Liahona Julio 2001

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LIAHONA LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS JULIO DE 2001

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LIAHONALA IGLES IA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLT IMOS DÍAS � JUL IO DE 2001

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El río Susquehanna, por Linda Curley Christensen.El páramo a lo largo del río Susquehanna en la zona rural de Pensilvania y Nueva York fue el escenario de uno de los acontecimientos más significativos de la

Restauración. Dichos acontecimientos incluyen la restauración del Sacerdocio Aarónico por medio de Juan el Bautista, y la restauración del Sacerdocio de Melquisedecde manos de Pedro, Santiago y Juan, “declarando que poseían las llaves del reino y de la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (D. y C. 128:20).

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Informe de la Conferencia GeneralAnual número 171 de

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Se anuncia el Fondo Perpetuo para la Educación; se llama a nuevas Autoridades Generales durante los acontecimientos que tuvieron lugar los días 31 de marzo y 1 de abril de 2001

en el Centro de Conferencias, Salt Lake City, Utah.

“P

Miembros admiran la ciudad deSalt Lake City desde un balcón del

Centro de Conferencias.

ara iniciar la conferencia sim-plemente deseo dar un infor-me muy breve de la Iglesia”,

dijo el presidente Gordon B.Hinckley, la mañana del sábado, 31de marzo de 2001. “Es más fuerteque nunca. No sólo ha aumentadoen número, sino que considero queen general hay mayor fidelidad entrelos santos”.

“Uno de los indicadores del cre-cimiento y de la vitalidad de laIglesia es la construcción de tem-plos”, dijo. “Seguiremos trabajandopara llevar los templos a la gente,para que sea más conveniente paralos Santos de los Últimos Días detodas partes recibir las bendicionesque sólo se pueden obtener en esascasas sagradas”. Agregó: “hemos vi-sitado y autorizado un número con-siderable de lugares para edificarfuturos templos”.

Durante la sesión del sacerdociodel sábado por la noche, el presiden-te Hinckley anunció el estableci-miento del Fondo Perpetuo para laEducación, el cual ayudará a los jó-venes miembros de las áreas interna-cionales de la Iglesia —la mayoría deellos ex misioneros— a obtener unaeducación o capacitación que deotro modo no podrían costearse.“Donde haya pobreza generalizadaentre los de nuestro pueblo”, dijo elpresidente Hinckley, “debemos hacertodo lo que podamos para ayudarlesa elevarse, a establecer su vida sobre

el fundamento de la autosuficienciaque brinda la instrucción. La educa-ción es la clave de la oportunidad…Ésta es una audaz iniciativa, perocreemos en la necesidad de que exis-ta y en el éxito que tendrá”. El pro-grama de préstamos se iniciará enotoño de este año.

Las sesiones de la conferencia lasdirigieron el presidente Thomas S.Monson, Primer Consejero, y el pre-sidente James E. Faust, SegundoConsejero de la Primera Presidencia.

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En las acciones administrativasque se llevaron a cabo durante la se-sión del sábado por la tarde se agre-garon nuevos miembros a todos loscinco Quórumes de los Setenta. Dosmiembros del Segundo Quórum delos Setenta fueron sostenidos alPrimer Quórum, y otros cuatro her-manos fueron también llamados aese quórum. Se sostuvo a seis nue-vos miembros al Segundo Quórum.Al Tercero, Cuarto y QuintoQuórumes se agregaron 22 miem-bros, nuevos Setenta Autoridadesde Área llamados de Canadá,Centroamérica, Japón, México,Sudáfrica, Sudamérica y los EstadosUnidos.

Las sesiones de la conferencia setradujeron en 49 idiomas para losvisitantes. Las sesiones se transmi-tieron en vivo vía satélite a centrosde reuniones de Estados Unidos,Canadá, Latinoamérica, Europa, elCaribe y Sudáfrica. Más de 1.500estaciones de radio y televisión ysistemas de cable o de antenas para-bólicas transmitieron todas las sesio-nes de la conferencia o partes deellas. Todas las sesiones de la confe-rencia estuvieron a disposición enwww.lds.org en inglés, tanto enaudio como en video, y en 34 idio-mas en audio solamente. Las áreasde la Iglesia en las que no se recibióla transmisión recibieron más tardelas cintas video de la conferencia.—Los editores.

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ÍNDICE DE TEMASActivación 57, 109Adversidad 72Amor 44, 92Arrepentimiento 9, 25, 48, 112Ayuno 12, 88Bautismo 68Bendiciones 51Compasión 18Convenios 37, 75Crecimiento de la Iglesia 4Diezmo 75Educación 41, 60Ejemplo 15, 32Enfoque 99Enseñanza 32Esperanza 72Espíritu Santo 68, 104, 106, 109Espiritualidad 106Exaltación 6Expiación 25, 72Fe 72, 82Fondo Perpetuo para la

Educación 60Gratitud 4, 85Hermanamiento 44Humildad 9Independencia 60Jesucristo 25, 34, 44, 72, 92Juventud 79Libro de Mormón 34, 92Matrimonios misioneros 15, 28, 85Medios de comunicación 48Milagros 12, 82Naturaleza divina 53, 112Obra misional 15, 28, 32, 77, 82, 85Oración 12, 88Orgullo 9Pecado 25, 48Perseverancia 72Pornografía 48Preparación 37Prioridades 6, 99Profetas 79Programa de bienestar 41Pureza 51, 75, 112Reino de Dios 97Relaciones familiares 6, 32, 53,

79, 97Responsabilidad 99Revelación 34Reverencia 53, 94Sacerdocio 44, 51, 53, 57Sacrificio 15, 28, 77, 82Servicio 18, 57, 77, 85, 88Templos y obra del templo 4, 18,

37, 41, 82, 85, 94

Testimonio 34, 92, 102, 106, 109Trabajo 41Unidad 92Valor individual 104

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Orientación Familiar y Maestras Visitantes:En los ejemplares de la revista Liahona quecorresponden a los números de la conferenciageneral no se publica el mensaje para laorientación familiar ni el Mensaje para lasMaestras Visitantes propiamente designados.Los maestros orientadores y las maestrasvisitantes, una vez que consideren por medio dela oración las necesidades de los miembros quevayan a visitar, deben seleccionar uno de losdiscursos de la conferencia general parautilizarlo como mensaje. En la cubierta: Delante: Fotografía por JohnLuke. Detrás: Fotografía por Craig Dimond.Fotografías de la conferencia: Lasfotografías de la conferencia fueron tomadaspor Craig Dimond, Jed Clark, Welden C.Andersen, John Luke, Matt Reier, DerekIsraelsen, Lana Leishman, Kelly Larsen, Tamra H. Ratieta y Joy Gough.Discursos de la Conferencia General enInternet: Para tener acceso a los discursos dela conferencia general en varios idiomas pormedio de Internet, conéctese con www.lds.org.

Los discursantes de la conferenciapor orden alfabéticoBallard, M. Russell 79Carmack, John K. 92Christenson, Darwin B. 32Eyring, Henry B. 44Faust, James E. 53, 68Groberg, John H. 51Haight, David B. 85Hales, Robert D. 28Hinckley, Gordon B. 4, 60, 82, 102,

112Holland, Jeffrey R. 15Jensen, Marlin K. 9Kendrick, L. Lionel 94Larsen, Sharon G. 104Maxwell, Neal A. 72McMullin, Keith B. 75Monson, Thomas S. 18, 22, 57Nadauld, Margaret D. 109Nelson, Russell M. 37Oaks, Dallin H. 99Packer, Boyd K. 25Perry, L. Tom 41Porter, Bruce D. 97Porter, L. Aldin 34Reynolds, Sydney S. 12Scott, Richard G. 6Sorensen, David E. 48Thomas, Carol B. 77, 106Wirthlin, Joseph B. 88

LIAHONA, julio de 2001Vol. 25, Número 7 21987-002Publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días, en el idioma español.

La Primera Presidencia: Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson, James E. Faust

El Quórum de los Doce Apóstoles:Boyd K. Packer, L. Tom Perry, David B. Haight, Neal A. Maxwell, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Joseph B. Wirthlin, Richard G. Scott,Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, Henry B. Eyring

Editor: Dennis B. NeuenschwanderAsesores: L. Lionel Kendrick, Yoshihiko Kikuchi, John M. Madsen

Administradores del Departamento de Cursos de Estudio:Director administrativo: Ronald L. KnightonDirector de redacción: Richard M. RomneyDirector de artes gráficas: Allan R. Loyborg

Personal de redacción:Editor administrativo: Marvin K. GardnerAyudante del editor administrativo: R. Val JohnsonEditor asociado: Roger TerryColaboradora de redacción: Jenifer GreenwoodEditora ayudante: Susan BarrettAyudante de publicaciones: Collette Nebeker Aune

Personal de diseño:Gerente de artes gráficas: M. M. KawasakiDiseño artístico: Scott Van KampenDiseñadora principal: Sharri CookDiseñadores: Thomas S. Child, Randall J. PixtonGerente de producción: Jane Ann PetersProducción: Reginald J. Christensen, Denise Kirby, Kelli Pratt, Rolland F. Sparks, Kari A. Todd, Claudia E. WarnerPreimpresión digital: Jeff Martin

Personal de subscripción:Director de circulación: Kay W. BriggsGerente de distribución: Kris T. Christensen

Coordinación de Liahona: Enrique Resek

Para saber el costo de la revista y cómo suscribirse a ellafuera de Estados Unidos y Canadá, póngase en contactocon el Centro de Distribución local o con el líder del ba-rrio o de la rama.

Las colaboraciones y los manuscritos deben enviarse aLiahona, Floor 24, 50 East North Temple, Salt Lake City,UT 84150-3223, USA; o por correo electrónico a: [email protected]

Liahona (un término del Libro de Mormón que significa“brújula” o “director”) se publica en albanés, alemán,amarik, armenio, búlgaro, cebuano, coreano, checo,chino, danés, esloveno, español, estonio, fidji, finlandés,francés, haitiano, hiligayanón, holandés, húngaro, iloko,indonesio, inglés, islandés, italiano, japonés, kiribati, letón,lituano, malgache, marshallés, mongol, noruego, polaco,portugués, rumano, ruso, samoano, sueco, tagalo, tailan-dés, tahitiano, tongano, ucraniano y vietnamita. (La frecuencia de las publicaciones varía de acuerdo con el idioma.)

© 2001 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechosreservados. Impreso en los Estados Unidos de América.

Para los lectores de México: Certificado de Licitud detítulo número 6988 y Licitud de contenido número5199, expedidos por la Comisión Calificadora dePublicaciones y revistas ilustradas el 15 de septiembrede 1993. “Liahona”© es nombre registrado en laDirección de Derechos de Autor con el número252093. Publicación registrada en la Dirección Generalde Correos número 100. Registro del S.P.M. 0340294características 218141210.

For readers in the United States and Canada:July 2001 Vol. 25 No. 7. LIAHONA (USPS 311-480)Spanish (ISSN 0885-3169) is published monthly by TheChurch of Jesus Christ of Latter-day Saints, 50 East NorthTemple, Salt Lake City, UT 84150. USA subscription priceis $10.00 per year; Canada, $15.50 plus applicabletaxes. Periodicals Postage Paid at Salt Lake City, Utah, andat additional mailing offices. Sixty days’ notice required forchange of address. Include address label from a recentissue; old and new address must be included. Send USAand Canadian subscriptions and queries to Salt LakeDistribution Center at the address below. Subscription helpline: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa,MasterCard, American Express) may be taken by phone.(Canada Poste Information: Publication Agreement#1604821)

POSTMASTER: Send address changes to Salt LakeDistribution Center, Church Magazines, PO Box 26368,Salt Lake City, UT 84126-0368.

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ÍNDICE1 INFORME DE LA CONFERENCIA GENERAL ANUAL

NÚMERO 171 DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

S E S I Ó N D E L S Á B A D O P O R L A M A Ñ A N A4 LA OBRA SIGUE ADELANTE

PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

6 PRIMERO LO MÁS IMPORTANTE ÉLDER RICHARD G. SCOTT

9 “HUMILLARTE ANTE TU DIOS” ÉLDER MARLIN K. JENSEN

12 UN DIOS DE MILAGROS SYDNEY S. REYNOLDS

15 “ME SERÉIS TESTIGOS” ÉLDER JEFFREY R. HOLLAND

18 COMPASIÓN PRESIDENTE THOMAS S. MONSON

S E S I Ó N D E L S Á B A D O P O R L A T A R D E22 EL SOSTENIMIENTO DE OFICIALES DE LA IGLESIA

PRESIDENTE THOMAS S. MONSON

23 INFORME DEL DEPARTAMENTO DE AUDITORÍAS DE LA IGLESIA WESLEY L. JONES

24 INFORME ESTADÍSTICO, 2000 F. MICHAEL WATSON

25 “EL TOQUE DE LA MANO DEL MAESTRO” PRESIDENTE BOYD K. PACKER

28 MATRIMONIOS MISIONEROS: UNA ÉPOCA PARA SERVIR ÉLDER ROBERT D. HALES

32 DAVID, UN FUTURO MISIONERO ÉLDER DARWIN B. CHRISTENSON

34 “PARA TESTIFICAR DE MI UNIGÉNITO” ÉLDER L. ALDIN PORTER

37 LA PREPARACIÓN PERSONAL PARA RECIBIR LAS BENDICIONES DEL TEMPLO ÉLDER RUSSELL M. NELSON

41 LA EDIFICACIÓN DE UNA COMUNIDAD DE SANTOS ÉLDER L. TOM PERRY

S E S I Ó N D E L S A C E R D O C I O44 “VELAD CONMIGO”

ÉLDER HENRY B. EYRING

48 CON LAS SERPIENTES DE CASCABEL NO SE JUEGA ÉLDER DAVID E. SORENSEN

51 EL PODER DEL SACERDOCIO ÉLDER JOHN H. GROBERG

53 “HONRARÉ A LOS QUE ME HONRAN” PRESIDENTE JAMES E. FAUST

57 AL RESCATE PRESIDENTE THOMAS S. MONSON

60 EL FONDO PERPETUO PARA LA EDUCACIÓN PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

S E S I Ó N D E L D O M I N G O P O R L A M A Ñ A N A68 NACER DE NUEVO

PRESIDENTE JAMES E. FAUST

72 “CON ESPERANZA… ARAR”ÉLDER NEAL A. MAXWELL

75 UNA INVITACIÓN CON PROMESA OBISPO KEITH B. MCMULLIN

77 EL SACRIFICIO: UNA INVERSIÓN ETERNA CAROL B. THOMAS

79 “RECIBIRÉIS SU PALABRA” ÉLDER M. RUSSELL BALLARD

82 EL MILAGRO DE LA FE PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

S E S I Ó N D E L D O M I N G O P O R L A T A R D E85 LA GRATITUD Y EL SERVICIO

ÉLDER DAVID B. HAIGHT

88 LA LEY DEL AYUNO ÉLDER JOSEPH B. WIRTHLIN

92 UNIDOS EN AMOR Y TESTIMONIO ÉLDER JOHN K. CARMACK

94 CÓMO MEJORAR NUESTRA EXPERIENCIA EN EL TEMPLO ÉLDER L. LIONEL KENDRICK

97 LA EDIFICACIÓN DEL REINO ÉLDER BRUCE D. PORTER

99 ENFOQUE Y PRIORIDADES ÉLDER DALLIN H. OAKS

102 HASTA LA PRÓXIMA VEZ PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

R E U N I Ó N G E N E R A L D E L A S M U J E R E S J Ó V E N E S104 SU GUÍA CELESTIAL

SHARON G. LARSEN

106 OBTENGAMOS EL TALENTO DE LA ESPIRITUALIDAD CAROL B. THOMAS

109 UN CONSOLADOR, UN GUÍA, UN TESTIFICADOR MARGARET D. NADAULD

112 ¿CÓMO PUEDO CONVERTIRME EN LA MUJER ENQUIEN SUEÑO?PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

64 AUTORIDADES GENERALES DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

116 SE DIRIGEN A NOSOTROS

117 PRESIDENCIAS GENERALES DE LAS ORGANIZACIONESAUXILIARES

117 FUENTES DE CONSULTA PARA LA INSTRUCCIÓN

123 NUEVAS AUTORIDADES GENERALES

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La obra sigue adelante Presidente Gordon B. Hinckley

“Seamos buenas personas; seamos gente amigable; seamos buenosvecinos; seamos lo que los miembros de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días deben ser”.

Sesión del sábado por la mañana31 de marzo de 2001

Mis hermanos y hermanas:mi corazón rebosa deagradecimiento esta ma-

ñana al reunirnos en esta gran con-ferencia. Estoy agradecido de que elSeñor me haya conservado la vidapara ver este día. Como recordé alas jóvenes a quienes hablé la sema-na pasada, alguien me dio reciente-mente un ejemplar de mi antiguoanuario escolar. Fue del año de migraduación, hace 73 años. Formabayo parte de la clase de 1928. Fue interesante hojear sus páginas.Muchos de los que se ven allí muyjóvenes y llenos de vigor ya han fa-llecido. Quedan algunos, pero estánarrugados y algo lentos en sus movi-mientos. De vez en cuando, cuandome quejo por alguna pequeña do-lencia, mi esposa me dice: “Es laedad, muchacho”.

Repito, estoy sumamente agrade-cido por estar vivo. Me entusiasmaesta maravillosa época en la que vivimos. Agradezco al Señor loshombres y las mujeres de gran dedi-cación y capacidad que están ha-ciendo tanto por extender la vidahumana y hacerla más cómoda yagradable. Estoy agradecido porbuenos doctores que nos ayudan ennuestras debilidades. Doy graciaspor los maravillosos amigos, entrelos que cuento a los estupendos yfieles santos de todo el mundo aquienes he llegado a conocer.Gracias por todo lo que hacen pormí, por sus cartas, por las flores, li-bros y diversas expresiones de su ge-nerosidad y amor. Estoy agradecidopor amigos considerados mediantecuya bondad me ha sido posibleandar entre los santos de las nacio-nes de la tierra, reunirme con ellos,darles mi testimonio y mi amor.Estoy agradecido por mi querida es-posa con quien he compartido casi64 años de compañerismo. Me sien-to agradecido por una posteridadfiel. El Señor me ha bendecido deforma maravillosa.

Estoy agradecido por mis herma-nos, las Autoridades Generales, queson tan amables y corteses conmigo.Estoy agradecido por cada uno deustedes en esta gran familia de másde 11 millones de miembros queconstituyen La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días.

Para iniciar la conferencia sim-plemente deseo dar un informe muybreve de la Iglesia.

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Es más fuerte que nunca. No sóloha aumentado en número, sino queconsidero que en general hay mayorfidelidad entre los santos. Durantelos últimos seis meses hemos tenidola oportunidad de dedicar templosdiseminados a lo largo y ancho de latierra; hemos escuchado el testimo-nio de la veracidad de esta obra ex-presado en diferentes idiomas;hemos visto la asombrosa fe de nues-tra gente que ha viajado largas distancias para llegar a esas dedicaciones; hemos sido testigos delmaravillosos aumento en el creci-miento de la actividad en los tem-plos. Estamos logrando un progresolento pero constante en la mayoríade nuestros campos de actividad.

Estoy muy agradecido porque vi-vimos en una época de relativa paz;no rugen guerras atroces en elmundo; hay problemas aquí y allá,pero no un conflicto mundial.Estamos en condiciones de llevar el

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Grandes multitudes asistieron a cada una de las sesiones de la Conferencia General Anual número 171.

Evangelio a muchas naciones de latierra y bendecir las vidas de lagente donde éste llega.

Estamos ya en vías de expandirlas oportunidades educativas denuestros jóvenes. Hemos anunciadoque la institución Ricks College seconvertirá en universidad de cuatroaños conocida como BYU–Idaho.Estamos agradecidos por saber queesa escuela ya ha recibido el respal-do del cuerpo que la acredita. Es in-creíble que esto se haya logrado entan corto tiempo.

Estamos construyendo nuevosedificios a una escala nunca soñada;debemos hacerlo si esperamos aco-modar el crecimiento de la Iglesia.

El programa de bienestar sigueadelante. Estamos particularmenteagradecidos por haber podido hacerllegar ayuda humanitaria en un vo-lumen substancial a muchas partesde la tierra. Hemos distribuido ali-mentos, medicina, ropa, ropa de

cama y otras cosas necesarias paraayudar a aquellos que repentina-mente se han convertido en vícti-mas de una catástrofe.

Esta tarde hablaré a los hermanosdel sacerdocio con respecto a otroprograma que considero será degran interés para todos ustedes.

Uno de los indicadores del creci-miento y de la vitalidad de la Iglesiaes la construcción de templos. Hehablado de esto antes, pero estoyagradecido profundamente porquedesde que nos reunimos la últimavez en la conferencia general pudi-mos alcanzar nuestra meta de 100templos en funcionamiento al finaldel año 2000; de hecho, la sobrepa-samos. Acabamos de regresar trasdedicar un templo en Uruguay, eltemplo en funcionamiento número103 de la Iglesia.

La grandiosa obra de la edifica-ción de templos avanza por elmundo. El otro día miré una lista de

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todos los templos que actualmenteestán en funciones o que se hananunciado: 121 en total. Me mara-villé ante el tamaño de la lista y ladiversidad de regiones en las queestán ubicados. Es maravilloso, perono estamos satisfechos. Seguiremostrabajando para llevar los templos ala gente, para que sea más fácil paralos Santos de los Últimos Días detodas partes recibir las bendicionesque sólo se pueden obtener en esascasas sagradas.

He dicho antes que las bendicio-nes del templo representan la pleni-tud del sacerdocio, del cual el Señorhabló cuando reveló Su voluntad alprofeta José Smith. Al ubicar lostemplos más cerca de los hogares dela gente, se ponen más al alcance detodos ellos todas las ordenanzas quese pueden obtener en la Casa delSeñor, tanto para los vivos comopara los muertos.

Pronto se dedicarán templos en

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Primero lo másimportanteÉlder Richard G. ScottDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Haz todo lo posible para tener una familia ideal mientras te encuentresen la tierra. Para ayudarte a lograrlo, medita en los principios que seencuentran en la Proclamación de la Familia y llévalos a la práctica”.

Winter Quarters, Nebraska; Guada-lajara, México y Perth, Australia.Están en construcción en Asunción,Paraguay; Campiñas, Brasil; la regiónde Tri- Cities, Washington; Copen-hague, Dinamarca; Lubbock, Texas;Monterrey, México; Nauvoo, Illinois;Snowflake, Arizona y La Haya,Holanda. Se han anunciado otros seistemplos para los cuales pronto se cele-brarán los servicios de la palada ini-cial. Además, hemos visitado yautorizado un número considerable delugares para edificar futuros templosen los Estados Unidos, AméricaCentral y América del Sur, Europa ylas islas del mar. No mencionaré cómose llamarán porque eso sólo crearía al-boroto, ya que todavía no tenemos lospredios para construirlos.

La construcción de cada templorepresenta la madurez de la Iglesia.Continuaremos construyendo esascasas sagradas del Señor tan rápida-mente como la energía y los recursoslo permitan. Estamos agradecidospor los fieles Santos de los ÚltimosDías que pagan sus diezmos y hacenposible este importante programa.

No carecemos de los que nos criti-can, algunos de los cuales son cruelesy malintencionados. Siempre loshemos tenido y supongo que los ten-dremos durante el futuro. Pero segui-remos adelante, devolviendo bienpor mal, siendo serviciales, bondado-sos y generosos. Les recuerdo las en-señanzas de nuestro Señor en cuantoa esas cosas; todos ustedes las cono-cen. Seamos buenas personas; sea-mos gente amigable; seamos buenosvecinos; seamos lo que los miembrosde La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días deben ser.

Mis amados hermanos y herma-nas, ¡cuánto agradezco sus oracionesy su amor! Hago llegar mi amor acada uno de ustedes. Ruego que seabran los cielos y destilen sobre uste-des abundantes bendiciones a medi-da que andan con fe ante el Señor.

Ahora tendremos el placer decontinuar con el programa de estagrandiosa reunión.

Dios les bendiga, mis amados cole-gas, ruego en el nombre de Jesucristo.Amén. �

N

o puedes recordar uno delos momentos más emocio-nantes de tu vida cuando te

sentiste lleno de expectativa, entu-siasmo y gratitud. Esa experienciaocurrió en la vida preterrenal, cuan-do se te informó que finalmentehabía llegado el momento de dejarel mundo espiritual para morar en latierra con un cuerpo mortal. Sabíasque por medio de la experiencia per-sonal podrías aprender las leccionesque te darían felicidad en la tierra,lecciones que, al final, te guiarían ala exaltación y a la vida eterna comoser celestial y glorificado en la pre-sencia de tu Santo Padre y de Su HijoAmado. Entendías que habría desafí-os, pues vivirías en un entorno de in-fluencias buenas y malas. Y aún así,decidiste a toda costa que volverías

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victorioso, sin importarte el esfuer-zo, el sufrimiento y las pruebas. Se tehabía reservado para venir cuandola plenitud del Evangelio estuvierasobre la tierra. Llegaste cuando SuIglesia y la autoridad del sacerdocioestaban aquí para efectuar las orde-nanzas sagradas del templo. Pensastenacer en el seno de un hogar dondetus padres te amarían, nutrirían, for-talecerían y te enseñarían la verdad.Sabías que con el tiempo tendrías laoportunidad de formar tu propia fa-milia eterna, como esposo o esposa,como padre o madre. ¡Cuánto debeshaberte alegrado por esa posibilidad!

Las siguientes palabras expresanel propósito primordial del encon-trarte en la tierra:

“…haremos una tierra sobre lacual éstos puedan morar;

“y con esto los probaremos, paraver si harán todas las cosas que elSeñor su Dios les mandare;

“y a los que guarden su primer es-tado les será añadido; y aquellos queno guarden su primer estado no ten-drán gloria en el mismo reino conlos que guarden su primer estado; ya quienes guarden su segundo esta-do, les será aumentada gloria sobresu cabeza para siempre jamás”(Abraham 3:24–26).

Una vez que se puso a Adánsobre la tierra, Dios dijo: “Hagamosuna ayuda idónea al hombre, porcuanto no es bueno que el hombreesté solo” (Abraham 5:14). Adán yEva formaron la primera familia.Dios declaró: “Por tanto, dejará el

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hombre a su padre y a su madre, y seallegará a su mujer” (Moisés 3:24).Tuvieron hijos que también forma-ron familias. “Y Adán y Eva, su es-posa, no cesaron de invocar a Dios”(Moisés 5:16). Se estableció el mo-delo de familia, esencial para el Plande Felicidad del Padre, y se recalcóla necesidad de “invocar a Dios”continuamente. Tú estás viviendoese plan. Por medio del Evangeliorestaurado sabemos que la familiaideal existe y que está compuesta porun justo poseedor del Sacerdocio deMelquisedec, una esposa recta sella-da a él e hijos nacidos en el conve-nio o sellados a ellos. Con la madreen el hogar, en un ambiente de amory servicio, los padres enseñan a sushijos las vías del Señor y Sus verda-des mediante el precepto y el ejem-plo. Ellos cumplen su funcióndivinamente señalada, la cual semenciona en la Proclamación de laFamilia. Los hijos maduran al vivirlas enseñanzas inculcadas desde sunacimiento, y desarrollan caracterís-ticas de obediencia, integridad,amor a Dios y fe en Su santo plan.Con el tiempo, cada uno de ellos

El presidente Gordon B. Hinckley (aMonson (izquierda), Primer Consejepresidente James E. Faust, Segundoesperan el comienzo de una sesión

busca un cónyuge con ideales ymetas similares; se sellan en el tem-plo, tienen hijos y el plan eternocontinúa; y una generación fortale-ce a la siguiente.

Durante tu existencia en la tie-rra, sé diligente al cumplir el propó-sito fundamental de la vida mediantela familia ideal. Aunque tal vez aunno logres ese ideal, haz todo lo queesté a tu alcance, por medio de laobediencia y la fe en el Señor, paraacercarte a Él lo más posible. Quenada te haga desistir de lograr eseobjetivo. Si se precisan cambiosdrásticos en tu vida, hazlos. Cuandollegues a la edad y madurez apropia-das, obtén todas las ordenanzas deltemplo que puedas recibir. Si por elmomento ello no incluye el sellarteen el templo a un cónyuge recto,vive para hacerlo. Ora por ello. Tenfe en que lo conseguirás. Nuncahagas nada que te impida ser dignode ello. Si has perdido la visión delmatrimonio eterno, reavívala. Si ne-cesitas paciencia para lograr tusueño, tenla. Mis hermanos y yooramos y nos esforzamos durantetreinta años antes de que nuestro

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l centro), el presidente Thomas S.ro de la Primera Presidencia y el Consejero de la Primera Presidencia,de la conferencia.

padre, que no era miembro, y nues-tra madre se sellaran en el templo.No te desesperes. Hazlo lo mejorque puedas. No podemos saber siobtendremos esa bendición en estelado del velo o en el más allá, peroel Señor cumplirá Sus promesas. EnSu sabiduría infinita, Él hará posibleque recibas todo lo que te mereces.No te desalientes. El vivir una vidalo más cercana posible al ideal teproporcionará enorme felicidad,gran satisfacción y un admirableprogreso mientras estés en la tierra,no importa cuáles sean tus circuns-tancias actuales.

Satanás y sus huestes harán todolo posible para impedir que obtengaslas ordenanzas necesarias para la fa-milia ideal. Él intentará distraertepara evitar que concentres tu mentey corazón en criar una familia fuerteal enseñar a tus hijos como el Señorlo requiere.

¿Hay tantas cosas fascinantes yemocionantes para hacer o tantosdesafíos que afrontar, que te resul-ta difícil concentrarte en lo que esde verdad importante? Cuando lascosas del mundo te agobian, por logeneral las cosas incorrectas pasana tener mayor prioridad. Entonceses fácil olvidar el propósito funda-mental de la vida. Satanás tiene unarma poderosa que usa contra lagente buena: la distracción. Éltrata que la gente buena llene suvida de “cosas buenas” para que nohaya lugar para las importantes.¿Has caído inconscientemente enesa trampa?

“…los hombres son libres segúnla carne; y les son dadas todas lascosas que para ellos son propias. Yson libres para escoger la libertad yla vida eterna, por medio del granMediador de todos los hombres, oescoger la cautividad y la muerte…pues [el diablo] busca que todos loshombres sean miserables como él”(2 Nefi 2:27).

¿Por qué razón se te ha dado tualbedrío moral? ¿Únicamente paravivir una vida de placer y paratomar decisiones para hacer lascosas que deseas hacer? ¿O hay unarazón más fundamental: el podertomar decisiones que te permitirán

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llevar a la práctica el propósito porel que estás aquí en la tierra y esta-blecer en tu vida un orden de priori-dades que asegurará el desarrollo yla felicidad que el Señor desea querecibas?

Hace poco conocí a un joven in-teligente con gran potencial.Dudaba en servir en una misión yha decidido no asistir a la universi-dad por ahora. En su tiempo librehace sólo lo que le apetece. No tra-baja porque no tiene que hacerlo y,además, porque le quitaría tiempopara divertirse. Aprobó las clases deseminario sin pensar en aplicar per-sonalmente el conocimiento obteni-do. Le dije: “Estás tomandodecisiones que aparentemente tebrindan lo que deseas: una vidafácil, mucha diversión y poco sacrifi-cio. Lo puedes hacer por algún tiem-po, pero cada decisión que tomeslimita tu futuro. Estás eliminandoposibilidades y opciones, y llegará elmomento, y no está muy distante,en que tengas que pasar el resto detu vida haciendo lo que no desees,en lugares donde no quieras estar,por no haberte preparado. No estásaprovechando tus oportunidades”.

Le comenté que todo lo que yoatesoro hoy día comenzó a maduraren el campo misional. El serviciomisional no lo hacemos para noso-tros, pero aún así, de una misión seobtiene gran progreso y preparaciónpara el futuro. Ahí es donde salende sí mismos y se concentran enotras personas; se acercan al Señor yen verdad aprenden Sus enseñanzas.Encuentran personas que están in-teresadas en Su mensaje pero queno están seguras del valor que éstetenga. Los misioneros tratan portodos los medios —la oración, elayuno y el testificar— de ayudar a lagente a abrazar la verdad. La misiónenseña a la persona a dejarse guiarpor el Espíritu, a comprender nues-tro propósito para estar en la tierra ycómo logarlo. Le di una bendición ycuando se fue, oré con fervor paraque el Señor le ayudara a escoger elorden correcto de las prioridades.De lo contrario, fracasará en el pro-pósito de la vida.

En contraste, tomemos el ejem-plo de otro joven. Con el paso de losaños, vi cómo sus padres le enseña-ban desde la infancia a vivir de ma-nera firme los mandamientos deDios. Por medio del ejemplo y delprecepto le nutrieron con la verdad,junto a sus demás hijos. Fomentaronel cultivo de la disciplina y el sacrifi-cio para alcanzar metas dignas. Estejoven eligió la natación para incul-car esas cualidades en su carácter.Las prácticas temprano por la maña-na requerían disciplina y sacrificio; y con el tiempo, él destacó en esedeporte.

Entonces surgieron los desafíos,por ejemplo, un campeonato de na-tación que se celebraba en domingo.¿Se decidiría a participar? ¿Buscaríauna justificación para quebrantar sunorma de no nadar los domingoscon el fin de ayudar a su equipo aganar el campeonato? No, él no ce-dería, ni siquiera ante la intensapresión de sus compañeros. Le insul-taron e incluso le maltrataron física-mente; pero él no cejó. El rechazode sus amigos, la soledad y la pre-sión crearon momentos de tristeza ylágrimas, pero no cedió. Estabaaprendiendo por sí mismo lo que

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cada uno de nosotros debe llegar asaber, la veracidad del consejo dePablo a Timoteo: “…todos los quequieren vivir piadosamente enCristo Jesús padecerán persecución”(2 Timoteo 3:12). Con el paso delos años, ese constante modelo deun vivir justo —creado por mediode cientos de decisiones correctas—ha desarrollado un carácter fuerte ycapaz. Ahora, como misionero,tiene la estimación de sus compañe-ros por su habilidad para trabajar, suconocimiento de la verdad, su férreadevoción y su determinación paracompartir el Evangelio. Alguien que fue antes rechazado por susamigos se ha convertido ahora enun líder respetado por sus compañe-ros. ¿Hay un mensaje para ti enestos ejemplos?

A pesar de que mucho de lobueno que hacemos nos proporcio-na un placer saludable, éste no es elpropósito primordial por el que esta-mos en la tierra. Intenta conocer yhacer la voluntad del Señor, no sólolo que es cómodo o te hace la vidamás fácil. Tú tienes el plan de felici-dad del Señor; sabes qué hacer o lopuedes saber por medio del estudioy la oración. Hazlo con gusto.

El Señor declaró: “Porque he aquí, no conviene

que yo mande en todas las cosas,porque el que es compelido en todoes un siervo perezoso y no sabio; portanto, no recibe galardón alguno.

“…los hombres deben estar an-helosamente consagrados a unacausa buena, y hacer muchas cosasde su propia voluntad y efectuarmucha justicia;

“porque el poder está en ellos, yen esto vienen a ser sus propiosagentes. Y en tanto que los hombreshagan lo bueno, de ninguna maneraperderán su recompensa.

“Mas el que no hace nada hastaque se le mande, y recibe un man-damiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya escondenado” (D. y C. 58:26–29)…lo que significa que cesó en su pro-greso y desarrollo.

Un dicho que todos comprende-mos es que cosechamos lo que sem-bramos, lo cual también se aplica a

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Humillarte nte tu Dios”

lder Marlin K. Jensene la Presidencia de los Setenta

La verdadera humildad nos llevará inevitablemente a decir a Dios:Hágase tu voluntad’ ”.

los asuntos espirituales. Cosecharáslo que hayas sembrado en obedien-cia, en tener fe en Jesucristo, en laaplicación diligente de las verdadesque hayas aprendido en tu vida.Cosecharás el haber moldeado tu ca-rácter, el ser más capaz, el terminarcon éxito tu propósito aquí en la tie-rra: el ser probado.

Una y otra vez se dice en los fu-nerales que la persona fallecida here-dará todas las bendiciones de lagloria celestial cuando de ningúnmodo reunía los requisitos para obte-ner las ordenanzas necesarias y guar-dar los convenios requeridos. Eso nosucederá. Esas bendiciones sólo seobtendrán al guardar los requisitosdel Señor. Su misericordia no anulalos requisitos de Su ley, los cuales sedeben cumplir.

Algunos lugares son sagrados ysantos, donde parece ser más fácildiscernir la inspiración del SantoEspíritu. El templo es ese lugar.Busca un retiro de paz y tranquilidaddonde periódicamente reflexiones ypermitas que el Señor dé dirección atu vida. Cada uno de nosotros deberevisar de vez en cuando el curso desu vida y verificar que está en la di-rección correcta. Quizá en un futurocercano puedas beneficiarte al hacereste inventario personal:

¿Qué es lo más importante que debolograr aquí en la tierra?

¿Cómo uso mi tiempo libre? ¿Dedicoparte de él a las cosas que son más im-portantes?

¿Hay algo que sé que no debo estarhaciendo? Si es así, me arrepentiré ydejaré de hacerlo.

En un momento de tranquilidad,escribe tus respuestas; analízalas yhaz los ajustes necesarios.

Pon en primer lugar lo más impor-tante. Haz todo lo posible para teneruna familia ideal mientras te encuen-tres en la tierra. Para ayudarte a lo-grarlo, medita los principios que seencuentran en la Proclamación de laFamilia y llévalos a la práctica.Testifico que el Señor vive. Él teama. Al vivir dignamente y buscarSu ayuda con sinceridad, Él te guiaráy fortalecerá para que sepas Su vo-luntad y puedas cumplirla. En elnombre de Jesucristo. Amén. �

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no de los temas memorablesde la Conferencia Generalde octubre pasado fue que,

demás de estar preocupados por loue hacemos, nosotros, los Santos deos Últimos Días, debemos prestartención a lo que somos y a lo queos estamos esforzando por llegar aer1. Teniendo en mente ese princi-io, en noviembre pasado escuchéon atención el discurso que el pre-idente Gordon B. Hinckley dirigió aos jóvenes de la Iglesia. Me emocio-aron los seis valiosos granitos deabiduría que él compartió al descri-ir lo que la juventud debía ser. Unoe los seis —“Sean humildes”— fuee especial interés para mí.

Cuando le sugerí a mi esposaace algunas semanas que, debido l discurso del presidente, estaba

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considerando la “humildad” comoposible tema para mis palabras dehoy, ella se detuvo, y con cierto bri-llo en la mirada, me dijo en broma:“Bueno, ¡te quedan sólo unos díaspara adquirirla!”. Al haber sidoalentado de esa manera, he reflexio-nado en lo que podría abarcar elobedecer el mandato del presidenteHinckley: “Sean humildes”.

Para comenzar, no deberá causar-nos sorpresa el saber que, a juicio dealgunos, la humildad tiene una clasi-ficación bastante baja en la escala delos rasgos de personalidad que se de-sean. En los últimos años se han es-crito libros muy populares acerca dela integridad, el sentido común, laurbanidad y una multitud de otrasvirtudes, pero es evidente que haymuy poca demanda para la humil-dad. Es obvio que en estos tiempossin refinamiento, en los que se nosenseña el arte de negociar por mediode la intimidación, y la agresividad seha convertido en la expresión prefe-rida del mundo de los negocios, losque intentan ser humildes serán unaminoría reducida y despreciada perosumamente importante.

El tratar voluntariamente de ad-quirir humildad es a la vez proble-mático. Recuerdo que una vezescuché a uno de mis colegas de losSetenta decir acerca de la humildad:“Si piensas que la tienes, es que nola tienes”. Sugirió que debíamos tra-tar de cultivar la humildad y deestar seguros de no enterarnos cuán-do la obtuviésemos, y que de ese

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modo la tendríamos. Pero, si algunavez pensábamos que la teníamos,entonces no la teníamos2.

Esa es una de las lecciones queenseña C. S. Lewis en sus conocidasScrewtape Letters. En la carta XIV,un buen hombre está siendo reclu-tado por un diablo y el aprendiz queestá a su lado empieza a volversehumilde, y el diablo dice que “eso esmuy malo”. Con gran percepción,Lewis hace que el diablo diga a sucompañero: “Tu paciente se havuelto humilde; ¿se lo has hechonotar?”3.

Por suerte, el Salvador nos hadado un modelo para cultivar la hu-mildad. Cuando Sus discípulos fue-ron a Él y le preguntaron: “¿Quiénes el mayor en el reino de los cie-los?”, Él respondió poniendo a unniño en medio de ellos y diciendo:“…cualquiera que se humille comoeste niño, ése es el mayor en el reinode los cielos”4.

En ese pasaje, el Salvador nos enseña que el llegar a ser humildeses ser como un niño. ¿Cómo puede

El auditorio del Centro de Conferenc

volverse una persona como un niñoy cuáles son las cualidades de niñoque debemos cultivar? El reyBenjamín, en su profundo sermóndel Libro de Mormón, nos propor-ciona una guía:

“Porque el hombre natural es ene-migo de Dios, y lo ha sido desde lacaída de Adán, y lo será para siemprejamás, a menos que se someta al in-flujo del Santo Espíritu, y se despojedel hombre natural, y se haga santopor la expiación de Cristo el Señor, yse vuelva como un niño sumiso,manso, humilde, paciente, lleno deamor y dispuesto a someterse a cuan-to el Señor juzgue conveniente impo-ner sobre él, tal como un niño sesomete a su padre”5.

El rey Benjamín parece enseñarque el volverse como un niño es unproceso gradual de desarrollo espiri-tual durante el cual obtenemosayuda por medio del Espíritu Santo ynuestra confianza en la expiación deCristo. Durante ese proceso, adquiri-remos finalmente los atributos de un niño: mansedumbre, humildad,

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ias está abarrotado durante una de las

paciencia, amor y sumisión espiri-tual. La verdadera humildad nos lle-vará inevitablemente a decir a Dios:“Hágase tu voluntad”. Y, debido aque lo que somos afecta lo que hace-mos, nuestra sumisión se reflejará ennuestra reverencia, gratitud y dispo-sición para aceptar llamamientos,consejo y corrección.

Una historia familiar que preser-van los descendientes de BrighamYoung, ilustra la naturaleza sumisade la humildad. Se dice que en unareunión pública, el profeta José, qui-zás como prueba, reprendió severa-mente a Brigham Young por algoque había hecho o que se suponíadebía haber hecho pero que no hizo;los detalles no están muy claros.Cuando José terminó de reprender-lo, todos los presentes se quedaronesperando la respuesta de BrighamYoung. Ese hombre poderoso, al quese le conocería más adelante comoel León del Señor, en una voz quedenotaba sinceridad, dijo sencilla yhumildemente: “José, ¿qué deseaque haga?”6.

sesiones.

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El poder de esa respuesta brindaun sentimiento de humildad. Nos re-cuerda que el acto más grandioso devalor y amor en la historia de la hu-manidad —el sacrificio expiatorio deCristo— fue también el acto másgrandioso de humildad y sumisión.Algunos se preguntarán si quienestratan de ser humildes deben cederante las firmes opiniones y posicio-nes de los demás. Por cierto, la vidadel Salvador pone de manifiesto quela verdadera humildad no tiene nadaque se asemeje a la ciega sumisión,ni a la debilidad, ni al servilismo.

Otra perspectiva útil sobre la hu-mildad se obtiene al examinar locontrario: el orgullo. De la mismaforma que la humildad conduce aotras virtudes, tales como la modes-tia, el ser dóciles para la enseñanza yla sencillez, el orgullo conduce amuchos otros vicios. La teología delos Santos de los Últimos Díasmuestra que fue por el orgullo queSatanás se convirtió en el adversariode la verdad. El aumento de esaarrogancia, llamada hubris [en grie-go], fue lo que los hombres sabios dela antigua Grecia describieron comoel camino seguro a la destrucción.

Hace doce años, el presidenteEzra Taft Benson pronunció un po-deroso discurso en una conferenciaen la que declaraba que el orgullo es“el pecado universal, el gran vicio”7.Enseñó que el orgullo es de naturale-za fundamentalmente competitiva yhace referencia a esta cita de C. S.Lewis: “El orgullo no encuentra pla-cer en poseer algo, sino en poseerloen mayor cantidad que el vecino.Decimos que la gente está orgullosade ser rica o inteligente o bien pare-cida, pero no es así. Ellos están orgu-llosos de ser los más ricos, los másinteligentes o mejor parecidos quelos demás. Si alguien más llega a serigualmente rico, inteligente o bienparecido, no hay nada de lo cualestar orgulloso. Lo que nos enorgu-llece es la comparación, el placer decolocarnos por encima de los demás.Una vez que desaparece el elementode competencia, el orgullo deja de existir”8. ¡Qué comentario inte-resante acerca del mundo altamentecompetitivo y por consiguiente

orgulloso! ¡Qué importante recorda-torio también para los que somos bendecidos con la “plenitud delEvangelio” para evitar así tanto lacondición como la apariencia de al-tanería o condescendencia en todasnuestras relaciones humanas.

En ocasiones pienso cómo sería la vida si todos poseyéramos máshumildad.

Imaginen un mundo en el cual elpronombre nosotros reemplazara alpredominante pronombre yo.

Piensen en el impacto que ten-dría en la búsqueda de conocimien-to si el instruido sin ser arrogantefuese la norma.

Reflexionen en el ambiente queexistiría dentro de un matrimonio ouna familia, o en realidad cualquierorganización, si por medio de unasincera humildad los errores se ad-mitieran y se perdonaran con fran-queza, si no tuviéramos miedo dealabar a los demás por temor de queellos se aprovecharan de nosotros, ysi todos nosotros pudiéramos escu-char tan bien como ahora hablamos.

Consideren las ventajas de la vidaen una sociedad en la cual las consi-deraciones de los niveles socialesfuesen sólo secundarias, donde losciudadanos se preocuparan más porsus responsabilidades que de sus de-rechos y donde los que poseen auto-ridad incluso obraran en ocasionespor iniciativa propia y admitiesencon humildad: “¡Quizás esté equivo-cado!” ¿Debe la necesidad de “tenerla razón” consumirnos totalmente?No hay duda de que esa intoleranciahacia los demás y sus puntos de vistano es nada más ni nada menos queel hubris [orgullo] que los griegosveían y contra el cual amonestabancomo el pecado suicida. Nos pregun-tamos lo diferente que se habría es-crito incluso la reciente historia delmundo si sus personajes principaleshubiesen sido receptivos a la tiernainfluencia de la humildad.

Y más importante aún, piensenen el papel que desempeña la humil-dad en el proceso del arrepentimien-to. ¿No es la humildad, junto conuna fe firme en Cristo, lo que lleva altransgresor hacia Dios en oración, apedir disculpas a la persona que ha

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ofendido, y, cuando sea necesario, asu líder del sacerdocio en confesión?

Me siento agradecido por losejemplos de humildad que he tenidoen la vida.

Una vez mi padre, en el acalora-miento y la frustración de una hú-meda tarde de julio, reaccionóexageradamente ante mis errores deagricultor novato y me castigó deuna forma que yo consideré excesivadado el delito cometido. Más tarde,se acercó a mí con una disculpa yuna muy apreciada expresión deconfianza en mi capacidad. Esa hu-milde expresión ha permanecido enmis recuerdos por más de 40 años.

He visto una humildad constanteen mi maravillosa esposa. Al igualque Nefi pidió guía a Lehi despuésde que éste hubo flaqueado momen-táneamente, ella ha permanecido ami lado por 34 años y me ha apoya-do y amado con constancia “a pesarde mi debilidad”9.

A menudo me siento conmovidopor las manifestaciones de humildaden las Escrituras. Tomemos en cuen-ta a Juan el Bautista, quien declaróacerca del Salvador: “Es necesarioque él crezca, para que yo mengüe”10.Piensen en Moroni, quien nos ruegaque no le condenemos por sus imper-fecciones, sino que demos gracias aDios por haber puesto de manifiestosus imperfecciones para que apren-diéramos a ser más sabios que él11.Tampoco debemos olvidar la excla-mación de Moisés, quien, después dehaber visto la grandeza de Dios y deSus creaciones, reconoció que “Poresta causa, ahora sé que el hombreno es nada, cosa que yo nunca mehabía imaginado”12. ¿No es acaso laadmisión de Moisés de nuestra de-pendencia total en Dios el comienzode la verdadera humildad?

Estoy de acuerdo con la declara-ción memorable del autor inglésJohn Ruskin de que “ la primeraprueba de un hombre verdadera-mente notable es su humildad”.Luego dijo: “Por humildad, no merefiero a dudar de su propia valía;sin embargo, los hombre notables deverdad tienen un sentimiento inu-sual de que su grandeza no está enellos sino que se manifiesta a través

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Un Dios de milagrosSydney S. ReynoldsPrimera Consejera de la Presidencia General de la Primaria

“Creo que todos nosotros podemos testificar de esos pequeños milagros”.

de ellos. Y ven algo divino en cadahombre y son siempre, inocentemen-te, increíblemente agradecidos”13.

Miqueas, el profeta del AntiguoTestamento, al igual que nuestro pro-feta viviente, el presidente Hinckley,se preocupaba por nutrir el desarrollode la humildad. A su pueblo, dijo:“Oh hombre, él te ha declarado loque es bueno, y qué pide Jehová deti: solamente hacer justicia, y amarmisericordia, y humillarte ante tuDios”14.

Que Dios nos bendiga a todos paraque nos humillemos ante Dios y antetodos los hombres. Testifico que elpresidente Gordon B. Hinckley es unprofeta verdadero y que su consejo“Sean humildes” proviene de Dios.Testifico que Jesucristo, el manso ydócil Hijo de Dios, personifica la hu-mildad. Sé que será en humildad queun día nos arrodillaremos a los piesdel Salvador para ser juzgados porÉl15. Que vivamos para estar prepara-dos para ese humilde momento, es mioración, en el nombre de Jesucristo.Amén. �

NOTAS1. Neal A. Maxwell, “Los artificios y las

tentaciones del mundo”, Liahona, enero de2001, pág. 43; Dallin H. Oaks, “El desafíode lo que debemos llegar a ser” , Liahona,enero de 2001, págs. 40–43.

2. Albert Choules, Jr., minutas no pu-blicadas de una reunión del Quórum de losSetenta, 15 de abril de 1993.

3. The Screwtape Letters, 1982, págs. 62–63.

4. Mateo 18:1, 4.5. Mosíah 3:19.6. Véase Truman G. Madsen, “Hugh B.

Brown—Youthful Veteran”, New Era, abrilde 1976, pág. 16.

7. Presidente Ezra Taft Benson,“Cuidaos del orgullo”, Liahona, mayo de1989, pág. 6.

8. Mere Christianity, 1960, pág. 95.9. 2 Nefi 33:11.10. Juan 3:30.11. Véase Mormón 9:31.12. Moisés 1:10.13. The Works of John Ruskin, ed. E. T.

Cook y Alexander Weddenburn, 39 tomos,1903–1912, tomo 5, pág. 331.

14. Miqueas 6:8.15. Véase Mosíah 27:31; D. y C. 88:104.

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al como Moroni de antaño,creo en un Dios de milagros.Moroni escribió a la gente de

nuestra dispensación: “Mas he aquí,yo os mostraré un Dios de milagros…y es ese mismo Dios que creó los cielos y la tierra, y todas las cosas que hay en ellos” (Mormón 9:11).Moroni proclamó que Jesucristo hizomuchos milagros grandiosos, que pormano de los apóstoles se realizaronpotentes milagros, y que un Dios quees el mismo ayer, hoy y siempre, debeser un Dios de milagros también hoy(véase Mormón 9:18; 9:9).

Piensen en los milagros delAntiguo Testamento. Recuerden aMoisés al dividir el Mar Rojo. Paratodas las generaciones futuras de is-raelitas, los grandes milagros que lle-varon a su liberación de Egiptoproporcionaron una prueba innega-ble de la existencia de Dios y de Suamor por ellos.

Muchos profetas del Libro deMormón, incluso Nefi, señalaron el

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relato de Moisés para infundir fe ycreencia en un Dios que podría libe-rar a Su pueblo de sus aflicciones(véase 1 Nefi 4:1–3). Otros profetasdel Libro de Mormón le recordaronal pueblo que ellos mismos habíansido testigos de milagros que debíanconvencerlos del poder de Dios.

En el Nuevo Testamento, el após-tol Juan dio a saber la razón por lacual registraba muchos de los mila-gros del Salvador; concretamente,“para que creáis que Jesús es elCristo” (Juan 20:31).

En esta dispensación, somos testi-gos del gran milagro de la restaura-ción del Evangelio de Jesucristosobre la tierra, el cual comenzócuando un jovencito fue a una arbo-leda, cerca de Palmyra, Nueva York,y volcó su corazón en preguntas aun Dios que él creía podría contes-tarle: un Dios de milagros. Y han se-guido ocurriendo milagros en estadispensación —grandiosos mila-gros— entre ellos la salida a luz delLibro de Mormón, el cual es en síotro Testamento de Jesucristo.

De igual importancia que esos“grandiosos milagros”, son los “mila-gros privados” más pequeños quenos enseñan a tener fe en el Señor;éstos se reciben al reconocer y daroído a los susurros del Espíritu ennuestra vida diaria.

Estoy agradecida por el maestroque alentaba a sus alumnos a llevarun diario personal de los susurros ola inspiración del Espíritu en la vidade ellos. Él nos indicaba que anotá-ramos lo que habíamos sentido ycuál había sido el resultado. Lascosas pequeñas se hicieron eviden-tes. Un día me encontraba suma-mente apresurada para terminar

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algunas tareas escolares y preparar-me para un viaje; bajé al lavaderode los dormitorios [de la universi-dad] para sacar mi ropa de la lava-dora y colocarla en la secadora.Lamentablemente, todas las secado-ras estaban ocupadas y todavía lesfaltaba mucho tiempo para terminar.Subí a mi cuarto desalentada, yaque sabía que para cuando las seca-doras terminaran el ciclo, yo ya ten-dría que encontrarme en camino.Apenas había regresado a mi cuartocuando sentí que debía bajar otravez al lavadero. Es una tontería,pensé; acababa de regresar y notenía tiempo, pero como estaba tra-tando de prestar atención, fui. Dosde las secadoras estaban vacías y asípude terminar todo lo que tenía quehacer. ¿Es posible que el Señor sehubiese preocupado de allanarme elcamino en algo tan trivial, pero paramí tan importante? Desde ese en-tonces, he aprendido mediante mu-chas experiencias de ese tipo que elSeñor nos ayudará en todos los as-pectos de nuestra vida si tratamosde servirle y de hacer Su voluntad.

Creo que todos nosotros pode-mos testificar de esos pequeños mi-lagros. Sabemos de niños que oranpidiendo ayuda para encontrar algoque se les ha perdido, y lo encuen-tran. Sabemos de jóvenes que tie-nen el valor de ser testigos de Dios ysienten Su mano de apoyo. Sabemos

El presidente Gordon B. Hinckley, ely el presidente James E. Faust, Segude los Doce Apóstoles: (desde la izqDavid B. Haight, Neal A. Maxwell, R

de amigos que pagan sus diezmoscon el único dinero que les queda ydespués, por un milagro, descubrenque pueden pagar su matrícula uni-versitaria, el alquiler o de algunaforma obtener comida para su fami-lia. Podemos compartir experienciasde oraciones que han sido contesta-das y de bendiciones del sacerdocioque han dado valor, consuelo o res-taurado la salud. Esos milagros dia-rios nos ayudan a reconocer la manodel Señor en nuestra vida.

He estado pensando mucho eneso debido a una experiencia quenuestra familia ha tenido durante losúltimos meses. Nuestra hija y su es-poso tardaron en conocerse y casar-se, y después, a pesar de que queríantener hijos con todo su corazón, porvarios años les resultó difícil que esesueño se hiciese realidad. Oraron,pidieron bendiciones del sacerdocioy ayuda médica, y finalmente, congran emoción, se enteraron de queesperaban mellizos.

Sin embargo, las cosas no fueronmuy bien, y tres meses y medioantes de la fecha del alumbramien-to, la futura madre se encontró en elpabellón de obstetricia del hospital.Al principio, los médicos tenían laesperanza de que pudieran demorarel parto algunas semanas más; peroinmediatamente la pregunta que sepresentó fue la siguiente: ¿dispon-drían por lo menos de las 48 horas

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presidente Thomas S. Monson, Primer ndo Consejero de la Primera Presidencuierda) Boyd K. Packer, Presidente en Fussell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Ru

necesarias para administrar el medi-camento que se requeriría para elfuncionamiento de los pulmonesprematuros de los bebés?

Una enfermera de la unidad decuidados intensivos de niños prema-turos fue a ver al matrimonio paramostrarles fotografías de las máqui-nas a las cuales estarían conectadoslos bebés si nacían con vida. Les ex-plicó los riesgos de que tuviesendaño en los ojos, de que les fallaranlos pulmones, de impedimentos físi-cos o de daños celebrales. Ellos es-cucharon, con humildad perotambién con esperanza, y después, apesar de todo lo que los médicos pu-dieron hacer, fue evidente que losniños estaban por nacer.

Nacen con vida; primero la niñay después el niño, pesando menosde dos kilos entre los dos; son lleva-dos de inmediato a la unidad de cui-dados intensivos donde les ponenen respiradores artificiales, con son-das umbilicales e intravenosas yconstante atención. No puedentener mucha luz ni mucho ruido; suequilibrio químico necesita constan-te vigilancia a medida que el hospi-tal, con millones de dólares deequipo y muchos médicos y enfer-meras maravillosos, tratan de repro-ducir el milagro del vientre de unamadre.

Todos los días se produce unacantidad de pequeños milagros: un

Consejero de la Primera Presidencia ia, saludan a miembros del Quórumunciones, y los élderes L. Tom Perry,ssell Ballard y Joseph B. Wirthlin.

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Miembros descansan cerca de una fuente dentro del Centro deConferencias.

pulmón colapsado sana y después, apesar de todo, sigue funcionandobien; se contrarresta la pulmonía; sur-gen más infecciones graves que se su-peran; las sondas intravenosas nofuncionan debidamente y son reem-plazadas. Después de dos meses ymedio, el niño aumenta 910 gramos ypuede respirar sin oxígeno adicional.Le quitan el oxígeno; aprende acomer y sus padres agradecidos lo lle-van a casa conectado a los monitores.

La niña se sigue sacando la sondadel respirador, haciendo sonar laalarma por toda la sala. Pensamosque quizás desea progresar como suhermano, pero cada vez se le cierrala garganta y no puede respirar porsí misma. Tiene la garganta tan in-flamada que a veces los terapeutasde respiración tienen mucha dificul-tad para volverle a conectar lasonda y ella casi fallece. Su progresonormal es difícil debido a su depen-dencia permanente en el respirador.

Finalmente, después de que suhermanito ha estado en casa dosmeses, los doctores se ven obligadosa sugerir una operación para ella, lacual le permitirá respirar por un ori-ficio que se le hará en la garganta;una operación que podría resolverlos problemas que tiene en el estó-mago al abrírsele un orificio en elcostado; pero una operación queafectará su pequeño cuerpecito pormuchos meses más y, quizás, por elresto de su vida. Mientras los padresse debatían por tomar una decisión,una tía mandó un mensaje a toda lafamilia. Ella explicaba la situación,el crítico asunto del momento opor-tuno, de la importancia de quitarleel respirador, y sugería que uniéra-mos nuestra fe una vez más y, me-diante el ayuno y la oración,pidiéramos que se efectuara un mi-lagro más, si esa era la voluntad delSeñor. La noche del 3 de diciembreterminaríamos nuestro ayuno conuna oración.

Permítanme leer una porción deuna carta que se envió a la familia lamañana del 4 de diciembre.“Querida familia: ¡Buenas noticias!Bendiciones del Señor. Nuestro mássincero agradecimiento por sus ora-ciones y ayuno en beneficio de

nuestra pequeña. Ayer por la maña-na le quitaron el respirador y desdehace ya 24 horas no lo tiene. Paranosotros, es un milagro. El cuerpomédico aún procede con cautela encuanto a lo que se habrá de esperar,pero estamos muy agradecidos alSeñor y a ustedes. Oramos para queéste sea el comienzo del final de suestadía en el hospital; e incluso nosatrevemos a esperar tenerla en casapara Navidad”.

Y sí estuvo en casa para laNavidad y ambos bebés se encuen-tran ahora “muy bien”. Nuestra fa-milia ha tenido su propia “divisióndel Mar Rojo” y estamos preparadospara testificar de que hoy, al igualque en el pasado y por siempre, hayun “Dios de milagros” que ama aSus hijos y desea bendecirlos.

Sabemos, al igual que ustedes,que todos los ruegos que se hagan alSeñor y todos los ayunos no recibenesta misma respuesta esperada. Elresto de la familia ha tenido tam-bién que afrontar la muerte de seresqueridos, enfermedades graves, lasaflicciones del divorcio e hijos quehan elegido otro sendero. No siem-pre comprendemos las razones quehay detrás de las pruebas que recibi-mos en la vida terrenal, pero nues-tra fe ha crecido, y quizás la deustedes también, al ver a seres que-ridos, amigos y gente a la que sóloconocemos de oídas soportar con feen el Señor las pruebas más duras.Ellos también conocen al Dios de

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milagros y testifican en sus tribula-ciones que, sea cual fuere lo que elfuturo les depare, el Señor los cono-ce y los ama y los bendice. Ellosestán sellados a Él, y los unos a losotros para siempre, y están dispues-tos a someter su voluntad a la de Él.

¿Cómo han llegado a ese punto?¿Cómo tenemos acceso al silenciosomilagro que el Señor lleva a cabo amedida que nos transforma, a Sushijos, en dignos herederos del reinode Dios? Creo que es posible porque“de tal manera amó Dios al mundo,que ha dado a su Hijo unigénito, paraque todo aquel que en él cree, no sepierda, mas tenga vida eterna” (Juan3:16). Creo que se logra al someter-nos al influjo del Espíritu, despojarnosdel hombre natural y ser llenos delamor de Dios (véase Mosíah 3:19).“…por la Expiación de [Jesucristo],todo el género humano puede sal-varse, mediante la obediencia a lasleyes y ordenanzas del Evangelio”(Artículos de Fe 1:3). Toda la huma-nidad —y entre ella me incluyo a míy a ustedes— puede tener parte en laExpiación, el más grandioso de todoslos milagros de Dios.

Dios sí dividió las aguas del MarRojo y sí nos dio el Libro deMormón. Él puede sanarnos denuestros pecados y puede bendecir-nos, y lo hará, a nosotros Sus hijos,en nuestra vida diaria. Sé que Élvive y nos ama, y que es hoy unDios de milagros. En el nombre deJesucristo. Amén. �

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“Me seréis testigos”Élder Jeffrey R. HollandDel Quórum de los Doce Apóstoles

“A las personas que se les haga difícil iniciar conversaciones misionales —y lo es para muchas— las nuevas tarjetas de obsequio que recientementeprodujo la Iglesia son una forma agradable y fácil de dar a conocer a losdemás nuestras creencias básicas y cómo pueden saber más”.

Cuando el Jesús resucitadoconcluyó Su ministerio te-rrenal, dio este importante

mandato a Sus apóstoles y a aque-llos que los seguirían:

“Por tanto, id, y haced discípulosa todas las naciones, bautizándolosen el nombre del Padre, y del Hijo, ydel Espíritu Santo…”1.

“recibiréis poder… y me seréistestigos en Jerusalén, en toda Judea,en Samaria, y hasta lo último de latierra”2.

Al recordar siempre actuar concortesía y decoro, tenemos la res-ponsabilidad de ser testigos deJesucristo “en todo tiempo… entodas las cosas y en todo lugar”3, afin de proclamar, cada uno a su pro-pia manera, la gran causa a la cualCristo nos ha llamado.

Ustedes ya son misioneros maravi-

llosos, mejores de lo que se imaginan,

y tienen la habilidad de ser aún me-jores. Es posible dejar que los misio-neros regulares lleven a cabo la difíciltarea de trabajar 12 horas al día,pero, ¿por qué no ser partícipes delgozo de esa obra? A nosotros tam-bién nos corresponde un lugar antela mesa colmada de testimonios y,afortunadamente, hay un lugar reser-vado para cada uno de los miembrosde la Iglesia.

En efecto, una clara verdad dehoy día es que ninguna misión niningún misionero puede a la largalograr el éxito sin la tierna participa-ción y el apoyo espiritual de losmiembros locales que trabajen conellos en un esfuerzo equilibrado. Sihoy están tomando notas en unatabla de piedra, inscriban profunda-mente esta verdad; les prometo quenunca tendrán que borrarla. Alprincipio, los investigadores puedenprovenir de muchas fuentes diferen-tes, pero aquellos que en verdad sebautizan y son retenidos mediante laactividad en la Iglesia provienen ensu gran mayoría de amigos y conoci-dos de los miembros de la Iglesia.

Hace poco más de veinticuatromeses, el presidente Gordon B.Hinckley dijo en una transmisiónpara toda la Iglesia:

“Yo los comprendo a ustedes, mi-sioneros. Simplemente no puedenhacerlo solos y hacerlo bien.Necesitan la ayuda de otros. Esepoder para ayudarles anida en cadauno de nosotros…

“Ahora bien, hermanos y herma-nas, podemos dejar que los misione-

ros traten de hacer la obra por sí

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solos o ayudarles en ello. Si lo hacenpor sí mismos, irán de puerta enpuerta, día tras día, y la cosecha seráescasa. O podemos, como miem-bros, ayudarles a encontrar y ense-ñar investigadores.

“Hermanos y hermanas, a todosustedes en los barrios y estacas, en losdistritos y las ramas, quiero invitarlesa que formen parte de un amplio ejér-cito con verdadero entusiasmo poresta obra y con un enorme deseo deayudar a los misioneros en la inmensaresponsabilidad que tienen de llevarel Evangelio a toda nación, tribu, len-gua y pueblo…”4.

Me gusta como suenan esas fra-ses: “un amplio ejército con verda-dero entusiasmo por esta obra” y“un enorme deseo de ayudar a losmisioneros”. Permítanme destacaralgunas cosas que podemos hacer afin de responder a ese llamado.Ustedes podrán saber cuántas deellas ya están llevando a la práctica.

Lo más importante es que pode-mos vivir el Evangelio. Ciertamenteno hay mensaje misional más pode-roso que podamos enviar al mundoque el ejemplo de una vida Santo delos Últimos Días amorosa y feliz. Lamanera de actuar y de conducirse, lasonrisa y la bondad de un fiel miem-bro de la Iglesia brindan calidez e in-terés que ningún folleto misional nivídeo puede transmitir. Las personasno se unen a la Iglesia por lo quesaben; se unen por lo que sienten, loque ven y lo que desean espiritual-mente. Los demás verán nuestro es-píritu de testimonio y de felicidad enese aspecto, si se lo permitimos.Como el Señor dijo a Alma y a loshijos de Mosíah: “Id… para que lesdéis buenos ejemplos en mí; y osharé instrumentos en mis manos,para la salvación de muchas almas”5.

Una joven ex misionera de HongKong me contó recientemente quecuando ella y su compañera le pre-guntaron a una investigadora si creíaen Dios, la mujer respondió: “Nocreía, hasta que conocí a un miem-bro de su Iglesia y observé la formaen que vivía”. ¡Qué obra misionalejemplar! Pedir que cada miembrosea un misionero no es tan crucialcomo pedir que cada miembro sea

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un miembro. Gracias por vivir elEvangelio.

Gracias también por orar por losmisioneros. Todos oran por los misio-neros. Ojalá siempre sea así. Conese mismo espíritu, debemos tam-bién orar por aquellos que se estánreuniendo con los misioneros o quenecesitan hacerlo. En Zarahemla se mandó a los miembros “[unirse]en ayuno y ferviente oración”6 poraquellos que aún no se habían unidoa la Iglesia de Dios. Nosotros pode-mos hacer lo mismo.

También podemos orar a diariopor nuestras propias experienciasmisionales. Oren para que bajo laguía divina de tales cosas, la oportu-nidad misional que ustedes deseanya esté siendo preparada en el cora-zón de alguna persona que añora ybusca lo que ustedes tienen.“Todavía hay muchos en la tierra…que… no llegan a la verdad sóloporque no saben dónde hallarla”7.¡Oren para que ellos les encuentrena ustedes! Y luego estén alerta, por-que hay multitudes en el mundoque sienten hambre en sus vidas, nohambre de pan ni de agua, sino deoír la palabra del Señor8.

Cuando el Señor ponga esa per-sona ante ustedes, simplementeconversen sobre cualquier cosa. Nohay por qué temer. No tienen quetener un mensaje misional obligato-rio. Su fe, su felicidad, la expresiónmisma de su rostro es suficiente paradespertar el interés de los que ten-gan un corazón sincero. ¿Han oído auna abuela hablar de sus nietos? Aeso me refiero… ¡y sin fotografías!

El Evangelio simplemente aflorará ala conversación y ustedes no podráncontenerse.

Pero quizás aún más importanteque hablar sea el escuchar. Esas per-sonas no son objetos inanimadosdisfrazados de estadística bautismal.Son hijos de Dios, nuestros herma-nos y hermanas, y necesitan lo quenosotros tenemos. Sean sinceros;hagan un esfuerzo verdadero.Pregunten a esos amigos qué es lomás importante para ellos, lo queellos atesoren y lo que ellos conside-ren de más valor. Luego, escuchen.Si la situación es propicia, podríanpreguntarles cuáles son sus temores,lo que anhelan o lo que piensen queles falta en la vida. Les prometo queen algo de lo que ellos digan siemprese destacará una verdad delEvangelio sobre la cual ustedes pue-den dar testimonio y ofrecer más co-nocimiento. El élder Russell Nelsonme dijo una vez que una de las pri-meras reglas de un interrogatoriomédico es “Preguntar al pacientedónde le duele. El paciente”, dijo él,“será la mejor guía para lograr undiagnóstico correcto y el tratamien-to necesario”. Si escuchamos conamor, no habrá necesidad de pre-guntarnos qué decir; pues nos serádado por el Espíritu y por nuestrosamigos.

A las personas que se les haga difí-cil iniciar conversaciones misionales—y lo es para muchas— las nuevastarjetas de obsequio que reciente-mente produjo la Iglesia son unaforma agradable y fácil de dar a co-nocer a los demás nuestras creencias

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básicas y cómo pueden saber más.Por ejemplo, ésa es la manera másfácil que yo personalmente he en-contrado de ofrecer a la gente unejemplar del Libro de Mormón sinnecesidad de llevar una mochilallena de libros cuando viajo.

Ahora permítanme aumentar unpoco más el ritmo de este mensaje.Muchos más de nosotros podemosprepararnos para prestar serviciocomo matrimonios misioneros cuan-do llegue ese tiempo de nuestravida. Como dicen en un póster losmatrimonios mayores del CCM deProvo: “¡Arrastremos los pies conmás agilidad!”. Acabo de regresar deun largo viaje que me llevó a mediadocena de misiones. A todas las par-tes que fui durante esas semanas encontré matrimonios mayores que brindaban el liderazgo más gra-tificante y extraordinario que sepuedan imaginar, proporcionando la estabilidad, madurez y experien-cia que no se podría esperar de un joven de 19 o 21 años de edad.Encontré toda clase de parejas, in-cluso algunos ex presidentes de mi-sión y de templo y sus esposas, quehabían ido a partes del mundo total-mente desconocidas para ellos a finde servir callada y desinteresada-mente una segunda, tercera o cuartamisión. Todos ellos me conmovieronen gran manera.

Recientemente almorcé con elélder John Hess y su esposa, deAshton, Idaho. John me dijo:“Somos tan sólo agricultores de pa-tatas”, pero eso es precisamente loque necesitaba la nación deBielorrusia, en la Misión RusiaMoscú. Por muchos años, la mejorcosecha de patatas en parcelas delgobierno producía 50 sacos de pata-tas por hectárea. Tomando en cuen-ta que se necesitan 22 sacos desemilla para plantar una hectárea, elrendimiento era bastante pobre.Ellos necesitaban ayuda.

El hermano Hess pidió un terre-no que estaba a tan sólo un metrode distancia de las parcelas del go-bierno, se remangó la camisa y sedispuso a trabajar con la misma se-milla, herramientas y fertilizante dis-ponibles en Bielorrusia. Cuando

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llegó el tiempo, empezaron a cose-char, luego llamaron a otros paraayudar, y terminaron pidiendo atodos que fueran a trabajar. Con lamisma cantidad de lluvia y tierra,pero con una medida adicional de laindustria, experiencia y oración deIdaho, las parcelas que plantaron losHess produjeron cerca de 550 sacospor hectárea, o sea once veces másque cualquier otra cosecha en esepaís. Al principio, nadie podía creerla diferencia; se preguntaban si ha-bían ido equipos secretos durante lanoche, o si se había usado algunafórmula mágica. Pero no fue nada de eso. El hermano Hess dijo:“Necesitábamos un milagro y lo pe-dimos”. Ahora, casi un año mástarde, los jóvenes misioneros prose-litistas están teniendo mucho máséxito en esa comunidad porque un“viejo agricultor de patatas” deIdaho respondió al llamado de suIglesia.

La mayoría de los matrimoniosmisioneros prestan servicio de formamás rutinaria, empleando su expe-riencia de liderazgo en los barrios ylas ramas, pero lo importante es quehay toda clase de necesidades enesta obra y una firme tradición mi-sional de responder al llamado deservir a cualquier edad y en toda cir-cunstancia. Recientemente, un pre-sidente de misión me informó queuna de sus jóvenes misioneras, alaproximarse el final de su fiel y prós-pera misión, dijo entre lágrimas, quedebía regresar a casa inmediatamen-te. Cuando le preguntó cuál era larazón, ella le dijo que el dinero sehabía vuelto tan escaso para su fami-lia que, para continuar mantenién-dola, habían arrendado su hogar yestaban utilizando lo que sacaban derenta para costear los gastos de sumisión. Para los arreglos de viviendase habían tenido que mudar a un de-pósito de almacenamiento; para lasnecesidades de agua, usaban un grifoexterior y una manguera del vecino;y como baño iban a una estación deservicio cercana. Esa familia, en la que el padre había fallecido re-cientemente, se sentía tan orgullosade su misionera, y eran tan indepen-

diente, que se las había arreglado

para ocultar esa situación a la mayo-ría de sus amistades y a casi todossus líderes de la Iglesia.

Cuando se descubrió la situación,la familia fue restaurada de inme-diato a su hogar; se aseguraron soluciones a largo plazo para sus circunstancias económicas y se pro-porcionó la cantidad completa del sostén para la hija misionera.Habiendo secado sus lágrimas y disi-pado sus temores, esa fiel y dedicadahermana terminó su misión conéxito y recientemente se casó en eltemplo con un joven maravilloso.

En estos días favorecidos no re-querimos la clase de sacrificio rigu-roso que esta familia misioneraofreció, pero nuestra generación hasido la beneficiaria de generacionesanteriores que sí sacrificaron muchí-simo al servir en la causa misionalque proclamamos. Todos podemoshacer un poco más para transmitiresa tradición a los que vengan des-pués que nosotros.

El apóstol Juan le preguntó alSeñor si él, Juan, podría permaneceren la tierra más allá del período nor-mal de la vida para ningún otro pro-pósito que el de traer más almas aDios. Al conceder ese deseo, elSalvador dijo que ésta era “una obramayor” y un “deseo” más noble queincluso el de querer ir “presto” a lapresencia del Señor9.

Al igual que todos los profetas yapóstoles, el profeta José Smith en-tendió el profundo significado de la

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súplica de Juan cuando dijo:“Después de todo lo que se hadicho, [nuestro] mayor y más im-portante deber es predicar el evan-gelio”10. Testifico de ese Evangelio yde Jesucristo, quien lo personificó.Testifico que “el valor de las almases grande a la vista de Dios”11 y queel salvar esas almas mediante laExpiación redentora de Su HijoAmado es la esencia misma de Suobra y Su gloria12. Al luchar por lo-grar esa obra, testifico, al igual queJeremías, que esta última y grandio-sa declaración misional hecha almoderno Israel, será, al final, unmayor milagro que cuando el anti-guo Israel cruzó el Mar Rojo13. Quecon valor y entusiasmo comparta-mos el milagro de ese mensaje,ruego en el nombre del SeñorJesucristo. Amén. �

NOTAS1. Mateo 28:19.2. Hechos 1:8.3. Mosíah 18:9.4. “Apacienta mis ovejas”, Liahona,

julio de 1999, pág. 118.5. Alma 17:11.6. Alma 6:6.7. D. y C. 123:12.8. Véase Amós 8:11.9. Véase D. y C. 7.10. Enseñanzas del Profeta José Smith,

pág. 132.11. D. y C. 18:10.12. Véase Moisés 1:39.13. Véase Jeremías 16:14–16.

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CompasiónPresidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero de la Primera Presidencia

“No hay forma de saber cuándo tendremos el privilegio de echar unamano a alguien que lo necesite”.

klahoma City, Oklahoma,es un lugar muy interesan-te. Hace poco tiempo, y

acompañado de los élderes RichardG. Scott, Rex D. Pinegar y LarryBrooks, presidí allí una conferenciaregional. El edificio donde nos reu-nimos estaba abarrotado de miem-bros de la Iglesia y de otras personasinteresadas. El canto del coro fuecelestial; las palabras, inspiradoras; yel dulce espíritu que prevaleció enla conferencia se recordará por largotiempo.

Yo reflexioné en mis anteriores vi-sitas a esa localidad, en la belleza dela canción del estado —“Oklahoma”,de la producción musical de Rodgersy Hammerstein— así como en la ma-ravillosa hospitalidad de su gente.

Sin embargo, el espíritu caritati-vo de esa comunidad se vio probadoen extremo el 19 de abril de 1995,cuando una bomba terrorista des-truyó el Edificio Federal Alfred P.

urrah en el centro de Oklahomaity, llevando a 168 personas a

a muerte e hiriendo a incontablestras.

Tras la conferencia regional deklahoma City, me condujeron a

a entrada de un monumento her-oso y simbólico que adorna el

ugar donde una vez estuvo el edifi-io Murrah. Era un día aciago, llu-ioso, lo cual tendía a realzar elolor y el sufrimiento que había te-ido lugar allí. El monumento cons-a de un estanque de 120 metros, ano de cuyos lados hay 168 sillasacías hechas de granito y cristal,n honor a cada una de la personasuertas. Las sillas se encuentranás o menos donde se hallaron los

uerpos.Al otro lado del estanque y sobre

na pequeña elevación del terreno,e yergue un maduro olmo america-o, el único árbol de las inmediacio-es que sobrevivió a la destrucción.or ello se le llama de forma apro-iada y afectuosa “El árbol supervi-iente”, y con su real esplendoronra a los que sobrevivieron a laerrible explosión.

El guía dirigió mi atención a lanscripción grabada sobre la entradal monumento:

Venimos aquí a recordar a los que murieron,

a los que sobrevivieron y a los que cambiaron para siempre.

Deseamos que al salir todos conozcan el impacto de la violencia.

Que este monumento ofrezca consuelo, fortaleza, paz, esperanza y serenidad.

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Entonces, con lágrimas en losojos y una voz entrecortada, miacompañante declaró: “Esta comu-nidad, con todas sus iglesias y habi-tantes, ha estado más aunada. Eldolor nos ha fortalecido, y hemosestado unidos en espíritu”.

Ambos concluimos que la pala-bra que mejor describía lo ocurridoera compasión.

Mis pensamientos se volvieron ala obra musical Camelot, donde elrey Arturo, con su sueño de unmundo mejor y de una relaciónideal entre las personas, dijo mien-tras preveía el propósito de la mesaredonda: “La violencia no es fortale-za y la compasión no es debilidad”.

En el Antiguo Testamento de laSanta Biblia se halla un relato estre-mecedor que ilustra esta declara-ción. José era muy querido por supadre, Jacob, lo cual causaba amar-gura y celos en sus hermanos.Entonces surgió un complot paramatar a José, aunque acabaron porabandonarlo en un foso profundo,sin agua ni comida. Pero con el pasode una caravana de mercaderes, loshermanos de José acordaron vendera José antes que dejarle morir.Veinte piezas de plata le sacaron delfoso y le condujeron a la casa dePotifar, en Egipto, donde prosperó,pues “Jehová estaba con José”1.

A los años de abundancia siguie-ron los de hambruna, y en medio deeste período, cuando los hermanosde José llegaron a Egipto para com-prar trigo, este hombre favorecidolos benefició… su propio hermano.José pudo haber actuado con durezacontra sus hermanos por el tratocruel que había recibido de ellos; sinembargo, fue amable y cortés, y seganó su favor y apoyo con las pala-bras y hechos siguientes:

“Ahora, pues, no os entristezcáis,ni os pese de haberme vendido acá;porque para preservación de vidame envió Dios delante de vosotros.

“Y Dios me envió delante de vo-sotros, para preservaros posteridadsobre la tierra, y para daros vida pormedio de gran liberación”2. José de-mostró mediante el ejemplo la mag-nífica virtud de la compasión.

En el meridiano de los tiempos,

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Jesús solía hablar en parábolas cuan-do caminaba por los polvorientossenderos de la Tierra Santa.

Y dijo: “Un hombre descendía deJerusalén a Jericó, y cayó en manosde ladrones, los cuales le despoja-ron; e hiriéndole, se fueron, deján-dole medio muerto.

“Aconteció que descendió un sa-cerdote por aquel camino, y viéndo-le, pasó de largo.

“Asimismo un levita, llegandocerca de aquel lugar, y viéndole,pasó de largo.

“Pero un samaritano, que iba decamino, vino cerca de él, y viéndole,fue movido a misericordia;

“y acercándose, vendó sus heri-das, echándoles aceite y vino; y po-niéndole en su cabalgadura, lo llevóal mesón, y cuidó de él.

“Otro día al partir, sacó dos dena-rios, y los dio al mesonero, y le dijo:Cuídamele; y todo lo que gastes demás, yo te lo pagaré cuando regrese”.

El Salvador bien podría decirnos:“¿Quién, pues, de estos tres te pare-ce que fue el prójimo del que cayóen manos de los ladrones?”.

Sin dudarlo, nuestra respuestasería: “El que usó de misericordiacon él”.

Tanto ahora como entonces,Jesús exclamaría: “Vé, y haz tú lomismo”3.

Jesús nos dio muchos ejemplos deinterés compasivo —el paralítico enel estanque de Betesda; la mujeradúltera; la mujer del pozo de Jacob;la hija de Jairo; Lázaro, el hermanode María y Marta— cada uno repre-sentaba al herido en el camino aJericó; cada uno necesitaba ayuda.

Jesús dijo al paralítico deBetesda: “Levántate, toma tu lechoy anda”4. La mujer pecadora recibióeste consejo: “Vete, y no pequesmás”5. Para ayudar a las personas asacar agua, Él proporcionó unafuente de agua que salta para vidaeterna6. A la hija muerta de Jairo,mandó: “Niña, a ti te digo, levánta-te”7. Y al Lázaro sepultado exclamó:“¡Lázaro, ven fuera!”8.

El Salvador siempre ha mostradouna capacidad ilimitada para mos-trar compasión.

Él se apareció a la multitud en el

continente americano y dijo a lamultitud:

“¿Tenéis enfermos entre vosotros?Traedlos aquí. ¿Tenéis cojos, o cie-gos, o lisiados, o mutilados, o lepro-sos, o atrofiados, o sordos, o quienesestén afligidos de manera alguna?Traedlos aquí y yo los sanaré, porquetengo compasión de vosotros; misentrañas rebosan de misericordia.

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“Y los sanaba a todos”9.Uno bien podría hacer la sagaz

pregunta: Estos relatos pertenecen alRedentor del mundo. ¿Puede realmentesuceder en mi propia vida, en mi propiocamino a Jericó, una experiencia tanvaliosa?

Mi respuesta son las propias pala-bras del maestro: “Venid y ved”10.

No hay forma de saber cuándo

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tendremos el privilegio de echar unamano a alguien que lo necesite. El ca-mino a Jericó por el que circulamoscarece de nombre, y el viajero can-sado que necesita nuestra ayudapuede ser alguien desconocido.

El autor de una carta recibida enlas Oficinas Generales de la Iglesiatiempo atrás, expresó una gratitudgenuina. La carta no tenía remite,pero el matasellos era de Portland,Oregón:

“Para la oficina de la PrimeraPresidencia:

“Salt Lake City me mostró hospi-talidad cristiana en una ocasión du-rante los años en que anduve errante.

“Durante un viaje en autobús aCalifornia, me bajé en la terminalde Salt Lake City, enfermo y tem-bloroso debido a la falta de sueñoque me producía la carencia delmedicamento que necesitaba. Acausa de un vuelo precipitado moti-vado por una circunstancia difícilen Boston, se me habían olvidadolas medicinas.

“Me senté entristecido en el res-taurante del Hotel Temple Square,y de reojo me fijé en una pareja quese acercaba a mi mesa. ‘¿Se encuen-tra bien, joven?’, preguntó la mujer.Me incorporé y, sollozando y unpoco tembloroso, les hablé de misituación y del apuro en que mehallaba. Ellos escucharon con aten-ción y paciencia a mis casi incohe-rentes divagaciones, y pasaron ahacerse cargo de la situación.Hablaron con el encargado del res-taurante y me dijeron que podíacomer lo que quisiera durante cincodías. Luego me llevaron a la recep-ción del hotel y me consiguieronhabitación para cinco d ías.Entonces me llevaron a una clínicay se aseguraron de que me dieranlos medicamentos que necesitaba.Éste fue verdaderamente mi salva-vidas para la cordura y el consuelo.

“Mientras me recuperaba y edifi-caba mi fortaleza, tomé la decisiónde asistir cada día a los recitales deórgano del Tabernáculo. Los tonoscelestiales del instrumento, desdelos sonidos casi imperceptibles hastalos más graves, constituyen la sono-ridad más sublime que conozco. He

comprado discos y casetes del órga-no y el coro del Tabernáculo, loscuales puedo escuchar para aliviar yvigorizar mi decaído espíritu.

“El último día de mi estancia enel hotel, antes de continuar miviaje, devolví la llave y me dieronun mensaje de aquella pareja:‘Páguenos siendo amable con otraalma atribulada que se encuentrepor el camino’. Ésa era mi costum-bre, pero tomé la determinación deser más esmerado en la búsqueda dealguien que necesitara ánimo en lavida.

“Espero que les vaya bien. No sési éstos son los ‘últimos días’ men-cionados en las Escrituras, pero sí séque dos miembros de su iglesia fue-ron santos conmigo en mis desespe-radas horas de necesidad. Creí queles gustaría saberlo”.

Qué ejemplo de compasión.En un establecimiento privado

dedicado al cuidado de ancianos, lacompasión reinaba por encima detodo. La propietaria era EdnaHewlett. Había una larga lista de es-pera de pacientes que deseabanvivir sus últimos días bajo su tiernocuidado, pues ella era como unángel. Lavaba y peinaba el cabellode cada paciente; aseaba los viejoscuerpos y los vestía con ropas bri-llantes y limpias.

Durante los años de visitas a lasviudas del barrio que presidí unavez, solía comenzar por la institu-ción de Edna, quien me recibía conuna sonrisa y me llevaba a la sala deestar donde estaban sentados unbuen número de pacientes. Siempretenía que comenzar con JeannieBurt, que era la mayor; tenía 102años cuando falleció. Ella me cono-cía a mí y a mi familia desde minacimiento.

En una ocasión, Jeannie pregun-tó con su fuerte acento escocés:“Tommy, ¿has estado últimamenteen Edimburgo?”.

Le contesté: “Sí, hace poco estu-ve allí”.

“¡Es hermoso!”, respondió.Jeannie cerró los ojos con una ex-

presión de apacible maravilla y luegose puso seria. “He pagado mi funeralpor adelantado, al contado. Tú vas a

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hablar en él y a recitar A travésdel banco de arena, de Tennyson.¡Escuchémoslo ahora!”.

Parecía que todas las miradas es-taban puestas en mí, y ciertamenteasí era. Comencé:

La tarde cae en el ocaso; es hora de ir a navegar. ¡Oh que no haya ningún banco cuando mi barca se haga a la

mar!”11.

La sonrisa de Jeannie era benévo-la y celestial, y luego dijo: “Ah,Tommy, fue hermoso. ¡Pero asegúra-te de practicar un poquito más antesde mi funeral!”. Y así lo hice.

En cierto momento de nuestra mi-sión terrenal surge el paso titubeante,la lánguida sonrisa, el dolor por laenfermedad; sí, el fin del verano, laproximidad del otoño, el frío del in-vierno y la experiencia que llama-mos muerte, la cual llega a toda lahumanidad. Viene a los ancianosque caminan tambaleantes. Su lla-mado lo perciben los que apenashan llegado a mitad de la jornadade la vida, y con frecuencia apaga larisa de los niños.

En todo el mundo se representa adiario la escena de pesar de los seresqueridos que se lamentan al despe-dir a un hijo, una hija, un hermano,una hermana, una madre, un padreo un buen amigo.

Desde la cruel cruz, las palabrasamables del Salvador despidiéndosede su madre son particularmenteemotivas:

“Cuando vio Jesús a su madre, yal discípulo a quien él amaba, queestaba presente, dijo a su madre:Mujer, he aquí tu hijo. Después dijoal discípulo: He aquí tu madre. Ydesde aquella hora el discípulo la re-cibió en su casa”12.

Recordemos que tras el funeral,las flores se marchitan, los buenosdeseos de los amigos se conviertenen recuerdos, y las oraciones y laspalabras se van apagando en los co-rredores de la mente. Los que sufrensuelen encontrarse solos. Se echa demenos la risa de los niños, el alborotode los adolescentes, y la preocupa-ción tierna y amorosa del cónyuge

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que se ha ido. El sonido del reloj sehace más intenso, el tiempo pasamás despacio, y cuatro paredes bienpueden ser una prisión.

Encomio a los que, con amorosocuidado y preocupación compasiva,alimentan al hambriento, visten aldesnudo y alojan al que no tienehogar. El que percibe la caída de lospajarillos se percatará de un serviciotal.

En Su compasión, y según Su di-vino plan, los santos templos dan alos hijos de nuestro Padre Celestialla paz que sobrepasa todo entendi-miento.

Hoy, bajo el liderazgo del presi-dente Gordon B. Hinckley, el núme-ro de templos construidos y enconstrucción nos deja estupefactos.La compasión de nuestro PadreCelestial por Sus hijos en la tierra y

por los que han fallecido, merecenuestra gratitud.

Gracias sean dadas al Señor ySalvador Jesucristo por Su vida, SuEvangelio, Su ejemplo y Su benditaExpiación.

Regreso en pensamiento aOklahoma City. Para mí es más queuna mera coincidencia el que en esaciudad haya hoy día un templo delSeñor, en todo su esplendor, como unlucero celestial que marca el senderohacia la dicha en la tierra y el gozoeterno en la otra vida. Recordemoslas palabras de los Salmos: “Por lanoche durará el lloro, y a la mañanavendrá la alegría”13.

El Maestro nos habla de unaforma muy real: “He aquí, yo estoy ala puerta y llamo; si alguno oye mivoz y abre la puerta, entraré a él, ycenaré con él, y él conmigo”14.

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Escuchemos su llamado; abramosla puerta de nuestro corazón paraque Él, el ejemplo viviente de laverdadera compasión, pueda entrar,ruego con sinceridad en el nombrede Jesucristo. Amén. �

NOTAS1. Génesis 39:2.2. Génesis 45:5, 7.3. Véase Lucas 10:30–37.4. Juan 5:8.5. Juan 8:11.6. Véase Juan 4:14.7. Marcos 5:41.8. Juan 11:43.9. 3 Nefi 17:7, 9.10. Juan 1:39.11. “Crossing the Bar”, líneas 1–4.12. Juan 19:26, 27.13. Salmos 30:5.14. Apocalipsis 3:20.

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El sostenimiento deoficiales de la IglesiaPresidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero de la Primera Presidencia

Sesión del sábado por la tarde31 de marzo de 2001

Mis queridos hermanos y hermanas, el presidenteHinckley me ha pedido

que les presente a las AutoridadesGenerales, a los Setenta Autoridadesde Área y a las presidencias generalesde las organizaciones auxiliares de laIglesia para su voto de sostenimiento.

Se propone que sostengamos aGordon Bitner Hinckley comoProfeta, Vidente y Revelador yPresidente de La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días; aThomas Spencer Monson comoPrimer Consejero de la PrimeraPresidencia y a James Esdras Faustcomo Segundo Consejero de laPrimera Presidencia. Los que esténde acuerdo, sírvanse manifestarlo.Los que estén en contra, si los hay,sírvanse manifestarlo.

Se propone que sostengamos aThomas Spencer Monson comoPresidente del Quórum de los Doce

Apóstoles; a Boyd Kenneth Packercomo Presidente en Funciones delQuórum de los Doce Apóstoles; y alos siguientes miembros de ese quó-rum: Boyd K. Packer, L. Tom Perry,David B. Haight, Neal A. Maxwell,Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks,M. Russell Ballard, Joseph B.Wirthlin, Richard G. Scott, RobertD. Hales, Jeffrey R. Holland, yHenry B. Eyring. Los que estén deacuerdo, sírvanse manifestarlo.Contrarios, si los hubiera.

Se propone que sostengamos a losConsejeros de la Primera Presidenciay a los Doce Apóstoles comoProfetas, Videntes y Reveladores.Los que estén de acuerdo, sírvansemanifestarlo. Contrarios, si los hay,con la misma señal.

Se propone que sostengamos alos élderes Claudio R. M. Costa,Richard J. Maynes, L. WhitneyClayton, Christoffel Golden Jr.,Walter F. González y Steven E.Snow como nuevos miembros delPrimer Quórum de los Setenta.Todos los que estén de acuerdo, sír-vanse manifestarlo. Contrarios, silos hubiera.

Se propone que sostengamos alos siguientes hermanos como nue-vos miembros del Segundo Quórumde los Setenta: Keith K. Hilbig,Robert F. Orton, Wayne S. Peterson,R. Conrad Schultz, Robert R.Steuer y H. Ross Workman. Los queestén de acuerdo, sírvanse manifes-tarlo. Contrarios, si los hay, con lamisma señal.

Se propone que sostengamos alos siguientes hermanos comoSetenta Autoridades de Área:

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Salvador Aguirre, Daniel P. Alvarez,David J. Barnett, Oscar W. Chavez,Craig C. Christensen, Carl B. Cook,R. Michael Duffin, Timothy Dyches,Michael H. Holmes, Richard D.May, Joel H. McKinnon, JorgeMendez, Marcus B. Nash, TimothyM. Olson, Richard G. Peterson,Gary L. Pocock, Armando A. Sierra,Gary M. Stewart, G. Perrin Walker,Robert B. White, Larry Y. Wilson yKazuhiko Yamasihta. Todos los queestén de acuerdo sírvanse manifes-tarlo levantando la mano derecha.Contrarios, si los hay, con la mismaseñal.

Se propone que sostengamos alas demás Autoridades Generales, alos Setenta Autoridades de Área y alas presidencias generales de las or-ganizaciones auxiliares tal y como seencuentran actualmente constitui-das. Los que estén de acuerdo, sír-vanse manifestarlo. Contrarios, silos hay, con la misma señal.

Todo parece indicar, presidenteHinckley, que el sostenimiento hasido afirmativo en forma unánime.

Gracias, hermanos y hermanas,por su constante fe y oraciones.

Suplicamos ahora que los miem-bros recién llamados del Primer ySegundo Quórumes de los Setentatomen sus lugares en el estrado.

Gracias, hermanos y hermanas. �

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Informe delDepartamento deAuditorías de la Iglesiapara el año 2000Presentado por Wesley L. JonesDirector Ejecutivo del Departamento de Auditorías de la Iglesia

Para la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días

Estimados hermanos:La Iglesia de Jesucristo de

los Santos de los Últimos Díasmantiene en funcionamiento un de-partamento de auditorías con nor-mas reconocidas. El Departamentode Auditorías de la Iglesia es inde-pendiente de todos los demás depar-tamentos y operaciones. El directorejecutivo del Departamento deAuditorías de la Iglesia informa di-rectamente y con regularidad a laPrimera Presidencia. La plantilla del

Departamento de Auditorías de laIglesia la forman contables acredita-dos, auditores internos acreditados,auditores acreditados de sistemas deinformación y otros profesionales ca-lificados y acreditados.

El factor riesgo es el elementoprincipal que dicta la planificación,la realización y el informe de audi-torías. Por mandato de la PrimeraPresidencia, el Departamento deAuditorías de la Iglesia tiene auto-ridad para efectuar auditorías atodos los departamentos, funciones

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y operaciones de la Iglesia en todoel mundo; y tiene acceso a todoslos registros, informes financieros,personal, edificios y propiedades in-mobiliarias relevantes para la reali-zación de auditorías. La frecuenciay la naturaleza de las mismas lasdeterminan los oficiales ejecutivosdel Departamento de Auditorías dela Iglesia.

Las normas de auditorías profe-sionales promulgadas por elInstituto de Auditores Internos y elInstituto Americano de ContablesAcreditados sirven de guía para lalabor auditora. El Departamento deAuditorías de la Iglesia efectúa audi-torías de las operaciones de la Iglesiade acuerdo con estas reconocidasnormas profesionales, lo cual inclu-ye la verificación de los donativos yde los gastos de las unidades ecle-siásticas locales.

Los gastos de la Iglesia del año queterminó el 31 de diciembre de 2000fueron autorizados por el ConsejoEncargado de la Disposición deDiezmos, de acuerdo con las normasprescritas. El consejo está compuestopor la Primera Presidencia, elQuórum de los Doce Apóstoles y elObispado Presidente, tal como se haprescrito por revelación. La adminis-tración de los presupuestos aprobadosse controla a través del Departa-mento de Presupuesto, bajo la direc-ción de los comités de Apropiación yde Presupuesto. En el año 2000 elDepartamento de Auditorías de laIglesia efectuó auditorías de las nor-mas y los procedimientos financierosque controlan estos donativos y gas-tos de los fondos de la Iglesia, ademásde salvaguardar los bienes de laIglesia. Asimismo, se auditó e infor-mó sobre los sistemas de presupuesto,control, contabilidad e informes, ysobre los planes de acción de progresode problemas potenciales.

Basándonos en la realización deauditorías financieras, operativas,presupuestarias y de otros sistemas decontrol, y en nuestra evaluación deresponsabilidad administrativa en laimplantación de planes de rectifica-ción, el Departamento de Auditoríasde la Iglesia es de la opinión que, entodos los aspectos materiales, los

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Informe estadístico,2000Presentado por F. Michael WatsonSecretario de la Primera Presidencia

donativos de la Iglesia que se recibie-ron y los que se gastaron en el año fi-nalizado el 31 de diciembre de 2000,se han administrado de acuerdo conlas pautas presupuestarias aprobadas ylas normas y los procedimientos esta-blecidos por la Iglesia.

Las organizaciones afiliadas a laIglesia, incluso Deseret ManagementCorporation, así como sus empresassubsidiarias, se operan de manera in-dependiente de La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días. Losgerentes de estas compañías informana mesas directivas independientes ysus respectivos comités de auditorías.Las actividades financieras y operati-vas de dichas organizaciones no hansido examinadas por el Departamentode Auditorías de la Iglesia en 2000; sinembargo, hemos verificado que esasorganizaciones, así como la Universi-dad Brigham Young y otras institucio-nes de enseñanza superior seanauditadas anualmente por firmas decontabilidad pública independientes.

Presentado respetuosamente,DEPARTAMENTO DE AUDITORÍASWesley L. JonesDirector Ejecutivo31 de marzo de 2001

H

Los tubos del órgano del Centro de CRicks College que cantó el sábado po

ermanos y hermanas, parala información de los miem-bros de la Iglesia, la Primera

Presidencia hace público el siguienteinforme estadístico, el cual represen-ta el crecimiento y el estado de laIglesia al 31 de diciembre de 2000.Estas estadísticas están basadas enlos informes que estaban disponiblesantes de la conferencia.

UNIDADES DE LA IGLESIAEstacas .....................................2,581 Distritos ......................................621 Misiones......................................334 Barrios y ramas.......................25,915

MIEMBROS DE LA IGLESIAAumento de niños inscritos durante 2000..........................81,450

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onferencias se alzan majestuosos detrr la tarde.

Conversos bautizados durante 2000........................273,973 Total de miembros ..........11,068,861

MISIONEROSNúmero de misioneros regulares.................................60,784

TEMPLOSTemplos dedicados en el año 2000 ...................................34

MIEMBROS PROMINENTES QUE HANFALLECIDO DESDE ABRIL DEL AÑOPASADO

Élder Hugh W. Pinnock, miembrode los Setenta; Élder Bernard P.Brockbank, Autoridad GeneralEmérita; Wilford W. Kirton Jr., ex abo-gado general de la Iglesia. �

ás de hombres y mujeres del coro de

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“El toque de la mano del Maestro”Presidente Boyd K. PackerPresidente en Funciones del Quórum de los Doce Apóstoles

“Todos cometemos errores… Es entonces algo natural que sintamos culpa,humillación y sufrimiento que, por nosotros mismos, no podemos curar.Entonces es cuando el poder sanador de la Expiación nos ayudará”.

Este hecho de sostener a losoficiales constituye una granprotección para la Iglesia. El

Señor mandó: “…a ninguno le serápermitido salir a predicar mi evan-gelio ni a edificar mi iglesia, amenos que sea ordenado por al-guien que tenga autoridad, y sepa laiglesia que tiene autoridad, y que hasido debidamente ordenado por las autoridades de la iglesia”1. De esa forma, los miembros de laIglesia, en cada una de sus organiza-ciones y a través de todo el mundo,saben quiénes son los verdaderosmensajeros.

Mi intención hoy es aliviar eldolor de aquellos que sufren del de-sagradable sentimiento de culpabili-dad. Me siento como el médico quecomienza su tratamiento diciendo:

“Bueno, quizás esto habrá de dolerleun poquito…”

Cada uno de nosotros ha experi-mentado al menos un malestar de conciencia después de cometererrores.

Juan dijo que “Si decimos que notenemos pecado, nos engañamos anosotros mismos, y la verdad no estáen nosotros”2. Y luego lo expresócon mayor firmeza: “Si decimos queno hemos pecado, le hacemos [alSeñor] mentiroso, y su palabra noestá en nosotros”3.

A veces todos nosotros, y muchasveces algunos de nosotros, sufrimosel remordimiento de conciencia araíz de haber hecho algo malo o deno haber hecho ciertas cosas. Talsentimiento es para el espíritu loque el dolor es para el cuerpo.

Pero la culpa puede ser más difícilde soportar que el dolor físico. Eldolor físico es el método natural deprecaución que nos advierte quehay algo que debemos cambiar, lim-piar o atender, y quizás hasta remo-ver mediante cirugía. La culpa, eldolor de conciencia, no se puedesanar de tal manera.

Si están agobiados con deprimen-tes sentimientos de culpabilidad, de-saliento, fracaso o vergüenza, hayun remedio para eso. No es mi in-tención herir sus tiernos sentimien-tos, sino ayudarles y ayudar a susseres amados. Los profetas nos ense-ñan cuán dolorosa puede ser la cul-pabilidad. Al leerles lo que ellos handicho, prepárense para escuchar

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palabras muy fuertes. Y aun así, nohe de leerles las cosas más fuertesque han pronunciado.

El profeta Alma, al describir sussentimientos de culpabilidad, dijo:“…me martirizaba un tormento eter-no, porque mi alma estaba atribuladaen sumo grado, y atormentada portodos mis pecados”4.

Los profetas han escogido pala-bras muy descriptivas.

Martirizado significa “torturado”5.En la antigüedad, era algo comúnque se martirizara a los acusados re-costándolos sobre un enrejado decremallera con las muñecas y los tobillos amarrados de manera quepudieran ser distendidos hasta cau-sarles un dolor insoportable.

En otros casos, para tal suplicioutilizaban una especie de rastracomo la que se usa para nivelar latierra después de ararla. Con fre-cuencia, las Escrituras hablan dealmas y conciencias “atormentadas”por la culpabilidad6.

Atormentado significa “retorcer”,otro medio de tortura tan dolorosaque hasta los inocentes confesabansin ser culpables7.

Los profetas hablan de “la hiel deamargura”8 y con frecuencia compa-ran el dolor de la culpa con el fuegoy el azufre.

El rey Benjamín dijo que los mal-vados “serán consignados al horren-do espectáculo de su propia culpa yabominaciones, que los hará retroce-der de la presencia del Señor a un es-tado de miseria y tormento sin fin”9.

El profeta José Smith dijo: “Elhombre se atormenta y se condenaa sí mismo… En la mente del hom-bre [o de la mujer] el tormentocausado por el engaño es tan inten-so como ‘un lago que arde confuego y azufre’ ”10.

Ese lago de fuego y azufre, cuyasllamas son inextinguibles, es la des-cripción que las Escrituras dan delinfierno11.

Imagínense si no hubiera reme-dio, si no hubiera manera de aliviarel dolor espiritual ni de eliminar laagonía de la culpa; si cada error,cada pecado, se agregara a otros conatribulación, con tormento intermi-nable. Hay demasiadas personas

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entre nosotros que, sin necesidad,soportan la carga de la culpabilidady la vergüenza.

Las Escrituras nos enseñan que“…es preciso que haya una oposi-ción en todas las cosas”. Si no fueraasí, “…no se podría llevar a efecto larectitud ni la iniquidad”12; no habríafelicidad, ni gozo, ni redención.

El tercer Artículo de Fe nos ense-ña: “Creemos que por la Expiación deCristo, todo el género humano puedesalvarse, mediante la obediencia a lasleyes y ordenanzas del Evangelio”. LaExpiación nos ofrece el ser redimidosde la muerte espiritual y del sufri-miento que los pecados causan.

Por alguna razón pensamos que laexpiación de Cristo se aplica sola-mente al final de la vida mortal pararedimirnos de la Caída, de la muerte

espiritual, pero es mucho más queeso. Se trata de un poder en cons-tante vigencia al que podemos recu-rrir a diario. Cuando estamos siendoatormentados, atribulados o tortura-dos por la culpa o agobiados por lastribulaciones, Él puede sanarnos.Aunque no entendamos cabalmentecómo fue realizada la expiación deCristo, podemos, sí, experimentar“la paz de Dios, que sobrepasa todoentendimiento”13.

El plan del Evangelio es “el granplan de felicidad”14. Es contrario a lanaturaleza de Dios y a la naturalezamisma del hombre encontrar la feli-cidad en el pecado. “…la maldadnunca fue felicidad”15.

Sabemos que algo de la ansiedady la depresión que sentimos resultade ciertos desórdenes físicos, pero

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mucho de ello (tal vez la mayorparte) no proviene de dolores delcuerpo sino del espíritu. El dolor es-piritual que la culpa ocasiona puederemplazarse con la tranquilidad deconciencia.

A diferencia de las duras pala-bras que condenan el pecado, escu-chen las palabras tranquilizantes ysanadoras de la misericordia queatenúan las palabras más severas dela justicia.

Alma dijo: “Mi alma ha sido redi-mida de la hiel de amargura, y de loslazos de iniquidad. Me hallaba en elmás tenebroso abismo; mas ahoraveo la maravillosa luz de Dios.Atormentaba mi alma un suplicioeterno; mas… mi alma no sientemás dolor”16.

“… me acordaba de todos mispecados e iniquidades, por causa delos cuales yo era atormentado conlas penas del infierno…

“Y… mientras así me agobiabaeste tormento, mientras me atribu-laba el recuerdo de mis muchos pe-cados, he aquí, también me acordéde haber oído a mi padre profetizaral pueblo concerniente a la venidade un Jesucristo, un Hijo de Dios,para expiar los pecados del mundo.

“Y al concentrarse mi mente eneste pensamiento, clamé dentro demi corazón: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios,ten misericordia de mí que estoy enla hiel de amargura, y ceñido con laseternas cadenas de la muerte!

“Y he aquí que cuando penséesto, ya no me pude acordar más demis dolores; sí, dejó de atormentar-me el recuerdo de mis pecados.

“Y ¡oh qué gozo, y qué luz tanmaravillosa fue la que vi! Sí, mialma se llenó de un gozo tan profun-do como lo había sido mi dolor”17.

Todos cometemos errores. Aveces nos perjudicamos a nosotrosmismos y ofendemos seriamente aotros de maneras que no podemosremediar a solas. Destrozamos cosasque no podemos reparar por noso-tros mismos. Es entonces algo natu-ral que sintamos culpa, humillacióny sufrimiento que, por nosotros mis-mos, no podemos curar. Entonces escuando el poder sanador de laExpiación nos ayudará.

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vendido!”

El Señor dijo: “…he aquí, yo,Dios, he padecido estas cosas portodos, para que no padezcan, si searrepienten”18.

Si Cristo no hubiera llevado acabo Su expiación, los castigos denuestros errores se acumularían unosobre otro. La vida carecería de es-peranza. Pero Él se sacrificó volun-tariamente a fin de que pudiéramosser redimidos. Y dijo: “He aquí,quien se ha arrepentido de sus peca-dos es perdonado; y yo, el Señor, nolos recuerdo más”19.

Ezequiel dijo: “si el impío restitu-yere la prenda, devolviere lo quehubiere robado, y caminare en losestatutos de la vida, no haciendoiniquidad, vivirá ciertamente y nomorirá.

“No se le recordará ninguno desus pecados20”.

Piensen en eso, ¡ni siquiera seránrecordados!

Inclusive podemos “[retener] laremisión de [nuestros] pecados”21.El bautismo por inmersión es parala remisión de nuestros pecados. Yese convenio puede renovarse alparticipar cada semana de la SantaCena22.

La Expiación tiene un valor prác-tico, personal y constante; aplíquen-lo en su vida. Esto puede hacersecomenzando con algo tan sencillocomo la oración. No es que despuésestarán libres de problemas o erro-res, sino que podrán eliminar la culpabilidad por medio del arrepen-timiento y vivir en paz.

Ya he citado el tercer Artículo deFe. Éste contiene dos partes:“Creemos que por la Expiación deCristo, todo el género humanopuede salvarse, [y entonces mencio-na las condiciones] mediante laobediencia a las leyes y ordenanzasdel Evangelio”.

La justicia requiere que haya uncastigo23. La culpa no se exime sindolor. Hay leyes que obedecer y or-denanzas que recibir, y también cas-tigos que sufrir.

El dolor físico requiere un trata-miento y un cambio en el modo devivir.

Y así es con el dolor espiritual.Debe haber arrepentimiento y

disciplina, principalmente autodisci-plina. Pero a fin de restablecer nues-tra inocencia después de seriastransgresiones, es menester que lasconfesemos a nuestro obispo, quienes el juez designado.

El Señor ha prometido: “Os darécorazón nuevo, y pondré espíritunuevo dentro de vosotros”24. Esa ci-rugía espiritual del corazón, tal comoen el cuerpo físico, puede causarnosdolor y requerir un cambio en nues-tros hábitos y nuestra conducta. Peroen ambos casos, la recuperación nosbrinda una vida renovada y tranqui-lidad de conciencia.

Cuando los cielos fueron abiertosy el Padre y el Hijo se presentaronante José Smith, el Padre pronuncióestas palabras: “Éste es mi HijoAmado: ¡Escúchalo!”25. Se recibióuna revelación tras otra y así se or-ganizó La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días26. ElSeñor mismo declaró que era “laúnica iglesia verdadera y vivientesobre la faz de toda la tierra”27.

Pedro, Santiago y Juan restaura-ron el sacerdocio mayor y Juan elBautista restauró el SacerdocioAarónico. La plenitud del Evangeliofue revelada.

Después de las revelaciones yarecibidas y que aún se recibirán paraSu Iglesia, todo lo que se ha impre-so, predicado, cantado, edificado,enseñado o transmitido ha sidohecho a fin de que los hombres, lasmujeres y los niños puedan recono-cer la influencia redentora de la ex-piación de Cristo en su vida diaria yvivir en paz.

Él dijo: “La paz os dejo, mi paz osdoy”28.

Como uno de Sus Apóstoles, doytestimonio de Él y del poder siemprepresente de Su Expiación.

Desde aquellas excelsas palabrasde justicia y misericordia y de admoni-ción y esperanza en los versículos delas Escrituras, quiero ahora pasar alos versos de un simple poema conel mismo mensaje:

Estropeado y marcado por el tiempo,

no despertó interés en el subastador,mas él, disimulando y sonriendo,

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tomó el viejo violín y a todos lo mostró.

“¡Qué me ofrece, por este instrumento!

¡Quién va a ser el mejor postor?”,preguntó.

“Un dólar, uno. ¿Alguno ofrecedos?

¡Dos dólares! ¡Ah, alguien tres ofre-ció!

¡Tres dólares, tres! Por tres el violín doy…”

Entonces, un anciano de cabellogris

se acercó lentamente, el arco levantó,

quitando el polvo al vetusto violínlas cuerdas flojas con cuidado

ajustó,y una melodía dulce dejó oírque cual son de ángeles a todos

pareció.

Al morir las notas, el subastadorcon grave y mesurada voz preguntó:“Ahora, ¡cuánto dan por este

violín!”Y en alto el instrumento levantó.“Mil dólares allí. ¿Alguien me da

dos mil?¡Dos mil, dos mil! ¿Y quién me ofre-

ce más?¡Ah, tres mil! ¡Por tres mil el violín

se va!”Hubo ovaciones, pero alguien

preguntó:“Y, ¿cómo puede ser? Si no valía

nada,¿por qué de pronto su valor

aumentó?”Y al punto se oyó la respuesta muy

clara:“Es que la mano de un Maestro

lo tocó”.

Muchos hay que, con desafinadavida,

marcada y estropeada del pecado, al fin

a la malvada multitud se ofrecenal más bajo precio, como el viejo

violín,por “Un plato de lentejas”, una

copa de vinoo un juego de necios, al mejor

postor.“¡Se vende! ¡Se vende! ¡Y ya está

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Matrimonios misioneros:Una época para servirÉlder Robert D. HalesDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Es apropiado para un matrimonio maduro o para una hermana mayorindicar a sus líderes del sacerdocio que están dispuestos a servir en unamisión y que están en condiciones de hacerlo. Les insto a que lo hagan”.

exclama contento el subastador.Mas viene el Maestro, y los

insensatos“No lo entiendo”, dicen, pues nadie

captóel valor de un alma y el cambio

forjadocuando la mano del Maestro la tocó.29

(Traducción libre)

En el nombre de Jesucristo.Amén. �

NOTAS1. D. y C. 42:11.2. 1 Juan 1:8.3. 1 Juan 1:104. Alma 36:12; cursiva agregada.5. Véase Mosíah 27:29; Alma 36:12,

16–17; Mormón 9:3.6. Véase 2 Nefi 9:47; Alma 14:6; 15:3;

36:12, 17, 19; 39:7.7. Véase Mosíah 2:39; 3:25; 5:5;

Moroni 8:21.8. Véase Alma 41:11; Hechos 8:23;

Mosíah 27:29; Alma 36:18; Mormón 8:31;Moroni 8:41.

9. Mosíah 3:25.10. Deseret News, 8 de julio de 1857, 138.11. Véase Apocalipsis 20:10; 21:8;

2 Nefi 9:16, 19, 26; 28:23; Jacob 3:11;6:10; Mosíah 3:27; Alma 12:17; 14:14; D. y C. 63:17; 76:36.

12. 2 Nefi 2:11.13. Filipenses 4:7.14. Alma 42:8.15. Alma 41:10; véase también el

versículo 11.16. Mosíah 27:29.17. Alma 36:13, 17–20.18. D. y C. 19:16.19. D. y C. 58:42; véase también

Hebreos 8:12; 10:17.20. Ezequiel 33:15–16.21. Mosíah 4:12; véase también 2 Nefi

25:26; 31:17; Mosíah 3:13; 4:11; 15:11;Alma 4:14; 7:6; 12:34; 13:16; Helamán14:13; 3 Nefi 12:2; 30:2; Moroni 8:25; 10:33.

22. Véase D. y C. 27:2.23. Véase Alma 42:16–22.24. Ezequiel 36:26.25. JS—H 1:1726. Véase D. y C. 115:4.27. D. y C. 1:30.28. Juan 14:27.29. Myra Brooks Welch, “The Touch of

the Master’s Hand”, The Gospel Messenger,

S

Brethren Press, 26 de feb. de 1921.

iento la profunda responsabili-dad de hablarles hoy sobreuna seria necesidad que existe

en la Iglesia. Mi mayor esperanza esque a medida que hable, el EspírituSanto conmueva los corazones y enalguna parte uno o dos cónyugesmiren a su compañero o compañeray surja el momento de la verdad.Hablaré de la urgente necesidad deque más matrimonios maduros pres-ten servicio en el campo misional.Deseamos expresar nuestro agrade-cimiento por todos los matrimoniosvalientes que sirven en la actuali-dad, por los que han servido y porlos que aún servirán.

En la sección 93 de Doctrina yConvenios el Señor reprende a lasAutoridades Generales presidentes

de la Iglesia diciendo: “…yo os he

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mandado criar a vuestros hijos en laluz y la verdad.

“Y ahora te doy un mandamien-to: Si quieres verte libre, has deponer tu propia casa en orden” (D. y C. 93:40, 43).

¿Cuál es la mejor forma de enseñara nuestros hijos, y a nuestros nietos,luz y verdad? ¿Cuál es la forma másimportante de poner en orden a nues-tra familia, tanto a la inmediata comoa la extensa? ¿Es posible que en asun-tos espirituales nuestro ejemplo hablemás fuerte que nuestras palabras? Elmatrimonio en el templo, la oraciónfamiliar, el estudio de las Escrituras yla noche de hogar para la familia sonde vital importancia. Pero existe otradimensión: la dimensión del servicio.Si estamos dispuestos a dejar a nues-tros seres queridos para servir en elcampo misional, los bendeciremoscon un legado que les enseñará e ins-pirará durante generaciones.

Para mí es significativo el que,después de mandar a las AutoridadesGenerales a que enseñaran luz y ver-dad a sus hijos y pusieran en orden asus familias, de inmediato el Señorlos llamó a prestar servicio misional.“Ahora os digo, mis amigos, empren-da su viaje con rapidez mi siervoSidney Rigdon, y también procla-me… el evangelio de salvación…”(D. y C. 93:51).

Al servir en el campo misional,nuestros hijos y nietos serán bende-cidos en formas que no habrían sidoposibles si nos hubiéramos quedado

en casa. Hablen con matrimonios
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que hayan servido en misiones y leshablarán sobre las bendiciones de-rramadas: Hijos inactivos ya activos,miembros de la familia bautizados ytestimonios fortalecidos debido a suservicio.

Un matrimonio misionero dejó sugranja para que su hijo la adminis-trara. Durante el año siguiente debastante sequía, su granja produjodos cortes de heno, mientras que losvecinos sólo lograron uno. El vecinole preguntó por qué había tenidodos cortes en comparación con unode ellos, y el hijo contestó: “Ustedestienen que enviar a sus padres a lamisión”.

Si las bendiciones para los matri-monios misioneros y sus familias sontantas, ¿por qué sirven sólo unospocos miles en vez de decenas demiles, que tanto se necesitan?Considero que hay cuatro barrerasque se interponen: El temor, la preo-cupación por la familia, las finanzas yel encontrar la oportunidad misionalcorrecta.

Las aguas de la fuente, al este del Tde Conferencias.

Primero, el temor: El temor a lo des-conocido o el temor a no tener des-trezas con las Escrituras o con elidioma requerido hace que respondancon reserva al llamado a servir. Peroel Señor ha dicho: “…si estáis prepa-rados, no temeréis” (D. y C. 38:30).La vida de ustedes es su preparación;tienen experiencia, que es valiosa:Han criado a una familia y han servi-do en la Iglesia. Simplemente vayan ycompórtense con naturalidad; elSeñor ha prometido que irán ángelesdelante de ustedes (véase D. y C.103:19–20). Por medio de un procesomuy natural, el Espíritu les hará saberqué decir y cuándo decirlo a medidaque fortalezcan a misioneros jóvenes,testifiquen a investigadores y amiembros nuevos, enseñen destrezasde liderazgo y brinden hermandad yamistad a miembros menos activos,ayudándoles así a regresar a la acti-vidad total. Ustedes son el testimo-nio e influirán en la vida de aquelloscon quienes lleguen a estar en con-tacto. Por lo general no se espera

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emplo de Salt Lake, reflejan el anexo d

que los matrimonios vayan de puer-ta en puerta ni se espera que memo-ricen charlas ni que mantengan elmismo horario que los élderes y lashermanas jóvenes. Simplementecompórtense con naturalidad, sir-van lo mejor que puedan y el Señorles bendecirá.

Los matrimonios misioneros pro-porcionan estabilidad con su amis-tad y sus destrezas de liderazgo enlugares donde la Iglesia apenas seinicia. Comprendí esto en forma di-recta mientras servía como presi-dente de misión en Inglaterra. A unmatrimonio que había estado sir-viendo en el centro de visitantes leasigné a trabajar en una unidad pe-queña que tenía algunos problemas.Se sintieron un poco temerosos dedejar ese “refugio seguro” del centrode visitantes; pero con fe, pusieronmanos a la obra. En menos de seismeses, una unidad que había tenidoentre 15 y 20 personas que asistían ala reunión sacramental logró unaasistencia de más de 100 gracias a

el templo y la torre del Centro

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que ese matrimonio los había her-

manado y había colaborado con elsacerdocio. Hasta esta fecha, tantoellos como sus hijos se refieren a esaépoca como la mejor experiencia desus vidas.

Otro matrimonio sirvió hace pocoen un pueblito del sur de Santiago,Chile. No hablaban español y les in-quietaba el tener que vivir en otropaís tan lejos de las comodidades desu hogar. Pero empezaron a trabajarcon toda dedicación, amando y sir-viendo a la gente. En poco tiempo,esa pequeña rama de 12 miembroscreció a 75. Cuando les llegó la horade regresar, la rama entera alquiló unautobús para poder ir al aeropuerto,a cuatro horas de distancia, y despe-dirse de sus queridos amigos.

El servicio que proporcionan losmatrimonios es esencial para la obradel Señor. Los matrimonios misione-ros surten una gran influencia posi-tiva; pueden lograr cosas admirablesque nadie más puede hacer.

Segundo, la preocupación por la fa-milia: El Salvador llamó a pescado-res, pidiéndoles: “…Venid en pos demí” (Mateo 4:19). Les suplicó quedejaran su ambiente familiar y seconvirtieran en pescadores de hom-bres. Lo que se pide a los matrimo-nios misioneros es menos de la mitaddel diezmo del tiempo que pasaránen la tierra. Desde una perspectivaeterna, la misión comprende sólounos momentos lejos del ambienteal que están acostumbrados, de la

a

p“…cApenoHqaseedemq

acteneeNtictecseysimhdfe

Hermanos llegan al Centro de Confe

familia y de pasarlo bien con susmigos jubilados.

El Señor enviará bendiciones es-eciales a su familia mientras sirven.

yo, el Señor, les prometo abaste-er a sus familias” (D. y C. 118:3).lgunas veces, los matrimonios se

reocupan de que en su ausencia nostarán presentes en casamientos,acimientos, reuniones familiares ytros acontecimientos de la familia.emos aprendido que el impacto

ue surte en las familias el que losbuelos estén en la misión vale milrmones. Las familias se fortalecen

n gran manera al orar por sus pa-res y abuelos y al leer cartas dellos en las que comparten sus testi-onios y hablan de la contribución

ue hacen en el campo misional.Un hijo escribió una tierna carta

sus padres que estaban en elampo misional: “El servicio de us-des establece un ejemplo para

uestros hijos. Como resultado,llos están más dispuestos a servirn sus llamamientos de la Iglesia.os enseña a todos a ser más carita-vos a medida que intercambiamosorrespondencia y enviamos paque-s. Cuando recibimos cartas y noti-

ias de ustedes, nuestros testimonios fortalecen. Aun cuando ustedes

a se habían jubilado y debían haberdo felices de acuerdo con las nor-as del mundo, al ir a la misión nosan demostrado una nueva formae ser felices. Han encontrado la licidad que el dinero no puede

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rencias para la sesión del sacerdocio.

comprar. Los hemos visto sobrepo-nerse a adversidades médicas y deotros tipos y hemos visto que hansido bendecidos por su deseo de ir ydejar a sus hijos, nietos y bisnietos.¡Les amamos mucho!”

Otro matrimonio informa: “Unode nuestros nietos nos escribiómientras estábamos en Tailandia ynos dijo que él no había estado se-guro de servir o no en una misión,pero que le habíamos dado el ejem-plo y ahora sabía que deseaba hacer-lo. Ahora está sirviendo en unamisión”.

Mi propio padre y madre sirvie-ron en una misión en Inglaterra.Cuando les visité un día en su pe-queño apartamento, observé a mimadre, que estaba abrigada con unchal alrededor de los hombros,poner chelines en el medidor de gaspara mantenerse calentitos. Le pre-gunté: “Mamá, ¿por qué viniste a lamisión?”. Mi madre dijo simplemen-te: “Porque tengo once nietos ydeseo que sepan que su abuelo y suabuela sirvieron”.

En 1830 el Señor llamó a ThomasB. Marsh para que dejara a su familiay saliera al campo misional. El her-mano Marsh estaba muy preocupadopor tener que dejar a su familia enesa época. En una tierna revelación,el Señor le dijo: “…te bendeciré a tiy a tu familia, sí, a tus pequeñitos…Alza tu corazón y regocíjate, porquela hora de tu misión ha llegado…Por consiguiente, tu familia vivirá…apártate de ellos por un corto tiem-po solamente y declara mi palabra, y yo prepararé un lugar para ellos”(D. y C. 31:2–3, 5–6). Es muy posi-ble que ésas sean las bendiciones quemás necesitan sus hijos, sus nietos,sus bisnietos y su posteridad futura.

Tercero, las finanzas: Algunos ma-trimonios que servirían gustosos nopueden hacerlo debido a la edad, lasalud, las finanzas o las circunstan-cias familiares. Quizás aquellos queno estén en condiciones de servirpodrían ayudar a que otro matrimo-nio fuera a la misión.

La obra misional siempre conlle-va sacrificios. Si se tienen que haceralgunos sacrificios, entonces las ben-

diciones serán aún más abundantes.
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Hijos, alienten a sus padres a serviry ayúdenles con apoyo financiero sies necesario. Es posible que por untiempo no tengan a alguien que lesayude con los niños, pero las recom-pensas eternas que reciban ustedes ysus familiares compensarán muchomás el pequeño sacrificio.

A los matrimonios jóvenes queaún tengan hijos en el hogar, lesinsto a que se decidan ahora a ser-vir en el futuro y que planifiquen yse preparen para estar en condicio-nes financieras, físicas y espiritua-les para hacerlo. Asegúrense deque el gran ejemplo del serviciomisional sea un legado que dejarána su posteridad.

Hay sólo dos oportunidades úni-cas en nuestras vidas en que pode-mos vivir realmente la ley deconsagración y dedicar todo nuestrotiempo al servicio del Señor. Una escuando un joven o una jovencitasirven en una misión regular. La otraes la época especial que se les con-cede después de haber cumplido conlos requisitos de ganarse la vida.Esta última puede llamarse los “añospatriarcales”, cuando pueden valer-se de sus valiosas experiencias detoda una vida para ir, como matri-monio, y consagrarse a servir delleno como siervos del Señor.

Las bendiciones de servir con sucompañero eterno son inapreciablesy sólo las pueden entender aquellosque las han experimentado. Mi es-posa y yo tuvimos ese privilegio enel campo misional. Cada día es undía especial con recompensas diariasque nos hacen crecer personalmentey mejorarnos en el tiempo del Señory a la manera del Señor. La realiza-ción que viene de esa clase de servi-cio les bendecirá a ustedes, a sumatrimonio y a sus familias por laeternidad.

Finalmente, el encontrar la oportu-nidad misional correcta: Las formasen que pueden servir los matrimo-nios son prácticamente ilimitadas.Desde ayudar en la oficina de la mi-sión y hacer capacitación de lideraz-go hasta trabajar en historia familiar,la obra del templo y el servicio hu-manitario, hay una oportunidad deemplear casi cualquier destreza o

talento con que el Señor los hayabendecido.

Siéntense a conversar con sucónyuge; hagan un inventario de susalud, de sus recursos financieros yde sus talentos y dones especiales.Luego, si todo está en orden, vayana su obispo y díganle: “Estamos lis-tos”. Tal vez piensen que es impro-pio hablar a su obispo o a supresidente de rama sobre sus deseosde servir en una misión, pero esapropiado para un matrimonio ma-duro o para una hermana mayor in-dicar a sus líderes del sacerdocioque están dispuestos a servir en unamisión y que están en condicionesde hacerlo. Les insto a que lo hagan.

Obispos, no debe existir ningunavacilación por parte suya de iniciarla entrevista para la Recomendaciónmisional, a fin de hablar del tema yalentar a los matrimonios a servir enuna misión.

El élder Clarence R. Bishop, di-rector del Centro de Visitantes delos Carros de Mano, ha servido encinco misiones. La primera fuecuando era joven; las cuatro últimasse realizaron gracias a que le entre-vistaron al respecto líderes inspira-dos del sacerdocio. Dice que quizásno habría servido en ninguna de lascuatro últimas a no ser por el alien-to de su obispo.

Algunos matrimonios y hermanasmayores han sido llamados a ense-ñar inglés como segundo idioma aestudiantes, a maestros y a oficialesgubernamentales de Tailandia. Estepersonal docente jubilado, com-puesto tanto de maestros como deadministradores, al dar librementede sus dones y talentos cultivados através de sus muchos años de expe-riencia en el campo pedagógico, hanlogrado un progreso admirable en loque se refiere a enseñar inglés a es-tudiantes, a capacitar maestros y aser buenos embajadores de la Iglesiaen Tailandia.

Jerry y Karen Johnson sirvieron enHong Kong enseñando inglés comosegundo idioma. Un día, después declases, casi al final de su misión, unapequeña de segundo grado, conquien la hermana Johnson se habíaencariñado, se le acercó y, abriendo

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los brazos como si volara, le pre-guntó: “¿Meiguo?”, que significa“¿América?”. La hermana Johnson lamiró y contestó: “Sí, volveremos aAmérica”. La niña recostó la cabezaen el pecho de la hermana Johnson ylloró. “La estreché fuerte y lloré conella”, dijo la hermana Johnson.“Cincuenta alumnos más se reunie-ron a nuestro alrededor, llorando connosotros. Nuestra misión nos habíapuesto en el centro de un torbellinode amor que parecía envolvernos”.

Cuando Jesús envió a los Doce air a sus misiones, les mandó, dicien-do: “…de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). Cuandomucho se da, mucho se espera y us-tedes han recibido mucho en susvidas; vayan y den de gracia en elservicio a nuestro Señor y Salvador.Tengan fe; el Señor sabe dónde seles necesita. La necesidad es tangrande, hermanos y hermanas, y losobreros tan pocos.

“…cuando os halláis al serviciode vuestros semejantes, sólo estáis alservicio de vuestro Dios” (Mosíah2:17). Yo sé que ésta es Su obra.¡Vayan y sirvan!

Ruego que tanto ustedes comosus familias puedan experimentar lasbendiciones que resultan del servi-cio misional, es mi oración en elnombre de Jesucristo. Amén. �

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David, un futuromisioneroÉlder Darwin B. ChristensonDe los Setenta

“Cuando estos jóvenes tienen contacto con el Evangelio, desarrollan con bastante naturalidad un amor profundo por Jesucristo y por nuestros profetas”.

Queridos hermanos y herma-nas: una de las bendicionesdel ser miembros de la

Iglesia es el privilegio de sentir ycompartir nuestro testimonio, elcual también puede expresarse pormedio de las obras o del ejemplo.

Al igual que otras personas,jamás en la vida podremos olvidarmi esposa y yo al jovencito que esta-ba de pie bajo las lluvias torrencialesque cayeron durante la ceremoniade la piedra angular del Templo deRecife, Brasil, que tuvo lugar el pa-sado mes de diciembre.

Cuando el presidente Hinckley yel presidente Faust salieron del tem-plo y quedaron a su vista, este chicode unos diez años de edad, al quellamaré David, se abrigó el cuerpocon los brazos, haciendo caso omiso

al viento y a la lluvia, con la camisablanca y los pantalones completa-mente empapados, y permaneció er-guido y firme como un soldadito; yreconoció formalmente que, enefecto, se encontraba en la presen-cia de los Profetas, Videntes yReveladores del Señor.

David representa a los numerososjóvenes que componen el futuro dela Iglesia. Ha recibido una buenaeducación de sus amorosos padres, lacual ha sido reforzada con las ense-ñanzas de las maestras de la Primariade honrar, amar y seguir a los profe-tas. Cuando estos jóvenes tienencontacto con el Evangelio, desarro-llan con bastante naturalidad unamor profundo por Jesucristo y pornuestros profetas, como el de David.Como padres y maestros, tenemos laresponsabilidad y la oportunidad defomentar esos tiernos sentimientosde amor y respeto.

Por medio de esta enseñanzaconcienzuda se motivará el creci-miento constante del testimonio alo largo del tiempo hasta que final-mente esté fundado en la revelaciónpersonal.

El ejemplo conmovedor deDavid, nuestro jovencito bajo la llu-via, nos demuestra que la familia esla organización básica y eterna de laIglesia, de la cual él ha aprendidotanto. Con una orientación adecua-da, él podrá obtener su testimoniopersonal de que Jesús es el Hijo delDios viviente y que por medio de Suexpiación, el Salvador cumplió a la

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perfección Su promesa redentora;de que José Smith es el primer pro-feta de la restauración y de queGordon B. Hinckley es nuestroamoroso profeta viviente.

David crecerá con el conoci-miento de que un día servirá unamisión. Su padre hablará con fre-cuencia de las bendiciones que reci-bió en su propia misión. Élrepresenta a los padres de Sión queson fieles poseedores del Sacerdocio.

La madre de David inspirará launidad dentro de la familia estable-ciendo tradiciones familiares signifi-cativas y duraderas. Ella representaa las madres que anhelan ver a sushijos crecer y que son capaces deenjugar las lágrimas y hacer desapa-recer los baches de la vida diaria asícomo hacen desaparecer las arrugasde las camisas y las faldas.

A lo largo de las preciosas playasde Recife hay señales que indicanque los bañistas pueden disfrutar delmar sin peligro si no salen de la zonacomprendida entre las playas y elarrecife. Los que nadan o hacen“surfing” más allá del arrecife se ex-ponen al ataque de los tiburones,que son una amenaza constante yque han causado un número signifi-cativo de muertes y heridas.

Así como las señales de la playa,el Señor y Sus profetas proporcionanuna guía inspirada para que nuestroshijos e hijas puedan escapar de los ti-burones que siempre están presentesen la vida terrenal: la pornografía,las drogas y los pecados que puedenmermar o destruir el inherente senti-do de divinidad del que el Señordesea que Sus hijos disfruten. Diosproporciona esta guía celestial pormotivo de Su inagotable amor perso-nal por cada uno de Sus hijos. Laoración, las Escrituras y el ayunoestán a disposición de todos los quedeseen aprovecharlos.

“La familia: Una proclamaciónpara el mundo” (Liahona, octubre de1998, pág. 24) es una valiosa herra-mienta y un documento inspirado quenos han proporcionado nuestros pro-fetas. Aprendamos las lecciones quecontiene una y otra vez. Entonces,como padres celosos, desearemos esforzarnos hasta el grado que sea

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Sólidas columnas y grandes ventanales adornan el piso correspondiente al balcón del Centro de Conferencias.

necesario para la protección y el bene-ficio de nuestros Davides, que simbo-lizan a nuestros hijos, nietos y anuestros seres queridos.

Alma hijo enseñó a cada uno desus hijos de manera individual. Suspalabras indican que él enseñó aHelamán en su juventud (véaseAlma 36:3), de la misma maneraque vemos que David está apren-diendo en su juventud. El padre deDavid podría muy bien parafrasear a Alma y decir: “¡Oh recuerda,David, hijo mío, y aprende sabiduríaen tu juventud; sí, aprende en tu ju-ventud a guardar los mandamientosde Dios!” (véase Alma 37:35).

David aprende que nunca hará niuna simple escaramuza hacia lasaguas contaminadas de la vida, por-que es consciente de que los tiburo-nes de la vida terrenal puedendesgarrar el delicado músculo espiri-tual de un testimonio que está cre-ciendo. También es consciente deque no tiene ninguna necesidad devestirse con el uniforme de los lla-mados “no conformistas”, al perforarsu cuerpo o tatuarlo.

Antes de que David abandone su hogar para servir en una misión,

será una bendición para él el que su

padre le enseñe de manera indivi-dual, de la misma hermosa maneraque Alma enseñó a su hijo Helamán.“Sí, e implora a Dios todo tu sostén;sí, sean todos tus hechos en elSeñor… Consulta al Señor en todostus hechos…” (Alma 37:36–37).

En el Libro de Mormón aprende-mos desde el principio lecciones encuanto a la paternidad. Lehi propor-cionó antecedentes fundamentalesque dieron a Nefi razón para expre-sar la famosa declaración: “Yo, Nefi,nací de buenos padres y recibí, portanto, alguna instrucción en toda laciencia de mi padre” (1 Nefi 1:1).

A Lamán y a Lemuel su padreLehi les dio una enseñanza podero-sa con una bella analogía: “¡Oh, sifueras semejante a este río, fluyen-do continuamente en la fuente detoda rectitud!... ¡Oh, si fueras túsemejante a este valle, firme, cons-tante e inmutable en guardar losmandamientos del Señor!” (1 Nefi2:9–10).

Enós, al alcanzar la edad adulta ymientras estaba fuera cazando en elbosque, volvió su atención al re-cuerdo de las enseñanzas que supadre Jacob había compartido du-

rante toda su vida. Decidió obrar de

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acuerdo con esas enseñanzas yclamó a Dios “todo el día” y conti-nuó durante la noche. Finalmente,vino una voz: “Enós, tus pecados teson perdonados, y serás bendecido”(Enós 1:4–5). A partir de ese mo-mento, Enós cambió su vida y pasóel resto de sus días enseñando.

Enoc, el profeta grande y podero-so, honró a sus padres diciendo: “Mipadre me instruyó en todas las víasde Dios” (Moisés 6:41).

Que todos nuestros Davides pue-dan estar preparados así para servir.

A todos nos agrada servir a losdemás. En cuanto a las bendicionesque recibimos por prestar servicio,permítanme expresar mi agradeci-miento por el apoyo de mi encanta-dora esposa, por nuestros hijos y susesposas, por nuestros nietos, pornuestros hermanos y hermanas, porsus familias, por nuestros misionerosque son ejemplos duraderos de dedi-cación, por amigos que son unapoyo constante y por las maravillo-sas personas de Brasil, por los líde-res, por los profetas y especialmentepor nuestro Señor y Salvador. LaIglesia es verdadera.

Digo estas cosas en el nombre de

Jesucristo. Amén. �
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“Para testificar de mi Unigénito”Élder L. Aldin PorterDe la Presidencia de los Setenta

“El testimonio espiritual del libro de Escrituras nefita siempreproporcionará la certeza de la existencia del Salvador”.

Nosotros, los Setenta, quisié-ramos extender una calurosabienvenida a los hermanos

que hoy fueron sostenidos para for-mar parte de los cinco quórumes delos Setenta.

Somos bendecidos, hermanos yhermanas, al vivir en un mundo enel que casi a diario se hacen anun-cios del progreso logrado contra lasenfermedades y otras amenazas parala humanidad. Parece haber unamarcha casi interminable de lascosas que el hombre ha logrado paraacabar con los obstáculos hacia unavida larga y saludable. La mayoríade nosotros nos hemos llegado aacostumbrar a un torrente casiconstante de maravillas.

No obstante, con todo ello, tam-bién afrontamos una avalancha

despiadada de distracciones que

destruyen el alma, como la porno-grafía, el uso ilegal de las drogas y elabuso del cónyuge y de los hijos.Pasan ante nosotros falsas filosofíasque se pregonan como las respuestasnuevas y modernas a los problemasdel mundo.

Los extensos recursos para la co-municación que el Señor ha reveladopara nuestros días se han designado,en su mayor parte, para propósitosmalignos. La palabra impresa, la tele-visión y los videos, y ahora Internet,constantemente traen a nuestros ho-gares material que contaminaránuestras almas y destruirá nuestrasvidas. En el pasado, nuestros hogareshan sido por lo general refugios encontra de las cosas del mundo. A finde retener esa paz ahora es necesariotener vigilancia casi constante.

Sin embargo, tenemos gran razónpara sentir optimismo. No nos en-contramos indefensos en contra deesos elementos perversos que noscausarían pesar y desesperación enesta tierra y que nos privarían de lasalegrías en la eternidad venidera.

“Jesús les dijo: Yo soy el pan devida; el que a mí viene, nunca ten-drá hambre; y el que en mí cree, notendrá sed jamás” (Juan 6:35).

“Este es el pan que desciende delcielo, para que el que de él come, nomuera.

“Yo soy el pan vivo que descen-dió del cielo; si alguno comiere deeste pan, vivirá para siempre; y elpan que yo daré es mi carne, la cualyo daré por la vida del mundo”

(Juan 6:50–51).

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Él es la respuesta a los deseosvivos que el corazón humano tienede recibir certeza; Él es la respuestaa nuestros pecados individuales y anuestros pesares.

Él es nuestro Protector en unmundo que cada vez trata de resol-ver los problemas mediante la vio-lencia; Él es nuestro Protector en unmundo donde la mente de muchosconstantemente está llena de mal-dad. Tenemos la palabra de Diospara dirigirnos, consolarnos y darnosesperanza para el futuro. Hay tantaluz, pureza y virtud en el futuro, ycon el tiempo, la violencia desapare-cerá, porque de seguro, el cordero seacostará con el león.

Naturalmente, el Señor vio nues-tros días; vio los efectos devastado-res de la transgresión y Él profetizóque proporcionaría protección parasu pueblo.

A Enoc le habló de los últimosdías —días de maldad y de vengan-za— y Él dijo:

“y llegará el día en que descansa-rá la tierra, pero antes de ese día seobscurecerán los cielos, y un mantode tinieblas cubrirá la tierra; y tem-blarán los cielos así como la tierra; yhabrá grandes tribulaciones entrelos hijos de los hombres, mas preser-varé a mi pueblo;

“y justicia enviaré desde los cie-los; y la verdad haré brotar de la tie-rra para testificar de mi Unigénito,de su resurrección de entre losmuertos, sí, y también de la resu-rrección de todos los hombres; yharé que la justicia y la verdad inun-den la tierra como con un diluvio, afin de recoger a mis escogidos de lascuatro partes de la tierra…” (Moisés7:61–62).

¿Se fijaron que Él dijo: “la verdadharé brotar de la tierra”? ¿Para qué?“Para testificar de mi Unigénito”.

El Libro de Mormón se compiló yse tradujo para nuestros días; brotóde la tierra, como fue profetizado,para bendecir y guiar la vida de lagente de hoy; vino en el día y en laépoca en que el Señor sabía, cuandolas tribulaciones causadas por la ini-quidad serían sumamente intensas.

Cuando Moroni terminó la enor-

me obra de su padre y de otros, hizo
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una promesa que se ha compartidoextensamente en una multitud deidiomas, pero que me temo se havuelto muy común entre nosotros.La aprendemos en la EscuelaDominical, en seminario, en las no-ches de hogar e incluso la memori-zamos como misioneros. Pero hoyquiero que escuchen esta promesamientras la leo, como si nunca lahubieran escuchado.

“Y cuando recibáis estas cosas,quisiera exhortaros a que preguntéisa Dios el Eterno Padre, en el nombrede Cristo, si no son verdaderas estascosas; y si pedís con un corazón sin-cero, con verdadera intención, te-niendo fe en Cristo, él os manifestarála verdad de ellas por el poder delEspíritu Santo” (Moroni 10:4).

Ésta es la promesa, que nuestroPadre Eterno nos dará una manifes-tación de la verdad, una revelaciónpersonal de consecuencias eternas.

El Libro de Mormón fue dadopara convencer al judío y al gentilde que Jesús es el Cristo, que semanifiesta a sí mismo a todas las

naciones.

No traten ligeramente las revela-ciones de Dios. No traten a la ligeraesta asombrosa promesa. Les testifi-co con solemnidad que esta promesase ha cumplido no sólo en mi vidasino en la vida de miles e incluso demillones de personas.

Ustedes descubrirán que cuandose cumple la promesa de Moroni yse les da el conocimiento seguro deque el Libro de Mormón es en ver-dad la palabra de Dios, recibirán almismo tiempo un testimonio deque Jesús es el Cristo, el Redentory el Salvador del mundo. Jamás hesabido de una ocasión en que estono haya ocurrido. Más aún, nocreo que jamás se lleve a cabo unaviolación de este principio. El tes-timonio espiritual del l ibro deEscrituras nefita siempre propor-cionará la certeza de la existenciadel Salvador.

Con ese testimonio, nacido delEspíritu Santo, se recibirá un cono-cimiento seguro de que José Smithdijo la verdad cuando dijo que habíavisto al Padre y al Hijo aquella ma-

ñana de primavera de 1820.

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El conocimiento de que Jesucristovive y es nuestro Redentor ySalvador vale cualquier precio. Éstees el cumplimiento de la promesa deMoroni en nuestra vida.

Después de eso, mediante el es-tudio y la oración, nosotros pode-mos llegar a saber que Él nos hadado la vida a través de laResurrección. Llegaremos a saberque en el mundo venidero Él nos haprometido una calidad de vida queestá más allá de nuestra capacidadde comprender. Debemos entenderque este testimonio sólo se obtienemediante la obediencia a los princi-pios y ordenanzas del Evangelio.

Lean el Libro de Mormón; em-piecen a leer “con un corazón since-ro, con verdadera intención”.Mediten las palabras. Deténganse amenudo y pregunten a nuestroPadre Celestial “si no son verdade-ras estas cosas”. Continúen leyendo,meditando y preguntando. No serálectura fácil; habrá obstáculos a lolargo del camino; sean persistentes.

Acérquense a nuestro Padre

Celestial una vez que desechen sus
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prejuicios y parcialidades. Dejen quesu corazón sea receptivo para recibirlas impresiones que provienen defuentes eternas; muchos tesoros deinspiración les serán revelados. Conel tiempo, llegará a su corazón y a su mente una seguridad de queJesucristo es el Hijo viviente delPadre viviente. Con ello vendrá elconocimiento de que José Smith esel profeta de la Restauración y deque hay apóstoles y profetas en latierra hoy día. Llegarán a saber conun conocimiento seguro que el pre-sidente Gordon B. Hinckley es el profeta para el mundo, así como el Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días.

Ahora hago esta promesa a aque-llos que estén investigando laIglesia; a aquellos que son miembrospero que han perdido el entusiasmopor la obra y están, por lo tanto, enun estado de confusión en unmundo que está en caos moral; hagoesta promesa a aquellos que, debidoa la transgresión y un vivir carentede fe, han perdido la esperanza enlas cosas eternas.

Cuando se reciba este sagrado tes-timonio, nuestro amor por el Señorincrementará y no tendrá límites;nuestro deseo de conocerle aumenta-rá. Nos llenaremos de dolor al leer laprofecía que el rey Benjamín hizo encuanto a Él:

“Y he aquí, sufrirá tentaciones, ydolor en el cuerpo, hambre, sed y fa-tiga, aún más de lo que el hombrepuede sufrir sin morir; pues he aquí,la sangre le brotará de cada poro,tan grande será su angustia por lainiquidad y abominaciones de supueblo.

“Y se llamará Jesucristo, el Hijode Dios, el Padre del cielo y de latierra, el Creador de todas las cosasdesde el principio” (Mosíah 3:7–8).

Nuestros corazones estarán rebo-santes de gratitud por Su sacrificiopor nosotros. Esta doctrina de reve-lación personal no es nueva; esteprincipio eterno se ha enseñado enépocas pasadas.

“Viniendo Jesús a la región deCesarea de Filipo, preguntó a sus

discípulos, diciendo: ¿Quién dicen

los hombres que es el Hijo delHombre?

“Ellos dijeron: Unos, Juan elBautista; otros, Elías; y otros,Jeremías, o alguno de los profetas.

“El les dijo: Y vosotros, ¿quiéndecís que soy yo?

“Respondiendo Simón Pedro,dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo delDios viviente.

“Entonces le respondió Jesús:Bienaventurado eres, Simón, hijo deJonás, porque no te lo reveló carneni sangre, sino mi Padre que está enlos cielos ” (Mateo 16:13–17).

Una vez que se reciba ese sagradotestimonio, ustedes verán la manodel Señor en miles de cosas.

“Y he aquí, todas las cosas tie-nen su semejanza, y se han creadoy hecho todas las cosas para queden testimonio de mí; tanto lasque son temporales, como las queson espirituales; cosas que hay arri-ba en los cielos, cosas que estánsobre la tierra, cosas que están enla tierra y cosas que están debajode la tierra, tanto arriba comoabajo; todas las cosas testifican demí” (Moisés 6:63).

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Descubriremos gran gozo al con-templar la vida del Señor, y no tar-daremos en darnos cuenta de queen verdad todas las cosas dan testi-monio de Él. Más aún, en medio denuestras pruebas y desafíos, encon-traremos paz, al saber que, al final,todo saldrá bien. Encontraremos se-renidad frente a la aflicción; encon-traremos esa serenidad en la vida apesar de que el caos se arremoline anuestro alrededor.

Tal es el poder de una atestigua-ción y un testimonio de que Jesús esel Cristo, el Redentor, nuestroIntercesor ante el Padre, el Unigénitodel Padre en la carne, el Salvadormismo del mundo.

Doy testimonio de Él. Testificoque Él vivió, que murió, que salió dela tumba como ser resucitado; y quenos ha otorgado la resurrección y lapromesa de una vida eterna de gozoy satisfacción mediante la obedien-cia a las leyes y ordenanzas delEvangelio, que de nuevo han sidoreveladas en nuestros días a travésde profetas vivientes.

En el nombre de Jesucristo.Amén. �

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La preparación personal para recibir lasbendiciones del temploÉlder Russell M. NelsonDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Los que entren en el templo también deben llevar el distintivo de lasantidad… Podemos adquirir la santidad sólo mediante el esfuerzoconstante y firme”.

Bajo la inspirada dirección del presidente Gordon B.Hinckley, hoy en día es más

fácil que nunca llegar a los templos.En cada templo se halla la inscrip-ción “Santidad al Señor”1, la cualindica que tanto el templo como susobjetivos son santos. Los que entrenen el templo también deben llevar eldistintivo de la santidad2. Puede quesea más fácil atribuir santidad a unedificio que a las personas. Podemosadquirir la santidad sólo mediante elesfuerzo constante y firme. A lolargo de las edades, los siervos delSeñor nos han advertido de la faltade santidad. Jacob, hermano de

Nefi, escribió: “He aquí, si fueseis

santos, os hablaría de cosas santas;pero como no sois santos, y me con-sideráis como maestro, es menesterque os enseñe las consecuencias delpecado”3.

Hoy siento esa misma responsabi-lidad de enseñar. Al paso que se vanpreparando templos para nuestrosmiembros, nuestros miembros debenprepararse para el templo.

EL TEMPLOEl templo es la casa del Señor. La

base de toda ordenanza y conveniodel templo —el corazón del plan desalvación— es la expiación deJesucristo. Toda actividad, toda lec-ción, todo lo que hacemos en laIglesia señalan hacia el Señor y SuSanta Casa. Nuestras labores de pro-clamar el Evangelio, perfeccionar alos santos y redimir a los muertosconducen todas ellas al templo.Cada santo templo es un símbolo denuestra calidad de miembros de laIglesia4, es una señal de nuestra fe enla vida después de la muerte y cons-tituye un paso sagrado hacia la gloriaeterna tanto para nosotros comopara nuestros familiares.

El presidente dijo que “estos edi-ficios únicos y maravillosos, y las or-denanzas que en ellos se efectúan,representan lo máximo de nuestraadoración. Esas ordenanzas son laexpresión más profunda de nuestra

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teología” .

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Entrar en el templo es una bendi-ción extraordinaria. Pero primerodebemos ser dignos; no debemos irprecipitadamente. No podemos pre-pararnos a toda prisa y correr el ries-go de quebrantar convenios que noestemos preparados para hacer. Esosería peor que no hacerlos nunca.

LA INVESTIDURAEn el templo recibimos la investi-

dura, la cual, hablando literalmente,es una dádiva. Al recibir esa dádiva,debemos comprender su trascenden-cia y la importancia de guardar con-venios sagrados. Cada una de lasordenanzas del templo “no es tan sóloun rito por el que se pasa, sino unacto de prometer en forma solemne”6.

La investidura del templo fuedada por revelación. Por lo tanto, secomprende mejor por la revelaciónque se busca con oración y con uncorazón sincero7. El presidenteBrigham Young dijo: “Vuestra inves-tidura consiste en recibir, en la casadel Señor, todas las ordenanzas queos son necesarias, después que ha-yáis salido de esta vida, para permi-tiros volver a la presencia delPadre… y [para que] logréis vuestraexaltación eterna”8.

LA AUTORIDAD PARA SELLARAl prepararnos para recibir la in-

vestidura y las demás ordenanzas deltemplo, debemos comprender la au-toridad para sellar del sacerdocio.Jesús hizo referencia a esa autoridadhace mucho tiempo cuando enseñóa Sus apóstoles: “…y todo lo queatares en la tierra será atado en loscielos”9. Esa misma autoridad hasido restaurada en estos últimosdías. Así como el sacerdocio es eter-no —no tiene principio ni fin—, delmismo modo es el efecto de las or-denanzas del sacerdocio que atan alas familias para siempre.

Las ordenanzas, los convenios, lainvestidura y los sellamientos permi-ten a las personas reconciliarse conel Señor y a las familias ser selladasmás allá del velo de la muerte. Laobediencia a los convenios del tem-plo nos hace merecedores de la vidaeterna, el mayor de todos los dones

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de Dios al hombre . La vida eterna
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es más que la inmortalidad. La vidaeterna es la exaltación en el cielomás alto: la clase de vida que viveDios.

LA RECOMENDACIÓN PARA EL TEMPLOLa preparación también com-

prende el hacerse merecedor de re-cibir la recomendación para eltemplo. Nuestro Redentor requiereque Sus templos sean protegidos deprofanación. Nada impuro puedeentrar en Su santificada casa11. Noobstante, es bienvenido todo el quese prepare bien. Toda persona quesolicite la recomendación será en-trevistada por un juez en Israel —elobispo— y por el presidente de esta-ca12. Ellos poseen las llaves de la au-toridad del sacerdocio y tienen laresponsabilidad de hacernos saber sinuestra preparación es adecuada y sila fecha es la oportuna para entraren el templo. En las entrevistas,evaluarán varios asuntos fundamen-tales. Nos preguntarán si obedece-mos la ley del diezmo, si guardamosla Palabra de Sabiduría y si sostene-mos a las autoridades de la Iglesia.Nos preguntarán si somos honrados,si somos moralmente limpios y si

honramos el poder de la procreacióncomo un deber sagrado encomenda-do por nuestro Creador.

¿Por qué son esos asuntos tandecisivos? Porque son elementosseparadores espirituales que sirvenpara determinar si en verdad vivi-mos como los hijos del convenio13,siendo capaces de resistir la tenta-ción de los siervos del pecado14.Esas entrevistas sirven para discer-nir si estamos dispuestos a vivir deacuerdo con la voluntad del Diosverdadero y viviente, o si todavíatenemos puestos nuestros corazo-nes “en las riquezas y las vanidadesdel mundo”15.

Esos requisitos no son difíciles decomprender. Por motivo de que eltemplo es la casa del Señor, las nor-mas para ser admitidos en ella las haestablecido Él. Uno entra allí comoinvitado del Señor. Tener la reco-mendación para el templo es un pri-vilegio inestimable y una señaltangible de obediencia a Dios y aSus profetas16.

LA PREPARACIÓN FÍSICA PARA IR AL TEMPLO

Uno se prepara físicamente parael templo al vestirse en la debidaforma. No es un lugar para ir conropa informal. “Debemos vestirnoscomo lo haríamos para sentirnos có-modos en una reunión sacramentalo en cualquiera otra de índole co-rrecta y decorosa”17.

Dentro del templo, todos se vis-ten con inmaculada ropa blancacomo recordatorio de que Dios hade tener un pueblo puro18. La nacio-nalidad, el idioma o el cargo que seocupe en la Iglesia son menos im-portantes. Todos vestidos con ropassemejantes, sentados unos junto aotros, son considerados iguales antelos ojos de nuestro Hacedor19.

Novias y novios entran en el tem-plo para casarse por el tiempo y portoda la eternidad. Allí las noviasusan vestido blanco de manga larga,de diseño y tela modestos, y sin ador-nos excesivos. Los novios también sevisten de blanco. Los hermanos quevan a presenciar el casamiento nousan esmoquin.

El usar el gárment del templo

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tiene un profundo significado sim-bólico; representa una dedicaciónconstante20. Así como el Salvadorejemplificó la necesidad de perse-verar hasta el fin, usamos fielmenteel gárment como parte de la cons-tante armadura de Dios21. De esemodo evidenciamos nuestra fe enÉl y en sus convenios eternos connosotros22.

LA PREPARACIÓN ESPIRITUAL PARA IR AL TEMPLO

Además de la preparación física,nos preparamos espiritualmente.Debido a que las ordenanzas y losconvenios del templo son sagrados,estamos bajo la solemne obligaciónde no hablar fuera del templo de loque allí se realiza. Pero hay algunosprincipios de lo cuales podemos hablar.

Cada templo es una casa de ins-trucción23. Allí se nos instruye en elcamino del Maestro24. Su método sediferencia del de los demás. Su mé-todo es antiguo y es profuso en sím-bolos. Podremos aprender mucho simeditamos en la realidad que repre-senta cada símbolo25. Las enseñanzasdel templo son hermosamente sen-cillas y sencillamente hermosas. Lascomprenden los humildes y almismo tiempo estimulan el intelectode las mentes brillantes.

La preparación espiritual se incre-menta con el estudio. Me gustaríarecomendar a los miembros que fue-ran al templo por primera vez que le-yesen los breves párrafos explicativosde la Guía para el Estudio de lasEscrituras bajo los siguientes temas26:Unción27, Expiación28, Jesucristo29,Convenio30, Caída de Adán y Eva31,Sacrificios32 y Templo33. Ese estudioles proporcionará un fundamentofirme.

También se pueden leer pasajesdel Antiguo Testamento34 y los li-bros de Moisés y de Abraham de laPerla de Gran Precio. El estudio deesas Escrituras antiguas es aún másesclarecedor después de que uno seha familiarizado con la investiduradel templo. Esos libros evidencian laantigüedad de la obra del templo35.

Con cada ordenanza se hace un

convenio: una promesa. Un convenio
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que se hace con Dios no es una res-tricción, sino una protección. Eseconcepto no es nuevo. Por ejemplo, siel suministro de agua que recibimosno es puro, la filtramos para eliminarlos elementos dañinos. Los conveniosdivinos nos sirven para filtrar nuestramente y eliminar de ella las impurezasque podrían hacernos daño. Si esco-gemos abstenernos de toda impie-dad36, no perdemos nada de valor yobtenemos la gloria de la vida eterna.Los convenios no nos limitan; noselevan más allá de los límites de nues-tro propio poder y perspectiva.

LA PERSPECTIVA ETERNAEl presidente Hinckley ha expli-

cado esa elevada perspectiva:“Existe una meta más allá de laResurrección”, dijo, y añadió: “es laexaltación en el reino de nuestroPadre… Comienza con el hecho deque lo aceptamos como nuestro

Padre Eterno y a Su Hijo como

nuestro Salvador viviente, e incluyela participación en diversas orde-nanzas, cada una de las cuales esimportante y necesaria. La primerade ellas es el bautismo por inmer-sión, sin la cual, de acuerdo con elSalvador, la persona no puede entraren el reino de Dios. Debe seguirlo elnacimiento del Espíritu, el don delEspíritu Santo. Posteriormente, conel correr de los años, el varón es or-denado al sacerdocio, a lo que si-guen las bendiciones del templopara los hombres y las mujeres quesean dignos de entrar en él. Esasbendiciones del templo comprendenel lavamiento y la unción para quequedemos limpios ante el Señor,además, la… investidura en la quecontraemos obligaciones y se nosprometen bendiciones que nos mo-tivan a comportarnos de conformi-dad con los principios del Evangelio.También comprenden las ordenan-

zas selladoras mediante las cuales

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todo lo que se ata en la tierra esatado en el cielo, para la continui-dad de la familia”37.

He aprendido que las bendicio-nes del templo adquieren mayor sig-nificado cuando la muerte arrebataa un ser querido del círculo familiar.Saber que el dolor de la separaciónes sólo temporario infunde esa pazque sobrepasa todo entendimiento38.La muerte no puede separar a los fa-miliares sellados en el templo. Elloscomprenden que la muerte es unaparte necesaria del gran plan de feli-cidad de Dios39.

Esa perspectiva nos hace perma-necer fieles a los convenios que ha-cemos. El presidente Boyd K. Packerpuso de relieve que “las ordenanzasy los convenios constituyen nuestracredencial para ser admitidos en lapresencia de [Dios]. Recibirlos dig-namente es lo que se busca toda lavida; cumplir con ellos de allí enadelante es el desafío de la vida terrenal”40.

Las ordenanzas del templo estánrelacionadas con el progreso perso-nal y también con el progreso de losantepasados que han muerto.“Porque su salvación es necesaria yesencial para la nuestra… ellos sinnosotros no pueden ser perfecciona-dos, ni tampoco podemos nosotrosser perfeccionados sin nuestrosmuertos”41. El servicio que preste-mos en beneficio de ellos nos brin-dará reiteradas oportunidades deadorar en el templo. Y ese serviciomerece que lo incorporemos a nues-tros quehaceres. Al hacer por losdemás lo que ellos no pueden hacerpor sí mismos, seguimos el ejemplodel Salvador, que llevó a cabo la ex-piación para bendecir la vida de losdemás.

Un día compareceremos antenuestro Hacedor y estaremos anteÉl en juicio42. Seremos juzgadossegún las ordenanzas y los conveniosque hayamos hecho, según nuestrasobras y según el deseo de nuestroscorazones43.

Entretanto, en este mundo queadolece de corrupción espiritual,¿pueden las personas preparadaspara recibir las bendiciones del tem-

plo ejercer una buena influencia?
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¡Sí! Esos santos son “el pueblo delconvenio del Señor… y [tienen] porarmas su rectitud y el poder de Diosen gran gloria”44. El ejemplo de ellospuede elevar la vida de toda la hu-manidad. De eso testifico en elnombre de Jesucristo. Amén. �

NOTAS1. Véase Éxodo 28:36; 39:30; Salmos

93:5. La traducción de esos pasajes se em-plea en los templos que se encuentran enlas localidades en las que no se habla inglés.

2. Véase Éxodo 19:5–6; Levítico19:1–2; Ps. 24:3–5; 1 Tesalonicenses 4:7;Moroni 10:32–33; D. y C. 20:69; 110:6–9;véase también Santidad en la Guía para elEstudio de las Escrituras, págs. 187–188.

3. 2 Nefi 9:48.4. Véase “Following the Master:

Teachings of President Howard W.Hunter”, Ensign, abril de 1995, págs.21–22; Howard W. Hunter, “El símbolo su-premo de ser miembros de la Iglesia”,Liahona, noviembre de 1994, pág. 3.

5. “Misiones, templos y responsabilida-des”, Liahona, enero de 1996, págs. 57–65.

6. Gordon B. Hinckley, Teachings ofGordon B. Hinckley, 1997, pág. 638.

7. Véase Moroni 10:4–5.8. Discourses of Brigham Young, selec-

cionados por John A. Widtsoe, 1941, pág. 416.

9. Mateo 16:19.

10. Véase D. y C. 14:7.11. Véase D. y C. 109:20; véase también

Isaías 52:11; Alma 11:37; 3 Nefi 27:19.12. O el presidente de rama y el presi-

dente de misión.13. Véase 3 Nefi 20:26; véase también

Russell M. Nelson, “Los hijos del conve-nio”, Liahona, julio de 1995, págs. 36–40.

14. Véase Romanos 6:17, 20; D. y C.121:17.

15. Alma 7:6.16. El presidente Hinckley dijo:

“Exhorto a nuestros miembros de todaspartes, con todo el poder de persuasión deque soy capaz, a que sean dignos de teneruna recomendación para el templo, a con-seguir una y considerarla una posesiónpreciada, y a hacer un esfuerzo mayor porir a la Casa del Señor y participar del espí-ritu y las bendiciones que se reciben allí”(“Misiones, templos y responsabilidades”,Liahona, enero de 1996, págs. 57–58).

17. Boyd K. Packer, The Holy Temple,1980, pág. 73.

18. Véase Neal A. Maxwell, Not MyWill, But Thine, 1988, pág. 135; véase también D. y C. 100:16.

19. Eso nos recuerda que “Dios nohace acepción de personas” (Hechos10:34; véase también Moroni 8:12).

20. El Señor ha asegurado que aunque“los montes se muevan y los collados seanquitados… no se apartará de ti mi miseri-cordia, ni el pacto de mi pueblo se que-brantará” (JST, Isaías 54:10).Naturalmente, nunca querríamos a sa-biendas deshacernos de un emblema delconvenio sempiterno del Señor.

21. Véase Efesios 6:11–13; tambiénAlma 46:13, 21; D. y C. 27:15.

22. En la carta fechada el 10 de octu-bre de 1988, la Primera Presidencia escri-bió: “Las costumbres que observamosfrecuentemente entre los miembros de laIglesia nos dan la pauta de que algunos deellos no entienden con claridad el conve-nio que han hecho en el templo de usar elgárment de acuerdo con lo que indica lasanta investidura.

“Los miembros de la Iglesia que hanido al templo han hecho un convenio deusar el gárment durante toda la vida. Esosignifica que deben usarlo como ropa inte-rior tanto de día como de noche… Lasbendiciones y la protección que se prome-ten dependen de la dignidad y de la fideli-dad con que se cumpla con este convenio.

“La regla básica es que el gárment se

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debe usar siempre y no se deben buscarocasiones de sacárselo. Por lo tanto, losmiembros no deben quitarse el gárment,ni parte de éste, para trabajar en la tierrani para andar dentro de casa con traje debaño o ropa indecorosa. Tampoco debensacárselo para participar en ninguna acti-vidad recreativa, siempre y cuando éstasse puedan realizar con el gárment puesto ydebajo de la ropa acostumbrada. Cuandohaya que sacarse el gárment, por ejemplo,para nadar, uno debe volver a ponérseloen cuanto le sea posible.

“El principio de la decencia y la normade cubrir el cuerpo de forma apropiadaforman parte del convenio y deben seruna guía para la ropa que se use. Losmiembros investidos de la Iglesia usan elgárment como un recordatorio de los sa-grados convenios que han hecho con elSeñor y también como una proteccióncontra las tentaciones y las fuerzas delmal. El uso del gárment es una demostra-ción externa de la determinación de seguira nuestro Salvador”.

23. Véase D. y C. 88:119; 109:8.24. De hecho, Él es el camino (véase

Juan 14:6). 25. Véase John A. Widtsoe, “Temple

Worship”, Utah Genealogical and HistoricalMagazine, abril de 1921, pág. 62.

26. Véase la Guía para el Estudio de lasEscrituras.

27. Página 206, párrafo 1.28. Páginas 76–77, párrafos 1–2.29. Páginas 106–107, párrafos 1–3.30. Página 38, párrafos 1–2.31. Página 28, párrafos 1–2.32. Páginas 182–183, párrafos 1–2.33. Páginas 199–200, párrafos 1–3.34. Entre los capítulos de interés espe-

cial están Éxodo 26–29, 39; Levítico 8; 2 Samuel 12 (versículo. 20); 2 Crónicas6–7; Isaías 22; Ezequiel 16.

35. Véase D. y C. 124:40–41.36. Véase Moroni 10:32; TJS, Mateo

16:26.37. “Los templos y la obra que se reali-

za en ellos”, Liahona, noviembre de 1982,págs. 1–4.

38. Véase Filipenses 4:7.39. Véase Alma 42:8.40. “Estar bajo convenio”, Liahona,

julio de 1987, págs. 20–22.41. D. y C. 128:15.42. Véase 2 Nefi 9:41.43. Véase D. y C. 137:9.

44. 1 Nefi 14:14.
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La edificación de unacomunidad de santosÉlder L. Tom PerryDel Quórum de los Doce Apóstoles

“En una verdadera comunidad de santos todos trabajamos para servirnosunos a otros de la mejor forma posible. Nuestra labor tiene un propósitomás elevado, pues su fin es bendecir a los demás y edificar el reino deDios”.

Todos hemos vivido momen-tos que, al recordarlos añosdespués, adquieren un signi-

ficado nuevo e importante. Cuandoiba a la escuela secundaria, la direc-ción del colegio me honró al pedir-me que fuera miembro de la patrullade vigilancia de pasillos. Los díasque se nos asignaba vigilancia,teníamos que llevar el almuerzo a laescuela y comer juntos. Se tratabade una actividad especial y siemprecompetíamos para ver qué madrehabía preparado el almuerzo másapetecible. A veces solíamos inter-cambiar partes del almuerzo entrenosotros.

Un día que se me asignó vigilan-cia de pasillos olvidé decirle a mi

madre que necesitaba el almuerzo

hasta que ya casi estaba a punto deirme a la escuela. El rostro de mimadre esbozó un gesto de preocupa-ción ante mi pedido y me dijo quehabía gastado la última pieza de pany que no iba a preparar más hasta latarde. Lo único que tenía en casapara prepararme el almuerzo era ungran bollo de pan dulce que habíasobrado de la cena. Mi madre prepa-raba unos deliciosos bollos dulces.Los ponía en una bandeja de hornearde forma que había uno grande dispuesto en diagonal y luego mu-chos pequeños a los lados de éste,que era el único que quedaba. Teníael tamaño de una barra de pan, perono era tan grueso. Me daba ver-güenza llevar un bollo de pan dulcepara almorzar cuando imaginaba loque tenían los demás miembros dela patrulla, pero decidí que era pre-ferible llevar el bollo a quedarme sinalmuerzo.

Cuando llegó la hora de comer,me fui a una esquina apartada paraque no se percataran de mí, pero alcomenzar el intercambio de comida,mis amigos querían saber qué teníayo. Les expliqué lo sucedido por lamañana y para mi sorpresa todosquerían ver el gran bollo de pandulce. Pero mis amigos me sorpren-dieron; ¡en vez de burlarse de mí,todos querían un trozo de bollo!¡Resultó que aquel fue el mejor díade intercambio de almuerzos detodo el año! Aquel bollo de pan

dulce que imaginaba me haría pasar

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un momento vergonzoso, se convir-tió en el éxito del almuerzo.

Al reflexionar en esa experiencia,se me ocurre que forma parte de lanaturaleza humana el dar menosvalor a las cosas familiares por elsimple hecho de que son algo coti-diano. Una de estas cosas cotidianases nuestra calidad de miembros dela Iglesia restaurada.

Los miembros poseen una “perlapreciosa”, aunque a veces esta perlade gran precio nos es tan familiarque no apreciamos su verdaderovalor. Aunque es cierto que no de-bemos echar nuestras perlas delantede los cerdos, eso no quiere decirque no debamos compartirlas conpersonas que sí comprenderían suvalor. Uno de los grandes beneficiosadicionales de la obra misional es elobservar el gran valor que las perso-nas dan al Evangelio cuando escu-chan nuestras creencias. Resultamuy beneficioso ver los tesoros pro-pios a través de los ojos de otra per-sona. Mi preocupación es quealgunos de nosotros damos por sen-tado las bendiciones excepcionales yvaliosas del ser miembros de laIglesia del Señor, y que en este esta-do de infravaloración nos contenta-mos con ser miembros, cuando enrealidad somos contribuyentes pocovaliosos a la edificación de una co-munidad de Santos.

Somos bendecidos con una he-rencia grande y noble que nos ofre-ce un sendero hacia la verdad quese aleja de forma espectacular de losmodos del mundo. Precisamos re-cordar el valor de nuestro legadopara no subestimar su valía. Reto alos muchos Santos que se escondenen las esquinas a que no se aver-güencen y proclamen en alta voz lasenseñanzas atesoradas de nuestro le-gado común, no con un espíritu deostentación y orgullo, sino con unode confianza y convicción.

Algo de lo que me siento orgullo-so es la forma en que nuestros ante-pasados, por medio de su fe en Dios,laboriosidad y perseverancia, con-virtieron en hermosas ciudades unosparajes que nadie quería.

Cuando José Smith fue encar-

celado en la cárcel de Liberty, sin
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expectativa de ser liberado, se expi-dió una orden de exterminio contralos santos, lo cual obligó a BrighamYoung a organizar un comité que lespermitiera mudarse de Misuri.Dicha migración, acaecida en febre-ro de 1839, ocasionó que muchos sequejaran de que el Señor había de-samparado a Su pueblo. Algunosmiembros de la Iglesia cuestionaronla prudencia de reunir nuevamentea todos los Santos en un solo lugar.

Cruzar el Misisipi y detenersetemporalmente en algunas de las pe-queñas comunidades que había a lolargo de sus riberas fue un respironecesario para que los miembros re-cibieran nuevas instrucciones de suslíderes. El profeta José Smith escri-bió desde la cárcel de Liberty, ani-mando a los santos a que no sesepararan, sino que permanecieranjuntos y edificaran la Iglesia a partirde esos puntos de fortaleza.

En abril de ese mismo año sepermitió que José y Hyrum, juntocon sus compañeros de prisión, es-caparan de la cárcel en Misuri.Llegaron a Quincy, Illinois, el 22 deabril de 1839, y el profeta se puso atrabajar de inmediato para encon-trar un lugar de recogimiento paralos santos. Halló un paraje a orillasdel río Misisipi que parecía prome-tedor; dio a la ciudad el nombreNauvoo, que quiere decir hermosa,pero que en aquel entonces eratodo menos hermosa. Se trataba deuna península pantanosa que nohabía sido desaguada, pero de cuyofango emergió una ciudad a la queverdaderamente se podía denomi-nar hermosa.

Los primeros hogares de Nauvooeran cabañas, tiendas y unas pocasconstrucciones abandonadas. Lossantos comenzaron a edificar caba-ñas de troncos, y cuando el tiempo yel capital lo permitían, se erigíanconstrucciones más complejas; yposteriormente se terminó por le-vantar casas de ladrillo.

El profeta tenía en mente laconstrucción de una comunidad desantos, y contaba con tres objeti-vos principales: primero, económi-co; segundo, educativo y tercero,

espiritual.

El deseo principal del profeta Joséera que los santos llegaran a ser au-tosuficientes económicamente.Nuestro Padre Celestial ha concedi-do a Sus hijos todo lo que ellos tie-nen — talentos, destrezas, bienesmateriales— y les ha hecho mayor-domos de dichas bendiciones.

Una parte preciosa de nuestrolegado de autosuficiencia económi-ca es el Programa de los Serviciosde Bienestar de la Iglesia, el cualtiene dos ingredientes clave: el pri-mero es el principio del amor, el se-gundo es el del trabajo. Elprincipio del amor es la fuerza mo-triz que nos mueve a dar de nues-tro tiempo, dinero y servicios aeste maravilloso programa. Juan elAmado escribió:

“…amémonos unos a otros; por-que el amor es de Dios.

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“El que no ama, no ha conocidoa Dios; porque Dios es amor.

“En esto se mostró el amor deDios para con nosotros, en que Diosenvió a su Hijo unigénito al mundo,para que vivamos por él.

“Amados, si Dios nos ha amadoasí, debemos también nosotrosamarnos unos a otros” (1 Juan4:7–9; 11).

Y luego en 1 Juan, el tercer capí-tulo, escribió: “Pero el que tiene bie-nes de este mundo y ve a suhermano tener necesidad, y cierracontra él su corazón, ¿cómo mora elamor de Dios en él?” (1 Juan 3:17).

Es la comprensión del principiodel amor lo que nos motiva a dar ge-nerosas ofrendas de ayuno, un ma-ravilloso sistema revelado medianteel cual, el primer domingo del mesnos abstenemos voluntariamente de

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tomar dos comidas para dar el costede las mismas a nuestro obispo,quien entonces dispone de recursospara ayudar a los necesitados. Setrata de un método sencillo y queeleva nuestro aprecio por los que ca-recen de recursos y proporciona losmedios para satisfacer sus necesida-des cotidianas.

Ruego que el Señor continúebendiciéndonos con el deseo deamarnos unos a otros y contribuir deforma generosa en el principio delayuno.

El segundo principio básico es eltrabajo. Trabajar es tan importantepara el éxito del plan económico delSeñor como el mandamiento deamar a nuestro prójimo.

En Doctrina y Convenios leemos:“Ahora, yo, el Señor, no estoy

bien complacido con los habitantesde Sión, porque hay ociosos entreellos; y sus hijos también están cre-ciendo en la iniquidad; tampocobuscan con empeño las riquezas dela eternidad, antes sus ojos están lle-nos de avaricia.

“Estas cosas no deben ser, y tie-nen que ser desechadas de entreellos…” (D. y C. 68:31–32).

Tengo una inquietud especial porla referencia que el Señor hizo anuestros hijos. Vemos en muchospadres la evidencia de que consien-ten demasiado a sus hijos sin pro-porcionarles la formación suficienterespecto a la valía del trabajo.

En cualquier comunidad de san-tos, todos trabajamos para servirnosunos a otros de la mejor forma posi-ble. Nuestra labor tiene un propósi-to más elevado, pues su fin esbendecir a los demás y edificar elreino de Dios.

El segundo requisito en la comuni-dad de santos del profeta José Smithera la educación. Ya en 1840, cuandosolicitó la incorporación de Nauvooal estado, pidió también autoridadpara establecer una universidad.

En la Enciclopedia del Mormo-nismo, en inglés, leemos: “Las ideas yprácticas educativas de la Iglesia pro-ceden directamente de ciertas reve-laciones recibidas por el profeta JoséSmith que recalcan la naturaleza

eterna del conocimiento y el papel

vital que juega el aprendizaje en eldesarrollo espiritual, moral e intelec-tual de la humanidad” (Encyclopediaof Mormonism, “Education: AttitudesToward Education”, Daniel H.Ludlow, pág. 441).

Hay unos versículos en lasEscrituras modernas que hacenmención especial de la importanciadel saber secular y espiritual.Algunos de ellos son, primeramentedel Libro de Mormón: “Pero buenoes ser instruido, si hacen caso de losconsejos de Dios” (2 Nefi 9:29).

Y de Doctrina y Convenios:“Cualquier principio de inteligenciaque logremos en esta vida se levan-tará con nosotros en la resurrección;

“y si en esta vida una persona ad-quiere más conocimiento e inteli-gencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero” (D. y C.130:18–19).

De Artículos de Fe: “Si hay algovirtuoso, o bello, o de buena reputa-ción, o digno de alabanza, a esto as-

piramos” (Artículos de Fe 1:13).

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El deseo final del profeta era laedificación de una comunidad desantos espirituales, lo cual comienzacon el hogar. La instrucción más im-portante que jamás recibirán nues-tros hijos será aquella que comopadres les proporcionemos en elhogar si les enseñamos diligente-mente el sendero que nuestro PadreCelestial desea que sigan. Una ins-trucción que nos han dado nuestroslíderes es la de celebrar regularmen-te la noche de hogar para poder reu-nirnos cada semana, aprender losprincipios del Evangelio y contribuira la unidad familiar. Es ahí dondepodemos aconsejarnos, leer lasEscrituras, orar y jugar juntos.Nuestra meta principal es la de lle-gar a ser una familia eterna. La edi-ficación de una comunidad desantos se hace familia por familia.

Para que la familia eterna fuerauna realidad, se construyó un tem-plo magnífico en Nauvoo, que ac-tuaba como un faro para recordar atodas las personas que las bendicio-nes más importantes de la vida sonde carácter espiritual. En el templo

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“Velad conmigo”Élder Henry B. EyringDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Conforme cuiden a Sus ovejas, el amor que sientan por Él aumentará, y eso incrementará su confianza y valor”.

Sesión del sacerdocio31 de marzo de 2001

se efectúan convenios sagrados y seadministran las ordenanzas de salva-ción del Evangelio. El asistir al tem-plo repetidas veces nos da laoportunidad de renovar esos conve-nios y efectuar dichas ordenanzas deforma vicaria por los que han falleci-do sin ellas.

Ahora tenemos templos por todala tierra que dan a muchas más per-sonas la oportunidad de recibir lasordenanzas necesarias y prepararsepara la vida eterna. Los que son dig-nos de entrar en el templo recibirángrandes bendiciones espirituales sicontinúan sirviendo fielmente y ob-servan sus convenios. El Señor ben-dice a Su pueblo cuando éste guardaSus mandamientos y frecuenta Sucasa. En el plan eterno de Dios, lostemplos son lugares de recogimientopara las comunidades de santos quetrabajan en la edificación de Sión.

Nuestra comunidad de santos noes exclusiva, sino inclusiva, edificadasobre el fundamento de los apóstolesy profetas, siendo la principal piedradel ángulo Jesucristo mismo. Estáabierta a todos los que aman, apre-cian y tienen compasión por los hijosde nuestro Padre Celestial. El doblecimiento de nuestro bienestar eco-nómico consta de los principios de lacaridad y el trabajo arduo. Es unacomunidad progresista donde educa-mos a nuestros jóvenes en la cortesíay el civismo, así como en las profun-das verdades del Evangelio restaura-do. Nuestra comunidad tiene uncentro espiritual que nos permitevivir con la compañía del EspírituSanto que guía y dirige nuestra vida.

Ruego que Dios nos conceda eldeseo de vivir más cerca de Él paraque podamos disfrutar de las bendi-ciones de la paz, la armonía, la seguri-dad y el amor por toda la humanidad,distintivos de una comunidad que esuna con Él. Él es nuestro Dios, y no-sotros somos Sus hijos. Éste es mi tes-timonio a ustedes, en el nombre deJesucristo. Amén. �

NOTALa información histórica procede de

Church History in the Fulness of Times,(Manual del Sistema Educativo de la

E

Iglesia, 2a. Edición, 2000, págs. 193–223).

stoy agradecido por el honorde hablar en nombre delSeñor a los pastores de Israel.

Eso es lo que somos. Cuando acep-tamos el sacerdocio, tomamos sobrenosotros la responsabilidad de hacerlo que estuviese a nuestro alcancepor velar por la Iglesia. Ninguno denosotros puede eludir esa responsa-bilidad. El presidente del sacerdocioen toda la tierra lleva toda la res-ponsabilidad. Mediante las llaves delsacerdocio, cada quórum lleva unaporción de esa responsabilidad; in-cluso el diácono más nuevo en ellugar más distante de la tierra tieneparte en la gran responsabilidad develar por la Iglesia.

Escuchen estas palabras deDoctrina y Convenios: “Por tanto,ocupe cada hombre su propio oficio,

y trabaje en su propio llamamiento;

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y no diga la cabeza a los pies que notiene necesidad de ellos; porque sinlos pies, ¿cómo podrá sostenerse elcuerpo?” Luego, el Salvador inclusoagrega a los diáconos en Su lista deasignaciones: “los diáconos y losmaestros deben ser nombrados paravelar por la iglesia y para ser sus mi-nistros residentes” (D. y C. 84:109,111).

Ruego poder explicar esta sagradaconfianza de tal modo que incluso eldiácono más nuevo y el converso or-denado más recientemente com-prendan esta oportunidad. Enmuchas partes de las Escrituras, elSeñor se ha descrito a sí mismo y aaquellos que llama al sacerdociocomo pastores. Un pastor cuida susovejas. En los relatos de lasEscrituras, las ovejas están en peli-gro; necesitan protección y alimen-to. El Salvador nos amonesta quedebemos cuidar las ovejas de lamisma manera que Él lo hace. Él dioSu vida por ellas; le pertenecen a Él.Nosotros no podemos ofrecer elmismo nivel de cuidado que Él si,como siervos asalariados, damos cui-dado sólo cuando sea conveniente ysólo por una recompensa. Ésta es lanorma del Señor:

“Yo soy el buen pastor; el buenpastor su vida da por las ovejas.

“Mas el asalariado, y que no es elpastor, de quien no son propias lasovejas, ve venir al lobo y deja las ove-jas y huye, y el lobo arrebata las ove-jas y las dispersa” (Juan 10:11–12).

Los miembros de la Iglesia son las

ovejas; son de Él y Él nos llama a
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Las aguas del arroyo City Creek, una quebrada cercana, fluyen por unazanja rocosa en el lado sur del Centro de Conferencias, a medida que los miembros entran y salen por el frente del centro.

nosotros para cuidarlas. Debemoshacer más que simplemente preve-nirlas del peligro; debemos alimen-tarlas. Para prevenirlas del peligroespiritual y alimentarlas con alimen-to espiritual se necesita fe y generosi-dad. Una vez, hace mucho tiempo, elSeñor le mandó a Su profeta repren-der a los pastores de Israel. Ésta es laamonestación, que aún está en vigor,en las palabras del profeta Ezequiel:

“Vino a mí palabra de Jehová, di-ciendo:

“Hijo de hombre, profetiza contralos pastores de Israel… y dí a lospastores: Así ha dicho Jehová elSeñor: ¡Ay de los pastores de Israel,que se apacientan a sí mismos! ¿Noapacientan los pastores a los reba-ños? (Ezequiel 34:1–2).

El alimento que esos pastores to-maron para sí mismos, dejando quelas ovejas pasaran hambre, podríaser la salvación para las ovejas. Unode los grandes pastores del Libro deMormón describió lo que es ese ali-mento y cómo se puede conseguir.

“Y después que habían sido reci-bidos por el bautismo, y el poder delEspíritu Santo había obrado en ellosy los había purificado, eran contadosentre los del pueblo de la iglesia deCristo; y se inscribían sus nombres afin de que se hiciese memoria deellos y fuesen nutridos por la buenapalabra de Dios, para guardarlos enel camino recto, para conservarloscontinuamente atentos a orar, con-fiando solamente en los méritos deCristo, que era el autor y perfeccio-nador de su fe” (Moroni 6:4).

Es doloroso imaginar a un pastoralimentándose a sí mismo y dejar quelas ovejas pasen hambre. Sin embar-go, con mis propios ojos he visto mu-chas veces un pastor que alimentó asu rebaño. Uno era el presidente deun quórum de diáconos. Uno de losmiembros de su quórum vivía cercade mi casa. Ese muchacho vecinonunca había asistido a una reuniónde quórum ni había hecho nada conlos miembros del quórum. Su padras-tro no era miembro y su madre noasistía a la Iglesia.

Un domingo por la mañana, lapresidencia de su quórum de diáconos

se reunió en consejo. Cada semana,

un buen asesor y maestro les nutríapor la buena palabra de Dios. En lareunión de presidencia, esos pastoresde trece años de edad recordaban almuchacho que nunca asistía; habla-ban en cuanto a lo mucho que él ne-cesitaba lo que ellos recibían. Elpresidente asignó a su consejero a iren busca de la oveja errante.

Yo conocía al consejero y sabíaque era tímido y lo difícil de la situa-ción, de modo que observé conasombro a través de mi ventana amedida que el consejero pasaba len-tamente por mi casa, en camino a lacasa del muchacho que nunca iba ala Iglesia. El pastor llevaba lasmanos en los bolsillos; la mirada fijaen el suelo. Caminaba lentamente,tal como uno lo haría si no estuvieraseguro de que deseara llegar al lugaral que se dirige. En más o menosveinte minutos, volvía por el mismocamino, con el diácono perdido a sulado. Esa escena se repitió varios do-mingos; luego, el muchacho quehabía estado perdido y habían en-contrado, se mudó.

Ahora bien, ese relato no parece

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tener nada de extraordinario; erantan sólo tres muchachos sentados enun cuarto alrededor de una mesa;luego, era un muchacho que cami-naba por una calle y regresaba conotro muchacho. Pero años mástarde, me encontraba en una confe-rencia de estaca, a gran distanciadel cuarto donde se había reunidoen consejo esa presidencia. Se meacercó un hombre de cabello cano yme dijo en voz queda: “Mi nietovivió en su barrio hace algunosaños”. Con ternura, me contó acer-ca de la vida del muchacho; luegome preguntó si podría encontrar aaquel diácono que había hecho ellento recorrido por aquella callehacía tanto tiempo. Se preguntabasi yo podría agradecerle y decirleque su nieto, para entonces unhombre, aún se acordaba.

Él recordaba porque en esascuantas semanas, él reconocía que,por primera vez en su vida, había es-tado bajo el cuidado de los pastoresde Israel. Había sido amonestado alescuchar verdades eternas de perso-

nas que se preocupaban por él. Se le
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había ofrecido el pan de vida. Y losjóvenes pastores habían sido fieles ala confianza del Señor.

No es fácil aprender a tenerla yhacerlo de manera constante. ElSalvador nos mostró cómo hacerlo,y cómo capacitar a los demás parahacerlo. Él estableció Su Iglesia.Tuvo que dejar Su Iglesia en manosde siervos inexpertos, como losomos muchos de nosotros. Él sabíaque ellos confrontarían dificultadesque sobrepasarían sus poderes hu-manos para resolverlas. Lo que Élhizo por ellos puede ser una guíapara nosotros.

Cuando el Salvador fue al Jardínde Getsemaní a sufrir la amargaagonía antes de la traición y los su-frimientos en la cruz, pudo haberido solo; pero llevó consigo a Sussiervos en el sacerdocio. Éste es elrelato de Mateo: “Entonces Jesúsles dijo: Mi alma está muy triste,hasta la muerte; quedaos aquí, yvelad conmigo” (Mateo 26:38; cursi-va agregada).

El Salvador oró a Su Padre pararecibir fortaleza. En medio de Suagonía, Él volvió a Pedro para ense-ñarle lo que se requiere de todos

aquellos que velaran con Él:

“Vino luego a sus discípulos, y loshalló durmiendo, y dijo a Pedro:¿Así que no habéis podido velarconmigo una hora?

“Velad y orad, para que no en-tréis en tentación; el espíritu a laverdad está dispuesto, pero la carnees débil” (Mateo 26:40–41).

Hay un sentimiento de consueloy de amonestación en esas simplespalabras del Maestro hacia Sus pas-tores. Él vigila con nosotros; Él, queve todas las cosas, cuyo amor es infi-nito y quien nunca duerme, vigilacon nosotros. Él sabe lo que las ove-jas necesitan en todo momento. Élnos lo hace saber por el poder delEspíritu Santo y las envía a noso-tros. Y mediante el sacerdocio, no-sotros podemos invitar Su poderpara que las bendiga.

Pero la amonestación que hizo aPedro también la hace a nosotros. Ellobo que mataría a las ovejas cierta-mente atacará al pastor. Por eso, de-bemos cuidarnos a nosotros asícomo a los demás. Como pastores,seremos tentados a pecar un poco,pero el pecado en cualquiera de susformas ofende al Espíritu Santo. Nohagan nada o vayan a ningún lugar

que ofenda al Espíritu; no pueden

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arriesgarse a hacerlo. En caso de queel pecado les hiciese caer, ustedes nosólo serían responsables de sus pro-pios pecados sino de la aflicción quepodrían haber evitado en la vida delos demás si ustedes hubiesen sidodignos de escuchar y obedecer lossusurros del Espíritu. El pastor debeser capaz de escuchar la voz delEspíritu y de hacer bajar los poderesdel cielo o fracasará.

La amonestación que se dio a unantiguo profeta lo es también paranosotros:

“A ti, pues, hijo de hombre, te hepuesto por atalaya a la casa deIsrael, y oirás la palabra de mi boca,y los amonestarás de mi parte.

“Cuando yo dijere al impío:Impío, de cierto morirás; si tú nohablares para que se guarde el impíode su camino, el impío morirá por supecado, pero su sangre yo la deman-daré de tu mano” (Ezequiel 33:7–8).

La pena del fracaso es grande,pero el Señor le enseñó a Pedrocómo edificar el fundamento parael éxito. Él repitió tres veces unsencillo mensaje; de que el amorpor el Señor se anidaría en el cora-zón de un verdadero pastor. Éste es

el relato:
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“Simón Pedro: Simón, hijo deJonás, ¿me amas más que éstos? Lerespondió: Sí, Señor; tú sabes que teamo. El le dijo: Apacienta mis cor-deros. Volvió a decirle la segundavez: Simón, hijo de Jonás, ¿meamas? Pedro le respondió: Sí, Señor;tú sabes que te amo. Le dijo:Pastorea mis ovejas. Le dijo la terce-ra vez: Simón, hijo de Jonás, ¿meamas? Pedro se entristeció de que ledijese la tercera vez: ¿Me amas? Y lerespondió: Señor, tú lo sabes todo;tú sabes que te amo. Jesús le dijo:Apacienta mis ovejas” (Juan 21:17).

El amor es lo que debe motivar alos pastores de Israel. Al principiopodrá parecer difícil, porque tal vezni siquiera conozcamos bien alSeñor, pero si comenzamos con si-quiera un granito de fe en Él, el ser-vicio que prestemos a las ovejasaumentará nuestro amor por elSeñor. Proviene de las cosas senci-llas que todo pastor debe hacer.Oramos por las ovejas, por cada unade quien somos responsables.Cuando preguntamos: “¿Podrías de-cirme quién me necesita?”, se recibi-rán respuestas. Acudirá a nuestramente una cara o un nombre; o talvez tengamos un encuentro fortuitocon alguien, cuando sabemos queno lo es. En esos momentos, sentire-mos el amor del Salvador por ellos ypor nosotros. Conforme cuiden aSus ovejas, el amor que sientan porÉl aumentará, y eso incrementará suconfianza y valor.

Tal vez estén pensando: “No estan fácil para mí; tengo tantas perso-nas a quienes cuidar, y tengo tan pocotiempo para hacerlo”. Pero cuando elSeñor llama, Él prepara el camino,Su camino. Hay pastores que creenen eso. Les contaré acerca de uno.

Hace dos años, se llamó a unhombre como presidente de su quó-rum de élderes. Hacía menos dediez años que era miembro de laIglesia y apenas había logrado serdigno de ser sellado a su esposa y fa-milia en el templo. Su esposa era in-válida; tenían tres hijas. La mayortenía trece años y preparaba las co-midas y, con la ayuda de los demás,estaba al cuidado de la casa. Los es-

casos ingresos por el trabajo manual

que él desempeñaba sostenían nosólo a esas cinco personas, sino a unabuelo, que vivía con ellos en la pe-queña casa.

Cuando se le llamó para ser presi-dente del quórum de élderes, tenía13 miembros. Ese pequeño quórumera responsable de otros 101 hom-bres que, o no poseían el sacerdocio,o eran diáconos, maestros o presbí-teros. El tenía la responsabilidad develar por las almas de 114 familias,con pocas esperanzas de que pudiesededicar a la obra más que los do-mingos y quizás una noche a la se-mana debido a todo lo que teníaque hacer por su propia familia.

La dificultad de lo que le esperabalo hizo ponerse de rodillas a orar.Luego, se puso de pie y se puso a tra-bajar. En sus esfuerzos por saber quié-nes eran sus ovejas y llegar aconocerlas, sus oraciones fueron con-testadas en una forma que él no es-peraba. Empezó a ver más allá de lapersona individual; llegó a saber queel propósito que el Señor tenía paraél era para edificar familias. E inclusocon su limitada experiencia, sabíaque la forma de edificar familias eraayudarlas a hacerse dignas de hacer yde guardar los convenios del templo.

Empezó a hacer lo que siemprehace un buen pastor, pero lo hizo demodo diferente cuando vio que eltemplo era el lugar al que debían lle-gar. Oró para saber quiénes habríande ser sus consejeros, que le acom-pañarían, y luego oró para sabercuáles familias le necesitaban y ha-bían sido preparadas.

Visitó a cuantas personas le fueposible; algunos le trataron fríamen-te y no aceptaron su amistad, perocon aquellos que sí lo hicieron, si-guió un modelo. Tan pronto comodetectaba interés y confianza, los in-vitaba a reunirse con el obispo, aquien de antemano le había pedidolo siguiente: “Por favor dígales loque se necesita para ser dignos de iral templo a reclamar sus bendicio-nes para sí mismos y sus familias. Yluego testifíqueles, como yo lo hehecho, que valdrá la pena”.

Algunos aceptaron la invitacióndel presidente del quórum para

recibir una clase de preparación

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para el templo, que enseñarían loslíderes de la estaca. No todos termi-naron el curso ni todos reunieronlos requisitos para asistir al templo,pero se oró por cada familia y porcada padre. A la mayoría se invitópor lo menos una vez a una reunióndonde se habló de la buena palabrade Dios. Con cada invitación se re-cibió el testimonio del presidentesobre las bendiciones del ser una fa-milia sellada para siempre, y de latristeza de estar separados. Cada in-vitación se extendió con el amor delSalvador.

Durante el servicio que prestó, elpresidente había visto a 12 de loshombres que enseñó ser ordenadosélderes; había visto a cuatro de susélderes ser ordenados sumos sacer-dotes. Esas cifras no revelan el gradoverdadero de ese milagro. Las fami-lias de esos hombres serán bendeci-das a través de las generaciones. Lospadres y las madres están ahora se-llados el uno al otro y a sus hijos;está orando por sus hijos, recibiendola ayuda de los cielos, y enseñandoel Evangelio con el amor y la inspi-ración que el Señor concede a lospadres fieles.

Ese presidente y sus consejeros sehan convertido en verdaderos pas-tores; han velado por el rebaño conel Maestro y han llegado a amar alSeñor. Son testigos oculares de laverdad que el Salvador enseñó alapóstol Thomas B. Marsh; es verídi-ca para todos aquellos que, con elSeñor, velan por Sus ovejas:

“Sigue tu camino, doquier quesea mi voluntad, y el Consolador teindicará lo que has de hacer y adónde has de ir.

“Ora siempre, para que no entresen tentación y pierdas tu galardón.

“Sé fiel hasta el fin y, he aquí,estoy contigo. Estas palabras no sonde hombre ni de hombres, sinomías, sí, de Jesucristo, tu Redentor,por la voluntad del Padre. Amén”(D. y C. 31:11–13).

Testifico que Dios el Padre vive ycontesta nuestras oraciones. Soy tes-tigo de que el amoroso Salvador velapor Sus ovejas con Sus fieles pastores.

En el nombre de Jesucristo.

Amén. �
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Con las serpientes decascabel no se juegaÉlder David E. SorensenDe la Presidencia de los Setenta

“Satanás y sus siervos promueven la pornografía como entretenimiento,pero ésta es una serpiente altamente venenosa y engañadora quepermanece al acecho tras las revistas, el Internet y la televisión”.

Hace unos años, la hermanaSorensen y yo tuvimos elprivilegio de visitar la India.

Recuerdo que mientras caminabapor la pista de aterrizaje vi a unoshombres que tocaban la flauta conuna cesta a los pies. Al comenzar atocar, retiraban la tapa de la cesta yuna cobra salía de ella. Al continuarla música, la serpiente se elevabamás y más hasta casi alcanzar su es-tatura total. Cuando eso sucedía,normalmente la cobra volvía a caeren la cesta. Una de las veces obser-vé que la cobra cayó por fuera. Elflautista extendió la mano, la acari-ció y la devolvió a la cesta con cui-dado. Me sorprendió ver que unhombre pudiera tratar con una cria-

tura aparentemente tan peligrosa

sin sufrir ningún daño. Pero nuestroguía me dijo que esta práctica esmuy arriesgada y que una de las ma-yores causas de mortalidad en la re-gión eran sin duda las picaduras deserpientes venenosas.

Mi pensamiento se trasladó a laépoca de mi adolescencia en lagranja. En verano, una de nuestrasresponsabilidades era llevar henodesde el campo hasta el graneropara almacenarlo durante el invier-no. Mi padre lanzaba el heno a lavagoneta y yo lo pisaba para que pudiera caber la mayor cantidad posible. Un día, en uno de esosmontones que mi padre arrojaba a lavagoneta, vi una serpiente de casca-bel. Cuando la miré, sentí una mez-cla de preocupación, miedo yexcitación. La serpiente estaba ten-dida en el fresco y agradable heno.El sol relucía sobre su dorso conforma de mosaico. Al poco, la ser-piente dejó de emitir su sonido ca-racterístico, se quedó quieta y yoempecé a sentir gran curiosidad.Comencé a acercarme y me agachépara poder verla mejor, cuando derepente escuché a mi padre que medecía: “¡David, hijo mío, con las ser-pientes de cascabel no se juega!”.

Esta tarde me gustaría hablarlesacerca del peligro que entraña eljugar con serpientes venenosas. Nome refiero a aquellas que tienen uncuerpo alargado y resbaladizo, sino aotras que se presentan de muchas

maneras diferentes. A menudo el

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mundo hace que estos peligros apa-renten ser inofensivos —incluso ex-citantes e interesantes— pero eljugar con esas serpientes llena lamente de veneno, un veneno quealeja al Espíritu Santo1.

Hermanos, los entretenimientosque gozan de gran aceptación popu-lar, a menudo nos muestran lo quees malo e incorrecto como algoagradable y correcto. Recordemos elconsejo del Señor: “Ay de los quellaman a lo malo bueno y a lo buenomalo”2.

Satanás y sus siervos promuevenla pornografía como entretenimien-to, pero ésta es una serpiente alta-mente venenosa y engañadora quepermanece al acecho tras las revis-tas, el Internet y la televisión. Lapornografía aniquila la estima propiay debilita la autodisciplina. Esmucho más mortífera para el espíri-tu que la serpiente de cascabel sobrela que mi padre me advirtió que nodebía jugar. En la Biblia está asenta-do que el rey David gozaba de gran-des dones espirituales, pero un díaestuvo donde no debía estar y vio loque no debía ver. Esas obsesionescausaron su caída3.

El resistir las tentaciones de losmedios de comunicación actuales noes fácil; se requiere esfuerzo y una va-liente determinación. En la ciudaddonde me crié, si uno quería buscarla inmundicia tenía que viajar almenos una hora de distancia, pero ennuestros días y con Internet, los pro-blemas sólo están a unos clics delratón. Sean como el capitán Moronien su esfuerzo por vencer esas tenta-ciones; levanten “fortificaciones”para reforzar sus puntos débiles. Peroen vez de construir murallas de“vigas y tierra” para proteger una ciudad vulnerable, construyan “forti-ficaciones” en forma de reglas deconducta personal que protejan supreciada virtud4. Cuando tengan unacita con alguien del sexo opuesto,planifíquenla de manera que esténrodeados de otras personas y evitenestar solos. Conozco a algunos hom-bres, jóvenes y mayores, que han to-mado la decisión de simplemente noencender la televisión o navegar por

Internet en ningún momento cuando
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estén solos. Padres, es prudente colo-car las computadoras y los televisoresen la sala de estar o en otras zonasconcurridas del hogar, no en el cuar-to de sus hijos. También me constaque hay padres que cuando están enun viaje de negocios deciden pruden-temente no encender la televisióndel hotel.

Recuerden, el construir esas “for-tificaciones” no es un signo de debi-lidad, sino todo lo contrario:demuestra fortaleza. Las Escriturasnos dicen que el capitán Moroni eratan fuerte que si todos los hombresfueran como él, “los poderes mismosdel infierno se habrían sacudidopara siempre”5. Recuerden que losparapetos de Moroni6 fueron laclave de su éxito; y la clave del éxitoque ustedes cosechen será el queedifiquen sus propios parapetos.

Una de las fortificaciones más vi-tales que pueden edificar es el deci-dir en este momento dónde fijar suslímites, antes de enfrentarse con eldesafío. Nuestro profeta enseña quesi decidimos ahora que no mirare-mos material inapropiado, sino que

Un coro de poseedores del Sacerdocdurante la sesión del sacerdocio.

huiremos de él, “el desafío quedaatrás ”7.

Hace poco tiempo, varias amigasde la secundaria invitaron a minieta Jennifer a salir a cenar y veruna película. Entre todas se pusie-ron de acuerdo en la película queiban a ver y Jennifer se sentía biencon la idea. Sin embargo, la chicaque se levantó de la cena para ir acomprar los boletos para el cine vol-vió con boletos para una película di-ferente de la que habían acordado, yles dijo: “Es una gran película y espara adultos”.

Sorprendida, Jennifer no podíacreer que la situación hubiera cam-biado de manera tan repentina. Peroafortunadamente, ella había decidi-do antes de encontrarse en esa si-tuación que nunca vería películasclasificadas para adultos, y pudo serfirme y decirle a sus amigas: “Nopuedo ir a ver una película paraadultos. Mis padres no lo consenti-rían”; a lo que las chicas respondie-ron: “¡Pero bueno, tus padres nuncalo sabrán!”. Cuando escuchó eso,Jennifer respondió: “La verdad es

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io de Melquisedec de algunas estacas

que no importa si mis padres se enteran o no. Sencillamente, yo noveo películas de ese tipo”.

Las amigas de Jennifer se enfada-ron e intentaron hacerla desistir. Ledijeron que “les estaba aguando lafiesta”. Pero cuando vieron que noiba a ceder, le tiraron el boleto y eldinero a la cara, la dejaron allí y semarcharon a ver la película. Todoacabó en una tarde solitaria y llenade rechazo por parte de sus amigas.Pero fue un momento muy especialpara Jennifer y para nuestra familia8.Jennifer adquirió mayor confianza,propia estimación y poder espiritual9.

El jugar con una serpiente vene-nosa a sabiendas es doblemente pe-ligroso10. Aquellos que lo hacen merecuerdan al chico al que se le escu-chó decir en su oración: “PadreCelestial, si no puedes hacer que yosea mejor, no te preocupes. Me lopaso muy bien tal como soy”.

No sean tan insensatos como ese chico. Los que hacen planespara pecar creyendo que podránarrepentirse antes de recibir los sagrados convenios y ordenanzas

de Salt Lake City canta

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del templo se arriesgan a perder susalud espiritual y descubren que elproceso para regresar a la senda co-rrecta es doloroso.

Para los que han sufrido la pica-dura de una serpiente de cascabel,existe un doloroso proceso de lim-pieza. Hay que hacer un corte conun cuchillo afilado; después, se debelimpiar la sangre infectada de la he-rida. A menudo se precisa la estan-cia en un hospital. Hoy les ruegoque eviten jugar con esa serpientede cascabel. Es mucho mejor no co-meter el pecado11.

Algunos jóvenes se dan cuenta,mientras avanzan en el sacerdocio,se preparan para servir en una mi-sión o para ir al templo, de que to-davía padecen los efectos de unapicadura de serpiente que un día in-trodujo veneno en su espíritu. Lospecados sexuales se encuentranentre los más venenosos.

Si ustedes o alguno de sus conoci-dos han sido envenenados espiritual-mente, para estos casos tambiénexiste un equipo espiritual de prime-ros auxilios. Se le conoce como elarrepentimiento12, y tal como el antí-doto para una picadura de serpientereal, es más eficaz si se aplica de ma-nera rápida e inmediata. Contrarrestahasta los venenos espirituales másmortíferos. “Porque he aquí, el Señorvuestro Redentor sufrió la muerte enla carne; por tanto, sufrió el dolor detodos los hombres, a fin de que todohombre pudiese arrepentirse y venir a

13 14

él” . El milagro del perdón es real .

El Señor honra el arrepentimiento detodos ustedes15.

Un paso importante para la ob-tención de la cura del veneno espiri-tual es arrodillarse y pedir a nuestroPadre Celestial que les perdone16; pí-danle que puedan desarrollar eldeseo de hacer lo correcto; pídanleque puedan desarrollar el valor parahablar con sus padres y con su obis-po si es necesario17. A pesar de sustemores, ellos seguirán amándoles.No tienen que hacerlo solos.Aunque el camino del arrepenti-miento es difícil, no tiene por qué re-correrse en la soledad. Los padres ylos líderes pueden proporcionarapoyo y aliento muy valiosos.

El poder y la liberación que resul-tan del perdón son reales. El Salvadorenseñó: “La verdad os hará libres”18.El gozo y la felicidad proceden de unavida semejante a la de Cristo19. Él nosha pedido que mantengamos nuestrospensamientos puros20, que conserve-mos el respeto hacia nosotros mis-mos. Nos ha pedido que nosconvirtamos en una buena influenciapara nuestra familia y amigos.Debemos amarles y encaminarleshacia la luz. Él dijo: “En esto conoce-rán todos que sois mis discípulos, si osamáis unos a otros”21. Él ha prometi-do que nos ayudará a vivir de acuerdocon sus normas, y ha dicho: “Llevadmi yugo sobre vosotros… porque miyugo es fácil y ligera mi carga”22.

Hermanos del Sacerdocio, ¿pue-den unirse a mí aquí mismo, en

este momento, para una vez más

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comprometerse y tomar sobre uste-des el nombre de Cristo? Con estesacerdocio que poseen, ¿pueden le-vantarse y ejercer el poder de Diospara defender la rectitud? ¿Puedenestar en lugares santos?23.

Todos hemos aceptado la respon-sabilidad de moldear nuestra vidasegún la del Maestro. Él ha concedi-do las llaves del Sacerdocio y de larevelación divina a nuestro profetaviviente, Gordon B. Hinckley, quiennos aconseja: “Aléjense de la porno-grafía”24. “Les suplico que saqueneso de su vida”25.

Hermanos, no dejen que el vene-no toque su alma. Recuerden: “Elque es justo es favorecido de Dios”26.Testifico de esto en el nombre denuestro Señor y Maestro, Jesucristo.Amén. �

NOTAS1. Véase D. y C. 1:33, Moisés 8:17.2. Isaías 5:20.3. Véase 2 Samuel 11, D. y C. 132:39.4. Véase Alma 53:4, 7.5. Alma 48:17.6. Véase Alma 53:4–5.7. “El consejo y la oración de un profe-

ta en beneficio de la juventud”, presidenteGordon B. Hinckley. Liahona, abril de2001, pág. 33.

8. Véase Gálatas 5:16–21.9. Véase D. y C. 121:45–46.10. Véase Mosíah 27:10–11,

Alma 1:15.11. Véase Lucas 15:21.12. Véase Isaías 1:18.13. D. y C. 18:11.14. Véase Mosíah 26:29.15. Véase 2 Nefi 9:23, 26:27.16. Véase Alma 34, 3 Nefi 18:29–32.17. Véase D. y C. 64:7.18. Juan 8:32.19. Véase 2 Nefi 2:25, 9:18, Mosíah

2:41, 4:3.20. Véase Artículos de Fe 1:13.21. Juan 13:35.22. Mateo 11:29–30.23. Véase D. y C. 101:22.24. “Por qué hacemos algunas de las

cosas que hacemos”, Liahona, enero de2000, pág. 62.

25. “ ‘Y se multiplicará la paz de tushijos’ ”, Liahona, enero de 2001, pág. 61.

26. 1 Nefi 17:35.

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El poder del sacerdocioÉlder John H. GrobergDe los Setenta

“Aun cuando el poder del sacerdocio es ilimitado, nuestro poderindividual en el sacerdocio está limitado por nuestro grado de rectitud o de pureza”.

Hermanos poseedores del sa-cerdocio de todo el mundo:Espero que apreciemos el

inestimable privilegio de poseer elsacerdocio de Dios. Su valor es in-conmensurable.

Por medio de su poder se han crea-do, se crean y aún se crearán y orga-nizarán mundos, e incluso universos.Por medio de su poder se efectúan or-denanzas que, al ir acompañadas derectitud, permiten que las familiasvivan juntas para siempre, que se per-donen los pecados, que se sane al en-fermo, que el ciego vea e incluso quese restaure la vida.

Dios desea que nosotros, Sushijos, poseamos el sacerdocio y queaprendamos a usarlo adecuadamen-te. Nos ha explicado que:

“Ningún poder o influencia sepuede ni se debe mantener en vir-tud del sacerdocio, sino por persua-

sión, por longanimidad, benignidad,

mansedumbre y por amor sincero;“por bondad y por conocimiento

puro…”1.Porque si “…ejerce[mos] mando,

dominio o compulsión sobre lasalmas de los hijos de los hombres,[especialmente sobre nuestras espo-sas e hijos] en cualquier grado de in-justicia, he aquí, los cielos se retiran,el Espíritu del Señor es ofendido, ycuando se aparta, se acabó el sacer-docio o autoridad de tal hombre”2.

Y así vemos que, aun cuando elpoder del sacerdocio es ilimitado,nuestro poder individual en el sacer-docio está limitado por nuestrogrado de rectitud o de pureza.

Así como se requieren cables lim-pios conectados debidamente parallevar el poder de la electricidad,también se precisan manos limpias ycorazones puros para conducir elpoder del sacerdocio. La suciedaddisminuye o impide el paso de laelectricidad. Las acciones y los pen-samientos impuros interfieren con elpoder individual del sacerdocio. Sisomos humildes, limpios y puros demanos, de corazón y de mente, nadaque sea justo es imposible. Un anti-guo refrán oriental declara: “Si unhombre vive una vida pura, nadapodrá destruirle”3.

Por el amor que nos tiene, Diosha decretado que cualquier hombredigno, no importa su riqueza, educa-ción, color, cultura o idioma, puedeposeer Su sacerdocio. Así, cualquierhombre adecuadamente ordenado,que sea limpio de manos, de corazóny de mente puede conectarse con elpoder ilimitado del sacerdocio.

Aprendí bien esa lección hace años,

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cuando era un joven misionero en elPacífico Sur.

Mi primera asignación fue en unapequeña isla a cientos de kilómetrosde la oficina de la misión, dondenadie hablaba inglés y yo era elúnico hombre blanco. Se me habíadado un compañero local de nom-bre Feki, que en ese entonces servíaen una misión de servicio a la Iglesiaen obras de construcción y era pres-bítero en el Sacerdocio Aarónico.

Después de ocho días con sus no-ches, mareado en una pequeña ymaloliente embarcación, llegamos aNiuatoputapu. Tuve problemas conel calor, los mosquitos, la comidadesconocida, la cultura y el idioma,además de sentir añoranza por mihogar. Una tarde escuchamos llan-tos de angustia y vimos a una familiaque nos traía el cuerpo flácido y casisin vida de su hijo de ocho años.Entre gemidos dijeron que su hijo sehabía caído de un árbol de mango yque no respondía a nada. Los fielespadres lo pusieron en mis brazos ydijeron: “Usted tiene el Sacerdociode Melquisedec; devuélvanoslo sanoy salvo”.

Aun cuando mi conocimiento delidioma todavía era limitado, entendílo que deseaban y tuve miedo.Quería escapar lejos, pero las expre-siones de amor y de fe que brillabanen los ojos de los padres y de loshermanos y hermanas me mantuvie-ron inmóvil en mi lugar.

Miré esperanzado a mi compañe-ro. Se encogió de hombros y dijo:“Yo no tengo la autoridad adecuada.Usted y el presidente de rama po-seen el Sacerdocio de Melquisedec”.Como último recurso, dije:“Entonces éste es el deber del presi-dente de la rama”.

No bien hube dicho eso, aparecióel presidente de la rama. Había es-cuchado la conmoción y salió de suhuerto. Estaba sudando y cubiertode tierra y barro. Me volví a él y leexpliqué lo que pasaba y traté de en-tregarle el niño. Retrocedió y dijo:“Me voy a lavar y a cambiar de ropay luego lo bendeciremos y veremosqué dice Dios”.

Alarmado exclamé: “¿No lo ve?

¡Necesita ayuda ahora!”.
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Calmadamente replicó: “Sé quenecesita una bendición. Una vezque me lave y me cambie de ropa,traeré aceite consagrado y nos diri-giremos a Dios y veremos cuál es Suvoluntad. No puedo ni me dirigiré aDios con las manos sucias y conbarro en la ropa”. Se fue y me dejócon el niño en brazos. Me quedé sinpalabras.

Finalmente regresó, limpio decuerpo y de ropa, y percibí que decorazón también. “Ahora estoy lim-pio”, dijo, “así que recurriremos altrono de Dios”.

Ese maravilloso presidente derama tongano, con manos limpias ycorazón puro, dio una hermosa y po-derosa bendición del sacerdocio. Yome sentí más como testigo que comoparticipante. A mi mente vinieronlas palabras del salmista: “¿Quién su-birá al monte de Jehová?… El limpiode manos y puro de corazón”4. Enesa pequeña isla un digno poseedordel sacerdocio ascendió al monte delSeñor y el poder del sacerdocio des-cendió de los cielos y autorizó que lavida de un niño continuara.

Con el fuego de la fe brillándoleen los ojos, el presidente de ramame dijo qué hacer. Se requiriómucha más fe y esfuerzos pero, eltercer día, ese niño de ocho años,lleno de vida, estaba reunido con sufamilia.

Espero que entiendan y sientanestas verdades. Ésa era una isla pe-queñísima en medio de un inmensoocéano, sin electricidad, ni hospitalni doctores, pero nada de eso im-portaba; porque además de muchoamor y fe, había un presidente derama que poseía el Sacerdocio deMelquisedec, que entendía la im-portancia de la pureza de las manosy del corazón y de la expresión ex-terna de mantener limpio el cuerpoy la ropa, y quien ejerció el sacerdo-cio en rectitud y pureza de acuerdocon la voluntad de Dios. Ese día, supoder individual en el sacerdociofue suficiente para ponerse en con-tacto con el poder ilimitado del sa-cerdocio sobre la vida terrenal.

Cuando observo los cielos denoche y contemplo las galaxias sin

fin que en ellos hay, me asombro

ante el pequeño punto que represen-ta la tierra y en cuán infinitamentepequeño soy yo. Sin embargo, nosiento temor, soledad, insignificanciani distancia de Dios, porque he sidotestigo del poder de Su sacerdocioque está relacionado con las manoslimpias y un corazón puro en una di-minuta isla en el vasto océano.

Hermanos, esa conexión está adisposición de todos nosotros, noimporta dónde, cuándo ni en quécircunstancias vivamos, siempre quenuestras manos, nuestro corazón ynuestras mentes estén limpios ypuros. No se puede tener poder in-dividual en el sacerdocio si se carecede pureza individual.

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Simplemente debemos trabajarmás fuerte para purificar nuestrasvidas por medio del servicio a losdemás en formas más cristianas.Siempre hay oportunidades de ser-vir: en nuestras familias, en laIglesia, en una misión, en los tem-plos y entre nuestros semejantes. Elservicio noble requiere trabajo duro,profundo sacrificio y desinteréscompleto. Cuanto mayor sea el sa-crificio, tanto mayor es el nivel depureza.

Dios, que está lleno de luz, vida yamor, desea que poseamos Su sacer-docio y que lo utilicemos apropiada-mente para transmitir esa luz, esavida y ese amor a todos los que nos

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“Honraré a los que me honran”Presidente James E. FaustSegundo Consejero de la Primera Presidencia

Honren en la vida cuatro principios sagrados: Reverencia por la Deidad,el respeto de los lazos familiares, reverencia y obediencia a lasordenanzas y los convenios del santo sacerdocio, respeto por ustedesmismos como hijos de Dios.

rodean. Por otra parte, Satanás, elpríncipe de las tinieblas, desea dismi-nuir al máximo la luz, la vida y elamor. Dado que no hay nada queSatanás pueda hacer en cuanto alpoder del sacerdocio, concentra susenergías en tratar de limitar nuestropoder individual en el sacerdocio altratar de ensuciar nuestras manos,corazones y mentes por medio delabuso, la ira, la negligencia, la porno-grafía, el egoísmo o cualquier otra ini-quidad que pueda tentarnos a hacer opensar. Él sabe que si nos puede co-rromper lo suficiente en forma indivi-dual, puede mantenernos, hasta esegrado, lejos de la pureza necesariapara ejercer el sacerdocio en formaapropiada y para traer más luz, vida yamor a esta tierra y a todos sus habi-tantes, tanto del pasado, como delpresente y del futuro.

Queridos hermanos, no vendansu preciosa primogenitura del sacer-docio por un plato que se presenteen forma inapropiada o pornográfi-ca. Recuerden que los castillos dearena que edificamos en la playa dela vida terrenal, no importa cuándetallados sean, al final se los lleva-rán las olas. Sólo la pureza de lasmanos, del corazón y de la mentenos permitirá tener acceso al máxi-mo poder del sacerdocio para ben-decir de verdad a los demás y un díapoder edificar mansiones eternasmás hermosas y perdurables de loque podamos imaginar.

He aprendido por mí mismo queDios vive, que Jesús es el Cristo, queÉl es mi amigo y su amigo. Sé queJesús es la personificación perfectadel poder puro del sacerdocio.Sigámosle.

Ruego que todos sirvamos conmás pureza de corazón para quenuestro poder individual en el sacer-docio llegue a su plenitud por mediodel amor perfecto de Él, cuyo sacer-docio poseemos.

En el nombre de Jesucristo.Amén. �

NOTAS1. D. y C. 121:41–42.2. D. y C. 121:37.3. Se le atribuye a Buda.

4. Salmos 24:3–4.

Mis amados hermanos deesta magnífica hermandaddel sacerdocio, acudo

ante a ustedes con humildad y enoración. El dirigirles la palabra esuna responsabilidad sagrada y sobre-cogedora. Deseo que se me entienday espero que cada uno de nosotrospueda reclamar la promesa delSeñor que dice: “Honraré a los queme honran”1.

Doy pleno reconocimiento a loslogros conseguidos por los siervosdel Señor en épocas pasadas, perocreo que ustedes, jóvenes poseedo-res del sacerdocio y jovencitas de sumisma edad son en muchos aspectosla generación más prometedora de

la historia del mundo; y llego a esta

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conclusión por varios motivos.Cuando la hermana Faust y yo lee-mos las bendiciones patriarcales denuestros nietos, descubrimos casi sinexcepción que son más halagüeñasque las nuestras.

Para que puedan alcanzar todo supotencial, precisarán honrar en lavida cuatro principios sagrados, loscuales son:

1. Reverencia por la Deidad.2. El respeto de los lazos familia-

res.3. Reverencia y obediencia a las

ordenanzas y los convenios del santosacerdocio.

4. Respeto por ustedes mismoscomo hijos de Dios.

Esta noche debo hablar de estoscuatro grandes principios.

El primero es reverencia por laDeidad. Me siento agradecido queel Señor nos haya concedido comopueblo bendiciones temporales sinigual en la historia de la Iglesia. Senos han dado esos recursos parahacer el bien y permitir que se agili-ce nuestra obra en la tierra, perotemo que por motivo de la prosperi-dad muchos se preocupen de lo queDaniel dio en llamar los “dioses deplata y oro, de bronce, de hierro, demadera y de piedra, que ni ven nioyen, ni saben”2. Éstos, naturalmen-te, son ídolos.

Para mostrar reverencia por lo sa-grado, el amar y respetar a la Deidades más importante que cualquier

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otra cosa. Durante gran parte de lahistoria del mundo, la humanidadha estado inmersa en la idolatría,bien adorando a dioses falsos o inte-resados en la adquisición de opulen-cia material.

Tras la resurrección del Salvador,Pedro y algunos de los discípulos sehallaban en el mar de Tiberias.Pedro les dijo que se iba a pescar ylos discípulos acordaron ir con él.Parecían haber olvidado que fueronllamados a ser pescadores de hom-bres. Pescaron durante toda lanoche, pero no capturaron nada.Por la mañana, Jesús, que estaba enla orilla, les dijo que echaran lasredes por el costado derecho delbarco, y éstas se llenaron de peces.Jesús les dijo que trajeran el pesca-do, y Pedro y sus compañeros conta-ron hasta 153 piezas. Cuandollegaron a la orilla vieron peces pre-parados en una hoguera, y Jesús lesinvitó a comerlos con pan. Cuandoterminaron, Jesús le dijo a SimónPedro: “¿Me amas más que éstos”3.Pedro era un ferviente pescador,profesión que había tenido antes deque el Salvador lo llamara a ser pes-cador de hombres.

El requisito de que debemos amaral Señor más que a los peces, lascuentas bancarias, los automóviles,

las ropas costosas, las acciones, losbonos y los certificados de depósito,o cualquier otra posesión, es total;es absoluto. El primer mandamientoque recibieron los antiguos israelitasfue: “No tendrás dioses ajenos de-lante de mí”4. El Salvador mismoensanchó ese mandato cuando con-testó al intérprete de la ley que lepreguntó cuál era el gran manda-miento: “Amarás al Señor tu Dioscon todo tu corazón, y con toda tualma, y con toda tu mente”5.

Con frecuencia me ofende oír apersonas en público y en la televi-sión que con tanta indiferencia vio-lan el mandamiento que dice: “Notomarás el nombre de Jehová tuDios en vano”6. En la sección 107de Doctrina y Convenios se nos re-cuerda que “para evitar la demasia-do frecuente repetición de su[santo] nombre”7, el santo sacerdo-cio pasó a denominarse con el nom-bre del gran sumo sacerdoteMelquisedec. La reverencia y el res-peto por las cosas sagradas manandel primer mandamiento: “No ten-drás dioses ajenos delante de mí”8.

Aquellos que hemos sido comi-sionados con la autoridad del sacer-docio para obrar en el nombre delSalvador, precisamos respetar a Diosel Padre, a Jesucristo y al EspírituSanto por encima de todo.

El segundo es el respeto de loslazos familiares. Este respeto debecomenzar por la reverencia al amorsagrado de una madre. Todas lasmadres descienden al valle de som-bra de muerte cuando dan a luz paraproporcionarnos la vida. Mi madrelleva muerta muchos años y echo demenos su dulce influencia en mivida, sus consejos y su reprobación;pero más que nada extraño su amorincondicional. El anhelo de estarcon ella es en ocasiones abrumador.La mayoría de nosotros podría su-marse a Abraham Lincoln cuandodijo: “Todo lo que soy o espero serse lo debo a mi madre angelical”9.Mi madre cocinaba, cosía, remenda-ba y rehacía la ropa; y se privaba decosas para que nuestro limitado pre-supuesto pudiera estirarse y así dar asus hijos más oportunidades que las

que ella tuvo. Pero más importante

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aún era su fe inquebrantable, la cualdeseaba plantar profundamente ennuestra alma.

Hermanos, una noble paternidadnos permite vislumbrar los atributosdivinos de nuestro Padre Celestial.Un padre debe ser muchas cosas.Debe magnificar su sacerdocio y serun ejemplo de rectitud. En compa-ñía de su esposa, debe ser la fuentede estabilidad y fortaleza de toda lafamilia. Debe ser el protector, el pro-veedor y el paladín de los miembrosde su familia. Mucho del amor quetiene por sus hijos debe manar de supropio ejemplo de amor, preocupa-ción y fidelidad por su esposa. Debeinculcar carácter en sus hijos pormedio de su ejemplo inflexible.

Cuando el élder LeGrandRichards partió para asistir a la uni-versidad, su padre, George F.Richards, le dijo a él y a su herma-no, George F., hijo: “Confío en queirán a cualquier parte que yo mismoiría”. Sus corazones rebosaron deamor y satisfacción al oír esas pala-bras. Tiempo después, LeGrand dijode sus padres: “Nos educaron paraser firmes y rectos, y no podíamoshacer nada que les decepcionara”10.

Un padre nunca debe decepcio-nar de forma consciente a su esposani a sus hijos. En 1989 hubo un te-rremoto terrible en Armenia queacabó con la vida de 30.000 perso-nas en cuatro minutos. Un padreconsternado comenzó a buscar a suhijo de forma desesperada, y llegó ala escuela del pequeño para descu-brir que había quedado reducida aescombros. Sin embargo, le impulsa-ba la promesa que le había hecho asu hijo: “¡No importa lo que suceda,siempre estaré contigo!”. Intentóimaginarse el sitio donde debía estarel aula de su hijo y comenzó a deses-combrar ladrillo a ladrillo.

Aparecieron otras personas en ellugar, primero el jefe de los bombe-ros y luego el de la policía, para ad-vertirle del peligro de incendios y deexplosiones, e instarle a que dejarala búsqueda en manos de los equi-pos de emergencia. Pero él prosiguióexcavando con tenacidad. La nochevino y se fue, y después de pasar

treinta y ocho horas cavando, pensó
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Poseedores del sacerdocio ocupan todos los asientos distribuidos en tres niveles en el Centro de Conferencias,durante la sesión del sacerdocio.

haber oído la voz de su hijo.“¡Armand!”, gritó; y luego oyó:“¿Papá? ¡Soy yo! Les dije a los otroschicos que no se preocuparan, que sitú estabas vivo vendrías a rescatar-me, y que cuando lo hicieras, losrescatarías a ellos… Quedamos 14de 33… Cuando el edificio se de-rrumbó, cayó formando un hueco,como un triángulo, y nos salvó”.

“¡Sal, muchacho!”.“¡No, papá! ¡Deja que salgan los

otros chicos primero, pues sé queme sacarás! ¡No importa lo que su-ceda, sé que estarás conmigo!”11.

Se deben honrar todos los lazosfamiliares, incluso los de nuestrosfamiliares fallecidos. El amor, laayuda y el servicio deben fluir entrehermanos y hermanas y los familia-res más cercanos.

El tercero es reverencia y obe-diencia a las ordenanzas y los con-venios del santo sacerdocio. En laantigüedad, los que participaban enlas ordenanzas del sacerdocio ves-tían ropas sacerdotales, y aun cuan-do hoy día no vestimos de esaforma, mostramos respeto al llevarropa apropiada cuando bendecimosy repartimos la Santa Cena o damosuna bendición a un enfermo.

Elí, el sacerdote, fue retirado de

su posición por permitir que entrara

la iniquidad en la casa del Señor,quien dijo: “Honraré a los que mehonran”12. El gran poder y autoridaddel sacerdocio que se nos ha confia-do debe ser ejercido por aquellosque han sido autorizados y que handemostrado ser dignos de ello. Sólode este modo serán selladas nuestrasobras por el Santo Espíritu de laPromesa, y de ese modo serán hon-radas por el Señor13.

Honramos al Señor cuando ob-servamos los convenios del bautis-mo, de la Santa Cena, del templo, ycuando santificamos el día de repo-so. El Señor ha dicho: “Todos losque de entre ellos saben que su co-razón es sincero y está quebrantado,y su espíritu es contrito, y están dis-puestos a cumplir sus convenios consacrificio, sí, cualquier sacrificio queyo el Señor les mandare, éstos sonaceptados por mí”14.

El cuarto es respeto por uste-des mismos como hijos de Dios.Aquellos que hemos servido misio-nes hemos visto el milagro en lasvidas de las personas a las que hemosenseñado cuando se dan cuenta deque son hijos e hijas de Dios. Hacemuchos años, un élder que sirvió enlas Islas Británicas dijo al término desu servicio: “Creo que mi misión ha

sido un fracaso. He trabajado todos

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los días y sólo he bautizado a un po-brecito muchacho irlandés. Ese es elúnico al que bauticé”. Años mástarde, después de que hubo regresa-do a su hogar en Montana, recibió aun visitante que le preguntó: “¿Esusted el élder que sirvió una misiónen las Islas Británicas en 1873?”.

“Sí”.El hombre prosiguió: “¿Recuerda

haber dicho que su misión fue unfracaso porque sólo bautizó a un po-brecito muchacho irlandés?”.

Nuevamente dijo que sí.El visitante extendió la mano y

dijo: “Me gustaría estrecharle lamano. Me llamo Charles A. Callis,del Quórum de los Doce Apóstolesde La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días; yo soy elpobrecito muchacho que usted bau-tizó en su misión”15.

Aquel joven irlandés obtuvo unconocimiento de su potencial comohijo de Dios. El élder Callis dejó unlegado duradero a su numerosa fa-milia. Al servir como presidente demisión durante veinticinco años yen su ministerio apostólico durantetrece, bendijo literalmente la vidade miles de personas. Me siento pri-vilegiado por haber conocido a esegran apóstol del Señor cuando yo

era joven.
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Si constantemente somos cons-cientes de las semillas de divinidadque hay en nuestro interior, podre-mos elevarnos por encima de losproblemas y de las dificultades terre-nales. Brigham Young dijo: “Cuandocontemplo el rostro de seres inteli-gentes, veo la imagen del Dios cuyosiervo soy. No hay persona que noposea cierta porción de divinidad; yaunque estamos revestidos de uncuerpo que es a la imagen de nues-tro Dios, esta condición física es in-ferior a la porción divina que hemosheredado de nuestro Padre”16. El serconscientes de nuestra herencia di-vina ayudará a jóvenes, jovencitas ymayores a magnificar la divinidad

que hay en cada uno de ellos y encada uno de nosotros.

Todos los que deseamos ser hon-rados por el Señor y recibir Su bon-dadosa misericordia y bendicioneseternas, debemos, repito, ser obe-dientes a estos cuatro principios.

1. Reverencia por la Deidad.2. El respeto de los lazos familiares.3. Reverencia y obediencia a las

ordenanzas y los convenios delsanto sacerdocio.

4. Respeto por ustedes mismoscomo hijos de Dios.

Hermanos, ruego que el Señor nosbendiga a todos y cada uno de noso-tros en este gran ejército de hombresrectos poseedores del sacerdocio.

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Puede que nuestra contribución indi-vidual no parezca ser tan grande,pero creo que unidos el poder del sa-cerdocio que poseemos es la fuerzamás potente que hay hoy en la tierrapara hacer el bien. Todo se ejercebajo las llaves del sacerdocio quetiene en su poder el presidenteGordon B. Hinckley, que es el sumosacerdote presidente en la tierra. Esmi oración que seamos obedientes asu liderazgo inspirado y sigamos suejemplo, y que su magnífico ministe-rio se extienda por muchos años.

Hermanos, he tenido el privilegio,de joven y de adulto, de disfrutar delcálido y consolador manto espiritualdel santo sacerdocio durante sesentay ocho años. No puedo expresar conpalabras la enorme y maravillosa in-fluencia que ha sido para mí y parami familia. En muchas ocasiones nohe estado a la altura, pero en mi de-bilidad he deseado ser merecedor deesta bendición divina. Mientras hayaaliento en mi boca, quiero que mevean testificar de la maravilla y glo-ria del Evangelio restaurado con susllaves del sacerdocio y autoridad.Ruego seamos dignos de la promesadel Señor: “Honraré a los que mehonran”. En el nombre de Jesucristo.Amén. �

NOTAS1. Samuel 2:30.2. Daniel 5:23.3. Véase Juan 21:1–15.4. Éxodo 20:3.5. Marcos 12:30.6. Éxodo 20:7.7. D. y C. 107:4.8. Éxodo 20:3.9. The Home Book of Quotations, sexta

edición, 1934, pág. 1350.10. LeGrand Richards: Beloved Apostle,

Lucile Tate, 1928, pág. 28.11.“Are You Going to Help Me?”

Mark V. Hansen, Chicken Soup for theSoul, Jack Canfield y Mark Victor Hansen,1993, págs. 273–274.

12. 1 Samuel 2:30.13. Véase D. y C. 132:7.14. D. y C. 97:8.15. Teachings of Harold B. Lee, Clyde J.

Williams, 1996, págs. 602–603.16. Discourses of Brigham Young, sel.

John A. Widtsoe, 1941, pág. 168.

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Al rescatePresidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero de la Primera Presidencia

“Hermanos, el mundo tiene necesidad de su ayuda. Hay pies queestabilizar, manos que aferrar, mentes que animar, corazones que inspirary almas que salvar”.

Esta noche tengo la abrumadoray humilde responsabilidad dedirigirme a ustedes, mis estima-

dos hermanos que poseen el sacerdo-cio de Dios, y que se encuentranreunidos aquí en el Centro deConferencias y por todo el mundo.

Algunos de ustedes son diáconos,quizás recién ordenados; otros sonsumos sacerdotes que han prestadoservicio largo y fiel en llamamientossagrados. Todos se han reunido a finde aprender mejor nuestro deber.

Hermanos, el mundo tiene nece-sidad de su ayuda. Hay pies que es-tabilizar, manos que aferrar, mentesque animar, corazones que inspirar yalmas que salvar. Las bendiciones dela eternidad les aguardan. Tienen elprivilegio de no ser espectadoressino participantes en el escenariodel servicio del sacerdocio.

El presidente Wilford Woodruffdeclaró: “Todas las organizaciones

del sacerdocio tienen poder. El diá-cono tiene poder por medio del sacerdocio que posee; igual el maes-tro. Tienen el poder de ir ante elSeñor a fin de que se escuchen ycontesten sus oraciones, al igual quelo tiene el profeta… Es por mediode este sacerdocio que a los hom-bres se les confieren ordenanzas, seles perdonan sus pecados y se les re-dime. Para este propósito se nos ha revelado y sellado sobre nuestracabeza”1.

Una vez escuché a un diáconorecién ordenado decir, después deque hubo recibido el SacerdocioAarónico: “Hoy es la primera vezque voy a repartir la Santa Cena;casi no puedo esperar. Sé que es unaordenanza muy sagrada, de modoque lo haré con mucho cuidado.Tengo un testimonio verdadero dela Iglesia, y espero ir pronto a serviren una misión”.

Hermanos, permítanme compar-tir con ustedes una carta que recibíhace algún tiempo, escrita por unmarido que se había alejado del sen-dero del servicio y del deber del sa-cerdocio. Es típica de la súplica demuchos de nuestros hermanos. Élescribió:

“Estimado Presidente Monson:“Tuve tanto y ahora tengo tan

poco. No soy feliz y siento como sifuera un fracaso en todo. ElEvangelio nunca se ha apartado demi corazón, a pesar de que ya no lotenga en la vida. Le ruego sus ora-ciones.

“Por favor no se olvide de los queestamos acá… los Santos de losÚltimos Días perdidos. Sé dónde

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está la Iglesia, pero a veces creo quenecesito que alguien más me mues-tre el camino, me aliente, me quitemis temores y me dé su testimonio”.

Mientras leía esa carta, mis pen-samientos se remontaron a una visi-ta a unas de las grandes galerías dearte del mundo, el famoso MuseoVictoria y Alberto, de Londres,Inglaterra. Allí, exquisitamente en-marcada, estaba una obra maestraque Joseph Mallord William Turnerpintó en 1831. En la pintura se apre-cian nubes tenebrosas y la furia deun mar turbulento que augura peli-gro y muerte. A lo lejos se divisa laluz de un barco encallado. En primerplano, está un bote salvavidas al quelanzan a lo alto las olas de agua es-pumosa. En la playa está una esposay dos niños, empapados por la lluviay azotados por el viento; miran an-siosos hacia el mar. Mentalmenteabrevié el nombre de la pintura; paramí se llamaba “Al rescate”.

En medio de las tormentas de lavida acecha el peligro; y los hom-bres, al igual que los barcos, se en-cuentran encallados y frente a ladestrucción. ¿Quién tripulará losbarcos salvavidas, para dejar atráslas comodidades del hogar y de lafamilia, e irá al rescate?

El presidente John Taylor nos ad-virtió: “Si no magnificáis vuestrosllamamientos, Dios os hará respon-sables de aquellos que pudisteishaber salvado si sólo hubierais cum-plido con vuestro deber”2.

Hermanos, nuestra tarea es insu-perable. Estamos en la obra delSeñor, y por lo tanto, tenemos dere-cho a la ayuda de Él. Pero debemosesforzarnos. De la obra teatralShenandoah proviene la siguientelínea que sirve de inspiración: “Si nolo intentamos, no lo haremos; si nolo hacemos, ¿para qué, entonces, es-tamos aquí?”.

Cuando el Maestro ministró entrelos hombres, dijo a los pescadores deGalilea que dejaran sus redes y le si-guieran, declarándoles: “…os harépescadores de hombres”3. Y así lohizo. Esta noche Él hace el llamadoa cada uno de nosotros de unirnos alas filas4. Él nos proporciona el plande batalla con Su amonestación:

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“Por tanto, aprenda todo varón sudeber, así como a obrar con toda di-ligencia en el oficio al cual fuerenombrado”5.

Aprecio y atesoro la noble pala-bra deber. Demos oído al conmove-dor recordatorio que se encuentraen la epístola de Santiago: “Pero sedhacedores de la palabra, y no tan so-lamente oidores, engañándoos a vo-sotros mismos”6.

Hay una antigua canción de migeneración que se intitula: “El sólodesearlo lo hará realidad”. Eso no esverdad. El sólo desearlo no lo harárealidad. El Señor espera nuestro ra-zonamiento; nuestra acción; nuestrotrabajo; nuestros testimonios; nues-tra devoción. Lamentablemente,hay aquellos poseedores del sacerdo-cio que se han vuelto menos acti-vos. Ayudémosles a volver alsendero que conduce a la vida eter-na. Edifiquemos esa firme base delSacerdocio de Melquisedec que seráel fundamento de la actividad y delprogreso de la Iglesia; será el puntalque fortalecerá toda familia, todohogar, todo quórum de todo país.

Hermanos, podemos tender unamano de ayuda a aquellos de los quesomos responsables y traerlos a lamesa del Señor para deleitarse en

Su palabra y disfrutar la compañíade Su Espíritu, y no ser “extranjerosni advenedizos, sino conciudadanosde los santos, y miembros de la fami-lia de Dios”7.

El transcurso del tiempo no haalterado la capacidad del Redentorpara cambiar la vida de los hombres,nuestra vida y la vida de aquelloscon quienes trabajamos. Tal como ledijo a Lázaro, el muerto, así nos dicehoy: “Ven”8. Sal de la desesperaciónde la duda; sal de la aflicción del pe-cado; sal de la muerte de la incredu-lidad; sal a una nueva vida. Ven.

Descubriremos que aquellos aquienes servimos, que a través denuestra labor han sentido la influen-cia del amor del Salvador, por algunarazón no pueden explicar el cambioque se efectúa en sus vidas. Tienenel deseo de servir con más fidelidad,caminar con más humildad y vivirmás como el Salvador. Después derecibir su vista espiritual y vislum-brar las promesas de la eternidad,hacen eco a las palabras del hombreciego a quien Jesús le restauró lavista, que dijo: “una cosa sé, que ha-biendo yo sido ciego, ahora veo”9.

¿Cómo podemos explicar esos mi-lagros? ¿A qué se debe el aumentoen la actividad espiritual de hombres

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que por tanto tiempo habían sidomenos activos? El poeta, al hablar dela muerte, escribió: “Dios tocó alhombre, y durmió”10. Yo digo, al ha-blar de este nuevo nacimiento, “Diostocó a los hombres, y despertaron”.

Hay dos razones fundamentalesque en gran parte son responsablesde estos cambios de actitud, de há-bitos, de acciones. Primero, el hom-bre ha demostrado sus posibilidadeseternas y ha tomado la decisión delograrlas. El hombre ya no puedesentirse conforme con la mediocri-dad una vez que la excelencia esté asu alcance.

Segundo, otros hombres han segui-do la admonición del Salvador y hanamado a su prójimo como a sí mis-mos, han ayudado a realizar los sue-ños y las ambiciones de su prójimo.

En este proceso, el catalizador hasido, y continuará siendo, el princi-pio del amor.

Otro principio de verdad que nosguiará en nuestra determinación esque los muchachos y los hombrespueden cambiar. Recuerdo las pala-bras del guardián de una prisión queenseñó este principio. Un difamadorque se enteró de los esfuerzos delguardián Duffy para rehabilitar a loshombres, dijo: “¿No sabe que losleopardos no pueden cambiar susmanchas?”.

El guardián Duffy respondió:“Sepa usted que no trabajo con leo-pardos. Trabajo con hombres, y loshombres cambian todos los días”.

Hace muchos años, antes de par-tir como presidente de la MisiónCanadiense, con sede en Toronto,Ontario, había entablado amistadcon un hombre que se llamabaShelley, que vivía en el barrio, peroque no había abrazado el Evangelio,no obstante que su esposa e hijos sílo habían aceptado. A Shelley se lehabía conocido como el hombremás fuerte del lugar cuando erajoven; era un gran boxeador, aunquesus luchas raras veces eran en elcuadrilátero, sino en otro lado. Pormás que me esforcé, no pude cam-biar la actitud de Shelley; todo pare-cía ser en vano. Con el tiempo,Shelley y su familia se mudaron denuestro barrio.

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Después de volver de Canadá yde que fui llamado a integrar losDoce, recibí una llamada telefónicade Shelley; me dijo: “¿Podría sellar ami esposa y a mí y nuestra familia enel Templo de Salt Lake?”.

Vacilante, le contesté: “Shelley,primero hay que hacerse miembrode la Iglesia”.

Se rió y respondió: “Me encarguéde eso cuando usted estuvo enCanadá. Mi maestro orientador tra-baja en un cruce de peatones esco-lar, y todos los días, cuando nosponíamos a charlar, hablábamos delEvangelio”.

Se efectuaron los sellamientos; se unió a una familia, y se sintió el gozo.

Abraham Lincoln ofreció estesabio consejo, el cual se aplica a losmaestros orientadores: “Si deseasque un hombre esté a tu favor, pri-mero convéncelo de que eres suamigo sincero”11.

Un amigo hace más que una visi-ta por compromiso cada mes; unamigo se preocupa más acerca de lagente que de recibir méritos porhaber cumplido con su obligación;un amigo demuestra interés; unamigo ama; un amigo escucha y unamigo hace lo posible por ayudar.

Hay hermanos en todos los ba-rrios que parecen tener la aptitud yla habilidad especial de penetrar lacorteza exterior y llegar al corazón.Uno de ellos era Raymond L. Egan,que fue mi consejero en el obispado.A él le encantaba hacerse amigo deun padre de familia para activarloen la Iglesia y de ese modo tambiéntraer al redil a su esposa e hijos que-ridos. Este maravilloso fenómeno serepitió muchas veces, hasta que elhermano Egan salió de esta vida.

Hay también otras maneras me-diante las cuales podríamos elevar yservir. En una ocasión, conversabacon un hombre de negocios jubiladoal que conocía desde hacía muchotiempo. Le pregunté: “Ed, ¿qué pues-to tienes en el barrio?” Respondió:“Tengo la mejor asignación del ba-rrio. Mi responsabilidad es ayudar alos desempleados a encontrar trabajopermanente. Este año ayudé a docehermanos que estaban sin trabajo aencontrar empleo permanente.Nunca me he sentido tan feliz”.Corto de estatura, el “petizo Ed”,como lo llamamos cariñosamente,me pareció muy alto ese día, al ha-blarme con la voz entrecortada y losojos húmedos. Él demostraba suamor ayudando a los necesitados; él

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restauraba la dignidad humana; élabría puertas para aquellos que nosabían hacerlo para sí mismos.

Creo firmemente que los quehacen lo posible por ayudar y edificarhan encontrado la fórmula que biendescribe al hermano Walter Stover,un hombre que dedicó su vida al ser-vicio de los demás. En el funeral delhermano Stover, su yerno le rindiótributo con estas palabras: “WalterStover tenía la habilidad de ver aCristo en cada rostro que encontra-ba, y trataba a cada persona deacuerdo con ello.” Sus actos caritati-vos son legendarios así como lo es sutalento para elevar a todas las perso-nas a las que conocía. Su luz guiado-ra era la voz del Maestro que decía:“en cuanto lo hicisteis a uno de estosmis hermanos… a mí lo hicisteis”12.

Hermanos, adquieran el lenguajedel Espíritu; no se aprende en librosescritos por hombres de letras ni pormedio de la memorización ni la lec-tura. El lenguaje del Espíritu loaprende aquel que procura con todosu corazón conocer a Dios y obede-cer Sus mandamientos. La capaci-dad para “hablar” ese idiomapermite que se rompan barreras, sesuperen obstáculos y se llegue al corazón humano.

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El Fondo Perpetuo para la EducaciónPresidente Gordon B. Hinckley

“Donde haya pobreza generalizada entre los de nuestro pueblo, debemoshacer todo lo que podamos para ayudarles a elevarse, a establecer suvida sobre el fundamento de la autosuficiencia que brinda la instrucción.La educación es la clave de la oportunidad”.

En un momento de peligro o deprueba, ese conocimiento, esa espe-ranza, esa comprensión llevan con-suelo a la mente preocupada y alcorazón atribulado. Las sombras deldesaliento se ven desvanecidas porrayos de esperanza; el pesar da pasoal gozo, y la sensación de encontrar-se perdido en la vida desapareceante la seguridad de que nuestroPadre Celestial se interesa en cadauno de nosotros.

Para concluir, vuelvo a la pintu-ra de Turner. En un sentido muyreal, las personas que quedaronabandonadas en el barco que quedóencallado en el tempestuoso marson como muchos jóvenes —yhombres mayores también— queesperan ser rescatados por aquellosde nosotros que poseemos la res-ponsabilidad del sacerdocio de tri-pular los botes salvavidas. Suscorazones anhelan ayuda. Las ma-dres y los padres oran por sus hijos;las esposas y los hijos suplican alcielo que su padre y otros sean res-catados.

Esta noche ruego que todos losque poseemos el sacerdocio podamospercibir nuestras responsabilidades y,unidos, sigamos a nuestro Líder, sí, elSeñor Jesucristo, y a Su Profeta, elpresidente Gordon B. Hinckley, parair al rescate.

En el nombre de Jesucristo.Amén. �

NOTAS1. “El llamamiento a servir”, Liahona,

enero de 2001, pág. 57).2. “Llamados a servir”, Liahona, julio de

1996, pág. 46.3. Mateo 4:19.4. “Somos los soldados”, Himnos,

pág. 162.5. D. y C. 107:99.6. Santiago 1:22. 7. Efesios 2:19.8. Juan 11:43.9. Juan 9:25.10. Alfred, Lord Tennyson, In

Memoriam, A. H. H., sección 85, estrofa 5,línea 4; ortografía modificada.

11. The Collected Works of AbrahamLincoln, ed. Roy P. Basler, 8 tomos, 1953,tomo 1, pág. 273.

12. Mateo 25:40.

H

ermanos, antes de dar co-mienzo a mi discurso, deseoexpresar nuestras más cor-

diales felicitaciones a este coro delSacerdocio de Melquisedec, com-puesto de hermanos de todas lasprofesiones y condiciones sociales,cantando todos ellos con corazonesllenos del testimonio de los himnosde Sión. Hermanos, muchísimasgracias.

Ahora, busco la inspiración delSeñor al hablarles brevemente de loque considero es un asunto muy im-portante.

Para empezar, retrocedamos en eltiempo algo más de 150 años. En1849 nuestros antecesores hicieronfrente a un serio problema. Nuestragente había estado en el Valle delLago Salado desde hacía dos años.

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Los misioneros continuaban hacien-do conversos en las Islas Británicas yen Europa, los cuales se unían a laIglesia por cientos. Una vez que sebautizaban, deseaban congregarseen Sión. Su fortaleza y aptitudes ha-cían falta aquí, y su anhelo de venirera muy intenso. Pero muchos deellos eran sumamente pobres, por loque no tenían dinero para costearseel viaje. ¿Cómo habían de llegaraquí?

Con la inspiración del Señor, seideó un plan: se estableció lo que seconoció como el Fondo Perpetuopara la Emigración. Bajo ese plan, fi-nanciado por la Iglesia, a pesar de lasuma pobreza de ésta en aquel tiem-po, se prestaba dinero a los miem-bros que tenían poco o nada. Lospréstamos se hacían con el acuerdode que cuando los conversos llega-ran aquí, buscarían empleo y, a me-dida que fuesen capaces de hacerlo,saldarían el préstamo. Entonces, eldinero devuelto se prestaba a otrospara permitirles emigrar. Era unfondo rotatorio, en verdad, unFondo Perpetuo para la Emigración.

Con la ayuda de ese fondo, se cal-cula que unos 30.000 conversos a laIglesia pudieron congregarse enSión. Constituyeron una gran manode obra para el trabajo aquí. Algunosde ellos vinieron con conocimientosprácticos de mampostería y otros losadquirieron. Fueron capaces de efec-tuar un servicio extraordinario en laconstrucción de edificios y en otrostrabajos que requerían conocimientos

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Asistentes a la conferencia llenan las plazas y las escaleras del Centro deConferencias que se divisan desde el cercano Edificio de las OficinasGenerales de la Iglesia.

técnicos. Llegaron aquí en carroma-tos y con carros de mano. Pese a laespantosa tragedia de los que viaja-ron con carros de mano en 1856,cuando aproximadamente 200 deellos murieron de frío y enfermedaden las llanuras de Wyoming, viaja-ron sin percance y llegaron a seruna parte importante de la familiade la Iglesia en estos valles entre lasmontañas.

Por ejemplo, James Moyle era pi-capedrero en Plymouth, Inglaterra,cuando fue bautizado a los 17 añosde edad. De esa ocasión, él escribió:“Entonces hice convenio con elSeñor de que le serviría aunque sehablara bien o mal de mí. Fue elmomento decisivo de mi vida queme mantuvo alejado de las malascompañías” (Hinckley, Gordon B.,James Henry Moyle, 1951, pág. 18).

No obstante su conocimiento dealbañilería, tenía muy poco dinero.Pidió un préstamo al Fondo Per-petuo para la Emigración y partió deInglaterra en 1854, viajó en barco aAmérica, atravesó las llanuras y caside inmediato tras su llegada aquíconsiguió empleo como cantero enla Casa del León, ganando tres dóla-res al día. Ahorró su dinero y, cuan-do hubo juntado setenta dólares,que era la cantidad de su deuda, sindemora pagó el préstamo del Fondopara la Emigración. De ello, dijo:“Entonces me consideré un hombrelibre” (Ibid., pág. 24).

Una vez que el Fondo Perpetuopara la Emigración ya no fue nece-sario, se disolvió. Creo que muchosde los que me están escuchando sondescendientes de aquellos que fue-ron bendecidos gracias a ese fondo.Ustedes son hoy día prósperos y es-tables debido a lo que se hizo porsus antepasados.

Ahora, mis hermanos, hacemosfrente a otro problema en la Iglesia.Tenemos muchos misioneros, hom-bres y mujeres jóvenes, que son llamados a servir en su tierra natal y lo hacen con honor en México, en Centroamérica, en Sudamérica,en las Filipinas y en otros lugares.Tienen muy poco dinero, perohacen una contribución con lo que

tienen. Se les sostiene en gran parte

con el Fondo General Misional, alcual aportan muchos de ustedes;esas aportaciones agradecemosprofundamente.

Llegan ellos a ser excelentes mi-sioneros que trabajan codo a codocon los élderes y las hermanas quevan de los Estados Unidos y deCanadá. Durante ese servicio lle-gan a conocer cómo funciona laIglesia y adquieren un entendi-miento más amplio del Evangelio;aprenden a hablar un poco el in-glés; trabajan con fe y devoción.Entonces llega el día en el que sonrelevados y vuelven a casa congrandes aspiraciones; pero muchosde ellos tropiezan con enormes difi-cultades para conseguir empleoporque no tienen la preparación

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necesaria y vuelven a hundirse enla pobreza de la que vinieron.

Debido a su preparación limita-da, es poco probable que lleguen aser líderes en la Iglesia; es más pro-bable que se vean en la necesidadde recibir ayuda de bienestar. Ellosse casarán y criarán hijos que segui-rán el mismo ciclo que ellos han co-nocido. Su futuro es en verdadsombrío. Hay algunos otros que nohan ido a la misión y que tienen lamisma necesidad de adquirir prepa-ración para salir de la pobreza.

En una tentativa por remediar esasituación, proponemos un plan, unplan que creemos ha sido inspiradopor el Señor. La Iglesia está estable-ciendo un fondo constituido en sumayor parte por las contribuciones

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seguir empleo, esos jóvenes y esas largo de su vida.

que han hecho y seguirán haciendofieles Santos de los Últimos Díaspara este fin. Estamos hondamenteagradecidos a ellos. Basándonos enprincipios parecidos a los que sus-tentaron el Fondo Perpetuo para laEmigración, lo llamaremos el FondoPerpetuo para la Educación.

Con las ganancias de la inversiónde este fondo, se harán préstamos alos jóvenes de ambos sexos que ten-gan aspiraciones, en su mayor parte,a ex misioneros, para que cursen es-tudios. Entonces, cuando reúnan losrequisitos para conseguir empleo, seespera que devuelvan lo que hayanpedido prestado junto con una pe-queña cantidad de interés destinadaa servir de incentivo para pagar elpréstamo.

Se espera que asistan a planteleseducaciones de sus propias comu-nidades. Podrán vivir en casa.Tenemos un excelente programa deinstituto establecido en esos paísesdonde se les puede conservar cercade la Iglesia. Los directores de esosinstitutos están familiarizados conlos estudios que se pueden cursar ensus propias ciudades. Al principio, lamayoría de esos estudiantes asistirána escuelas técnicas donde aprende-rán informática, ingeniería de refri-geración y otras especialidades quetienen demanda y en las cuales sepueden preparar. Posteriormente, elplan se puede ampliar para abarcarestudios superiores.

Se espera que esos jóvenes y esasjóvenes asistan a instituto donde eldirector pueda seguir de cerca lamarcha del progreso de ellos. Losque deseen participar en el progra-ma harán una solicitud al directorde instituto, quien hará que seaprueben por conducto de los obis-pos y de los presidentes de estaca lo-cales para determinar que seandignos y que necesiten la ayuda. Enseguida, el nombre de ellos y la can-tidad especificada de sus respectivospréstamos se enviarán a Salt LakeCity donde se expedirán los fondospagaderos no a las personas, sino ala institución donde cursarán los es-tudios. No habrá tentación de em-plear el dinero para otros fines.

Tendremos un sólido consejo ad-ministrativo aquí en Salt Lake y undirector del programa que será unaAutoridad General emérita, unhombre de probada competenciaempresarial y técnica, que ha acep-tado esta responsabilidad como vo-luntario.

No supone una nueva organiza-ción ni nuevo personal, sólo un di-rector y un secretario. Básicamenteno costará nada para administrarlo.

Comenzaremos de forma modes-ta a partir del otoño que viene.Prevemos los tiempos en los queeste programa beneficiará a un con-siderable número de personas.

Con buena preparación para con-

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jóvenes podrán salir de la pobrezaque tanto ellos como sus anteceso-res han conocido. Proveerán mejorpara su familia. Prestarán servicioen la Iglesia y progresarán en res-ponsabilidades de liderazgo. Pagaránel préstamo para hacer posible queotros sean bendecidos como ellos lohabrán sido. Será un fondo rotato-rio. Como miembros fieles de laIglesia, pagarán su diezmo y ofren-das, y la Iglesia será mucho másfirme gracias a la presencia de ellosen las regiones donde viven.

Hay un antiguo refrán que diceque si se le da a una persona un pes-cado, tendrá comida para un día,pero si se le enseña a pescar, tendrácomida para el resto de la vida.

Ésta es una audaz iniciativa, perocreemos en la necesidad de queexista y en el éxito que tendrá. Sellevará a cabo como un programaoficial de la Iglesia con todo lo queello supone. Será una bendiciónpara todos aquellos cuyas vidastoque: para los hombres y las muje-res jóvenes, para sus futuros hijos, ypara la Iglesia que será bendecidacon el sólido liderazgo local de ellos.

El programa es posible. Tenemosdinero suficiente, ya donado, pararespaldar la operación inicial. Darábuenos resultados porque seguirá losconductos del sacerdocio y porquefuncionará en el ámbito local.Tendrá que ver con especialidadesprácticas y con necesarios camposde conocimientos técnicos. El parti-cipar en este programa no ocasiona-rá ninguna vergüenza a los quetomen parte en él, sino más bien unsentimiento de orgullo. No será unaobra de bienestar, no obstante el ca-rácter encomiable de esos esfuerzos,sino una oportunidad de adquiririnstrucción. Los beneficiarios devol-verán el dinero y, cuando lo hagan,experimentarán una magnífica sen-sación de libertad debido a que nose habrán superado gracias a unabeca ni a un regalo, sino a un prés-tamo que habrán pagado. Podrán le-vantar la cabeza con un espíritu deindependencia. Y grandes son lasprobabilidades de que permanezcanfieles y activos [en la Iglesia] a lo

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Vista aérea del Templo de Salt Lake y de la Manzana del Templo, con la cúpula del Tabernáculo a la derecha y el Salón de Asambleas, arriba a la izquierda.

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Presidente James E. FaustSegundo Consejero

Presidente Thomas S. MonsonPrimer Consejero

Presidente Gordon B. Hinckley

Boyd K. Packer L. Tom Perry David B. Haight Neal A. Maxwell Russell M. Nelson Dallin H. Oaks

EL QUÓRUM DE LOS DOCE APÓSTOLES

LA PRIMERA PRESIDENCIA

Autoridades Generales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos DíasJulio de 2001

Jeffrey R. Holland Henry B. EyringRobert D. HalesRichard G. ScottJoseph B. WirthlinM. Russell Ballard

LA PRESIDENCIA DE LOS SETENTA

Marlin K. Jensen Ben B. Banks Dennis B.Neuenschwander

L. Aldin Porter Earl C. Tingey David E. SorensenD. Todd Christofferson

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Lynn A. Mickelsen

Angel Abrea Carlos H. Amado Neil L. Andersen Merrill J. Bateman William R. Bradford Monte J. Brough

Sheldon F. Child L. Whitney Clayton Gary J. Coleman Spencer J. Condie Gene R. Cook Quentin L. Cook

John B. Dickson Charles Didier Vaughn J.Featherstone

Christoffel Golden Jr. Walter F. González John H. Groberg

Bruce C. Hafen Donald L. Hallstrom F. Melvin Hammond Harold G. Hillam F. Burton Howard Jay E. Jensen

L. Lionel Kendrick W. Rolfe Kerr Yoshihiko Kikuchi Cree-L Kofford John M. Madsen Richard J. Maynes

Glenn L. Pace Rex D. Pinegar Carl B. Pratt

Dieter F. Uchtdorf Francisco J. Viñas

Richard C. EdgleyPrimer Consejero

H. David BurtonObispo Presidente

Keith B. McMullin Segundo Consejero

Lance B. Wickman W. Craig Zwick

Ronald A. Rasband Lynn G. Robbins Cecil O. Samuelson Jr.

John K. Carmack

Claudio R. M. Costa

Kenneth Johnson

Steven E. Snow

EL OBISPADO PRESIDENTE

EL PRIMER QUÓRUM DE LOS SETENTA EL SEGUNDO QUÓRUM DE LOS SETENTA

Robert K.Dellenbach

Richard D. Allred Athos M. Amorim E. Ray Bateman L. Edward Brown Douglas L. Callister Val R. Christensen

Richard E. Cook Keith Crockett Adhemar Damiani Duane B. Gerrard H. AldridgeGillespie

J. Kent Jolley Dale E. Miller Earl M. Monson Merrill C. Oaks Robert C. Oaks Robert F. Orton

Stephen B. Oveson Wayne S. Peterson Bruce D. Porter H. Bryan Richards Ned B. Roueché Dennis E. Simmons

Robert R. Steuer David R. Stone H. Bruce Stucki Jerald L. Taylor D. Lee Tobler

Richard B. Wirthlin Ray H. Wood

Gordon T. Watts

Stephen A. West

Keith K. Hilbig

Donald L. Staheli

Robert J. Whetten Richard H. Winkel Robert S. Wood

Darwin B.Christenson

Wayne M. Hancock

R. Conrad Schultz

H. Ross Workman

Ronald T.Halverson

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Arriba, izquierda: El presidente Gordon B. Hinckley. Arriba, derecha: El presidente Gordon B. Hinckley y el presi-dente Thomas S. Monson, Primer Consejero de la Primera Presidencia, llegan a una sesión de la conferencia.Abajo: El Coro del Tabernáculo, bajo la dirección de Craig Jessop, canta durante una sesión de la conferencia.Las Autoridades Generales y los oficiales generales de la Iglesia llenan cinco filas de asientos en el estrado.

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El sol del atardecer destaca la delicada elegancia del interior del Centro de Conferencias.

Ya estamos llevando a cabo enunos cuantos lugares servicios deempleo bajo el programa de bienes-tar de la Iglesia, que consta princi-palmente de oficinas que son bolsasde trabajo. El asunto de la educa-ción será responsabilidad del FondoPerpetuo para la Educación. La ope-ración de los centros de empleo seráresponsabilidad del programa debienestar. Esos centros de empleotratan con hombres y mujeres quebuscan trabajo y que tienen prepara-ción, pero que carecen de las refe-rencias adecuadas. Uno es un fondorotatorio de educación para hacerposible el aprendizaje de especiali-dades. El otro se encarga de colocaren empleos mejores a hombres y amujeres que ya tienen conocimien-tos especializados que se requierenen el mercado laboral.

El presidente Clark solía decirnosen esas reuniones generales del sacerdocio que no hay nada que elsacerdocio no pueda lograr si traba-jamos unidos para sacar adelante unprograma destinado a bendecir a laspersonas (véase J. Reuben Clark,hijo, en Conference Report, abril de1950, pág. 180).

Ruego que el Señor nos dé visióny entendimiento para llevar a cabolo que ayudará a nuestros miembrosno tan sólo espiritualmente sinotambién temporalmente. Sobrenuestros hombros descansa unaobligación muy seria. El presidenteJoseph F. Smith dijo hace casi cienaños que una religión que no ayudea una persona en esta vida no harámucho por ella en la existencia ve-nidera (véase “The Truth aboutMormonism”, revista Out West, sep-tiembre de 1905, pág. 242).

Donde haya pobreza generalizadaentre los de nuestro pueblo, debe-mos hacer todo lo que podamos paraayudarles a elevarse, a establecer suvida sobre el fundamento de la auto-suficiencia que brinda la instrucción.La educación es la clave de la opor-tunidad. Los estudios deben cursar-los [los participantes] en las regionesdonde viven, puesto que de esemodo se adaptarán a las oportunida-des que haya en ellas. Y costarán

mucho menos en esos lugares que lo

que costarían si se cursaran en losEstados Unidos, en Canadá o enEuropa.

Éste no es un sueño. Contamoscon los medios por parte de la bon-dad y la gentileza de amigos maravi-llosos y generosos. Tenemos laorganización. Tenemos el número depersonas y dedicados siervos delSeñor para sacarla adelante conéxito. Es una obra de voluntariosque no costará a la Iglesia práctica-mente nada. Con humildad y agra-decimiento rogamos a Dios queprospere esta labor y que ésta traigabendiciones, ricas y maravillosas,sobre la cabeza de cientos de perso-nas tal como la organización que laprecedió, el Fondo Perpetuo para laEmigración, trajo innumerables ben-diciones a las personas que partici-paron de sus oportunidades.

Como he indicado, algunos ya handonado sumas muy importantes paraformar el capital cuyos dividendos seutilizarán para satisfacer la menciona-da necesidad, pero necesitaremosconsiderablemente más. Invitamos alas demás personas que deseen haceruna aportación a hacerla.

Prevemos que habrá algunos in-cumplimientos en el pago de los

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préstamos, pero confiamos en que lamayoría cumplirá con lo que se es-pera de ellos, y generaciones porvenir serán bendecidas. Podemosprever que generaciones futurastambién se hallarán necesitadas,pues como Jesús dijo: “Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros…” (Juan 12:8). Porconsiguiente, debe ser un fondo rotatorio.

Es nuestra solemne obligación, esnuestra inevitable responsabilidad,mis hermanos, “socorre[r] a los dé-biles, levanta[r] las manos caídas yfortalece[r] las rodillas debilitadas”(D. y C. 81:5). Debemos ayudarles aser autosuficientes y a salir adelantecon éxito.

Creo que el Señor no desea ver alos de Su pueblo condenados a viviren la pobreza. Creo que Él deseaque los fieles disfruten de las cosasbuenas de la tierra. Él desea que ha-gamos esas cosas para ayudarles. YÉl nos bendecirá si lo hacemos. Porel éxito de esta empresa, ruego hu-mildemente, al mismo tiempo quepido su interés, su fe y sus oracionesy su preocupación en beneficio deella. Lo hago en el nombre delSeñor Jesucristo. Amén. �

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Nacer de nuevoPresidente James E. FaustSegundo Consejero de la Primera Presidencia

“El pleno beneficio del perdón de los pecados por medio de la expiacióndel Salvador empieza con el arrepentimiento y el bautismo, y luego seextiende al recibir el Espíritu Santo”.

Sesión del domingo por la mañana1 de abril de 2001

Mis queridos hermanos, her-manas y amigos, para míla responsabilidad de ha-

blarles a todos ustedes es un asuntode gran preocupación. Oro para queme comprendan.

Mi bautismo en esta Iglesia cons-tituyó uno de los acontecimientosmemorables de mi vida; yo teníaocho años. Mis padres nos habíanenseñado a mis hermanos y a mí elsignificado de esta gran ordenanza.Mi madre me dijo que después delbautismo sería responsable de lascosas malas que hiciera. Recuerdovívidamente el día de mi bautismo:fui bautizado en la pila bautismaldel Tabernáculo de la Manzana delTemplo. Aquellos que iban a bauti-zarse se vistieron con ropas blancas

y uno a uno fueron llevados con

cuidado para bajar los peldañoshasta el agua. A uno de los niñosque se bautizó ese día no se le su-mergió totalmente y entonces la or-denanza tuvo que repetirse. Eso eranecesario porque, como lo indicanlas Escrituras, “el bautismo simbolizala muerte, la sepultura y la resurrec-ción, y sólo puede efectuarse por in-mersión”1. También sigue el modeloestablecido por el Salvador, quien sebautizó en el río Jordán, dondehabía mucha agua. Tal como Mateolo registra: “Y Jesús, después que fuebautizado, subió luego del agua”2.

A pesar de que sólo tenía ochoaños, las palabras de la oración bau-tismal penetraron profundamente enmi alma. Después de decir mi nom-bre, el hermano Irvin G. Derrick,que me bautizó, dijo: “Habiendo sidocomisionado por Jesucristo, yo tebautizo en el nombre del Padre, y delHijo, y del Espíritu Santo. Amén”3.

Desde que fui bautizado, más de11 millones de personas han sidobautizadas en La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días demanera similar y por la misma auto-ridad. Se han bautizado en lagoscongelados, en el océano o en lagu-nas, algunas de las cuales se cavaronpara ese propósito. Una de esas lagu-nas tiene gran significado histórico.En 1840, Wilford Woodruff, en eseentonces uno de los Doce Apóstoles,servía en una misión en Inglaterra ytuvo la impresión de ir a un distritorural cerca de Ledbury. Allí conoció

a John Benbow, que tenía una granja

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grande y una pequeña laguna. Johnlo presentó a una congregación lla-mada “United Brethren” (HermanosUnidos) que estaba deseosa de escu-char el mensaje del Evangelio.Escribió más tarde en su diario queel 7 de marzo de 1840, sin nadie quele ayudara, “pasé la mayor partedel… día limpiando y preparando unestanque de agua para los bautismos,puesto que me di cuenta de que mu-chos recibirían esa ordenanza. Mástarde, bauticé seiscientas personasen ese estanque de agua”4.

El Salvador nos enseñó que todoslos hombres y las mujeres debennacer de nuevo. Nicodemo, uno delos principales entre los judíos, fue alSalvador de noche subrepticiamentey dijo: “…Rabí, sabemos que has ve-nido de Dios como maestro; porquenadie puede hacer estas señales quetú haces, si no está Dios con él.

“Respondió Jesús y le dijo: Decierto, de cierto te digo, que el queno naciere de nuevo, no puede verel reino de Dios”5.

Nicodemo quedó perplejo y pre-guntó: “…¿Cómo puede un hombrenacer siendo viejo? ¿Puede acasoentrar por segunda vez en el vientrede su madre, y nacer?”

Jesús explicó que Él estaba ha-blando sobre el nacer espiritualmen-te, y dijo:

“…De cierto, de cierto te digo,que el que no naciere de agua y delEspíritu, no puede entrar en el reinode Dios.

“Lo que es nacido de la carne,carne es; y lo que es nacido delEspíritu, espíritu es”6.

Todos tenemos que nacer espiri-tualmente, desde los 8 años hasta los80, o incluso los 90. Cuando la her-mana Luise Wulff, de la RepúblicaDemocrática Alemana, se bautizó en1989, exclamó: “¡Qué les parece: 94años y nacida de nuevo!”7. Nuestroprimer nacimiento ocurre cuandonacemos en la vida terrenal. Nuestrosegundo nacimiento comienza cuan-do somos bautizados por agua por al-guien que tenga el sacerdocio deDios, y finaliza cuando somos confir-mados, y “…entonces viene una re-misión de vuestros pecados por fuego

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y por el Espíritu Santo” .
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La sección de las mujeres del Coro del Tabernáculo canta bajo la dirección de Barlow Bradford.

Hace varios años, Albert Petersrelató la experiencia que tuvieron ély su compañero referente a un hom-bre que nació de nuevo. Un día, fue-ron a la choza de Atiati, que está enla villa de Sasina, en Samoa. Allí en-contraron un hombre sin afeitar, de-sarreglado y deforme que yacía en lacama, quien les pidió que pasaran yse presentaran. A él le agradó saberque eran misioneros y quiso escucharsu mensaje; entonces ellos le dieronla primera charla, expresaron su tes-timonio y partieron. Al salir, comen-taron la condición de Atiati: habíatenido polio hacía 22 años, lo que lohabía dejado inutilizado de brazos ypiernas; por lo tanto, ¿cómo podríabautizarse algún día estando tan dis-capacitado?

Cuando visitaron a su nuevoamigo al día siguiente, no estabanpreparados para el cambio de Atiati.Ahora se veía lleno de vida y afeita-do; incluso se había cambiado laropa de cama. “Hoy día”, dijo, “em-piezo a vivir de nuevo porque ayermis oraciones fueron contestadas yustedes vinieron… He esperado pormás de 20 años que alguien viniera

a decirme que tenía el verdaderoEvangelio de Cristo”.

Durante varias semanas esos dosmisioneros enseñaron los principiosdel Evangelio a ese hombre sinceroe inteligente y él adquirió un testi-monio fuerte de la verdad y de lanecesidad del bautismo. Les pidióque ayunaran con él para que tuvie-ra la fuerza de entrar en el agua y serbautizado. La pila bautismal máscercana estaba a 14 kilómetros, porlo que aquel día los misioneros lollevaron en su auto hasta la capilla ylo sentaron en una banca. El líderdel distrito inició el servicio con unfuerte testimonio sobre la sagradaordenanza del bautismo. Luego elélder Peters y su compañero toma-ron a Atiati y lo llevaron en brazoshasta la pila. Mientras lo hacían,Atiati les dijo: “Por favor, bájenme”.Como vio que dudaron, repitió:“Bájenme”.

Mientras lo miraban algo confu-sos, Atiati sonrió y dijo: “Éste es elmomento más importante de mivida. No tengo ninguna duda de queéste es el único camino hacia la sal-vación eterna. ¡No quiero que nadie

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me tenga que llevar en brazos a la sal-vación!” Así es que bajaron a Atiati alsuelo. Tras un gran esfuerzo, logróenderezarse. El hombre que había es-tado postrado durante 20 años sinmoverse, ahora estaba de pie.Lentamente, un tembloroso paso a lavez, Atiati bajó cada peldaño metién-dose en el agua, donde el admiradomisionero lo tomó de la mano y lobautizó. Luego pidió que lo llevarandesde la pila hasta la capilla, dondese le confirmó miembro de la Iglesia.

Atiati continuó su progreso yllegó a caminar con sólo la ayuda deun bastón. Le dijo al élder Petersque la mañana de su bautismo supoque volvería a caminar. Dijo: “Dadoque la fe puede mover una porfiadamontaña, no tuve ninguna duda deque podría arreglar mis piernas”9.¡Creo que podemos decir que Atiatirealmente nació de nuevo!

Al igual que Atiati, cuando nosbautizamos, somos nacidos espiritual-mente de Dios y tenemos el derechode recibir Su imagen en nuestros rostros10. Deberíamos experimentarun gran cambio en nuestros corazo-nes11 para así llegar a ser “nuevas

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El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, acompañaa su esposa Bárbara. Detrás de ellos se ve a la hermana Elisa Wirthlin,esposa del élder Joseph B. Wirthlin, también del Quórum de los DoceApóstoles.

criaturas”12 y ejercer la fe en la redención de nuestro Señor ySalvador, Jesucristo, con objeto demantener nuestras normas de digni-dad. Las normas personales de dig-nidad para ser bautizado en estaIglesia son claras:

“…Todos los que se humillenante Dios, y deseen bautizarse, yvengan con corazones quebrantadosy con espíritus contritos, y testifi-quen ante la iglesia que se han arre-pentido verdaderamente de todossus pecados, y que están dispuestosa tomar sobre sí el nombre deJesucristo, con la determinación deservirle hasta el fin, y verdadera-mente manifiesten por sus obras quehan recibido del Espíritu de Cristopara la remisión de sus pecados,serán recibidos en su iglesia por elbautismo”13.

El bautismo por inmersión en elagua es “la ordenanza introductoriadel Evangelio… y después del bau-tismo se debe recibir el don delEspíritu Santo a fin de que aquél seacompleto”14. Como lo dijo una vez elprofeta José Smith: “Tan provechososería bautizar un costal de arena

como a un hombre, si su bautismono tiene por objeto la remisión delos pecados y la recepción delEspíritu Santo. El bautismo de aguano es sino medio bautismo, y novale nada sin la otra mitad, es decir,el bautismo del Espíritu Santo”15.

El pleno beneficio del perdón delos pecados por medio de la expia-ción del Salvador empieza con elarrepentimiento y el bautismo, yluego se extiende al recibir elEspíritu Santo. Como dijo Nefi, elbautismo es la puerta “…y entoncesviene una remisión de vuestros pe-cados por fuego y por el EspírituSanto”16. La puerta del bautismoabre el camino a convenios y bendi-ciones adicionales por medio del sa-cerdocio y de las bendiciones deltemplo.

El don trascendental del EspírituSanto, junto con la calidad demiembro de La Iglesia de Jesucristode los Santos de los Últimos Días, seda por medio de la confirmación, porla imposición de manos de los quetienen la autoridad del sacerdocio.Esto lo aclaró bien Pablo a los efe-sios cuando dijo: “…¿Recibisteis el

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Espíritu Santo cuando creísteis? Yellos le dijeron: Ni siquiera hemosoído si hay Espíritu Santo.

“Entonces dijo: ¿En qué, pues,fuisteis bautizados? Ellos dijeron: Enel bautismo de Juan.

“Dijo Pablo: Juan bautizó conbautismo de arrepentimiento, di-ciendo al pueblo que creyesen enaquel que vendría después de él,esto es, en Jesús el Cristo.

“Cuando oyeron esto, fueronbautizados en el nombre del SeñorJesús.

“Y habiéndoles impuesto Pablolas manos, vino sobre ellos elEspíritu Santo…”17.

Si son dignos, los que poseen estedon espiritual pueden llegar a disfru-tar mayor entendimiento y progresoy recibir guía en todas las actividadesde la vida, tanto espirituales comotemporales. El Espíritu Santo nostestifica de la verdad y estampa contanta seguridad en nuestras almas larealidad de Dios el Padre y de SuHijo, Jesucristo, que ningún poder oautoridad terrenal puede separarnosde ese conocimiento18. De hecho, elno tener el don del Espíritu Santo esalgo parecido a tener un cuerpo sinun sistema inmunológico.

Creemos que el Espíritu de Cristoilumina a todos los hombres y lasmujeres19. Esto es distinto del dondel Espíritu Santo.

El profeta José Smith enseñó que“hay una diferencia entre el EspírituSanto y el don del Espíritu Santo”20.Muchos fuera de la Iglesia han reci-bido revelación por el poder delEspíritu Santo que los convenció dela verdad del Evangelio. Por mediode ese poder, los investigadores sin-ceros adquieren un testimonio delLibro de Mormón y de los principiosde Evangelio antes de bautizarse.Sin embargo, las administracionesdel Espíritu Santo tienen sus limita-ciones si no se recibe el don delEspíritu Santo.

Aquellos que poseen el don delEspíritu Santo después del bautismoy la confirmación pueden recibirmás luz y testimonio, y esto es por-que el don del Espíritu Santo es “untestigo permanente y un don espiri-tual mayor que las manifestaciones

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comunes del Espíritu Santo”21. Es undon espiritual mayor porque el dondel Espíritu Santo puede actuarcomo un “agente limpiador para pu-rificar a la persona y santificarla detodos los pecados”22.

Debido a que el bautismo poragua y por el Espíritu es esencialpara la salvación completa, en la na-turaleza eterna de las cosas todos loshijos de Dios deben tener esta opor-tunidad, incluso aquellos que hanvivido siglos antes. La doctrina delbautismo en el templo de los vivospor los muertos se entendía y practi-caba en la iglesia cristiana primitiva.Pablo, en su gran análisis sobre laresurrección, razonó: “De otromodo, ¿qué harán los que se bauti-zan por los muertos, si en ningunamanera los muertos resucitan? ¿Porqué, pues, se bautizan por los muer-tos?”23. El hacer algo tan vital poraquellos que no pueden hacerlo porsí mismos es verdaderamente cristia-no. Al dar Su vida para expiar lospecados de todo el género humano,Jesús hizo por nosotros lo que nopodemos hacer por nosotros mis-mos. El profeta Malaquías se refirióa este concepto cuando habló de lavenida de Elías el profeta, quienharía “volver el corazón de los pa-dres hacia los hijos, y el corazón delos hijos hacia los padres, no sea que

yo venga y hiera la tierra con maldi-ción”24. Esto se logra en gran medidapor medio de la obra vicaria por losmuertos.

Ninguna otra organización de latierra hace más por cumplir la pro-mesa de Malaquías que la Iglesia. Aun gran costo y esfuerzo, la Iglesia esguardiana ahora del tesoro de regis-tros familiares más grande delmundo. En la actualidad la Iglesiatiene 660 millones de nombres en elsitio web FamilySearch25. Esos regis-tros se comparten libremente concualquier persona que desee hacerinvestigación.

Como he vivido tantos años des-pués de mi bautismo por agua, he llegado a valorar los dones espiritualesdel Espíritu Santo que he recibido pormedio del bautismo por el Espíritu. Fuiconfirmado hace 72 años por alguienque tenía la autoridad, Joseph A. F.Everett, un amigo íntimo de mis pa-dres y hombre muy noble.

Ruego humildemente que elEspíritu del Señor ponga Su sellosobre la importancia de las cosassobre las cuales he hablado. Doytestimonio de que no podemos estarrealmente convertidos hasta que“andemos en vida nueva”26 y sinta-mos que somos una nueva persona,purificados “de [nuestros] antiguospecados”27. Esto sólo puede lograrse

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al haber nacido de nuevo del agua ydel Espíritu por medio del bautismoy de la recepción del don delEspíritu Santo. De esta forma reci-bimos perdón divino, por medio delo cual podemos saber en nuestrocorazón que nuestros pecados sonperdonados28. Sé que esto es verda-dero y lo testifico en el nombre deJesucristo. Amén. �

NOTAS1. Véase Guía para el Estudio de las

Escrituras; véase también Mateo 3:16;Hechos 8:37–39; Romanos 6:1–6;Colosenses. 2:12; D. y C. 20:72–74;128:12–13.

2. Mateo. 3:16.3. Véase D. y C. 20:73.4. Según citado en Matthias F. Cowley,

Wilford Woodruff: History of His Life andLabors, 1964, pág. 117.

5. Juan 3:2–3.6. Juan 3:4–6.7.“Nacer de nuevo a los noventa y

cuatro años”, Liahona, junio de 1994, pág. 24.

8. 2 Nefi 31:17.9. Véase Albert Peters, “Con pasos

trémulos”, Liahona, junio de 1995, pág. 3.10. Véase Alma 5:14.11. Véase Alma 5:14.12. Mosíah 27:26.13. D. y C. 20:37.14. Guía para el Estudio de las

Escrituras, pág. 23.15. Enseñanzas del Profeta José Smith,

pág. 384.16. 2 Nefi 31:17; véase también

D. y C. 19:31.17. Hechos 19:2–6.18. Véase 2 Nefi 31:18. 19. Véase D. y C. 93:2.20. Enseñanzas del Profeta José Smith,

pág. 240.21. En James R. Clark, comp.,

Messages of the First Presidency of TheChurch of Jesus Christ of Latter-day Saints,1965–1975, 6 tomos, tomo 5, pág. 4.

22. Guía para el estudio de las Escrituras,“Espíritu Santo”, pág. 67.

23. 1 Corintios 15:29.24. Malaquías 4:6; véase también

D. y C. 138:47; JS—H 1:39.25. Véase www.familysearch.org.26. Romanos 6:4.27. 2 Pedro 1:9.28. Véase Mosíah 4:3.

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“Con esperanza… arar”Élder Neal A. MaxwellDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Al utilizar la Expiación, tenemos acceso a los dones del Espíritu Santo, lo que nos ‘llena de esperanza y de amor perfecto’ ” (Moroni 8:26).

Es obvio, hermanos y hermanas,que el mundo está “en conmo-ción”, ¡pero el reino sigue ade-

lante como nunca antes! (véase D. y C. 88:91; 45:26.) Esta distin-ción se define más claramente por las tendencias adversas que hay en el mundo, donde los valores tradicio-nales se están soltando de las ama-rras de la Restauración; se estándeslizando con rapidez (véase D. y C.105:31.)

Los resultados son mezclas contra-dictorias, tales como el aburrimientoy la violencia. Algunos sencillamenteexisten “sin esperanza y sin Dios enel mundo” (Efesios 2:12; véase tam-bién Alma 41:11). La vía del discipu-lado moderno nos lleva por en mediode una jungla hostil en la que algu-nos modos de vida no pueden decidirqué limites establecer, ¡ya que ni si-quiera saben dónde están!

Sí, tenemos una gama de comu-

nicaciones y entretenimientos sin

precedentes, aunque también mu-chas multitudes solitarias. La uniónde la tecnología no es el sustituto dela familia.

Aun cuando lamento el resultadode esas tormentas que se avecinan,puedo hallar cierta utilidad en ellas.A través de ellas, podemos llegar aser más espiritualmente dóciles, por-que “excepto que el Señor castiguea su pueblo con muchas afliccio-nes… (Su pueblo) no se acuerda deél” (Helamán 12:3). De todosmodos, el Señor siempre está refi-nando silenciosamente a los de Supueblo fiel de manera individual,pero también habrá otros aconteci-mientos que explicarán los caminosmás elevados de Dios y de Su reino(véase D. y C. 136:31).

Por lo tanto, nuestras circunstan-cias son desafiantes. Existen muchospadres abrumados, más y más matri-monios se están desintegrando, yhay familias desarticuladas. Las con-secuencias destructivas nos impac-tan constantemente con las drogas,la violencia y la pornografía; en ver-dad, “la desesperación viene porcausa de la iniquidad” (Moroni10:22). Ya que el adversario “buscaque todos los hombres sean misera-bles como él”, su plan es el plan demiseria (2 Nefi 2:27; véase tambiénel versículo 18).

Los valientes entre nosotros si-guen adelante a pesar de todo por-que saben que el Señor los ama, auncuando no “saben el significado detodas las cosas” (1 Nefi 11:17).Mientras ustedes y yo observamos alos valientes enfrentar con éxito laspruebas severas e incesantes, aplau-

dimos y celebramos la fortaleza y la

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bondad que de ellos emana. Aunasí, el resto de nosotros tiembla porel precio que se tiene que pagar porla formación de ese invalorable ca-rácter, ¡al mismo tiempo que espera-mos no desmayar si atravesáramoscircunstancias similares!

Tal vez sea demasiado tarde paraarreglar algunas comunidades, perono para ayudar a aquellas personas yfamilias que están dispuestas a arre-glarse a sí mismas. Tampoco es de-masiado tarde para que algunoslleguen a ser discípulos pioneros desu familia y del lugar en que residan,o para que se conviertan en pacifi-cadores locales en un mundo dondela paz ha sido quitada (véase D. y C.1:35). Incluso si aún otras personasexperimentan una escasez de ejem-plos, ellas mismas pueden llegar aserlo.

Así como Josué pudo decir:“…pero yo y mi casa …”, algunaspersonas, privadas hoy día de unafamilia intacta, todavía puedendecir “pero yo…” y vivir así hastallegar a ser dignos de todo lo que elSeñor haya dispuesto que elloshagan aquí y ahora (véase Josué24:15). Por lo tanto, los discípulosse “conserv[an] fuerte[s]” (D. y C.9:14), “se conserva[n] fieles hasta elfin” (D. y C. 6:13) y “persevera[n]en su camino” (D. y C. 122:9) aunen un mundo atribulado.

No obstante, el perseverar y elsoportar no son respuestas pasivasen absoluto, sino que más bien sonuna preparación para emprender ta-reas más difíciles mientras de mane-ra dócil llevamos victoriosamentelas heridas de batallas pasadas.

De todos modos, ¿qué son unospocos dedos de escarnio (véase 1 Nefi8:33), cuando al final los fieles po-drán saber lo que es ser “recibido[s]en los brazos de Jesús”? (Mormón5:11).

¿Qué son las palabras de escarniode hoy si más tarde escucharemosestas gloriosas palabras: “Bien, buensiervo y fiel…”? (Mateo 25:21).

Mientras tanto, Pablo exhortaque “con esperanza [debemos] arar”(1 Corintios 9:10).

Por tanto, se necesita desespera-

damente la perspectiva longitudinal,
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la esperanza del Evangelio. El des-precio de hoy se convierte entoncesen la perspectiva del ser elevadosmañana en el plan de felicidad deDios (véase Alma 42:8, 16).

Puesto que el Señor desea un pue-blo que sea “probado en todas lascosas”(D. y C. 136:31), ¿de qué ma-nera específica se nos probará? Él diceque probará la fe y la paciencia de supueblo (véase Mosíah 23:21). Debidoa que la fe puede ser probada en eltiempo del Señor, aprendamos a decirno sólo “Que se haga Tu voluntad”,sino pacientemente agreguemos:“Que se haga en Tu debido tiempo”.

La esperanza se deleita en las pala-bras de Cristo “a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras”, que “para nuestra enseñanza se escribieron” (Ro-manos 15:4), ésta se reafirme “tenien-do todos estos testimonios” (Jacob4:6; véase también 2 Nefi 31:20.) Lafe constituye la “certeza de lo que seespera” y la prueba de las “cosas queno se ven” (JST, Hebreos 11:1; véasetambién Éter 12:6). Por lo tanto,cualquiera sea nuestro humilde terre-no, “con esperanza [debemos] arar”(1 Corintios 9:10), para finalmen-te cosechar “un fulgor perfecto de

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esperanza” (2 Nefi 31:20; véase tam-bién Alma 29:4).

Sin embargo, muchos de los quehan hecho un compromiso parcial,como Naamán, esperan que elSeñor les pida “alguna gran cosa” (2 Reyes 5:13), mientras declinanlos pequeños pedidos que Él leshace. Cuando se humilló y se le co-rrigió, no sólo la carne de Naamánse volvió como la de un niño, sinotambién su corazón (véase 2 Reyes5:14–15). El no servir al Maestro enlas cosas pequeñas nos distancia deÉl (véase Mosíah 5:13).

Los que “con esperanza… [aran]”no sólo comprenden la ley de la co-secha, sino también lo que significanlas épocas de crecimiento. Es ver-dad, los que tienen una esperanzagenuina a veces ven las circunstan-cias a su alrededor sacudirse comoun calidoscopio, pero con el “ojo dela fe” pueden ver el diseño divino(Alma 5:15).

La esperanza final, por supuesto,está vinculada a Jesús y a la granExpiación con su dádiva gratuita de la resurrección universal y laofrenda del máximo de todos losdones de Dios, la vida eterna. (VéaseMoroni 7:40–41; Alma 27:28; D. y C. 6:13; 14:7.)

Varios pasajes de las Escriturasdescriben la esencia de esa expia-ción gloriosa y rescatadora, inclusoun versículo autobiográfico impre-sionante que confiesa que Jesús “nodese[aba] beber la amarga copa y desmayar” (D. y C. 19:18). Puestoque la “expiación infinita” requeríaun sufrimiento infinito, ¡se corría elriesgo de que rehuyera de él! (2 Nefi9:7; Alma 34:12). ¡Toda la humani-dad dependía del carácter de Cristo!Misericordiosamente, Él no desma-yó, sino que “acab[ó] [Sus] prepara-tivos para con los hijos de loshombres” (D. y C. 19: 19).

Pero la sumisión singular deCristo siempre ha estado en su lugar.De hecho, Él se ha “sometido a lavoluntad del padre en todas lascosas desde el principio” (3 Nefi11:11), observando detenidamentea Su Padre en todo momento: “Decierto, de cierto os digo: No puedeel hijo hacer nada por sí mismo, sino

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lo que ve hacer al Padre; porquetodo lo que hace el Padre hace elHijo igualmente” (Juan 5:19).

Este versículo implica indicios decosas grandiosas, de más lejos quedel más allá.

En el agonizante proceso expiato-rio, Jesús dejó que Su voluntadfuera “absorbida en la voluntad delPadre” (Mosíah 15:7). Como sobe-ranos, el elegir someternos alSoberano Máximo es nuestro actomás grande de elección ¡Es la únicarendición que también proporcionala victoria! El despojarse del hombrenatural hace posible vestirse de todala armadura de Dios, ¡la que antesno nos sentaba bien del todo! (véaseEfesios 6:11, 13).

Jesús redentor también “derramósu alma hasta la muerte” (Mosíah14:12; véase también Isaías 53:12; D. y C. 38:4). ¡Al “derramar” a vecesnuestras almas con súplicas persona-les, quedamos así vacíos, por lo quehay más lugar para tener más gozo!

Otro pasaje fundamental de lasEscrituras describe que Jesús “ha pisado él solo el lagar, sí, el lagar del furor de la ira del DiosOmnipotente” (D. y C. 88:106;véase también D. y C. 76:107;133:50). Muchos pueden alentar, fe-licitar, orar y consolar, pero el levan-tar y llevar nuestra cruz individualnos corresponde a cada uno. Dadala “intensidad” que Cristo soportópor nosotros, no podemos esperarun discipulado de serena tranquili-dad. Al buscar el perdón, por ejem-plo, el arrepentimiento se puedeconvertir en un proceso difícil desobrellevar y, a propósito, ¡no con-fundamos, como lo hacen algunos,los pequeños errores con las verda-deras cruces de la vida!

De manera excepcional, el Jesúsexpiador también “descendió debajode todo, por lo que comprendiótodas las cosas…” (D. y C. 88:6;véase también D. y C. 122:8).¡Cuán profundo debe haber sido esedescenso a la desesperación y a laagonía abismal! Él lo hizo para res-catarnos y para que comprendiéra-mos el sufrimiento humano. Por lotanto, no nos sintamos mal ante

esas experiencias de aprendizaje que

pueden desarrollar más nuestra pro-pia empatía (véase Alma 7:11–12).El corazón indolente no podrá hacerlo ni tampoco el corazón ren-coroso. De manera que el ser cabal-mente admitidos a la “participaciónde sus padecimientos” requiere lacuota completa del discipulado(Filipenses 3:10; véase también 1 Corintios 1:9).

Más aún, Jesús no sólo tomósobre Sí nuestros pecados para ex-piarlos, sino también nuestras enfer-medades y dolorosos pesares (véaseAlma 7:11–12; véase tambiénMateo 8:17). Por tanto, Él sabe demanera personal todo lo que atrave-samos y sabe cómo extender Su per-fecta misericordia, al igual que cómosocorrernos. Su agonía fue tanasombrosa que tuvo que pisar ellagar Él “solo” (D. y C. 133:50).

El Dios de los cielos ha llorado enocasiones (véase Moisés 7:28). Porlo tanto, uno medita en las agoníasde la infinita Expiación de Jesús y enlos sentimientos del Padre… por SuHijo y por nosotros.¡No hay revela-ciones instructivas y pertinentes alcaso, pero nuestro pensamiento fini-to trata igualmente de imaginar loque el Padre debe haber sentido!

Si no “desmayamos”, como elSalvador, entonces debemos ir conel flujo demandante del discipulado,incluso doquiera las doctrinas deenseñanza del Maestro nos lleven.De otro modo, tal vez andemos conJesús hasta un punto, pero despuésdejemos de andar con Él (véaseJuan 6:66). El desmayar significa de-tenerse así como volver atrás.

Cuanto más sepamos de Jesús,más le amaremos. Cuanto más sepa-mos de Jesús, más confiaremos enÉl. Cuanto más sepamos de Jesús,más desearemos ser como Él y estarcon Él, convirtiéndonos en la clasede hombres y mujeres que Él deseaque seamos (véase 3 Nefi 27:27),mientras vivimos ahora “de una ma-nera feliz” (2 Nefi 5:27).

Así, con la ayuda del EspírituSanto, podemos “glorificar” a Cristoal arrepentirnos, y, de ese modo, acceder a las bendiciones de la sor-prendente expiación que Él propor-

cionó para nosotros ¡a tan elevado

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precio! (véase Juan 16:14). Por lotanto, hermanos y hermanas, consi-derando aquello por lo que Jesúsmurió, ¿estamos dispuestos a vivircon los desafíos que se nos presen-ten? (véase Alma 29:4, 6). A veces,el temblar es permisible y normal.

Hay muchas maneras específicaspor las que podemos “aplicar” a nosotros estos pasajes “esenciales”de las Escrituras sobre Jesús y laExpiación, pero todos están cubier-tos bajo el techo de este concepto:“Llevad mi yugo sobre vosotros, yaprended de mí” (Mateo 11:29). Dehecho, ¡no hay otra manera deaprender profundamente! (véase 1 Nefi 19:23). ¡La ExpiaciónInfinita es tan amplia y universal,pero, a la vez, es tan personal!Afortunadamente, podemos ser per-donados mediante la Expiación y, loque es más importante, podemossaber que hemos sido perdonados,esa final y gozosa emancipación delerror.

Al utilizar la Expiación, tenemosacceso a los dones del EspírituSanto, lo que nos “llena de esperan-za y de amor perfecto” (Moroni8:26). ¡Ninguno de nosotros puededarse el lujo de estar sin esa espe-ranza y ese amor que se necesitanpara enfrentar los desafíos y los obs-táculos de nuestra vida!

Por lo tanto, en el discipuladoque se nos ha concedido, tenemosque vencer al mundo (véase 1 Juan5:3–4); terminar la obra que perso-nalmente se nos ha dado; ser capa-ces de participar de la amarga copasin amargarnos; experimentar el de-rramamiento de nuestra alma; quenuestra voluntad sea absorbida cadavez más en la voluntad del Padre;reconocer, pese a lo difícil que seanlas pruebas de la vida que, en ver-dad, “…todas estas cosas te serviránde experiencia, y serán para tu bien”(D. y C. 122:7); y arar perseverante-mente hasta el final del surco, glori-ficando en todo momento al Señor yutilizando los inigualables dones quenos ha concedido, incluso, un día,“todo” lo que Él tiene (véase D. y C.84:38).

En el santo nombre de Jesucristo.

¡Amén! �
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Una invitación con promesaObispo Keith B. McMullinSegundo Consejero del Obispado Presidente

“No basta con ser miembro de la Iglesia ni tampoco basta el serlo porpuro formulismo”.

Para aquellos que anhelan laverdad espiritual, algunascosas son fáciles de reconocer,

y es de estas cosas que quiero dartestimonio. Dios está en los cielos, ynosotros, seres mortales, somos Suprogenie. Jesús es nuestro Redentor.José Smith fue un profeta de Dios yGordon B. Hinckley es el profeta ac-tual. Se reciben revelaciones, comoen la antigüedad, y el reino de Dios,que es La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días, está unavez más sobre la tierra.

Satanás es real y también él estásobre la tierra, y con sus legionescrea gran confusión entre los hijosde los hombres. Él no dice la ver-dad, no siente amor, no promueve elbien y no admite nada más quemuerte y destrucción.

Por todo ello, levanto en este día

“la voz de amonestación”1. Se tratade un recordatorio urgente y alec-cionador, una invitación a todohombre y mujer buenos de cualquierparte. Presten atención a las pala-bras de esta revelación recibida el 1 de noviembre de 1831:

“Por tanto, yo, el Señor, sabien-do las calamidades que sobreven-drían a los habitantes de la tierra,llamé a mi siervo José Smith, hijo, y le hablé desde los cielos y le dimandamientos…

“Porque no hago acepción depersonas, y quiero que todo hombresepa que el día viene con rapidez; lahora no es aún, mas está próxima,cuando la paz será quitada de la tie-rra, y el diablo tendrá poder sobre supropio dominio”2.

El Señor habla de calamidadesque sobrevendrán a los habitantesde la tierra, las cuales vienen de di-versas maneras. De vez en cuando,las fuerzas de la naturaleza se con-vulsionan y nos vemos afectados porsu poder destructivo.

No obstante, más devastadorasson las calamitosas fuerzas del malque de continuo nos acechan. Deacuerdo con la profecía de 1831, lapaz ha sido quitada de la tierra y eldiablo tiene poder sobre su propiodominio. Sus modos seductores estáncautivando a la gente. La tentaciónestá en todas partes; la vulgaridad ylas disputas se han convertido en unestilo de vida; lo que antes era algoespantoso, hoy es aceptado; lo queen un principio despierta la curiosi-

dad, pronto cautiva y luego destruye.

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Esta calamidad de la maldad con-tinuará extendiéndose hasta que“todo el mundo… [gima] bajo… laservidumbre del pecado”3.

Por tanto, esta “voz de amonesta-ción” nos advierte:

• Cuídense de las concupiscenciasdel mundo. Éstas estimulan los senti-dos, pero esclavizan el alma. Los quecaen en la red de la sensualidad des-cubren que no se puede salir fácil-mente de ella.

• Cu ídense de la riqueza delmundo. Sus promesas son tentado-ras, pero su felicidad es un espejis-mo. El apóstol Pablo escribió:“Porque raíz de todos los males es elamor al dinero”4.

• Cuídense de la preocupación ex-cesiva por uno mismo. Los puntosaltos son un engaño; los puntosbajos son desesperantes. El amor, laamabilidad, el desarrollo personal yel verdadero amor propio se hallanen el servicio a Dios y a nuestros se-mejantes, y no en el servicio a unomismo.

En medio de estos peligros existeun puerto seguro. De la revelaciónanteriormente citada procede la si-guiente certeza:

“Y también el Señor tendrápoder sobre sus santos, y reinará enmedio de ellos, y bajará en juiciosobre Idumea, o sea, el mundo”5.

Hay seguridad en ser un santo. Alos miembros de la Iglesia deJesucristo se les conoce comoSantos de los Últimos Días, apelati-vo que, aparte de ser la designacióndel Señor para los que pertenecen aSu Iglesia, sirve también de invita-ción a llevar una vida mejor.

Fui consciente de ello cuando,hace unos años, siendo un padrejoven, precisaba comprar ropa paraasistir al templo. Tras entrar en unatienda, dirigí mi atención a un letre-ro que había en el mostrador y quedecía: “Sólo para Santos de los Últi-mos Días”. El mensaje me sorpren-dió y comencé a cavilar: ¿Por quédice “Sólo para Santos de los ÚltimosDías”?, me pregunté. ¿Por qué no dicealgo como “Sólo para miembros de laIglesia investidos”? ¿Por qué saca eltema de ser “Santo de los Últimos

Días?”
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Los años han atenuado mi natura-leza impetuosa y aquel encuentro ar-gumentativo de hace tanto tiempo seha convertido en un momento ateso-rado y decisivo. La experiencia meenseñó que no basta con ser miem-bro de la Iglesia ni tampoco basta elserlo por puro formulismo en estaépoca de cinismo e incredulidad. Sehacen necesarias la espiritualidad y lavigilancia de los que son santos.

El ser santo es ser bueno, puro yhonrado. Para tales personas, las vir-tudes no sólo se expresan, sino quese viven. Para los Santos de los Últi-mos Días, el reino de Dios, o laIglesia, no es algo secundario, sinoque es la esencia y la sustancia desus vidas. El hogar es “un pedacitode cielo” 6 y no un hotel. La familiano es tan sólo una entidad social obiológica, sino que es la unidad bási-ca eterna del reino de Dios, donde elEvangelio de Jesucristo se enseña yse vive. De hecho, los Santos de losÚltimos Días se esfuerzan diligente-mente por ser un poco mejores, másamables y nobles en los aspectos co-tidianos de la vida.

Es el Señor quien marca la sendapara llevar a cabo este progreso. Éldijo: “Por tanto, no busquéis lascosas de este mundo, mas buscadprimeramente edificar el reino deDios, y establecer su justicia…”7.

El aferrarse a este curso provee alos Santos de los Últimos Días de losmedios para evitar los traicionerosarrecifes del mundo; y al vivir de estemodo, permite que los miembros dela Iglesia lleguen a ser el pueblo delconvenio del Señor. Disponemos paranuestra época de la siguiente guíaprofética del presidente Hinckley res-pecto a cómo hacerlo. Cito:

“Somos un pueblo de convenios.He tenido la impresión de que si po-demos motivar a nuestro pueblo avivir de acuerdo con tres o cuatroconvenios, todo lo demás encajaráen su sitio…

“El primero de estos convenios es laSanta Cena, donde tomamos sobrenosotros el nombre del Salvador yacordamos guardar Sus mandamien-tos con la promesa que nos hace deque nos bendecirá con Su espíritu…

“Segundo, el convenio del diezmo…

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La promesa… dice que Él reprende-rá al devorador y que abrirá las ven-tanas de los cielos y derramarábendición hasta que sobreabunde…

“Tercero, los convenios del templo: Elsacrificio o la disposición para sacrifi-carse por la obra del Señor —e inhe-rente a esta ley es la esencia mismade la Expiación… La consagración,relacionada con la anterior, es la dis-posición para darlo todo, si fuere ne-cesario, para colaborar con elprogreso de esta obra. También es unconvenio de amor y lealtad mutuos alos vínculos del matrimonio, la fideli-dad, la castidad y la moralidad.

“Si tan sólo nuestro pueblo apren-diera a vivir según estos convenios,todo lo demás encajaría en su sitio y yome daría por satisfecho”8.

Las concupiscencias del mundopierden su atractivo cuando laSanta Cena ocupa su debido lugaren nuestra vida. Este convenio per-mite a los fieles mantenerse “sinmancha del mundo”9.

La riquezas del mundo pierden su peligro a través de la lealtadconsciente al diezmo del Señor. El

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El sacrificio: unainversión eternaCarol B. ThomasPrimera Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

“El sacrificio es un principio asombroso… Puede desarrollar en nuestrointerior un profundo amor hacia los demás y hacia nuestro Salvador,Jesucristo”.

devolverle una décima parte de todolo que Él nos da engendra en la per-sona un amor hacia Dios por encimade todo lo demás; hace que el obe-diente acceda a la ley mayor de darsin que se le mande. Se aceptan elayuno y sus ofrendas, y se genera unpoder que nos libra de las atadurasde la iniquidad, aligera nuestras pe-sadas cargas, bendice a los menosafortunados y fortalece los lazos fa-miliares10. El convenio del diezmoaleja a los fieles del amor al dinero ysus correspondientes trampas.

La preocupación excesiva por unomismo se entrega al sacrificio, la con-sagración y los demás sagrados con-venios del templo. Puesto que elSalvador del mundo lo dio todo paraque podamos ser salvos, estos conve-nios nos permiten darlo todo en elcumplimiento de los propósitos denuestro Padre Celestial para con Sushijos.

Así que, no tengamos miedo. Lascosas que el mundo considera débi-les vencen las maldades que parecenfuertes y poderosas. Los hombresrectos hablan en el nombre de Diosel Señor. La fe aumenta en la tierra ylos convenios sempiternos florecenen la vida de los Santos de los Últi-mos Días. La plenitud del Evangeliode Cristo se proclama mediante elprecepto y el ejemplo hasta los confi-nes del mundo, y el pueblo del con-venio del Señor prepara esta tierrapara Su Segunda Venida11. Éste esnuestro deber. Ruego que el Señornos sostenga, es mi oración, en elnombre de Jesucristo. Amén. �

NOTAS1. D. y C. 1:4.2. D. y C. 1:17, 35.3. D. y C. 84:49.4. 1 Timoteo 6:10.5. D. y C. 1:36.6. David O. McKay, en Conference

Report, abril de 1964, pág. 5.7. TJS, Mateo 6:38; véase Mateo 6:33,

nota al pie de la página a.8. Teachings of Gordon B. Hinckley,

1997, págs. 146–147; cursiva agregada.9. D. y C. 59:9; véanse también los ver-

sículos 10, 12–13.10. Véase Isaías 58:6–11.

11. Véase D. y C. 1:19–23.

Como madre, creo que unode los relatos más des-garradores del Antiguo

Testamento es el de Abraham, aquien el Señor le pidió que ofrecie-ra en sacrificio a su joven hijo,Isaac. Sara debió tener por lomenos 100 años cuando Isaac fuellevado a la montaña. Como mues-tra de bondad hacia ella, creo queAbraham no quiso decirle lo queintentaba hacer, lo cual significóque él tuvo que soportar solo esagrandiosa prueba de fe.

El presidente Lorenzo Snow dijoen una ocasión: “Ningún ser huma-no podría haber hecho lo queAbraham hizo… excepto que hayaestado inspirado y hubiese llevadoen sí la naturaleza divina para reci-

bir esa inspiración” (The Teachings of

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Lorenzo Snow, ed. Clyde J. Williams,1984, pág. 116).

Empezando con Adán, todos losprofetas del Antiguo Testamentohan guardado la ley de sacrificio. Elsacrificio es una parte integral de laley celestial, que nos señala hacia elsacrificio más glorioso de todos:nuestro Salvador, Jesucristo.

El presidente Gordon B. Hinckleydefinió el sacrificio de manera muybella cuando dijo: “Sin el sacrificiono existe la verdadera adoración deDios… ‘El Padre dio Su Hijo, y elHijo dio Su vida’, y nosotros no ado-ramos a menos que demos… quedemos de nuestra substancia… nues-tro tiempo… fortaleza… talento…fe… [y] testimonio” (Teachings ofGordon B. Hinckley, 1997, pág. 565).

Hermanos y hermanas, una de lascosas que nos distingue del resto delmundo es la ley del sacrificio. Somosun pueblo del convenio, bendecidoscon oportunidades para adorar y dar,pero, ¿estamos plenamente conver-tidos al principio del sacrificio?Acude a mi mente el joven rico, aquien enseñó el Salvador, que pre-guntó: “¿Qué más me falta?” (véaseMateo 19:20). Jesús le dijo: “Si quie-res ser perfecto, anda, vende [todo]lo que tienes… y ven y sígueme”(Mateo 19:21).

Analicemos tres formas en que elsacrificio nos ayuda a seguir alSalvador: el enseñar a nuestra fami-lia, el dar al pobre y al necesitado, yel dar de nosotros mismos en la obra

misional.
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Asistentes a la conferencia hacenfila en la vereda este del Centro de Conferencias.

Primero, ¿cómo podemos enseñara nuestras familias a sacrificar? Miabuelo, Isaac Jacob, fue un granejemplo para mí; criaba ovejas yenvió cuatro hijos a la misión.Durante la Depresión, a mi madre lellegó la oportunidad de servir enuna misión y recibió el llamamientopara servir en Canadá.

La situación del abuelo llegó anivel crítico cuando le llamaron delbanco para preguntarle qué signifi-caban los $50 dólares al mes que re-tiraba para la misión de mamá. Élhabía sacado un préstamo y estabapagando la elevada tasa del 12% deinterés. Los banqueros no quedaronsatisfechos y le dijeron que sacara amamá de la misión y la trajera acasa.

Al día siguiente el abuelo dio surespuesta: “Si esa muchacha regresaa casa, las ovejas serán de ustedes yse las dejaré enfrente de la puerta”.Eso tomó a los banqueros de sorpre-

sa. Ellos utilizaban los servicios del

abuelo para que se hiciera cargo deotros negocios que el banco habíaadquirido para la cría de ovejas, yno querían que nadie más cuidarade todas esas ovejas. Mamá terminósu misión y el ejemplo del abuelo leenseñó a su familia la importanciadel sacrificio.

Al enseñar a nuestras familias asacrificar, debemos también ense-ñarles a negarse a sí mismos. Secuenta que cuando una mujer lepidió consejo al general de la GuerraCivil, Robert E. Lee, en cuanto a lacrianza de su hijo, él contestó:“Enseñe a su hijo a negarse a símismo” (véase Joseph Packard,Recollections of a Long Life, 1902,pág. 158).

Debemos evitar saturar a nues-tros hijos con cosas materiales. Esposible que al darle demasiado aun niño lo privemos de la alegría.Si nunca le permitimos desearalgo, nunca disfrutará el placer derecibirlo.

¿Exhortamos a nuestros hijos asacrificar al donar su tiempo y recur-sos, como ayudar a un vecino de-samparado o dar amistad a quien lonecesita? A medida que se concen-tren en las necesidades de losdemás, sus propias necesidades sevuelven menos importantes. El gozoverdadero proviene del sacrificio enfavor de los demás.

Segundo, podemos dar de mane-ra más generosa al pobre y al necesi-tado. Al visitar a los miembros de la Iglesia, me quedo asombrada alver la bondad de los fieles Santos de los Últimos Días. Un joven deColombia, a quien lo crió una de susabuelas, era propietario de variastiendas de reparación de calzado, yera el conserje del barrio. Cuandofue llamado a la misión, no sólohabía ahorrado suficiente dineropara costear sus propios gastos, sinoque también había contribuido fon-dos adicionales para el sostén deotro misionero.

¿Y en lo que respecta a compartirnuestros alimentos, ropa y muebles?El Señor nos manda no codiciarnuestros propios bienes (véase D. y C.19:26). En muchos lugares tenemos

la bendición de tener las tiendas

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Deseret Industries. Podemos ense-ñar a nuestros hijos a donar la ropaque ya no usen, y que aún esté demoda, lo que permitirá que otros sevistan también a la moda.

Son muchas las recompensas quese reciben al compartir nuestras po-sesiones materiales. El rey Benjamínnos recuerda de ello cuando dice:“…a fin de retener la remisión devuestros pecados de día en día, paraque andéis sin culpa ante Dios...,quisiera que de vuestros bienes die-seis al pobre… tal como alimentar alhambriento, vestir al desnudo, visi-tar al enfermo, y ministrar para sualivio…” (Mosíah 4:26). Todos po-demos buscar las muchas oportuni-dades que tenemos en la vida de dary de compartir.

El tercer aspecto del sacrificio esla obra misional. Como parte denuestra asignación de visitar los ba-rrios y las ramas de la Iglesia, vemosla tremenda necesidad de tener mi-sioneros mayores. No se imaginantodo el bien que ellos realizan al de-mostrar amor a los misioneros y en-señar a los miembros locales ladoctrina y la cultura de la Iglesia.

Recientemente el presidenteHinckley visitó una conferencia deestaca en una región de gente aco-modada, de la cual sólo cuatro ma-trimonios estaban sirviendo enmisiones. Con la esperanza de inspi-rar a más miembros a servir, él lesprometió que sus hijos y nietos ni si-quiera los extrañarían mientras es-tuviesen ausentes. Con la invencióndel correo electrónico, esos matri-monios mayores misioneros puedenenviar y recibir cartitas casi cadadía.

Sus años de experiencia seránuna bendición para los demás y us-tedes descubrirán cuán maravillosasson las personas en realidad. ¡En lasmisiones de la Iglesia se les necesita!Oren para adquirir ese espíritu deaventura y un deseo de servir unamisión. ¡Disfrutarán de más placerque viajar en casas rodantes o sen-tarse en una mecedora!

Jóvenes, esperamos que ustedesestén emocionados en cuanto a laobra misional. Apenas la semana

pasada a cada una de las jóvenes de
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“Recibiréis su palabra”Élder M. Russell BallardDel Quórum de los Doce Apóstoles

“No es cosa insignificante, mis hermanos y hermanas, el tener un profetade Dios entre nosotros. Grandes y maravillosas son las bendiciones querecibimos en nuestra vida cuando damos oído a la palabra del Señordada a nosotros por intermedio de él”.

la Iglesia se le invitó a traer a unajoven más a la plena actividad de laIglesia. ¡Qué maravilloso sería si losjovencitos se unieran a nosotros eneste esfuerzo!

Muchos de ustedes están hacien-do cosas extraordinarias. Megan orómuchos meses por dos amigas queno eran miembros de la Iglesia, ehizo los arreglos para que una deellas se inscribiera en seminario e in-vitó a la otra a recibir las enseñanzasde los misioneros. Esas dos jovenci-tas se bautizaron recientemente. LaIglesia les necesita. El presidenteHinckley no puede andar por los pa-sillos de la escuela y enseñar a losamigos de ustedes, pero ustedes sí, yel Señor está contando con ustedes.Nos sentimos orgullosas del valorque ustedes tienen conforme com-parten con sus amigos el amor quesienten por el Evangelio.

El sacrificio es un principio asom-broso. A medida que de todo cora-zón demos de nuestro tiempo ytalentos y todo lo que poseemos, seconvierte en una de las formas másreales de adoración. Puede desarro-llar en nuestro interior un profundoamor hacia los demás y hacia nues-tro Salvador, Jesucristo. Mediante elsacrificio los corazones pueden cam-biar, podemos vivir más cerca delEspíritu y tener menos apetito porlas cosas del mundo.

El presidente Hinckley enseñóuna gran verdad cuando dijo: “No esun sacrificio vivir el Evangelio deJesucristo. Nunca es un sacrificiocuando recibimos más de lo quedamos. Es una inversión… una in-versión más grande que cualquierotra… Sus dividendos son eternos yperdurables” (Teachings of Gordon B.Hinckley, págs. 567–568).

Es reconfortante saber que no seespera que hagamos esa inversiónsolos. Al igual que Abraham de an-taño, nosotros tenemos una divini-dad interior que nos permite recibirinspiración mediante los poderes delcielo. Hermanos y hermanas, ruegoque al hacer esas cosas, lleguemos aamar el principio del sacrificio, paraque este grandioso principio nosacerque más a nuestro Salvador, en

el nombre de Jesucristo. Amén. �

Hermanos y hermanas, ¿hantenido alguna vez la expe-riencia de estar en un auto

con el chofer dando vueltas y vuel-tas por las calles de una ciudad di-ciendo: “Yo sé dónde es. Estoyseguro de que puedo encontrarlo”?Y finalmente, frustrado, se detienepara pedir orientación a alguien.¡Puedo ver que ustedes, hermanas,han pasado por eso! Cuánto másfácil es encontrar nuestro caminocuando seguimos las direcciones dealguien que sabe cómo llegar a nues-tro destino.

Muchos de nosotros tal vez nosencontremos en una situación simi-lar al viajar por los caminos de lavida, tan llenos de desafíos. Éstosson tiempos difíciles y las normasculturales y sociológicas del mundo,

con respecto a lo que es apropiado,

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honrado, íntegro y políticamente co-rrecto, cambian constantemente.Justo cuando creemos conocer el ca-mino a la felicidad y a la paz, naceuna nueva ideología que puede lle-varnos por un camino que sólo au-mentará nuestra confusión eintensificará nuestra desesperación.En esas ocasiones, haríamos bien enpreguntar: “¿Hay alguna voz clara,pura, sin prejuicios con la que siem-pre podamos contar? ¿Hay una vozque siempre nos dé direcciones cla-ras para encontrar el camino en elmundo atribulado de hoy? La res-puesta es sí. Esa voz es la voz delprofeta y de los apóstoles vivientes.

Cuando se organizó La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días hace 171 años este mes, elSeñor dio una revelación a losmiembros de Su Iglesia por medio deSu profeta, José Smith, hijo. Al refe-rirse al Presidente de la Iglesia, elSalvador instruyó a los miembros:“…daréis oído a todas sus palabras ymandamientos que os dará según losreciba, andando delante de mí contoda santidad;

“porque recibiréis su palabra contoda fe y paciencia como si vinierade mi propia boca” (D. y C. 21:4–5).

Luego el Señor dio una promesamaravillosa a aquellos que son obe-dientes: “Porque si hacéis estas cosas,las puertas del infierno no prevalece-rán contra vosotros; sí, y Dios elSeñor dispersará los poderes de las ti-nieblas de ante vosotros, y hará sacu-dir los cielos para vuestro bien y para

la gloria de su nombre” (D. y C. 21:6).
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Un año y medio más tarde, agre-gó a esa significativa promesa estasevera advertencia: “Y será reveladoel brazo del Señor; y vendrá el díaen que aquellos que no oyeren lavoz del Señor, ni la voz de sus sier-vos, ni prestaren atención a las pala-bras de los profetas y apóstoles,serán desarraigados de entre el pue-blo” (D. y C. 1:14).

“Lo que yo, el Señor, he dicho, yolo he dicho, y no me disculpo; yaunque pasaren los cielos y la tierra,mi palabra no pasará, sino que todaserá cumplida, sea por mi propia vozo por la voz de mis siervos, es lomismo” (D. y C. 1:38).

No es cosa insignificante, mis her-manos y hermanas, el tener un profe-ta de Dios entre nosotros. Grandes ymaravillosas son las bendiciones querecibimos en nuestra vida cuandodamos oído a la palabra del Señordada a nosotros por intermedio de él.Al mismo tiempo, el saber que el pre-sidente Gordon B. Hinckley es elprofeta de Dios nos da también unaresponsabilidad. Cuando escuchamosel consejo del Señor expresado pormedio de las palabras del Presidentede la Iglesia, nuestra respuesta debeser positiva y pronta. La historia hademostrado que hay seguridad, paz,prosperidad y felicidad cuando res-pondemos al consejo profético talcomo lo hizo Nefi de la antigüedad:“Iré y haré lo que el Señor ha man-dado” (1 Nefi 3:7).

Sabemos en cuanto a la experien-cia de Naamán, que sufría de lepra yque finalmente se puso en contactocon el profeta Eliseo y se le dijo: “Vey lávate siete veces en el Jordán, ytu carne se te restaurará, y serás lim-pio” (2 Reyes 5:10).

Al principio, Naamán no deseabaseguir el consejo de Eliseo. No pudoentender lo que se le había pedidohacer: Lavarse siete veces en el ríoJordán. En otras palabras, su orgulloy porfía evitaban que recibiera labendición del Señor a través de Suprofeta. Afortunadamente, al finalbajó y “se zambulló siete veces en elJordán, conforme a la palabra delvarón de Dios; y su carne se volviócomo la carne de un niño, y quedó

limpio” (2 Reyes 5:14).

Qué humilde debe haberse senti-do Naamán al darse cuenta de queestaba a punto de dejar que su orgu-llo y su poco deseo de escuchar elconsejo del profeta le impidieran re-cibir tan grande bendición de lim-pieza. Y cuánta humildad debeocasionarnos el contemplar cuántosde nosotros podríamos privarnos degrandes y prometidas bendicionesporque no escuchamos y luego nohacemos las cosas relativamente sim-ples que nuestro profeta nos diceque hagamos hoy día.

Durante el último año, por ejem-plo, el presidente Hinckley ha dadotres discursos importantes sobre elfortalecimiento de la familia, y enparticular el fortalecimiento de losjóvenes y de los jóvenes adultos de laIglesia. Primero, en octubre, durantela reunión general de la Sociedad deSocorro, habló muy directamente alas madres al respecto. Luego hablóa los padres y a los líderes del sacer-docio durante la sesión del sacerdo-cio de la conferencia general. ¿Lorecuerdan, padres? Él les recordó austedes, padres y madres, que “hanentrado en una sociedad con nues-tro Padre Celestial a fin de dar expe-riencia terrenal a Sus hijos e hijas.Ellos son hijos de Él y son hijos deustedes, carne de su carne, por quie-nes Él les hará responsables”(“Madre, tu más grande desafío”,Liahona, enero de 2001, pág. 113).

Y luego, en noviembre del añopasado, desde este mismo púlpito, elpresidente Hinckley habló a toda lagente joven de la Iglesia. En ense-ñanzas sinceras que se recordaránpor mucho tiempo, alentó a la ju-ventud de la Iglesia a establecersemetas para que sean agradecidos,sean inteligentes, sean limpios, sean ve-rídicos, sean humildes y sean dedicadosa la oración. Esos seis puntos impor-tantes del presidente Hinckley sonuna norma maravillosa para todoslos Santos de los Últimos Días.Repitió esos principios a las jovenci-tas en su reunión de la semana pasa-da, y considero que se aplican tantoa padres y a madres como a los jóve-nes y a los jóvenes adultos solteros.Como padres y líderes adultos de la

juventud, no podemos esperar que

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nuestros jóvenes tomen en serio lascosas que les dice el profeta si noso-tros adoptamos una actitud pasivaen nuestras vidas hacia ese consejo.

Es importante recordar que elpresidente Hinckley oró al Señor afavor de nuestros jóvenes. Él dijo:“Quiero que sepan que he estado derodillas pidiéndole al Señor que mebendiga con el poder, la capacidad ylas palabras para llegar al corazón de ustedes” (“El consejo y la oraciónde un profeta en beneficio de la juventud”, Liahona, abril de 2001,pág. 30).

Durante la sesión del sacerdocio,el presidente Hinckley dijo: “Esperoque [sus hijos y sus hijas] puedancompartir sus problemas con uste-des, sus padres y sus madres. Confíoen que ustedes los escuchen, quesean pacientes y comprensivos, quelos acerquen a ustedes y los consue-len y los apoyen en su soledad. Orenpara pedir orientación, para pedirpaciencia. Oren y supliquen tener lafortaleza necesaria para querer[los]aunque la infracción haya sidograve. Oren para pedir entendi-miento y bondad, y, sobre todo, sabiduría e inspiración” (“Y se mul-tiplicará la paz de tus hijos”,Liahona, enero de 2001, pág. 67).

¿Hemos estudiado su consejo ydeterminado lo que debemos evitaro hacer diferente? Sé de una mu-chacha de diecisiete años que, justoantes del discurso del profeta, sehabía perforado las orejas por segun-da vez. Llegó a casa después de lacharla fogonera, se sacó el segundojuego de aretes y simplemente lesdijo a sus padres: “Si el presidenteHinckley dice que debemos usar unsolo par de aretes, eso es suficientepara mí”.

Es posible que el usar dos paresde aretes tenga o no tenga conse-cuencias eternas para esa joven,pero su deseo de obedecer al profetasí las tendrá. Y si ella lo obedeceahora, en algo relativamente senci-llo, cuánto más fácil será seguirlocuando tenga que ver con asuntosmás serios.

¿Estamos prestando oído, herma-nos y hermanas? ¿Escuchamos las

palabras del profeta a nosotros,
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como padres, como líderes de la ju-ventud y como jóvenes? O ¿estamosdejando que, como Naamán hizo alprincipio, nos ciegue el orgullo y laobstinación que podrían impedirque recibiéramos las bendicionesque provienen del seguir las ense-ñanzas del profeta de Dios?

Hoy día les hago una promesa;es simple, pero es verdadera: Si es-cuchan al profeta viviente y a losapóstoles y obedecen nuestro conse-jo, no se irán por mal camino.

Ahora bien, mis hermanos y her-manas y jóvenes de la Iglesia, lesruego que no pierdan la oportunidadde sentarse juntos como familia yanalizar el consejo dado por el presi-dente Hinckley. Padres, enséñense eluno al otro y a sus hijos en las no-ches de hogar para la familia y en losconsejos familiares. Líderes, conoz-can y enseñen estos principios en

Poseedores del sacerdocio hacen filantes de la sesión del sacerdocio.

lecciones y en reuniones de liderazgoy analicen en las reuniones de con-sejo de barrio y de estaca la forma debendecir la vida de nuestros miem-bros, tanto jóvenes como mayores.Los tres discursos del Presidente,además de consejos para la juventudde sus consejeros, se han publicadoen la revista Liahona. “El presidenteHinckley habla a la juventud y a lospadres” ya está a la disposición envideo y es una maravillosa fuente deconsulta para las noches de hogar ypara las ocasiones en que el obispohabla con la juventud. Obispos, noles enviamos este material para quelo guarden en un armario de la ofici-na. Asegúrense de que la juventudde su barrio lo escuche nuevamentey lo entienda y se comprometa avivir de acuerdo con lo que indica elPresidente de la Iglesia.

Ahora le hablo directamente a la

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a fuera de las puertas del lado suroeste

juventud de la Iglesia sobre este im-portante tema de seguir al profeta.En mis viajes por la Iglesia estos últi-mos meses, he notado que muchosde ustedes están siguiendo con en-tusiasmo su consejo. Muchos de us-tedes ya han tomado la decisión deprestar más atención al aseo perso-nal, más aún de lo que lo hacíanantes. Muchos de ustedes tratan, enforma más diligente, de evitar lasmalas conversaciones, de elegir susamigos con más cuidado, de mante-nerse alejados de la pornografía y delas drogas ilícitas, de no asistir aconciertos maléficos y a fiestas peli-grosas, de respetar sus cuerpos y demantenerse moralmente limpios entodos sentidos. A aquellos de uste-des que no hayan escuchado todavía,les amonesto a no desatender el con-sejo del Presidente de la Iglesia; Él lesha hablado en forma clara; estudien

del Centro de Conferencias,

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El milagro de la fePresidente Gordon B. Hinckley

“La fe es la base del testimonio; la fe es esencial para la lealtad a laIglesia; la fe se representa por el sacrificio que se da gustosamente paraimpulsar la obra del Señor”.

sus palabras y esfuércense por obede-cerlas; son verdaderas y provienende Dios. Alentamos a aquellos quenecesiten arrepentirse a seguir ade-lante con fe y a purificarse ante elSeñor. Cada uno de ustedes se estápreparando ahora para ser un futurolíder en la Iglesia y para eso es preci-so ser limpios, fieles y leales al Señor.

Nunca olviden lo que sintieroncuando el presidente Hinckley orópor ustedes. ¿Percibieron cuán valio-sos son ustedes mientras él oraba“Bendícelos para que anden acepta-blemente ante Ti como Tus precia-dos hijos e hijas. Cada uno de elloses Tu hijo, con la capacidad de reali-zar cosas grandes y nobles”? (“Elconsejo y la oración de un profeta enbeneficio de la juventud”, Liahona,abril de 2001, pág. 41).

Ahora bien, mis queridos herma-nos y hermanas, les ruego que pon-gan atención a lo que han enseñadolos líderes de la Iglesia en esta confe-rencia general. Pongan en prácticalas enseñanzas que les ayudarán austedes y a sus familias. Llevemostodos a nuestros hogares, sin impor-tar las circunstancias familiares, lasenseñanzas de los profetas y apósto-les, a fin de fortalecer nuestras rela-ciones el uno con el otro y connuestro Padre Celestial y con elSeñor Jesucristo. Les prometo, en elnombre del Señor, que si escuchan,no sólo con sus oídos, sino tambiéncon sus corazones, el Espíritu Santoles manifestará la verdad de los men-sajes dados por el presidenteHinckley, sus consejeros, los apósto-les y los demás líderes de la Iglesia.El Espíritu les indicará lo que debenhacer en forma individual y como fa-milias, con objeto de seguir nuestroconsejo para que se fortalezcan sustestimonios y tengan paz y gozo.

Mis hermanos y hermanas, les tes-tifico que la plenitud del Evangeliosempiterno de Jesucristo se ha res-taurado en la tierra por medio delprofeta José Smith. Hoy somos ben-decidos por ser guiados por un profe-ta de Dios, el presidente Gordon B.Hinckley. Que escuchemos y luego ha-gamos lo que él nos enseña, es mi hu-milde oración, en el nombre de

D

Jesucristo. Amén. �

oy gracias al coro por eseexcelente número musical.Aun cuando se ha ido parte

del tiempo que me correspondía,estoy dispuesto a acceder en virtudde esa música tan exquisitamentebella. Gracias, hermano Ballard, pordar de nuevo mi discurso.

Mis queridos hermanos y herma-nas, siento gran amor por ustedesdondequiera que se encuentren estamañana del día de reposo. Sientohermandad con todos ustedes queson miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días. Amo esta obra y me ma-ravillo por su fortaleza y sucrecimiento, por la forma en que in-fluye en la vida de la gente de todoel mundo. Me siento sumamentehumilde al dirigirme a ustedes. Lehe suplicado al Señor que dirija mispensamientos y mis palabras.

Acabamos de regresar de un largo

viaje desde Salt Lake City hasta

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Montevideo, Uruguay, para dedicarel templo número 103 en operaciónde la Iglesia. Fue un tiempo de granregocijo para los miembros de esepaís. Miles de personas se congrega-ron en ese edificio hermoso y sagra-do y en otras capillas adyacentes.

Uno de los oradores, una mujer,relató una historia similar a las queustedes han escuchado muchasveces. Según recuerdo, relató delmomento de su vida en que los mi-sioneros llamaron a la puerta. Ellano tenía ni la más remota idea de loque ellos enseñaban; sin embargo,los invitó a pasar, y ella y su esposoescucharon el mensaje.

Fue para ellos una historia increí-ble. Les hablaron de un joven quevivía en el estado de Nueva York.Tenía catorce años de edad cuandoleyó en el libro de Santiago: “Y si al-guno de vosotros tiene falta de sabi-duría, pídala a Dios, el cual da atodos abundantemente y sin repro-che, y le será dada” (Santiago 1:5).

Deseoso de tener sabiduría, por-que varios credos afirmaban tener laverdad, el joven José decidió ir a unbosque y orar al Señor.

Lo hizo, y en respuesta a su ora-ción recibió una visión. Dios elEterno Padre y Su Hijo, Jesucristo,el Señor resucitado, se aparecieronante él y le hablaron.

Siguieron otras manifestaciones,entre ellas el obtener en un cerrocercano a su hogar las planchas deoro que tradujo por el don y el poderde Dios.

Se le aparecieron mensajeros ce-lestiales que le otorgaron las llavesdel sacerdocio y la autoridad para

hablar en el nombre de Dios.
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¿Cómo podría alguien creer talhistoria? Parecía absurdo. Y sin em-bargo, esas personas creyeron a medi-da que se les enseñaba. A suscorazones llegó la fe para aceptar loque se les había enseñado. Era un mi-lagro, un don de Dios; no lo podíancreer, y sin embargo lo hicieron.

Después de su bautismo, aumen-tó su conocimiento de la Iglesia.Aprendieron más acerca del matri-monio en el templo, de las familiasunidas por la eternidad bajo la auto-ridad del santo sacerdocio. Estabandecididos a poseer esa bendición,pero no había ningún templo cerca-no. Economizaron y ahorraron;cuando tuvieron suficiente, viajaron

desde Uruguay hasta Utah con sushijos para ser sellados aquí comofamilia dentro de los lazos del ma-trimonio eterno. Ella es actualmen-te una de las ayudantes de ladirectora de obreras del nuevoTemplo de Montevideo, Uruguay.Su esposo es consejero de la presi-dencia del templo.

No me sorprende el que, de entrelas muchas personas a las que visi-tan los misioneros, relativamentepocas se unen a la Iglesia; no hay fe.Por otra parte, me asombra que tan-tos sí lo hagan. Es algo maravillosoel que miles de personas sientan elmilagro de la influencia del EspírituSanto, que crean y acepten y se

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hagan miembros. Se bautizan; susvidas cambian para siempre enforma positiva; ocurren milagros;brota en su corazón una semilla defe que crece conforme van apren-diendo. Y aceptan principio sobreprincipio, hasta que obtienen cadauna de las maravillosas bendicionesque reciben los que caminan con feen ésta, La Iglesia de Jesucristo delos Santos de los Últimos Días.

Lo que convierte es la fe. El maestro es la fe.

Y así ha sido desde el principio.Estoy maravillado ante la calidad

de hombres y mujeres que aceptaronel testimonio de José Smith e ingre-saron en la Iglesia. Entre ellos habíahombres como Brigham Young, loshermanos Pratt, Willard Richards,John Taylor, Wilford Woodruff,Lorenzo Snow, las esposas de estoshombres y muchísimas personasmás. Eran gente sólida, muchos deellos con una buena educación.Fueron bendecidos del Señor con fepara aceptar el relato que escucha-ron. Cuando recibieron el mensaje,cuando el don de la fe influyó en suvida, se bautizaron. Los hermanosgustosamente dejaron a un lado susocupaciones, con el apoyo de su fa-milia, y respondieron a llamadospara ir allende el mar para enseñarlo que habían aceptado de acuerdocon la fe.

El otro día leí de nuevo el relatode Parley P. Pratt en cuanto a su lec-tura del Libro de Mormón y su in-greso en la Iglesia. Él dijo:

“Lo abrí con ansiosa expectacióny leí la portada. Después leí el testi-monio de varios testigos relacionadocon la forma en que el libro se en-contró y se tradujo. Luego comencéa leer el contenido. Leía todo el día;el comer era oneroso, ya que no sen-tía deseos de tomar alimentos; al lle-gar la noche, no quería dormir,porque prefería leer que dormir.

“Al leer, el espíritu del Señor des-cendió sobre mí, y supe y comprendíque el libro era verdadero, en formatan clara y evidente como un hom-bre comprende y sabe que él mismoexiste” (Autobiography of Parley P.Pratt, ed. Parley P. Pratt Jr., 1938,pág. 37).

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El don de la fe influyó en su vida.Cualquier cosa que pudiera hacer leparecía poco para pagar al Señor loque había recibido. Dedicó el restode sus días al servicio misional.Murió como mártir de esta granobra y reino.

Ahora se están construyendohermosos templos nuevos enNauvoo, Ill inois, y en WinterQuarters, Nebraska. Se erguiráncomo testimonios de la fe y la fide-lidad de los miles de Santos de losÚltimos Días que construyeron ydespués abandonaron Nauvoo paratrasladarse con grandes pesares através de lo que ahora es el estadode Iowa, hasta llegar a su moradatemporaria en Council Bluffs y enWinter Quarters, un poco al nortede Omaha.

La propiedad del Templo deWinter Quarters colinda con ellugar donde se sepultó a muchos delos que dieron su vida por estacausa que consideraban más valiosaque la vida misma. Su trayecto alValle del Gran Lago Salado es unaepopeya sin paralelo. El sufrimientoque padecieron y los sacrificios quehicieron fueron el precio que paga-ron por sus creencias.

En mi oficina tengo una estatui-lla de mi propio abuelo pionero se-pultando junto al sendero a suesposa y al hermano de ella que murieron el mismo día. Después él

levantó a su bebé en sus brazos y latrajo hasta este valle.

¿Fe? No cabe la menor duda.Cuando surgieron dudas, cuandoazotaron las tragedias, la quieta vozde la fe se escuchó en la quietud dela noche, tan cierta y reconfortantecomo lo era el lugar de la estrellapolar en los cielos.

Esa misteriosa y maravillosa ma-nifestación de fe fue lo que les re-confortó, lo que les habló concerteza, que provino como un donde Dios con respecto a esta granobra de los últimos días. Son literal-mente incontables los relatos de laexpresión de esa fe durante el perio-do pionero de la Iglesia; pero no ter-mina allí.

Como lo fue en ese entonces, asíocurre en la actualidad. Ese precio-so y maravilloso don de la fe, esedon de Dios nuestro Padre Eterno,sigue siendo la fortaleza de esta obray el callado dinamismo de su men-saje. La fe es el fundamento; es lasubstancia de todo. Ya sea el salir alcampo de la misión, el vivir laPalabra de Sabiduría, el pagar eldiezmo, todo es lo mismo. La fe quellevamos en nuestro interior se ma-nifiesta en todo lo que hacemos.

Nuestros detractores no lo pue-den entender; y porque no com-prenden, nos atacan. La calladaindagación, el ansioso deseo decaptar el principio que produce el

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resultado, podrían brindar mayorcomprensión y aprecio.

En una ocasión se me preguntóen una conferencia de prensa cómohacemos para que los varones dejensu empleo y su hogar y sirvan a laIglesia.

Respondí que simplemente se lopedimos, y que sabemos cuál será surespuesta.

Qué cosa tan maravillosa es esapoderosa convicción que afirma quela Iglesia es verdadera. Es la obrasanta de Dios. Él rige en lo relacio-nado con Su reino y con la vida deSus hijos e hijas; ésa es la razón delcrecimiento de la Iglesia. La fortale-za de esta causa y de este reino nose basa en sus bienes temporales,por más impresionantes que éstossean. Se basa en el corazón de sugente y es por eso que tiene éxito.Por eso es fuerte y está creciendo;por eso puede lograr las cosas tanmaravillosas que logra. Todo elloprocede del don de la fe que elTodopoderoso otorga a Sus hijosque no dudan ni temen, sino que si-guen adelante.

La otra noche estaba sentado enuna reunión en Aruba. Me imaginoque la mayoría de los que me escu-chan no sabe dónde está Aruba, oque ni siquiera sabe que existe seme-jante lugar. Es una isla cerca de lacosta de Venezuela. Es protectoradode los Países Bajos y un lugar no muynotorio en este mundo tan grande.Había unas 180 personas en la reu-nión. En la primera fila había ochomisioneros: seis élderes y dos herma-nas. En la congregación había hom-bres y mujeres, niños y niñas dediversas razas. Se escuchaba un pocode inglés, bastante español y algunasexpresiones en otros idiomas. Almirar los rostros de esa congrega-ción, pensé en la fe que allí se repre-sentaba. Aman esta Iglesia; apreciantodo lo que hace; testifican de la rea-lidad de Dios el Eterno Padre y de SuAmado Hijo resucitado, el SeñorJesucristo; testifican del profeta JoséSmith y del Libro de Mormón; sirvendonde se les llame a servir; son hom-bres y mujeres de fe que han abraza-do el Evangelio verdadero y viviente

del Maestro, y en medio de ellos
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La gratitud y el servicioÉlder David B. HaightDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Que en su pecho arda un sentimiento ferviente; que en este día sientanlo que yo siento; que esta obra es verdadera y cuyo objetivo es elayudarnos a llevar a cabo el plan eterno de salvación y exaltación”.

Sesión del domingo por la tarde1 de abril de 2001

están esos ocho misioneros. Estoy se-guro de que es un lugar solitario paraellos, pero están haciendo lo que seles ha pedido hacer debido a su fe.Las dos jovencitas son hermosas y fe-lices. Al observarlas, me dije a mímismo: Dieciocho meses es mucho tiem-po para estar en este lugar tan apartado.Pero no se quejan. Hablan de la granexperiencia que están viviendo y dela gente maravillosa a la que cono-cen. En todo el servicio que prestanse destaca la fe reconfortante de quela obra en la que participan es verda-dera y que el servicio que estándando se lo dan a Dios.

Y así es con nuestros misioneros,doquiera estén sirviendo, ya sea aquímismo en Salt Lake City o enMongolia. Salen y sirven con fe en elcorazón. Es un fenómeno de granpoder que suavemente susurra: “Estacausa es verdadera, y tienes la obli-gación de servir en ella sea cual seael costo”.

Repito, las personas no lo com-prenden; estos miles de jóvenes y mu-jeres inteligentes y capaces dejan a unlado su vida social y los estudios y conabnegación van dondequiera que seles envíe a predicar el Evangelio. Vanpor el poder de la fe y enseñan por elpoder de la fe, sembrando una semillade fe aquí y otra allá, las cuales cre-cen, maduran y llegan a ser conversosfuertes y capaces.

La fe es la base del testimonio; lafe es esencial para la lealtad a laIglesia; la fe se representa por el sa-crificio que se da gustosamente paraimpulsar la obra del Señor.

El Señor nos ha mandado tomar“…el escudo de la fe con el cual po-dréis apagar todos los dardos encendi-dos de los malvados” (D. y C. 27:17).

Con el espíritu de fe del que hehablado, testifico que ésta es la obradel Señor, que éste es Su reino, res-taurado a la tierra en nuestra épocapara bendecir a los hijos y a las hijasde Dios de todas las generaciones.

Oh Padre, ayúdanos a ser más fieles a Ti y a nuestro gloriosoRedentor, a servirte en verdad, ahacer que ese servicio sea una expre-sión de nuestro amor, es mi humildeoración en el nombre de Jesucristo.

Amén. �

Mis queridos hermanos yhermanas, he orado paraque las bendiciones del

cielo estén conmigo en estos mo-mentos en que hablo desde este púl-pito esta tarde. Quiero expresaralgunas palabras acerca de la grati-tud y agradecer a algunas personasque han influido en mi vida.

Traten de remontarse al 1º demayo de 1890. Un joven y una jovende un pequeño poblado alrededor de400 kilómetros de distancia delTemplo de Logan deciden casarse. Nohabía autopistas ni carreteras impre-sionantes; sólo había caminos entrearbustos, caminos para carretas.

Probablemente tomaba alrededorde seis o siete días de camino.Durante el mes de mayo es la tem-

porada de lluvia en el sur de Idaho y

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en Utah. Imaginen el viaje en unacalesa, vestidos con su mejor ropa yllevar algunas pertenencias, quizácomida para los caballos y un pocode comida para sí mismos en bolsitasde algún tipo. No tenían ropa lujosani abrigada; no tenían sacos de dor-mir ni linternas ni hornillas portáti-les para cocinar. Seguramentetenían cerillos y tenían que buscararbustos secos para hacer una fogataa fin de cocinar.

Imagínense, traten de pensar porun momento y de concebir la grati-tud que siento y las bendiciones queellos trajeron a mi vida al hacer unlargo viaje al sitio donde iban a ca-sarse. ¿Tuvieron inconvenientes?Eso no los detuvo y siguieron con suobjetivo. Piensen en lo que ha suce-dido en los últimos años con el pre-sidente Hinckley, la inspiración ydirección que él ha tenido para edi-ficar templos en todo el mundo. Ypiensen en lo que muchos tuvieronque pasar hace unos años para asis-tir al templo.

Esas bendiciones han llegado ami vida gracias a mis padres y a otraspersonas que han influido en mivida: los maestros y las buenas per-sonas con quienes he convivido.

Cuando tenía unos 11 años deedad, llegó un hombre a nuestro pe-queño poblado para enseñar en unaescuela de la Iglesia. Él tocaba unpoco el violín y no habíamos escu-chado a nadie tocar el violín enmucho tiempo. Mi madre quedó im-

presionada, se consiguió un pequeño
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violín, supongo que lo encontró en alguna venta de beneficencia, y decidió que yo debía aprender atocarlo.

Aun cuando yo nunca habíavisto a nadie tocar el violín en pú-blico, el maestro fue a mi casa y em-pezó a darme lecciones sencillas.Había logrado cierto progreso paracuando nos graduamos del octavogrado en la escuela primaria, y se mepidió tocar un solo en el violín parala ceremonia de graduación que ibaa tomar lugar en la escuela de se-gunda enseñanza.

Ensayé con sumo cuidado unacorta pieza que recuerdo se llamaba“Traumerei”. Mi hermana, que eracuatro años mayor que yo y quienen ese tiempo era una de las jóvenesmás populares en la escuela de se-gunda enseñanza, me acompañó alpiano. En la ceremonia de gradua-ción, Connie McMurray era lamejor alumna y tenía el discurso dedespedida. Las muchachas siempreson más listas que los muchachos.Mientras ella daba su discurso,había un pequeño pedestal con unajarra de agua y un vaso para la co-mitiva escolar. Los miembros de lacomitiva, junto con algunos de losgraduados del octavo grado, estába-mos en el estrado.

A medida que Connie McMurraydaba su célebre discurso de despedi-da, nos dimos cuenta de que la car-petita que estaba debajo de la jarrade agua en el pedestal se iba mo-viendo hacia el borde y ¡zas, que secae junto con la jarra y el vaso!Connie McMurray cayó desmayada.

En medio del apuro por limpiar elagua y por arreglar las sillas, seanunció que David Haight iba atocar un solo en el violín. Me acer-qué al viejo piano y mi hermana selevantó de la audiencia. Saqué misencillo y pequeño violín del estu-che de madera y mi hermana sesentó frente al piano y tocó la notaLa. Le dije: “Empieza tú”.

Me dijo: “David, tienes que afi-narlo”.

Le dije: “No, no, ya lo afiné conel piano en casa”. Teníamos un viejopiano en casa. Ya saben cómo era en

esos tiempos: un piano y unos libros

era todo lo que se necesitaba para lafamilia. Había afinado cuidadosa-mente las cuerdas girando las clavi-jas de ébano del violín, pero nosabía que no todos los pianos eraniguales. Así que cuando mi hermanadijo: “Tienes que afinarlo”, yo lecontesté: “No, no, ya está afinado.Lo afiné en casa”.

Ella prosiguió y tocó la introduc-ción, y luego yo toqué mi primeranota. Estábamos desafinados por dosnotas.

Ella tocó más despacio y le dije:“Sigue tocando”, porque no podíaimaginar el desperdiciar el tiempode la audiencia tan famosa para laque estaba tocando, aproximada-mente 100 personas en ese peque-ño auditorio. Uno no hace esperara la audiencia en Carnegie Hallpara afinar el violín. Sería de muymal gusto. Eso se hace tras las bam-balinas, de manera que cuando em-piezas a tocar es porque ya estáslisto.

Ella aminoró la velocidad. Le

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dije: “Sigue tocando”. Terminamos yno me dirigió la palabra por variosdías.

Quiero rendir honores al pequeñopoblado donde viví con mis padres,donde me crié y donde fueron ama-bles y buenos conmigo. Agradezco elconocimiento que recibí de mis amo-rosos padres.

Estoy agradecido por mi esposa,Ruby, que llegó a mi vida, por nues-tros hijos, por nuestros nietos y pornuestros bisnietos, y también por laspersonas que forman parte de mivida actual y que son una influenciaen mi vida. Espero tener cierta in-fluencia para bien en la vida deellas.

Recordarán el pasaje de Juan elBautista cuando habló a Juan elAmado y a Andrés en la ocasión enque se reunieron con el Salvador.Juan el Bautista comentó: “He aquíel Cordero de Dios” (Juan 1:36). Yel Salvador, uniéndose a ellos, aJuan el Bautista, Juan el Amado y

Andrés, dijo: “¿Qué buscáis?”.
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Y en la conversación que está re-gistrada, uno de ellos dijo: “¿Dóndemoras?” (Juan 1:38).

Y el Salvador dijo, “Venid y ved”(Juan 1:39).

Siguieron al Salvador, y según labreve relación que tenemos, estu-vieron con Él hasta la hora décima.Parece que pasaron la noche con Él,pero no se sabe dónde moraba Él oqué tipo de vivienda tenía.

Juan y Andrés permanecieroncon el Salvador durante variashoras. Imaginen el estar en Su pre-sencia y poder sentarse ante Él yverle a los ojos, o escucharle explicarquién era y por qué había venido a latierra y escuchar la inflexión de Suvoz al describir lo que dijo a esos jó-venes. Seguramente le estrecharonla mano y sintieron esa preciosa ymaravillosa presencia al escucharle.

Después de ese encuentro, el pa-saje cuenta que Andrés fue a buscara su hermano Simón porque teníaque contarle a alguien lo sucedido.Cuando nos reunimos en una gran-diosa conferencia como ésta y ha-blamos del Evangelio y de laresponsabilidad y la oportunidadque tenemos, imaginen si esto noshubiese sucedido a cualquiera denosotros, el haber estado ante esadivina y preciosa presencia, y haber-le escuchado a Él, y haberle estre-chado la mano, y haberle visto a losojos, y haber escuchado lo que teníaque decir.

Cuando Andrés encontró a suhermano Simón, le dijo: “Hemoshallado al Mesías” (Juan 1:41).Probablemente le dijo: “Estuvimosen Su presencia; sentimos Su perso-nalidad; sabemos que lo que dice esverdad”. Sí, Andrés tenía que decír-selo a alguien.

Eso es lo que hacemos cuandodamos a conocer lo que sabemos ylo que entendemos. Agradezco elconocimiento que tengo de queDios vive y de que es nuestro Padre,y el entendimiento que tengo denuestro Padre Celestial y de SuHijo, Jesús el Cristo, nuestroSalvador y Redentor de toda la hu-manidad.

Hace unos días recibí una carta

de un hermano de Edimburgo,

Escocia. Su nombre es GeorgeStewart. Se sorprenderá de quemencione esto, pero él quería agra-decerme porque cuando tenía 15años de edad, hace unos 40 años, yofui presidente de misión en Escocia.Él deseaba darme las gracias por losmisioneros que llegaron a su casa enThornliebank, una de las áreas deGlasgow, donde se unió a la Iglesiajunto con su madre.

Decía que a medida que iba ad-quiriendo un testimonio del Libro deMormón, y lo empezó a leer, nopodía dejar de leerlo porque sabíaque era verdad. Continuó leyéndoloy obtuvo un testimonio del Evangelioen su juventud. Él recuerda que visi-taba la casa de la misión y que éra-mos amables con él y que pasábamosmucho tiempo con los jóvenes debi-do a que asistían a la mutual, la cualestábamos empezando en las ramas.

Luego mencionó las bendicionesque habían llegado a su vida cuandoera joven, que había conocido a suamada esposa en esa pequeña rama,y que se casaron y tuvieron cuatrohijos: uno que sirvió una misión enWashington, D.C.; otro que sirvióuna misión en Leeds, Inglaterra;una hija que se casó en el templo; yotra que está esperando el regresode un misionero. Expresó su grati-tud por todas las bendiciones quehabía recibido en el transcurso de suvida y en la vida de sus hijos que ha-bían servido misiones y en la de sushijas.

Durante los últimos 40 años, hasido cuatro veces obispo en cuatrounidades distintas y su esposa ha sidopresidenta de la Sociedad de Socorroen tres ocasiones. Actualmente, él esconsejero de la presidencia de la es-taca de Edimburgo. Él dice: “Me ju-bilaré muy pronto de la empresadonde trabajo. He logrado mucho yahora planeamos servir una misiónjuntos”.

Luego me dijo: “Esta maravillosaIglesia ha tejido un manto de mila-gros en nuestras vidas”. Lo voy a re-petir: “Esta maravillosa Iglesia hatejido un manto de milagros ennuestras vidas”.

Luego relató cómo el Evangelio

llegó a su vida, a la de su esposa, a la

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de todos sus hijos y a la de sus nie-tos. Los nietos son miembros activosde la Iglesia, y él y su esposa tienenel gran deseo de salir al mundocuando se jubilen de sus profesiones.

Cuando concebimos la majestuo-sidad, el impacto y la dirección espi-ritual que surte en la tierra, y queesta obra está destinada a llegar atodos los pueblos del mundo, esemocionante contemplar lo que nosespera.

El hermano y la hermana Andrusde Walnut Creek, California, habíanservido cuatro misiones y fueron lla-mados a servir en Zimbabue y asig-nados al distrito de Bulawayo enZimbabue. Esa fue su quinta misión.

Al relatar las cosas maravillosasque lograron hacer para reactivar alos miembros, ella cuenta que habíaun pequeño órgano electrónico por-tátil en la capilla y que enseñó a al-gunos de los niños de Bulawayo atocar el órgano. También había unpequeño teclado en otra habitación,así que ella daba una clase donde

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La ley del ayunoÉlder Joseph B. WirthlinDel Quórum de los Doce Apóstoles

“El ayuno, combinado con la oración fervorosa, tiene gran poder; puedellenar nuestra mente con revelaciones del Espíritu y fortalecernos contralos momentos de tentación”.

estaba el órgano y otra donde estabael pequeño teclado. Enseñaba a losniños a tocar el órgano después dela escuela. Como parte del procesode reactivación, empezaron unaclase de preparación para el temploy antes de finalizar su misión pusie-ron a 28 miembros en un autobúsdesde Bulawayo hasta Johanesburgopara asistir al templo, un viaje de1.040 kilómetros que toma dos díasy una noche. Ellos comentan:“Hablamos de cómo nos sentimosahora que tenemos 70 años, este parde ancianos que recorre África yque vive la mejor época de su vida;no podría ser mejor”.

El Dr. Alan Barker, quien se hajubilado de una clínica de Salt Lake,es un experimentado cardiólogo deesta ciudad, y junto con su esposa,aceptó un llamamiento misional enlas Filipinas. Mientras estaba allá,lograron una obra extraordinaria alayudar a corregir un serio problemacon una enfermedad. Estuvo allá eltiempo suficiente para ayudar a en-contrar una solución para el proble-ma y obtener el equipo médico y lasmedicinas necesarias.

Estos son ejemplos del estupendoservicio que brindan los matrimo-nios misioneros en diferentes partesdel mundo.

Les dejo mi amor y mi testimoniode que Dios vive y de que esta obraes verdadera. La palabra jubilaciónno se encuentra en la Biblia.Tampoco creo que se encuentre enel diccionario de la Biblia. ¿Acasono es fascinante pensar en lo quepuede suceder en nuestras vidasahora y en las posibilidades que sepresentan ante nosotros si creemosy entendemos que tenemos un com-promiso y una dedicación de vivirlos principios del Evangelio deJesucristo y de bendecir la vida deotras personas?

Es mi ruego que sean bendeci-dos. Que en su pecho arda un sen-timiento ferviente; que en este díasientan lo que yo siento; que estaobra es verdadera y cuyo objetivoes el ayudarnos a llevar a cabo elplan eterno de salvación y exalta-ción. En el nombre de Jesucristo.

M

Amén. �

is queridos hermanos yhermanas, al igual que us-tedes, creo que el élder

David B. Haight es una inspiraciónpara la Iglesia entera y para muchosotros.

Hace dos mil años, sobre la arenay las piedras de Galilea, caminó unhombre al que muy pocos recono-cieron por Quien verdaderamenteera: el Creador de mundos, elRedentor, el Hijo de Dios.

Un intérprete de la ley se le acer-có y le preguntó: “Maestro, ¿cuál esel gran mandamiento en la ley?”

Jesús contestó : “Amarás alSeñor tu Dios con todo tu corazón,y con toda tu alma, y con toda tumente.

“Este es el primero y grande man-damiento.

“Y el segundo es semejante:Amarás a tu prójimo como a ti

mismo.

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“De estos dos mandamientos de-pende toda la ley y los profetas”1.

Por medio del profeta José Smith,el Señor ha establecido nuevamenteSu Iglesia entre los hombres. LaIglesia de Jesucristo de los Santos delos Últimos Días, restaurada sobre latierra en estos últimos días, se cen-tra en esos dos mandamientos que elSalvador proclamó como los másgrandes: el amar a nuestro PadreCelestial y el amar a nuestro próji-mo. Nuestro Salvador dijo: “Si meamas, me servirás y guardarás todosmis mandamientos” 2. Una forma enla que demostramos nuestro amor espor medio del cumplimiento de laley del ayuno. Esta ley se basa sobreun principio primordial pero profun-do —una simple práctica— que, sise observa con el espíritu apropiado,nos ayudará a acercarnos más anuestro Padre Celestial y a fortalecernuestra fe, al mismo tiempo que nosayudará a aliviar las cargas de losdemás.

En La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días se alien-ta a los miembros a ayunar siempreque su fe tenga que ser fortalecidaen forma especial, y a ayunar enforma regular una vez al mes en eldía de ayuno. En ese día, nos abste-nemos de comer y de beber por doscomidas consecutivas, estamos eníntima comunión con nuestro PadreCelestial y contribuimos una ofren-da de ayuno para ayudar a los po-bres. La ofrenda debe ser por lomenos el equivalente del valor delos alimentos que hubiéramos comi-do. Por lo general, se designa el pri-

mer domingo de cada mes como
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Una serie de escaleras cerca de las puertas del lado sur del Centro deConferencias llevan al balcón del centro y a los jardines y a la plaza queestán sobre el techo.

domingo de ayuno. Ese día, a losmiembros que físicamente puedanhacerlo, se les alienta para que ayu-nen, oren y den testimonio de la ve-racidad del Evangelio y den unaofrenda de ayuno generosa. “La leydel ayuno”, enseñó el élder MiltonR. Hunter, “es quizás tan antiguacomo la familia humana… En tiem-pos antiguos, los líderes–profetasdieron a los miembros de la Iglesiael mandamiento de observar la leydel ayuno y la oración”3.

En las Escrituras, observamos queel ayuno casi siempre va unido de laoración. Sin la oración, el ayuno noes en realidad un ayuno completo;es simplemente pasar hambre. Si de-seamos que nuestro ayuno sea algomás que simplemente el abstenernosde comer, debemos elevar nuestroscorazones, nuestras mentes y nues-tras voces en comunión con nuestroPadre Celestial. El ayuno, combina-do con la oración fervorosa, tienegran poder; puede llenar nuestramente con revelaciones del Espírituy fortalecernos contra los momentosde tentación.

El ayuno y la oración nos sirvenpara desarrollar en nuestro interiorla valentía y la confianza; puedenfortalecer nuestro carácter y cimen-tar nuestro autodominio y discipli-na. Muchas veces, cuandoayunamos, nuestras oraciones y pe-ticiones justas adquieren un poderaún mayor. Los testimonios crecen;maduramos espiritual y emocional-mente, y santificamos nuestra alma.Cada vez que ayunamos, obtenemosun poco más de control sobre nues-tros apetitos y pasiones mundanos.

El ayuno y la oración puedenayudarnos en lo referente a nuestrafamilia y a nuestro trabajo diario.Nos ayudan a magnificar nuestrosllamamientos en la Iglesia. El presi-dente Ezra Taft Benson enseñó: “Sidesea obtener el espíritu de su oficioy llamamiento como nuevo presi-dente de quórum, nuevo miembrodel sumo consejo, nuevo obispo, [o,podría agregar, nueva presidenta dela Sociedad de Socorro], trate deayunar por cierto tiempo. No quierodecir que simplemente dejen de

comer una comida y luego que

coman el doble en la siguiente.Estoy hablando del ayuno verdaderocon oración durante ese tiempo. Esole dará el verdadero espíritu de suoficio y llamamiento y permitirá queel Espíritu obre por su intermediomás que cualquier otra cosa de queyo sepa”4.

El profeta José Smith enseñó:“Sirva esto de [ejemplo] para todoslos santos, y nunca habrá carenciade pan: Cuando los pobres esténpasando hambre, ayunemos un día,aquellos que tengamos lo suficien-te, y demos lo que hubiésemos co-mido a los obispos para ayudar a lospobres, y todos tendrán en abun-dancia por largo tiempo… Y entanto todos los santos vivan eseprincipio con corazones alegres yrostros de felicidad, siempre ten-drán en abundancia”5.

Los profetas del Libro de Mormón

enseñaron la ley del ayuno: “Y he

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aquí, aconteció que el pueblo deNefi se regocijó en extremo porqueel Señor de nuevo lo había libradode las manos de sus enemigos; portanto, le dieron gracias al Señor suDios; sí, y ayunaron y oraron mucho,y adoraron a Dios con un gozo in-mensamente grande”6.

Los cuatro hijos de Mosíah die-ron el ejemplo de la poderosa com-binación del ayuno y la oración.Ellos enfrentaron fuerzas abrumado-ras, pero aún así obraron milagros alllevar a miles de lamanitas al cono-cimiento de la verdad. Ellos com-partieron el secreto de su éxito.Escudriñaron las Escrituras y “se ha-bían dedicado a mucha oración yayuno”; ¿y cuál fue el resultado?“…tenían el espíritu de profecía y elespíritu de revelación, y cuando en-señaban, lo hacían con poder y au-toridad de Dios”7.

Cuando ayunamos, hermanos y

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hermanas, sentimos hambre y, porcorto tiempo, nos ponemos literal-mente en el lugar de los hambrien-tos y los necesitados; y al hacerlo,adquirimos una comprensión mayorde las privaciones que ellos tal vezpadezcan. Cuando damos unaofrenda al obispo para aliviar el su-frimiento de los demás, no sólo ha-cemos algo sublime por los demás,sino que también hacemos algo ma-ravilloso por nosotros mismos. El reyBenjamín enseñó que, al dar denuestros bienes a los pobres, retene-mos “la remisión de [nuestros] pe-cados de día en día”8.

Amulek, otro profeta del Librode Mormón, explicó que a menudonuestras oraciones no tienen poderporque volvemos la espalda a los ne-cesitados9. Si piensan que el PadreCelestial no escucha sus peticiones,pregúntense si están prestandoatención a las súplicas de los pobres,de los enfermos, de los hambrientosy de los afligidos que los rodean.

Hay quienes contemplan la abru-madora necesidad que hay en elmundo y piensan: En realidad, ¿quépuedo hacer yo para cambiar lascosas?

Con claridad les voy a decir unacosa que pueden hacer: Vivan la leydel ayuno y contribuyan una gene-rosa ofrenda de ayuno.

Las ofrendas de ayuno se utilizanpara un solo propósito: para bende-cir la vida de los necesitados. Tododinero que se le entrega al obispo encalidad de ofrenda de ayuno se utili-

za para ayudar a los pobres. Cuandolos donativos exceden las necesida-des locales, se pasan más adelantepara satisfacer las necesidades enalgún otro lugar.

En calidad de Apóstol del SeñorJesucristo, he viajado por el mundotestificando de Él. Hoy he venidoante ustedes para dar otro testimo-nio, un testimonio del sufrimiento yla necesidad de millones de hijos denuestro Padre Celestial. En elmundo de hoy, demasiadas personas—miles y miles de familias— pasannecesidades a diario. Tienen ham-bre, sufren frío, padecen enfermeda-des, se afligen por sus hijos, selamentan por la seguridad de sus fa-milias. Esas personas no son extran-jeros ni advenedizos, sino hijos denuestro Padre Celestial; son nues-tros hermanos y hermanas; son“conciudadanos de los santos, ymiembros de la familia de Dios”10.Sus fervientes oraciones asciendenal cielo para suplicar una tregua, unalivio del sufrimiento. En estemismo momento, en este mismo día,algunos miembros, incluso en nues-tra Iglesia, oran por ese milagro queles permitiría superar el sufrimientoque los rodea. Si, teniendo los medios para hacerlo, no tenemoscompasión por ellos y no nos apre-suramos a ayudarles, corremos el pe-ligro de estar entre los que el profetaMoroni menciona al decir: “Porquehe aquí, amáis el dinero, y vuestrosbienes, y vuestros costosos vestidos,y el adorno de vuestras iglesias, más

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de lo que amáis a los pobres y losnecesitados, los enfermos y los afligi-dos”11.

Cuán bien recuerdo a mi padre,el obispo de nuestro barrio, llenarmi carrito rojo de cuatro ruedas concomida y ropa y después decirme —como diácono de la Iglesia— que ti-rara de él y visitara las casas de losnecesitados de nuestro barrio.

Muchas veces, cuando los fondosde las ofrendas de ayuno se termina-ban, mi padre sacaba dinero de supropio bolsillo para proveer de ali-mentos a los necesitados de su redila fin de que no pasaran hambre. Ésaera la época de la Gran Depresión[en Estados Unidos] y había muchasfamilias que sufrían.

Recuerdo haber visitado a unafamilia en particular: una madre en-ferma, un padre sin empleo y desa-lentado y sus cinco niños desemblantes pálidos, todos desanima-dos y hambrientos. Recuerdo la gra-titud que iluminó sus rostros cuandollegué hasta su puerta con mi pe-queño carro repleto de provisionesque tanto necesitaban. Recuerdocómo sonrieron los niños; cómolloró la madre y cómo se quedó allíel padre, con la cabeza inclinada, sinpoder hablar.

Ésas y muchas otras impresionesforjaron en mi interior amor por lospobres, amor por mi padre que sirviócomo pastor de su rebaño, y amor porlos fieles y generosos miembros de laIglesia que sacrificaron tanto para ali-viar el sufrimiento de los demás.

Hermanos y hermanas, en ciertosentido, ustedes también pueden lle-var a una familia necesitada un ca-rrito repleto de esperanza. ¿Cómo?Al pagar una generosa ofrenda deayuno.

Padres, enseñen a sus hijos ladicha de un ayuno apropiado.¿Cómo pueden hacerlo? Al igualque con cualquier otro principio delEvangelio: permítanles ver que uste-des viven por medio del ejemplo.Después, ayúdenles a vivir la ley delayuno por sí mismos, poco a poco.Ellos pueden ayunar y también daruna ofrenda, si lo desean. Al ense-ñar a nuestros hijos a ayunar, puede

otorgarles este poder para resistir las
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Una caída de agua desciende tresniveles hacia el exterior del Centrode Conferencias.

tentaciones a lo largo de su trayectoen la vida.

¿Cuánto debemos dar en ofren-das de ayuno? Mis hermanos y her-manas, la cantidad de nuestrasofrendas para bendecir a los pobreses una medida de la gratitud quesentimos hacia nuestro PadreCelestial. Nosotros, los que hemossido bendecidos tan abundantemen-te, ¿daremos la espalda a los que ne-cesiten de nuestra ayuda? El dar unagenerosa ofrenda de ayuno es la me-dida de nuestra disposición de con-sagrarnos a aliviar el sufrimiento delos demás.

El hermano Marion G. Romney,que era el obispo de nuestro barriocuando fui llamado a la misión y quemás tarde prestó servicio comomiembro de la Primera Presidenciade la Iglesia, amonestó: “Sean gene-rosos en sus dádivas para que asípuedan progresar, y no den solamen-te para beneficiar al pobre, sino porsu propio bienestar. Den lo suficientepara poder obtener el reino de Diospor medio de la consagración de sutiempo y de todos sus bienes”12.

Los diáconos de la Iglesia tienenla obligación sagrada de visitar loshogares de todos los miembros pararecoger las ofrendas de ayuno para

los pobres. El presidente Monson

una vez me contó cómo él, siendoun obispo joven, comenzó a percibirque los jóvenes diáconos de su barrioprotestaban por tener que levantarsetan temprano para recoger las ofren-das de ayuno. En lugar de llamar laatención a esos jovencitos, ese sabioobispo los llevó a la Manzana de losServicios de Bienestar en Salt LakeCity.

Allí los muchachos conocieron auna señora discapacitada que mane-jaba la central de teléfonos. Vierona un señor ciego pegar etiquetas enlas latas y a un anciano hermano co-locar mercadería en los estantes. Elpresidente Monson dijo, como re-sultado de lo que ellos vieron: “Unsilencio profundo se apoderó de losjovencitos mientras contemplabanla forma en que el esfuerzo que ha-cían una vez por mes ayudaba a re-caudar los sagrados fondos de lasofrendas de ayuno que ayudaban alos necesitados y proporcionabanempleo a gente que de otro modono podría trabajar”13.

Como miembros de la Iglesia, te-nemos la sagrada responsabilidad deayudar a los necesitados y de aliviarsus pesadas cargas. El cumplimientode la ley del ayuno puede beneficiara la gente de todos los países. El pre-sidente Gordon B. Hinckley pregun-tó: “¿Qué sucedería si se observarael principio del ayuno y de las ofren-das en todo el mundo? Se daría decomer al hambriento, se vestiría aldesnudo, se daría refugio a los queno tienen hogar… En el corazón delas personas de todas partes creceríaun nuevo nivel de preocupación yde generosidad”14.

El ayunar con el espíritu apropia-do y a la manera del Señor nos vigo-rizará espiritualmente, fortaleceránuestra autodisciplina, llenará nues-tros hogares de paz, iluminará nues-tro corazón con dicha, nos fortificarácontra la tentación, nos prepararápara tiempos de adversidad y abrirálas ventanas de los cielos.

Escuchen las ricas bendicionesque se profetizan para quienes vivanla ley del ayuno: “Entonces invoca-rás, y te oirá Jehová; clamarás, y diráél: heme aquí… Jehová te pastorea-

rá siempre, y en las sequías saciará

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tu alma, y dará vigor a tus huesos; yserás como huerto de riego, y comomanantial de aguas, cuyas aguasnunca faltan”15.

Al vivir la ley del ayuno no sólonos acercaremos más a Dios me-diante la oración, sino que alimen-taremos al hambriento y cuidaremosdel pobre. Cada vez que lo hagamos,cumpliremos con ambos grandesmandamientos sobre los cuales “de-pende toda la ley y los profetas”16.

Sé que Jesús el Cristo vive. Séque el presidente Gordon B.Hinckley es nuestro profeta, videntey revelador y doy testimonio solem-ne de esta realidad. También doytestimonio de que Él que tuvo com-pasión por “uno de estos… más pe-queños”17, contempla con amor ycompasión a quien hoy “socorre alos débiles, levanta las manos caídasy fortalece las rodillas debilitadas”18.

Elevo mi voz en testimonio y pro-mesa, junto con los grandes apósto-les que nos han precedido, quequienes vivan la ley del ayuno des-cubrirán sin ninguna duda las ricasbendiciones que acompañan a esesagrado principio. De esto testificosolemnemente en el nombre deJesucristo. Amén. �

NOTAS1. Mateo 22:37–40.2. D. y C. 42:29.3. Will a Man Rob God?, 1952,

págs. 207–208.4. The Teachings of Ezra Taft Benson,

1988, págs. 331–332.5. History of the Church, tomo 7,

pág. 413.6. Alma 45:1.7. Véase Alma 17:2–3.8. Mosíah 4:26.9. Véase Alma 34:28.10. Efesios 2:19.11. Mormón 8:37.12. Véase “Las bendiciones del ayuno”,

Liahona, diciembre de 1982, pág. 4.13. “Sé ejemplo de los creyentes”,

Liahona, enero de 1997, pág. 51.14. Véase “La situación de la Iglesia”,

Liahona, julio de 1991, pág. 61.15. Isaías 58: 9, 11.16. Mateo 22:40.17. Mateo 25:40.

18. D. y C. 81:5.
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Unidos en amor y testimonioÉlder John K. CarmackDe los Setenta

“Los miembros de la Iglesia están unidos en Cristo por medio del amor yel testimonio. El sendero de esta dispensación que conduce a nuestroSalvador pasa por José y el Libro de

Hace diecisiete años, durantela sesión del domingo por latarde de la conferencia ge-

neral, respondí a la asignación delpresidente Hinckley de hablar ennombre de seis hermanos a los querecientemente se nos había llamadocomo Setenta. Me hallaba aguar-dando mi turno entre dos grandesapóstoles, los élderes Marvin J.Ashton y Bruce R. McConkie. Sentísu amor y apoyo mientras contem-plaba con inquietud la congregaciónde santos reunidos en elTabernáculo. Dicho sea de paso, hoydía el número es cuatro veces másgrande. El élder Ashton, al percibirmis sentimientos, me susurró: “Séque es una vista asombrosa, peroson sus amigos”. Al ponerme de pie

para discursar por primera vez, sentí

el amor de los santos derramarsesobre mí, y desde entonces, en todaspartes del mundo a donde nos hanllevado mis asignaciones, mi esposa,Shirley, y yo hemos sentido esemismo amor y hemos intentado co-rresponderlo.

La unidad de los santos es únicay poderosa. La he visto y percibidoprácticamente en cada continente yen las islas del mar. Esa unidad esuno de los motivos principales delprogreso de la Iglesia; sin ella, fraca-saríamos. Tal y como explicó Jesús:“…toda ciudad o casa dividida con-tra sí misma, no permanecerá”1. Ladivisión y las fallas abundan en elmundo, mas “uno somos todos, unoen verdad”2. Disfrutamos de esa uni-dad bajo la dirección espiritual denuestro profeta. Nuestras posesio-nes, estado social o color de la pielno importan; el banquete delEvangelio está libremente al alcancede todos los que deseen participarde sus manjares. Jesús dijo a Sus dis-cípulos: “Vendrán muchos deloriente y del occidente, y se senta-rán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos”3. La Iglesiaavanza tranquilamente en cres-cendo, al igual que una orquestasinfónica se aproxima al punto cul-minante, fortaleciendo las comuni-dades a medida que crece.

Disfrutamos de esa unidad a tra-vés del amor; no podemos comprar-la ni forzarla. Nuestro métodoconsiste en “persuadir… y con sabi-

Mormón”.

duría, amor y luz bendecir… Pero

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jamás la mente del hombre forzar”4.Cuando actuamos de forma diferen-te, reducimos nuestro derecho a quese nos reconozca como discípulos deCristo. “En esto conocerán todos[los hombres] que sois mis discípu-los, si tuviereis amor los unos conlos otros”5.

Ese amor unificador viene combi-nado con nuestro testimonio perso-nal. Si se les pidiera, casi cadamiembro podría y accedería a com-partir su testimonio en esta confe-rencia. Sí, estamos unidos en amor ytestimonio.

Mi testimonio está edificado en lasfirmes convicciones de que el Librode Mormón es verdadero y que Jesúses nuestro Salvador, un cimiento espi-ritual que me ha ayudado a resistir lastormentas de las dificultades y laduda. Comencé a leer el Libro deMormón cuando era joven y he con-tinuado aprendiendo y bebiendo desu espíritu con cada estudio.

Estuve en el último grupo de mi-sioneros que fueron llamados antesde que las demandas de la guerra conCorea llamara a filas a nuestros jóve-nes, y participé en cinco días de capa-citación en la casa de la Misión SaltLake, en la calle State. Uno de nues-tros instructores fue Bryant S.Hinckley, un prominente líder de laIglesia y un maestro estimulante queinvitó a los misioneros allí reunidos acompartir los motivos por los que creían que el Libro de Mormón eraverdadero. Yo me quedé asombradopor la gran variedad de razones queexpusieron. En aquella ocasión sugeríque, aparte del testimonio delEspíritu, me había impresionado elnúmero de nombres nuevos de perso-nas, lugares, animales y cosas quehabía en el libro.

Cincuenta años después todavíame siguen impresionando esos nombres nuevos. Cuando losarqueólogos informaron sobre eldescubrimiento de unas piedras enel sur de Arabia con el nombre“Nahom” grabado en ellas, prestémucha atención. Dichas inscripcio-nes parecen datar del año 700 a.C.Leemos que Ismael fue enterrado enun lugar llamado Nahom, uno de los

nombres que me impresionaron.
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Sigue aumentando la evidenciade la autenticidad del Libro deMormón. Durante su misión enAlemania, Jack Welch encontróunos versículos en el libro deMosíah que formaban claramenteun quiasmo o configuración de ideasen forma de X. Ese hallazgo eviden-ciaba una autoría antigua en vez demoderna, y los eruditos continúanencontrando y publicando nuevasreflexiones sobre lo que dice el libroy cómo lo dice. Un distinguido pro-fesor de literatura ha publicado re-cientemente un estudio que hahecho del Libro de Mormón duran-te su vida, detallando su sorpren-dente variedad de formas literarias6.Los estadísticos han descubierto evi-dencias de múltiples autores dellibro; y aunque todas estas eviden-cias hayan contribuido a mi testimo-nio, el testimonio original ypoderoso del Espíritu Santo ha per-manecido firme e inquebrantable, yse ha repetido en muchas ocasiones.

También me pregunto si aprecia-mos plenamente el valor y la fortale-za del testimonio de los testigos queaparece publicado en cada ejemplardel Libro de Mormón. OliverCowdery, David Whitmer y MartinHarris vieron las planchas y el ángel,y José también mostró las planchasde oro a otros ocho hombres que lasvieron y las palparon7. Dichos testi-gos no negaron sus testimonios, nijamás han sido éstos impugnados.Los ocho testigos adicionales, dehecho, testificaron: “Hemos visto ysopesado [las planchas], y [José]Smith las tiene en su poder”. Lostestigos han sido importantes paramí. El Señor dijo a José que las de-claraciones de éstos probarían “almundo que las Santas Escrituras sonverdaderas, y que Dios inspira a loshombres y los llama a su santa obraen esta edad y generación, así comoen las antiguas”8.

Tras haber descubierto que elLibro de Mormón es verdadero, de-bemos preguntarnos: “¿Cuál es sumensaje?”. Alma —y, a propósito, elprofesor Welch afirma que reciente-mente se descubrió el uso antiguode la palabra Alma—, al hablar al

pueblo de Gedeón, hizo hincapié en

el mensaje central del libro, y dijo:“…muchas cosas han de venir; y heaquí, hay una que es más importan-te que todas las otras, pues he aquí,no está muy lejos el día en que elRedentor viva y venga entre su pue-blo”9. Sí, por supuesto, Alma… lavenida de Jesús y Su Expiación,efectuada en Getsemaní y en lacruz, son de seguro más importantesque cualquier otro conocimientoque pueda obtener una persona. Yel Libro de Mormón es “Otro testa-mento de Jesucristo”, como procla-ma su subtítulo.

Incluso antes de leer el Libro deMormón, tenía un testimonio infantilde Jesús. La primera vez que fui cons-ciente de Él fue cuando mi abuelaCarmack, una artista conocida en sucomunidad, me mostró la belleza de

la puesta de sol en Arizona, y luego

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me preguntó: “John Kay, ¿quién creóeste mundo maravilloso?”; y respon-diendo a su misma pregunta dijo:“Jesús creó este mundo. Sí, Él locreó”. Por supuesto que mi abuelatenía razón; Jesús, el hijo de Dios,creó los mundos bajo la dirección delPadre10. Por cierto, los abuelos nodeben subestimar la influencia quetienen en la vida de sus nietos.

La expiación de Cristo es la doc-trina central, pero aún de mayorconsuelo y beneficio ha sido lo ma-ravillosamente accesible e indivi-dual que ha sido Su misericordia yayuda en mi vida. Estas conocidaspalabras encierran mis sentimientossobre ese aspecto importante de lainfluencia y el ministerio de Jesús.

“En vida o muerte, salud o dolor,

a ricos y pobres que tengan su luz,
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Cómo mejorar nuestraexperiencia en el temploÉlder L. Lionel KendrickDe los Setenta

“Existe una diferencia entre simplemente asistir al templo y el tener unamagnífica experiencia espiritual”.

en mar o en tierra, en todo lugar,de todo peligro os libra Jesús”11.

Durante esos momentos caóticospor los que parecemos pasar; cuandopadecemos ansiedad o desespera-ción; cuando se nos malinterpreta omenosprecia; según se requiera,nuestro Salvador puede socorrernosy ayudarnos en momentos de necesi-dad, y lo hará. Su socorro nos da paz.¿Acaso no dijo Él: “En el mundotendréis aflicción; pero confiad, yohe vencido al mundo”?12. ¡Ah, cuán-to he precisado esa paz! Y la he reci-bido en condiciones diversas, segúnlo exigían mis circunstancias y mi situación.

Para concluir, los miembros de laIglesia están unidos en Cristo pormedio del amor y el testimonio. Elsendero de esta dispensación queconduce a nuestro Salvador pasapor José y el Libro de Mormón13.Por ellos podemos saber que la rela-ción que el Nuevo Testamento hacede Jesús es verdadera. Jesús es nues-tro Salvador y Redentor. Debemosaprovechar toda oportunidad paraproclamar: “Aleluya, ¡grande eresTú!”.

El presidente Hinckley es Su pro-feta en la tierra. Ésta es Su Iglesia.Ruego que nuestra unidad sea unaevidencia al mundo de que somosdiscípulos Suyos. En el nombre deJesucristo. Amén. �

NOTAS1. Mateo 12:25.2. “Con valor marchemos”, Himnos,

Nº 159.3. Mateo 8:11.4. “Know This, That Every Soul Is

Free”, Hymns, Nº 240.5. Juan 13:35.6. Richard Dilworth Rust, Feasting on

the Word: The Literary Testimony of the Bookof Mormon, 1997.

7. “El testimonio de ocho testigos”,Libro de Mormón.

8. D. y C. 20:11.9. Alma 7:7.10. Véase Hebreos 1:1–2.11. “Qué firmes cimientos”, Himnos,

Nº 40.12. Juan 16:33.

U

13. D. y C. 5:10.

na de las mayores bendicio-nes que tenemos hoy día esla oportunidad de asistir al

templo. Con el creciente número detemplos, sus bendiciones están al al-cance de un número cada vez mayorde miembros de la Iglesia.

Esas bendiciones no deben to-marse a la ligera. El Salvador hamandado que no debemos “[tratar]con liviandad las cosas sagradas” (D. y C. 6:12).

El templo y las santas ordenanzasson muy sagrados y debemos ser es-piritualmente sensibles a ellos. Elasistir al templo para adorar alSeñor es una sagrada bendición.

Existe una diferencia entre sim-plemente asistir al templo y el teneruna magnífica experiencia espiritual.Las verdaderas bendiciones del tem-

plo se reciben cuando mejoramos

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nuestra experiencia en él. Para ha-cerlo, debemos sentir un espíritu dereverencia y adoración por ese lugar.

ESPÍRITU DE REVERENCIAQuienes asisten al templo deben

recordar el consejo del Señor cuan-do dijo: “Mi santuario tendréis enreverencia” (Levítico 19:30). La re-verencia es una expresión de pro-fundo respeto, honor y adoraciónpor el Señor. Es tener veneraciónpor Su nombre, Sus palabras, Sus or-denanzas y convenios, Sus siervos,Sus capillas y Sus templos.

Es una manifestación externa delo que sentimos por Él. Siempre de-bemos recordar que vamos a Susanta casa, el templo del Señor, porinvitación Suya. Debemos respondera esta invitación siendo dignos, es-tando preparados y teniendo el tem-plo como prioridad en nuestra vida.Mientras nos encontremos en eltemplo debemos actuar como si es-tuviéramos en Su santa presencia.

El ser reverentes significa no sólomantener silencio, sino ser cons-cientes de lo que está sucediendo.Supone un deseo divino de aprendery ser receptivo a las impresiones delEspíritu, así como una búsqueda demayor luz y conocimiento. La irreve-rencia no es sólo una falta de respe-to hacia la Deidad, sino que haceque sea imposible que el Espíritu nosenseñe lo que precisamos saber.

En el templo debemos conversaren un tono reverente, pues la reve-rencia no es cosa trivial ni munda-

na. Tiene consecuencias eternas y se
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Vista del Centro de Conferencias desde la calle North Temple.

debe tratar como algo divino. Paraser reverentes debemos ver el tem-plo como un lugar de pureza y desantidad.

Lugar de pureza. El templo es unlugar de pureza y es de suma impor-tancia que lo mantengamos puro ysanto. El Salvador prometió:

“Y si mi pueblo me edifica unacasa en el nombre del Señor, y nopermite que entre en ella ningunacosa inmunda… mi gloria descansa-rá sobre ella.

Sí, y mi presencia estará allí, porque vendré a ella…” (D. y C.97:15–16).

Quienes entren al templo debenpreparar tanto el corazón como lamente. Deben poder responder afir-mativamente a las preguntas deAlma cuando dijo:

“¿Podréis mirar a Dios en aqueldía con un corazón puro y manoslimpias? ¿Podréis alzar la vista, te-niendo la imagen de Dios grabada envuestros semblantes?” (Alma 5:19).

Cuando somos reverentes en eltemplo, ayudamos a mantenerlopuro y santo, libre de distracciones yofensas para el Espíritu. Debemos

recordar no decir ni hacer nada que

sea ofensivo para el Señor.El presidente David O. McKay

aconsejó: “Al entrar en un edificiode la Iglesia, entramos en la presen-cia de nuestro Padre Celestial; y estepensamiento debe ser incentivo suficiente para preparar el corazón,la mente y aun la vestimenta, para presentarnos apropiada y debidamente en Su presencia”(Improvement Era, julio de 1962,pág. 509).

La reverencia comprende el pen-sar, hablar, sentir y actuar como loharíamos si estuviéramos delantedel Señor.

Lugar de santidad. El templo es unlugar de santidad; es el lugar mássanto y sagrado sobre la tierra y se ledebe tratar con el más alto grado dereverencia y respeto. La reverenciaque mostremos en el templo es unamanifestación al Señor de que loconsideramos un lugar divino y quelo reconocemos como Su santa casa.

ESPÍRITU DE ADORACIÓNEl templo es un lugar de adora-

ción y la reverencia es una formadivina de adorar, pues es la manera

de rendir culto en el reino celestial.

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En la visión de los grados de gloriaque recibió el profeta José Smith sedescribe la adoración celestial conlas siguientes palabras:

“Y así vimos la gloria de lo celes-tial… donde Dios, el Padre, reina ensu trono para siempre jamás;

“ante cuyo trono todas las cosasse inclinan en humilde reverencia, yle rinden gloria para siempre jamás”(D. y C. 76:92–93).

Nuestra adoración en el templonos prepara para vivir en la presenciade nuestro Padre Celestial y de SuHijo, a quienes debemos adorar en unespíritu de humildad y de reverencia.

La verdadera adoración delSeñor en Su santa casa implica elque debemos mejorar nuestra expe-riencia en el templo. Podemos tenermagníficas experiencias espiritualesen el templo al hacer lo siguiente:

Primero, al entrar en el templodebemos dejar el mundo atrás, y se-gundo, debemos obtener mayor luz yconocimiento.

Dejar el mundo atrás. Cuando en-tremos en el templo debemos dejarel mundo atrás; debemos sentircómo sería entrar en la presencia

del Señor. Podríamos considerar los
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pensamientos y las conversacionesque tendríamos en Su santa presen-cia. El poder captar la visión de estemomento nos ayudará a prepararnospara entrar en Su presencia y dejar elmundo atrás al entrar en el templo.

1. PensamientosAl acercarnos a las inmediacio-

nes del templo, debemos hacer a unlado nuestros pensamientos trivialesy concentrarnos en nuestras sagra-das responsabilidades mientras ser-vimos en la casa del Señor.

Nuestros pensamientos deben serde naturaleza espiritual, pues debe-mos recordar que el Señor los cono-ce. Él habló a Ezequiel y le dijo: “Y lascosas que suben a vuestro espíritu, yolas he entendido” (Ezequiel 11:5).

2. ConversacionesEl Salvador nos ha dado impor-

tantes consejos concernientes anuestras conversaciones en el temploy ha dicho: “Por consiguiente, cesadde todas vuestras conversaciones li-vianas, de toda risa… de todo vues-tro orgullo y frivolidad…” (D. y C.88:121).

Del mismo modo que dejamosnuestros pensamientos triviales atrásal aproximarnos a las inmediacionesdel templo, también debemos dejaratrás nuestras conversaciones mun-danas. Es inapropiado hablar decuestiones de negocios, de placer ode sucesos de actualidad.

No sólo lo que hablamos en eltemplo es importante, sino la mane-ra que lo hablamos. La voz que use-mos para comunicarnos en todolugar del templo debe ser siempresuave y apacible. Ésa debe ser nues-tra voz en el templo.

En el templo debe guardarse si-lencio en los lugares donde se llevena cabo ordenanzas sagradas, permi-tiéndose la comunicación necesariapara la realización de dichas orde-nanzas. Esos lugares son sagrados yen ellos no se debe conversar deasuntos mundanos.

El Señor nos ha dado el siguienteconsejo amoroso que nos ayudará amejorar nuestra experiencia deltemplo al dejar el mundo atrás: “Yde cierto te digo que desecharás lascosas de este mundo y buscarás las

de uno mejor” (D. y C. 25:10).

Tal vez sea apropiado recordar laspalabras de reprensión del Señor aDavid Whitmer:

“Sino que tus pensamientos hanestado en las cosas de la tierra másque en las que son de mí, tuCreador… y no has prestado aten-ción a mi Espíritu…

“Por tanto, quedas a solas paraconsultarme por ti mismo…” (D. y C.30:2–3).

Procura obtener mayor luz y conoci-miento. El obtener mayor luz y cono-cimiento no es un proceso pasivo; espreciso concentrarse en las cosas delEspíritu y buscar las lecciones espiri-tuales que se deben aprender. ElSalvador aconsejó: “Y si vuestra miraestá puesta únicamente en mi gloria,vuestro cuerpo entero será lleno deluz y no habrá tinieblas en vosotros; yel cuerpo lleno de luz comprendetodas las cosas” (D. y C. 88:67).

El Espíritu Santo es el maestro enel templo. Él enseña principios designificado eterno. Es durante estainstrucción que vemos la relación

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que existe entre lo terrenal y lo eter-no. Debemos recordar que el Espíritusólo enseña a los que son dóciles. Sientramos al templo en busca demayor luz y conocimiento, podremosaprender algo nuevo durante nuestraexperiencia en él. El Salvador prome-tió: “Lo que es de Dios es luz; y elque… persevera en Dios, recibe másluz, y esa luz se hace más y más res-plandeciente hasta el día perfecto”(D. y C. 50:24).

CONCLUSIÓNRuego que mejoremos nuestra ex-

periencia del templo con un espíritude reverencia, tratándolo como unlugar de pureza y santidad. Que me-joremos nuestra experiencia del tem-plo con un espíritu de adoración,dejando atrás las cosas del mundo ybuscando mayor luz y conocimiento.Si hacemos esto, el Señor nos ben-decirá y estaremos preparados paravivir en Su santa presencia. De estotestifico en el sagrado nombre deJesucristo. Amén. �

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La edificación del reinoÉlder Bruce D. PorterDe los Setenta

“Desde sus primeros días, la Iglesia del Señor ha sido edificada por gentecomún que magnificó sus llamamientos con humildad y devoción”.

Hace casi 25 años, nuestrafamilia vivía en Massa-chusetts, donde yo estaba

haciendo un curso de posgrado. Miprograma de estudios exigía dema-siado tiempo y yo disponía de pocotiempo libre. Un domingo en laIglesia se me acercó la presidenta dela Primaria y me preguntó si podríaservir como maestro suplente du-rante dos semanas. En esa época, laPrimaria se efectuaba en un día dela semana por la tarde y sabía quesería difícil encontrar tiempo en mihorario para enseñar esa clase. Peroluego de cierta vacilación, acepté.

Llegó el día de enseñar en laPrimaria. Esa tarde yo estaba en labiblioteca de la universidad, absortoen un libro de política internacio-nal. De alguna manera, el tema queestudiaba me parecía más importan-te que la clase de la Primaria que seacercaba y, por lo tanto, no fue sino

hasta unos 30 minutos antes de que

empezara la clase que me puse a re-pasar la lección que debía enseñar.Luego caminé desde la bibliotecahasta la capilla, que colindaba conel campus. Mi actitud negativa debede haber lentificado mis pasos, por-que llegué algunos minutos tarde.Al llegar a la puerta del salón de laPrimaria, los niños empezaban acantar el himno de apertura. Erauna canción que yo nunca había es-cuchado y cuya melodía y mensajeme conmovieron profundamente:

Como os he amado, amad a otros.Un nuevo mandamiento, amad a

otros.Por esto sabrán que sois discípulos

míos,si os amáis unos a otros.(“Amad a otros”, Himnos, N° 203)

Mientras me quedé allí, inmóvil,a la entrada, el Espíritu me atestiguóque estaba observando la clase másimportante que se efectuaba enCambridge, Massachusetts, ese día.

En docenas de salones de clases yde laboratorios de la universidad, de-dicados eruditos buscaban respuestasa los problemas del mundo. Sin em-bargo, por valiosos que hubieran sidoesos esfuerzos, la universidad nodaba ni podía dar las respuestas fina-les a los problemas de un mundoaquejado de problemas. Allí, frente amí, estaba la respuesta del Señor: Laquieta edificación de Su reino sobrela tierra por medio de la enseñanzadel Evangelio de Jesucristo. Lo quetenía lugar en la Primaria ese día formaba una pequeña parte del plandivinamente revelado para la salva-

ción de un mundo caído.

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En referencia a la Restauración, elSeñor declaró en octubre de 1831:“Las llaves del reino de Dios han sidoentregadas al hombre en la tierra, yde allí rodará el evangelio hasta losextremos de ella, como la piedra cortada del monte, no con mano, hade rodar, hasta que llene toda la tie-rra” (D. y C. 65:2). La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días es ese reino cuyo destino esllenar toda la tierra. En la milagrosasabiduría del Todopoderoso, la edifi-cación del reino de Dios en los últi-mos días se llevará a cabo por mediostan sencillos y claros como lo que ob-servé en la Primaria aquel día.

Nos regocijamos al escuchar quese construyen templos en todas par-tes del mundo y que en lejanas na-ciones las puertas se están abriendoal Evangelio. Edificada sobre el fun-damento de apóstoles y profetas, laIglesia del Señor va a todo el mundopor medio de misioneros llamados yapartados para proclamar Su pala-bra. A veces, quizás, podamos sen-tirnos inclinados a ver la edificacióndel reino como algo que tiene lugarmás allá del horizonte, muy lejos denuestras ramas y barrios, pero la ver-dad es que la Iglesia avanza tanto envirtud de un crecimiento exteriorcomo de un refinamiento interior.“Porque Sión debe aumentar en be-lleza y santidad; sus fronteras se hande ensanchar; deben fortalecerse susestacas…” (D. y C. 82:14).

No tenemos que ser llamados aservir lejos del hogar ni tenemos quetener un cargo prominente en laIglesia ni en el mundo para edificarel reino del Señor. Lo edificamos ennuestro propio corazón cuando cul-tivamos el Espíritu de Dios en nues-tras vidas. Lo edificamos dentro denuestras familias, al inculcar la fe ennuestros hijos. Y lo edificamos pormedio de la organización de laIglesia a medida que magnificamosnuestros llamamientos y comparti-mos el Evangelio con nuestros veci-nos y amigos.

Mientras nuestros misioneros la-boran en campos listos para la siega,otras personas trabajan en casa forta-leciendo el reino en sus barrios y

en las comunidades donde residen.
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Desde los primeros días, la Iglesia delSeñor se ha estado edificando pormedio de gente común que magnifi-có sus llamamientos en forma humil-de y devota. No importa a qué oficioseamos llamados, sólo que actuemos“con toda diligencia” (D. y C.107:99). En las palabras de la revela-ción moderna: “Por tanto, no os can-séis de hacer lo bueno, porque estáisponiendo los cimientos de una granobra. Y de las cosas pequeñas proce-den las grandes” (D. y C. 64:33).

El presidente Joseph F. Smith ob-servó en una ocasión: “Las causasimportantes no triunfan en una solageneración” (Enseñanzas de losPresidentes de la Iglesia: Joseph F.Smith, pág. 114). Más que en ningu-na otra parte, es en la familia, en eltranquilo santuario del hogar, dondelas generaciones se unen en la edifi-cación del reino de Dios. La crianzade los hijos es una labor divina. La

Primera Presidencia ha hecho un

llamado a los padres de la Iglesiapara que tengan la noche de hogarpara la familia y la oración familiar,estudien el Evangelio en el hogar ypasen tiempo con los hijos en activi-dades sanas. Cuando los padres y lasmadres enseñan a sus hijos las ver-dades eternas que una vez se les en-señaron a ellos, pasan la antorchade la verdad a otra generación y elreino se fortalece aún más.

Somos vigilantes del faro cuya luzjamás debe morir

(Traducción libre, “For theStrength of the Hills”, Hymns, N° 35).

Cuando yo era niño, a menudo,mientras nos encontrábamos senta-dos alrededor de la mesa del come-dor, mi padre dirigía a nuestra familiaen conversaciones sobre el Evan-gelio. Sólo con la perspectiva de losaños entiendo hoy día lo que contri-

buyeron a mi propio testimonio esas

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horas reunidos nosotros en familia.Me regocijo en la profecía de Isaíasde que llegará el tiempo en que“…sobre toda la morada del montede Sión” habrá una “nube… de día, yde noche resplandor de fuego queeche llamas…” (Isaías 4:5), cuandoel Espíritu de Dios morará en los ho-gares de Su pueblo continuamente.

El reino del Señor abarca no so-lamente la Iglesia y la familia, sinotambién el corazón y la mente de Supueblo. Como lo enseñó el Salvadordurante Su ministerio terrenal:“…el reino de Dios está entre voso-tros” (Lucas 17:21). Si realmentedeseamos contribuir a la gran obrade los últimos días, estaremos con lamira puesta en la gloria de Dios,nuestras mentes iluminadas por el“testimonio de Jesús” (Apocalipsis19:10), nuestros corazones puros yconsagrados. La oración personal, elestudio y la meditación son vitalespara la edificación del reino dentrode nuestras almas. Es en los silen-ciosos momentos de meditación ycomunión con el Todopoderoso quellegamos a conocerlo y a amarlocomo nuestro Padre.

Doy testimonio de que el reino deDios ha sido restaurado a la tierra,para que jamás vuelva a ser quitado.Bajo la dirección de nuestro PadreEterno, Jesucristo es el Autor yConsumador de esta obra, la piedraangular de la Iglesia y el Santo deIsrael. Que en la fortaleza y el poderdel Señor edifiquemos el reino deDios sobre la tierra para que estépreparado para recibir el reino de loscielos a la hora de Su venida. En laspalabras de un himno de batalla quetambién puede considerarse comoun himno de la Restauración:

Ha llamado a la carga y no retrocederá.

A los hombres que lo siguenJesucristo probará.

¡Oh, sé presta, pues, mi alma a seguirle donde va!

Pues Dios avanza ya.(“Himno de batalla de la Repúb-

lica”, Himnos, Nº 28.)

En el nombre de Jesucristo.

Amén �
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Enfoque y prioridadesÉlder Dallin H. OaksDel Quórum de los Doce Apóstoles

“Si la información de que se dispone se utiliza de un modo juicioso esmucho más valiosa que la gran cantidad de información que se deja enbarbecho”.

Al acercarnos a la conclusiónde esta magnífica conferen-cia, es oportuno preguntar-

nos qué nos vamos a esforzar porllegar a ser a causa de lo que hemosoído decir a los siervos del Señor.

Somos responsables de nuestrosactos y seremos juzgados por la formaen que empleemos lo que hayamosrecibido. Ese principio eterno se apli-ca a todo lo que se nos ha dado. Enla parábola de los talentos (véaseMateo 25:14–30), el Salvador ense-ñó ese principio con respecto a la uti-lización de lo que nos pertenezca. Elprincipio de la responsabilidad tam-bién se aplica a los medios espiritua-les que se nos han proporcionado enlas enseñanzas que hemos recibido ya las valiosas horas y días que se noshan adjudicado durante nuestrotiempo en la vida terrenal.

Deseo examinar la forma en queese principio de la responsabilidad se

aplica a nuestro empleo del mayortiempo libre y de la información conque contamos en la actualidad.

Debido a la prolongación de lasexpectativas de vida y a los dispositi-vos modernos que sirven para ahorrartiempo, la mayoría de nosotros tene-mos mucho más tiempo libre que elque tenían nuestros predecesores.Somos responsables de la forma enque utilicemos ese tiempo. “No des-perdiciarás tu tiempo” (D. y C. 60:13)y “cesad de ser ociosos” (D. y C.88:124), mandó el Señor a los prime-ros misioneros y miembros. “El tiem-po veloz vuela”, dice un himnoconocido, “y ya no vuelve más. Vieney sigue adelante, no se detiene jamás.Si cuidado no tenemos, la oportuni-dad perderemos. De prisa se va la vida, es como si fuese un día”(“Improve the Shining Moments,”Hymns, 1985, Nº 226).

La importancia del mayor tiempolibre de que disponemos se ha real-zado considerablemente gracias a latecnología moderna de la recupera-ción de datos. Para bien o para mal,la Internet y los discos compactoshan puesto a nuestro alcance inme-diato existencias extraordinarias deinformación, conocimientos e imá-genes. Junto con las comidas rápi-das, tenemos comunicacionesrápidas y hechos rápidos. El efectoque esos recursos han surtido en al-gunos de nosotros parece cumplir laprofecía del profeta Daniel de queen los últimos días “muchos corre-rán de aquí para allá, y la ciencia seaumentará” (Daniel 12:4).

Al tener mucho más tiempo librey una escala mucho más amplia de

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posibilidades de emplearlo, es pru-dente reexaminar los principios fun-damentales por los que debemosguiarnos. Si bien las circunstanciastemporales cambian, las leyes y losprincipios eternos que deben guiarlo que escogemos hacer no cambianjamás.

I.Hay un cuento sencillo y diverti-

do que contiene una advertencia yque me gusta porque es fácil tradu-cirlo a diversos idiomas y culturas.

Dos hombres formaron una socie-dad. Construyeron un pequeño co-bertizo junto a un transitadocamino. Consiguieron un camiónque condujeron hasta el campo decultivo de un agricultor, donde com-praron una camionada de melones aun dólar por melón. Condujeron elcamión cargado hasta el cobertizoque habían hecho junto al camino,donde vendieron los melones a undólar cada uno. Volvieron al campodel agricultor y compraron otra ca-mionada de melones a un dólar pormelón. Los transportaron hasta elmismo lugar junto al camino, y denuevo vendieron los melones a undólar por unidad. Al volver en el ca-mión al campo del agricultor, uno delos socios dijo al otro: “Oye, no esta-mos ganando mucho dinero en estenegocio, ¿no te parece?”. “No, no es-tamos ganando nada”, le contestó elasociado y agregó: “¿Crees que nece-sitamos un camión más grande?”.

Nosotros tampoco necesitamosuna camionada más grande de infor-mación. Al igual que los dos sociosdel cuento, lo que más necesitamoses un enfoque más claro sobre cómodebemos valorar y utilizar lo que yatenemos.

Gracias a la tecnología moderna,el contenido de enormes bibliotecas,así como otros medios de informa-ción están al alcance inmediato demuchos de nosotros. Algunos deci-den pasar innumerables horas curio-seando al azar en la Internet, viendoprogramas insignificantes de televi-sión o leyendo rápidamente otrasfuentes voluminosas de informa-ción. ¿Pero con qué fin? Los que se dedican a esos pasatiempos son

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como los socios del cuento: van deprisa de aquí para allá cada vez conmás carga, sin captar la verdad esen-cial de que no podremos sacar ga-nancias de nuestro trabajo mientrasno comprendamos el verdadero valorde lo que ya tenemos al alcance.

Un poeta describió ese conceptoerróneo como un “ciclo intermina-ble” que reporta “conocimiento depalabras e ignorancia de la Palabra”,en lo cual “la sabiduría” se “pierdeen el conocimiento” y el “conoci-miento” se “pierde en la informa-ción” (T. S. Eliot, “Choruses fromthe Rock”, The Complete Poems andPlays, 1909–1950 [1962], pág. 96).

Tenemos miles de veces más in-formación disponible que la que tu-vieron Thomas Jefferson o AbrahamLincoln. Sin embargo, ¿quiénes denosotros se considerarían mil vecesmás cultos o más útiles a nuestrossemejantes que ellos? La índolemagnífica de lo que esos dos hom-bres nos dieron —incluidos laDeclaración de la Independencia yel Discurso de Gettysburg— no sepuede atribuir a que tenían grandesfuentes de información, puesto quesus bibliotecas eran comparativa-mente pequeñas según nuestras nor-mas. La virtud de ellos radicó en elempleo juicioso e inspirado de unacantidad limitada de información.

Si la información de que se dispo-ne se utiliza de un modo juicioso esmucho más valiosa que la gran can-tidad de información que se deja enbarbecho. Yo tuve que aprender esa lección obvia cuando estudiabaabogacía.

Hace más de cuarenta y cincoaños, fui por primera vez a una bi-blioteca de jurisprudencia en la quehabía cientos de miles de libros dederecho. (Hoy en día una bibliotecade ese tipo contendría millones depáginas adicionales accesibles me-diante la recuperación electrónicade datos.) Cuando comencé a pre-parar el trabajo de investigación queme habían designado, pasé muchosdías buscando en cientos de libros elmaterial que necesitaba. No tardéen darme cuenta de la verdad evi-dente (ya conocida para los investi-

gadores expertos) de que nunca

acabaría aquel trabajo dentro delmargen de tiempo de que disponía sino enfocaba la investigación al em-pezar y la detenía oportunamentepara tener tiempo de analizar lo quehubiera hallado y redactar mis con-clusiones.

Ante el exceso de información delos espléndidos recursos que se noshan dado, debemos comenzar porenfocar lo que deseemos averiguarpara que no nos volvamos como losde la conocida profecía referente ala gente de los últimos días:“…siempre están aprendiendo, ynunca pueden llegar al conocimien-to de la verdad” (2 Timoteo 3:7).Además necesitamos horas de tran-quilidad y meditación con oración alprocurar transformar la informaciónen conocimiento y el conocimientomaduro en sabiduría.

También debemos enfocar laatención a fin de evitar lo que seadañino. La abundante información ylas imágenes accesibles en laInternet exigen un enfoque nítido ydefinido, así como autodominio paraevitar acceder a la pornografía quees un flagelo cada vez mayor ennuestra sociedad. En el diarioDeseret News se comentaba hacepoco en un editorial: “Las imágenesque solían esconderse en mostrado-res apartados ahora son fácilmenteaccesibles en el computador u orde-nador” (21–22 de febrero de 2001,pág. A12). La Internet ha hecho ac-cesible la pornografía a las personascasi sin esfuerzo y muchas veces sinque tengan que salir de la intimidadde su casa. La Internet también hafacilitado las actividades predatoriasde adultos que se valen del anoni-mato y de la accesibilidad de la redpara llegar secretamente a los niñoscon fines malignos. ¡Padres y jóve-nes, cuídense de ellos!

Hay muchas referencias delEvangelio en esta fácilmente accesi-ble avalancha de información. Porejemplo, en el sitio “web” de nuestraIglesia ahora se puede acceder atodos los discursos de las conferen-cias generales y a otros artículos delas revistas de la Iglesia de los pasa-dos treinta años. Los maestros pue-

den bajar grandes cantidades de

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información sobre cualquier tema.Si un volante está enfocado directa-mente en el tema de la lección, esmuy útil; pero demasiados volantespueden restar valor a nuestro es-fuerzo por enseñar los principios delEvangelio con claridad y testimonio.Demasiado material complementa-rio empobrecerá en lugar de enri-quecer porque hará borroso elenfoque de los alumnos sobre elprincipio designado y los alejará delprocurar con oración aplicar esosprincipios a ellos mismos.

Nefi enseñó: “…Deleitaos en laspalabras de Cristo; porque he aquí,las palabras de Cristo os dirán todaslas cosas que debéis hacer” (2 Nefi32:3). Eso es enfoque. Nefi tambiéndijo de cuando enseñaba las Escritu-ras: “apliqué todas las Escrituras a no-sotros mismos para nuestro provechoe instrucción” (1 Nefi 19:23). Eso esaplicación personal.

Como un ejemplo más de la ne-cesidad de enfocarnos en lo indis-pensable al emplear para enseñar lasgrandes fuentes de información delpasado, comparen el valor que tie-nen hoy en día los consejos queBrigham Young dio a la gente haceciento cuarenta años con lo que elpresidente Hinckley y los demássiervos del Señor nos están diciendoa cada uno, ahora mismo, en estaconferencia. O comparen el valorque tienen para nosotros algunosotros hechos o consejos que se die-ron en tiempos ya remotos con loque dijo el presidente de estaca enla última conferencia de nuestra es-taca o con lo que nos aconsejó elobispo el domingo pasado.

Lo más valioso de eso es la im-portancia de lo que el Espíritu nosha indicado anoche o esta mañanacon respecto a nuestras necesidadesparticulares. Cada uno de nosotrosdebe cuidarse de que la actual abun-dancia de información no ocupenuestro tiempo de un modo tancompleto que no podamos enfocarla atención para oír y obedecer lavoz apacible y delicada que está allípara guiarnos en medio de nuestraspropias dificultades de hoy día.

Espero que estas advertencias

sobre la necesidad de enfocar las
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Una pequeña fuente en el interiordel Centro de Conferencias capta laatención de algunas personas queasisten a la conferencia.

cosas no se interprete como hostilhacia el empleo selectivo de lanueva tecnología que ha puesto anuestro alcance inmediato tal abun-dancia de información. Respecto deeso, hago eco a lo que dijo BrighamYoung, que indicó:

“Cada descubrimiento en la cien-cia y en el arte que sea realmenteverdadero y provechoso para la hu-manidad ha sido concedido por re-velación directa de Dios… Debemosaprovechar todos esos grandes des-cubrimientos… y dar a nuestroshijos el beneficio de todo segmentode conocimiento útil, a fin de prepa-rarlos para dar un paso adelante yhacer su parte con eficacia en lagran obra” (Deseret News, 22 de oc-tubre de 1862, pág. 129).

II.También debemos tener priorida-

des. Nuestros asuntos prioritariosdeterminan lo que buscamos en lavida. La mayor parte de lo que se haenseñado en esta conferencia tieneque ver con el orden de prioridad delas cosas. Confío en que prestemosoídos a esas enseñanzas.

Jesús enseñó del orden prioritariocuando dijo: “Por tanto, no busquéislas cosas de este mundo, mas buscadprimeramente edificar el reino deDios, y establecer su justicia, y todasestas cosas os serán añadidas” (TJSMateo 6:38). “Buscad primeramenteedificar el reino de Dios” significa darprioridad absoluta a Dios y a Su obra.La obra de Dios es llevar a cabo lavida eterna de Sus hijos (véaseMoisés 1:39), y todo lo que esto con-lleva en el nacimiento, la crianza, laenseñanza y el sellamiento de loshijos de nuestro Padre Celestial.Todo lo demás está más abajo en elorden de prioridades. Pensemos enesa realidad al reflexionar en algunasenseñanzas y algunos ejemplos delorden de prioridad de las cosas.Como alguien dijo: “Si no hemos es-cogido primeramente el reino deDios, al final no importa lo que haya-mos escogido en su lugar”.

En cuanto al conocimiento, lamáxima prioridad del conocimientoreligioso se debe dar a lo que recibi-

mos en el templo. Ese conocimiento

se adquiere con las enseñanzas ex-plícitas y simbólicas de la investidu-ra y con la inspiración del Espírituque recibimos si estamos deseososde buscar y estamos aptos para per-cibir la revelación que se nos da enese sagrado lugar.

Con respecto a los bienes que seposeen, Jesús enseñó que “la vidadel hombre no consiste en la abun-dancia de los bienes que posee”(Lucas 12:15). Por lo tanto, no de-bemos hacernos tesoros en la tierra“donde la polilla y el orín corrom-pen, y donde ladrones minan y hur-tan” (Mateo 6:19). En otraspalabras, los tesoros de nuestro co-razón —a lo que damos prioridad—no deben ser lo que las Escriturasllaman “las riquezas [y]… las vani-dades de este mundo” (Alma39:14). Las “vanidades del mundo”comprenden cualquier combinaciónde las cuatro características munda-nas de los bienes que se poseen, elorgullo, la prominencia y el poder.En lo que atañe a eso, las Escriturasnos recuerdan que “no las puedesllevar contigo” (Alma 39:14).Debemos andar en busca de la clasede tesoros que las Escrituras prome-ten a los fieles: “grandes tesoros deconocimiento, sí, tesoros escondi-dos” (D. y C. 89:19).

Alrededor de nosotros tenemos losbuenos ejemplos de los que buscan

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tesoros permanentes: los que “tienenhambre y sed de justicia” (Mateo 5:6)y ponen el reino de Dios en primerlugar en su vida. Entre los más visi-bles de esos ejemplos tenemos a loshombres y a las mujeres que dejan aun lado sus actividades seculares e in-cluso se despiden de sus familiarespara servir al Señor en la misión.Decenas de miles de ellos son misio-neros jóvenes. Además, tributo unhomenaje particular a los que sirvenen el campo misional en los años dela madurez, algunos como líderes mi-sionales y otros como matrimoniosmisioneros. Su servicio notable evi-dencia aquello a lo que dan prioridad,y su ejemplo admirable es una guíatanto para sus familiares como paratodos los que los conocen.

Aquello a lo que damos prioridades más visible en la forma en queempleamos nuestro tiempo. Alguienha dicho: “Tres cosas no vuelvenjamás: la flecha que se ha lanzado,la palabra que se ha hablado y laoportunidad que se ha perdido”. Nopodemos reciclar ni guardar el tiem-po que se nos adjudica cada día. Enlo que respecta al tiempo, sólo tene-mos una oportunidad de escoger yluego se va para siempre.

Las decisiones acertadas que to-mamos son especialmente importan-tes en nuestra vida familiar. Porejemplo, ¿cómo pasan los miembrosde la familia su tiempo libre juntos?El pasar tiempo juntos es necesario,pero no es suficiente. Debemos re-girnos por un orden de prioridadesal emplear el valioso tiempo quedamos a nuestras relaciones familia-res. Comparemos el efecto del tiem-po que se pasa en la misma salasimplemente viendo un programa detelevisión con la trascendencia deltiempo que se dedica a la comunica-ción de unos con otros individual-mente y como familia.

Veamos otros ejemplo: ¿Cuántotiempo dedica la familia a aprenderel Evangelio mediante el estudio delas Escrituras y las enseñanzas delos padres en comparación con eltiempo que los miembros de la fa-milia dedican a ver competicionesdeportivas, programas de entrevis-

tas o telenovelas? Creo que muchos
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Hasta la próxima vezPresidente Gordon B. Hinckley

“Se celebran las conferencias… para fortalecer nuestro testimonio de estaobra, fortificarnos contra la tentación y el pecado, elevar nuestra visión y recibir instrucción”.

de nosotros estamos sobrealimenta-dos con espectáculos de mala cali-dad y mal alimentados con el pande vida.

Con respecto al orden de priori-dades de las decisiones de gran im-portancia (como por ejemplo, losestudios, la ocupación, el lugar deresidencia, el cónyuge o la materni-dad), debemos preguntarnos cuálserá la consecuencia eterna de esa de-cisión. Algunas decisiones que pare-cen convenientes para la vidaterrenal tienen riesgos inaceptablespara la eternidad. Al tomar todasesas decisiones debemos tener uninspirado orden de prioridades yaplicarlo de manera que nos repor-ten bendiciones eternas tanto a no-sotros como a nuestros familiares.

Entonces, después de haberhecho todo lo que hayamos podido,debemos recordar el sabio consejo yla consoladora aseveración del reyBenjamín, que enseñó: “Y miradque se hagan todas estas cosas conprudencia y orden; porque no seexige que un hombre corra másaprisa de lo que sus fuerzas le permi-ten” (Mosíah 4:27).

Los asuntos prioritarios fundamen-tales de los Santos de los ÚltimosDías tienen dos aspectos: Primero,procuramos comprender nuestra rela-ción con Dios el Padre Eterno y conSu Hijo Jesucristo, y afianzar esa rela-ción al recibir Sus ordenanzas salva-doras y guardar los convenios quehemos hecho. Segundo, procuramoscomprender nuestra relación connuestros familiares y afianzar esosvínculos al efectuar las ordenanzasdel templo y guardar los conveniosque hacemos en ese santo lugar. Esosvínculos, afianzados de la manera quehe explicado, brindan bendicioneseternas que no se obtienen de ningu-na otra manera. Ninguna combina-ción de ciencias, éxito, posesión debienes, orgullo, prominencia o poderpueden proporcionar esas bendicio-nes eternas.

Testifico que esto es verdadero, ytestifico de Dios el Padre, cuyo Planestablece el camino, y de nuestroSalvador Jesucristo, cuya expiaciónhace posible todo. En el nombre de

H

Jesucristo. Amén. �

ermanos y hermanas,hemos disfrutado de unaconferencia maravillosa

con discursos inspiradores. Se hancontestado las oraciones de los dis-cursantes y las de los que los hemosoído, y todos hemos sido edificados.Ahora bien, antes de pronunciar mispalabras de clausura, quisiera haceruna pequeña explicación. La gentese ha estado preguntando por quérazón ando caminando con bastón;ese se ha convertido en el tema deconversación estos días. Pues vi queBrigham Young usaba bastón, JohnTaylor usaba bastón y WilfordWoodruff tenía un bastón, y el presi-dente Grant usaba un bastón en suedad avanzada. Vi al presidenteMcKay con bastón y a SpencerKimball con bastón, de modo quesólo estoy poniéndome a la moda.

La verdad es que padezco unpoco de vértigo; me mareo un poco

al estar de pie, y los doctores no

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saben cuál es la razón de ello; perotodavía me seguirán examinando yespero que esto se acabe en uno odos días.

Y bien, todos nos hemos sentidoedificados en esta gran conferencia.Al partir hoy, todos debemos teneruna mayor determinación de hacerlo bueno que cuando nos reunimosayer por la mañana.

Constantemente me maravillocon estas reuniones semestrales.Hemos escuchado a veintiséis ora-dores durante estos dos días, un nú-mero bastante elevado. A cada unose le informó del tiempo que dispon-dría, pero a nadie se le dijo sobrequé tendría que hablar. Aun así,todos los discursos parecen armoni-zar uno con otro, como cada hebradel tapiz de un diseño magnífico yhermoso. Creo que casi cada perso-na de este vasto auditorio mundialpuede decir de uno o más de los dis-cursos: “Eso iba dirigido a mí. Eso esprecisamente lo que necesitaba oír”.

Éste es el motivo por el que se ce-lebran las conferencias: para fortale-cer nuestro testimonio de esta obra,fortificarnos contra la tentación y elpecado, elevar nuestra visión y recibirinstrucción sobre los programas de laIglesia y el modelo de nuestra vida.

Por supuesto que muchas iglesiastienen reuniones multitudinarias,pero no sé de ninguna otra que secompare con estas conferencias quese celebran cada seis meses, año trasaño. Verdaderamente son conferen-cias mundiales.

Esta obra tiene vida y vigor a me-dida que avanza por todo el mundo,tanto en comunidades grandes

como pequeñas. Su brillantez reside
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en los misioneros que enseñan enlugares lejanos de nombres extrañosy en los conversos que son fruto deesa enseñanza. Siempre que tengoocasión de viajar, me gusta visitarlas ramas remotas, grandes y peque-ñas, donde se lleva a cabo una gran-diosa labor pionera.

Ahora, hermanos y hermanas,salgamos de esta conferencia conuna mayor determinación de vivir elEvangelio; de ser más fieles, mejorespadres y madres, hijos e hijas; de sercompletamente leales unos a otroscomo familias, y plenamente fieles ala Iglesia como miembros.

Ésta es la santa obra de Dios. Esdivina en origen y en doctrina.Jesucristo está a la cabeza. Él esnuestro Salvador y Redentor inmor-tal. Su revelación es la fuente denuestra doctrina, nuestra fe y nues-tra enseñanza; de hecho, es el ejem-plo de nuestra vida. José Smith fueun instrumento en las manos delTodopoderoso para llevar a caboesta restauración; y el elemento bá-sico de la revelación está hoy en laIglesia como lo estuvo en la épocade José.

Nuestro testimonio individual deestas verdades es la base de nuestra

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fe, y debemos nutrirlo y cultivarlo.Jamás debemos renunciar a él; nopodemos hacerlo a un lado, pues sinél no tenemos nada, y con él lo te-nemos todo.

Al volver a nuestros hogares,ruego que notemos un fortaleci-miento de nuestra fe en estas ver-dades eternas y constantes. Ruegoque haya paz y amor en nuestrascasas, y abundancia de las cosasbuenas del cielo y de la tierra. Esmi humilde oración, al despedirmede ustedes hasta la próxima vez, enel sagrado nombre de Jesucristo.Amén. �

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pueblo pequeño de Canadá. Cuando

Su guía celestialSharon G. LarsenSegunda Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

“Si oran a menudo y buscan conocer la voluntad del Señor como lo hizoNefi, el Señor les mostrará el camino”.

Reunión General de las Mujeres Jóvenes24 de marzo de 2001

Aesta altura de la vida, talvez ustedes ya hayan pasadopor la experiencia de tratar

de hacer algo que parecía muy difícily que requería más capacidad o ex-periencia de la que tenían. Y tal vezmientras intentaban realizar esatarea aparentemente imposible,haya habido personas, tal vez ami-gos, que trataron de desanimarlas,avergonzarlas y denigrarlas. Los de-safíos son diferentes para cada indi-viduo, pero la Fuente de ayuda es lamisma. Analicemos la experienciade Nefi.

Nefi se crió en el desierto. No sa-bemos si había visto un barco antesde que el Señor le mandara queconstruyera uno, —¡una tarea apa-rentemente imposible!— pero teníafe en que el Señor lo ayudaría. Nefidijo que el Señor le mostraba “de

cuando en cuando” cómo debíaconstruirlo (1 Nefi 18:1). Nos cuen-ta que no lo construyó de la maneraque los hombres construyen los bar-cos, sino “según el modo” que lehabía mostrado el Señor (1 Nefi18:2), y luego nos dice cómo lo hizo.“Y yo, Nefi… oraba al Señor; por loque el Señor me manifestó grandescosas” (1 Nefi 18:3).

Si oran a menudo y buscan cono-cer la voluntad del Señor como lohizo Nefi, el Señor les mostrará elcamino. Pero con toda seguridad,cuando más se esfuercen por obede-cer, se enfrentarán a la fuerte oposi-ción de quienes deseen desanimarlasy disuadirlas. Los disidentes de Nefieran sus propios hermanos. ¡Qué di-fícil situación!

Tal vez haya momentos en queustedes, mujeres jóvenes, sientanque están pasando por una expe-riencia como la de Nefi. El Señor noles ha pedido que construyan unbarco, sino que construyan su vida.Todavía no saben qué aspecto toma-rá su vida mortal una vez completa,pero su Padre Celestial sí lo sabe ypuede guiarlas paso a paso. Les pideque edifiquen su vida de acuerdocon Sus pautas porque Él es quienlas creó y desea que estén listas paravolver a Su presencia algún día. Talcomo Nefi, ustedes tal vez tengandetractores y disidentes que deseanque cambien su curso o que por lomenos retrasen su progreso.

Pero ustedes tienen acceso almismo sistema de comunicación queNefi usó. Mucho antes del correo

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electrónico y del fax, de los teléfo-nos celulares y de las antenas para-bólicas, de las computadoras y deInternet, ya existía la comunicacióncon nuestro Padre Celestial.Antecede a todo tipo de invenciónactual para el beneficio de la comu-nicación y su poder se extiende através del cosmos.

Nuestro Padre Celestial les hadado el don del Espíritu Santo paraque las ayude cuando busquen Suayuda de todo corazón. Tal comoNefi, ustedes pueden saber quéhacer para construir su vida deacuerdo con el plan del Señor.Busquen su poder para que las ayudea abrirse paso a través de los desafíosde la vida terrenal hasta que lleguena salvo al hogar celestial.

No se necesita equipo especial niexperiencia, posición social ni dine-ro para que el Espíritu Santo lasguíe. La próxima vez que renuevensus convenios bautismales al tomarla Santa Cena, pongan atención a lapromesa: si recuerdan siempre alSalvador y guardan Sus manda-mientos, tendrán Su Espíritu conustedes (véase D. y C. 20:77, 79).¡Piensen en eso! Con tan magníficodon, ¿por qué querríamos resistir talguía?

Mientras nuestra hija menorpracticaba piano, le sugerí que toca-ra la misma pieza cinco veces máspara que estuviera preparada parasu lección.

Ella dijo: “No, mami. Cincoveces es demasiado”.

Yo le dije: “Entonces tú decidecuántas veces necesitas tocarla”.

Respondió: “No. Elige tú, perono me digas que cinco”.

¿Nos comportamos así a vecescuando el Espíritu nos indica que ha-gamos algo que no nos parece fácil,cómodo o popular? ¿Le pedimos quenos diga algo diferente y le decimosque queremos ser obedientes peroque queremos que nos diga algo másfácil o más divertido? El tratar decomplacernos a nosotros mismospuede ser algo muy peligroso.

Recuerdo cuando tenía la edad deustedes y deseaba que el Espíritu medijera algo diferente. Me crié en un

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me gradué de secundaria éramos sólodiez, de modo que se podría decirque me contaba entre los primerosdiez alumnos más destacados de todoel grupo de graduados. Una noche,mi hermana Shirley y yo íbamos aasistir a la misma fiesta en casa deuna amiga. Mamá y papá nos recor-daron que volviéramos a casa inme-diatamente después de la fiesta.Shirley era un año menor que yo y sefue con su grupo de amigas y yo conel mío. Después de la fiesta, Shirleyse fue directo a casa, lo que le indica-ría a mamá y a papá que la fiestahabía terminado. Pero yo no fui tanprudente. Con mi grupo de amigasnos fuimos a visitar lugares entreteni-dos del pueblo: ¡los elevadores delmolino y el cementerio!

Conforme pasaban las horas,sentía con mayor intensidad quedebía irme a casa. Pero, ¿cómo ibaa ser yo la primera en decir: “Tengoque irme a casa”? M quedé con misamigas riendo y fingiendo estar pa-sándolo bien. La sensación de quedebía irme a casa continuó hacién-dose cada vez más fuerte, hasta quede modo jocoso les dije a mis ami-gas: “Si ven un auto azul más ade-lante, es mi papá que me estábuscando”. En cuanto pronunciéesas palabras vi un auto azul y a mipapá de pie en el medio del camino(no había mucho tráfico) haciendoseñas con las manos para que nosdetuviéramos. Entonces se dirigióhacia la puerta del vehículo y cuan-do la abrió me dijo con calma:“Sharon, es mejor que vengas acasa conmigo”. ¡Quería esconder-me bajo los tapetes del auto y novolver a salir! ¿Cómo podría ser mipapá tan cruel e insensible y porqué mi hermana no esperó fuera dela casa para que mamá y papá no sedieran cuenta a qué hora había ter-minado la fiesta? Hace poco lehablé a mi hermana de eso y medijo: “Esperé afuera hasta que casime congelé”. En ese entonces esta-ba totalmente segura de que la hu-millación que había sentido frentea mis amigas era culpa de todos losdemás.

A través del lente del tiempo yde la realidad, puedo ver más clara-mente lo que en verdad sucedió.Una voz quieta y apacible y no unalegión de ángeles y ni siquiera unángel, me susurró y me advirtió va-rias veces. De hecho, fue sólo unasensación. Fue tan sutil, tan callada,que fácilmente se habría podido des-cartar y aparentar que no era real,¡pero mis amigos sí lo eran!

No había cumplido con algo quese esperaba de mí. Había preferidoser popular ante mis amigas en vezde complacer a mis padres y alSeñor. Pero a pesar de que a propó-sito preferí no obedecer, el Espírituestuvo allí, dándome sus impresio-nes. No es posible hacer el mal y sen-tirse bien. El hacer de cuenta que elEspíritu no está dándonos una impre-sión cuando sí está haciéndolo, es

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como escribir la respuesta equivoca-da en un examen cuando uno sabela respuesta correcta.

Tal vez haya momentos en quepara el Espíritu sea difícil ayudarlesporque ustedes no piden su ayuda alorar o tal vez porque no estén escu-chando, o quizás porque el mensajeno puede pasar a través del estruen-do de la música, de la radio o delvideo.

Kirstin nos dice: “Por experienciapersonal, sé que si escuchamos alEspíritu, la vida no nos será tancomplicada ni estará tan llena detentaciones” (carta en el archivo dela oficina de las Mujeres Jóvenes).Lamán y Lemuel se negaron tantasveces a escuchar que “no [pudieron]sentir” esas impresiones sagradas (1 Nefi 17:45).

Pueden preguntarse a sí mismas:“¿Cómo puedo saber si es el Espíritu elque me está enseñando y no mis emo-ciones o circunstancias?”. Piensen enalguna ocasión en que estén segurasque sintieron el Espíritu del Señor.Tal vez haya sido durante la reuniónde testimonios de un campamentoo mientras estaban con la familia yustedes leían las Escrituras y ora-ban. Tal vez, durante esta reunión,mientras escuchen la música o alProfeta, sentirán ese calor en elpecho. Ese es el Espíritu Santo queles está testificando. Recuerden, re-cuerden la sensación del Espíritu yutilicen esa experiencia para defi-nirlo una y otra vez.

El Espíritu Santo les enseñará dediferentes maneras en diferentesocasiones. Nefi tuvo que aprendereso. Aprendan a reconocer la formaen que el Señor se comunica con us-tedes. Amanda nos dice: “Un día es-taba en seminario, escuchando el‘Discurso sobre el Plan de Salvación’que había escuchado un millón deveces, cuando de súbito, todo co-menzó a tener sentido y pude vercómo todo encajaba en su lugar.Pude sentir verdaderamente elEspíritu Santo y supe que todo lodel Evangelio era verdad” (carta).

Hay momentos en que la impre-sión del Espíritu no es más que unasensación de incomodidad. Una jo-vencita nos dijo: “Sentí una sensación

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Obtengamos el talentode la espiritualidadCarol B. ThomasPrimera Consejera de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes

“La espiritualidad es aprender a escuchar al Espíritu y luego permitirledirigir nuestra vida”.

extraña en el estómago y algo que meinducía a decir no y que me alejara”.Carolani estaba pasando por proble-mas especialmente difíciles; ella nosdice: “Me pregunté: ‘¿Qué querría miPadre Celestial que hiciera?’. Sentí laimpresión de leer mi bendición pa-triarcal y así lo hice. Lloré de gozo alsaber que alguien me amaba y quevalía algo” (carta).

Mujeres jóvenes, a ustedes se lesama y ustedes lo valen todo, aún lavida del Salvador. Vi una manifes-tación de este amor en una peque-ña rama de Columbia Británica,Canadá. Nos reunimos en una pe-queña casa durante una conferen-cia de rama, y en la planta bajapara la reunión de Mujeres Jóvenes.En la pared estaba el póster dellema y sobre una pequeña mesa ro-deada de cuatro sillas, un mantel deencaje y flores. Se encontraban pre-sentes la presidenta de las MujeresJóvenes de la rama, la presidenta delas Mujeres Jóvenes de la estaca,una oficial de la mesa general de laorganización y una jovencita llama-da Hawley. También se encontra-ban presentes la influencia y elpoder del Espíritu Santo. En esemismo instante aprendí una lec-ción: que el Señor se preocupatanto por una preciada jovencitacomo lo hace por las miles de todasustedes.

Lo más importante para nuestroPadre Celestial son Sus hijos. Si es importante para ustedes, es im-portante para Él. Cualquier preocu-pación que tengan ustedes espreocupación de Él. Cualquiera seala duda que tengan, el Señor tienela respuesta. Cualquier tristeza porla que estén pasando, Él sabe cómose sienten y aliviará el dolor. Él sabelo que es sentirse completamentesolo. Él les brindará consuelo.

Si mi Padre Celestial me conocíaa mí, que vivía en un pequeño pue-blo que rara vez aparecía en losmapas, las conoce a ustedes. Si Élconoce a una jovencita de una aleja-da rama de Columbia Británica, lasconoce a ustedes, dondequiera queestén. He aprendido esa verdad pormí misma y les dejo este testimonioen el nombre de Jesucristo. Amén. �

¿

Cuántas de ustedes han desea-do adquirir un nuevo talento?¿Han tomado alguna vez leccio-

nes de piano o de fútbol? Estanoche quiero hablarles en cuanto alobtener un talento, no cualquiertalento, sino uno muy especial en elque estoy segura nunca se hanpuesto a pensar. Quisiera hablarlesen cuanto al obtener el talento dela espiritualidad.

¿Sabían que la espiritualidad esun talento? El élder Bruce R.McConkie, del Quórum de los DoceApóstoles, dijo en una ocasión: “Deentre todos los talentos… el princi-pal de todos los atributos… se desta-ca el talento de la espiritualidad”(The Millennial Messiah, 1982, pág.234). La espiritualidad es aprender aescuchar al Espíritu y luego permi-tirle dirigir nuestra vida.

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¿Y cómo aprendemos a escucharal Espíritu? Primero que nada tene-mos que entender qué es el Espíritu.Segundo, veremos a las mujeres jó-venes que han aprendido a recono-cer el Espíritu. Como miembros dela Iglesia, recibimos dos dones espi-rituales: la Luz de Cristo, que se da atodos los hombres al nacer, y el donespecial del Espíritu Santo, que seles da después del bautismo, el cualnos permite “vivir mediante el poderdel Espíritu Santo, que es el poderde revelación y… testimonio”(Bruce R. McConkie, Doctrines ofthe Restoration; Sermons and Writingsof Bruce R. McConkie, ed. Mark L.McConkie, 1989, pág. 93). Una vezque sepamos lo que es el Espíritu,¿cómo podemos reconocerlo si losentimos? Eso es lo más difícil.

Recuerdo que a los catorce añosme di cuenta por primera vez lo queera el Espíritu. Me encantaba ir a laiglesia, en especial a la reunión sa-cramental, donde sentía calidez ypaz. Eso era el Espíritu. Estoy segurade que no sabía cuán importanteera; sólo sabía que me hacía sentirbien. De adulta, he aprendido queno sólo nos hace sentir bien; enseña,testifica y nos purifica del pecado;nos advierte el peligro y nos ayuda arecordar las cosas.

Algunas jovencitas luchan porreconocer el Espíritu. Una de ellasescribió: “En realidad no he tenidoninguna experiencia con el EspírituSanto y yo tengo la culpa de ello porno vivir como debo. Pero me estoyesforzando, y espero tener pronto la

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oportunidad de sentir la [reconfor-tante influencia del] Espíritu Santo”(carta en el archivo de la oficina delas Mujeres Jóvenes).

Esos sentimientos son normales.Esa joven tal vez no lo sepa, pero elEspíritu Santo le está dando el deseode sentir Su influencia. Éste no siem-pre nos da sentimientos cálidos yagradables; la mayor parte del tiem-po, la voz de inspiración es una voztranquila; una voz quieta y apacible.

Recuerdo lo que el Salvador dijoa los nefitas cuando visitó el nuevomundo: “Veo que sois débiles, queno podéis comprender todas mis pa-labras… id a vuestras casas… medi-tad las cosas que os he dicho, ypedid al Padre… que podáis enten-der” (3 Nefi 17:2–3).

Las palabras del Salvador fueronescritas para nosotros. Está bien sisomos débiles, en tanto no perma-nezcamos débiles, en tanto hagamosalgo al respecto. Katie es una joven-cita que hizo eso precisamente.Permítanme contarles su historia.

“Toda mi vida he deseado serbuena, pero llegué al punto en queme pregunté: ‘¿Cómo puede al-guien saber de verdad si la Iglesia

es verdadera?’. Acepté la invitaciónde Moroni y durante cinco mesesoré y leí las Escrituras todos los días.Una noche me senté en mi cama,casi a punto de llorar y de darme porvencida. Decidí orar y dije: ‘PadreCelestial, por favor hazme saber porlo menos que eres real. He hecho loque Tú has pedido de acuerdo conla Iglesia, y tengo que saberlo ’.Inmediatamente sentí que alguienme rodeaba con sus brazos. No oíuna voz fuerte ni vi un ángel, perosentí que mi Padre Celestial medecía: ‘Querida Katie, lo has sabidotodo el tiempo’. Fue como un padrebueno y amoroso que consolaba a suhijita” (carta).

Una de las funciones principalesdel Espíritu Santo es testificar de laverdad. El Espíritu le testificó a Katieque el Evangelio es verdadero. Katiehabía hecho su parte. Como dijo elSalvador, ella se fue a casa, estudiólas palabras de Él y oró durante cincomeses. Katie está desarrollando el ta-lento de la espiritualidad y puede uti-lizar ese don para gobernar su vida.

Los talentos son para compartirse.Al aprender a tocar piano, ustedespueden bendecir a los demás con su

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música. Al adquirir el talento de laespiritualidad, ustedes pueden utili-zar ese don para bendecir a su fami-lia. ¿Sabían que ustedes tienen ciertaresponsabilidad por la felicidad de sufamilia? El mantener a la familia felizno es tan sólo tarea de la madre odel padre. Ustedes también puedencontribuir a ello. Presten atención alo que hizo Brooke al compartir sutalento de la espiritualidad.

“Mi hermana de ocho años teníamiedo de que entraran ladrones anuestra casa. Una noche se aparecióen mi habitación y traté de explicarleque no estaba escuchando ruidos deningún extraño. Recordé que mimaestro de seminario nos decía quesiempre tratáramos de tener elEspíritu de nuestro Padre Celestialcon nosotros. De modo que oré en micorazón para recibir ayuda y no sen-tirme frustrada. De inmediato acudióa mi mente un pasaje. Abrí lasEscrituras y le pedí a ella que lo leye-ra. Le di mi testimonio acerca delEspíritu Santo y que si deseaba sentirpaz, debía arrodillarse y orar, y recibi-ría el Espíritu. Ella me dio un abrazo yun beso y se fue a acostar. Luego re-cordé a mi hermana de diez años que

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dormía en la litera de arriba. Me dijoque nunca había sabido que si alguiendeseaba eso podía orar y el Espíritu ledaría paz. Sé que el Espíritu Santo meinspiró para decir eso” (carta).

Ustedes pueden bendecir a su fa-milia de muchas maneras. Brookehizo tres cosas importantes: expresósu testimonio, oró por su hermana,y fue un ejemplo para la otra her-mana que estaba en la litera de arri-ba. Eso también fortaleció su propiaespiritualidad.

El Salvador nos invita a dar testi-monio. Él ha dicho: “Id por todo elmundo, predicad el evangelio a todacriatura” (D. y C. 68:8).

A muchas de ustedes les gustadar testimonio cuando están decampamento. Pues ya no tienen queesperar ese tiempo; ustedes puedendar testimonio a su familia con fre-cuencia, en maneras sencillas.

Cuando mis nietos me visitaron,vimos un retrato del presidenteHinckley, y dije: “Quiero al presiden-te Hinckley. Estoy tan agradecida detener un profeta viviente en la tie-rra”. Tomó tan sólo diez segundos,pero fue una enseñanza para mis nie-tos y nos sirvió para sentir el Espíritu.

Nosotros damos testimonio todoslos días por medio de nuestro ejem-plo. El mes pasado, mientras prepara-ba este discurso, mi hija Jill llegó a

casa, preparó alegre la cena y limpió

la cocina. El dulce espíritu que llevaen su corazón es una bendición ennuestro hogar. Yo sé que ella ama aJesús por la manera que demuestra suamor hacia mí. Otra forma en la quedemostramos nuestro amor haciaJesús es a través de la oración. El pre-sidente Hinckley ha dicho: “Quetodas las familias de esta Iglesia orenjuntas” (Teachings of Gordon B.Hinckley, 1997, pág. 216). “Las con-versaciones diarias que tengan con Élllevarán paz a sus corazones y gozo asus vidas, cosas que no pueden pro-venir de ninguna otra fuente”(Teachings of President Gordon B.Hinckley, pág. 216).

Ustedes pueden recordar a su fa-milia que deben orar. La oración escomo un paraguas en las tormentasde la vida. Cuando yo era una ocu-pada madre de siete niños, me sen-tía muy agradecida cuando uno demis hijos decía: “Se nos olvidó tenerla oración familiar”. A veces orába-mos detrás de la puerta antes de quelos niños salieran corriendo para ir ala escuela. Eso siempre fortaleció laespiritualidad de nuestro hogar.

Y ustedes pueden orar por su fami-lia. Si hay contención, oren para tenerun espíritu de paz. Y por sobre todo,nuestro Padre Celestial les bendecirácon paz en su corazón. La oración esun milagro; sirve para desarrollar la

espiritualidad en sus hogares.

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Recientemente, nuestro profeta,el presidente Hinckley, oró por la ju-ventud de la Iglesia; fue una expe-riencia que jamás se olvidará.

¿Se pueden imaginar qué maravi-lloso sería saber que Jesús ora pornosotras? Mientras se encontrabaentre los nefitas, “se arrodilló élmismo también en el suelo; y… oróal Padre… nadie puede conceptuarel gozo que llenó nuestras almascuando lo oímos rogar por nosotrosal Padre” (3 Nefi 17:15, 17).

¿Podrían sentir ustedes lo mismoque sintieron los niños nefitas?Cuando el Señor les ministraba,“soltó la lengua de ellos, y declara-ron cosas grandes y maravillosas…mayores aún que las que él había re-velado al pueblo” (3 Nefi 26:14).

Mediante el poder del Espíritu,ustedes también pueden declararcosas grandes y maravillosas dentrode su propia familia.

Esos niños “vieron ángeles quedescendían del cielo cual si fuera enmedio de fuego; y bajaron y cercarona aquellos pequeñitos… y los ángelesles ministraron” (3 Nefi 17:24).

Es posible que nunca vean ánge-les descender del cielo, pero les pro-meto que al dar testimonio y al oraren sus familias, ángeles invisibles lesministrarán. Al compartir su talentode espiritualidad, sentirán que la ca-lidez y el poder del Espíritu seránuna guía en su vida.

Los profetas tienen razón; uste-des, jovencitas, “forman parte de lageneración más maravillosa quejamás hayamos tenido” (Teachings of Gordon B. Hinckley, pág. 718).Ustedes pueden ser una fuerte in-fluencia en su familia. Uno de losprincipios verdaderos es que elSeñor actúa a través de las familias.

Y ahora que han aprendido laforma en que actúa el Espíritu y laforma en que ustedes, jovencitas,pueden utilizarlo para bendecir a susfamilias, rogamos que desarrollen sutalento de la espiritualidad. NuestroPadre Celestial está ansioso por de-sencadenar ese gran poder. Que elEspíritu las bendiga a medida quedesarrollan el talento de la espiritua-lidad, lo ruego en el nombre de

Jesucristo. Amén. �
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Un Consolador, unGuía, un TestificadorMargaret D. NadauldPresidenta General de las Mujeres Jóvenes

“Ustedes pueden ser guiadas en su trayecto por la vida mediante el don y el poder del Espíritu Santo”.

¿Recuerdan la canción que dice:“Me gusta pensar al leer queJesús, cumpliendo su grande mi-

sión, llamaba a todos los niños a Él,para darles su gran bendición”?(“Me gusta pensar en el Señor”,Himnos y cantos para los niños, pág.51). Imaginen cómo habría sido queJesús les pusiera las manos sobre lacabeza y les diera una bendición,como dicen las Escrituras que Élhizo cuando estuvo en la tierra.

Piensen en estar de veras cercadel Salvador; imaginen ser amadas,sanadas, bendecidas y guiadas por Élcomo esas personas lo fueron enaquel entonces. Cuando Él estuvoen la tierra, los miembros de SuIglesia le amaban, dependían de Él yeran Sus seguidores. Se podrán ima-ginar la tristeza que sintieron al pen-

sar en que Él les dejaría, pero Él

prometió: “…yo rogaré al Padre, yos dará otro Consolador, para queesté con vosotros para siempre… elConsolador… [es] el EspírituSanto” (Juan 14:16, 26). EntoncesÉl les dio el valioso don delConsolador para que les acompaña-ra cuando Él no estuviese con ellos.

El Señor también les ama a uste-des, tal como a los discípulos de an-taño. Se les ama más de lo quepuedan imaginar. Él desea que ten-gan éxito en la misión de su vida; yno tienen que afrontar solas las ex-periencias de esta vida, ni tampocose les ha enviado aquí a fracasar.

Por esta razón, les fue dado un donsagrado al tiempo de su bautismo yconfirmación, cuando les fueron co-locadas manos sobre la cabeza y lesfue dicho: “Recibe el Espíritu Santo”.Es casi como si su Padre Celestial leshubiera dado un don para celebrar suentrada oficial a Su reino en la tierra.El Santo Espíritu puede estar con us-tedes siempre y guiarlas de nuevo aDios, pero a fin de gozar los benefi-cios de este don sagrado, deben reci-birlo de verdad y luego debenutilizarlo en su vida. Qué triste seríael que se nos diera un don tan valiosopara luego dejarlo de lado y nuncautilizarlo. Me gustaría hablarles encuanto a sólo tres cosas que elEspíritu Santo puede hacer. Él puedeconsolar, guiar y testificar.

Primero, fijemos la atención en elpoder consolador del Espíritu Santo.Cuando yo era niña, enfermé grave-mente; cada día que pasaba la enfer-

medad se volvía más severa. Nada

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de lo que recomendaba el doctorparecía ayudar. En ese tiempo, la te-mible enfermedad de la polio azota-ba en proporciones casi epidémicas;arrebataba la vida de muchas perso-nas, y las que no morían, muchasveces quedaban lisiadas. Lo quetodos más temían en aquellos díasera la polio.

Una noche, mi enfermedad llegóa un punto crítico, y mi padre y miabuelo me ungieron con aceite con-sagrado, y mediante el poder delsanto Sacerdocio de Melquisedec, elcual eran dignos de poseer, suplica-ron a Dios curación, ayuda, guía yconsuelo. Luego mis padres me lle-varon a un doctor de otra ciudad,quien de inmediato nos mandó aSalt Lake City, a dos horas y mediade distancia, con la advertencia deque se apresuraran. Escuché al doc-tor decir en voz baja que estaba se-guro de que era polio.

Cuando por fin llegamos al hospi-tal de Salt Lake, nos esperaba ya elpersonal médico, quienes me arran-caron de los brazos de mis padres yrápidamente me llevaron a otrolugar; nos separamos sin ningunapalabra de despedida o explicación.Me encontraba totalmente sola ypensé que me iba a morir.

Tras los dolorosos procedimientospara hacer el diagnóstico, inclusouna punción lumbar, me llevaron auna habitación de aislamiento delhospital, donde debía permanecersola con la esperanza de que nofuera a infectar a nadie más, porqueresultó que sí tenía polio.

Recuerdo el miedo que tenía; es-taba a oscuras y me sentía muy en-ferma y muy sola. Pero mis padresme habían enseñado a orar. Me pusede rodillas a un lado de la barandillade la cama que parecía cuna y lepedí a mi Padre Celestial que mebendijera. Recuerdo que yo lloraba.Mi Padre Celestial oyó mi oración apesar de que yo era sólo una niña.Sí, lo hizo. Él envió Su poder conso-lador que pareció envolverme en unmanto de amor. Sentí el poder delEspíritu Santo y no estaba sola.

Permítanme contarles otra expe-riencia. Sé de una preciosa jovencita

que necesita consuelo debido a una
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triste situación en su vida. Ella estápreocupada por la situación de su fa-milia y la discordia que existe entresus padres, algo que le causa tristezay preocupación a ella y a sus herma-nos. Ella es la mayor y se preguntaqué puede hacer ante ese serio pro-blema. Tal vez ustedes se encuentrenen una situación similar. Aunque nohay solución fácil ni fórmula paratodo el que esté afligido o preocupa-do, hay Alguien que está muy inte-resado en lo que les está pasando ysabe qué deben hacer. Esa persona esnuestro Padre Celestial. Él se preo-cupa tanto por ustedes como si estu-viera aquí y pudiese hablarles cara acara; Él conoce los sentimientos delcorazón de esa joven así como los deustedes. Para bendecirlas, se les hadado el don de paz que brinda elEspíritu Santo. Jesús dijo: “La paz osdejo, mi paz os doy; yo no os la doycomo el mundo la da. No se turbevuestro corazón ni tenga miedo”(Juan 14:27). Jovencitas, oren pararecibir consuelo y recibirán ese don.

El segundo punto que quiero des-tacar es que el Espíritu Santo tieneel poder para guiar. Una jovencita

Jovencitas, con sus líderes y madres,de las Mujeres Jóvenes.

de 15 años sintió que necesitabaencontrar nuevas amistades. ¿Sehan sentido así alguna vez? Ella es-cribe: “No sé si alguna vez han te-nido que cambiar de amistades,pero fue en verdad lo más difícilque jamás he tenido que hacer”.Ella decidió dejar el asunto en lasmanos del Señor, y también recibióconsejos de sus padres. Dijo quedespués de varios meses “queríadarse por vencida”. Una tarde, seencontraba conversando con sumaestro de seminario y ella le con-fió su problema. Luego él dijo: “Nosé por qué te lo pregunto, pero,¿conoces a esas chicas?” Esa jovenrespondió que sí. Luego él dijo:“¿Has pensado alguna vez en ha-certe amiga de ellas?”.

“Le dije que no me sentía acepta-da. Luego me preguntó si él podríahablar con una de las muchachas.Decidí que estaría bien, si me pro-metía que no me haría pasar unavergüenza.

“Al día siguiente recibí una lla-mada telefónica de una de las mu-chachas. Es importante que sepanque esa joven formaba parte del

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se reúnen en el Centro de Conferencia

consejo estudiantil, y aunque detes-to el término, ella era ‘sumamentepopular’. Me preguntó si me gusta-ría acompañarla esa noche al juegode baloncesto. Ésa fue una de lasocasiones más divertidas y tranqui-las de mi vida. Al día siguiente, ellame presentó a otras dos muchachasde la escuela. Al instante nos hici-mos amigas. Esto ha cambiado mivida”.

Ella concluye con estas palabras:“No sé lo que ustedes piensen, peroyo preferiría que el Señor, que sabecómo saldrán todas las cosas, dirigie-ra mi vida en vez de hacerlo yo, quesólo veo las cosas del momento. Élestá a nuestro lado, ayudándonos através de la vida, aun cuando nossintamos solas” (carta en el archivode la oficina de las Mujeres Jóvenes).

El Señor nos promete que “pormotivo de la mansedumbre y la hu-mildad de corazón viene la visita-ción del Espíritu Santo, el cualConsolador llena de esperanza y deamor perfecto, amor que perdurapor la diligencia en la oración”(Moroni 8:26).

Su Padre Celestial les ayudará a

s para la Reunión General

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encontrar el camino correcto a me-dida que busquen Su guía. Sin em-bargo, recuerden que después deorar se deben poner de pie y empe-zar a hacer algo positivo; encamí-nense en la dirección correcta. Élenviará personas a lo largo del cami-no que les ayudarán, pero ustedestambién deben hacer su parte.Ustedes pueden ser guiadas en sutrayecto por la vida mediante el dony el poder del Espíritu Santo.

Punto número tres: el EspírituSanto también es un testificador.Este Espíritu Santo en realidad lespuede ayudar a comprender la ver-dad más importante de todas, queJesucristo es el Salvador del mundo,y que gracias a Él cada uno de noso-tros que haya vivido vivirá nueva-mente algún día, y que gracias a Élpodemos arrepentirnos de nuestroserrores y seguir el sendero que nosllevará de nuevo a nuestro PadreCelestial. Eso es lo que significa laExpiación. El Espíritu Santo testifi-cará esa verdad a nuestro corazón sinos esforzamos por saber, y Él testifi-ca a los demás cuando nosotros lestestificamos de esas verdades.

El élder Jeffrey R. Holland ense-ña que cuando expresamos nuestrotestimonio a los demás, no solamen-te escuchan nuestro testimonio deCristo, sino que escuchan el eco deotros testimonios previos, incluso elde ellos mismos, porque ellos se en-contraban entre los valientes queeligieron a Cristo y eligieron seguirloa Él en vez de a Satanás en la vidapreterrenal. El élder Holland afirma:“Cuando ellos escuchan a otros ex-presar su testimonio de la misión deCristo, captan un sentimiento fami-liar; evocan un eco de verdad queellos mismos ya conocen. Más aún,cuando ustedes dan testimonio de lamisión de Cristo, invocan el poderde Dios el Padre y del EspírituSanto” (véase “Missionary Workand the Atonement”, Ensign, marzode 2001, págs. 11–12). En Moroni,capítulo 10, versículo 5, se nos pro-mete que “por el poder del EspírituSanto podréis conocer la verdad detodas las cosas”. Mis queridas her-manas, esfuércense por obtener un

testimonio de la misión de Cristo; lo

recibirán por el poder del EspírituSanto; luego compartan su testimo-nio y háganlo con frecuencia.

El Espíritu Santo es un consola-dor, un guía, un testificador. ¡Quémiembro tan sagrado y extraordina-rio de la Trinidad! ¡Y ustedes tienenel derecho a recibir su influencia einspiración! ¡Qué bendecidas y fa-vorecidas son! Y bien, debido a quese les ha dado tanto, ustedes tam-bién deben dar. De modo que estanoche, y considerando ese factor,quisiéramos hacerles una súplica es-pecial. En realidad es una invita-ción, y esperamos que la acepten yque hagan algo al respecto. ¿Estánlistas? Ésta es la invitación:

¿Tenderán una mano de ayuda ytraerán a otra jovencita a la plenaactividad de la Iglesia durante esteaño que empieza? Sin duda cadauna de ustedes conoce a una jovenque sea menos activa, a una conver-sa reciente, o a alguien que no seamiembro. Les suplicamos que haganel esfuerzo y compartan el Evangeliode Jesucristo con otra jovencita a finde que ella también pueda disfrutarde las dulces bendiciones del cielo,de las que hemos hablado estanoche.

Piensen cuántas vidas serían ben-decidas, cuántas jóvenes recibiríanconsuelo, guía y tendrían testimo-nios más fuertes. Este año hay más

de medio millón de mujeres jóvenes

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en la Iglesia. Piensen en que si cadauna de ustedes acepta esta invita-ción para esforzarse y traer tan sóloa una, el año próximo habrá eldoble de mujeres jóvenes activas.Permitan que el Espíritu Santo lasguíe en sus esfuerzos; sus padres ysus líderes también les ayudarán asaber qué hacer y cómo hacerlo.Estaremos ansiosas por enterarnosde sus experiencias y de sus éxitos.En el mensaje que les di no utilicéuna historia para ilustrar el tercerpunto de este discurso, el cual eratestificar, porque serán ustedes lasque escriban esa historia al aceptarnuestra invitación. Espero que em-piecen esa historia esta noche.

Di comienzo con una canciónque nos recordaba los días en que elSalvador vivió en la tierra entre loshombres. Finalizo ahora con las palabras de un himno que nos re-cuerda que aunque Él ya no estémás ante nuestra vista, nuestroRedentor, el Señor Jesucristo, aúnvive para bendecirnos con Su amor:“El vive para alentar y mis angustiassosegar. El vive para ayudar y a mialma consolar” (“Yo sé que vive miSeñor”, Himnos, pág. 73). Testificoque Él lo hace mediante el don y elpoder del Espíritu Santo. Ruego querecibamos y utilicemos este sagradodon de Dios, en el santo nombre denuestro amado Salvador, Jesucristo.

Amén. �
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¿Cómo puedoconvertirme en la mujer en quien sueño?Presidente Gordon B. Hinckley

“Son criaturas de divinidad; son hijas del Todopoderoso. Su potencial esilimitado y su futuro es magnífico, si toman las riendas del mismo”.

Gracias por ese bello himno.Gracias por sus oraciones;gracias por su fe; gracias por

lo que son. Mujeres jóvenes de laIglesia, muchas gracias. Y gracias austedes, hermana Nadauld, herma-na Thomas y hermana Larsen, porlos maravillosos discursos que handado a estas jovencitas esta noche.

¡Qué panorama tan maravillososon ustedes en este gran recinto.Hay otros cientos de miles reunidasen todo el mundo; nos escucharánen más de una veintena de idiomas;nuestros discursos serán traducidosa sus idiomas nativos.

Es una responsabilidad formida-ble el dirigirme a ustedes, pero al

mismo tiempo es una tremenda

oportunidad. Suplico la direccióndel Espíritu, el Espíritu Santo, sobreel cual hemos escuchado tanto estanoche.

Aunque provienen de diversasnacionalidades, todas forman partede una gran familia. Son hijas deDios; son miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días. En su juventud hablandel futuro, el cual es brillante y llenode promesa; hablan de esperanza, fey logros; hablan de bondad, amor ypaz; hablan de un mundo mejor queel que jamás hayamos conocido.

Son criaturas de divinidad; sonhijas del Todopoderoso. Su poten-cial es ilimitado y su futuro es mag-nífico, si toman las riendas delmismo. No permitan que su vidavaya sin rumbo de manera infruc-tuosa e inútil.

El otro día alguien me obsequióun ejemplar del anuario de mi es-cuela de enseñanza media. Pareceríaque cuando la gente se cansa de loslibros viejos, me los mandan a mí.Pasé una hora hojeándolo y viendolas fotografías de mis amigos de hace73 años que conformaban la clasede 1928.

La mayoría de los que aparecenen ese anuario ya han vivido susvidas y han dejado de existir.Algunos de ellos parecen haber vivi-do sin ningún propósito, mientrasque otros vivieron llevando a cabo

grandes logros.

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He contemplado el rostro de losmuchachos que eran mis amigos ycompañeros; una vez estuvieron lle-nos de vigor; eran brillantes y llenosde energía. Ahora, los que quedanestán arrugados y son lentos para ca-minar. Sus vidas aún tienen razón deser, pero no tienen la vitalidad queuna vez tuvieron. En ese antiguoanuario contemplé el rostro de laschicas que conocí; muchas de ellasya han fallecido, y el resto vive en lassombras de la vida; pero aún siguensiendo hermosas y fascinantes.

Mis pensamientos se remontan aesos jóvenes y jovencitas de mi ju-ventud, a la época en que se en-cuentran ustedes ahora. En sumayor parte, éramos un grupo feliz;disfrutábamos de la vida. Creo queteníamos aspiraciones. La siniestra yterrible depresión económica quecubrió la tierra no ocurriría hastadentro de otro año; 1928 fue unaépoca de elevadas esperanzas y sue-ños de esplendor.

En nuestros momentos de quie-tud todos éramos soñadores: los mu-chachos soñaban en montañas aúnsin conquistar y carreras aún porvivir; las muchachas soñaban enconvertirse en la clase de mujer quela mayoría de ellas veía en su madre.

Al meditar en eso, he decidido ti-tular mi discurso para esta noche:“¿Cómo puedo convertirme en lamujer en quien sueño?”.

Hace algunos meses me dirigí a ustedes y a los jóvenes de laIglesia. Sugerí seis puntos importan-tes que debían llevar a la práctica.¿Podríamos decirlos juntos? Inten-témoslo: Sean agradecidos, sean in-teligentes, sean limpios, seanverídicos, sean humildes, sean dedi-cados a la oración.

No tengo ni la menor duda deque esos modelos de conducta resul-tarán en éxito, felicidad y paz. Se losvuelvo a recomendar, con la prome-sa de que si los ponen en práctica,sus vidas serán fructíferas y demucho bien. Yo creo que tendránéxito en sus empeños. Conformevayan madurando, estoy seguro deque ustedes mirarán hacia atrás conagradecimiento por el modo en que

eligieron vivir.
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Esta noche, al dirigirme a ustedes,jovencitas, quisiera mencionar algu-nas de esas mismas cosas, sin repetirlas mismas palabras. Valen la pena re-petirse, y otra vez se las recomiendo.

En el anuario que he menciona-do aparece la fotografía de una jo-vencita; era inteligente, optimista ybella. Era una persona encantadora.Para ella, la vida podía resumirse enuna sola palabra: diversión. Ellasalía con los muchachos y desperdi-ciaba los días y las noches bailando,estudiando poco, pero no demasia-do, lo suficiente para sacar califica-ciones que le permitieran graduarse.Se casó con un muchacho igual queella. El alcohol se apoderó de suvida; no podía vivir sin él; era su es-clava. Su cuerpo sucumbió a susefectos nocivos. Tristemente, suvida se esfumó sin lograr nada.

En ese anuario está la fotografíade otra jovencita. No era particular-mente bella, pero tenía una imagensana y saludable, una chispa en lamirada y una sonrisa en el rostro.Ella sabía por qué estaba en la es-cuela; estaba allí para aprender. Ellasoñaba en la clase de mujer que de-seaba ser y modeló su vida de acuer-do con ello.

También sabía cómo divertirse,pero sabía cuándo dejar de hacerlo yconcentrarse en otras cosas.

En ese tiempo había un joven enla escuela que provenía de un pue-blito rural; era de escasos recursos;llevaba el almuerzo en una bolsa depapel y daba la apariencia de ser unpoco como la granja de la cual pro-venía. No tenía nada en especial quefuera apuesto o atractivo; era buenestudiante; se había fijado una meta;era una meta elevada y, a veces, pa-recía casi imposible de alcanzar.

Esos dos jóvenes se enamoraron.La gente decía: “¿Qué ve él enella?” o, “¿Qué ve ella en él?”. Cadauno vio algo maravilloso que nadiemás captó.

Se casaron al graduarse de la uni-versidad; economizaron y trabaja-ron; el dinero era muy escaso. Élcontinuó estudios de posgrado; ellacontinuó trabajando por un tiempo;luego llegaron los hijos y ella les de-

dicó su atención.

Hace algunos años, regresaba yoen avión de un viaje al este del país.Era ya tarde; caminaba por el pasilloen la penumbra y advertí a unamujer que dormía con la cabeza re-costada en el hombro de su esposo.Ella despertó cuando yo me acerca-ba. Inmediatamente reconocí a lamuchacha que había conocido en laescuela secundaria hacía tanto tiem-po. Reconocí al muchacho que tam-bién había conocido; ambosentraban en sus años de vejez. Alconversar, ella mencionó que sushijos ya eran mayores y que ya loshabían hecho abuelos. Con orgullome dijo que regresaban del Estedonde él había ido a presentar unadisertación académica. Allí, en una

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gran convención, había recibido loshonores de sus compañeros de pro-fesión de todo el país.

Me enteré que habían sido acti-vos en la Iglesia, prestando servicioen cualquier puesto al que fueranllamados. Según todas las indicacio-nes, eran personas de éxito; habíanlogrado las metas que se habían fijado. Habían recibido honores yrespeto, y habían hecho una contri-bución formidable a la sociedad dela cual formaban parte. Ella se habíaconvertido en la mujer que habíasoñado ser e incluso había excedidoese sueño.

Al volver a mi asiento en elavión, pensé en las dos jóvenes delas que les he hablado esta noche.

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Una joven en un momento de meditación. Tras ella, se aprecia a través deuna ventana la caída de agua del lado sur del Centro de Conferencias.

La vida de una de ellas había queda-do comprendida en la palabra “di-versión”; una vida sin ton ni son, sinestabilidad, sin una contribución ala sociedad, sin ambición. Habíaacabado en sufrimiento y dolor, yuna muerte prematura.

La vida de la otra había sido difí-cil; había significado economizar yahorrar; había significado trabajar yluchar para seguir adelante; habíasignificado comida sencilla y ropasimple y un apartamento muy mo-desto durante los años del esfuerzoinicial del esposo por empezar suprofesión. Pero de ese terreno, al pa-recer estéril, había crecido una plan-ta, sí, dos plantas, una al lado de laotra, que florecieron y dieron frutoen forma bella y maravillosa.

Esa hermosa pareja en flor erauna manifestación del servicio alprójimo, de la generosidad mutua,del amor, el respeto y la fe en elcompañero propio, de la felicidadconforme satisfacían las necesidadesde los demás en las diversas activi-dades en las que participaban.

Al meditar en la conversación quehabía sostenido con ellos, tomé la de-terminación en mi interior de esfor-

zarme un poco más, de ser un poco

más dedicado, de fijarme metas unpoco más elevadas, de amar a mi es-posa con un poco más de intensidad,de ayudarla, atesorarla y cuidarla.

De modo que, mis queridas y jó-venes amigas, siento el deseo fer-viente, sincero y ansioso de decirlesalgo esta noche que les ayude a con-vertirse en la mujer que sueñan lle-gar a ser.

Para empezar, deben ser puras,porque la inmoralidad arruinará susvidas y les dejará una cicatriz quenunca podrán borrar. Sus vidasdeben tener un propósito. Estamosaquí para lograr algo, para favorecera la sociedad con nuestros talentos ynuestro conocimiento. Puede haberdiversión, sí, pero se debe reconocerel hecho de que la vida es seria, deque los riesgos son grandes, peroque ustedes pueden superarlos si sedisciplinan a sí mismas y buscan lainfalible fortaleza del Señor.

Permítanme asegurarles que si us-tedes han cometido un error, si hansido partícipes de comportamientoinmoral, no significa que todo estéperdido. Es posible que el recuerdo deese error persista en la memoria, peroel hecho puede ser perdonado y uste-

des pueden sobreponerse al pasado

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para llevar vidas plenamente acepta-bles ante el Señor si se han arrepenti-do. Él ha prometido que lesperdonará sus pecados y no los recor-dará más en su contra (véase D. y C.58:42).

Él ha establecido un mecanismoque consiste de padres y líderes de laIglesia serviciales para que les ayu-den en sus dificultades. Ustedespueden dejar atrás cualquier maldaden la que hayan tomado parte; pue-den seguir adelante con una renova-ción de esperanza y de aceptaciónhacia un estilo de vida muchomejor.

Pero aún quedarán cicatrices. Lamejor manera, la única manera, esque eviten caer en la trampa de lamaldad. El presidente George AlbertSmith solía decir: “Permanezcan enla línea del lado del Señor” (Sharingthe Gospel with Others, sel. PrestonNibley, 1948, pág. 42). Ustedes lle-van en su interior instintos podero-sos y terriblemente persuasivos que aveces las impulsan a ceder y a “irsede juerga”. No deben hacerlo; nopueden hacerlo. Ustedes son hijas deDios con tremendo potencial. Él es-pera grandes cosas de ustedes, aligual que otras personas. No debenceder ni por un minuto; no sucum-ban al impulso. Debe haber discipli-na, fuerte e inflexible. Huyan de latentación, al igual que José huyó delas artimañas de la esposa de Potifar.

No hay nada más maravilloso eneste mundo que la virtud; ésta res-plandece sin mancha; es preciosa ybella; es de valor incalculable; no sepuede comprar ni vender; es el frutodel autodominio.

Jovencitas, ustedes pasan muchotiempo pensando en los muchachos;pueden divertirse con ellos, peronunca sobrepasen la línea de la vir-tud. Cualquier joven que las invite,las anime o les exija a participar encualquier clase de comportamientosexual no es digno de su compañía.Deséchenlo antes de que la vida deustedes y la de él queden en laruina. Si ustedes pueden disciplinar-se de esa manera, se sentirán agra-decidas por el resto de su vida. Lamayoría de ustedes se casará y su

matrimonio será mucho más feliz al
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haberse refrenado en su juventud.Serán dignas de ir a la Casa delSeñor; no hay sustituto adecuadopara esa formidable bendición. ElSeñor nos ha dado una maravillosaorden; Él dijo: “…deja que la virtudengalane tus pensamientos incesan-temente” (D. y C. 121:45). Esaorden se convierte en un manda-miento que se debe observar con di-ligencia y disciplina, y a ella laacompaña la promesa de bendicio-nes extraordinarias y admirables. Élles ha dicho a los que viven con vir-tud: “…entonces tu confianza sefortalecerá en la presencia deDios…

“El Espíritu Santo será tu compa-ñero constante, y tu cetro, un cetroinmutable de justicia y de verdad; ytu dominio será un dominio eterno,y sin ser compelido fluirá hacia tipara siempre jamás” (D. y C. 121:45–46).

¿Podría haber una promesa mássublime y hermosa que ésta?

Encuentren propósito en su vida.Elijan las cosas que les gustaríahacer y edúquense a fin de ser efica-ces en su empeño por lograrlas. Parala mayoría es muy difícil escoger unavocación. Ustedes tienen la espe-ranza de que se casarán y de quetodo quedará arreglado. En estostiempos, una jovencita necesita es-tudios formales; necesita los mediosa través de los cuales pueda ganarsela vida en caso de encontrarse enuna situación en donde tenga quehacerlo por necesidad.

Estudien sus opciones; oren confervor al Señor para que las guíe;luego, prosigan su curso con deter-minación.

La gama entera de oportunidadesestá a la disposición de la mujer; nohay nada que ustedes no puedanhacer si se esfuerzan por lograrlo. Enel sueño de la mujer que quisieranllegar a ser podrían incluir la imagende una que esté preparada para ser-vir a la sociedad y hacer una impor-tante contribución al mundo delcual forma parte.

El otro día estuve en el hospitalunas cuantas horas. Me familiaricécon mi alegre y experta enfermera;

era la clase de mujer que ustedes

podrían soñar llegar a ser. Desde queera pequeña, decidió que quería serenfermera. Recibió los estudios ne-cesarios para encontrarse entre lasmejores en ese ramo; se esforzó ensu vocación y llegó a convertirse enexperta en ella. Decidió que deseabaservir una misión y lo hizo; se casó,tiene tres hijos, ahora trabaja lashoras que ella desea. Tan grande esla demanda por personas con esasaptitudes que ella casi puede hacerlo que le plazca. Trabaja en laIglesia; tiene un matrimonio sólido;lleva una vida cómoda. Ella es laclase de mujer en la que ustedes po-drían soñar convertirse a medidaque ven hacia el futuro.

Para ustedes, mis queridas jóvenesamigas, las oportunidades no tienenlímite. Ustedes pueden sobresalir entodo respecto; pueden ser las mejo-res; no hay razón para que sean infe-riores. Respétense a sí mismas; no setengan autoconmiseración. No pien-sen en las cosas malas que otros pue-dan decir de ustedes, y sobre todo,no pongan atención a lo que algúnmuchacho pueda decir de ustedespara denigrarlas. Él no es mejor queustedes. De hecho, él se ha rebajadoa sí mismo con sus acciones. Per-feccionen y refinen los talentos queel Señor les ha dado. Sigan adelanteen la vida con una mirada optimistay una sonrisa, pero con un grandiosoy firme propósito en su corazón.Amen la vida y busquen sus oportu-nidades, y siempre sean fieles a laIglesia.

Nunca olviden que vinieron a latierra como progenie del divinoPadre, con una porción de divinidaden su estructura genética. El Señorno las envió a la tierra a fracasar; Élno les dio la vida para que la mal-gastaran; Él les concedió el don dela vida terrenal a fin de que obtuvie-sen experiencia —experiencia posi-tiva, maravillosa y con propósito—que conducirá a la vida eterna. Élles ha concedido esta gloriosaIglesia, Su Iglesia, para guiarlas y di-rigirlas, para darles la oportunidadde progresar y de pasar por expe-riencias, para enseñarles, guiarles yanimarles, para bendecirlas con el

matrimonio eterno, para sellar sobre

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ustedes un convenio entre ustedes yÉl, convenio que hará de ustedesSus hijas escogidas, a quienes Él mi-rará con amor y con un deseo deayudar. Que Dios las bendiga rica yabundantemente, mis queridas y jó-venes amigas, Sus hijas maravillosas.

Naturalmente, habrá problemas alo largo del camino; habrá dificulta-des que superar, pero no duraránpara siempre. Él no las abandonará.

Cuando te abrumen penas y dolor,cuando tentaciones rujan con furor,ve tus bendiciones; cuenta y veráscuántas bendiciones de Jesús

tendrás…

No te desanimes do el mal está,y si no desmayas, Dios te guardará.Ve tus bendiciones y de El tendrásen tu vida gran consolación y paz.(“Cuenta tus bendiciones”,

Himnos, Nº 157.)

Vean lo positivo. Sepan que Él lasprotege, que Él escucha sus oracio-nes y las contestará, que Él las amay que les manifestará ese amor.Déjense guiar por el Espíritu entodo lo que hagan a medida que seesfuerzan por convertirse en la clasede mujer que sueñan llegar a ser.Pueden hacerlo. Tendrán amigas y seres queridos para ayudarlas, yDios las bendecirá a medida que seesfuercen en su curso. Ésta, jovenci-tas, es mi humilde promesa y hu-milde oración en favor de ustedes,en el nombre del Señor Jesucristo.Amén. �

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Se dirigen a nosotros

Informe de la Conferencia General Anual número 171, del 31 de marzoal 1 de abril de 2001, para los niños de la Iglesia.

Presidente Gordon B. Hinckley:Seamos buenas personas; seamos unagente amigable; seamos buenos veci-nos; seamos lo que los miembros deLa Iglesia de Jesucristo de los Santosde los Últimos Días deben ser.

Presidente Thomas S. Monson,Primer Consejero de la PrimeraPresidencia:

Un amigo se preocupa más acer-ca de la gente que de recibir méritospor haber cumplido con su obliga-ción; un amigo demuestra interés;un amigo ama; un amigo escucha yun amigo hace lo posible por ayudar.

Presidente James E. Faust, SegundoConsejero de la Primera Presidencia:

Nuestro primer nacimiento ocu-rre cuando nacemos en la vida te-rrenal. Nuestro segundo nacimientocomienza cuando somos bautizadospor agua por alguien que tenga el

sacerdocio de Dios, y finaliza cuan-do somos confirmados, y “…enton-ces viene una remisión de vuestrospecados por fuego y por el EspírituSanto” (2 Nefi 31:17).

Presidente Boyd K. Packer,Presidente en Funciones del Quórumde los Doce Apóstoles: Todos comete-mos errores. A veces nos perjudica-mos a nosotros mismos y ofendemosseriamente a otros de maneras queno podemos remediar a solas.Destrozamos cosas que no podemosreparar por nosotros mismos… Esentonces que el poder sanador de laExpiación nos ayudará.

El Señor dijo: “…he aquí, yo,Dios, he padecido estas cosas portodos, para que no padezcan, si searrepienten” (D. y C. 19:16).

Élder Neal A. Maxwell, del Quórumde los Doce Apóstoles: Cuanto más

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sepamos de Jesús, más le amaremos.Cuanto más sepamos de Jesús, másconfiaremos en Él. Cuanto más sepa-mos de Jesús, más desearemos sercomo Él y estar con Él.

É lder M. Russell Ballard, delQuórum de los Doce Apóstoles: Hoydía les hago una promesa; es simple,pero es verdadera: Si escuchan alprofeta viviente y a los apóstoles yobedecen nuestro consejo, no seirán por mal camino.

É lder Joseph B. Wirthlin, delQuórum de los Doce Apóstoles: Elayuno, combinado con la oraciónfervorosa, tiene gran poder; puedellenar nuestra mente con revelacio-nes del Espíritu y fortalecernos con-tra los momentos de tentación.

É lder Jeffrey R. Holland, delQuórum de los Doce Apóstoles:Ciertamente no hay mensaje misio-nal más poderoso que podamos en-viar al mundo que el ejemplo deuna vida Santo de los Últimos Díasamorosa y feliz.

É lder John H. Groberg, de losSetenta: Si somos humildes, limpiosy puros de manos, de corazón y demente, nada que sea justo es impo-sible. Un antiguo refrán oriental de-clara: “Si un hombre vive una vidapura, nada podrá destruirle”.

Élder L. Lionel Kendrick, de losSetenta: El ser reverentes significano sólo mantener silencio, sino serconscientes de lo que está suce-diendo. Supone un deseo divino deaprender y ser receptivo a las im-presiones del Espíritu, así comouna búsqueda de mayor luz y cono-cimiento.

Sydney S. Reynolds, PrimeraConsejera de la Presidencia Generalde la Primaria: Dios sí dividió lasaguas del Mar Rojo y sí nos dio elLibro de Mormón. Él puede sanar-nos de nuestros pecados y puedebendecirnos, y lo hará, a nosotrosSus hijos, en nuestra vida diaria. Séque Él vive y nos ama, y que es hoyun Dios de milagros. �

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Presidencias Generales de las Organizaciones Auxiliares

Élder Robert K. DellenbachPresidente

Élder F. Melvin HammondPrimer Consejero

Élder John M. MadsenSegundo Consejero

Élder Marlin K. JensenPresidente

Élder Neil L. AndersenPrimer Consejero

Élder John H. GrobergSegundo Consejero

Hermana Mary Ellen W. SmootPresidenta

Hermana Virginia U. JensenPrimera Consejera

Hermana Sheri L. DewSegunda Consejera

Hermana Margaret D. NadauldPresidenta

Hermana Carol B. ThomasPrimera Consejera

Hermana Sharon G. LarsenSegunda Consejera

Hermana Coleen K. MenlovePresidenta

Hermana Sydney S. ReynoldsPrimera Consejera

Hermana Gayle M. CleggSegunda Consejera

HOMBRES JÓVENES

ESCUELA DOMINICAL

SOCIEDAD DE SOCORRO

MUJERES JÓVENES

PRIMARIA

Enseñanzas para nuestraépoca 2001

as reuniones del Sacerdocio deMelquisedec y de la Sociedad de

Socorro que se llevan a cabo el cuartodomingo del mes se deben dedicar a“Enseñanzas para nuestra época”. Cadaaño, la Primera Presidencia asigna 10temas con sus correspondientes mate-riales de consulta para que se utilicenen estas reuniones. A continuación seproporcionan los temas y los materialesde consulta para el año 2001. Las presi-dencias de estaca o distrito escogeránlos dos temas adicionales.

Los temas que se sometan a discu-sión en las reuniones del cuarto do-mingo deben basarse en uno o quizásen dos de los materiales de consultadesignados que mejor satisfagan lasnecesidades de los miembros del quó-rum o grupo y se adapten a sus cir-cunstancias. No es necesario que losmaestros utilicen todos los materialesde consulta. Se alienta a los líderes ymaestros a no hacer de los temas unsermón o una disertación, sino a po-nerlos a discusión de clase. Ellosdeben pensar la forma de alentar a losmiembros del quórum o grupo a apli-car los principios que se hayan analiza-do. En La enseñanza: el llamamientomás importante [36123 002] y en laGuía para la enseñanza [34595 002] sepueden encontrar sugerencias sobrecómo preparar y realizar discusionesde quórum o grupo.

1. La función de las Escrituras en laconversión de nuestra propia familia

Deuteronomio 11:18–19, 21; 2 Timoteo 3:14–17; 2 Nefi 25:21–23,26; Mosíah 1:3–7.

Boyd K. Packer, “Enseñen a los niños”, Liahona, mayo de 2000,págs. 14–23.

Henry B. Eyring, “El poder del enseñar la doctrina”, Liahona, julio de 1999, 85–88.

L

Enseñanzas para nuestra época, 2002La lista de temas y fuentes de consulta

designadas para “Enseñanzas para nuestraépoca” en 2002 aparecerá en diferentes

idiomas en el sitio web de la Iglesia(www.lds.org) en julio de 2001.

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Dallin H. Oaks, “Nutrir elEspíritu”, Liahona, agosto de 2001.

“Aprendamos el Evangelio en nues-tro hogar”, lección 32, La mujer Santode los Últimos Días, Parte A, págs.230–234.

2. La importancia de las Escriturasen la vida de nuestros antepasados

Deuteronomio 31:10–13; Juan 5:39;1 Nefi 3:1–4, 19–20; Mosíah 1:2–7.

James E. Faust, “En cuanto a las se-millas y la tierra”, Liahona, enero de2000, págs. 54– 57.

L. Tom Perry, “Enséñenles la pala-bra de Dios con toda diligencia”,Liahona, julio de 1999, págs. 6–9.

“Las Escrituras”, capítulo 10,Principios del Evangelio, págs. 52–56.

3. Sigamos a las AutoridadesGenerales

Mateo 7:15–23; D. y C. 21:1–6;43:1–7; 124:45–46.

M. Russell Ballard, “Guardaos de losfalsos profetas y de los falsos maestros”,Liahona, enero de 2000, págs. 73–76.

David B. Haight, “El sostenimientode profetas”, Liahona, enero de 1999,págs. 41–43.

“Observemos el consejo de los sier-vos del Señor”, lección 13, La mujerSanto de los Últimos Días, Parte B, págs.119–121.

4. Un refugio de la tormentaIsaías 41:10; Alma 36:3, 27; D. y C.

58:2–4; 121:1–8; 122.James E. Faust, “La esperanza,

ancla del alma”, Liahona, enero de2000, págs. 70–73.

Joseph B. Wirthlin, “La búsquedade un puerto seguro”, Liahona, julio de2000, 71–74.

Robert D. Hales, “He aquí, tene-mos por bienaventurados a los que su-fren”, Liahona, julio de 1998, págs.81–84.

“Tribulación, adversidad y aflic-ción”, lección 15, La mujer Santo de losÚltimos Días, Parte B, págs. 140–147.

5. Cómo buscar la guía del EspírituSanto

Juan 14:16–17, 26; 2 Nefi 32:2–5;Moroni 10:5–7; D. y C. 8:2–3.

Boyd K. Packer, “Lenguas defuego”, Liahona, julio de 2000, págs.7–10.

Jeffrey R. Holland, “ ‘No perdáispues, vuestra confianza’ ”, Liahona,junio de 2000, págs. 34–42.

Richard G. Scott, “¡Él vive!”,Liahona, enero de 2000, págs.105–108.

“El don del Espíritu Santo”, lección30, Deberes y bendiciones del sacerdocio,Parte A, págs. 228–234.

6. Los discípulos verdaderos comparten el Evangelio

Mateo 5:16; D. y C. 4; 18:14–16;88:81.

Gordon B. Hinckley, “Apacientamis ovejas”, Liahona, julio de 1999,págs. 118–124.

M. Russell Ballard, “¿Qué debemoshacer nosotros? ”, Liahona, julio de2000, págs. 37– 40.

Henry B. Eyring, “Una voz de amo-nestación”, Liahona, enero de 1999,págs. 37–40.

“La obra misional”, capítulo 33,Principios del Evangelio, págs. 213–218.

7. Cómo fortalecer a la juventud1 Timoteo 4:12; Alma 37:35; 38:2;

41:10; Artículo de Fe Nº 13.

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Gordon B. Hinckley, “El consejo yla oración de un profeta en beneficiode la juventud”, Liahona, abril de2001, págs. 30–41.

Gordon B. Hinckley, “Madre, tumás grande desafío”, Liahona, enero de2001, págs. 113–116.

Gordon B. Hinckley, “Y se multipli-cará la paz de tus hijos”, Liahona,enero de 2001, págs. 61–68.

La fortaleza de la juventud, folleto(34285 002).

“La pureza moral” lección 34,Deberes y bendiciones del sacerdocio,Parte A, págs. 255–260; “La pureza depensamiento”, lección 9, La mujerSanto de los Últimos Días, Parte B, págs. 81–89.

8. El llegar a ser puros ante el SeñorIsaías 1:18; Mosíah 4:10–12;

D. y C. 19:16–20; 58:42–43.Thomas S. Monson, “Tu jornada

eterna”, Liahona, julio de 2000, págs. 56–59.

Henry B. Eyring, “No demores”,Liahona, enero de 2000, págs. 38–41.

Boyd K. Packer, “Lavados y purifi-cados”, Liahona, julio de 1997, págs. 9–11.

“El arrepentimiento”, capítulo 19,Principios del Evangelio, págs. 122–127.

9. La santidad de la mujerProverbios 31:10–31; Efesios

5:25–28, 31; Jacob 2:28–35.James E. Faust, “Lo que significa

ser una hija de Dios”, Liahona, enerode 2000, págs. 120–124.

Richard G. Scott, “La santidad dela mujer,” Liahona, julio de 2000, págs. 43–45.

Russell M. Nelson, “Nuestro debersagrado de honrar a la mujer”,Liahona, julio de 1999, págs. 45–48.

“La mujer Santo de los ÚltimosDías”, lección 14, La mujer Santo delos Últimos Días, Parte A, págs. 93–99.

10. La gratitudSalmos 100; Lucas 17:11–19;

Mosíah 2:19–22; D. y C. 78:19.Gordon B. Hinckley, “Gracias al

Señor por Sus bendiciones”, Liahona,julio de 1999, págs. 104–105.

Thomas S. Monson, “Una actitudde agradecimiento”, Liahona, mayo de2000, págs. 2– 9.

“Formemos el hábito de la gratituden nuestra familia”, lección 35, Lamujer Santo de los Últimos Días, ParteB, págs. 349–360. �

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Guía de fuentesde consultaPara utilizar en el año 2001 conSacerdocio Aarónico, Manual 2,Lecciones 26–50

Se pueden usar los siguientes mate-riales de consulta para comple-

mentar las lecciones de SacerdocioAarónico, Manual 2. Estos materialesno remplazan las lecciones en el manual, pero se proporcionan paraactualizarlas y enriquecerlas. (A = Amigos o Sección para los niños.)

Lección 26: Pensamientos dignosGordon B. Hinckley, “Las palabras

del Profeta viviente”, Liahona, agostode 1999, págs. 14–15.

Boyd K. Packer, “El espíritu de revelación”, Liahona, enero de 2000,págs. 26–29.

Richard G. Scott, “Preguntas se-rias, respuestas serias”, Liahona, sep-tiembre de 1997, págs. 28–32.

Nota: Ya no se dispone de la filmi-na Música digna, pensamientos dignos,que se menciona en esta lección .

Lección 27: La ley de salud delSeñor

Boyd K. Packer, “Revelación perso-nal: el don, la prueba y la promesa”,Liahona, junio de 1997, págs. 8–14.

L. Tom Perry, “ ‘Correrán sin fati-garse’ ”, Liahona, enero de 1997, págs. 40–42.

Zoltán Soltra, “¿Cuál es la cargamás pesada?”, Liahona, abril de 1999,pág. 29.

Lección 28: El día de reposoEarl C. Tingey, “Santificar el día de

reposo”, Liahona, febrero de 1999,pág. 48.

H. David Burton, “Una época deoportunidades”, Liahona, enero de1999, págs. 9–12.

D. Kelly Ogden, “Acuérdate deldía de reposo”, Liahona, mayo de1998, págs.16–23.

“Bienvenido, día santo”, Himnos,Nº 182.

Lección 29: El propósito de la vidaJoseph B. Wirthlin, “Un tiempo de

preparación” Liahona, julio de 1998,págs. 13–16.

Keith B. McMullin, “Bienvenido acasa”, Liahona, julio de 1999, págs.93–95.

Duane B. Gerrard, “El plan de salvación: un plan de vuelo para lavida”, Liahona, enero de 1998, págs. 92–94.

“La voz, ya, del eterno”, Himnos,Nº 145.

Lección 30: La caridadJames E. Faust, “Una muestra de

amor”, Liahona, diciembre de 1999,págs. 2–5.

Stephen A. West, “ ‘De las cosaspequeñas’ ”, Liahona, julio de 1999,págs. 32–34.

“Vestidas de caridad”, Liahona, noviembre de 1999, pág. 25.

“Amad a otros”, Himnos, Nº 203.

Lección 31: El perdónAurora Rojas de Álvarez, “El per-

dón nos unió”, Liahona, octubre de1999, págs. 44–46.

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Patricia H. Morrell, “¿Me perdo-na?”, Liahona, septiembre de 1998,pág. 7.

Roderick J. Linton, “El corazónque perdona”, Liahona, junio de1998,págs. 28–33.

Lección 32: Cómo cultivar losdones del Espíritu

Mensaje de las maestras visitantes,Liahona de 1997 (excepto las edicio-nes de enero y de julio).

Lección 33: Buscad conocimientoGordon B. Hinckley,

“Pensamientos inspiradores”, Liahona,junio de 1999, págs. 2–7.

Gordon B. Hinckley, “Una conver-sación con los mayores solteros”,Liahona, noviembre de 1997, págs. 16–24.

Darrin Lythgoe, “La recompensade aprender”, Liahona, noviembre de1999, pág. 48.

Lección 34: El poder del ejemploHenry B. Eyring, “Una voz de amo-

nestación”, Liahona, enero de 1999,págs. 37–40.

Richard M. Romney, “Hasta lo másalto”, Liahona, octubre de 1999, págs. 10–17.

Lisa M. Grover, “Andar a pie firme”,Liahona, marzo de 1998, págs. 34–39.

“Quienes nos brindan su amor”,Himnos, Nº 188.

Lección 35: Obedecer, honrar y sos-tener la ley

M. Russell Ballard, “En defensa dela verdad y la rectitud”, Liahona,enero de 1998, págs. 43–46.

L. Tom Perry, “Juventud bendita”,Liahona, enero de 1999, págs. 86–89.

Mauro Properzi, “¿Estoy solo?”,Liahona, agosto de 1997, págs. 32–33.

Lección 36: Expresemos nuestragratitud en todas las cosas

James E. Faust, “Corazón agradeci-do”, Liahona, noviembre de 1998, A5.

Gordon T. Watts, “Gratitud”,Liahona, enero de 1999, págs. 99–100.

“Con un corazón agradecido”,Liahona, agosto de 1999, pág. 25.

“Por la belleza terrenal”, Himnos,Nº 43.

Lección 37: Debemos entender lafunción de la mujer

Gordon B. Hinckley, “Las palabrasdel Profeta actual”, Liahona, marzo de1997, págs. 16–17.

Page 122: Liahona Julio 2001

Jeffrey R. Holland, “ ‘Porque ella estu madre’ ”, Liahona, julio de 1997,págs. 38–40.

Virginia U. Jensen, “Superaciónpersonal, de la familia y del hogar”,Liahona, enero de 2000, págs. 114–17.

“La familia: Una proclamaciónpara el mundo”, Liahona, octubre de1998, pág. 24.

Lección 38: Vivir con rectitud enun mundo inicuo

M. Russell Ballard, “Guardaos de losfalsos profetas y de los falsos maestros”,Liahona, enero de 2000, págs. 73–76.

“¿Cómo puedo contrarrestar las influencias negativas?”, Liahona, noviembre de 1998, págs. 38–41.

Jack H. Goaslind, “Para responderal llamado”, Liahona, agosto de 1997,págs. 10–15.

“La barra de hierro”, Himnos, Nº179.

Lección 39: La valentía moralGordon B. Hinckley,

“Pensamientos inspiradores”, Liahona,noviembre de 1998, págs. 2–7.

James E. Faust, “La honradez, unabrújula de la moral”, Liahona, enerode 1997, págs. 45–48.

Vaughn J. Featherstone, “Nosqueda todavía un sólido eslabón”,Liahona, enero de 2000, págs. 15–18.

Lección 40: Debemos evitar y superar las tentaciones

Gordon B. Hinckley, “Los pastoresdel rebaño”, Liahona, julio de 1999,págs. 60–67.

Boyd K. Packer, “El espíritu de revelación”, Liahona, enero de 2000,págs. 26–29.

Richard G. Scott, “Preguntas serias, respuestas serias”, Liahona, septiembre de 1997, págs. 28–32.

“¿Quién sigue al Señor?, Himnos,Nº 170.

Lección 41: La Santa Cena: en memoria de Él

Dallin H. Oaks, “El SacerdocioAarónico y la Santa Cena”, Liahona,enero de 1999, págs. 43–46.

“¿Cómo puedo saber si participo dela Santa Cena dignamente?”, Liahona,abril de 1999, págs. 22–24.

“Recordémosle siempre” Liahona,mayo de 1999, pág. 39.

“Asombro me da,” Himnos, Nº 118.

Lección 42: Seguid a las autoridadesde la Iglesia

Boyd K. Packer, “El obispo y susconsejeros”, Liahona, julio de 1999,págs. 71–74.

Henry B. Eyring, “Busquemos segu-ridad en el consejo”, Liahona, julio de1997, págs. 27–29.

Virginia U. Jensen, “ ‘Escuchen lavoz del profeta’ ”, Liahona, enero de1999, págs. 13–15.

“Dios manda profetas”, Himnos, Nº 11.

Lección 43: Cómo prepararse espiritualmente para la misión

Dallin H. Oaks, “La enseñanza delEvangelio”, Liahona, enero de 2000,págs. 94–98.

L I A H O N A

120

F. Onyebueze Nmeribe, “Lo decidieron por adelantado”, Liahona, septiembre de 1999, págs. 10–13.

Brian Lewis, “El propósito princi-pal”, Liahona, febrero de 1999, págs.46–47.

“Llamados a servir”, Himnos, Nº 161.

Lección 44: Ahora es el momentode prepararse para el matrimonio en el templo

Gordon B. Hinckley, “Sean dignosde la joven con la cual se van a casaralgún día”, Liahona, julio de 1998,págs. 53–56.

Richard G. Scott, “Recibe las ben-diciones del templo”, Liahona, julio de1999, págs. 29– 31.

“El matrimonio eterno”, Liahona,octubre de 1998, pág. 25.

Lección 45: La orientación familiareficaz

Thomas S. Monson, “La orientación familiar: un servicio divino”, Liahona, enero de 1998, págs. 53–56.

Russell M. Nelson, “Los pastores, los corderos y los maestros orientado-res”, Liahona, abril de 1999, págs.42–48.

Kellene Ricks Adams, “Cómo serun maestro orientador y una maestravisitante mejor”, Liahona, septiembrede 1998, págs. 34–45.

Lección 46: Debemos evitar la degradante influencia de los mediospublicitarios

M. Russell Ballard, “Como unallama inextinguible”, Liahona, julio de1999, págs. 101– 4.

Harold Oaks, “La vigilancia contrala violencia”, Liahona, mayo de 1998,pág. 24.

Lisa M. Grover, “Cuidadosa sintonía” Liahona, mayo de 1997,págs. 32–33.

Lección 47: El lenguaje decoroso y apropiado

Gordon B. Hinckley, “Sean dignosde la joven con la cual se casaránalgún día”, Liahona, julio de 1998,págs. 53–56.

Robert S. Wood, “ ‘Con lengua deángeles’ ”, Liahona, enero de 2000,págs. 101–2.

“¿Cómo puedo evitar que acudan ami mente las malas palabras?”, Liahona,febrero de 1997, págs. 25–27.

Page 123: Liahona Julio 2001

Lección 48: Debemos observar normas correctas

James E. Faust, “Pioneros del futu-ro: No temas, cree solamente’ ”,Liahona, enero de 1998, págs. 50–53.

M. Russell Ballard, “En defensa dela verdad y la rectitud”, Liahona,enero de 1998, págs. 44–46.

James M. Paramore, “ ‘El corazón yuna mente bien dispuesta’ ”, Liahona,julio de 1998, págs. 44–46.

“Firmes creced en la fe”, Himnos,Nº 166.

Lección 49: La honradez y la integridad

Sheldon F. Child, “Palabra dehonor”, Liahona, julio de 1997, págs. 32–33.

Robert J. Matthews, “ ‘No hablaráscontra tu prójimo falso testimonio’ ”,Liahona, noviembre de 1998, págs. 14–21.

Richard D. Draper, “ ‘No hurtarás’ ”,Liahona, octubre de 1998, págs. 26–31.

“¿Qué es la verdad?” Himnos, Nº 177.

Lección 50: Debemos apreciar yalentar a los discapacitados

Elizabeth Quackenbush, “Yo fui surespuesta”, Liahona, junio de 1999,págs. 36–37.

Bart L. Andersen, “Un bautismoinesperado”, Liahona, octubre de1997, págs. 6–7.

Lorjelyn Celis, “Lo que aprendí deun hombre ciego”, Liahona, octubrede 1997, págs. 38–39. �

Guía de fuentesde consultaPara usar en el año 2001 conMujeres Jóvenes, Manual 2,Lecciones 25–49

Se pueden usar los siguientes mate-riales de consulta para comple-

mentar las lecciones de MujeresJóvenes, Manual 2. Estos materiales noremplazan las lecciones en el manual,pero se proporcionan para actualizar-las y enriquecerlas. (A = Amigos oSección para los niños.)

Lección 25: La ley del sacrificioJames E. Faust, “Abrir las ventanas

de los cielos”, Liahona, enero de 1999,págs. 67–70.

Robert L. Backman, “Fe en cadapaso”, Liahona, febrero de 1997, págs. 14–21.

Marvin K. Gardner, “ ‘Uno de cadaciudad, y dos de cada familia’ ”,Liahona, abril de 1999, págs. 36–41.

“A donde me mandes iré”, Himnos,Nº 175.

Lección 26: La Santa CenaHenry B. Eyring, “Para que seamos

uno”, Liahona, julio de 1998, págs. 72–74.

“¿Cómo puedo saber si participo dela Santa Cena dignamente?”, Liahona,abril de 1999, págs. 22–24.

Melissa Ransom, “Asombro”,Liahona, abril de 1999, págs. 8–9.

Lección 27: Fortalezcamos nuestrotestimonio por medio de la obediencia

James E. Faust, “El precio de serdiscípulos de Cristo”, Liahona, abril de1999, págs. 2–6.

Kenneth Johnson, “ ‘Conocerás sila doctrina es de Dios’ ”, Liahona,junio de 1999, págs. 11–15.

“Gozo en seguir al Señor”, Liahona,octubre de 1999, págs. 44–48.

“Creo en Cristo”, Himnos, Nº 72.

Lección 28: El albedríoRichard G. Scott, “La fuerza de la

rectitud”, Liahona, enero de 1999,págs. 79–81.

Joseph B. Wirthlin, “Es suya la decisión”, Liahona, noviembre de1998, págs. 46–48.

Sharon G. Larsen, “El albedrío:Una bendición y una aflicción”,Liahona, enero de 2000, págs. 12–14.

“Haz el bien”, Himnos, Nº 155.

Lección 29: La exaltaciónJames E. Faust, “ ‘Examina, oh

Dios, y conoce mi corazón’ ” Liahona,julio de 1998, págs. 17–20.

Richard G. Scott, “Jesucristo,nuestro Redentor”, Liahona, julio de1997, págs. 64–66.

Richard J. Maynes, “Una conexióncelestial en la adolescencia”, Liahona,enero de 1998, págs. 35–36.

“Oh mi Padre”, Himnos, Nº 187.

Lección 30: Fortalezcamos nuestrotestimonio por medio del servicio

Robert J. Whetten, “Verdaderosservidores”, Liahona, julio de 1999,págs. 34–36.

H. David Burton, “Vé, y haz tú lo mismo”, Liahona, julio de 1997,

págs. 85–87.

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121

Jeanie McAllister, “ ‘La caridadnunca falla’ ”, Liahona, febrero de1999, págs. 26–31.

“¿En el mundo he hecho bien?”,Himnos, Nº 141.

Lección 31: La ley del paísM. Russell Ballard, “En defensa de

la verdad y la rectitud”, Liahona,enero de 1998, págs. 43–46.

L. Tom Perry, “Juventud bendita”,Liahona, enero de 1999, págs. 86–89.

Mauro Properzi, “¿Estoy listo?”,Liahona, agosto de 1997, págs. 32–33.

Lección 32: La importancia de la vida

Russell M. Nelson, “Somos hijos deDios”, Liahona, enero de 1999, págs.101–4.

Arthur R. Bassett, “ ‘No matarás’ ”,Liahona, septiembre de 1998, págs. 18–23.

Patricia P. Pinegar, “El cuidado delalma de los niños”, Liahona, julio de1997, págs. 13–15.

“Soy un hijo de Dios”, Himnos, Nº 196.

Lección 33: El sagrado poder de laprocreación

“Lo que enseñan los profetas encuanto a la castidad y la fidelidad”,Liahona, octubre de 1999, págs. 26–29.

Jeffrey R. Holland, “La pureza personal”, Liahona, enero de 1999, págs. 89–92.

Richard G. Scott, “Preguntas serias, respuestas serias”, Liahona, septiembre de 1997, págs. 28–32.

Lección 34: Debemos asirnos a lasnormas morales del Señor

Gordon B. Hinckley,“Pensamientos de inspiración”,Liahona, noviembre de 1998, págs. 2–7.

L. Aldin Porter, “ ‘Pero no les hicimos caso’ ”, Liahona, abril de1999, págs. 30–34.

Shannon D. Jensen, “Sé un testigo”, Liahona, agosto de 1999, págs. 8–9.

“La barra de hierro”, Himnos, Nº 179.

Lección 35: Para escoger con prudencia

Richard G. Scott, “El poder de larectitud”, Liahona, enero de 1999,págs. 79–81.

Page 124: Liahona Julio 2001

Joseph B. Wirthlin, “Un tiempo depreparación”, Liahona, julio de 1998,págs. 13–16.

Neil L. Andersen, “Los profetas ylos grillos cebolleros espirituales”,Liahona, enero de 2000, págs. 18–20.

Lección 36: La honradezJames E. Faust, “La honradez, una

brújula de la moral”, Liahona, enerode 1997, págs. 45–48.

Sheldon F. Child, “Palabra de honor”,Liahona, julio de 1997, págs. 32–33.

Robert J. Matthews, “ ‘No hablaráscontra tu prójimo falso testimonio’ ”,Liahona, noviembre de 1998, págs. 14–21.

Lección 37: Conservar la castidadpor medio de una vida recta

Jeffrey R. Holland, “La pureza personal”, Liahona, enero de 1999, págs. 89–92.

Vanessa Moodie, “La bendición dela castidad”, Liahona, mayo de 1999,págs. 26–27.

Terrance D. Olson, “Verdadessobre la pureza moral”, Liahona, octubre de 1999, págs. 30–39.

Lección 38: Para conservar el cuerpo sano

Russell M. Nelson, “Somos hijos de Dios”, Liahona, enero de 1999,págs. 101–4.

L. Tom Perry, “ ‘Correrán sin fati-garse’ ”, Liahona, enero de 1997, págs. 40–45.

Zoltán Soltra, “¿Cuál es la cargamás pesada?”, Liahona, abril de 1999,págs. 29.

Lección 39: Para prevenir enfermedades

Lauradene Lindsey, “La autosufien-cia”, Liahona, octubre de 1997, págs. 22–24.

Lección 40: El autodominioBoyd K. Packer, “El espíritu de

revelación”, Liahona, enero de 2000,págs. 26–29.

Richard J. Maynes, “Una conexióncelestial en la adolescencia”, Liahona,enero de 1998, págs. 35–36.

“En busca del autodominio”,Liahona, junio de 1999, pág. 25.

“Sé humilde”, Himnos, Nº 70.

Lección 41: El optimismoJames E. Faust, “La esperanza,

ancla del alma”, Liahona, enero de2000, págs. 70–73.

Joe J. Christensen, “Razón parasonreír”, Liahona, septiembre de 1998,págs. 28–31.

Shane R. Barker, “¿Todo te va malhoy?”, Liahona, octubre de 1999, pág. 43.

“Si hay gozo en tu corazón”,Himnos, Nº 148.

Lección 42: La gratitud y el reconocimiento

Thomas S. Monson, “Demos gracias”, Liahona, enero de 1999, págs. 20–23.

James E. Faust, “Corazón agradeci-do”, Liahona, noviembre de 1998, A5.

“Con un corazón agradecido”,Liahona, agosto de 1999, pág. 25.

“Por la belleza terrenal”, Himnos,Nº 43.

Lección 43: El empleo prudente denuestro tiempo libre

Gordon B. Hinckley, “Las obliga-ciones de la vida”, Liahona, mayo de1999, págs. 2–7.

Joseph B. Wirthlin, “Un tiempo depreparación”, Liahona, julio de 1998,págs. 13–16.

“¿Es malo ver comedias en la tele-visión?”, Liahona, febrero de 1996,págs. 25–27.

Lección 44: Desarrollemos nuestrostalentos

Marissa D. Thompson y JannaNielsen,“Cómo descubrir y desarrollartus talentos”, Liahona, mayo de 1999,págs. 40–41.

Anne Billings, “Correr, pero sincansarse”, Liahona, septiembre de1999, págs. 20–23.

Marcelino Fernández RebellosSuárez, “Una oración para Él”,Liahona, marzo de 1998, págs. 28–29.

Lección 45: Participemos en lasBellas Artes

Jeanne P. Lawler, “Nuestro casiCoro del Tabernáculo”, Liahona, diciembre de 1998, págs. 36–37.

Beth Dayley, “ ‘Con la mira puestaúnicamente en la gloria de Dios’ ”,Liahona, agosto de 1997, pág. 48.

Tamara Leatham Bailey y ChristieGiles, “El poder de la música”,Liahona, marzo de 1996, págs. 40–41.

Lección 46: Nuestra responsabilidadeconómica

Ronald E. Poelman, “El diezmo: unprivilegio”, Liahona, julio de 1998,

págs. 84–86.

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“La observancia de la ley del diezmo”, Liahona, diciembre de 1998, pág. 25.

Theodore G. Baalman, “Poniendoa prueba la promesa del Señor”,Liahona, diciembre de 1998, págs.26–27.

Lección 47: Un ambiente edificanteJack H Goaslind, “Para responder

al llamado”, Liahona, agosto de 1997,págs. 10–15.

Anya Bateman, “ ‘Fantástico… deno ser por esa parte’ ”, Liahona, juniode 1999, págs. 22–24.

“¿Que puedo hacer para que mihogar sea más feliz y espiritual?”,Liahona, agosto de 1998, págs. 26–29.

Lección 48: El arte de la comunicación en el liderazgo

Brad Wilcox, “Cómo ayudar a losjóvenes a sentirse aceptados”,Liahona, junio de 1999, págs. 42–47.

Marissa D. Thompson, “Sé unamigo”, Liahona, marzo de 1999, pág. 48.

Janet Thomas, “Diversión con unobjetivo”, Liahona, febrero de 1999,págs. 18–22.

Lección 49: Debemos valorar y daránimo a las personas discapacitadas

Joe J. Christensen, “El Salvadorcuenta con ustedes”, Liahona, enerode 1997, págs. 43–45.

Linda A. Peterson, “Mi heroína”,Liahona, diciembre de 1999, págs. 34–35.

Elizabeth Quackenbush, “Yo fui surespuesta”, Liahona, junio de 1999,págs. 36–37. �

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Nuevas Autoridades Generales

Élder L. WhitneyClaytonDe los Setenta

Cuando el élder L. WhitneyClayton, un nuevo miembro

del Primer Quórum de los Setenta,estudiaba en la Universidad de Utahy contemplaba el servir una misión,un factor importante en su decisiónde servir fue el ejemplo de los ex mi-sioneros en el campus. “No eratanto lo que decían, aunque algunasde sus palabras sirvieron de ayuda”,recuerda, “sino que era la forma enque se comportaban, cómo actua-ban. Había algo en ellos que loshacía diferentes a los demás jóvenesque conocía y era obvio que la res-puesta de ello era la misión”.

Se le llamó a la Misión AndesPerú en 1970, y con su experienciacontribuyó a poner un firme ci-miento para otro servicio de laIglesia. Un suceso que fortaleció sutestimonio tuvo lugar durante una

visita que el élder Boyd K. Packer,del Quórum de los Doce Apóstoles,realizó a la misión. “Cuando elélder Packer compartió su testimo-nio en una reunión misional enLima”, dice el élder Clayton, “supeque él sabía que el Evangelio esverdadero”.

El élder Clayton nació en SaltLake City el 24 de febrero de 1950 yes hijo de L. Whitney Clayton Jr. yde Elizabeth T. Clayton. Se crió enWhitier, California, en los EstadosUnidos, se licenció en finanzas en laUniversidad de Utah y obtuvo un tí-tulo en derecho de la Universidaddel Pacífico, en California. Tras tra-bajar para varios bufetes, en 1981 ély un socio abrieron un bufete propioen Newport Beach.

Se casó con Kathy Ann Kipp el 3de agosto de 1973 en el Templo deSalt Lake, y son padres de sietehijos.

Entre los llamamientos anterioresdel élder Clayton se incluyen su ser-vicio como presidente de misión deestaca, líder de grupo de sumos sa-cerdotes, presidente de rama, obis-po, miembro de sumo consejo deestaca, representante regional ySetenta Autoridad de Área.

Agradecido por la oportunidadde servir que le proporciona sunuevo llamamiento, el é lderClayton dice: “Mi testimonio es elcentro de mi vida. Es un motivadortremendo para hacer lo correcto,para querer servir, para desear ben-decir y ayudar a las personas detodas partes, y de todas las formasposibles”. �

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Élder ChristoffelGolden Jr.De los Setenta

Siempre he tenido un amor pro-fundo por el Salvador. Crecí le-

yendo la Biblia y orando casi todoslos días”, dice el élder ChristoffelGolden Jr. “Cuando tenía 20 años,mi madre abrió la puerta a los misio-neros. Jamás lo olvidaré. Todos creí-mos y nos bautizamos”.

El élder Golden nació el 1 dejunio de 1952 en Johanesburgo,Sudáfrica, y es hijo de Christoffel yMaria Oosthuizen Golden. Siendojoven completó nueve meses de ser-vicio militar en 1971, y de 1977 a1979 sirvió en la Misión SudáfricaJohanesburgo. Sus estudios en laUniversidad de Sudáfrica le valieronun título en ciencias políticas en1986 y luego un título adicional deposgrado en política internacionalen 1990.

Tras la misión conoció a su futuraesposa, Diane Norma Hulbert, quese había graduado como optometris-ta licenciada. Él completó sus estu-dios mientras servía como misioneroen Johanesburgo y luego se casaronel 12 de diciembre de 1981 y son pa-dres de cuatro hijos con edadescomprendidas entre los 11 y los 17años.

“Nuestra vida estuvo centrada enel Señor desde el comienzo mismo”,dice. “No hay duda alguna de quenos deleitamos en sostener al Señor,al profeta y a los Doce”.

Es un hombre de negocios deéxito y ha trabajado en la banca y

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en el sector farmacéutico. Se leconcedió la oportunidad de ascen-der y mudarse a París, Francia,pero en su lugar decidió permane-cer en Sudáfrica. Posteriormentecomenzó un negocio de mercado-tecnia óptica.

En junio de 1996 empezó a traba-jar como director de área para elSistema Educativo de la Iglesia.“Muchos jóvenes aquí no tienen pa-dres en la Iglesia”, dice el élderGolden, que habla inglés y afri-kaans. “Es por medio de los semina-rios e institutos que podemosenseñar una cultura del Evangelio”.

El élder Golden, cuyos llama-mientos en la Iglesia incluyen los depresidente de Hombres Jóvenes,líder misional de barrio, obispo ypresidente de estaca, sirvió comoSetenta Autoridad de Área por seisaños antes de ser llamado al PrimerQuórum de los Setenta.

“Mi amor por Jesucristo me haacompañado desde que era niño”,dice. “Este nuevo llamamiento esotra oportunidad que tengo de ser-virle”. �

Élder Walter F.GonzálezDe los Setenta

“El Libro de Mormón ha sido elinstrumento de mi conversión;

verdaderamente lo amo”, dice elélder Walter F. González.

Nació el 18 de noviembre de1952 y se crió en Montevideo,Uruguay. Un día, cuando tenía 12

años, iba estudiando inglés en unautobús, cuando dos misioneros lovieron y le preguntaron: “¿Hablasinglés?”.

Gracias a ese primer contacto, eljoven Walter recibió un ejemplar delLibro de Mormón. Seis años mástarde, cuando empezó a leerlo, dice:“Supe que era verdadero a las pocaspáginas de 1 Nefi”. Sus padres,Fermín y Victoria González, le ha-bían enseñado valores cristianos quele ayudaron a reconocer y recibir elEvangelio restaurado.

Estudió derecho en laUniversidad de la República, enUruguay, estudió economía en laUniversidad de la Fraternidad, enArgentina, obtuvo un título técnicoen administración empresarial en elInstituto CEMLAD y luego obtuvoa través de unos estudios por correouna licenciatura de la Universidadde Indiana en Bloomington,Estados Unidos.

Un año después de su bautismoconoció a su esposa, Zulma, en unaconferencia regional para la juven-tud. Se casaron el 28 de febrero de1975 en Montevideo, y se sellaronen el Templo de Washington, D.C.en 1979. Tienen tres hijos y unahija.

“Amo la enseñanza; me gusta larelación con los estudiantes”, dice.El élder González ha trabajado parael Sistema Educativo de la Iglesiadesde 1975. Su carrera como maes-tro y administrador le ha llevado a él y a su familia a Ecuador yColombia.

El é lder Gonzá lez dice que,desde su bautismo, el Señor le habendecido con muchas responsabi-lidades y oportunidades de servir.Su primer l lamamiento hace 30 años fue como consejero del su-perintendente de la Mutual. Haservido en un obispado y como pre-sidente de estaca, presidente de mi-sión en Ecuador, representanteregional y director de asuntos públicos de área. Era SetentaAutoridad de Área cuando fue lla-mado al Primer Quórum de losSetenta.

“Creo en una vida equilibrada”,dice el élder González. “Debemos

E

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apartar tiempo para estar cerca delSeñor, del cónyuge y de los hijos”.En cuanto a otras actividades,añade con una sonrisa: “También esimportante dedicar tiempo para eldeporte. Particularmente me gustael fútbol”.

El élder González enseña sistemá-ticamente a los miembros que “sigana los profetas. Ellos nos conducirána Cristo. La mejor póliza de segurospara nuestro bienestar espiritual esel seguir al profeta”. �

Élder Steven E.Snow De los Setenta

l élder E. Snow y su esposa, PhyllisSquire Snow, sabían que iban a

tener un verano muy ocupado, perodesconocían cuán ocupado iba a ser.

El matrimonio celebrará su 30aniversario de boda en junio, perono habían dedicado mucha atencióna la celebración a causa de los pre-parativos de las bodas de tres de suscuatro hijos que se celebrarán enmayo, julio y agosto.

Las cosas se complicaron de verdadcuando el hermano Snow fue llamadodurante la conferencia a servir en elPrimer Quórum de los Setenta. “Losllamamientos para servir no siemprevienen en el momento más conve-niente”, dice el élder Snow, “perosiempre son un privilegio. Anhelo elprestar todo mi tiempo al servicio delSeñor. El despertarse cada mañana ysaber que estás haciendo lo correctoes el sentimiento más maravilloso”.

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Miembros reunidos fuera de una de las entradas ubicadas al nivel de laplaza del Centro de Conferencias.

Nació el 23 de noviembre de 1949y es hijo de Greg E. Snow y VidaJean Goates Snow, y ha dedicadogran parte de su vida al servicio. Hasido miembro de un sumo consejo deestaca, obispo, presidente de estaca,presidente de la Misión SanFernando California, y SetentaAutoridad de Área en el Área UtahSur. De joven sirvió como misioneroen Alemania, donde dice que obtuvoun fuerte testimonio del Evangelio.

A través de su servicio, el élderSnow ha desarrollado un profundoamor por las personas. “Al prepa-rarnos para nuestra nueva asigna-ción, deseo conocer gente nueva,en especial las que proceden de en-tornos diferentes. Recibo muchadicha y felicidad de mi interés enlos demás”.

Su amor por la gente se desarro-lló mientras crecía en St. George,Utah. “Mis abuelos tenían una tien-da de fruta”, dice, “y cuando ibanlos clientes yo observaba el tratoque les dispensaba mi abuelo.Disfrutaba tanto que mi abuelatenía que recordarle siempre que es-taba trabajando”.

El élder y la hermana Snow se ca-saron en el Templo de St. George,Utah, y criaron a su familia en lacercana localidad de Washington,Utah. Es el socio mayoritario del bu-fete Snow Nuffer y ha trabajado

como abogado del condado deWashington. Obtuvo una licencia-tura en contabilidad de laUniversidad Utah State y obtuvo untítulo en derecho de la UniversidadBrigham Young. �

Élder Keith K.HilbigDe los Setenta

Creo firmemente en la frase delpresidente J. Reuben Clark de

que en la Iglesia uno ni busca nideclina una posición, y que no im-porta dónde se sirva sino cómo”,dice el élder Keith K. Hilbig, re-cientemente llamado al SegundoQuórum de los Setenta. “Esto se

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aplica a toda oportunidad de serviren la Iglesia”.

Los sentimientos del élder Hilbighacia la Iglesia comenzaron a surgiren su infancia. Él nació el 13 demarzo de 1942 en Milwaukee,Wisconsin, Estados Unidos, y es hijode Karl y Mildred Hilbig. El ejemplode sus padres y de otros miembros alaceptar llamamientos fue un ele-mento clave en su desarrollo espiri-tual. El verles servir, recuerda, dioforma a su actitud hacia la Iglesia ylas cosas espirituales.

El élder Hilbig sirvió como misio-nero en la Misión AlemaniaCentral, y luego estudió hasta obte-ner una licenciatura de laUniversidad de Princeton y recibirun título en derecho de laUniversidad Duke. Después de tra-bajar como abogado en Los Ángeles,California, Estados Unidos, abrió supropio bufete. En abril de 1998 seconvirtió en el Asesor LegalInternacional de la Iglesia y trabajóen ese llamamiento con las áreas deEuropa Oeste y Europa Central.

El 1 de junio de 1967 se casó conSusan Rae Logie en el Templo deSalt Lake, y tienen seis hijos y ochonietos. El élder Hilbig comenta de lainfluencia de su esposa: “Ella hasido un ejemplo maravilloso en elestudio y la puesta en práctica delEvangelio. La observo y aprendo”.

Antes de ser llamado al SegundoQuórum de los Setenta, el élderHilbig fue llamado en 1995 comoAutoridad de Área y en 1997 comoSetenta Autoridad de Área. Tambiénha servido como maestro deDoctrina del Evangelio, presidentede los Hombres Jóvenes, presidentedel quórum de élderes, obispo, presi-dente de estaca y presidente de laMisión Suiza Zúrich.

“Tengo un testimonio de la divinidad del Salvador y cada vezestoy más maravillado por laRestauración y la labor que hoy díase está llevando a cabo mediante elEspíritu”, indica el élder Hilbig. “Esfantástico poder volver la vista a lomucho que se ha logrado y mirar ade-lante y contemplar lo mucho que estápor suceder. Ésta es una época mag-nífica para vivir y contribuir”. �

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Élder Robert F.OrtonDe los Setenta

“No recuerdo un momento demi vida en que no supiera

que Dios vive” , dice el é lderRobert F. Orton, de Salt Lake City.Este testimonio se ha ido fortale-ciendo a lo largo de años de estu-dio de las Escrituras, gran partedel cual lo real iza cuando nopuede dormir. “Cuando despierto,en vez de quedarme acostado, estudio las Escrituras”, dice. Élsiente que este intenso estudiopersonal será un beneficio para sunuevo llamamiento en el SegundoQuórum de los Setenta.

El élder Orton nació el 24 de agosto de 1936 y es hijo de H. Frank y Gwen Riggs Orton, y se crió en Panguitch, Utah. Suspadres se habían casado en el templo, pero al poco su padre se inactivó. No fue hasta que Robertcumplió 12 años que su padre deci-dió regresar a la plena actividad.“Aquello ocurrió tras muchos añosde esperar, orar y suplicar”, dice elélder Orton. “Siempre había sido unbuen padre, pero desde entonceshubo calma y dulzura en nuestrohogar debido a la relación espiritualque existía entre mi padre y el restode la familia”.

Otra gran influencia en la vidadel é lder Orton fue su abuelaMildred Riggs, que vivió con la fa-milia a la muerte de su esposo. Ellale dio un ejemplo de rectitud per-sonal y autodisciplina al leer las

Escrituras fielmente cada día y de-cidir servir una misión cuandotenía sesenta años. “Cuando mellegó el momento de considerarservir una misión, empecé a pensaren mi abuela y en la clase de per-sona que había sido”, recuerda elélder Orton. “Finalmente me dije:Si la abuela Riggs puede hacerlo, tútambién puedes, y debes”. El élderOrton sirvió en la MisiónFrancesa, una experiencia queagrandó su amor por el Evangeliorestaurado.

El élder Orton obtuvo una li-cenciatura de la UniversidadBrigham Young y obtuvo un títuloen derecho de la Universidad deUtah. El 13 de junio de 1963 secasó con Joy Dahlberg en elTemplo de Salt Lake y tienen seishijos y nueve nietos.

Los numerosos llamamientos delélder Orton incluyen el de obispo,consejero en una presidencia de es-taca y presidente de misión. �

Élder Wayne S.PetersonDe los Setenta

Una corneta guió a Wayne S.Peterson a una de sus primeras

experiencias espirituales. Aprendióa tocar el instrumento cuando eraun joven que crecía en Roy, Utah.Era miembro de la Banda deTrompetas y el Coro de losMuchachos de Ogden, Utah, ungrupo al que se invitó a tocar en laConvención Internacional de

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Kiwanis en Atlantic City, NuevaJersey, Estados Unidos. Como partedel viaje al Este, los jóvenes tuvie-ron la oportunidad de visitar laArboleda Sagrada y el CerroCumorah, cerca de Palmyra, NuevaYork.

“Fue uno de los momentos im-portantes de mi vida”, recuerda elélder Peterson. “El Espíritu quesentí allí, la certeza de lo que habíasucedido en ese lugar, quedó pro-fundamente en mi corazón”.

Ese testimonio personal ha permanecido con el élder Petersondurante su servicio por el resto de su vida. Ha sido misionero en Australia, obispo en dos ocasio-nes, miembro de sumo consejo dos veces, presidente de estaca,presidente de la Misión CaliforniaOakland y representante regional.Hab ía estado sirviendo comoSetenta Autoridad de Área desde1995 en el Área Utah Norte cuan-do fue llamado como miembro del Segundo Quórum de losSetenta.

El élder Peterson nació en Roy el6 de octubre de 1939 y es hijo deRulon y Naomi Skeen Peterson. Él ysu esposa de 39 años, Joan JensenPeterson, tienen seis hijos, la crian-za de los cuales ha sido una expe-riencia rica y recompensante. Unaño después de que él y la hermanaPeterson se casaron en el Templo deLogan, Utah, nació su primera hija,Linda, con espina bífida. La expe-riencia condujo de inmediato a lapareja a una mayor madurez. Su feaumentó al ver cómo sus oracioneseran contestadas y se sucedían lospequeños milagros en la vida de lapequeña. Linda ha servido una mi-sión, enseñó en el Centro deCapacitación Misional, se graduóde la Universidad Brigham Young,se casó en el templo y tiene doshijos.

El é lder Peterson cursó una licenciatura y un máster en admi-nistración empresarial en laUniversidad Utah State, donde fuepresidente del cuerpo estudiantil.Profesionalmente, ha trabajadocomo agente inmobiliario en SaltLake City. �

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Élder R. ConradSchultzDe los Setenta

E l élder Conrad Schultz ha dis-frutado del básquetbol desde

que era joven, por lo que fue unasorpresa para todos —él inclui-do— cuando dejó el equipo de la escuela secundaria. “En aquelentonces no sabía por qué teníaque dejarlo”, dice. “Pero ahora sí”.

Al d ía siguiente de dejar elequipo, un amigo le invitó a jugarcon el equipo de su barrio. Aun-que no era miembro de la Iglesia,el joven Conrad aceptó, y ayudó aque el equipo participara en elcampeonato de la Iglesia en SaltLake City. Se colocaron entre losmejores equipos y al fin del mismoasistieron a un banquete donde elorador era el presidente JosephFielding Smith, presidente delQuórum de los Doce Apóstoles.

“Cuando volví del campeonatoquería saber más de la Iglesia”,dice el élder Schultz. “Así quetomé las charlas misionales”. Alayunar y orar, recibió un fuertetestimonio de que José Smith esun profeta y de que el Libro deMormón es la palabra de Dios. Sebautizó poco después, en 1956.Dos años más tarde, en junio de1958, comenzó su servicio en laMisión de los Estados del Golfo.

Nació en North Bend, Oregón,Estados Unidos, el 11 de marzo de1938, y es hijo de Ralph ConradSchultz y Dorothy Bushong

Schultz. Ha vivido en su estadonatal casi toda su vida. Obtuvo la licenciatura y el doctorado enderecho de la Universidad deOregón, y ha practicado la aboga-cía durante toda su carrera. Enjunio de 1961 se casó con CarolynLake en el Templo de Salt Lake ytienen cinco hijos y ocho nietos. Aél y a su familia les gusta acampar,pescar e ir juntos a actividades de-portivas. “No puedo expresar loimportante que es la unidad fami-liar”, dice. “Es muy importante ennuestra vida”.

Antes de ser l lamado alSegundo Quórum de los Setenta,el élder Schultz sirvió como obis-po, presidente de estaca y presi-dente de la Misión ColoradoDenver Sur. “La obra misional esla pieza fundamental de mi cora-zón”, dice. “Es muy importantepara mí por la forma en que me habendecido”. �

Élder Robert R.SteuerDe los Setenta

El élder Robert R. Steuer re-cuerda lo “amables y considera-

dos” que fueron los miembroscuando se unió a la Iglesia a losnueve años. Gracias a los ejemplosde los amigos, él comenzó a asistira la Primaria y conoció el Evan-gelio. A una edad temprana apren-dió por sí mismo la importancia deser amigable y amable con losdemás.

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A los 14 años, Robert volvió aaprender por el ejemplo la necesidadde tener “un amor verdadero y unapreocupación genuina por otra per-sona”. Recuerda a un compañero deorientación familiar, un hombre de80 años, que le dio un magníficoejemplo. “Su idea de la orientaciónfamiliar”, dice el élder Steuer, “era lade ir y pintar la entrada de la casa deuna viuda”.

Nació el 6 de diciembre de1943 en Milwaukee, Wisconsin,Estados Unidos, y es hijo de HuldaHanel y Fritz Steuer. Pasó su ju-ventud en Salt Lake City, Utah, yen Las Vegas, Nevada. Se licencióen medicina en la Universidad deMinnesota. Tras los estudios prac-ticó la medicina y llevó a cabo in-vestigaciones médicas, y terminópor convertirse en médico de diag-nóstico. Fue el fundador y directorde una empresa de diagnósticosmédicos.

Gracias a sus experiencias en laprofesión médica, el élder Steuerdice que “el Espíritu da inspiraciónno sólo en las cuestiones eclesiás-ticas, sino también en los asuntosseculares”. Dice que ha sido unadicha ver la mano del Señor en suinvestigación médica.

El é lder Steuer y su esposa,Margaret Black, de Ogden, Utah,se casaron el 21 de junio de 1971en el Templo de Logan, Utah.Viven en Pleasant View, Utah, ytienen cinco hijos y cinco nietos.Su esposa y familia “han sido unagran fortaleza para mí”, dice.

Sus llamamientos en la Iglesiaincluyeron los de obispo, presiden-te de misión de estaca y presidentede la Misión Brasi l São PauloNorte.

El é lder Steuer dice que las experiencias de la vida le han en-señado que hay muchos momentosde nuestra vida en los que viene“una inspiración apacible”. Comonuevo miembro del SegundoQuórum de los Setenta, él anima alos miembros a “hallar momentosde tranquilidad en nuestros hoga-res para reflexionar en las necesi-dades de cada miembro de lafamilia”. �

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Asistentes a la conferencia cruzan la calle North Temple entre el Centro deConferencias y la Manzana del Templo.

Élder H. RossWorkmanDe los Setenta

A los 19 años, H. Ross Workmanestaba comprometido para ca-

sarse y no pensaba servir una mi-sión. Entonces, un domingo por lamañana, su presidente de estaca sele acercó y le dijo: “He sido inspira-do a llamarle a servir una misión.¿Irá usted?”. Sorprendido, pero sin-tiendo la confirmadora influenciadel Espíritu Santo, el joven Rossdijo: “Sí”. Cuando se lo dijo a suprometida, la chica con la que habíasalido durante la secundaria y conquien se había comprometido el díade la graduación, rompió a llorar,pero acordó apoyarle y retrasar laboda.

Los compromisos de ese día die-ron sentido a toda su vida. Él nacióel 31 de diciembre de 1940 en SaltLake City, y es hijo de Harley yLucille Ramsey Workman. Despuésde su misión en los estados del sur,se casó con Katherine EvelynMeyers, su novia de la secundaria,en el Templo de Logan, Utah.Tienen cuatro hijos y siete nietos.Él se licenció en química y derechode la Universidad de Utah y hatrabajado por más de veintiochoaños como abogado de patentes.En sus llamamientos en la Iglesiaha trabajado con los jóvenes du-rante años y ha servido en variosobispados, en un sumo consejo deestaca y como obispo. Estaba sir-viendo como presidente de laMisión Hawai Honolulu cuando

fue llamado al Segundo Quórumde los Setenta.

El élder Workman reconoce quela capacitación de liderazgo que re-cibió mientras servía en el obispadode un barrio de estudiantes “me diola visión de esta obra”. Considera suservicio como obispo una de las ex-periencias más grandes de su vida.Entre los éxitos que vio desplegarsecomo presidente de misión estuvo elnotable crecimiento de la fe de los

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misioneros y el establecimiento de laIglesia en la Isla Christmas, enKiribatí, donde la rama ha crecidohasta tener más de 114 miembros.

“Sé que el Señor habla al hombremediante la dirección del EspírituSanto”, testifica el élder Workman.El Señor me ha sostenido a lo largode la vida. He llegado a saber queJesucristo vive y que es mi Salvador.Siento una profunda gratitud por Él.Es el Cristo viviente”. �

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Panorama de la calle State, por Al Rounds.La amplia vista de la antigua Salt Lake City es, en efecto, un panorama de la historia. A la derecha se aprecia la intersección de las calles South Temple y State

según eran a finales de la década de 1850, con la primera Puerta del Águila sobre la calle State. La Casa de la Colmena, en la esquina, fue edificada en un principiopor el presidente Brigham Young en la década de 1850 y se ve tal y como aparecía en la década de 1890, adyacente a la Casa del León. El Templo de

Salt Lake, a una manzana hacia el oeste, se dedicó en 1893.

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Imágenes de la conferencia general:

Los líderes de la Iglesia, el Coro

del Tabernáculo y la congregación se

ponen de pie para cantar (frente);

el Centro de Conferencias (arriba) por

la mañana temprano antes de una

sesión, visto desde la plaza ubicada

enfrente del Templo de Salt Lake.

INFORME DE LA CONFERENCIA GENERAL ANUAL NÚMERO 171 CELEBRADA DEL 31 DE MARZO AL 1 DE ABRIL DE 2001.