias. El objetivo final era la constitución de un espa-cio económico ampliado en el

Cono Sur, pero sin modificar su intención de entrar al NAFTA17. Aun no definida su relación con MERCOSUR ni con NAFTA, Chile continuó viendo en la asociación con este último una forma de recibir la marca de high quality en el ámbito financiero internacional tornándose más atractivo para el capital extranjero, mientras extendía sus redes hacia el Pacífico e ingresaba como miembro pleno del Foro de Cooperación Económica del Pacífico.

El Mercosur y su acercamiento a los países del Grupo Andino

Con relación a los países del Pacto Andino, los acercamien-tos comenzaron casi inmedia-tamente después de iniciado el período de transición, y se pro-fundizaron a partir de 1993 cuando los países andinos co-menzaron un período de flexibilización y de avances muy importantes en su proceso de integración.

El Grupo Andino consolidó una zona de libre comercio y adoptó un arancel externo co-mún a partir del 1Q de enero de 1994.

Este arancel no revistió ca-racterísticas proteccionistas (5% a 20%) y coincidió con los niveles tarifarios del MER-COSUR.

A partir de allí el Grupo An-dino decidió consolidar su proyección externa y mejorar

16 Con respecto a las inversiones provenientes de la Unión Europea, éstas han crecido más en los países al sur del Ecuador: MERCOSUR, Perú, Chile y Bolivia. En el MERCOSUR prevalecen las inversiones europeas, con excepción de Argentina donde las inversiones norteamericanas superaban hasta 1992 en un 13% a las de origen europeo; pero el amplio proceso de privatizaciones argentino significó un sustancial avance de las inversiones europeas, que superaron en este rubro en un 76% a las inversiones norteamericanas. A su vez los países al sur del Ecuador exportan más a la Unión Europea que a los Estados Unidos.

17 La invitación de Estados Unidos se concretó en la Cumbre de Miami (diciembre de 1994) aunque sin una definición del modelo de asocia ción pero con la fecha para el inicio de las negociaciones: mayo de 1995.

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su articulación con el contexto regional, lo cual significó que las posibilidades de conver-gencia entre el proceso integrador promovido por la ALA-DI, el MERCOSUR y el Pacto Andino se analizarán como absolutamente viables.

Bolivia fue el primer país de este bloque en acercarse al MERCOSUR y en manifestar interés en analizar las posibilidades de su adhesión como miembro pleno. Si bien el ingreso en esa categoría estaba reservado para Chile, Bolivia pudo lograr, momentáneamente, un ingreso como "miembro observador permanente" a las reuniones de los Subgrupos Técnicos. Tanto Argentina como Brasil han propiciado con interés el acercamiento y las conversa-ciones con el Grupo Andino en vistas al logro de acuerdos ya sea de cooperación como de integración en el mediano plazo. En el caso de Argentina, el interés en profundizar las rela-ciones con los países andinos e incrementar las vinculaciones económicas y políticas responde al diseño de la nueva política exterior que prioriza entre otras áreas la región latinoamericana, particularmente los países limítrofes y el Cono Sur. Por otra parte, el acercamiento a los demás miembros del Grupo Andino provocó la necesidad de un cambio en las relaciones políticas con Perú, particularmente luego de las tensiones a nivel regional que provocó el autogolpe de 1992. En virtud de esa nueva política, el presidente Menem realizó una gira durante 1994 por algunos de los países andinos, visitando Colombia y Ecuador su canciller visitó Perú, en

la que se analizó la necesidad de acelerar la integración he-misférica, a partir del acerca-miento MERCOSUR/Grupo Andino y de la acción del Grupo de los Tres (Colombia, Vene-zuela y México), que decidieron negociar conjuntamente un nuevo acuerdo comercial con el MERCOSUR que implicara la creación de una zona de libre comercio y la inclusión de temas como normas de origen, cláusulas de salvaguardias, solución de controversias, normas técnicas y propiedad intelectual. Además, el mandatario ecua-toriano propició la adhesión de su país al MERCOSUR y res-pondió con claro interés a la propuesta de crear un área de libre comercio entre MERCOSUR y Ecuador. Brasil también contribuyó en forma importante al acerca-miento entre el MERCOSUR y el Pacto Andino. Inició las negociaciones con estos países para la firma de acuerdos de inversiones, cooperación tecnológica, mejoramiento de medios de comunicación, preferencias comerciales, etc., y acordó adelantar la negociación conjunta para un acuerdo de complementación económica entre los cinco países andinos, a la vez que se invitó a los otros miembros del MERCOSUR a sumarse a esos esfuerzos con miras a una posterior negociación Grupo Andino/MERCOSUR. Cabe aclarar que Colombia es dentro del Grupo Andino luego de Bolivia el país que más ha adelantado sus negociaciones con MERCOSUR, fundamentalmente durante el año 1995 en virtud de la nece-sidad de renegociar las prefe-rencias arancelarias en el marco de ALADI a los fines de sus-

cribir un Acuerdo de Complementación Económica orientado a la constitución de una Zona de Libre Comercio.

Conclusiones

A comienzos de 1995 se anun-ciaba en América del Sur un nuevo espacio subregional, la Unión Aduanera del MERCO-SUR, ante el asombro de aque-llos que habían vaticinado un futuro incierto para el proceso de integración. Hoy el MERCO-SUR ha alcanzado un lugar pri-vilegiado tanto para los países socios como para la región, y por qué no para el mundo. En este sentido, aparece en la agenda de importantes empresas internacionales, países y bloques de países. Siendo aún una unión aduanera, se ha constituido, indudablemente, en una estrategia fuerte y en un pilar de la economía de los cuatro países miembros.

El proceso de integración ha evolucionado progresiva y aceleradamente y su nueva conformación orgánica permitirá garantizar la solidez del proceso. Por lo tanto, contribuirá positiva y directamente a mejorar su imagen externa y asegurará la confianza para futuras inversiones y para la firma de acuerdos de diversa índole con países y regiones del mundo.

En el marco del regionalismo abierto, el MERCOSUR ha extendido su agenda externa a numerosas regiones y ha fir-mado compromisos para la constitución en un futuro cercano de áreas de libre co-mercio. El ejemplo más claro se ha dado con la Unión Europea, el socio más importante en esta instancia de integración. Latinoamérica es otra zo-

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na prioritaria y se ve claramente a partir del acercamiento con los países andinos. Además, para el MERCOSUR es el momento de avanzar en la firma del Acuerdo Interregional con la Unión Europea pues existen ciertas condiciones que contribuirían al éxito de las negociaciones. Entre ellas, la flexibilización de las pautas del GATT, la revisión por parte de la UE de su sistema generalizado de preferencias y el compromiso de aumentar los cupos para el ingreso de productos a su mercado.

En definitiva, el MERCOSUR se presenta como la opción estratégica para definir una inserción competitiva en la economía mundial y también para recuperar el crecimiento de las economías nacionales. No hay duda de que el devenir del proceso de integración estará condicionado por la resolu-ción de ciertos problemas vin-culados a su agenda interna, pero cabe considerar que MERCOSUR no escapa a las numerosas dificultades y desafíos propios de todo proceso de integración.

Del diseño de su agenda ex-terna depende la inserción de MERCOSUR en el mundo y en las nuevas reglas de juego de la economía internacional. Sin embargo la nueva coyuntura que atraviesa Latinoamérica es propicia para acelerar las negociaciones, la firma de acuerdos comerciales y la creación de áreas de libre comercio. Las iniciativas son variadas: MERCOSUR, ALCSA, Grupo de los Tres, Grupo Andino, ALADI; el interés es concreto. Por ello es necesario continuar con las acciones a fin de alcanzar el objetivo último de conformar un mercado común la-tinoamericano.

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Sección Política Mundial

La Unión Europea

aún no es sinónimo

de consolidación

continental

Fernando Giraldo G.*

Introducción Ni los mejores expertos buró-cratas, ni los intelectuales es-pecializados, ni los más cotiza-dos asesores políticos de las grandes potencias previeron los sucesos que habrían de de-sarrollarse en los años siguientes a la ascensión al poder del secretario general del Partido Comunista Soviético, Mikael Gorbatchev, muy a pesar de to-dos los avances políticos pú-blicos que éste dio en la política interna y externa de la Unión Soviética, entre 1985 y 1989.

Pero lo que es aún más sor-prendente es no haber previsto, igualmente, un rápido y de-safiante retorno de las fuerzas "comunistas" (en muchos casos matriculadas como social-demócratas) a la escena política electoral y de poder, en casi todos los países excomunistas. Obviamente el marco de este regreso no es el mismo, en cuanto al tipo de instituciones existentes, al modelo económico y a las vías utilizadas por estas corrientes excomunistas para ganar el favoritismo de los ciudadanos que pocos años antes los habían excluido del poder.

El marco político del Este se desarrolla paralelo a una serie de tensiones y de conflictos militares que han arrastrado a todo el continente europeo a una situación considerada como pasado después de la Segunda Guerra Mundial. Se pensó en la imposibilidad de nuevas guerras, básicamente debido al enorme progreso económico, político e institucional adquirido en la Europa occidental en las décadas de la posguerra. El continente europeo se suponía protegido contra el desorden.

Este artículo, ubicado en el contexto mencionado, tiene el objetivo de presentar algunas reflexiones sobre las limitacio-nes y perspectivas de la Unión Europea en la consolidación del continente. Para ello se revisan tres aspectos fundamentales. En primer lugar, los fenómenos de los años noventa en toda Europa reforzaron la ya existente división de una región rica al norte y otra pobre al sur, ahora ampliada con el Este. Esta situación ha presionado aún más a la Comunidad Europea a adoptar políticas que de manera simbólica y jurídica reemplazan el Muro de Berlín en las fronteras exteriores de la Europa de los "Quince"1, para contener el flujo de personas provenientes de otros continentes tercermundistas y del este continental. En segundo lugar, el conflicto yugoslavo (a propósito del cual aún se discute sobre las responsabilidades históricas y políticas de su origen) en pleno centro europeo, no se creía

* Profesor-Investigador Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales Pontificia Universidad javeriana.

1 Referencia a los quince países que integran la Comunidad Europea actualmente.

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posible dada la poderosa fuerza de disuasión militar existente y una comunidad económica fuerte y en expansión. En plena guerra, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que intervino inicialmente en la mediación del conflicto, cedió el paso al Tratado del Atlántico Norte (OTAN) completamente dominado por los intereses inmediatos norteamericanos. En la ex Yugoslavia, así como en otras latitudes, la actuación de la ONU y la OTAN no ha sido siempre de gran beneficio y auxilio para las poblaciones (Monique Chemillier-Gendreau, 1996:21). En países como Somalia, Ruanda, Liberia, Irak y Tchetchenia, los atropellos, el comercio y el uso de todo tipo de armas, la purificación étnica, las guerras regionales subterráneas y el castigo al que se someten pueblos enteros por culpa de sus gobernantes o dirigentes políticos o religiosos, ha sido una constante de los últimos años en la aplicación del Nuevo Orden Internacional.

Lo anterior es agravado con las masivas protestas sociales contra los efectos perversos directos de la implantación total de un modelo que exige como requisito la globalización. Por último, durante un período muy largo, los ciudadanos europeos y de muchas otras regiones se formaron con la idea de la existencia de una relación directa entre Estado, nación, territorio, patria, lengua y cultura. De ahí que se distinga "HACER conjuntamente" (y para esto se requiere como medio, entre otras cosas, trabajar en una asociación y firmar un acuerdo o un tratado) con "ESTAR juntos" (que

exige integrar un conjunto, una asociación, una comunidad o una integración) (Edgard Pasini, 1996:32). Estar significa no sólo trabajar conjuntamente, sino reunirse y compartir las mismas preocupaciones, encontrar las mismas soluciones a los proble-mas, y disfrutar de las victorias y progresos. La Unión Europea, integrada hasta el presente por 15 países, supone la existencia de igual número de Estados-naciones que para trabajar conjuntamente han renunciado a una parte de su soberanía. Los ciudadanos han tenido gran temor de la pérdida de su propia identidad y de los derechos sociales. No consideran conveniente aceptar la disolución de la nación, simplemente aceptan trabajar conjuntamente, pues creen que es más valorativo actuar acompañados. En medio de toda esta situación Alemania sigue siendo un enigma para la mayor parte de los países de la región, causando preocupación y en algunos casos temor. Esta es una razón adicional que lleva a muchos países a buscar la adhesión al conjunto político y económico europeo. Coincide con algunos miembros de la Unión Europea, que compartiendo esta preocupación presionan por una aceptación rápida de aquellos países que hacen fila por entrar a la Unión. Las crisis económica y social, las tensiones y conflictos, y los temores de aislamiento para unos y de crecimiento para otros, parecen revelarse como un freno en el proceso de consolidación de la Comunidad Europea. Buscando profundizar sobre este señalamiento hipotético se hará énfa-

sis en tres puntos básicos: el primero, el papel de Alemania al seno de los "quince"; el se-gundo, el temor ciudadano a perder la identidad nacional y las ventajas sociales; y por últi-mo, las perspectivas de la pre-sidencia italiana en el Consejo Europeo.

Alemania y la ampliación más allá de los quince

El proceso de recomposición de Europa después de la Segunda Guerra Mundial y hasta antes del conflicto en la antigua república de Yugoslavia, se había dado sin guerra, lo cual significaba una novedad en la dolorosa e intensa vida europea de los últimos siglos.

Ese proceso de unificación estuvo determinado por el de-sarrollo de dos Europas en el campo occidental, las cuales todavía funcionan a ritmos distintos; la del norte y la del sur. El espacio macro europeo se ha visto atravesado por cuatro grandes líneas de evolución. La primera, de orden económico, opone la Europa rica y privilegiada contra la Europa pobre y marginada. La segunda es política; hay una implan-tación, desigual en la solidez de la democracia, particularmente en el Este. La tercera línea es institucional, y distingue Europa de la Unión, de aquella parte de Europa central y oriental que difícilmente podría cumplir con todas las exigencias requeridas para adherirse a la unión política. Finalmente existe el plano socio-cultural, que separa todo el oriente europeo del área central y sobre todo del occidente (Michel Foucher, 1993:33).

En el centro de esta situación está Alemania unificada,

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con un mercado interno en plena expansión y una innegable tendencia hegemónica hacia el Este.

El deseo de ingresar al mercado único exige una aceptación de la unión política. Es por eso que países neutros como Austria y Suiza dieron un paso decisivo para ingresar a la Unión.

La Europa de la Unión, como entidad supranacional, si aspira a ser un día el baluarte regional de la comunidad internacional, con los medios necesarios para disolver los factores de riesgo de guerras y conflictos regionales, debe lograr una credibilidad política, principalmente frente a los Estados Unidos, el Japón y la China, para así continuar con e] proceso pacífico de unificación, el cual debe abarcar en el futuro a todos los países del continente.

El temor ante la creciente in-fluencia alemana en el oriente europeo estimula el desplaza-miento del resto del Oeste hacia el Este. Los alemanes se han ubicado allí, no de manera transitoria, sino permanente y con una visión orientada a muy largo plazo. Alemania visualiza una gran Europa en la que ella es, una vez más, el centro del desarrollo económico y político.

Se cree que la Unión Europea ayuda a superar las viejas rivalidades entre los Estados. Sin embargo, en el origen del conflicto yugoslavo aparece una intervención diplomática indebida por parte de Alemania, manifestada en un recono-cimiento unilateral, incondi-

cional y apresurado de los nuevos Estados "independentistas" de la ex Yugoslavia. Para evitar el deterioro de la unión política europea, los demás países se plegaron a esta situación de hecho. Como consecuencia, habrían de agudizarse las tensiones internas entre las repúblicas separatistas y aquellas que se mantenían al seno de la Federación Yugosla-va o Nueva Yugoslavia.

"Reinventando" Europa

Bajo el presidente Francois Mitterrand, el gobierno francés argumentó la necesidad de crear un foro, un lugar de diálogo político entre Estados y ciudadanos. Propuso establecer unas "sanas bases" para la fundación de una "Casa Común Europea" (Francois Mitterrand, 1989), la cual debía construirse independientemente de la posición y del nivel de desarrollo o evolución de las instituciones, de la política y de la eficacia de la economía de los distintos países.

Después del fracaso de la política común europea en el conflicto yugoslavo se ha hecho mucho más clara la necesidad de "reinventar" Europa (Jacques Rosselin, 1992:3). El mercado común se presenta ante los europeos como el único consuelo de todos los fracasos permitiendo seguir adelante con los esfuerzos por construir, en medio de las dificultades y divergencias políticas, diplomáticas y militares, una Europa numéricamente más importante.

Sin embargo, es evidente para todos los Estados, partidos y ciudadanos europeos que la Europa de Maastricht ha pasado con mucha dificultad las pruebas del libre intercambio, de la unión monetaria, de la unificación jurídica en lo social, en la política extranjera y de inmigración (con la abolición de los controles en las fronteras y el reforzamiento de éstos en las fronteras exteriores), y en las estrategias y programas comunes de persecución del delito y del terrorismo.

No obstante los progresos en la esfera económica, difícilmente se puede soslayar la imperiosa necesidad y los problemas de consolidar la unión política, reforzando las instancias de decisión, de defensa europea (llamada a reemplazar parcial o totalmente la OTAN) y la aceleración de una unión monetaria completa.

La solución del conflicto yu-goslavo en parte debido a la presión norteamericana, con la aceptación impotente de los europeos, es la expresión de la fragilidad política, diplomática y militar de la Comunidad Europea. Refleja igualmente la imposibilidad de establecer en Bosnia-Herzegovina, al igual que después de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, una paz para la democracia y no simplemente una ocupación por mandato. Es preciso preservar la paz costosamente conquistada y conservar las fronteras externas e internas acordadas en el tratado de paz elaborado en Dayton y firmado en París el 14 de diciembre de 19952. La conclusión más

2 Tratado de paz por el cual cesan definitivamente todas las hostilidades en Bosnia y se acuerda una redistribución territorial para las repúblicas autónomas que integrarían la Confederación de Bosnia-Herzegovina.

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importante para los europeos de la Unión es el reconocimiento de la OTAN como recurso aún indispensable para el mantenimiento de la paz en el continente. Ésta fue quizás una de las razones por las cuales los norteamericanos resolvieron intervenir en dicho conflicto, buscando mantener la cohesión de la OTAN, su futuro y principalmente el papel de líder de los Estados Unidos en dicho tratado militar.

Estados Unidos aceptó pragmáticamente la "real politik" europea y decidió intervenir para obtener la paz sin dar la debida importancia a la desnaturalización del principio de la "autoderminación de los pueblos" con un tratado que aún no es aceptado unánimemente por la población y que representa en casi todos los ca-sos el interés de un solo partido, con poco o escaso beneficio de las masas, como es el caso de los pobladores de Tuzla. Al finalizar la guerra de la ex Yugoslavia, y en medio de las huelgas francesas de principios de diciembre de 1995, Francia anunció su reintegro al Consejo de Ministros y al Comité Militar de la OTAN. Este episodio es la conclusión de un dispendioso acercamiento; no deja de sorprender esta decisión en un momento en que la guerra de Yugoslavia termina, gracias a la intervención militar de la OTAN (más allá del área geográfica cubierta por el Tratado que la fundó y que fue exactamente la razón principal de oposición del general De Gaulle, llevando al retiro francés en 1966) y a la aplicación por ésta de los acuerdos de paz, y cuando han transcurrido seis años de finalizada la Guerra Fría, razón fundamental de la existencia de la OTAN.

Los ciudadanos temen perder ventajas sociales e identidad

A la crisis de la política exterior diplomática y militar europea se agrega la crisis francesa reciente que presenta los problemas de los efectos del comercio globalizado sobre el nivel de vida de los países in-dustrializados. Éste se ha re-ducido en la mayoría de los países más prósperos del pla-neta, particularmente en los Estados Unidos (William Pfaff, 1995:9).

Las manifestaciones y huelgas francesas de noviembre y diciembre de 1995 pueden re-flejar la idea de los huelguistas de un Estado-providencia, que reivindican como una necesidad para mantener cierto nivel de justicia, para preservar el llamado "capitalismo social" en un continente donde la responsabilidad social es tan importante como el rendimiento de las inversiones.

Sin embargo, lo que realmente está en juego es el rol y el lugar que ocupan países como Francia e Inglaterra en el escenario cambiante de la construcción europea. Estos dos países viven como una pesadilla el desarrollo de Alemania y la creciente presencia del Este que presiona su desarrollo político y económico dentro de la órbita cada vez más consolidada de los alemanes. El fortalecimiento de Francia en la Unión obliga a modificar sustancialmente los principios fundamentales de la república francesa en relación con la igualdad. Después de la Segunda Guerra Mundial este país combinó la asistencia del Estado y el liberalismo econó-mico. Ello se reflejó con fuerza en un proceso de centralización sin negación de la igual-

dad de oportunidades. En la cultura política cotidiana fran-cesa, con influencia en otros Estados europeos, se reconocía la legalidad republicana como aquella que garantizaba la igualdad de derechos a todos los ciudadanos (derechos que son vistos como amenazados por el proceso de integración supranacional). Esta historia llevó a insertar una idea abstracta democrática muy particular, de igualdad, de de-rechos y de servicios garanti-zados por el Estado, que ate-nuaban considerablemente los efectos injustos inherentes a las sociedades neoliberales (Miguel Ángel Bastenier, 1996: 13). Más allá de las fronteras francesas, la emoción de los mo-vimientos sociales europeos de los dos últimos años es fuerte, respondiendo a las decisiones de Maastricht que limitan a 3% del Producto Interno Bruto el déficit presupuestal y a 60% la deuda del Estado, reduciendo a largo plazo el poder de compra de los ciudadanos, la provisión de servicios públicos, las condiciones de trabajo y el empleo.

Toda esta situación de explosión social dificulta aún más las posibilidades de consolidar en el año 2000 la Unión Económica y la Unión Monetaria. Alemania reclama desde ya la necesidad de postergar las fechas previstas para culminar estos procesos. Los europeos se resisten a creer que la globalización o la lógica de la mundialización que algunos llaman "unificación" y del libre intercambio universal logren igualar los salarios y los derechos sociales de todos los países, buscando la eficacia económica.

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El proceso de unificación europea puede verse bloqueado por movimientos sociales de protesta de los ciudadanos a un nivel más amplio que aquel permitido por las fronteras físicas interiores de los Estados miembros de la Comunidad.

Podría ser acertado plantear que la situación social en Europa refrenda la posición mitterrandista de edificar una confederación (Michel Foucher, 1993:32), tantas veces combati-da en Francia como en otras la-titudes. El movimiento huel-guístico francés plebiscitó, de cierta manera, esta idea al ha-cerse evidente la preocupación de importantes sectores ciudadanos de preservar la originalidad francesa, traducida a en el mantenimiento de derechos sociales y de la propia identidad amenazados por las posiciones neoliberales de la Unión.

Italia presidencia-capital: perspectivas de la Europa de los quince

En el futuro inmediato, después de la presidencia europea a cargo de España, Italia tendrá la responsabilidad de dirigir el Consejo de la Unión Europea durante el primer semestre de 1996.

Si se toman en cuenta los análisis de varios especialistas europeos, se debe reconocer que la presidencia española fue positiva para los peninsulares, en el desarrollo y tecnificación de la administración pública y en la evolución de la infraestructura. En 1992, Italia

abandonó momentáneamente el sistema monetario europeo, con el propósito de poner fin al caos en que vivía el país. A partir de ese momento, el papel de Italia en la Europa de los Doce3

empezó una caída vertiginosa. Sin embargo, la reglamentación de la Unión Europea designó a Italia para ocupar la dirección en el primer semestre de 1996. Esta responsabilidad ha suscitado múltiples reacciones, como consecuencia de las previstas elecciones interiores italianas, que llevarán probablemente a Lamberto Dini a abandonar la presidencia del Consejo Europeo. Si bien otros países vivieron momentos similares en el pasado, esa situación no fue vista como preocupante, pues se trataba de Francia y de Alemania, considerados institucionalmente estables. En especial, hay muchas dudas sobre la capacidad de Italia para ejercer un rol de liderazgo eficiente, y en cuanto la trascendencia que puede dar a la Conferencia Intergubernamental sobre la Revisión del Tratado de Maastricht, a iniciarse en el primer semestre de 1996.

A pesar de su crecimiento económico, no cabe duda de que Italia se ha debilitado polí-ticamente en los últimos años. Esto ha sido aprovechado es-pecialmente por España, Por-tugal y Grecia. La diferencia entre España4 e Italia consiste en que el primero de los dos tiene un sistema político, una administración y unos servicios modernos y eficaces, mientras que el segundo es un país rico, con una economía sólida (Saveiro Vertone, 1996:

15) pero alejado de criterios de modernidad y eficiencia. Además, Italia cuenta con problemas serios en las rela-ciones bilaterales con Francia que han afectado la política ex-terior italiana. Los franceses no perdonan a la diplomacia italiana el haber sancionado los ensayos nucleares franceses en la ONU. Los grandes países europeos votaron a favor o se abstuvieron, mientras que los otros países votaron en contra.

Esta situación, combinada con los problemas sociales de la Europa liberal y la pérdida de protagonismo de Europa a favor de la posición norteamericana en las tensiones y conflictos regionales, ha debilitado la comprensión de las perspectivas de la Comunidad entre los italianos. Una preocupación adicional de los países de la Unión es la morosidad de los italianos que esperan que Europa los sustraiga de los problemas internos de mafia e ineficacia de la administración, y provoque el fin de la corrupción política y la disminución del creciente déficit fiscal. A partir de abril de 1996 Italia tiene la responsabilidad de dirigir los debates sobre la revisión de las instituciones europeas que puedan dar nuevas perspectivas a la Unión sobre la base de una ampliación de la Unión Europea.

Consideraciones finales Para la Unión Europea, los úl-timos años de este milenio son decisivos para que la comunidad recupere su rol e influen-

3 Referencia a los doce países que integraban la Comunidad Económica, antes de 1993. 4 España ocupó durante el segundo semestre de 1995 la presidencia del Consejo Europeo.

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cia tradicionales en la escena internacional. Lo contrario significaría un costo muy alto para toda la Europa occidental y para los países que aún no in-tegran este proceso comunitario. La recuperación de las fuerzas comunistas que se viene presentando en el Este, desde Polonia hasta Rusia, refleja, se-gún muchos observadores, el inmovilismo de Europa y la terquedad de no ampliar las posibilidades de admitir otros países con la suficiente rapidez, aunque las circunstancias y condiciones exijan varios ni-veles distintos de adhesión. El Este europeo necesita ser integrado al continente en su conjunto. Ello debe hacerse so-bre la base del respeto a la di-versidad de culturas y niveles desiguales en la evolución de los modelos políticos y económicos de gobierno. También es necesario un apoyo coherente y regular a nivel económico, que garantice el progreso material y social reclamado en todos los países. Sin el desarrollo del Este y hacia el Este, el continente podría ir hacia un caos moral, ético, político y militar. Por eso las perspectivas de consolidación de Europa requieren tomar conciencia de por lo menos tres elementos básicos. Primero, de la necesidad de ampliar el mercado económico interno a nuevos países del continente

y consolidar el intercambio co-mercial con otras regiones del mundo. Segundo, la urgencia de esforzarse aún más por construir una forma de organización política que englobe y responda por igual a los intereses políticos y económicos de todos los países europeos y a las aspiraciones sociales de sus ciudadanos. Ello se debe a que la situación actual de cre-cimiento de la Unión Europea sigue sin reflejar una consoli-dación política de todo el con-tinente. Tercero, más que buscar la construcción de una sola nación, la Europa el próximo milenio debe preocuparse por conformar una entidad política que no cierre sus fronteras al mundo exterior y que conjure sus conflictos internos. La identidad nacional no tiene obligatoriamente que desapa-recer pero "sin duda puede convertirse en una identidad como tantas otras" (Joel Román, 1993:57).

El presidente del gobierno del Valle de Aoste, al noroeste de Italia, señaló la importancia de conservar la identidad y la autonomía para las regiones en la nueva Europa; "una Europa fuerte y democrática, respetuosa de la diversidad y fundada en los principios de la solidaridad y de la participación; únicos mecanismos para reducir todo intento de autoritarismo y de centralismo del Estado" italiano (Diño Vierin, 1995:1).

Bibliografía Diño Vierin, 1995 "Contre l'autoritarisme, la forcé de l'identité", Suplement Le Monde Diplomattque No. 500, (París), Nov. Edgard Pisani, 1996 "Tous ensemble contre la mondialisation", Le Monde, No. 502, (París), Janvier. Jacques Rosselin, 1992 "Les années 90 commencent", The Economist Publications Courrier International No. 4,1992, París. Joel Román, 1993 Les Grands Entretiens, Tome I, (París), París Editions Le Monde. Miguel Ángel Bastenier, 1996 "Un peu plus de democratie s'il vous plait!", París, The Economist, Courrier International No. 268-269. Michel Foucher, 1993 "Penser l'Europe", Les Grands Entretiens, Tome I, (París), Editions Le Monde. Monique Chemillier-Gendreau, 1996 "L'ONU confisquée par les grandes puissances", Le Monde Diplomanque No. 502, (París, Janvier); 1996. Saverio Verone, 1996 "Rome, Fragüe Capitale de l'Europe des Quinze", París, Courrier Inter-national No. 268-269. Willian Pfaff, 1996 "L'Europe se construit sous les auspices du capitalisme anglosaxon", París, Courrier International No. 268-269. CECA-CEE- CEEA, 1992 Tratado de la Unión Europea, Bruselas-Luxemburgo (Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas).

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Sección

Temas Globales

Alcances y

límites del

APEC

Pío García*

En poco más de un lustro, el fo-ro APEC (Asia Pacific Economic Cooperation), el más joven de los mecanismos de cooperación en el Pacífico, obtuvo un despliegue espectacular. La propuesta de 1989, emitida por algunos representantes del lado asiático del Pacífico y dirigida a buscar medidas para preservar el libre comercio en la región, pronto halló eco en los países más poderosos del borde americano, dándole una cobertura panpacífica al encuentro. El modesto nivel ministerial de los encuentros se tornó, desde 1993, en encuentro de líderes del Pacífico, en la práctica, una reunión de mandatarios. El encuentro de ese año fue cubierto por más de 3 mil periodistas, casi el doble de los presentes en la suscripción de la Organización Mundial de Comercio, un mes después de la cumbre del APEC. La última cita de los líderes del Pacífico, en Osaka en noviembre de 1995, fue la congregación mayor de mandatarios asiáticos en territorio japonés en más de 50 años.

Un desenvolvimiento tan connotado ha creado lógicas expectativas, dado el peso de las economías participantes. La naciente organización reúne las dos mayores potencias

industriales del planeta y re-presenta más del 40% del PIB mundial. Una proporción similar se da en el caso del comercio y las inversiones directas. Esta participación irá en proporciones crecientes en cuanto viene propulsada por el crecimiento rápido y sostenido de los países asiáticos.

Al igual que los países asiáticos aún no admitidos en el APEC, los países latinoamericanos, especialmente los ribereños del gran océano, tienen hondo y comprensible interés en formar parte del nuevo instrumento de cooperación en el Pacífico, al cual sólo han tenido acceso México y Chile. Pero, ¿por qué se insinúa el APEC con tanta importancia para el proceso de cooperación en la cuenca del Pacífico? ¿Cómo es su desarrollo actual y cuáles sus perspectivas? ¿Cuáles son sus relaciones con los demás instrumentos de cooperación en el área? ¿Es previsible la conversión del APEC en un blo-que comercial, en perjuicio de los países que queden margi-nados del organismo?

En el presente artículo se ar-gumenta que las expectativas en torno a este foro son, por lo general, exageradas. Las razones para defender esta posición son, por una parte, el agotamiento parcial del cuerpo central de las reivindicaciones motivantes del APEC y, por otra, su papel accesorio dentro del sistema de cooperación de la cuenca del Pacífico y del proceso de integración económica de la región.

Filósofo y especialista en relaciones internacionales. Actualmente se desempeña como asesor en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Las opiniones aquí expresadas tienen carácter personal y no representan el punto de vista de la institución en la cual presta sus servicios.

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Un mecanismo informal

APEC es el medio de coopera-ción económica más reciente del Pacífico, y el de mayor vis-tosidad. Surgió como un me-canismo de diálogo sobre asuntos comerciales, a instancias de Australia y Japón. Los participantes iniciales fueron 12 países de la cuenca, bajo la fórmula 6+6. Esta fórmula se refiere a Australia, Nueva Ze-landa, Japón, Corea, Canadá y Estados Unidos, más los 6 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático Asean, a saber: Brunei, Fi-lipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia y Singapur. En 1991 se aceptó el ingreso de las tres Chinas (República Popular China, Hong Kong y Taiwán). En los años posteriores se aprobaron las membresías de México, Papua-Nueva Guinea y Chile.

En 1993, se decidió una mo-ratoria de tres años para el in-greso de nuevos miembros, por varios motivos: la necesidad de establecer un derrotero claro para el movimiento antes de aumentar el número de in-terlocutores, y la de definir unas normas claras para el ingreso de los aspirantes. Para permitir el acceso de estos últimos, se tiende a hacer énfasis, ahora, en la intensa vinculación económica con los demás países de la cuenca, además de presentar una vocación clara por el libre comercio.

Por otra parte, el nivel del foro cambió sustancialmente. Después de cuatro años de proceder como reunión minis-terial, en Seattle se elevó a la

categoría de cumbre de man-datarios, tras la invitación ex-tendida por el presidente Bill Clinton a los mandatarios de los países integrantes del APEC. Desde entonces, se llevaron a cabo reuniones en Bogor en 1994 y en Osaka en 1995. Sin embargo, no está definido el nivel que predominará en los próximos años; no se sabe si se va a mantener el esquema de la reunión ministerial previa a la cumbre o si se suprime esta úl-tima. Uno de los tópicos tratados desde un comienzo fue el de la naturaleza del grupo. Por una parte, estaba la opción de for-malizarlo, erigiendo un cuerpo institucionalizado de coo-peración económica; por otra, conservarlo con su carácter de foro. Aunque ha subsistido esta segunda tendencia, en la reunión ministerial de Bangkok, en 1992, se aprobó la creación de una secretaría, bajo estos requisitos: "La Secretaría del APEC debe ser de un tamaño pequeño, una estructura simple y lo suficientemente flexible para cumplir con las necesidades del APEC"1. Inmediatamente se estableció, bajo esas condiciones, la Secretaría del APEC, en Singapur. La definición temática de la agrupación, así como la vigi-lancia de los acuerdos ha estado al cuidado de expertos asesores. Por una parte, los "Sénior Officials", generalmente funcionarios vinculados a las carteras del comercio exterior. Por otra, el APEC contó durante tres años con la asesoría técnica del "Eminent Persons Group", que se desmontó en la

reunión de Osaka de 1995, como parte de la economía de re-cursos. Este grupo visualizó las líneas de acción del APEC, facilitando el trabajo de las reuniones ministeriales y ci-meras. Fue sustituido por un Consejo Asesor de Negocios del APEC.

La dinámica diaria del APEC está dada por las acciones per-manentes en los grupos de tra-bajo. Se han instalado diez de ellos, para avanzar en la concertación de los siguientes temas: comercio e inversiones, formación de recursos humanos, ciencia y tecnología, in-fraestructura y energía, teleco-municaciones y turismo, manejo de los recursos pesqueros y agricultura. Las propuestas de crear mecanismos auxiliares, como la comisión de disputas comerciales, el reporte anti-dumping, la visa APEC de ne-gocios o definir una política de migraciones, entre otras suge-rencias del Pacific Business Fo-rum PBF no han sido acogidas todavía2.

Las anticipaciones disímiles

El APEC continúa sin perder la naturaleza inicial: un foro de intercambio, concertación y compromisos informales y vo-luntarios, sin voluntad de ins-titucionalizarse. No hay, por ahora, un ambiente favorable para convertirlo en un organis-mo tradicional del medio inter-nacional con numerosas de-pendencias, burocracia y pro-ducción incesante de normas.

El carácter informal plasma la identidad del APEC, como un

1 "Future Steps of APEC, Report of the APEC Sénior Officials to the Fourth APEC Ministerial Meeting", Bangkok, 11 September 1992. Citado por Yoichi Funabashi: Asia Pacific Fusión. Japan's Role in APEC, Washington DC, Institute for International Economics, 1995.

2 Cfr. APEC Secretariat: Tlie Osaka Action Plan: Roadmap to Rcalising the APEC Vision, Report of the Pacific Business Forum, 1995.

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instrumento de intercambio de opiniones y búsqueda de objetivos por medio de acuerdos de caballeros. Se evitan las exigencias legales, por temor de que el choque con temas sensibles, como los subsidios a la agricultura, genere fricciones y precipite el grupo al fracaso. El foro, más bien, con su marcado pragmatismo, mate-rializa una tradicional forma de interacción en Asia. Esa que es su principal virtud, puede ser, al mismo tiempo, la causa de posterior derrumbamiento, cuando el incumplimiento progresivo de lo pactado termine por restarle credibilidad. En 1993, en Bogor, los líderes del Pacífico se impusieron un cronograma explícito enca-minado a convertir la cuenca en la mayor área de libre comercio, con unas fechas límites del año 2010 para las economías industrializadas y 2020 para las que se hallan aún en vías de desarrollo. Para ese entonces, la eliminación de las barreras arancelarias y para-arancelarias habrá de proveer el medio para lograr la libre circulación de bienes y capitales en la región. La Agenda de Acción de Osaka, bajo el principio de pasar de la teoría a la práctica, aprobó un plan de liberaliza-ción progresiva y voluntaria de aranceles, que debe ser pre-sentado por cada país en la reunión de Manila en 1996. To-dos los países presentes ofre-cieron por adelantado listas específicas, que desean aplicar antes de terminar el siglo. La

mayor oferta, por cierto, la ofreció China, con un paquete de más de 4 mil líneas arance-larias.

Este ambicioso objetivo es visto con entusiasmo por quienes consideran que el avance por la vía voluntaria en la expansión del comercio mundial es la mejor vía para lograr el bienestar y el entendimiento entre los pueblos, que de paso alivia la tortuosa negociación en los organismos multilaterales. Esta visión positiva se extiende aún más allá de las ventajas para el comercio, y resalta las bondades de un foro que acerque el Norte y el Sur y per-mee las barreras culturales. En esta perspectiva, el futuro del APEC apunta a realizar la fusión cultural del Pacífico, superando la tensión tradicional entre Oriente y Occidente3. Desde una perspectiva contraria, se han levantado dudas sobre la capacidad del foro para llevar a cabo todos sus propósitos de cooperación comercial y facilitación de las inversiones. El Plan de Acción de Osaka se suele criticar por su carácter flexible y alejado de fórmulas precisas. Aparece como un documento suelto y contradictorio, en donde con-trasta la intención de liberalización generalizada con el concepto de flexibilidad4. Hay quienes consideran que "ni es acción ni es agenda", sino un programa vago y único sobre el cual podían ponerse de acuerdo los delegados5. Por cierto, dicha ambigüedad es valorada en forma positiva

desde otra perspectiva, pues se trataría, más bien, de un "avance de los orientales, y muy particularmente del Japón que fue el promotor de la flexibilidad como concepto para recuperar la inspiración asiática del APEC"6.

La dimensión real y las opciones del APEC

Lo más probable es que los ob-jetivos comerciales del APEC para acelerar la liberalización comercial en el área del Pacífico no se cumplan. Las concesiones ofrecidas hasta ahora son normales, y ningún país parece dispuesto a proponer disminuciones arancelarias mayores a las pactadas en el marco de la OMC o de los acuerdos subregionales. El caso singular de China, que prometió disminuir su promedio de tarifas del 36% al 25%, tiene que ver con sus pretensiones de ingresar a esa organización multilateral.

El proceso para establecer la "comunidad del Pacífico" dentro del próximo cuarto de siglo puede ser más lento de lo que los gestores del APEC han previsto. Sin embargo, el logro, así sea parcial, de las metas justifica la continuidad del esfuerzo de concertación en torno al foro. La facilitación para abrir por completo los mercados a los bienes y las in-versiones choca con fuerzas adversas tales como los intereses políticos para favorecer a los agricultores de Japón, Corea o Taiwán, la creciente com-

3 Y. Funabashi, op. cit., pp. 27-31. 4 Chew Lee Klim, "Was it in Action Agenda, or an Inaction Agenda", the Nikkei Weekly, 4 de diciembre de 1995, p. 18. Similares

advertencias hizo el semanario Far Easiem Economic Review, 30 de noviembre de 1995, p. 14. 5 Ver The Economist, 25 de noviembre de 1995, p. 75. 6 Fernando Barbosa, "APEC: ¿flexibilidad o ambigüedad?, en El Espectador, 29 de noviembre de 1995, p. 5B.

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petencia mundial en ciertas ra-mas de los bienes manufactu-rados o la tendencia asiática a proteger áreas industriales consideradas estratégicas. Es importante observar que cualquier expansión del co-mercio y las inversiones en el Pacífico es un logro adicional del APEC, pues su razón de ser ya se cumplió en buena medida, ya que se debilitó la opción del regionalismo cerrado en el comercio mundial. En efecto, al final de la década de los 80 había un desencanto generali-zado por la imposibilidad de llevar a feliz término la Ronda Uruguay. Parecía ésta una causa perdida, y con ella la conso-lidación del acuerdo mundial sobre el comercio de bienes y servicios. La alternativa no pa-recía ser otra que el reforza-miento de los bloques comer-ciales en los cuales ampararse los países miembros, siguiendo el ejemplo de Europa o el Nafta mismo. APEC nacía como una palanca de emergencia destinada a garantizar el libre flujo de bienes en el área del Pacífico, una válvula de escape ante el previsible taponamiento del comercio mundial. La Ronda Uruguay concluyó en forma positiva inmediatamente después de la reunión de Seattle. No hay una relación de causalidad directa, pero las exigencias librecambistas allí expuestas afirmaron el camino seguro que habría tomado la Ronda. Con esto, APEC satisfi-zo su mayor exigencia y perdió, en consecuencia, buena parte de su razón de ser. No toda, claro está, porque ahora se trata de preservar y profundizar lo firmado en la OMC, pero, de todos modos, una motiva-

ción sustancial para el mante-nimiento del grupo se diluyó. A otro nivel, cabe anotar el papel secundario del APEC dentro del movimiento integracionista del Pacífico. Como se sabe, la interacción de estas economías continúa en forma ininterrumpida, dando pie a un acercamiento natural, im-preso por el comercio y las in-versiones intrarregionales. Este fenómeno de integración es-pontánea es particularmente rápido en el borde oriental de Asia7.

El estrechamiento de esos vínculos entre las economías no hubiera sido posible sin la apertura progresiva de las mis-mas. El modelo de crecimiento abierto de Hong Kong y Singa-pur ha venido estimulando re-formas en Australia, Nueva Zelanda, Filipinas, Japón, etc. Buena parte de la región pasa por una fase interesante de aperturas unilaterales. En la medida que prima el aperturismo, se realizan los ideales del APEC, disminuyendo sus reivindicaciones originarias.

Adicionalmente hay que considerar la experiencia del Nafta sobre las expectativas de integración formal en el Pacífico alrededor del APEC. Una razón que estuvo cirniéndose en el área del Pacífico fue la idea de ampliar paulatinamente el Nafta a esta región. Se llegaron a poner incluso algunos países en la fila de los aspirantes: Taiwán y Singapur, entre otros. Sin embargo, con el desarrollo traumático de acuerdo nortea-mericano, Estados Unidos re-nunció a negociar el arribo de nuevos países al Tratado. Más aún, ese país tiende a mante-

nerse en una línea intermedia entre el multilateralismo y bilateralismo en sus relaciones comerciales. Para el tratamiento multilateral se apoya en la OMC, mientras trata directa-mente con el país implicado aquellos problemas que quiere manejar en forma bilateral, sin dejar margen posible para la injerencia de instancias regio-nales, como se ha visto en las negociaciones comerciales re-cientes con China o Japón. Una de las opciones del APEC es, por supuesto, su institucionalización. Se difundió durante un tiempo la propuesta de la Comunidad Económica del Pacífico. Esta idea tuvo cierto atractivo durante el es-tancamiento de las negociacio-nes de la Ronda Uruguay. Sin embargo, ya no tiene acogida por el poco interés de crear un bloque cerrado de las economías del Pacífico. Por el contrario, se abrió paso el concepto de regionalismo abierto, que busca acercar aún más las economías, sin marginar los productores ubicados fuera de la cuenca.

Un APEC formalizado perdería su identidad. La ausencia de esquemas formales de integración ha sido típica de la vía asiática a la integración económica, y por eso dejaría de ser una iniciativa propia de ese grupo de países. Por el contrario, Japón y los "tigres asiáticos" pretenden seguir beneficiándose del mercado mundial sin ataduras regionales. En consecuencia, no obstante la vía cerrada para la formalización, dentro de su informalidad el APEC puede sostenerse como un mecanismo válido en

7 Cfr. Pío García: Mirar al Asia, parte I, Bogotá, Universidad Javeriana, 1995.

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el acercamiento económico del Pacífico.

APEC y la cooperación en el Pacífico

APEC está llamado a conser-varse como un mecanismo de consulta y concertación sobre la política económica en el Pa-cífico, en una dimensión gu-bernamental e informal. Su re-novado papel histórico depende de una agenda ampliada, que cubra los temas de la coo-peración intergubernamental. Se hallan, al respecto, los ya mencionados del PBF y otros más, como la coordinación macroeconómica, financiera, la migración laboral, etc. En este sentido, el APEC va a com-plementar y a ratificar a nivel de los gobiernos el movimiento espontáneo y formal de in-tegración que ocurre en la cuenca. Esta parte más formal, con la cual el APEC no va a competir, descansa en el PECC y el PBEC. El PBEC (Pacific Basin Economic Council) es una red que opera desde 1968 y reúne cerca de 5 mil empresas alrededor de la cuenca. El PECC (Pacific Economic Cooperation Council) fue creado en 1980 y responde al esquema de con-certación tripartita gobierno-empresas-sector académico. De esta forma, el sistema de cooperación económica del Pacífico se estructura sobre el trípode: PBEC, PECC y APEC. Lo más llamativo es la división del trabajo que se viene conso-lidando, en donde la acción

concertada oficial-privada corre por cuenta del PECC; el PBEC reúne las iniciativas y organi-zaciones privadas, en tanto que APEC contacta, a un nivel superior, los gobiernos. Las di-rectrices emanadas de APEC fluyen y tratan de aplicarse por medio de PECC y PBEC, mientras que todo el producto de los grupos de trabajo de PECC y PBEC termina iluminando las discusiones del APEC.

Conclusión

APEC nació y repuntó en la co-yuntura histórica de los inicios de los años noventa, bajo la in-certidumbre de la consolidación de los bloques económicos excluyentes. Al lograrse, en 1993, la conclusión de la Ronda Uruguay y la conformación de la OMC, el foro logró su mayor objetivo y, a la vez, perdió su idea-fuerza. No obstante el impacto de las cumbres de líderes económicos del Pacífico, el foro tiende a perder vistosidad por la ausencia de instrumentos compulsivos para hacer acatar sus determina-ciones.

A pesar de sus limitaciones, el APEC puede mantenerse activo si amplía su agenda para atender las áreas no cubiertas por la pura cooperación comercial y financiera, dentro del concepto de regionalismo abierto, como medio para la conformación de la Comunidad del Pacífico. Como de antemano existe una infraestructura de cooperación en la

cuenca, la función del APEC se-ría proveer el complemento al sistema, desde la coordinación gubernamental. Con una agenda renovada, el APEC estaría reviviendo su papel histórico. Es deseable un APEC ampliado al mayor número de países de la zona, en la medida en que aumente su cobertura temática y gane credibilidad. Mientras tanto, la vinculación al APEC no es condición sine qua non para que un país se inserte en la cooperación económica del Pacífico, puesto que la es-tructura formal previa ya está cumpliendo ese cometido, siendo el foro un instrumento complementario. Colombia, uno de los candidatos con buenas opciones, puede aprovechar la moratoria para acrecentar los méritos. Ello quiere decir, aprovechar las oportunidades hasta ahora disponibles, para robustecer mucho más sus lazos económicos con el Pacífico. Fuera del comercio con Japón y Corea, el vínculo dado por el comercio y las inversiones es escaso con el resto de países y territorios del Este de Asia y Oceanía. El camino expedito está dado por los nexos creados a través del PECC y el PBEC, en los cuales vienen participando las entidades co-lombianas desde hace más de una década. Los buenos resul-tados del trabajo en torno a ambos organismos es la mejor prueba de la madurez para as-pirar a participar activamente en el APEC.

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Sección Documentos

Discurso del ministro de Relaciones

Exteriores, Rodrigo Pardo, al

instalar la XXIII Reunión de

Comisiones de Asuntos Fronterizos

Puerto de la Cruz, Venezuela, 16 de noviembre de 1995

Señor ministro de Relaciones Exteriores de Vene-zuela, doctor Miguel Ángel Burelli Rivas, señores presidentes de las Comisiones de Presidenciales de Asuntos Fronterizos, señores comisionados, autoridades de la República de Venezuela, señoras y señores:

Nos reunimos en Puerto de la Cruz a propósito de la celebración de la XXIII reunión de las Comisiones Presidenciales de Asuntos Fronterizos. Se trata, sin duda, de una gran oportunidad para hacer un balance de las labores realizadas, un análisis de sus logros y una evaluación de sus objetivos futuros.

Tal vez nunca, como ahora, fue tan necesaria la existencia de las Comisiones de Vecindad, como las llamamos en Colombia. Hace cinco años, cuando se pusieron en marcha, las Comisiones constituyeron toda una innovación. No fue una idea sacada de los libros, ni de experiencias de otras latitudes: fue una respuesta colombo-venezolana, y muy bolivariana, para hacerle frente a nuestra realidad.

Una realidad, de hecho, muy original: cerca de siete millones de venezolanos y colombianos han vivido durante años en la región fronteriza y han convivido bajo una especie de integración natural, de integración espontánea.

Las Comisiones reconocieron la realidad de la binacionalidad de los asuntos que afectan a estos siete millones de venezolanos y colombianos, y sirvieron de entes coordinadores para entrar a trabajar por sus condiciones de vida. Estas activi-dades cambiaron el concepto de la frontera, que dejó de ser una línea divisoria para entenderse más bien como una zona común de grandes opor-tunidades.

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El ambiente en la frontera evolucionó, y su me-joramiento se reflejó en el estado global de las re-laciones bilaterales las cuales encontraron, como debe ser, espacios abiertos para uno de los procesos de integración más exitosos de nuestro continente. Don Ramón J. Velásquez y Enrique Vargas pre-sidieron estos exitosos esfuerzos, labor que fue reforzada por Ornar Baral y Valmore Acevedo. Cinco años después, el panorama de la frontera es otro. Los problemas que nos causan mayor preocupación son otros: la criminalidad, la acción de la guerrilla, el narcotráfico. Además, el rápido incremento de la actividad comercial ha cambiado la realidad de nuestras ciudades fronterizas, que durante décadas tuvieron el papel de actores únicos del comercio entre las dos naciones.

Junto al éxito indudable de los programas y planes coordinados por las Comisiones de Asuntos Fronterizos, hay que pensar en estos nuevos fenómenos. La evaluación que harán las dos conisiones de sus trabajos, aquí en Puerto de la Cruz, será la mejor plataforma para replantear sus acciones dirigidas a enfrentar la realidad de la frontera más viva de América Latina en los años noventa.

Sobre la experiencia vivida, y las lecciones aprendidas, nos corresponde ahora reconocer la binacionalidad de nuestra realidad de nuestras oportunidades y de nuestros problemas, con el fin de abonar el terreno para el trabajo conjunto y para las soluciones binacionales.

Uno de los asuntos que merece nuestra acción prioritaria es el robo de vehículos y su traslado a Colombia, tema que ha estado presente en los tra-bajos de las comisiones desde sus orígenes. Los dos países firmaron en 1983 un tratado bilateral dirigido a mejorar los instrumentos jurídicos con los que se le puede hacer frente a este perturbador problema, el cual fue ratificado por Venezuela y cumple actualmente el último trámite previsto por la Constitución de Colombia para su per-feccionamiento: el visto bueno de la Corte Cons-titucional.

Recientemente, los miembros de la comisión prevista en dicho instrumento se han reunido con carácter de Grupo de Trabajo y han identificado las acciones concretas que se deben adelantar para acabar con esta práctica delictiva y lograr el retorno de los vehículos a sus dueños legítimos.

Por instrucciones precisas del presidente Ernesto Samper, en Colombia se han inmovilizado los vehículos que estaban en poder de entidades oficiales y se identificaron aquellos que podrían ser de procedencia venezolana e ilegal. Con la presentación de las denuncias respectivas por parte de las autoridades venezolanas, que está en proceso, lograremos la recuperación de los primeros carros.

No hemos llegado aún a donde deseamos, pero sin duda estamos más cerca.

Otro asunto que ha centrado la atención de la opinión pública es el de la seguridad. Diversas modalidades criminales se han convertido en amenazas contra la integración y la convivencia fructífera de los ciudadanos de la frontera. Los gobiernos hemos respondido con lo que sin duda alguna constituye la mejor actitud frente a los cri-minales: el trabajo coordinado de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía.

Que nadie se llame a engaño. El enfrentamiento en la frontera es entre las Fuerzas del Orden de Colombia y Venezuela contra los enemigos co-munes: el narcotráfico, la guerrilla y todos los cri-minales. En esta batalla conjunta no nos faltará ni la decisión ni la energía que se necesitan para triunfar.

La reunión de los ministros de la Defensa de los dos países, el general Moisés Orozco Graterol y el doctor Juan Carlos Esguerra, hace una semana, es una invitación al optimismo. Decidieron ellos "Reafirmar el compromiso de fortalecer la presencia de las Fuerzas Armadas en la frontera y de adelantar operaciones coordinadas, cada fuerza en su respectivo territorio, para evitar que la línea fronteriza sea utilizada por los delincuentes como un medio para eludir la acción de las autoridades y la aplicación de las leyes de ambos Estados".

Hoy en día, la presencia de los hombres unifor-mados en la zona fronteriza es una medida que genera confianza, que es ampliamente bienvenida y que le abre las puertas a la seguridad y a la paz.

No hay duda de que los criminales desean poner a prueba la integración. Pero tampoco la hay de que los dos gobiernos sabrán superarlas con éxito y de que la victoria final estará de nuestro lado.

También ha sido un gran avance la conclusión obtenida por la Comisión Negociadora en su re-

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ciente reunión de Miami. Acogiendo una propuesta del presidente Rafael Caldera, convinieron intensificar la labor de demarcación de la frontera terrestre en la Serranía del Perijá. Mi país tiene las mangas arremangadas para comenzar a trabajar, con la convicción de que esta tarea disminuirá los riesgos de que se vuelvan a presentar incidentes como los de hace unas semanas. El narcotráfico también se ha constituido en un grave desafío. No existe país alguno, como Co-lombia, que haya sufrido tanto sus consecuencias temibles y que haya hecho mayores esfuerzos para combatirlo. En esta tarea hemos tenido éxito: en los años setenta sacamos a los cultivadores de marihuana, en la década de los ochenta destruimos al cartel de Medellín y en 1995 estamos a punto de desmantelar al cartel de Cali. Durante este año los colombianos hemos aprendido que sólo se puede tener éxito en la lucha contra el narcotráfico si ponemos en marcha una política multilateral. El narcotráfico no tiene nacionalidad: es un fenómeno cuyos tentáculos se extienden a muchos países y a varios continentes. Es indispensable atacarlos simultáneamente en todas sus facetas: el cultivo, el procesamiento, el tránsito, la distribución, el consumo, el lavado de dinero y la desviación de los precursores químicos que se utilizan para producir la droga maldita. Si no combatimos al mismo tiempo todas estas actividades, los únicos resultados que podemos alcanzar en el corto plazo es el de cambios tempo-rales en los precios, en las rutas o en los lugares de producción. Pero si anhelamos reducir el problema, que tiene carácter internacional, tenemos que poner en marcha una estrategia igualmente internacional.

Con el virtual desmantelamiento del cartel de Cali, y la política de la administración Samper de erradicar cultivos, que nos llevará al final de 1995 a destruir más de 30.000 hectáreas de coca y amapola, la comunidad internacional tiene una gran oportunidad. Tenemos que aprovechar este mo-mento en que la columna vertebral del narcotráfico está a punto de quebrarse para ajustar la estrategia transnacional contra las drogas. Por una vez, la sustitución de cultivos, el descenso en los precios de la materia prima y el aumento de los de la droga en las calles de Nueva York o de Chicago ponen al alcance de nuestra mano la posibilidad de herir de muerte al narcotráfico con todo su inmenso potencial de corrupción y violencia.

Mi país ha promovido la realización de una reunión mundial para estudiar mecanismos de cooperación internacional, y dedicarle un segmento especial del Consejo Económico y Social de la ONU a este problema. Igualmente, el presidente Samper propuso en la Cumbre de las Amé-ricas hace un año la firma de una Convención hemisférica contra el lavado de dinero.

Quisiera referirme a una dimensión adicional de nuestro proceso de integración: me refiero al papel de los medios de comunicación de los dos países. A ellos les cabe la responsabilidad de construir los simbolismos colectivos y, por intermedio de ellos, las percepciones de la opinión pública sobre la integración binacional.

Los medios de comunicación son los pedagogos cotidianos de la integración. Son el lente a través del cual nuestras gentes conocen los procesos integracionistas, sus actores, sus realizaciones, sus obstáculos y sensibilidades.

Unos medios de comunicación comprometidos con la integración son fundamentales en la tarea de que Colombia y Venezuela se conozcan más y mejor, en forma no oficial. Nuestras naciones en su conjunto se conocerán mejor a través del acercamiento franco y abierto entre los periodistas y comunicadores de los países.

Los medios son los ojos de la integración: siguen procesos, fiscalizan, analizan, promueven. A través de ellos la opinión pública de nuestros países observa el proceso binacional. Por eso su papel debe estar, y así sucede en la gran mayoría de los casos, a la altura de la responsabilidad histórica de consolidar la integración binacional.

En dirección a conseguir ese objetivo, es necesario que superemos los análisis reactivos y simplemente coyunturales, por análisis más propositivos, de mediano y largo plazo. Sólo así es posible alcanzar el objetivo de ubicar la integración entre Colombia y Venezuela en su contexto verdadero. Con sus complejidades, presentada en forma objetiva y equilibrada.

Los medios de las dos naciones son, para la fase de la consolidación, tan importantes como el motor de integración que representaron a principios de la década los sectores industriales y comerciales de los dos países.

Una prensa comprometida con la integración binacional, mas nunca abandonando su natural función fiscalizadora y analítica, es garantía sirte qua non si se quieren generar procesos integracio-

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nistas verdaderamente arraigados en las bases mismas de nuestras sociedades.

Por eso creemos que la creación de una comisión sobre la realidad de los medios puede ser un gran aporte. En primer lugar, porque dos sociedades que se acercan y se integran tienen que acercar también a sus comunicadores. Tal como lo han hecho los gobiernos, los empresarios, los intelectuales, los deportistas, las mujeres y los hombres de frontera, también los comunicadores deben subirse al tren de la integración.

Señor canciller Burelli:

La integración de Venezuela y Colombia ha sido un motivo de admiración en nuestro continente y debe seguir siéndolo. En un mundo hostil y caótico, con tendencias preocupantes hacia el intervencionismo y con oportunidades abiertas por la creciente interdependencia de nuestras naciones, Colombia y Venezuela, más que nunca, tienen que aferrarse al mandato del Libertador.

No hay mejor respuesta que la unidad, para los interrogantes del mundo de hoy.

Mi hay mejores oportunidades para nuestras gentes, que aquellas que construimos juntos.

A pesar de las dificultades, el comercio entre las dos naciones sigue creciendo. En el primer semestre de 1995 superamos los 1.000 millones de dólares y al terminar el año duplicamos esa cifra. Colombia se ha convertido en el principal mercado para los productos no tradicionales de exportación de Venezuela, y Venezuela en el segundo para Colombia. Esta es una joya que tenemos que preservar.

En su reciente visita a Bogotá, el presidente Caldera se refirió a este tema con lucidez ejemplar. Es un hecho que ante todo queremos preservar la integración y salvarla de los embates de los problemas internos y externos de nuestras naciones. Allí está nuestra mejor defensa y nuestra única tribuna para mirar con optimismo el porvenir. Algunos temas, como el transporte, los cambios en la tasa de cambio, los desequilibrios temporales y el más eficiente funcionamiento de las aduanas, deben concentrar nuestra atención.

Sé que los colombianos y venezolanos esperan que sus gobiernos manejen con sabiduría la vecindad geográfica de nuestros países. No podemos fallarles. Sigamos trabajando por la ruta del camino seguro que nos llevará al buen puerto de la prosperidad común.

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Discurso del señor presidente de la

República de Colombia, S. E.

doctor Ernesto Samper Pizano, en

la celebración de los 50 años de la

ONU

Nueva York, 24 de octubre de 1995

La celebración de los primeros 50 años de la Or-ganización es una excelente oportunidad para mirar al pasado y para planear el futuro.

La revisión de nuestra historia deja lecciones que no podemos desconocer. El multilateralismo auténtico, es decir, las decisiones basadas en el sentimiento de las mayorías, le han permitido a la humanidad librarse de algunos de sus peores problemas como el colonialismo, el apartheid y la carrera nuclear.

La semana pasada, en Cartagena de Indias, el Movimiento de los Países No Alineados celebró su XI reunión en la Cumbre y Colombia asumió la Presidencia para un período de tres años.

Los Países No Alineados ratificaron en Cartagena la vigencia del movimiento y su voluntad de trabajar activamente en beneficio de los intereses de los países del Sur. La relevancia de nuestra acción está vinculada a su capacidad de responder a los interrogantes de la política internacional de los años noventa y de prepararnos para enfrentar con éxito los desafíos del siglo XXI.

La Guerra Fría, es cierto, lo sabemos todos, se acabó, pero no se acabó la pobreza en el mundo, ni terminaron los problemas ambientales que están convirtiendo en un desierto el planeta. Tampoco terminó el apetito armamentista que todavía circula por el mundo como un fantasma.

Las viejas barreras ideológicas han sido sustituidas por nuevas barreras.

Barreras comerciales del neoproteccionismo que limitan el acceso de nuestros productos a los mercados industrializados.

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Barreras tecnológicas que nos aíslan del cono-cimiento necesario para desarrollarnos.

Barreras étnicas y religiosas a nombre de las cuales algunos se siguen matando.

En Cartagena ratificamos nuestra voluntad de seguir luchando contra esas nuevas barreras que se oponen hoy a nuestro desarrollo, como ayer lo hicieron los infranqueables muros que dividían dos sistemas políticos aparentemente irreconciliables.

Los problemas que afectan a nuestra gente cada vez más tienen una naturaleza transnacional y este hecho, en lugar de llevarnos a aceptar una nueva era de intervención, debe enfrentarse con una sólida voluntad de cooperación.

El gran desafío nace de entender que los problemas que nos están uniendo marchan a un ritmo muy superior a las soluciones que ya deberíamos haber acordado para conjurarlos.

La solidaridad internacional no solamente es La mejor respuesta: es la única respuesta.

Nos necesitamos unos a otros porque las soluciones a los problemas del mundo sólo pueden lograrse mediante acciones conjuntas.

Una de estas acciones conjuntas es la que re-querimos para conjurar el problema del narcotrá-fico.

Colombia ha sido la peor víctima del narcotráfico y el país que lo ha combatido con más éxito.

El año de 1995 pasará a la historia como el período de mayores aciertos contra los carteles de la droga.

El Cartel de Cali ha sido sometido a la justicia y la erradicación de cultivos ha llegado a niveles sin precedentes.

Propinamos un golpe de gracia al 80% del mercado de la cocaína que se está reflejando en una caída de los precios de la pasta de la coca superior a diez veces y un aumento significativo de los precios del consumo. El que estos logros permitan o no avanzar en esta lucha depende de la responsabilidad que asuman los países del mundo.

No podemos seguir en un juicio interminable de responsabilidades, cada quien disculpando su propia culpa con la culpa del vecino.

Tenemos que entender que un negocio que mueve más de US$500.000 millones por año no puede ser combatido, solitariamente, por un solo país o grupo de países.

La responsabilidad es de todos. El momento es ahora o nunca.

Tenía razón, en un discurso del día domingo, el presidente Bill Clinton, cuando destacó que los golpes que hemos dado a los narcotraficantes han sido el fruto del trabajo conjunto.

Lo asiste igualmente la razón cuando plantea la necesidad de encarar sin timidez el problema del consumo y su relación con el aumento de la criminalidad social.

Colombia acompaña al presidente Clinton en su declaratoria de guerra al lavado de los activos y dineros producidos por el mercado de las drogas.

Colombia está convencida de que el éxito de estas acciones depende de que ellas puedan concretarse multilateralmente, y no solamente en Colombia.

El delito de lavado, como delito típicamente in-ternacional, involucra actores y conductas que deben ser perseguidos y castigados en todos los países donde se presenten.

Que se castiguen los sistemas financieros de todas las partes del mundo que por acción o por omisión permitan la contaminación de sus cuentas con utilidades provenientes del tráfico de drogas. Que se sancionen las fábricas de todas las partes del mundo que a sabiendas vendan químicos utilizados como precursores para el procesamiento industrial de la droga.

Que se penalice a las compañías de todas las partes del mundo que faciliten la adquisición de bienes durables o no durables, o que promuevan el contrabando de bienes hacia los países productores para facilitar el lavado de dólares y esconder estas utilidades malditas. Y a las empresas de finca raíz que tengan el mismo censurable propósito.

Que se examine la acción de las casas de juego, de los casinos y loterías de todas las partes del mundo a través de los cuales se está produciendo el censurable maridaje entre el juego y la droga. Para derrotar al narcotráfico y disminuir sus temibles dimensiones corruptoras, desestabiliza-

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doras, y generadoras de violencia, tenemos que entender que las únicas leyes que respeta la mafia de la droga son las leyes del mercado según las cuales existe una oferta y una demanda que operan simultáneamente. Y sobre las cuales también debe actuarse de manera simultánea. Mi país, que ha pagado tantos costos humanos y económicos en esta lucha muchas veces solitaria, ha venido solicitando la convocatoria de un encuentro mundial contra la droga que concite la voluntad inequívoca de países productores, consumidores y distribuidores en el firme propósito de atacar integralmente este flagelo. Hace casi diez años firmamos la Convención de Viena contra los Estupefacientes con la esperanza de que sirviera como instrumento para llevar a cabo una estrategia de esa naturaleza. Fue un gran avance, sin duda, pero no podemos declararnos satisfechos: el narcotráfico y el consumo de estupefacientes se ha extendido cada vez a más países, envenenando más jóvenes.

Colombia sentiría honrada la memoria de los miles de personas que ha dejado en nuestro país esta larga y cruenta guerra si el mundo aceptara hacer una reflexión sincera y precisa sobre la necesidad de una efectiva cooperación internacional para superar el más importante problema de finales de siglo: el problema de la droga.

Señor presidente:

La creación de las Naciones Unidas hace 50 años sembró semillas de esperanza en toda la humanidad. Esperanzas de paz y de progreso. Fe en los mecanismos pacíficos para la solución de con-troversias y credibilidad en el multilateralismo para enfrentar los asuntos más angustiosos para la humanidad. Hoy tenemos que volver a pensar en lo que somos si queremos saber que queremos llegar a ser. La Biblia nos enseña que un pueblo sin visión no prevalece. La tarea del nuevo sistema de Naciones Unidas deber ser la de recuperar esa visión para que podamos seguir prevaleciendo como civilización, como democracia, como hombres con alma.

Muchas gracias.

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