Mario Bunge vs.dialéctica

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Mario Bunge vs. dialectica Por grupobunge Revista Argumentos nº 53 (pág. 44-45), año IV, 1982; sección Crítica de la Cultura; Madrid Hasta hace unos meses, la obra de Mario Bunge sólo era conocida en España en muy restringidos círculos científicos y filosóficos. Sin embargo, Mario Bunge ha venido contribuyendo al más riguroso análisis y fundamentación de teorías en el ámbito de las ciencias naturales y sociales desde hace varios años, con gran tenacidad e incansable esfuerzo, de la que es fruto su abundantísima obra teórica, entre la que destaca «La investigación científica (su estrategia y su filosofía)» (1), magno tratado que ha inspirado a muchos investigadores y ha contribuido a la formación de nuevas promociones de científicos. Por otra parte, aunque la adscripción de Bunge al enfoque semántico de la ciencia no parece aproximarle excesivamente a las humanidades, hay que situarle en todas las dimensiones de su personalidad. En ese sentido, su perspectiva sistémica de las ciencias, su preocupación por ponerlas al servicio del hombre, su defensa de la libertad intelectual y política, su rechazo de la escuela económica monetarista –en lo que ésta tiene de ideología justificatoria de la explotación y de la dependencia– su inconformismo, y la fina ironía con que éste se manifiesta, proporcionan al profesor Bunge una gran dimensión humanística. Empero, no podemos desconocer tampoco que existe el riesgo de que la personalidad de Bunge sea unilateralizada, por el resonante éxito que el reciente congreso ovetense de Teoría y Metodología de las Ciencias y

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Mario Bunge vs. dialecticaPor grupobunge

 

Revista Argumentos nº 53 (pág. 44-45), año IV, 1982; sección Crítica de la Cultura; Madrid

 

 

Hasta hace unos meses, la obra de Mario Bunge sólo era conocida en España en muy restringidos círculos científicos y filosóficos. Sin embargo, Mario Bunge ha venido contribuyendo al más riguroso análisis y fundamentación de teorías en el ámbito de las ciencias naturales y sociales desde hace varios años, con gran tenacidad e incansable esfuerzo, de la que es fruto su abundantísima obra teórica, entre la que destaca «La investigación científica (su estrategia y su filosofía)» (1), magno tratado que ha inspirado a muchos investigadores y ha contribuido a la formación de nuevas promociones de científicos. 

 

 

Por otra parte, aunque la adscripción de Bunge al enfoque semántico de la ciencia no parece aproximarle excesivamente a las humanidades, hay que situarle en todas las dimensiones de su personalidad. En ese sentido, su perspectiva sistémica de las ciencias, su preocupación por ponerlas al servicio del hombre, su defensa de la libertad intelectual y política, su rechazo de la escuela económica monetarista –en lo que ésta tiene de ideología justificatoria de la explotación y de la dependencia– su inconformismo, y la fina ironía con que éste se manifiesta, proporcionan al profesor Bunge una gran dimensión humanística. Empero, no podemos desconocer tampoco que existe el riesgo de que la personalidad de Bunge sea unilateralizada, por el resonante éxito que el reciente congreso ovetense de Teoría y Metodología de las Ciencias y el premio de la Fundación Príncipe de Asturias han alcanzado. 

La Psicología como ciencia natural. 

 

 

Por ello merece la pena recordar aquí algunas de sus intervenciones. En realidad, la ponencia inicial del profesor Bunge redujo su ámbito temático a la consideración de la psicología como ciencia natural. Bunge seleccionó tal tema por considerar que «las relaciones entre la ciencia y la filosofía son particularmente notorias en el caso de la psicología, aunque sólo sea porque ésta se ha apropiado de un tema de la metafísica tradicional: el de la naturaleza de la psique y sus relaciones con el cuerpo» . Además,

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tres filosofías diversas –idealista, positivista y materialista– han inspirado tres enfoques en psicología que difieren tanto por la ontología subyacente como por sus objetivos y sus métodos: el mentalista, el conductista y el informativista. Para situarlos, Bunge definió previamente el enfoque científico, de toda investigación, y su componente filosófico. Desde su perspectiva semántica, Bunge caracterizó el enfoque –o manera de concebir y tratar cuestiones en un campo cualquiera– con la fórmula: Enfoque (andamiaje general, problemática, metódica, metas). En ella, el andamiaje es un conjunto de hipótesis muy generales, referentes a tal campo, así como del modo de conocerlo; la problemática es el tipo de problemas que se desea tratar; la metódica, el conjunto de métodos o modos de tratar dichos problemas; y las metas, las finalidades últimas de la investigación de dichos problemas con tales métodos. Sobre la base de esa caracterización, se comprende que una investigación, por científica que sea, nunca puede estar desprovista de supuestos filosóficos. Estos están incluidos en el primer componente de todo enfoque, que es el andamiaje general constituido por hipótesis ontológicas acerca de la naturaleza de los objetos a investigar, así como por hipótesis gnoseológicas acerca de la naturaleza y el alcance del conocimiento posible de dichos objetos. Y este andamiaje general, lejos de ser prescindible, es el que gula la búsqueda de problemas y la manera de tratarlos así como la fijación de las metas generales de la investigación. 

 

 

Desde tal perspectiva semántica, el profesor Bunge estableció sucesivamente las limitaciones científicas de los enfoques conductista, mentalista e informativista para llegar a la conclusión de que sólo el enfoque psicobiológico es plenamente científico, pues conjunta tanto con la psicología tradicional como con la neurociencia. De hecho, las hipótesis típicamente psicológicas, que encierran variables físicas, químicas, microfisiológicas, conducturales y psicológicas, poseen una estructura formal sólo compatible con el monismo materialista, que sirve de base al enfoque neuro-psicológico, y además se ven confirmadas por la biología evolucionista actual.

 

 

En el coloquio correspondiente, Gustavo Bueno -aun valorando debidamente el esfuerzo de síntesis realizado por Bunge- expresó su preocupación por la tendencia al reduccionismo que suponía. Del hecho ontológico de que la mente no procede del Espíritu Santo, no cree que se pueda pasar al argumento fuerte de Bunge. Existe el riesgo de que la neurociencia –propugnada por el profesor Bunge– resulte reduccionista y acabe por liquidar a la psicología al convertirla en una reliquia arqueológica. En un sentido contrapuesto, Bueno planteó sus reservas acerca de la teoría bungiana de los «psicones», al considerar a éstos como conceptos psicológicos y no fisiológicos. El profesor Bueno estimó también, que la oposición que Bunge establece, entre interior y exterior de la mente, no es tan fundamental como la oposición cerca-lejos. ¿Es posible que exista una ciencia que se ocupe de la acción a distancia en los fenómenos? preguntó Bueno. En su respuesta, el profesor Bunge expuso su convicción de que la neuropsicología no conduce a un reduccionismo simple. Manifestó también que no le

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preocupaba excesivamente una eventual desaparición de la psicología como ciencia. Y ello, por la sencilla razón de que no cree que debamos considerar inmutable la actual división del trabajo entre las diferentes ciencias. Así, por ejemplo, cuando, como consecuencia del descubrimiento de los fenómenos electromagéticos, la óptica fue subsumida en la física, no se produjo un empobrecimiento del conocimiento científico sin su enriquecimiento. A su juicio, lo que está sucediendo actualmente en el campo de la psicología, es una consecuencia del dualismo imperante en nuestra cultura. Éste comprende incluso al marxismo. Así lo manifestó Bunge, respondiendo a una interpelación del autor de este trabajo sobre la reflexología de Pavlov, al precisar que no sólo incurren en dualismo los investigadores soviéticos de la psicología sino que también se daba ese enfoque en Marx y Engels. Para Bunge, el materialismo dialéctico es igualmente dualista, pues separa la infraestructura de la superestructura de la sociedad. 

Juicio global sobre las concepciones de Mario Bunge 

 

 

No es fácil, dentro de los límites de espacio en que se desarrolla este trabajo, formular un juicio global sobre las concepciones de Mario Bunge. En síntesis, forzosamente esquemática, podría considerarse que en ellas coexisten posiciones próximas a un materialismo mecanicista con una concepción epistemológica general caracterizada por una dialéctica peculiar. Es evidente que la tendencia de Mario Bunge a un cierto reduccionismo, la amplitud con que califica de «dualistas» a las posiciones ontológicas y gnoseológicas que difieren de las suyas, su tendencia a comprimir en formalizaciones simples todos los campos del conocimiento –y la propia función de la ciencia– le aproximan a tal materialismo. Sin embargo, no es menos obvio que sus concepciones poco tienen que ver con el materialismo vulgar de Vogt, Büchner, Moleschott, tec. Se aproximarían más –salvadas las naturales diferencias históricas– al materialismo histórico-natural de científicos como Haeckel y Boltzmann. En todo caso, su filosofía de la ciencia –que él denomina Epistemología– es mucho más sofisticada y sutil, teniendo por base un amplio y sólido conocimiento de diversos sistemas filosóficos y distintas ciencias positivas.

 

 

En el plano de la dialéctica, la posición de Bunge sería vergonzante, en el mismo sentido que Engels calificaba de ateos vergonzantes a determinados agnósticos. Tanto en sus declaraciones a la prensa, como en sus intervenciones en el congreso ovetense, así como en su obra «Materialismo y Ciencia» , el profesor Bunge mantuvo posiciones formalmente críticas respecto a la dialéctica. Sin embargo, la utilización, que constantemente realiza, de conceptos como los de «emergencia», «nivel», «procesos evolutivos», «sistémica», «dinamicismo», etc., conduce a que, algunas veces, sus posiciones sólo difieran de las dialécticas semánticamente. Subsiste empero la crítica frontal que Bunge realiza al principio dialéctico de la unidad y la lucha de los contrarios. Sus ejemplos sobre el movimiento de los fotones, y la cooperación entre

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especies, no son afortunados. Al igual que Bujarin, Bunge parece reducir la oposición de los contrarios a un simple antagonismo de fuerzas externas, de esencias no cambiantes, cada una de las cuales es como una fuerza absoluta. Esta perspectiva no tiene en cuenta que los contrarios están relacionados por una conexión interna, que es su unidad, y proporciona del encadenamiento y de la interdependencia universal una noción unilateral y simplificada. Además, los experimentos de C. Davisson, L. A. Germen, V. Fabrikant, A Biberman, N. Sushkin, etc, sobre la difracción de los electrones, los fenómenos del fotoefecto y el efecto Compton, así como el estudio visual de las fluctuaciones estadísticas de los fotones, realizado por S. I. Vavilov y sus discípulos, testimonian que las propiedades corpusculares y ondulatorias son propias, simultáneamente, de los mismos micro-objetos y no son algo complementario que se crea durante la interacción entre los micro-objetos y los instrumentos. Ningún dialéctico niega, por otra parte, que la cooperación complementa contradictoriamente a la lucha en el «mecanismo» evolutivo. Aun así cabe considerar que la antidialéctica formal de Bunge está condicionada por los múltiples riesgos que, en el medio anglosajón donde trabaja, supone definirse doblemente como dialéctico y materialista. Sin embargo, no se puede desconocer tampoco que aunque Bunge asume de hecho, con otra denominación, algunos de los postulados de la dialéctica, ésta no se integra plena y operativamente en su concepción filosófica general y, precisamente, a ello atribuimos la tendencia que en él se observa hacia ciertos reduccionismos y simplificaciones en sus formulaciones científicas y filosóficas. Todo ello, claro está, no resta valor a su contribución al I Congreso de Teoría y Metodología de las Ciencias. Sus dos ponencias constituyeron no sólo la expresión muy operativa de una concepción espistemológica sino también un material muy fecundo para su discusión congresual. Y no digamos nada de sus múltiples intervenciones.

Mario Bunge, «La investigación científica (su estrategia y su filosofía)». Ediciones Ariel. Barcelona, 1969.

Mario Bunge, «Epistemología». Editorial Ariel. Barcelona, 1980.

Mario Bunge, «Materialismo y Ciencia». Editorial Ariel. Barcelona, 1981.

José María Laso Prieto

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7 comentarios para “Mario Bunge vs. dialectica”

1. fernandogtoledo Dice: noviembre 5, 2006 en 3:02 am | Responder

Aunque la crítica a la dialéctica materialista que hace Bunge es simple, es menos simplista de lo que amenaza a hacerla ver este texto de Laso Prieto. Resulta curioso que no analice, por ejemplo, el cuestionamiento referido a la cooperación, que parece contradecir el postulado del diamat sobre la “lucha”. Lamentablemente, la página de la fundación WR no incluye la entrevista a Bunge que, se dice allí, apareció en la revista Argumentos.Tampoco me parece acertada la comparación entre el agnosticismo como “ateísmo vergonzante” (según la certera frase de Engels) y el materialismo de Bunge como “materialismo dialéctico vergonzante”. En sus textos, Bunge simplemente propone un modelo superador de la dialéctica, lo cual significa que toma lo mejor y desecha lo peor. ¿Qué les parece?

2. grupobunge Dice: noviembre 6, 2006 en 1:34 pm | Responder

Recomiendo la lectura del libro “Scientific materialism” (trad. materialismo y ciencia). En este libro se encuantra un crítica sistemática de la dialéctica.Básicamente, Bunge critica a la dialéctica, en primer lugar, por estar mal definida- ¿las contradicciones son entre propiedades de un mismo objeto, de propiedades entre distintos objetos, de sistemas completos, etc?.En segundo lugar por ser una tesis inadecuada para explicar el cambio- recuerden que la dialéctica se propuso como teoría del devenir. La dialéctic aestá equivocada por el hecho de que no todo cambio se debe a la confrontación, y porque es falso que de todo “enfrentamiento”- tesis vs antítesis- se produzca una nueva tesis, con su consecuente antítesis y así eternamente. (En el ensayo Bunge da varios ejemplos).En definitiva, es falso el mundo “cambie” debido a su estructura dialéctica.En otras palabras, la dialéctica como categoría ontológica es falsa- también lo es como categoría eistemológica, aunque éste se encuentre peor definida que la primera.

3. jorge méndez Dice: diciembre 6, 2006 en 9:03 pm | Responder

Hola amigos:aquí les envio una pequeña crítica al diamat e histamat marxista que escribí en el foro ABC:

Breve crítica al marxismo

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El marxismo, desde la escolastica soviética, se divide en 2 vertientes: materialismo dialéctico y materialismo histórico.el Diamat funde los principios del materialismo fisicalista del siglo XVIII (monismo, realismo, etc.) con los principios de lalógica dialéctica de Hegel a saber:1) la unidad y lucha de los contrarios; 2) el salto de lo cuantitativo a cualitativo y viceversa y3) la ley de la negación de la negación. Principios que, supuestamente, darían cuenta del desarrollo de la realidad material.También el diamat postula que la mente-espíritu no es material, pero sí una función “ideal” del cerebro-materia (la mente no está separada del cerebro) y, por tanto es dualista.El Histamat defiende la concepción de la la lucha de clases es el motor de la historia y que ésta da lugar a la sociedad comunista sin clases y sin estado cuandoen el seno de la sociedad burguesa se produce la contradicción entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción privadas, la cuál culminaría con el triunfo de la clase obrera, la dictadura del proletariado, y, con el paso del tiempo,la sociedad comunista perfecta.

Crítica al Diamat:

1-el dualismo marxista que postula que la mente no es material, pero sí depende del cerebro es defectuoso a la luz de la psicobiología que defiende la hipótesis de identidad entre los procesos mentales y los procesos cerebrales:lo mental=cerebral. Por tanto, el marxismo está a contrapelo de lo que sostienen las neurociencias.y si bien los marxistas tienen razón cuando en su defensa recuerdan que sin la sociedad o las relaciones sociales no puede haber una mente humana, eso no implica que lo mental sea una realidad separada, aunque dependiente, de lo cerebral-corpóreo, ya que las neurociencias defienden un reduccionismo ontológico:A=B o lo mental=cerebral; pero no un reduccionismoepistemológico:A se explica por B, ya que no bastan los psicones (sistemas neuronales plásticos) o las sinapsis interneurales para explicar el pensamiento, ya que también son necesarias otras ciencias para ayudar a comprender lo mental como la psicología social o la misma etología, entre otras.

2-los principios de la dialéctica hegeliana son inservibles, ya que surgieron de puras confusiones conceptuales absurdas como pretender que la afirmación:”la rosa es roja” es una supuesta contradicción, ya que de la rosa se dicen 2 cosas distintas:que es rosa y que es roja; pero la contradicción (supuesta fuente que impulsa al pensamiento) no es tal, ya que Hegel confunde 2 cosas:identidad con pertenencia a una clase.al decir que la rosa es roja no se está diciendo que la clase de las rosas sea idéntica la clase de las cosas rojas (algo absurdo); sino que, simplememente, la rosa pertenece a 2 clases:la clase de las rosas y de las cosas rojas. Nada más. Por otro lado, como lo demostró Russell, la dialéctica de hegel surgue de confundir el “es” de identidad con el “es” de predicación (distinción hecha por Frege). así en oraciones como “Sócrates es mortal” Hegel toma el “es” en sentido de identidad, cuando en rigor sólo es un “es” predicativo que no tiene un sentido

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semántico existencial, ya quesólo es un signo sincategoremático (sin significado por sí mismo) y no un categorema. a partir de esa falacia de confusión de conceptos, Hegel juega con la oración de marras sosteniendo que como Sócrates es particular y mortal es universal; luego lo particular es universal, en el sentido de identidad y no en el real sentido de predicación, y por tanto la contradicción (entre particular y universal) es real e inherente al mismo pensamiento (sic). también de manipulaciones sofísticas de ese tipo surge la ley de interpenetración de los contrarios, ya que tendríamos una tesis (particular) y una antítesis (universal) que se concretizan en el sujeto Sócrates (síntesis del universal con el particular) que también sería la negación de la negación, etc, etc.

3-la ley de la unidad y lucha de los contrarios que pretende que el desarrollo real se lleva a cabo con la triada hegeliana tesis-antítesis-síntesis es inútil, ya que no explica nada (¿qué mecanismo o conjunto de procesos reales describe para explicar el desarrollo?) ni tampoco predice nada (¿qué predicciones verificables deriva que sean corroboradas experiencialmente?). no es más que un estéril esquema el cuál se adapta a oportunistas ejemplos:huevo(tesis)+pollito(antítesis)=gallina(s íntesis); pero que no limita experiencias posibles ni tampoco es falsable, ya que los acólitos del marxismo no hacen caso de contraejemplos refutatorios tales como: el movimiento de los fotones, los electrones y la cooperación interespecies los cuáles refutan o falsan esa pseudo-ley marxista.También hay muchos procesos los cuáles no podemos encajar con esa seudoley por ej, 20 aminoácidos se autoensamblan para formar una molécula de proteína ¿dónde está la antítesis dialéctica de ese proceso?. Luego esa ley no es tal, ya que carece del grado suficiente de generalidad.

4-la ley del salto de cantidad en calidad no pasa de ser una contradictio in adjecto o un oxímoron falaz que es autocontradictorio (la cantidad no puede mudar en calidad, ya que una es objetiva y la otra no, una es mensurable y la otra no, etc.) y que nada explica ni predice.

5-la ley de la negación de la negación es contradicha por el segundo principio de la termodinámica que establece que la entropía (medida de desorden de un sistema termodinámico) tiende a crecer nunca a disminuir y, con el tiempo, probablemente conducirá a una muerte térmica (por frío o agotamiento de la energía) o entrópica del universo. cuando esa ocurra y no pueda haber ni energía ni movimiento de partículas, ¿cual será la futura síntesis o negación de la negación de esa antítesis llamada muerte entrópica?.

Crítica al Histamat:

1-es falso que la lucha de clases sea el exclusivo motor del devenir histórico, ya que tan impostante como la lucha de clases es la lucha de estados o imperios, ¿fueron las guerras mundiales expresión de la “lucha de clases” o de luchas a muerte entre estados nacionales?¿en la primera guerra mundial, no se unieron los obreros alemanes al Kaiser y los franceses a su presidente burgués para defender sus respectivos estados olvidándose de toda esa fraseología marxista de “lucha de clases” o “conciencia

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de la clase universal del proletariado”?2-las predicciones de Engels de que las sociedades capitalistas de Estados unidos, inglaterra, francia y alemania estaban maduras para la revolución proletaria fueron desmentidas por la historia y constituyen la falsación del histamat.3-la tesis de que la revolución marxista se produciría al chocar las crecientes fuerzas productivas con las relaciones de producción capitalistas fue refutada por la experiencia misma de las revoluciones comunistas las cuales se produjeron en sociedades no capitalistas y con economías rurales, agrarias y semifeudales y con escasa fuerzas productivas:Rusia, China, Cuba, Vietnam, etc.

Saludos cordiales.

4. L Dice: diciembre 9, 2006 en 11:18 am | Responder

Con respecto a la cooperación interespecies, no creo que el diamat la niegue ni la interprete incorrectamente, concuerdo en esto con el autor del artículo, aunque tal vez se le dé menos importencia que a la competencia.Con respecto a que la historia falsea que la lucha de clases sea el exclusivo motor del devenir histórico, no concuerdo totalmente. No quiero decir que la historia no cambie sin lucha de clases, cosa que sería un tanto absurda, sino que algunos cambios estructurales profundos se realizan unicamente mediante la lucha de clases. Esto cobra mucho más sentido si se piensa a toda la historia de la humanidad anterior al Socialismo como pre-historia, en este caso sí la historia no cambiaría (o no empezaría) sin lucha de clases (visión que creo muy tendenciosa y sería bueno criticar por no considerar historia a lo que no sea socialista, tal vez de acuerdo a la disyuntiva Civilización o Barbarie, bastante discutible también).Tampoco creo que se desmerezca en absoluto a la lucha de estados, solo que se le da mayor importancia a la lucha de clases.Con respecto a las predicciones de Engels de que Alemania, Francia y Inglaterra estaban maduras para la revolución proletaria, no se si estaba equivocado. En Alemania por ejemplo había un movimiento muy interesante y por ejemplo hubo pensadores importantes que difundieron la idea de no participar en las guerras mundiales, probablemente hubo una falta de voluntad y no de capacidad.Y con la predicción de que el capitalismo tal como era en el siglo 18 se destruiría tampoco se si Marx estaba muy equivocado, el tema es que el capitalismo adoptó una modalidad más estatista, redistributiva y social que le permitió adaptarse y sobrellevar las condiciones negativas de por ejemplo la crisis del 30.Otra cosa que me parece criticable es que la lucha de clases lleve a una sociedad comunista sin clases y sin estado, personalmente no veo el atractivo que pueden llegar a tener las personas en la estricta igualdad en los aspectos económicos de toda la población, ni la capacidad ni la utilidad de intentar llevar una sociedad compleja sin un estado, más alla de sus características internas.Por ultimo, ¿La cantidad y la calidad no son ambas objetivas y mesurables, aunque en algun caso una sea más facil de medir que la otra? Muy interesante el

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debate.Saludos.

5. L Dice: diciembre 9, 2006 en 11:20 am | Responder

Pd: con respecto a la predicción de marx, me refería al capitalismo del siglo 19 tal como lo conoció.

6. Carlos R Dice: diciembre 15, 2007 en 5:54 am | Responder

Respeto a Bunge, pero algunas de sus opiniones son bastante sesgadas.Para empezar reduce la tradición marxista a la interpretación sovietica, y segundo ignora los aportes de diferentes autores marxistas a las ciencias sociales (e.g. Hobsbawm en historia, Godelier, Mellasioux yWolf en Antropología, Gordon Childe y Lumbreras en Arqueología), así como las críticas y reformulaciones de la obra de Marx que van desde Marx y Engels mismos, hasta Gramsci o Althusser. Por ejemplo, Marx afirma que el motor de la historia es la lucha de clases solo en sus primeras obras, ya en la década de 1850 surge la idea de que lo que hoy llamaríamos “evolución social” surgía de la unidad dialéctica del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción.En cuanto a las leyes de la dialéctica, vale la pena hacer algunos comentarios.1) Unidad de los opuestos. En el Anti-Duhring Engels da a entender que la contradicción es inmanente al devenir, por ejemplo el movimiento de cualquier objeto niega su ser al implicar una transformación de su posición en el tiempo y el espacio.2) el paso de la cantidad a la cualidad es el nombre que le da Engels a lo que llamamos emergencia. Por ejemplo, para que el dinero se convierta en capital es necesario que sea suficiente dinero para posibilitar la reproducción ampliada del capital. (es decir, debe alcanzarme para financiar la producción y obtener ganancias). Otro ejemplo sería el desarrollo de las fuerzas productivas. Como sabe cualquier antropologo, la aparición de jerarquias y clases sociales es imposible sino se alcanzan ciertos niveles minimos de producción económica per cápita. El concepto de salto de la cantidad a la calidad se utiliza para explicar, en el anti-duhring, como surgen propiedades químicas nuevas y desaparecen otras cuando cambian las valores de los elementos químicos presentes en un compuesto (claro está, en este caso Engels patina seriamente)3) Por que la entropía no puede ser una forma de síntesis? Y eso si es que el universo no termina en un Big Crunch.En cualquier caso el materialismo dialéctico parece demasiado flexible como ontología o epistemología como para ser de utilidad, pero eso no significa que no aporte ideas buenas o hipótesis acertadas. Además, cuando uno lee el Capital o la contribución a la crítica de la Ec. Política, el diamat no parece ser un elemento esencial de los razonamientos de Marx.Otro comentario es sobre la cuestión de la lucha de clases. Cuando Marx habla de historia, en gran medida está hablando de lo que los antropologos llamaban evolución cultural o social, es decir de la transformación de un tipo de sociedad

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en otra. Estas transformaciones parecen implicar siempre cambios en las estructuras políticas y económicas de las sociedades. Podemos discutir sobre los mecanismos y causas de estos cambios, pero me parece que cuando analizamos este proceso estamos trabajando en una escala diferente a “la guerra entre dos paises”.Saludos

7. sagandhimeo Dice: mayo 5, 2008 en 5:14 pm | Responder

Escribí un texto sobre convergencias y divergencias de Bunge con Engels, creo que puede clarificar esta discución, disponible en el sitio web de unas líneas arriba. Trasncribo algunos fragmentos cruciales.…Ahora bien, hasta aquí hemos manejado el concepto de materia como el material de la mente, para el materialismo moderno esto no es suficiente, pues tampoco puede definirse como aquello que puede percibirse mediante los sentidos, dado que “los entes materiales no pueden identificarse con los objetos masivos, ni menos con los macizos o sólidos, desde que se descubrieron campos sin masa tales como el electromagnético y el neutrínico. Y los objetos materiales no pueden definirse como los que existen independientemente del sujeto, porque un idealista objetivo afirmará la existencia autónoma de objetos inmateriales tales como ideas.” (Bunge) Por tanto, debemos encontrar un factor que determine lo que es material. En el apartado anterior vimos que el pensar y el sentir no pueden existir sin un material para procesarlo, pero no basta con que el material pueda aprehenderse, pues bastaría con aprehenderlo de una sola vez para que terminara su accionar, para que la mente pueda aprehender una y otra vez el material del exterior: requiere que tal elemento se mueva. Es así como llegamos a nuestra cuarta certeza: la realidad se mueve, o, como explica Bunge, “podemos pues caracterizar un objeto material como un objeto que puede estar por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro”. Esto coincide en cierto sentido con Hegel (quien parte de Heráclito), pues él postulaba que la realidad se compone en primera instancia por la triada “ser-nada-devenir”, es decir, que si el ser solamente “es” no es nada, pues requiere de una “nada” (como apertura de la posibilidad) para “ser”: el devenir, es decir, la realidad se mueve. También coincide de cierto modo con el atomismo griego, pues Demócrito postulaba que los átomos (el ser) requieren de un vacío (nada) para moverse y así existir (devenir).(…)Por último, el movimiento del universo no es caótico en razón de que todo movimiento ocurre por necesidad causal y en tiempo casual (Engels), es decir, si todo ocurriera por absoluta necesidad: todo estaría predeterminado y el universo mismo perdería su sentido. Para que el universo no sea caótico y a su vez no pierda su sentido, requiere de un elemento que le permita moverse congruentemente: el tiempo (recordando que el tiempo se constituye como materia en movimiento). En ese sentido, por ejemplo, si el techo se me cae encima y me impide seguir escribiendo… No habrá sido un evento meramente azaroso o un destino predeterminado (idealista), sino un acontecimiento necesario-causal en un sentido: la resistencia del techo a la gravedad no es invencible y forzosamente algo o alguien estará abajo del techo. Y un acontecimiento temporal-casual en otro: que esté yo debajo del techo en este

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preciso momento…Este argumento coincide de cierto modo con Bunge, quien postula: “la investigación científica no avala al indeterminismo radical, porque no reconoce que haya caos. Sin embargo, sería absurdo negar que hay accidentes a todos los niveles, y en particular que la existencia humana es un tejido de accidentes y necesidades. Pero estos accidentes, lejos de ser caóticos, son cruces de líneas legales”.b) Movimiento intrínseco del universo.Hemos visto que un movimiento sin sentido es mera apariencia de movimiento, veremos que un movimiento meramente extrínseco también lo es. Para que el universo tenga sentido no puede meramente expandirse, pues un mero movimiento cuantitativo es engañoso, tanto como querer avanzar dando vueltas en círculo o girando sobre sí. En ese sentido, el espacio y el tiempo meramente cuantitativos carecen de significado, la mera expansión del universo y la mera sucesión de eventos no nos dicen nada sobre el sentido de la existencia. Por ello, el movimiento efectivo del universo ocurre en su aspecto cualitativo (lo que suprime el caos), pero éste no puede darse linealmente, pues sería una mera sucesión cuantitativa (lo que suprime la finalidad). Ahora bien, para que la cualidad pueda efectuarse con un sentido plural, requiere de una multiplicidad de formas cuantitativas. Así por ejemplo, el universo se mueve cuantitativamente cuando se expande y este evento hace posible el movimiento cualitativo en su interior, pues de otro modo ni siquiera habría el espacio material suficiente. Este movimiento cuantitativo lo vemos a todos los niveles, pues hizo falta una pluralidad de partículas subatómicas (cuantitativo) para formar átomos (cualitativo), una pluralidad de átomos para formar moléculas, una pluralidad de moléculas para formar la vida, una pluralidad de organismos para formar un organismo pensante, y, una pluralidad de personas para formar sociedades y tecnología. De ese modo, la materia más pequeña y simple dio origen a la más compleja, sin que por ello podamos reducir una a la otra, pues cada nivel posee su propia complejidad. Por tanto, para que el universo exista debe ser materia en movimiento con un sentido y tal sentido debe conformar una unidad de movimientos cuantitativos (hacia la pluralidad) y cualitativos (hacia la complejización), es decir, el universo es dialéctico, lo cual es nuestra sexta certeza.Es momento de distinguir entre materialismo emergentista y dialéctico. Ambos coinciden en aspectos fundamentales como la materia en movimiento y los niveles de organización con propiedades emergentes, sin embargo, el emergentista no explica cómo se ha generado un nuevo nivel a partir de los otros en el transcurso de la historia natural, pues su visión no alcanza la noción de totalidad, en cambio el materialismo dialéctico concibe la naturaleza como un todo cualitativo y cuantitativo en donde la generación de un nuevo nivel se explica por una ley: “Ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa”. Tal postulado fue establecido inicialmente por Hegel y retomado por Engels, y significa lo que acabamos de exponer en el párrafo anterior: que se requiere de una pluralidad cuantitativa para dar un salto cualitativo a un nuevo nivel, esto lo observamos incluso en los aspectos más triviales, por ejemplo, para adquirir destreza en cualquier actividad, no basta aprender los elementos fundamentales (cualidad), sino que con la práctica constante se posibilita dominar alguna disciplina (cantidad), a su vez la mera práctica sin un nuevo aprendizaje no genera un mejoramiento real, sino un mero dominio de lo ya conocido…

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Del mal metafísico al bien público

Mario Bunge

La Nación

En su novela El mal metafísico , de 1916, Manuel Gálvez describió la bohemia porteña de principios del siglo pasado. Esos bohemios, algunos de ellos estudiantes crónicos o periodistas a tiempo parcial, eran aspirantes a escritores, pintores o reformadores sociales. Vivían muy pobremente, en pensiones o cuartuchos miserables. Quien me recomendó la novela, un distinguido profesor de robótica, nada bohemio, me contó que medio siglo después vivió en un ambiente semejante en la ciudad de México.

Esos bohemios veinteañeros leían y discutían acaloradamente a Rubén Darío o Paul Verlaine, Kropotkin o Nietzsche, y otros innovadores o iconoclastas. Todos ellos creían tener ideas avanzadas, aunque no pasaban del descontento con el orden social que conocían. Y ninguno de ellos advirtió que Nietzsche era uno de los peores enemigos del progreso social que todos ellos anhelaban, pero ninguno conseguía definir.

Viel, uno de los personajes de la novela, les echa en cara a sus compañeros: "Ustedes, los artistas, los literatos, no tienen razón de ser en este país. Créanme, muchachos; son enfermos, inadaptados, enfermos del mal metafísico, la enfermedad de crear, de soñar, de contemplar".

Viel opinaba que "este país necesita hombres de acción, trabajadores, economistas?". El poeta Riga, en cambio, opinaba que los soñadores son indispensables, porque "poblaban el ambiente, fecundaban otras almas, creaban en la atmósfera social y moral del país un pequeño rincón de idealidad".

Yo apruebo a Riga, porque hay cosas inútiles, tales como la poesía, la cosmología, la arqueología, la matemática y la filosofía, que son la marca de la alta civilización. Y también porque no hay gran empresa sin gran visión.

Los viajes de descubrimiento, en particular los de Colón y Magallanes, fueron alentados por la ambición de "descubrir" mundo. La conquista y la colonización fueron alentadas principalmente por la codicia. En particular, a los Reyes Católicos el Nuevo Mundo sólo les interesó como fuente de dinero para derrochar en sus agresiones a los Países Bajos. Sólo hubo unos pocos misioneros, tales como el franciscano Fray Toribio de Benavente, a quien los indios mexicanos llamaban Motolinia ("el pobrecito", en náhuatl), que tuvieron la ilusión de convertir a los aborígenes y protegerlos de la brutalidad de conquistadores y encomenderos.

Los colonos que fueron a "poblar" las colonias americanas (como si hubieran estado despobladas) lo hicieron sólo por afán de lucro. Y fueron poquísimos: examinando los Archivos de Indias, Fernand Braudel y sus colaboradores encontraron que en el curso del siglo que siguió al "descubrimiento" del Nuevo Mundo viajaban de España a América solamente unas

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1000 personas por año. O sea, menos de un vigésimo de los europeos que emigraron a Hispanoamérica entre 1860 y 1940.

Todos concordamos en que los grandes líderes de la emancipación americana tuvieron una visión original de sus respectivas patrias: las soñaron soberanas y, por lo tanto, capaces de desarrollarse en provecho de sus propios pueblos. Algunos de los patriotas no se proponían más que desmantelar el monopolio europeo sobre el comercio exterior. En cambio, unos pocos, en particular Thomas Jefferson y Simón Bolívar, tuvieron visiones grandiosas: el primero, de una gran nación moderna en un pie de igualdad con los países europeos, y el segundo, la visión de una Hispanoamérica unida.

Los visionarios norteamericanos realizaron su visión, aunque dos décadas después ella quedó obsoleta cuando Francia abolió la esclavitud y la servidumbre, mientras que los plantadores norteamericanos del Sur siguieron explotando a esclavos durante un siglo más.

Pasada la primera década de construcción de lo que se llamó una nueva y gloriosa nación (título de la película que los pibes del barrio mirábamos todos los 25 de mayo), los patriotas iberoamericanos se dedicaron a fusilarse entre sí, a medrar con la injusticia social y a hipotecar su país al extranjero. En cambio, los norteamericanos construyeron una nación moderna con una rapidez pasmosa, y se dividieron en dos recién cuando sus vecinos del Sur empezaban a sofocar las guerras civiles.

No opinaré sobre los grandes visionarios argentinos porque no quiero inmiscuirme en las querellas rosista/sarmientista ni gorila/peronista, que me parecen caducas y, por lo tanto, infructuosas. Me referiré, en cambio, a otro gran país latinoamericano: México, segunda patria de muchos argentinos.

México tuvo más suerte que la Argentina en un respecto y menos en otro. Produjo cuatro grandes líderes -Benito Juárez, Francisco Madero, Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas- que bregaron exitosamente por tres grandes causas: soberanía nacional, reforma agraria y educación moderna y universal. Dos de esos prohombres, Madero y Zapata, fueron asesinados por sicarios al servicio del gran triunvirato que detentaba el poder económico: los terratenientes, la Iglesia Católica (la principal terrateniente del país) y las empresas extranjeras, principalmente americanas, británicas, alemanas y francesas, que habían explotado las riquezas del país durante la larga noche de Porfirio Díaz.

Los gobiernos mexicanos fueron exitosos en la medida en que permanecieron fieles, al menos de palabra, a esa grandiosa visión del indio Juárez. Pero la realización parcial de esta visión costó más de un millón de muertos, sobre todo en la guerra de los llamados cristeros contra los gobiernos reformistas, en la que muchísimos indios tomaron las armas en favor de sus explotadores.

Terminado el sexenio del Tata Lázaro, como los indios solían llamar al General Cárdenas, empezó la ristra de gobiernos del famoso PRI. Aunque éstos no eran reaccionarios, beneficiaban principalmente a los nuevos ricos y a los políticos que esperaban ordeñar al

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Estado. Desde entonces se acabaron los partidos con grandes proyectos nacionales. Sin embargo, algo quedó, además de la retórica "revolucionaria institucional": la ayuda estatal a los indigentes y el apoyo a la educación y la cultura.

Obviamente, los ideales no bastan para reformar una organización moderna: también hacen falta conocimientos especiales que sólo pueden obtener las ciencias y técnicas sociales, tales como la sociología, la economía y el derecho. Sólo fuertes dosis de tales conocimientos pueden reemplazar el "mal metafísico", del que hablaba Manuel Gálvez, por la gestión responsable y eficaz del bien común.

Recordemos dos casos que, aunque muy diferentes, se parecen en que ponen en evidencia la necesidad de construir una visión inteligente del porvenir en lugar de dejarse arrastrar por la corriente o de escuchar los llamados de individuos aquejados de mal metafísico.

El primer caso es el de los autores de las dos revoluciones rusas de 1917. La primera fracasó porque los socialistas de Kerensky no ofrecieron lo que quería la gente: paz y pan. La segunda revolución, encabezada por Lenin, no fue guiada sino por dos objetivos: la paz y el desmantelamiento del orden semifeudal. Los bolcheviques no tenían una visión de la nueva sociedad porque creían que ella vendría espontáneamente. Siguiendo a Marx y Engels, creían que planear el futuro era sueño utópico.

Los dirigentes soviéticos tardaron un decenio en elaborar y poner en práctica los Planes Quinquenales que transformaron a una sociedad atrasada en una potencia moderna. Pero su visión estrechamente economista les impidió ver que la gente necesita mucho más que fábricas, centrales eléctricas y escuelas modernas. Todos sabemos lo que costó la estrechez de la visión comunista.

Mi segundo ejemplo es el del socialismo argentino de antes. Hace exactamente un siglo el neurocirujano Juan B. Justo publicó un libro notable, en el que exponía una visión moderna basada sobre las investigaciones sociológicas del propio autor: Teoría y práctica de la historia . El Maestro Justo, como solían llamarlo sus compañeros, no padecía del "mal metafísico": no soñó utopías, sino que estudió la realidad que tenía a su alcance y propuso maneras prácticas de mejorarla, tales como cooperación, educación laica y, sobre todo, sufragio universal. El Partido Socialista argentino se autodenominaba "el partido del sufragio universal", no "el partido de la justicia social."

La visión de Justo no se llevó a la práctica. Unos culparán al escaso desarrollo industrial; otros, a la Sociedad Rural; otros más, a la Unión Industrial Argentina, y casi todos al imperialismo inglés. Yo creo que la culpa fue de todos esos factores, así como del propio Partido Socialista, que se conformó con sacar muchos votos en la Capital Federal y con controlar a un puñado de sindicatos de la aristocracia trabajadora urbana. Guardó en su ropero la bandera de la justicia social.

En cambio, el general Perón tuvo una visión mucho más amplia y audaz, robó la bandera de la justicia social, fue más astuto, no tuvo escrúpulos, y gozó del apoyo de las Fuerzas Armadas y

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de... Pero ya metí la pata donde me había propuesto no meterla. Termino, pues, antes de que los gorilas y chimpancés despedacen a este mono Tití.

¿Usted se siente cómodo en la mediocridad y teme a quienes prometen o amenazan cambios? Apoye a los partidos sin otro programa que ganar las elecciones, o que padecen del "mal metafísico", o sea, el macaneo y la verborragia.

¿Usted anhela el progreso de la patria? Apoye a los partidos con una visión clara y fundada, que incluya menos pobreza y mayor riqueza cultural. Aunque para poder identificar a tales partidos, usted mismo tendrá que esbozar una visión promisoria. Pero, puesto que no lo logrará por sí solo, tendrá que juntarse con otros en un centro de estudios de la realidad a algún nivel: vecinal, provincial, o nacional. Primero conocer, luego programar y, finalmente, actuar.

Tomado de: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3078

Mario Bunge

Jordi Soler Alomà

Rebelión

"En este artículo voy a criticar, con gran pesar, a un amigo intelectual al que admiro con toda mi alma y a quien considero el mejor filósofo de la ciencia de todos los tiempos: Mario Bunge, porque soy más amigo de la verdad que de él. (Aristóteles dijo en griego, aunque se cite en latín, Amicus Plato, sed magis amica veritas, que significa “soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad” a mi no me queda más remedio que ser más amigo de la verdad que de Bunge).

Coincido con Mario Bunge en todo su arduo peregrinaje iconoclasta, durante el cual, con gran autoridad y magisterio, desenmascara impostores y proyecta poderosos haces de luz a través de las tinieblas de la pseudofilosofía y la pseudociencia.

Llega un momento, empero, en que ya no puedo seguir al lado del maestro; en este punto del camino hay un cartel con el rótulo “MARX”, y una bifurcación con dos indicadores, uno para el lado izquierdo donde pone “Lectores de Marx” y otro para el lado derecho con el rótulo “Opinantes sobre Marx”. Yo tomo el sendero de la izquierda, mientras que Bunge toma el mejor pavimentado camino de la derecha.

Realicé mi tesis doctoral sobre el concepto más problemático del denso y profundo pensamiento de Karl Marx: el concepto de alienación. Me vi obligado, por lo tanto, a estudiar la voluminosa producción intelectual de Marx, y a analizar la extensísima bibliografía existente sobre el genial pensador. Por consiguiente, creo que tengo permiso para hablar de Marx y de marxismo con conocimiento de causa.

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Es sabido que Marx, en vista de las especies que algunos de sus seguidores (entre los cuales se hallaban sus dos yernos) propalaban como marxismo, espetó la célebre frase “¡yo no soy marxista!” Pues bien, a través de mi fatigoso análisis pude comprobar que, efectivamente, el pensamiento de Marx y el marxismo son dos cosas distintas, que raramente coinciden y que en algunas ocasiones incluso llegan a ser opuestas. A algunos escritores marxistas se les ve a la legua que no han leído ni siquiera el primer tomo de Das Kapital, la obra más importante de Marx, y en otros es vergonzosamente evidente que no han leído directamente a Marx, sino obras de autores que han escrito sobre él. En la época en que ser marxista confería un cierto prestigio había mucho “intelectual marxista”. Algunos de ellos ahora son neocons o socialdemócratas (todos nadan en la misma charca).

El amigo Bunge, que es tan sutil a la hora de expulsar del templo de la ciencia a los mercaderes de la pseudociencia (Jun, Freud & Co), y tan fino a la hora de distinguir lo que es verdadero pensamiento filosófico de lo que no es más que charlatanería de feria (Feyerabend, Heidegger & Co) no es capaz de distinguir entre el pensamiento de Marx y el marxismo, a los que mete en el mismo saco. No sólo eso: atribuye a Marx doctrinas parafilosóficas que no son suyas (como el materialismo dialéctico, un invento del marxismo leninismo mal cocinado a partir de ciertos esbozos de Engels, y que es una asignatura pendiente de la filosofía, que no ha sabido dar cuenta cabal del mismo).

Cuando Mario Bunge se refiere a Marx, lo hace desde su pedestal de filósofo científico que está por encima de todo, tratando a Marx como “perro muerto”, tal como hicieron en su tiempo con Hegel, cosa que provocó las protestas de Marx (quien no obstante fue su crítico más profundo).

La actitud que tiene Bunge hacia Marx proviene del hecho de que, al contrario que su admirado colega Piaget, es alérgico a la dialéctica, y por ello no se puede enfrentar sin prejuicios a la obra de Marx, porque toda ella transpira dialéctica. Parece ser que para Bunge, todo lo que no se pueda poner en forma matemática, no es científico, y si no es científico, no tiene interés alguno. Bunge no puede admitir que la dialéctica es la lógica (el logos) del movimiento de lo viviente y de lo pensante: para él sólo existe la lógica matemática, y no soporta que la dialéctica soslaye el sagrado dogma del principio de no contradicción. La física (especialidad de Bunge) no puede explicar procesos como el movimiento del pensamiento (por ejemplo cuando abstrae de lo concreto para volver a concretarlo sobre una base conceptual); como máximo, y con la ayuda de la química y de la neurología, puede averiguar los intercambios intersinápticos que envuelve este hecho y en qué partes del cerebro predomina la actividad neuronal. Este proceso, según Marx y Piaget, es dialéctico.

Pero, si bien le podemos perdonar a Bunge el pecado de no comulgar con la dialéctica (la cual, a pesar suyo, usa sistemáticamente a lo largo de toda su obra) no le podemos pasar por alto la superficialidad y la soberbia con la que trata al pensador más importante de todos los tiempos, a quien a veces cae en la bajeza de atacar en lo personal (indirectamente lo hizo en un artículo publicado recientemente en Rebelión, cuando lo acusa de publicar artículos de Engels bajo su firma; si no sabe por qué motivo sucedió eso, lo mejor es callarse, y si lo sabe, es una impostura indigna de un sabio; en ambos casos es una falacia, y las falacias se usan a falta de

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argumentos sólidos).

En el artículo “Del mal metafísico al bien público” ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=100105) escribe Bunge

“Recordemos dos casos que, aunque muy diferentes, se parecen en que ponen en evidencia la necesidad de construir una visión inteligente del porvenir en lugar de dejarse arrastrar por la corriente o de escuchar los llamados de individuos aquejados de mal metafísico… El primer caso es el de los autores de las dos revoluciones rusas de 1917. La primera fracasó porque los socialistas de Kerensky no ofrecieron lo que quería la gente: paz y pan. La segunda revolución, encabezada por Lenin, no fue guiada sino por dos objetivos: la paz y el desmantelamiento del orden semifeudal. Los bolcheviques no tenían una visión de la nueva sociedad porque creían que ella vendría espontáneamente. Siguiendo a Marx [y Engels], creían que planear el futuro era sueño utópico.”

¿Así que “siguiendo a Marx”? ¿Dónde dijo Marx que no había que planificar la sociedad del futuro? ¿No dijo Marx que sin una buena teoría no puede haber una buena práctica? ¿Si la práctica es la revolución la teoría no involucra el nuevo modelo de sociedad, es decir, el sentido de la revolución? Precisamente durante el establecimiento de la Comuna de París lo que más preocupaba a Marx era que no había un diseño claro del nuevo modelo y que todo debía irse improvisando (así y todo, fue el momento histórico más democrático que ha vivido Francia). Bunge sólo tiene razón en que los bolcheviques no habían diseñado el nuevo modelo, pero es falso que fueran tan ingenuos como para creer que la nueva sociedad vendría espontáneamente (“siguiendo a Marx i Engels”). ¡Che, Mario, no seás tan boludo, viejo!

En su obra “La relación entre filosofía y sociología” escribe, en la página 25 (EDAF), que Marx, por culpa de su adhesión a su héroe Hegel (sic), no aportó ninguna nueva técnica a la filosofía. En primer lugar, si Hegel tuvo un crítico radical, objetivo y contundente después de Feuerbach este fue Marx. No fue la “adhesión a su héroe” lo que le impidió a Marx penetrar en la esencia de la mercancía; su eficaz y original enfoque dialéctico al efectuar el análisis constituye una nueva metodología y, por tanto, un aporte histórico no sólo a la filosofía sino también a la ciencia. Además: si bien la técnica de abstraer del contexto, que Marx también aplicó al análisis de la mercancía, ya vigía desde la época de los griegos (y es un proceso fundamental en todas las ciencias que matematizan), Marx innovó también al aportar la técnica para investigar en lo a priori, que otros filósofos sólo habían nombrado e imaginado como algo muy elemental, para poner de manifiesto todo lo dado por supuesto, desvelar las reglas del juego que ya encontramos de antemano como preestablecidas y que nunca nos cuestionamos porque el hecho de no cuestionárselas forma parte del juego. Esto le permite desentrañar la esencia más escondida: la del dinero (que es el valor, una relación social “cosificada”), contribuyendo por lo tanto a poner en evidencia en qué consiste lo que Aristóteles veía como la causa de todos los males de la sociedad. Marx descubrió que lo a priori es mucho más complejo de lo que se había imaginado por ejemplo Kant, y demostró que nuestra práctica diaria está llena de juicios sintéticos a priori dialécticos, de los cuales no somos conscientes.

Más adelante [p. 31] Bunge acusa a Marx de concebir el individuo como un elemento pasivo en

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una red que lo controla. En primer lugar, va de suyo que si Marx hubiera creído eso no se hubiera molestado en escribir sobre la revolución, la cual supone un papel activo y consciente del individuo (la revolución es un proceso objetivo y subjetivo). Por otro lado, tampoco habría afirmado que la teoría se convierte en una fuerza material cuando es asimilada por la gente (“cuando prende en las masas”). Si bien es cierto que Marx concebía la sociedad como alienada, tanto objetiva como subjetivamente, precisamente la única manera que concebía de salir de esta situación histórica era a través de la autoliberación de las consciencias mediante la crítica de la ideología, que es al mismo tiempo una “autocrítica”, porque la ideología la llevamos dentro. (Por cierto, a pesar de la importancia del concepto de alienación en el pensamiento de Marx, Bunge no lo menciona ni una sola vez).

Una páginas después [p. 39] dice Bunge que la teoría de Marx ha fracasado (y se queda tan ancho). En este punto comete la frivolidad de la que acusa a otros: descalificar sin pruebas. Cuando se hacen afirmaciones de este calibre, amigo, hay que argumentarlas sólidamente; no se puede soltar la frase y quedarse tan tranquilo. Si fracasó como teoría, hay que aportar datos sobre quién, dónde y cuándo demostró que la teoría de Marx no era consistente; si fue en la práctica (que es por donde me imagino que van los tiros) se trata de una falacia, porque, lamentablemente, Marx no llegó a diseñar un modelo de sociedad (aún tenía que terminar los tomos II i III de Das Kapital, y un cuarto tomo que tenía en mente).

En la pág. 45 atribuye a Marx una frase sacada de contexto “la violencia es la comadrona de la historia”, y acusa a Marx de partidario de la violencia. Cuando Marx menciona la violencia lo hace en el contexto de la lucha de clases. Tal como dice en el Manifiesto, “la historia, hasta nuestros días, ha sido la historia de las luchas de clases”. Es sabido que quien ejerce la violencia es precisamente la clase que tiene el poder y que oprime a las clases subyugadas, y que no duda en enviar las fuerzas represivas, incluso el ejército si hace falta, para reprimir las protestas contra el orden establecido; por lo tanto, si no hay otro medio, las clases oprimidas deberán derrocar el poder opresor con medios materiales. ¿Alguien es tan ingenuo de creer que, por ejemplo, la red mafiosa del capital especulativo va a renunciar a su poder a favor de una sociedad más justa si intentamos conmover a esos vampiros inhumanos a través de buenas palabras? ¿No se ha podido comprobar la calaña de estos personajes carentes de moral y de escrúpulos cuando se los ha subvencionado con dinero público y ya están conspirando, aprovechándose de la crisis, para especular contra los propios países que los han salvado del desastre? Antes que perder su poder el capital es capaz de volver a iniciar otra guerra mundial, soltando los perros del fascismo, el cual están dejando crecer y organizarse en Europa y USA, o lo que haga falta. Precisamente describiendo este tipo de situación histórica Marx escribe, en Das Kapital, que “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva”; ¿por qué? Pues porque la vieja sociedad, con todo su entramado de chanchullos, cargos, prebendas y privilegios, no está dispuesta a una transformación que implique la desaparición de esa estructura, resistiéndose con uñas y dientes… y esto no es más que una constatación histórica, no un eslogan a favor de la violencia, que es lo que Bunge atribuye a Marx.

En fin, amigo Bunge, te recomiendo que, pertrechado con toda tu sabiduría pero también con un poco de humildad, te leas, si más no, el primer tomo de El Capital.

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* El autor es doctor en Filosofía.

Respuesta al Dr Soler Alemà

Marx y los marxistas

Mario Bunge

Rebelión

En su artículo “Mario Bunge”, publicado en un número reciente de la revista Rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=104702), el Doctor Jordi Soler Alemà sostiene que concuerda con mi filosofía de la ciencia, pero critica algunas de mis afirmaciones sobre Marx. Comentaré brevemente algunas de sus críticas.

La más seria de las acusaciones de mi crítico es que cometo la “falacia” de afirmar que algunos de los artículos que publicó el New York Daily Tribune con la firma de Karl Marx fueron escritos por su colaborador, amigo y benefactor Friedrich Engels. Confieso que yo no obtuve esta información consultando los tomos 38 y 39 de la versión inglesa de las obras completas de Marx y Engels. La saqué de la biografía de Engels, tan bien documentada como objetiva, debida a Tristram Hunt, Marx’s General (New York: Henry Holt, 2009), pp. 196-197.

Otra acusación del Doctor Soler es que confundo a Marx con los marxistas y que, como muchos de éstos, sólo uso fuentes secundarias. Admito que no he leído los 50 tomos de la obras completas de Marx y Engels. Pero sí he leído las más conocidas de ellas, y traduje al castellano el grueso tomo de la correspondencia escogida de ambos pensadores, así como la segunda mitad de la Dialéctica de la naturaleza, de Engels. También impartí el primer el curso sobre filosofía marxista en la universidad canadiense McGill. En este curso me limité a algunas obras de Marx, Engels y Lenin. No lo repetí porque encontré que muchos estudiantes estaban más familiarizados que yo con la hagiografía marxista. Por ejemplo, algunos habían leído a Louis Althusser, a quien yo no trago. En resumen, aunque no soy hagiógrafo de Marx, tampoco lo desconozco tanto como presume el Doctor Soler.

El Doctor Soler me reprocha el no haberme ocupado de la alienación, tema de su tesis doctoral. Es verdad, y el motivo es que, si bien se ocuparon de este tema el joven Marx, así como Rousseau y Hegel, en mi opinión dejó de ser un problema filosófico, para convertirse en un problema científico, en cuanto nació la psicolgía social. En 1974, cuando coincidí en un congreso mundial de sociología con el director del Instituto de Sociología de la ex-URSS, le pregunté qué problemas estaban investigando. (Este instituto, organizado recién en 1957, formaba parte del Instituto de Filosofía, y sus miembros habían estudiado flosofía, no sociología.) Me contó que el problema que más les interesaba en ese momento era el de la alienación que sentían los jóvenes cuando pasaban del colegio secundario al Mercado de

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trabajo. Esa transición era trumática, porque la realidad que enfrentaban en el trabajo estaba muy lejos de los nobles ideales que les habían enseñado sus profesores. El investigador de marras agregó que este hecho falseaba la hipótesis de Marx, de que la alienación es característica de la sociedad de clases, de modo que no debiera existir en la URSS, por ser una sociedad socialista. Mi interpretación era que la hipótesis falsa era la de que la sociedad soviética fuese socialista.

Pero dejemos las recriminaciones y vayamos a algo más interesante: mis principales discrepancias con Marx, el gran economista y activista social. Ellas son las siete siguientes, que he expuesto en detalle o esquemáticamente en varios de mis libros.

1. Dialéctica. He sostenido que las llamadas leyes de la dialéctica, tales como fueran formuladas por Engels y Lenin, son falsas en la medida en que son inteligibles. La primera “ley”, de la lucha y unidad de los opuestos, es falseada por la existencia de cosas simples, tales como los electrones y los fotones. Y no todas las cosas complicadas, tales como los seres vivos y las empresas, están divididas en mitades que “luchan” entre sí. Por ejemplo, que yo sepa, el Doctor Soler no es esquizofrénico. La segunda “ley”, de la “negación” de la “negación”, es incomprensible mientras no se aclare qué se entiende por “negación” ni por “sublación” (Aufhebung) en el plano óntico. Dudo que mis nietos sepan que son dobles negaciones de su abuelo. Finalmente, la tercera “ley” dialéctica, la de la “transformación de cantidad en cualidad”, no tiene sentido en esta formulación, ya que toda cantidad física es cantidad de algo (agua, hierro, o lo que fuere) que posee ciertas cualidades (propiedades). Lo que sí tiene sentido y es verdadera es la afirmación de que hay puntos críticos o cambios de fase, o incluso de especie, tales como la evaporación y la transmutación de elementos. En todo caso, una ontología seria no puede resumirse en tres enunciados, menos aun si están formulados en un lenguaje impreciso. Pero no hay por qué angustiarse por esto ya que, según me aseguró un filósofo soviético, Marx emplea la palabra ‘dialéctica’ solamente seis veces en su obra maestra.

2 Admiración por Hegel. Tanto Marx como Engels y Lenin sintieron siempre una admiración desmesurada por Hegel, a quien yo considero como el más hermético y pernicioso de los filósofos de la Contra-Ilustración. Engels examinó la ciencia de su tiempo para corroborar su conjetura de que Hegel había sido su profeta. Y Lenin declaró que “la dialéctica es el álgebra de la revolución” y desperdició todo un año de su exilio en Zürich estudiando y anotando la “gran” Lógica de Hegel, en lugar de estudiar y criticar la sociología que estaba naciendo al mismo tiempo. El culto de Hegel fue parte de la ideología comunista hasta hace poco. Irónicamente, mientras Alemania estuvo dividida en dos, hubo una Hegel Gesellschaft, con su anuario correspondiente, en cada una de ellas. Es verdad que Marx y Engels criticaron el idealismo de Hegel, pero se les escapó su culto del absurdo y su rechazo de toda la ciencia moderna. Engels incluso repitió la afirmación de Hegel, de que las leyes de Newton se deducen de las de Kepler. Ni él ni Hegel sabían que lo particular no puede implicar a lo general. Este desprecio de los marxistas por la lógica formal tuvo dos consecuencias nefastas. Una fue el ataque a los primeros matemáticos rusos que se atrevieron a hacer lógica moderna. La otra consecuencia fue la tesis, que comparte el Doctor Soler, de que la “lógica dialéctica” es la teoría del cambio, mientras que la lógica matemática es estática. Esta tesis es triplemente absurda. Primero,

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porque confunde lógica con ontología, lo que es explicable en un idealista objetivo como Hegel, pero inadmisible en un materialista. Segundo, porque el estudio científico del cambio no es apriorista sino que tiene un componente empírico. Tercero, porque la lógica dialéctica no existe fuera de un libro del difunto filósofo mexicano Eli de Gortari.

3 Dualismo economía/cultura. En su Anti-Dühring Engels dividió la sociedad en dos partes: la infraestructura material, o economía, y la superestructura ideal (todo lo demás). Yo sostengo que esta es una transposición del dualismo cuerpo/mente, de la psicología precientífica a la ciencia social. Un materialista consecuente distinguirá distintos subsistemas en toda sociedad (p. ej., economía, política y cultura), pero concebirá cada uno de esos subsistemas como un sistema material, por estar constituído por entes materiales: personas y artefactos.

4 Economismo. Entiendo por ‘economismo’ la tesis de que la economía es el primer motor de la sociedad. Marx y Engels defendieron esta tesis, y hoy día es compartida por Gary Becker y otros influyentes miembros de la Escuela de Chicago. Yo creo que vale a veces, pero otras no. Por ejemplo, la secularización, la alfabetizaciónn masiva y la democracia política (o “formal”) fueron tan revolucionarias como los cambios de modo de producción y de régimen de propiedad. Y nadie niega la potencia de las grandes innovaciones generadas por ciertos inventos, pero los marxistas aun debaten la cuestión de si la tecnología pertenece a la infraestructua o a la superestructura.

5 Pragmatismo. En la más famosa de sus tesis sobre Feuerbach, y que figura en su loa sepulcral, Marx afirmó que ya era hora de que los filósofos pasasen, de “interpretar” el mundo, a cambiarlo. Yo interpreto este enunciado ambiguo como un llamado a la praxis social sin ciencia social y, en particular, sin sociología. Imagino que los exégetas de Marx proponen interpretaciones diferentes. Pero el hecho es que, en el curso del último siglo, las ciencias sociales se desarrollaron casi exclusivamente fuera del marco marxista. Las excepciones fueron la antropología y la arqueología rusas y los historiadores marxistas británicos de la segunda mitad del siglo pasado. En particular, el derrumbe de la URSS tomó por sorpresa a los estudiosos marxistas dentro y fuera de esa nación. porque se habían especializado en criticar al capitalismo, no en investigar las graves fallas del llamado “socialismo realmente existente”.

O sea, la adhesión dogmática a unas ideas que fueron originales en siglo XIX les impidió ver lo que pasaba delante de sus narices.

6. Planeación. Yo sostengo que ni Marx ni Engels ni Lenin esbozaron planes para despés de la revolución proletaria. Creían que ésta sería una consecuecia automática de la “rebelión del modo de producción contra la forma de intercambio”, como escribió crípticamente Engels hacia el final de su Socialismo utópico y científico (1880). La planeación le pareció cosa de los socialiatas utópicos. Y Lenin llegó a decir que sería tan simple como un juego de niños. El resultado es que los bolcheviques no empezaron a reconstruir la sociedad sino una década después, cuando se inició el Primer Plan Quinquenal, que tuvo un éxito sensacional. Creo que esta tardanza se explica por tres motivos: la necesidad de pelear contra las 14 fuerzas invasoras extranjeras, sí como contra los enemigos internos, tanto reales como imaginarios; la creencia en el determinismo histórico de Hegel y Marx; y el hecho de que el único

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revolucionario comunista con experiencia empresarial fue Engels, muerto dos décadas antes de la Revolución de Octubre. Todos los revolucionarios de Octubfre fueron, o bien intelectuales, o bien revolcionarios profesionales.

7. Dictadura del proletariado. En 1848 Marx, con ayuda de Engels, inventó el comunismo moderno al concebir el Manifiesto Comunista. Pero lo abortó en 1875 cuando criticó el programa de Gotha, del partido socialista alemán. El primer documento (que no tuvo la menor influencia en su tiempo) proclamó la necesidad e inevitabilidad de la “emancipación universal”, en tanto que el segundo criticó las libertades “burguesas” y propuso que, al subir al poder, los socialistas debían implantar la “dictadura del proletariado”. Tanto Marx como sus sucesores aseguraron que esta dictadura se “marchitaría” con el tiempo, pero no explicaron el mecanismo de semejante marchitamiento: su afirmación fue uno de los tantos dogmas de Marx y sus sucesores. Lo peor del caso es que la dictadura es lo opuesto de la socialización, y que la socialización de las fuerzas productivas es imposible bajo una dictadura. Socializar es compartir, y no hay comunidad allí donde una pequeña minoría, tal como un partido político, impone sus intereses y sus ideas a la mayoría de la gente.

Marx remplazó su noble idea inicial, de emancipar a todo el mundo y construir una sociedad de socios, por la idea siniestra de la dictadura del proletariado. Ya sabemos que ésta acabó en desastre y, para peor, desacreditó al socialismo.

Termino. Los socialistas tienen dos caminos posibles. Uno es repetir los crímenes del socialismo estatista y los renuncios de la socialdemocracia o socialismo municipal. El otro camino es repensar y rehacer el socialismo como una ampliación de la democracia política, que incluya a todos los subsistemas de la sociedad: la economía, la política y la cultura. Esta es una de las tesis de mi Filosofía política (Barcelona y Buenos Aires: Gedisa, 2009).

Aclaraciones al doctor Mario Bunge

Jordi Soler Alomà

Rebelión

He leído atentamente la réplica publicada en Rebelión (23/07/2010) a mi artículo “Mario Bunge” por parte del homónimo Doctor. Lamentablemente, debo observar que su lectura de mi crítica no ha sido tan atenta, por lo que su réplica incurre en errores debidos a malentendidos.

El Dr. Bunge empieza diciendo que “la más seria de las acusaciones de mi crítico es que cometo la “falacia” de afirmar que algunos de los artículos que publicó el New York Daily Tribune con la firma de Karl Marx fueron escritos por su colaborador, amigo y benefactor Friedrich Engels”. Pues bien, en ningún momento niego yo que eso sea cierto, la falacia que le adjudico al Dr. Bunge es tratar de deteriorar la imagen de Marx con esa aducción, al no especificar que fue el

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propio Engels quien le pidió a Marx realizar esas contribuciones, en un momento en que Marx tenía trabajos mucho más urgentes e importantes que llevar a cabo.

Comparto con el Dr. Bunge su visión de Althusser, y de la hagiografía marxista, pero estoy convencido, porque es lo que infiero de la naturaleza de sus comentarios sobre Marx (típicos de quienes no han profundizado en su pensamiento), de que no ha leído cabalmente el primer tomo de Das Kapital (especialmente el primer capítulo, en lo cual, a su pesar, coincidiría nada menos que con ¡Althusser!).

Mantengo, por otro lado, mi tesis de que el Dr. Bunge confunde a Marx con los marxistas; pues sus imputaciones a Marx de errores de otros (Engels, Lenin, etc.) no hace más que corroborarlo.

El concepto de alineación en Marx no tiene nada que ver con los alienistas: es, simplemente, la escisión de nuestra especie y la asunción de este hecho como lo natural, pasando a formar parte del contenido a priori de la ideología. Por otro lado, no sé qué tiene que ver la URSS con Marx (otro tópico en el que incurre el Dr. Bunge sistemáticamente).

El Dr. Bunge prosigue su réplica de modo indirecto, exponiendo sus 7 desacuerdos con Marx. El primero no es con Marx, sino con sus “seguidores”, por lo tanto, ya son 6. El segundo es, simplemente, falso: Marx no era ningún devoto de Hegel; la prueba es que fue quien más aplaudió a Feuerbach cuando se atrevió a cuestionar al “gran maestro”, además de que Marx ejerció una dura crítica y la llevó a cabo la negación de la dialéctica hegeliana. Quedan 5.

El tercero es sobre Engels (quedan 4).

Sobre el cuarto, cabe aducir la famosa cita de que una idea se transforma en una fuerza material cuando prende en las masas (quedan 3).

Add 5: efectivamente, Marx dijo que lo más urgente era transformar la realidad, pero también dijo que sin una buena teoría no puede haber una buena práctica (quedan 2).

Add 6: Marx bastante trabajo tuvo con gestionar la Internacional y diseccionar el capitalismo en su Das Kapital como para tener que diseñar la sociedad del futuro. Por lo que hace a las afirmaciones de Engels, no son imputables a Marx (queda 1).

Add 7: el típico tópico de confundir el concepto de dictadura del proletariado con las dictaduras unipersonales u oligárquicas (como la financiera que rige ahora el mundo entero) con lo que vigió, por ejemplo, durante el período de la Comuna de París: Francia nunca ha conocido mayor grado de democracia. “Dictadura del proletariado” simplemente significa que el proletariado (que no se trata de una camarilla o de un partido) debe tomar medidas para que la reacción no vuelva a tomar el poder, tal como trágicamente sucedió con la Comuna, puesto que la dictadura del proletariado fue demasiado blanda, y no actuó a tiempo para evitar el ataque de los versalleses ayudados por Bismark; mutatis mutandis, es lo que sucedió, también, en Chile o en España: las fuerzas progresistas no fueron lo suficientemente ágiles

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para actuar a tiempo contra la reacción (sin olvidar, por supuesto, que ni los fascistas chilenos ni los españoles estaban solos).

Quedan 0.

En consecuencia, el Dr. Bunge no discrepa de Karl Marx, sino quizás de su fantasma (que aún “recorre Europa”).

El Dr. Bunge sobre Engels:los escombros ideológicos del Nepositivismo

Por Nicolás González Varela De la noche a la mañana descubrimos que a un gran descalificador (y enorme desconocedor) del Marxismo, le interesan las lecturas biográficas sobre Friedrich Engels. El doctor Mario Bunge vuelve a exhibir su infalible método cientificista

después de habernos desvelado de manera brillante los puntos más oscuros y sobresalientes del pensamiento occidental. Ya Bunge racionalmente expuso al gran público las implicancias nazis del pensamiento carente de sentido de Martin Heidegger, después de haber afirmado sin sonrojarse que “Karl Marx no fue a ninguna universidad. No tuvo cerca a nadie que le enseñara, creía que todo nace de la Economía”, después de liquidar a Hegel diciendo que su filosofía es “absurda y abstrusa”, ahora vuelve sobre ese perro muerto llamado “Marxismo” y nosotros humildes lectores preguntamos por qué. ¿Le interesan las biografías de luchadores sociales? ¿Estará investigando el racionalismo en la época victoriana? ¿Reescribiendo la Historia de la filosofía del siglo XIX y XX? ¿Le preocupa si Friedrich Engels fue una personalidad histórica en el sentido de una ilación de sus acciones y su significado? ¿Bunge hablará sobre el método biográfico de Hunt o sobre la

vignette de Engels? No lo sabemos, pero intuimos la hybris que se esconde en

su inocencia literaria, en su incursión en las historias de vida. Bunge escribe para unaReview académica canadiense de sociología y antropología una recensión de la segunda biografía de Friedrich Engels, escrita por el activista político, columnista de The Guardian e historiador de la época victoriana Tristram Hunt. Las biografías huntianas son un gran avance literario desde la última completa escrita por Gustav Mayer en 1932, editada en español por el Fondo de Cultura de México en 1979.i

Nos podíamos ahorrar el mal trago: ya teníamos una recensión estilo ideología “Cold War”, retorcida y mal intencionada en el diario liberal The New York Times. El pathos anticomunista de Dwight Garner, su autor, se puede percibir

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ya desde el título: Fox Hunter, Party Animal, Leftist Warrior, o sea: “Cazador de Zorros, Fiestero y Guerrero Izquierdista”. Garner ya denominó al Marxismo como un “parásito maligno” en otro artículo. No es el único. El diario neoliberal y representante del capital financiero The Wall Street Journal también le dedicó una recensión al libro de Hunt, llena de mala fe maccartista,style George Kennan: se titulaba “The Champagne Communist”, el comunista “champañero”. Pero: ¿porqué que los centros deagitprop liberales y neoconservadores están tan preocupados por una biografía sobre Engels de un joven profesor de historia y pierden tiempo, tinta y papel en un escombro ideológico? Algo huele a podrido en Dinamarca… Por cierto, la recensiónNYT tiene muchas similitudes con el artículo bungeano: un regodeo en las naturales debilidades del Engels humano, demasiado humano. Y por supuesto: se lo contrapone como Hyde, al propio Marx. Bunge no se propone valorar el tour de forçe de Hunt: su trabajo de zapa ideológico es justamente eliminar lo que Hunt trataba de realizar con su

saga biográfica. Bunge va a por Hunt: si logra desarmar su empresa histórica, Engels volverá a ser lo que era: un proto-stalinista, elMeistersinger del Gulag. Mientras Hunt, en dos obras biográficas secuenciales, separa el Engels hombre y pensador de su deificación dogmática, de suKaricatur en el petrificado templo delDiaMat soviético, clarificando la manipulación del marxismo soviético sobre el Engels real, Bunge se propone precisamente lo contrario. Le recuerda al lector inocente que Marx-Engels y el stalinismo son la misma cosa, a pesar del “libro realmente ameno” de Hunt, obra que recomienda con sarcasmo ¿canadiense? podría serle útil a algúnbiopic de Hollywood. Quizá a James Cameron… No hay otro objetivo ideológico en su pobre artículo que poner el signo igual entre el legado teórico-práctico de Marx&Engels y la stalinista URSS: “Imagino que el entusiasmo por la filosofía cruda de Engels en los treinta y los cuarenta, tanto en el Reino Unido como en Francia, formaba parte del paquete: socialismo, antifascismo, admiración por la rápida aunque brutal modernización de la URSS y una fe ingenua en que elMarx- Engelsismo era la última y más elevada versión del cientificismo.” Hunt se propone una meta antibungeana, precisamente recuperar a Engels de la etiqueta de ser “the ideological architect of Soviet-style Communism.”

En la primera parte Bunge nos regala un rosario de anécdotas mal contextualizadas del libro de Hunt, piquant details, en las cuales Engels aparece como una suerte de patético y divertido Boswell de Marx-Johnson. Bunge es en este momento literario, feliz: trata de Épater le communiste. Engels es una inconsciente contradictio in corpum: comunista y cazador de zorros, unbon

vivant prusiano, gran bebedor de cerveza Pilsen. Es como si a Bunge le recordáramos las debilidades personales de Wittgenstein como argumentoad hominem: la homosexualidad, su autoritarismo pedagógico, su chauvinismo austro-húngaro, su espiritualismo simplista y vulgar siguiendo a Tagore, su ignorancia de la propia historia de la filosofía, en suma: que era un filósofo amateur, igual o peor que Engels (estudió para ingeniero aeronáutico)… ¿sabrá

Bunge todas estas cosas? Al menos le reconoce algunos méritos filopositivistas: Engels intentaba investigar a partir de la empiria y además prácticamente era un millonario de la época gracias a que creía en la racionalidad y la teoría de las expectativas del homo oeconomicus. Menos mal. En la segunda parte de la recensión aparecen por fin las críticas formales a la biografía. Como Bunge no tiene nada que opinar en lo biográfico sobre Engels o Marx (creo que

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ni siquiera a leído a Kolakowski y su escolar Historia del Marxismo), ni en el método histórico de Hunt, vuelve sobre seguro. Descubre dónde está enroscado el gusano de la pseudofilosofía con dos críticas simplistas y descolgadas. La primera objeción de Bunge es que “aunque Hunt afirma que Engels no fue sólo cientificista sino científico, yo creo que lo primero es correcto, pero que lo segundo sólo lo es a medias. Es más, Engels tuvo una gran fe en la aproximación científica y la aplicó en sus propios estudios sociales, pero sus críticas a las matemáticas y a la física revelan su profunda ignorancia en estas ciencias elementales”. Pero: ¿la Historia o la Política no son ciencias? Si hablamos de las ciencias duras y naturales, Engels se vio obligado “políticamente” a intervenir en campos científicos por necesidades polémicas (contra el socialista antisemita Eugene Dühring, por ejemplo, que por cierto era un académico numerario de la Universidad de Berlín para el gusto de Bunge) porque sus oponentes partían de la biología o la física del siglo XIX. Y Bunge se olvida el nivel retórico de los escritos de Engels: pretendía divulgar la discusión en círculos de trabajadores

con pocas referencias académicas en su capital simbólico, eran artículos por entregas en el diario obreroVorwarts! Bunge no sabe que entre los dos autores se había aceptado una división del trabajo intelectual explícita, dentro de la cual Engels tenía la tarea de “popularizar” las ideas de Marx al gran público. Ni Engels ni Marx escribían en un gabinete o en una cátedra académica: son medios de lucha política. Aparte de las limitaciones en las propias ciencias exactas y duras a mediados del siglo XIX (como por ejemplo el cálculo infinitesimal). Pero a Bunge no le interesa nada de esto: lo abruma su “Enfoque”. Al valorar desde el dogma hiperracionalista un poco a Engels (pero no en demasía, sólo para colocarlo un peldaño más arriba que Marx) Bunge demuestra el norte de su publicística positivista. Se trata, por enésima vez, del manido recurso de enfrentar a Engelscontra Marx. Si Engels, nos susurra Bunge, es el inspirador del Stalinismo, y a pesar de ello, es superior desde el racionalismo bungeano a Marx, ya nada queda por decir o leer de su obra. O sí, una tarea piadosa para un sepulturero: “debería ayudar a los marxistas, antimarxistas y académicos sin partido a clarificar los puntos oscuros del marxismo, una mezcla de ciencia, pseudociencia, ideología y filosofía…”

La segunda crítica se refiere a la afinidad electiva y valoración de Hegel (y la izquierda hegeliana) que aparece positivamente en el libro de Hunt. Esto es demasiado para Bunge, Hegel ni siquiera dio muestras de un sano instinto positivista: “es que se toma a Hegel tan seriamente como Engels, mientras que yo creo que, aunque Hegel abordó muchos problemas importantes, lo hizo de un modo tan hermético, con tal desdén hacia la ciencia de su época, que mucha de su obra acaba por asemejarse al parloteo posmoderno.” ¿No es la misma opinión esquemática sobre el difficult style de Hegel que sostenía Russell en su

History of Western Philosophy de 1945? ¿No son vituperios parafilosóficos similares a los que emitía Popper, preocupado por el Hegel’s radical collectivism? Por supuesto: atacando a Hegel, por elevación, se erosiona la

seriedad científica de Marx. Bunge en muchas ocasiones reconoció que estudió con detenimiento la filosofía de Hegel. No se nota o fue hace mucho tiempo atrás. Lo dudamos. Afirmar que Hegel tenía desdén por las ciencias modernas de su época es demostrar que no se conoce nada en absoluto de su filosofía. Desde la Economía Política de su época (gran lector de Ferguson, Smith, Sismondi), pasando por ciencias nuevas de la época (Frenología), gran lector de matemáticos de vanguardia (Cauchy y Lagrange), de geólogos (Cuvier y Hutton), de

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experimentadores y teóricos en Química (Berthollet y Pohl), de la Biología (Bonnet, Cuvier, Haller y Linneo), hasta la Geometría (en este campo su concepción fue superior a la de Kant, a pesar de la confusión de Carnap, Hillbert y Russell)… Como dice el filósofo inglés Stephen Hollgate, el rechazo de la Filosofía de la Naturaleza de Hegel, o de Hegel in toto, está basada en una profunda ignorancia de la filosofía hegeliana y de su relación con las ciencias de la época. Act est fabula. Después de ver otra exhibición perogrullesca y simplista del enfoque racionalista enfocado a la crítica literaria, mutatis mutandis, al Marxismo, no nos queda más que preguntar: Dr. Bunge: ¿Qué puede salvarse de los escombros del Neopositivismo?(N GV)

i Mayer, Gustav, Friedrich Engels. Biografía, FCE, México, 1979. Hay que contabilizar la biografía de Engels

y Marx, inconclusa, de August Cornu; Karl Marx et Friedrich Engels, Presses Universitaires de France, Paris,

1970; la biografía colectiva del equipo de Gemkow en la exRDA; Friedrich Engels, Editorial Cártago, Buenos

Aires, 1974; la olvidada biografía intelectual de Rodolfo Mondolfo; El Materialismo Histórico en Federico

Engels, Editorial Ciencia, Rosario, 1940; y trabajos biográficos sectoriales sobre Engels, como el de Steven Marcus, Engels, Manchester, and the Working Class; Norton, London, 1974, o el de H. O. Henderson;Marx and Engels an the English Workers. And other Essays, Frank Cass, London, 1989.

Entrevista a Mario Bunge sobre el psicoanálisis

Una breve biografía de Mario Bunge

Descarga la entrevista desde aquí

 

En el prefacio de su libro “Seudociencia e Ideología” ud. relata que cuando era adolescente tenía en su estudio tres retratos: el de Einstein, el de Marx y el de Freud. Dice que el primero en caer fue el de Freud. Nos gustaría saber cómo, cuando y por qué cayó. ¿Fue algo paulatino?

No, fue bastante súbito. Fueron dos experiencias. Una con un psicoanalista amigo que me hizo uno

de esos psicoanálisis instantáneos: “sí, lo que pasa es que vos tenés problemas de amor y de trabajo”. Yo tenía 16 o 17 años. Al principio pensaba ¿como se habrá enterado?. Después empecé a recapacitar: “todos los adolescentes tenemos problemas de ese tipo”. Y poco después este hombre enloqueció completamente: se quería tirar de una ventana porque decía que iba a salir volando.

Entonces me dije “Bueno, por lo menos a la locura el psicoanálisis no la trata”. Segundo, leí un libro de Bertrand Russell que se llamaba algo así como Introducción a la Filosofía, de 1914. Y ahí tiene un largo capítulo sobre la psicología más avanzada de aquel tiempo: la reflexología y el conductismo, que habían nacido de Pavlov por una parte y de Watson por otra. Y, como todos saben, Russell se reía del psicoanálisis. Entonces pensé “Ah! esta gente tratará de explicar las cosas de un modo materialista, recurriendo al sistema

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nervioso”. Eso me abrió los ojos. Y tengo que recordar un tercer motivo: en aquella época yo me consideraba marxista. Leí un libro de Reuben Osborne –quien era freudomarxista- que expresaba la combinación o síntesis entre el marxismo y el freudismo, una corriente que nació en Viena y se propagó enseguida. El libro me indignó tanto que escribí un libro en contra. Y a medida que lo iba escribiendo me iba volviendo más y más antipsicoanalítico.

Antes de estas tres experiencias yo creía en el psicoanálisis, desde luego, como adolescente porteño que ve los libros de Freud en los quioscos del subterráneo a 50 centavos cada uno, al alcance de todo el pueblo, de cualquiera que sepa leer y escribir; éstas me convencieron de que el psicoanálisis no era científico. Desde entonces, no he hecho más que continuar en esta opinión. Al estudiar psicología moderna, en particular psicología fisiológica, uno se da cuenta de que Freud, entre otras cosas, adopta una posición dualista frente al problema mentecuerpo.Posición que no es original de Freud: es tan vieja como la religión, pero él la tomó del neurólogo inglés Hughlins Jackson, quien a su vez adoptó una posición propuesta por primera vez por el gran filósofo y matemático Leibniz, quien sostenía que los procesos mentales y los procesos biológicos eran paralelos entre sí. Cada vez que uno pensaba una idea, ocurría algo en el cerebro, pero era una sincronización: la mente iba por su lado y el cerebro por el suyo. Eran paralelos. Como dos relojes independientes pero sincronizados. Es la hipótesis del paralelismo psicofísico. Y bueno, es muy insatisfactorio. No se entiende por qué diablos son sincrónicos.Tampoco se entiende por qué un cerebro con muchas circunvoluciones nos confiere alguna superioridad. Si la mente no necesitara del cerebro, nos convendría tener un cerebro chiquito, que se ocupara de regular los movimientos y la temperatura, en lugar de tener una caja craneana tan incómoda que nos obliga, entre otras cosas, a la confección de sombreros.

 

¿Y por qué piensa ud. que persistió el psicoanálisis? ¿Cómo convive con la psicología moderna? ¿Por qué tuvo tanto éxito? Inclusive en el ambiente universitario, académico, entre los médicos…

Por tres motivos, creo. Primero: Freud y sus secuaces enfocaron dos problemas que la psicología tradicional había descuidado: el problema de las emociones y el problema del sexo. Los psicólogos tradicionales se ocuparon sólo de los procesos mentales conscientes. No se ocuparon de las emociones, del afecto ni del sexo; no se podía hablar de eso siquiera, era un tabú. Entonces ¿que pasa?, cuando la ciencia no se ocupa de un tema que interesa a todo el mundo, inmediatamente vienen los charlatanes y lo acaparan. Y el segundo motivo es que es fácil. El estudio del psicoanálisis no requiere ninguna preparación previa: un chico de 16 años puede convertirse en un erudito psicoanalista simplemente leyendo, porque se trata de leer textos. No hace falta estudiar psicología experimental, neurología, ni saber matemática o biología, no hace falta saber nada. Es el facilismo. Entonces, algo que es fácil y se ocupa de asuntos realmente importantes como son la emoción y el sexo, ¿cómo no va a atraer a la gente, en particular a los jóvenes incautos?. El tercer motivo ya es comercial: para poder aplicar una terapéutica cualquiera hace falta estar entrenado, por ejemplo como médico, psiquiatra o psicólogo clínico. Hay que estudiar seriamente si uno quiere ser eficaz y honesto. Para ser

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psicoanalista no hace falta nada. Un psicoanalista puede practicar, puede ganarse la vida y ganársela bastante bien –por lo menos en EE.UU. y el resto de Norteamérica donde cobra 100 dólares la hora-. Puedehacerlo sin ninguna preparación previa. Esos son los motivos: que el psicoanálisis se ocupa de problemas auténticos –aunque se ocupa mal-, que es fácil y que es rentable.Los tres hicieron que el psicoanálisis se expandiera como reguero de pólvora. Pero ya terminó su ciclo. Queda solamente en los países del Tercer Mundo.

En la Universidad de Buenos Aires más del 90% de la gente enseña psicoanálisis. Más que enseñar, se adoctrina. En primer año se ve psicoanálisis, en segundo o tercero se ve “psicopatología” que es puro Lacan. No se ve una actitud de apertura…

Claro. “Macaneo I”, “Macaneo II”, “Macaneo III”…, y ya pueden empezar. Se lanzan sobre la población incauta y pueden ejercer una profesión.

Y las comunidades científica y universitaria ¿qué hacen frente al psicoanálisis? ¿Lo toleran?.

Desgraciadamente hay excesiva tolerancia para con los colegas. Pero lo que sucede en los países más avanzados es que se tolera a algún profesor que haga psicoanálisis. Por ejemplo, en mi Universidad (McGill) hay uno o a lo sumo dos miembros del departamento de psiquiatría que hacen psicoanálisis. Más no. Y losdemás los toleran entre otras cosas porque carecen de las herramientas epistemológicas para demostrar que el psicoanálisis es una pseudociencia. Y también, digámoslo de frente, les falta el coraje para decirlo. En particular tratándose de psicosis, si ud. pone a un psicótico –digamos un esquizofrénico o un depresivo- enmanos de un psicoanalista, ese enfermo no se va a curar y, más aún, corre peligro de terminar suicidándose o matando a otro. Esta mañana recibí una carta de un amigo con quien había perdido contacto, con el que habíamos trabajado juntos en la Universidad Obrera en los años ´40. Me contaba que su odio al psicoanálisis se debe a que tenía una hija depresiva, que se había puesto en manos de un analista. Con la palabra no se cura la depresión… Esta chica terminó pegándose un tiro, ¡su única hija!.Entonces, él no tiene un motivo puramente intelectual sino también afectivo para considerar que la práctica del psicoanálisis es delictuosa Tolerarla es dar patente de corso a los charlatanes. A diferencia de la astrología y la parapsicología, que arruinan la manera de pensar y concebir el mundo pero –que yo sepa- no ponen en peligro la vida de nadie, el psicoanálisis es mucho más nocivo que estas creencias.

Pero ¿no cree ud. que el psicoanálisis es la pseudociencia que, por dictarse en la Universidad, más influye sobre el estudiante?

Sí, sí. En la Universidad argentina ¿eh?; en mi Universidad y en las demás de Norteamérica no se enseña psicoanálisis, y menos que menos psicoanálisis lacaniano.Con alguna que otra excepción, y siempre en los departamentos de psiquiatría, no en los de psicología. Está en plena decadencia. A partir de los años ´70 –o tal vez un poco antes- la cultura argentina ha sido barrida por los militares y por el irracionalismo.Es uno de los tantos componentes del esoterismo, del macaneo. ¿Cómo no va a invadir la Universidad?. La Universidad ha sido destruida en 1966 por la dictadura militar. Luego vino un intento de recuperación, después fue vuelta a destruir, y todavía no se ha

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recuperado. Es un escándalo que no haya epistemólogos que hagan la crítica de esta macana por falta total de preparación científica y filosófica. Hay que combinarlas dos cosas.

Una forma de ganarle terreno a los psicoanalistas sería disponer de un buen presupuesto, porque la psicobiología necesita laboratorios e instrumental, mientras que el psicoanálisis es barato para quienes lo practican.

Por supuesto. Es más fácil escribir un artículo psicoanalítico que una contribución seria a la psicología científica. Pero en el país existen –por suerte- psicólogos biológicos; los he encontrado en Mendoza y en Rosario. En España y México, invadidos por psicoanalistst argentinos, me he encontrado con algunos. Esta gente ha invertido años en adquirir esta preparación. La psicología moderna –con laboratorioses la única que está haciendo avances espectaculares. Por eso es que se interesan por ella muchos médicos, psiquiatras y estudiosos de las afasias, de las perturbaciones del habla y de la comprensión del habla.

Martin Gardner, en uno de sus últimos libros, sostiene que una buena forma de aprender ciencia es viendo en qué se equivocan sus chiflados. Esa parece una frase suya. ¿De qué chiflados, de que pseudociencias cree ud. haber aprendido más?

Del psicoanálisis, claro. Ah! también algo de la parapsicología. El motivo fue que algunos colegas físicos y matemáticos creían en la parapsicología. En la Universidad, la creencia en la parapsicología está muy difundida. Alrededor del 50% de la gente cree en la posibilidad de la telepatía, no tanto ya en la telekinesis. Para hacer la crítica uno necesita argumentos, y así lee artículos del Journal of Parapsychology, analiza losexperimentos, trata de ver qué es lo que falla, y hace además una crítica psicológica, desde el punto de vista de la filosofía de la mente. Como dice Gardner, se puede aprender mucho sobre el método científico leyendo a los macaneadores. Pero yo no creo que sean chiflados de la ciencia, ni que estas creencias sean cienciaspatológicas, como alguien las llamó; son simplemente no-ciencia. Ni siquiera se toman mucho trabajo para aparentar ser ciencias, cualquiera puede entenderlas. Los únicos pseudocientíficos que hacen experimentos son los parapsicólogos, del mismo modo, la única pseudociencia que se apoya en una ciencia es la astrología; son los únicos que consultan a la astronomía los demás se valen solos Son independientes Justamente Freud insistía con el tema de la independencia del psicoanálisis con respecto a la neurofisiología, y Lacan aún más. Lacan quiso rescatar un proyecto de Facultad de Psicología esbozado por Freud. Los estudiantes deberían aprender literatura, mitología, y por supuesto, psicoanálisis I, II, etc. Tenían que tener cultura literaria y humanística pero ninguna cultura científica. En particular no se aprendía psicología experimental, nada que oliera a laboratorio. ¡Que contentos se pondrían al saber que su proyecto se realizó aquí, en el Tercer Mundo!

Ud. cree que Freud tuvo desde el principio un objetivo bien determinado o más bien que la teoría psicoanalítica fue formándose un poco azarosamente, de acuerdo a las vivencias y rasgos de personalidad del propio Freud?

Bueno, ud. conoce la carrera de Freud. Comenzó como neurólogo, siguiendo la escuela de Hughlins Jackson. Él intentó hacer algo de laboratorio y no le salió. A él – como a

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cualquiera- le interesaban los sueños, las psicopatologías, etc., y en ese momento la psicología científica, sobre todo la parte de las psicopatologías, estaba poco avanzada. No es que no existiese; había empezado en Francia con Paul Broca y en Alemania con Karl Wernicke. Sin embargo no eran muy populares. Ahora bien, Freud –y esto lo dice claramente Ernest Jones, su más afamado biógrafo- quería casarse, y se sabía incapaz de hacer carrera por falta de méritos científicos suficientes, siempre sería un profesor adjunto. Entonces decidió abandonar completamente la orientación científica. No solo está Jones, que es muy explícito.También se puede ver en su propia correspondencia. Aparte de ese interés material, y de la imposibilidad de hacer una carrera científica por falta de competencia, de originalidad, debe haber influido también el hecho de que Freud era cocainómano, Necesitaba la droga y se daba cuenta de que no podía alcanzar la lucidez sin ella, y eso, a una persona que ha recibido entrenamiento médico –Freud lo tuvo en la Escuela de Medicina de Viena, que junto con las de Berlín y de París eran las más prestigiosas de Europa- debe haberlo preocupado bastante, quitándole confianza ante la posibilidad de hacer ciencia en serio. Pero además estaba su interés auténtico por los problemas afectivos, la sexualidad, las emociones. A fines del siglo 19 hay en él una auténtica conversión. El hombre abandona totalmente el camino científico y se desbarranca.

Es como ud. decía en una conferencia: “donde hay un vacío, ese vacío se llena con basura”. Sería el caso de toda esta pseudopsicología…

Sí, sí. No el caso de Lacan, que no enfocó ni un solo problema científico en su vida. Pero es así en general, sobre todo a nivel popular.

Pero ¿podemos decir que hay un vacío a nivel psicoterapéutico en las corrientes psicológicas que tratan de enfocar científicamente su campo de interés?

Lo había hasta que nació la terapia de la conducta, que se ocupa de los casos tratables por medios sencillos, sin drogas. Lo hubo en el caso de la depresión y la esquizofrenia hasta 1955, cuando por primera vez se descubrieron neurolépticos eficaces. Es cierto que tienen efectos secundarios muy desagradables de tipo dermatológico y pérdida de memoria, aunque no una pérdida definitiva. También es verdad que tales dolencias no se pueden curar definitivamente, pero sabemos controlarlas Por ejemplo un íntimo amigo mío investigador de primera línea es maníaco-depresivo. Se controla con esas drogas. Cuando está en el período maníaco, o sea ascendente, es de una productividad increíble. Después tiene depresiones, pero controladas; jamás tiene las que lo afectaban antes de comenzar a tratarse con las sales de litio. Yo lo he visto en sus depresiones antes del tratamiento. ¡Estaba totalmente destrozado!. Parecía un chico autista, encerrado en sí mismo, sin querer ver ni oír nada, desconfiando de todo el mundo –hasta de sus amigos y de su mujer-.Pero ahora está controlado: produce, va al laboratorio todos los días, escribe –y no pavadas- sobre cosas importantísimas. Hoy día se puede llevar una vida casi normal con problemas depresivos que, no tratados, probablemente llevarían al suicidio. Una sobrina mía es un caso parecido; una poetisa brillante. Al principio la trataba un psicoanalista y, por supuesto, ella iba de mal en peor. No sólo dejó de escribir sino que se escapaba de la casa y tenía unos episodios espantosos. Ahora está controlada, felizmente. Pero hay mucho por hacer todavía, no hay suficiente gente ocupándose de estas cosas y hay demasiada creyendo que la magia de la palabra puede suplir a las drogas, porque ignora

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que, entre otras cosas, el cerebro es un sistema químico. Basta cambiar la química del cerebro para modificar la forma de sentir o incluso de pensar. Y en realidad todos nosotros tenemos experiencias en ese sentido. Cuando estamos adormilados tomamos una taza de café; hay una droga llamada cafeína que nos da lucidez. Por eso no tendría que ser tan difícil de comprender.

Esto es una grave objeción al dualismo, el cual sin embargo persiste.

Persiste entre otras cosas porque estamos atados a la religión, porque tenemos resabios de una filosofía anticuada. Todavía la mayor parte de los cursos de psicología no son cursos de psicología biológica. El estudio de lo mental no se encara desde una perspectiva biológica.

En su libro “El problema mente-cerebro”, ud. hace una crítica a la postura de que los predicados mentalistas no son reductibles a predicados neurofisiológicos. Está claro que su concepción de la mente es la de una colección de procesos cerebrales. ¿Qué me dice de Russell cuando afirma que esos predicados son sintéticos y no analizables?

Sí, pero tenga en cuenta que Russell escribió esto en 1921, cuando casi toda la psicología fisiológica que había trataba sobre el problema de la percepción. Se ha avanzado muchísimo en estos tres cuartos de siglo. Le voy a dar un ejemplo. Ud. puede decir que Fulano está hablando. Una manera neurofisiológica de decirlo es afirmar “las áreas de Wernicke y de Broca de Fulano están activas”. Otra: “Fulano está viendo”, es como decir “la corteza estriada de Fulano está activa en este momento”. A primera vista pareciera que no tienen nada que ver. Eso ocurre porque no nos hemos acostumbrado. Es como si un dualista le dijese a un físico que el predicado brillante no tiene nada que ver con los que intervienen en la teoría del estado sólido, que analizan el proceso de reflexión de un rayo luminoso por los átomos que componen la superficie del objeto brillante, y sin embargo es la misma cosa. Los primeros en darse cuenta de que podemos deducir o definir los predicados que usamos para describir nuestras percepciones en términos de predicados que definen cosas invisibles fueron los atomistas griegos. Claro que ellos no tenían toda la teoría que ahora tenemos. Hoy se puede. El paso que la física dio en este siglo (XX), tendrá que hacerlo la psicología en el próximo.

¿Puede decirse que en ese sentido el programa de la psicología fisiológica es la reducción de los predicados mentales fenomenistas a predicados neurofisiológicos?

Sí. Y requiere de teorías, difíciles, que están en proceso de construirse. Pero los obstáculos no son inherentes a la materia sino a la formación de los psicólogos. No suelen tener una buena formación biológica, y menos aún matemática. Entonces, los que se dedican a la psicología matemática, al no tener una buena formación biológica, se contentan con hacer teorías –por ejemplo del aprendizaje- que no tienen ninguna relación con el llamado sustrato neurofisiológico. La ley de Thorndike sobre el aprendizaje puede enunciarse sin recurrir a consideraciones psicobiológicas. La ley es correcta, pero queremos entenderla en términos de refuerzo de conexiones neuronales. Entonces lo que se necesita es un Hebb con cultura matemática. La formación inicial de Hebb fue literaria. Una vez yo le pregunté “Por qué le tiene rabia a la matemática, o a los modelos matemáticos”, y me contestó: “No, ese es un defecto personal mío. Yo de adolescente soñaba con escribir novelas, incluso escribí una. Yo no le tengo rabia a la

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matemática, es que no sé”, “¿Y no habrá un segundo motivo?” continué yo, “como los modelos que hoy hay son en su mayoría conductistas y por lo tanto superficiales, no llegan al meollo de la cuestión””… Ahí Hebb estuvo de acuerdo conmigo. Yo creo que hay que imponer, no un proyecto de Facultad de Psicología, sino cambiar los planes de estudio en esa carrera, e incluir una buena formación biológica y matemática.

Volviendo al psicoanálisis, el Dr. Klimovsky, sin ser un defensor del psicoanálisis, propone considerarlo como una protociencia antes que como una pseudociencia, y esperar que los psicoanalistas sistematicen la teoríapsicoanalítica para convertirla así en científica. ¿Ud. opina que no hay nada rescatable en el psicoanálisis?

No, no hay nada rescatable. Lo que pasa es que Klimovsky es un matemático, y él tiene la visión de la ciencia que es común a los matemáticos. Creo entender que su posición es la de que si se axiomatizara y se formalizara correctamente el psicoanálisis, ya se convertiría en ciencia. En mi libro La investigación científica desarrollé un contraejemplo; doy allí una “Axiomática de los fantasmas”, una teoría matemática de los fantasmas. Matemáticamente es correcta… ¡pero los fantasmas no existen!. La matematización es necesaria para hacer avanzar una ciencia más allá de cierto límite, para aumentar la precisión y la profundidad, pero no es imprescindible para hacer ciencia, y menos aún suficiente. Se puede macanear matemáticamente. La matemática no nos da más que formas; si ud. llena las formas con basura, sigue siendo basura. Si en vez de descartar la basura la pone en un paquete lindo, con un moño rosa, sigue siendo basura. Yo estoy en desacuerdo con el Dr. Klimovsky; el psicoanálisis no es científico, es una pseudociencia. Hace dos tipos de afirmaciones gratuitas: las comprobables y las no comprobables. Las no comprobables son no científicas desde el vamos. Las comprobables se dividen a su vez en dos grupos: lasque nunca fueron puestas a prueba – y aún así son sostenidas por los psicoanalistas- , y las que sí lo fueron y resultaron ser falsas. Estas últimas ¡nunca fueron ensayadas por psicoanalistas, quienes jamás se anduvieron tomando ese tipo de molestias!.Entonces, el carácter pseudocientífico del psicoanálisis es evidente. En cuanto a que el Dr. Klimovsky no defiende el psicoanálisis, cabe destacar que hace 30 años –por lo menos- que viene haciéndole propaganda.

Como miembro del CSICOP, ud. habrá observado que cuentan con un psicoanalista entre sus consultores, y además la revista –The Skeptical Inquirernunca ha tocado el tema del psicoanálisis. ¿Habló de eso con Paul Kurtz alguna vez?

Sí. Lo que ellos quieren hacer es una especie de frente único contra la parapsicología, la ufología, etc. Ese es un error de omisión; yo los acompaño en la medida en que estoy de acuerdo con ellos en otros respectos. Pero tenga en cuenta también que The Skeptical Inquirer no publica artículos psicoanalíticos, que ya es algo.

Lo que sí hubo fueron críticas salpicadas, como la de Terence Hines. Pero si alguien lo quisiera abordar ¿usted cree que habría censura?

Yo no creo. Una vez publicaron algo que les mandé y allí mencionaba al psicoanálisis como una pseudociencia.

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Tal vez ese descuido se deba a que el psicoanálisis allí no es un fenómeno tan extendido como aquí, y preocupa más el tema de la creencia en los fenómenos psi.

Sí, en efecto. Las otras supersticiones son mucho más populares. Tengamos en cuenta que la mitad de la población universitaria, por lo menos en el caso de los estudiantes, cree en la realidad de los fenómenos parapsicológicos.

Una nota del diario Clarín habla de un estudio según el cual 3 de cada 4 adolescentes en lo EE.UU. creen en los ángeles.

¡Pero siempre llegan tarde los ángeles! (Risas). Son como los detectives de las películas: cuando ellos llegan han matado a media docena de personas, y a menudo siguen siendo asesinadas mientras ellos investigan. Tal vez será que no están informatizados, los ángeles.

Volviendo al psicoanálisis, ¿conoció ud. la obra del Dr. Georg Friedrich Nicolai?. Fue uno de los primeros en atacarlo en su obra “Análisis del psicoanálisis”.

No leí el libro pero sí sé del Dr. Nicolai. Fue uno de los cuatro científicos que firmó un manifiesto en contra de la Primera Guerra Mundial y por eso se tuvo que ir de Alemania…

Para terminar, se nos dice frecuentemente que al exigir una postura científica somos cerrados, negativistas, que no somos abiertos…

(Interrumpe)¡¡Y está bien!!… (Risas). Somos cerrados. No somos abiertos a la basura. Eso es lo que están diciendo ustedes: “No consumimos basura. Somos muy cerrados”

 

El Ojo Escéptico (12/04/95

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Entrevista a Mario Bunge sobre: Las pseudocienciasAutor: Salvador López Arnal

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Publicado: May 10, 2011

“La delimitación en cuestión es culturalmente importante porque los artículos adulterados corrompen la cultura”

Mario Bunge (Florida, Buenos Aires, 1919) es uno de los filósofos de la ciencia más reconocidos de todo el mundo. Su formación humanística y política, se señala en la solapa del libro referenciado, “se enraizó en los barrios obreros de Buenos Aires, que recorrió de niño junto a su padre, médico y diputado socialista”. A los 19 años de edad, el autor de los ocho volúmenes de Tratado de Filosofía, de La investigación científica, de Epistemología, de Filosofía de la física y de tantos otros ensayos imprescindibles sobre una gran diversidad de materias y asuntos, fundó la Universidad Obrera Argentina. Gran parte de sus más de cincuenta libros han sido traducidos a numerosos idiomas; el japonés, el ruso y el chino entre ellos. Mario Bunge ha recibido 19 doctorados honoris causa a lo largo de su dilatada carrera.

Permítame, admirado profesor Bunge, felicitarte por su nuevo libro. ¿Por qué cree usted que tiene importancia gnoseológica y política delimitar el campo de las pseudociencias? ¿Las gentes suelen creer en teorías tan especulativas, tan poco firmes y tan opuestas al conjunto del conocimiento humano contrastado?

La delimitación en cuestión es culturalmente importante porque los artículos adulterados corrompen la cultura, ponen en peligro la búsqueda de la verdad y hacen perder tiempo a todos, especialmente a los jóvenes, que sacian su curiosidad con facilidad, ya que cualquier pseudociencia se aprende en días o semanas, en tanto que el aprendizaje científico insume muchos años. Y es políticamente importante porque todo político y todo funcionario público necesita conocimientos para concebir programas y organizar el partido o la dependencia estatal, y si usa pseudoconocimientos perjudicará al público. Baste pensar en el daño que ha hecho el neoliberalismo, esa mezcla de

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pseudociencia económica y pseudofilosofía política, que ha pretendido pasar privilegio e improvisación irresponsable por libertad.

Le pregunto sobre esto último. Una de las teorías que usted considera pseudociencia es la economía neoclásica. ¿Cómo es entonces posible que una teoría así, tan poco, digamos, presentable teóricamente, incluso inconsistente en sus postulados en su opinión, siga teniendo hegemonía académica y oriente la política económica de tantos gobiernos?

Hay varios motivos de su popularidad. Uno es que, por ser esquemática, es fácil de aprender y enseñar. Otro es que, al no exigir contrastación empírica, puede ser aprendida por cualquiera que sepa un poco de matemática. Un tercer motivo es que adula al egoísta, al hacerle creer que es racional. Un cuarto motivo es que disfraza sus fallas con un ropaje matemático. Un quinto motivo es que aun no le han salido competidores. La ortodoxia seguirá dominando mientras los escépticos económicos no construyan una teoría alternativa, que sea matemáticamente transparente y esté acorde con la economia real. Por cierto, no han faltado alternativas, tales como las de Sraffa y Fisher, pero se han quedado en etapas esquemáticas. Tenemos necesidad de un nuevo Keynes, que sea matemáticamente refinado, esté al día con la economía experimental, y lea los periódicos para enterarse de que la enorme mayoria de la gente es pobre, y de que los periodos de equilibrio son excepcionales. Y ahora le pregunto a Vd.: ¿Por qué ninguno de los miles de marxistas que ha habido en el curso de los últimos 100 años, con la posible excepción de Ernest Mandel, ha propuesto una teoría económica alternativa? ¿Será porque no han sido científicos sino escolásticos?

No creo que los marxistas de los últimos cien años, todos ellos o incluso una mayoría destacada, sean o hayan sido escolásticos practicantes, aunque gran parte de ellos no hayan sido científicos en el sentido en el que usted está usando ahora el término y algunos de ellos, muchos si insiste, se haya librado de las fiebres del dogmatismo. En mi opinión, muchos marxistas han formado parte de tradiciones de política revolucionaria, no han sido economistas o científicos académicos sin más. Pero, en mi opinión, revisable y muy provisional desde luego, sé poco de esto, los marxistas críticos que se han dedicado a temas económicos han puesto más el acento en denunciar los mecanismos de explotación, miseria y marginación del capitalismo que en la construcción de una teoría económica alternativa. Sea como sea, usted mismo citaba el caso de Mandel. Podemos pensar también en Baran, en Sweezy, en economistas próximos al PCI, en Morishima, en Kalecki, no sé si Joan Robinson puede ser considerada una economista marxista, o Sraffa, el amigo de Gramsci. No creo que el conjunto de marxistas de los últimos de cien años que hayan intentado proponer una teoría económica alternativa sea equipotente al conjunto vacío, incluso si dejamos al margen a Ernest Mandel.

De acuerdo: todos los economistas que usted menciona, con la posible excepción de Morishima, que se limito a matematizar “El Capital”, han hecho aportes importantes, más a la crítica del capitalismo y de la economía ortodoxa que a la reconstrucción de la teoría económica. Una prueba está en que ninguno de ellos, ni sus discípulos, ha sido capaz de describir, y menos aún de predecir, el colapso de las economías del bloque llamado socialista, ni las numerosas crisis del capitalismo.

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Tomando pie en Robert K. Merton, el ethos de la ciencia básica sigue siendo para usted el universalismo, el altruismo, el escepticismo organizado y el comunismo epistémico. ¿No cree que, actualmente, muchos peligros acechan ese ideal normativo? Pienso, por ejemplo, en las multinacionales que financian investigaciones con criterios sobre la publicación de las investigaciones; en el secretismo que rodea a la industria nuclear; en la militarización de una parte nada marginal de la investigación; en la generalizada privatización (y exposición parcial) del software; en la psicología experimental que sigue las orientaciones de empresas y grandes ejecutivos…

En efecto, creo que sigue en pie el ethos de la ciencia básica descrito por mi finado amigo Robert Merton. También es verdad lo que Vd señala, que hay secreto y censura en las ciencias aplicadas como la farmacología y las técnicas como la ingeniería nuclear. Pero no creo que la haya en la matemática ni en las ciencias naturales básicas: la física, la química y la biología. Lo que hay en éstas es censura económica, o sea, recateo de fondos, porque ni la extrema derecha ni la extrema izquierda creen que haga falta la investigación desinteresada. Y también hay censura en las ciencias sociales, porque a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales. Dos ejemplos: en la difunta URSS hubo que esperar a la muerte de Stalin para inaugurar el Instituto de Sociología; y los gobiernos de Reagan redujeron a la mitad los subsidios a las ciencias sociales pero no tocaron los subsidios a las ciencias naturales.

Si me permite un comentario: si a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales, la mayor parte de los gobiernos del mundo deben ser antidemocráticos. Sea como sea, ¿podría dar algún ejemplo de su afirmación de que “la extrema izquierda no cree que haga falta la investigación desinteresada”? Tal vez en Cuba gobierne en su opinión la izquierda extrema y yo no veo que la dirección política haya marginado, con sus estrechos márgenes, la “investigación desinteresada”.

Cuando visité Cuba en 1983, invitado por la Academia de Ciencias, los directores de laboratorio me explicaron que no hacían investigación básica porque sus mentores y protectores soviéticos les habían dicho que el Tercer Mundo no puede darse el lujo de hacer ciencia básica. Esta tesis coincidía con la campaña de las izquierdas europea y latinoamericana contra el cientificismo. Hay que recordar que la izquierda participó activamente en la emergencia del posmodernismo. Volviendo a Cuba: cuando pedí literatura sobre el resultado del interesante experimento de autogbierno en la provincia de Matanzas, me dijeron que leyese un discurso de Fidel. Yo quería un estudio politológico científico, no una perorata política. Por lo visto, no lo había.

No tenemos las mismas experiencias e informaciones en este asunto, profesor Bunge. En el campo de la pseudociencia incluye usted teorías muy heterogéneas: existencialismo, psicoanálisis, parapsicología, marxismo… ¿La religión también lo sería para usted?

No, ya que hay una sola secta religiosa que se proclama científica: la variedad evangélica conocida como Christian Science, que esta moribunda. Y hay evangelistas norteamericanos que hablan de diseño inteligente como alternativa a la biología evolutiva, pero los tribunales competentes han fallado que eso no es ciencia sino religión, y la Iglesia Católica rechaza esa doctrina.

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¿No podemos cometer un error taxonómico al incluir en el mismo conjunto teorías o pseudosaberes que no siempre tienen un aire de familia más allá del hecho de no ser ciencia empírica?

Es verdad que hay casos marginales: los de las protociencias, o ciencias emergentes, que aun no han logrado el rigor que caracteriza a las ciencias maduras. También está el caso de campos que han abordado sin rigor auténticos problemas científicos. Uno de ellos es la llamada psicología evolutiva, que por ahora no es sino una pila de especulaciones.

El psicoanálisis es, en su opinión, una pseudociencia. ¿Por qué? Muchos psicoanalistas le dirían que no puede serlo, por definición, porque no pretende vestirse con ropajes científicos. Es un error considerarlo así. Tampoco lo hace, por ejemplo, la crítica literaria y no es un saber que usted desprecie.

Todos los psicoanalistas, con la excepción de los adeptos de Lacan, pretenden hacer ciencia de la mente. Pero no la hacen puesto que ignoran al cerebro y no ponen sus especulaciones a la prueba experimental. La psicología científica existe desde hace casi dos siglos, y se ha reforzado enormemente en el curso del último medio siglo, al unirse con la neurociencia. Gracias a esta unión sabemos ahora que las enfermedades mentales son desarreglos cerebrales, por lo cual pueden tratarse con mayor o menor éxito mediante píldoras o cirugía. La critica literaria, que Vd menciona, puede ser correcta sin ser experimental, pero todo crítico literario responsable prueba sus hipótesis, y al hacerlo obra científicamente.

Tampoco el marxismo sale bien parado en su libro. Confunde, en su opinión, la lógica y la ontología; adolece de una escasa lógica formal; infravalora el papel de la cultura, la política y la ideología; su gnoseología es de un realismo ingenuo que “no deja sitio a la naturaleza simbólica de las matemáticas o de la física”. No continuo, su lista es larga. ¿Todas las tradiciones marxistas encajarían en esa aproximación? Pienso, por ejemplo, en la obra de Geymonat, Casari o Sacristán, o incluso en la de Marx, Engels y Gramsci, y no me acaban de encajar las cosas.

El marxismo es un cuerpo de doctrina enormemente rico. En él hay de todo, desde intuiciones geniales hasta desvaríos. Lo que no hay es método científico ni utilización de los hallazgos obtenidos fuera de la escuela, salvo en los caso de los historiadores marxistas británicos y los antropólogos y arqueólogos rusos, a quienes Vd no cita. Vd cita a Geymonat, Casari y Sacristán, pensadores estimables pero no originales. Gramsci fue original, al insistir en la importancia de la política y de los intelectuales, pero no tuvo la oportunidad de construir una politología ni una culturología.

Heidegger tampoco es santo de su devoción filosófica. El ex-rector de Friburgo en tiempos turbulentos no pretendía hacer ciencia. No hay, por tanto, pseudociencia en su obra. ¿No hay nada que el pensamiento racional pueda sacar en limpio del autor de Ser y Tiempo? ¿Ninguna temática, ninguna tesis, ninguna inquietud filosófica? Si no fuera así, ¿por qué está tan de moda su pensamiento desde hace décadas?

Heidegger no sólo no pretendió hacer ciencia sino que, siguiendo a su maestro, Edmund Husserl, rechazó la ciencia. Esto le impidió hacer ontología y gnoseología en serio. Es verdad que “Ser y tiempo” abordó la ontología, pero no aportó nada porque es un

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fárrago de sinsentidos y de trivialidades dignas del siglo X. Todo el existencialismo es una gran estafa de la que nada queda. ¿Quién puede tomar en serio enunciados tales como “El tiempo es la maduración de la temporalidad?”

También yo me pregunto por qué sigue de moda ese farsante. Una explicación posible es que sus adeptos rechazan el rigor lógico e ignoran todas las ciencias. También debe influir el hecho de que Heidegger escribió en alemán y enseñó en una universidad prestigiosa (en la que fui profesor visitante de física en 1966). ¿Se le admiraría si hubiera escrito en castellano y profesado en una universidad latinoamericana?

Tal vez sí, no lo sé. Déjenme defender causas que no son las mías. Ortega, por ejemplo, no siempre es claro; tampoco lo son María Zambrano, García Bacca o Zubiri, y son filósofos reconocidos. Incluso, puestos a citar grandes nombres, Hannah Arendt tampoco es una enciclopedia de la claridad expositiva. En el ámbito de la epistemología, Feyerabend no siempre es un vértice destacado de la precisión conceptual o incluso, si me apura, Bohr o Schrödinger

De acuerdo: todos los pensadores que usted menciona, con la excepción de Schrödinger, han sido oscuros. Yo no dije que baste escribir en castellano para hacerlo con claridad. Dije que los autores alemanes son mas respetados que los hispanoamericanos, a veces por el solo hecho de expresarse en alemán.

El término “socialista” aparece varias veces en su libro. ¿Qué es para usted el socialismo? ¿Puede citarme un socialista que sea un autor de interés, aparte de usted mismo, claro está?

Hay muchas clases de socialismo, pero todos ellos dicen tener algo en común, a saber, la aspiración a la sociedad de socios, de iguales, que compartan las riquezas naturales y culturales en lugar de permitir que éstas sean acaparadas por minorías. Obviamente, el socialismo autoritario es imposible, ya que, al concentrar el poder político en una minoría, excluye a la mayoría del control de las riquezas naturales y culturales. Ese fue el peor error de Marx y sus secuaces: el proclamar la necesidad de la dictadura del proletariado. El socialismo auténtico promueve la participación de todos en el gobierno de la cosa pública.

Hay muchos socialistas dignos de ser leídos. En particular Rousseau, Louis Blanc, John Stuart Mill, Marx, Engels y Rosa Luxemburg. Yo los admiro, pero para ser socialista hoy, en 2011, no basta conocer a los clásicos, sino que hay que investigar el mundo social contemporáneo. Y la enorme mayoría de los marxistas no exploran la realidad sino que comentan textos. Hacen escolástica, no ciencia social; son librescos, no científicos. Sólo dos de los seis autores marxistas que Vd. cita hicieron investigacion social: Marx y Engels. Pero, salvo Engels antes de conocer a Marx, ellos no hicieron sociología. Y ni Marx ni Engels (ni Lenin) tuvieron una teoria del Estado, acaso porque eran deterministas históricos. El resultado fue que, cuando los bolcheviques tomaron el poder en 1917, no supieron ejercerlo. Termino haciéndole dos preguntas a Vd.: ¿Por qué suelen ser tan crédulos los izquierdistas contemporáneos, algunos de los cuales han sido posmodernos? ¿Y por qué ningún marxista contemporáneo ha hecho aportes originales importantes a la filosofía ni a las ciencias sociales?

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Si me permite, antes de responderle, no sé si Marx, Engels y Lenin fueron siempre deterministas históricos y no sé en qué secuaces marxistas está usted pensando. Contesto a sus preguntas. La primera: ser crédulo no veo que sea una característica singular de los pensadores de izquierda, a los que yo no llamo izquierdistas, término usado entre otros por Álvaro Vargas, que me parece muy borroso y un pelín malintencionado. Sea como sea, habría que concretar a qué pensadores incluimos bajo el concepto de “izquierda contemporáneo”. Los que yo pienso tras esa expresión no son crédulos en absoluto. No lo son, por ejemplo, dos de los pensadores de izquierda españoles más importantes que yo conozco y leo: Francisco Fernández Buey y Antoni Domènech.

La izquierda política y filosófica, por lo demás, admitiendo excepciones desde luego, no es muy postmoderna o no lo son en absoluto muchos de sus miembros aunque algunos hayan podido tontear en algún momento. No lo ha sido nunca, si no ando errado, Alan Sokal; no lo es Jean Bricmont; pensadores españoles de izquierda, además de los citados, como Carlos Fernández Liria, Santiago Alba Rico, Nicolás González Varela o Miguel Ángel Quintanilla, por citarle autores con posiciones políticas muy diferenciadas, nunca han abonado esa senda filosófica. Y también creo que muchos o bastantes filósofos o intelectuales marxistas han hecho aportaciones originales a la filosofía y a las ciencias sociales. Gramsci, Lukács, Mike Davis, Domenico Losurdo o Lucio Magri serían algunos nombres. La lista puede ampliarse. Basta con que usted mismo añada nombres del rico y documentado marxismo británico al que usted mismo hacía referencia anteriormente.

Supongo que usted tiene razón. Lo que pasa es que yo no conozco ninguna crítica de esos pensadores de los disparates que escribieron Marx, Engels, Lenin y sus secuaces sobre la dialéctica tomada de Hegel y la teoría del conocimiento tomada del empirismo. Y sepa usted que ésta es una autocrítica, porque yo mismo, en mi juventud, tragué todo eso sin chistar. En todo caso, no tengo tiempo para seguir esta polémica. Lo acordado fue una entrevista, no una polémica. Tengo un plan de trabajo y no me sobran años para llevarlo a cabo. Y creo que la construcción de nuevas teorías vale más la pena que la polémica periodística.

De acuerdo, profesor Bunge, muchas gracias por su tiempo y por sus respuestas.

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CRÍTICAS DE MARIO BUNGE A CARLOS MARX

El argentino Mario Bunge, uno de los más prestigiosos filósofos contemporáneos, fue entrevistado por José Gabriel Chueca del diario Perú 21. En sus declaraciones publicadas hoy se refirió en duros términos contra Carlos Marx, mencionando algunos datos que muchos no conocíamos.

En la entrevista también criticó el totalitarismo de la Unión Soviética, pero aquí les dejo (y resalto en negritas) las frases referidas al fundador del "Socialismo Científico":

Marx quería encontrar las leyes de la sociedad, así como Newton encontró las de la gravedad. ¿Por qué falló? ¿Le faltaron matemáticas?

Sí. Él estudió matemáticas pero por su cuenta y escogió textos anticuados. Él le tenía un gran respeto a la ciencia, creía ser el Darwin de las ciencias sociales. De hecho quiso dedicarle El Capital a Darwin, pero éste no quiso. Marx no fue a

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ninguna universidad. No tuvo cerca a nadie que le enseñara. Fue un gran inconveniente. Otro fue su acercamiento a la filosofía de Hegel, abstrusa y absurda. Hegel, a diferencia de los demás charlatanes –como Husserl o Heidegger, que no tienen problemas– sí se ocupó de temas importantes. Pero los trató mal. Otra cosa que le faltó a Marx fue sociología. Es interesante: la primera obra de Engels fue de sociología empírica. Entrevistó docenas de familias de Manchester y escribió sobre la clase obrera inglesa basado en sus datos.

La capacidad de recolección y de procesamiento de datos que hay ahora es enorme. ¿Se podrían encontrar las leyes de la sociedad?

Los datos no bastan y con la computación no llegamos muy lejos. La física moderna no se hizo sobre la base de datos sino sobre teorías confirmadas con datos. El motivo es sencillo aunque no lo han explicado los filósofos. Las leyes de alto nivel contienen conceptos que no tienen contrapartida empírica. Por ejemplo, el concepto de masa o el de aceleración, en la época de Newton, no se podían medir. Pensemos en el concepto de cohesión social. Usted no va y mide la cohesión social. Pero Marx fracasó también porque no creía en la democracia. Era elitista.

Vargas Llosa critica la banalización de la cultura de hoy. ¿Qué papel desempeña la filosofía hoy?

Eso no vale para las revistas especializadas, de las que hay miles y de altísimo nivel. Pero es cierto que la cultura popular ha difundido la cultura de los no especialistas. La filosofía en las ciencias sociales puede mostrar la manera de investigar y, sobre todo, de no investigar. Puede demostrar que para hacer crítica no basta charlar. Hay que estudiar los problemas en profundidad. No hay que adoptar, como Marx, la idea de que todo nace de la economía. Hay que darse cuenta de que a veces en una sociedad toman la iniciativa la economía, otras veces la política o la cultura. La invención de un artefacto, por ejemplo, puede cambiar la sociedad. Y las novedades políticas tienen impacto cultural y económico.

http://amautacuna.blogspot.com/2009/03/criticas-de-mario-bunge-carlos-marx.html

Mario Bunge: "El Liberalismo le ha permitido a las empresas hacer lo que quieran"

Mario Bunge estuvo en el Perú hace pocos días y brindó esta entrevista exclusiva a la agncia de noticias Andina. Cabe indicar que Andina es una agencia oficial, tal vez note usted el sesgo en las preguntas que formulan al filósofo:

Usted ha opinado de Mario Vargas Llosa que le gusta la manera de escribir pero no le convence.

- Yo soy gran admirador de Vargas Llosa el novelista. Pero soy gran crítico de Vargas Llosa el ensayista, porque creo que no conoce la realidad social del Perú.

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Usted le criticaba su persistencia en el liberalismo.

- Pero acaba de hacer una crisis tremenda por la falta de controles. Le han permitido a las empresas hacer lo que quieran, incluso suicidarse.

¿Considera que el problema es asumir al liberalismo como verdad absoluta antes que como ideología?

- Sí, es verdad. Ya en los años 90 hizo crisis el Consenso de Washington. Eso ha ocasionado que algunos países elijan a gobiernos de izquierda o presunta izquierda, de centro.

¿La ideología impide llegar a la realidad?

- En efecto, porque son ideas preconcebidas. Algunos cuando intentan aproximarse a la realidad echan mano a recetas, es un simplismo puro. Nunca hacen casos de los datos o de las ciencias sociales. Salvo el caso del liberalismo que se aferra a una teoría económica que no tiene que ver con la realidad.

Es que la economía no es una ciencia exacta.

- No. Hablan de libremercado y nunca lo ha habido. Siempre fueron monopolios u oligopolios. Además, una cosa es la libertad del empresario y otra la del trabajador. No son iguales. En Estados Unidos sólo el 7 por ciento está afiliado en sindicatos, pero afines de la Segunda Guerra era el 50 por ciento. Las empresas no quieren gente sindicalizada. Quieren personas serviles, no quieren trabajadores con ideas propias, quieren máquinas.

¿Considera que es un reto del periodismo informar lo real y no filtrarlo con la ideología?

- Sí, así es. Pero el deber del periodista es primero averiguar la verdad, lo segundo es decirlo. Pero cuando hay intereses creados es muy difícil decirla.

¿El público puede llegar a conocer la realidad a través de los medios?

- Muy poco, porque el público no tiene acceso a las publicaciones especializadas. Por ejemplo, hace un año o dos un panel de expertos de todo el mundo evaluaron las políticas del Banco Mundial. Encontraron que los estudios de este ente eran muy buenos, muy objetivos, pero que las políticas del Banco Mundial no respondían a estos estudios sino a una ideología neoliberal. Pero esto no llega al gran público.

¿El liberalismo se ha vuelto casi una religión?

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- Sí, exactamente. Son falsos dioses. Esta crisis es producto de esos falsos dioses.

Cambiando de tema, ¿de qué nace su aversión al psicoanálisis?

- Es que son puros mitos, puros cuentos. Nunca se ha visto un psicoanalista haciendo experimentos, ni a Freud. Las ciencias que se estudian hechos se hacen experimentos. La psicología hace experimentos hace siglo y medio. Los psicoanalistas no estudian ciencia, estudian fantasías.

¿Se puede hacer una analogía entre la crítica que tiene contra el psicoanálisis y el liberalismo económico?

- Sí, cómo no. Por ejemplo, el neoliberalismo repasa sobre el dogma de que todos los seres humanos son egoístas. Por doscientos se ha repetido la idea sin ponerla en prueba. Hace unos años se probó con un grupo de gente, y resultó que sólo la tercera parte responde a estas características.

Fuente

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"Las pseudociencias, como los artículos adulterados, corrompen la cultura, ponen en peligro la búsqueda de la verdad y hacen perder tiempo a todos". Entrevista Mario Bunge · · · · ·   08/05/11  

Salvador López Arnal entrevistó a nuestro amigo Mario Bunge a propósito de su último libro: Las pseudociencias. ¡Vaya timo! Laetoli, Pamplona, 2010, 247 páginas.

SAL.-  Permítame, admirado profesor Bunge, felicitarte por su nuevo libro. ¿Por qué cree usted que tiene importancia gnoseológica y política delimitar el campo de las pseudociencias? ¿Las gentes suelen creer en teorías tan especulativas, tan poco firmes y tan opuestas al conjunto del conocimiento humano contrastado?

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MB.- La delimitación en cuestión es culturalmente importante porque los artículos adulterados corrompen la cultura,  ponen en peligro la búsqueda de la verdad y hacen perder tiempo a todos, especialmente a los jóvenes, que sacian su curiosidad con facilidad, ya que cualquier pseudociencia se aprende en días o semanas, en tanto que el aprendizaje científico insume muchos años. Y es políticamente importante porque todo político y todo funcionario público necesita conocimientos para concebir programas y organizar el partido o la dependencia estatal, y si usa pseudoconocimientos perjudicará al público. Baste pensar en el daño que ha hecho el neoliberalismo, esa mezcla de pseudociencia económica y pseudofilosofía política, que ha pretendido pasar privilegio e improvisación irresponsable por libertad.

 

SAL.- Le pregunto sobre esto último. Una de las teorías que usted considera pseudociencia es la economía neoclásica. ¿Cómo es entonces posible que una teoría así, tan poco, digamos, presentable teóricamente, incluso inconsistente en sus postulados en su opinión, siga teniendo hegemonía académica y oriente la política económica de tantos gobiernos?

 

MB.- Hay varios motivos de su popularidad. Uno es que, por ser esquemática, es fácil de aprender y enseñar. Otro es que, al no exigir contrastación empírica, puede ser aprendida por cualquiera que sepa un poco de matemática. Un tercer motivo es que adula al egoísta, al hacerle creer que es racional. Un cuarto motivo es que disfraza sus fallas con un ropaje matemático. Un quinto motivo es que aun no le han salido competidores. La ortodoxia seguirá dominando mientras los escépticos económicos no construyan una teoría alternativa, que sea matemáticamente transparente y esté acorde con la economía real. Por cierto, no han faltado alternativas, tales como las de Sraffa y Fisher, pero se han quedado en etapas esquemáticas. Tenemos necesidad de un nuevo Keynes, que sea matemáticamente refinado, esté al día con la economía experimental, y lea los periódicos para enterarse de que la enorme mayoría de la gente es pobre, y de que los periodos de equilibrio son excepcionales. Y ahora le pregunto a Vd.: ¿Por qué ninguno de los miles de marxistas que ha habido en el curso de los últimos 100 años, con la posible excepción de Ernest Mandel, ha propuesto una teoría económica alternativa? ¿Será porque no han sido científicos sino escolásticos?

 

SAL.- No creo que los marxistas de los últimos cien años, todos ellos o incluso una mayoría destacada, sean o hayan sido escolásticos practicantes, aunque gran parte de ellos no hayan sido científicos en el sentido en el que usted está usando ahora el término y algunos de ellos, muchos si insiste, se haya librado de las fiebres del dogmatismo. En mi opinión, muchos marxistas han formado parte de tradiciones de política revolucionaria, no han sido economistas o científicos académicos sin más. Pero, en mi opinión, revisable y muy provisional desde luego, sé poco de esto, los marxistas críticos que se han dedicado a temas económicos han puesto más el acento en denunciar los mecanismos de explotación, miseria y marginación del capitalismo que en la construcción de una teoría económica alternativa. Sea como sea, usted mismo citaba el caso de Mandel. Podemos pensar también en Baran, en Sweezy, en economistas próximos al PCI, en Morishima, en Kalecki, no sé si Joan Robinson puede ser considerada una economista marxista, o Sraffa, el amigo de Gramsci. No creo que el conjunto de marxistas de los últimos de cien años que hayan intentado proponer una teoría económica alternativa sea equipotente al conjunto vacío, incluso si dejamos al margen a Ernest Mandel.

 

MB.- De acuerdo: todos los economistas que usted menciona, con la posible excepción de Morishima, que se limito a matematizar El Capital, han hecho aportaciones importantes, más a la crítica del capitalismo y de la economía ortodoxa que a la reconstrucción de la teoría

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económica. Una prueba está en que ninguno de ellos, ni sus discípulos, ha sido capaz de describir, y menos aún de predecir, el colapso de las economías del bloque llamado socialista, ni las numerosas crisis del capitalismo.

 

SAL.- Tomando pie en Robert K. Merton, el ethos de la ciencia básica sigue siendo para usted el universalismo, el altruismo, el escepticismo organizado y el comunismo epistémico. ¿No cree que, actualmente, muchos peligros acechan ese ideal normativo? Pienso, por ejemplo, en las multinacionales que financian investigaciones con criterios sobre la publicación de las investigaciones; en el secretismo que rodea a la industria nuclear; en la militarización de una parte nada marginal de la investigación; en la generalizada privatización (y exposición parcial) del software; en la psicología experimental que sigue las orientaciones de empresas y grandes ejecutivos...

 

MB.- En efecto, creo que sigue en pie el éthos de la ciencia básica descrito por mi finado amigo Robert Merton. También es verdad lo que Vd señala, que hay secreto y censura en las ciencias aplicadas como la farmacología y las técnicas como la ingeniería nuclear. Pero no creo que la haya en la matemática ni en las ciencias naturales básicas: la física, la química y la biología. Lo que hay en éstas es censura económica, o sea, recateo de fondos, porque ni la extrema derecha ni la extrema izquierda creen que haga falta la investigación desinteresada. Y también hay censura en las ciencias sociales, porque a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales. Dos ejemplos: en la difunta URSS hubo que esperar a la muerte de Stalin para inaugurar el Instituto de Sociología; y los gobiernos de Reagan redujeron a la mitad los subsidios a las ciencias sociales pero no tocaron los subsidios a las ciencias naturales.

 

SAL.- Si me permite un comentario: si a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales, la mayor parte de los gobiernos del mundo deben ser antidemocráticos. Sea como sea, ¿podría dar algún ejemplo de su afirmación de que "la extrema izquierda no cree que haga falta la investigación desinteresada"? Tal vez en Cuba gobierne en su opinión la izquierda extrema y yo no veo que la dirección política haya marginado, con sus estrechos márgenes, la "investigación desinteresada".

 

MB.- Cuando visité Cuba en 1983, invitado por la Academia de Ciencias, los directores de laboratorio me explicaron que no hacían investigación básica porque sus mentores y protectores soviéticos les habían dicho que el Tercer Mundo no puede darse el lujo de hacer ciencia básica. Esta tesis coincidía con la campaña de las izquierdas europea y latinoamericana contra el cientificismo. Hay que recordar que la izquierda  participó activamente en la emergencia del posmodernismo. Volviendo a Cuba: cuando pedí literatura sobre el resultado del interesante experimento de autogbierno en la provincia de Matanzas, me dijeron  que leyese un discurso de Fidel. Yo quería un estudio politológico científico, no una perorata política. Por lo  visto, no lo había.

 

SAL.- No tenemos las mismas experiencias e informaciones en este asunto, profesor Bunge. En el campo de la pseudociencia incluye usted teorías muy heterogéneas: existencialismo, psicoanálisis, parapsicología, marxismo... ¿La religión también lo sería para usted?

 

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MB.- No, ya que hay una sola secta religiosa que se proclama científica: la variedad evangélica conocida como Christian Science, que esta moribunda. Y hay evangelistas norteamericanos que hablan de diseño inteligente como alternativa a la biología evolutiva, pero los tribunales competentes han fallado que eso no es ciencia sino religión, y la Iglesia Católica  rechaza esa doctrina.

 

SAL.- ¿No podemos cometer un error taxonómico al incluir en el mismo conjunto teorías o pseudosaberes que no siempre tienen un aire de familia más allá del hecho de no ser ciencia empírica?

 

MB.- Es verdad que hay casos marginales: los de las protociencias, o ciencias emergentes, que aún no han logrado el rigor que caracteriza a las ciencias maduras. También está el caso de campos que han abordado sin rigor auténticos problemas científicos. Uno de ellos es la llamada psicología evolutiva, que por ahora no es sino una pila de especulaciones.

 

SAL.- El psicoanálisis es, en su opinión, una pseudociencia. ¿Por qué? Muchos psicoanalistas le dirían que no puede serlo, por definición, porque no pretende vestirse con ropajes científicos. Es un error considerarlo así. Tampoco lo hace, por ejemplo, la crítica literaria y no es un saber que usted desprecie.

 

MB.- Todos los psicoanalistas, con la excepción de los adeptos de Lacan, pretenden hacer ciencia de la mente. Pero no la hacen puesto que ignoran al cerebro y no ponen sus especulaciones a la prueba experimental. La psicología científica existe desde hace casi dos siglos, y se ha reforzado enormemente en el curso del último medio siglo, al unirse con la neurociencia. Gracias a esta unión sabemos ahora que las enfermedades mentales son desarreglos cerebrales, por lo cual pueden tratarse con mayor o menor éxito mediante píldoras o cirugía. La critica literaria, que Vd menciona, puede ser correcta sin ser experimental, pero todo crítico literario responsable prueba sus hipótesis, y al hacerlo obra científicamente.

 

SAL.- Tampoco el marxismo sale demasiado bien parado en su libro. Confunde, en su opinión, la lógica y la ontología; adolece de una escasa lógica formal; infravalora el papel de la cultura, la política y la ideología; su gnoseología es de un realismo ingenuo que "no deja sitio a la naturaleza simbólica de las matemáticas o de la física". No continuo, su lista es larga. ¿Todas las tradiciones marxistas encajarían en esa aproximación? Pienso, por ejemplo, en la obra de Geymonat, Casari o Sacristán, o incluso en la de Marx, Engels y Gramsci,  y no me acaban de encajar las cosas.

 

MB.- El marxismo es un cuerpo de doctrina enormemente rico. En él hay de todo, desde intuiciones geniales hasta desvaríos. Lo que no hay es método científico ni utilización de los hallazgos obtenidos fuera de la escuela, salvo en los caso de los historiadores marxistas británicos y los antropólogos y arqueólogos rusos, a quienes Vd no cita. Vd cita a Geymonat, Casari y Sacristán, pensadores estimables pero no originales. Gramsci fue original, al insistir en la importancia de la política y de los intelectuales, pero no tuvo la oportunidad de construir una politología ni una culturología.

 

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SAL.- Heidegger tampoco es santo de su devoción filosófica. El ex-rector de Friburgo en tiempos turbulentos no pretendía hacer ciencia. No hay, por tanto, pseudociencia en su obra. ¿No hay nada que el pensamiento racional pueda sacar en limpio del autor de Ser y Tiempo? ¿Ninguna temática, ninguna tesis, ninguna inquietud filosófica? Si no fuera así, ¿por qué está tan de moda su pensamiento desde hace décadas?

 

MB.- Heidegger no sólo no pretendió hacer ciencia sino que, siguiendo a su maestro, Edmund Husserl, rechazó la ciencia. Esto le impidió hacer ontología y gnoseología en serio. Es verdad que "Ser y tiempo" abordó la ontología, pero no aportó nada porque es un fárrago de sinsentidos  y de trivialidades dignas del siglo X. Todo el existencialismo es una gran estafa de la que nada queda. ¿Quién puede tomar en serio enunciados tales como "El tiempo es la maduración de la temporalidad?"

También yo me pregunto por qué sigue de moda ese farsante.  Una explicación  posible es que sus adeptos rechazan el rigor lógico e ignoran todas las ciencias. También debe influir el hecho de que Heidegger escribió en alemán y enseñó en una universidad prestigiosa (en la que fui profesor visitante de física en 1966). ¿Se le admiraría si hubiera escrito en castellano y profesado en una universidad latinoamericana?

 

SAL.- Tal vez sí, no lo sé. Déjenme defender causas que no son las mías. Ortega, por ejemplo, no siempre es claro; tampoco lo son María Zambrano, García Bacca o Zubiri, y son filósofos reconocidos. Incluso, puestos a citar grandes nombres, Hannah Arendt tampoco es una enciclopedia de la claridad expositiva. En el ámbito de la epistemología, Feyerabend no siempre es un vértice destacado de la precisión conceptual o incluso, si me apura, Bohr o Schrödinger.

 

MB.- De acuerdo: todos los pensadores que usted menciona, con la excepción de Schrödinger, han sido oscuros. Yo no dije que baste escribir en castellano para hacerlo con claridad. Dije que los autores alemanes son mas respetados que los hispanoamericanos, a veces por el solo hecho de expresarse en alemán.

 

SAL.- El término "socialista" aparece varias veces en su libro. ¿Qué es para usted el socialismo? ¿Puede citarme un socialista que sea un autor de interés, aparte de usted mismo, claro está?

 

MB.- Hay muchas clases de socialismo, pero todos ellos dicen tener algo en común, a saber, la aspiración a la sociedad de socios, de iguales, que compartan las riquezas naturales y culturales en lugar de permitir que éstas sean acaparadas por minorías.  Obviamente, el socialismo autoritario es imposible, ya que, al concentrar el poder político en una minoría, excluye a la mayoría del control de las riquezas naturales y culturales. Ese fue el peor error de Marx y sus secuaces: el proclamar la necesidad de la dictadura del proletariado. El socialismo auténtico promueve la participación de todos en el gobierno de la cosa pública.

Hay muchos socialistas dignos de ser leídos. En particular Rousseau, Louis Blanc, John Stuart Mill, Marx, Engels y Rosa Luxemburg. Yo los admiro, pero para ser socialista hoy, en 2011, no basta conocer a los clásicos, sino que hay que investigar el mundo social contemporáneo. Y la enorme mayoría de los marxistas no exploran la realidad sino que comentan textos. Hacen escolástica, no ciencia social; son librescos, no científicos. Sólo dos de los seis autores

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marxistas que Vd. cita hicieron investigacion social: Marx y Engels. Pero, salvo Engels antes de conocer a Marx, ellos no hicieron sociología. Y ni Marx ni Engels (ni Lenin) tuvieron una teoría del Estado, acaso porque eran deterministas históricos. El resultado fue que, cuando los bolcheviques tomaron el poder en 1917, no supieron ejercerlo. Termino haciéndole dos preguntas a Vd.: ¿Por qué suelen ser tan crédulos los izquierdistas contemporáneos,  algunos de los cuales han sido posmodernos? ¿Y por qué ningún marxista contemporáneo ha hecho aportes originales importantes a la filosofía ni a las ciencias sociales?

 

SAL.- Si me permite, antes de responderle, no sé si Marx, Engels y Lenin fueron siempre deterministas históricos y no sé en qué secuaces marxistas está usted pensando. Contesto a sus preguntas. La primera: ser crédulo no veo que sea una característica singular de los pensadores de izquierda, a los que yo no llamo izquierdistas, término usado entre otros por Álvaro Vargas, que me parece muy borroso y un pelín malintencionado. Sea como sea, habría que concretar a qué pensadores incluimos bajo el concepto de "izquierda contemporáneo". Los que yo pienso tras esa expresión no son crédulos en absoluto. No lo son, por ejemplo, dos de los pensadores de izquierda españoles más importantes que yo conozco y leo: Francisco Fernández Buey y Antoni Domènech.

La izquierda política y filosófica, por lo demás, admitiendo excepciones desde luego, no es muy postmoderna o no lo son en absoluto muchos de sus miembros aunque algunos hayan podido tontear en algún momento. No lo ha sido nunca, si no ando errado, Alan Sokal; no lo es Jean Bricmont…

 

MB.- Supongo que usted tiene razón. Lo que pasa es que yo no conozco ninguna crítica de esos pensadores de los disparates que escribieron Marx, Engels, Lenin y sus secuaces sobre la dialéctica tomada de Hegel y la teoría del conocimiento tomada del empirismo. Y sepa usted que ésta es una autocrítica, porque yo mismo, en mi juventud, tragué todo eso sin chistar. En todo caso, no tengo tiempo para seguir esta polémica. Lo acordado fue una entrevista, no una polémica. Tengo un plan de trabajo y no me sobran años para llevarlo a cabo. Y creo que la construcción de nuevas teorías vale más la pena que la polémica periodística.

 

SAL.- De acuerdo, profesor Bunge, muchas gracias por su tiempo y por sus respuestas.

Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores del laicismo republicano, el socialismo democrático y los derechos humanos, son memorables sus devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis "charlacanista". Salvador López Arnal es profesor de filosofía y matemáticas en la enseñanza media y en la UNED. Colabora ocasionalmente con SinPermiso y es coautor, junto con el radiobiólogo Eduard Rodríguez Farré, del aclamado libro: Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, El Viejo Topo, Barcelona, 2008.

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Según explica M. Bunge en su tratado de La Investigación Científica:

"El psicoanálisis no debe confundirse con la psicología ni con la psiquiatría. El psicoanálisis pretende ser una teoría y una técnica terapéutica. Como teoría sería aceptable si se mostrara que es suficientemente verdadero; como técnica, si se mostrara que es suficientemente eficaz. Pero para poder sostener la pretensión de verdad o la pretensión de eficiencia, un cuerpo de ideas y practicas tiene que someterse el mismo a los cánones de desarrollo de la ciencia pura y aplicada, por lo menos si desea ser tomado por una ciencia. Ahora bien, el psicoanálisis no consigue pasar las pruebas de cientificidad.

1. Las tesis del psicoanálisis son ajenas a la psicología, la antropología y la biología, y a menudo incompatibles con ellas. Por ejemplo el psicoanálisis es ajeno a la teoría del aprendizaje, el capitulo más adelantado de la psicología. La hipótesis de una memoria racial inconsciente no tiene apoyo alguno en genética; la afirmación de que la agresividad es instintiva y universal se contradice con la etnología y la antropología; la hipótesis de que todo hombre acarrea un complejo de Edipo esta en contradicción con los datos de la antropología. Esto no sería grave si se tratara de puntos secundarios de la doctrina; pero son puntos importantes y, sobre todo, el psicoanálisis no puede apelar a la ciencia para eliminar esas partes de su doctrina, porque se presenta como una ciencia rival e independiente.

2. Algunas hipótesis psicoanalíticas son incontrastables; por ejemplo las de la sexualidad infantil, la existencia de entidades desencarnadas dentro de la personalidad (el id, el ego, el super ego), y del sueño como significativo de la vuelta al seno materno.

3. Las tesis psicoanalíticas que son contrastables han sido ilustradas, pero nunca realmente contrastadas por los psicoanalistas con la ayuda de técnicas corrientes de contrastación; en particular, la estadística no desempeña papel alguno en el psicoanálisis. Y cuando han sido psicólogos científicos los que han sometido esas tesis a contrastación, el resultado ha sido un fracaso. Ejemplos: a) la conjetura de que todo sueño es la satisfacción de un deseo ha sido contrastada preguntando a sujetos con necesidades urgentes y objetivamente conocidas, como la sed, el contenido de los sueños; resultado: hay muy escasa correlación entre las necesidades y los sueños. b) Según la hipótesis de la catarsis, la contemplación de films que exponen comportamientos violentos debería tener como resultado una descarga de agresividad; la experimentación científica ha mostrado el resultado contrario (R. H. Walters y otros científicos, 1962). c) Estudios muy sistemáticos y tenaces (W. H. Sewell, 1952, y M. A. Strauss, 1957) han destruido la tesis psicoanalítica de que existe una correlación relevante entre las primeras costumbres de alimentación y excreción, por un lado, y rasgos de la personalidad por otros. d) Formando grupos para estimar la influencia de la terapéutica psicoanalítica en la neurosis,

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no se ha encontrado influencia favorable alguna, pues el porcentaje de curaciones estaba algo por debajo del porcentaje de curaciones espontaneas (resultados de H. H. W. Miles y otros experimentadores, 1951, de H. J. Eysenck, 1952, y de E. E. Levitt, 1957); en cambio, la técnica científica de recondicionamiento tiene éxito en la mayoría de los casos (J. Wolpe, 1958).

4. Aunque algunas conjeturas psicoanalíticas son, tomadas aisladamente, contrastables, y lo han sido, como acabamos de ver, en cambio no son contrastables tomadas como un cuerpo total. Por ejemplo: si el análisis del contenido de un sueño no muestra que ese sueño es la satisfacción imaginaria de un deseo, el psicoanalista sostendrá que eso solo prueba que el sujeto ha reprimido enérgicamente su deseo, el cual está por tanto más allá del control del terapeuta; análogamente, ante una persona que no presente complejo de Edipo, el psicoanalista dirá que lo tiene muy reprimido, tal vez por temor a la castración. Y de esta manera las diversas tesis, los diversos miembros de la banda, se protegen los unos a los otros, y la doctrina en su conjunto resulta inatacable por la experiencia.

5. El psicoanálisis, además de eliminar por absorción indiscriminada toda evidencia que normalmente (en la ciencia) seria considerada desfavorable, se resiste a la crítica. Y hasta la elimina mediante el argumento ad hominen según el cual el crítico está manifestando el fenómeno de resistencia, y confirmando así la hipótesis psicoanalítica sobre ese fenómeno. Ahora bien: si ni la argumentación ni la experiencia pueden resquebrajar una doctrina, entonces esa doctrina es un dogma, no una ciencia. Las teorías científicas, lejos de ser perfectas, son, o bien fracasos que se olvidan, o bien construcciones perfectibles, y por tanto corregidas en el curso del tiempo".

En conferencia ofrecida el 10 de noviembre de 1989, M. Bunge plantea acerca del psicoanálisis:

"El psicoanálisis esta en el mismo bote que la parapsicología, con el agravante de que los psicoanalistas no hacen experimentos y cobran consulta. En primer lugar el psicoanálisis, al igual que la parapsicología, involucra el dualismo psiconeural, es decir, la tesis de que la psique es inmaterial y, más aún, puede actuar sobre el cuerpo, por ejemplo, causando dolencias psicosomáticas. Semejante dualismo choca con la psicología fisiológica y mantiene a la medicina psicosomática en una etapa precientifica. La medicina psicosomática científica no es sino psiconeuroendocrinoinmunologia: explica las llamadas "somatizaciones" como efectos de procesos cerebrales que interactúan con procesos musculares, endocrinos o inmunes.

En segundo lugar, las hipótesis psicoanalíticas son de dos clases: contrastables e incontrastables por medios empíricos. Por ejemplo, la hipótesis de la represión es incontrastable, porque algo reprimido, tal como un trauma infantil o el complejo de Edipo, no se distingue empíricamente de algo que no existe. Ahora bien, por definición de "ciencia" las hipótesis incontrastables no son científicas. Ergo, la parte incontrastable del psicoanálisis no es científica.

En cuanto a las hipótesis psicoanalíticas contrastables, a la vez se agrupan en dos clases: las que han sido puestas a prueba y las que aun no han sido contrastadas. Por ejemplo, las

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estadísticas existentes muestran que el tratamiento psicoanalítico es ineficaz en el mejor de los casos; en cambio, los tratamientos científicos de los mismos trastornos, por ejemplo, mediante terapia de la conducta, drogas o cirugía, son eficaces en un alto porcentaje.

Otro ejemplo es la hipótesis psicoanalítica de que la personalidad adulta está determinada únicamente por el tipo de entrenamiento precoz del control de los esfínteres: el entrenamiento severo produciría individuos de carácter "anal", y el permisivo, individuos de carácter "oral". Estudios cuidadosos han mostrado que no hay correlación entre las dos variables. Mas aún, desde el punto de vista conceptual la partición de las personalidades entre anales y orales es burda y deja de lado rasgos importantes tales como la prosocialidad y la antisocialidad, la introversión y la extroversión, la laboriosidad y la facilidad de aprendizaje. La propiedad misma de ser "anal" u "oral" es imaginaria.

No ha habido muchos experimentos para poner a prueba las fantasías psicoanalíticas, y los pocos que hay han sido diseñados y ejecutados por no psicoanalistas. Que yo sepa, ninguna de las hipótesis contrastables del psicoanálisis ha sido confirmada. Sin embargo, también en este caso debemos ir al encuentro del empirista ingenuo, que pide una postergación de la condena definitiva del psicoanálisis hasta tanto no aparezcan datos empíricos favorables al mismo. En mi opinión esta eventualidad no puede ocurrir porque el psicoanálisis comete el pecado filosófico original de sostener el dualismo psiconeural, así como el pecado metodológico de aislarse de las demás disciplinas y exigir que se lo juzgue con su propia vara. La hipótesis del alma inmaterial (dividida en yo, superyo y ello) es incontrastable en el mejor de los casos, y en el peor, choca con el monismo psiconeural inherente a la psicología fisiológica. Y la exigencia de gozar del privilegio de no ser sometido a los mismos controles experimentales que se emplean en la psicología colocan al psicoanálisis automáticamente al margen de la ciencia.

En resolución, el psicoanálisis es tan pseudocientífico como la parapsicología. El único modo que tienen los psicoanalistas de evitar este estigma es adquiriendo otro: sosteniendo, como lo hacen Lacan y sus discípulos, que el psicoanálisis no tiene pretensiones científicas, pues pertenece a la psicología "humanista" o incluso a la retorica. No veo inconvenientes en concederles esta retirada, siempre que se abstengan de tratar enfermos mentales".

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MARIO BUNGE Y LA ESTRATEGIA DE LA INVESTIGACION CIENTIFICA

Mario Bunge no necesita presentación. Sus obras tienen una gran influencia en el campo de la filosofía, especialmente en el de la Epistemología. Su personalidad y su estilo para abordar problemas en este campo tienen la particularidad de contagiar y convocar. Esta es una entrevista que tiene un valor especial, no sólo porque logra respuestas de interés general sino porque encara problemas vinculados a las estrategias de investigación.

El lector deberá recordar que su obra, La investigación científica, forma parte de la bibliografía indispensable en el campo de la metodología de la investigación. La primera edición en castellano concluye con expresiones que reflejan otra faceta de su personalidad: "Dedico esta obra a mi mujer, Marta, quien me ha estimulado a escribirla y ha vigilado su gestación, criticándola sin merced". En la última edición actualizada (2000, siglo veintiuno editores) dice asimismo: "Dedico esta obra a mi mujer, Marta, quien me alentó a escribirlo y pulirlo".

L.L. Doctor Bunge, existe un libro suyo que está circulando alrededor de medio siglo y que es casi de propiedad de los editores informales: La ciencia su método y su filosofía. En Latinoamérica es citado en los sílabos de los currículos de formación universitaria y en la mayoría de los libros de metodología de la investigación científica. ¿Qué reflexión le sugiere este hecho?

Mario Bunge. Simplemente que la producción epistemológica en América Latina es tan pequeña que un librito como ese llenó un vacío, eso es todo. El hecho de que tenga tantos lectores muestra que hay acá un interés muy grande por cuestiones filosóficas, interés que no se encuentra en otras partes, que yo no encuentro en Estados Unidos, en Canadá o en Europa. En América Latina hay un interés enorme por la filosofía, pero desgraciadamente la filosofía está pasando por un mal momento. Está prácticamente estancada, de modo que no se satisface adecuadamente ese interés popular que hay por la filosofía. De todas maneras, el hecho de que haya tal interés lo hace a uno optimista respecto al futuro de la filosofía en América Latina.

L.L. La Investigación científica, su estrategia y su filosofía es otro libro suyo que también ha tenido una vastísima difusión entre docentes universitarios y especialistas dedicados a la investigación científica. ¿Formó parte de un proyecto o respondió a las circunstancias del momento?

Mario Bunge. No, tardé 10 años en producirlo. Es producto de mis cursos de filosofía de las ciencias. Si ha tenido éxito ha sido más bien entre científicos que entre filósofos. Los filósofos solamente en Europa le han llevado el apunte, en Estados Unidos es prácticamente desconocido ese libro. ¿Porque? Por que no dejo tigre con cabeza, por que ataco a todos, ataco en forma indirecta a todas las escuelas filosóficas y adopto una propia. No tiene un formato clásico. Por ejemplo, a Popper no le gustó ese libro me dijo que mi libro sobre Fundamentos de la física le había gustado, pero este no ¿Porqué? Porque no está dividido de acuerdo con los temas clásicos: inducción, deducción, verificación, etc. Al no ser tradicional, al no ser clásico, al ser de cierto modo original, la gente encuentra dificultades en aceptarlo, excepto, como le digo en el ambiente científico. Yo recibo muchas más invitaciones para exponer a grupos de científicos que a grupos de filósofos. Por

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ejemplo, me invitan físicos, químicos, biólogos, neurobiólogos, sociólogos, economistas y por supuesto ingenieros etc. Yo me encuentro más cerca de ellos que de los filósofos de la torre de marfil que no se ocupan de problemas sociales, ni de problemas científicos, ni de problemas técnicos. Hace poco, en Suecia, me contaba un economista que cuando el era estudiante en los años sesenta mi libro fue utilizado por el movimiento estudiantil de revueltas de aquel tiempo, el 68 o 69, para atacar a los viejos profesores que eran todos positivistas. Los dirigentes estudiantiles utilizaban este libro mío, decían: "ya ven, los positivistas están atrasados de noticias, la ciencia no procede de la manera que ustedes dicen". Fue una sorpresa para mí bastante agradable claro que aquí, bueno en Argentina, me llaman positivista, pero simplemente por ignorancia de lo que significa el positivismo.

L.L. Estimo que usted está actualizando este libro, que tiene alrededor de 900 páginas, e incluye aspectos no solamente de las ciencias formales y factuales, sino también las llamadas ciencias mixtas o interdisciplinas. ¿Qué otros aspectos está actualizando en este trabajo?

Mario Bunge. Bueno aquí he actualizado más bien la parte de semántica, la parte de definición de significados, etc. He dejado de lado una cantidad de problemas que mientras tanto han sido resueltos y he agregado algunos nuevos especialmente en ciencias sociales que todavía están siendo elaborados. También he insistido en las interciencias, en las interdisciplinas. Sabemos que muchas veces las novedades en una disciplina vienen de afuera, por ejemplo los que fundaron la biología molecular, en su mayoría no fueron biólogos sino químicos. Los que están transformando, renovando la psicología no son psicólogos, en su mayoría sino neurobiólogos. Es muy importante subrayar que no hay fronteras entre disciplinas, o mejor dicho, que esas son artificiales. Hay que facilitar en lugar de obstaculizar el tránsito, el flujo entre las distintas disciplinas. Hay que fomentar el cultivo de las interdisciplinas, tales como la bioquímica, la psicología biológica, la socioeconomía, la sociología histórica, etc. La nueva edición de este libro va a salir a comienzos del año próximo, editado por la editorial norteamericana Transaction Publishers, que es una editorial universitaria.

L.L. Este libro exhibe un núcleo importante constituido por el andamiaje teórico, el planteamiento del problema y la formulación de las hipótesis. ¿En esta parte el libro ha sufrido alguna modificación?

Mario Bunge. No, desgraciadamente no ha habido progreso en la teoría de los problemas y esto es muy lamentable. El otro día, conversando con un matemático que se ocupa de computación, de inteligencia artificial, me decía justamente que el diseño de nuevos algoritmos va lentamente porque no hay una teoría de problemas, una teoría suficientemente formalizada. Yo hago un primer esbozo en esta formalización de los problemas porque todo algoritmo en su mayoría son algoritmos para resolver problemas. Y a menos que el problema esté bien planteado y formalizado no se puede diseñar un algoritmo para resolverlo. Por lo tanto la teoría del problema tiene una importancia no solamente filosófica sino también una importancia práctica para la ingeniería del conocimiento y no ha avanzado mucho. Son muy pocos los filósofos que se ocupan de problemas. Que yo sepa no hay ningún filósofo en actualidad que haga teoría del problema. Hablan sobre problemas sí, hablan muchas veces de problemas pero nunca han analizado en qué consiste el problema, la lógica del problema, la semántica del problema. Todo esto está en veremos. Da para varias tesis doctorales.

L.L. Una de las lecciones que uno encuentra en el libro es que la investigación empieza con el planteamiento de un problema y concluye también con el planteamiento de otro problema mayor. La cuestión es ¿dónde está la importancia de un problema para la investigación?

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Mario Bunge. Un problema aislado cuya solución requiere una investigación breve, de rutina, es un problema de poca monta. Un problema muy importante es un problema cuya solución o cuya posible solución puede dar lugar a nuevos problemas, en particular, a nuevos problemas en distintas disciplinas. Naturalmente, la importancia de un problema la pueden juzgar solamente los investigadores individualmente y discutiendo entre sí. Por ejemplo uno de los problemas que abordan los físicos en este momento es descubrir la fuente o el asiento de la mayor parte de la masa del universo. Se tiene la convicción de que hay partículas todavía no observadas y que son las más importantes de todas, porque son partículas que interactúan en forma muy débil con las demás.

Para poder observar algo hay que ponerlo en interacción. Entonces existe ese problema: primero caracterizar, hacer teorías más o menos especulativas para saber qué buscar y después diseñar instrumentos de detección mucho más precisos, mucho más finos que los actuales. Ése es un problema muy gordo. Un problema que no ha sido todavía resuelto. En cambio, se ha resuelto hace poco el problema de la existencia de otros planetas. Se han encontrado varios sistemas planetarios y eso empezó como usted sabe, como una especulación. Giordano Bruno especuló por primera vez que habían muchos mundos, que habían muchos sistemas planetarios parecidos al nuestro y ése es uno de los motivos por los cuales le quemaron, porque si hay muchos mundos, entonces ¿qué pasa con Cristo? Debe haber muchos Cristos.

L.L. En el proceso de investigación científica, el investigador encara y formula problemas, pero se encuentra frente a teorías rivales o teorías discrepantes ¿Existe alguna estrategia para encarar esta situación?

Mario Bunge. La estrategia habitual es comparar las teorías y ver cuál de ellas es más precisa, cuál de ellas permite hacer predicciones más exactas y además predicciones más novedosas. La novedad de una teoría es muy importante. Es una característica de primera importancia, es decir que una teoría no solamente dé cuenta de los hechos conocidos, sino también prediga los hechos totalmente inesperados e influya un poco en el trasfondo filosófico de las teorías. Supongamos dos teorías que expliquen o que den cuenta de la memoria o de la ansiedad: una de estas teorías es puramente descriptiva, una teoría de caja negra y la otra, en cambio, postula o conjetura la existencia de un cierto mecanismo neurofisiológico. Las dos, por ahora, dan cuenta de un mismo proceso, pero si se llega a comprobar que la teoría mecanísmica, la teoría que conjetura la existencia de un mecanismo neurofisiológico entonces, se la va a preferir por ser más profunda y por ser más útil porque si conocemos el mecanismo, podemos alterarlo, por ejemplo la ansiedad. Hoy en día hay ansiolíticos, hay píldoras que se dan a la gente que tiene ansiedades para calmarlas, pero no se sabe muy bien cómo funcionan. Entonces, la teoría neuropsicológica es una teoría que da por sentada la hipótesis filosófica de que los procesos mentales son procesos neurofisiológicos. Es una teoría -digamos- más comprometida con la filosofía que la otra, y es una teoría comprometida con la filosofía materialista.

L.L. En el proceso de investigación tomado en su conjunto, ¿existen otros elementos no formales que tienen importancia para el desarrollo del conocimiento científico?

Mario Bunge. Se habla de un aspecto social, que es el interés que puede tener en un momento determinado una cierta investigación. El caso normal es que la gente investigue los problemas que están sobre el tapete. Hay unos pocos casos en que los investigadores se animan a investigar problemas que no interesan a nadie. Por ejemplo, Einstein se puso a investigar los problemas del campo de la gravitación en una época en que estos problemas no interesaban a nadie y eso le llevó a formular su Teoría General de la Relatividad. Pocos pueden darse el lujo de acometer empresas como ésas. La mayor parte de la gente está más o menos al día,

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digamos, con los problemas y no se animan a abordar problemas que no les interesan a otros.

Otro ejemplo, es el de los que investigaron la estructura del ADN o material hereditario. Era un problema que interesaba a muy poca gente, podía ser abordado por muy poca gente y para abordarlo requería conocimientos no solamente de genética, sino también de química y de física. - entre otros, Crick, Watson y Pauling- De modo que el interés no determina la importancia del problema, pero al revés, una vez que se muestra que el problema es importante entonces sí van a aparecer muchos interesados.

L.L. Usted ha transitado por la matemática, la física, la biología, la psicología y las ciencias sociales. Algunos de sus libros como Causalidad; Teoría y Realidad; Materialismo y Ciencia; Epistemología; El problema mente- cuerpo; Mente y sociedad; Sistemas sociales y filosofía lo atestiguan. ¿Obedecen también a un proyecto o responden a un interés?

Mario Bunge. Las dos cosas. Así es, primero por mera curiosidad. Me doy cuenta que no conozco algo, por ejemplo, economía entonces me pongo a estudiar. Al estudiar economía me doy cuenta de que hay una gran cantidad de problemas filosóficos que no han sido, no digamos resueltos, ni siquiera planteados. Lo mismo pasa con la psicología: es simplemente curiosidad. Segundo, es un proyecto de largo alcance, de hacer una filosofía, de construir una filosofía nueva que concuerde con la ciencia y la técnica actual. Yo creo que la filosofía debe actualizarse, organizarse. Mientras viva, seguiré estudiando asuntos en diversas ciencias. Por ejemplo, ahora de vacaciones, me llevo a Grecia dos libros de matemáticas, libros de ciencias sociales y me llevo todo una pequeña biblioteca. Voy a ponerme al día en ciertas ramas de la matemática, de las cuales tengo apenas una pálida idea. En particular, quiero profundizar la teoría del caos. Eso es curiosidad. Además, el empeño de construir una filosofía al día.

L.L. Ha dicho también que si volviera a estudiar o si se "reencarnaría", estudiaría psicología y sociología

Mario Bunge. Neuropsicología y sociología porque creo que están en la frontera. Están recién planteando problemas importantes y apenas han logrado resolver algunos de ellos, porque poca gente estudia neuropsicología. La enorme mayoría de los psicólogos no hacen caso de la neurobiología y la sociología está en crisis en estos momentos. Las sociologías tradicionales están caducas y las nuevas sociologías son desastrosas. Las pseudosociologías posmodernas y hermenéuticas están en crisis, hay que darles una mano a los compañeros sociólogos para que salgan del marasmo. Además, cómo vamos a resolver los problemas sociales concretos como la desigualdad social, la pobreza, etc., si no empezamos por estudiarlos adecuadamente.

L.L. En varios de sus libros como, Pseudo ciencia e ideología, Mente y sociedad, Economía y filosofía, propone un modelo -la decatupla- para evaluar los conocimientos que se reclaman científicos. Una primera aplicación concreta de la decatupla nos la ofrece usted frente a la economía y es perfectamente aplicable a la sociología, puesto que contribuiría a mejorarla y rigorizarla ¿Qué aspectos de la sociología académica merece esta remoción?

Mario Bunge. Todos. La matematización de la sociología comenzó en los años 50 y se interrumpió en los años 70 debido a la irrupción de esas corrientes anticientíficas e irracionalistas, de modo que hoy día la revista de Sociología Matemática ya no se imprime. Hay muy poca gente que hace sociología matemática en este momento, creo que es un paso atrás considerable. Uno de los problemas que sí sigue investigándose es el problema de la desigualdad social. Hay varias medidas, varios

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indicadores de desigualdad social. Asistí, hace pocos años en Italia, a un simposio dedicado exclusivamente a eso: a indicadores matemáticos de desigualdad social y ese es uno de los problemas. El otro problema es unir la sociología con la economía formando la socioeconomía. Considerar, por ejemplo, los sistemas económicos tales como las firmas, las empresas como sistemas sociales, estudiar cuál es la organización social, las relaciones sociales que mantienen la empresa; estudiar también los problemas económicos tales como el problema de la escasez o de la superabundancia, es decir, qué necesidades satisfacen o qué necesidades despiertan los bienes y servicios. Los economistas, en lugar de ocuparse solamente de cantidades y precios, que se ocupen también de la medida en que estos bienes satisfacen necesidades o las pierden ¿no?

L.L. Usted ha hecho reiterados deslindes entre investigación básica, aplicada y técnica. Ocurre que en ciencias sociales y, particularmente, en la sociología se encuentran dificultades de operacionalización, por decirlo de algún modo. En la enseñanza y en los textos de metodología, en la gran mayoría de éstos, se hace pasar ciencia básica por ciencia aplicada.

Mario Bunge. Le puedo responder solamente en un caso: en el de los economistas. Los economistas llaman economía aplicada a las investigaciones cuyos objetivos son bien precisos, problemas bien específicos a diferencia de la economía general, por ejemplo, la teoría general del equilibrio, esa no es parte de la economía aplicada, en cambio, la economía de la empresa o el problema de la inflación o el problema de la deuda exterior dicen que esos son problemas de economía aplicada, entonces, no ven que la diferencia que tiene dentro de su misma disciplina entre la economía descriptiva y la economía normativa.

L.L. Permítame insistirle con la sociología.

Mario Bunge. Algo parecido también pasa con la sociología. Cuando un sociólogo estudia la criminalidad o cuando estudia la transformación de la familia extensa en familia nuclear o cuando estudia los efectos de la industrialización sobre la urbanización, etc. se dice que hace sociología aplicada, simplemente sigue siendo, a mi modo de ver, sociología básica. Lo que ocurre es que en lugar de divagar o en lugar de hacer grandes teorías generales están haciendo estudios especiales, y eso es todo, pero son ciencias básicas.

L.L. En comparación con la economía y la sociología, la socioeconomía es una ciencia muy reciente, le pregunto si es a precio de la sociología o de la economía.

Mario Bunge. No, de ninguna de las dos: se enriquecen ambas. La economía estudia la producción de las riquezas y la sociología económica estudia como está distribuida, cuáles son las distribuciones de ingresos y egresos. La socioeconomía estudia entre otras cosas la diferencia entre el estilo de vida y el modo de vida asociados por la diferencia de ingresos; por ejemplo, el hecho de que una familia de ingresos muy modestos pueda mandar a sus hijos a la universidad. Se fijan cuál es el porcentaje dentro de la universidad cuántos proviene de clase alta; cuántos de clase media, cuántos de clase baja, etc.

L.L. Sobre la investigación tecnológica afirmaba usted en Ciencia y desarrollo que no se hace en las universidades sino en la empresa, pero al parecer -para citar el caso peruano- en la Universidad Agraria La Molina y la Universidad de Ingeniería para mencionar dos ejemplos, es posible hacer investigación tecnológica ¿No cree usted?

Mario Bunge. Mire, no conozco las universidades peruanas pero en las universidades que yo conozco se hacen investigaciones tecnológicas dentro de la universidad y además se hace investigación tecnológica en algunas grandes

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empresas, pero solamente en algunas grandes empresas, porque es muy costoso. Lo que prefieren las empresas medianas y algunas grandes, eso sí, son convenios con universidades para que la investigación tecnológica se haga en la universidad y que sus resultados puedan ser utilizados por las empresas. Algunas universidades están bien equipadas para hacer investigación tecnológica, mucho mejor que la enorme mayoría de las empresas.

L.L. Éste es un esfuerzo que exige un cierto nivel de exactificación y de precisión, pero cuando usted ha insistido en ello han habido voces discordantes que le han calificado de positivista.

Mario Bunge. Eso es simplemente ignorancia. Un filósofo y sociólogo idealista, George Simmel, eso lo escribí en alguna parte, que es seguidor de la hermenéutica filosófica. Uno de los trabajos principales de Simmel se titula De la importancia del número en sociología y tiene un estudio de las parejas de duplas y las triplas. Se fija en cuál es el rol de una tercera persona que viene a incorporarse a la dupla anterior. Por ejemplo, nace un chico, el chico es fuente de conflicto por un lado y por el otro, es un nuevo lazo de unión entre los esposos. Tienen un interés común pero también puede ser fuente de conflicto y sobre todo, a medida de que el chico crece, si ve algún conflicto o alguna rivalidad entre los esposos, entonces explota, el tercero explota. Lo mismo pasa con amigos si se agrega un tercero. Las tríadas son inestables cuando son de gente que tiene el mismo poder. La única manera de que una tríada pueda ser estable es cuando uno de los tres tiene un poder muy superior o bien muy inferior al poder de los otros dos. Si es muy superior, reconocen el poder, hay obediencia y si es muy inferior, entonces esa persona es una especie de esclavo del superior. Bueno, Simmel era idealista. Tiene toda una concepción muy subjetivista de la historia. Era antipositivista y, sin embargo, era un hombre inteligente, no como esos que no saben lo que es positivismo. No es lo mismo una familia con hijos que una familia sin hijos; no es lo mismo una familia nuclear que una familia extendida; no es lo mismo una familia con hijos y una familia con muchos hijos. Son moldes diferentes.

L.L. Además de la interdisciplina, usted ha insistido también en el análisis y la exactificación de los conceptos. Existen conceptos importantes como Sistema, funciones específicas, propiedad emergente, nivel de organización. Su preocupación ha sido constante por aquellos conceptos que transitan distintas disciplinas.

Mario Bunge. Claro, efectivamente, por ello son filosóficos. Están en la tierra de nadie, que es la filosofía.

L.L. ¿En qué radicaría la diferencia entre un concepto filosófico y un concepto científico?

Mario Bunge. En que los conceptos filosóficos son muy generales. Los conceptos científicos, no todos, suelen ser muy específicos. Por ejemplo, el concepto de peso específico, probablemente tiene sentido solamente en la física. El concepto de vida, en cambio, tiene sentido en todas las ciencias biológicas. El concepto de sociedad tiene sentido en todas las ciencias sociales. El concepto de emergencia, absolutamente en todas las ciencias, es universal; igual que el concepto de sistema. Hay conceptos filosóficos que son totalmente universales, como el concepto de cosa, el concepto de espacio, de tiempo, de causalidad. Son conceptos filosóficos universales, además hay conceptos filosóficos regionales como el concepto de vida, el concepto de mente, etc. Y el concepto de energía es a la vez un concepto filosófico y físico porque todas las cosas tienen energía, y porque podemos caracterizar el concepto de materia.

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L.L. En el contexto del modelo que propone, estas disciplinas mixtas, estas disciplinas híbridas ¿a que nivel interactúan, a nivel del universo del discurso, de la problemática o del fondo formal?

Mario Bunge. A nivel del fondo formal. La matemática es una ciencia portátil, se puede utilizar la misma matemática en la economía o en la física.

L.L. ¿Esta hibridación de disciplinas se da más a nivel del universo del discurso, a nivel de la colección de problemas o a nivel del fondo formal?

Mario Bunge. Para las ciencias fácticas las herramientas formales son éstas. Entonces, aparece la problemática. Si estamos estudiando un grupo de gente que para ser estudiados por la sociología se conforman pequeños grupos o hacemos psicología social, pero este grupo está inmerso en una sociedad más amplia y esta sociedad está pasando por un período de recesión con cambios muy grandes -hay un descenso súbito del poder adquisitivo del dinero o hay un descenso súbito de los salarios o puede haber una dictadura- entonces se plantea el problema de cómo reaccionan los miembros de este grupo ante estos hechos macrosociales. Por ejemplo, pongámonos en el grupo que son miembros de un club. De pronto hay una dictadura y la gente ya no se habla tan francamente como antes, se recelan, sobre todo si sospechan que ha habido una delación. Cambia entonces la actitud y, cuál es la fuente, cuál es el estilo pues simplemente el de la amenaza del sistema político. Al contrario, tomemos el caso en el que hay una prosperidad económica rápida, aumenta la riqueza, se distribuye mejor, etc., cambian los hábitos, la gente empieza a comprar automóviles, se comporta ya de una manera diferente. En cuanto una persona adquiere un automóvil ya no es una persona cualquiera: ya es un automovilista, y el automovilista es un hombre más egoísta que el peatón: para él tiene prioridad el coche.

L.L. Otro campo en el que usted ha ingresado y ha suscitado otra polémica es La sociología de la ciencia. En las tres cuartas partes del siglo XX, el tema no ha ingresado en los textos universitarios de nuestro medio. Se observa una ausencia notable. Inclusive algunos han sostenido que la Sociología de la ciencia no tiene importancia.

Mario Bunge. Es porque ignoran el contexto social y también por reacción contra el marxismo. Los marxistas han exagerado el contexto social a expensas de la creatividad, a expensas de la labor de los individuos. Han sostenido, con Marx, que la ideas emanan de las clases. Mucha gente, por reacción contra el marxismo, ha rechazado la sociología, y eso no ha hecho más que alimentar a los marxistas. De otro lado, los marxistas han dicho con toda razón que no se puede criar al individuo como si fuera aislado socialmente.

L.L. ¿Y así la sociología de la ciencia ingresa con dificultad al mundo académico?

Mario Bunge. No, ahora está bien difundida, excesivamente difundida en Estados Unidos, sin embargo, por este país y en Europa están muy bien difundidas la mala sociología de la ciencia, la postmertoneana, la posterior a la obra de Robert Merton que además ha infectado a la filosofía de la ciencia en esos países y me alegro que no haya llegado todavía aquí, pero ya hay un atisbo. En Argentina un grupo de la universidad de Quilmez publica la revista Redes, hace filosofía de la ciencia y por supuesto de la mala, no de la buena.

L.L. Existe un texto de Jürgen Habermas que tiene una amplia difusión cuyo título es Teoría de la acción comunicativa, que para algunos filósofos es sociología y para algunos sociólogos es filosofía. ¿Qué es para Ud.?

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Mario Bunge. No es ni una cosa ni la otra. Se han equivocado. Es simplemente un pesado ladrillo teutónico, cargoso como todas las cosas de Habermas, que centra su atención sobre el único aspecto que puede entender un lego como es Habermas, un lego en las Ciencias Sociales, o sea la comunicación. Por supuesto que la comunicación es un lazo social, es un vínculo social, por lo tanto es de competencia del sociólogo no solamente del lingüista pero alguien tiene que producir algo además de comunicarse con otros. Hay pocos profesionales de la comunicación. La mayor parte de la gente o cultiva papa o tiene una fábrica o está en la oficina, no pasa todo el tiempo comunicándose. Es una visión totalmente inadecuada. Además, no es filosofía. No le veo nada original. Siguen cometiendo los mismos errores anteriores, es impreciso, oscuro. Es un ejemplo de cómo se puede hacer sociología hoy día sin estadísticas, no hay ninguna ley, no hay ninguna hipótesis final. En sociología no hay ningún dato, no hay estadísticas, no hay nada. Se llama teoría, pero no es teoría, es lamentable porque tiene difusión popular.

L.L. Algunos autodenominados posmodernos, parafraseando a Fukuyama están hablando también de "el fin de la ciencia", en el mismo sentido, otros han dicho "adiós a la razón" ¿Es que estamos asistiendo al final de la racionalidad científica, de la razón en general?

Mario Bunge. Adiós a la razón es el título de un libro de Paul Feyerabend. Son simplemente oscurantistas, son gente que quiere hacernos volver a a la edad de las cavernas. John Hogan es un periodista que acaba de escribir precisamente un libro titulado The end of science, el fin de la ciencia, que ha tenido mucho éxito. Este señor Hogan, egresado de literatura inglesa cree que eso lo capacita para hablar acerca de las investigaciones científicas actuales. Es un periodista que ha hecho entrevistas a científicos famosos, actualmente hombres de cierta edad, hombres que ya no están en la plenitud de su producción. Para él la ciencia se está acabando por que él se está acabando. Algunos científicos se dan importancia, dicen que recuerdan los tiempos en que se hacía gran ciencia, en cambio lo que se está haciendo ahora no es tan importante. Es que ya no se está al día y es muy difícil estar al día en la ciencia, a menos que se esté haciendo efectivamente. Se da la visión pesimista de un científico jubilado y además desde la visión de la mente de un egresado de la facultad de Letras. A raíz de la publicación de este libro me pidieron un artículo, entonces fui a la biblioteca y me fijé en el anuario de los libros en prensa, y conté unos doscientos libros que empezaban con The end of..., El fin de la ciencia, el fin de la educación, el fin de la familia, el fin del quechua, el fin del castellano, el fin de la historia, el fin de los... una industria escatológica donde cualquier cosa está en el fin.

L.L. Está usted trabajando ahora intensamente sobre la filosofía de las ciencias sociales y la puesta al día de la sociología principalmente ¿Responde este esfuerzo a un programa y cuáles son sus alcances?

Mario Bunge. Hace tiempo que me propuse poner la filosofía al día, al día con la ciencia, con las técnicas y con la realidad social, ensanchar los problemas que interesan a científicos, a técnicos, a estadistas, a empresarios, a dirigentes políticos, a dirigentes sindicales, etc. Es un programa de largo alcance que comencé a ejecutar hace ya tres décadas, pero ahora mi trabajo en filosofía y las ciencias sociales ha retomado el dominio sociológico, es decir sociología matemática que empecé en los años 70. El trabajo consta de estructura social y cambio social, mecanismos de mantenimiento o de cambios de tipo social. Éste ha sido un trabajo sociológico ya no filosófico. Ahí no utilizo conceptos cuantitativos, sino cualitativos y, en una segunda fase, intento el trabajo cuantitativo, algunas leyes de movimiento social. Marx se había propuesto encontrar leyes del movimiento social, quería ser el Newton de las Ciencias Sociales, no las encontró. Bueno, quiero ver si hay algunas leyes de cambios sociales. He hecho ya un primer esbozo, lo he discutido con un ex alumno y estoy esperando que termine su tesis para trabajar juntos.

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L.L. Usted empezó estudiando la ciencia, luego se dedicó a la filosofía y ahora vuelve a la ciencia, ¿es así doctor Bunge?

Mario Bunge. Yo nunca me salí. Yo empecé con la filosofía, mi interés fue por la filosofía y en particular, aunque exclusivamente, la filosofía de la física. Advertí que para hacer filosofía en la física necesitaba entender algo de física. Por eso estudie física, comencé con un interés meramente práctico de poder hacer filosofía de la física, pero después, viendo paralelamente la física, era una necesidad la filosofía. Al cabo de un tiempo me metí tanto en la física que me olvidé un poco de la filosofía, pero en el año 1952, lo recuerdo con bastante precisión, se me planteaban en mi trabajo problemas filosóficos, en mi trabajo de mecánica cuántica. Eso hizo que se intensificara mi interés por la filosofía. Pero durante todos esos años en que terminé de enseñar física, la última vez que enseñé física fue el año lectivo del 64 al 65. Enseñé también relatividad especial, relatividad general y mecánica cuántica, pero siempre seguía interesado por la física. He publicado algunos artículos, los últimos artículos de física se publicaron en el año 83. He hecho física en forma más o menos esporádica durante 40 años, del 43 en que publiqué mi primer artículo hasta el 83. Antes de estos últimos artículos, en física publiqué un trabajo bastante extenso sobre el concepto de estructura social y antes de eso, en el 69, publiqué mi trabajo titulado: Cuatro modelos matemáticos de la emigración: un ensayo en sociología matemática. Siempre me fascinaba la sociología matemática. Hice un seminario sobre sociología matemática un poco después de ingresar en la Universidad Mc Gill en el año 66. Siempre me ha interesado.

L.L. Usted ha venido varias veces a Perú y siempre ha encontrado un creciente e interesado auditorio por los problemas filosóficos y, sobre todo, por escucharle ¿Qué impresión se lleva del Perú?

Mario Bunge. Cada vez que vengo, mejor que la anterior. Veo un interés, una pasión por problemas intelectuales y en particular por problemas filosóficos que no veo usualmente en otros lugares. Veo que aquí aumenta en lugar de disminuir. Veo interés, la gente está sedienta, está dispuesta a discutir, a dialogar en forma civilizada con las excepciones habituales de los filósofos comprometidos con una ideología, pero que son mucho más abiertos que en otras partes.

L.L. ¿Qué mensaje les dejaría finalmente a los estudiantes?

Mario Bunge. Que estudien ciencias sociales, no estudien autores sino que investiguen problemas sociales, en particular los principales problemas sociales que tiene Perú: la pobreza, la desigualdad social, la baja industrialización, problemas como estos de la salud y la desertificación.

Lucas Lavado

Mario Bunge contra “el mal”

1 junio, 2011 por Siesp...

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Mario Bunge

El físico, filósofo de la ciencia y humanista argentino Mario Bunge dice: «Los científicos y los filósofos tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas. Están demasiado ocupados con sus propias investigaciones como para molestarse por tales sinsentidos. Esta actitud, sin embargo, es de lo más desafortunada. Y ello por las siguientes razones. Primero, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera —lego o científico— hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica. Segundo, el surgimiento y la difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura». 

Efectivamente, Bunge tiene razón. Hasta las imbecilidades de los vendemisterios merecen ser tratadas como una “moda” o tendencia social producto de la ignorancia, pero no sólo considerada como escasez de conocimientos sino como el producto de milenarias mentiras que a fuerza de repetidas han calado en los genes humanos como si de una tendencia natural a la creencia por encima del raciocinio se tratase. (Opinión de Siesp).

Con el libro “Las pseudociencias ¡vaya timo!”, editado por Alfonso López Borgoñoz en Laetoli, (Mario Bunge. Colección ¡Vaya timo! nº 14, 256 páginas) éste recoge los artículos más significativos de Mario Bunge sobre el tema, publicados en revistas muy diversas y la mayor parte nunca hasta ahora traducidos al castellano (por su traductor habitual, Rafael González del Solar). Prólogos de Alfonso López Borgoñoz, Rafael González del Solar y Cristina Corredor.

Contra el charlatanismo académico

Mario BungeTranscripción para La Insignia: C.B.

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A comienzos de la Edad Moderna, Rabelais, Bacon, Quevedo y otros se burlaron eficazmente de supersticiones tales como la astrología, la cartomancia y la necromancia. ¡Cómo se sorprenderían si vieran que hoy hay cátedras universitarias ocupadas por charlatanes similares, así como revistas y editoriales universitarias que publican sus disparates! Esos viejos autores se escandalizarían si viesen que hoy uno puede doctorarse con una tesis escrita en la jerigonza incomprensible de una escuela esotérica, tal como el existencialismo o el descontruccionismo, o con una diatriba «postmoderna» contra la razón, la ciencia, la técnica o la posibilidad de hallar la verdad, o una disertación en favor del «pensamiento débil», o sea, carente de rigor.   También les escandalizaría a los fundadores de la modernidad comprobar que hoy hay profesores que simulan hacer ciencia, cuando de hecho sólo imitan el aspecto exterior de la misma, al par que otros simulan hacer filosofía cuando de hecho practican ideología o incluso mera prestidigitación verbal.   Otrora los impostores intelectuales tenían que ganarse su modesto pasar en la calle, donde sólo embaucaban a los que no podían pagarse una educación universitaria. Hoy pueden cobrar sueldos decorosos y embaucar a jóvenes incautos que asisten a centros universitarios creyendo que van a aprender conocimientos sólidos.   En otras palabras, en nuestras universidades no sólo hay científicos, técnicos y humanistas, sino también adversarios y malos imitadores de los mismos. A continuación exhibiré una muestra al azar de estos enemigos de ambas clases, y al final diré que medidas creo que hay que tomar para detener esas estafas culturales.   Ejemplo 1: La sociología fenomenológica, inspirada en la filosofía fenomenológica de Husserl. Según esta escuela, iniciada por Alfred Schuetz y continuada por los enometodólogos, no puede haber ciencia social propiamente dicha. No puede haberla porque la realidad social no existe de por sí, sino que es construida por el sujeto. De modo que, si por mi fuera, no habría guerras ni desocupación. Las consecuencias metodológicas son obvias: (a) el científico social no necesita hacer trabajo de campo, y (b) no puede haber verdades objetivas acerca del mundo social ni, por lo tanto, debates racionales sobre lo que sucede y sobre lo que habría que hacer. ¡Qué cómodo!   Ejemplo 2: La escuela de Francfort o teoría crítica, síntesis de hegelianismo, paleomarxismo y psicoanálisis. Esta escuela, a la que pertenecieron Adorno, Marcuse y Habermas, afirma que la ciencia y la técnica no son sino armas de dominación del capitalismo. Consecuencia práctica: quien desee combatir al capitalismo debe empezar por rechazar la ciencia y la técnica. ¡Qué felices serían los capitalistas si todos sus críticos fuesen tan obtusos como para prescindir de los hallazgos de las ciencias sociales!   Ejemplo 3: La teoría feminista radical. El feminismo político es el admirable movimiento que persigue la emancipación de la mujer. El feminismo académico es la industria que rechaza todo el conocimiento científico obtenido hasta ahora, por considerarlo una herramienta de dominación masculina: la verdad tendría sexo. Algunas empresarias de esta industria sostienen que la ciencia masculina deberá ser sustituida por una ciencia femenina (pero aún no se han puesto a la tarea, seguramente porque la guerra contra la «ciencia androcéntrica» les absorbe toda la energía). Otras, más radicales, o acaso más perezosas, afirman que toda ciencia, empezando por la lógica, es

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«falocéntrica» y por lo tanto enemiga de la mitad de la especie humana. ¡Desdichadas las militantes que se dejan engañar por esta industria que desacredita la noble causa feminista!   Hasta aquí tres ejemplos, entre muchos, de anticiencia académica. Hay muchos más. Y numerosas universidades prestigiosas, como Harvard y la Sorbona, ofrecen cursos sobre tales cuentos irracionalistas.   Pasemos ahora a la seudociencia académica, o sea, la que se enseña en universidades. Omitiré esta vez el psicoanálisis, la más divertida y lucrativa de las seudociencias, para no repetirme. No mencionaré sino tres ejemplos extraídos de los estudios sociales recientes.   Ejemplo 1: Probabilidades en derecho. Una nueva escuela jurídica norteamericana, nacida hace tres décadas, dice emplear el concepto de probabilidad para medir la credibilidad de litigantes y testigos, así como la posibilidad de que un jurado tome una decisión acertada. Pero la probabilidad propiamente dicha, o sea, la matemática, es totalmente ajena a los pleitos, porque la probabilidad mide el azar, y los pleitos, por accidentados que sean, no son aleatorios sino que, por el contrario, están dirigidos (bien o mal). En el mejor de los casos, la jurisprudencia probabilista da una apariencia científica a un argumento jurídico ordinario. En el peor de los casos, conduce al error judicial porque las «probabilidades» en cuestión son subjetivas y, por lo tanto, arbitrarias. ¡Ojo a la probabilidad jurídica, porque pone en peligro a la familia, la propiedad y aun la vida!   Ejemplo 2: Teoría del caos en politología. La teoría del mal llamado caos está de moda. Tanto que se considera de buen tono hablar de ella aun cuando no se entienda su meollo matemático (ciertas ecuaciones diferenciales no lineales). Por ejemplo, el conocido politólogo norteamericano James R. Rosenau sostiene que la inestabilidad y turbulencia política son similares a las inestabilidades y torbellinos de los fluidos, y que satisfacen la teoría del caos. Pero no se toman la molestia de escribir ecuaciones ni, menos aún, de resolverlas y contrastarlas con datos empíricos. ¡Desconfíese de toda mención de teorías matemáticas que no sea avalada por investigaciones matemáticas!   Ejemplo 3: Sociología constructivista-relativista de la ciencia. Esta escuela sostiene que todos los objetos que estudia la ciencia, sean moléculas, planetas o enfermedades, son hechos culturales y, más precisamente, construcciones de las comunidades científicas. Por añadidura, estás construcciones serían convencionales. O sea, no habría hechos en sí mismos ni, por consiguiente, verdades objetivas. Más aun, todo enunciado científico, aunque pertenezca a la matemática abstracta, tendría un contenido social. ¿Pruebas? No hacen falta, ya que la verdad es convencional. Basta que dos o más investigadores (o seudoinvestigadores) negocien un acuerdo para que nazca un hecho científico. Y basta que venga un grupo rival, más poderosos que el primero, para que dicho hecho deje de serlo. ¿Disparate obscurantista que aleja a los jóvenes incautos del estudio de la ciencia y de la técnica? Desde ya, pero ahora promulgado desde numerosas cátedras universitarias.   ¿Qué hacer ante la embestida de los bárbaros contra la razón y la ciencia? Esta es la pregunta que nos formulamos los asistentes a un simposio internacional que se reunió recientemente en la Academia de Ciencias de Nueva York. Este simposio, titulado «La

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huida de la ciencia y de la razón», fue convocado por el matemático Normal Levitt y el biólogo Paul R. Gross, inquietos ante la creciente popularidad de la anticiencia y de la seudociencia en las universidades norteamericanas.   Hubo consenso en que es preciso intensificar la crítica racional de todas las modas antiintelectuales y seudointelectuales. Yo fui un poco más lejos y propuse que, además, se adopte la «Carta de los Derechos y Deberes del Profesor» que expongo a continuación:   1. Todo profesor tiene el derecho de buscar la verdad y el deber de enseñarla.   2. Todo profesor tiene tanto el derecho como el deber de cuestionar cuanto le interese, siempre que lo haga de manera racional.   3. Todo profesor tiene el derecho de cometer errores y el deber de corregirlos si los advierte.   4. Todo profesor tiene el deber de denunciar la charlatanería, se popular o académica.   5. Todo profesor tiene el derecho de discutir cualesquiera opiniones heterodoxas le interesen, siempre que esas opiniones sean discutibles racionalmente.   6. Ningún profesor tiene el derecho de exponer como verdaderas opiniones que no puede justificar, ya por la razón, ya por la experiencia.   7. Nadie tiene el derecho de ejercer a sabiendas una industria académica.   8. Nadie tiene el derecho de ejercer a sabiendas una industria académica. Todo cuerpo académico tiene el deber de adoptar y poner en práctica los estándares más rigurosos que se conocen.   9. Todo cuerpo académico tiene el deber de adoptar y poner en práctica los estándares más rigurosos que se conocen.   10. Todo cuerpo académico tiene el deber de ser intolerante tanto a la anticultura como a la cultura falsificada.   En resumen: tolerancia al error, pero intolerancia a la impostura, sobre todo cuando esta es costeada por el contribuyente. Es urgente adoptar semejante intolerancia, porque los enemigos de la ciencia y de la razón no sólo las están atacando desde fuera, sino también desde dentro de los establecimientos de investigación y enseñanza. Lo hacen amparándose en una libertad académica mal entendida. Digo «mal entendida» porque originariamente dicha libertad se ganó para proteger la búsqueda de la verdad, no para impedirla con la consigna «Todo vale»

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Salvador López Arnal - Sobre "Las seudo ciencias. ¡Vaya engaño!"

“La delimitación en cuestión es culturalmente importante porque los artículos adulterados corrompen la cultura"

Mario Bunge (Florida, Buenos Aires, Argentina, 1919) es uno de los filósofos de la ciencia más reconocidos de todo el mundo. Su formación humanística y política, se señala en la solapa del libro referenciado, “se enraizó en los barrios obreros de Buenos Aires, que recorrió de niño junto a su padre, médico y diputado socialista”. A los 19 años de edad, el autor de los ocho volúmenes de Tratado de Filosofía, de La investigación científica, de Epistemología, de Filosofía de la física y de tantos otros

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ensayos imprescindibles sobre una gran diversidad de materias y asuntos, fundó la Universidad Obrera Argentina. Gran parte de sus más de cincuenta libros han sido traducidos a numerosos idiomas; el japonés, el ruso y el chino entre ellos. Mario Bunge ha recibido 19 doctorados honoris causa a lo largo de su dilatada carrera. Permítame, admirado profesor Mario Bunge, felicitarte por su nuevo libro. ¿Por qué cree usted que tiene importancia gnoseológica y política delimitar el campo de las pseudociencias? ¿Las gentes suelen creer en teorías tan especulativas, tan poco firmes y tan opuestas al conjunto del conocimiento humano contrastado?

La delimitación en cuestión es culturalmente importante porque los artículos adulterados corrompen la cultura, ponen en peligro la búsqueda de la verdad y hacen perder tiempo a todos, especialmente a los jóvenes, que sacian su curiosidad con facilidad, ya que cualquier pseudociencia se aprende en días o semanas, en tanto que el aprendizaje científico insume muchos años. Y es políticamente importante porque todo político y todo funcionario público necesita conocimientos para concebir programas y organizar el partido o la dependencia estatal, y si usa pseudoconocimientos perjudicará al público. Baste pensar en el daño que ha hecho el neoliberalismo, esa mezcla de pseudociencia económica y pseudofilosofía política, que ha pretendido pasar privilegio e improvisación irresponsable por libertad.

Le pregunto sobre esto último. Una de las teorías que usted considera pseudociencia es la economía neoclásica. ¿Cómo es entonces posible que una teoría así, tan poco, digamos, presentable teóricamente, incluso inconsistente en sus postulados en su opinión, siga teniendo hegemonía académica y oriente la política económica de tantos gobiernos?

Hay varios motivos de su popularidad. Uno es que, por ser esquemática, es fácil de aprender y enseñar. Otro es que, al no exigir contrastación empírica, puede ser aprendida por cualquiera que sepa un poco de matemática. Un tercer motivo es que adula al egoísta, al hacerle creer que es racional. Un cuarto motivo es que disfraza sus fallas con un ropaje matemático. Un quinto motivo es que aun no le han salido competidores. La ortodoxia seguirá dominando mientras los escépticos económicos no construyan una teoría alternativa, que sea matemáticamente transparente y esté acorde con la economía real. Por cierto, no han faltado alternativas, tales como las de Sraffa y Fisher, pero se han quedado en etapas esquemáticas. Tenemos necesidad de un nuevo Keynes, que sea matemáticamente refinado, esté al día con la economía experimental, y lea los periódicos para enterarse de que la enorme mayoria de la gente es pobre, y de que los periodos de equilibrio son excepcionales. Y ahora le pregunto a Vd.: ¿Por qué ninguno de los miles de marxistas que ha habido en el curso de los últimos 100 años, con la posible excepción de Ernest Mandel, ha propuesto una teoría económica alternativa? ¿Será porque no han sido científicos sino escolásticos?

No creo que los marxistas de los últimos cien años, todos ellos o incluso una mayoría destacada, sean o hayan sido escolásticos practicantes, aunque gran parte de ellos no hayan sido científicos en el sentido en el que usted está usando ahora el término y algunos de ellos, muchos si insiste, se haya librado de las fiebres del dogmatismo. En mi opinión, muchos marxistas han formado parte de tradiciones de política revolucionaria, no han sido economistas o científicos académicos sin más. Pero, en mi opinión, revisable y muy provisional desde luego, sé poco de esto, los marxistas críticos que se han dedicado a temas económicos han puesto más el acento en denunciar los mecanismos de explotación, miseria y marginación del capitalismo que en la construcción de una teoría económica alternativa. Sea como sea, usted mismo citaba el caso de Mandel. Podemos pensar también en Baran, en Sweezy, en economistas próximos al PCI, en Morishima, en Kalecki, no sé si Joan Robinson puede ser considerada una economista marxista, o Sraffa, el amigo de Gramsci. No creo que el conjunto de marxistas de los últimos de cien años que hayan intentado proponer una teoría económica alternativa sea equipotente al conjunto vacío, incluso si dejamos al margen a Ernest Mandel.

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De acuerdo: todos los economistas que usted menciona, con la posible excepción de Morishima, que se limito a matematizar “El Capital”, han hecho aportes importantes, más a la crítica del capitalismo y de la economía ortodoxa que a la reconstrucción de la teoría económica. Una prueba está en que ninguno de ellos, ni sus discípulos, ha sido capaz de describir, y menos aún de predecir, el colapso de las economías del bloque llamado socialista, ni las numerosas crisis del capitalismo.

Tomando pie en Robert K. Merton, el ethos de la ciencia básica sigue siendo para usted el universalismo, el altruismo, el escepticismo organizado y el comunismo epistémico. ¿No cree que, actualmente, muchos peligros acechan ese ideal normativo? Pienso, por ejemplo, en las multinacionales que financian investigaciones con criterios sobre la publicación de las investigaciones; en el secretismo que rodea a la industria nuclear; en la militarización de una parte nada marginal de la investigación; en la generalizada privatización (y exposición parcial) del software; en la psicología experimental que sigue las orientaciones de empresas y grandes ejecutivos...

En efecto, creo que sigue en pie el ethos de la ciencia básica descrito por mi finado amigo Robert Merton. También es verdad lo que Vd señala, que hay secreto y censura en las ciencias aplicadas como la farmacología y las técnicas como la ingeniería nuclear. Pero no creo que la haya en la matemática ni en las ciencias naturales básicas: la física, la química y la biología. Lo que hay en éstas es censura económica, o sea, recateo de fondos, porque ni la extrema derecha ni la extrema izquierda creen que haga falta la investigación desinteresada. Y también hay censura en las ciencias sociales, porque a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales. Dos ejemplos: en la difunta URSS hubo que esperar a la muerte de Stalin para inaugurar el Instituto de Sociología; y los gobiernos de Reagan redujeron a la mitad los subsidios a las ciencias sociales pero no tocaron los subsidios a las ciencias naturales.

Si me permite un comentario: si a ningún gobierno antidemocrático le conviene que se sepa la verdad acerca de los problemas sociales, la mayor parte de los gobiernos del mundo deben ser antidemocráticos. Sea como sea, ¿podría dar algún ejemplo de su afirmación de que “la extrema izquierda no cree que haga falta la investigación desinteresada”? Tal vez en Cuba gobierne en su opinión la izquierda extrema y yo no veo que la dirección política haya marginado, con sus estrechos márgenes, la “investigación desinteresada”.

Cuando visité Cuba en 1983, invitado por la Academia de Ciencias, los directores de laboratorio me explicaron que no hacían investigación básica porque sus mentores y protectores soviéticos les habían dicho que el Tercer Mundo no puede darse el lujo de hacer ciencia básica. Esta tesis coincidía con la campaña de las izquierdas europea y latinoamericana contra el cientificismo. Hay que recordar que la izquierda participó activamente en la emergencia del posmodernismo. Volviendo a Cuba: cuando pedí literatura sobre el resultado del interesante experimento de autogbierno en la provincia de Matanzas, me dijeron que leyese un discurso de Fidel. Yo quería un estudio politológico científico, no una perorata política. Por lo visto, no lo había.

No tenemos las mismas experiencias e informaciones en este asunto, profesor Bunge. En el campo de la pseudociencia incluye usted teorías muy heterogéneas: existencialismo, psicoanálisis, parapsicología, marxismo... ¿La religión también lo sería para usted?

No, ya que hay una sola secta religiosa que se proclama científica: la variedad evangélica conocida como Christian Science, que esta moribunda. Y hay evangelistas norteamericanos que hablan de diseño inteligente como alternativa a la biología evolutiva, pero los tribunales competentes han fallado que eso no es ciencia sino religión, y la Iglesia Católica rechaza esa doctrina.

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¿No podemos cometer un error taxonómico al incluir en el mismo conjunto teorías o pseudosaberes que no siempre tienen un aire de familia más allá del hecho de no ser ciencia empírica?

Es verdad que hay casos marginales: los de las protociencias, o ciencias emergentes, que aun no han logrado el rigor que caracteriza a las ciencias maduras. También está el caso de campos que han abordado sin rigor auténticos problemas científicos. Uno de ellos es la llamada psicología evolutiva, que por ahora no es sino una pila de especulaciones.

El psicoanálisis es, en su opinión, una pseudociencia. ¿Por qué? Muchos psicoanalistas le dirían que no puede serlo, por definición, porque no pretende vestirse con ropajes científicos. Es un error considerarlo así. Tampoco lo hace, por ejemplo, la crítica literaria y no es un saber que usted desprecie.

Todos los psicoanalistas, con la excepción de los adeptos de Lacan, pretenden hacer ciencia de la mente. Pero no la hacen puesto que ignoran al cerebro y no ponen sus especulaciones a la prueba experimental. La psicología científica existe desde hace casi dos siglos, y se ha reforzado enormemente en el curso del último medio siglo, al unirse con la neurociencia. Gracias a esta unión sabemos ahora que las enfermedades mentales son desarreglos cerebrales, por lo cual pueden tratarse con mayor o menor éxito mediante píldoras o cirugía. La critica literaria, que Vd menciona, puede ser correcta sin ser experimental, pero todo crítico literario responsable prueba sus hipótesis, y al hacerlo obra científicamente.

Tampoco el marxismo sale bien parado en su libro. Confunde, en su opinión, la lógica y la ontología; adolece de una escasa lógica formal; infravalora el papel de la cultura, la política y la ideología; su gnoseología es de un realismo ingenuo que “no deja sitio a la naturaleza simbólica de las matemáticas o de la física”. No continuo, su lista es larga. ¿Todas las tradiciones marxistas encajarían en esa aproximación? Pienso, por ejemplo, en la obra de Geymonat, Casari o Sacristán, o incluso en la de Marx, Engels y Gramsci, y no me acaban de encajar las cosas.

El marxismo es un cuerpo de doctrina enormemente rico. En él hay de todo, desde intuiciones geniales hasta desvaríos. Lo que no hay es método científico ni utilización de los hallazgos obtenidos fuera de la escuela, salvo en los caso de los historiadores marxistas británicos y los antropólogos y arqueólogos rusos, a quienes Vd no cita. Vd cita a Geymonat, Casari y Sacristán, pensadores estimables pero no originales. Gramsci fue original, al insistir en la importancia de la política y de los intelectuales, pero no tuvo la oportunidad de construir una politología ni una culturología.

Heidegger tampoco es santo de su devoción filosófica. El ex-rector de Friburgo en tiempos turbulentos no pretendía hacer ciencia. No hay, por tanto, pseudociencia en su obra. ¿No hay nada que el pensamiento racional pueda sacar en limpio del autor de Ser y Tiempo? ¿Ninguna temática, ninguna tesis, ninguna inquietud filosófica? Si no fuera así, ¿por qué está tan de moda su pensamiento desde hace décadas?

Heidegger no sólo no pretendió hacer ciencia sino que, siguiendo a su maestro, Edmund Husserl, rechazó la ciencia. Esto le impidió hacer ontología y gnoseología en serio. Es verdad que "Ser y tiempo" abordó la ontología, pero no aportó nada porque es un fárrago de sinsentidos y de trivialidades dignas del siglo X. Todo el existencialismo es una gran estafa de la que nada queda. ¿Quién puede tomar en serio enunciados tales como "El tiempo es la maduración de la temporalidad?"

También yo me pregunto por qué sigue de moda ese farsante. Una explicación posible es que sus adeptos rechazan el rigor lógico e ignoran todas las ciencias. También debe influir el hecho de que

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Heidegger escribió en alemán y enseñó en una universidad prestigiosa (en la que fui profesor visitante de física en 1966). ¿Se le admiraría si hubiera escrito en castellano y profesado en una universidad latinoamericana?

Tal vez sí, no lo sé. Déjenme defender causas que no son las mías. Ortega, por ejemplo, no siempre es claro; tampoco lo son María Zambrano, García Bacca o Zubiri, y son filósofos reconocidos. Incluso, puestos a citar grandes nombres, Hannah Arendt tampoco es una enciclopedia de la claridad expositiva. En el ámbito de la epistemología, Feyerabend no siempre es un vértice destacado de la precisión conceptual o incluso, si me apura, Bohr o Schrödinger

De acuerdo: todos los pensadores que usted menciona, con la excepción de Schrödinger, han sido oscuros. Yo no dije que baste escribir en castellano para hacerlo con claridad. Dije que los autores alemanes son mas respetados que los hispanoamericanos, a veces por el solo hecho de expresarse en alemán.

El término “socialista” aparece varias veces en su libro. ¿Qué es para usted el socialismo? ¿Puede citarme un socialista que sea un autor de interés, aparte de usted mismo, claro está?

Hay muchas clases de socialismo, pero todos ellos dicen tener algo en común, a saber, la aspiración a la sociedad de socios, de iguales, que compartan las riquezas naturales y culturales en lugar de permitir que éstas sean acaparadas por minorías. Obviamente, el socialismo autoritario es imposible, ya que, al concentrar el poder político en una minoría, excluye a la mayoría del control de las riquezas naturales y culturales. Ese fue el peor error de Marx y sus secuaces: el proclamar la necesidad de la dictadura del proletariado. El socialismo auténtico promueve la participación de todos en el gobierno de la cosa pública.

Hay muchos socialistas dignos de ser leídos. En particular Rousseau, Louis Blanc, John Stuart Mill, Marx, Engels y Rosa Luxemburg. Yo los admiro, pero para ser socialista hoy, en 2011, no basta conocer a los clásicos, sino que hay que investigar el mundo social contemporáneo. Y la enorme mayoría de los marxistas no exploran la realidad sino que comentan textos. Hacen escolástica, no ciencia social; son librescos, no científicos. Sólo dos de los seis autores marxistas que Vd. cita hicieron investigación social: Marx y Engels. Pero, salvo Engels antes de conocer a Marx, ellos no hicieron sociología. Y ni Marx ni Engels (ni Lenin) tuvieron una teoria del Estado, acaso porque eran deterministas históricos. El resultado fue que, cuando los bolcheviques tomaron el poder en 1917, no supieron ejercerlo. Termino haciéndole dos preguntas a Vd.: ¿Por qué suelen ser tan crédulos los izquierdistas contemporáneos, algunos de los cuales han sido posmodernos? ¿Y por qué ningún marxista contemporáneo ha hecho aportes originales importantes a la filosofía ni a las ciencias sociales?

Si me permite, antes de responderle, no sé si Marx, Engels y Lenin fueron siempre deterministas históricos y no sé en qué secuaces marxistas está usted pensando. Contesto a sus preguntas. La primera: ser crédulo no veo que sea una característica singular de los pensadores de izquierda, a los que yo no llamo izquierdistas, término usado entre otros por Álvaro Vargas, que me parece muy borroso y un pelín malintencionado. Sea como sea, habría que concretar a qué pensadores incluimos bajo el concepto de “izquierda contemporáneo”. Los que yo pienso tras esa expresión no son crédulos en absoluto. No lo son, por ejemplo, dos de los pensadores de izquierda españoles más importantes que yo conozco y leo: Francisco Fernández Buey y Antoni Domènech.

La izquierda política y filosófica, por lo demás, admitiendo excepciones desde luego, no es muy postmoderna o no lo son en absoluto muchos de sus miembros aunque algunos hayan podido tontear en algún momento. No lo ha sido nunca, si no ando errado, Alan Sokal; no lo es Jean Bricmont;

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pensadores españoles de izquierda, además de los citados, como Carlos Fernández Liria, Santiago Alba Rico, Nicolás González Varela o Miguel Ángel Quintanilla, por citarle autores con posiciones políticas muy diferenciadas, nunca han abonado esa senda filosófica. Y también creo que muchos o bastantes filósofos o intelectuales marxistas han hecho aportaciones originales a la filosofía y a las ciencias sociales. Gramsci, Lukács, Mike Davis, Domenico Losurdo o Lucio Magri serían algunos nombres. La lista puede ampliarse. Basta con que usted mismo añada nombres del rico y documentado marxismo británico al que usted mismo hacía referencia anteriormente.

Supongo que usted tiene razón. Lo que pasa es que yo no conozco ninguna crítica de esos pensadores de los disparates que escribieron Marx, Engels, Lenin y sus secuaces sobre la dialéctica tomada de Hegel y la teoría del conocimiento tomada del empirismo. Y sepa usted que ésta es una autocrítica, porque yo mismo, en mi juventud, tragué todo eso sin chistar. En todo caso, no tengo tiempo para seguir esta polémica. Lo acordado fue una entrevista, no una polémica. Tengo un plan de trabajo y no me sobran años para llevarlo a cabo. Y creo que la construcción de nuevas teorías vale más la pena que la polémica periodística.

De acuerdo, profesor Bunge, muchas gracias por su tiempo y por sus respuestas.

Jordi Soler AlomàRebelión

He leído atentamente la réplica publicada en Rebelión (23/07/2010) a mi artículo “Mario Bunge” por parte del homónimo Doctor. Lamentablemente, debo observar que su lectura de mi crítica no ha sido tan atenta, por lo que su réplica incurre en errores debidos a malentendidos.

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El Dr. Bunge empieza diciendo que “la más seria de las acusaciones de mi crítico es que cometo la “falacia” de afirmar que algunos de los artículos que publicó el New York Daily Tribune con la firma de Karl Marx fueron escritos por su colaborador, amigo y benefactor Friedrich Engels”. Pues bien, en ningún momento niego yo que eso sea cierto, la falacia que le adjudico al Dr. Bunge es tratar de deteriorar la imagen de Marx con esa aducción, al no especificar que fue el propio Engels quien le pidió a Marx realizar esas contribuciones, en un momento en que Marx tenía trabajos mucho más urgentes e importantes que llevar a cabo.

Comparto con el Dr. Bunge su visión de Althusser, y de la hagiografía marxista, pero estoy convencido, porque es lo que infiero de la naturaleza de sus comentarios sobre Marx (típicos de quienes no han profundizado en su pensamiento), de que no ha leído cabalmente el primer tomo de Das Kapital (especialmente el primer capítulo, en lo cual, a su pesar, coincidiría nada menos que con ¡Althusser!).

Mantengo, por otro lado, mi tesis de que el Dr. Bunge confunde a Marx con los marxistas; pues sus imputaciones a Marx de errores de otros (Engels, Lenin, etc.) no hace más que corroborarlo.

El concepto de alineación en Marx no tiene nada que ver con los alienistas: es, simplemente, la escisión de nuestra especie y la asunción de este hecho como lo natural, pasando a formar parte del contenido a priori de la ideología. Por otro lado, no sé qué tiene que ver la URSS con Marx (otro tópico en el que incurre el Dr. Bunge sistemáticamente).

El Dr. Bunge prosigue su réplica de modo indirecto, exponiendo sus 7 desacuerdos con Marx. El primero no es con Marx, sino con sus “seguidores”, por lo tanto, ya son 6. El segundo es, simplemente, falso: Marx no era ningún devoto de Hegel; la prueba es que fue quien más aplaudió a Feuerbach cuando se atrevió a cuestionar al “gran maestro”, además de que Marx ejerció una dura crítica y la llevó a cabo la negación de la dialéctica hegeliana. Quedan 5.

El tercero es sobre Engels (quedan 4).

Sobre el cuarto, cabe aducir la famosa cita de que una idea se transforma en una fuerza material cuando prende en las masas (quedan 3).

Add 5: efectivamente, Marx dijo que lo más urgente era transformar la realidad, pero también dijo que sin una buena teoría no puede haber una buena práctica (quedan 2).

Add 6: Marx bastante trabajo tuvo con gestionar la Internacional y diseccionar el capitalismo en su Das Kapital como para tener que diseñar la sociedad del futuro. Por lo que hace a las afirmaciones de Engels, no son imputables a Marx (queda 1).

Add 7: el típico tópico de confundir el concepto de dictadura del proletariado con las dictaduras unipersonales u oligárquicas (como la financiera que rige ahora el mundo entero) con lo que vigió, por ejemplo, durante el período de la Comuna de París: Francia nunca ha conocido mayor grado de democracia. “Dictadura del proletariado” simplemente significa que el proletariado (que no se trata de una camarilla o de un partido) debe tomar medidas para que la reacción no vuelva a tomar el poder, tal como trágicamente sucedió con la Comuna, puesto que la dictadura del proletariado fue demasiado blanda, y no actuó a tiempo para evitar el ataque de los versalleses ayudados por Bismark; mutatis mutandis, es lo que sucedió, también, en Chile o en España: las fuerzas progresistas no fueron lo suficientemente ágiles para actuar a tiempo contra la reacción (sin olvidar, por supuesto, que ni los fascistas chilenos ni los españoles estaban solos).

Quedan 0.

En consecuencia, el Dr. Bunge no discrepa de Karl Marx, sino quizás de su fantasma (que aún “recorre Europa”).

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Recién regresado a Montreal (donde vive) tras dos semanas de vacaciones en las Antillas, Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) responde por correo electrónico a El Cultural con rapidez y minuciosidad insólitas a cada nueva tanda de preguntas de lo que acaba siendo una vertiginosa conversación transoceánica. Y eso que: “Ya no estoy tan ágil como a los noventa años”. El sabio Bunge, filósofo analítico y uno de los científicos más citados, ha publicado Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli), la primera recopilación en español de sus textos sobre las pseudociencias dispersos en publicaciones científicas anglosajonas. Una denuncia de las supercherías de todo pelaje, de la parapsicología al psicoanálisis, sin olvidar teorías económicas y determinismos varios. Un libro con voluntad polémica.

En la comunidad científica la cita es un elemento clave para la difusión y convalidación de los hallazgos. Si buscamos al científico nativo en español más citado de los dos últimos siglos, según el exhaustivo Hall of Fame hecho público recientemente por la Association for the Advancement of Science, el primero que encontramos de una lista encabezada por Bertrand Russell, Charles Darwin y Albert Einstein es al también filósofo escéptico y apasionado racionalista argentino Mario Bunge (Buenos Aires, 1919). En Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli) Bunge, de cuya extensísima producción intelectual dan cuenta medio centenar de libros escritos, recopila sus textos fundamentales sobre las pseudociencias y presenta una apología irrenunciable de la ciencia. Y una vacuna contra los timos que nos infectan a diario: pulseras energéticas, babas de caracol rejuvenecedoras, horóscopos, cátedras homeopáticas en universidades, supercuerdas...

¿Por qué la filosofía?-Stephen Hawking dispensa en su último libro sendas necrológicas de la religión y de la filosofía. ¿Por qué usted, reconocido ateo, se niega a dejar de ser filósofo por mor de ser científico?

-Los filósofos se plantean problemas mucho más generales que los científicos. Por ejemplo, qué es la materia, en lugar de preguntarse sobre las propiedades del agua o de la llamada materia oscura. Y se permiten poner en duda algunas especulaciones de los científicos, tales como las de Hawking sobre el mal llamado origen del universo, que en realidad es el origen de la expansión del universo. Análogamente, los filósofos de la mente se preguntan sobre la naturaleza de los procesos mentales en general, en lugar de averiguar, por ejemplo, cómo interactúa el órgano del conocimiento -la corteza cerebral- con el de la emoción -el llamado sistema límbico”.

- Las pseudociencias son un timo, pero, ¿no suele el “timador” aprovecharse de la avaricia del timado?

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- Los chamanes y psicoanalistas no recurren a la avaricia sino al deseo de comprender la vida sin estudiarla seriamente. Como dijo Borges, los psicoanalistas explotan el narcisismo, en particular el concreto deseo de que alguien ajeno se ocupe de nuestros problemas personales.

- Cuando escucha la palabra “energía”, ¿echa mano a la pistola?- Empiezo por preguntar si se trata de una energía especial, tal como la gravitacional o la química, o del concepto general de energía. Si es lo primero, sugiero que se consulte obras científicas; si lo segundo, observo que el concepto general de energía pertenece a la ontología, donde puede definirse como la capacidad de cambiar. De esto trata un capítulo de mi próximo libro, Filosofías y fobosofías.

- ¿Y cuando alguien se justifica “es que los Capricornio somos así...”?- Tengo la suerte de que rara vez me topo con creyentes en la astrología. Supongo que ésta es una de las ventajas de los que nacimos bajo el signo de Virgo.

- ¿Que un farmacéutico venda homeopatía es como si un arquitecto edificara sin materiales?- Buena analogía. Desgraciadamente, la enorme mayoría de los creyentes en la homeopatía no saben que algunas de las diluciones que les venden como fármacos homeopáticos son del orden de una molécula por galaxia, lo que las hace totalmente ineficaces.

En la atiborrada pasarela de las pseudociencias hay estrellas que despuntan. Y no es fácil estar al día de las que más se llevan.“Depende del país. En Argentina todas prosperan por igual. En México, el chamanismo herborístico. Y en los Estados Unidos, la teoría económica estándar”.

- ¿Y cuál es la pseudociencia más peligrosa?- La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.

- ¿Y la más extravagante?- La llamada psicología evolutiva, que pretende explicar todo lo social en terminos biológicos imaginarios, tales como el deseo de todo hombre de difundir al máximo sus genes.

Mario Bunge se doctoró en ciencias físico-matemáticas en la Universidad de la Plata en 1952. Allí y en Buenos Aires impartió física teórica y filosofía hasta que dio el portazo a la Argentina en 1963. Tras enseñar en México, Estados Unidos y Alemania se instaló definitivamente en Montreal (Canadá) donde obtuvo la cátedra Frothingam de Lógica y Metafísica de la Universidad McGill. Su carrera, sancionada por 16 doctorados Honoris causa y por el premio Príncipe de Asturias en 1982, admite escasos parangones.

Pseudociencias en expansiónSiempre acompañaron a sus investigaciones la atención perenne a los fraudes pseudocientíficos, cuya expansión metastásica hoy considera Bunge un hecho. Lo demuestra con una impagable lista de ejemplos:

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“El determinismo genético de Dawkins, Pinker y Chomsky es más popular que nunca; un número creciente de físicos defiende que los ladrillos últimos del universo son los bits o unidades de información; muchos cosmólogos eminentes sostienen que el universo salió de la nada; la multimillonaria Templeton Foundation, cuya misión es unir la religión con la ciencia, acaba de concluir un acuerdo con la American Association for the Advancement of Science por el cual van a patrocinar juntos reuniones y seminarios sobre religión, ética y ciencia; hace dos décadas las universidades norteamericanas ofrecían unos pocos cursos sobre ciencia y religión, pero hoy son más de 1.000; la Food and Drug Administration, que está a cargo de la salud pública, tolera que miles de estafadores prometan por Internet curar enfermedades que la medicina aún no puede curar...”

Guerra al psicoanálisisEl también filósofo Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930) al que su compatriota Bunge sólo reprocha que “se meta con el fútbol porque no le gusta y nunca lo jugó” [en referencia al libro de Sebreli La Era del fútbol, 1998] es otro gran pensador de nacionalidad argentina que comparte con el entrevistado un enemigo especialmente conspicuo y peligroso en su país de origen: el psicoanálisis.

Si Sebreli, crítico irredento de los mitos modernos, ha tachado al psicoanálisis de “irracionalista”, “moda” y “onerosa terapia interminable” (El Cultural, 27/12/2007), Bunge no es más taimado en su último libro: “El psicoanálisis viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina. [...] No está cualificado para considerarse una ciencia. Contrariamente a la creencia general, no es siquiera una ciencia fallida, puesto que prescinde del método científico e ignora los contraejemplos. Se trata simplemente de charlatanería psicológica”.

- ¿Y la legión de psicoanalistas argentinos no ha pedido la revocación de su nacionalidad?- Todavía no, pero no me sorprendería que un día lo hagan.

- ¿Cómo sobrelleva un escéptico el martirio de pegarse día a día con todo el mundo?- Muy bien, sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas. Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.

- Dice usted que una de las pseudociencias con más adeptos hoy -entre científicos como Richard Dawkins- es el determinismo genético. ¿Cuál es su falla?- Lo que pasa es que Dawkins no es un científico sino un divulgador. Peor, la genética que difunde no es la científica sino su versión personal de la misma. Además, jamás se tomó la molestia de aprender el Abecé de la psicología, que muestra que nuestros procesos mentales están fuertemente influidos por el entorno social, como señalan los estudios serios sobre gemelos “idénticos” criados en hogares de clases sociales y ocupaciones muy diferentes.

Únicos socialistas españoles

- Que los fraudes se invistan de ropajes científicos, ¿no rinde un homenaje al poder y legitimidad de la ciencia hoy?

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- Efectivamente. En política sucede algo parecido: suele oprimirse o explotarse a la gente en nombre de la libertad (neoliberalismo) o de la igualdad (comunismo).

- Ni comunismo ni “neoliberalismo” son teorías científicas de la sociedad. ¿Cuál lo sería? - Distingamos teoría política de ideología política. Encontrará bastante de ambas en mi Filosofia política (Gedisa, 2009). En particular, verá que, aunque prefiero la socialdemocracia a sus alternativas, propongo otra, a saber, el socialismo cooperativista, que aún no ha sido ensayado a escala nacional. Pero ya lo entrevieron los dos únicos auténticos socialistas que ha parido España: Louis Blanc (quien floreció en París aunque nació en Madrid) y el jesuita vasco Jose María Arizmendiarreta, cofundador de Mondragón.

- ¿Por qué la mayoría de los escépticos es de izquierdas? ¿No son también, tanto la izquierda como la derecha, supercherías a extinguir?- Creo que eso ocurrió entre la Ilustración y la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de los marxistas ortodoxos, que eran dogmáticos y se decían de izquierda. Desde 1945, la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y, en particular, anticientífico.

- Chesterton decía que cuando dejamos de creer en Dios empezamos a creer en cualquier cosa. ¿No erigió el catolicismo una suerte de defensa contra fraudes new age?

Competir por las almas- Lo dudo, porque las supercherías postmodernas emergieron mucho después de Chesterton. Lo que es cierto es que el catolicismo ortodoxo se opone a las demás supersticiones porque compite con ellas por nuestras “almas”. Pero también combate a las filosofías procientíficas, en particular las materialistas. Muchos filósofos católicos comparten y difunden las ideas de Popper porque éste creía en la mente inmaterial.

- Señala que la difusión de la superstición es un fenómeno psicosocial que debería ser sometido a investigación científica. ¿Cuál es su diagnóstico? - No lo sé. Los expertos en manipulación de la opinión pública -en materia comercial y científica- son más numerosos que los investigadores de los mecanismos psicosociales involucrados en la credulidad.

- Si las supersticiones infectan las mentes tal que virus, ¿qué nos vacunaría contra ellas?- La única vacuna eficaz es una combinación de educación científica con reflexión filosófica. La primera no basta, como lo muestra el caso de eminentes científicos que han creído en la parapsicología, la homeopatía y otras yerbas. Tampoco basta la filosofía, ya que está llena de supersticiones, tales como las del alma inmaterial y el conocimiento intuitivo y a priori.

Al final de la charla, cuando el periodista pregunta al filósofo por su particular pseudociencia biográfica, la idea defendida antaño de la que más se avergüenza, la respuesta, parca y exacta, tampoco tarda en llegar: - La dialéctica de Hegel y sus discípulos marxistas.

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Un escéptico contra los espejismos más peligrosos que la superstición José Antonio López Guerrero

Tal y como se afirma popularmente, Mario Bunge, que a sus 91 años continúa siendo uno de los filósofos y realistas científicos más activos de nuestro tiempo, “lo puede decir más alto, pero no más claro". En su libro Las pseudociencias ¡vaya timo!, de la editorial Laetoli, este porteño universal, premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 1982 carga magistralmente contra las denominadas pseudociencias, entre las que se encontrarían, según Bunge, no solo la homeopatía -que a pesar de tener bases científicas más que dudosas cuenta hasta con un hospital y una cátedra universitaria en nuestro país- o la pantomima astrológica -con idéntica y nula base científica que la anterior-, sino también otros ámbitos culturales como el psicoanálisis o, y cito textualmente “los espejismos políticos, mucho más peligrosos que cualquier superstición”. Y posteriormente añade: “Argüiré que, aunque en materia política todos somos tuertos, más vale que el ojo vidente sea escéptico”. Libro fresco, atemporal, que busca la desmitificación intelectual -no siempre pacífica- de aquellas corrientes del devenir humano que no puedan ser verificadas con el magisterio de la ciencia.

En este sentido, debo añadir que la desmitificación de muchas pseudociencias -aunque se podría debatir intensa y extensamente sobre qué corrientes culturalmente evolutivas incluir bajo este paraguas- es un trabajo arduo, nada banal. De hecho, incluso en aquellos temas grotescamente alejados del proceder científico, muchos ciudadanos no lo tienen nada claro. Según un estudio reciente del eurobarómetro sobre las fronteras de la ciencia realizado en el continente europeo, más de la mitad de los encuestados consideraron que la astrología les parecía una disciplina bastante científica. Así, alguien podría considerar a Rappel y sus colegas del horóscopo dominguero “muy” o “bastante” científicos. Según describe Mario Bunge -introduciéndonos de lleno en la filosofía de la ciencia que impregna su libro- “el oscurantismo es, en el mejor de los casos, una forma de escapismo; en el peor de ellos, una cortina de humo y un instrumento de opresión. ¡Larga vida a la Ilustración!” a lo que yo añadiría, “a la Ilustración científicamente verificable, si no cuantificable”.

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Mario Bunge: Carta al presidente...de Amador Ibañez - Monday, 26 de January de 2009, 20:55 

Señor presidente: su elección ha despertado en casi todo el mundo tanto entusiasmo y expectativas tan grandes como las que hace casi medio siglo había suscitado el nombramiento del presidente John Fitzgerald Kennedy. Pero muchos de sus admiradores nos preguntamos si usted logrará cumplir sus promesas electorales o si, como Kennedy, terminará por defraudarnos. Tememos las presiones a las que lo someterán tanto los "demócratas de Bush" como los funcionarios estatales y las grandes corporaciones.

Permítame que, con característica humildad porteña, le ofrezca algunos consejos sobre política internacional y nacional.

Primero: renuncie públicamente al título de líder del mundo libre, del que abusaron sus predecesores. No lo digo porque usted se parezca al último emperador de Bizancio en que hereda un trono desprestigiado y un tesoro público vaciado por su predecesor. El motivo es estrictamente lógico: no se puede conducir a una comunidad de personas libres si éstas no lo han elegido libremente. Y usted ha sido elegido solamente por el uno por ciento de los terráqueos.

Pero renunciar a un título imposible no implica, necesariamente, aislarse del mundo. Es sabido que hoy en día toda nación depende de las demás.

Y aquí viene mi segundo consejo: para que esta dependencia no sea unilateral -y, por lo tanto, injusta- instruya a su secretaria de Estado para que, a su vez, dé la siguiente orden a cada uno de los embajadores norteamericanos: "Presente sus excusas, oficialmente y con gran pompa y publicidad, a cada una de las naciones agredidas por los EE.UU. desde su fundación, empezando por Canadá, México, España y Filipinas, y terminando por Cuba, Vietnam, Chile e Irak".

Tercero: instruya a su secretaria de Estado para que cumpla y haga cumplir las normas del derecho internacional. Normalice las relaciones diplomáticas de su país con todo el mundo y facilite los intercambios culturales a escala internacional. Que ella ofrezca colaboración, no ayuda. Menos aun, amenaza o soborno.

Cuarto: ordene el desmantelamiento de las 1000 bases militares que su país instaló en los cinco continentes. Esta medida mostraría que su gobierno renuncia a sus ambiciones imperiales. Además, señor presidente, calcule la millonada que se ahorraría.

¿Qué hacer con el personal militar y civil de esas bases, que suma más de un cuarto de millón de personas? Le sugiero que se les dé la opción de jubilarse o de regresar a su país e incorporarse en el Servicio de Reconstrucción Nacional. Este último (supongo que ya se ha propuesto fundarlo) consolidaría todas las agencias estatales encargadas de reparar y modernizar la infraestructura del país.

Quinto: proponga la consolidación de los 16 servicios de espionaje existentes actualmente, así como la estricta prohibición de interferir en los asuntos de otros países.

Sexto: plantee la internacionalización efectiva del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que hasta ahora han funcionado principalmente para servir a los EE.UU., como lo señaló Zbigniew Brzezinski. En particular, procure que esas agencias repudien el infame Consenso de Washington, flagelo del Tercer Mundo.

Séptimo: ponga término al conflicto israelí-palestino para asegurar no sólo la supervivencia de Israel, sino también la de Palestina y, sobre todo, para salvaguardar la paz mundial. Para lograr estos objetivos tendrá que adoptar algunas medidas radicales, en lugar de enviar a su secretaria de Estado (conocida por su parcialidad) a besarse con mandatarios amigos y a reanudar conversaciones que no harían sino prolongar el conflicto. Las únicas medidas que darán resultado positivo inmediato serán las siguientes:

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a) Conmine al gobierno israelí a que evacue todos los territorios palestinos ocupados ilegalmente desde 1967 y a que lo haga dentro del término de tres meses, so pena de perder el subsidio de más de un millón de dólares que viene recibiendo todos los días desde hace decenios. Si ese plazo venciera antes de terminar el retiro de las tropas de ocupación, su secretario del Tesoro cerraría el espiche, lo que, seguramente, haría reaccionar al electorado israelí. Al mismo tiempo, pídales a los países europeos que hagan otro tanto con las autoridades palestinas: que cesen de ayudarlas mientras no se entiendan con los israelíes.

b) Inste a los mandalluvias de la región a que arreglen sus diferendos por sí mismos y a la mayor brevedad. Si este llamado fuera desoído en el término de tres meses, instruya al embajador norteamericano en las Naciones Unidas para que proponga en el Consejo de Seguridad el diseño de un plan de desarme de toda la región (Israel, Palestina, Líbano y Siria), cuyo cumplimiento sería vigilado por cascos azules. Ellos actuarían como tropas de ocupación y no como meros veedores, testigos impotentes de crímenes de guerra, como ocurrió en las invasiones israelíes al Líbano y durante la guerra civil de Ruanda.

c) Este desarme incluiría la destrucción de las 200 o más bombas nucleares israelíes, la conversión de la planta nuclear de Dimona en una usina de energía nuclear, la transformación de las fuerzas armadas de los cuatro países en otras tantas gendarmerías o guardias territoriales, la destrucción de todas las armas ofensivas (cañones, ametralladoras, tanques, aviones y helicópteros de combate, etc.) y el embargo de armas destinadas a países u organizaciones de la región. Tanto el diseño como la ejecución de dicho plan de desarme estarían a cargo de las Naciones Unidas, en consulta con los cuatro países afectados. La ONU ocuparía militarmente esa región hasta que se pacificara por entero. Hasta que emerja una generación de jóvenes deseosos de vivir normalmente en lugar de morir en aras de las fantasías de sus abuelos.

Finalmente, me permito darle algunos consejos sobre política interna.

Primero: bosqueje y someta al Congreso un anteproyecto de ley por el cual se reemplace el actual régimen presidencialista por el parlamentario. El motivo es obvio: el presidencialismo es una forma de dictadura, así como la manera más eficaz de reemplazar técnicos competentes por cortesanos incompetentes. El régimen parlamentario es notoriamente inestable, lo que obliga a entrenar y mantener una burocracia estatal altamente calificada, bien remunerada e inamovible, que haga marchar el aparato del Estado entre crisis parlamentarias. Un ministro que sea a la vez diputado nacional puede ser incompetente o venal, pero no puede hacer mucho daño, porque está asesorado y vigilado por su deputy o delegado, el más alto funcionario de su ministerio, para quien los intereses del Estado tienen prioridad sobre las ambiciones de los políticos de turno.

Segundo: nombre un secretario de Salud Pública con el encargo de estudiar los sistemas de Canadá y Europa Occidental. Ellos aseguran la atención médica gratuita, o casi gratuita, de toda la población. (Esto hizo hace un siglo el gran estadista argentino Joaquín V. González.) En el Tercer Mundo hay un precedente interesante y casi desconocido: el anteproyecto de ley de seguro nacional de salud, que presentó mi padre, el diputado nacional doctor Augusto Bunge, y que ocupa más de mil páginas del Diario de Sesiones, de 1936. (Supongo que el archivo del senador Ted Kennedy conservará la carta que yo le envié al mismo efecto en 1964.)

Tercero: instruya a su secretario de Educación para que averigüe cómo se las arreglan unas veinte naciones, mucho menos ricas y poderosas que los Estados Unidos, para tener escuelas públicas tanto mejores que las norteamericanas, y para ganarles a los EE.UU., año tras año, en las olimpíadas matemáticas. Sospecho que hallarán que, en otras partes, los maestros están mucho mejor preparados y son mucho mejor tratados, que los planes de estudio incluyen la matemática y las ciencias como asignaturas obligatorias y que los estudiantes no son sometidos a exámenes tan frecuentes.

Cuarto: instruya a su secretario de Justicia para que prepare un anteproyecto por el cual se ponga fuera de ley la profesión de lobbista o gestor parlamentario, quien no sólo gestiona tratos preferenciales para corporaciones, sino que redacta ordenanzas e incluso proyectos de ley para favorecerlas a costillas del consumidor. Es obvio que esta profesión es altamente inmoral, ya que su función es hacer privar el interés privado por sobre el público, a la vez que sobornar a legisladores y funcionarios públicos.

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Quinto: estudie los argumentos morales y prácticos contra la pena de muerte, que no es sino un asesinato legalizado. Las estadísticas demuestran que carece de poder persuasivo y que la tasa de criminalidad es mucho mayor en los EE.UU. que en cualquiera de las naciones que han repudiado la pena de muerte. Y una vez persuadido de que la pena capital es un residuo bárbaro, monte usted una campaña para persuadir a los parlamentarios demócratas de que eliminen la pena de muerte.

La puesta en práctica de mis recomendaciones contribuiría a reemplazar la improvisación oportunista propia de la campaña electoral por una planificación racional, a la luz de las ciencias y técnicas sociales. También contribuiría a transformar a su país, de la civilización en ciernes y plutodemocracia que ha sido durante casi dos siglos, en una civilización madura, así como en una auténtica democracia política.

Finalmente, le diré por qué me creo con derecho a darle consejos: no porque sea ducho en política, que no lo soy, sino porque, como todo el mundo, he sido tanto víctima como beneficiario de su país. Es el mismo motivo por el cual mi finado amigo el gran periodista Pepe Ortega Spottorno, fundador del diario El País, dijo que todo el mundo debería poder votar en las elecciones presidenciales norteamericanas, porque sus resultados nos afectan profundamente a todos.

Me despido respetuosa y cordialmente, y con el deseo de que siga siendo Barack Obama, pese a llevar el manto purpúreo, pero apolillado del último emperador del mundo.

Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo argentino de la segunda mitad del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores de la democracia republicana, los derechos humanos y la justicia social y económica, son memorables sus devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis “charlacanista”.

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“Sólo los fanáticos odian a las personas tanto como a las doctrinas”

Mario Bunge

En la comunidad científica la cita es un elemento clave para la difusión y convalidación de los hallazgos. Si buscamos al científico nativo en español más citado de los dos últimos siglos, según el exhaustivo Hall of Fame hecho público recientemente por la Association for the Advancement of Science, el primero que encontramos de una lista encabezada por Bertrand Russell, Charles Darwin y Albert Einstein es al también filósofo escéptico y apasionado racionalista argentino Mario Bunge (Buenos Aires, 1919). En Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli) Bunge, de cuya extensísima producción intelectual dan cuenta medio centenar de libros escritos, recopila sus textos fundamentales sobre las pseudociencias y presenta una apología irrenunciable de la ciencia. Y una vacuna contra los timos que nos infectan a diario: pulseras energéticas, babas de caracol rejuvenecedoras, horóscopos, cátedras homeopáticas en universidades, supercuerdas…

¿Por qué la filosofía? -Stephen Hawking dispensa en su último libro sendas necrológicas de la religión y de la filosofía. ¿Por qué usted, reconocido ateo, se niega a dejar de ser filósofo por mor de ser científico?

-Los filósofos se plantean problemas mucho más generales que los científicos. Por ejemplo, qué es la materia, en lugar de preguntarse sobre las propiedades del agua o de la llamada materia oscura. Y se permiten poner en duda algunas especulaciones de los científicos, tales como las de Hawking sobre el mal llamado origen del universo, que en realidad es el origen de la expansión del universo. Análogamente, los filósofos de la mente se preguntan sobre la naturaleza de los procesos mentales en general, en lugar de averiguar, por ejemplo, cómo interactúa el órgano del conocimiento -la corteza cerebral- con el de la emoción -el llamado sistema límbico”.

- Las pseudociencias son un timo, pero, ¿no suele el “timador” aprovecharse de la avaricia del timado? - Los chamanes y psicoanalistas no recurren a la avaricia sino al deseo de comprender la vida sin estudiarla seriamente. Como dijo Borges, los psicoanalistas explotan el narcisismo, en particular el concreto deseo de que alguien ajeno se ocupe de nuestros problemas personales.

- Cuando escucha la palabra “energía”, ¿echa mano a la pistola? - Empiezo por preguntar si se trata de una energía especial, tal como la gravitacional o la química, o del concepto general de energía. Si es lo primero, sugiero que se consulte obras científicas; si lo segundo, observo que el concepto general de energía pertenece a la ontología,

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donde puede definirse como la capacidad de cambiar. De esto trata un capítulo de mi próximo libro, Filosofías y fobosofías.

- ¿Y cuando alguien se justifica “es que los Capricornio somos así…”? - Tengo la suerte de que rara vez me topo con creyentes en la astrología. Supongo que ésta es

una de las ventajas de los que nacimos bajo el signo de Virgo. ( )

- ¿Que un farmacéutico venda homeopatía es como si un arquitecto edificara sin materiales?

- Buena analogía. Desgraciadamente, la enorme mayoría de los creyentes en la homeopatía no saben que algunas de las diluciones que les venden como fármacos homeopáticos son del

orden de una molécula por galaxia ( ), lo que las hace totalmente ineficaces.

En la atiborrada pasarela de las pseudociencias hay estrellas que despuntan. Y no es fácil estar al día de las que más se llevan.“Depende del país. En Argentina todas prosperan por igual. En México, el chamanismo herborístico. Y en los Estados Unidos, la teoría económica estándar”.

- ¿Y cuál es la pseudociencia más peligrosa? - La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.

- ¿Y la más extravagante? - La llamada psicología evolutiva, que pretende explicar todo lo social en terminos biológicos imaginarios, tales como el deseo de todo hombre de difundir al máximo sus genes.

Mario Bunge se doctoró en ciencias físico-matemáticas en la Universidad de la Plata en 1952. Allí y en Buenos Aires impartió física teórica y filosofía hasta que dio el portazo a la Argentina peronista en 1963. Tras enseñar en México, Estados Unidos y Alemania se instaló definitivamente en Montreal (Canadá) donde obtuvo la cátedra Frothingam de Lógica y Metafísica de la Universidad McGill. Su carrera, sancionada por 16 doctorados Honoris causa y por el premio Príncipe de Asturias en 1982, admite escasos parangones.

Pseudociencias en expansión Siempre acompañaron a sus investigaciones la atención perenne a los fraudes pseudocientíficos, cuya expansión metastásica hoy considera Bunge un hecho. Lo demuestra con una impagable lista de ejemplos:

“El determinismo genético de Dawkins, Pinker y Chomsky es más popular que nunca; un número creciente de físicos defiende que los ladrillos últimos del universo son los bits o unidades de información; muchos cosmólogos eminentes sostienen que el universo salió de la nada; la multimillonaria Templeton Foundation, cuya misión es unir la religión con la ciencia, acaba de concluir un acuerdo con la American Association for the Advancement of Science por el cual van a patrocinar juntos reuniones y seminarios sobre religión, ética y ciencia; hace dos

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décadas las universidades norteamericanas ofrecían unos pocos cursos sobre ciencia y religión, pero hoy son más de 1.000; la Food and Drug Administration, que está a cargo de la salud pública, tolera que miles de estafadores prometan por Internet curar enfermedades que la medicina aún no puede curar…”

Guerra al psicoanálisis El también filósofo Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930) al que su compatriota Bunge sólo reprocha que “se meta con el fútbol porque no le gusta y nunca lo jugó” [en referencia al libro de Sebreli La Era del fútbol, 1998] es otro gran pensador de nacionalidad argentina que comparte con el entrevistado un enemigo especialmente conspicuo y peligroso en su país de origen: el psicoanálisis.

Si Sebreli, crítico irredento de los mitos modernos, ha tachado al psicoanálisis de “irracionalista”, “moda” y “onerosa terapia interminable” (El Cultural, 27/12/2007), Bunge no es más taimado en su último libro: “El psicoanálisis viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina. [...] No está cualificado para considerarse una ciencia. Contrariamente a la creencia general, no es siquiera una ciencia fallida, puesto que prescinde del método científico e ignora los contraejemplos. Se trata simplemente de charlatanería psicológica”.

- ¿Y la legión de psicoanalistas argentinos no ha pedido la revocación de su nacionalidad? - Todavía no, pero no me sorprendería que un día lo hagan.

- ¿Cómo sobrelleva un escéptico el martirio de pegarse día a día con todo el mundo?

- Muy bien, sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas( ). Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.

- Dice usted que una de las pseudociencias con más adeptos hoy -entre científicos como Richard Dawkins- es el determinismo genético. ¿Cuál es su falla? - Lo que pasa es que Dawkins no es un científico sino un divulgador. Peor, la genética que difunde no es la científica sino su versión personal de la misma. Además, jamás se tomó la molestia de aprender el Abecé de la psicología, que muestra que nuestros procesos mentales están fuertemente influidos por el entorno social, como señalan los estudios serios sobre gemelos “idénticos” criados en hogares de clases sociales y ocupaciones muy diferentes (no estoy de acuerdo con Bunge, me parece que no leyo con atención a Dawkins... en ningun momento niega la importancia de lo cultural en el hombre).

Únicos socialistas españoles

- Que los fraudes se invistan de ropajes científicos, ¿no rinde un homenaje al poder y legitimidad de la ciencia hoy? - Efectivamente. En política sucede algo parecido: suele oprimirse o explotarse a la gente en nombre de la libertad (neoliberalismo) o de la igualdad (comunismo).

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- Ni comunismo ni “neoliberalismo” son teorías científicas de la sociedad. ¿Cuál lo sería? - Distingamos teoría política de ideología política. Encontrará bastante de ambas en mi Filosofia política (Gedisa, 2009). En particular, verá que, aunque prefiero la socialdemocracia a sus alternativas, propongo otra, a saber, el socialismo cooperativista, que aún no ha sido ensayado a escala nacional. Pero ya lo entrevieron los dos únicos auténticos socialistas que ha parido España: Louis Blanc (quien floreció en París aunque nació en Madrid) y el jesuita vasco Jose María Arizmendiarreta, cofundador de Mondragón.

- ¿Por qué la mayoría de los escépticos es de izquierdas? ¿No son también, tanto la izquierda como la derecha, supercherías a extinguir?[b] - Creo que eso ocurrió entre la Ilustración y la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de los marxistas ortodoxos, que eran dogmáticos y se decían de izquierda. Desde 1945, la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y, en particular, anticientífico.

[b]- Chesterton decía que cuando dejamos de creer en Dios empezamos a creer en cualquier cosa. ¿No erigió el catolicismo una suerte de defensa contra fraudes new age?

Competir por las almas - Lo dudo, porque las supercherías postmodernas emergieron mucho después de Chesterton. Lo que es cierto es que el catolicismo ortodoxo se opone a las demás supersticiones porque compite con ellas por nuestras “almas”. Pero también combate a las filosofías procientíficas, en particular las materialistas. Muchos filósofos católicos comparten y difunden las ideas de Popper porque éste creía en la mente inmaterial.

- Señala que la difusión de la superstición es un fenómeno psicosocial que debería ser sometido a investigación científica. ¿Cuál es su diagnóstico? - No lo sé. Los expertos en manipulación de la opinión pública -en materia comercial y científica- son más numerosos que los investigadores de los mecanismos psicosociales involucrados en la credulidad.

- Si las supersticiones infectan las mentes tal que virus, ¿qué nos vacunaría contra ellas? - La única vacuna eficaz es una combinación de educación científica con reflexión filosófica. La primera no basta, como lo muestra el caso de eminentes científicos que han creído en la parapsicología, la homeopatía y otras yerbas. Tampoco basta la filosofía, ya que está llena de supersticiones, tales como las del alma inmaterial y el conocimiento intuitivo y a priori.

[b]Al final de la charla, cuando el periodista pregunta al filósofo por su particular pseudociencia biográfica, la idea defendida antaño de la que más se avergüenza, la respuesta, parca y exacta, tampoco tarda en llegar:[b] - La dialéctica de Hegel y sus discípulos marxistas.

Un escéptico contra los espejismos más peligrosos que la superstición José Antonio López Guerrero

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Tal y como se afirma popularmente, Mario Bunge, que a sus 91 años continúa siendo uno de los filósofos y realistas científicos más activos de nuestro tiempo, “lo puede decir más alto, pero no más claro”. En su libro Las pseudociencias ¡vaya timo!, de la editorial Laetoli, este porteño universal, premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 1982 carga magistralmente contra las denominadas pseudociencias, entre las que se encontrarían, según Bunge, no solo la homeopatía -que a pesar de tener bases científicas más que dudosas cuenta hasta con un hospital y una cátedra universitaria en nuestro país- o la pantomima astrológica -con idéntica y nula base científica que la anterior-, sino también otros ámbitos culturales como el psicoanálisis o, y cito textualmente “los espejismos políticos, mucho más peligrosos que cualquier superstición”. Y posteriormente añade: “Argüiré que, aunque en materia política todos somos tuertos, más vale que el ojo vidente sea escéptico”. Libro fresco, atemporal, que busca la desmitificación intelectual -no siempre pacífica- de aquellas corrientes del devenir humano que no puedan ser verificadas con el magisterio de la ciencia.

En este sentido, debo añadir que la desmitificación de muchas pseudociencias -aunque se podría debatir intensa y extensamente sobre qué corrientes culturalmente evolutivas incluir bajo este paraguas- es un trabajo arduo, nada banal. De hecho,incluso en aquellos temas grotescamente alejados del proceder científico, muchos ciudadanos no lo tienen nada claro. Según un estudio reciente del eurobarómetro sobre las fronteras de la ciencia realizado en el continente europeo, más de la mitad de los encuestados consideraron que la astrología les parecía una disciplina bastante científica. Así, alguien podría considerar a Rappel y sus colegas del horóscopo dominguero “muy” o “bastante” científicos. Según describe Mario Bunge -introduciéndonos de lleno en la filosofía de la ciencia que impregna su libro- “el oscurantismo es, en el mejor de los casos, una forma de escapismo; en el peor de ellos, una cortina de humo y un instrumento de opresión. ¡Larga vida a la Ilustración!” a lo que yo añadiría, “a la Ilustración científicamente verificable, si no cuantificable”.

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Mario Bunge y el Psicoanálisis

Con total desparpajo y lejos de ponerse colorado, el "filósofo" Mario Bunge afirmó al diario Perfil (4/4) la necesidad de "...cerrar la Facultad de Psicología" ya que "...no cumple sus funciones, no enseña psicología". Para no quedarse corto en palabras, el histórico enemigo del psicoanálisis y del marxismo (gran parte de su obra ha tratado de demostrar lo "pseudocientífico" de ambas corrientes) propuso como solución "despedir a todos sus profesores... e invitar al país a psicólogos auténticos a enseñar durante meses y, al mismo tiempo, enviar becarios. Así, en veinte años habrá un núcleo con masa auténtica para que haya investigadores en el país".

Lejos está en las acartonadas erudiciones de Bunge sondear sobre la situación que los trabajadores docentes -profesores y auxiliares- de la Facultad de Psicología (y de prácticamente todas las universidades nacionales) atraviesan en términos materiales para los espacios de transimisión e investigación, frente a la proliferación de la miseria salarial y el trabajo "ad honorem"; salvo, claro está, para las camarillas profesorales que mantienen sus privilegios, esas mismas en las que en reiteradas oportunidades el nonagenario epistemólogo reivindica en nombre de la "cientificidad".

Bunge insiste en reivindicar como novedoso el principio positivista de la ciencia reducido al estudio de "lo observable" en el campo de la empiria, algo que ya lleva más de 200 años. Eso sí, agregándole el prefijo "neo" (positivismo) parece más aggiornado.

La postura reaccionaria de Bunge se condice con la promoción de las terapias "cortoplacistas" ofertadas por pre-pagas y laboratorios; con una supina ignoracia, asombrosa en el campo clínico y epidemiológico, afirma que "los individuos con trastornos mentales no son curados (por el psicoanálisis). En algunos casos, la depresión grave, si no se trata a tiempo y eficazmente con píldoras y terapia cognitiva, puede llevar al suicidio".

No es casualidad que Bunge compulsivamente presente una lucha a muerte contra dos disciplinas (el psicoanálisis y el marxismo) que cada una desde su experiencia presenta un sujeto no determinado de manera directa por su voluntad consciente. Mejor así para el "pensador" de marras, un individuo es "observable" y observado como una máquina que ingresa datos (Input), los almacena y los procesa (Output), algo que se llevaría de maravillas con su apreciada teoría cognitiva.

Para cerrar el combo, Bunge termina por denostar la enseñanza de "Freud, Melanie Klein y Jacques Lacan". La fórmula cierra: despido de profesores, proscripción del psicoanálisis, pastilla y órdenes de "qué hacer" al sujeto (Input) que padece. Dos gotas de agua con la "limpieza" realizada por el régimen nazi y cuanta dictadura militar pululó en los claustros académicos y científicos.

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Mario Bunge: Los médicos tienen que aprender de las ciencias sociales

El diagnóstico médico es un problema inverso, parecido al que afronta el ingeniero

La medicina no se ha convertido en una rama de la biología, sino que se ha hecho científica, explica en la siguiente entrevista el filósofo Mario Bunge. Hoy día, gracias al conocimiento (aún parcial) de los mecanismos patológicos, el médico puede actuar directamente sobre ellos. Añade Bunge que casi todos los médicos (y filósofos) ignoran que el problema del diagnóstico médico es un “problema inverso”, parecido al que afronta el ingeniero a quien se le pide que diseñe un artefacto que tenga tales y cuales funciones. Concluye que los médicos tienen algo que aprender de las ciencias sociales. Por Daniel Flichtentrei.

Mario Bunge. Foto: Daniel Flichtentrei. Mario Bunge (21 Septiembre, 1919, Buenos Aires), es un físico, filósofo de la ciencia y humanista argentino; defensor del realismo científico y de la filosofía exacta. Es conocido por expresar públicamente su postura contraria a las pseudociencias, entre las que incluye al psicoanálisis, la homeopatía y la microeconomía neoclásica (u ortodoxa), además de sus críticas contra corrientes filosóficas como el existencialismo, la fenomenología, el posmodernismo, la hermenéutica y el feminismo filosófico. Es autor de 80 libros y de más de 450 artículos sobre temas de física teórica, matemáticas aplicadas, teoría de sistemas, sociología matemática, epistemología, semántica, ontología, axiología, ética, política científica, etc. Esta entrevista ha sido concedida con motivo de la conferencia que Mario Bunge impartirá en Argentina, el lunes 22 de Noviembre, en la Academia Nacional de Medicina, sobre el tema ¿Qué es la medicina? ¿Ciencia, técnica o multidisciplina?.

¿Percibe usted el riesgo de que la medicina se transforme en una rama de la biología?

No creo que la medicina propiamente se haya convertido en una rama de la biología. Se ha hecho científica, que no es lo mismo que hacerse ciencia. Lo mismo pasó con las ingenierías. No cambió la meta, que es tratar enfermos y en lo posible curarlos. Lo que cambió es el procedimiento para alcanzar esta meta: antes de hacerse científica, la medicina era puramente empírica. Por consiguiente, desconocía los mecanismos patológicos y, al no conocerlos, se limitaba a la observación de síntomas. Hoy día, gracias al conocimiento (aún parcial) de los mecanismos, el médico puede actuar

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directamente sobre ellos. Por ejemplo, lejos de contentarse con observar que un paciente tiene fiebre, el médico conjetura que ésta ha sido causada por una infección debida, ya a bacterias, ya a virus. Y si el análisis microbiológico revela que, en efecto, el paciente tiene una tasa excesiva de bacterias, el médico tiene una buena razón para recetar antibióticos.

¿Qué papel le atribuye usted a las habilidades comunicativas, empáticas y humanas en un médico?

El buen médico, tanto como el buen maestro, debe ser empático y un buen comunicador, como lo fue el famoso médico canadiense William Osler (McGill, Johns Hopkins, Harvard y Oxford). Desgraciadamente, en la actualidad casi todos los médicos están obligados a llenar tantos formularios y apenas tienen tiempo para mirar a sus enfermos, auscultarlos, palparlos, preguntarles, etc.

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¿Qué tipo de formación debería tener un médico para distinguir el conocimiento válido del inválido?

El médico debiera saber la importancia de las hipótesis y de las pruebas experimentales, así como de los razonamientos válidos. Desgraciadamente, las facultades de medicina atiborran a los estudiantes con datos, no les hacen hacer experimentos, ni los habitúan a discutir hipótesis. En particular, casi todos los médicos (y filósofos) ignoran que el problema del diagnóstico médico es un “problema inverso”, parecido al que afronta el ingeniero a quien se le pide que diseñe un artefacto que tenga tales y cuales funciones. En efecto, el médico, en particular el que hace medicina interna, se enfrenta con una caja negra. Ve los síntomas o productos, pregunta por algunos estímulos (p. ej., lo que comió el paciente), y tiene que hacer múltiples conjeturas sobre los posibles mecanismos que relacionan insumos con productos. Finalmente, tiene que poner a prueba tales conjeturas, tanto con pruebas como con tratamientos. (El tratamiento médico, a diferencia de los procedimientos en otras disciplinas, tiene dos funciones: intentar curar y poner a prueba las hipótesis que lo motivan.)

¿Qué barreras obstaculizan el diálogo entre médicos, científicos básicos y de las ciencias sociales?

Los obstáculos al diálogo de los médicos con los demás expertos son de varios tipos. Barreras profesionales: escasez de tiempo, arrogancia y la especialización excesiva.

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Barreras filosóficas: credulidad (en terapias no comprobadas); idealismo (p. ej., creencia en la acción del alma inmaterial sobre el cuerpo); apriorismo (p. ej., uso de la estadística bayesiana); biologismo (ignorancia de las circunstancias sociales del paciente); el sociologismo (la sociedad es la enferma, como sostenían los anti-psiquiatras).

¿Cree Ud. que los médicos tienen algo que aprender de las ciencias sociales?

Sí, varias cosas. Primera: hay, como ya lo había hecho notar un médico árabe medieval, enfermedades de rico y enfermedades de pobre. Segundo, el estrés social (en particular el causado por la organización jerárquica del trabajo) enferma, como lo mostraron los famosos estudios Whitehall. Tercero, la medicina individual no ha sido la causa más importante de la reducción de la morbilidad y de la mortalidad a casi la mitad en el curso del último siglo, como lo mostraron estudios epidemiológicos. Las principales causas son las obras sanitarias (cloacas y agua potable), las vacunas y el estado de bienestar. Por esto floreció la higiene social en Argentina entre 1980 y 1910, y por el mismo motivo la British Medical Association, contrariamente a su contraparte norteamericana, siempre ha defendido la llamada medicina socializada.

¿A qué cree usted que se debe que quienes lo critican supongan que el modelo que usted propone anula la subjetividad de las personas que padecen? ¿Se considera usted un positivista fundamentalista?

Los calificativos despreciativos que me han endilgado en mi país, aunque no en el resto del mundo, se deben a la ignorancia de mis publicaciones, así como a la ignorancia del positivismo, al que yo he criticado toda mi vida. Yo soy cientificista pero antipositivista, porque el positivismo es anti-realista y antimetafísico.

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La filosofía política no es un lujo

Mario Bunge Para LA NACION

Lunes 29 de junio de 2009 | Publicado en edición impresa

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¿Qué es la filosofía política? Es la rama de la filosofía que sopesa los méritos y defectos de los distintos órdenes politícos, tales como el liberal, el democrático, el socialdemocrático y el fascista. El filósofo político nos dice qué regímenes favorecen los intereses de las mayorías y cuáles los de las minorías; qué gobiernos protegen los derechos y cuáles los restringen; qué tipos de Estado promueven el progreso y cuáles lo obstaculizan.

Además, y por esto hace filosofía antes que ideología, el filósofo político procura dar argumentos racionales, en lugar de ¡vivas! y ¡muertes!, en favor o en contra de los distintos órdenes sociales. Por ejemplo, nos dirá que la libertad incontrolada del individuo es tan enemiga de la democracia como la opresión, porque supone que no hay valores sociales y que todo está en venta. O nos dirá que la libertad y la democracia vienen de abajo, no de arriba, ya que el privilegio es enemigo de la libertad y de la igualdad.

¿Para qué sirve la filosofía política? Unas veces para bien, otras para mal y otras más para nada. Veamos algunos ejemplos. El liberalismo político nació en el cerebro de

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John Locke, el gran filósofo del siglo XVI. Según Karl Popper, el fascismo fue concebido por Hegel, mientras que Isaiah Berlin lo hace nacer en el cerebro de Joseph de Maistre. El filósofo y economista John Stuart Mill defendió el socialismo democrático, en tanto que su homólogo Karl Marx abogó por el socialismo dictatorial. Nietzsche, Gentile y Heidegger fueron fascistas, mientras que Engels y Antonio Labriola abogaron por el socialismo marxista. Benedetto Croce fue liberal, pero no democrático, mientras que Norberto Bobbio osciló entre el liberalismo y el socialismo. Carl Schmitt y Leo Strauss se inspiraron en Platón, Nietzsche y Heidegger, y el primero fue militante nazi, mientras que el segundo fue profesor de algunos de los asesores más siniestros del presidente George W. Bush.

Por el contrario, John Rawls combinó el liberalismo político con el socialismo estatal, mientras que Ronald Dworkin hace filosofía liberal limitada al ámbito jurídico. Pero es verdad que la mayoría de los filósofos políticos han sido inanes, por haberse limitado a comentar ideas políticas de otros.

Los filósofos políticos contemporáneos creen poder desligar las ideas políticas de una concepción del mundo. Sin embargo, toda concepción de la política presupone una concepción del mundo. Por ejemplo, si todo dependiera primordialmente de las ideas y nada de los intereses materiales, la acción política se reduciría a hablar y escribir. Si estamos sometidos a la voluntad de Dios, la oración será más eficaz que la acción. Si la naturaleza humana es invariable, las reformas sociales serán inútiles. Pero si, en cambio, somos cambiantes, no debemos diseñar sociedades rígidas, por perfectas que nos parezcan ahora.

Sólo unos pocos filósofos, en particular Platón, Aristóteles, Locke, Hegel y Marx, ubicaron sus ideas políticas en amplios sistemas filosóficos. Pero algunos de esos sistemas fueron incoherentes. Por ejemplo, Marx no advirtió que el igualitarismo es incompatible con la dictadura del proletariado; casi todos los filósofos políticos fueron indiferentes a la dependencia de la mujer, y a ninguno de los héroes del liberalismo le interesó la suerte del Tercer Mundo.

A mi juicio, lo más importante no es la obra de tal o cual filósofo político, sino el hecho de que la plataforma de cualquier movimiento político es una declaración de principios filosóficos. Este partido proclamará la prioridad de la libertad, aquél el de la igualdad; este otro sostendrá el primado de la democracia, y aquél el de la justicia social; uno será laico y otro religioso; éste da prioridad a la eliminación de la pobreza, aquél a la libertad de empresa. Recordemos un par de ejemplos de actualidad.

Cuando se anunció la crisis económica actual, el superbanquero norteamericano Alan Greenspan se declaró sorprendido porque la filosofía política que había aprendido de su mentora, la novelista y filósofa pop Ayn Rand, afirmaba que el capitalismo es el orden social natural, ya que responde al egoísmo propio de la naturaleza humana. (Obviamente, nunca trabajó en una asociaciación voluntaria.) A comienzos de 2009, Greenspan tuvo la honestidad de admitir que se había equivocado; pero persitió en su creencia de que la situación actual se repetirá indefinidamente debido a las incorregibles fallas humanas.

En otras palabras, recurrió al mismo argumento de los estalinistas: el sistema es perfecto, pero los encargados de mantenerlo son imperfectos, de modo que, cuando

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fallan, merecen ser destruidos. ¿Cómo sabemos que el sistema actual es perfecto? Porque lo afirmó una profetisa. Y ¿cómo sabemos que todos los seres humanos son egoístas? Porque lo aseguró otro profeta.

Poco después de anunciarse la crisis actual, los presidentes Bush y Sarkozy y los primeros ministros Brown y Merkel anunciaron el fin del laissez-faire y el comienzo de una política de salvataje. Esta consiste en sacarles dinero a los pobres contribuyentes para dárselo a las grandes corporaciones en peligro de bancarrota. La derecha de la derecha norteamericana puso el grito en el cielo: declaró que el llamado "paquete de estímulo" votado por el Parlamento era socialismo.

Esta protesta puso en evidencia que esos ultraderechistas no conocen el abecé de la filosofía política. En efecto: el socialismo propone la socialización de la esfera pública, mientras que las medidas de emergencia adoptadas por casi todos los gobiernos consisten en salvar el sistema a costillas del pueblo, en socializar las pérdidas y privatizar las ganancias, como hubiera dicho Garrett Hardin. Es verdad que la nacionalización de algunos bancos, que se efectuó en Gran Bretaña y se amenazó en los Estados Unidos huele a socialismo, pero solamente a las narices que no distinguen el socialismo del estatismo, ni, por lo tanto, el socialismo del estalinismo.

La filosofía política estudia las ideologías sociales, pero no se limita a ellas. También estudia el sistema político como componente de la sociedad. En particular, estudia los intereses privados y los sentimientos morales que mantienen o alteran un orden político dado, así como los derechos y deberes del ciudadano en los distintos sistemas políticos. Pone particular interés en la justicia como equilibro entre derechos y cargas sociales, e investiga la cuestión de si la justicia social es una meta alcanzable o un espejismo.

Una filosofía política amplia reconocerá que la política no se limita a la lucha por el poder, sino que incluye la gobernanza y los problemas técnicos y políticos que ésta plantea. En particular, el filósofo político a tono con su tiempo indaga la posibilidad de la gobernanza científica, o sea, planeada y ejecutada a la luz de las ciencias sociales antes que de la oportunidad política del momento.

En particular, el filósofo político debe reconocer que la protección del medio ambiente requiere medidas que limiten la propiedad privada y, por lo tanto, susciten la resistencia de quienes la poseen. Y debe saber que la Revolución Verde y, en general, el uso de organismos modificados genéticamente, aumenta tanto el rendimiento de las cosechas como las diferencias entre las empresas agrícolas y los campesinos pobres. O sea: el filósofo político tendrá que examinar los efectos de todo tipo que causen los insumos científicos y tecnológicos al Estado.

Si el filósofo político es favorable a la mejora de la calidad de vida, deberá empezar por averiguar cómo se la mide. Si un economista le dice que la mejor tabla de medida es el Producto Bruto Interno, un socioeconomista le informará que la riqueza total no basta, que también hay que saber cómo se distribuye, ya que hay naciones, tales como Arabia Saudita, que tienen un enorme PBI, pero donde la mayoría vive mal, y hay otras, como Costa Rica, donde son pobres, pero donde la gente vive mucho mejor y más.

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Por este motivo, las Naciones Unidas propusieron medir la calidad de vida por el índice de desarrollo humano, que promedia tres variables: salud, ingreso per cápita y educación.

Pero aquí faltan dos variables: desigualdad de ingresos y sostenibilidad ecosocial. La sostenibilidad importa si se admite que somos responsables de nuestra descendencia. Y la desigualdad también importa porque, cuando es pronunciada, es causa de conflictos sociales y daña la salud aún más que la pobreza absoluta. Por este motivo, es preciso ampliar el índice de la ONU agregándole indicadores de desigualdad y de sostenibilidad.

A este índice ampliado me refiero en el libro Filosofía política (Gedisa, 2009), donde examino también la posibilidad de ampliar la democracia del terreno político a los demás terrenos pertinentes: la administración de la riqueza, el entorno natural y la cultura. Vuelvo a sugerir, como hace dos décadas -en el octavo tomo de Tratado de filosofía - una alternativa tanto al capitalismo en crisis como al socialismo dictatorial. Esa alternativa es la democracia integral: igualdad de acceso a las riquezas naturales, igualdad de sexos y razas, igualdad de oportunidades económicas y culturales y participación popular en la gerencia de los bienes comunes.

En definitiva: la filosofía política no es un lujo, sino una necesidad, ya que se la necesita para entender la actualidad política y, sobre todo, para pensar un futuro mejor. Pero para que preste semejante servicio la filosofía política deberá formar parte de un sistema coherente al que también pertenezcan una teoría realista del conocimiento, una ética humanista y una visión del mundo acorde con la ciencia y la técnica contemporáneas.

La sociedad moderna es demasiado complicada y frágil para que siga en manos de políticos ignorantes de las ciencias sociales y secuaces de filosofías políticas apolilladas.

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POSITIVISMO Y SOCIALISMO

 

LA EDUCACIÓN COMO INSTRUMENTO DE ELEVACIÓN SOCIAL

Es interesante mostrar cómo un buen grupo de los positivistas argentinos, especialmente los que siguieron la influencia de la Escuela de Paraná, se orienta hacia el socialismo. Del mismo positivismo van a deducir los postulados para establecer la justicia social en la Argentina. Desde luego, no siguen al comunismo. Éste les parece una solución extrema que puede ser evitada. Un mal no necesario. Algunos, como José Ingenieros y Juan B. Justo, hacen la revisión del marxismo combinándolo con el positivismo de Spencer. Otros encuentran en Comte presupuestos de justicia social menos violentos que en los deducidos por la filosofía marxista.

Una de las soluciones al problema social que plantea la lucha de clases la encuentran en la elevación del nivel educativo del trabajador. Tal intentó hacer Pedro Scalabrini en la Escuela Normal Popular de Esquina, que es puesta a su cargo. De esta escuela nos dice Víctor Mercante: “¡Qué hermoso ideal democrático, un obrero ilustrado, con todas las idealidades de la vida, un obrero que sepa conservar la salud y evitar las enfermedades, que sepa hablar, leer y escribir correctamente, que sepa sentir y utilizar los hechos y las leyes de orden material, vital y humano, un obrero que, en fin, sepa cumplir los deberes de la vida” (Mercante 1917). En esta escuela se diploman en oficios como se diploman en profesiones: “mucamas, niñeras, lavanderas, agricultores, carpinteros, herreros, sastres, zapateros”. Ahora bien, “transformar la educación en profesión para los niños o niñas que terminan sus estudios en la Escuela Popular, con su diploma correspondiente, que tiene, según mi modo de pensar, un gran valor permanente, porque ennoblece la profesión como la del médico, del ingeniero, del abogado, del maestro, del dentista, comprueba su preparación general y especial y señala a sus alumnos un rumbo fijo, una destinación práctica, en armonía con sus inclinaciones y aptitudes conocidas y reconocidas de acuerdo con sus padres o tutores”. Lo importante es dignificar el trabajo más humilde, darle la categoría que le corresponde en la sociedad. “La Escuela Popular está muy cerca de este ideal. Desde luego se rinde homenaje al trabajo productor y moralizador; a sus ojos la lavandera de Esquina y el emperador de Alemania son igualmente responsables, si cumplen dignamente los deberes de su profesión” (Mercante 1917).

Manuel A. Bermudes, del grupo de positivistas de la Escuela de Paraná, en un artículo titulado “Educación y socialismo”, hacía la defensa de los derechos del obrero a la ilustración. “La ignorancia —decía— no puede ser fuente de felicidad” (Bermudes 1897), oponiéndose en esta forma a quienes aseguraban que la difusión de las primeras letras era una crueldad. “No es la instrucción la que causa males en la sociedad, sino la falsa dirección moral que se imprime al espíritu”. Todas las masas siguen a sus jefes, “pero un pueblo ilustrado tendrá buen sentido para elegir o inclinarse hacia el mejor candidato, y ésta es ya una ventaja apreciable”. Es falso que sea una irritante injusticia la difusión de las primeras letras. Todo lo contrario. “El que llega a comprender su

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situación, siendo pobre, no se alarmará porque haya ricos, ni renegará de su choza humilde ni de sus rústicos padres”. El reconocimiento de la existencia de otras realidades, además de la propia, no implica necesariamente la infelicidad. La educación, por el contrario, ayuda al individuo a conocer el lugar social que le corresponde y a que se haga responsable de él. Conociéndolo “tenderá a perfeccionarse y a elevarse” (Bermudes 1897).

Se dice que el humilde tiende a ser necesariamente un delincuente; pero no hay tal. “Esa clase mal llamada superior, que pervierte sus instintos en orgías, que se eleva sin justicia y muchas veces contra ella, ésa es la clase peor, la más peligrosa; pero a la que el pueblo no conoce, porque no se le quiere dar el beneficio humano de instruirlo para conocerla. No, instrucción no puede negarse a nadie, porque ella es necesaria para la acción, para conocer a los demás y para elevarse, siquiera sea por ese medio, sobre el nivel de los animales”. Ya han pasado los tiempos en que la ignorancia era indispensable para afianzar la dominación, sigue diciendo Bermudes: “hoy no dominan los perversos, aprovechándose de la pobreza intelectual de las masas; hoy se gobernará con el alma levantada y tendrá más autoridad y será más seguido el hombre bueno que el pillo [...] y para eso es necesaria la educación, para que el pueblo sepa distinguir”. La educación no es la fuente de los odios de clases. “La instrucción no puede hacer nacer odios. La revolución social a que asistimos no es producto del odio de los pobres, sino de las injusticias de los ricos. Es verdad —agrega— que nuestras escuelas pierden el tiempo lastimosamente enseñando muchas cosas estériles, inútiles y hasta perjudiciales; pero de allí no puede deducirse la inutilidad de la instrucción, sino la necesidad de su reforma, de acuerdo con el ambiente y las exigencias del momento” (Bermudes 1897).

 

COMTISMO Y SOCIALISMO

J. Alfredo Ferreira, al terminar su “Síntesis de la política positiva de Comte”, mostraba también las relaciones del positivismo comtiano con el socialismo, encontrando en ellas una mejor solución al problema social que la ofrecida por el comunismo. “La utopía del comunismo —decía— ha sido útil, sin embargo, porque ha convencido a los proletarios de que la propiedad les importa más que el poder”. El comunismo, con todos sus extremos, ha logrado despertar la atención del trabajador haciéndole preocuparse por sus propios problemas. “Deben apreciarse los nobles sentimientos del comunismo, pero no sus vanas teorías utópicas [...] el positivismo resolverá mejor que el comunismo la cuestión social”. Los proletarios, al aceptar “la feliz expresión de socialismo, han aceptado el problema de los comunistas y rechazado su solución” (Ferreira 1899).

El positivismo ya toma en cuenta estos problemas sociales y les ofrece una solución conciliatoria. “La propiedad —sigue diciendo Ferreira— tiene origen y objeto social: es un principio comunista que el positivismo sistematiza. La propiedad no es una individualidad absoluta como derecho de usar y abusar”. En este aspecto, “la diferencia principal entre el positivismo y el comunismo se refiere a la separación normal de los poderes elementales. Platón juntaba a la comunidad de bienes la de mujeres e hijos. Nuestros proletarios aceptan sólo la primera. El comunismo desconoce las leyes naturales, pretendiendo comprimir toda individualidad, cuando los dos caracteres fundamentales del organismo colectivo son la separación y el concurso de las funciones” (Ferreira 1899).

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Y en otro lugar, Leopoldo Herrera, del mismo grupo positivista, señalaba las semejanzas y diferencias que existían entre el comtismo y el socialismo. “El positivismo —decía— acepta completamente y hace suyo el principio del destino social de la riqueza; pero mientras el socialismo busca su solución en un régimen donde la ley establece una igualdad obligatoria, el positivismo busca la suya en la constitución de un régimen en que las desigualdades concurran libremente al objeto propuesto, bajo la dirección de una doctrina común que no puede ser hoy sino científica” (Herrera 1916).

Haciendo hincapié en las diferencias, decía: “El socialismo llama en su auxilio a la fuerza del Estado, el positivismo a la opinión. El socialismo aborda el problema de frente; el positivismo rodea el obstáculo. El socialismo trastorna nuestra organización social y espera el progreso de una revolución; el positivismo no trastorna nada, pero siguiendo la ley demostrada por toda la historia, de que el progreso es el desenvolvimiento del orden, quiere que se pida al orden los medios de realizar el progreso”. Simplemente se trata de métodos distintos; los fines son los mismos: la justicia social. La violencia revolucionaria no es el único medio para alcanzar esta justicia; el positivismo posee otros medios. Tal es lo que en conclusión nos dicen los positivistas argentinos que siguen a Comte. “El positivismo es ante todo —dice Leopoldo Herrera— una filosofía social” (Herrera 1916).

José D. Bianchi, en un artículo sobre el mismo problema, decía: “El proyecto socialista se armoniza con la política positiva, aunque el objetivo de su propaganda es directamente social. La doctrina de Comte arranca, en su concepción y aplicación, del gobierno, para responder a todas las necesidades sociales; la teoría socialista, igualmente científica y filosófica, arranca del polo opuesto, de sus víctimas, y se levanta hasta la abstracción del régimen gubernativo. Son dos doctrinas que tienden al mismo fin: reorganización social. Una trata especialmente el factor político; la otra estudia el factor económico”. Ahora bien, agregaba, “el problema social consiste en mejorar esa gran masa sin alterar la economía general. El espíritu científico puede realizar la obra. La política positiva y el socialismo tienden a ello”. Sin embargo, es indudable que, “si no se asegura e independiza la vida material del individuo, su entidad política será lo que es hoy: instrumento utilizable por cualquiera que tenga en sus manos el factor económico”. La filosofía de Comte y el socialismo se complementan. Ambos atacan el mismo problema por diversos puntos. “La doctrina de Comte no podrá ser consecuente con los hechos sin que el socialismo le ofrezca los elementos aptos para la magna obra” (Bianchi 1898).

Y en otro trabajo, titulado “Cuestión social”, se refería ya al darwinismo y a su tesis de la lucha por la vida, en la cual predomina el más fuerte. Para Bianchi el más fuerte es el que sabe unirse en la colectividad. Los individuos más poderosos nunca serán más fuertes que las comunidades bien organizadas. “No hay existencia independiente —afirma—: aparte del encadenamiento orgánico que clasifica Darwin, existe otro plazo y es el de las mutuas ayudas en las luchas de la vida”. De aquí surge la idea de la justicia, base de toda la vida social. En este sentido, “la cruzada socialista no es la campaña de un partido que pugna por detentar el poder en un vaivén de la vida política de las naciones; su intención es profunda y quiere reconstruir el organismo colectivo, invocando la redención del cuerpo y del espíritu que aún no se realiza” (Bianchi 1899).

 

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EL POSITIVISMO INGLÉS Y EL SOCIALISMO ARGENTINO

No sólo la burguesía argentina, al igual que las burguesías que han surgido en otros países hispanoamericanos, ha encontrado en las doctrinas de Spencer y Darwin la mejor justificación teórica de sus intereses, hasta el grado de convertirlas en filosofía oficial; también los socialistas argentinos encontrarán en las mismas la justificación de los propios. Así como la burguesía encontraba en Spencer la justificación de su individualismo y en Darwin la de su predominio sobre los que juzgaba menos aptos, el socialismo argentino encontrará en los mismos la justificación de las luchas de la clase proletaria. Tal será la interpretación que del positivismo inglés harán José Ingenieros y Juan B. Justo.

Dentro de esta interpretación se encuentran algunos trabajos de Carlos Octavio Bunge (1874-1918). En el titulado “La evolución del derecho y la política”, decía: “Hallo en la biología la explicación del proceso igualitario del derecho, que lo es también, naturalmente, de la política, de la moral y de la religión; el igualitarismo utópico es contrario al principio biológico de la especificidad humana”. A continuación exponía la dialéctica conforme a la cual se desarrolla la humanidad: 1) La geografía determina la formación de las razas, o sea la especificidad del género humano. 2) La especificidad humana origina la guerra y la conquista. 3) La conquista produce las clases sociales. 4) Las clases sociales constituyen el Estado. En esta forma “la antigua diferencia étnica se transforma en diferenciación jurídico-política”. Está de acuerdo con el interés de las clases dominadoras mantener esta nueva diferenciación. Para realizar tal cosa pugnan por darle eficacia y fundamentos. “Los fundamentos se cimientan en los sistemas religioso-morales; la eficacia estriba en las normas jurídicas, que se fijan luego en leyes”. El derecho es siempre desigualdad. “La especificidad es tanto mayor cuanto más se sube en la escala animal. El hombre representa el producto más alto de la escala animal. Luego la especificidad es en él mayor que en cualquier género o especie” (Bunge 1918a).

Hasta aquí sigue las conclusiones del positivismo inglés. Pero del mismo va a deducir conclusiones favorables al movimiento de los oprimidos. “Si las razas dominadoras —dice— pudiesen mantener estacionaria su superioridad, la organización social, una vez formada, sería invariable. Las castas o clases quedarían separadas in aeternum; los continuadores continuarán indefinidamente su supremacía política y económica sobre los conquistados. Pero así como la biología nos enseñó que la especificidad es tanto mayor cuanto más complicado sea el organismo, demuéstranos también que todos los organismos, incluso los más complicados, son susceptibles de degeneración”. Los aristócratas, los que detentan el poder, degeneran convirtiéndose en parásitos. En cambio las clases dominadas suelen robustecerse templadas con la actividad y el trabajo continuo. “Varias generaciones de labradores, en circunstancias más o menos favorables, suelen dar un resultado inverso al de las simultáneas generaciones de aristócratas; mientras éstos se deprimen, aquéllos se robustecen” (Bunge 1918a).

Mientras la especificidad mantenga superiores a las castas que mandan, su dominación es justa; se impone por la fatalidad de las leyes biológicas e históricas. No sucede lo mismo “cuando los dominados alcanzan una energía vital mayor que la de sus decadentes conquistadores; entonces la dominación resulta, aunque no todavía injusta, por lo menos irritante. ¡Los inferiores dominan a los superiores! Y éstos, por su instinto animal utilitario, se rebelan; inician una lucha de clases”. El ideal de la lucha de clases

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será la igualdad. A una “aristocracia oprobiosa” se opondrá una “heroica tendencia igualitaria”. En igual forma que “las clases dominadoras inventaron antes el derecho a la desigualdad, las dominadas inventan ahora un derecho a la igualdad. Debido a la degeneración de la tendencia inigualitaria, la tendencia opuesta triunfa” (Bunge 1918a). Tal es el resorte de la historia.

Aquí cabe señalar otra interesante distinción respecto a la forma como el mismo positivismo inglés fue interpretado por los positivistas mexicanos. Siguiendo a Spencer, decían: “La sociedad, como todo organismo vivo, está sujeta a las leyes necesarias de la evolución”, las cuales, “en su parte esencial, consisten en un doble movimiento de integración y de diferenciación, en una marcha de lo homogéneo a lo heterogéneo, de lo incoherente a lo coherente, de lo indefinido a lo definido. Es decir, que en todo cuerpo, que en todo organismo, a medida que se unifica o se integra más, sus partes más se diferencian, más se especializan, y en este doble movimiento consiste el perfeccionamiento del organismo, lo que en las sociedades se llama progreso”. De aquí deducían el derecho de la burguesía mexicana a mantener el orden social más estricto. Lo primero era homogeneizar a la nación, integrarla, darle unidad, después vendría la heterogeneización, la diferenciación. Antes que las libertades, el orden. La libertad sería el natural resultado de un buen orden impuesto. Mientras el pueblo no supiese lo que era el orden no podría aspirar a la libertad. La burguesía mexicana se encargará de establecer este orden. Se nombraba a sí misma tutor del pueblo mexicano. Para su bien establecía una de las más férreas dictaduras. En esta interpretación no se hace sino justificar una vieja actitud con nuevas teorías. Los conquistadores españoles habían ya discutido en el pasado varias teorías que justificaban su predominio sobre los pueblos conquistados. El indio, ayer como ahora, seguía siendo una criatura incapacitada para disfrutar de la libertad. El indio seguía siendo moral e intelectualmente inferior y por lo mismo necesitado de tutores. El conquistador español ayer y la burguesía mexicana en esta época encuentran la justificación de su predominio social en esta supuesta inferioridad del indígena, que forma el grueso de la población mexicana.

En la Argentina esta interpretación tendría que cambiar. No existiendo el indígena, no existe tampoco la justificación del predominio de una raza superior sobre otra inferior. Tanto el explotador como el explotado tienen el mismo origen racial. La inmigración está formada por hombres de raza semejante a la que se encuentra en la Argentina. La burguesía argentina pertenece a la misma raza que la clase trabajadora. Son grupos sociales en los que sólo cabe una diferencia social, pero no étnica. La única diferencia puede venir de la aptitud de los unos frente a los otros. En la lucha por la vida se imponen los más aptos. La aptitud del trabajador argentino no se encuentra reducida previamente, como la del mexicano, por una supuesta inferioridad étnica. En su lucha, el trabajador argentino se sabe con las mismas posibilidades de triunfo que la burguesía. Es más, como individuo sabe que también puede alcanzar el mismo nivel económico y de confort que el más encumbrado de los burgueses. Su mundo de posibilidades es aún más abierto que el del trabajador europeo. Sin esta idea no se explicaría la inmigración. Cada inmigrante espera encontrar en la América las posibilidades de éxito personal que ya no se encuentra en Europa. Su lucha, más que una lucha de clases, es para obtener mayores posibilidades de triunfo individual. No aspira a acabar con la burguesía; simplemente aspira a alcanzar las mismas ventajas que ella, a situarse en el mismo plano de igualdad económica y social. De aquí que esté más cerca de Spencer que de Marx. Prefiere la solución socialista a la comunista. Quiere entenderse con la burguesía, no destruirla.

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En el ensayo titulado “El problema del porvenir del derecho”, Carlos Octavio Bunge decía: “El socialismo implica, no sólo una tendencia económica y política, sino también una impulsión moral y efectiva, una manera suprarrevolucionaria del principio cristiano. Pero el socialismo absoluto carece de verdaderas bases científicas. Ni el ambiente está preparado para aceptar el socialismo absoluto, ni se conoce todavía una concepción con suficiente prestigio y simpatía como lo fue en su tiempo la doctrina del contrato social. La fórmula más factible del socialismo es hoy la relativa y moderada, que estriba en la protección del Estado a las clases pobres” (Bunge 1918b). El triunfo del socialismo, si se llegase a “conseguir en forma de comunismo, será tan pasajero y engañoso como el de la democracia moderna”. El hombre progresa y marcha porque se perfecciona en relación con sus congéneres. “Por tanto, perfeccionarse es hacerse superior, en inteligencia y caracteres, a otros hombres y a otros pueblos. Ahí hallaríamos la fórmula biológica del progreso: progresar es especificarse. A ella corresponde una fórmula biológica del progreso: progresar es aristocratizarse. Es decir, perfeccionarse respecto de otros hombres y pueblos para cimentar en una superioridad real el principio de mando, de poder y de desigualdad, que constituye la intransmutable substancia de todo derecho práctico y eficiente” (Bunge 1918b). El comunismo es imposible porque es contrario a esta diferenciación biológica. Spencer tiene aquí razón sobre Marx. Se prefiere una dialéctica en la que el protagonista es el trabajador como individuo, a una dialéctica en la que la clase es la que tiene tal papel.

José Ingenieros también deduce de Spencer la dialéctica que ha de conducir a la clase trabajadora hacia una sociedad más justa y al mayor bienestar de sus individuos. La división de clases entre los que poseen los medios de producción y los que no los poseen, dice Ingenieros, ha dado lugar a una organización económica especial. “Esta organización económica, consecuencia inevitable del actual sistema de producción capitalista, hace que la esclavitud y la servidumbre revistan una nueva forma destinada a ser la última” (Ingenieros 1898). El capitalismo encierra al mismo tiempo, en vías de desarrollo, los gérmenes de un nuevo sistema de producción, que señalará el paso a otro período de la historia económica de la humanidad: el sistema de producción social. Poseídos en común todos los medios de producción y transformados todos los individuos en productores, intelectuales o manuales, “desaparecerá la división de la sociedad en clases con intereses antagonistas y las instituciones de clase, cuya existencia responde a condiciones económicas presentes, que entonces habrán desaparecido y serán sustituidas por otras instituciones más en armonía con las condiciones histórico-sociales que regirán en el porvenir y que tendrán por base una concepción científica de la vida y de la sociedad mediante el doble conocimiento de la esencia y las modalidades de los factores cósmicos y económicos a que siempre estarán subordinadas las conveniencias, el desenvolvimiento progresivo y las relaciones mutuas del individuo y de la especie”.

Al socialismo se llega por evolución natural y biológica. La máxima solidaridad social es el fruto de esta evolución. Solidaridad que tiene su origen en la misma voluntad del individuo. Dentro de esta solidaridad el individuo alcanza su máximo desarrollo. “El advenimiento de la organización socialista de la sociedad —dice Ingenieros— es inevitable y es la condición esencial para asegurar en el porvenir el libre desenvolvimiento de todas las aptitudes individuales, dentro de una verdadera y benéfica solidaridad colectiva”. Por esta vía, “que conduce a una máxima solidaridad social, realizando la más admirable combinación del individualismo y el altruismo bien entendidos, la humanidad se aproximará a la solución de sus grandes problemas sociales

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presentes [...] hacia la fórmula suprema de bienestar: obtener para cada individuo un máximo de satisfacción de sus necesidades materiales, intelectuales y morales”. Tal es lo que se deduce de la doctrina de Spencer, de su teoría de la evolución aplicada al campo de lo social. “Porque esta verdad —dice José Ingenieros—, que no pudo escapar a Spencer en su concepción evolucionista [...] es también una tendencia fundamental de la vida y del desenvolvimiento social y económico de la sociedad humana”. El positivismo del filósofo inglés conduce a un tipo de solidaridad social muy distinto al que la burguesía derivaba de la misma doctrina: “al altruismo como justicia social y no como caridad y limosna”.

 

POSITIVISMO Y MARXISMO

“El maestro Juan B. Justo —dice Alejandro Korn— logra infundir una nueva enseñanza, saliendo del carácter netamente burgués que había tomado el positivismo argentino para vincularlo a las aspiraciones del proletariado y proporcionar así un nuevo contenido” (Korn 1934). Para realizar esta reforma el maestro socialista combina la filosofía positivista de Spencer con la filosofía de Marx; aunque poniendo el acento en el primero. Los ideales, las aspiraciones de su doctrina y acción, coinciden con las del marxismo, pero se separa de él por lo que se refiere a las bases en las cuales apoya su pensamiento.

En su libro Teoría y práctica de la historia hace un análisis de las sociedades para hacer destacar en él las causas de la desigualdad social y la forma como ésta se va superando. Su interpretación es biologista. La biología se le presenta como la base de la historia del hombre. El proceso histórico surge de las diversas fuerzas vivas que se debaten y luchan en determinadas condiciones biológicas, apoyado el hombre en una técnica cada vez más poderosa. Justo cree que en esta lucha por la vida, la técnica y la cooperación darán al hombre una mayor superioridad. Pero hasta ahora, dice, esto no ha sido posible porque la técnica se encuentra en manos de una serie de instituciones “que limitan artificialmente el desarrollo y la vida de los grandes grupos de individuos” (Justo 1938).

“En las sociedades modernas —dice— la técnica y la cooperación estriban en la propiedad privada de los elementos naturales de vida y de los medios de producción creados por el hombre, y ese dominio exclusivo de cierta clase de personas sobre el medio físico biológico y los útiles y materiales de trabajo trastorna las condiciones de la lucha por la vida” (Justo 1937). Despojada una parte de la sociedad, el proletariado, de los principales elementos de trabajo, la lucha por la existencia es en ella muy desventajosa, no alcanzando, en lo general, sino una vida corta y un desarrollo individual incompleto. El acaparamiento de los medios de producción, que diría Marx, no sólo produce la desigualdad social. Justo ve en este acaparamiento un ataque a la misma naturaleza y al desarrollo y progreso de la especie humana. Una parte de ella es sacrificada, al dejársela en condiciones desventajosas para enfrentarse en la lucha por la vida. La selección sexual es también impedida y trastornada. En la naturaleza, dice, el macho seduce a la hembra desplegando, como los pájaros, su más hermoso plumaje o su mejor canto. En la lucha por el amor triunfan los que pueden seducir a la hembra con ésta su belleza masculina. “Los que triunfan en la lucha por el amor trasmiten a su prole los caracteres que le han hecho vencedores, y así se desarrolla el tipo de belleza de la especie”. Naturalmente se realiza la selección, propagándose los mejores. En las

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sociedades humanas no sucede ya esto. Aquí ya influye poderosamente un medio artificial, el dinero. En este caso no triunfan ya los mejores físicamente, sino los que pueden contar con esos medios. “Cualquiera que sea el origen del que llena la bolsa, éste es actualmente en los países comerciales el carácter sexual secundario más apreciado, con la particularidad de que lo mismo adorna a uno que a otro sexo, pues, así como el degenerado rico y disoluto suele malograr para la especie lindas doncellas, la rica fea es más solicitada que la hermosa sin dote o sin futura herencia”. La especie humana se va así malogrando.

Sin embargo, pese a esta interpretación biológica de lo humano, Justo no la reduce a ello. En realidad, lo humano, lo propiamente humano, surge con la historia, y ésta aparece a su vez cuando el hombre pasa de ser un ente puramente biológico a un individuo que se sirve de la técnica para adquirir ventajas en la lucha por la vida. El punto de partida de la historia se encuentra en la técnica, en la capacidad del hombre para transformar su medio. “Desde que el hombre es bastante inteligente para considerarse un animal, tiene que ver en la biología la base de su historia. Las actividades inconscientes son el prólogo de toda actividad voluntaria y consciente. Las leyes de la vida son las leyes más generales de la historia”. Pero al surgir la técnica, la historia se separa. “El trabajo humano es lo que subordina la historia a la biología y al mismo tiempo la separa de ésta”.

Acepta, por lo que se refiere al marxismo, su interpretación práctica de la desigualdad de clases y de la lucha de éstas, pero se opone a toda clase de abstraccionismos. No quiere que lo consideren un filósofo, sino un hombre de acción. Marx, antes que nada, ha sido un filósofo y se ha perdido en abstracciones en detrimento de la práctica. Para Justo la teoría de la plusvalía marxista es sólo una alegoría. Se opone al método dialéctico. A la negación de la negación de Hegel, opone Justo lo que llama “la afirmación por la afirmación”. Marx y Engels han dado demasiada importancia a la dialéctica hegeliana, considerando que gracias a ella ha sido posible el socialismo científico. Justo no cree tal cosa. “Que Marx y Engels —dice—, ufanos de su grandiosa concepción la hayan atribuido a la dialéctica, no sería una ilusión sin ejemplo”. Ya en el pasado Pitágoras atribuía a los dioses la formulación de algunos de sus teoremas. Hegel lo mismo puede dar la base para un socialismo científico como para toda clase de reaccionarismos. Justo no quiere que la lucha del proletariado dependa de tal tipo de abstracciones o filosofías. Quiere que se apoye en la ciencia, una ciencia práctica, de experimentación, una ciencia positiva, podría decirse. “La experiencia —dice— es la fuente del conocimiento, la crítica inexorable de la ilusión”.

Respecto a las ciencias, niega a éstas su carácter absolutista. “Las ciencias —dice— no son sino verdades relativas”. Éstas se relacionan con el hombre. “Nada se saca en limpio manipulando esas dos abstracciones, el hombre y la naturaleza. No hay leyes físicas y leyes intelectuales; todas las leyes son físicas e intelectuales, naturales y humanas. No están escritas en el mundo sino para ser descifradas por nuestra clave y sólo existen en el sentido y al alcance de esta clave. De ahí su relatividad”. Justo ha basado su interpretación en esta experiencia. En su profesión de médico ha visto al hombre como lo que es, como lo que es, como un ente biológico empeñado en la lucha por la vida. Lucha en la cual ha faltado solidaridad en detrimento de grupos humanos.

Partiendo de esta tesis se opone también a la dictadura del proletariado, la considera un mito que va perdiendo importancia en la mente del pueblo. “La idea de una repentina

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transformación social que establezca de golpe un orden perfecto, va perdiendo terreno en la mente del pueblo, a medida que se ocupa éste con más inteligencia de los problemas de cada día” (Justo 1938). Ningún Estado, ninguna ley, puede cambiar de golpe las relaciones entre los hombres estableciendo otras capaces de realizar la propiedad colectiva. El problema principal es de capacitación, de educación. De lo que se trata es de hacer “pasar a manos del pueblo entero esa función de dirección que hoy monopoliza la clase privilegiada propietaria” (Justo 1932). Se trata, no de establecer una dictadura, sino de alcanzar, por diversos medios, el control de la técnica, que ahora se encuentra en unas pocas manos. Alcanzando este control, la desigualdad se irá eliminando, ya que todos los individuos tendrán las mismas oportunidades y se desarrollarán de acuerdo con sus posibilidades naturales. Antes que la revolución está la educación, de manera que se formen hábitos de cooperación social y la técnica pueda así estar al servicio de toda la sociedad.

 

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Entrevista con Mario Bunge: “De todas las pseudociencias, la más peligrosa es la teoría económica ortodoxa”Reproducimos una entrevista, de Daniel Arjona para el diario español El Mundo, con el filósofo argentino radicado en Canadá.

/ enCiezaDigital - Redacción

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Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores del laicismo republicano, el socialismo democrático y los derechos humanos, son memorables sus devastadoras críticas de

las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis “charlacanista”.

Recién regresado a Montreal (donde vive) tras dos semanas de vacaciones en las Antillas, Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) responde por correo electrónico a El Cultural con rapidez y minuciosidad insólitas a cada nueva tanda de preguntas de lo que acaba siendo una vertiginosa conversación transoceánica. Y eso que: “Ya no estoy tan ágil como a los noventa años”. El sabio Bunge, filósofo analítico y uno de los científicos más citados, ha publicado Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli), la primera recopilación en español de sus textos sobre las pseudociencias dispersos en publicaciones científicas anglosajonas. Una denuncia de las supercherías de todo pelaje, de la parapsicología al psicoanálisis, sin olvidar teorías económicas y determinismos varios. Un libro con voluntad polémica.

En la comunidad científica la cita es un elemento clave para la difusión y convalidación de los hallazgos. Si buscamos al científico nativo en español más citado de los dos últimos siglos, según el exhaustivo Hall of Fame hecho público recientemente por la Association for the Advancement of Science, el primero que encontramos de una lista encabezada por Bertrand Russell, Charles Darwin y Albert Einstein es al también filósofo escéptico y apasionado racionalista argentino Mario Bunge (Buenos Aires, 1919). En Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli) Bunge, de cuya extensísima producción intelectual dan cuenta medio centenar de libros escritos, recopila sus textos fundamentales sobre las pseudociencias y presenta una apología irrenunciable de la

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ciencia. Y una vacuna contra los timos que nos infectan a diario: pulseras energéticas, babas de caracol rejuvenecedoras, horóscopos, cátedras homeopáticas en universidades, supercuerdas...

Stephen Hawking dispensa en su último libro sendas necrológicas de la religión y de la filosofía. ¿Por qué usted, reconocido ateo, se niega a dejar de ser filósofo por mor de ser científico?

Los filósofos se plantean problemas mucho más generales que los científicos. Por ejemplo, qué es la materia, en lugar de preguntarse sobre las propiedades del agua o de la llamada materia oscura. Y se permiten poner en duda algunas especulaciones de los científicos, tales como las de Hawking sobre el mal llamado origen del universo, que en realidad es el origen de la expansión del universo. Análogamente, los filósofos de la mente se preguntan sobre la naturaleza de los procesos mentales en general, en lugar de averiguar, por ejemplo, cómo interactúa el órgano del conocimiento -la corteza cerebral- con el de la emoción -el llamado sistema límbico”.

Las pseudociencias son un timo, pero, ¿no suele el “timador” aprovecharse de la avaricia del timado?

Los chamanes y psicoanalistas no recurren a la avaricia sino al deseo de comprender la vida sin estudiarla seriamente. Como dijo Borges, los psicoanalistas explotan el narcisismo, en particular el concreto deseo de que alguien ajeno se ocupe de nuestros problemas personales.

Cuando escucha la palabra “energía”, ¿echa mano a la pistola? Empiezo por preguntar si se trata de una energía especial, tal como la gravitacional o la química, o del concepto general de energía. Si es lo primero, sugiero que se consulte obras científicas; si lo segundo, observo que el concepto general de energía pertenece a la ontología, donde puede definirse como la capacidad de cambiar. De esto trata un capítulo de mi próximo libro, Filosofías y fobosofías.

¿Y cuando alguien se justifica “es que los Capricornio somos así...”?

Tengo la suerte de que rara vez me topo con creyentes en la astrología. Supongo que ésta es una de las ventajas de los que nacimos bajo el signo de Virgo.

¿Qué un farmacéutico venda homeopatía es como si un arquitecto edificara sin materiales?

Buena analogía. Desgraciadamente, la enorme mayoría de los creyentes en la homeopatía no saben que algunas de las diluciones que les venden como fármacos homeopáticos son del orden de una molécula por galaxia, lo que las hace totalmente ineficaces.

En la atiborrada pasarela de las pseudociencias hay estrellas que despuntan. Y no es fácil estar al día de las que más se llevan.“Depende del país. En Argentina todas prosperan por igual. En México, el chamanismo herborístico. Y en los Estados Unidos, la teoría económica estándar”.

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¿Y cuál es la pseudociencia más peligrosa?

La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.

¿Y la más extravagante?

La llamada psicología evolutiva, que pretende explicar todo lo social en términos biológicos imaginarios, tales como el deseo de todo hombre de difundir al máximo sus genes.

Mario Bunge se doctoró en ciencias físico-matemáticas en la Universidad de la Plata en 1952. Allí y en Buenos Aires impartió física teórica y filosofía hasta que dio el portazo a la Argentina en 1963. Tras enseñar en México, Estados Unidos y Alemania se instaló definitivamente en Montreal (Canadá) donde obtuvo la cátedra Frothingam de Lógica y Metafísica de la Universidad McGill. Su carrera, sancionada por 16 doctorados Honoris causa y por el premio Príncipe de Asturias en 1982, admite escasos parangones.

Pseudociencias en expansión

Siempre acompañaron a sus investigaciones la atención perenne a los fraudes pseudocientíficos, cuya expansión metastásica hoy considera Bunge un hecho. Lo demuestra con una impagable lista de ejemplos:

“El determinismo genético de Dawkins, Pinker y Chomsky es más popular que nunca; un número creciente de físicos defiende que los ladrillos últimos del universo son los bits o unidades de información; muchos cosmólogos eminentes sostienen que el universo salió de la nada; la multimillonaria Templeton Foundation, cuya misión es unir la religión con la ciencia, acaba de concluir un acuerdo con la American Association for the Advancement of Science por el cual van a patrocinar juntos reuniones y seminarios sobre religión, ética y ciencia; hace dos décadas las universidades norteamericanas ofrecían unos pocos cursos sobre ciencia y religión, pero hoy son más de 1.000; la Food and Drug Administration, que está a cargo de la salud pública, tolera que miles de estafadores prometan por Internet curar enfermedades que la medicina aún no puede curar...”

Guerra al psicoanálisis

El también filósofo Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930) al que su compatriota Bunge sólo reprocha que “se meta con el fútbol porque no le gusta y nunca lo jugó” [en referencia al libro de Sebreli La Era del fútbol, 1998] es otro gran pensador de nacionalidad argentina que comparte con el entrevistado un enemigo especialmente conspicuo y peligroso en su país de origen: el psicoanálisis.

Si Sebreli, crítico irredento de los mitos modernos, ha tachado al psicoanálisis de “irracionalista”, “moda” y “onerosa terapia interminable” (El Cultural, 27/12/2007), Bunge no es más taimado en su último libro: “El psicoanálisis viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina. [...] No está calificado para considerarse una ciencia. Contrariamente a la creencia general, no es siquiera una ciencia fallida, puesto

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que prescinde del método científico e ignora los contraejemplos. Se trata simplemente de charlatanería psicológica”.

¿Y la legión de psicoanalistas argentinos no ha pedido la revocación de su nacionalidad?

Todavía no, pero no me sorprendería que un día lo hagan. ¿Cómo sobrelleva un escéptico el martirio de pegarse día a día con todo el mundo?

Muy bien, sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas. Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.

Dice usted que una de las pseudociencias con más adeptos hoy -entre científicos como Richard Dawkins- es el determinismo genético. ¿Cuál es su falla?

Lo que pasa es que Dawkins no es un científico sino un divulgador. Peor, la genética que difunde no es la científica sino su versión personal de la misma. Además, jamás se tomó la molestia de aprender el Abecé de la psicología, que muestra que nuestros procesos mentales están fuertemente influidos por el entorno social, como señalan los estudios serios sobre gemelos “idénticos” criados en hogares de clases sociales y ocupaciones muy diferentes.

Que los fraudes se invistan de ropajes científicos, ¿no rinde un homenaje al poder y legitimidad de la ciencia hoy?

Efectivamente. En política sucede algo parecido: suele oprimirse o explotarse a la gente en nombre de la libertad (neoliberalismo) o de la igualdad (comunismo).

Ni comunismo ni “neoliberalismo” son teorías científicas de la sociedad. ¿Cuál lo sería?

Distingamos teoría política de ideología política. Encontrará bastante de ambas en mi Filosofia política (Gedisa, 2009). En particular, verá que, aunque prefiero la socialdemocracia a sus alternativas, propongo otra, a saber, el socialismo cooperativista, que aún no ha sido ensayado a escala nacional. Pero ya lo entrevieron los dos únicos auténticos socialistas que ha parido España: Louis Blanc (quien floreció en París aunque nació en Madrid) y el jesuita vasco Jose María Arizmendiarreta, cofundador de Mondragón.

¿Por qué la mayoría de los escépticos es de izquierdas? ¿No son también, tanto la izquierda como la derecha, supercherías a extinguir?

Creo que eso ocurrió entre la Ilustración y la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de los marxistas ortodoxos, que eran dogmáticos y se decían de izquierda. Desde 1945, la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y, en particular, anticientífico.

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Chesterton decía que cuando dejamos de creer en Dios empezamos a creer en cualquier cosa. ¿No erigió el catolicismo una suerte de defensa contra fraudes new age?

Lo dudo, porque las supercherías postmodernas emergieron mucho después de Chesterton. Lo que es cierto es que el catolicismo ortodoxo se opone a las demás supersticiones porque compite con ellas por nuestras “almas”. Pero también combate a las filosofías procientíficas, en particular las materialistas. Muchos filósofos católicos comparten y difunden las ideas de Popper porque éste creía en la mente inmaterial.

Señala que la difusión de la superstición es un fenómeno psicosocial que debería ser sometido a investigación científica. ¿Cuál es su diagnóstico?

No lo sé. Los expertos en manipulación de la opinión pública -en materia comercial y científica- son más numerosos que los investigadores de los mecanismos psicosociales involucrados en la credulidad.

Si las supersticiones infectan las mentes tal que virus, ¿qué nos vacunaría contra ellas?

La única vacuna eficaz es una combinación de educación científica con reflexión filosófica. La primera no basta, como lo muestra el caso de eminentes científicos que han creído en la parapsicología, la homeopatía y otras yerbas. Tampoco basta la filosofía, ya que está llena de supersticiones, tales como las del alma inmaterial y el conocimiento intuitivo y a priori.

Al final de la charla, cuando el periodista pregunta al filósofo por su particular pseudociencia biográfica, la idea defendida antaño de la que más se avergüenza, la respuesta, parca y exacta, tampoco tarda en llegar:

La dialéctica de Hegel y sus discípulos marxistas.

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En fin, Mario Bunge: Aunque prefiero la socialdemocracia a sus alternativas, propongo otra, a saber, el socialismo cooperativista

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Sería una bruja, y por las dudas, ejecución, en 1553; dice noseq.com

Entrevista a Mario Bunge

“De todas las pseudociencias, la más peligrosa es la teoría económica ortodoxa”

El Mundo, 11.03.11sinpermiso.info, 27.03.11

Daniel Arjona entrevistó para el diario español El Mundo al filósofo argentino radicado en Canadá Mario Bunge.

Recién regresado a Montreal (donde vive) tras dos semanas de vacaciones en las Antillas, Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) responde por correo electrónico a El Cultural con rapidez y minuciosidad insólitas a cada nueva tanda de preguntas de lo que acaba siendo una vertiginosa conversación transoceánica. Y eso que: “Ya no estoy tan ágil como a los noventa años”. El sabio Bunge, filósofo analítico y uno de los científicos más citados, ha publicado Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli), la primera recopilación en español de sus textos sobre las pseudociencias dispersos en

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publicaciones científicas anglosajonas. Una denuncia de las supercherías de todo pelaje, de la parapsicología al psicoanálisis, sin olvidar teorías económicas y determinismos varios. Un libro con voluntad polémica.

En la comunidad científica la cita es un elemento clave para la difusión y convalidación de los hallazgos. Si buscamos al científico nativo en español más citado de los dos últimos siglos, según el exhaustivo Hall of Fame hecho público recientemente por la Association for the Advancement of Science, el primero que encontramos de una lista encabezada por Bertrand Russell, Charles Darwin y Albert Einstein es al también filósofo escéptico y apasionado racionalista argentino Mario Bunge (Buenos Aires, 1919). En Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli) Bunge, de cuya extensísima producción intelectual dan cuenta medio centenar de libros escritos, recopila sus textos fundamentales sobre las pseudociencias y presenta una apología irrenunciable de la ciencia. Y una vacuna contra los timos que nos infectan a diario: pulseras energéticas, babas de caracol rejuvenecedoras, horóscopos, cátedras homeopáticas en universidades, supercuerdas…

¿Por qué la filosofía?

-Stephen Hawking dispensa en su último libro sendas necrológicas de la religión y de la filosofía. ¿Por qué usted, reconocido ateo, se niega a dejar de ser filósofo por mor de ser científico?

-Los filósofos se plantean problemas mucho más generales que los científicos. Por ejemplo, qué es la materia, en lugar de preguntarse sobre las propiedades del agua o de la llamada materia oscura. Y se permiten poner en duda algunas especulaciones de los científicos, tales como las de Hawking sobre el mal llamado origen del universo, que en realidad es el origen de la expansión del universo. Análogamente, los filósofos de la mente se preguntan sobre la naturaleza de los procesos mentales en general, en lugar de averiguar, por ejemplo, cómo interactúa el órgano del conocimiento -la corteza cerebral- con el de la emoción -el llamado sistema límbico”.

- Las pseudociencias son un timo, pero, ¿no suele el “timador” aprovecharse de la avaricia del timado?

- Los chamanes y psicoanalistas no recurren a la avaricia sino al deseo de comprender la vida sin estudiarla seriamente. Como dijo Borges, los psicoanalistas explotan el narcisismo, en particular el concreto deseo de que alguien ajeno se ocupe de nuestros problemas personales.

- Cuando escucha la palabra “energía”, ¿echa mano a la pistola?

- Empiezo por preguntar si se trata de una energía especial, tal como la gravitacional o la química, o del concepto general de energía. Si es lo primero, sugiero que se consulte obras científicas; si lo segundo, observo que el concepto general de energía pertenece a la ontología, donde puede definirse como la capacidad de cambiar. De esto trata un capítulo de mi próximo libro, Filosofías y fobosofías.

- ¿Y cuando alguien se justifica “es que los Capricornio somos así…”?

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- Tengo la suerte de que rara vez me topo con creyentes en la astrología. Supongo que ésta es una de las ventajas de los que nacimos bajo el signo de Virgo.

- ¿Que un farmacéutico venda homeopatía es como si un arquitecto edificara sin materiales?

- Buena analogía. Desgraciadamente, la enorme mayoría de los creyentes en la homeopatía no saben que algunas de las diluciones que les venden como fármacos homeopáticos son del orden de una molécula por galaxia, lo que las hace totalmente ineficaces.

La pseudociencia más peligrosa, la teoría económica académica

En la atiborrada pasarela de las pseudociencias hay estrellas que despuntan. Y no es fácil estar al día de las que más se llevan. “Depende del país. En Argentina todas prosperan por igual. En México, el chamanismo herborístico. Y en los Estados Unidos, la teoría económica estándar”.

- ¿Y cuál es la pseudociencia más peligrosa?

- La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.

- ¿Y la más extravagante?

- La llamada psicología evolutiva, que pretende explicar todo lo social en términos biológicos imaginarios, tales como el deseo de todo hombre de difundir al máximo sus genes.

Mario Bunge se doctoró en ciencias físico-matemáticas en la Universidad de la Plata en 1952. Allí y en Buenos Aires impartió física teórica y filosofía hasta que dio el portazo a la Argentina en 1963. Tras enseñar en México, Estados Unidos y Alemania se instaló definitivamente en Montreal (Canadá) donde obtuvo la cátedra Frothingam de Lógica y Metafísica de la Universidad McGill. Su carrera, sancionada por 16 doctorados Honoris causa y por el premio Príncipe de Asturias en 1982, admite escasos parangones.

Pseudociencias en expansión

Siempre acompañaron a sus investigaciones la atención perenne a los fraudes pseudocientíficos, cuya expansión metastásica hoy considera Bunge un hecho. Lo demuestra con una impagable lista de ejemplos:

“El determinismo genético de Dawkins, Pinker y Chomsky es más popular que nunca; un número creciente de físicos defiende que los ladrillos últimos del universo son los bits o unidades de información; muchos cosmólogos eminentes sostienen que el universo salió de la nada; la multimillonaria Templeton Foundation, cuya misión es unir la religión con la ciencia, acaba de concluir un acuerdo con la American Association for the Advancement of Science por el cual van a patrocinar juntos reuniones y seminarios sobre religión, ética y ciencia; hace dos décadas las universidades norteamericanas

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ofrecían unos pocos cursos sobre ciencia y religión, pero hoy son más de 1.000; la Food and Drug Administration, que está a cargo de la salud pública, tolera que miles de estafadores prometan por Internet curar enfermedades que la medicina aún no puede curar…”

Guerra al psicoanálisis

El también filósofo Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930) al que su compatriota Bunge sólo reprocha que “se meta con el fútbol porque no le gusta y nunca lo jugó” [en referencia al libro de Sebreli La Era del fútbol, 1998] es otro gran pensador de nacionalidad argentina que comparte con el entrevistado un enemigo especialmente conspicuo y peligroso en su país de origen: el psicoanálisis.

Si Sebreli, crítico irredento de los mitos modernos, ha tachado al psicoanálisis de “irracionalista”, “moda” y “onerosa terapia interminable” (El Cultural, 27/12/2007), Bunge no es más taimado en su último libro: “El psicoanálisis viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina. [...] No está calificado para considerarse una ciencia. Contrariamente a la creencia general, no es siquiera una ciencia fallida, puesto que prescinde del método científico e ignora los contraejemplos. Se trata simplemente de charlatanería psicológica”.

- ¿Y la legión de psicoanalistas argentinos no ha pedido la revocación de su nacionalidad?

- Todavía no, pero no me sorprendería que un día lo hagan.

Sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas

- ¿Cómo sobrelleva un escéptico el martirio de pegarse día a día con todo el mundo?

- Muy bien, sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas. Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.

- Dice usted que una de las pseudociencias con más adeptos hoy -entre científicos como Richard Dawkins- es el determinismo genético. ¿Cuál es su falla?

- Lo que pasa es que Dawkins no es un científico sino un divulgador. Peor, la genética que difunde no es la científica sino su versión personal de la misma. Además, jamás se tomó la molestia de aprender el Abecé de la psicología, que muestra que nuestros procesos mentales están fuertemente influidos por el entorno social, como señalan los estudios serios sobre gemelos “idénticos” criados en hogares de clases sociales y ocupaciones muy diferentes.

- Que los fraudes se invistan de ropajes científicos, ¿no rinde un homenaje al poder y legitimidad de la ciencia hoy?

- Efectivamente. En política sucede algo parecido: suele oprimirse o explotarse a la gente en nombre de la libertad (neoliberalismo) o de la igualdad (comunismo).

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- Ni comunismo ni “neoliberalismo” son teorías científicas de la sociedad. ¿Cuál lo sería?

- Distingamos teoría política de ideología política. Encontrará bastante de ambas en mi Filosofia política (Gedisa, 2009). En particular, verá que, aunque prefiero la socialdemocracia a sus alternativas, propongo otra, a saber, el socialismo cooperativista, que aún no ha sido ensayado a escala nacional. Pero ya lo entrevieron los dos únicos auténticos socialistas que ha parido España: Louis Blanc (quien floreció en París aunque nació en Madrid) y el jesuita vasco Jose María Arizmendiarreta, cofundador de Mondragón.

- ¿Por qué la mayoría de los escépticos es de izquierdas? ¿No son también, tanto la izquierda como la derecha, supercherías a extinguir?

- Creo que eso ocurrió entre la Ilustración y la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de los marxistas ortodoxos, que eran dogmáticos y se decían de izquierda. Desde 1945, la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y, en particular, anticientífico.

- Chesterton decía que cuando dejamos de creer en Dios empezamos a creer en cualquier cosa. ¿No erigió el catolicismo una suerte de defensa contra fraudes new age?

Competir por las almas

- Lo dudo, porque las supercherías postmodernas emergieron mucho después de Chesterton. Lo que es cierto es que el catolicismo ortodoxo se opone a las demás supersticiones porque compite con ellas por nuestras “almas”. Pero también combate a las filosofías procientíficas, en particular las materialistas. Muchos filósofos católicos comparten y difunden las ideas de Popper porque éste creía en la mente inmaterial.

- Señala que la difusión de la superstición es un fenómeno psicosocial que debería ser sometido a investigación científica. ¿Cuál es su diagnóstico?

- No lo sé. Los expertos en manipulación de la opinión pública -en materia comercial y científica- son más numerosos que los investigadores de los mecanismos psicosociales involucrados en la credulidad.

- Si las supersticiones infectan las mentes tal que virus, ¿qué nos vacunaría contra ellas?

- La única vacuna eficaz es una combinación de educación científica con reflexión filosófica. La primera no basta, como lo muestra el caso de eminentes científicos que han creído en la parapsicología, la homeopatía y otras yerbas. Tampoco basta la filosofía, ya que está llena de supersticiones, tales como las del alma inmaterial y el conocimiento intuitivo y a priori.

Al final de la charla, cuando el periodista pregunta al filósofo por su particular pseudociencia biográfica, la idea defendida antaño de la que más se avergüenza, la respuesta, parca y exacta, tampoco tarda en llegar:

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- La dialéctica de Hegel y sus discípulos marxistas.

* Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores del laicismo republicano, el socialismo democrático y los derechos humanos, son memorables sus devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis “charlacanista”.

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4037

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«Las frases de Heidegger son las propias de un esquizofrénico»

Ignacio Vidal-Folch

Barcelona, 04/04/2008

Entrevista a Mario Bunge

Filósofo y físico

El filósofo y físico Mario Bunge (Buenos Aires, 1919), profesor de Filosofía en la McGill University de Montreal, Canadá, y premio Príncipe de Asturias en 1982, pronunció el lunes una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Barcelona, invitado por la Fundación Ernest Lluch. Precisamente estos días la editorial Gedisa publica el primer volumen de los ocho que conforman la obra maestra de Bunge, su Tratado de filosofía, escrito originariamente en inglés, como todos sus libros. Bunge postula la aplicación del método científico al campo de la reflexión filosófica y se ha distinguido en su beligerancia contra las seudociencias –entre las que incluye al psicoanálisis y la homeopatía– y ha combatido corrientes filosóficas como el existencialismo, el postmodernismo y la hermenéutica.

Pregunta. ¿Qué le parece más reprochable de esas escuelas?

Respuesta. Por ejemplo, Heidegger tiene todo un libro sobre El ser y el tiempo. ¿Y qué dice sobre el ser? «El ser es ello mismo». ¿Qué significa? ¡Nada! Pero la gente como no lo entiende piensa que debe ser algo muy profundo. Vea cómo define el tiempo: «Es la maduración de la temporalidad». ¿Qué significa eso? Las frases de Heidegger son las propias de un esquizofrénico. Se llama esquizofacia. Es un desorden típico del esquizofrénico avanzado.

P. ¿Usted cree que Heidegger era un esquizofrénico?

R. No, era un pillo que se aprovechó de la tradición académica alemana según la cual lo incomprensible es profundo. Y por supuesto adoptó el irracionalismo y atacó a la ciencia porque cuanto más estúpida sea la gente tanto mejor se la puede manejar desde arriba. Por esto es por lo que Heidegger es el filósofo de Hitler, su protegido. Pero al mismo tiempo su seudofilosofía es tan abstrusa que no podía ser popular. De modo que al pueblo se le da una ideología crasa, del suelo, lo telúrico, la sangre, la raza. Y para la élite, fenomenología, existencialismo, esas cosas abstrusas que nadie entiende pero si usted dice que no entiende, pasa por tonto. Si quiere hacer carrera académica tiene que tratar de imitar a estos pillos, de lo contrario, se queda atrás.

La conferencia de Bunge en Barcelona trató sobre el estudio de los problemas desde el enfoque complejo, sistemista, el cual postula desde la consideración de que todas las cosas son o un sistema o parte de un sistema; y que para estudiarlas hay que comprender cuatro elementos: su composición, su entorno, su estructura y su mecanismo. «Los objetos, lejos de ser simples, o de estar aislados, son siempre sistema o parte de un sistema», explica. «Por eso, tratar de entenderlos desde un

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punto de vista sectorial o, por el contrario, demasiado global, es condenarse al error, como aquella conductora que se lamentaba de que su coche funcionaba muy bien, pero que, por algún oscuro motivo, se atascaba en el tráfico».

Bunge señala que, aunque cualquier científico sabe que para comprender un objeto hay que estudiar los citados cuatro elementos, ningún diccionario filosófico, salvo el suyo, incorpora conceptos como sistema, y que eso explica que la filosofía de hoy vaya a la zaga de la ciencia y que cada filósofo sea, o individualista o globalista: «Los unos ven los árboles, pero se les escapa el bosque; los otros ven el bosque, pero no los árboles».

P. ¿Por qué critica usted la idea, tanto marxista como burguesa, y difundida en el sentido común, de que la economía es el asunto principal para el bienestar de las sociedades?

R. Como decía Stuart Mill, ningún problema económico tiene una solución puramente económica. Los grandes problemas son multifacéticos y no pueden ser arreglados solamente por políticos ni por economistas. Fíjese usted en la recesión norteamericana. ¿Causada por qué? Primero, por el hábito de consumir sin fijarse en la deuda. Y un problema político: la regulación de las tasas de interés era tan baja que permitió que la gente se endeudase por encima de su posibilidad de re-embolsar su deuda. El norteamericano medio debe a su tarjeta de crédito, de promedio, 10.000 dólares. Casi todo lo que ha adquirido, casa, auto, nevera, etcétera, lo ha hecho a crédito. El presidente del Banco Central, ¿a qué recurre? Para desintoxicar, introduce más tóxico; es decir, está disminuyendo el tipo de interés para que la gente pueda pedir más dinero prestado. Empeora la situación. Es completamente suicida. ¡Y ésos son los presuntamente grandes economistas! No se dan cuenta de que se trata de un problema complejo. Hay que educar a la gente desde la escuela, instándola a no endeudarse innecesariamente, que no tenga tarjetas de crédito, o sólo una. El único que vio esto claro fue el presidente Carter, que dijo: «No adquieran tarjetas de crédito, bajen la calefacción, consuman menos». Fue una de las razones por las que no le reeligieron, porque eso va contra las costumbres norteamericanas.

El interés de Bunge por la política como fenómeno sistémico ha centrado su último libro, Filosofía política. Un tomo «bastante grueso en el que me ocupo de la filosofía política, que me parece se halla en bastante mal estado porque ha estado en manos de ideólogos, muy poca gente científica, como Maquiavelo. Maquiavelo tiene mala fama por ser un técnico inescrupuloso, pero como estudioso del sistema político fue el primer científico, siguiendo a Aristóteles».

P. En su conferencia parecía que su criticismo hacia la deriva de los grandes problemas de la humanidad apuntaba también motivos para el optimismo.

R. Un indicio positivo es el hecho de que exista medio millón de ONG volcadas, por lo menos en teoría, al bien común. Desarrollan un papel importante en países avanzados y también en algunos subdesarrollados, como la India, que está llena de cooperativas y de organizaciones de voluntarios. No digo que sea suficiente, pero cumplen un paso muy importante entre el individuo y la empresa privada. Yo tengo alguna experiencia sobre esto: en el año 38 ayudé a organizar la Universidad Obrera Argentina. Llegó a tener 1.000 alumnos. Funcionó cinco años y luego fue clausurada por el gobierno dictatorial del 43. Lo que más molesta a una dictadura

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son precisamente las iniciativas individuales y colectivas que no están gobernadas ni por el gobierno ni por la empresa. Lo primero que muere con una dictadura son las organizaciones no gubernamentales.

Publicado en El País, España, 04-04-2008

El filósofo Mario Bunge arremete contra los discípulos de Martin Heidegger, un “delincuente cultural”, en especial contra los existencialistas criollos, que se han caracterizado por la defensa de posturas autoritarias, contrarias a la libertad y a la razón. También critica a filósofos como Jacques Derrida y Hannah Arendt. “Muchas de las llamadas filósofas feministas son hostiles a la razón, a la que consideran herramienta ‘falocéntrica’, afirma.

En una nota anterior, describí brevemente el existencialismo de Heidegger, al que califiqué de pseudofilosofía. A su autor lo llamé Kulturverbrecher, delincuente cultural, porque acuñó moneda intelectual falsa. Hoy me referiré brevemente a algunos de sus secuaces, en particular los primeros existencialistas criollos.

El existencialismo de Heidegger fue importado en Argentina a fines de la década del 30, por Carlos Astrada, quien lo había aprendido del propio Martin Heidegger en Freiburg. Astrada y su amigo Jordán B. (nacido Giordano Bruno) Genta eran tan nazis como su maestro.

Anteriormente, ambos habían sido bien preparados por la filosofía anticientífica que imperaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En ella se había destacado Coriolano Alberini, discípulo de Giovanni Gentile, el neohegeliano que había escrito junto con Mussolini el artículo sobre el fascismo que apareció en la gran enciclopedia italiana, y se había desempeñado como ministro de Educación del gobierno fascista. La reacción filosófica contra el llamado positivismo (que en realidad era cientificismo) vino de la mano del fascismo. Curiosamente, hoy día muchos sedicentes izquierdistas son tan irracionalistas como los fascistas de mi juventud.

El sobrino de Astrada, criado por éste, me contó que la raíz de la germanofilia de su tío era su odio al Imperio Británico, que en aquella época era la potencia dominante y oprimente en el Río de La Plata. En este respecto, los “nacionalistas” criollos se parecían a los irlandeses: tanto unos como otros estaban más dispuestos a cambiar de collar que a descollarse. No fue coincidencia el que el jefe de la Alianza Nacionalista Libertadora, la milicia fascista argentina, se llamase Patricio Kelly.

Tanto Astrada como Genta hicieron carrera universitaria a la sombra de la dictadura fascista y ultracatólica que subió al poder con el golpe militar del 4 de junio de 1943. Genta fue nombrado rector-interventor de la Universidad Nacional del Litoral. Uno de sus primeros actos fue destituir al matemático José Babini y al historiador de la ciencia Aldo Mieli.

Yo recuerdo nítidamente ese día, el 1º de agosto, porque estaba visitando el Instituto de Historia de la Ciencia, dirigido por Mieli y Babini. El mismo día, mientras cenaba en lo de Babini, me llegó la noticia de la muerte del presidente de la Confederación Argentina de Ayuda a los Aliados, quien poco antes había sido encarcelado por su destacada actuación antinazi. Ese hombre, Augusto Bunge, era mi padre.

En la misma época, el mismo gobierno militar destituyó al profesor Bernardo A. Houssay, el primer argentino en hacer ciencia experimental en el país, así como el primero en organizar un laboratorio con más de cien investigadores que publicaban en revistas de circulación internacional. Houssay fue también

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el primer argentino en recibir, cuatro años después, un Premio Nobel en ciencias. ¿Puede ser mera coincidencia el que el existencialismo subiera al mismo tiempo que bajaba la ciencia?

Yo reaccioné fundando en 1944 la revista de filosofía Minerva, la que existió solamente seis números, pero circuló por todo el continente. El objetivo central de esta revista era combatir el irracionalismo que llegaba tanto de Alemania como de la Francia fascista, cuyo lema era “Dios, patria y familia”. De hecho, sólo uno de los artículos de la revista trató del irracionalismo: fue el escrito por Alfred Stern, axiólogo austríaco, entonces refugiado en México y que después enseñó en el Califonia Institute of Technology.

Los demás artículos, escritos por filósofos como Francisco Romero, Risieri Frondizi y Rodolfo Mondolfo, el matemático Julio Rey Pastor y el aprendiz de físico que esto escribe, versaban sobre asuntos más importantes. El existencialismo fue objeto de notas breves de mis amigos Isidoro Flaumbaum, Hernán Rodríguez Campoamor y Gregorio Weinberg.

De modo, pues, que Minerva no pudo cumplir su misión. Pero creo que tuvo el mérito de publicar algunos artículos de buen nivel y de difundirlos por todo el continente, en una época en que no había otras revistas latinomericanas de filosofía.

En 1955, al caer el gobierno de Perón, Astrada y Genta fueron cesados en sus cargos, no por imitar a un imitador de la filosofía, sino por haber servido a todos los gobiernos autoritarios que pudieron. Poco después, Genta fue asesinado por el grupo guerrillero trotskista, que lo acusó de haber sido la musa de la Fuerza Aérea, la más fascista de las tres Fuerzas Armadas. Astrada, que no había actuado en política, siguió escribiendo y terminó cerca del marxismo.

En 1957, cuando ingresé en la Universidad de Buenos Aires como profesor de Filosofía de la Ciencia, no tuve si no un colega existencialista, un oscuro profesor adjunto de Ética (disciplina imposible según Heidegger). Dado que algunos estudiantes querían saber qué era el existencialismo, dos años después ofrecí un seminario sobre el texto de Heidegger acerca de la verdad. Como corresponde, nos reuníamos en el subsuelo, lo más cerca posible del infierno.

En ese seminario no aprendimos mucho, pero nos divertimos analizando algunas afirmaciones típicas del Oráculo de Freiburg. Dos de ellas eran “La esencia de la verdad es la libertad” y “La esencia de la libertad es la verdad”. De ellas se deduce que la verdad es idéntica a la esencia de su propia esencia. Estas afirmaciones no sólo carecen de sentido y por lo tanto no son siquiera falsas, sino que son extrañas por provenir de un conocido servil de un régimen liberticida.

En América latina, todos habían oído hablar del existencialismo y en mi círculo, sabíamos que Heidegger había militado en el Partido Nacionalsocialista y había sido designado rector de la Universidad de Freiburg por el propio Hitler. Incluso conocíamos, por un folleto del biólogo Julian Huxley, lo esencial del discurso inaugural de Heidegger, de un servilismo repugnante.

En cambio, en Norteamérica nadie había oído hablar de Heidegger hasta que Jacques Derrida fue a la Universidad Yale en la década del 80. Y en Gran Bretaña se habló sobre maestro y discípulo sólo cuando la Universidad de Cambridge rehusó conferirle un doctorado honorario a Derrida por haber denigrado el diálogo racional, núcleo de la vida académica. Es verdad que en 1927 Gilbert Ryle, influyente acólito de Wittgenstein, había reseñado favorablemente Sein und Zeit en Mind, pero se redimió durante la guerra, al trabajar en el servicio secreto británico. Además, supongo que Ryle aplicó el llamado principio de caridad, caro a quienes carecen de convicciones filosóficas.

Los discípulos de Heidegger que emigraron, en particular Hannah Arendt, Hans Jonas, Herbert Marcuse,

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y Karl Löwith, no abjuraron explícitamente de las doctrinas de su maestro, aunque se guardaron de mencionarlo en sus escritos. Herbert Marcuse fue el único de ellos que le pidió a su maestro que abjurase públicamente de su filonazismo, y el único que viró a la izquierda, lo que casi le costó su cátedra en la Universidad de California.

¿A qué se deberá la fascinación que inspiró ese siniestro charlatán de la hermosa Selva Negra? Supongo que, en el caso de los cortos de ingenio, se debió a que confundieron oscuridad con profundidad, y a que creían que todo lo que exportaba Alemania era de buena calidad.

Y en el caso de quienes no eran ingenuos ni malvados, su respeto por el gran charlatán se debió a que querían hacer carrera o estar a la moda. Creo que esto último vale para los discípulos alemanes de Heidegger, casi todos ellos judíos pese a que su maestro era antisemita.

Tal vez sea éste también el caso del último Husserl, ya que su escritura, nunca lúcida, se hizo más hermética que nunca después de que su discípulo dilecto lo reemplazara en la cátedra de Freiburg. En particular, su Crisis de las ciencias europeas, que redactó en 1936, tiene largos pasajes que parecen salidos de un manicomio. A Ortega y Gasset, lúcido y sobrio antes de asistir a un curso de Heidegger, le ocurrió algo parecido durante unos pocos años. En cambio, su discípulo, mi amigo José Ferrater Mora, evolucionó al revés: del existencialismo al racionalismo realista y materialista.

A propósito, antes de ser llamado a Freiburg, Heidegger se había presentado a concurso en Berlín, pero el jurado consideró que sus credenciales eran insuficientes. Este fue el motivo por el cual redactó Ser y tiempo, el libro que lo hizo famoso de la noche a la mañana. Esta tarea le insumió menos de un año, y el cumplirla le valió la cátedra. Si la universidad alemana hubiera sobresalido en las humanidades tanto como en las ciencias, Heidegger jamás hubiera pasado de ser “profesor extraordinario” (o sea, de segunda categoría) y, por lo tanto, su palabra jamás habría sido considerada sagrada. En este caso, el empeño por hacer cumplir la regla “Publica o perece” tuvo una consecuencia perversa.

En 1960, cuando mencioné a Heidegger en uno de mis cursos en la Universidad de Pennsylvania, los estudiantes me miraron asombrados: nunca habían oído su nombre. ¡Cómo cambiaron las cosas en los últimos años! Hoy día, los programas de filosofía de varias universidades norteamericanas y canadienses incluyen cursos obligatorios sobre existencialismo. También hay escuelas de aquitectura en las que es de rigor leer textos de discípulos de Heidegger, tales como Hannah Arendt. Esto se debe en parte a que esta escritora pasa por ser la fundadora del posmodernismo, y a que muchas de las llamadas filósofas feministas son hostiles a la razón, a la que consideran herramienta “falocéntrica”.

En resumen, los hijos de Heidegger no superaron a su maestro, ni siquiera en acrobacia verbal. Lo imitaron en abstenerse de tratar lúcidamente problemas filosóficos. Ignoraron el dicho de Henri Bergson, “La claridad es la cortesía del filósofo”. Pero supieron que, cuando se carece de buenas ideas, en las malas universidades se puede hace carrera escribiendo en difícil, porque siempre hay tontos que confunden oscuridad con profundidad. Hay incluso ingenuos que creen que eso es “pensamiento alternativo”, o sea, disidente, cuando de hecho no es sino una alternativa al pensamiento.

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El filósofo Mario Bunge en la Universidad de Murcia:

Muchos filósofos han obstaculizado el avance del conocimiento

 

  Pascual Vera  

  fotos: Luis Urbina      

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  Que veinte años no es nada ya nos lo aseguraba el tango. Pero, a la vista de los problemas que, en opinión del filósofo Mario Bunge acucian a la sociedad, pareciera como si el tiempo se hubiese detenido desde que, hace exactamente dos décadas –en mayo de 1988, con motivo de una visita a Murcia- tuviésemos ocasión de departir con él de diversas cuestiones.

La pasada semana, estuvo nuevamente en Murcia, en esta ocasión invitado por José Luis Pardos, presidente de la Asociación Los ‘Alamos', en cuyo seno desgranó algunas perlas de su saber en varias conferencias.

Mario Bunge es una rara avis en un panorama del pensamiento en el que lo adocenado, el no salirse de los cauces establecidos –con jugosísimas y valiosas excepciones, hay que decir- constituye una moneda común. Una voz crítica capaz de ir contracorriente y escasamente proclive al corporativismo –‘casi todos los filósofos han contribuido a empeorar la sociedad'-, al que la edad no ha restado un ápice de capacidad crítica pero sí le ha dado mayor tendencia a la ironía –‘Tengo dos rémoras: no sólo soy sordo, también soy argentino'-, y un

 

 

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excepticismo militante sobre las nuevas tecnologías, esas que supuestamente van a contribuir a mejorar la sociedad: ‘la información, sin el conocimiento no es nada'. No es para menos: Wikipedia dice de él que se crió en Montevideo –donde nunca estuvo más de una semana seguida- y que jamás acabó una carrera. Ante tales informaciones, tan alejadas de la realidad, sólo cabe la mordacidad: ‘como todo el mundo sabe, yo nací en Katmandú, me eduqué en una madraza y practico el chamanismo'.

Defensor de una filosofía practicada desde un concepto más científico –‘es imposible que los filósofos filosofen de conceptos profundos sin saber de física'-; Fustigador de Heggel y de Heidegger –‘uno de los más grandes charlatanes de la historia'-; del Papa Benedicto XVI –del que dice que ‘alienta una nueva cruzada' y de Bush; de las religiones –‘las morales religiosas son todas inmorales' y de la ideología neoliberal, que tantas cosas negativas ha producido a su juicio en el mundo.

Ve con pesar cómo la desigualdad social y económica que existe en el mundo, lejos de reducirse, se acentúa cada año, y que muchos de los problemas de la Humanidad –belicismo, contaminación, sobreexplotación de recursos…, de los que nos habló hace ya dos décadas- parecen perpetuarse.

No obstante, a su parecer, aún hay lugar para la esperanza, pues en algo sí se ha mejorado: ‘existe conciencia del desastre, y se está de acuerdo en que algo hay que hacer al respecto'. Un motivo, pues, para el optimismo en un panorama que no deja de ser enormemente proceloso.

 

Entrevista en Cieza (Murcia)

 -Pregunta: ¿En qué medida pueden los filósofos ayudar a mejorar la sociedad?

-Respuesta: La mayor parte han contribuido a empeorarla. Muchos de ellos han obstaculizado el avance del conocimiento. En particular Kant, Heggel y sus sucesores. Sobre todo a partir de Heggel le han dado un mal nombre a la filosofía, y han utilizado una jerga abstrusa e ininteligible, y en algunos casos, como Heidegger, sin sentido.

Pero algunos de ellos han servido a la Humanidad en algunas cosas. Por ejemplo, Platón subrayó la importancia del diálogo y la importancia de la racionalidad y de la matemática, al tiempo que denunció el elitismo. Pero también defendió a la clase terrateniente y atacó a la democracia. Es una figura ambigua.

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Aristóteles fue el primer gran lógico, y la lógica es una herramienta de análisis. Pero sus seguidores, los aristotélicos, pretendieron poner obstáculos al desarrollo del conocimiento. No se dieron cuenta de que se podía ir más allá de Aristóteles, no sabían que no se sabía la mayor parte.

-P: ¿Y qué me dice de la relación de filósofos más modernos con la ciencia?

-R: Se dio el caso de filósofos que, como Descartes, mostraron una cara para poder ocultar la otra. Mientras estuvo en Francia mostró su cara conformista e idealista, pero cuando se fue a Holanda, y luego a Suecia, escribió dos libros que no se atrevió a publicar en vida: ‘El tratado del mundo' y ‘El tratado del hombre', temía que la Inquisición le arrestara. Es por eso que, como buen católico que era, se refugió primero en un país calvinista y luego en un país luterano. Esas dos obras de Descartes fueron seminales para la generación que le siguió en Francia, la Ilustración , y fueron difundidas por todo el mundo.

-P: ¿Los filósofos de la Ilustración fueron más proclives a la ciencia?

-R: Los filósofos de la ilustración escribieron no sólo para otros filósofos, que es lo que ocurre hoy día, sino que lo hicieron también para el gran público culto de la época. Fueron filósofos progresistas que ayudaron a la ciencia, a la matemática, al racionalismo, al materialismo… Pero vino la reacción contra Napoleón y al mismo tiempo contra la Ilustración , la reacción de Heggel, de Fichter, Schelling…, y con ello la reacción contra la ciencia.

-P: Usted ha citado muchas veces a Heggel como paradigma del filósofo que vive de espaldas a la ciencia.

-R: Heggel se opuso absolutamente a todos los descubrimientos científicos de su época: no solo a la mecánica newtoniana, que era la cúspide de la ciencia de la época moderna inicial, sino que también se opuso a la nueva química, a la nueva biología, a todos los avances.

Era un hombre muy leído. Era tan ignorante que sabía exactamente lo que debía atacar. Desgraciadamente tuvo mucha influencia en Alemania. Ninguna fuera de allí, pero Alemania en aquella época había empezado a ponerse en la punta de las ciencias naturales y de la matemática.

Kant y sus sucesores tuvieron mucha influencia sobre las ciencias sociales y la psicología. Decían que éstas no podrían jamás convertirse en ciencias, pues eran ramas de las Humanidades, y esta influencia perduró durante dos siglos, prácticamente hasta nuestros días. Influyó incluso sobre Max Webber, que fue uno de los fundadores de la psicología, pero afortunadamente, Webber no fue consecuente, porque hizo investigaciones que, contrariamente a Kant, fueron científicas y objetivistas, no subjetivistas como había hecho Kant.

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-P: Se desprende de todo lo que dice que filósofos y científicos están condenados a entenderse.

-R: El filósofo que pretenda hacer filosofía útil tendrá que aprender algo de física, no se puede hablar sobre el espacio y el tiempo, como lo hacía Heidegger, sin saber algo de física; uno no puede filosofar sobre la mente sin estudiar algo de psicología y de neurociencia; no se puede perorar sobre la vida sin saber algo de biología…

-P: ¿Ocurre también al contrario, es decir, que un buen científico tenga también algo de filósofo?

-R: Exactamente. Un físico nuclear o atómico adopta algo de filosofía. Los biólogos moleculares suponen que el ADN participa de reacciones biológicas y químicas que tienen lugar incluso en organismos. El primero en suponer algo parecido fue un oscuro monje moldavo: Mendel. Al principio se dudó de sus investigaciones, ya que provenían de un oscuro monje de campaña, pero después fueron confirmadas y profundizadas.

 

El neurocientífico cognitivo que estudia el cerebro vivo, la manera en que piensan, imaginan y sienten las personas, está suponiendo que los fenómenos mentales son procesos cerebrales. Esa es una vieja hipótesis filosófica, tiene 25 siglos. Una hipótesis materialista de la identidad o unidad psiconeural, que dice que todo lo psíquico es neuronal. Cajal fue uno de los primeros físicos que lo dijo abiertamente. Hoy día la rama más fecunda de la psicología, la que está produciendo más resultados, es la neurociencia cognitiva.

 

 

  

-P: En la entrevista publicada en la revista Campus hace veinte años usted realizaba un recorrido por los grandes males de la Humanidad que resulta, a mi parecer, enormemente preciso y válido para hoy. Usted citaba como los grandes males el belicismo, la contaminación ambiental, la explotación de recursos y una superpoblación que nos aboca a un excesivo consumo de los recursos naturales. ¿En qué estado se encuentra ahora todo esto a su parecer? ¿Sigue pensando lo mismo?

-R: Sigo pensando lo mismo, aunque creo que se ha avanzado, si no en el control, sí en la conciencia de que son desastres y que algo hay que hacer al respecto. En aquella época el movimiento ambientalista o ecologista apenas nacía. Hoy día, ningún político que se precie niega que algo está pasando con el clima. Hay partidos verdes en todo el mundo.

En cuanto a la natalidad, afortunadamente ha disminuido mucho en casi todo el mundo. Incluso en países como Irán. En estos momentos el clero iraní apoya el control de la fertilidad. Estamos esperando a que el Papa de Roma se pronuncie de forma parecida. También ha aumentado la longevidad en casi todos los países…

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Sin embargo, ha aumentado también enormemente la desigualdad, tanto entre individuos como entre naciones. El producto interior bruto se duplica cada generación, pero la forma en que se distribuye es cada vez más inequitativa. En Estados Unidos y Canadá, hace una generación, el índice Gini, que indica la desigualdad económica dentro de un país, era 0'36, hoy es 0'41, y sigue subiendo. Las empresas siguen concentrándose y las pequeñas no cesan de caer. Los sindicatos prácticamente no existen allí, pero donde tienen más importancia, la economía florece.

Suecia, Finlandia, Holanda y Japón son los países con menor desigualdad. Estos países muestran muy bien que es posible mejorar la calidad de vida en el sistema capitalista siempre que se regule y que no se practique el capitalismo que predican los neoliberales.

Ocurre una cosa muy curiosa: el Banco Central de Estados Unidos esta ahora adoptando como remedio a la actual crisis el mismo veneno que produjo la enfermedad: el gasto desenfrenado, el endeudamiento, que fue lo que produjo la crisis del 29. La gente compró a crédito y a la primera dificultad no pudo pagar las cuotas, con lo que perdieron las casas, los automóviles, el campo… ¿Qué es lo que resuelve ahora el Banco Central para enfrentarse a la crisis?: bajar las tasas de interés para que la gente pueda adquirir nuevos préstamos para pagar las deudas. De este modo van acumulando tarjetas de crédito y acumulando deudas.

 

                                      

 

-P: ¿Continúa la enseñanza de la ciencia en los países hispánicos tan atrasada como estaba en el momento en que usted se quejaba cuando estuvo hace veinte

años en Murcia?

-R: Yo sé muy poco ahora de los países hispanoamericanos, tenga en cuenta que hace media vida que no resido en mi país de origen, pero se está haciendo muy poco por

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mejorar la enseñanza de las asignaturas más básicas: la matemática, la física, la química y la biología.

Hay un aspecto positivo: que las mujeres están ingresando en masa en las carreras científicas. Sin embargo, los varones están egresando en masa.

Hay que decir, no obstante, que existen indicios favorables. Por ejemplo, en el caso de España, el gobierno ha duplicado el presupuesto de las inversiones en investigación

básica en los últimos cuatro años.

-P: ¿Hacia qué tipo de educación deberíamos tender?

-R: Hacia un tipo muy diferente del que se imparte ahora: menos memorización, más discusión, más trabajos experimentales… En las escuelas secundarias, los laboratorios prácticamente no existen. Hay que aumentar el número de laboratorios y de talleres. En

los países iberoamericanos tenemos una pésima tradición de desprecio por el trabajo manual. Hay que enseñar a manejar las manos desde la escuela primaria.

-P: El exceso de información que se respira en todos lados merced a las nuevas tecnologías ¿nos hace más cultos o produce un mayor analfabetismo cultural?

-R: Si sólo hay información, no hay nada. La información es un medio no un fin. El fin de la comprensión es el conocimiento, y para ello hace falta asimilar, entender esa

información, filtrarla. Como usted bien dice, hay exceso de información, lo contrario de lo que existía en mi tiempo: entonces había carencia, pero ahora hay demasiada. La

única manera de gestionar ese gran flujo de información es construir filtros críticos, volverse escéptico, evaluar, seleccionar toda la información que se recibe.

A veces se genera desinformación. El otro día miré lo que decía Wikipedia de mí. Me enteré de que estuve viviendo en Caracas, donde no he vivido en mi vida, y de que nunca terminé mis estudios universitarios. La facilidad con que concurre hoy día la

información es ambigua.

Por otro lado, los estudiantes apenas concurren hoy a las bibliotecas, no se mueven de los ordenadores. Toda esta tecnología posee grandes ventajas para el investigador, pero

para quien no piensa nada más que en divertirse es nociva.

 

      

Pensamientos de un filósofo:

La mayor parte de los filósofos han contribuido a empeorar la sociedad

Muchos filósofos han obstaculizado el avance del conocimiento

No se puede hablar sobre el espacio y el tiempo sin saber algo de física

      

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Estamos esperando a que el Papa se pronuncie sobre la natalidad como lo

ha hecho el clero iraní.

Si sólo hay información, no hay nada.

 

      

 

      

      

La información es un medio no un fin, el fin de la comprensión es el conocimiento.

Las morales religiosas son todas inmorales.

La enseñanza debería incluir menos memorización y más discusión.

No hay enfrentamiento de religiones, hay enfrentamiento entre países que tienen petróleo y los que lo ansían.

Los inmigrantes tienen derechos, pero también deberes.

Heidegger fue un pillo que escribió para idiotas.

Cuando Bush habla de la Biblia está hablando realmente de economía.

 

      

 

 

-P: Usted se sitúa políticamente en la izquierda ¿piensa que todavía queda lugar en esta sociedad para las ideologías?

-R: Todas las sociedades se rigen por ideologías. Desgraciadamente la ideología dominante es el neoliberalismo. En América Latina las políticas neoliberales han tenido un resultado tan negativo sobre la economía y sobre la sociedad que ha habido una reacción. Hay búsqueda de nuevas ideas, lo que ocurre es que los intelectuales que tendrían que intervenir en esto, siguen con ideas anticuadas. En la derecha tenemos a los liberales, que en realidad son reaccionarios. En la izquierda tenemos marxistas que no se han enterado de que el marxismo ha envejecido irremediablemente, y que las sociedades han cambiado.

Yo soy partidario de ampliar la democracia. Actualmente, de los 200 países que hay en el mundo, sólo en 30 hay democracia política, y aun en algunos casos es bastante dudosa. Por ejemplo, en Estados Unidos, lo que mueve a los partidos políticos es el dinero, no las ideas.

Hay que intentar que cada vez haya más gente que tenga acceso a la democracia, a la educación y a la cultura. Es preciso restringir la discriminación de la mujer y a las minorías étnicas, e introducir algo de democracia económica, pues los recursos están en manos de una minoría.

-P: Usted habla de otros terrorismos menos llamativos y a los que se da menos

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importancia, pero mucho más cruciales para los seres humanos…

-R: El terrorismo del que se ocupa la prensa es el terrorismo que podríamos llamar al por menor, el terrorismo que llega a matar a 20, 30 o 200 personas, pero dejan de lado el terrorismo que viene de arriba, el que afecta a los gobiernos y que mata a millones de personas en todo el mundo.

-P: ¿Es la religión una forma de controlar a la Humanidad ?

-R: Las morales religiosas son todas inmorales. Propugnan el aniquilamiento del infiel. La Biblia dice que matemos al infiel.

Ahora se pretende hablar de un enfrentamiento entre religiones, Benedicto XVI parece alentar a una nueva cruzada, pero no hay tal enfrentamiento. Hay enfrentamiento entre los países que tienen petróleo y los que ansían ese petróleo. No existe conflicto religioso, sino un conflicto económico.

Los norteamericanos son tremendamente religiosos, pero cuando George Bush habla de la Biblia está hablando realmente de economía.

-P: ¿Qué papel habría que adoptar en países como España, receptor de una oleada de inmigrantes cada vez mayor?

-R: Soy partidario de la integración de los inmigrantes, que no se queden en guettos . No están sólo para trabajar, también hay que integrarlos, y que ellos lo acepten. Hay que dejar claro a los inmigrantes que tienen derechos, pero que también deberes: el deber de esforzarse por comprender la cultura del país que le acoge e integrarse en él.

No obstante, hay que llegar a un equilibrio: no se les puede acoger sólo para aprovecharse de su mano de obra, es preciso ofrecerles derechos y garantías, como a cualquier otro.

          

Los pseudofilósofos según Bunge

En el siglo pasado hubo filósofos, o

             

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pseudofilósofos, que exaltaron el irracionalismo, la intuición sobre la razón y la experiencia, como Bergon y Edmund Husserl. Su principal discípulo, Martin Heidegger fue uno de los más grandes charlatanes de la historia. Logró hacer pasar por filosofía lo que no era más que verborragia sin sentido.

Puedo dar algunos ejemplos clarificadores: definió el ser como ‘ello mismo;, creyó definir el tiempo como ‘la maduración de la temporalidad'. Dijo que el mundo ‘mundea' y la nada ‘nadea'. Y esas declaraciones, típicas de un esquizofrénico, fueron tomadas como profundísimas tesis metafísicas. Fue un pillo que escribió para idiotas. Pero si usted es un pillo que escribe en alemán desde una cátedra de una universidad alemana, entonces le toman como el pensador más profundo del siglo. En cambio si lo escribe desde un diario de Cieza, le toman como el idiota del pueblo.

Sin embargo, a pesar de ser un charlatán hoy día existen muy pocos profesores de filosofía que se atrevan a criticar a Heidegger: es una vaca sagrada.

                                       

Mario Bunge, la Universidad de Murcia y la revista Campus

 El profesor Mario Bunge estuvo en la región entre los días 2 al 5 de abril, invitado por la fundación Los Álamos de Cieza, que preside el exembajador José Luis Pardos. Fueron días de intensa actividad para este pensador, que impartió tres conferencias –una de ellas en el salón de Grados de la facultad de Derecho- y que tuvo ocasión de contemplar la realidad de centros educativos, conocer a artistas y reencontrarse con amigos.

 

 

Mario Bunge, firma en el 'Libro de Honor' de la Universidad de Murcia

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En el rectorado de la Universidad de Murcia fue recibido el viernes 4 de abril por el Rector, José Antonio Cobacho, que alabó su trayectoria y su

significación en el mundo de la filosofía.

Uno de los protagonistas de la recepción fue precisamente la revista Campus, que publicó hace exactamente 20 años –fue en mayo de 1988- una

extensa entrevista con Bunge. El rector le hizo entrega de un ejemplar original de aquel momento y comentó algunos de las afirmaciones que realizaba el filósofo

hace veinte años y que, a su juicio, seguían absolutamente vigentes.

 

 

 

 

 

Mario Bunge con el rector de la Universidad, José A.

Cobacho

                                       

Mario Bunge con la

Edición de 'Campus', Mayo 1988

 

Mario Bunge y la revista Campus

De 1988 a 2008: Veinte años no es nada

La anterior entrevista realizada a Mario Bunge, firmada por Alfonso García y Pascual Vera, fue publicada por la revista Campus en mayo de 1988. En ella, Mario Bunge abogaba por una enseñanza ‘menos libresca y más práctica'. Aludía a sus desencuentros con Popper, de quien rebatió sus tesis dualistas mente-cerebro; a su

Páginas entrevista Mario Bunge

revista 'Campus', Mayo 1988

             

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posicionamiento político a la izquierda –‘aunque creo que en este momento, en nuestro planeta, lo más importante no es la lucha de clases, sino la lucha por la supervivencia del humanidad'-. También se refería a los enemigos de la sociedad, que ‘no es ni el capitalismo ni el comunismo: es el belicismo, los fanáticos que quieren llevarnos a la guerra nuclear, que de producirse aniquilaría todo rastro de vida en el planeta'.

Bunge habló también de los grandes enemigos del planeta, que eran, en su opinión, los ‘contaminadores del ambiente', ‘la explotación desaforada de recursos minerales' y ‘la superpoblación': ‘ya somos demasiados –afirmaba-, y esta enorme población que hay es excesiva para los recursos de que se dispone'.

‘Estos son los grandes problemas que afronta la humanidad, mucho más importantes, más trágicos que la lucha de clases en estos momentos, sin que por ello niegue la existencia de esta lucha', concluía.

Bunge se refería también en aquella entrevista a la realidad de los países latinoamericanos: ‘se trata de una situación trágica

 

Portada 'Campus', Mayo 1988

         

           

        Mario Bunge hojeando la actual revista 'Campus',

edición en papel

   

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que no tiene salida'. El pensador añadía que, a su parecer ‘la culpa la tienen los propios países, los propios pueblos, por tolerar la persistencia de esos regímenes'.

Bunge abogaba por la ‘reducción de las fuerzas armadas, lo que aliviaría enormemente los presupuestos, disminuiría el derroche de los recursos naturales y de los recursos humanos y se podría avanzar en todos los demás'. Sin embargo, aclaraba, ‘mientras persista la obsesión por la defensa nacional en casi todos los países, y en los del Tercer mundo en particular, esos países van a seguir desintegrándose'.

Mario Bunge concluía aquella entrevista abogando por una ‘educación más objetiva', ‘hay que decirles la verdad a los jóvenes. Y para eso, hay que comenzar conociendo la verdad'.

 

entrevista a Mario Bunge, publicada en 'Campus', Mayo 1988

Video Mario Bunge en la UMU (Cortesía Antonio Tapia).

 

  

 

Mario Bunge: a fondo

 

Nacido en Buenos Aires en 1919, e hijo del médico y parlamentario Augusto Bunge, Mario Bunge es doctor en ciencias fisicomatemáticas por la Universidad de

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la Plata. Miembro de cuatro academias y en posesión de 15 doctorados honoris causa por diversas universidades, ha sido profesor de física teórica y más tarde de filosofía de la universidad de Buenos Aires y la universidad de la Plata.

Ha sido profesor visitante de filosofía de universidades de Estados Unidos, Suiza y México, impartiendo cursos de mecánica cuántica, relatividad, electrodinámica clásica, ontología, epistemología, semántica, ética, etc.

Desde 1966 está afincado en Montreal, Canadá, donde ha sido profesor en la Universidad McGill , ocupando la cátedra Frothingam de lógica y metafísica.

Mario Bunge es autor de más de medio millar de monografías y una cincuentena de libros de física y filosofía, entre ellos ‘Treatise on Basic Phylosophy', ‘Las ciencias sociales en discusión', ‘Diccionario de filosofía', ‘A la caza de la realidad' y ‘Filosofía y sociedad'. Acaba de aparecer en castellano el primero de los ocho tomos de su ‘Tratado de Filosofía'. Para octubre de 2008 está prevista la publicación de su próximo libro ‘Politial Philosophy, aunque ya está preparando una nueva publicación: ‘Materia y mente'.

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“Somos víctimas de una mala filosofía política”, entrevista a Mario BungeEspanol

Written by Alberto Montero    Thursday, 16 July 2009

 

 Este fin de semana periódico El Comercio, de Perú, publicaba una entrevista a Mario Bunge, uno de los filósofos más interesantes y polémicos de América Latina.

Yo me acerqué a él hace años, cuando leí su “Economía y Filosofía” y, en aquellos momentos, me pareció brillante por su capacidad de arrojar luz sobre la oscuridad con la que la economía envolvía sus principios y fundamentos.

La entrevista no tiene desperdicio en su ataque a la posmodernidad y sus defensores, los cuales, según Bunge, “hablan en difícil porque no tienen nada que decir”.

Aquí os la dejo para el disfrute colectivo. Atentos a su receta para llegar a los noventa años

Mario Bunge. Es una de las voces más lúcidas y polémicas de la filosofía latinoamericana. A su paso por Lima conversó con “El Dominical” sobre la crisis del capitalismo, las seudociencias, los posmodernos y la ligereza de los intelectuales latinoamericanos.

“Hablan en difícil porque no tienen nada que decir”, afirma Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) sobre los defensores de la llamada posmodernidad. El filósofo y físico argentino no escatima adjetivos al referirse a quienes se han alejado de la ciencia racional para construir teorías basadas en la especulación y en lo que él denomina las seudociencias.

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Es autor de una treintena de libros entre los que destacan su enorme “Tratado de filosofía” (siete tomos) y “La ciencia y su método”, un pequeño volumen que no ha dejado de reimprimirse desde su aparición en los años sesenta.  

(* * *)

¿Por qué en nuestros países, donde se necesita tanto del desarrollo científico, se le da tan poca importancia a la investigación?

Es culpa de los intelectuales que no han sido capaces de entender que la ciencia y la técnica son el motor de la civilización moderna. Si lo entendieran, empujarían a los gobiernos para que se ocupen de ello. En nuestros países casi todos los intelectuales se ocupan de cualquier cosa menos de ciencia y técnica. Los científicos no suelen interesarse por la política, lo que es un error pues tendrían que actuar en ese terreno para exigir que los gobiernos inviertan más en ciencia, en educación y en salud.  

En una entrevista dijo que la filosofía estaba muy enferma, herida de muerte. ¿Es tan crítica la situación de la filosofía contemporánea?

Yo creo que la filosofía se ha estancado. En los últimos años no ha abordado problemas importantes sino problemas secundarios, y muchas veces seudoproblemas. Muchos filósofos se preguntan, por ejemplo, cómo sería una Tierra sin agua o qué significa ser un murciélago.

¿Por qué no ocuparnos mejor de cómo piensa y siente la gente?

Para eso hay que informarse sobre las neurociencias que estudian el órgano de la mente que es el cerebro; pero la mayor parte de filósofos se niega a aprender esto. No creo que la filosofía vaya a morir o desaparecer, pero sí está muy enferma. Una buena infusión de ciencia del siglo XXI le vendría muy bien.  

En ese sentido es un entusiasta defensor de las neurociencias. ¿Qué avances tenemos en este campo?

Estamos viviendo la década del cerebro. Se está avanzando muchísimo, pero todavía se ignora bastante. No sabemos exactamente cuáles son las partes del cerebro conscientes de sí mismas; pero se acaba de descubrir que dar brinda mayor placer que recibir, y que es el mismo tipo de placer que sentimos al comer algo sabroso. Se ha descubierto también que la desigualdad es mucho más nociva que la pobreza. La desigualdad causa estrés y este, a su vez, origina una superproducción de sustancias nocivas que destruyen el cerebro. En los países más equitativos las personas son más longevas. Los costarricenses y los cubanos viven bastante más que los norteamericanos. Ganan muchísimo menos, son mucho más pobres, pero viven más porque son más igualitarios.

¿Por qué los filósofos se han alejado de la ciencia? ¿Cuándo empezó esto?

Yo creo que empezó como una reacción contra el Siglo de las Luces. Empezó con gente como Hegel, al comienzo del siglo XIX, como una reacción contra el modernismo, contra el cientificismo y el materialismo. Vinieron todas esas fantasías idealistas de

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Hegel y en el siglo pasado aparecieron Edmund Husserl, Martín Heidegger y demás charlatanes que escribían de manera tal que era imposible entenderles. De esta manera ocultaban que no decían nada.

Cuando Heidegger dice que la esencia del ser es “el yo mismo”, ¿qué significa? Absolutamente nada. Pero como lo dice un profesor alemán entonces los latinoamericanos y los franceses dicen “oh, que sabiduría”, sin darse cuenta de que lo dice en difícil porque no tiene nada que decir.  

Se refiere a filósofos que han gestado el pensamiento posmoderno…

No han aportado ningún conocimiento porque justamente niegan la ciencia, la racionalidad, la lógica, y cuando usted niega eso se vuelve un cuadrúpedo. Cuando no se reconoce que el cerebro es capaz de entender, de conocer; cuando se dice que todo es misterioso se está negando la modernidad.

Es peor que volver a la Edad Media. Porque en la Edad Media hubo filósofos y teólogos que por lo menos discutieron racionalmente. Santo Tomás de Aquino no descubrió nada pero nos enseñó a discutir. Dijo, cuando se discute con un creyente se le exhibe las Escrituras para convencerlo, pero cuando se discute con un incrédulo las Escrituras no sirven, así que no queda más que razonar con él.

(* * *)

El capitalismo vive una de sus mayores crisis desde 1929. Usted ha hablado de un modelo de sociedad llamado “tecno-holo-democracia”. ¿Qué significa esto?

Occidente es víctima de una mala filosofía política, el neoliberalismo, según la cual las empresas deben tener total libertad. Y ya se sabe que el capitalismo es suicida y por eso necesita controles. Los críticos del capitalismo, sin embargo, no ofrecen ninguna alternativa creíble. Los socialistas están paralizados y no tienen nuevas ideas. Los marxistas siguen repitiendo los mismos conceptos del siglo XIX. Yo sostengo que en el futuro tendría que haber una democracia integral, no limitada a lo político, sino extendida hacia lo económico y lo cultural. Esa sociedad futura, además de buenas ideas, necesita técnica, porque el gobierno no debe estar en manos de aficionados. Y la democracia económica se alcanzará a través de las cooperativas, que son empresas que actúan en el mercado pero bajo la propiedad y la administración de sus trabajadores, con la colaboración de especialistas. Un modelo de cooperativa exitosa es la vasca Mondragón: tiene su propio banco, su propia universidad y cien empresas diversificadas, ninguna de ellas ha quebrado y la gente trabaja a gusto porque lo hace para sí misma.  

¿Y la ética calvinista que impulsó el capitalismo?

Eso ya se acabó. Según Max Weber la ética calvinista era muy cuidadosa con el dinero, no especulaba. El capitalismo de los últimos treinta años, especialmente en Estados Unidos, ha sido el capitalismo del casino, de las especulaciones y los préstamos. Enron, corporación amiga de la familia Bush, era solo un cascarón. Bernard Madoff durante 30 años estafó por más de 50 mil millones de dólares tanto a gente rica como a 35 cajas de jubilación de sindicatos. Lo hizo porque nadie lo controló, porque el

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gobierno de Reagan eliminó la mayoría de controles y Clinton terminó con los que quedaban. Demócratas y republicanos son igual de culpables en esta crisis.  

Receta para llegar a los 90 años

“No leer a los posmodernos, no fumar, no beber alcohol y no hacer demasiado deporte. Mantener ágil el cerebro. Si uno deja de aprender, el cerebro deja de funcionar”.

Alberto Montero* Málaga - Espana

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El filósofo y físico Mario Bunge (Buenos Aires, 1919), profesor de Filosofía en la McGill University de Montreal, Canadá, y premio Príncipe de Asturias en 1982. Estos días la editorial Gedisa publica el primer volumen de los ocho que conforman la obra maestra de Bunge, su Tratado de filosofía,escrito originariamente en inglés, como todos sus libros.

 

Bunge postula la aplicación del método científico al campo de la reflexión filosófica y se ha distinguido en su beligerancia contra las seudociencias -entre las que incluye al psicoanálisis y la homeopatía- y ha combatido corrientes filosóficas como el existencialismo, el posmodernismo y la hermenéutica.

Foto el Pais.es, Mario Bunge MARCEL·LÍ SÁENZ, 04-04-2008

 

Pregunta. ¿Qué le parece más reprochable de esas escuelas?

Respuesta. Por ejemplo, Heidegger tiene todo un libro sobre El ser y el tiempo. ¿Y qué dice sobre el ser? “El ser es ello mismo”. ¿Qué significa? ¡Nada! Pero la gente como no lo entiende piensa que debe ser algo muy profundo. Vea cómo define el tiempo: “Es la maduración de la temporalidad”. ¿Qué significa eso? Las frases de Heidegger son las propias de un esquizofrénico. Se llama esquizofacia. Es un desorden típico del esquizofrénico avanzado.

P. ¿Usted cree que Heidegger era un esquizofrénico?

R. No, era un pillo que se aprovechó de la tradición académica alemana según la cual lo incomprensible es profundo. Y por supuesto adoptó el irracionalismo y atacó a la ciencia porque cuanto más estúpida sea la gente tanto mejor se la puede manejar desde arriba. Por esto es por lo que Heidegger es el filósofo de Hitler, su protegido. Pero al mismo tiempo su seudofilosofía es tan abstrusa que no podía ser popular. De modo que al pueblo se le da una ideología crasa, del suelo, lo telúrico, la sangre, la raza. Y para la élite, fenomenología, existencialismo, esas cosas abstrusas que nadie entiende pero si usted dice que no entiende, pasa por tonto. Si quiere hacer carrera académica tiene que tratar de imitar a estos pillos, de lo contrario, se queda atrás…

La conferencia de Bunge en Barcelona trató sobre el estudio de los problemas desde el enfoque complejo, sistemista, que postula, es decir: desde la consideración de que todas las cosas son o un sistema o parte de un sistema; y que para estudiarlas hay que comprender cuatro elementos: su composición, su entorno, su estructura y su mecanismo. “Los objetos, lejos de ser simples, o de estar aislados, son siempre sistema o parte de un sistema”, explica. “Por eso tratar de entenderlos desde un punto de vista sectorial o, por el contrario, demasiado global, es condenarse al error, como aquella

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conductora que se lamentaba de que su coche funcionaba muy bien, pero, por algún oscuro motivo, se atascaba en el tráfico”.

Bunge señala que, aunque cualquier científico sabe que para comprender un objeto hay que estudiar los citados cuatro elementos, ningún diccionario filosófico, salvo el suyo, incorpora conceptos como sistema, y que eso explica que la filosofía de hoy vaya a la zaga de la ciencia y que cada filósofo sea o individualista o globalista: “Los unos ven los árboles, pero se les escapa el bosque; los otros ven el bosque, pero no los árboles”.

P. ¿Por qué critica usted la idea, tanto marxista como burguesa, y difundida en el sentido común, de que la economía es el asunto principal para el bienestar de las sociedades?

R. Como decía Stuart Mill, ningún problema económico tiene una solución puramente económica. Los grandes problemas son multifacéticos y no pueden ser arreglados solamente por políticos ni por economistas. Fíjese usted en la recesión norteamericana. ¿Causada por qué? Primero, por el hábito de consumir sin fijarse en la deuda. Y un problema político: la regulación de las tasas de interés era tan baja que permitió que la gente se endeudase por encima de su posibilidad de reembolsar su deuda. El norteamericano medio debe a su tarjeta de crédito, de promedio, 10.000 dólares. Casi todo lo que ha adquirido, casa, auto, nevera, etcétera, lo ha hecho a crédito. El presidente del Banco Central, ¿a qué recurre? Para desintoxicar, introduce más tóxico; es decir, está disminuyendo el tipo de interés para que la gente pueda pedir más dinero prestado. Empeora la situación. Es completamente suicida. ¡Y ésos son los presuntamente grandes economistas! No se dan cuenta de que se trata de un problema complejo. Hay que educar a la gente desde la escuela instándola a no endeudarse innecesariamente, que no tenga tarjetas de crédito, o sólo una. El único que vio esto claro fue el presidente Carter, que dijo: “No adquieran tarjetas de crédito, bajen la calefacción, consuman menos”. Fue una de las razones por lo que no le reeligieron, porque eso va contra las costumbres norteamericanas.

El interés de Bunge por la política como fenómeno sistémico ha centrado su último libro, Filosofía política. Un tomo “bastante grueso en el que me ocupo de la filosofía política, que me parece se halla en bastante mal estado porque ha estado en manos de ideólogos, muy poca gente científica, como Maquiavelo. Maquiavelo tiene mala fama por ser un técnico inescrupuloso, pero como estudioso del sistema político fue el primer científico, siguiendo a Aristóteles”.

P. En su conferencia parecía que su criticismo hacia la deriva de los grandes problemas de la humanidad apuntaba también motivos para el optimismo…

R. Un indicio positivo es el hecho de que exista medio millón de ONG volcadas, por lo menos en teoría, al bien común. Desarrollan un papel importante en países avanzados y también en algunos subdesarrollados, como la India, que está llena de cooperativas y de organizaciones de voluntarios. No digo que sea suficiente, pero cumplen un paso muy importante entre el individuo y la empresa privada. Yo tengo alguna experiencia sobre esto: en el año 38 ayudé a organizar la Universidad Obrera Argentina. Llegó a tener 1.000 alumnos. Funcionó cinco años y luego fue clausurada por el Gobierno dictatorial del 43. Lo que más molesta a una dictadura son precisamente las iniciativas individuales

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y colectivas que no están gobernadas ni por el gobierno ni por la empresa. Lo primero que muere con una dictadura son las organizaciones no gubernamentales.

El enfoque escéptico de la política*

Mario BungeLa Insignia. España, noviembre del 2007.

 

Según una opinión muy difundida entre los italianos, la gente se divide en dos clases: los furbi, o pícaros, y los fessi o tontos. Y, como sugieren los éxitos pasados de Silvio Berlusconi, uno de cada dos italianos han admirado más a los furbi que a los fessi. Lea lo que sigue para no caer en la ignominiosa categoría de los fessi.

Durante dos milenios los filósofos escépticos nos han alertado contra las supercherías religiosas y los fraudes intelectuales. Pero ninguno de ellos, ni siquiera Sexto Empírico en la Antigüedad, ni Francisco Sánches en el Renacimiento, ni David Hume en la Ilustración, ni Bertrand Russell en el siglo pasado, nos han advertido contra los espejismos y crímenes políticos, pese a que ellos son mucho más peligrosos que cualquier superstición.

En lo que sigue procuraré reparar esta omisión. Argüiré que, aunque en materia política todos somos tuertos, más vale que el ojo vidente sea escéptico. Y, para que no se crea que predico el escepticismo político radical y destructivo, o sea, el anarquismo, empezaré por distinguirlo del escepticismo moderado o puramente metodológico que recomendara Descartes y que se practica en ciencia y en técnica, a saber, el que recomienda dudar antes y después de creer.

Escépticos moderados y escépticos radicales

Se cree comúnmente que los escépticos no tienen creencias. Esta creencia acerca de los escépticos es falsa, ya que sin creencias de algún tipo no sobreviviríamos. Por ejemplo, el ratón que creyera que los gatos son productos de su imaginación no dejaría descendencia; tampoco el peatón que no creyera conveniente mirar a ambos lados de la calle antes de cruzarla. Las creencias, pues, son fuentes de acción. Quien nada cree nada hace y por lo tanto vive aun peor y menos que el dogmático.

Contrariamente a lo que sucede con los gusanos, en los humanos el estímulo no causa directamente una respuesta, sino que es refractado por un sistema de creencias. Esto explica por qué un mismo estímulo, tal como una frase, provoca una reacción en Fulano

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y otra diferente en Zutano. Por ejemplo, la expresión "justicia social" alarma al conservador pero atrae al progresista.

Desde luego, no todas las creencias son equivalentes: unas son más verdaderas o eficaces que otras. El dogmático es esclavo de creencias que no ha examinado críticamente, de modo que se arriesga a obrar mal. El escéptico radical, el que nada cree, no está al abrigo de toda creencia, sino que es víctima de creencias inconscientes. En cambio, el escéptico moderado, el que sopesa ideas antes de adoptarlas o rechazarlas, está en condición de actuar racional y eficazmente. En otras palabras, mientras el escéptico radical es nihilista, el escéptico moderado es constructivo. Y lo que construye, a diferencia del edificio dogmático, no se desploma al primer temblor, porque ya ha pasado pruebas escépticas.

Entre los sistemas de creencias figuran las ideologías, o sea, los cuerpos de ideas acerca de la naturaleza del mundo, del más allá, de los valores y de las normas morales y políticas. Las creencias ideológicas suelen ser las más fuertes. Tanto, que muchos científicos eminentes, que rechazaron todas las pseudociencias consabidas, se aferraron a dogmas religiosos o políticos. Por ejemplo, Theodosius Dobzhansky, uno de los padres de la síntesis de la biología evolutiva con la genética, fue un ferviente cristiano. El gran biólogo J. B. S. Haldane y el no menos insigne físico John D. Bernal fueron estalinistas tan ortodoxos que defendieron los disparates de Trofim Lysenko, el enemigo de la genética cuyas hipótesis pseudocientíficas hicieron retroceder a la agricultura soviética. O sea, que una sólida formación científica no vacuna contra la pseudociencia. Para vacunarse hay que combinar la actitud científica con el análisis metodológico. Esto vale tanto para el conocimiento como para la política.

Casi todos enfrentamos los acontecimientos políticos con algún preconcepto ideológico: progresista o reaccionario, neoliberal o socialista, secular o religioso, etc. Esto es inevitable pero azaroso, porque las ideologias son respuestas prefabricadas a estímulos esperables, y la realidad social es en gran medida impredecible porque la vamos haciendo de a poco y en forma más improvisada que científica. Por este motivo hay que poner especial cuidado en la formación y propagación de una ideología. Sin embargo, el enfoque ideológico no es un obstáculo a la comprensión de la politica si se está dispuesto a reexaminar de tanto en tanto los principios de la ideologia en cuestión, para verificar si se ajustan a la nueva realidad, a la moral y a nuestras aspiraciones legítimas. Seamos escépticos; pero moderados, no radicales. O sea, adoptemos el escepticismo metodológico y rechacemos el escepticismo radical, porque se niega a sí mismo y es puramente destructivo.

El buen demócrata es un escéptico moderado porque está alerta a las posibles violaciones de las reglas democráticas: al fraude, la corrupción, el cercenamienrto de las libertades básicas, la agresión militar, etc. En cambio, el escéptico radical, el que nada cree, se pone al margen de la política, y con ello se hace víctima de ella. Al dogmático le va igual que al escéptico radical: también él se pone a merced de los demás en lugar de actuar conscientemente por el bien común y contra quienes cometen acciones antisociales. En resumen, el buen demócrata no obedece ni desobedece ciegamente: todo lo examina y sopesa.

En lo que sigue intentaré alertar contra minas terrestres de ocho clases que acechan a quien se aventure a caminar por el terreno político: confusión, error, exageración,

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profecía, engaño, pagaré, maquiavelismo y crimen. No lo haré para alejaros de la política sino, muy por el contrario, para instaros a que participéis en ella con ojo escéptico antes que cegados por dogmas o ilusiones infundadas.

Confusiones

Confundir es identificar lo distinto. La confusión puede ser involuntaria o deliberada. La confusión involuntaria es el precio que pagamos por la ignorancia, el apresuramiento, la improvisacion o la superficialidad. La confusión deliberada, en cambio, es un delito, ya que es un engaño. Esto ocurre, por ejemplo, cuando se identifica la libertad con la libre empresa o el libre comercio, el derecho a la defensa con la agresión armada, la socialización de los medios de producción con la estatización, y la propaganda con la información.

Una de las confusiones más difundidas y provechosas en política es la identificación o confusión de los dos tipos de terrorismo: el de arriba o de Estado, y el de abajo o de grupo clandestino, tal como el que practican las organizaciones paramilitares, con apoyo estatal o sin él. Esta confusión es políticamente provechosa porque permite tildar de terroristas a los guerrilleros que toman las armas para hostilizar a un gobierno opresor o un ejército invasor. Más aun, a veces el Estado recurre a los mismos medios que usan los terroristas de abajo: castigo colectivo, intimidación, ejecución sumaria, tortura, o exacción. Este recurso es ilegal porque hace a un costado el tribunal ordinario, único facultado para juzgar los crímenes al por menor. Un gobierno que utilice esos recursos extralegales carece de legitimidad legal y moral. Un Estado auténticamente democrático no puede darse el lujo de usar los mismos métodos de quienes combaten la democracia. Hacerlo es pura hipocresía.

Los errores

El error es tan común en política como como en ciencia, pero la corrección del error es menos frecuente en política que en ciencia, porque al político común le interesa más el poder que la verdad. Además, el político puede cometer errores morales, o sea, delitos de distintas envergaduras, desde el engaño al electorado hasta la agresión, mientras que lo peor que puede hacer un científico es cometer fraude, lo que puede ser grave dentro de la comunidad científica pero no toca a la ciudadanía.

Los errores politicos pueden ser tácticos o estratégicos. Los errores tácticos, o técnicos, son mucho más fáciles de corregir que los estratégicos, ya que éstos involucran principios y metas. Un error estratégico común es el oportunismo, tal como aliarse con el enemigo de nuestro enemigo con el solo fin de derrotar al adversario. Este es un error grave porque involucra traicionar principios básicos.

Otro error del mismo tipo es tomar en serio la llamada ley de Hotelling, conforme a la cual siempre conviene desplazarse hacia el centro del espectro político, para capturar votos del adversario. Esta estrategia electoral puede dar resultados inmediatos, pero a la

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larga es suicida, porque a medida que se esfuman las diferencias entre los partidos se debilita la motivación del votante para elegir entre ellos: prefiere quedarse en casa, aduciendo que, puesto que todos son iguales, no tiene caso elegir entre ellos.

Las exageraciones

En política suelen cometerse errores de evaluación, en particular exageraciones y subestimaciones. Por ejemplo, los izquierdistas tienen la tendencia a tachar de fascistas a los autoritarios, incluso a los conservadores. En particular, acusamos de dictadura a cualquier gobierno que conculque algunas libertades democraticas, aunque no encarcele en masa a los opositores. Por ejemplo, en su tiempo se acusó de dictadura a los gobiernos de los generales Primo de Rivera y Perón, cuando de hecho fueron dictablandas. Las exageraciones de este tipo atemorizan a unos y llevan a otros a tomar medidas innecesariamente radicales. Tampoco hay que cometer el error opuesto, de subestimar al adversario. Un ejemplo de este error es el que comete el eminente sociólogo político Michael Mann en su monumental Fascism (2004), al afirmar que el franquismo no fue fascista. Llega a esta conclusión porque el franquismo no se ajusta a su definición idiosincrática de fascismo. Según Mann, "el fascismo es la búsqueda de un estatismo nacionalista [nation-statism] transcendente y purificador mediante el paramilitarismo". Puesto que la organización paramilitar facciosa, la Falange, era pequeña, el franquismo no se ajusta a esa definición. Lo mismo se aplicaría al régimen del Mariscal Horthy en Hungría.

A mi juicio, esto sólo muestra que la definición de Mann es defectuosa, ya que el régimen franquista

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colmó los deseos de los super-ricos, así como los de Hitler y Mussolini, escuchó las plegarias del Papa y ejecutó a más opositores que cualquier otro régimen fascista. ¿Para qué montar una fuerte banda paramilitar de señoritos voluntarios si se dispone de casi todas las fuerzas armadas del país, de los aviones y buques de guerra alemanes, y de los llamados voluntarios italianos? El error de Mann consistió en aferrarse a una definición en lugar de empezar por una provisional, ponerla a prueba, y terminar proponiendo una definición más adecuada que la inicial. O sea, en este caso no se ajustó al método científico.

Las profecías

La profecía es especialidad del líder religioso, del ideólogo que cree conocer las leyes de la historia, del macroeconomista ortodoxo, del político inescrupuloso y del vendedor de grasa de culebra. Es posible hacer profecías políticas correctas referentes a sociedades tradicionales, homogéneas y carentes de cuantiosos recursos naturales. Las sociedades de este tipo pueden persistir durante bastante tiempo en el mismo estado, porque no tienen divisiones que generen conflictos internos graves ni tientan a potencias extranjeras. Pero las cosas cambian radicalmente en cuanto aparecen la modernidad, la sociodiversidad pronunciada o una gran riqueza natural. Cuando esto ocurre suceden cambios imprevisibles.

La modernidad, la innovación técnica y la gran diversidad social van acompañadas de cambios sociales impredictibles. La primera favorece el cambio, por dar rienda suelta a la creatividad, la que consiste, precisamente, en inventar cosas, procesos e ideas nunca pensados antes. Y la gran diversidad social, sobre todo si consiste en desigualdades pronunciadas de acceso al poder económico, político o cultural, genera conflictos de resultado incierto. Baste recordar las grandes revoluciones sociales y los trágicos conflictos bélicos de los últimos dos siglos. Nadie predijo la Revolución Rusa, el ascenso del nazismo al poder, la gran alianza contra el Eje fascista o la implosión del Imperio soviético. En nuestros días, al ordenar la tercera invasión del Líbano, Ehud Olmert, primer ministro israelí, profetizó "un nuevo Oriente Medio" al terminar la operación. Treinta y tres días después, al ordenar la retirada de las tropas invasoras, las que no habían hecho sino matar y destruir, Olmert confesó que su ánimo se había tornado "sombrío, humilde y pesimista".

Pese a los fracasos sucesivos de las profecías desde los tiempos bíblicos, millones creyeron en la profecía cristiana del fin del mundo, en la marxista de la bancarrota del

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capitalismo y en la neoliberal de la prosperidad que causaría el libre comercio, pero que no le llegó al Tercer Mundo. Otros creyeron en la profecía del primer presidente Bush, quien en 1990 afirmó que el precio del petróleo bajaría al ganar la Guerra del Golfo. De hecho, desde entonces ese precio subió de 20 a 70 dólares por barril, debido en parte a la política exterior de su hijo.

La única región del mundo acerca de la cual me atrevo a hacer una predicción, por cierto sombría, es el llamado Oriente Medio, que en realidad es próximo. Esta ha sido una región conflictiva desde el colapso del Imperio otomano porque flota sobre el mar de petróleo más vasto del planeta, porque el petróleo es muy codiciado por todos los países, y porque hay una sola potencia capaz de controlarlo o incluso poseerlo por la fuerza sin que le importe violar una y otra vez el derecho internacional. Por este motivo me atrevo a profetizar que Oriente Medio seguirá siendo conflictivo, aunque se firmen docenas de tratados, mientras le quede un barril de petróleo.

Los estadounidenses están dispuestos a sacrificar por este motivo hasta el último soldado israelí, y los reclutadores islamistas hasta el último mártir-asesino, para defender el óleo sagrado. Poderoso caballero es Don Petróleo. Si quedare duda, imagínese lo que occurriría si Israel hubiera sido instalado en Patagonia o Amazonía en lugar de Palestina. ¿Qué interés habrían tenido los estadounidenses en transformar a Israel en la fortaleza más potente de la región, la única dotada de armas de destrucción masiva, y la única capaz de defender el acceso de las firmas norteamericanas a ese tesoro fabuloso?

En resumen, es posible acertarla con predicciones en pequeña escala y a corto plazo, así como con predicciones referentes a recursos naturales. En cambio, no es posible acertarla con profecías sociales grandiosas. Esto se debe a que no conocemos las leyes de la historia, y ni siquiera sabemos si las hay.

Engaños

Al día siguiente al atentado terrorista del 11 de setiembre de 2001, el titular de la primera plana de The New York Times ponía: "Los EE.UU. bajo ataque." Daba la impresión de que se trataba de un nuevo Pearl Harbor: que la nación norteamericana estaba en guerra porque había sido atacada por otra potencia, la que ahora se llamaba "terrorismo". Era la guerra contra el terror, enemigo sin territorio ni gobierno, pero no menos temible por ello, y que exigía la movilización del pueblo: leyes de emergencia, recursos extraordinarios y, sobre todo, unión en torno al líder del mundo libre, el presidente George W. Bush, reelecto un año después pese a su incompetencia.

Esa presunta noticia fue falsa porque, por definición, "guerra" es conflicto armado entre dos naciones con sus respectivas fuerzas armadas, y en este caso había una sola nación y el enemigo no era una fuerza armada sino una minúscula banda de criminales fanáticos no identificados. Es como si el gobierno español hubiera afirmado que estaba en guerra con ETA, hubiera bombardeado y ocupado el sur de Francia por albergar a etarras, y hubiera construído una prisión política para vascos sospechosos en una ex-colonia africana para "interrogarlos" y sustraerlos a la justicia española.

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Como dice George Soros en su último libro, The Era of Fallibility, la "guerra al terror" no es sino una metáfora políticamente conveniente. Tanto, que engañó al pueblo norteamericano, recortó las libertades civiles, dividió, entonteció y desarmó a la oposición, prometió un torrente inagotable de petróleo barato, e hizo regalos colosales al puñado de empresas amigas de la Casa Blanca. Años después el mismo gran periódico admitió la falsedad de su "información" de que Irak poseía armas de destrucción masiva y había participado en el ataque 9/11. Pero ya era demasiado tarde: ya habían sido agredidas y ocupadas dos naciones, ya habían muerto decenas de miles de civiles inocentes, ya habían sido irreversiblemente arruinadas las vidas de centenares de miles de personas, y ya habían sido reducidas a escombros centenares de hospitales, escuelas, centrales eléctricas, plantas purificadoras de agua, fábricas, puentes, y casas privadas. O sea, ya se habían cometido innumerables crímenes de guerra. Sin embargo, estas operaciones en nombre de la libertad y la democracia le ganaron a George W. Bush y su partido una nueva victoria electoral. Un vez más, la alquimia política había transmutado a comediantes y delincuentes en grandes estadistas.

El engaño político es particularmente exitoso y repugnante cuando va disfrazado de cruzada moral, cuando los líderes les dicen a sus conciudadanos: "Nosotros somos buenos, y ellos son malos, de modo que nuestra guerra con ellos es una cruzada del Bien contra del Mal". El escéptico sabe que cada uno de nosotros es medio ángel y medio demonio, Doctor Jekyll de día y Mister Hide de noche, bueno en el hogar y malo en el trabajo o al revés. Por lo tanto, el escéptico les exige a los políticos maniqueos que le digan claramente en qué aspectos "nosotros" somos buenos y en cuáles "ellos" son malos. Puede ocurrir que no haya gran diferencia moral entre ambos bandos, y que su conflicto no sea moral sino material: que no se trate del Bien sino de bienes, tales como tierra, agua, petróleo y mercados.

Otra cruzada en que están empeñados miles de politicos profesionales es la promoción de la libre empresa y el libre comercio, pese a que ninguno de ellos han hecho progresar a los países subdesarrollados. Los Vargas Llosa, el novelista justamente famoso y su hijo Alvaro, militan en esta cruzada. Vargas Llosa hijo ha acusado a los izquierdistas latinoamericanos de ser idiotas por persistir en el error socialista y no comprender los beneficios del llamado neoliberalismo, que no es sino la tentativa de volver al capitalismo desenfrenado del siglo XIX. Otro hijo famoso, el del padre del capitalista más poderoso del mundo, disiente. En efecto, Bill Gates declaró hace poco, en la famosa audición de Bill Moyers, que, si bien el capitalismo había sido una bendición para el primer mundo, había resultado una maldición para el tercero. El escéptico ingenuo queda en la duda: ¿cuál de los dos hijos será el idiota, Bill o Alvarito?

Finalmente, no hay engaño exitoso sin autoengaño de otros: Don Juan cuenta con el autoengaño del cornudo. Los niños que se enrolaron en la Cruzada de los Niños creyeron que se ganarían el paraíso al ir a rescatar el Santo Sepulcro de manos de los infieles; millones de ciudadanos soviéticos creyeron que estaban construyendo el "socialismo real", cuando de hecho se estaban sacrificando por el socialismo de Estado; los mandatarios chinos siguen llamándose a sí mismos comunistas al mismo tiempo que favorecen el ensanchamiento del abismo entre ricos y pobres; y millones de norteamericanos creyeron a su presidente cuando les aseguró que la dictadura irakí poseía armas de destrucción masiva que amenazaban su derecho sagrado al petróleo ajeno.

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El escéptico procurará mantener en buen estado a su detector de mentiras, para no dejarse extraviar por cantos de sirenas de afuera ni de adentro. Pero, contrariamente a Odiseo (a) Ulises, no se amarrará al mástil de su barco dejando que éste navegue a la deriva, sino que empuñará el timón para seguir buscando la verdad.

Pagarés

Todo político tiene que firmar pagarés, o sea, hacer promesas. Si es honesto, los firmará creyendo que podrá levantarlos, aun sabiendo que pueden ocurrir acontecimientos inesperados, tales como sequías prolongadas y agresiones extranjeras, que le impidan cumplir su palabra.

Lenin prometió que la combinación de poder soviético con electrificación gestaría el socialismo, pero éste nunca llegó. Hitler prometió un reino milenario, el que no duró sino 12 años. Durante la segunda guerra mundial Roosevelt y Churchill prometieron un mundo sin miedo, en vísperas del peor susto que sufrió la humanidad desde el año 1.000: la amenaza de guerra nuclear. Perón prometió la justicia social, la que jamás llegó. Y ahora Bush promete regalarles libertad y democracia a todos los pueblos, aunque no las quieran. No hay como firmar pagarés políticos para omnubilar el espíritu crítico.

Ocasionalmente el político ambicioso, aunque básicamente honesto, firmará pagarés literalmente a diestra y siniestra, para obtener el apoyo de grupos políticos de idearios muy diferentes del suyo propio. Si triunfare, se encontrará con la imposibilidad de cumplir con los diestros sin ofender a los siniestros y recíprocamente. Esto le ocurrió a Arturo Frondizi, el primer presidente constitucional argentino después de la caída de Perón. No sólo no pudo levantar todos los pagarés que había firmado, sino que se topó con los tres enemigos tradicionales de la democracia latinoamericana: las fuerzas armadas, la Iglesia católica y el servicio estadounidense de espionaje.

El ciudadano con ojo escéptico intentará averiguar qué pagarés ha firmado su candidato, así como estimará la posibilidad que tiene de levantarlos. Si le parece que ha prometido demasiado a demasiada gente, se lo hará saber, para que el candidato se desligue a tiempo de algunos compromisos. Siempre es preferible conservar el capital político bien habido a malgastar el malhabido.

Maquiavelismo

Nicolás Maquiavelo fue uno de los más grandes politólogos de todos los tiempos, pero también fue un técnico siniestro de la manipulación política. Lo que hoy llamamos maquiavelismo puede resumirse en el consejo utilitarista "El fin justifica a los medios". En otras palabras, la receta es armarse de insensibilidad moral.

Es moralmente insensible el que pasa por alto la pobreza, la violencia, la corrupción y la ignorancia, pero en cambio exige sacrificios para mayor gloria de Dios, de la patria o de

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un ideario. Un movimiento político es moral si y sólo si se propone sinceramente mejorar el estilo de vida de las gentes, o sea, si es democrático y progresista, porque en tal caso es prosocial. En cambio, un movimiento político es inmoral si es antisocial, o sea, si favorece los intereses de una minoría a costillas de la mayoría. Acabo de plagiar a Alexis de Tocqueville, a casi dos siglos de distancia.

Sin embargo, ¡ojo escéptico!, porque un político puede abogar de buena fe por fines morales al mismo tiempo que emplea medios inmorales para conseguirlos. Primer ejemplo: el igualitario que practica el elitismo al sostener la necesidad de una dictadura para imponer la igualdad. Segundo ejemplo: el demócrata que pretende imponer la democracia a tiros o a dólares. Tercer ejemplo: el liberal que ejerce la censura para impedir la discusión y difusión de ideas reaccionarias o socialistas.

En conclusión, el escéptico examinará no sólo las metas de un movimiento político sino también los medios de que se vale para alcanzarlos. De lo contrario se hará cómplice de alguna de las grandes hipocresías de nuestro tiempo: la guerra para acabar con las guerras, la dictadura para realizar la emancipación, el centralismo democrático, y la invasión para difundir la democracia. Para hacer una tortilla hay que romper huevos, pero frescos, no podridos, ni menos aun cuando están siendo empollados.

Crímenes

En política, igual que en la vida cotidiana, se cometen errores morales, o sea, acciones antisociales, que son las que benefician al actor en perjuicio de otros. Los errores morales pueden ser voluntarios o involuntarios, de comisión o de omisión. Cuando el daño consiste en la muerte de inocentes, o en la destrucción de cosas muy necesarias para otros, tales como hospitales, fuentes de energía y puentes, el error es un crimen.

De todos los errores morales deliberados, el peor es la agresión, de cualquier tipo y a cualquier escala. Y de todas las agresiones la peor es la armada, particularmente la agresión armada en gran escala, o sea, la guerra, ya que es asesinato al por mayor. Ya en 1870 mi compatriota, Juan Bautista Alberdi, escribió un libro titulado El crimen de la guerra, que tendrían que leer los filósofos y teólogos que escriben sobre la guerra justa, cuando de hecho a lo sumo hay un bando justo en una guerra.

Pese a que la agresión militar es un crimen prohibido por la Carta de las Naciones Unidas, sigue habiendo guerras y se sigue usando el símil bélico para nombrar campañas de distintos tipos: guerra a la droga, al crimen, al SIDA, al analfabetismo, etc. En cuanto se habla de guerra, literal o metafórica, se puede recurrir al patriotismo, ya auténtico, ya fabricado ad hoc para privar a la gente de su facultad crítica, de su juicio moral, o de su libertad. Por todo esto es escandaloso que sean tan pocos los filósofos morales que hayan condenado la guerra; que los cursos universitarios de ética le dediquen mucha menos atención que al caso proverbial del padre que roba un pan para alimentar a sus hijos hambrientos; y que los fundamentalistas cristianos no se manifiesten contra la guerra, el crimen máximo, ni voten contra quienes la inician, en lugar de desfilar contra el aborto y el matrimonio homosexual.

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Es característico de los guerreros de sillón, desde los políticos que organizaron la primera masacre mundial hasta nuestros días, el que todo lo vean en términos de victorias y derrotas, nada en términos morales. Por ejemplo, en el documental The fog of war, dedicado a la vida pública de Robert S. McNamara, éste confiesa haber cometido varios errores al organizar la guerra contra Vietnam en su calidad de secretario de defensa de los presidentes Kennedy y Johnson, pero rechaza categóricamente la acusación de haber cometido crímenes de guerra, pese a haber ordenado el bombardeo indiscrimnado de poblaciones civiles, la fumigación con "agente naranja", el desmantelamiento de aldeas, y muchos otros actos prohibidos explícitamente por la Convención de Ginebra y la Carta de las Naciones Unidas. Las personas normales, en cambio, sabemos que la agresión bélica es criminal y por lo tanto inmoral.

Con el pretexto de que la mejor defensa es la agresión, a menudo el agresor alega que dispara primero para defenderse mejor. Se habla así de guerra preventiva, se invade países enteros para aprehender a un puñado de terroristas y, con el pretexto de la seguridad, se cercenan las libertades civiles. A los ojos del escéptico, la guerra, ya auténtica, ya metafórica, es un delito que sólo conviene a unas pocas compañías y a los políticos que medran con la credulidad del ciudadano.

Moralejas escépticas

Terminaré enunciando un puñado colmado de moralejas escépticas.

1. Confundir deliberadamente es estafar. No se deje estafar.2. Errar es humano, pero persistir en el error es estúpido o criminal. Corrija sus errores antes de que lo tomen por tonto o por canalla. 3. En política, exagerar para cualquiera de los dos lados es peligroso. No arriesgue el pellejo subestimando, ni haga el ridículo exagerando. 4. Las predicciones políticas son azarosas porque no conocemos leyes históricas. Desconfíe de quien le ofrezca venderle el futuro, sobre todo en cuotas de sangre. 5. En política las palabras sirven, ya para informar, ya para engañar. No sea ingenuo: tome con pinzas y examine todo lo que le digan, y recuerde que el mentiroso mayorista suele ser premiado y recordado, ya injustamente como gran hombre, ya justamente como gran rufián. 6. Antes de aceptar un pagaré político averigüe si el firmante es solvente y si su pasado inspira confianza. 7. Desenmascare el maquiavelismo: contribuya a moralizar la política. A buenos fines, buenos medios. 8. Recuerde que la agresión armada, por justificada que parezca, es un crimen. Y que este crimen se da en dos variedades: de abajo y de arriba (o terrorismo de Estado). El terrorista de abajo puede caer bajo el Código Penal, mientras que al de arriba le cabe el Código de Nüremberg. En resumen, cuando oiga la palabra "guerra", desconfíe: acuda al diccionario y averigüe quién es el auténtico enemigo y cómo combatirlo sin cometer crímenes de guerra.

Metamoraleja: Desconfíe de todas las moralejas, incluso de las que acaba de leer, pero no se deje paralizar por la desconfianza. La duda sacude y la crítica quiebra, pero para que haya algo que sacudir o quebrar es preciso empezar por construirlo. (En inglés

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queda más bonito: Doubt shakes and criticism breaks: Neither makes, and making is what counts.) Para que sirva, el escepticismo no debe ser una doctrina sino una fase de la investigación.

El peronismo, Obama y los psicólogos según Bunge

Publicado por Rey el Martes 23 de marzo del 2010 a las 3:22 5 comentarios

Esta en entrevista con Mario Bunge se publicó el domingo en el diario La Nación. Me parece que es un buen disparador para pensar y debatir. A sus noventa años el filósofo argentino no perdió su filo. Dice que dejó de ser gorila (“El que no entiende el peronismo no entiende la Argentina”, dice), critica a Obama, rescata aspectos del kirchnerismo y le dá muy duro a los psicólogos. Vale la pena la lectura de esta nota que hizo Ricardo Carpena.

¿Cuál es el secreto para llegar a los 90 años? La respuesta la tiene el físico, filósofo y epistemólogo Mario Bunge. “Es facilísimo -confiesa a Enfoques-. Primero, es cuestión de llegar a los 89 años. Después se le agrega uno y se llega a los 90. ¿Y cómo se llega a los 89? Trabajando siete días por semana, aprendiendo todos los días alguna cosa y absteniéndose de fumar, de beber y de leer a los posmodernos, es decir, absteniéndose de consumir tóxicos, sean materiales o espirituales.”

Bunge es así. Un milagro de la longevidad (nació el 21 de septiembre de 1919), pero también una confirmación de que el paso del tiempo no le quitó ni un segundo a su fama bien ganada de transgresor y de pensador polémico. Su cuerpo se mueve tan ágilmente como su cerebro. Editó en 2009 su último libro, Filosofía política: solidaridad, cooperación y democracia integral, de abrumadoras 600 páginas, pero ya terminó de escribir uno sobre materia y mente, y está corrigiendo algunos artículos que darán forma a otro. Se jubiló hace unos pocos meses en Montreal, Canadá, donde está radicado

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desde hace 44 años y donde daba clases siete horas por día, de lunes a domingo, en la Universidad McGill.

Volvió al país la semana pasada para dar cinco charlas en la ciudad de Rosario que despertaron pasiones: hubo 1200 inscriptos, por ejemplo, para escucharlo hablar sobre “Valores morales individuales y sociales”.

Este hombre de ojos celestes y abundante cabello canoso habla con sencillez y naturalidad de casi todos los temas, aunque reconoce cuando no sabe de algo. Parece estar lejos del estereotipo de alguien que ha sido catedrático de filosofía y de física tanto en la Argentina como en universidades norteamericanas, latinoamericanas y europeas, que ha recibido prestigiosas becas y que fundó desde la Universidad Obrera Argentina hasta la revista de filosofía Minerva , pasando por la Society for Exact Philosophy.

Los ocho tomos de su Tratado de filosofía básica , que aparecieron entre 1974 y 1989, lo hicieron tan famoso en el mundillo intelectual como sus ensayos periodísticos, muchos de ellos publicados en LA NACION, en los que demuestra que su estilo es tan punzante como sus ideas.

Su padre fue un médico y diputado socialista y su madre, una enfermera alemana. Bunge tiene cuatro hijos: dos argentinos, de su primer matrimonio, y dos canadienses con su esposa actual, Marta Cavallo. “Los niños”, como les dice él, son todos profesores universitarios: Carlos, de 69 años, es físico; Mario, de 66, es matemático; Eric, de 43, arquitecto, y Silvia, de 37, neuropsicóloga.

-Siempre que vuelve al país está condenado a que le pregunten sobre la actualidad argentina. ¿Qué piensa de los Kirchner?

-No pienso nada, no estoy enterado, no entiendo una palabra de política argentina. Si antes, en la época de Perón, era difícil de entender, ahora es casi imposible, a menos que se sea politólogo. Esa pregunta se la tiene que hacer a un amigo de los Kirchner que es un eminente politólogo, el profesor José Nun, que ahora va a ir como embajador argentino a Gran Bretaña.

-Ya lo entrevisté el año pasado. Le dedicó grandes elogios a los Kirchner.

-¿Ah, sí? No sabía. Estuve en una reunión con él y me impresionó mucho lo que sabe. Me parece bien que los intelectuales, en particular los científicos, tomen posición, pero también que guarden su distancia respecto de la política partidista. Y, sobre todo, respecto de los gobiernos. Trabajar para un gobierno, compromete.

-¿Los intelectuales tienen que ser políticamente asépticos?

-Exacto.

-Pero usted no es aséptico, sino un intelectual de pensamientos políticos tajantes.

-No se debe perder la objetividad. Unos amigos me dijeron que el Gobierno es malo, pero los opositores son aún peores. La gente del Gobierno comete muchas irregularidades, tal vez deshonestidades, pero, al menos, no es reaccionaria.

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-Muchos encuentran rasgos parecidos entre los gobiernos de los Kirchner y el primer gobierno peronista. ¿Es así?

-No lo sé. En la época del primer peronismo, y durante muchos años, yo fui gorila porque en el terreno de la cultura el peronismo no dejó nada positivo. Al contrario, arrasó con lo poco que había. Pero con el correr del tiempo comprendí que el peronismo tenía algunos aspectos buenos.

-¿Por ejemplo?

-El voto de la mujer, transformar los territorios en provincias, hacer un plan de construcción de empresas hidroeléctricas. Hablar sobre la reforma agraria estuvo bien, pero no la hizo. Prometió una cantidad de cosas que no realizó y así engañó a mucha gente. Ya no soy gorila, aunque lo fui, y el motivo principal fue porque Perón degradó la educación y la cultura y, además, realmente no fue muy democrático.

-¿Entonces dice que ya no es gorila?

-No, soy mono tití (risas). No soy ni gorila ni chimpancé.

-¿Y qué cambió en usted?

-Eramos tan apasionadamente antiperonistas que no fuimos capaces de hacer un análisis objetivo del peronismo. Más aún, usábamos categorías políticas europeas. Creíamos que el peronismo era una forma de fascismo. Y no lo es: es original, es un tipo de populismo. Creíamos también que Perón era bruto. Es falso. Era inteligente, no sólo habilidoso, y tenía cultura histórica, al fin y al cabo era profesor de historia militar en el Colegio Militar. Lo menospreciamos y por eso no lo entendemos. Gino Germani, que fue el fundador de la sociología moderna en la Argentina, se fue del país en 1966 y al año siguiente me visitó en Montreal. Le pregunté: “¿Por qué te fuiste de la Argentina? ¿Por la persecución? No -me dijo-, me fui porque fui incapaz de entender al peronismo. Todavía hoy no lo entiendo”. Y es así: quien no entiende al peronismo no entiende el país.

-La incomprensión del peronismo es casi lógica, por ejemplo, cuando se ve que conviven la izquierda, la derecha, el centro.

- Sí, pero hay ciertos aspectos que son muy originales. Por ejemplo, Perón quiso modernizar la Argentina. También otros militares progresistas como el general Savio o como el fundador de YPF, el general Mosconi. El partido dominante, conservador, no quería modernizar nada.

-En la Argentina tenemos siempre la sensación de estar comenzando una etapa nueva que nunca es exitosa. ¿Hay responsabilidad de los dirigentes o de toda la sociedad?

-Es una característica argentina: destruir y empezar después de nuevo.

-¿Y a qué lo atribuye?

-No lo sé.

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-Entiende más al peronismo que a la sociedad argentina…

-Me fui hace más de medio siglo del país. Estoy mucho más enterado de la política norteamericana y canadiense que de la argentina. Y éste es un país muy complejo, mucho más que los Estados Unidos. Allá hay un solo partido con dos alas: el ala republicana y el ala demócrata. Y, a su vez, el ala demócrata se divide en dos partidos, republicano y demócrata (se ríe).

-Lo que no cambia en usted es su enfoque muy crítico de los Estados Unidos.

-Sí, aunque insté a mis dos hijos canadienses a que fueran a estudiar a los Estados Unidos porque las universidades son mejores que las canadienses. Ser completamente antigringo es absurdo, es de reaccionario: en Estados Unidos está lo mejor junto con lo peor.

-Quizá esté más cómodo en Estados Unidos que en Europa porque allí hay más pensadores posmodernos… ¿Tanto le molestan?

-Sí, paralizan el pensamiento. Cuando se repiten frases imbéciles como las de [Martin] Heidegger, o demenciales como las de [Edmund] Husserl, o muchas de [Georg] Hegel, no se puede pensar en forma racional. Por ejemplo, la definición que da Heidegger en su gran libro El ser y el tiempo : “El tiempo es la maduración de la temporalidad”. O en su Carta sobre el Humanismo dice: “El ser es ello mismo”. ¿Qué significa todo eso? Absolutamente nada. Es para engrupir a la gilada.

-¿Y usted se considera moderno?

-Soy preposmoderno (risas).

-Si critica a aquellos filósofos, ¿qué queda para los actuales? ¿Respeta a alguno?

-Los pensadores profundos hoy están refugiados en la matemática, la física, la química, la teología y en algunas ciencias sociales como la historia o la sociología. También faltan pensadores profundos en la economía: no hay ningún economista, de izquierda o de derecha, que le llegue a los talones a John Maynard Keynes, el fundador de la macroeconomía moderna. No hay nuevas teorías: falta un nuevo Keynes que no les tenga miedo a las matemáticas, a la estadística.

-¿Por que lo decepcionó el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama?

-No cumplió ninguna de sus promesas y, además, cometió un acto inmoral: aceptar el Premio Nobel de la Paz al mismo tiempo que era comandante en jefe de dos ejércitos invasores. Más aún: reforzó la cantidad de soldados en Afganistán y no cerró ninguna de las 860 bases militares que tiene Estados Unidos en el extranjero.

-¿Le parece que Obama nunca tuvo intención de hacerlo o se encontró con una maquinaria que se lo imposibilitó?

-Los científicos sociales no deberían especular sobre la mente de los personajes. Sabemos que cuando entró en la Casa Blanca, Obama entró en una prisión muy bien

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custodiada por la enorme burocracia, los militares, el Partido Republicano y la derecha de su propio partido. Tiene las manos atadas, pero en su caso yo habría denunciado eso y habría renunciado a la presidencia. Porque él llegó al poder con la consigna del cambio y nada esencial puede cambiar por los intereses creados, por la corrupción profunda.

-Algunos imaginaron que la crisis financiera internacional iba a permitir que surgiera un capitalismo distinto, más “sensible”. ¿Estamos a tiempo de esperar algo semejante?

-Hubo cosas positivas y negativas. Hay que empezar por averiguar por qué China y la India son los dos únicos países en el mundo cuya economía ha crecido en los últimos doce meses. Ambos son proteccionistas y no son neoliberales. La India se ha salvado de los tsunamis financieros, en particular, porque regula el mercado financiero y no permite las especulaciones. Y a China le falta democracia, pero también está avanzando en ciencia y técnica a pasos agigantados. A propósito de esto, ¿sabe cómo se manejan la finanzas internacionales en este momento? Hay un cuento que lo ilustra. En un pueblo turístico de Europa, llega de pronto un alemán muy rico al único hotel del lugar, deja en el mostrador un billete de cien euros y le dice al dueño: “Me gusta mucho el lugar y quiero estudiar la posibilidad de pasar una semana acá. ¿Me permite mirar las habitaciones?” “Sí, suba, las habitaciones están todas abiertas”, le responde el dueño del hotel, que sale corriendo y le lleva el billete de cien euros al carnicero para saldar una deuda. El carnicero sale corriendo con el billete para pagarle al proveedor de alimentos para sus cerdos. A su vez, el proveedor de alimentos para cerdos va corriendo con ese billete y le paga a la prostituta una deuda por sus servicios. La prostituta toma el mismo billete de cien euros y lo deja en el mostrador del hotel para pagar la deuda que tiene por haber alquilado las habitaciones. Entonces, al cabo de un rato, baja el turista alemán y le dice al dueño del hotel que no le gusta ninguna de sus habitaciones, toma el billete y se va. Han transcurrido nada más que cinco minutos, nadie hizo nada, nadie produjo nada, pero todo el mundo está feliz porque todas las deudas han sido saldadas (risas). En esto consisten las grandes finanzas. Detrás de estas grandes manipulaciones no hay nada. Hay gente que se arruina, pero nadie se beneficia. Es monstruoso.

-¿Le gustaría volver al país?

-Claro, me gustaría mucho. Pero invertimos el producto de la venta de una casa en un departamento en Montreal y no nos queda plata. Y acá, además, no me necesita nadie. En la Facultad de Filosofía, por ejemplo, no me han invitado. Me invitaron una sola vez, en 1985. Nunca más.

-¿No se siente reconocido por sus pares?

-No, para nada. Mis libros no son usados ni recomendados en ninguna facultad.

-¿Por qué?

-Porque no están al día. Además, mis libros huelen demasiado a ciencia y ese olor no es el perfume preferido de los filósofos argentinos. Y la filosofía de la ciencia estuvo dominada casi desde que me fui por gente que no tiene la menor idea de lo que es la ciencia y que, para peor, defendía a seudociencias como el psicoanálisis.

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-¿Usted no tiene una fijación contra el psicoanálisis? ¿Lo habló con su psicólogo?

-(Risas) Es un fenómeno típicamente argentino. En el resto del mundo, el psicoanálisis ha sido olvidado. Pero la Argentina es un país muy conservador. Cuando yo tenía 16 o 17 años, cualquier adolescente se entusiasmaba con el psicoanálisis por el tema del sexo. Nos dábamos cuenta de que [Sigmund] Freud no tenía la menor idea del sexo y las pocas ideas que tenía eran equivocadas. Por ejemplo, el orgasmo vaginal o el complejo de Edipo no existen. Cualquiera se hace psicoanalista sin la menor formación científica.

-¿Cree que muchos no le perdonan ese tipo de posturas en la Argentina?

-Claro, porque les arruino el negocio. En 1985 vine al país invitado por una asociación de psicología y algunos justamente me pidieron: “Doctor, no nos arruine el negocio; vivimos de eso”. Lo mismo me dijeron en un congreso en España cuando ataqué a la microeconomía neoclásica y demostré que sus postulados eran falsos. Entonces dos profesores me dijeron: “¿Y qué vamos a enseñar?” Yo les dije: “¿Y por qué no enseñan algo inofensivo como trigonometría?”

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MARIO MUNGE

En el reparto de clichés, el científico asiste al inventario: mansito, obsesivo, estudioso. Desde luego, Mario Bunge, rara avis en el Olimpo de la ciencia, ha logrado convertirse en algo más que en un científico respetable. Sus intervenciones, siempre poderosas, levantan ampollas y adhesiones por igual, y lo promueven como un intelectual titánico. Por eso, no extraña que en la afanosa búsqueda por el consentimiento sea consultado una y otra vez por la tribuna. ¡Ey!, hombre, dígame: ¿qué piensa del país? Las minas más lindas, el fútbol auténtico, la mejor carne, ¿verdad? Y entonces el hombre, que intenta ser lumbre en el misterio, faro y conciencia, no concuerda. Válgame Dios. La tropa de detractores engorda: ¿quién es éste para decirnos lo que hacemos bien o mal si hace 45 años que vive fuera del país? La perla siempre encastrada que a veces se libera y descarga. Devolvedla a las profundidades, entonces.

Mario Bunge es físico, epistemólogo y filósofo. Acumula quince doctorados honoris causa, el premio Príncipe de Asturias, y ha escrito cinco decenas de libros. Centurión de una generación perdida, carga con 88 años, un apellido tradicional y sus ojos ya no tan azules. Resiste en graduarse de viejo, y alterna con gusto su prédica de vedette literaria con sus pregones políticos a mansalva. Un púgil de buen gancho. En 1960 cosechó fama con La ciencia, su método y su filosofía. Sin embargo, fue su monumental y ambicioso Treatise on Basic Philosophy (Tratado de filosofía básica) el que lo catapultó como filósofo a escala planetaria. Ocho tomos escritos en inglés entre 1984 y 1989; ninguna traducción aún al castellano, aunque Editorial Gedisa promete el primer tomo (Semántica 1. Sentido y referencia) para la Feria del Libro.

Siete años pasaron de su última visita al país, y ahora, invitado por la Feria del Libro, prepara las valijas para desembarcar nuevamente en Buenos Aires. Antes del arribo, Bunge, torrente infatigable de razonamientos y quebrantos, accedió a esta entrevista exclusiva.

—¿Qué expectativas tiene de su regreso?

—Buenas. Ansioso por ver viejos amigos y serle útil a los jóvenes, indicándoles caminos de investigación, inquietarlos para que vayan al exterior por un tiempo a especializarse en alguna rama de la ciencia que no se cultive en la Argentina. Porque la última vez que estuve advertí que mucha gente está atrasada de noticias. Siempre recuerdo un curso para profesores de Ciencias Sociales que di en la UBA en el ’95 donde me encontré que, salvo por uno o dos, la información se paraba en 1960. No tenían acceso a las principales publicaciones, y eso por un motivo sencillo: las

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bibliotecas argentinas están desnudas, ya no se suscriben a revistas, y si uno no lee revistas y sólo lee libros, no está al día. Sumado, claro, a que no se investiga. Por ejemplo, en la Facultad de Psicología de la UBA no hay un solo laboratorio de psicología experimental, están como en la Edad Media. Sólo se guían por libros, y no los mejores.

—¿Y por qué ocurre esto?

—Por el ansia de hacer dinero de la psicología mercantil, que promueve entenderlo todo con cuatro fórmulas fáciles: las psicoanalíticas. El psicoanálisis ha destruido la poca psicología que había en la Argentina. Y en cuanto a las ciencias sociales, las dictaduras destruyeron la escuela que había creado Gino Germani. A las dictaduras les molestan mucho las ciencias sociales; toleran la repetición sistemática de teorías ya apolilladas como la microeconomía neoclásica, pero no les gusta la investigación empírica de problemas sociales actuales.

—Pero hace casi tres décadas que en la Argentina hay democracia, y no se aprecian mejoras en ese campo.

—Tiene razón, pero también es cierto que los gobiernos democráticos surgidos desde 1952 no reforzaron la ciencia. Actualmente, el presupuesto dedicado a ciencia básica es 0,4% del PBI, mientras Brasil asigna el 1%, y acaba de duplicarlo. Países como los Estados Unidos o Alemania asignan seis veces más que la Argentina; China, diez veces más.

—¿Qué se puede esperar de un país que no invierte en investigación?

—Es un país que no va a ningún lado. La Argentina no está yendo a ninguna parte.

Mario Bunge nació en Buenos Aires el 21 de septiembre de 1919. Hijo del médico y diputado socialista Augusto Bunge y de la enfermera alemana María Schreiber, se graduó en la Universidad de La Plata en 1952 con un doctorado en Físico-Matemáticas. Fue allí donde comenzó a dar clases de Física Teórica y Filosofía, hasta que en 1963 optó por emigrar debido al convulsionado clima político de entonces. Su tour migratorio lo llevó por los Estados Unidos, México y Alemania, hasta que finalmente, en 1966, echó raíces en Canadá, para dar clases de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill.

—¿Cómo pasa sus días en Montreal?

—Muy a gusto. Por lo general me despierto a las 6, desayuno, leo el diario y después me pongo a trabajar, lo que significa estudiar, escribir y responder correspondencia; luego almuerzo y duermo una siestita. Puede ser que después tenga que salir, ir a la biblioteca, dar una clase. Más tarde miro el noticiero de la BBC y el de la ABC norteamericana, y luego, si hay una linda película, la veo. Antes de dormirme leo entre media y una hora.

—¿Qué está leyendo?

—El pez en el agua, la novela autobiográfica de Mario Vargas Llosa. Es muy interesante, pero lamentablemente Vargas Llosa insiste en hacer propaganda derechista,

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conservadora, tal vez para blanquear su pasado izquierdista. En todo caso, los argumentos que da no son muy persuasivos, porque evidentemente no ha estudiado muchas ciencias sociales. El cree que el libre mercado, principalmente en América latina, donde se está sometido a unas pocas grandes corporaciones, es la vía de la salvación. Igualmente, es siempre inteligente, provocador y escribe maravillosamente.

—¿Lee literatura habitualmente?

—Claro, soy gran lector literario desde que tengo 15 años. A esa edad me propuse saber lo más posible de literatura universal, y para ello elaboré un plan de lo más estúpido que consistía en leer todas las noches 15 minutos de literatura castellana, 15 de literatura inglesa, 15 de francesa, etc. Y actualmente sigo explorando autores de todo el mundo. Además de los clásicos, como Cervantes o Jane Austen, sigo descubriendo autores de la India, Nigeria. Me ha gustado mucho el albanés Ismael Kadaré. Me encanta también Salman Rushdie, y soy gran admirador de Carlos Fuentes y de Gabriel García Márquez. De los franceses, mi favorito es… es… es tan favorito que no recuerdo el nombre. Ya va a venir. Después de la entrevista seguramente lo voy a recordar (risas).

—¿Qué lugar ocupa la literatura en su vida?

—Sin literatura, ni mi mujer ni yo podríamos vivir. Del mismo modo mis hijos. Son grandes lectores de ficción, más allá de que cada uno esté dedicado a su profesión… Mientras le hablo, estoy tratando de recordar el nombre de mi escritor favorito. Estoy caminando hacia alguna de nuestras bibliotecas para ver si encuentro algo suyo.

—¿Cree que será tan fácil? Imagino que sus bibliotecas estarán bien nutridas.

—Ah sí, tengo varios miles de libros. Tenemos bibliotecas en muchas habitaciones. En mi estudio tengo tres, en el pasillo, en la habitación, en el sótano. Nunca hay espacio para tanto. De vez en cuando debemos regalar, donar o tirar a la basura; ésa es la suerte de los malos.

—Doy por supuesto que no tiene ninguno sobre psicoanálisis…

—Es que psicoanálisis no se lee en ningún lugar del mundo. A Lacan, por ejemplo, fuera de la Argentina y Francia, no lo conoce nadie ni se estudia; puede ser que en España, después de la invasión de psicoanalistas argentinos en los 70. Yo estoy en contacto con algunos psicólogos muy buenos y nunca oyeron hablar de Lacan. Esa es una aberración típicamente argentina: estar siempre atrasado en las noticias.

—¿Por qué cree entonces que el psicoanálisis está tan arraigado en este país?

—Mire, ése sería un buen tema de investigación. ¿Por qué? Bueno, porque el psicoanálisis es un muy buen negocio, entonces hay interés en que no progrese la psicología auténtica, porque de ese modo reemplazarían a los charlatanes que viven de él. Es muy fácil constituirse en analista profesional, es muy difícil convertirse en psicólogo científico.

Además de acabado sistemista, Bunge es un tenaz proselitista de esa Argentina que pudo ser pero no. Por eso, siempre, por las grietas de su discurso se escurre la retórica

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nostálgica de un tiempo que fue hermoso. La economía floreciente, la universidad y su “edad de oro”, lo posible y también lo ingrato. Silencio en las gradas: habla Bunge.

—En su libro “Crisis y reconstrucción de la filosofía”, señalaba que la filosofía estaba enferma. ¿Ha muerto definitivamente?

—No, yo no creo que vaya a morir alguna vez. La filosofía cuestiona ideas recibidas y construye visiones del mundo, y sin una visión del mundo sería difícil vivir. El problema es que la filosofía hoy no está en manos de generalistas, sino de especialistas… Estoy bajando las escaleras al sótano para ver si encuentro algún libro del escritor francés… Bueno, prosigo: la filosofía se ha profesionalizado. Cuando yo era muchacho, iba a las librerías de la calle Corrientes y me encontraba con títulos interesantísimos de filosofía que no habían sido leídos por profesores de filosofía, sino por aficionados. Y hoy quedan muy pocos amateurs, se ha profesionalizado, y cuando se profesionaliza no importa tanto el interés y la pasión, sino conseguir un puesto, una promoción, y entonces se produce mucha hojarasca.

—¿Entre esos libros de juventud estaba Heidegger?

—Heidegger no es filosofía, es macaneo puro, pero a diferencia del macaneo psicoanalítico, ni siquiera es divertido.

—Ah, encima es aburrido.

—(Se ríe) Y sí, es aburrido porque nadie entiende nada. Por ejemplo, decir que el tiempo es la maduración de la temporalidad o que el ser es ello mismo... Si se dice en castellano uno se muere de risa, pero dicho en alemán parece muy profundo. Claro que no todo lo que dice Heidegger es macaneo, sino que mucho de lo que dice es simplemente falso. Sus frases pueden dividirse en dos clases: las que tienen sentido y son falsas, y las que no tienen sentido, por lo tanto no son falsas ni verdaderas, que son las características del existencialismo, tanto de Heidegger como de Sartre. Es macaneo puro, y todo el mundo tiene derecho al macaneo, tendría que permitirse el existencialismo para todo consumo, pero sin obligar a nadie. Al masoquista, si le interesa lastimarse, que se lastime, pero después que no vaya al hospital pidiendo que lo curen.

Florea sus dagas con gusto. La poética de combate avanza. Esa misma oratoria lacerante que supo seducir a unos cuantos cuando edificó, con tan sólo 18 años, la Universidad Obrera Argentina, una ilusión extática cercenada por Perón y sus muchachos en 1943. Tiempo después, Bunge acabaría tras las rejas por luchar contra la candidatura del General.

—¿Sigue creyendo en el Estado de Bienestar?

—Claro. De hecho los países más competitivos son Suecia y Finlandia, y tienen el Estado de Bienestar más avanzado. La gente trabaja mejor cuando se la respeta y se le paga bien, es por ello que el aumento del salario mínimo rinde mucho económicamente. Cuando a la gente se la trata bien, responde bien, cuando se la trata mal, responde mal. Es obvio.

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—Aumento de salario mínimo… Tenga cuidado que está auspiciando una proclama peronista.

—No, por favor. El peronismo habla de justicia social, pero no la practica. Una cosa es la retórica peronista y otra la práctica. Una cosa es distribuir limosnas y otra favorecer la participación activa de los trabajadores en la propiedad y en el manejo de la producción. Perón no hizo la reforma agraria, no se animó. Tampoco facilitó la formación de cooperativas; las cooperativas se hicieron a pesar suyo. Y las cooperativas funcionan en todas partes del mundo, incluso en la Argentina. Allí, la principal empresa de productos lácteos, SanCor, es una cooperativa.

—Bueno, lamento anoticiarlo, pero no le ha ido bien, e incluso Hugo Chávez acudió al rescate.

—Mal administrada, entonces. Lo mismo pasó con El Hogar Obrero. Es una mala noticia la que me da.

—Profesor, le mencioné a Chávez y no reaccionó…

—Bueno, es que tengo una opinión ambivalente. Creo que hizo cosas muy buenas y algunas macanas. Es muy personalista, y cree poder hacerlo todo desde arriba. Pero hizo algunas cosas buenas, como llamar a miles de médicos y maestros cubanos para hacer lo que los venezolanos no querían hacer: ir al campo y atender a los campesinos. Después, oponerse al gran imperio requiere coraje, el que no tienen otros gobernantes, y por eso hay que apoyarlo. Hay que sacarse el sombrero cuando le dice a Condoleezza Rice que se calle porque él fue electo dos veces y ella no fue votada por nadie. Además, Rice fue miembro del directorio de Enron, una de las compañías petroleras que incidió en la dictadura nigeriana que ahorcó a activistas ecológicos hace unos 15 años. Ahora, espero que Barack Obama gane las internas, porque si él gana derrotará a McWar (por John McCain), y todo mejorará.

—Es indudable que ha tenido una vida intensa, ¿se arrepiente de algo?

—Bueno, creo que si volviera a ser estudiante no estudiaría Física, sino lo que estudia mi hija: Neurociencia Cognitiva. Estudiaría cómo siente, imagina y calcula el cerebro, o tal vez una ciencia social, dejando de lado esas teorías apolilladas para estudiar teorías nuevas que se atengan a la realidad económica.

—¿Qué le queda por hacer?

—No hago proyectos a larga distancia, porque no tengo una larga distancia por recorrer. Mi horizonte es de uno o dos años. Estoy por cumplir 90, aunque igualmente proyecto. Quiero terminar el libro que estoy escribiendo, que se llama Materia y mente. Terminé en diciembre pasado mi libro Filosofía política y… ¡Acá está, lo encontré! Mi escritor francés favorito es (Jean-Marie G.) Le Clézio. Me encantan no solamente sus temas y su estilo purísimo, sino que escribe porque le gusta, no es un profesional. Su variedad de ambientes y personajes es vastísima. Además, es un hombre compasivo, no es cruel. No tiene predilección por gente estrafalaria, gente enferma. Me encanta.

—Se acordó antes de finalizar la entrevista.

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—Pura casualidad.

Sigue

Cuestiones de vida o muerte

—¿Apelaría a la eutanasia?

—Claro. Si sufriera dolores inaguantables que me impidieran hacer lo que a mí me gusta, qué sentido tendría seguir viviendo. De hecho, ya he firmado un documento donde expreso que si mi cerebro quedase gravemente dañado, que no me auxilien y, si es posible, que me ayuden a morir. Se trata del living will (testamento vital), para aplicarse mientras uno vive y no cuando muere, y que tiene que estar firmado no solamente por el solicitante, sino también por un miembro de la familia y un médico.

—¿Por qué entonces hacer uso de la técnica para morir y no para vivir? Me refiero a su rechazo público contra la fertilización asistida?

—Porque ya somos demasiados. El problema de la infertilidad no es tal. ¡Ojala hubiera más gente infértil! No se puede seguir manteniendo la civilización con tanta gente, estamos arruinando la naturaleza.

—Pero de ese modo se cercena la libertad de elección.

—Pero no se puede hacer otra cosa, porque al ser tantos, al consumir tanto, estamos poniendo en peligro la supervivencia misma del género humano. Estamos ensuciando el agua, la atmósfera, nos estamos acabando el petróleo, y la naturaleza tiene una cierta capacidad de recuperación, pero llega un momento que la pierde. Nosotros no somos una especie en vías de extinción, somos la especie extinguidora, las más parásita, la más depredadora, la especie que pone en peligro a todas las demás especies. Habría que alcanzar la época en que había mil o dos mil millones de habitantes en la Tierra.

Sobre la ciencia cultural

—¿Qué entiende por cultura?

—A la cultura la concibo como el sistema que se ocupa de producir y difundir productos culturales, poemas, teoremas, diseños técnicos… lo que antes se llamaba “productos del espíritu”. Por supuesto que, cuanta más gente participe, mucho mejor. Sabemos que una sociedad de gente culta es una sociedad más pacífica, porque se puede dirimir mediante razonamientos lo que para otros se hace por la fuerza. Pero también creo que hay que modernizar el concepto de cultura. Se dice que el arte pertenece a la cultura, pero la ciencia y la técnica no. Hasta los propios marxistas dicen que la ciencia y la técnica pertenecen a la infraestructura. Aunque desde el siglo XIX en adelante, la ciencia y la técnica fueron indudablemente grandes fuerzas culturales. Y han transformado a las sociedades.

—¿Qué lugar le otorga a la cultura popular?

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—Bueno, si entendemos por cultura popular a la música folclórica, por ejemplo, bien, adelante. Ahora, no hay que confundir popular con comercial. La cultura popular ha sido desterrada por la cultura comercial. Tomemos por ejemplo la música. Cuando llegaban a la Argentina los inmigrantes italianos, iban tocando sus mandolinas por las calles; hacían música ellos mismos. Cuando llegó la radio, dejaron de hacer música, y pasaron a escucharla. Y ésa era música únicamente fabricada para el mercado. Como sucede con la música rock, por ejemplo, que es música hecha para el mercado; no se hace por pasión, sino únicamente para ganar dinero.

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