La Esquina de Milán

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Tienda de barrio

Transcript of La Esquina de Milán

! " # $ % & # ' (Esta revista nace para demostrar que todos

los aspec tos de nuestra v ida cot idiana están a un paso de poder ser conocidos en e l mundo.

Hoy es e l turno de la t ienda de La Esquina. Un s i t io que invier te poco en darse a conocer y que

probablemente nunca imaginó que podr ía estar en las redes s in necesidad de un esfuer zo económi-

co. Los mercados hacen par te de la v ida diar ia de los

barr ios, la gente e l ige e l suyo por cercanía y var iedad, a las pocas v is i tas ya se es un conocido y a par t i r de ese lugar,

de ese conocimiento y de la f recuencia con que se habita , se genera una comunidad a l imentada (en los dos sent idos) de personajes y s i tuaciones. Una comunidad de la v ida real , de lo tangible, con un diá logo constante y con un terr i tor io en común. Esa real idad que La Esquina de M i lán construyó y en la que sustenta su negocio de más de 20 años tomó, hace a lgunos meses, una dimensión digita l . Los doc tos en e l tema dirán que es una esfuer zo por crear “marca digita l” a l rededor de una t ienda, pero para hacer lo más senci l lo, esto es un movi-miento por t ras ladar esa comunidad que sustenta La Esquina, a un plano que supera la presencia l idad. S i se cumple e l objet ivo esto hará que aumente su públ ico, gracias a una exper iencia on- l ine. Con esto c laro, no queda más que sumar esta publ icación a ese esfuer zo de cuatro estudiantes de Comunicación Socia l y Per iodismo de la Univers idad Pont i f ic ia Bol ivar iana de M edel l ín , por exper imentar con la v ida y darse cuenta qué tan c ier to y qué tan apl icable es lo que su profesora t rata de enseñar les cada semana. Hasta hoy los resulta-dos son posit ivos gracias a dos fac tores que se

combinan durante e l t rabajo : la s incer idad y una buena dosis de

creat iv idad.

Día de nadaHay días en los que una vez levantada te das cuenta que no va a pasar nada. Te bañas, te ar reglas, desayunas de mala gana, y prepa-ras para sa l i r las sombri l la y la fa lsa sonr isa (porque además de ustedes chismos v i r tules, o jo que esto lo digo con car iño, nadie más t iene que enterarse de mi desorden emocional ) . Esos son los días en los que uno s iente que los dientes le quedan mal lavados y evita acercarse mucho a la gente a la hora de conversar.

Como sabía que era uno de “esos” me puse en modo “ fantasma”, es decir, yo puedo ver a todo el mundo pero nadie me ver y cuando quiero hacerme sent i r tan solo soy una presencia helada. E l pelo debido a la humedad permanece aplastado y e l ánimo igual con e l agravante de la hora del a lmuer zo. Esas dos horas de l iber tad son usadas por mis compañero, mucho más s i es lunes, para narrar toda sus histor ias sexoal icoradas del !n de semana, he

escuchado como pasan por sus camas, rubias, morenas, gagas, quinceañeras

y las de los otros. A veces, cuando es mi turno de hablar, !cciono

sábados l lenos de locura con un amante motor izado y

calvo, otras s implemente !njo tener la boca l lena.

Pasada esa tor tura , vuelvo a la cabina a esperar que sean las se is . De todas formas no va a pasar nada

porque es e l d ía de la nada, no tengo qué hacer y como

no pasó nada y este bolg es un asunto de mi v ida, esta

histor ia se t rata de NADA. Aunque eso no es del todo c ier to,

antes de l legar a mi casa pasé por La Esquina de M i lán y compré unas

gal letas de soda. Tal vez me coma algunas con atún o

s implemente les eche mantequi l la y hasta

mañana.

!"#$%!&En el barrio, en La Esquina, en la acera.

Como en una canción de salsa despierta el día en La Esquina de Milán y aquello del barrio y la acera no dista de la realidad. Un grupo de taxistas aparece desde las 5:30 a.m, se informan del panorama local, nacional e internacional, para eso una emisora y por la hora el sonido parece amplificado por varios autos. Hablan, ríen y discuten de fútbol.

A eso de las 7:00 a.m y ya con la actualidad en sus memorias, abre La Esquina, son horas de hacerse a un tinto y por turnos van pasando. Que “buenos días”, que “cómo amaneció”, “¿si supo lo de aquella?”, “¿si supo lo de aquel?” y “si vio cómo llovió anoche”. Las gentes a sus desayunos y como no falta que algo falte vamos a la tienda para comprar el quesito, la leche, las arepas, los huevos, el café o la lonchera.

Algunos aparecen en pijama y la naturaleza del cuerpo hace mucho más cotidiano este despertar, lo mismo que la imposibilidad para combinar, de algunos. Para los hombres medias hasta la rodilla, tennis para el ejercicio, pantaloneta azul, roja o naranja, camiseta verde, blanca o “habanita” y gorra con logo empresarial. Para ellas maya fucsia con raya negra, camiseta de Coveñas o la que le hace conjunto a la maya, y tennis para ir a trotar. Todos con el billete y las mone-das comprimidos en la mano. “En la Voz de Colombia diez treinta minutos. La Voz de Colombia,

nació y creció contigo”. Sandro de América, Miriam Hernández, Ana Gabriel, Jeanette y

Tormenta se sientan a ver pasar la mañana entre las hojas de los árboles,

que se mecen en frente de La Esquina de Milán, como la ventana perfecta para

pensar en que: “quieren ser como el niño aquel, como el hombre aquel que es feliz, y soñar

y vivir, y olvidar el rencor… y sentir solo amor”. Pasa la mañana.

La hora del almuerzo parece una escena repetida. Falta un plátano, el arroz, el triguisar o la gaseosa. La gente ya luce su baño con un mejor atuendo y el perro también acude a la compra, espera en la puerta y observa el andar de las bicicletas de La Esquina, pues los más ocupados pidieron un domicilio. Salen las bolsas negras, justas para meter toda la tienda, de ser necesario.

Pasada la siesta, llegan los niños del colegio. No saben para qué les alcanza el dinero que llevan pero siempre logran la gloria con una golosina. Corren por el almuerzo, se quitan medio uniforme y vuelven para comprar uno de esos pliegos de cartulina en colores pastel, azul, amarillo o rosado. Un marcador para delinear el mapa políti-

co de Colombia y distintos pedazos de papel globo para hacer bolitas y llenar las regiones. Se va la tarde.

La nevera de las cervezas empieza a sonar, a la par que la materialización musical de un deseo común. El retrato de una hombre que bien

podría ser el que viene a la tienda cada vez que se le ocurre y no siempre para comprar: “yo me levanto por la mañana me doy un

baño y me perfumo, me tomo un buen desayuno y no hago más na, más na…”

A las nueve de la noche, las sillas y mesas de La Esquina están adentro, las puertas se cierran, las luces se apagan, la música se calla y los empleados se van a descansar. Que “buenas noches, que “con mucho gusto”, que “aquí no

fiamos”, que “eso no volvió a llegar”, que “el camión viene mañana para que cambie las tapitas”.

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