Punto de partida 187

81
LA REVISTA DE LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS

description

Concurso de Punto de partidaCuentoCrónicaEnsayoPoesíaReseñaPunto de partidaDirección de LiteraturaUNAM

Transcript of Punto de partida 187

  • la revista de los estudiantes universitarios

  • Utopa Grfica, A.C. es un taller de produccin artstica fundado en 2006 por Teresa Olmedo, Emanuel Crdenas y Antonio Domnguez, con el objeto de desarrollar, difundir, apoyar, producir y promover el quehacer artstico en Mxico sin perseguir un fin lucrativo.

    Teresa Olmedo (Ciudad de Mxico, 1982). Licenciada en Artes Visuales por la enap-unam y maestra en la misma disciplina por la fad-unam. Ha participado en ms de cincuenta exposiciones colectivas, y ha sido seleccionada en varios concursos nacionales e internacionales. Entre sus ex-posiciones individuales se encuentran De parasos perdidos y sueos rotos (Universidad de la Ciu dad de Mxico, 2005) y Desde la cima del cielo (Ex Convento del De sierto de los Leones, 2010). Es do-cente en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.

    Emanuel Crdenas (Ciudad de Mxico, 1978). Licenciado y maestro en Artes Visuales por la enap-unam. Ha expuesto en varias colectivas en Mxico y en el extranjero. Sus exposiciones indi-viduales incluyen Mitos y leyendas mixteco-zapotecos (ste, 2005), Mixtecos y zapotecos (Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, 2005), Del giro de la luz y del silencio (Galera Teatro Sergio Ma gaa, 2006), Vestigios del consejo antiguo: Huehuehtlahtolli (Galera Jos Clemente Orozco de la enp-unam, 2006), Exposicin obra grfica (Caf Gamma, 2007) y Cenizas del conocimiento antiguo (Academia de San Carlos, 2010).

    Antonio Domnguez (Ciudad de Mxico, 1975). Licenciado en Artes Visuales por la enap-unam. Ha recibido varios premios y distinciones, y ha participado en exposiciones colectivas nacionales e internacionales. Entre sus muestras individuales se encuentran De reali dades y trasmundos urba-nos (Videoteca Manuel lvarez Bravo, 2005), Trasmundos y otras desiden tidades (Utopa Grfica, A.C.; Galera Pablo OHiggins del Teatro del Pueblo, 2007) y El monstruoso cotidiano (Museo de la Bandera, Guerrero; Galera Anomala, uam-i, 2012). Es miembro del Sistema Nacional de Crea-dores de Arte.

    ilustracin de este nmero

  • Omar Mendoza Linares, De lo humano, tinta/papel de algodn, 2014

    imagen de portada

  • l de partida 5

    CONTENIDO

    editorial 7

    del rbol genealgico Dos poemas / Balam Rodrigo 8

    concurso 45 de punto de partida 12segunda entrega 13Letras verdes (cuento breve) / Enrique Popoca 14En la boda (cuento breve) / Alfredo lvarez Ocampo 16De lo humano (grfica) / Omar Mendoza Linares 18Los racimos de odio (crnica) / Cristbal Apanco 25Templo (crnica) / Sal Snchez Lovera 30Mapas de la memoria (grfica) / Rodrigo Rosas Torres 34Jugar al eco al aire libre (traduccin) / Ana Tern Cornejo 41Clitemnestra o el crimen, de Marguerite Yourcenar (traduccin) / Enrique Popoca 46

    Sbase, comadre / Ana Fuente Montes de Oca 54

    la crnica como antdoto 60Silencio en Tlatelolco / Jonathan Jess Garca Palma 62Ciudad espejo / J. C. Guinto 68Un complejo muy complejo / Gustavo Cant Rodrguez 73

    el researioInterpretacin celeste: azul trenzado / Gabriel Woltke 78

  • UNIVERSIDAD NACIONALAUTNOMA DE MXICO

    Jos Narro RoblesRector

    Mara Teresa Uriarte CastaedaCoordinadora de Difusin Cultural

    Rosa BeltrnDirectora de Literatura

    Nmero 187, septiembre-octubre 2014Fundada en 1966

    Edicin: Carmina EstradaRedaccin: Itzel Rivas VictoriaAsistencia secretarial: Lucina Huerta

    Diseo original: Rafael OlveraDiseo de este nmero: Mara Luisa Martnez PassargeImagen de portada: Omar Mendoza LinaresIlustracin de este nmero: Utopa Grfica, A.C. (Teresa Olmedo, Emanuel Crdenas y Antonio Domnguez)Impresin en offset: Imprenta de Juan Pablos S.A.2a. cerrada de Belisario Domnguez 19, Col. Del Carmen Coyoa cn, 04100, Mxico, D.F.

    La responsabilidad de los textos publicados en Punto de partida re cae exclusivamente en sus au to res, y su conte nido no refleja ne-cesariamente el criterio de la ins titu cin.

    Punto de partida es una publicacin bimestral editada por la Di rec cin de Li teratura de la Coordinacin de Difu sin Cul tu ral de la Uni versidad Nacional Autnoma de M xi co. Insurgentes Sur 3000, Ciudad Universitaria, 04510 ISSN: 0188-381X. Certi-fi ca do de licitud de ttulo: 5851. Certificado de licitud de conte-ni do: 4524. Reserva de derechos: 04-2002-03214425200-102.

    Dirigir correspondencia y colaboraciones a Punto de par ti da, Direccin de Literatura, Zona Administrativa Ex te rior, Edi fi cio C, primer piso, Ciudad Universitaria, Co yoa cn, Mxico, D.F., 04510.Tel.: 56 22 62 01Fax: 56 22 62 43correo electrnico: puntoenlinea@gmail.comwww.puntodepartida.unam.mxwww.puntoenlinea.unam.mx

    Tiraje: 1000 ejemplares en papel cultural de 90 gramos, forros en cartulina Loop Antique Vellum de 216 gramos.

    la revista de los estudiantes universitarios

  • l de partida 7

    EDITORIAL

    Este nmero de Punto de partida, dedicado a la segunda entrega de ganadores del concurso 45, abre con dos poemas de Balam Rodrigo, autor de casa que nos compar-te un adelanto de su libro Desmemoria del rey sonmbulo, de prxi ma aparicin en Ediciones Montecarmelo/Secretara de Cultura de Guerrero.

    En cuanto al material del concurso 45, presentamos los textos premiados en Cuen to Breve: Letras verdes, de Enrique Popoca, y En la boda, de Alfredo lvarez. En el primero, las protagonistas las letras avanzan en lluvia suave. El segundo, ver ti-gi noso, cierra la fiesta con un giro sorprendente.

    Incluimos tambin las series premiadas en Grfica: por un lado, De lo humano, de Omar Mendoza, tintas que destacan por su factura y sencillez; y, de corte ms con-ceptual, las pisadas que re co rren los Mapas de la memoria de Rodrigo Rosas.

    En Crnica, Racimos de odio es una notable muestra del camino que recorre el gnero desde lo puramente periodstico hacia lo literario: Cristbal Apanco narra en una prosa cuidada, bella, un episodio atroz que puede ser se o muchos otros. Por su parte, en Templo, Sal Snchez Lovera re trata la noche en un antro que se ha con-vertido en pa ra digma de la vida nocturna gay de la Ciudad de Mxico, el Marrakech.

    El jurado de Traduccin Literaria opt esta vez por la audacia de Ana Tern, quien no se limita a traducir un fragmento sino que emprende una pequea antologa de ex-celentes poemas de poetas insignes Plath, Sexton, OHara, Gregg en su Jugar al eco al aire libre. Por su parte, Enrique Popoca otra vez ganador elige un pa saje de Marguerite Yourcenar para ofrecer su versin de la obra de la narradora fran cesa.

    Esta revista presenta tambin un dossier dedicado a los ganadores de premio en el concurso La crnica como antdoto, convocado por el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, la Direccin General de Fomento Editorial y la Direccin de Literatura, a propsito del 50 aniversario de uno de los proyectos de vivienda urbana emblema del Mxico moderno: la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlateloco, enclavada en una zona que es referente histrico de la ciudad desde la poca prehispnica. El resultado son las tres crnicas que publicamos hoy, las cua les, adems de haber sido premiadas, fue ron trabajadas en un taller impartido por la cronista Magali Tercero. El nmero se completa con un cuento de Ana Fuente Mon tes de Oca y una resea de Gabriel Woltke sobre el ms reciente poemario de Manuel de J. Jimnez.

    Especial mencin merecen las imgenes que discurren por estas pginas a manera de discurso paralelo. Se trata de una muestra del trabajo del taller de produccin ar ts-tica Utopa Grfica, A.C., for mado por Teresa Olmedo, Antonio Domnguez y Ema nuel Crdenas. Los tres, en tcnicas y estilos distintos, reflexionan acerca de la violencia vi-sual a la que estamos sometidos desde la prensa; tres esplndidos enfo ques al te ma, un recordato rio de que los medios nos hacen parte, queramos o no, del espectculo del horror y la violencia.

    Carmina EstradaP

  • 8 l de partida

    DEL RBOL GENEALGICO

    Dos poemasBalam Rodrigo

    Afilador de cuchillos monta nutico Samsara (lase, dgase o escrbase aqu: bicicleta costea)

    Un oscuro afilador da vuelta al samsara sobre el que monta y pedalea el eterno retorno que vuelve una y otra vez por las playas del cuchillo:

    El chisporroteo que sale de su filocorta el mar y la palabra c o r t a r .

    Afilar una daga, esta lengua bruida por la espumao un pez de plata desnuda y mercurial?

  • l de partida 9

    DEL RBOL GENEALGICO

    pp. 1

    0-11

    : Ter

    esa

    Olm

    edo,

    La

    casa

    le p

    erm

    ite a

    uno

    so

    ar e

    n pa

    z (d

    etal

    le),

    linl

    eo e

    hilo

    graf

    a, 5

    6

    76 c

    m, 2

    014

    Pez vela

    Tres dagas negras puestas al sol que las carcomey roe su filo.

    Veo, por vez primera, solar terna de filosas dagas, desolladas:

    Con la vela extendida el pez vela su muerte.

    Duermen.

    Suean tres dagas negrascon el vuelo:

    Su muerto filo corta la voz y la mirada, las aguas, el viento.

    Balam Rodrigo (Villa de Comaltitln, Chiapas, 1974). Exfutbolista, bilogo por la unam y diplo-mado en teologa pastoral. Su obra ha merecido ms de treinta premios de carcter internacional, nacional, regional y estatal, entre otros: Premio de Poesa Joven Ciudad de Mxico 2006, Premio Nacional de Poesa San Romn 2007, Premio Nacional de Poesa Alonso Vidal 2010, Premio Nacio-nal de Poesa Ignacio Manuel Altamirano 2011, Premio Nacional de Poesa Efran Huerta 2011, Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Ins de la Cruz 2012, Premio Nacional de Poesa Rosario Castellanos 2013 y Juegos Florales Nacionales de Ciudad del Carmen 2014. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (snca) en la disciplina de Letras.

  • Concurso 45 | Segunda entrega

  • CrniCaPrimer premioLos racimos de odioCristbal Manuel Gonzlez ApancoUniversidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, Plantel Del Valle

    Segundo premioTemplo Sal Florentino Snchez LoveraCentro Universitario de Estudios Cinematogrficos-unam

    MencinReal del Monte: perenne aoranza mineralAlejandro Salvador Ponce AguilarFacultad de Ciencias Polticas y Sociales-unam

    Jurado: Emiliano Prez Cruz y Magali Tercero

    CuentoPrimer premioNievLena AbrahamFacultad de Filosofa y Letras/ Instituto de Investigaciones Filolgicas-unam

    Segundo premioLucaMara del Carmen Martnez LpezEscuela Nacional de Msica-unam

    MencionesLo que habita en la cabezaVctor Roberto Carranc de la MoraUniversidad Iberoamericana-Puebla

    Ah vienen los muertosEnrique ngel Gonzlez CuevasFacultad de Filosofa y Letras-unam

    La albaceaAlejandro Espinosa FuentesFacultad de Filosofa y Letras-unam

    Jurado: Andrs Acosta, Gonzalo Soltero y Daniela Tarazona

    Cuento brevePrimer premioLetras verdesJorge Enrique Popoca LpezFacultad de Filosofa y Letras-unam

    Segundo premioEn la boda Alfredo lvarez OcampoFacultad de Ingeniera-unam

    MencionesEl castigo de PrometeoManuel Adrin Chvez PrezFacultad de Filosofa y Letras-unam

    AustralianaMelissa Estefana Muoz de la TorreFacultad de Ciencias Polticas y Sociales-unam

    El gallo de VernicaOriana Jimnez CastroFacultad de Filosofa y Letras-unam

    Mi sostenido o el del descuidoTonatiuh Chan HigaredaFacultad de Estudios Superiores Acatln-unam

    Paciencia Claudia Alejandra Cario ValverdeCentro de Cultura Casa Lamm

    Jurado: Rowena Bali, Marcial Fernndez y Jorge F. Hernndez

    ensayoPrimer premioCaceras y fraudes vulgaresJos de Jess Palacios SerratoUniversidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, Plantel San Lorenzo Tezonco

    Segundo premioInsectario de retrica (Teora potica de los insectos)Lzaro Tello PedrUniversidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, Plantel San Lorenzo Tezonco

    MencionesLa inclinacin: La aventura contempornea de SsifoCanek Sandoval ToledoUniversidad Veracruzana

    Todos los caminos llevan a taca Pamela Elizabeth Flores LpezUniversidad Pedaggica Nacional

    Jurado: Eduardo Huchn, Javier Perucho y Brenda Ros

    FotograFaPrimer premioSonidos de EhcatlLaura Elizabeth Prez SantanaUniversidad Autnoma del Estado de Mxico

    Segundo premioLuchas de barrioUlises Valderrama AbadFacultad de Filosofa y Letras-unam

    MencionesPresencia efmeraLibo Ariel Gonzlez AguirreUniversidad Autnoma de Baja California/unam

    CremalleraMariana Salazar AlvaFacultad de Artes y Diseo-unam

    Autodefensas a escenaAlejandro Dayan Saldvar ChvezFacultad de Filosofa y Letras-unam

    Desnudo erticoMauricio Snchez RamrezFacultad de Artes y Diseo-unam

    Jurado: Vicente Guijosa, Javier Hinojosa y Francisco Kochen

    grFiCaPrimer premioDe lo humanoOmar Mendoza LinaresFacultad de Artes y Diseo-unam

    Segundo premioMapas de la memoriaRodrigo Rosas TorresFacultad de Artes y Diseo-unam

    MencionesSiete cuerposEric Daniel Lozano Ramrez Facultad de Artes y Diseo-unam

    Sombra Ramn Eduardo Izaguirre Hernndez Instituto sae

    Jurado: Gilda Castillo, Vctor Guadalajara y Luis Miguel Valds

    PoesaPrimer premiopanam-verdes Julio Csar Surez CervantesUniversidad Veracruzana

    Segundo premioChern: Todos los rboles del mundoRefugio Armando Salgado MoralesInstituto McLaren de Pedagoga Crtica

    MencinCrnicas de un otro da Carla Xel-Ha Lpez MndezUniversidad de Guadalajara

    Jurado: Roco Cern, Ernesto Lumbreras y Mnica Nepote

    traduCCin literariaPrimer premioJugar al eco al aire libre (varios autores)Ana Luca Tern CornejoUniversidad de Sonora

    Segundo premioClitemnestra o el crimen (Marguerite Yourcenar)Jorge Enrique Popoca LpezFacultad de Filosofa y Letras-unam

    MencionesDos textos de Amiri BarakaDante Anaya SaucedoFacultad de Filosofa y Letras-unam

    El mar de cerca (Albert Camus)Tho Dominique Duftel PinFacultad de Filosofa y Letras-unam

    Jurado: Tanya Huntington y Eduardo Uribe

    Concurso 45Premios y menciones

    partidapuntode

  • CONCURSO 45

    Segunda entrega

    cuento breve/ Jurado: Rowena Bali, Marcial Fernndez y Jorge F. HernndezLetras verdes / Primer premioEnrique PopocaFacultad de Filosofa y Letras-unam

    En la boda / Segundo premioAlfredo lvarez OcampoFacultad de Ingeniera-unam

    crnica / Jurado: Emiliano Prez Cruz y Magali Tercero Los racimos de odio / Primer premioCristbal ApancoUniversidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, Plantel Del Valle

    Templo / Segundo premioSal Snchez LoveraCentro Universitario de Estudios Cinematogrficos-unam

    grfica / Jurado: Gilda Castillo, Vctor Guadalajara y Luis Miguel ValdsDe lo humano / Primer premioOmar Mendoza LinaresFacultad de Artes y Diseo-unam

    Mapas de la memoria / Segundo premioRodrigo Rosas TorresFacultad de Artes y Diseo-unam

    traduccin literaria / Jurado: Tanya Huntington y Eduardo UribeJugar al eco al aire libre (varios autores) / Primer premio Ana Tern CornejoUniversidad de Sonora

    Clitemnestra o el crimen (Marguerite Yourcenar) / Segundo premioEnrique Popoca Facultad de Filosofa y Letras-unam

    l de partida 13

  • 14 l de partida

    CUENTO BREVE

    Letras verdesEnrique PopocaFacultad de FilosoFa y letras-unam

    Para J. M.

    Un creciente rumor de letras corra escaleras abajo e inundaba de consonan-tes y vocales el suelo donde se apostaba la imperturbable geodsica ama-ri lla. Surga una detrs de otra, en una cascada que pareca no tener fin. La co rriente grfica lleg hasta los pies de los despreocupados transentes, quienes no ca yeron en la cuenta de que legiones enteras de minsculas es, eses, as y jotas se dis-ponan a asediar sus zapatos: ya estaban cargando las catapultas con pesadas conso-nantes plosivas y las tes revestan de acero su cabeza para hacer de arietes. No dur mucho el asalto, pues la catarata, en un enfurecido desfogue fnico, arroj un caudal que salpic paredes y empap a los diversos peatones de erres, os, emes y es hasta los huesos. La tormenta pas inopinadamente a ser un cicln escrito: sibilantes hura-ca nadas y truenos fricativos azotaban el paisaje. Escaparon al cielo las hojas y se pos traron de races rboles, arrancados de cuajo, sin que ninguno de los caminantes intentara siquiera interrumpir su marcha y refugiarse. La vorgine de caracteres ya haba formado un mar, que pronto se vio surcado por toda una flota, desesperada en el temporal, formada de navos de todas las clases (esforzados trirremes romanos, un per-fumado trasatlntico del siglo xx, emplumadas trajineras y algunas goletas con deshi-lachadas equis colgando del mstil), en los que se embarcaban los imperturbables paseantes, escurriendo slabas enteras entre sonrisas y bromas. Nostlgicas, las letras rememoraron lenguas muertas y pasajes olvidados: all Antonio y Cleopatra, en jero-glfica huida; all Medea, zozobrando en incomprensibles declinaciones; ms all Simbad, armado de aljamiadas cimitarras; por aqu Cervantes, manco como una erre. Una multitud de escritores y amanuenses, copistas y fillogos, se mezcl con los an ignorantes andariegos, y en un momento dado fue imposible diferenciarlos a unos de otros, vueltas las clulas en morfemas, seccionadas las voces en fonemas.

    En lontananza, una alta figura masculina, temeraria sin duda, apareci de improvi so y comenz a aproximarse con premura hacia la costa. En tres pasos toc Liverpool, Suez y Shanghi, y no se embarc el hombre en ninguna nave, sino que se aproxim a las olas y camin por encima de los ideogramas, salvando escollos de speras gutu ra les. No tard mucho en cruzar. Saba a dnde se diriga y no perdera tiempo resol viendo el interminable ocano de crucigramas. Al fin, se aproxim a la fuente sustantiva de

  • l de partida 15

    CUENTO BREVE

    Antonio Domnguez, El estado bacante del ter lunar, aguafuerte, aguatinta y collage, 40 62 cm, 2005

    aquel vrtice manuscrito. Subi decidido los escalones con giles zancadas, forman do vados al apenas plantar sus pies. Sus pasos hacan gritar desquiciadamente a cada letra, a cada rasgo. El hombre se detuvo. Apart el libro de mi vista. Cruzamos las mi-radas. Ces la borrasca. Naufragaron los barcos. Se evapor el mar. Sonre.

    Sus ojos estaban pintados por diminutas letras verdes.

    Enrique Popoca (Pachuca, Hidalgo, 1993). Estudia Letras Clsicas en la unam. Algunos textos suyos han sido publicados en las an-tologas del Festival Universitario de Da de Muertos (2010, 2011 y 2013). Es colaborador en Trama Magazine , publicacin de arte y moda.

    P

  • 16 l de partida

    En la bodaAlfredo lvarez OcampoFacultad de ingeniera-unam

    Las haba de muchos colores, de todos los tamaos y complexiones. A la vbora, v bora de la mar Todas en fila, toma-das de la cintura y meneando las cade ras. De la mar La mujer parada sobre una silla. Por aqu pueden pasar Y el marido sosteniendo la cola. Los de adelante corren mucho Los caballeros desde las mesas viendo el espec tcu-lo. Y los de atrs se quedarn Compartiendo sonrisas con las damas. Tras, tras, tras Unas muy escotadas y otras tapando sus lonjas con mascadas. Una mexicana que fruta venda Dando vueltas por la pista de baile. Ciruela, chabacano, meln o sanda El pastel fue de tres leches? Verbena, verbena! Mesero, una cuba bien cargada. Jardn de matatena La luna de miel en Acapulco. Verbena, verbe-na! Seoritas cuarentonas buscando cam-biar de ttulo. La Virgen de la Cueva Ya no aguanto los tacones. Campanita de oro El sa-grado matrimonio. Djame pasar Me puse a dieta para caber en el vestido. Con todos mis hijos Hasta que la muerte los separe. Menos el de atrs Empiezan a juntarse en bola a espaldas de la esposa. Tras, tras, tras Quin ser la prxima? Una! La recin casada mue-ve el ramo de flores en su mano. Dos! Todas con deseos de atraparlo. Tres! Ah va volan-do el ramito por el saln de fiestas. A un lado, malditas Y va a caer en las manos de una jovencita. Expectativa, sorpresa, conmocin Todos se acercan a felicitarla. Es que yo Sus

    CUENTO BREVE

    Teresa Olmedo, La dana mortal venid, calado a mano, 38 56 cm, 2013

  • l de partida 17

    Alfredo lvarez Ocampo (Ciudad de Mxico, 1993). Estudiante de Ingeniera Elctrica Electrnica en la Facultad de Ingeniera de la unam. Ha participado en los talleres de Narrativa y Crtica Literaria y de Poesa en la Casa del Lago Juan Jos Arreola.

    pa dres la escuchan emo cionados. No puedo El pblico suspira ante semejante inocencia. Sim plemente no puedo De qu hablas, hija, no tienes por qu casarte, son slo supers ticiones. No es eso Nadie en la fiesta esperaba esa r pli-ca. Es slo que Las orejas atentas a los labios de la jovencita. Es que yo Las es pe cula cio nes sonando en las cabezas. Soy gay Oh! Soy lesbiana Se desatan los mur mullos. Lencha Hasta convertirse en caca reos. Lechuga Las exclamaciones de la con cu rren cia. Volteada Despiertan a los dormidos. Tortilla Se aceleran los corazones. Tijereta Por semejante calum-nia. Cambuja El padre pa lidece. Soldadora Y la ma dre se desmaya. Gra ni za da La esposa furiosa. Come concha Por no ser la estrella de la noche. Manflora Una mesera. Tomboy Pa rece empezar a coquetearle. Mata indias El padre se disculpa. Sombreruna No saben c-mo lo lamento, nos vamos. Lame coos Los padres salen con la mirada fija en el suelo, no aguantan la ver gen za de que en su propia fa-milia haya gente de esa clase. Suben al auto sin decir una sola palabra, en sus ojos se ve la decep-cin, no slo de tener una hija diferente, sino de una vejez sin nietos. La jovencita asciende al vehculo des pus de ellos, se fue en el asiento de atrs. Tras, tras, tras

    CUENTO BREVE

    Teresa Olmedo, La dana mortal venid, calado a mano, 38 56 cm, 2013

    P

  • 18 l de partida

    Todas las imgenes de la serie:tinta/papel, 20 17 cm, 2014

    De lo humanoOmar Mendoza LinaresFacultad de artes y diseo-unam

    GRFICA

  • GRFICA

    l de partida 19

  • 20 l de partida

    GRFICA

  • l de partida 21

    GRFICA

    Omar Mendoza Linares (Ciudad de Mxico, 1993). Estudia Artes Visuales en la Facultad de Artes y Diseo, unam. Ha participa do en exposiciones colectivas como Mosaico de instantes (Antiguo Caf de Nadie, 2013), Siete de lo humano de los capitales (Casa del Periodista, 2013) y Posada. Homenaje (Galera Luis Nishizawa, 2013).

  • 22 l de partida

    GRFICA

  • l de partida 23

    GRFICA

  • 24 l de partida

    GRFICA

  • l de partida 25

    CRNICA

    Los racimos de odioCristbal Apancouniversidad autnoma de la ciudad de mxico, plantel del valle

    Mayo 21, 5:30 a.m. La puerta suena. Insistentemente alguien toca la puerta y dice mi nombre con voz fuerte pero a la vez trmula. Cristbal! Crist-bal! Qu pas, respondo. Que ya viene el desalojo, me dice la voz. An es de noche, el sol no se ha animado a rasguar con su luz el cielo. Hace fro, un fro pro-fundo que se mete por los orificios de la casa, que humilde nos defiende de la noche. Me levanto. Veo a mi esposa y a mi hijo durmiendo. Me muevo en la cama an con sueo mientras las palabras Ah viene el desalojo se van comiendo mi cansancio. Mi esposa se despierta. Qu pas, mi amor, me pregunta. Era don Ernesto, vino a de cir me que ya vena el desalojo, le contesto. Djame ir a ver qu pasa. Me incorporo de la cama. Me visto. Abro la puerta. Afuera el viento sopla: un animal de aire se azota con-tra las ramas de los rboles. La noche es grande, es un ave inmensa que cobija al mundo con su plumaje. Siento las piedras ensartndose sobre las suelas endebles de mis sandalias. En lo alto de la calle veo un grupo de hombres. Es de noche y no dis-tingo quines son. Tres hombres, una mujer y el cuerpo invisible de la incertidum-bre forman el grupo hacia el que me dirijo. Me acerco, los rostros se definen y en ellos se aclara la preocupacin afianzada en sus ojos. Que vienen un chingo de granaderos. Mi hijo se va temprano a trabajar y dice que hay un resto de camiones en Six Flags, nos dice don Venancio. Quin sabe si vengan para ac, dice don Ernesto. Por un momen-to la duda es un madero fuerte de donde sujetarse. Ojal no sea para ac, deseo. Den-tro de m la esperanza es una veladora con la que me alumbro ingenuamente. La noche va cediendo. Pronto amanecer, pero la luz no traer consigo descanso. No saldr el sol para ver un nuevo da, sino para arrojar con toda su violencia la imagen de escom-bros y tristeza que estarn por venir. Mi esposa llega y me pregunta que si s viene, no hay palabra que salga de mi boca, slo afirmo con la cabeza. Hay que sacar lo ms que podamos. Hay cosas afuera. No es la primera vez que nos desalojan, hace exac-tamente una semana, el martes pasado vino el odio vestido de negro, capucha, casco militar, botas, navaja, pistola, metralleta y mucha lumbre que no abriga entre sus ma-nos. Hace una semana miles de granaderos, fuerzas especiales, trabajadores de limpia y altos mandos dejaron huella sobre este terreno. Hace una semana nuestros ojos se llenaron de dolor y los ojos de ellos de brillo y alegra al ver cmo caan nuestras ca sas, los pulgueros, como ellos los llamaron. Hace una semana familias enteras presen cia ron cmo demolan sus hogares. Hace una semana no nos dejaron nada. Las paredes de

  • 26 l de partida

    CRNICA

    madera fueron cargadas por manos desconocidas y arrojadas a las cajas de camiones de basura y volteo. Lo mismo techos, lminas, ropa, trastes, juguetes, fotografas, documentos, recuerdos y das enteros vividos dentro de nuestros hogares. Pulgueros donde se amaba, se soaba, se anhelaba. Pulgueros que abrigaban con amor y ternu-ra del fro y de la lluvia. Pulgueros que abran los brazos cuando se llegaba cansado del trabajo. Pulgueros donde no haba pulgas, slo la clase trabajadora necesitada de vivienda. Hay que sacar lo ms que se pueda le digo a mi esposa. Vamos bajando la calle y escucho a los vecinos que cargan sus cosas fuera de sus casas. Suben ms ve-cinos en camionetas y confirman los rumores. Son un chingo! Vienen un madral de granaderos y muchos judiciales! Otra vez vienen los que se visten con las entraas de la noche. El da comienza a gatear, intenta dar sus primeros pasos pero an es muy temprano. Sobre el horizonte una mancha encendida de sangre da cuenta de la muer te de la oscuridad y el nacimiento del da. La mancha se diluye, pasa del rojo al na ran ja para quedar en un amarillo que ver con los ojos abiertos un desalojo ms. Mi espo sa comienza a llorar mientras sacamos el refrigerador, los muebles. Mi hijo sigue dor-mido, el sueo es una trinchera noble que lo asegura de la prisa y de la desespera cin que muerde en ese momento. Me detengo a verlo y recuerdo la crnica del martes pa-sado cuando una nia le dijo al granadero que l tambin tena una nia y no tendra corazn para tirarle su casa, ante la pregunta verdad que no vas a tirar mi casa? el

    Emanuel Crdenas, Las penas paren, siligrafa, transferencia y aerosol negro, 40 60 cm, 2012

  • l de partida 27

    CRNICA

    Cristbal Apanco (Ciudad de Mxico, 1983). Estudia Creacin Literaria en la Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico. Es escultor, ilustrador y pintor autodidacta.

    granadero se puso a llorar. Ay, hijo mo, el mundo es un lugar terrible si no te llenas el corazn de amor macizo para caminar en l. Lo beso y sigo acarreando para afue ra las cosas. No hay tiempo para guardar con cuidado todo. El reloj es un rifle que apun-ta directo a mi cabeza. Guardo lo que puedo no sin embarrarlo de tristeza, de odio, de angustia, de dolor. Cajas llenas, botes llenos, cobijas que quedan como vientre pre-ado. Afuera no es distinto, se levanta el polvo de los pasos rpidos, de los cuerpos que cargan desesperados tambos, muebles, ropa. Mentira que carguen slo eso. Tras la mujer que lleva como un enorme tumor la bola de ropa vienen arrastrando los das vividos, los das que se aspiran a vivir, las historias, varias, que cuelgan de camisas, pantalones, blusas y zapatos porque si uno no se lleva lo suyo los de negro se lo lle va-rn. Sobre la calle de terracera se escucha agua. Un ro pequeo que se libera de los tambos vertidos en el suelo. Un ro diminuto que ms parece llanto acumulado que ro. Mujeres y hombres siguen cargando. Mi esposa y yo seguimos sacando cosas. Ya es de da, ya la luz muestra al desnudo la desesperacin. Las camionetas bajan carga-das de cosas, los carros bajan cargados de cosas y la fuerza pblica sube cargada de odio. Lo que se salv se salv. Se escucha un grito, todos para abajo porque vienen apre hendiendo gente! Lo que se salv se salv, lo dems se lo lleva la chingada. A la chingada los juguetes y la risa del nio. A la chingada la estufa y el pan de maana. A la chingada la cama y las caricias de los que se aman. A la chingada los recuerdos porque tambin la mquina pasar sus llantas sobre sus latidos. Nosotros no guarda-mos nada, no pudimos bajar nada y slo llevamos lo que nuestras manos soportan: una bolsa con documentos, un par de cobijas, nuestra mascota y algo que vibra de manera horrible en todo el cuerpo y el alma. Vmonos ya! Pero las cosas? Me dice mi es posa. Se van a perder, las van a romper y a robar, le respondo. No avanzamos. No po demos dar un paso. Las cosas se van a quedar? Me vuelve a repetir mientras veo cmo caen sus lgrimas. Te necesito entera, te necesito aqu, le digo. Contengo las ganas de llorar. Cristbal! Las cosas? Me dice. La abrazo. Callo. Siento cmo se vuel-ve agua de pies a cabeza, no abrazo a mi esposa, abrazo un llanto que me ama. Se van a quedar chingadamadre ya vmonos! La empujo, se resiste a irse. Vmonos! V-mo nos! No importa, luego veremos cmo las recuperamos! La gente baja rpido. Ya vie nen y estn agarrando a quienes se queden! Veo a mi esposa que viene llena de tie rra en sus ropas, en su cara, en sus manos. En su mano izquierda trae a nuestro hijo y en

  • 28 l de partida

    CRNICA

    la derecha una bolsa y una cobija. Gritos, carreras, todos traen algo en los hombros, en la espalda, en las manos. Es un caos de gente, como cuando de nio travieso me paraba en el hormiguero y lo deshaca, entonces salan corriendo las hormigas sin direccin, sin saber qu pasaba o qu hacer. Slo carrera que es la mejor cancin que la angustia canta. Atrs las cosas y mi esposa que camina lento como si todos los mue-bles se le hubieran amarrado a los pies y fuera pesado dar el paso. Vmonos ya que nos van a agarrar! Ella llorando, mi hijo llorando y yo empujndola para que avance. Me regreso a ver qu puedo salvar y ella me grita que ya dejemos todo, que ya nos vayamos. La gente grita, el miedo grita. Mtase aqu, meta aqu sus cosas, algunos ve-cinos hacen caso. Por un momento la colonia se vuelve una madre amorosa que guarda a sus hijos en su regazo y ellos complacidos se refugian en su calor. Nosotros no salvamos nada, vamos camino abajo, se acercan amigos nuestros a tranquilizarnos, a decir que todo estar bien que las cosas no valen que luego se recuperarn, pero es mentira, las cosas no se recuperan porque traen ms que clavos y madera aadi-dos. Mentira porque aquel mueble, porque aquella mesa no tendran que terminar as. Tendramos que seguir comiendo en ella y no ser destruida a barre tazos. Tendramos que descansar en aquel silln y no ver cmo lo desgarran con picos y estirones. Ven-dr otro silln, otra mesa, pero lo vertido en ellos, el descanso, la proteccin queda r entre los escombros que los camiones se llevan. Sobre las casas pasan las mquinas, los trabajadores de limpia juegan a las guerritas con los trastes, brincan sobre los mue bles, los rompen con tanta diversin que la risa corona el da. Es una fiesta, la burla, la carcajada, el chiste se visten con la desnudez de los agredidos. Es un circo, los hilos de las marionetas se tensan y las marionetas rompen todo a su paso. Despo-jan, violan, intimidan. Marionetas vestidas con uniformes blindados. Marionetas que portan siglas pgJ, ssp, Proteccin Civil, Secretara de Medio Ambiente, etc. Nos escon-demos, se ha desatado la bestia y tritura con sus fauces y garras una a una las casas. Una a una son derribadas bardas, puertas, ventanas. Los pequeos trascabos blancos se mueven en busca de carroa, algo que devorar, algo que derribar y lo encuentran. Dentro de las casas vecinas hay un muladar de pertenencias, casas repletas, prea-das, a punto de dar a luz. Los vecinos se esconden, se hermanan. Tristeza y rencor son nuestros padres. Hijos de una familia enorme que estn dejando sin nada. Otra vez vino el lobo feroz. En el primer desalojo, mi hijo me pregunt por sus cosas, por la casa y le dije que haba venido el lobo. Otra vez va a venir, le dije, y lo abrac. Maa-na mi hijo sabr que el tal lobo obedece a gente que quiere aduearse del mundo y de las personas que en l habitan. Pas el desastre, los brbaros sudorosos se retiran y podemos salir a ver su horrible obra de arte. Las familias vuelven para ver qu pue-den recuperar. Buscan entre los escombros algo que an sirva. Se oye un chiflido. Los trabajadores de limpia suben corriendo por la calle, pasan algunos minutos, regre san con bolsas en las manos. Dentro de las bolsas se observa que va un montn de cosas, prendas de vestir, juguetes, trastes pequeos porque hay que robar pero no ser desca-rados. El botn se reparte, sus altos mandos son saqueadores nobles que re parten sus riquezas. Vemos nuestro sombrero en la cabeza de una muchacha, nuestra herra mien-ta en las manos de un seor. A manera de indignacin les decimos que los cuiden,

  • l de partida 29

    CRNICA

    que los ocupen bien, pero no para tirar ms hogares. Durante el desalo jo pasado les gritamos a los granaderos que durmieran calientito porque nosotros ba mos a tener como cobija el cielo nublado. Creo que les faltaron ms cosas, por eso se lle varon ms. Un osito, un colchn, trastes sucios pero en buen estado, los enseres que sobrevivie-ron aparecen. Se cargan camionetas y carros pequeos con lo recuperado, pero hay que traer dinero en la cartera porque los granaderos cobran por dejar entrar y salir de los retenes puestos por ellos mismos. La desgracia de unos es gracia para otros. De quinientos a ochocientos pesos, las mudanzas se pelean los clientes. Lo que se salv se salv, recuerdo. Subimos a una mudanza lo que podemos recuperar, nos alejamos del lugar mientras la bestia negra sonre dejando ver entre las comisuras de su ho-cico la baba espesa de un mal gobierno.

    Emanuel Crdenas, Lo que hoy est probado en otro tiempo era slo imaginado, siligrafa y transferencia, 40 60 cm, 2012

    P

  • 30 l de partida

    CRNICA

    TemploSal Snchez Loveracentro universitario de estudios cinematogrFicos-unam

    Y me solt el cabello, me vest de reina.Todos me miran.

    Todos me miran, Gloria Trevi

    Son las diez de la noche; la Zona Rosa comienza a des pertar y, mientras, yo pido cuatro de pastor con todo. El ajetreo de la calle Gnova lo alimen-tan grupos de chicos que visten ropa entalladsima y de colores estrafalarios. Caminan altivos, presumen elabo-rados peinados y se lanzan miradas que aniqui lan. La elocuencia de sus cuerpos termina de formular una de-claracin en contra de una sociedad hipcrita que no aca ba de decidir cmo mirarlos: si con sorna o con des-precio. Quiz sin saberlo o con plena conciencia de ello, qu importa los muchachitos de la Zona Rosa transgreden un sistema de valores que se empea cons-tantemente en oprimirlos. Sin embargo, estas calles les pertenecen: pronto, los antros de Amberes se vern re-pletos de jovencitos que bailarn coreografas bobali-conas en deplorable sincrona. Es sbado y la noche se pintar pronto de colores nen. Es sbado y la noche acrecienta su sed de carne. Es sbado y la noche recla-ma sus cuerpos.

    Sin embargo, la meca se encuentra tres kilmetros al noreste por Paseo de la Reforma, en un congal pequeo de Repblica de Cuba que, desde el nombre, pro me te una mezcla de exotismo y fiesta descontrolada: Marra-kech Saln. Desde que el Marra comenz a funcionar, el xodo es inminente. La Zona Rosa se encuentra en lo que muchos califican como un periodo de franca de-cadencia, aunque imagino que las calles de la colonia Jurez no terminan de ser culpables, sino el tedio de

    regresar siempre a los mismos lugares, caminar siem-pre por las mismas calles, cruzar siempre los mismos umbrales. El nimo expansionista del hombre acab in-vadiendo a la comunidad gay de la Ciudad de Mxico. Termino de engullir mis cuatro con todo, camino hacia el metro Insurgentes y, como Dante, comienzo el des-censo.

    ***

    Bailando, bailando, amigos, adis al silencio loco.

    Bailando, Paradisio

    Dos anchos policas custodian la entrada del antro don-de afloran los detalles abiertamente kitsch: una fachada verde limn, los rtulos de dos hombres con el torso des-nudo y un letrero alumbrado con foquitos nen que, con orgullo, presumen al viajero que el paraso perdi do lle-va como nombre Marrakech Saln.

    El Marra se siente primero en la piel: el calor de cientos de cuerpos aglutinados en un espacio mnimo. Las cervezas corren con desparpajo, meseros musculo-sos las cargan en cubetas que sostienen sobre su cabe-za, recorren el lugar con camisetas que dejan la totalidad de sus axilas a la vista. Algunos intentan meter su lengua entre aquellos sobacos, pero invariablemente los me-seros logran huir con sonrisas en el rostro. Un diyei gor-dito reproduce cumbias desde un balcn en una de las esquinas del antro donde tambin las baila con mo vi-mien tos arrtmicos, casi violentos. Los asistentes corean eufricos las canciones de Selena Quintanilla, La So-nora Dinamita o Los ngeles Azules. Aqu los sudores

  • l de partida 31

    CRNICA

    Sal Snchez Lovera (Ciudad de Mxico, 1994). Estudia Cinematografa en el Centro Universitario de Estudios Cinematogrficos, unam. Ha resultado ganador en concursos organizados por el ficunam, el acnur y la uia. Colabor en Dilo Mirn, suplemento para jvenes del peridico Exclsior. Fue becario de la Fundacin para las Letras Mexicanas para el Curso de Creacin Literaria 2014, que se llev a cabo en la ciudad de Xalapa.

    propios y ajenos acaban invariablemente mezclados. El calor es la expresin ms clara del desenfreno y del ex-ceso, de las pasiones que terminan por nublar todas las razones. Las leyes de la fsica deben romperse: cientos de cuerpos habitarn, por una noche, un mismo espacio. Hay aqu un nimo de purificar el espritu entregndo se a los placeres de la noche. El fin ltimo es el xtasis, ol-vidar que el mundo de fuera existe e imaginar que el paraso se materializa en esta pista de baile. Y, ya bien entrada la noche, un fervor mstico ha de poseernos; el ascetismo se baa de luces de nen.

    Hoy pertenezco al grupo de los que acuden en soli-tario, rara avis en el Marrakech Saln, donde los grupos de amigos se apoderan de la improvisada pista de bai-le. Los solitarios, por tanto, hemos de formar refugios en los rincones. Vemos al Marra casi desde fuera, pero inexorablemente nos entregamos a su ascetismo nen. Nos mezclamos entre la multitud, camuflamos nuestra condicin de solitarios. Nosotros lo entendemos mejor que nadie: en este mundo, el abismo ms grande es la so-ledad. Suena una cancin de Madonna, time goes by so slowly for those who wait.

    ***

    Youre so sexy, sex, sex, sexy.

    Sexy, French Affair

    Para llegar al bao he tenido que cruzar el Marra de un ex tremo al otro. Mientras me abro paso veo a un articu lis-ta de derechos humanos entonar, a gritos casi profanos, una cancin de Thala; a una celebridad del internet que

    Antonio Domnguez, Poblado de espectros colectivos, siligrafa, 76 56 cm, 2012

  • 32 l de partida

    CRNICA

    se abalanza sobre un chico mucho ms joven y que, ima-gino, acaba de conocer; a un profesor de literatura me-xicana de la Facultad de Filosofa y Letras que baila extasiado mientras varias manos acarician su torso des-nudo; a un activista del medio ambiente que estudia cuidadosamente su alrededor: caza furtivo a su prxima presa. Hay chicos de todas las clases sociales, estu dian-tes de la Ibero o de la unam, habitantes de la Guerrero o del Pedregal. He aqu un ensayo para una sociedad fu-tura y modlica, donde la msica dance no ha de dete-nerse nunca y los polos de la megalpolis finalmente terminan unidos. El espritu de la Ciudad de Mxico se condensa en los pocos metros cuadrados que ocupa el Marrakech Saln: el caos de una ciudad esquizofrni-ca, el frenes de una metrpoli sobrepoblada y repleta de estmulos.

    Las paredes del Marra cuentan la historia de la cultu-ra gay en la Ciudad de Mxico: hay fotos de las redadas que la ciudad mantena en contra de jvenes afemina-dos en los aos cuarenta; de un cholo trans ataviado co-mo la Virgen de Guadalupe; de un hombre que planta sus nalgas desnudas frente a una inmensa fila de gra-naderos con el asta bandera del Zcalo como fondo; y, finalmente, de un hombre con el torso desnudo y pin-tarrajeado con los apelativos ms ofensivos con que la sociedad mexicana ha estigmatizado a los homosexua-les: putito, marica, joto. Pero aqu esas palabras se car-gan con orgullo. Jotos. Putos. Maricones. El mensaje queda implcito: la lucha lgbt desemboca en el Marra-kech Saln, en una celebracin frentica, en una noche donde todos los deseos vedados salen de forma violenta.

    A cierta hora de la noche, la transgresin deja de co-brar sentido. Abundan los descamisados y las parejas recin formadas que se besan cegadas por la pasin. Los excesos dejan de serlo y se convierten en norma. Ya nadie puede escapar a las canciones pop, a los sudo res ajenos. En la barra, los ms devotos al ascetismo nen bailan ante miradas llenas de envidia o admiracin. Se trata de atraer el mayor nmero de miradas, de conver-tir al cuerpo en un objeto del deseo.

    A medianoche, un stripper se sube a la barra y comien-za a bailar. Es moreno y usa lentes oscuros. Re mientras decenas de pantallas de telfonos celulares apuntan a

    su cuerpo que, lentamente, se despoja de toda la ropa. Al final, termina completamente desnudo: una ereccin adorna su entrepierna. La multitud lo aclama, la sed de carne es ahora ms intensa, los deseos son ahora ms oscuros, la noche es ahora ms nen. Inmediatamente despus, una drag queen ocupa su lugar y hace playback de una cancin de Paulina Rubio en la que se lamenta por haber recibido dolorosos golpes al cora zn. Pero la Pau es abucheada: aqu no se aceptan melancolas. El pblico del Marra clama por una cancin que sirva de fondo para los excesos de la noche. Una baladita pop que los haga olvidar el mundo de fue ra y les prometa que el amor y la noche sern eternos. Aqu las canciones han de servir como refugio. Entonces la Pau lo entiende y entona una cancin distinta, Boys Will Be Boys.

    Teresa Olmedo, Ezequiel 28, hilografa y calado a mano, 28 38 cm, 2013

  • l de partida 33

    CRNICA

    ***

    Me provoca el bar, cada vez ms fuerte.

    El bar me provoca, Mara Daniela y su Sonido Lasser

    Salvador Novo escriba que el nuestro es un mundo sos-layado de quienes se entienden con una mirada. Casi un siglo despus, las miradas no bastan: hacen falta los ro-ces y las caricias, los sutiles movimientos del cuerpo. Entonces, mientras bailo, una mano roza mi cintura.

    Me llamo Ulises, y t?Ulises: barba tupida, moreno, delgado, labios grue-

    sos, veinticinco o quiz treinta aos, lentes de pasta azul rey. En suma, guapo. Le respondo, pero finge que no ha podido escucharme. Entonces me toma de la cintu ra con ambas manos y me obliga a repetir mi nombre en su odo. Finalmente sucumbo ante la noche: me encuen-

    tro bailando frente a un hombre que acabo de conocer. Pero aquel que se entrega a la pasin ha de sufrir la pr-dida del yo: nuestros cuerpos ya no nos pertenecen, sino a la noche. El mundo de afuera se convierte en ilusin y, de sbito, el tiempo corre lento, aletargado. Ulises y yo bailamos algunas horas, aunque quiz slo hayan sido minutos. El dinamismo se ha vuelto flojedad, escribi ra Alfonso Reyes: la maldicin de Luzbel nos posee y alte-ra nuestra percepcin del espacio-tiempo. El calor. La msica. Las luces. Las miradas. Los cuerpos. Los su do-res. Las caricias.

    Nos vamos?

    ***

    Ulises y yo estamos en su departamento, donde, en solitario, comenzamos a descubrir el cuerpo del otro. Nos damos besos torpes y hacemos el amor. Finalmente la noche termina con un animal de dos espaldas: la sed de carne ha sido saciada.

    Es de madrugada y Ulises duerme, pero yo no he po-dido conciliar el sueo. El suave bullicio de la colonia Anzures y la resonancia del Marra me lo impiden. Mi-ro los pliegues de su espalda y de su cuello, la L que forma con el codo izquierdo y en la cual recuesta la ca-beza; escucho su ronquido suave; juego con su sexo dormido; exploro el suave tacto de su piel desnuda. En su antebrazo leo un tatuaje: He fallado el tiro de la vi da; son las dos de la tarde. Trato de descifrar su significa-do, pero caigo en un sueo profundo.

    Despertamos tarde, nos miramos y sonremos con com plicidad. He de marcharme, as que me visto y le pregunto a Ulises qu significa el tatuaje de su brazo.

    Es una cita de Houellebecq sobre la existencia.Ulises y yo nos damos un ltimo beso que ha de ser-

    vir como despedida. Ambos entendemos que sucum-bimos a un hechizo que dura slo una noche. Salgo de su departamento hacia un mundo distinto, alumbrado por la luz de la maana, aquella que nos muestra real-mente quines somos y qu tan solos estamos.

    Teresa Olmedo, Ezequiel 28, hilografa y calado a mano, 28 38 cm, 2013

    P

  • 34 l de partida

    GRFICA

    Mapas de la memoriaRodrigo Rosas TorresFacultad de artes y diseo-unam

    Todas las imgenes de la serie: xilografa y transferencia/papel, 21 14 cm, 2014

  • l de partida 35

    GRFICA

  • 36 l de partida

    GRFICA

  • l de partida 37

    GRFICA

    Rodrigo Rosas Torres (Ciudad de Mxico, 1992). Estudia Artes Visuales en la unam. Ha participado en ms de treinta exposiciones colectivas a nivel nacional e internacional, entre las que destacan The All India-International Art Exhibition 2014 en Jaipur, India y 100ARTistes!? in ARTgallery en Essen, Alemania, 2013. Actualmente realiza una investigacin sobre el rabe contemporneo.

  • 38 l de partida

    GRFICA

  • l de partida 39

    GRFICA

  • 40 l de partida

    GRFICA

  • l de partida 41

    TRADUCCIN

    Jugar al eco al aire libreAna Tern Cornejouniversidad de sonora

    Nunca intentes burlarme con un beso*Sylvia Plath

    Nunca intentes burlarme con un beso,fingiendo que los pjaros estn aqu para permanecer;ante esto el moribundo reir con su desprecio.

    Una piedra disfraza donde un corazn no puede ser,y las vrgenes emergen donde lascivas Venus se dejan yacer:nunca intentes burlarme con un beso.

    Nuestro noble doctor declara que el dolor es suyo,mientras pacientes condenados lo dejan hablar;ante esto el moribundo reir con su desprecio.

    De la parlisis cada viril soltero es temeroso el da entero en el tejado la vieja doncella grita: nunca intentes burlarme con un beso.

    Las eternas sierpes suaves prometen el deleitea los nios mortales que felices anhelan ser;ante esto el moribundo reir con su desprecio.

    * Never Try to Trick Me with a Kiss, en .

  • 42 l de partida

    TRADUCCIN

    Tarde o temprano todo cae por su propio peso;los ruiseores alzan vuelo; as que nunca intentes burlarme con un beso:ante esto el moribundo reir con su desprecio.

    Tere

    sa O

    lmed

    o, M

    uere

    4, s

    ello

    de

    gom

    a, p

    oli

    ster

    lqu

    ido,

    rec

    orte

    dir

    ecto

    al p

    apel

    , 28

    19

    cm

    , 201

    1

  • l de partida 43

    TRADUCCIN

    Ana Tern Cornejo (Ciudad Obregn, Sonora, 1990). Estudia Literaturas Hispnicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en dife rentes medios como El Diario del Yaqui, InfoCajeme, The Insighters y Crculo de Poesa.

    Ana la que estaba loca*Anne Sexton

    Ana la que estaba loca, tengo un cuchillo en la cuenca de mi brazo.Cuando me paro de puntitas descubro mensajes.Soy alguna clase de infeccin?Fui yo quien te hizo enloquecer? Fui yo quien los sonidos amarg? Fui yo quien dijo que saltaras por la ventana?Perdona. Perdona. Di que yo no fui. Di no.Di.

    Pronuncia avemaras en nuestra almohada. Acgeme a m la esculida pber en tu regazo profundo.Susurra como una bellota.Devrame. Devrame entera como crema de budn.Acgeme en ti.Acgeme.Acoge.

    * Anna Who Was Mad, en .

  • 44 l de partida

    TRADUCCIN

    Entrgame un reporte de mi alma y su condicin.Entrgame un registro total de mis acciones. Dame un juego de cuerdas y djame escuchar. Colcame en los estribos y gua un grupo de turistas.Enumera mis pecados en la lista del mercado y djame comprar.Fui yo quien te hizo enloquecer?Encend tu auricular y dej a una sirena transitar?Abr la puerta para el psiquiatra bigotnquien como un carro amarillo te arrastr?Fui yo quien te hizo enloquecer?Escrbeme desde la tumba, Ana!No eres nada ms que ceniza maslevanta la pluma que te di. Escrbeme.Escribe.

    Antonio Domnguez, Ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir, aguafuerte y aguatinta, 40 62 cm, 2008

  • l de partida 45

    TRADUCCIN

    Tal y como se plane*Frank OHara

    Tras el primer vaso de vodkapuedes aceptar casi cualquier cosade la vida incluso tu propio misteriopiensas que es agradable que una cajade cerillas sea prpura y caf y se llameLa Petite y venga de Sueciaporque son palabras que conoces y esoes todo lo que sabes palabras no sus sentireso su significado y escribes porque las conoces no porque las entiendesporque no las entiendes eres tonto y eres flojoy nunca sers grande pero haceslo que sabes porque qu ms queda?

    Resurreccin**Linda Gregg Deja la torre en tu ciudad arder. Deja los pasoshacia el edificio en sombra junto al lago arderaunque est hecho de piedra. Deja la casadel len arder para que el rugir y el fuegoresuenen juntos. Permite que la vieja, pobre,casa de madera donde viv se levante en llamas, aunquehayas regresado y te hayas sentado en los escalones que subanhasta donde solamos existir. Djalo arder todo,no para destruirlos, sino para darles la vida,que ahora mi vida les da. Para hacerlos relumbrarcomo lo hacen en m, brillante y ardiente, brillante y ardiendo.

    ** The Resurrection, en .

    * As Planned, en .

  • 46 l de partida

    TRADUCCIN

    Clitemnestra o el crimen, de Marguerite YourcenarEnrique PopocaFacultad de FilosoFa y letras-unam

    Clytemnestre ou le crime, en Marguerite Yourcenar, Feux, Gallimard, Pars, 1970.

    Voy a explicarles, seores del jurado Tengo an te m innumerables rbitas de ojos; filas cir-culares de manos puestas sobre mis rodillas, pies descalzos posados sobre la piedra, pupilas fijas des-de las que se filtra la mirada, bocas cerradas donde el silencio madura un juicio. Tengo ante m un tribunal de piedra. Mat a ese hombre con un cuchillo, en una bae-ra, con la ayuda de mi miserable amante, que ni siquiera era capaz de sujetarle los pies. Ya conocen mi historia: no hay uno entre ustedes al que no se le haya repetido veinte veces al final de los largos banquetes, acompa-ada por el bostezo de las criadas; ni ninguna entre sus mujeres que no haya soado una sola noche de su vida con ser Clitemnestra. Sus pensamientos cri minales, sus ansias acalladas se deslizan escaleras aba jo y se derra-man en m, de manera que una especie de vaivn ho rri-ble hace de ustedes mi conciencia y de m, su grito. Se reunieron aqu para que la escena del crimen se repita an te sus ojos ligeramente ms rpido que en la reali-dad, pues el hogar los solicita para la cena y no pue den conceder ms de unas pocas horas para orme llorar. Y justamente durante este breve tiempo no slo mis ac tos, sino tambin los motivos han de estallar a ple na luz, a pesar de que precisaron cuarenta aos para con-solidarse. Esper a ese hombre desde antes de que tu vie-se nombre, un rostro; todo el tiempo que l no era an mi lejana desgracia. Busqu en la turba de los vivos a ese ser necesario para mis delicias futuras: mir a los hom bres como se fija la mirada sobre los transen tes en la taquilla de una estacin, para asegurarse por comple-to que no son lo que se est esperando. Mi nodriza me en-volvi en paales al salir de mi madre por l; yo aprend

    a calcular en la pizarra de la escuela para lle var las cuen-tas de sus gastos de hombre rico. Para ornar el camino en el que quizs se posara el pie de ese desconocido que hara de m su sirvienta, yo tej sbanas y estandar-tes de oro; fatigada por el esfuerzo, dej es capar de vez en vez sobre el terso tejido unas gotas de mi sangre. Mis padres lo escogieron para m; pero aun raptada por l sin que mi familia lo advirtiera, yo ha bra obedecido al deseo de mi padre y mi madre, por que nuestros gustos provienen de ellos, y el hombre que ama mos es siem pre con el que suean nuestras abue las. Le permit sacri-ficar el porvenir de nuestros hijos por sus ambiciones de hombre; ni siquiera llor cuando mi hija muri. Con-sent en consumirme en su destino como una fruta en la boca, para provocarle una sensa cin de dulzor. Se-ores del jurado, slo lo conocieron henchido por la gloria, avejentado por diez aos de gue rra; una suerte de dolo descomunal gastado por las ca ricias de muje-res asiticas, salpicadas del fango de las trincheras. So-lamente yo estuve presente en su poca de dios. Me era grato llevarle en una gran bandeja de cobre el vaso de agua que diseminara en l sus reservas de frescura; me era grato, en el calor de la cocina, prepa rar los platillos que saciaran su hambre y lo botaran de sangre. Me era grato, entorpecida por el peso de la simiente hu-mana, posar las manos en mi abultado vien tre, en donde fermentaban mis hijos. Por la tarde, cuan do regresaba de la cacera, me abalanzaba con regocijo sobre su pe-cho de oro. Pero los hombres no estn he chos para pa-sarse la vida calentando sus manos sobre fuego de un mismo hogar: parti hacia nuevas conquis tas y me aban-don, como una casa de gran tamao va ca, en la que late

  • l de partida 47

    TRADUCCIN

    P

    Enrique Popoca (Pachuca, Hidalgo, 1993). Estudia Letras Clsicas en la unam. Algunos textos suyos han sido publicados en las antologas del Festival Universitario de Da de Muertos (2010, 2011 y 2013). Es colaborador en Trama Magazine , publicacin de arte y moda.

    un reloj intil. El tiempo que pas lejos de l lo desper-dici en nada, gota a gota o por oleadas, como sangre perdida; me dej cada da ms carente de futuro. En las borracheras, algunos soldados licenciados me contaban su vida en los campamentos de la retaguar dia: la ar-mada de Oriente estaba infestada de muje res: judas de Salnica, armenias de Tiflis, cuyos ojos azules bajo la sombra de los prpados sugieren los manantiales del fondo de una gruta oscura; turcas corpulentas y empa-la gosas como los pasteles que se hacen con miel. Re-ciba cartas en los das de algn aniversario; mi vida transcurra espiando en el camino el paso cojo del car-tero. De da luchaba contra la angustia; de noche, con-tra el deseo, y sin cejar contra el vaco, una forma co barde de la desgracia. Los aos se sucedan a lo largo de las calles desiertas, como una procesin de viudas; la plaza del pueblo se tea del negro de las mujeres en duelo. Envidiaba a esas infortunadas por no tener ms rival que la tierra y por saber, al menos, que su hombre dor-ma solo. En el lugar del mo, yo vigilaba los trabajos del campo y el comercio del mar; recoga las cosechas; haca clavar las cabezas de los bandoleros en el asta del mercado; me serva de su fusil para disparar a las cor-nejas; fustigaba los flancos de su yegua de caza con mis polainas de tela rojiza. Poco a poco iba sustituyendo al hombre que me haca falta, del que estaba poseda. Termin por ojear, con la misma mirada suya, el cuello blanco de las criadas. Egisto galopaba a mi la do en los pramos; su juventud coincida con mi viudez, tena ca-si la edad suficiente para ir a enrolarse al ejrcito. Me transportaba al tiempo del intercambio de besos entre primos, en un bosque, durante las vacacio nes largas.

    Antonio Domnguez, Que en el cielo exista aunque mi lugar sea el infierno, aguafuerte y transferencia, 80 60 cm, 2007

  • 48 l de partida

    TRADUCCIN

    Lo miraba menos como amante que como un nio que hubiera concebido en m la ausencia: pagaba sus deu-das con los talabarteros y sus negocios de caba llos. Se-gua imitando a ese hombre, an sindole in fiel: Egisto era para m el equivalente de las mujeres asi ticas o de la abyecta Arginia. Seores del jurado, s lo existe un hombre en todo el mundo; el resto, para toda mujer, no pasa de ser un error o un remedo triste. El adul terio re-sulta ser una forma desesperada de fide lidad. Si enga- a alguien, no cabe duda de que fue al desdicha do Egisto. Lo necesitaba para poder saber has ta qu pun-to aquel que yo amaba era irremplazable. Hastiada de acariciarlo, suba a la torre a compartir el insom nio del viga. Una noche, el horizonte del Este se encen di tres horas antes del alba. Troya arda: el viento que vie-ne de Asia traa consigo, por encima del mar, pavesas y nubes de ceniza; el regocijo de los centinelas se re-

    solvi en llamaradas sobre las cimas: el monte Athos y el Olimpo, el Pindo y el Erimanto ardan como hogue-ras; la ltima lengua de fuego creci frente a m, sobre la pequea colina que, desde haca veinticinco aos, me esconda el horizonte. Vea que el casco, sobre la fren-te del viga, se inclinaba para recibir el cuchicheo de las rfagas: en algn punto en el mar, un hombre recar-ga do de oro se apoyaba en la proa; dejaba, a cada vuelta de hlice, que su mujer y el hogar ausente se aproxi-maran a l. Al bajar de la torre me hice de un cuchillo. Quera matar a Egisto; quera mandar lavar la madera del lecho y el piso de la habitacin; quera sacar del fondo de un bal el vestido que llevaba el da del adis; quera, pues, suprimir los diez aos como un simple ce-ro en la cuenta de mis das. Me detuve para sonrer al pasar frente al espejo; no me esperaba que el sbito re-flejo me hiciera recordar el gris de mi cabello. Seores

    Emanuel Crdenas, El terror recin nacido aullante, siligrafa y transferencia, 40 60 cm, 2012

  • l de partida 49

    TRADUCCIN

    del jurado, diez aos no son poca cosa: son ms exten-sos que la distancia entre Troya y el palacio de Mice-nas. La cspide del pasado es ms elevada que el lugar en el que ahora nos encontramos, puesto que s lo es po-sible bajar del tiempo, y no escalarlo. Tal como en las pe sadillas: cada paso que damos nos aleja de la meta, en vez de acercarnos. Donde haba dejado a su joven mu jer, el rey encontrara a la puerta a una especie de cocinera obesa; la felicitara por el buen estado de los corrales y las despensas: nicamente caba esperar un puado de besos fros. Si hubiera tenido el coraje pa ra ello, me habra matado antes de su regreso, para no leer en su rostro la decepcin de descubrirme marchita. Pero quera, por lo menos, volver a verlo antes de mo rir. Egis-to estaba llorando en mi lecho, asustado como un nio culpable que ya siente venir el castigo de su padre. Me acerqu a l; fing mi voz ms acariciante y mentirosa para decirle que nada se haba difundido de nuestras ci-tas nocturnas, que su to no tena razones para dejar de quererlo. Pero ms bien yo esperaba que l supiera todo ya y que la clera y el placer de la vengan za me otorga-ran un lugar en su mente. No dej ningn cabo suelto: hice que se agregara al correo que recibi ra a bordo una carta annima que exageraba mis errores: afilaba el cu-chillo que haba de hundirse en mi co ra zn. Prev que quizs me estrangulara con ambas manos, las que yo haba besado tanto; al menos morira en esa suerte de abrazo. Lleg el da en el que el barco de guerra atrac por fin en el puerto de Nauplia, en medio de la alharaca de vivas y fanfarrias. Los terraplenes, cubiertos de ama-polas rojas, parecan tapizados por or den del verano; el maestro haba concedido un da de asueto a los nios

    del pueblo; taan las campanas de la iglesia. Aguarda-ba en el umbral de la Puerta de los Leones; una som-brilla rosa maquillaba mi palidez. Las ruedas del carro chirriaban sobre la pendiente; los aldeanos se engan-charon a los varales para aligerar el pe so a los caballos. En un recodo del camino, avist por fin lo alto de la calesa por encima de un seto vivo; pu de percatarme de que mi hombre no vena solo. Junto a l se tena una he-chicera turca que haba tomado como botn, a pesar de que estaba un poco ajada por los juegos de los solda-dos. Era casi una nia; tena unos bellos ojos oscuros, encajados en un rostro amarillento tatuado de cardena-les. l le acariciaba el brazo para que no se deshicie ra en lgrimas. La ayud a bajar del carro; a m me bes con frialdad y me dijo que estaba seguro de la generosi-dad que mostrara con la muchacha, cuyos padres ha ban muerto. Le tendi la mano a Egisto; tambin l es taba cambiado. Caminaba resoplan do; su grueso cuello en-rojecido se desbordaba del borde de la camisa; su barba teida de rojo iba a perderse en el pecho. Era hermoso, pero hermoso como un toro, no co mo un dios. Subi a nuestro lado las escaleras del ves t bulo, que mand cu-brir con una alfombra prpura, como el da de mi boda, para que no se notara mi sangre. Ape nas me diriga la mirada. En la cena, no se dio cuenta de que haba he-cho preparar todos sus platillos favori tos; bebi dos o tres copas de alcohol. El sobre roto de la carta anni-ma asomaba de uno de sus bolsillos. Gui el ojo hacia donde se encontraba Egisto; para el pos tre, mascull las consabidas bromas de borracho sobre las mujeres que se buscan un consuelo. La intermina ble mente larga vela-da se prolong en la terraza, infestada de mosquitos. l

  • 50 l de partida

    TRADUCCIN

    hablaba en turco con su acompaan te; ella era, segn pareca, hija de algn jefe tribal. Por un movimiento que hizo, me percat de que gestaba un nio. Quizs era de l, o de uno de los soldados que la haban arrastrado entre risas fuera del campamento de su padre y la ha ban azotado hasta llegar a nuestras trincheras. Aparen taba tener el don de la adivinacin: para distraernos, nos ley la mano; de pronto palideci, sus dientes castaearon. Yo tambin, seores del jurado, conoca el porvenir. Todas las mujeres lo conocen: siempre suponen que todo ter-minar mal. l tena por costumbre tomar un bao ca-lien te antes de irse a la cama. Me retir para disponerlo todo: el ruido del agua que corra disimulaba mi llanto. La madera calentaba el bao. Un hacha, que serva pa ra cortar los leos, ya ca en el suelo; no s por qu la escon-d en el toallero. Por un momento me apeteci disponer lo todo para fingir un accidente sin cabos sueltos: la nica inculpada se ra la lmpara de petrleo. Pero quera que, cuando estuvie ra muriendo, al menos me viera a la cara: era lo nico por lo que iba a matarlo, para forzarlo a caer en cuenta de que yo no era una baratija que se puede dejar caer, o regalarse a cualquiera. Llam dulcemen-te a Egisto; se puso plido desde que abr la boca: le orden esperarme en el rellano. El otro suba pesada-mente los escalones; se quit la camisa; su piel se amo-rat en el agua caliente. Le enjabon la nuca; temblaba tanto que el jabn resbalaba una y otra vez de mis ma-nos. Empe z a jadear un poco; me mand con brusque-dad a abrir la ventana, demasiado alta para m. Con un grito llam a Egisto para que viniera a ayudarme. Una vez que en tr, cerr la puerta con llave. El otro no me vio, estaba de espaldas. Ensay torpemente un primer gol-pe: apenas le hice un corte en el hombro. Se irgui por completo; su rostro congestionado empez a salpicar se de manchas negras. Mugi como un buey; y Egisto, pre-sa del terror, rode sus rodillas; quizs imploraba per dn. Tras tabill sobre el fondo resbaladizo de la ba era y cay como un fardo, el rostro dentro del agua, carras pean do co mo si se ahogara. Fue entonces cuando le di el se gun-do golpe, cuando le hend la frente. Pero creo que ya

    esta ba muerto: no era ms que un harapo inerte y cli-do. Algo se dijo de olas rojas; en realidad, sangr muy po co. Yo sangr ms pariendo a su hijo. Ya muerto, ase-sinamos a su amante: si de verdad lo amaba, qu gene-rosos fuimos! Los aldeanos se sumaron a nuestra causa y guardaron silencio. Mi hijo era demasiado nio para sentir odio contra Egisto. Pasaron algunas semanas: ha-bra debido sentirme en calma, pero, ustedes saben, se-ores del jurado, que se le da vueltas siempre y regresamos al principio. Volv a esperarlo, y regres. No sacudan la cabeza: les aseguro que regres. l, que en diez aos no se tom ocho das para volver de Troya, ha regresado de la muerte. En vano me tom el trabajo de cortarle los pies para que no abandonara el cemente rio: eso no le impe-da introducirse en mis aposentos, en la no che, llevn-dolos bajo los brazos, como los ladrones hacen con sus zapatos para no hacer ruido. Me cubra con su sombra; no pareca haber notado que Egisto es taba all. Tiempo despus, mi hijo me denunci con la po li ca; pero mi hijo tambin es su fantasma, su espec tro encarnado. Cre que en prisin estara tranquila; pero l regresa de cualquier manera: jurara que prefie re mi ca labozo a su tumba. S que mi cabeza rodar en la plaza del pueblo y que la de Egisto ser cortada por la misma hoja. Es ex-trao, seores del jurado: pareciera que us tedes ya me haban condenado en otras ocasiones. Pero he aprendido bien que los muertos no descan san en paz: resurgir y traer a Egisto a mis pies, como un lebrel tris te. Por la no-che recorrer las calles en bus ca de la Jus ticia de Dios. Volver a encontrar a ese hombre en una esquina de mi infierno; de nuevo grita r de ale gra con los primeros besos. Despus me aban donar: mar char a conquistar una provincia de la Muerte. Por que la sangre de los vivos es el Tiempo, y la Eternidad debe ser sangre de sombra. Mi eternidad, la ma, se per de r esperando su regreso: pronto ser el ms desvado de los fantasmas. Entonces l regresar para burlarse de m. Aca riciar ante mis ojos a su ama rillenta hechicera tur ca, acostumbrada a jugar con los huesos de las tumbas. Pero, qu hacer? No se puede matar a un muerto.

    p. 5

    1: T

    eres

    a O

    lmed

    o, P

    arec

    ida

    a la

    s t

    tric

    as v

    isio

    nes

    que

    enge

    ndra

    la o

    scur

    idad

    , lin

    leo

    im

    pres

    o en

    ace

    tato

    , est

    nci

    l, pa

    pel t

    eid

    o, h

    oja

    de o

    ro, 7

    6

    56 c

    m, 2

    010

    P

  • l de partida 51

    TRADUCCIN

  • 54 l de partida

    CUENTO

    Sbase, comadreAna Fuente Montes de Oca

    A ver, comadre, asmese a ver si as estoy bien estacionada. No! No es necesario que abra la puerta, cirrela porque se me hace que voy a tener que moverlo. Yo creo que qued chueca. As-mese por la ventana, que para eso est la palanquita de la portezuela. Entonces? Ah estoy bien? Acur de se de que tengo que estar paralela a la lnea pintada. S entiende paralela, verdad, coma dre? Bueno, no se agi te. A m me da ansias verla que se queda callada por que siento que la incomodo. Paralela es que el co-che y la rayita vayan hacia el mismo lugar, como si hu-bieran pintado la raya despus de que hubiera puesto el coche ah. Pero fjese bien que no est sobre la lnea, porque el que llegue aqu junto se va a pegar mucho y me van a llenar el coche de portazos. No es que est nuevo, ver dad?, pero no me gustara que se quedara todo golpea do, ya ve que es de las pocas cosas que me dej el Toms antes de irse, si no lo quiso vender porque deca que era una marca japonesa, que muy buena y muy no s qu. S sabe usted dnde est Japn, ver-dad, coma dre? No se preocupe, que no es examen y yo no la juz go. Japn est lejos. Muy lejos. Y desde all se traen estos carros, por eso son tan especiales.

    Comadre, no vaya a pensar que le estoy presumien-do. Y no vaya a pensar que soy ingrata por explicarle algunas cosas, es todo lo contrario: yo lo que quiero es que us ted sea una mejor persona y agradecerle su amis-tad ensendole un poco del mun do que yo conozco. No todos hemos tenido acceso a l, yo lo conoc gracias a mi To ms, que de todo saba el condenado chamaco: que si los celulares y las computadoras y los aparatos para esto y para lo otro y para el no s qu. Yo le aprend poqui to,

    pero eso se lo transmito a usted, comadre, porque pa ra eso estamos las amigas. Y yo entiendo que usted me ayu-da con lo que puede, como acompandome ahori ta al banco. De verdad que se lo agradezco, comadre, por que yo ya no puedo venir sola. Necesito un hombro, un apoyo moral que me diga que estoy haciendo bien. A ve ces siento que hasta la cajera me ve raro, la muy al zada. Na-die le ha dicho que est ah para aten der a los clien tes como yo, y ella se permite verme as, con ese desprecio, con esa ca ra de que yo no pertenezco ah. Seguro lo pien-sa, pero si lo dice, la corren. O sabr al go? Usted qu cree, comadre?

    Yo espero que no. Me ha tomado tanto tiempo fingir y guardar el secreto como pa ra que todos se enteren por una cajerucha de banco. Ella qu va a saber, si nada ms es una resentida. Empleada, asalariada, gata venida a ms, a m no se me olvida que a su mam la bajaron del cerro a tamborazos. Ni le digo nada, porque si s sabe, es ca paz de ir a contarle a todo el mundo y ya sabe usted que esto es un pueblo y lo que bien dicen del pueblo chi-co. Eso de que la gente no tenga nada que hacer nada ms les hace hablar de otras personas, y yo lo que me-nos quiero es que se me caiga el tea trito con la Jazmn y ahora s me prohiba ver a mi nietecito. Tan guapo, mi Gil-berti to, que le gusta comer chapulines, saba usted, comadre? Pues s. Al chamaco le encantan. No le gustan los grandotes, sos a los que les crujen las patas, le gus-tan los chiquitos que ya vienen con chilito y limn. Se los co me como dulces, el muy canijo. Hasta me acuer-do de cuando el Tomasito estaba chiquito, le encan-taba co merse el chile piqun del bote tanto que se parece Gilito a su pap. Yo no s por qu la Jazmn no p.

    52-

    53: T

    eres

    a O

    lmed

    o, A

    l ver

    la e

    sbel

    tez

    eleg

    ante

    del

    hom

    bre

    y su

    traz

    o qu

    ebra

    do

    (det

    alle

    ), pu

    nta

    seca

    , est

    nci

    l, pa

    pel t

    eid

    o, h

    oja

    de o

    ro, 7

    6

    56 c

    m, 2

    010

  • l de partida 55

    CUENTO

    Ana Fuente Montes de Oca (Ciudad de Mxico, 1984). Estudi Lengua y Literaturas Hispnicas en la unam. Se ha dedicado a la edicin, la correccin de estilo, la traduccin y la docencia. Ha colaborado en revistas como La Peste y Revista Sncope, as como en el blog Nota al pie.

    quiso po nerle Toms, pero quiero pensar que no fue por eso que est diciendo la gente por ah.

    Usted tambin ha odo eso, verdad, comadre? Ni me lo diga, ya con su silencio me est dando la razn. Se-guro pens usted que yo no lo saba, pero le digo que la gente de aqu no tiene nada mejor que hacer. Nadie me lo ha dicho en la cara, pero cuchichean, se escon-den, me sacan la vuelta. Luego escucho comentarios con saa, que si Gilito se parece mucho a no s quin, que si es idntico al que trabaja en no s dn de, que si el To-ms pasaba mucho tiempo fuera y la Jazmn siempre fue muy coque ta puras de sas. Yo reconozco que as as parecerse fsicamente y que tengan la misma cara Gilito y Toms, pues no, pero se portan igualito. Ya ve lo de los chapuli nes, comadre, es que es obvio. Y luego los nios son as: de chiquitos se parecen ms a la mam y luego al pap y luego otra vez a la mam. No se pue-den saber esas cosas, yo nunca vi como que el Toms fuera idntico a m, pero me consta que sali de mi vientre y que es hijo mo. Eso de si se parecen o no, son puras burradas. Y luego me salen con lo del ojo azul! Que por qu Gilito tiene el ojo azul si ninguno de sus paps los tiene as! Vaya tontera, comadre, la gente no sabe que mi bisabuelo tena los ojos claros. Yo no lo conoc, pero me acuerdo bien de que eso deca mi ma-m, y mi mam pudo haber sido muchas cosas, pero men-tirosa, nunca. Y esas cosas de andar diciendo que a ver si mi Gilito no es hijo de gringo qu va a ser as, Gi-lito es hijo de Toms y punto. A m no me importa lo que haya hecho la Jazmn o qu le sepan, pero de que Gili-to es mi nieto, lo es.

    Espreme, comadre, no se baje del carro tan rpido.

    Antonio Domnguez, Igualmente verosmiles e igualmente inverificables, punta seca y transferencia, 76 56 cm, 2011

  • 56 l de partida

    CUENTO

    Djeme cinco minutitos para respirar profundo. S, mi-re qu buena idea es sa de abrir las ventanas. Se siente un poco sofocado aqu, y yo vestida casi como mon ja tambin siento que me asfixio, como si se me sentara alguien en el pecho. Tampoco crea que es por que el

    vestido me aprieta, comadre, as se usan hoy en da y si una va a salir a lugares como ste, debe demos trar que sabe comportarse. Siempre me dan unos v gui dos tremendos cuando llego al banco porque me acuerdo de cuando me avisaron que mi Tomasito ya no regre saba, y me pone todava peor que no hayan encontrado el cuer-po. Usted cree que no lo hayan encontrado, co ma dre, o ser que esos gringos me dicen mentiras y lo estn usando para algo malo? Me pone mal, comadre, me pone mal no poder darle santa sepultura. Aunque si le die-ra sepultura, todo el mundo sabra que est muer to y ah s, a ver cmo me deja la Jazmn volver a ver a Gi lito. To-do est mal, co madre, yo le dije al Toms desde el prin-cipio que no se fuera al otro lado, clarito se lo dije. Pero no: la Jazmn necesitaba dinero para el chamaco y se-gn l aqu ya no haba trabajo. Lo que pasa es que no le gustaban los trabajos de aqu, senta que el taller me-cnico donde estaba era muy poca cosa para l por que alguien fue a decirle que en el gringo todos los me c-nicos ganaban montones de dinero.

    Maldigo el da en que le dijeron eso, y maldigo to-dava ms el da que lo convenc de enlistarse en el ejrcito. Pues yo qu iba a saber, comadre, si la oferta pareca no tener desperdicio. Que si le iban a dar sus papeles para nacionalizarse y se iba a poder llevar a su familia, que si le iban a dar una beca para ser universita-rio Se ima gina, comadre, a mi Tomasito vestido de universitario, con su mochila llena de libros y poniendo un consultorio de doctor o de dentista o de abogado? As me lo imagin yo. Me imagin a Gilito yendo a la es-cuela all, aprendiendo ingls, dicindome grn ma y ensendome otras cosas adems del tenkiu y el jelou

    abajo: Teresa Olmedo, Miserable, polister, collage de recorte de papel guarro, polister lquido, 38 28 cm, 2011

  • l de partida 57

    CUENTO

    Porque no es por nada, pe ro yo hablo un poquito de in-gls. Tampoco tanto, no vaya a empezar como sos de a ver, cmo se dice no s qu?, porque esa gente me en-fada, pero la verdad es que s me defiendo. Yo creo que si Tomasito hubiera regresado, hasta me hubiera lle va-do con ellos a vivir all para que le cuidara al Gilito.

    Qu tiempos hubieran sido sos, comadre. Perdne-me que suspire y se me corte un poquito la voz, pero una no es de piedra. Va a decir que soy una ridcula, pero a veces hasta sueo que las cosas s fueron as, y pien-so que no voy a despertar en es te pueblo polvoriento y abandonado, sino en una casa californiana para hacer-les de desayunar unos jotquics a Tomasito y a Gilito. Yo lo convenc, comadre, fui yo. Per dneme la lloradera, comadre, pero es que yo le dije que se fuera a la guerra sa, que se hiciera parte del ejrcito para convertirse en ciudadano. La Jazmn no quera, siem pre dijo que era peligroso y a m no me lo pareca, ya ve que en las pe-lculas nunca se mueren los gringos, siempre tienen unos trajes especiales y unas armas con no s qu tec-nologa y van y los rescatan cuando la cosa se pone pe-liaguda. Mi Toms siem pre fue un muchachito tan fuerte y tan capaz que yo nunca pens que le fuera a pasar na-da, comadre, se lo juro. Y tan es as, que la gente tam-bin lo miraba de esa manera y por eso a nadie se le ha ocurrido que est muerto, todos creen que sigue vivo por su carcter fuerte y porque siempre fue muy atltico S sabe qu significa atltico, verdad, comadre? No me vea as, si lo sabe basta con que me lo diga, pero no me haga esa cara de cajera de banco.

    Espreme otro segundito, comadre, que no tenemos prisa. Le voy a hacer una con fesin, pero no se le vaya

    a salir por ah: se me est acabando el dinero que me dej Toms antes de irse a la guerra. Hizo bien en de-jrmelo todo a m porque seguro la Jazmn se lo hu-biera gastado todo en una sentada, pero se me est acabando y ya no s qu hacer, cuando ya no pueda hacer estos depsitos a su nombre, todo mundo va a saber que mi Tomasito se fue a morir a vaya usted a sa-ber qu desierto, hasta la Jazmn se va a enterar. Ser que le vaya depositando menos? Eso pensaba hacer hoy, poner menos dinero en la cuenta y decirle que me ha-bl Toms para avisarme que les estn pagando menos porque ya casi no hay combates y esas cosas. O pue do ha cer el depsito cada dos meses, pero qu va a pasar cuando se me acabe ese poqui to dinero? S me gusta-ra seguir viendo a Gilito, comadre, pero la verdad es que ni mo do que le d mi dinero a la chamaca, y lue go yo de qu vivo. Porque no es por nada, pero la cha maca

    Teresa Olmedo, Por sancho, polister, collage de recorte de papel guarro, polister lquido, 38 28 cm, 2011

  • 58 l de partida

    CUENTO

    s es medio dispersa. Yo me he dado cuenta de que lue-go anda ah muy rodeada de muchachos, y no de la mejor calaa, la verdad. Las ltimas semanas hasta me la he pensado dos veces en ir a su casa, porque luego hay mu cho ma landro por ah y pues una todava puede le-vantar pasiones, o vaya usted a saber qu, co ma dre. S quiero ver a Gilito, pero luego ella es muy malcriada y me hace caras, comadre, me hace caras cuando en rea-lidad yo me encargo de ellos, imagnese que hasta me tengo que estar escondiendo para hacerle los depsitos a nombre de Toms. Me ha ce pasar las de Can aguan-tando las miradas de gente como la cajerucha sta, y todo para qu? Para que al final del da la muy cuzca me haga muecas?

    Se da cuenta, comadre, de lo ingrata que puede ser la gente? Todava que le estoy dando los pesos que me dej Toms para que ella mantenga a un nio que ni si quiera se parece tanto a su padre. Eso, suponiendo que mi Tomasito s haya sido el pap, comadre, ya ve que la gente s anda diciendo muchas cosas y cuando el ro sue na pues ya sabe. Yo no voy a acusar a nadie por-que no me gusta hablar de la gen te, pero de que a la chamaca le gusta que la busquen, pues le gusta. Y lue-go qu va a pasar? Yo le voy a estar manteniendo sus pachangas con el dinero de mi propio bolsillo? Pues no, comadre, yo tambin tengo que pensar en m porque ya ni hijo tengo, tengo noms un nieto que se supone que s es mi nieto y es hijo de una mujer que desde el principio me ha puesto mala cara. Y cuando se arrejun-te ella con otro? Cuando el nio tenga otra abuela, yo qu voy a ser? Nada, comadre, me voy a quedar chiflan-do en la loma y sin un peso en el bolsillo. Yo s que

    suena mal y que parece que slo pienso en m, pero si yo no pienso en m quin lo va a hacer, comadre?

    Esos silencios suyos me ponen muy nerviosa, co-madre. Desde la primera vez que mencion lo de Gilito y que si la gente deca lo que dice, usted se me qued muy ca llada. Ni a los ojos me mir. No es por nada, comadre, pero yo si algo tengo es que soy muy observadora y clarito me di cuenta de que desviaba la mirada, y aho-ra que le volv a decir esto hizo lo mismito. No le voy a soltar la pregunta, comadre, pero quie ro que sepa que ya recib el mensaje. Usted siempre ha sido bien dere-cha conmigo, comadre, y por eso es a la nica que le he dicho la verdad y ahora es la nica que sabe que se me estn acabando los dlares.

    Usted est aqu conmigo, y lo ha estado en las buenas

    Teresa Olmedo, La casa es sin duda alguna un ser privilegiado, linleo impreso en papel japons e hilografa, 14 19 cm, 2014

  • l de partida 59

    CUENTO

    sacarnos de este pueblucho. Ni una noticia dio mi mari-do, usted cree? Yo escog pensar que se haba quedado a medio camino pe ro la verdad es que siem pre me cal escuchar por aqu que mi Teodoro ya tena otra familia, que se haba juntado con una gringa y ya tena unos hijos bien geritos y bien bonitos que ni ha blaban espaol. Al modo, comadre, as me dejaron los dos, por otras fulanas y por estar de ambiciosos queriendo hacerse ricos de la noche a la maana. Y qu hi ce yo, comadre, cuando me qued sin marido? Me puse como la Jazmn a esperar dinero y a conseguirle otro pap a mi hijo? No, seor. Yo me puse a trabajar: lav ajeno, cos ajeno, limpi ajeno, y todo por el Toms, que de m ni se acord. Us ted cree que cuando me comen t que me iba a mandar a m el di-nero para su mujer y su hijo me dijo que de ah sacara algo para m? Pues claro que no, se le ha de ha ber olvi-dado que yo lo par, habr crecido de los rboles.

    Sabe qu, comadre? cheme aguas. Avseme si no viene carro atrs, a m luego me da tortcolis por voltear mucho la cabeza. S sabe qu es tortcolis, verdad, co ma dre? Si no lo sabe ni se agite, yo ahorita se lo voy a explicar. Nada ms que logre salir de este estacionamien-to todo mal hecho, se lo digo, comadre. Qu depsitos voy a andar haciendo yo, si ni ahorros tengo. Lo que debe-ramos hacer es poner un nego cito que nos garantice una vejez tranquila, porque ya no se puede confiar en nadie. Una cocina econmica, comadre, yo cocino deli-cioso. Yo s que alabanza en boca pro pia es vituperio, pero qu le va uno a hacer, ni modo que esconda mis ta lentos y diga que no s hacer nada, si mis aos me ha costado tener tan buena sazn. Y platqueme, coma-dre, usted qu sabe hacer?

    y en las malas, pero ni mo do de cargarle la mano pi din-dole dinero. El que debi haber pensado en m era mi Tomasito, pero igual se fue del otro lado. Yo le su pliqu, comadre, le supliqu que no se fuera, pero no le im-port. Andaba sintindose el muy hombre, queriendo cum plirle todos los caprichos a la chamaca y no le im-port yo, que a punta de sacrificios lo saqu ade lante sola. Se le olvid, comadre, que fui padre y ma dre a la vez. Se fue y me encarg aqu a su familia, que de la po-bre abuela ni cargo se va a hacer.

    Ahora que lo pienso, Toms se pareca mucho a su pap. Los dos se fueron y me de jaron aqu, como si na da. Cuando se fue su pap, ah estuve yo encubrindolo, que seguro iba a regresar, que cuando terminara de trabajar en el otro lado regre sa ra para traernos mucho dinero y

    Teresa Olmedo, La casa es sin duda alguna un ser privilegiado, linleo impreso en papel japons e hilografa, 14 19 cm, 2014

    P

  • 60 l de partida

    Teresa Olmedo, Trolebs, transferencia, hilografa y dorado, 19 38 cm, 2013

  • l de partida 61

    Concurso literario

    La crnica como antdoto

    Jurado: Leonardo Tarifeo, Magali Tercero y Jorge Pedro Uribe

    Centro Cultural Universitario TlatelolcoDireccin de Literatura

    Direccin General de Publicaciones y Fomento Editorial

  • 62 l de partida

    LA CRNICA COMO ANTDOTO

    Silencio en TlatelolcoPrimer premio

    Jonathan Jess Garca Palma

    Jorge lleg a las siete a la escuela secundaria en la que estudiaba desde haca ca-si tres aos. Era una maana de viernes y todo indicaba que sera un da com ple-tamente soleado. Por eso, aquel adolescente de quince aos haba decidido no llevar su chamarra de la suerte. Las puertas ya es taban abiertas y el conserje lo reci-bi, como era su costumbre, con una sonrisa y un apretn de manos. Qu pas, mi estimado Jorge? A darle con todo y a echarle mu chas ganas, dijo don Miguel, hombre ya mayor pero que an se haca cargo del plantel es colar. El estudiante le respondi con una sonrisa, un clido saludo y su agra decimiento.

    Despus de la bienvenida, el muchacho se dirigi al saln de clases y encontr a algunos de sus compaeros platicando, como era usual antes de iniciar las activida-des. Por un momento los mir con la intencin de hablarles, pero se contuvo; des pus pronunci un escueto Hola. No recibi respuesta. Luego de tomar asiento, volte hacia la entrada del aula y vio llegar a Emma y a Roberto, sus amigos, quienes se presentaban tomados de la mano pues recin comenzaban a salir como novios. El ros-tro de Jorge se entristeci un poco, situacin que Emma percibi.

    Ya te va a tocar, ya vers. Pero cambia esa cara, porque si no lo haces ninguna chava te va a pelar en la escuela, dijo ella mientras le daba una palmada en la espal-da. Unos segundos despus, Roberto y Jorge chocaron las manos y luego el pro fesor de Matemticas, primera clase del da, inici la jornada escolar. En ese preciso momen-to tambin llegaron Ricardo, Manuel y Osvaldo, tarde como siempre, y empu jando a quien se encontrara en su camino.

    Antes de comenzar, el maestro decidi recoger las tareas de acuerdo al orden de la lista de asistencia. Como se trataba de unos cuantos problemas, opt por revisar ca da trabajo y calificarlo de inmediato. Su atencin se distrajo. Aprovechando la oportu ni-dad, Ricardo se levant de su banca y golpe el hombro de Jorge con el puo cerra do. Despus le pregunt si haba trado la tarea que le haba encargado. Cul tarea?, dijo el alumno. No te hagas pendejo, te dije que te tocaba hacer mi tarea del da de hoy, as que dmela, repuso Ricardo en voz baja, casi al odo.

    Ve a hacer tu tarea t mismo, pinche Ricardo, intervino Roberto. T no te metas, puto, no vengas a defender a la Jorgita del saln, dijo aquel. Roberto se levant de su asiento y estuvo a punto de iniciar un pleito con Ricardo, pero el profesor se percat del asunto y rega a ambos. Enseguida, pidi al estudiante conflictivo que en tre ga ra

  • l de partida 63

    LA CRNICA COMO ANTDOTO

    su trabajo y l argument que lo haba olvidado en casa. El resultado fue un punto me-nos en el bimestre que, de por s, tena casi perdido. Despus de quejarse, el muchacho volte a ver a Jorge. Vas a ver, puto, dijo mientras le diriga una furiosa mirada.

    Jorge saba a lo que se refera su compaero de clase puesto que tena experiencia recibiendo sus golpes y quejndose por ello en la direccin del plantel sin que la directora atendiera sus reclamos. En casa, su padre le haba dicho que era un bueno para nada al no poder defenderse y su madre, enferma de cncer, no tena la energa suficiente para apoyarlo, por lo que casi deba enfrentar el problema solo, de no ser porque contaba con el apoyo de don Miguel y de sus amigos Emma y Ro berto, quienes siempre lo acompaaban a levantar los reportes. Gracias a ellos las cosas no se ha-ban agravado, pero no era posible ayudar al joven en todo momento.

    Jorge era una vctima de violencia escolar, eso que hoy se conoce como bullying, pero que en 1997 se denominaba de otra forma en Mxico y que, en ambos momen-tos, ha sido visto como un juego de nios o travesuras de muchachos, cuando, en realidad, no es as.

    No le hagas caso, Jorge, dijo Roberto a su amigo. Yo no s por qu la directo-ra no lo expulsa, ya ni siquiera tiene la edad para estar aqu, intervino Emma. Jor-ge mantuvo la mirada en sus amigos y sonri levemente. En realidad, la responsable del plantel no tomaba cartas en el asunto porque el padre de Ricardo conoca de talles nada honrosos de su pasado y ella estaba dispuesta a ocultarlos de cualquier forma, an a costa de la integridad de uno, o varios, de los estudiantes.

    Despus de la clase de Matemticas vinieron Biologa, Geografa e Historia. Al tr-mino de esta ltima, empez el receso de veinte minutos y Jorge cre y que ah sera cuando Ricardo lo golpeara por lo sucedido en la maana. Cuando baj al patio, aquel bravucn le ensuci el suter y el pantaln con yogurt y le ech un poco de refresco en la cara. Eres un tarado, Jorge, deca mientras agreda a su com paero ante las burlas de Osvaldo y Manuel, cmplices de todas sus fechoras.

    Al igual que en otras ocasiones, Emma y Roberto llegaron a tiempo para impedir que continuara el tormento y don Miguel le llev una toalla para que se limpiara. Pin-ches metiches, deca Ricardo, pero no se atreva a enfrentar a Roberto, claramente ms fuerte que l. Ya te dije que no te metas con mi amigo, si te metes con l, te metes conmigo, le advirti Roberto.

    Jonathan Jess Garca Palma (Ciudad de Mxico, 1986). Licenciado en Pedagoga por la Facultad de Filosofa y Letras de la unam, ganador de la Medalla Gabino Barreda al Mrito Universitario. Actualmente cursa la maestra en Pedagoga en la misma casa de es-tudios y se desempea como asesor pedaggico independiente. Ha participado en eventos nacionales e internacionales presentando trabajos en materia de Filosofa de la Educacin, movilidad estudiantil, cooperacin acadmica y escenarios de intervencin del pe-dagogo en Mxico.

  • 64 l de partida

    LA CRNICA COMO ANTDOTO

    Concluido el receso siguieron las clases de Ingls y de Educacin Fsica, en la cual Jorge recibi ms de un balonazo y Roberto y Ricardo termina ron por empujarse mu-tuamente y estuvieron a punto de llegar a los golpes. La ltima clase fue la de Civismo y Ricardo se mantuvo tranquilo.

    Al trmino del da, cerca de las dos de