Los Alimentos Transgénicos y la Salud

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LA COMIDA TRANSGÉNICA ¿UN RIESGO PARA NUESTRA SALUD? Mariana M. Torres Arroyo La producción y comercialización de alimentos transgénicos o genéticamente modificados (GM) ha sido de gran controversia en los últimos años. Existe un gran debate ético en torno a ellos, y uno de los temas concernientes es el peligro que pueden representar para la salud humana. Que sean o no convenientes depende del punto de vista del que se analice. En este artículo se presentan al lector los potenciales riesgos que significa el experimentar con la nueva tecnología de modificación genética en nuestros alimentos. ¿Qué son los OGM o transgénicos? Un organismo genéticamente modificado (OGM) o transgénico es aquel al que se le ha modificado su ADN. Con técnicas de ingeniería genética se le introduce un gen, el cual es un trozo de ADN responsable de la síntesis o elaboración de una proteína. El objetivo de hacer esto es que esa proteína confiera al organismo alguna propiedad. En las plantas esta propiedad puede ser la resistencia a plagas, tolerancia a herbicidas, capacidad de soportar condiciones climáticas adversas, frutos con características más deseables, etc. El maíz transgénico Bt, de la corporación Monsanto, es un ejemplo de alimento transgénico o Genéticamente Modificado (GM). Este maíz es resistente a plagas gracias a que se le ha introducido un gen que produce la toxina de la bacteria Bacillus thuringiensis, la cual es venenosa para insectos que atacan al maíz, pero no para el hombre. El grano tiene, además, genes que le permiten sobrevivir al herbicida Roundup, también de Monstanto. ¿Desde cuándo consumimos vegetales GM? El desarrollo de vegetales transgénicos comenzó en la década de los 80’s, con el descubrimiento de técnicas que permiten la fragmentación y manipulación de secuencias de ADN (Aparisi 2007). En 1986, los científicos lograron crear hojas de tabaco resplandecientes. Lo que hicieron fue tomar el gen responsable de la emisión de luz de las luciérnagas y lo insertaron en el código genético de la planta de tabaco (Rifkin, J. 2009).

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Texto original de la publicación en Magazine Social "LA COMIDA TRANSGÉNICA ¿UN RIESGO PARA NUESTRA SALUD?", marzo 2013.Temas: ¿qué son los transgénicos? ¿desde cuándo los consumimos? ¿cuáles son las principales empresas de trasngénicos en México y el mundo? ¿Cuáles son los daños que pueden ocasionar a nuestra salud?

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LA COMIDA TRANSGÉNICA ¿UN RIESGO PARA NUESTRA SALUD?

Mariana M. Torres Arroyo

La producción y comercialización de alimentos transgénicos o genéticamente modificados (GM) ha sido de gran controversia en los últimos años. Existe un gran debate ético en torno a ellos, y uno de los temas concernientes es el peligro que pueden representar para la salud humana.

Que sean o no convenientes depende del punto de vista del que se analice. En este artículo se presentan al lector los potenciales riesgos que significa el experimentar con la nueva tecnología de modificación genética en nuestros alimentos.

¿Qué son los OGM o transgénicos?

Un organismo genéticamente modificado (OGM) o transgénico es aquel al que se le ha modificado su ADN. Con técnicas de ingeniería genética se le introduce un gen, el cual es un trozo de ADN responsable de la síntesis o elaboración de una proteína. El objetivo de hacer esto es que esa proteína confiera al organismo alguna propiedad. En las plantas esta propiedad puede ser la resistencia a plagas, tolerancia a herbicidas, capacidad de soportar condiciones climáticas adversas, frutos con características más deseables, etc.

El maíz transgénico Bt, de la corporación Monsanto, es un ejemplo de alimento transgénico o Genéticamente Modificado (GM). Este maíz es resistente a plagas gracias a que se le ha introducido un gen que produce la toxina de la bacteria Bacillus thuringiensis, la cual es

venenosa para insectos que atacan al maíz, pero no para el hombre. El grano tiene, además, genes que le permiten sobrevivir al herbicida Roundup, también de Monstanto.

¿Desde cuándo consumimos vegetales GM?

El desarrollo de vegetales transgénicos comenzó en la década de los 80’s, con el descubrimiento de técnicas que permiten la fragmentación y manipulación de secuencias de ADN (Aparisi 2007). En 1986, los científicos lograron crear hojas de tabaco resplandecientes. Lo que hicieron fue tomar el gen responsable de la emisión de luz de las luciérnagas y lo insertaron en el código genético de la planta de tabaco (Rifkin, J. 2009).

Los OGM son un producto reciente en el mercado mundial; para la década de los 90’s, aparecieron en el mercado las primeras variedades obtenidas por recombinación de ADN (Aparisi 2007). A partir de 1996 se comienzan a sembrar libremente en Estados Unidos. Actualmente existen en el mercado cuatro cultivos: maíz, algodón, soya y canola, que se siembran a nivel comercial en varios países: Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá, India, China, Paraguay y Sudáfrica. Las transformaciones genéticas presentes en estas variedades comerciales son básicamente dos, la resistencia a herbicidas y la resistencia a insectos (Massieu 2009).

En México, la inmersión en esta tecnología sucedió a nivel de investigación en las décadas de 1940

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y 1950 y se impuso como modelo tecnológico dominante en los granos básicos en todo el mundo desde la década de 1960 y hasta la fecha. Este modelo tecnológico, con el objetivo de abatir el hambre en el mundo, fue producto de un proyecto mundial, con inversión pública e inversión estatal. En México se originó por iniciativa de la Fundación Rockefeller, y los esfuerzos se dedicaron al maíz y al trigo. Se fundó el Centro Investigación de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMyT) con financiamiento internacional, que se encuentra todavía en Texcoco, Edo. De México. El proyecto contó con la colaboración de los gobiernos mexicanos de Ávila Camacho y Miguel Alemán, quienes destinaron generosos fondos para apoyarlo, sin embargo los beneficios de la nueva tecnología solo fueron accesibles a un pequeño número de productores que podían hacer las inversiones necesarias (Massieu 2009)..

¿Cuáles son los posibles riesgos para nuestra salud?

Se conocen riesgos para la salud humana como intolerancias a este tipo de alimentos y un incremento en alergias, además de resistencia a antibióticos debido a las características del proceso de transferencia genética. Estos no son, sin embargo, los únicos riesgos.

En cuanto a la aparición de alergias, un caso ilustrativo fue el intento de obtención de soya transgénica con genes de nuez de Brasil. La proteína de la nuez en la soya ocasionó alergias a la soya en aquellas personas que son sensibles a la proteína de la nuez de Brasil. Y esto sucedió a pesar de que antes de la comercialización de la soya los estudios habían dado un resultado

negativo. Además, los alimentos GM, al tener genes extraños en su ADN, pueden “crear” nuevas proteínas que no están presentes de modo natural en los alimentos. El problema con esto es que los consumidores alérgicos a alimentos conocidos no pueden saber si son o no alérgicos a estos nuevos productos (Aparisi 2007).

Consumir ADN con genes extraños en nuestra dieta puede causar desde simples alergias hasta enfermedades. Tal es el caso del L-Triptófano, fabricado por la empresa japonesa Showa Denko. Entre 1989 y 1992, murieron en Estados Unidos 38 personas, más de 1500 sufrieron daños permanentes y varios millares más se vieron afectadas por el síndrome de eosinofilia-mialgia, que causaba trastornos en la sangre y graves dolores musculares. Se desconoce qué parte del proceso de producción de triptófano, en concreto, causó la rara enfermedad. Lo cierto es que la compañía Showa Denko siempre impidió que investigadores independientes examinaran las bacterias productoras de triptófano tóxico y en 1990 se reveló que funcionarios de la agencia estadounidense, FDA (Food and Drug Administration), habían ocultado al público la utilización de bacterias GM en la fabricación del producto, para evitar un impacto negativo en la creciente industria biotecnológica (Riechmann 2000; Charles 2001). Finalmente la empresa fue obligada a pagar más de 2 mil millones de dólares a sus víctimas (Null 2006).

Más recientemente, un estudio hecho público por el gobierno de Austria concluyó que estos pueden causar problemas para la fertilidad (Greenpeace 2008; Daniells 2008). Los estudios fueron realizados en ratones, con el maíz NK 603 x

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MON810, un híbrido que resulta del cruzamiento de las líneas NK603 (tolerante al herbicida glifosfato) y MON810 (resistente a insectos lepidópteros) de la corporación Monsanto. Los estudios que comisionó la Agencia Australiana para la Salud e Inocuidad de los Alimentos, mostraron que el consumo de este tipo de maíz condujo a la baja fertilidad de los ratones en los experimentos realizados (Daniells 2008).

Los distinguidos científicos, Ignacio Chapela de la Universidad de California, Berkeley y el ex-investigador del Instituto de Investigación Scotland Rowett y líder mundial experto en lectinas y modificación genética en plantas, Arpad Pusztai, se esforzaron por hacer públicos los riesgos potenciales a la salud de los transgénicos. Los dos científicos fueron perseguidos y amenazados, y en el caso de Pusztai, despedido. Ellos encontraron en sus experimentos que las ratas alimentadas con papas transgénicas tenían hígados, corazones, testículos y cerebros más pequeños, sistemas inmunes dañados, y mostraban cambios estructurales en los glóbulos rojos haciéndolos más vulnerables a infecciones y enfermedades, en comparación con las ratas alimentadas con papas no-transgénicas. Se encontraron además, proliferaciones de células en el estómago e intestino de los roedores que podían ser signo de un mayor riesgo futuro de cáncer. Los resultados se mostraron después de 10 días de pruebas, y persistieron después de 110 días, lo cual es el equivalente a 10 años de vida humana (Lendman 1008).

Otros estudios han ligado también a los alimentos GM con enfermedades cancerosas. Nuevas evidencias científicas de investigadores en

Francia han demostrado que el maíz transgénico produce cáncer en ratas, mientras que el glifosfato (el herbicida usado en el Round Up de Monsanto y el más usado en los transgénicos) causa deformaciones en fetos humanos, según estudios realizados en Argentina.

Lo especial de estos estudios franceses, realizados por CRIIGEN (Comité de Investigación y de Información Independiente sobre Genética, por sus siglas en francés), es que se realizaron alimentando grupos de ratas durante 2 años, mientras que todas las pruebas que han hecho otras empresas no superan los 3 meses. En los experimentos realizados por CRIIGEN, las ratas alimentadas con maíz transgénico murieron prematuramente y tuvieron una frecuencia de tumores de 60%-70% contra 20%-30% en el grupo de control. Además, las ratas expuestas a transgénicos y glifosfato presentaron problemas renales y hepáticos severos (Ribeiro 2012). Cabe resaltar que la mayoría de los problemas aparecieron a partir del cuarto mes, por lo que Gilles Eric Seralini, director de CRIIGEN, afirmó que el tiempo elegido para otros experimentos fue intencionalmente corto para evitar la mayoría de los síntomas. A partir de estos estudios, el gobierno mexicano autorizó durante el 2012 más de 1 800 hectáreas de plantaciones de maíz transgénico, la mayoría con el mismo gen de Monsanto (603) que provocó cáncer en ratas en los experimentos franceses (Ribeiro 2012).

A todo esto hay que sumar la posibilidad de riesgos desconocidos. El hecho de que en la actualidad no conozcamos el significado de esta parte del código genético no quiere decir que carezca de significado.

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El reconocido investigador de la UNAM, Julio Muñoz Rubio, en uno de sus artículos publicado en septiembre de 2012, ha expuesto lo siguiente: “Cualquier defensor del uso comercial de los OGM’s que hoy se atreva a expresar que no existen pruebas de daños a la salud por su ingesta, o está pesimamente informado o miente descaradamente. Los estudios aludidos ponen, más que nunca, la voz de alarma sobre los peligros de esa tecnología”.

Los alimentos transgénicos en nuestra mesa

Los alimentos genéticamente modificados saturan nuestra dieta de hoy en día. Solamente en los Estados Unidos, alrededor del 80% de los alimentos procesados los contienen. Algunos otros incluyen granos como el arroz, el maíz y la avena; leguminosas como la soya y derivados de soya; aceites vegetales; bebidas; aderezos; verduras y frutas; leche y sus derivados; pollo, productos cárnicos; y hasta fórmulas lácteas para bebés, además de una vasta colección de aditivos e ingredientes en los alimentos procesados. Los cultivos transgénicos más utilizados en la industria alimentaria son, por el momento, la soya tolerante al glifosfato y el maíz resistente al barrenador europeo (Fernández 2009). Ambos productos podemos encontrarlos tanto en su forma natural como en productos que contengan sus derivados.

Los consumidores no sabemos lo que comemos porque éstos no se etiquetan, aún cuando el daño es claro. Formamos parte de un experimento masivo del cual aún no

se conocen con certeza los resultados. Aunque los riesgos son grandes, tomará varios años conocerlos y cuando sepamos cuáles son todos ellos probablemente sea demasiado tarde para revertir el daño. Hay que agregar que si los alimentos GM no están etiquetados es imposible rastrear enfermedades de sustancias específicas ingeridas aún cuando sean muchas las personas afectadas.

La Doctora en Economía por la UNAM, Yolanda C. Massieu, plantea en su artículo Cultivos y alimentos transgénicos en México. El debate, los actores y las fuerzas sociopolíticas, una de las posturas europeas sobre el consumo de alimentos GM: “se ha llamado a éstos alimentos Frankestein (…) existen cadenas de supermercados y tiendas de alimentos al menudeo que se han comprometido con su clientela a no vender alimentos con contenido de OGM. Es sintomático que el consumidor europeo, con mayor poder adquisitivo y acceso a la información, así como experiencias como las de Chernobyl y las vacas locas, tenga especial exigencia en torno a que sus alimentos sean sanos. No es casual que Europa sea de los principales mercados para los productos orgánicos y donde se han originado las experiencias de mercado justo”.

Mientras tanto, el gobierno mexicano, a través de la Comisión Nacional para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris), ha autorizado 77 productos transgénicos para el consumo humano: variedades modificadas de jitomate, algodón, soya, canola, maíz, alfalfa, arroz, papa y azúcar. A pesar de que no hay pruebas de la inocuidad de los alimentos GM, estos ingredientes entran en nuestras dietas sin control

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y sin nuestro consentimiento expreso. Las empresas que buscan vender los alimentos transgénicos argumentan que no hay datos para confirmar daños en la salud, sin embargo tampoco existen datos científicos que puedan garantizarnos que no los habrá. La ausencia de datos no significa la ausencia de riesgos.

Es evidente que una vez que se libera un cultivo transgénico en la cadena alimentaria humana, no hay manera de controlarlo, y aún cuando en el país no se permitan los alimentos GM para consumo humano, o aún cuando oficialmente la siembra de estos cultivos no esté permitida, no significa que no pueda llegar a nuestras mesas por diversos mecanismos. El caso del maíz Starlink, que había sido autorizado sólo para consumo animal y apareció en Estados Unidos en productos para consumo humano ilustra bien este problema. En México sólo se permiten oficialmente las pruebas de campo, pero hay pruebas pre-comerciales de hasta 1000 hectáreas de algodón Bt y de soya en el norte del país. Con el maíz, el problema es que éste entra en las importaciones provenientes de Estados Unidos, mezclado con el no-transgénico.

Han surgido en los últimos años varias protestas para exigir que se etiqueten los alimentos de origen transgénico. Si bien muchos no se oponen a su uso, sí exigen el derecho a saber cuáles son, y el derecho a decidir si quieren consumirlos o no. Lo cierto es que ni en México, ni en Estados Unidos, los alimentos transgénicos son etiquetados. No podemos saber con certeza qué productos lo son. Sin embargo, la

organización Greenpeace ha hecho una lista de alimentos para que los consumidores tengamos conocimiento sobre algunos productos que utilizan o no ingredientes GM. Esta lista es la “Guía roja y Verde de alimentos transgénicos”, dentro de la cual la lista verde incluye productos cuyos fabricantes proporcionaron a Greenpeace constancia escrita y pruebas de que no utilizan transgénicos ni sus derivados como ingredientes; la lista roja, por el contrario, incluye aquellos productos cuyo fabricantes no han respondido a Greenpeace, no brindan garantías de que sus productos no contengan ingredientes transgénicos o sus derivados, o no han expresado un compromiso claro y sin ambigüedades de que no usan transgénicos. Se mencionan a continuación algunos productos, aunque no lo únicos, que se encuentran dentro de las listas mencionadas.

Dentro de la lista roja se encuentran los aceites Capullo, Nutrioli y Mazola; los productos para bebé Miel Karo, Gerber y Nan de Nestlé; las bebidas Florida 7 , Gatorade, Jumex, Jugos del Valle, Coca Cola, Nestea y Kool-Aid; las botanas Barcel, Tostitos, Sabritas y Bimbo; los chocolates Carlos V, Hershey’s, Turín y Cal-C-tose; los cereales de Kellogg’s, Nestlé y Quacker; los helados Holanda y Nestlé; los productos Ricolino, Marinela, Kraft, Clemente Jacques, Mc Cormik, Lala, Sonrics y Jell-o; los productos Tía Rosa, Maruchan, Maseca y Maizena, entre muchos

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otros. Dentro de la lista verde se encuentran los aceites Filipo Berio, Crisol, y Oleico; las bebidas Aires de Campo, Boing, Enature y Nectasis; las botanas Totis y Quali; los chocolates Kinder, Don Manolo, Ferrero y Nutella; las cervezas Cosaco y Minerva; los congelados La huerta y Nutrifresco; las marcas de arroz Morelos, La merced, SOS y Ki An; los enlatados, mayonesas y conservas La huerta, Ccoreña, Heinz, Nutriverde y Frijoles Goya. La lista completa puede consultarse en la siguiente página de internet: http://www.greenpeace.org/mexico/Global/mexico/report/2008/2/copy-of-gu-a-roja-y-verde-de-a.pdf

Las corporaciones detrás de los alimentos GM

Los cultivos transgénicos son impulsados por gigantescas corporaciones agroalimentarias, las mismas que promueven el uso de pesticidas y otros agroquímicos. Entre estas corporaciones se encuentran Monsanto, Dupont, Novartis, Bayer, Dow Agro Sciences y Syngenta. La historia de Monsanto, la corporación que controla el 90% de los transgénicos en el mundo, es quizás la que más escándalos ha tenido. A lo largo de su historia, la corporación se esconde tras el lema “Alimentación, Salud y Esperanza”, pero se le ha acusado desde hace varios años de violaciones a la ley, soborno de funcionarios, contaminación y afectación a la salud de la gente y del medio ambiente. En el expediente de Monsanto, se incluyen hechos, irregularidades y sanciones poco despreciables, tales como la producción y comercialización del agente naranja, usado durante la guerra de Vietnam; la producción y la

comercialización del DDT y los PCB; fue condenado a pagar 1.5 millones de dólares por sobornar a las autoridades de Indonesia para introducir el algodón transgénico, fue condenado en Francia en 2006 por publicidad engañosa sobre las falsas propiedades ecológicas del herbicida Round Up; y fue condenado en Estados Unidos en 2010 a pagar 2.5 millones de dólares por más de 1700 violaciones a normas de bioseguridad (Greenpeace 2008).

Round Up es el producto estrella de Monsanto. Este herbicida es fabricado a partir del compuesto químico glifosfato, químico que mata cualquier planta que toca, las únicas plantas que no mueren son aquellas que han sido modificadas genéticamente para resistirlo. Monsanto lo promovió como biodegradable y amigable con el medio ambiente, hasta que se demostró lo contrario y la empresa perdió un juicio por publicidad engañosa en 2007. Se le obligó a quitar la leyenda “biodegradable” de los envases Roundup y pagar 15 mil euros de multa (Nieto 2009).

El francés Robert Bellé y su equipo del Centro Nacional de Investigación científica de Francia realizaron pruebas para determinar la toxicidad de algunos herbicidas, en las cuales el Round Up resultó ser no solo el más tóxico, sino que se encontró que promovía las primeras etapas de cáncer (Nieto 2009).

Otros inconvenientes

Además de la salud humana, existen muchas otras razones por la que los cultivos GM han encontrado gran oposición a nivel mundial. Entre ellas se encuentra el hecho de que esta tecnología produce semillas estériles, y por lo tanto el agricultor dependerá completamente de sus proveedores

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para volver a sembrar. Los agricultores se ven privados de la posibilidad de guardar parte de la cosecha para ser replantada al año siguiente. Además, existe la posibilidad de que plantas GM puedan pasar sus genes a otros cultivos o flora silvestre y así esterilizar otras especies llegando a ocasionar su extinción.

Otro aspecto ético que se presenta recientemente es el relativo a los cultivos transgénicos industriales, los cuales aún no están en el mercado. Con estos cultivos se busca la transformación de la planta para la producción de fármacos, combustibles o plásticos. La pregunta aquí es si es ético transformar plantas alimenticias, por los riesgos que puede tener liberarlas al medio ambiente. En las plantas de polinización abierta, como el maíz, hay riesgo de que se crucen variedades transgénicas que fabriquen plásticos o combustibles con variedades alimenticias, de modo que el cultivo alimenticio quedaría inutilizable.

En lo concerniente al maíz Bt, este fue diseñado para resistir al gusano barrenador europeo y no para las plagas dominantes en México. Se publicó en 1999, en la revista Nature, un artículo en el que el autor, el entomólogo John Losey, informa de los resultados de un experimento que concluye que el polen del maíz transgénico es perjudicial para las larvas de la mariposa Monarca.

Para reflexionar…

Existe una gran cantidad de argumentos tanto a favor como en contra. En los últimos años se han obtenido plantas transgénicas con la intención de mejorar su composición

nutricional. Se ha conseguido modificar su composición de ácidos grasos, cantidad de almidón, proteínas o vitaminas, alimentos “hipoalergénicos” y con “valor añadido”. Pero hasta la fecha no se han comercializado este tipo de alimentos, a pesar de que sus desarrolladores afirman que se encuentran en etapas de investigación avanzada.

Es importante que recordemos que estos alimentos tienen poco tiempo de consumirse y la experiencia que se tiene con los alimentos cancerígenos, que se siguen descubriendo aún después de décadas de su consumo, es limitada. Actualmente, no sabemos todavía los efectos en la salud humana a largo plazo. Los estudios que se han realizado han sido en animales, en periodos de tiempo corto. Que no existan pruebas de riesgo en humanos, no implica la ausencia real de riesgo. Es evidente que hay consecuencias nocivas que sólo se conocerán a largo plazo.

También hay que reconocer que en aplicaciones farmacéuticas, la biotecnología ha tenido una amplia aceptación social, ya que ha brindado recientemente una serie de productos verdaderamente útiles, tales como la insulina recombinante para diabéticos a precios más accesibles y la quimosina recombinante para la industria láctea, muy útil para la fabricación de quesos a menor precio y buena calidad. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con la producción de alimentos transgénicos. El por qué se debe probablemente a que los consumidores no hemos recibido un beneficio tangible de ellos. No son más baratos, ni mejores que los

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alimentos convencionales. Por el contrario, se ha encontrado que estos alimentos pueden poner en riesgo nuestra salud.

Producir suficiente cantidad de alimentos, sanos e inocuos, y lograr su equitativa distribución, al mismo tiempo que se reducen los impactos negativos en el medio ambiente, es un gran reto. Pero el reto no se reduce a “innovaciones tecnológicas milagrosas”.

Los alimentos GM se han desarrollado en un contexto de hambre y desnutrición, y argumentando que se solucionarán estos problemas se han expandido estos cultivos en todo el mundo. Lo cierto es que estas promesas no se han cumplido. Después de varios años de haberse introducido al mercado estos cultivos y alimentos, la inseguridad alimentaria persiste y aumenta cada año. Hasta el momento no se han comercializado alimentos transgénicos más nutritivos y al parecer las prácticas agrícolas de estos cultivos no han sido menos agresivas con el medio ambiente que las de la agricultura convencional. Pues si bien uno de los argumentos a favor de la agricultura transgénica es que se podría reducir la cantidad de pesticidas y fertilizantes, lo que realmente sucede es que se siguen utilizando grandes cantidades de agroquímicos para la producción de cultivos transgénicos. Un ejemplo de esto es el Roundup.

Es necesaria la biotecnología, es necesario probar los transgénicos, pero, como menciona el titular de

Sagarpa, Francisco Mayorga, dentro de un marco experimental riguroso y libre de riesgos para los cultivos convencionales. La pregunta sigue siendo la misma una y otra vez, ¿Tienen las grandes corporaciones, los grandes agronegocios, el derecho de usarnos y utilizar el mundo como laboratorio de pruebas?