Renzo Cavani - El amparo en los tiempos del TC: Prescripción y justificación de las decisiones

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170 SUMILLA El amparo en los tiempos del TC: Prescripción y justificación de las decisiones Renzo CAVANI BRAIN* La interposición de la demanda de amparo dentro del plazo legalmente establecido constituye un requisito indispensable para su procedencia. Recientemente, el Tribunal Constitucio- nal consideró que no correspondía aplicar este plazo pres- criptorio en los casos en que la vulneración provenga de la omisión de cumplimiento de un acto obligatorio, como es un mandato judicial (STC Exp. Nº 05369-2009-PA/TC). Al respec- to, el autor considera que no debió solo invocarse el principio pro actione para superar la regla procesal de procedencia del amparo sino que debió brindarse una mayor argumentación. Si nuestro Tribunal Constitucional (TC) quie- re realmente convertirse en una corte de vér- tice capaz de dar unidad al derecho consti- tucional mediante interpretación, generando un respeto de sus precedentes por todos los jueces, entonces debe preocuparse por argu- mentar sus decisiones de forma racional y adecuada. No se trata de persuadir, porque la justificación judicial no se dirige a gene- rar aceptación en sus destinatarios ni el prece- dente descansa en las buenas razones, sino en la autoridad y la jerarquía institucional. 1 Una corte de vértice debe justificar bien (por tan- to, argumentar), además de cumplir con su deber de motivar sus decisiones y la exten- sión que dicho deber posee, porque su tarea es darle sentido al Derecho de forma definiti- va, orientando cómo deben ser entendidos los textos normativos y los elementos no textua- les del ordenamiento jurídico. Un argumenta- ción deficiente, unas razones que no son bue- nas, contribuye poco o nada con la progresiva evolución del Derecho que toda corte de vér- tice debe tener como tarea. Es sabido que nuestro TC huye constante- mente de dicha función. El modelo de corte que este Colegiado ha elegido ser es una que no es capaz de unificar la interpretación de la Constitución. Y en mi opinión, casos como el que es materia de comentario son un clarísi- mo ejemplo de ello. Se trata de oportunidades desperdiciadas para desempeñar la función que le corresponde porque nuestra Constitu- ción así se lo ha encargado. A continuación realizaré algunos comentarios críticos sobre este caso que muestra diversos puntos de análisis muy interesantes y que bien pudieron consistir en un importante precedente: i) Se verifica que hubo una decretación de nulidad de diversos ac- tuados de un proceso de ejecución en el marco de un proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta (NCJF). Dicha decisión, a su vez, adquirió cosa juzgada, y es precisamente ella la que el demandante del proceso de amparo buscó privilegiar. La decre- tación de nulidad procesal se caracteriza porque es pronuncia- da por una autoridad competente para desconstituir la eficacia * Magíster en Derecho con énfasis en proceso civil por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS). Abogado por la Universidad de Lima. 1 Cfr. MARINONI, Luiz Guilherme. Precedentes obrigatórios. 3ª ed. Revista dos Tribunais, São Paulo, 2013. Un tema de la más alta importancia al tratarse so- bre precedentes es, primero, determinar qué modelo de corte es la apropiada para formar y aplicar precedentes, esto es, a través de la interpretación jurídica, para dar unidad al Derecho. Esa es la preocupación de parte importante de la doctrina: cfr. MARINONI, Luiz Guilherme. O STJ enquanto corte de precedentes –recom- preensão da função da corte suprema. Revista dos Tribunais, São Paulo, 2013; MITIDIERO, Daniel. Cortes Superiores e Cortes Supremas - do controle à in- terpretação, da jurisprudência ao precedente. Revista dos Tribunais, São Pau- lom, 2013. ANÁLISIS Y CRÍTICA

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La interposición de la demanda de amparo dentro del plazo legalmente establecido constituye un requisito indispensable para su procedencia. Recientemente, el Tribunal Constitucional consideró que no correspondía aplicar este plazo prescriptorio en los casos en que la vulneración provenga de la omisión de cumplimiento de un acto obligatorio, como es un mandato judicial (STC Exp. Nº 05369-2009-PA/TC). Al respecto,el autor considera que no debió solo invocarse el principio pro actione para superar la regla procesal de procedencia del amparo sino que debió brindarse una mayor argumentación.

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SUM

ILLA

El amparo en los tiempos del TC: Prescripción y justificación de las decisiones

Renzo CAVANI BRAIN*

La interposición de la demanda de amparo dentro del plazo legalmente establecido constituye un requisito indispensable para su procedencia. Recientemente, el Tribunal Constitucio-nal consideró que no correspondía aplicar este plazo pres-criptorio en los casos en que la vulneración provenga de la omisión de cumplimiento de un acto obligatorio, como es un mandato judicial (STC Exp. Nº 05369-2009-PA/TC). Al respec-to, el autor considera que no debió solo invocarse el principio pro actione para superar la regla procesal de procedencia del amparo sino que debió brindarse una mayor argumentación.

Si nuestro Tribunal Constitucional (TC) quie-re realmente convertirse en una corte de vér-tice capaz de dar unidad al derecho consti-tucional mediante interpretación, generando un respeto de sus precedentes por todos los jueces, entonces debe preocuparse por argu-mentar sus decisiones de forma racional y adecuada. No se trata de persuadir, porque la justificación judicial no se dirige a gene-rar aceptación en sus destinatarios ni el prece-dente descansa en las buenas razones, sino en la autoridad y la jerarquía institucional.1Una corte de vértice debe justificar bien (por tan-to, argumentar), además de cumplir con su deber de motivar sus decisiones y la exten-sión que dicho deber posee, porque su tarea es darle sentido al Derecho de forma definiti-va, orientando cómo deben ser entendidos los textos normativos y los elementos no textua-les del ordenamiento jurídico. Un argumenta-ción deficiente, unas razones que no son bue-nas, contribuye poco o nada con la progresiva evolución del Derecho que toda corte de vér-tice debe tener como tarea.

Es sabido que nuestro TC huye constante-mente de dicha función. El modelo de corte que este Colegiado ha elegido ser es una que no es capaz de unificar la interpretación de la Constitución. Y en mi opinión, casos como el que es materia de comentario son un clarísi-mo ejemplo de ello. Se trata de oportunidades desperdiciadas para desempeñar la función que le corresponde porque nuestra Constitu-ción así se lo ha encargado.

A continuación realizaré algunos comentarios críticos sobre este caso que muestra diversos puntos de análisis muy interesantes y que bien pudieron consistir en un importante precedente:

i) Se verifica que hubo una decretación de nulidad de diversos ac-tuados de un proceso de ejecución en el marco de un proceso de nulidad de cosa juzgada fraudulenta (NCJF). Dicha decisión, a su vez, adquirió cosa juzgada, y es precisamente ella la que el demandante del proceso de amparo buscó privilegiar. La decre-tación de nulidad procesal se caracteriza porque es pronuncia-da por una autoridad competente para desconstituir la eficacia

* Magíster en Derecho con énfasis en proceso civil por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS). Abogado por la Universidad de Lima.

1 Cfr. MARINONI, Luiz Guilherme. Precedentes obrigatórios. 3ª ed. Revista dos Tribunais, São Paulo, 2013. Un tema de la más alta importancia al tratarse so-bre precedentes es, primero, determinar qué modelo de corte es la apropiada para formar y aplicar precedentes, esto es, a través de la interpretación jurídica, para dar unidad al Derecho. Esa es la preocupación de parte importante de la doctrina: cfr. MARINONI, Luiz Guilherme. O STJ enquanto corte de precedentes –recom-preensão da função da corte suprema. Revista dos Tribunais, São Paulo, 2013; MITIDIERO, Daniel. Cortes Superiores e Cortes Supremas - do controle à in-terpretação, da jurisprudência ao precedente. Revista dos Tribunais, São Pau-lom, 2013.

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de actos procesales realizados2. En este caso, hubo una expre-sa supresión de los efectos por una gran cantidad de resolucio-nes del proceso de ejecución viciado. Tras ello, es del todo impertinente que el juez de la ejecución decrete una segun-da nulidad: los actos ya fue-ron anulados en los límites de la decisión del proceso de NCJF. Lo que se debió hacer es dar cumplimiento a la decisión (algo muy diferente a anular); sin embargo, el juez de la eje-cución no hizo más que inter-ferir en el cumplimiento de una sentencia con cosa juzgada que –curiosamente– él mismo tenía que dar.

ii) Resulta interesante destacar que tras la Resolución Nº 110 (de fecha 23 de enero de 2001, mediante la cual el juez de eje-cución rehusó cumplir la deci-sión con cosa juzgada) el de-mandante del amparo pidió la nulidad de ella, pedido que fue declarada improcedente me-diante Resolución Nº 118, del 20 de junio de 2001. La deman-da de amparo, por su parte, fue interpuesta el 21 de diciembre de 2001. De aquí podrían con-cluirse dos cosas: (a) hubo di-versas actuaciones destina-das a cuestionar la Resolución Nº 110 en el propio proce-so de ejecución, tales como el pedido de nulidad, anteriores a la presentación de la deman-da de amparo; (b) no se men-ciona que se haya interpuesto apelación contra la Resolución Nº 110 ni contra la Nº 118.

Al respecto, considero que un punto de aná-lisis de la más absoluta rele-vancia (lo cual, es claro, no fue analizado por el TC) es deter-minar si el re-currente debió apelar la reso-lución atacada mediante la de-manda de amparo para poder presentar ésta válidamente. La Ley Nº 23506 (ley aplicable al caso), en su parca regulación, nada dice al respecto, por lo que sería necesario interpretar si dicha ley consagraba o no la residualidad del amparo y, por tanto, si era necesario agotar las vías judiciales para presen-tar la demanda de amparo. En este caso, se debió determinar si era necesario apelar la Reso-lución Nº 110 (de primer gra-do), de lo contrario se entendía que el recurrente la había con-validado. De la misma manera, por el sólo hecho depresentar un pedido de nulidad –poste-riormente declarado improce-dente– es posible intuir que el plazo para apelar aquella reso-lución (3 días contra autos) se había agotado.

Después de una detenida lec-tura de la Ley Nº 23506, ten-go mis dudas sobre cómo se debió decidir esta cuestión: a) si concluir que dicha ley exigía apelar toda decisión de primer grado para presentar el ampa-ro, por lo que la demanda sería

improcedente; b) si entender que, bajo la vigencia de dicha ley, no era necesario agotar semejante vía judicial para ingre-sar a la justicia cons-titucional. Se trata de una interpretación difícil, pues en am-bos casos está faltan-do el texto norma-

tivo del cual se pueda extraer una norma que guíe o haya po-dido guiar la conducta de los justiciables3. Este punto, me parece, es sumamente delicado y no tengo una respuesta clara para ello.

iii) Parece ser verdad que hubo un exceso en el plazo de prescrip-ción (caducidad, según la Ley Nº 23506, con un máximo de 60 días4) para interponer la de-manda de amparo, tal como el juez Álvarez Miranda lo men-ciona en el fundamento 5 de su voto singular. Al respecto, se aprecia que el voto en ma-yoría realiza la siguiente fun-damentación: no es posible sa-ber si hubo o no prescripción (1) porque en el expediente del amparo no se encuentra la cé-dula de notificación, (2) por-que el procurador del Poder Ju-dicial no lo alegó y (3) porque los jueces del proceso de ampa-ro no lo repararon y, siendo que existe duda, se emplea el “prin-cipio pro actione” (esa autén-tica norma-cajón de sastre) y problema solucionado. Consi-dero que se trata de una argu-mentación bastante pobre, pues

2 Cfr. CAVANI, Renzo. La nulidad en el proceso civil. Palestra, Lima, 2014, v. capítulo III.3 Cosa que fue corregida por el artículo 4 del Código Procesal Constitucional: “Es improcedente [el amparo contra resoluciones judiciales] cuando

el agraviado dejó consentir la resolución que dice afectarlo”.4 Artículo 37. Plazo de caducidad de la acción de amparo.- El ejercicio de la acción de Amparo caduca a los sesenta días hábiles de producida la afec-

tación, siempre que el interesado, en aquella fecha, se hubiese hallado en la posibilidad de interponer la acción. Si en dicha fecha esto no hubiese sido posible, el plazo se computará desde el momento de la remoción del impedimento.

[L]a regla que impone un plazo para presentar una demanda no está allí por gusto ni para que un juez (sea o no el TC) la aplique cuando mejor lo entienda conveniente.

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tranquilamente se podía pedir al recurrente o al propio Poder Judicial que lleve al proceso el cargo de la notificación. De esa manera se podía tener el cono-cimiento de cuándo fue notifi-cada la Resolución Nº 110 del 23 de enero de 2001.

Con ello, el TC podía haber re-suelto de dos modos diversos: a) declarar improcedente la de-manda tal como lo hizo el juez Álvarez Miranda; b) constatar que, de hecho, existió un ex-ceso de plazo para presentar la demanda pero que decida supe-rar la regla y, por consiguien-te, no aplicarla. El primer caso es una simple subsunción; el segundo implica una argumen-tación bastante compleja y ri-gurosa. ¿Por qué esto último? Las reglas, al ser normas que prescriben de forma directa un comportamiento a ser adopta-do, cuando son excepcional-mente superadas exigen una justificación suficiente, con base en criterios que estén ade-cuadamente definidos. Uno de ellos, por ejemplo, es que se busque privilegiar no una jus-ticia particular, sino una justi-cia general, esto es, que la so-lución sea universalizable y no se restrinja a resolver ape-nas un caso concreto (lo cual es moneda corriente en el TC en su labor justiciera)5. Al res-pecto, una regla no puede de-jar de ser aplicada argumentan-do una supuesta colisión con un principio. A pesar de que

ambas normas encierran idén-ticos juicios de deber-ser (los principios no son “mandamien-tos de optimización” ni tampo-co “comandos a ser optimiza-dos”), las reglas están dotadas de una rigidez especial que los principios no poseen, lo cual determina su aplicabilidad de forma más directa. La diferen-cia entre reglas y principios, por tanto, reside en el modo de justificación necesario para su aplicación, dado que las reglas, por presuponer una carga argu-mentativa menor para la sub-sunción, en el soporte fáctico, del comportamiento exigido, son preliminarmente decisivas, esto es, buscan ofrecer una so-lución específica para un con-flicto6, reduciendo problemas de coordinación, conocimien-to, costos y control del poder.7 Esto no puede ser simplemen-te apartado por principios, ni siquiera siendo ellos constitu-cionales: en ese caso se requie-re demostrar por qué la regla infraconstitucional se opone a qué norma constitucional.

Otra hipótesis sería un conflic-to entre reglas del mismo ni-vel. En ese caso sería absoluta-mente necesario, por ejemplo, indicar cuál es la regla con-flictuante (fundamentando la interpretación que genera la existencia de una antinomia y, posteriormente, su solución8) o, en todo caso, cuál es el postula-do normativo-aplicativo (nor- ma de segundo grado) que

interfiere en la aplicación de la regla. Aquí puede darse el caso, por ejemplo, de usar el postula-do de la razonabilidad, a través de un análisis de equidad, con-gruencia o equivalencia9, para justificar por qué una regla no puede ser aplicada. Eso, como es claro, implica una carga ar-gumentativa mucho mayor que la simple mención del así lla-mado principio pro actione y la constatación que ya habían pa-sado más de 10 años desde la interposición de la demanda de amparo.

De esta manera, la justificación para lo que el TC decidió en la práctica es muchísimo más compleja de lo que sus miem-bros entienden. Queda más que claro que para el TC las reglas infraconstitucionales poco o nada importan, o solo importan de vez en cuando. Ello es con-secuencia directa de entender la supremacía constitucional como una herramienta (retóri-ca) para hacer justicia al caso concreto sin una argumenta-ción mínimamente aceptable: al final –se dice– todo es cons-titucional. Asimismo, pienso que sería una buena idea que el TC resuelva con la ley apli-cable para ese caso, y no con el Código Procesal Constitu-cional, menos aún para justi-ficar su decisión de superar la regla del plazo prescriptorio utilizando como argumento la regla contenida en el artículo 44 inciso 5 de dicho Código10,

5 Para el complejo tema de la superación de las reglas, cfr. ÁVILA, Humberto. Teoria dos princípios - da definição à aplicação dos princípios jurí-dicos. 13ª ed. Malheiros, São Paulo, 2012, p. 120 y ss.

6 Ibídem, p. 88.7 ÁVILA, Humberto. “Neo-constitucionalismo: entre la ‘ciencia del Derecho’ y el ‘derecho de la ciencia’”. Trad. Laura Criado Sánchez, revisión de

Renzo Cavani. En: Gaceta Constitucional. Nº 66. Gaceta Jurídica, Lima, junio 2013, p. 205.8 Cfr. CHIASSONI, Pierluigi. Tecnicadell’interpretazione giuridica. Il Mulino, Boloña, 2007, p. 251 y ss.9 ÁVILA, Humberto. Teoria dos princípios. Ob. cit., p. 144 y ss.10 Artículo 44. Plazo de interposición de la demanda.- (…) 5) Si el agravio consiste en una omisión, el plazo no transcurrirá mientras ella subsista.

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la cual no existía en la Ley Nº 23506.

Nótese que no estoy sugirien-do que en este caso concreto el TC haya tenido que superar la regla o no superarla. Nada de eso. Se trata, en realidad, al igual que el ítem anterior, de una interpretación muy delica-da. Y es que la regla que impo-ne un plazo para presentar una demanda no está allí por gus-to ni para que un juez (sea o no el TC) la aplique cuando mejor lo entienda conveniente: existe el principio de seguridad jurídi-ca, en su dimensión de exigen-cia de cognoscibilidad del de-recho, que debe ser respetado. Si el TC decide superar sin más esa regla, ¿qué tipo de orien-tación de conducta se le ofre-ce a los litigantes y al ordena-miento jurídico en general? A los primos, probablemente que

interpongan demandas de am-paro, buscando suerte, a pesar de la extinción del plazo pres-criptorio; a los segundos, que vean en las reglas de los pla-zos un corsé del cual fácilmen-te uno se puede liberar. Pienso que todo esto debió ser conside-rado con mayor detenimiento.

iv) Siendo la corte de vértice en materia constitucional, la inter-pretación que realiza el TC de la Constitución y de la legisla-ción infraconstitucional no es algo que deba ser tomado tan a la ligera como ocurrió en este caso. Y para ello –y esto sí tie-ne que ser constantemente exi-gido por la comunidad jurídica y los operadores del Derecho– es necesaria una argumenta-ción satisfactoria.

En mi opinión, teniendo en cuenta la gran cantidad de casos que aún

se tramitan bajo la Ley Nº 23506 que encierran, a su vez, problemas con la interposición de la demanda de amparo contra resoluciones judi-ciales, tranquilamente podía haber-se sentado un precedente en el sen-tido de determinar en qué medida existía residualidad en la normati-va anterior y, además, cómo se de-bían interpretar las diversas dispo-siciones normativas sobre el tema. Dicho precedente, inclusive, po-día haber sido pensado para que los jueces puedan, a su vez, interpre-tarlo (sí, los precedentes también se interpretan) y adaptarlo a casos análogos, tal como es común cuan-do se trabaja con un sistema de pre-cedentes. No obstante, pienso que el TC perdió una valiosa oportu-nidad para zanjar un problema re-currente en la judicatura. Ojalá que en un futuro próximo la realidad de nuestra corte de vértice sea diferen-te a lo que hoy tenemos.