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XI Jornadas de Economía Crítica
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La Evaluación Social Multi-criterio como alternativa para la
evaluación de la política de conservación de la naturaleza
María Ángeles Díez Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU)
Iker Etxano Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU)
1. Introducción
El contexto que aglutina el diseño de políticas públicas adquiere hoy en día una complejidad
creciente por diferentes motivos. Entre otros, restricciones derivadas de razones
medioambientales han sido incorporadas al ámbito de la decisión de políticas públicas. La
sostenibilidad ha sido asumida al objeto de evitar actuaciones que hayan podido perjudicar el
medio ambiente. En este mismo contexto, la participación pública también se está convirtiendo
en un aspecto de relevancia creciente. Pensamos que, desde una perspectiva democrática
amplia, la sociedad civil debería tener una presencia creciente en las decisiones públicas. De
este modo, métodos de evaluación de políticas públicas que incluyan ambos aspectos
(sostenibilidad y participación) han sido desarrollados durante las últimas décadas junto con la
aplicación de otros métodos que todavía permanecen fundamentalmente inamovibles.
Por otro lado, la conservación de la naturaleza es una de las estrategias que han sido
tradicionalmente adoptadas para preservar el medio ambiente. Las estrategias de conservación
han sido desarrolladas, entre otros, a través de la promoción de los Espacios Naturales
Protegidos (ENP). Estos lugares se caracterizan por contener una serie amplia de atributos,
tales como económicos, sociales y territoriales, además de los ambientales. Todos ellos
deberían ser tenidos en cuenta a fin de llevar a cabo un proceso de evaluación completo.
Asimismo, la superficie protegida ha crecido considerablemente debido al apoyo y promoción
ejercidas en torno a las estrategias de conservación. La implementación de la Red Natura 2000
en la Unión Europea es un buen ejemplo de la relevancia que la conservación de la naturaleza
está adquiriendo hoy en día en todas sus dimensiones.
En cuanto a los contenidos de esta comunicación, en el primer apartado se lleva a cabo una
revisión conceptual del Análisis Coste Beneficio (ACB) en la medida en que ha sido uno de los
principales, sino el principal, métodos de evaluación de la política medioambiental. Ello nos
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conduce a poner en tela de juicio si es un método apropiado para la evaluación de la política de
conservación. En segundo lugar se describen las principales características del Análisis Multi-
criterio (AMC) y se revisa su aplicación a la política de conservación. El tercer apartado explora
la potencialidad de la Evaluación Social Multi-criterio (ESMC), un método particular dentro de la
familia del multi-criterio, para evaluar la próxima implementación de la Red Natura 2000
prevista en la CAPV. Finalmente, las principales ideas son sucintamente recogidas en un último
apartado.
2. Análisis Coste Beneficio: la vía tradicional de valorar la política medioambiental
2.1. Fundamento
La idea que descansa en el ACB es la comparación entre las ganancias (beneficios) y pérdidas
(costes) que un determinado proyecto o política concreta puede producir en la sociedad. Los
costes y beneficios son definidos de acuerdo con la satisfacción de preferencias sociales. De
hecho, los efectos generados por proyecto son valorados en el modo en que los individuos
afectados los valorarían. De este modo, la agregación de las preferencias individuales son
valoradas como preferencias sociales. Sin embargo, tanto costes como beneficios son relativos
en la medida en que están relacionadas con el bienestar individual (utilidad de los individuos).
Tal como se desprende de lo anterior, el ACB encuentra su fundamento en la Economía del
Bienestar. El principio por el que se rige el fundamento teórico del ACB es que los ‘ganadores’
en relación a un determinado proyecto/política hipotéticamente pueden más que compensar a
los ‘perdedores’, pues se obtiene un mayor bienestar conjunto incluso tras la compensación. La
sociedad, por tanto, estará mejor en su conjunto. Esto es conocido como el criterio de
compensación de Kaldor-Hicks, que además es consistente con el óptimo de Pareto. Esto es,
para los ‘perdedores’ la situación inicial es indiferente con respecto a la situación posterior (una
vez ejecutado el proyecto) pues han sido compensados, mientras que para los ‘ganadores’,
siempre que puedan ‘sobre-compensar’, la situación posterior es preferida a la inicial.
En el ámbito de la gestión medioambiental el ACB es un método de evaluación que valora en
términos monetarios los cambios producidos en la calidad medioambiental. Si el cambio
producido por el ser humano (determinado proyecto) implica una mejor calidad
medioambiental, en términos monetarios, será valorado por la Disposición a Pagar (DAP) de
los individuos por ello –esto es, beneficio. Por el contrario, si el proyecto supone un
empeoramiento de la calidad medioambiental lo que debe ser valorado es la Disposición a
Aceptar (DAA) de los individuos –coste. Por tanto, la compensación de los ‘ganadores’ a los
‘perdedores’, en caso de que exista, es valorada en términos monetarios.
El ACB ha sido diseñado para contrastar si los beneficios derivados de un determinado
proyecto superan sus costes, y en caso de que así sea el proyecto se pondrá en marcha. En
concreto, los beneficios y costes derivados del mismo a lo largo de la vida del proyecto son
considerados como Valor Presente Neto (VPN). Es decir, tanto los efectos positivos como
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negativos que un determinado proyecto genera a lo largo del tiempo (en el futuro) han de ser
considerados en el presente, cuando se ha de tomar la decisión. La regla de decisión, por
tanto, es un VPN positivo tal como refleja la Ecuación 1:
0)1(
)(1 ft
T
ttt
r
CBVPN
+
−=∑= (1)
donde Bt y Ct son los beneficios y costes respectivamente en el año t y r es la tasa de
descuento.
Si el VPN es negativo el proyecto no se pondrá en marcha; debería de ser positivo para que el
proyecto sea aceptado. Cuando un solo proyecto es valorado los gestores públicos deben
decidir si aceptan o rechazan el proyecto en función del VPN. En estos casos la intensidad
monetaria (característica cardinal) es el criterio seguido para tal decisión. Pero cuando
diferentes alternativas son valoradas (todas ellas con VPN > 0) la decisión corresponderá a
aquella alternativa que mayor VPN tenga, y por tanto se podrá llevar a cabo una clasificación
ordinal de las diferentes alternativas en función del VPN (característica ordinal). En cualquier
caso, la regla de decisión del ACB sólo es operativa bajo la condición de ‘conmensurabilidad
fuerte’ –‘strong commensurability’– (Munda, 1996), esto es, cuando todos los beneficios y
costes ligados a una determinada acción se transforman en una única unidad de medida (por
ejemplo una medida monetaria como el VPN).
El descuento futuro es un profundo tema de debate (y desacuerdo) entre los economistas. Por
lo general a los beneficios y costes futuros se les otorga una importancia menor que en el
presente, por lo que se pone de manifiesto el asunto del descuento. El descuento refleja en qué
medida los economistas tienen en cuenta los cambios de preferencias para costes y beneficios
en el tiempo, y por tanto la tasa de descuento (r) es un medio para reflejar la preferencia
temporal. En relación a la Ecuación 1, el futuro debe ser descontado para lograr un valor
presente, lo que depende de la preferencia temporal (más o menos a favor con respecto al
futuro). Así, cuanto mayor sea el horizonte temporal del proyecto (mayor t) y cuanto mayor sea
la preferencia social por el futuro (mayor r) menor será el VPN.
El ACB ha sido específicamente diseñado para incluir costes y beneficios medioambientales y
ha sido empleado como método de evaluación de políticas medioambientales en los EEUU
principalmente desde el decenio de 19701. Fue extensivamente aplicado en la evaluación de
nuevas regulaciones tras la Executive Order 12291, promovida por Reagan en 1981. En
Europa, un marco legal más reciente, la 1995 Environment Act en el Reino Unido, prevé el
empleo del ACB en el ámbito de la ejecución de políticas públicas en materia medioambiental.
El ACB ha sido utilizado como instrumento de evaluación en diferentes áreas de la política
medioambiental. Ha sido empleado tanto para valorar efectos medioambientales globales (ej.:
efecto invernadero, agujero de la capa de ozono, etc.) como asuntos abordados desde la
1 Hanley y Spash (1993) explican extensamente cómo ha sido el desarrollo del ACB en los EEUU.
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perspectiva local (ej.: mejora de la calidad del agua, reducción del plomo en la gasolina, control
de la contaminación por nitratos, evaluación de códigos de prácticas forestales, etc.). Con
respecto a la conservación de la naturaleza, tal como se aborda en el epígrafe 2.3, la
valoración económica de los hábitats protegidos ha sido una vía común explotada para conocer
sus beneficios y poder contrastarlos con los costes asociados a la conservación.
2.2. Sostenibilidad, paradigmas y ACB
El concepto de Desarrollo Sostenible (DS) ha sido formalmente tomado de la propuesta de la
‘Comisión Brundtland’ de las Naciones Unidas en 1987 como el Desarrollo que
“satisface las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Esta ambigua definición ha acarreado numerosas interpretaciones y conflictos a lo largo de las
dos últimas décadas entre científicos, decisores de políticas públicas y la sociedad civil. Sin
embargo, hay dos aspectos inherentes derivados de esta definición: equidad intergeneracional
y equidad intrageneracional. La primera tiene en cuenta la magnitud tiempo, lo que pone de
relieve la necesaria consideración del bienestar de las generaciones futuras cuando políticas
en relación al DS son adoptadas en el presente. Por el contrario, la segunda tiene por objeto la
naturaleza de las desiguales actuaciones de orden socioeconómico y medioambiental
actualmente existentes entre países ricos y pobres a nivel mundial.
Desde una perspectiva economicista el DS está relacionado con el crecimiento económico y la
acumulación de capital. El término DS ha sido ampliamente aceptado en la medida en que la
idea de que el crecimiento económico debe ser compatible con una alta calidad
medioambiental ha calado, y por tanto, según esta línea, no puede ser a costa de las
generaciones futuras. Asimismo, el crecimiento económico está vinculado a funciones de
producción y a la acumulación de capital. La acumulación de capital incrementa la capacidad
de la economía para producir bienes y servicios y de este modo la sociedad obtiene un mayor
bienestar. En este sentido conviene aclarar que existen diferentes tipos de capital. Por un lado
el capital natural representa los recursos naturales (renovables y no-renovables), que se
diferencia del capital reproducible (van Kooten y Bulte, 2000), compuesto a su vez por el capital
humano (conocimiento) y capital físico (bienes empleados para productor otros bienes y
servicios).
Desde la perspectiva medioambiental un asunto de importancia es hasta qué punto el capital
natural y el reproducible son sustitutivos, y en caso de que lo sean qué efectos genera en el
bienestar de la sociedad. Ello nos conduce a los conceptos de sostenibilidad fuerte y
sostenibilidad débil, ya que son definidos en términos del grado de sustitución entre capital
natural y reproducible. La sostenibilidad débil implica un alto grado de sustitución (ej.: la
construcción de infraestructuras viarias puede compensar el decremento de la calidad
ambiental en términos de bienestar social derivados de su uso) mientras que la sostenibilidad
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fuerte supone la no sustitución (ej.: la pérdida de ciertas especies biológicas no puede ser
reemplazada por el incremento de utilidad derivado del uso de aquellas infraestructuras). Por
tanto, ¿hasta qué punto deberían ser sustitutivos el capital natural y el reproducible? ¿El capital
reproducible genera suficiente bienestar como para compensar la pérdida de capital natural?
Las posiciones favorables a la sostenibilidad fuerte argumentan la existencia de un umbral
crítico de capital natural el cual no deberíamos traspasar2.
van Kooten y Bulte (2000) establecen una correspondencia directa entre los enfoques sobre la
sostenibilidad y paradigmas científicos. La sostenibilidad débil y fuerte son asociadas
respectivamente con los paradigmas neoclásico y ecológico. Los principios sobre los que se
rige cada uno de ellos se recogen en el Cuadro 1. En el área concreta de la Economía, el
paradigma neoclásico (tal como se define en el Cuadro 1) se asocia en la Economía Ambiental,
mientras que el paradigma ecológico se relaciona con la Economía Ecológica.
Cuadro 1: Neoclásico vs Ecológico – visiones sobre la sostenibilidad Neoclásico (economicista) Ecológico
1. Centrado en lo que ocurre en términos marginales porque es en este contexto donde se tomas las decisiones. La escala de la economía en relación a la base de recursos es irrelevante.
1. Centrado las posibilidades de irreversibilidad y ecosistemas en gran escala. Existen efectos de escala – ciertos elementos podrían desencadenar la puesta en marcha de procesos ecosistémicos de gran escala que desemboquen en pérdidas irreversibles del funcionamiento de los ecosistemas.
2. Los economistas utilizan modelos estáticos que asumen la existencia de equilibrio.
2. Los modelos en ecología se fundamentan en la resiliencia y en la dinámica de no-equilibrio.
3. El sistema de valoración empleado es utilitario. 3. El sistema de valoración debe provenir de fuera de la ecología porque la ecología no posee el suyo propio.
4. La medición se realiza en función de valores monetarios que valoran cambios en la calidad ambiental.
4. En general se opone a la valoración monetaria, en especial en la medida en que es aplicada sobre decisiones que afectan a la productividad de ecosistemas amenazados y de gran escala.
5. Los precios juegan un papel importante ya que reflejan escasez y por tanto promueven sustitución e innovación tecnológica. El cambio tecnológico, aunque impredecible y difícil de valorar, ha demostrado ser un factor poderoso en el pasado y continuará siéndolo en el futuro.
5. El papel de los precios y del cambio tecnológico es infravalorado. Los precios no reflejan la realidad debido a la existencia de externalidades. El cambio tecnológico es impredecible y poco fiable para resolver problemas futuros.
6. El descuento y el valor presente son utilizados. 6. En general se opone al descuento y el énfasis es puesto en las generaciones futuras.
7. Las generaciones actuales deben a las futuras tanto como a ellas mismas, lo que conduce a mantener una acumulación de capital no decreciente. Se han de realizar suficientes inversiones para compensar a las generaciones futuras por el uso (o degradación) de ciertos recursos.
7. Salvaguardar el funcionamiento de ecosistemas de gran escala principalmente para satisfacer la preocupación sobre la equidad intergeneracional. Preservación de la variedad de las funciones de los ecosistemas es lo importante de cara al futuro (destacan los servicios estéticos).
9. El estándar mínimo de seguridad de conservación permite trade-offs.
9. El principio de precaución permite un alcance menor para equilibrar costes y beneficios.
10. Destacan los derechos de propiedad individuales, siendo el gobierno el encargado de establecer y aplicar las “reglas de la ley”, y en los casos que sea necesario, confiando en el Estado para la corrección de externalidades.
10. El individualismo es entendido como fuente de degradación medioambiental. La intervención del Estado es necesaria para la protección de los ecosistemas.
Fuente: tomado de van Kooten and Bulte (2000:243).
2 Este aspecto es tratado en profundidad por diferentes autores (ver por ejemplo, Turner et al., 1994; van Kooten y Bulte, 2000).
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En el contexto del ACB el grado de compensación relacionado con las sustituciones entre
capital natural y reproducible es un factor crucial. Esto es, hasta qué punto el criterio de
compensación puede ser ejecutado dependiendo de la visión de sostenibilidad adoptada. El
ACB puede ser efectivamente integrado en el enfoque de la sostenibilidad débil ya que supone
una sustitución total entre capital reproducible y capital natural. Por lo tanto, un trade-off entre
éstos, apoyado en el criterio de compensación, guarda coherencia. Por el contrario, bajo el
mismo razonamiento, el ACB debería ser descartado en relación a la sostenibilidad fuerte ya
que el capital natural y reproducible no pueden ser compensados, esto es, el principio de
compensación no resulta operativo.
Hay otros dos aspectos relevantes que conviene señalar en relación a la sostenibilidad en el
marco del ACB. En primer lugar, se debe destacar el inconveniente que supone la
consideración del descuento. Si un determinado proyecto causa un perjuicio a largo plazo (ej.:
residuos nucleares, pérdida de biodiversidad genética, etc.) el hecho de descontarlo supondrá
que el valor presente de tal perjuicio parezca bajo. En otras palabras, cuanto mayor sea la tasa
de descuento menos importante será el impacto futuro del perjuicio medioambiental –la
reducción de la tasa de descuento sólo es una solución aritmética pero no medioambiental.
Además, el descuento supone que los proyectos que sólo proporcionan beneficios a largo
plazo, tanto medioambientales como paisajísticos, sean más difíciles de justificar. Así, se
concluye que el descuento puede fomentar un consumo más intensivo de recursos no
renovables en perjuicio de las generaciones futuras, lo que lo aliena con el paradigma
neoclásico.
En segundo término, se ha puesto de manifiesto el aspecto distributivo relacionado con el ACB
(Munda, 1996). Este método de evaluación resulta débil desde el punto de vista de la equidad
distributiva. La hipotética compensación que la economía del bienestar predice no considera
los diferentes niveles de renta existentes, por lo que los beneficios y costes derivados no
impactan de igual manera sobre el conjunto de la sociedad.
2.3. ACB y política de conservación de la naturaleza
El primer paso del proceso de evaluación del ACB es la identificación de tanto los beneficios
como los costes derivados del proyecto propuesto. Los beneficios y costes relacionados con la
ejecución de la política de conservación de la naturaleza son detalladamente explicados por
Dixon y Sherman (1990). Existen diferentes modos de clasificar los beneficios de acuerdo con
los criterios empleados y los objetivos establecidos para cada tipo de ENP analizado. Sin
embargo, los beneficios ligados a los ENP, en su conjunto, pueden ser identificados de la
siguiente manera:
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a. Beneficios medioambientales. Éste es el principal motivo por el que una determinada
área es protegida (protección fluvial, procesos ecológicos, conservación de la
biodiversidad, etc.).
b. Recreo, turismo y desarrollo rural. El uso público es en general uno de los principales
objetivos de los ENP. El turismo también guarda estrecha relación con el desarrollo
rural en la medida en que proporciona ingresos para la población local. De hecho, para
numerosas áreas rurales donde se sitúan las áreas protegidas las actuaciones
conservacionistas tienen una relevancia socioeconómica de calado, llegando a ser
integradas en los programas de desarrollo rural.
c. Educación e investigación. Los ENP pueden ser apropiadamente utilizados tanto para
objetivos de investigación como para desarrollar actividades educativas en la medida
en que son lugares donde se ejercen buenas prácticas medioambientales. Estos
beneficios también pueden encuadrarse en el uso público entendido en sentido amplio
pues se derivan del mismo.
d. Beneficios consuntivos. Éstos son los generalmente derivados de la agricultura y
silvicultura (productos agroalimentarios, madera, etc.), y cuyo resultado se obtiene de
las actividades productivas. Sin embargo, estas actividades suelen estar sujetas a
ciertos grados de restricción a fin de prevenir posibles daños medioambientales
asociados a las mismas.
e. Beneficios no-consuntivos. A diferencia de los anteriores, estos beneficios no se
derivan del uso directo del ENP. Son representados por los valores estéticos, culturales
o históricos del ENP, aunque el principal beneficio no-consuntivo es el ‘valor de
existencia’ (Azqueta, 2002), vinculado al mantenimiento de los recursos naturales. De
hecho, la mera existencia de un espacio natural se puede valorar positivamente al
margen de su uso directo presente o futuro.
f. Valor futuro. La protección de ciertas áreas asegura una serie de beneficios
(consuntivos o no-consuntivos) derivados de su potencial uso futuro. Este concepto
también ha sido denominado ‘valor de opción’ (Garrod y Willis, 1999; Azqueta, 2002)
en la medida en que la población puede tener la opción de usar/explotar el ENP en el
futuro.
Siguiendo un enfoque más formal todos los beneficios identificados pueden considerarse tanto
valores de uso como valores de no-uso a fin de alcanzar una medida de valor agregado, tal que
obtendríamos el Valor Económico Total (Turner et al., 1994; Azqueta, 2002).
Por otra parte, no debemos olvidar que la política de conservación también ha de hacer frente a
una serie de costes derivados de la declaración y gestión de los ENP. Su volumen total
depende tanto de las medidas de conservación establecidas como de las actividades
económicas desarrolladas en el ENP. De acuerdo con Dixon y Sherman (1990) se identifican 3
principales tipos de coste:
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a. Costes directos. Estos costes representan desembolsos realizados con cargo, por lo
general, a los presupuestos públicos. Están directamente relacionados con el
establecimiento y gestión de los ENP y comprenden diferentes categorías (compra de
tierras, infraestructuras, costes de plantilla, programa de protección, etc.).
b. Costes indirectos. Incluyen los impactos adversos derivados del establecimiento del
ENP, tales como el perjuicio a la propiedad privada. Los perjuicios más significativos
probablemente estén constituidos por las restricciones de uso y actividad impuestas
sobre determinadas zonas y actividades productivas desarrolladas en el ENP (ej.:
silvicultura), lo que suele requerir de compensaciones económicas.
c. Costes de oportunidad. Este coste representa el potencial beneficio al que la sociedad
renuncia cuando un determinado lugar es protegido en vez de dedicarlo a un uso
alternativo. Su volumen así como las características de los usos alternativos, si los
hubiere, juegan un papel esencial en el proceso de declaración del ENP.
Sin embargo, tras la identificación de beneficios y costes la mayor dificultad se centra en su
valoración económica. La conversión de tanto beneficios como costes en términos monetarios
no está exenta de dificultades metodológicas. Ello es básicamente debido a que no hay
mercados de bienes ambientales donde éstos sean valorados y por tanto no se les puede
asignar precio alguno. De hecho, la mayor parte de los bienes ambientales cumplen las dos
condiciones para ser considerados bienes públicos (Garrod y Willis, 1999): no-rivalidad y no-
exclusión en su consumo. Así, bienes ambientales tales como la calidad del aire, los paisajes
naturales o la regulación hídrica son bienes públicos. Estos bienes incrementan el bienestar
social pero carecen de mercado y por tanto producen beneficios de no-mercado, lo que
conlleva dificulta su valoración económica.
Para afrontar tal valoración la Economía Ambiental ha ideado diferentes métodos. A pesar de
sus limitaciones la Valoración Contingente (VC) y el Método del Coste de Viaje han sido los
más empleados, y el Método de Precios Hedónicos en menor medida. Los dos primeros han
sido básicamente utilizados para conocer el valor recreativo de los ENP (ver Azqueta, 1996).
Sin embargo, la VC ha sido empleada en investigaciones dirigidas a valorar una serie amplia
de beneficios, tales como los no-consuntivos (valores de no-uso), y atribuir así un determinado
valor a ciertas áreas protegidas.
La VC ha sido el principal método utilizado en el marco del ACB a fin de valorar los beneficios
derivados de la protección de hábitats. La VC se encuadra dentro de los métodos de
preferencias declaradas, que consisten en interpelar a una muestra representativa de
individuos sobre el valor que atribuirían a un determinado bien ambiental bajo las condiciones
de un hipotético mercado. Así, los individuos encuestados son preguntados sobre la DAP por
preservar el lugar en cuestión o ciertos bienes contenidos en el mismo. Por tanto, éste es un
método que encaja perfectamente en marco del ACB y la economía del bienestar. No obstante,
diferentes autores (Hanley y Spash, 1993; Turner et al., 1994) han puesto de relieve
dificultades asociadas al mismo. Las limitaciones hacen referencia esencialmente a los sesgos
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puestos de manifiesto durante el proceso de aplicación, lo que puede desviar el resultado final
del valor ‘real’. Los sesgos pueden ser de diferente naturaleza, tales como el sesgo estratégico,
el sesgo en el diseño del cuestionario, el sesgo cognitivo y los sesgos hipotéticos y de
contexto, lo que en cualquier caso puede conducir a la sistemática sobreestimación o
subestimación del valor.
Para el caso particular de la valoración de beneficios derivados de la protección de la
biodiversidad se destacan dos problemas principales (Hanley et al., 1995). Por un lado, las
preferencias con respecto a la biodiversidad pueden ser lexicográficas en vez de utilitarias. En
caso de que así sea el ACB no será un apropiado instrumento de evaluación para la protección
de la biodiversidad ya que las preferencias lexicográficas son incompatibles con el criterio de
compensación de Kaldor-Hicks. Por otro lado, el grado de información que los encuestados
tienen sobre la biodiversidad es un factor clave. Cuanto menor sea el nivel de información más
problemático será el empleo de la VC como medio para valorar los beneficios
conservacionistas. Mejoras metodológicas han sido adoptadas en las últimas décadas al objeto
de superar total o parcialmente las dificultadas señaladas al tiempo que ha emergido la
utilización de otros métodos de evaluación (ej.: experimentos de elección, talleres de
valoración).
Sin embargo, han sido numerosos los estudios desarrollados a fin de asignar un determinado
valor monetario a las áreas objeto de análisis. Algunos autores recogen compilaciones de los
trabajos realizados con este propósito (ver por ej. Nunes et al., 2003:58). En general, la DAP
varía sensiblemente en función del área objeto de análisis además de que la diferencia entre
los valores máximos y mínimos de la DAP de una misma área puede llegar a ser muy
significativa.
Finalmente, como último paso en el desarrollo del ACB se deben comparar los beneficios y
costes a valor presente. Investigaciones desarrolladas en Inglaterra en relación a la
implementación de programas de conservación en determinadas áreas ponen de manifiesto
que los beneficios son superiores a los costes (Garrod et al., 1994; Willis et al., 1996). No
obstante, en la mayoría de casos los beneficios son subvalorados frente a los costes. A
diferencia de los costes de oportunidad, cuyo cálculo puede depender de numerosos factores,
conocer los costes directos e indirectos supone menos recursos y tiempo. Además, en la
mayoría de casos los beneficios totales de una determinada área son superiores a los
directamente cuantificables (Dixon and Sherman, 1990).
2.4. Es el ACB un método adecuado para evaluar la política de conservación de la naturaleza?
El uso del ACB como instrumento de evaluación de la política de conservación de la naturaleza
está supeditado a una serie de restricciones inherentes al propio método. Sin embargo, pese a
estas limitaciones no podemos calificar el ACB como un método menor, aunque debemos ser
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conscientes de la parcialidad y en ocasiones arbitrariedad que conlleva este método (van Delft
y Nijkamp, 1977). No obstante, tal como se expone a continuación, el ACB también posee una
serie de puntos fuertes.
Las principales ventajas ligadas al ACB en general, y de manera particular en el marco de la
evaluación de la política de conservación, pueden sintetizarse de la siguiente manera:
• Es un método sólido en el ámbito de decisión de las políticas públicas, que además
impone disciplina en el debate de la política medioambiental.
• Los valores ambientales son explícitamente incorporados a la decisión de la política
pública. Por tanto, el trade-off entre beneficios y costes no es implícito, sino explícito, lo
que resulta de relevancia en situaciones de recursos limitados.
• El ACB se basa en un marco teórico sólidamente definido. Los resultados obtenidos
deben ser eficientes desde el punto de vista económico.
• La valoración económica puede ser un instrumento eficaz a fin de calcular las
compensaciones económicas una vez que el daño ambiental se haya producido (ej.:
vertidos petrolíferos, inundaciones, etc.).
• La valoración económica es válida para el cálculo de compensaciones económicas
dirigidas a paliar las restricciones de uso y actividades impuestas por la normativa de
los ENP sobre determinados agentes. Asimismo, también puede ser utilizable para el
cálculo de pagos por servicios ambientales.
Por el contrario, las principales desventajas del ACB pueden resumirse en las siguientes:
• Problemas derivados de la comparación interpersonal de utilidad y de la agregación de
preferencias individuales en una función de bienestar social. Además, el ACB resulta
débil desde el punto de vista de la equidad distributiva.
• La incertidumbre está implícita en diferentes aspectos relacionados con el ACB, tales
como variaciones de precios en el futuro, impactos en los ecosistemas o la respuesta
humana ante cualquier impacto adverso.
• Crítica al descuento futuro: problemas derivados de la selección de una tasa de
descuento social; las preferencias de las generaciones futuras pueden estar en riesgo;
el descuento podría promover los daños medioambientales.
• El ACB tiene claros límites medioambientales. La valoración económica del medio
ambiente no está exenta de dificultades, tales como los sesgos que puede acarrear la
VC. La valoración de los bienes carentes de mercado ha sido puesta en cuestión por
diferentes motivos, tales como su fiabilidad, validez y capacidad para transferir
resultados (Hanley y Spash, 1993), y en particular la valoración de beneficios derivados
de la protección de la biodiversidad (Hanley et al., 1995).
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• En consecuencia, las estimaciones sobre el valor de los beneficios y costes de
conservación de la biodiversidad son excesivamente imprecisas e incompletas para ser
útiles, por lo que la utilización del ACB como instrumento de evaluación exhaustivo
resulta problemático en la mayoría de los casos reales (Nunes et al., 2003).
• El mecanismo del ACB asume una lógica cardinal en vez de ordinal, esto es, considera
preferentemente la magnitud de los beneficios netos antes que la importancia de los
mismos, lo que facilita la existencia de daños medioambientales irreversibles.
Sin embargo, además de las limitaciones metodológicas y operativas hay una serie de razones
que, desde nuestro punto de vista, desaconsejan el uso extensivo del ACB. Las siguientes
desventajas están relacionadas con la visión de sostenibilidad adoptada, lo que se encuentra
en la base de nuestra posición a favor del AMC.
• El esencial problema inherente al ACB es el empleo de un criterio mono-dimensional
(van Delft y Nijkamp, 1977). La transformación de todos los efectos detectados en
términos monetarios supone que la decisión final se tome en función de un solo criterio.
• En el marco de la conservación de la naturaleza resulta reduccionista la conversión de
todos los atributos relacionados con los ENP (medioambientales, territoriales,
biológicos, socioeconómicos, etc.) en una sola dimensión monetaria.
• Además, la utilización de esta dimensión monetaria está ligada al criterio de
compensación, cuyo mecanismo no es compatible con la sostenibilidad fuerte. Es más,
el ACB apoya un posicionamiento a favor de la sostenibilidad débil.
Cuando se declara un área protegida, en principio, se asume que sus hábitats y
especies serán protegidos ‘para siempre’. Los espacios naturales no suelen ser
protegidos para un periodo, por ejemplo, de 10 ó 15 años, sino que su protección
supone una visión de largo plazo. Este enfoque está vinculado con la sostenibilidad
fuerte en la medida en que en el área en cuestión no se produce sustitución alguna del
capital natural. Así, bajo esta perspectiva, es razonable concluir que el empleo de una
herramienta de evaluación inherentemente asociada a tal sustitución, como ocurre con
el ACB, debe ser relegada a un segundo plano. Sin embargo, no deben ser
desestimados los aspectos positivos del ACB en relación a la conservación de la
naturaleza, tales como la estimación de las compensaciones económicas o los pagos
por servicios ambientales.
• El criterio económico debe ser útil per se. En el marco de una evaluación integral de un
determinado espacio el criterio económico debería ser igualmente integrado junto con
criterios de otra naturaleza (ecológicos, territoriales, etc.).
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3. Potencialidad del Análisis Multi-criterio para la evaluación de la sostenibilidad
3.1. Fundamento
El AMC fue diseñado como instrumento de evaluación a fin de facilitar la resolución de
problemas dependientes de objetivos múltiples y de naturaleza multidimensional, para con ello
contribuir a la toma de decisiones públicas. Es un método válido para evaluar diferentes
alternativas a través de una batería de criterios, pudiendo ser evaluada cada alternativa por
determinados criterios. Así, se ponen de manifiesto conflictos sociales existentes entre
diferentes actores asociados a determinadas alternativas. De hecho, el principal objeto del
AMC es proveer información sistemática sobre la naturaleza de los posibles conflictos, es decir,
proporcionar al decisor de políticas públicas la transparencia necesaria sobre los trade-off
existentes. Además, en estos casos no existen soluciones óptimas, sino que el resultado final
debe ser una ‘solución de compromiso’ adoptada entre los diferentes actores sociales
involucrados en el proceso (Munda, 2004; Russi, 2007).
Se ha señalado que la principal característica del AMC es que desde el punto de vista
operativo afronta un tipo de evaluación caracterizada por diferentes intereses en conflicto
(Nijkamp et al., 1990). Además de ésta ha habido otras razones que también han influido
durante los últimos años en la mayor influencia de las técnicas de evaluación multi-criterio en la
planificación pública, tales como:
• la creciente importancia de aspectos institucionales y de procedimiento en materia de
decisión pública frente a la toma de decisiones bajo ‘mando único’;
• el deseo de fijar diferentes alternativas factibles sobre las que llevar a cabo la toma de
decisiones en vez de contar con una única opción dictada técnicamente por un
analista;
• la posibilidad de incluir en un ACB efectos intangibles e inconmensurables.
Ligado a este último aspecto conviene señalar que el AMC también puede ser entendido como
una versión más generalizada y flexible que el ACB (Nunes et al., 2003) en la medida en que
permite la inclusión de aspectos monetarios. Sin embargo, a diferencia del ACB, el mecanismo
del AMC no convierte todos los efectos detectados a un único criterio mono-dimensional. En
este sentido el ACB tiene una visión más estrecha que el AMC, mientras que este último ofrece
una flexibilidad mayor ya que considera un abanico amplio de criterios aunque no estén
relacionados con resultados monetarios (en concreto en el caso de las externalidades o
intangibles) (van Delf y Nijkamp, 1977). Esta flexibilidad explica de hecho la creciente
popularidad del AMC entre científicos y decisores de políticas públicas (van Pelt et al., 1990).
El AMC tiene su propio proceso de evaluación. Los principales pasos a seguir a la hora de
estructurar un problema de decisión multi-criterio son definidos en el Cuadro 2. Éste es un
enfoque estándar, que sin embargo hay que adecuar a cada método dentro de la familia de las
técnicas multi-criterio y a cada caso de estudio dependiendo de las circunstancias detectadas.
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Cuadro 2: Estructura de un problema de decisión multi-criterio 1. Definición del problema
2. Descripción de las alternativas:
2a) Continua; 2b) Discreta
3. Definición de criterios
3a) Latente; 3b) Observable
4. Análisis de impacto de las alternativas
4a) Información cualitativa; 4b) Información cuantitativa
5. Evaluación de las prioridades de políticas
5a) Cualitativa; 5b) Cuantitativa
6. Selección de alternativas
7. Presentación de resultados
7a) Numérico; 7b) Visual
Fuente: Nunes et al. (2003:87).
Las técnicas multi-criterio abarcan un abanico amplio de métodos. Los principales métodos
dentro de la familia del AMC son descritos por Munda (1995). Un rasgo común es que todos
ellos contemplan la posibilidad de incluir un volumen amplio de datos además de considerar
relaciones y objetivos que se presentan en casos reales. Por el contrario, la mayor dificultad
proviene de la completa axiomatización de la teoría de decisión multi-criterio producida cuando
se consideran diferentes criterios de evaluación en conflicto. En este caso podrían aparecer
problemas de agregación y por tanto de resolución matemática. Sin embargo, recientemente se
han puesto de manifiesto innovaciones metodológicas que tratan de avanzar en la resolución
de los problemas detectados, además de mostrar aplicaciones del AMC en el área
medioambiental (ver p.e., Getzner et al., 2005).
3.2. AMC y sostenibilidad
Los métodos multicriterio son, en general, una herramienta valiosa para abordar el estudio de
la sostenibilidad. Existen un buen número de argumentos y experiencias, razones teóricas y
prácticas, sobre las que se sustenta esta afirmación. En primer lugar, por definición, los
métodos multicriterio permiten realizar evaluaciones basadas en múltiples criterios asociados
con la valoración de conceptos complejos como la sostenibilidad (donde es preciso considerar
varias dimensiones). De manera que las dimensiones económica, ecológica y social asociadas
con la sostenibilidad pueden ser adecuadamente integradas en el análisis gracias al AMC.
En segundo lugar, mientras que en el ACB sólo se puede trabajar bajo una única unidad de
medida (el valor monetario), que es estimada bajo el criterio de compensación y utilizada como
único criterio de evaluación, en el AMC, por el contrario, pueden utilizarse múltiples criterios
que se asocian con la verificación del cumplimiento de un conjunto de objetivos. Al no aplicar el
criterio de compensación, el AMC puede integrar y reflejar mejor un enfoque de investigación
que se sustente sobre la sostenibilidad fuerte. Es decir, el AMC facilita la operatividad de la
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sostenibilidad fuerte, aunque, hay que resaltar que ambas visiones de la sostenibilidad (fuerte y
débil) tienen cabida dentro de los métodos multi-criterio dependiendo del grado de
compensación (Martínez-Alier et al. 1998).
Es necesario puntualizar aquí que el uso del AMC implica la “inconmensurabilidad de valores”,
es decir, “la ausencia de una unidad común de medida en un contexto de pluralidad de valores”
tal y como ha sido definido por Martínez-Alier et al. (Ibid., 280). Este elemento intrínseco al
proceso de evaluación puede desembocar en restricciones operativas. Sin embargo, siguiendo
a estos autores, la inconmensurabilidad de valores no impide la comparación, ya que en estos
contextos plurales “la comparación débil” es posible. Con esta afirmación se quiere hacer
referencia, por un lado, a que la comparación es factible sin necesidad de recurrir a un único
valor y, por otro lado, a que para evaluar opciones alternativas es necesario disponer de
diferentes tipos de medidas. Es más, la comparación débil de valores es entendida, por estos
autores, como un fundamento básico de la Economía Ecológica y, por consiguiente, el AMC se
convierte en un marco de valoración apropiado para la Economía Ecológica (Munda, 1995;
Martínez-Alier y Roca, 2000).
Por lo tanto, el AMC resulta un método de evaluación más atractivo que el ACB, cuestión que
ha sido resaltada también por otros investigadores (Van Pelt et al., 1990). Primero, el AMC
permite el abordaje explícito de la sostenibilidad y es una herramienta flexible para adaptarse a
distintos contextos, como, por ejemplo, para hacer frente a la necesidad de incluir los objetivos
de diferentes generaciones en base a criterios de evaluación por separado, así como introducir
información cualitativa para abordar la evaluación de aspectos distributivos. Segundo, muchas
de las restricciones metodológicas con las que se enfrenta el ACB (p.e., medida y valoración de
problemas), son evitadas en el AMC. Es más, para algunos de estos autores, el AMC es un
método de evaluación con una visión más amplia del estudio de la sostenibilidad frente a otras
metodologías como el ACB. En la práctica, esto significa la posibilidad de integrar en el estudio
de evaluación efectos como los derivados de los servicios medioambientales, de gran
importancia en el caso de la aplicación de un ENP.
Dentro de los métodos del AMC, recientemente se han llevado a cabo algunas investigaciones
empíricas en materia de sostenibilidad donde se introduce un enfoque específico de evaluación
denominado Evaluación Social Multi-criterio (ESMC). Las bases de este método han sido
presentadas de forma detallada por Munda (2004).
El elemento principal del ESMC es la inclusión de la dimensión social dentro de la evaluación
del concepto de sostenibilidad. Por lo tanto, dentro del proceso de evaluación se introduce el
concepto de “inconmensurabilidad social” definido como “la existencia de una multiplicidad de
valores legítimos en la sociedad” (Ibid., 664) que evidentemente, con frecuencia, reflejan los
conflictos que aparecen en el proceso de toma de decisiones. En consecuencia, se resalta la
necesidad de prestar una atención especial a la participación pública que, en este enfoque,
pasa a ser entendida como un elemento necesario, aunque no suficiente, del proceso de
evaluación. La ESMC permite emplear diferentes tipos de conocimiento: el conocimiento de los
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expertos, el de los decisores políticos y el de los actores sociales. La inclusión de los actores
sociales enriquece el proceso de la evaluación y de la toma de decisiones, al tiempo que la
calidad del proceso científico se refuerza, así como la democracia.
La ESMC también promueve la transparencia. Todos los procesos de evaluación (y por lo tanto
sus resultados) pueden verse influidos por juicios éticos introducidos por cualquiera de los
actores implicados y/o afectados por el problema objeto de estudio. Este ha sido, con
frecuencia, uno de los motivos de critica del AMC, en comparación con el ACB, ya que se
argumenta que el AMC da oportunidad al equipo evaluador para introducir sus propios juicios
de valor favoreciendo la subjetividad del proceso de evaluación, p. e., cuando se seleccionan y
se ponderan los criterios (van Pelt et al., 1990; Ciani et al., 1993). Para evitar esta críticas, la
transparencia es un elemento esencial, las asunciones realizadas deben ser claramente
explicitadas y conocidas por todos los participantes en la ESMC.
En relación con la aplicación de la ESMC a problemas de sostenibilidad, este enfoque ha sido
utilizado en contextos muy diversos: para evaluar la producción y localización de energías
renovables (Gamboa y Munda, 2007; Russi, 2007); para evaluar políticas de sostenibilidad
urbanas (Munda, 2006); e incluso para proponer indicadores de sostenibilidad (Munda, 2005).
3.3. Aplicación del AMC a la política de conservación
El AMC como método de análisis tiene un gran potencial tanto en la investigación de la
biodiversidad como en el ámbito más aplicado de la política de conservación, tal y como
demuestra el uso creciente de este método en estudios y evaluaciones.
Entendemos que la biodiversidad es “un concepto multifacético y compuesto que integra la
dimensión ecológica, la económica, la geográfica y la social” (Nunes et al., 2003:83). De
acuerdo con esta definición, el concepto en sí mismo encierra claramente la amplia variedad de
atributos y funciones de los ENP, que evidentemente tienen una dimensión medioambiental
pero también otras dimensiones territoriales, sociales y económicas tal y como ya se ha
mencionado en la sección 2.3. donde se explicitan los beneficios del los ENP. En particular,
cabe destacar que el impacto socioeconómico de un ENP (por ejemplo, sus efectos sobre el
empleo local y el turismo, las restricciones en los usos, las compensaciones económicas, etc.)
es un elemento que refuerza la necesidad de introducir múltiples criterios de evaluación que
respondan a la existencia de diferentes perspectivas y sistemas de valores en nuestra sociedad
y a la posible aparición de conflictos de intereses.
Siguiendo a Nunes et al. (2003), existen diferentes investigaciones relacionadas con la
aplicación del AMC al análisis de la biodiversidad. Por ejemplo, en un marco ecológico de multi-
atributos, el AMC se ha utilizado para elaborar un único índice de valor ecológico comparado
que incluye una combinación de 8 criterios. Otro ejemplo de la utilidad del AMC como método
de investigación es la metodología AMOEBE, una herramienta de valoración multicriterio
utilizada en Holanda para la descripción y la evaluación de ecosistemas.
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Junto a estos estudios, existen también otros trabajos de carácter más práctico y más
estrechamente vinculados con la política de conservación. Aquí podemos encontrar
investigaciones aplicadas en materia de redes ecológicas (Strijker et al., 2000) y/o áreas
protegidas (Ciani et al., 1993; Munda, 1995). Una característica común de algunas de estas
investigaciones es que el análisis AMC incorpora los resultados obtenidos en estudios basados
en el ACB.
Por un lado, Strijker et al. (2000) desarrollan un AMC para valorar la red ecológica de Holanda
basado en dos únicos criterios. El primer criterio es el coste social de implementar la red, un
coste calculado utilizando el ACB. El otro criterio es una medida cuantitativa de la naturaleza
desde una perspectiva ecológica. Los resultados son discutidos bajo la perspectiva de los dos
métodos de evaluación. El objetivo del trabajo de Ciani et al. (1993) es evaluar diferentes
alternativas de gestión de un Parque Natural. Para ello, realizan dos diferentes evaluaciones
destinadas a identificar alternativas de gestión. En primer lugar, una valoración en base a un
ACB. En segundo lugar, un AMC donde los resultados obtenidos del ACB son integrados como
inputs. Este doble enfoque metodológico les permite comparar los resultados obtenidos de
manera independiente con cada uno de los métodos adoptados. En este sentido, Ciani et al.
verifican que los resultados finales (ranking de alternativas) son bastante diferentes en función
del método de evaluación utilizado.
Por otro lado, Munda (1995) realiza un interesante ejercicio de evaluación multicriterio aplicado
a un proyecto de inundación de un área determinada de un Parque Natural en Italia. En su
evaluación, Munda utiliza el criterio económico dentro de un modelo multicriterio, pero no
incorpora valoraciones económicas que resulten de un ACB. La inundación tiene efectos
medioambientales positivos ya que aumenta la calidad ecológica del bosque pero afecta
negativamente a la producción agrícola (su impacto económico es negativo). El análisis
multicriterio permite identificar 5 líneas de acción diferentes o alternativas. Estas alternativas
van desde la no inundación (continuar como hasta ahora) hasta la inundación parcial en
combinación con la optimización agrícola. El estudio concluye que, tal y como establece la
filosofía de la evaluación multi-criterio, no existe una solución óptima sino una solución de
compromiso.
Junto a estas aplicaciones, el estudio de Faith y Walker (1996) utiliza el AMC para seleccionar
áreas protegidas. Aunque, en este trabajo, el AMC se basa en el intercambio entre los
beneficios derivados de la biodiversidad y los costes asociados con la aplicación del área
protegida, el uso del AMC es utilizado también para facilitar la asignación de ponderaciones
alternativas y una curva de intercambio donde representar las soluciones preferidas.
Por último, el AMC se ha aplicado en Australia, no explícitamente en relación con la política de
conservación natural, pero sí para la asignación de recursos financieros para la gestión de los
recursos naturales (Hajkowicz, 2007). Así, ha sido en el caso de un gran proyecto de
financiación pública de gestión medioambiental desarrollado en diferentes regiones
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australianas donde el AMC se ha utilizado para establecer la asignación presupuestaria, y es
probable que sea aplicado a otras situaciones.
4. La ESMC como instrumento para la evaluación de la política de conservación de la naturaleza en la CAPV
4.1. Antecedentes
En la CAPV, la preocupación por la conservación de la naturaleza también ha sido creciente
desde el decenio de 1990. La ley 16/1994 de Conservación de la Naturaleza ha sido clave en
este sentido, pues ha sido el instrumento legislativo sobre el que se ha creado la Red de ENP
de la CAPV, al margen de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, que cuenta con una ley propia
(pionera) de protección y ordenación de Urdaibai (Ley 5/1989). Asimismo, la ley 3/98 de
Protección del Medio Ambiente incide en la protección de la biodiversidad, al ordenar su
“cuidado” y establecer a las autoridades competentes responsables de ello. La Estrategia
Ambiental Vasca de Desarrollo Sostenible 2002-2020 sitúa la protección de la naturaleza y la
biodiversidad como su tercera meta. Para su consecución, el recientemente aprobado
Programa Marco Ambiental 2007-2010 ha establecido un objetivo estratégico, centrado en el
mantenimiento de la biodiversidad, en virtud del cual ha adoptado 9 compromisos explícitos y
11 líneas de actuación. Asimismo, la administración ha iniciado recientemente un proceso de
participación pública para la elaboración de la Estrategia de Conservación de la Naturaleza,
cuya finalización está prevista para 2008.
No obstante, el gran reto al que se enfrenta la CAPV en materia de conservación de la
naturaleza es la implementación de la Red Natura 2000. Hasta el momento se han declarado
52 Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) y 6 Zonas de Especial Protección para Aves
(ZEPAS), cuya superficie conjunta alcanza prácticamente 147.000 ha (el 20,3% de la CAPV)
(Figura 1). El Territorio Histórico que mayor aportación realiza es Álava, con más de 80.000 ha,
el 26% de su superficie. Los lugares seleccionados han sido declarados LIC o ZEPA de
acuerdo con criterios técnicos y científicos correspondientes a especies y hábitats de interés
comunitario. Los LIC han sido designados de acuerdo con los Anexos I (tipos de hábitats) y II
(hábitats de especies) de la Directiva Hábitats y las ZEPAS se han declarado de acuerdo con
las especificaciones de la Directiva Aves.
En la última fase de selección de lugares que conforman la Red Natura 2000, los Estados
miembro tienen la obligación de designar los LIC como Zonas Especiales de Conservación
(ZEC) en un plazo de 6 años desde la aprobación por la Comisión como LIC. Así, las ZEC junto
con las ZEPAS pasarán a formar parte de la Red Natura 2000. La implementación definitiva de
la Red Natura 2000 es la principal tarea a desarrollar en un futuro próximo, para lo cual el PMA
2007-2010 adquiere el compromiso que para 2010 el 100% de los espacios incluidos en la
Región Biogeográfica Atlántica sean declarados ZEC y el 30% de los de la Región
Mediterránea.
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Figura 1. Red Natura 2000 en la CAPV
Fuente: Dpto. de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio del Gobierno Vasco, 2008 (http://www.ingurumena.ejgv.euskadi.net/r49-4975/es/contenidos/informacion/renp/es_bio/indice.html)
Teniendo presente, por un lado, cuál ha sido la evolución reciente de la política de
conservación en la CAPV, y por el otro, la dirección establecida de cara al futuro pensamos que
éste es un momento clave para encarar y desarrollar diseños innovadores de las metodologías
de evaluación. El diseño e implementación de los planes de gestión de los lugares declarados
supone una ardua tarea. Asimismo, creemos que la participación de la sociedad civil, tanto de
los afectados por Natura 2000 como los que no, enriquecería este cometido. Además, parte
importante de los presupuestos públicos en la materia debería ser destinada a compensar los
usos y actividades que se verán afectadas por la legislación en estos lugares. Esto es, bajo
nuestro punto de vista los citados aspectos deberían ser considerados y valorados para evaluar
adecuadamente la política de conservación de la naturaleza.
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4.2. Potencialidades de la aplicación de la ESMC
En nuestra opinión, la ESMC puede ser una herramienta apropiada para abordar la evaluación
de los espacios Natura 2000 en la CAPV. De hecho, lo que sostenemos es que las principales
características de la ESMC, descritas en el apartado anterior, se ajustan a las necesidades que
aparecen vinculadas con la implementación de la red de espacios protegidos y responden de
manera adecuada a los problemas derivados de su puesta en marcha. Por consiguiente, la
ESMC es un enfoque de evaluación que puede ser utilizado en la evaluación ex ante de estos
espacios. Aunque, además de la ESMC, existan otras metodologías de evaluación dentro de la
familia de los modelos multicriterio que también podrían ser utilizadas.
La ESMC como enfoque de evaluación necesita ser estructurada en seis diferentes fases o
etapas, que han sido descritas en detalle por diferentes autores (Munda, 2004; Russi, 2007).
En nuestro caso, nuestro propósito es adaptar esta estructura básica a las peculiariedades de
los espacios integrados en la Red Natura 2000 en la CAPV. Las fases a seguir deberían ser las
siguientes:
1. Definición del problema
Para abordar la definición del problema, se parte del reconocimiento de que el proceso de
evaluación se desarrolla en una sociedad pluralista, donde los diferentes actores implicados y
afectados por el problema detentan diferentes percepciones y visiones. Cada actor implicado
y/o afectado tiene una visión propia que se plasma en diferencias en materia de objetivos,
intereses, conocimientos y recursos. Asimismo, su relación con el espacio afectado y la función
que en el desarrolla pueden ser de naturaleza muy diversa.
En este contexto, pueden aparecer visiones enfrentadas y conflictos de intereses entre los
actores implicados y/o afectados, que serán el reflejo de la ‘inconmensurabilidad social’. En
nuestro estudio de caso, entendemos que un primer nivel de conflicto puede aparecer entre
aquellos actores que defienden una posición medioambientalista y otros actores con visiones
más desarrollistas. En este contexto, es preciso recalcar que no existe una ‘solución óptima’,
en un sentido estrictamente racional, sino que deberá ser encontrada una ‘solución de
compromiso’.
2. Análisis institucional
El análisis institucional, un método frecuentemente utilizado en el análisis de las políticas
públicas, es utilizado para explorar la dimensión social del problema. En nuestro estudio de
caso, el aspecto más relevante del análisis institucional debe ser la identificación de los actores
sociales.
Por consiguiente, una vez seleccionado el espacio de la Red Natura 2000 a evaluar, se tratará
de identificar a los principales actores sociales implicados y/o afectados definidos como grupos
con intereses en ese espacio natural concreto: propietarios/as de explotaciones agrícolas y
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ganaderas, explotaciones e industria forestal, autoridades locales y comarcales, grupos
ecologistas, asociaciones de turismo, etc. Además, de estos actores implicados o afectados de
manera más directa, será preciso incluir a la sociedad civil en su conjunto y a grupos
específicos que pueden influir sobre la decisión final (grupos de interés).
Una vez que se haya realizado la identificación de los principales actores sociales, será preciso
abordar el análisis de las relaciones que existen entre ellos, por ejemplo, la existencia o no de
una red institucional estable, la estructura de esta red, el tipo de interacciones que se producen
entre los actores y el contexto en el que estas interacciones tienen lugar.
Para realizar el análisis institucional será preciso utilizar diferentes fuentes de información,
donde se incluyan estudios previos y/o documentos junto a un trabajo de campo específico en
base a entrevistas en profundidad a agentes informantes clave y grupos de discusión.
3. Generación de alternativas políticas
A diferencia de lo que ocurre en otros métodos de la familia del AMC o el propio ACB, en la
ESMC la generación de alternativas políticas es el resultado del diálogo entre los actores
sociales y el equipo de evaluación. De ahí, que la ESMC resulte un enfoque de evaluación más
atractivo desde un punto de vista social que las otras dos opciones mencionadas. En nuestra
opinión, esta es una de las mayores ventajas y fortalezas del enfoque de evaluación adoptado.
En consecuencia, la ESMC permite que no sólo los criterios de evaluación y su ponderación
(en base a los objetivos sociales existentes) sean el resultado de la interacción entre los
principales actores y el equipo de evaluación, sino también la generación del abanico de
posibles opciones políticas, es decir, las alternativas.
En nuestro caso de estudio, es muy posible que surjan un amplio abanico de opciones, que
cubran el espectro existente entre una posición medioambientalista rigurosa y posiciones más
permisivas. La primera implicaría la creación de un marco legal muy restrictivo para el espacio
Natura 2000, que impondría importantes limitaciones a los usos y actividades permitidos, e
implicaría, por tanto, la necesidad de compensaciones económicas. Por el contrario, la posición
permisiva estaría asociada con un marco legal mucho menos restrictivo, donde un mayor
numero de actividades y usos podrían ser autorizados, pero que implicarían un riesgo potencial
medioambiental mas elevado.
4. Construcción de la Matriz de Impacto Multicriterio
El siguiente paso, tras definir las alternativas políticas, es la definición de los criterios de
evaluación que se derivan de los objetivos de los actores sociales. En esta fase, es preciso
aclarar que la participación en la ESMC es utilizada como un input estratégico en el análisis,
que es sometido al escrutinio técnico del equipo de evaluación a la hora de determinar los
criterios, las ponderaciones y las alternativas políticas (Munda, 2004).
Los criterios de evaluación son utilizados para valorar en qué grado o medida cada una de las
alternativas políticas permite alcanzar los objetivos legítimos expresados por los diferentes
actores sociales. En nuestro caso de estudio, por ejemplo, es de esperar que para los grupos
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ecologistas una posición restrictiva sea un objetivo a alcanzar de manera que “el número de
actividades y usos restringidos” o “el grado de limitación sobre las actividades” sea un criterio a
utilizar.
Una vez que los criterios han sido establecidos, será preciso atribuirles una ponderación. Toda
la información recogida es sintetizada en la Matriz de Impacto Multicriterio (Cuadro 3). En este
momento, entre las n alternativas factibles algunas de ellas aparecerán como más preferidas
que otras en base a un criterio particular de evaluación. A modo de ejemplo, A1 sería preferida
a An si Ec1(A1) > Ec1(An) de manera que el problema de la existencia de múltiples criterios de
evaluación puede ser representado en la matriz de impacto.
Cuadro 3: Ejemplo de una Matriz de Impacto Multicriterio Opciones políticas para el espacio Natura 2000 seleccionado Dimensiones Criterios Unidades de medida A1 … … An
Ec1 … Ec1(A1) … … Ec1(An) … … … … … … Económica
(Ec) Ecm … Ecm(A1) … … Ec1(An) El1 … El1(A1) … … El1(An) … … … … … Ecológica
(El) Elp … Elp(A1) … … El1(An)
Soc1 … Soc1(A1) … … Soc1(An) … … … … … … Social
(Soc) Socq … Socp(A1) … … Socq(An)
Fuente: elaboración propia en base a Martínez-Alier et al. (1998) y Russi (2007).
Nuestra propuesta es incluir al menos tres dimensiones principales en la matriz de impacto
multicriterio: económica, ecológica y social. Sin embargo, a esta propuesta básica, pueden ser
añadidas nuevas dimensiones así como muchos más criterios, todos ellos derivados del
proceso de participación social.
5. Aplicación de los procesos matemáticos y del análisis de sensibilidad
El análisis para la agregación y la sensibilidad puede ser desarrollado de manera conjunta
dentro de la misma fase, aunque tradicionalmente se ha tendido a abordarlos por separado.
En relación con el análisis de la agregación, la selección del proceso matemático concreto a
aplicar aún no ha sido tomada. Existen en la actualidad un elevado número de procesos
diferentes que han sido ensayados en las evaluaciones que utilizan modelos de análisis
multicriterio, así como un buen número de programas de software desarrollados con este
propósito. En este contexto, las diferentes opciones deberán ser valoradas y habrá que elegir el
procedimiento que mejor se adapte a las necesidades de nuestro estudio de caso. En cualquier
caso, este trabajo técnico deberá ser asumido por un equipo multidisciplinar.
Posteriormente, el análisis de sensibilidad permitirá determinar cómo la puntuación final
responde (con variaciones) cuando son modificadas algunas de las asunciones del modelo.
Las puntuaciones asignadas a cada criterio son determinadas por los analistas pero deben ser
el reflejo de de las posiciones éticas mantenidas por los actores sociales El análisis de
sensibilidad, por lo tanto, desempeña un papel fundamental dentro de la ESMC ya que debe
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demostrar cómo el modelo responde a diferentes posiciones éticas. Es en este momento
cuando la transparencia del análisis y la rendición de cuentas a la sociedad civil son
fuertemente potenciadas. En nuestro estudio de caso, por ejemplo, el reflejo de una posición
fuertemente medioambientalista debería resultar en puntuaciones elevadas en relación con los
criterios incluidos dentro de la dimensión ecológica.
Sin embargo, el proceso de evaluación deberá terminar con la presentación de los resultados a
los actores sociales. Es más, los resultados deberán ser discutidos mediante una nueva ronda
de participación pública abierta a través de reuniones, talleres y entrevistas. Este debería ser
considerado el último paso de la evaluación, pero es preciso tener en cuenta que, incluso
llegado este momento, pueden llegar a aparecer nuevos conflictos que pondrían en evidencia
la necesidad de iniciar un nuevo proceso de evaluación. Estas ideas han sido muy bien
recogidas por Gamboa (2008) (Figura 2). De hecho, la utilidad del proceso de evaluación reside
en su capacidad para convertirse en una medio para mejorar la calidad de los diseños de las
políticas.
Figura 2: Representación del proceso de evaluación de la ESMC
Fuente: Gamboa, 2008.
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5. Comentarios finales
En los últimos años, se han realizado numerosos trabajos que utilizan el ACB para valorar la
política medioambiental en general y, dentro de ella, la política de conservación de la
naturaleza en particular. Sin embargo, las limitaciones asociadas a esta metodología, y
mencionadas en esta comunicación, han conducido paulatinamente a la introducción de
nuevos enfoques de evaluación basados en el AMC donde la perspectiva de la sostenibilidad
puede ser integrada; además, estos enfoques son capaces de desenvolverse en contextos
políticos e institucionales complejos. Por lo tanto, y tal como se ha defendido y argumentado,
los enfoques de evaluación basados en el análisis multicriterio son mas idóneos para realizar
evaluaciones desde una aproximación de sostenibilidad fuerte tanto desde una posición
ideológica como por razones estrictamente metodológicas.
En este contexto, en nuestra opinión la ESMC es un enfoque de evaluación adecuado para
abordar la evaluación de la política de conservación natural de la CAPV y que responde a su
nivel y grado de desarrollo. La ESMC se adapta a las necesidades informativas actuales que se
derivan del proceso de implementación de la Red Natura 2000 y que exigen disponer de
enfoques dirigidos a realizar evaluaciones ex ante. Además, la ESMC incorpora elementos que
integran la participación, la transparencia y la multidiscplinariedad, junto a una aproximación
integral del proceso de evaluación inherente a todos los métodos de la familia del AMC, que
convierten a este enfoque de evaluación en una alternativa metodológica poderosa.
Sin embargo, queda mucho espacio para avanzar en nuestra investigación de la evaluación de
la política de conservación. En primer lugar, el estudio de caso propuesto en esta comunicación
debería ser utilizado como estudio piloto que permita avanzar en la elaboración de un marco
metodológico común para evaluar todos y cada uno de los espacios de la red Natura 2000 de
la CAPV. En segundo lugar, junto a la ESMC existen otros enfoques de evaluación basados
también en el análisis multicriterio y que podrían ser explorados y valorados como opciones
metodológicas de interés.
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