Heuristica y Hermeneutia

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HISTORIAS DE VIDA: PROBLEMÁTICA DE INTERPRETACIÓN (LO HEURÍSTICO Y LO HERMENÉUTICO) Hoy nos parece extraño que haya existido una época histórica, en que a lo individual y lo subjetivo no se le haya asignado el puesto que le corresponde en el contexto social. Martín F. Graterol G. Profesor del Departamento de Ciencias Sociales FACE-UC Candidato a Doctor en Ciencias Sociales UCV-UC I. Lo nomotético y lo ideográfico: las palabras se escriben. Los investigadores que se han dedicado al estudio de la realidad histórica se encuentran con un problema que viene referido a la relación epistemológica entre el conocimiento de la naturaleza y el saber sobre los hechos del hombre: hasta el siglo XIX el hombre mismo había creado un paralelismo entre lo natural y lo social; la naturaleza podría ser conocida nomotéticamente y por lo tanto lo nomotético legitimaba la estructura de un verdadero conocimiento científico (universal, estable y lógicamente construido); mientras que lo histórico-social no podía ser conocido sistemáticamente; cuando más se reconocía una aproximación ideográfica centrada en la singularidad o descripción de los hechos referidos a la acción del hombre. Según Collingwood (1968: 164-165), Windelban quería dejar a un lado tal separación entre lo natural y lo histórico, a reconocer teóricamente la construcción de un conocimiento científico (racional o empírico) de lo individual: las ciencias ideográficas serían las encargadas de lo histórico y las ciencias nomotéticas abordarían lo natural. En las primeras décadas del siglo XX en la llamada historiografía tradicional y oficial seguía predominando tal fragmentación; C. Cardoso y H. Pérez B (1976: 19) sostienen que: “la misión del historiador consistía en establecer a partir de documentos, los hechos históricos, hechos singulares, individuales, que no se repiten”; los historiadores se limitaban a utilizar los documentos escritos y de estos se generaban los hechos históricos. El contenido bruto de la fuente escrita dominaba el ejercicio de la profesión del historiador tradicional. A partir de la cuarta década del siglo XX se produce un cambio radical en el seno de la heurística: la creación de los Anales por Lucien Febvre y Marc Blohc había jugado un papel determinante; “toda la concepción de la historia tradicional se derrumbó, pues su objeto, el hecho singular, dejó de dominar el horizonte del historiador” (Cardoso y Pérez, 1976:22); ahora la idea de construir una historia partiendo de los hechos, es rechazada por los investigadores más progresistas: se comprende que los investigadores de la realidad histórica no parten de los hechos como lo habían sostenido los historiadores positivistas al construir un determinado modelo de historia escrita. El historiador “no parte de los hechos, sino de los materiales históricos, de las fuentes”; él construye y decide qué es lo histórico tomando como referencia -además de la

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Filosofía

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HISTORIAS DE VIDA: PROBLEMÁTICA DE INTERPRETACIÓN (LO HEURÍSTICO Y LO

HERMENÉUTICO)

Hoy nos parece extraño que haya existido una época histórica, en que a lo individual y lo subjetivo no se le haya asignado el puesto que le corresponde en el contexto social.

Martín F. Graterol G. Profesor del Departamento de Ciencias Sociales FACE-UC

Candidato a Doctor en Ciencias Sociales UCV-UC I. Lo nomotético y lo ideográfico: las palabras se escriben.

Los investigadores que se han dedicado al estudio de la realidad histórica se encuentran con un problema que viene referido a la relación epistemológica entre el conocimiento de la naturaleza y el saber sobre los hechos del hombre: hasta el siglo XIX el hombre mismo había creado un paralelismo entre lo natural y lo social; la naturaleza podría ser conocida nomotéticamente y por lo tanto lo nomotético legitimaba la estructura de un verdadero conocimiento científico (universal, estable y lógicamente construido); mientras que lo histórico-social no podía ser conocido sistemáticamente; cuando más se reconocía una aproximación ideográfica centrada en la singularidad o descripción de los hechos referidos a la acción del hombre. Según Collingwood (1968: 164-165), Windelban quería dejar a un lado tal separación entre lo natural y lo histórico, a reconocer teóricamente la construcción de un conocimiento científico (racional o empírico) de lo individual: las ciencias ideográficas serían las encargadas de lo histórico y las ciencias nomotéticas abordarían lo natural.

En las primeras décadas del siglo XX en la llamada historiografía tradicional y oficial seguía predominando tal fragmentación; C. Cardoso y H. Pérez B (1976: 19) sostienen que: “la misión del historiador consistía en establecer a partir de documentos, los hechos históricos, hechos singulares, individuales, que no se repiten”; los historiadores se limitaban a utilizar los documentos escritos y de estos se generaban los hechos históricos. El contenido bruto de la fuente escrita dominaba el ejercicio de la profesión del historiador tradicional. A partir de la cuarta década del siglo XX se produce un cambio radical en el seno de la heurística: la creación de los Anales por Lucien Febvre y Marc Blohc había jugado un papel determinante; “toda la concepción de la historia tradicional se derrumbó, pues su objeto, el hecho singular, dejó de dominar el horizonte del historiador” (Cardoso y Pérez, 1976:22); ahora la idea de construir una historia partiendo de los hechos, es rechazada por los investigadores más progresistas: se comprende que los investigadores de la realidad histórica no parten de los hechos como lo habían sostenido los historiadores positivistas al construir un determinado modelo de historia escrita.

El historiador “no parte de los hechos, sino de los materiales históricos, de las fuentes”; él construye y decide qué es lo histórico tomando como referencia -además de la

fuente o documento- el contexto determinado en que se producen los acontecimientos objeto de la investigación; en este caso los hechos históricos no son considerados como hechos cotidianos: todo ser humano se morirá o dejará de existir algún día, esto ocurrirá independientemente de su voluntad; pero hay o se producirán muertes de individuos que son considerados como hechos históricos; Adam Schaff (1974:249-250) deja suficientemente aclarada esta cuestión.

Esas consideraciones teóricas nos pueden indicar el camino para plantear los

propósitos centrales de nuestro discurso: el desarrollo teórico-metodológico de las historias de vida (B. Sarabia, 1987:197) ha planteado que en las ciencias sociales -en este caso tomamos como referencia la llamada historia tradicional construida básicamente sobre una heurística y hermenéutica positivista y neopositivista- algunos problemas epistemológicos deben ser enfocados por los estudiosos de la realidad social no asumiendo posiciones adversativas sino buscando puntos o factores que hagan posible ver las historias de vida como una forma de ampliar el horizonte heurístico para conocer aspectos que si bien eran tomados en cuenta por los historiadores tradicionales, no le asignaban el peso necesario para la comprensión de la realidad social.

De manera que el testimonio oral o sonoro (fuente sonora) que refleja la vida cotidiana de los hombres que permanecen invisibles para los historiadores tradicionales (para o como objeto de la historia escrita); pasan ahora a tener una significación heurística central con la historia de vida; los historiadores tradicionales no deseaban captar -por razones teóricas, metodológicas y de clase- la vida cotidiana de los hombres pequeños; sólo los grandes hombres tenían reservado un puesto -de primera línea- en la historia de la sociedad.

De manera que la historia de vida se mueve en un terreno centrado en la comunicación oral voluntaria desde un presente por parte de una persona o personas que viven una praxis desarrollada en un contexto histórico-social.

La palabra: una huella contextual presente que se escucha.

El testimonio voluntariamente comunicado por alguien o por un grupo, se realiza a través de una lengua; según J.M. Briceño Guerrero (1966:173) una lengua es “un sistema concreto de signos, desarrollados históricamente que sirve como instrumento de expresión y comunicación a un pueblo determinado”. Si bien es cierto que existe una polémica semántica en torno a las diferencias entre: lengua, lenguaje y habla (ver A. Schaff, 1969:134-135-136), todos los teóricos convienen en señalar que “el lenguaje es un método exclusivamente humano, de comunicar ideas, emociones y deseos por medio de un sistema de símbolos auditivos” (Sapir, 1954:14).

El testimonio oral permite “ver” la huella que ha quedado fijada en el contexto social: esa realidad es comunicada voluntariamente y el investigador debe descodificar la significación del signo hablado tomando en cuenta que tal signo trae o arrastra lo real de la vida cotidiana (praxis); esa fuente sonora ayuda a comprender la totalidad de lo social.

En tanto que la palabra pronunciada y registrada, viene referida en cierta manera por el significado que le asigna el sujeto emisor en el seno de su grupo o la sociedad donde transcurre su vida, se presenta un problema de veracidad o autenticidad relativa de lo

narrado con respecto a lo vivido; en este momento es necesario que el investigador se dedique a cruzar o sobreponer las fuentes con que trata de reconstruir la significación de lo vivido en la vida cotidiana: las fuentes sonoras o testimonios deben ser comprobadas -cuando existan dudas con respecto a su autenticidad- con la ayuda de las fuentes escritas.

El hombre: ser indivisible histórico que habla por necesidad.

N. Hartman (1964:8) ha dicho con significativa razón que “todo individuo ...es un todo que «no puede dividirse» -es lo que quiere decir la palabra “individuo”, o no al menos sin que pierda su carácter específico”; ese ser bípedo implume tiene una partida de nacimiento y un espacio: es histórico y no puede aislarse “sino dentro de la sociedad”; por lo tanto es teórica y prácticamente imposible concebir la existencia del hombre fuera de la sociedad, como lo sería hablar de un pez que no viva en el agua.

Hoy nos parece extraño que haya existido una época histórica en que a lo individual y lo subjetivo no se le haya asignado el puesto que le corresponde en el contexto social; tal situación se planteó desde diferentes puntos de vista: 1.- Lo singular era excluido por cuanto que no se podía conceptualizar como algo universal y estable; la razón imponía que era ilógico asimilar la naturaleza a lo social; lo social no generaba conocimiento nomotético; 2.- Luego la nueva sociedad aparecía como una construcción que había sido creada por el trabajo y el sacrificio de un grupo de hombres elegidos o depositarios de una fuerza vital; los hombres comunes y corrientes no estaban capacitados para emprender la construcción de la historia; los grandes hechos políticos, militares y culturales eran objeto de estudio por parte de los historiadores oficiales; de manera que no valía la pena ni siquiera poner los ojos sobre la vida cotidiana; de esta solamente se encargaban los escritores, pintores y demás diletantes; 3.- La época de las grandes teorías se corresponde con la existencia y desarrollo de dos clases mundiales; la burguesía y el proletariado; ahora lo singular no es importante por cuanto que lo necesario es: o bien mantener en el poder a una clase mediante la legitimización de su dominación a través de un discurso ideológico; o propiciar el ascenso al poder de la clase obrera como depositaría del reino de la libertad; entonces la vida cotidiana viene a ser una referencia o indicadora de situaciones que legitiman la lucha de las clases oprimidas. Las grandes tareas dejan a un lado el desarrollo de espacios locales.

De manera que la vida cotidiana o la historia del hombre de carne y hueso ha sido relegada por diversos motivos que pudieran ser válidos para algunos desde el punto de vista teórico-práctico; lo que despierta la razón es que el estudio lingüístico en el campo de la semántica, la semiótica o la semiología haya hecho posible el rescate del valor del lenguaje como fuente sonora (el lenguaje escrito ya era una fuente desde un largo tiempo) para comprender o conocer la realidad social de una comunidad.

La historia de vida, la vida cotidiana, lo fenomenologizado a través de una praxis humana, se puede conocer a través de la historia oral; en este caso la historia oral viene a ser un método donde el objeto de estudio es el sujeto individual con su práctica social. El sujeto habla voluntariamente y en ese instante expresa una opinión que ha adquirido en el seno de un contexto social; es decir, la lengua, el idioma vivo de un individuo está determinado por tres factores: el código o significación de los signos; el grupo étnico y el desarrollo cultural del grupo social que la maneja.

Siguiendo a P. Guiraud (1960:93): la palabra es la evidencia en un contexto; no obstante se debe insistir que la palabra no es el hecho, no es la cosa; por aquello de que “la

palabra perro no muerde”. El hombre y su palabra deben ser estudiados en el contexto

social.

La historia de vidas con su método biográfico nos permite ir más allá de la simple realidad cotidiana; lo cotidiano pasa a tener un gran valor heurístico. Se reestablece la unidad de dos fenómenos que habían sido separados arbitrariamente: las prácticas cotidianas y el lenguaje.

Por ello con sobrada razón sostiene M. Wolf( 1979: 111-112) al referirse al método

etnometodológico de H. Garfínkel que la evidencia oral o del lenguaje no puede ser cuestionada, por aquello de que “toda propiedad “racional” de la acción, todo aspecto del sentido de la actividad, de su factibilidad, objetividad...es considerada como una realización contingente de prácticas comunes organizadas”; y el Dr. J.M. Briceño Guerrero (1966:175) en este orden de ideas infiere que el ser humano “al usar la lengua de su comunidad, tiene que ceñirse a ella, pues de otra manera no podría comunicarse, pero emplea los medios lingüísticos... de manera personal”. Sería oportuno conocer lo que afirma este investigador venezolano (1966: 179-180-181), con respecto a la manera de hablar el idioma español y el portugués en Latinoamérica.

II. Fuentes necesarias para abordar la realidad social. Entramos ahora a uno de los puntos centrales de nuestro discurso: lo heurístico visto

como un proceso que “consiste en buscar y reunir las fuentes necesarias” para una investigación en/de la realidad social; en el caso que nos ocupa, lo heurístico será referido a las fuentes escritas y orales: fundamentalmente a los documentos biográficos o personales.

Ciro Cardoso (1981:174-175) define a las fuentes históricas como “todos los tipos de información acerca del devenir social en el tiempo, incluyendo los canales de transmisión de dicha información; y considera que de todas las clasificaciones que se han hecho de las fuentes, la más importante es aquella que distingue las fuentes primarias (o directas) de las secundarias (o indirectas); la que opone las fuentes escritas a las no escritas (arqueológicas, iconográficas, orales, etc.); la que diferencia entre testimonios voluntarios e involuntarios (1981:175).

El ser humano (como decíamos en otra parte) desde que aparece en algún espacio-tiempo de este Planeta se dedica a construir su historia a través de una praxis diaria que le garantice poder vivir; ahora bien, según Marx-EngeIs (1968: 28) “para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo techo, vestirse y algunas cosas más” esto es lo único que garantiza la vida de los hombres y la reproducción de su propia vida; después de haber solucionado esos problemas prácticos esenciales “caemos en la cuenta de que el hombre tiene también” conciencia “(que) se manifiesta... bajo la forma del lenguaje” (Marx-EngeIs, 1968: 31); de manera que las fuentes de la historia de la humanidad han sido creadas por y en el seno de una actividad práctica histórica: primero, para tener alguna referencia fue la práctica, luego vino el verbo o la palabra que fija esa praxis; aunque en verdad lo correcto sería ver en la praxis las significaciones en forma conjunta: hombre, sociedad y lenguajes

constituyen tres “momentos que han existido desde el principio de la historia y desde el primer hombre” (Marx-EngeIs: 1968: 30).

Lo que se desea significar es que el investigador de la realidad social había cometido un pequeño olvido: no tomaba en su justa significación valorativa el conocimiento derivado del testimonio oral; siendo el lenguaje una forma de fijar y transmitir los sentimientos, la experiencia, etc. que desde un principio acompañó al hombre en la soledad de su tiempo-espacio. No obstante debemos establecer que en la historia de vida no se plantea el problema heurístico de la misma forma en que se hace en la historia tradicional; en la historia oral el investigador no va a buscar o a interpretar una fuente que ya está o ha sido elaborada según el interés de alguien en una época determinada; esto lo tiene que hacer el investigador profesional que trabaja con documentos escritos.

El investigador que centra su trabajo en lo biográfico, en el testimonio oral acerca

de un hombre o grupo con respecto a su relación con la vida cotidiana que vive (lo vivido) en el seno de una realidad observada: ese tipo de investigador debe construir o por lo menos participar en la elaboración de la fuente; la busca y establece lo que necesita conocer o comprobar; el investigador de la vida cotidiana no se pregunta si existen o no existen documentos para abordar su objeto; porque según H.R. Saltalamacchia (1987: 255) la historia de vida es una técnica que basándose en documentos personales, reconstruye el desarrollo de la vida de un ser humano; se basa fundamentalmente en “informes o testimonio oral que ofrece sobre su vida, en forma espontánea, un determinado sujeto” (Saltalamacchia, 1987: 255). Es precisamente el gran maestro P. Thompsom (1988: 169) de cuya teoría sobre la historia oral nos ocuparemos en otra ocasión quien sostiene: “Trabajamos en suma, con fuentes vivas que, precisamente por estar vivas, tienen la capacidad de cooperar... a diferencia de las piedras con inscripciones o las hojas de papel”.

Saltalamacchia (1987: 126) se pregunta desde el punto de vista heurístico y hermenéutico en qué medida el testimonio originado en una o varias entrevistas puede tener algún valor que ayude a comprender e interpretar la significación de los espacios contextuales de lo social; que esos testimonios puedan ser utilizados como símbolos descodificadores; entonces el mismo autor habla de la representatividad simbólica que puede ser determinada por medio de muestras; es decir lo representativo viene a ser esencial en la historia oral por aquello de que nos permite abstraer y comprender todas las características de la sociedad o de un grupo, en la misma proporción en que se encuentra en un individuo (el testimonio suministrado).

El valor del testimonio generado por la palabra nos permite entrar en el enfoque lingüístico o simbólico del conocimiento de la realidad social; el lenguaje viene a ser una forma instrumental de fijar a la realidad, es lo que permite al hombre representarse conceptualmente su mundo social y el natural; las palabras no son las cosas, pero las simboliza y nos sirven para captar la existencia de un mundo que se traduce por y en ellas.

E. Cassirer (1974: 47-48) reconoce la importancia de lo simbólico-representativo, pero encierra al hombre en el universo simbólico y llega a decir que “el hombre se ha envuelto en forma lingüística... en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a través de interposición de este medio artificial”; por lo tanto el hombre puede ser definido -no

como animal histórico, político o racional- sino como “un animal simbólico”.

Lo que se trata es de determinar el papel de las fuentes orales en el conocimiento de lo social; si el conocer es puro registro de datos de objetos naturales o conceptuales, por parte de un sujeto pasivo; si el investigador no necesita ir mas allá de la apariencia de las palabras y las cosas. En fin, si el hecho individual y la subjetividad deben ser tomados en cuenta a la hora de construir un conocimiento legítimo de un mundo cargado de símbolos que ya existen y se desplazan en un espacio real; el espacio aéreo ; está lleno de signos sonoros y visuales.

Los racionalistas no tenían razón. El mundo moderno que se levanta con el predominio de la razón de Estado sobre

todas las cosas y actividades del hombre, paradójicamente llegó a ser gris porque buscaba la razón donde solamente existía una realidad que estaba muy lejos de poder ser sometida a una epistemología donde lo principal era la normativa metodológica sistémica.

El mundo de la época racionalista no logró satisfacer las expectativas de un nuevo

hombre que se desplazaba por ciudades que sólo brillaban en un espacio reservado a los elegidos; el hombre estaba solo y se refugió en un mundo romántico saturado de prostitutas; lleno de oscuridad y gritando por algo que había sido sepultado: la naturaleza y el yo, lo subjetivo; otros más afortunados se quedaron viviendo “una segunda realidad”: el sueño pasa a ser el modelo que se confronta con la realidad creada por un mundo burgués de “lo razonable”, era tener buenas razones para no poseerlas.

Es el mundo donde todos los comportamientos humanos obedecen a códigos de programación social (sistemas de signos); el mundo de la naturaleza es codificado a través de un lenguaje científico para el desarrollo de la ciencia -nuevo poder controlado por la clase depositaría de la lógica de la dominación-.

El fenómeno cultural y los sistemas de signos aceptados voluntaria e involuntariamente por los individuos y los grupos, se interponen entre sujeto y objetos, a través de una lógica social de la mediación significativa que siempre está presente en la sociedad (C. Cardoso, 1981:37); de manera que desde ahora los postulados centrales del humanismo racionalista pierde validez objetiva: la opinión del sujeto dejó de ser transparente; es decir la razón objetiva también es subjetiva y la clave para captar esa nueva realidad que permanecía oculta, la dan dos teorías aparentemente contradictorias: el psicoanálisis y el marxismo; siendo los estudios realizados en el campo de la lingüística (la semántica y la semiótica) la que entierra para siempre el absurdo de pretender negar el yo individual o asignarle un código que determina la existencia. No obstante C. Cardoso (1981:38) indica” que “asimiladas las consecuencias del descubrimiento del universo sígnico, se trata de reconstruir “ el yo sobre nuevas bases” aceptando que ese yo está doblemente mediatizado: por el mundo de los signos y a través de la interpretación de esos signos.

La palabra como fundamento de lo cotidiano. Se puede hablar de una praxis o de una existencia social y ver lo cotidiano (lo

singular o individual como una representación de esa existencia social; en este sentido el discurso teórico- ideológico viene a ser la conciencia individual de ser (el entrevistado) que

deja fenomenologizar su existencia social; existencia y conciencia sobre la cual él no tiene una explicación científica y real; de aquí la importancia del estudio de las historias de vida para registrar lo que aparentemente todo el mundo ve y no se explica.

Ferrarotti (1983:50), basándose en la VI Tesis sobre Feuerbach, de Marx, sostiene que toda actividad humana es una totalización de todo un contexto social, porque una vida es una práctica que se apropia de las relaciones sociales: cada hombre es la síntesis individual y activa de una sociedad; de esta manera se fusiona lo singular y lo general.

La base teórica de Ferrarotti radica en legitimar heurísticamente el valor de la subjetividad comprendida (abstraída, observada) en la realidad social; de manera que se puede conocer la realidad social a través de lo que dice un hombre: una autobiografía. Por ello Ferrarotti habla de las mediaciones como un proceso de intercesión o intervención (individual o de un grupo) aplicado usualmente al arreglo de una diferencia (interposición de una persona u órgano entre otros dos para armonizarlos). Ferrarotti habla de un sistema de mediaciones, lo cual implica una pertenencia y una significación (en este caso aceptar la pertenencia y la significación establecida en el seno del grupo).

Las mediaciones y sus espacios (la familia, la iglesia o las religiones, el club, etc.)

nos permiten “ver” o integrar las diferentes “observaciones” o significaciones elaboradas por los distintos especialistas que abordan la realidad social; es decir, las mediaciones nos permiten identificar los espacios que sirven de enlace entre las estructuras y los individuos (estructuras: Estado, fábrica, familia, trabajo, grupos religiosos); además, los campos de acción (praxis) donde se enfrentan el individuo y la tendencia generalizada (aceptada: la lógica de la dominación) del sistema social.

Es necesario salirse de la hegemonía nomotética y tratar de crearle una nueva valoración heurística a la subjetividad porque la gente desea comprender la vida cotidiana (es decir, la historia de los individuos); de allí la necesidad de una ciencia de las mediaciones que traduzcan o interpreten las relaciones individuales (de los individuos) con las estructuras sociales o especies en los cuales se dan esas mediaciones entre lo individual, el grupo y el contexto social. Según Ferrarotti los materiales utilizados por el método biográfico se dividen en dos grandes grupos: los materiales biográficos primarios, o sea, los relatos autobiográficos directamente recolectados por el investigador; los materiales biográficos secundarios, o sea, los documentos biográficos de cualquier tipo que no han sido utilizados por un investigador en el marco de una relación primaria con sus “personajes”: correspondencia, fotos, relatos, y testimonios escritos, documentos oficiales, procesos verbales, recortes de prensa, etc. (1983:89).

III. La subjetividad es objetiva Para el enfoque del contenido de este apartado es necesario tomar en consideración

las diferencias heurísticas que hemos anotado en torno a las fuentes de historia escrita y la historia oral; no obstante en ambas maneras de hacer historia nos encontramos con la subjetividad como problema derivado de la misma estructura contextual de esas fuentes. De manera que existe una hermenéutica que se corresponde con la tradición de la historiografía tradicional que se basa en el documento escrito o gráfico; y la hermenéutica correspondiente a la historia oral que se basa principalmente en una fuente sonora que se

construye a partir de la técnica de las entrevistas, pero que a diferencia de la fuente escrita, se puede escuchar, observar la “aparición” de ese testimonio.

Hermenéuticamente no se debe establecer una diferencia entre los testimonios voluntarios (historia oral, entrevistas, las memorias) e involuntarios (correspondencias, textos escritos de diferentes tipos). Todo documento o fuente escrita, oral, visual y audiovisual “encierra” algún interés o alguna significación consciente, es la huella del género humano.

Por ello hay que superar la idea de que el historiador tradicional a través de la critica interna (“crítica de sinceridad y exactitud”) trabaja suponiendo un “sujeto transparente”, un sujeto individual cuyo interés es decir la verdad; hoy día es necesario dejar a un lado tales posturas teóricas con el apoyo de las teorías sociológicas de clases sociales y e1 enfoque del factor ideológico; de manera que el discurso debe ser analizado tomando en cuenta (no sólo su contenido) sino también sus condiciones socio-históricas en el cual se desarrolla o aparece. Enfoque que hoy se considera legítimo porque la subjetividad forma parte de la objetividad lograda en las ciencias sociales. El hombre ve, escucha, habla y degusta a través de órganos históricos que le han sido dados en un contexto temporal, espacial y social; lo individual viene a ser la síntesis en el mismo hombre singular de lo socio-histórico. De manera que el sujeto individual -es decir, que no puede ser dividido o separado de totalidad esencial y formal- viene a ser el centro de 1a actividad práctica y social.

Enfoque teórico y metodológico de la descodificación (interpretación) y

transcodificación (paso de un código a otro) de las fuentes voluntarias (historia oral, las entrevistas, las memorias, etc.): Se trata de verificar el contenido y significado del discurso; paso que se realiza después de haber estableado que el testimonio-discurso responde a lo que realmente ocurrió (si nos referimos a la historia escrita será: determinar si el documento es auténtico o falso). Esta autenticidad o falsedad se de termina a través de la crítica externa; en este caso la historia de vida (historia oral) es auxiliada por las fuentes obtenidas por la historiografía. Para ello es necesario confrontar-comparar el discurso con el contexto social donde vive el informante: tiempo-espado (categorías). De manera que la crítica externa (autenticidad y confiabilidad de las fuentes) que pudiera corresponder a la etapa heurística, debe ser vista como una fase de enlace que permite continuar con el proceso de análisis correspondiente a la crítica interna (veracidad intrínseca de las fuentes, interpretación y la crítica de sinceridad y exactitud).

Sólo es posible interpretar correctamente un texto (en nuestro caso de las historias de vida, también es válida) si se toma en cuenta: a.- la lengua (la significación de los términos); b.- las convenciones sociales: los hábitos de pensamiento. Las actitudes intelectuales, las maneras de sentir, las ideas socialmente transmitidas y los estereotipos dependen de la psicología colectivas, que cambian según el tiempo, el lugar, el grupo social y cultural, etc. Las convenciones sociales incluyen igualmente los estilos y modelos juzgados dignos de ser copiados, las modas, etc.

La hermenéutica (interpretación) del sentido exacto del discurso a partir del contexto histórico-social indicado, tiene como objetivo establecer la sinceridad y exactitud del discurso elaborado por el entrevistado; saber qué es lo verdadero en la entrevista, si lo que se dijo es exacto; en fin si hay concordancia entre lo dicho por el entrevistado y los hechos observados o conocidos a través de otras fuentes (escritas); si hay coherencia al

hacer ajustes o encuadres entre lo dicho por el entrevistado y la realidad comprobada por documentos y observaciones (en este caso es muy significativo que lo dicho por el entrevistado se puede comprobar entrevistando a otras personas que tuvieron que ver directamente o indirectamente con lo que se está investigando y se desea comprobar o refutar.)

IV. El investigador de la realidad social ahora no se conforma con abordar su objeto de

estudio tomado como referencia únicamente una base-existencia social fenomenologizada en un tiempo-espacio; comprendido por los aportes de la semántica, la semiótica, la etnometodología y otras disciplinas conectadas con la psicología- que existe una realidad subjetiva centrada en un yo singular que puede ser captado a través de un lenguaje y otras significaciones que se desarrollan en un contexto social.

La subjetividad adquiere un valor heurístico y hermenéutico el cual es captado con los métodos cualitativos desarrollados por la historia de vida o la historia oral: la palabra tiene la palabra para registrar lo cotidiano que representa la totalidad.

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