Fijando horizontes

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El pasado 8 de diciembre se selló otro proceso electoral, el quinto en los últimos dos años, contando la celebración de las Primarias de la Unidad el 12F, y el décimo octavo luego de la llegada del difunto Hugo Chávez al poder en 1998, cuando apenas yo contaba con nueve años de edad. Nueve de esos dieciocho procesos electorales transcurrieron durante mi minoría de edad y los otros nueve, ya mayor de edad, a partir de 2007, estrenándome como elector a exactamente quince días de haber cumplido mis 18 años, en los comicios del 2 de diciembre de 2007 con el Referéndum sobre la Reforma Constitucional, y vaya que estreno, me inicié con una victoria, pues el pueblo decidió no admitir los cambios solicitados a la Constitución de la República en ninguno de los dos bloques presentados, rechazando así la propuesta hecha por el entonces presidente Chávez, significando la primera derrota electoral del oficialismo. Con ello quiero significar que en apenas seis años ejercitando mis deberes ciudadanos he concurrido, nada más y nada menos, que nueves veces a las urnas electorales, un promedio de 1,5 elecciones por año, y en tan poco tiempo he votado tantas veces que casi me he creído ser un experto en esto de elecciones, y vaya usted a creer, he vivido de todo, pero también he conocido de todo y por eso he decidido hoy emitir un punto de vista acerca del quehacer político, particularmente vivido en mi estado natal. “Ciclo cerrado” he decidido titular éste escrito, pues evidencio que en la alternativa democrática venezolana y portugueseña en particular, se hace inminente una renovación moral y un cierre y apertura de ciclo de actores. Apertura de ciclo, por una parte, a actores que estando en política no habían tenido la posibilidad de dirigir los destinos de gobiernos o el ejercicio de la representación popular y con esto para nada me circunscribo al aspecto cronológico, pues el relevo no debe verse como una ruptura generacional, debe entenderse como una cooperación entre lo actual y lo futuro, por cuanto no es dable que se descarte la experiencia, ni los valores y principios político-democráticos que sustentan a los partidos, pero se debe establecer un balance entre lo antiguo y lo nuevo. Un verdadero líder propugna el relevo generacional y motiva a la población electoral a tener credibilidad en los jóvenes como portadores de las nuevas ideas y programas que nos permitan llegar a realidades tangibles en provecho del bienestar ciudadano. Por otra parte, cierre de ciclo a actores que hasta ahora han actuado al frente de las propuestas de la Unidad Democrática, buena parte de ellos muy sobreexpuestos, dándonos la exacta dimensión de un hecho que deriva de un prolongado ayuno de liderazgo en cada una de las organizaciones democráticas. Podríamos decir que se replican de forma automática los mismos nombres desde hace quince años, y en algunos casos hasta más, para ocupar las posiciones de dirección y presencia política que nos demanda el convulso y crítico momento histórico que vive la nación. Casi se invoca un derecho divino para ocupar tal o cual cargo, ignorando que la expectativa del elector promedio es otra y muy distinta a la que ofrece un liderazgo muy desgastado y excluyente. Liderazgo que por cierto, en el mayor de los casos y con escasas excepciones, tiene muy malas cuentas que rendir tanto a la alternativa democrática en general, como a los electores, militantes de base y cuadros medios de sus propias organizaciones. Hay unos líderes históricos de la Unidad, que ya deben dar paso a las nuevas generaciones de dirigentes políticos y sociales que ávidos de trascender ven malogradas sus iniciativas de actuación y gestión política. Hay otros, que son depositarios de un claro rechazo por parte de los electores, los “auto-invitados” de siempre que terminan imponiendo sus presencias por encima de tirios y troyanos, para hacer más infortunado el camino hacia la reinstitucionalización. También causan gran daño y deben abrir paso, aquellos franquiciantes que creen que el liderazgo y los cargos se adquieren a realazo limpio o a través del atajo mediante campañas de mercadeo con total ausencia de esfuerzo propio, de sensibilidad social, de carisma y de capacidad política. Soy un joven militante que creo en los partidos, en que es imperante su fortalecimiento, pero ello pasa por que se abran a la sociedad, porque sean incluyentes y realmente democráticos, que promuevan todas las formas de participación posible, que dejen descansar sus gestiones en estructuras horizontales de participación y no verticales. Es necesario que la alternativa democrática logre conectarse con aquellos sectores de la población altamente politizados pero que no se sienten reconocidos en la actuación de esta dirigencia. Es un buen momento para apostar por la democracia, por organizaciones políticas remozadas, relegitimadas, que acepten la renovación de sus estructuras como un requisito para trascender, la democracia se cura con más democracia. Me llama la atención cuando escucho decir a dirigentes de partidos “no acepto que se metan en los asuntos internos de mi organización, nuestras interioridades las resolvemos nosotros”, que tan desfasada opinión, que tan desubicados “líderes”, es que no se han dado cuenta que la Unidad en la que convivimos hoy día hace que los problemas, las vicisitudes e incluso los éxitos de una organización nos afecten o beneficien a todos por igual, indistintamente seamos o no miembros de una u otra organización. Hasta en eso están perdidos algunos pseudolíderes a los que objetivamente debemos entregarle la carta de jubilación. Mahycol Linárez @MahycolLinarez Presidente JDS Portuguesa-UNT Fijando Horizontes CICLO CERRADO [email protected] 21 16 de Enero de 2014

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El pasado 8 de diciembre se selló otro proceso electoral, el quinto en los últimos dos años, contando la celebración de las Primarias de la Unidad el 12F, y el décimo octavo luego de la llegada del difunto Hugo Chávez al poder en 1998, cuando apenas yo contaba con nueve años de edad. Nueve de esos dieciocho procesos electorales transcurrieron durante mi minoría de edad y los otros nueve, ya mayor de edad, a partir de 2007, estrenándome como elector a exactamente quince días de haber cumplido mis 18 años, en los comicios del 2 de diciembre de 2007 con el Referéndum sobre la Reforma Constitucional, y vaya que estreno, me inicié con una victoria, pues el pueblo decidió no admitir los cambios solicitados a la Constitución de la República en ninguno de los dos bloques presentados, rechazando así la propuesta hecha por el entonces presidente Chávez, significando la primera derrota electoral del oficialismo. Con ello quiero significar que en apenas seis años ejercitando mis deberes ciudadanos he concurrido, nada más y nada menos, que nueves veces a las urnas electorales, un promedio de 1,5 elecciones por año, y en tan poco tiempo he votado tantas veces que casi me he creído ser un experto en esto de elecciones, y vaya usted a creer, he vivido de todo, pero también he conocido de todo y por eso he decidido hoy emitir un punto de vista acerca del quehacer político, particularmente vivido en mi estado natal. “Ciclo cerrado” he decidido titular éste escrito, pues evidencio que en la alternativa democrática venezolana y portugueseña en particular, se hace inminente una renovación moral y un cierre y apertura de ciclo de actores. Apertura de ciclo, por una parte, a actores que estando en política no habían tenido la posibilidad de dirigir los destinos de gobiernos o el ejercicio de la representación popular y con esto para nada me circunscribo al aspecto cronológico, pues el relevo no debe verse como una ruptura generacional, debe entenderse como una cooperación entre lo actual y lo futuro, por cuanto no es dable que se descarte la experiencia, ni los valores y principios político-democráticos que sustentan a los partidos, pero se debe establecer un balance entre lo antiguo y lo nuevo. Un verdadero líder propugna el relevo generacional y motiva a la población electoral a tener credibilidad en los jóvenes como portadores de las nuevas ideas y programas que nos permitan llegar a realidades tangibles en provecho del bienestar ciudadano. Por otra parte, cierre de ciclo a actores que hasta ahora han actuado al frente de las propuestas de la Unidad Democrática, buena parte de ellos muy sobreexpuestos, dándonos la exacta dimensión de un hecho que deriva de un prolongado ayuno de liderazgo en cada una de las organizaciones democráticas. Podríamos decir que se replican de forma automática los mismos nombres desde hace quince años, y en algunos casos hasta más, para ocupar las posiciones de dirección y presencia política que nos demanda el convulso y crítico momento histórico que vive la nación. Casi se invoca un derecho divino para ocupar tal o cual cargo, ignorando que la expectativa del elector promedio es otra y muy distinta a la que ofrece un liderazgo muy desgastado y excluyente.

Liderazgo que por cierto, en el mayor de los casos y con escasas excepciones, tiene muy malas cuentas que rendir tanto a la alternativa democrática en general, como a los electores, militantes de base y cuadros medios de sus propias organizaciones. Hay unos líderes históricos de la Unidad, que ya deben dar paso a las nuevas generaciones de dirigentes políticos y sociales que ávidos de trascender ven malogradas sus iniciativas de actuación y gestión política. Hay otros, que son depositarios de un claro rechazo por parte de los electores, los “auto-invitados” de siempre que terminan imponiendo sus presencias por encima de tirios y troyanos, para hacer más infortunado el camino hacia la reinstitucionalización. También causan gran daño y deben abrir paso, aquellos franquiciantes que creen que el liderazgo y los cargos se adquieren a realazo limpio o a través del atajo mediante campañas de mercadeo con total ausencia de esfuerzo propio, de sensibilidad social, de carisma y de capacidad política. Soy un joven militante que creo en los partidos, en que es imperante su fortalecimiento, pero ello pasa por que se abran a la sociedad, porque sean incluyentes y realmente democráticos, que promuevan todas las formas de participación posible, que dejen descansar sus gestiones en estructuras horizontales de participación y no verticales. Es necesario que la alternativa democrática logre conectarse con aquellos sectores de la población altamente politizados pero que no se sienten reconocidos en la actuación de esta dirigencia. Es un buen momento para apostar por la democracia, por organizaciones políticas remozadas, relegitimadas, que acepten la renovación de sus estructuras como un requisito para trascender, la democracia se cura con más democracia. Me llama la atención cuando escucho decir a dirigentes de partidos “no acepto que se metan en los asuntos internos de mi organización, nuestras interioridades las resolvemos nosotros”, que tan desfasada opinión, que tan desubicados “líderes”, es que no se han dado cuenta que la Unidad en la que convivimos hoy día hace que los problemas, las vicisitudes e incluso los éxitos de una organización nos afecten o beneficien a todos por igual, indistintamente seamos o no miembros de una u otra organización. Hasta en eso están perdidos algunos pseudolíderes a los que objetivamente debemos entregarle la carta de jubilación. Mahycol Linárez

@MahycolLinarez

Presidente

JDS Portuguesa-UNT

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CICLO CERRADO

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Nº 21

16 de Enero de 2014