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PRÓLOGO 1 - Librepensamiento El título de esta obra bien puede pasar por una película de Stanley Kubrick. Este director de cine tenía un control total sobre sus películas para lograr una coherencia artística, y del mismo modo lo intento con mis pensamientos. Kubrick innovó en el empleo de bandas sonoras que dirigió. Como él, soy yo quién toca la melodía de mis pensamientos en un alarde de ser un librepensador. Las películas de Kubrick incorporaban sus propios intereses culturales. Mi sistema filosófico, por supuesto, incorpora también los míos como la economía, la política, la sociología, la psicología, la filosofía y la espiritualidad, todos ellos sustratos intelectuales para comprender este complejo mundo que nos ha tocado vivir. Como Kubrick, reflexiono sobre el hombre y su lucha constante con su entorno, ya sea físico, social, psicológico o metafísico. En definitiva, tanto Kubrick como yo buscamos un perfeccionismo casi imposible. Es así como, después de varias obras publicadas, me asomo a la “educación cuántica” en este ensayo. Para estar de acuerdo con los presupuestos planteados en este libro, es requisito casi imprescindible haber asimilado mi sistema filosófico, disponible en la obra Capitalismo y conciencia (Martos, 2012b). De lo contrario, lo más fácil, por ignorancia cognitiva sobre mis pensamientos, se podría banalizar no solo con el título, sino también con el contenido sin prestarse mínimamente a profundizar sobre su constructo intelectual. Soy consciente que filosofar se ha convertido en un pensamiento complejo i (Morin, 1994) en orden a tener una comprensión del mundo como sistema entrelazado. Esa complejidad, la expresa certeramente el filósofo francés Edgar Morin al decir que “se trata de enfrentar la dificultad de pensar y vivir en la búsqueda de soluciones a los problemas contemporáneos y la construcción del futuro. En dicho

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PRÓLOGO

1 - Librepensamiento

El título de esta obra bien puede pasar por una película de Stanley Kubrick. Este director de cine tenía un control total sobre sus películas para lograr una coherencia artística, y del mismo modo lo intento con mis pensamientos. Kubrick innovó en el empleo de bandas sonoras que dirigió. Como él, soy yo quién toca la melodía de mis pensamientos en un alarde de ser un librepensador. Las películas de Kubrick incorporaban sus propios intereses culturales. Mi sistema filosófico, por supuesto, incorpora también los míos como la economía, la política, la sociología, la psicología, la filosofía y la espiritualidad, todos ellos sustratos intelectuales para comprender este complejo mundo que nos ha tocado vivir. Como Kubrick, reflexiono sobre el hombre y su lucha constante con su entorno, ya sea físico, social, psicológico o metafísico. En definitiva, tanto Kubrick como yo buscamos un perfeccionismo casi imposible.

Es así como, después de varias obras publicadas, me asomo a la “educación cuántica” en este ensayo. Para estar de acuerdo con los presupuestos planteados en este libro, es requisito casi imprescindible haber asimilado mi sistema filosófico, disponible en la obra Capitalismo y conciencia

(Martos, 2012b). De lo contrario, lo más fácil, por ignorancia cognitiva sobre mis pensamientos, se podría banalizar no solo con el título, sino también con el contenido sin prestarse mínimamente a profundizar sobre su constructo intelectual.

Soy consciente que filosofar se ha convertido en un pensamiento complejoi (Morin, 1994) en orden a tener una comprensión del mundo como sistema entrelazado. Esa complejidad, la expresa certeramente el filósofo francés Edgar Morin al decir que “se trata de enfrentar la dificultad de pensar y vivir en la búsqueda de soluciones a los problemas contemporáneos y la construcción del futuro”. En dicho

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objetivo está escrita La educación cuántica, como revulsivo cognitivo desde la filosofía transpersonalii para aportar algo de luz en esta sombría caverna platónica donde se halla la humanidad. Habiendo realizado las advertencias previas sobre mis intenciones teoréticas emulando a mi admirado Descartes, es pertinente entrar en los contenidos que justifiquen al concepto de “educación cuántica” como título de esta obra.

2 - Trascendiendo a la modernidad

La racionalidad humana, nacida en la era moderna a partir del primer renacimiento humanístico, está tocando fondo en su especulación científica: la física cuántica no puede ir más allá en su investigación sin tener en cuenta a la conciencia del observador; del mismo modo, la teoría de cuerdas postula otras dimensiones inaccesibles a nuestros sentidos pero que rayan con planteamientos filosóficos y espirituales. La conciencia y su expansión a otras dimensiones, parecen ser las consignas epistemológicas que brotan desde la ciencia, todo un acercamiento de la racionalidad pragmática (objeto) a la racionalidad espiritual (sujeto). Por otro lado, esa racionalidad humana ha caído presa del pragmatismo utilitarista fomentado por el sistema capitalista de producción, causando ello el actual colapso civilizatorio tanto en la biosfera como en la noosfera; del mismo modo, la espiritualidad de la humanidad secuestrada por las religiones, se está degradando inexorablemente por el anacronismo de sus dogmas, amén de los escándalos económicos y sexuales de la Iglesia Católica. Por todo ello, por la carencia de completitud del materialismo científico, por la fragmentación del ego durante la postmodernidad, y por la inutilidad de las religiones como causa explicativa del más allá, el mundo se halla ante un colapso social, mental y espiritual, y requiere urgentemente de un revisionismo epistemológico tal como pretende La educación cuántica.

Así, el concepto “educación cuántica” hay que situarlo dentro de ese complejo contexto socio-espiritual y obedece a una nueva mirada de la erudición que ya no centra su

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atención en el objeto, sino en la conciencia humana como lo acreditan diversas áreas de la ciencia que, inapelablemente, remiten a la rehabilitación de la filosofía perenneiii. Las categorías científicas están convergiendo en la ciencia por excelencia, a saber, la ciencia de la conciencia. Y en ese campo, la filosofía transpersonal desarrollada por el filósofo Ken Wilber (2005b) y la psicología transpersonaliv como la “cuarta fuerza” de la psicología, están ganando enteros para su reconocimiento académico. Es en este ámbito de investigación donde mis publicaciones Pensar en ser libre

(Martos, 2010) y Capitalismo y conciencia (Martos, 2012b) tienen razón de ser, lo cual me permite entrar en materia científica para demostrar cómo, desde la investigación empírica, se están dando más que razones para poder afirmar que la mente humana está conectada cuánticamente con el universo (Garnier, 2012), con quién interactúa al modo que ya dijo Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma entorno al Ser”. Sin pretender ser petulante, recomiendo como punto de arranque en la investigación de la conciencia mi publicación en el Journal of Transpersonal Research La evolución de la conciencia desde un análisis político, social y filosófico-transpersonal (Martos, 2012a) también insertada a modo de corolario en la citada obra Capitalismo y conciencia.

3 – Hacia una nueva cosmovisión

Dicha erudición filosófica, ahora, tiene que ser corroborada mediante una renovada visión de la ciencia y la espiritualidad, y a ello vamos a dedicar la presente obra. La filosofía y luego las ciencias, han trabajado arduamente para despejar bastantes incógnitas sobre el conocimiento del sentido de la vida, sin embargo, dicha cuestión para nada está resuelta como acredita el actual declive civilizatorio. La humanidad necesita repensarse a sí mismo: hay una crisis de valores morales por encima de la crisis económica y política. Socialmente, ese repensar colectivo es un incipiente paradigmav que se está abriendo paso gracias al movimiento altermundistavi representado por el Foro Social Mundial, para

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hacer de contrario, en términos de Heráclitovii, al pensamiento único neoliberalviii. Pero filosófica y psicológicamente, es el movimiento “transpersonal”, un paradigma surgido como “cuarta fuerza” de la psicología, quien aporta las bases epistemológicas para hacer frente al caduco pensamiento occidental. La racionalidad pragmática inserta en este depredador capitalismo es un cáncer para las relaciones humanas. El infinito crecimiento económico y la competencia desleal, ambos incentivados por el imperialismo de unos pocos estados mediante las guerras, esclaviza al

resto de la humanidad en la más absoluta miseria, pobreza e ignorancia, impidiendo con ello dar un sentido coherente a la vida (Klein, 2007). Es imperativa una reprogramación de la intelectualidad humana, tesitura que están intentando diversos científicos y pensadores, entre los que me incluyo.

Mi propuesta es que el “sesgo moral” es más importante que el “sesgo científico”, secuestrado este por los poderes fácticos, y haciendo cierto con ello el aforismo anticipado por Aristóteles: “El saber es poder”. Así, las eufemísticas democracias, en realidad, se hallan bajo una plutocracia donde Los amos del mundo ejercen un terrorismo financiero (Navarro, 2012). Hay un racionalismo pragmático desde los poderes fácticos que se sustenta en el secuestro del saber y la democracia (Rubiales, 2005) así como los medios de información (Chomsky, 2002), al servicio ello de un depredador capitalismo. La irremediable consecuencia es que la moralidad ha sido ajada, deviniendo entonces en una “modernidad líquida” al decir del sociólogo Bauman (2007) para definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes, ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles. En palabras de Marx, sería la perdida de la conciencia de clase.

4 - Un nuevo paradigma de pensamiento

Sin embargo, el dominio de la racionalidad pragmática está puesta seriamente en duda por la racionalidad espiritual

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(obsérvese nuevamente los contrarios propuestos por Heráclito), presente en los despectivamente llamados “místicos cuánticos”ix, todo un cambio de paradigma en el modo de pensar pero que los materialistas científicos reniegan de su reconocimiento, por el puro ego de creer estar en la verdad, un error epistemológico de hondo calado filosófico. La educación cuántica, en dicha significación, es una cruzada intelectual en toda regla que solo busca curar un ego desorientado: las conciencias individuales han sido fragmentadas en su ego por el sistema capitalista, a la vez

que han sido disociadas de la colectividad, viviendo así en una “hiperrealidad”, un concepto para describir la forma en que la conciencia define lo que es verdaderamente “real” en un mundo donde los medios de comunicación pueden modelar y filtrar de manera radical la manera en que percibimos un evento o experiencia. Con el desarrollo de Internet y las nuevas tecnologías se pueden crear, casi literalmente, nuevos mundos de los que, en cierto sentido, se puede decir que no necesitan de la materia prima del mundo real para existir e interactuar. Según Baudrillard (2005), uno de los expertos más famosos en hiperrealidad, los bienes de consumo adquieren un valor de signo, es decir, que indican algo sobre su poseedor en el contexto de un sistema social. Este consumismo, por su dependencia del valor de signo, es un factor que contribuye en la creación de la citada hiperrealidad. La conciencia es engañada, desprendiéndose de cualquier compromiso emocional verdadero al optar por una simulación artificial. La satisfacción y la felicidad se hallan, entonces, a través de la simulación e imitación de lo real más que a través de la realidad misma. Ese “yo”, fragmentado en miles de imágenes como reflejo del ser interno, es recogido por la psicología postmoderna en el intento de reconstrucción del “yo” egoísta e individualista mediante medicamentos psiquiátricos y técnicas de relajación. Pero, en esencia, se ha obviado que ese “yo” ha sido disociado del “nosotros”, siendo esta disociación la causa de los males de nuestra civilización actual. Consecuentemente, se necesita imperativamente un bálsamo curativo de sabiduría perenne para recuperar el auténtico sentido de la vida, que no es otro que la compasión y el amor.

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5 - Vivir, pensar, amar

Así, las personas han perdido de vista que el verdadero sentido de la vida está en el amor que profesamos a nuestra familia, amigos, sociedad o comunidad, todo ellos amenazados por la fiebre del dinero. Todo vale con hacer dinero, destruir este finito planeta, comerciar con los recursos naturales, causar guerras por motivos económicos, hasta llegar a la más ignominia moralidad. La noosfera no

solo está destruyendo la biosfera, sino a ella misma, un contra sentido holísticox de la naturaleza. De ahí las causas de la presente crisis civilizatoria como jamás habido en la historia occidental y el presumible fin de una era (Jalife-Rahme, 2008).

La humanidad se halla ante un paradigmático cambio de pensamiento, solo comparable al cogito cartesiano. Descartes rescato la razón de las garras de la fe. Ahora se trata de rescatar la razón del ego plutocrático, un enfermo depredador de la biosfera y la noosfera. Más que nunca son tiempos de volver a decir aquello de que “pienso, luego existo”xi, un contra sentido ontológico para todas las personas que sufren la depredación por los poderes fácticos que controlan el planeta. La esclavitud económica es el signo de identidad del sistema capitalista, tantas veces muerto y luego resucitado.

Desde que Kant diferenció mediante sus Tres críticasxii a la ciencia, la profundidad intelectual y la moralidad, se han producidos los temores que manifestó en su ensayo ¿Qué es la ilustración? (Kant, 2007), unos temores que no ha resuelto ni la postmodernidad ni la actual plutocracia. Esa diferenciación kantiana del mundo material, mental y espiritual ha desembocado en la actual enfermedad social, intelectual y moral, respectivamente, Dios libre de culpa al inconmensurable Kant. Es una enfermedad muy grave, pues requiere reconstruir pensativamente nuestro mundo, ya que no solo lo estamos destruyendo, sino que nos estamos destruyendo a nosotros mismos. Es una enfermedad terminal que necesita de un milagro pues el cáncer se está extendiendo de la biosfera a la noosfera; una enfermedad que afecta a nuestro modo de vivir, pensar y amar, actualmente

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en manos de los poderes fácticos que, a su vez, hacen acopio del saber científico para eternizar el eufemístico pensamiento único neoliberal. Así es como se ha llegado a La sociedad de la ignorancia (Mayos et al., 2011)xiii.

Consecuentemente, por el bien de nuestra propia libertad a decidir nuestro modo de vivir, pensar y amar, no se puede consentir el incumplimiento descarado de los Derechos Humanos (Pau, 2011), porque la miseria humana afecta ya a la totalidad de la humanidad. En tiempos de los imperialismos históricos, había mucho mundo todavía por

explotar. Pero el imperialismo económico ha llegado al límite permitido, pues roza con la enfermedad más grave de todos los tiempos: un ego fragmentado y disociado de la colectividad, que está herido de muerte y no puede sobrevivir sino con la contemplación de una unión con el “nosotros” kantianoxiv. Es la propia noosfera que, en una putrefacta disociación entre la razón y el espíritu, aboga por una aniquilación de la actual civilización. Y ello, la naturaleza no lo va consentir, pues al decir del filósofo griego Aristóteles: “La naturaleza nunca hace nada sin motivo”.

6 - No hay verdad sin libertad

Sin embargo, ¿dónde está ese pensamiento regenerador, al modo como lo hiciera Descartes en su día? Con dicho objetivo está escrita La educación cuántica, porque al decir del insigne Kant: “La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que la naturaleza es capaz”. ¿Pero quién provee la educación cognitiva imparcial y justa?xv Siguiendo la premisa del escritor escocés Walter Scott, “la parte más importante de la educación del hombre es aquella que él mismo se da”. Fue así como Descartes se auto instruyó para producir un pensamiento racional autónomo, libre de los dogmas religiosos, es decir, despertó su mente racional, solito, frente a la Santa Inquisición. Descartes (1999) tuvo que estructurar unas reglas del pensamiento en su Discurso del métodoxvi para salir de las garras de la Iglesia. Y yo debo hacerlo contra los poderes fácticos económicos, burgueses, monárquicos y religiosos, aprovechando que ellos también

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están heridos de muerte. Para ello, he tenido que estudiar la historia del pensamiento, o sea filosofía, pues, como dijera el filósofo chino Confucio, “estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”. El saber sigue siendo mi humilde rescoldo para ser libre de pensamiento, de ahí mis diversas publicaciones a modo de librepensador.

Conocer la historia es saber cómo el poder de una minoría ha prevalecido impunemente por encima de las eufemísticas democracias (George, 2010). Todo un secuestro de la libertad de los pueblos, de mis antepasados, de mi abuelo trabajador

para los “señoritos” y, cómo no, de mi padre emigrado a las minas de Bélgica. Conocer mi historia personal y familiar, a modo de “sincronicidad junguiana”xvii, me auspicia para luchar por la libertad de conocimiento, pues solo el saber hará de nosotros hombres verdaderamente libres. El desarrollo humano permite el conocimiento y la libertad. Sin embargo, el saber y la libertad propugnados por el desarrollo humano son dos caras de la misma moneda actualmente en conflicto (Sen, 2000). “El saber es poder” decía Aristóteles, nunca mejor dicho, es ejercido tiránicamente por los plutócratas. Pero dicho aforismo también sirve por los díscolos del sistema capitalista, que no somos pocos, sino cada vez más. El imperialismo económico no solo tiene abierto un frente geopolítico por la inestabilidad financiera global, sino también porque se sustenta en una historia que ha sido tergiversada inmoral e ideológicamente mediante guerras como acredita estupendamente Oliver Stone en su serie de diez documentales La historia no contada de los Estados Unidos; como también denuncia Naomi Klein (2007) en su obra La doctrina del shock; y complementando dichas denuncias, La educación cuántica tiene como pretensión epistemológica trascender al materialismo científico que vive en la caverna platónica. Saber todo ello puede ser la tabla de salvación, pues ya no se pueden esconder tantas mentiras económicas, políticas y epistemológicas, como el espionaje mundial realizado por la NSA estadounidense a la humanidad. El imperialista económico por antonomasia, los Estados Unidos, está cayendo de su prepotencia que le dura desde la Segunda Guerra Mundial.

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7 - Crisis moral

El historiador Josep Fontana (2011), a través de su obra Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945,se ha convertido en una referencia para entender los acontecimientos históricos posteriores a la Segunda Guerra Mundial: la creación del estado de bienestar como respuesta al fascismo y al totalitarismo que habían llevado a la guerra, la posterior guerra fría, la caída de la URSS, la intervención

de Estados Unidos en el mundo así como la involución que se vive desde la década de 1970 en relación a los derechos sociales, el bienestar social y democracia como consecuencia del triunfo del neoliberalismo. Fontana constata, setenta años después, el fracaso del proyecto que surgió tras la Segunda Guerra Mundial de construir un nuevo orden internacional donde fuera posible el progreso de los pueblos y el entendimiento entre las naciones. Siete décadas después de la Segunda Guerra Mundial, las diferencias entre los muy ricos y los otros son mayores que nunca. Esa divergencia ontológica entre la riqueza y la pobreza, profundizada por el pensamiento único neoliberal, es la causa de la crisis moral que padece actualmente la humanidad. La actual convulsión mundial solo tiene tres caminos, o la autodestrucción, o una metamorfosis del capitalismo en Un Nuevo Orden Mundial diseñado a su medida, o la salvación de la humanidad mediante la democratización del saber.

La primera opción no es descartable. La segunda es probable. Y la tercera, una utopía que puede hacerse

realidad. De un modo cuántico, las tres posibilidades están abiertas. Los pensadores cuánticos apostamos por la tercera vía. Apostamos por la integración de los tres mundos diferenciados por Kant: la ciencia (“ello”), la profundidad intelectual (“yo”) y la moralidad (“nosotros”), tres jerarquías cognitivas proyectadas actualmente entre el racionalismo pragmático -la razón en el ego-, y el racionalismo espiritual -la razón en el espíritu-, una eterna lucha respectivamente entre el materialismo y el idealismo, tantas veces confrontada en la historia del pensamiento y todavía no dilucidada. Pero, quizá ahora, estemos ante la batalla más grande librada en la historia del pensamiento, pues el enfrentamiento es entre el

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materialismo científico y los “místicos cuánticos”, llamados así despectivamente por la comunidad científica en el poder por aunar el pensamiento occidental con la filosofía oriental. En ambos pensamientos se hallan las mismas verdades, solo que esos dos modos de saberxviii son diferentes: el método científico (dualidad entre sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto-objeto), respectivamente. En el primero hay que “ver para creer” y en el segundo hay que “creer para ver”. Dos mundos antagónicos entre la ciencia y la religión, respectivamente,

entre el saber racional y el metafísico, ambos aunados ahora por los “místicos cuánticos” en un revolucionario pensamiento que orienta la razón hacia la espiritualidad.

8 - Hacia una nueva conciencia

Y las armas más temidas de esos “místicos cuánticos” son el amor, la compasión, la solidaridad, el altruismo, la empatía, el conocimiento, la verdad, la justicia y la paz, como universales valores contemplados por la filosofía perenne frente al moribundo pensamiento occidental. Nunca mejor dicho, a decir del filósofo y científico Mario Bunge, la filosofía no ha muerto, pero está gravemente enferma. Considera que si se descuida la investigación básica, por darse prioridad al armamento y a la conquista territorial, la ciencia decaerá, y con ella la técnica. Añade que los filósofos debieran cooperar con los científicos sociales para diseñar sociedades en las que se protejan los intereses individuales y colectivos. Bunge (2002), en su obra Crisis y reconstrucción de la filosofía, apunta a que la filosofía académica actual se encuentra en un preocupante estancamiento. En dicho vacío cognitivo tiene razón de ser La educación cuántica.

Porque, es posible que vivamos en una sociedad tecnológicamente avanzada, pero no en la sapiencia. Más que nunca, muchos de mis congéneres, deberían ser instruidos en materia filosófica, para constatar sorprendentemente que ni piensan, ni se puede decir que existan. Más bien, piensa una minoría plutocrática por todos nosotros. Un pensamiento único y neoliberal, toda una dictadura del

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imperialismo económico. Frente a ello, mi propuesta es que el antes citado “pienso, luego existo”, a modo de despertar de la conciencia, debe ser clamado al unísono por todos nosotros en una nueva conciencia colectiva que, en su obligada regeneración, deberá aprender a pensar colectivamente. En suma, como propone el arqueólogo, antropólogo y paleontólogo español Carbonell (2007), se trata de generar El nacimiento de una nueva conciencia.

Para ello, es de obligado cumplimiento un revisionismo, no solo de la historia en sentido tradicional, sino eminentemente

de la historia del pensamiento por las graves connotaciones que tiene sobre nuestro modo de vivir, pensar y amar, pues la humanidad está desorientada existencial, cognitiva y moralmente. La educación cuántica propone dicho revisionismo siguiendo el sabio consejo de Descartes: “Para alcanzar la verdad, es necesario, una vez en la vida, desprenderse de todas las ideas recibidas, y reconstruir de nuevo y desde los cimientos todo nuestro sistema de conocimientos”. En dicho sentido, La educación cuántica postula un paradigmático tránsito desde la filosofía y psicología tradicional a la filosofía y psicología transpersonalxix (Martos, 2010), desde el materialismo científico al “misticismo cuántico”xx, desde el “yo” al “nosotros” kantiano, en suma, desde el racionalismo pragmático al racionalismo espiritual.

9 - Trascendiendo al ego

La humanidad se halla viviendo una crisis social, intelectual y moral donde el más damnificado es el ego de las personas, el cual se halla fragmentado y disociado de la colectividad. Ese ego está sumido en la ignorancia inducida desde los poderes fácticos y necesita más que nunca del saber para salir de la caverna platónica en la que se halla este viejo mundo. Como revulsivo, La educación cuántica postula una “medicina cuántica” como se argumentará en la postrimería de este ensayo. Porque la cura del ego de las personas solo puede provenir de la sabiduría presente en la filosofía perenne, pero sin descuidar el saber derivado del

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método científico, sino como dos modos de saberxxi complementarios, como acredita Ken Wilber (2005d) en su obra El espectro de la conciencia.

Así, psicológicamente, el ego debe trascenderse conscientemente hacia una regenerada espiritualidad, en una fusión de la razón con el espíritu, sustituyendo el egoísmo por la compasión y la conciencia personal por la conciencia transpersonalxxii; toda una trascendencia espiritual que permite ir Más allá del ego (Vaughan y Walsh, 2000) y ver el mundo como un todo holístico del cual somos un engranaje más en la naturaleza. La actual civilización está rompiendo el equilibrio natural y holístico de la vida, como acreditan las especulaciones sobre la Tercera Guerra Mundial por motivos económicos y energéticos. Será necesario un ingente esfuerzo de todos nosotros para salir de dicho atolladero, sin embargo, cualquier crisis es siempre una oportunidad de crecimiento personal y también colectivo. La actual crisis económica y social es también una crisis intelectual y espiritual de la humanidad, lo cual invita a repensar urgentemente el nuevo rumbo de este decrépito mundo. Y a ello he dirigido mis investigaciones, al conocimiento en profundidad de la naturaleza humana, en función de lo cual propugno que nuestra civilización debe cambiar urgentemente su derrotero que pasa, imperativamente, por una renovada pedagogía como pretende La educación cuántica. Una pedagogía cognitiva para cambiar el mundo, no desde fuera, sino desde el interior de las personas.

10 - La razón al servicio del amor

Si el cambio comienza por uno mismo, ¿por dónde comenzar? Hay personas quienes pensamos que otro mundo es posible desde el surgimiento de la física cuántica, pues es todo un giro copernicanoxxiii en la mirada desde el “ver para creer” al “creer para ver”, de la razón a la espiritualidad, de ahí los peyorativamente denominados “místicos cuánticos” por la comunidad científica servil a los poderes fácticos. Sin embargo, son cada vez más los díscolos científicos que

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escapan del materialismo científico para convertirse en “pensadores cuánticos”, cuyo único pecado es haber aunado la razón con la espiritualidad, no entendida exclusivamente en su acepción religiosa, sino como la intersubjetividad kantiana magníficamente expuesta en su imperativo categóricoxxiv, un amor también profesado por santos, budas, yoguis o místicos. En suma, se trata de una metamorfosis de la racionalidad pragmática a la racionalidad espiritual, de una trascendencia desde la filosofía tradicionalmente impartida en el actual sistema educativo hacia la filosofía

transpersonal: un cambio de paradigma magistralmente argumentado por Ken Wilber (2005b) en su obra Sexo, Ecología, Espiritualidad.

Las ideas de esos “místicos cuánticos” están alineadas con una visión holística de la naturaleza, en un profundo sentimiento simbiótico y de compasión con todo lo existente en este y otros mundos. Se trata de una experiencia inefable percibida en la propia conciencia, experiencias cumbres para unos, místicas para otros, que da alas para luchar por el librepensamiento y la libertad natural, ambas secuestradas por los poderes fácticos y las religiones, una eterna lucha por la verdad frente a las mentiras, entre la sabiduría y la ignorancia, siempre los perennes contrarios propuestos por Heráclito, como si de un mandato epistemológico por superar se tratara, en el que la humanidad todavía no ha logrado sintetizar la razón con el espírituxxv, ni sabremos si lo logrará. En cualquier caso, La educación cuántica es una humilde pretensión en dicho sentido.

Este ensayo tiene el propósito de evidenciar que la humanidad se halla ante un nuevo paradigma de conocimiento lo cual requiere, inherentemente, de un revisionismo histórico, social, intelectual, filosófico, espiritual pero, eminentemente, psicológico. Así, dicho revisionismo supone hallar la curación del ego fragmentado y disociado de la colectividad, la gran esperanza de La educación cuántica para sanar a este decrépito mundo. Para ello, más que nunca serán necesarias las “mentes cuánticas”, aquellas que aúnan la racionalidad con la espiritualidad, las que saben que todo conocimiento surge de la profundidad de todo ser humano cuando se pone la razón al servicio del amor. Porque bastan

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unos pensamientos positivos para curar el ego herido, y sanar de paso a ese mundo de ahí fuera.

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NOTAS

i Para el pensador universalista francés Edgar Morin,

“pensamiento complejo” es cuando se trata de construir un método

nuevo sobre la base de las ideas complejas que emanan de las

ciencias y su conjugación con el pensamiento humanista, político, social y filosófico. También se utiliza pensamiento complejo en un

sentido más estrecho, para designar a los estudios científicos que

intentan explicar las dinámicas complejas de los objetos en estudio,

sin extraer de ello consecuencias cosmovisivas o metodológicas más

generales. Edgar Morin ha denominado esta postura complejidad

restringida, para diferenciarla de aquella más amplia y humanista que sostiene, donde lo define como un método de pensamiento

nuevo, válido para comprender la naturaleza, la sociedad,

reorganizar la vida humana, y para buscar soluciones a las crisis

de la humanidad contemporánea. La evolución de las ideas

complejas en el siglo XX puede caracterizarse en tres grandes momentos. El primero, en los sesenta, donde se trabaja en varios

campos científicos sin que trasciendan los nuevos desarrollos

conceptuales más a allá de áreas muy específicas. Entre los

setentas y ochentas, se produce una mayor socialización de las

ideas complejas entre diversos campos disciplinarios. Finalmente

en los noventas, se produce un boom mediático que colocó la complejidad y lo complejo en documentales científicos, revistas de

divulgación y la prensa.

En el artículo científico titulado El paradigma complejo. Un cadáver exquisito, publicado en Cinta de Moebio (septiembre del

2002), una revista de epistemología de la Facultad de Ciencias

Sociales de la Universidad de Chile, se propone una sistematización de las bases conceptuales del Paradigma o

Pensamiento Complejo. Se revisan sus supuestos fundamentales y

se ejemplifican algunos aportes en las ciencias sociales. Para los

propósitos de este trabajo, cito las conclusiones de dicha

investigación:

“La aproximación reseñada sugiere algunas reflexiones y nuevas preguntas para continuar el flujo indeterminado y entrelazado del

conocimiento. En primer lugar, en autores como Sheldrake

(resonancia mórfica), Thom (Catástrofe) y otros, se percibe un apego

a formas de validación: experimentos, generalización, leyes

implícitas, correspondientes al paradigma cartesiano-newtoniano, lo que resulta comprensible pues se encuentran entre los

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precursores de esta ruptura epistémica y en consecuencia, representan el pensamiento intermedio de la transición

paradigmática”.

“Por otra parte, la excesiva generalización y vulgarización de

términos y conceptos que a una velocidad inimaginada se

transfieren a disciplinas, áreas, teorías y espacios científicos,

conlleva al germen de su posible destrucción, al correrse el riesgo de perder o desvirtuar su fuerza explicativa”.

“Igualmente, la tentadora “poética de la complejidad” puede

conducir a la generación de un lenguaje poco riguroso y sistemático

que termine por no explicar la realidad ya de por sí definida como “incognoscible”. La discusión se hace obligada para todos aquellos

que de una u otra forma se compenetran con procesos de investigación y aprendizaje”.

“Muchos temas posibles de investigación se encuentran al

interior y en las fronteras del pensamiento complejo: actos de

distinción, procesos de observación, delineamientos de

perspectivas, descubrimiento de otras lógicas, puentes teóricos

intra y transdisciplinarios, cartografías de conceptos y principios, herramientas y metodologías de abordaje de la complejidad aún

inexploradas, que hacen de este nuevo milenio, un territorio virgen

para nuevos descubrimientos”.

“Más que modificar y cambiar la manera de comprender, conocer

y aprehender la realidad, el esfuerzo se orientaría a desaprender nuestra manera tradicional de interrogarnos, ya que en cada

pregunta va implícita una determinada visión del mundo y en

consecuencia, los mismos límites de esas infinitas respuestas que

constituyen el conocimiento”.

“Desaprender nuestra manera tradicional de interrogarnos” e

indagar “los límites de esas infinitas respuestas que constituyen el conocimiento”, en dicho sentido está escrita La educación cuántica,

explicitando en la medida de lo posible un nuevo paradigma de

conocimiento en el que se hayan involucradas todas las instancias

sociales, desde las económicas y políticas, hasta las intelectuales y

espirituales, lo cual insta a una regenerada interpretación de la

“visión del mundo” por cada persona (“mapa sociológico”). Todo un reto filosófico que inquiere una reinterpretación de la historia del

pensamiento, como si de un segundo renacimiento se tratara

donde, la razón cartesiana, enfangada en el materialismo científico,

en un proceso de autopoiesis, redirige la mirada hacia el “nosotros”

kantiano, todo un racionalismo espiritual (“mapa psicológico”). Consecuentemente, además de un “mapa sociológico” que informe

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correctamente de ese mundo de ahí fuera, también se hace indispensable un “mapa psicológico” que permita el discernimiento

interior en orden a tener una correcta cosmovisión. Ambos

“mapas”, respectivamente, corresponden al tradicional problema

filosófico de la dualidad objeto-sujeto que durante varios siglos ha

sostenido la ciencia reduccionista (método científico), hasta que la

física cuántica aseveró de que sujeto y objeto son una y la misma cosa, la no dualidad postulada por la filosofía perenne (misticismo

contemplativo). El “territorio” de la verdadera realidad todavía por

conocer es una gran incógnita, a decir de Heisenberg: “La realidad

objetiva se ha evaporado y lo que nosotros observamos no es la

naturaleza en sí sino la naturaleza expuesta a nuestro método de interrogación”. Por ello, más que nunca, se hace necesario un

“mapa sociológico” así como un “mapa psicológico” que permita

construir una perfecta cosmovisión de nuestra era contemporánea.

Vivir en la verdad demostrada epistemológicamente (no dualidad

entre sujeto-objeto), con conocimiento de causa en el ejercicio de la

libertad, es la piedra de toque para evolucionar conscientemente hacia la sabiduría.

Tal es el camino ascendente de la conciencia hacia la sabiduría

que se propugnará en este ensayo y, en ese viaje de la conciencia

por el espacio y el tiempo, el saber y el amor se presentan como las

premisas epistemológicas a recuperar por esta decadente civilización. En otras palabras, la asignatura de filosofía, denostada

por los poderes fácticos para anular el pensamiento crítico, es

reivindicada en este ensayo como única tabla de salvación de la

humanidad, porque “conocimientos puede tenerlos cualquiera, pero

el arte de pensar es el regalo más escaso de la naturaleza” (Federico

II El Grande, rey de Prusia).

Es así como, desde una perspectiva histórica y psicológica, la

razón humana ha caído por la pendiente del racionalismo

pragmático y el materialismo científico, descuidando al otro polo de

conocimiento, a saber, el genuino misticismo exento de apriorismos

dogmáticos religiosos. Así, ese “yo” fragmentado y disociado de la colectividad o “nosotros”, se presenta como el fundamento

epistemológico de la presente crisis económica y política que,

implícitamente, conlleva un trance intelectual y espiritual a superar

por esta decrépita civilización. Como se puede apreciar, es tal el pensamiento complejo en el que se halla la humanidad, que hace

necesaria una renovada filosofía de la mente mediante una educación acorde a los tiempos cuánticos, La educación cuántica

que es preciso transmitir a las nuevas generaciones para que se

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empoderen con conocimiento de causa de su libertad moral, jerárquicamente superior esta a la libertad sensible e intelectual.

ii La filosofía transpersonal es una disciplina que estudia la

espiritualidad y su relación con la ciencia así como los estudios de

la conciencia. El filósofo Ken Wilber es un emblemático

representante del movimiento transpersonal que surge del encuentro entre la psicología occidental (en particular de las

escuelas psicoanalíticas, junguiana, humanista y existencial) y las

tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen,

el taoísmo y el hinduismo).

iii Según el psicólogo transpersonal Iker Puente (2011: 18):

La idea de una filosofía perenne aparece a lo largo de

toda la filosofía occidental, y ha ido tomando diversas formas a lo largo de su historia. El término philosophia perennis fue empleado por primera vez por Agustino

Steuco en 1540 en su libro De perenni philosophia, un

tratado de filosofía cristiana en el que defendía la existencia de un núcleo común en la filosofía de toda la

humanidad que se mantiene idéntico a través del curso de

la historia. Esta idea fue posteriormente retomada en el

Renacimiento de forma independiente por Nicolas de

Cusa, Marsilio Ficino y Giovanni Pico de la Mirandola,

autores que fueron articulando la filosofía del neoplatonismo cristiano. La obra de Steuco dio nombre y

encuadró en un amplio marco histórico a este movimiento

teológico filosófico del Renacimiento, que señalaba que la

teología y la filosofía judeocristiana se derivan de la

participación en las mismas ideas divinas, y que revelan las mismas verdades esenciales. Steuco enfatizó los

aspectos históricos de la filosofía perenne, siendo el

primer autor que presentó la filosofía como la sabiduría

que se mantiene idéntica a través del curso de la historia

(Schmidt, 2004). La filosofía perenne es una filosofía de la

espiritualidad o una filosofía del misticismo, que se articula como un movimiento sincrético que va adoptando

y asimilando temas filosóficos diversos.

Esta formulación aparece a lo largo de la historia de la

filosofía en diferentes contextos. Se encuentra en la

filosofía de Leibniz, que la usó para designar la filosofía

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común y eterna que subyace detrás de las corrientes místicas de todas las religiones, o en la obra de

Ramakrishna, que plantea una filosofía mundial, síntesis

de Oriente y Occidente. La idea común que comparten

estas diferentes concepciones es la existencia de una

corriente filosófica que ha perdurado a través de los siglos

y que integra las diferentes tradiciones en una verdad única que subyace a la aparente diversidad de

cosmovisiones. Esta unidad en el conocimiento humano

deriva, según los partidarios de la filosofía perenne, de la

existencia de una realidad última que puede ser

aprehendida por el intelecto en determinadas condiciones especiales (Ferrer, 2003).

Dicha dimensión espiritual y trascendente de la naturaleza

humana y de la existencia, en el ámbito de la psicología, tiene su

correlato con el surgimiento de la psicología transpersonal como

“cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología

humanista. Según Iker Puente (2011: 24):

La psicología transpersonal nació a finales de los años

sesenta en los EE.UU. a raíz del interés de un grupo de

psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas (entre los que se

encontraba Anthony Sutich y Abraham Maslow,

fundadores de la psicología humanista, y el psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología

humanista más allá de su centro de atención sobre el yo

individual, interesándose por el estudio de la dimensión

espiritual y trascendente de la naturaleza humana y de la

existencia. Sus fundadores pretendían realizar una

integración de las tradiciones místicas occidentales y orientales con la psicología humanista. La orientación

transpersonal surge, pues, del encuentro entre la

psicología occidental (en particular de las escuelas

psicoanalíticas junguiana, humanista y existencial) y las

tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo).

Iker Puente, en su artículo Filosofía oriental y ciencias cognitivas,

realiza un repaso histórico de la introducción de la filosofía oriental

en el pensamiento occidental y concluye que la filosofía oriental

puede ser una fuente de inspiración para la psicología y las

ciencias cognitivas, y pueden servir de modelo para nuevas formas creativas de entender la relación entre los seres humanos, la mente

y la naturaleza:

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A lo largo del presente artículo hemos visto como la

interrelación e influencia de la filosofía y las tradiciones

espirituales orientales sobre el pensamiento occidental se

puede remontar al menos hasta el neoplatonismo. Sin

embargo, durante mucho tiempo la cultura occidental y la

ciencia moderna han mirado por encima del hombro al

resto de culturas y tradiciones, creyéndose en una posición de superioridad frente a ellas, y desdeñando sus

conocimientos, sus costumbres y sus prácticas.

Afortunadamente esta situación está cambiando en las

últimas décadas, y poco a poco se está volviendo a

producir un diálogo cara a cara entre las diferentes culturas, tradiciones y formas de conocimiento. El diálogo

que se está produciendo entre la filosofía oriental y la

ciencia moderna es una buena muestra de ello. Muchos

científicos, incluyendo a físicos, biólogos, médicos y

psicólogos, se han dado cuenta de que tienen mucho que

aprender de estas tradiciones de sabiduría y de las prácticas contemplativas que practican desde hace miles

de años. Si se parte de un diálogo abierto y en condiciones

de igualdad, como el que ya se está produciendo en

diferentes foros, la filosofía oriental puede ser una fuente

de inspiración para la psicología y las ciencias cognitivas, y puede servir de modelo para nuevas formas creativas de

entender y redefinir la relación entre los seres humanos,

la mente y la naturaleza.

iv La psicología transpersonal nació a finales de los años sesenta

en los EE.UU. a raíz del interés de un grupo de psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas (entre los que se encontraba Anthony

Sutich y Abraham Maslow, fundadores de la psicología humanista,

y el psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología

humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual,

interesándose por el estudio de la dimensión espiritual y

trascendente de la naturaleza humana y de la existencia. Sus fundadores pretendían realizar una integración de las tradiciones

místicas occidentales y orientales con la psicología humanista

(Vaugham, 1982). La orientación transpersonal surge, pues, del

encuentro entre la psicología occidental (en particular de las

escuelas psicoanalíticas junguiana, humanista y existencial) y las tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen,

el taoísmo y el hinduismo) (Ferrer, 2003). (Cita extraída del siguiente ensayo: Filosofía oriental y ciencias cognitivas: una

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introducción. Iker Puente. Universidad Autónoma de Barcelona,

Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 2011, Vol.47 Pág.15 a 37).

v Por antonomasia, al hablar de paradigma es ineludible referirse a Thomas Kuhn, quien en 1962 publicó La estructura de las revoluciones científicas, un libro en el que proporcionaba una visión

sociológica de la evolución científica. Según Kuhn, en el avance científico hay largos períodos de estabilidad en los que la

comunidad científica comparte un modelo consensuado al que

denominó “paradigma”. En esos períodos, los científicos exploran el

paradigma vigente, buscan su aplicación a situaciones aún no

estudiadas cada vez más complejas o extremas. En ese proceso se

van encontrando desajustes, resultados que no encajan con el paradigma. Esos resultados se van acumulando y, cuando son

muchos, generan una sensación de inestabilidad que concluye con

una revolución, realizada por algunos científicos especiales y que

da lugar a un nuevo paradigma mejorado, que es capaz de explicar

los resultados del anterior más los que no encajaban. Tras la revolución comienza un nuevo período de estabilidad basado en el

nuevo paradigma.

En la física de principios del siglo XX se pueden encontrar

multitud de ejemplos que encajan bien en esa explicación, y que

serán aludidos en este ensayo. Sin embargo, dicha teoría

sociológica sobre el cambio de paradigma también puede extenderse más allá de la ciencia como al actual modelo social, a su

educación, la filosofía y la espiritualidad. Como se podrá comprobar

a medida que avance la lectura, la humanidad no solo se halla ante

un cambio de paradigma epistemológico desde el materialismo

científico al “misticismo cuántico” sino que, también, se está produciendo un cambio de paradigma social debido a la creciente

divergencia entre los ricos y los pobres; otro cambio de paradigma a

sumar es el secuestro de la libertad y de los derechos naturales de

las personas mediante leyes al servicio de los poderes fácticos y,

por tanto, es una clara conciencia de esclavitud económica

(plutocracia) frente a la natural libertad de las personas que se halla secuestrada mediante la política y la religión. Es harto

evidente que vivimos bajo dogmas científicos (materialismo

científico), intelectuales (neoliberalismo) y religiosos (la razón

obnubilada por la fe) que, pienso, están dando sus últimos

coletazos en la historia de la humanidad, pero a qué precio. Consecuentemente, se ha secuestrado el pensamiento crítico, es

decir, la humanidad vive en una caverna platónica manipulada por

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unos poderes fácticos que ahogan el libre pensamiento de los ciudadanos. Así, sin pensamiento crítico y en cautividad, tal es el

actual estado de la humanidad, a merced del imperialismo

económico sustentado en guerras por los recursos naturales y en el

eterno endeudamiento de los pueblos y las personas por la

oligarquía financiera que domina el planeta.

Inadvertidamente para muchos, la humanidad se halla ante varios cambios de paradigmas: del materialismo científico al

“misticismo cuántico” (epistemológico), los ricos frente a pobres

(existencial), de la esclavitud económica a la libertad personal

(moral), y de la ignorancia hacia la sapiencia (filosófico). Tantos

cambios de paradigma que afectan no solo a las instancias sociales, económicas y políticas sino, fundamentalmente, a la ideología

intelectual (neoliberalismo) y espiritual (dogmas religiosos)

dominantes en el mundo. Así pues, nos hallamos ante un cambio

de paradigma pensativo de tal calibre como fue el primer

renacimiento humanístico. Entonces, la razón se zafó de las garras

de la fe, pero dirigió la mirada hacia la materia, hasta descomponerla en tantas partes como disciplinas científicas

existan. Sin embargo, con la física cuántica se produjo un

deslumbramiento espiritual en muchas mentes científicas, siendo

muchos de estos genios denostados como “místicos cuánticos” por

la ortodoxa comunidad científica. Este incipiente cambio de paradigma científico desde el materialismo científico al

racionalismo espiritual pasa desapercibido para muchos de mis

congéneres, pues son elucubraciones filosóficas de hondo calado

que, seguramente, no interesa al común de los mortales.

Sin embargo, la anterior reflexión es de una importancia

extrema pues afecta a la visión que cada cual tiene sobre el sentido que tiene que dar a su vida. ¿Acaso alguien nos ha enseñado a

pensar para actuar con conocimiento de causa y dentro de una

libertad moral al tiempo que se le da el mejor de los sentidos a

nuestra vida? En otras palabras: ¿alguien nos ha enseñado a

pensar certeramente en el ejercicio de la libertad hasta hallar la felicidad como propósito supremo de todo ser humano? Este reto

vital se presenta como inaccesible pues la asignatura del

pensamiento, otrora llamada filosofía, tiene que ser rehabilitada por

la sapiencia humana para evitar la más que presumible decadencia

civilizatoria. Es decir, más que nunca no solo hay que pensar, sino

pensar bien para actuar con conocimiento de causa y en libertad. Y en esa cuestión del pensar también hay un cambio de paradigma desde la filosofía tradicional (racionalismo pragmático) a la filosofía transpersonal (racionalismo espiritual). Tantos cambios que

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afectan, inexorablemente, a la psicología humana, también en tránsito de paradigma desde la psicología positivista (ego) a la

psicología transpersonal (trascendencia del ego).

Por todo ello, el fundamental cambio de paradigma propugnado

en este ensayo es la transformación interior de las personas

mediante la trascendencia del ego hacia una genuina espiritualidad

atolondrada en el fondo de su ser. Todo un cambio de paradigma en la profunda psicología a descubrir por toda persona que se

precie de saber pensar. La filosofía, por antonomasia la ciencia del

pensamiento, es un humilde rescoldo donde se puede propugnar

tantos cambios de paradigmas que afectan a nuestro modo de vivir,

pensar y amar, todo un segundo renacimiento desde el racionalismo pragmático (la razón enfrascada en la materia) al

racionalismo espiritual (la razón ensimismada con el amor). Quien

aprehenda cognitiva, sapiencial y espiritualmente dicha reflexión

sobre los cambios de paradigmas antes expuestos, se hallará casi

con toda seguridad en el camino ascendente de su conciencia hacia

la sabiduría.

vi El altermundismo es un amplio conjunto de movimientos

sociales formado por activistas provenientes de distintas corrientes

políticas, que a finales del siglo XX convergieron en la crítica social

al denominado pensamiento único neoliberal y a la globalización

capitalista. Acusan a este proceso de beneficiar a las grandes multinacionales y países más ricos, acentuando la precarización

del trabajo y consolidando un modelo de desarrollo económico

injusto e insostenible, y socavando la capacidad democrática de los

Estados, entre otros aspectos negativos. Generalmente, los

activistas y simpatizantes mantienen una ideología izquierdista, contraria al liberalismo económico (economía de mercado y comercio libre). El nombre altermundismo viene precisamente del

lema “Otro mundo es posible”, nacido en el Foro Social Mundial,

que cada año reúne a movimientos sociales de izquierda política

internacional.

vii Heráclito de Éfeso fue un filósofo griego. Nació hacia el

año 535 a. C. y falleció hacia el 484 a. C. Era natural de Éfeso,

ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia

Menor (actual Turquía). Como los demás filósofos anteriores

a Platón, no quedan más que fragmentos de sus obras, y en gran

parte se conocen sus aportes gracias a testimonios posteriores. Heráclito afirma que el fundamento de todo está en el cambio

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incesante. El ente deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa: se refiere al

movimiento y cambio constante en el que se encuentra el mundo.

Esta permanente movilidad se fundamenta en una estructura de

contrarios. La contradicción está en el origen de todas las cosas. Todo este fluir está regido por una ley que él denomina Logos.

Este Logos no solo rige el devenir del mundo, sino que le habla al

hombre, aunque la mayoría de las personas “no sabe escuchar ni hablar”. El orden real coincide con el orden de la razón, una

“armonía invisible, mejor que la visible”, aunque Heráclito se

lamenta de que la mayoría de las personas viva relegada a su

propio mundo, incapaces de ver el real. Si bien Heráclito no

desprecia el uso de los sentidos (como Platón) y los cree

indispensables para comprender la realidad, sostiene que con ellos

no basta y que es igualmente necesario el uso de la inteligencia. Era conocido como “el Oscuro”, por su expresión lapidaria y

enigmática. Ha pasado a la historia como el modelo de la

afirmación del devenir y del pensamiento dialéctico. Su filosofía se

basa en la tesis del flujo universal de los seres: todo fluye. Los dos

pilares de la filosofía de Heráclito son: el devenir perpetuo y la lucha de opuestos. Ahora bien, el devenir no es irracional, ya que el Logos, la razón universal, lo rige: “Todo surge conforme a medida y conforme a medida se extingue”. El hombre puede descubrir este

Logos en su propio interior, pues el Logos es común e inmanente al

hombre y a las cosas.

viii El concepto de pensamiento único fue descrito por primera vez

por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer en 1819 como aquel

pensamiento que se sostiene a sí mismo, constituyendo una unidad

lógica independiente sin tener que hacer referencia a otros

componentes de un sistema de pensamiento. En 1964, el

filósofo Herbert Marcuse describió un concepto similar que él denominó pensamiento unidimensional. Para Marcuse este tipo de

pensamiento es el resultante del “cierre del universo del discurso”

impuesto por la clase política dominante y los medios

suministradores de información de masas. El concepto es

reintroducido en la última década por el sociólogo y periodista

español Ignacio Ramonet, quien lo define partiendo de una idea de izquierda anticapitalista: “¿Qué es el pensamiento único? La traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del

capital internacional”.Según su opinión, el economicismo neoliberal

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se había erigido en el único pensamiento aceptable, monopolizando todos los foros académicos e intelectuales.

ix Desde la dogmática comunidad científica sustentada en el materialismo, el misticismo cuántico es considerado como una

creencia pseudocientífica, en la cual las leyes de la mecánica

cuántica incorporan ideas místicas similares a aquellas encontradas en ciertas tradiciones religiosas. El término “charlatán

cuántico” ha sido usado peyorativamente por dichos escépticos

materialistas para descartar la creencia de que la teoría cuántica aprueba creencias místicas. Sin embargo, el misticismo cuántico,

entendido como una descripción neutral de las ideas que combinan

los conceptos del misticismo oriental y la física cuántica, plantea un problema epistemológico de hondo calado científico y cultural

así como de incalculables consecuencias metafísicas y filosóficas.

La esencia de este ensayo es demostrar los fundamentos racionales

del misticismo cuántico, y que debe ser reinterpretado convenientemente como filosofía transpersonal desde que el filósofo

Ken Wilber dilucidó científica y filosóficamente los dos modos de saber- el método científico (dualidad entre sujeto y objeto) y el místico (no dualidad entre sujeto y objeto)- en su obra El espectro de la conciencia. Como se argumentará en este ensayo, la física

cuántica, correctamente interpretada, posibilita una epistemología que contemple esos dos modos de saber avalados por brillantes

mentes científicas y, a su vez, posibilita también un giro

copernicano en el modo de aprehender el conocimiento y ser transmitido generacionalmente mediante una educación cuántica,

objetivo de este trabajo, en oposición a la visión mecanicista,

industrial y positivista de la escolarización tradicional.

x Según algunos autores (Peñarrubia, 2001; Wilber, 1996) fue Jan Smuts quien acuñó el término de holismo en la década de los

años veinte, en su libro Holism and Evolution (1926). Este autor

definía la evolución como el desarrollo y estratificación graduales de series progresivas de totalidades, que se extendían desde lo

inorgánico hasta los niveles más elevados de organización. Propuso

la idea de una evolución creadora, siendo el holismo el motor de la

creación de totalidades en el universo. Smuts fue aún más allá y

señaló que el holismo es autocreador, siendo sus estructuras finales mucho más holísticas que las iniciales (adelantándose a la

teoría de Bertalanffy y al concepto de autoorganización propuesto

desde la cibernética). También señaló que las totalidades siempre

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se componen de partes, y que es la síntesis (no la suma) de esas partes lo que constituye el todo. Y, al mismo tiempo, cada totalidad

se incluye en otra totalidad mayor. Estas ideas influyeron en Fritz

Perls en el desarrollo de la terapia gestalt y en Ken Wilber, uno de

los principales representantes de la psicología transpersonal, que

basó su modelo del desarrollo humano en las ideas de Smuts, entre

otros autores. (Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos y autoorganización en psicoterapia de Iker Puente Vigiola, Facultad de

Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de

2007).

xi La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se

traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un

planteamiento filosófico de René Descartes (1596-1650), el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental. “Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de

Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su

famoso Discurso del método (1637). La frase de Descartes expresa

uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía

moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia,

es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas.

xii La visión racional-industrial del mundo sostenida por la

Ilustración cumplió con funciones muy importantes como la

aparición de la democracia, la abolición de la esclavitud, el

surgimiento del feminismo liberal, la emergencia de la ecología y las ciencias sistémicas, entre algunas más, pero sin duda, la más

importante puesta en escena fue la diferenciación entre el arte (yo), la ciencia (ello) y la moral (nosotros), el Gran Tres diferenciado por

Kant a través de sus Tres críticas.

Tras el Renacimiento surgió la Edad de la Razón o Filosofía Moderna cuyo uno de sus máximo exponente fue Kant. Con las

Tres críticas de Kant (La crítica de la razón pura, La crítica de la razón práctica y La crítica del juicio), se produce una diferenciación

de tres esferas: la ciencia, la moralidad y el arte. Con esta

diferenciación, ya no había vuelta atrás. En el sincretismo mítico, la

ciencia, la moralidad y el arte, estaban todavía globalmente

fusionados. Por ejemplo: una “verdad” científica era verdadera

solamente si encajaba en el dogma religioso. Con Kant, cada una de estas tres esferas se diferencia y se liberan para desarrollar su

propio potencial:

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-La esfera de la ciencia empírica trata con aquellos aspectos de la realidad que pueden ser investigados de forma relativamente

“objetiva” y descritos en un lenguaje, es decir, verdades

proposicionales y descriptivas (“ello”).

-La esfera práctica o razón moral, se refiere a cómo tú y yo

podemos interactuar pragmáticamente e interrelacionarnos en

términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo (“nosotros”).

-La esfera del arte o juicio estético se refiere a cómo me expreso y

qué es lo que expreso de mí, es decir, la profundidad del yo

individual: sinceridad y expresividad (“yo”).

xiii En este ensayo, el lector podrá apreciar que, en reiteradas ocasiones, aludiré a La sociedad de la ignorancia. No debe

interpretarse dicha alusión en un sentido peyorativo hacia mis

coetáneos, o como una postura de soberbia de quien escribe esto,

sino más bien, como un pensamiento crítico, tomando prestada la

expresión de los autores intelectuales (Mayos, Brey, Campàs, Innerarity, Ruiz y Subirats) de la obra con el mismo título: La

sociedad de la ignorancia.

En el prólogo de dicha obra, se justifica ya plenamente el por

qué dicho título: por paradójico que resulte, la potente y exitosa

sociedad del conocimiento que están construyendo las avanzadas

sociedades postindustriales conlleva un riesgo creciente de

incultura. En términos cuantitativos, ningún individuo puede competir con el ritmo hiperbólico actual en la producción de

información, pues esa producción crece exponencialmente gracias a

que -como nunca antes- es una labor colectiva potenciada porque

estamos continuamente entrelazados mediante Internet, lo cual

excede a la capacidad de los individuos para procesar dicha información.

Así, cada vez más individuos tienden a percibir tras la sociedad

del conocimiento la sombra amenazante de una “sociedad de la

incultura” que les condena a una inevitable obsolescencia

cognitiva. Cualquier solución o enmienda, dicen los autores, que

nos planteemos pasa por entender a fondo el vínculo radical que existe entre la sociedad del conocimiento y los “nuevos

analfabetos”, es decir, los nuevos tipos de ignorantes, incultos y

marginados. Por desgracia, ni en Internet ni en la sociedad del

conocimiento se asegura la visibilidad a quien tenga algo que decir

o un conocimiento valiosos que aportar. ¿Quién es hoy el genio o el

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sabio que no necesita especializarse con todo el saber colectivo que generamos o, simplemente, dispone de una amplia y suficiente

“cultura general”?

Como respuesta, se dice, de un modo un tanto irónico, que los

“filósofos”. ¿Está aumentando de manera inevitable y acelerada la

distancia entre lo que los individuos -cada uno de nosotros- puede

conocer o controlar con un mínimo de solvencia crítica y el conocimiento que produce la humanidad en su conjunto? Por todo

ello, orientarse con criterio y sentido personal dentro de la cultura o

conocimiento colectivos resulta cada vez más difícil, costoso y

problemático (tal es el objetivo pretendido por este ensayo: ofrecer

un mapa epistemológico con una finalidad pedagógica, como está reproducido esquemáticamente en el prólogo).

Los autores de La sociedad de la ignorancia sostienen que la

obsolescencia cognitiva que el crecimiento exponencial del

conocimiento disponible ha producido en los individuos no

amenaza tanto su campo profesional y especializado, sino sobre

todo las coordenadas generales que estos precisan para decidir de manera democrática y con conocimiento de causa sobre los

procesos crecientemente complejos que configuran la vida humana

actual. Por eso, la otra cara de la sociedad del conocimiento es,

sobre todo, la “sociedad de la incultura” y “de la ignorancia” (de ahí

la imperiosa necesidad de reivindicar a la filosofía como baluarte para dar un sentido a la vida, y a La educación cuántica como su

pedagógica función).

Concluyen estos autores de que el poder y el dominio también

acechan, ocultas tras Internet y la “sociedad del conocimiento”

(prueba de ello son las escuchas ilegales a escala mundial

realizadas por la NSA estadounidense). Para minimizar esos riesgos

y poder “empoderarnos” democráticamente en esas nuevas posibilidades, todos tenemos que estar vigilantes, atentos y

decididos a ejercer nuestros derechos ciudadanos (como se verá en

este ensayo, la filosofía de la mente propuesta aboga por el

empoderamiento “consciente” de la consciencia, un “despertar de la

conciencia” que ya Platón anticipó en su Mito de la Caverna).

xiv En este ensayo se hará sucesivas referencias al “nosotros”

kantiano, el cual hay que interpretar como la esfera práctica o

razón moral, es decir, a cómo tú y yo podemos interactuar

pragmáticamente e interrelacionarnos en términos que tenemos algo en común, es decir, un entendimiento mutuo. La obra La crítica de la razón práctica de Kant (2008) trata de la filosofía ética y

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moral que, durante el siglo XX, se convirtió en el principal punto de referencia para toda la filosofía moral. El imperativo categórico es

un concepto central en la ética kantiana, y de toda la

ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un

mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna

religión ni ideología) y autosuficiente, capaz de regir el

comportamiento humano en todas sus manifestaciones. Kant empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant, del imperativo

categórico existen tres formulaciones: 1- “Obra solo de forma que

puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley

universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en

tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y

nunca solo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino

universal de los fines”.

xv Ivan Illich, filósofo y educador austríaco, nos dejó en 1971 su obra La sociedad desescolarizada, una crítica a la educación tal y

como se lleva a cabo en las economías modernas, pues considera que la educación tal y como se vive en ellas, se reduce al

consumismo, forzando a los aprendices a cursar un currículo

obligatorio. Además, analiza el llamado currículo oculto: estas

escuelas cumplen con los requisitos económicos de disciplina y

jerarquía, perpetuando la sociedad de clases.

Illich es conocido por sus críticas al desarrollo económico

moderno, que describe como un proceso por el que las personas

antes autosuficientes han sido desposeídas de sus capacidades

tradicionales y se les obliga a depender de los doctores para su

salud, de profesores para su escolarización, de la televisión para su

diversión y de los patronos para su subsistencia. Illich sostiene que la misma idea de escolarización obligatoria, ahora aceptada en todo

el mundo, debería ponerse en cuestión. Según él, las escuelas se

han desarrollado para hacerse cargo de cuatro tareas básicas: ser

lugares de custodia, distribuir a las personas en funciones

ocupacionales, enseñar los valores dominantes y facilitar la adquisición de capacidades y conocimientos socialmente

aprobados. Así, el colegio se ha convertido en una organización de custodia porque asistir a ella es obligatoria y se mantiene a los

niños “fuera de la calle” desde la primera infancia hasta su

incorporación al trabajo.

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En las escuelas se aprenden muchas cosas que no tienen nada

que ver con el contenido formal de las lecciones. Las escuelas, por

la naturaleza de la disciplina y la estricta reglamentación que implica, tienden a inculcar lo que Illich denomina consumo pasivo,

que es una aceptación acrítica del orden social existente. Estas

lecciones no se enseñan de forma consciente; están implícitas en los procedimientos y en la organización de la escuela. Dicho plan de estudios oculto enseña a los niños que su papel en la vida es “saber

cuál es su sitio y mantenerse quietos en él”.

Es por ello que, Illich, defiende la desescolarización de la

sociedad, pues señala que la escolarización obligatoria es un

invento relativamente reciente y que no existe ninguna razón por la que deba aceptarse como algo inevitable. En dicho sentido, La educación cuántica aquí postulada reivindica dicha

desescolarización mediante las “escuelas activas” que serán

aludidas más adelante.

xvi El Discurso del método, cuyo título completo es Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las

ciencias, es la principal obra escrita por René Descartes (1596-

1650) y una obra fundamental de la filosofía occidental con

implicaciones para el desarrollo de la filosofía y de la ciencia. Descartes tituló esta obra Discurso del método con una finalidad

precisa. En una carta que dirige a Marin Mersenne le explica que la ha titulado Discurso y no Tratado para poner de manifiesto que no

tenía intención de enseñar, sino solo de hablar. Con esto Descartes

trata de alejarse de cualquier problema que pudiese surgir con sus

contemporáneos por las ideas vertidas en esta obra y además escapa así de una posible condena eclesiástica como había ocurrido

poco tiempo antes con Galileo y cuyas ideas Descartes no

consideraba desacertadas.

La locución latina “cogito ergo sum”, que en castellano se

traduce frecuentemente como “pienso, luego existo”, es un

planteamiento filosófico de René Descartes (1596-1650), el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental.

“Cogito ergo sum” es una traducción del planteamiento original de

Descartes en francés: “Je pense, donc je suis”, encontrado en su famoso Discurso del método (Descartes, 1999). La frase de

Descartes expresa uno de los principios filosóficos fundamentales

de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir

de lo cual puedo establecer nuevas certezas.

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xvii Mediante el Principio de sincronicidad, Carl Gustav Jung

(1875-1961) intenta dar cuenta de una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera

acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que

responda a la tradicional lógica causa-efecto. Un típico ejemplo de

sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen

mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung,

sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen

mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por

lo tanto, Jung considera que las sincronicidades son

“concordancias significativas acausales”.Para él, la sincronicidad es

“la coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o

semejante”. Una experiencia sincrónica suele venir a nuestras vidas

cuando menos nos lo esperamos, pero en el momento exacto,

cambiando en ocasiones la dirección de nuestras vidas e influyendo

en nuestros pensamientos. Pero para ello, tenemos que estar receptivos y atentos al mundo que nos rodea (como propone Heráclito con el Logos), creando la apertura a esa posibilidad de

sincronicidad, una cuestión que, con la física cuántica, y más concretamente con la Teoría del desdoblamiento de los tiempos

propuesta por el físico francés Garnier, hace posible tomar

consciencia de la potencialidad de nuestros pensamientos así como

su relación sincrónica con los fenómenos observados más allá de la aparente causalidad lineal propuesta por la mecánica newtoniana.

Como se verá en este ensayo, la mecánica cuántica es el sustrato

cognitivo que da un giro epistemológico (teoría del conocimiento)

que afecta a nuestra comprensión y renovada interpretación de la

filosofía y la psicología así como conceptos como el aquí propuesto como sincronicidad por Jung.

xviii Estos dos modos de saber han quedado dilucidados científica

y filosóficamente por Ken Wilber (2005d) en el capítulo 2 de su obra El espectro de la conciencia, y serán aludidos bajo el mismo título

en el capítulo 4 de la segunda parte de este ensayo.

xix En primer lugar, por filosofía tradicional se entiende, en este

ensayo, el cuerpo de conocimientos que se iniciaron con la filosofía moderna hasta llegar a la postmodernidad y concluyeron en la

filosofía contemporánea como contraposición historicista a la

reciente filosofía transpersonal iniciada por Ken Wilber. Esta

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filosofía tradicional ha desembocado en el pensamiento único

neoliberal que ha secuestrado a la racionalidad colectiva expresada en las democracias occidentales, sometiendo a estas a una

plutocracia. Del mismo modo que la filosofía escolástica supeditó la

razón a la fe, el economicismo neoliberal ha sometido la razón al

servicio de la fe ciega en los mercados. Al reincorporar la espiritualidad en la razón humana, la filosofía transpersonal es una

renovada visión y una superación paradigmática de la filosofía tradicional.

En segundo lugar, por psicología tradicional hay que entender a

aquella forma de acercarse a lo psíquico a través de la

introspección y el autoanálisis, no excluyendo, por cierto la

observación objetiva de comportamientos. En este último sentido,

la observación objetiva de los comportamientos entendidos como

psicología científica, delimita el dominio de su competencia, prescindiendo de todo aquello que no se someta a la medición y a la

sistematización experimental. Nociones como “yo”, “alma”,

“vivencia”, “voluntad”, “conciencia”, son eliminadas cuando no

modificadas por la psicología científica.

El problema de la psicología tradicional es su incapacidad para conseguir el consenso en la interpretación y explicación de los

fenómenos psíquicos, debido al germen subjetivo implícito en la

introspección y su dependencia del lenguaje verbal. Pero la

psicología científica va más allá pues, mediante su reduccionismo,

amputa y ejerce violencia sobre los fenómenos de la vida anímica.

Es evidente que la actividad psíquica no se agota en sus manifestaciones sensibles, concretas o fisiológicas. Asimismo, no se

puede negar la estrecha vinculación de lo psíquico y la actividad

neurofisiológica y endocrina. Sin embargo, dichas manifestaciones

alcanzan matices difíciles de reducir a un patrón mecanicista.

Estas últimas interpretaciones han mostrado el fracaso teórico del conductismo, aunque sus resultados sean de gran utilidad en áreas

como la rehabilitación laboral y las terapias conductuales. Del

mismo modo, la introspección y el psicoanálisis han mostrado sus

debilidades, pero nadie puede objetar su utilidad para la vida diaria

y como instrumento de autoconocimiento. Sin embargo, desde una perspectiva de la historia, frente a la psicología tradicional se yergue la psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el

conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista.

En tercer lugar y consecuencia de la anterior argumentación, la psicología transpersonal nació a finales de los años sesenta en los

EE.UU. a raíz del interés de un grupo de psicólogos, psiquiatras y

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psicoterapeutas (entre los que se encontraba Anthony Sutich y Abraham Maslow, fundadores de la psicología humanista, y el

psiquiatra Stanislav Grof) en expandir el marco de la psicología

humanista más allá de su centro de atención sobre el yo individual,

interesándose por el estudio de la dimensión espiritual y

trascendente de la naturaleza humana y de la existencia. Sus

fundadores pretendían realizar una integración de las tradiciones místicas occidentales y orientales con la psicología humanista

(Vaugham, 1982). La orientación transpersonal surge, pues, del

encuentro entre la psicología occidental (en particular de las

escuelas psicoanalíticas junguiana, humanista y existencial) y las

tradiciones contemplativas de Oriente (en especial el budismo zen, el taoísmo y el hinduismo) (Ferrer, 2003). (Cita extraída del siguiente ensayo: Filosofía oriental y ciencias cognitivas: una introducción. Iker Puente. Universidad Autónoma de Barcelona,

Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación,

Enrahonar. Quaderns de Filosofia, 2011, Vol.47 Pág.15 a 37).

xx El “misticismo cuántico” es un término peyorativo utilizado por los ortodoxos materialistas científicos para calificar de pseudociencia la creencia de que las leyes de la mecánica cuántica

incorporan ideas místicas. Sin embargo, desde un punto de vista

epistemológico, Wilber (2005d) ha demostrado que el conocimiento

simbólico (dualidad entre sujeto y objeto) y el misticismo contemplativo (no dualidad entre sujeto y objeto) son dos modos de saber, diferentes pero complementarios. Así, la no dualidad entre

sujeto y objeto se presenta como una alternativa epistemológica al

tradicional materialismo científico (dualidad entre sujeto y objeto),

aunque los escépticos la descalifiquen despectivamente como

“misticismo cuántico”.

La experiencia mística o filosofía del misticismo es una filosofía de la espiritualidad como sustrato epistemológico de la filosofía

perenne. Según los partidarios de la filosofía perenne, hay una

realidad última que puede ser aprehendida por el intelecto en

determinadas condiciones especiales (Ferrer, 2003). En dicho

sentido, la meditación es una puerta de acceso a dicha realidad

superior y puede provocar considerables cambios en las regiones cerebrales relacionadas con la memoria, la autoconciencia, la

empatía y el estrés. Es decir, que algo considerado espiritual, nos

transforma físicamente y puede mejorar nuestro bienestar y

nuestra salud (Lazar, 2011). Dicha dimensión espiritual y

trascendente de la naturaleza humana y de la existencia, en el ámbito de la psicología, tiene su correlato con el surgimiento de la

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psicología transpersonal como “cuarta fuerza” tras el conductismo, el psicoanálisis y la psicología humanista. Dichos planteamientos

trascendentales han sido plasmados en la Tesis Doctoral de Iker Puente, titulada Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos, autoorganización y experiencias cumbre en psicoterapia (Facultad de

Psicología, Universidad Autónoma de Barcelona, 2014).

Por tanto, en función de los anteriores apuntes, desde un punto

de vista estrictamente epistemológico y científico, el “misticismo cuántico” es un anacronismo histórico que perdura en el

establischment académico oficial, razón por la cual en esta obra se

realiza la pertinente argumentación para que el “misticismo cuántico” sea reconsiderado como filosofía transpersonal. Así, por

justicia histórica y epistemológica, La educación cuántica tiene

como fundamental propósito el reconocimiento de la filosofía transpersonal como paradigmática trascendencia a la crisis que

padece la filosofía occidental al sustentarse exclusivamente en un materialismo científico que ha colapsado al Kosmos en un mundo chato.

Consecuentemente, el misticismo y la meditación se constituyen

en una puerta de acceso para la sanación trascendental del ser

humano en el mismo sentido que ya lo apuntara Platón: “La filosofía es un silencioso diálogo del alma consigo misma entorno al

Ser”; una cuestión tratada más específica y exhaustivamente como un camino ascendente hacia la sabiduría en la cuarta parte de este

ensayo.

xxi Wilber (2005d) en su obra El espectro de la conciencia, aborda

de un modo epistemológico dos modos de saber: el conocimiento

simbólico (dualidad sujeto-objeto) y el misticismo contemplativo (no

dualidad entre sujeto-objeto), dos modos de saber diferentes pero

complementarios. Según Wilber (2005d: 55-56):

Esos dos modos de conocer son universales, es decir,

han sido reconocidos de una forma u otra en diversos

momentos y lugares a lo largo de la historia de la humanidad, desde el taoísmo hasta William James, desde

el Vedanta hasta Alfred North Whitehead y desde el Zen

hasta la teología cristiana. (…) También con toda claridad

en el hinduismo.

Sin embargo, la civilización occidental es la historia del primer modo de saber que ha evolucionado hasta la extenuación de su

“rígida estructura” dualista con el surgimiento de la mecánica

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cuántica. Esos dos modos de saber también son contemplados por

los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica (Wilber, 2013) y, correlativamente, aluden los mundos antagónicos

entre la ciencia y la religión, respectivamente, entre el saber

racional y el metafísico, ambos aunados por los “místicos cuánticos” en un racionalismo espiritual adoptado como filosofía transpersonal y convirtiéndose en un fundamento epistemológico

para un nuevo paradigma de conocimiento integrador de la filosofía

con la espiritualidad.

xxii Etimológicamente el término transpersonal significa “más

allá” o “a través” de lo personal, y en la literatura transpersonal se

suele utilizar para hacer referencia a inquietudes, motivaciones,

experiencias, estadios evolutivos, modos de ser y otros fenómenos que incluyen pero trascienden la esfera de la individualidad y de la

personalidad humana, el yo o ego (Ferrer, 2002). Entre sus

intereses centrales se encuentran “los procesos, valores y estados

transpersonales, la conciencia unitiva, las experiencias cumbre, el

éxtasis, la experiencia mística, la trascendencia, las teorías y

prácticas de la meditación, los caminos espirituales, la realización (...) y los conceptos, experiencias y actividades con ellas

relacionados” (Walsh y Vaughan, 1982:14). Entre sus objetivos

principales se encuentra la delimitación de las fronteras y las

variedades de la experiencia humana consciente (Rowan, 1996).

(Cita extraída del trabajo de investigación de Doctorado titulado Complejidad y Psicología Transpersonal: Caos y autoorganización en psicoterapia, de Iker Puente Vigiola, Facultad de Psicología,

Universidad Autónoma de Barcelona, 16 de Febrero de 2007).

Sin embargo, a los efectos prácticos de este ensayo, el concepto de conciencia transpersonal se implementa también con la siguiente

definición: En los estados modificados de consciencia estudiados

por la psicología transpersonal se producen cambios en el flujo del pensamiento, en la percepción de la realidad y a nivel emocional.

En estos estados pueden ocurrir experiencias de catarsis y, sobre

todo, experiencias místicas o extáticas, que diversos autores han

definido como religiosas, trascendentes, transpersonales o

experiencias cumbre. En estas vivencias el mundo se percibe como una totalidad, en la que el propio individuo está inmerso. Se

produce, al mismo tiempo, una sensación subjetiva de unidad, en

la que el Yo individual se diluye, desapareciendo toda distinción

significativa entre el Yo y el mundo exterior. Esta experiencia es

vivida por la persona como algo positivo, y autores como Maslow o

Grof señalan que puede tener efectos beneficiosos y terapéuticos.

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Sin embargo, la disolución del Yo previa a la sensación subjetiva de unidad, puede ser vivida por el sujeto como un momento de caos,

de desequilibrio y desestructuración, de pérdida de los puntos de

referencia habituales. Diversos autores se han referido a esta experiencia como muerte del ego. (Grof, 1988; Wilber, 1996;

Fericgla, 2006). (Cita extraída del artículo titulado Psicología Transpersonal y Ciencias de la Complejidad: Un amplio horizonte interdisciplinar a explorar, de Iker Puente, Journal of Transpersonal

Research, 2009, Vol. 1 (1), pp 19-28 ISSN: 1989-6077).

Por tanto, en este ensayo, el paso de la conciencia personal a la

conciencia transpersonal, debe interpretarse como la muerte del ego

en su viaje iniciático hacia la percepción unitaria del sujeto

cognoscente con el mundo (no dualidad entre sujeto y objeto),

donde las emociones egoístas e individualistas dejan paso a la

compasión. Se trataría, en suma, de un ascendente viaje iniciático-cognitivo similar al descrito como salida del mundo de las sombras

en el Mito de la Caverna de Platón, para luego transmitir de un

modo descendente la sabiduría adquirida en el Mundo de las Ideas,

donde la reina es el Amor.

xxiii En filosofía, el giro copernicano o revolución copernicana

hace referencia a la propuesta realizada por Kant para entender

cómo es posible el conocimiento sintético a priori que da lugar al

Idealismo Trascendental.

Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción

del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no se

podía entender el movimiento de los objetos celestes con la tesis

según la cual la Tierra está en el centro del universo y el Sol y los

demás objetos celestes giran a su alrededor; comprendió que para

entender el movimiento de los objetos celestes era necesario cambiar la relación poniendo al Sol en el centro y suponiendo que

es la Tierra la que gira a su alrededor.

De un modo análogo, Kant considera que en filosofía es preciso

una revolución semejante a la copernicana: en filosofía el problema

consiste en explicar el conocimiento sintético a priori; la filosofía

anterior a Kant suponía que en la experiencia de conocimiento el sujeto cognoscente es pasivo, que el objeto conocido influye en el

sujeto y provoca en él una representación fidedigna. Con esta

explicación podemos entender, en todo caso, el conocimiento

empírico, pero no el conocimiento a priori pues lo extraordinario de

este último es que con él podemos saber algo de las cosas antes de

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experimentarlas, es decir, antes de que puedan influir en nuestra mente.

Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la

experiencia cognoscitiva el sujeto cognoscente es activo, que en el

acto de conocimiento el sujeto cognoscente modifica la realidad

conocida (en un sentido metafísico más amplio y con ayuda de la

mecánica cuántica, es el mismo objetivo que pretende demostrar este ensayo). Según Kant, podemos entender el conocimiento

sintético a priori si negamos que nosotros nos sometemos a las

cosas, si aceptamos que son más bien las cosas las que se deben

someter a nosotros: dado que para conocer un objeto antes ha de

someterse a las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible, es decir a las condiciones formales –a priori– impuestas por

la estructura de nuestras facultades cognoscitivas, es posible saber

a priori alguno de los rasgos que ha de tener cuando esté presente

ante nosotros, precisamente los rasgos que dependen de dichas

condiciones. Por ejemplo, a priori no podemos saber nunca si la

figura que vamos a ver en la pizarra es un triángulo, ni las características contingentes de dicha figura (como su tamaño, su

forma concreta, etcétera) pero sí podemos saber a priori que si es

un triángulo ha de poseer todas las propiedades descritas por la

geometría, ya que –según Kant– estas son una consecuencia de la

peculiar estructura de nuestra mente, y a ellas se debe someter todo objeto del cual podamos tener experiencia. Estas ideas las resume Kant con la siguiente frase: “solo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas”.

En resumen, el giro copernicano hace mención al hecho de que

solo podemos comprender el conocimiento a priori si admitimos que

solo conocemos los fenómenos y no las cosas en sí mismas o

noúmenos, si admitimos el Idealismo Trascendental como la filosofía verdadera.

Siguiendo la estela del pensamiento kantiano y merced a la

física cuántica, este ensayo propugna asimismo un giro

copernicano desde la filosofía tradicional occidental (en la cual Kant

ocupa un lugar preeminente) hacia la filosofía perenne, y cuyo esquema epistemológico puede ser contemplado al final del prólogo.

El giro copernicano propuesto en esta obra es, por tanto, todo un

giro epistemológico desde la dualidad sujeto-objeto mantenida por

el materialismo científico, a la no dualidad del sujeto-objeto a la

que aboga el genuino misticismo contemplativo exento de

apriorismos dogmáticos procedentes de las religiones. En suma, el verdadero giro copernicano puede apreciarse en la psicología

humana -de la psicología tradicional a la transpersonal- , como un

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viaje iniciático de la transformación interior que ya Platón nos iluminó mediante su alegoría del Mito de la Caverna.

xxiv El imperativo categórico kantiano, nacido en la razón y con

una finalidad eminentemente moral, tiene tres formulaciones. El

imperativo categórico es un concepto central en la ética kantiana, y

de toda la ética deontológica moderna posterior. Pretende ser un mandamiento autónomo (no dependiente de ninguna religión ni

ideología) y autosuficiente, capaz de regir el comportamiento

humano en todas sus manifestaciones. Kant (2006b) empleó por primera vez el término en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785). Según Kant, del imperativo categórico

existen tres formulaciones: 1- “Obra solo de forma que puedas

desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal”. 2- “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en

tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y

nunca solo como un medio”. 3- “Obra como si, por medio de tus

máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino

universal de los fines”.

xxv Para ilustrar la perenne necesidad de superación de los

opuestos, tan necesaria por la humanidad de un modo histórico

como psicológico, y cuya máxima expresión ontológica viene dada

por la razón y el espíritu, qué mejor que hacerlo de la mano de

Wolfgang Pauli, premio Nobel de Física en 1945. Pauli realizó profundas contribuciones positivas a la física, incluyendo el famoso

“principio de exclusión” y la predicción de la existencia del neutrino

veinte años antes de que fuera descubierto. Pauli insistía en que la

racionalidad tenía que venir complementada por la mística, y su

amigo personal y colega Werner Heisenberg escribió un bello resumen que es recogido por Ken Wilber (2013) en Cuestiones cuánticas, una obra que recoge los escritos místicos de los físicos

más famosos del mundo. Por tanto, a continuación, una sinopsis

del mismo.

Para Pauli, un primer tema central de reflexión filosófica fue el

proceso mismo de conocimiento, especialmente del conocimiento

natural, que encuentra su última expresión racional en el establecimiento de leyes de la naturaleza matemáticamente

formuladas. Pauli no se daba por satisfecho con la concepción

puramente empirista, según la cual las leyes naturales únicamente

pueden derivarse de los datos experimentales. Más bien estaba de

parte de quienes “subrayan el papel de la intuición y el manejo de

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la atención en la estructuración de los conceptos e ideas necesarios para establecer un sistema de leyes naturales”. Ideas que, por lo

general, van mucho más allá de la mera experiencia. Pauli, por

tanto, buscaba el lazo de la conexión entre las percepciones

sensoriales, por una parte, y los conceptos, por otra.

Todos los pensadores consecuentes han llegado a la conclusión

de que la pura lógica es fundamentalmente incapaz de construir dicho lazo entre las percepciones sensoriales y los conceptos. Lo

más satisfactorio, al entender de Pauli, es introducir en este punto

el postulado de que en el cosmos existe un orden distinto del

mundo de las apariencias, y que escapa a nuestra capacidad de

elección (en este cuestión, ruego al lector aprehenda la teoría del desdoblamiento del tiempo formulada por el físico francés Garnier,

quien propone mediante la física cuántica, que todos tenemos un “doble” a quien escuchar, al igual que el Logos de Heráclito como

fundamento para superar los eternos contrarios; un postulado

fundamental el de Garnier como eje vertebrador en la comprensión

de la presente obra).

Lo cierto es que la relación entre la percepción sensible y la Idea

sigue siendo una consecuencia del hecho de que tanto el alma

como lo que se conoce por medio de la percepción están sujetos a

un orden objetivamente concebido. El puente que conduce desde

los datos experimentales, inicialmente desordenados, hasta las

Ideas, lo ve Pauli en ciertas imágenes primigenias que preexisten en el alma, los arquetipos de que habla Kepler y también la psicología

moderna. Estas imágines primordiales -aquí Pauli está de acuerdo

en gran medida con Jung- no están localizadas en la conciencia, ni

están relacionadas con ideas concretas formuladas racionalmente.

Son, más bien, formas que pertenecen a la región inconsciente del alma humana, imágines dotadas de un poderoso contenido

emocional y que no brotan a través del pensamiento, sino que son

contempladas, por así decir, imaginativamente. Esta concepción del

conocimiento natural proviene, obviamente, en lo esencial, de

Platón.

Como dice Pauli: “La mente parece moverse a partir de un centro interior hacia fuera, por un movimiento como de extraversión hacia

el mundo físico, donde se supone que todo sucede de modo

automático, de manera que se diría que el espíritu abarca

serenamente al mundo físico con sus Ideas”. Así pues, la ciencia

natural de la época moderna implica una elaboración cristiana del “lúcido misticismo” platónico (como pretende este ensayo), para el

cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las

imágenes primordiales, donde tiene también lugar la comprensión,

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en sus diversos grados y clases, incluso hasta el conocimiento de la palabra de Dios. Pero Pauli añade una advertencia: “Este

misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de

numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos

atrevemos a hacer”.

En el centro del pensamiento filosófico de Pauli estaba el deseo

de una comprensión unitaria del mundo, una unidad en la que estuviese incorporada la tensión de los opuestos, por lo cual saludó

a esa interpretación de la teoría cuántica como a la inauguración

de un nuevo modo de pensar, que permita expresar aquella unidad

con mayor facilidad que entonces. Pauli llegó a pensar que el

terreno árido atravesado por la moderna física atómica y por la psicología moderna permitía intentar una vez más emplear ese

único lenguaje: “En la física actual tenemos una realidad invisible

(la de los objetos atómicos) en la que el observador interviene con

una cierta libertad (viéndose por ello enfrentado a alternativas de

“elección y sacrificio”); por otra parte, en la psicología del

inconsciente nos encontramos con procesos que no pueden atribuirse siempre sin ambigüedad alguna a un sujeto

determinado. Habríamos encontrado así un modo de expresar la

unidad entre todos los seres, que trascendería la causalidad de la

física clásica como forma de correspondencia (Bohr); unidad, de la

cual son casos especiales la interrelación psicofísica y la coincidencia de las formas instintivas de ideación a priori con las

percepciones externas.

Sin embargo, dice Pauli, creo que a todo aquel para quien un

racionalismo estrecho ha perdido todo atractivo, y para quien

tampoco resulta suficientemente poderoso el encanto de una

actitud mística, que considera sencillamente ilusoria la oprimente multiplicidad del mundo exterior, no le queda más remedio que

exponerse a la intensa acción de los opuestos y sufrir los conflictos

consiguientes. Precisamente obrando así, puede el sujeto encontrar

más o menos conscientemente un camino interior de salvación.

Lentamente surgen entonces imágenes, fantasías o Ideas internas que compensan la situación exterior y revelan como posible la

aproximación entre los polos de la antítesis. Considera Pauli que el

anhelo de superación de los opuestos, extensivo al logro de una

síntesis que abarque a un tiempo a la comprensión racional y a la

experiencia mística de la unidad, constituye el mito, confesado o

no, de nuestro tiempo y de la época actual (el objetivo epistemológico y pedagógico pretendido por La educación cuántica).