Revista redes de metal (número 1)
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Dos años, se dice pronto, hace dos años creé lo que es ahora Redes de Metal, era mi primer periplo en el mundo de la escritura
deportiva, sin mucha idea pero con muchas esperanzas. Comencé solo pero al tiempo se unió mi buen amigo Nacho Juan y
entre los dos fuimos llevando el blog como pudimos. Con el paso de los meses íbamos creciendo, la llegada de Germán Coronel
al equipo nos dio un plus de calidad y nos hizo avanzar. Durante estos dos años muchos han sido los amantes del baloncesto
que se han dejado caer por Redes de Metal para aportar su granito de arena, nombres como Nacho Anaya, Carlos Coello, Javier
Hornos, Iván Talayero, Gerard Cano o Felipe Guerrero, entre muchos. Nunca pensé que lo que empezó como un pasatiempo
me llevaría a conocer tanta gente y realizar este tipo de cosas.
Con esta revista, empezamos en Redes de Metal una nueva etapa, tras dos años en los que hemos estado informando a través
de nuestro blog ahora nos lanzamos en formato magazine en el cual cada ciertos periodos de tiempo lanzaremos un especial.
Como siempre, desde Redes de Metal os intentaremos entretener y que aprendáis nuevas cosas sobre el gran mundo del ba-
loncesto. Os damos las gracias y esperamos que os guste.
Sergio Rabinal, Director de Redes de Metal
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NBA
EL DISCURSO DEL PRÍNCIPE ………………………………………………………..…. Pág. 6
EL EQUIPO FRENTE AL INDIVIDUO ………………………………………………… Pág. 9
DEROZAN VS. GEORGE ………………………………………………………………….. Pág. 11
REVUELO RACIAL ………………………………………………………………………….. Pág. 13
EN TIERRA DE NADIE …………………………………………………………………….. Pág. 14
ADIDAS Y LOS BASES …………………………………………………………………….. Pág. 17
EL DÚO DINÁMICO ……………………………………………………………………….. Pág. 18
THIBODEAU Y LA CLAVE DEL ÉXITO …………………………………………………Pág. 20
¿HAY LUZ AL FINAL DEL TÚNEL DE LOS PISTONS? ………………………….. Pág. 22
LIGA ENDESA
SERGIO LLULL: EL EJE …………………………………………………………………….. Pág. 25
ENGRASAR LA MÁQUINA A LA HORA DE LA VERDAD ……………………..Pág. 27
NCAA
EL TESTIGO DE CALHOUN A OLLIE …………………………………………………..Pág. 28
NBA MOCK DRAFT 2014 ………………………………………………………………...Pág. 29
BALONCESTO GENERAL
LA EVOLUCIÓN DEL BALONCESTO ACTUAL ……………………………………..Pág. 31
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K evin Durant no es un hombre que se adapte a la imagen
de superestrella de la NBA. Su cuerpo no resalta por su mus-
culatura, sus brazos no están llenos de tatuajes y su humildad
impresiona. Tras una temporada enorme individualmente y
notable en lo colectivo, el de Washington D.C. ha conseguido
dar un paso adelante.
Todos le teníamos en cuenta y ya avisaba con la posibilidad de
adelantar a su mayor rival y también motivación, LeBron Ja-
mes, pero en la presente campaña está despejando las pocas
dudas que había sobre él. El alero ya está aquí. Ya ha elevado
su juego, consiguiendo lo que en su día hizo al Rey campeón
ante sus intentos por pararlo, los intangibles. Una mejor lectu-
ra de juego que no sólo le hace mejor a él, sino también a sus
compañeros, un instito brutal que nos ha permitido ver a un
jugador brutal en todos los aspectos del juego, renegando de
su rol de anotador puro y, sobre todo, una motivación y unas
ganas de ganar raramente vistas en un jugador de su calibre
durante la temporada regular. Otra vez más, y ya van cuatro,
se proclamó máximo anotador de la liga. Pero el trofeo indivi-
dual de más peso hasta ahora no le llegó hasta el mes de ma-
yo. Ya tenía en sus manos el MVP con el que tanto había soña-
do. Con un consenso casi total entre los votantes, KD destronó
al (hasta que alguien diga lo contrario) mejor jugador del mun-
do.
Su infancia
Ahora mismo se encuentra en la élite. Ganando mucho dinero
haciendo lo que le gusta y por lo que tanto se ha esforzado.
Pero sus tiempos no siempre fueron dorados, como los de la
mayoría de los jugadores de la mejor liga del mundo. Desde
que aún era un bebé, cuando la familia Durant vivía en un
suburbio de las afueras de la capital estadounidense, la figura
paterna se esfumó y no sería hasta los 13 años cuando volvie-
ra. En Seat Pleasant vivía de una manera muy humilde junto a
su madre (quien tenía que trabajar todas las noches para que
tanto él como sus hermanos tuvieran un plato en la mesa a la
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a la hora de comer), su hermano Tony y su abuela Barbara. Su
madre trataba de apartarlo de las cosas negativas del barrio.
Además de su familia, tiene gran importancia para él su primer
entrenador, Charles Craig (o Big Chucky, como él solía llamar),
quien ejerció como un segundo padre para él. En su honor
llevaría hasta el día de hoy el número 35, edad con la que fue
asesinado Craig. Posteriormente iría a la universidad de Texas
donde fue nombrado jugador universitario del año. Así fue
elegido como número 2 del Draft por los Supersonics. Lo de-
más, ya lo conocemos.
Trabajo
El talento siempre le ha acompañado, desde sus días en los
que dedicaba sus tardes a tirar a canasta. Wanda Pratt, la mu-
jer que parió al 35 de los Thunder, siempre dejó claro a él y a
su hermano la importancia del esfuerzo, “siempre les he dicho
que si no lo dan todo no funciona” afirmaba Wanda, de quien
KD heredó la ética de trabajo. Su envergadura ya era visible
cuando apenas iba al instituto. Brazos largos y finos como
alambres que le facilitaban anotar. Pero el triunfo no llega si
estas aptitudes no se complementan con trabajo. Horas tiran-
do en Texas cuando era universitario, pero también en el gim-
nasio. Para hacerse un nombre en la mejor liga del mundo
necesitaba musculatura, él lo sabía y para conseguirlo sacrifi-
caba sus horas con su entrenador personal. Un hambre insa-
ciable no quedó satisfecha al ser elegido en el número 2 del
Draft de 2007 por los Seattle Supersonics. Manejo de balón,
tiro, físico…todo es perfeccionable para él. Su cita preferida es
“el trabajo vence al talento cuando el talento no trabaja duro”,
lo cual dice mucho de un jugador que en su cuarto año en la
liga ya encontró a su referente. LeBron además de rival es su
amigo, y con él trabaja en verano para mejorar sus movimien-
tos. Tras ser vencido por el de los Heat en las finales de 2012
ambos se fundieron en un abrazo. Durant seguía creciendo y
trabajando. Como modelo también ha tomado a otros enor-
mes jugadores como Nowitzki o Larry Bird, declaró él mismo.
Ama el juego y en temporada estival aprovecha el tiempo. Es
conocido en las canchas de streetball del país, por donde se ha
dejado ver más de un verano. Lucha para conseguir un anillo
que la mayoría cree que algún día le llegará.
Explosión
El curso 2013/2014 comenzaba en octubre con gran ilusión en
Oklahoma. Su proyecto seguía en pie aunque les faltaba su
segundo espada. Russell Westbrook se aquejaba de una lesión
en su rodilla derecha. Así, a la estrella, le llegaba más respon-
sabilidad y le tocaba multiplicar sus tareas. Ya no bastaba con
anotar, ahora para liderar también había de rebotear (pues
Westbrook es el base más reboteador de la NBA) y organizar
los ataques de su plantel. “Estoy cansado de ser el segundo”
gritaba a los cuatro vientos. Quería reinar y desde bien pronto
lo hizo. Su rendimiento ha sido bastante elevado a lo largo de
la presente campaña. Los mejores promedios de su carrera en
cuanto a anotación (32 puntos) y asistencias (5,5) mostraban
que había aceptado todo lo que se cargaba en sus espaldas.
Pero no todo quedaba ahí. Consiguió un récord con el que
superaba al gran Michael Jordan; encadenar 41 partidos ano-
tando 25 o más puntos. 4 premios al jugador del mes en su
conferencia (noviembre, diciembre, enero y marzo) caían en
sus manos y fue en el último de estos 4 en el que más dominó.
34,5 puntos, 6,7 rebotes y 5,9 asistencias con un porcentaje de
acierto increíble (67%) incluyendo un partido memorable ante
los Raptors en el que consiguió 51 tantos. El de Washington
estaba desatado. Todos apostaban por él para el MVP tras su
enorme temporada.
A sus pies
Por su elegancia y por su fama de “chico bueno”, KD siempre
ha sido bastante querido. Su explosión en la regular season en
la que finalizó segundo en la dura conferencia Oeste (tan sólo
tras los Spurs) llevaron a todo tipo de personalidades de la
NBA a dejar claro su amor por él. Ya LeBron James afirmó que
veía su trono en peligro por su presencia; “le tengo celos” de-
claraba en enero del presente año. Otro jugador mostró su
admiración por él. El base de los Raptors y excompañero suyo
en el instituto Montrose Christian, Greivis Vásquez, no escon-
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de su deseo por jugar al lado de quien cree “el Jesús de esta
liga”. En los banquillos también se han posicionado al respec-
to. Un técnico respetado como Glenn Doc Rivers cree que “ha
hecho un año de MVP”. En general, todas las reacciones pro-
vocadas por su juego han sido positivas; palabras de admira-
ción y felicitaciones, pero un antiguo compañero suyo no pien-
sa lo mismo. Kevin Martin, actualmente en los Timberwolves,
le acusaba de preocuparse en exceso por ganar el trofeo indi-
vidual de máximo anotador de la NBA. Una mera anécdota
dado que hay un consenso casi total sobre su grandeza e inclu-
so Jordan se ha inclinado a su favor al ser preguntado por la
rivalidad entre él mismo y LeBron en el pasado verano; “Kevin
Durant nos puede adelantar”.
Su momento
25 años y su séptima temporada en la NBA. Se están disputan-
do los PlayOffs en el mes de mayo. A un jugador especial le
llegaba su momento. Su talento ya lo había demostrado y, de
hecho, continuaba haciéndolo creando una armonía perfecta
con su lucha obsesiva por mejorar. No obstante, era un instan-
te para el disfrute. Recibir el trofeo Maurice Podoloff en la
ciudad que le anima cada noche ha sido algo muy especial
para él. Desde el primer momento, en la ceremonia que se
celebraba en su honor, le notamos especialmente emociona-
do. Su rostro lo decía todo. La definitiva confirmación de que
todo su sufrimiento en la infancia y la posterior dedicación
habían tenido recompensa. Junto a todo su equipo se subía al
escenario (gesto bastante significativo, pues nos muestra su
actitud agradecida con los suyos, con los que es bastante leal).
Gesto serio pero cómplice con el público entre el que se en-
contraban tanto fans como familiares. Con un traje oscuro y
camisa blanca complementados con unas gafas de pasta, ya
ante el micrófono era la hora de hablar.
El discurso
Algunos afirman que es el más emotivo de la historia del ba-
loncesto. Ya es todo un hombre y nada tiene que ver con aquel
chico que destacaba en el instituto Montrose Christian. Su vida
es el baloncesto, no una distracción. La ilusión permanece,
pero él sabe la talla de todo lo que ha logrado. Palabras agra-
decidas con todos los suyos y muestra de fe total. Su madre,
sus compañeros, sus seguidores e incluso Dios fueron los re-
ceptores de dichas palabras. Con lágrimas en los ojos y la voz
entrecortada por la emoción del momento, cedió el galardón a
su madre. “Nos hiciste creer, nos alejaste de las calles, nos
vestías, nos dabas de comer cuando tú no tenías nada que
llevarte a la boca, te asegurabas que nosotros comiésemos
aunque tú te ibas a la cama con hambre. Te has sacrificado por
nosotros, tú eres la verdadera MVP" fueron sus palabras. De
los que comparten vestuario con él fue Westbrook quien más
recibió de su parte. “Te quiero, tío. Mucha gente te critica in-
justamente y yo te defiendo”. Para otros como Ibaka o Perkins
también tuvo alguna que otra frase. “Tenemos una relación de
hermanos” dijo de Serge y “uno de los mejores compañeros
que he tenido” de Kendrick. No nos olvidemos de su creencia.
Es cristiano y agradeció a Dios en varias ocasiones por “haber
cambiado mi vida”. Las lágrimas y los aplausos de los allí pre-
sentes resumen a la perfección su conferencia. Emocional pero
lleno de admiración hacia el protagonista de la tarde. El Prínci-
pe tiene los pies en la Tierra pero es ambicioso. ¡Qué tema el
Rey!
Escrito por Germán Coronel
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M uchas veces hemos visto a juga-
dores como Allen Iverson o Tracy
McGrady ganar un partido tras anotar
más de 40 pts o ganar gracias a un tiro
sobre la bocina, pero, ¿cuántas veces les
hemos visto levantar un trofeo de cam-
peón? Y es que los grandes anotadores,
pocas veces están respaldados por un
equipo que esté a su altura. La clave del
éxito de un equipo reside en la confian-
za y eficacia del equipo, la solidez que
puede presentar un equipo bien estruc-
turado puede acabar con grandes juga-
dores capaces de irse hasta los 40 pun-
tos en un partido (o más).
El mejor ejemplo para ilustrar esto son
los San Antonio Spurs, desde hace dos
décadas son el equipo más regular de la
liga. Tal es la solidez de los texanos que
desde la temporada 1989/90 solamente
no han estado en los Playoffs en una
ocasión (1996/97). El mayor culpable de
que esto haya sucedido es Gregg Popo-
vich, que desde su llegada a San Antonio
en 1996 ha mantenido al equipo siem-
pre en lo más alto. Cuatro anillos en cin-
co finales disputadas y es que hasta el
pasado año, la pareja Popovich-Duncan,
nunca había caído en una eliminatoria
por el título. Los causantes de romper
esta estadística fueron los Heat y en con-
creto, LeBron James. Desde su llegada a
Miami, he ido observando cómo este
equipo tiene una dependencia casi total
del James. Esto se vio muy bien reflejado
en los Playoffs de 2012, cuando los Heat
se enfrentaron a equipos equilibrados
con buenos jugadores en cada posición y
se vieron las carencias de Miami. A lo
largo de las últimas temporadas, los Heat
han conseguir rodear a James de jugado-
res que aporten su granito de arena para
mitigar lo que antes comentaba. Con
esto me refiero a que en el equilibrio
está la victoria, depender de un jugador
(o dos) puede funcionarte bien, pero, en
el momento que ese pilar sobre el que se
sostiene el equipo no tenga el día, ¿qué
harás? Si echamos la vista atrás, no mu-
cho, apenas trece años, nos encontra-
mos en las Finales de 2001, Sixers vs.
Lakers, o lo que es lo mismo, Allen Iver-
son contra los Lakers. El gran talento y
buena muñeca de Iverson no fue sufi-
ciente para acabar con un equipo bien
estructurado, y es que no puedes basar
el sistema de todo el equipo en un solo
jugador, como he dicho anteriormente.
Un buen fondo de armario te permite
poder relajarte cuando tienes que dejar
descansar a tu mejor jugador, ese fue el
fallo que decantó la balanza del lado de
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fallo que decantó la balanza del lado de
Los Ángeles.
Volviendo al tema de los Spurs, hay una
estadística que refleja a la perfección lo
que quiero decir con equilibrio y dosifi-
car, el jugador que más minutos juega
del equipo es Tony Parker con 30 MPP
frente a los 38 MPP de LeBron o los casi
39 de Carmelo Anthony. El reparto de
minutos va más allá de una simple medi-
da de descanso de sus hombres principa-
les, esta medida significa el buen banqui-
llo que tiene el equipo y que funciona
bien si sus estrellas no están en pista.
Pero para que funcione una apuesta por
crear un equipo sólido no solo tiene que
estar en juntar a la fuerza a grandes juga-
dores, para que dé sus frutos se debe de
formar un equipo que se entienda den-
tro y fuera de la pista. Un reciente caso
de no conexión del equipo pese a tener
grandes estrellas fueron los Lakers de la
pasada temporada, la idea de juntar a
Howard, Kobe, Pau y Nash no llegó a
buen puerto y el proyecto falló. El mismo
Howard declaró que no se llevaba muy
bien con Bryant, lo que forzó su salida de
California hacia otras tierras, concreta-
mente Houston, donde parece que se
está formando un sólido equipo que ocu-
pa una buena posición en el Oeste.
Analicemos el caso de Monta Ellis, cuan-
do fue traspasado de Golden State a Mil-
waukee, la franquicia californiana tuvo
que elegir entre él y Stephen Curry para
encaminar el proyecto. Los Warriors eli-
gieron a Curry, mandando a Ellis a los
Bucks, una de las razones fue su irregula-
ridad en el juego y la falta de visión de
juego. En sus dos temporadas en Wis-
consin, Ellis pareció dar unos síntomas
de madurez y redujo su egoísmo, pero, la
llama del proyecto de los Bucks se acabó
pronto y fue traspasado este verano con
destino a Dallas. Durante esta tempora-
da, Ellis ha mejorado su juego en equipo,
adaptándose muy bien al estilo de los
Mavs. Ahora parece que “la bala de Mis-
sissippi” ha encontrado su camino a se-
guir gracias al juego en equipo y no al
juego individualista.
Y es que bajo mi punto de vista, crear un
equipo homogéneo con jugadores de
características similares tiene asegurado
que puede llegar lejos si funcionan bien
sus piezas. Como ya dijo Michael Jordan,
“Un jugador gana partidos,
un equipo gana campeona-
tos”
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C alifornia: el estado de las costas de película y las calles
de videoclip. Donde el cine se exporta a todo el planeta y un
simple letrero es conocido en todo el globo. El ejemplo per-
fecto del sueño americano también lo es para los jugadores
de baloncesto. Entre 1989 y 1990, Palmdale y Compton vie-
ron nacer a dos chicos que 20 años después aterrizarían en la
NBA. DeMar DeRozan y Paul George pasaron su primer año
sin pena ni gloria. Muy lejos estarían en su temporada rookie
(tras salir de South California y Fresno State respectivamen-
te) de alcanzar el nivel que hoy mantienen. El de Compton,
líder de unos Raptors que a todos están dejando boquiabier-
tos. Por su parte, el de Palmdale es el referente ofensivo de
un conjunto en horas bajas pero que sigue siendo un conten-
diente para el título.
Primeros pasos
En sus primeros años en la mejor liga del mundo, ambos po-
dían ser el alter ego del otro. George era una parte secundaria
de un proyecto a medio-largo plazo y DeRozan era la sombra
de los Bosh, Bargnani o Calderón. En cuanto a juego, no sólo
compartían posición, sino también porcentajes (rozando el
50% en tiros de campo pero sin llegar a los 7 intentos por par-
tido) y, por supuesto, atletismo. Escoltas que a la postre parti-
ciparían, cada uno, en dos concursos de mates. Pues, a pesar
de no ser protagonistas en sus planteles, sus saltos eran desta-
cables para todos los aficionados de la liga. Incluso a la hora de
subir el escalón y dejar atrás la NCAA ambos tuvieron una eta-
pa muy semejante. En los mocks los situaban en el top 15 y,
mientras que DeRozan fue elegido en 2009 en la novena posi-
ción, George lo fue en el 2010 en la décima.
Tomar responsabilidad
A Paul George le llegó su momento en su tercer año en la liga.
Con un Danny Granger mermado por las lesiones, los Pacers se
encomendaban a él para luchar contra la tiranía de los Heat. El
escolta, entonces movido a alero, supo tomar el mando…¡y de
qué manera! A final de la temporada regular cayó sobre sus
manos de manera muy merecida el premio al jugador más
mejorado del año. Entonces, llegaba el momento de continuar
con la hazaña pero un un período más arduo que el ya pasado.
En los Playoffs, los de Indiana tendrían que hacer caer a Le-
Bron James y a sus Heat. No lo consiguieron, pero cayeron de
una manera muy digna en las finales de conferencia (4-3) y
George y Bron ofrecieron un duelo imperdible en el que el
MVP se rindió ante el crecimiento del Pacer. Por aquel enton-
ces, DeRozan tenía que conformarse con ver la post-
temporada desde el sillón de su casa en el sudeste de Califor-
nia. No obstante, tras el verano comenzaría su momento. En
diciembre, Rudy Gay cambiaría Canadá por Sacramento y los
Raptors se lo agradecieron enormemente.
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Desplegando un baloncesto típico en el Este, los de Dwane
Casey nos fascinaron elevando las expectativas que todos po-
níamos sobre ellos, y ¿su líder? Exacto, el escolta del que os
hablo, DeMar DeRozan, a quien más directamente afectó la
marcha de Gay. Sin él, hubo de ser el que tomara más tiros
que nadie y acaparase la atención de toda defensa rival. Al
finalizar la campaña no le llegó el MIP, pero sí consiguió dispu-
tar su primer All-Star game y, además, tuvo otro premio más
importante para su equipo; devolver a Toronto a unos Playoffs
de los que llevaban alejados 6 años y en los que se enfrentan,
en primera ronda, a los Brooklyn Nets de Paul Pierce y Kevin
Garnett. Su paso de jugador secundario a estrella aún no es
definitivo ni ha sido tan brutal como el de Paul, pero espere-
mos que lo mejor esté por llegar.
Confianza y trabajo
Frank Vogel dio el poder a Paul George como consecuencia de
las lesiones de Granger al igual que Casey lo ha hecho con De-
Rozan tras la partida de Rudy Gay. Confiar en ellos como es-
tandarte ha sido un movimiento arriesgado pero en el que
ambos entrenadores y sus respectivos equipos han salido vic-
toriosos. La determinación de los técnicos a la hora de selec-
cionar a sus jugadores franquicia ha resultado muy relevante,
pero a ello debemos unir el hecho de que los californianos
hayan aceptado su rol a la perfección, demostrando una fe en
ellos mismos dignas de superestrellas. Preparados para tomar
más lanzamientos a canasta e incluso los decisivos y haciéndo-
lo con una tranquilidad pasmosa. Sus compañeros se han ren-
dido ante ellos y los protagonistas de este artículo le dan cada
partido más motivos para seguir a sus pies. Para ello han dedi-
cado horas extra al entrenamiento. Dos trabajadores que han
conseguido hacer de dos pequeños mercados una oportuni-
dad para que medio mundo disfrute del baloncesto en su má-
ximo esplendor. El de los Pacers ha demostrado su mentalidad
con unas declaraciones en las que afirmaba querer trabajar
con LeBron James y conocer más de su juego. El trabajo del de
los Raptors se ve reflejado en su mejora porcentual, ante la
que ya mostró admiración uno de los mejores entrenadores
del mundo, ‘Doc’ Rivers. Horas en el gimnasio y en las canchas
con entrenadores personales han dado su fruto. DeMar DeRo-
zan y Paul George son dos jugadores admirables que han lleva-
do carreras paralelas y nosotros somos testigos de ello.
Escrito por Germán Coronel
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E n pleno siglo 21, con la sociedad más avanzada que nun-
ca, con todas las fronteras étnicas e ideológicas prácticamen-
te vencidas, siendo el baloncesto uno de los deportes más
practicados por la gente de color, un suceso llena nuestras
mentes de odio hacia una sóla persona con ideas propias de
otra época bien pasada.
Donald Sterling, propietario de los Clippers, protagonizaba
otra vez más un episodio lamentable a finales de abril. La
agencia TMZ sacaba a la luz una grabación en la que el magna-
te prohibía a su pareja llevar al Staples Center a alguien perte-
neciente a “minorías” (según sus propias palabras) y le aconse-
jaba no hacer públicas imágenes con los mismos. Recordemos,
Sterling lleva siendo el dueño de la franquicia más de 20 años.
El hogar los Clips, Los Ángeles, es poblado por más de 400.000
personas de color y en su equipo hay 12 jugadores pertene-
cientes a susodichas minorías. Para más inri, su novia, Stiviano
es de descendencia mexicana y negra.
En un ambiente mayormente poblado por gente con una piel
más oscura a la suya, él se atreve a pensar de esa manera.
Precisamente ese es el problema; que es su forma de pensar.
La liga ya ha tomado cartas en el asunto, siendo Sterling aleja-
do de los Clippers y, también, de la NBA de por vida además
de multado con 2,5 millones de dólares. Por otra parte, tanto
ex-jugadores, entrenadores, jugadores y, por supuesto, los
integrantes del plantel angelino, se han mostrado contrarios a
sus afirmaciones que ya ha sido demandado por temas rela-
cionados con su ideología anteriormente sin llegar éstas a nin-
gín lado. La diferencia es que ahora hay pruebas. Adam Silver
ha demostrado su mano dura y en apenas unos meses al man-
do ya ha entrado en la historia, pero, ¿qué cambiará todo es-
to? El odio y, a su vez, la popularidad de Donald aumentan
gracias al hecho en todo el país, pero su rechazo a la diversi-
dad étnica no se verá alterada y lo más grave es que no es el
único en el mundo que tan avanzado parece en pleno año
2014. La hipocresía de la globalización; algunos llenan sus bol-
sillos con el trabajo de otros a los que odian.
La liga se unió contra un hombre que ha conseguido algo que
parecía del pasado. El racismo y el deporte ya no tenían cone-
xiones más allá de aquellos energúmenos que tiñen el espec-
táculo con sus improperios desde la grada. Increíblemente,
todo el mundo, siendo tiempo de Playoffs, mantuvo un ojo en
el caso Sterling, pues es curioso que alguien que se enriquece
gracias, en gran parte, a esa gente las rechace de tal manera.
La pregunta que su pareja le hacía puede sintetizar a la perfec-
ción todo el revuelo que se ha montado; “¿me cambio la
piel?” A pesar de que a éste señor no le guste, la NBA seguirá
siendo lo que es y por muchos comentarios retrógrados que
haga, nada va a volver al pasado. El deporte ha eliminado de-
masiadas barreras desde Jesse Owens como para que ahora,
en el punto más álgido del desarrollo mundial, un impresenta-
ble nos devuelva al pasado. Por favor, que todo continúe co-
mo si nada. A aquellos que sí estamos abiertos a aceptar a
todo tipo de gente nos gustaría seguir disfrutando del balon-
cesto que no hace mucho demostró al mundo que es un ejem-
plo en este aspecto gracias a Jason Collins. Oídos sordos y que
todo siga su curso.
Escrito por Germán Coronel
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Á vido de un nuevo comienzo, OJ Mayo aterrizaba en Mil-
waukee con afán de renacer, de volver a parecerse a ese chi-
co de West Virginia que predestinado a dominar dejaba bo-
quiabiertos a todo el firmamento baloncestístico cuando tan
sólo era un adolescente. Su mirada perdida, su osadía y des-
caro con el balón en las manos y su interminable arsenal de
recursos encarnaban el origen de un diamante en bruto dis-
puesto a impactar de forma inmediata sobre la bóveda celes-
te. “El último hijo del futuro”, “The next big thing”, como
quieran llamarlo, una nueva estrella había aflorado.
Sin embargo, de la aureola pasó al ostracismo. El “próximo
LeBron” no se consagró entre los atisbos de esperanza de un
talento tan díscolo como intermitente, capaz de batir desde
récords de anotación hasta de asistencia en sus días de secun-
daria. Inmerso en una retahíla incesante y preocupante a par-
tes iguales de problemas extradeportivos con la marihuana y
agresiones como protagonistas, recalaba en USC con la polé-
mica como ya ente constante. Señalado como buque insignia
para reflotar un programa con esporádicos delirios de grande-
za, estaría a las órdenes de Tim Floyd donde tendría a Taj Gib-
son o Daniel Hackett como segundos de abordo.
“Mucha gente que vino a USC no vino por el balon-
cesto. Gente del cine, abogados y doctores, gente
de la construcción, de negocios...Hay mucha gen-
te que hizo cosas importantes aquí”
Pese a que sus notables números (20’7 puntos, 4’5 puntos, 3’3
asistencias) reflejaban un potencial ofensivo incuestionable,
entre actuación y actuación salían críticos afirmando un egoís-
mo constante, así como una incapacidad manifiesta de involu-
crar a los suyos que acababa traduciéndose en altibajos colec-
tivos. Vivir con Mayo o morir con él, y nunca mejor dicho, ya
que tras caer en primera ronda del Madness a manos de la
Kansas State de Michael Beasley en uno de los duelos más
esperados del año, la temporada quedaría invalidada para los
Trojans una vez la NCAA destapó el escándalo en la elegibili-
dad del de Huntington al recibir un dinero que violaba la nor-
mativa universitaria.
Luces y sombras que hacían precipitar aun más si cabe su ate-
rrizaje en la NBA. Partidarios y detractores cada vez distancia-
ban más sus posturas conforme se acercaba el Draft.
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La puesta en escena de Ovinton J’Anthony (imagino que mu-
chos ya comprenden la razón de las siglas OJ) para dar el si-
guiente paso estaba repleta de contrastes, con la persistente
pregunta de si de verdad su talento y desdén podrían conju-
garse para alcanzar el equilibrio.
Finalmente, acabaría cambiando el sol de California por el
‘Rockabilly’ de Memphis. Elegido en tercera posición por los
Grizzlies (en un traspaso con Kevin Love de por medio), llegaba
una vez más como el abanderado para inducir el cambio en
una franquicia sumida en una reconstrucción que amenazaba
con irse a la deriva. En medio del despropósito continuado, OJ
aprovechó para brillar aunque fuera en lo individual, aprove-
chando la carta blanca y la libertad de acción para desafiar a
los gigantes y dar un golpe sobre la mesa pero con la sombra
del individualismo siempre acechando. Un tal Derrick Rose se
llevaría el ROY, pero Mayo había subido el primer escalón con
nota. Al año siguiente, más de lo mismo, porque aun asumien-
do galones a la sombra de un Rudy Gay monopolista, la mejo-
ría en aspectos generales brilló por su ausencia, pero sin atis-
bo de duda en la apuesta realizada por un jugador que ama-
gaba con alcanzar el estrellato en cualquier instante.
Sin embargo, la temporada 2010/11 supondría un punto de
inflexión. En un par de meses entraría en una espiral de suce-
sos negativos fuera de las canchas que acabarían por marcar
un antes y un después en su carrera. Llegar tarde a una sesión
de tiro, una trifulca con Tony Allen por tema de apuestas, un
positivo por esteroides…su trayectoria había dado un vuelco
con lo extradeportivo nuevamente como irrefutable protago-
nista. Un bajón que después de una campaña para olvidar se
acentuaría aún más si cabe, donde sería relegado al rol de
‘sexto hombre’ para su detrimento.
Los de Tennesse habían encauzado un nuevo rumbo. Se había
recuperado la senda de la victoria, pero con su consagración
en la élite de la Conferencia Oeste vino un cambio de filosofía
en el que Mayo no encajaba y donde sus virtudes se desapro-
vechaban. La progresiva caída comenzaba a ahondarse y era
tiempo de colgar el cartel de “fin de ciclo”. Era momento de
hacer las maletas.
Con aires de resurgimiento y renovación, Mark Cuban aposta-
ba por la juventud y el talento como motor de la transforma-
ción, siendo OJ Mayo la principal pieza para conseguir que la
franquicia volviese por sus fueros. La experiencia en Dallas no
pudo comenzar mejor, porque en ausencia de Nowitzki, tomó
las riendas con una determinación en su mirada que reflejaba
ansias de redención. Una racionalización de rabia contenida se
desprendía de alguien que nos hacía recordar porque tuvo en
su día a todo un país encima. Con la gracilidad y ferocidad de
un puma, con su manejo de balón volviendo a prodigar magia
y con la letal precisión de un francotirador serbio su estatus de
estrella en ciernes volvía a levantar la cabeza con seguridad y
convicción.
Pero cual sueño de una noche de verano, la vuelta del alemán
propiciaría la metamorfosis de un Mayo que tras los primeros
brotes de esperanza se desvanecía poco a poco, siendo testi-
gos de un fenómeno que rozaba lo paranormal cuando confor-
me el invierno se quedaba atrás el encantamiento se difumi-
naba hasta apagarse erigiéndose como la evidencia de un
equipo ahogado por las lesiones y la inconsistencia que les
dejaba sin Playoffs por primera vez en 11 años.
Las circunstancias precipitaban la salida de nuestro protago-
nista, que optando por ser agente libre, elegiría Milwaukee
como destino para relanzar su carrera en una franquicia en
horas bajas que al margen del jugoso contrato ($16M/2años)
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le daba la oportunidad de asumir la autonomía y liberación de
antaño para reencontrarse consigo mismo.
Nada más lejos de la realidad. Con el ‘tanking’ como sobreac-
tuado actor principal, la anarquía y caos se adueñaban de unos
Bucks que queriendo o no se hundían en el pozo de la clasifica-
ción en declive permanente con los problemas en el vestuario
como atenuante de una situación insostenible en el que el de
West Virginia se contagió más pronto que tarde. En un des-
concierto imperante, sus puntuales exhibiciones no bastaban
para eclipsar ni la irregularidad ni incidentes con puñetazos (a
Stiemsma) así como la preferencia de atarse los cordones en
lugar de defender. Pruebas y pruebas de una cuesta abajo a la
que muchos auguraban tan definitiva como irremediable.
“Es difícil coger ritmo cuando no sabes qué
va a pasar contigo cada noche. Puedes ju-
gar 6 minutos o 30. Es lo mismo noche tras
noche. El mismo resultado, sea cual sea el
planteamiento del partido”.
Atípico, dejado físicamente, tan sólo una nimiedad de lo que
en su día fue. De la fama había descendido a la boca del in-
fierno sin tan siquiera avisarnos de que lo que en su día pudo
ser, no fue, dando la razón a críticos y escépticos que avisaban
de que esa llama se extinguiría. El enigma ahora se cierne so-
bre un jugador que aun viendo la incertidumbre del período
estival asomándose en el horizonte, volverá a encontrarse con
la oportunidad (o eso dice su contrato) de mirarse al espejo y
ver a ese chico que anhelaba comerse al mundo, que retaba a
Michael Jordan, al que sólo le aguardaba la plenitud y cuya
apología del talento le hacían abrirle las puertas del cielo sin
tan siquiera haberse curtido entre mortales.
Mientras el talento siga ahí, lo hará la esperanza, porque como
quien dice, el que se levanta es aún más grande que el que no
ha caído.
Escrito por Nacho Juan
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E n el baloncesto, la marca alemana Adidas, se en-
contraba a la sombra de Nike desde hace tiempo. El
simple hecho de mirar a los pies de las estrellas de la
mejor liga del planeta durante los últimos 15 años nos
da la respuesta. Kobe Bryant (aunque previo paso por
la firma de las 3 bandas), LeBron James, Kevin Durant
o Nowitzki eran calzados por Nike; Wade (actualmente
con Li-Ning), Carmelo Anthony, Chris Paul, Ray Allen o
Blake Griffin lo eran por Jordan e incluso Reebok tenía
su hueco en la NBA con jugadores como Allen Iverson,
Shaquille O’Neal o Yao Ming. Pero, ¿qué le quedaba a
Adidas? Tan sólo una ínfima parte, encabezada por
Dwight Howard, Tracy McGrady o Tim Duncan.
La competencia en el mercado se agravó cuando en
2008 el base que por aquel entonces aterrizaba en
Chicago, Derrick Rose, firmara con la famosa marca.
Desde entonces ha sido la más clara imagen de la firma.
En el presente año han salido las Adidas Rose 4.5 y du-
rante la lesión de ligamentos que le mantuvo alejado de
las canchas la pasada temporada se sucedieron las cam-
pañas publicitarias que nos hacían soñar una vuelta que
finalmente llegó al comenzar la presente temporada. La
carrera deportiva de D-Rose se encuentra en stand-by
pero ha supuesto un cambio total en el destino de una
de las marcas comerciales más conocidas del mundo.
Gracias al 1 de los Bulls la popularidad de la ya nombra-
da marca se extendía aún más por la NBA, pero no todo
son rosas en la relación con el jugador. Algunos encuen-
tran una temible conexión entre las lesiones que sufre
en sus frágiles rodillas y sus zapatillas. A su vez, aportan
los casos de McGrady, Gilbert Arenas o Iman Shumpert
como ejemplo. Adidas no se ha posicionado al respecto,
pero cada día más jugadores confían en ella para cubrir-
se los pies.
Pero con vestir a uno de los mejores jugadores del
mundo Adidas no se conformaba. Quería crear algo
nuevo e irrumpir con fuerza de una vez por todas para
poder plantar cara a Air Jordan o Nike. Derrick Rose ha
sido el puente para que creen un novedoso estilo cuyas
prestaciones favorecen sobre todo a jugadores exterio-
res. Los John Wall, Ricky Rubio o Damian Lillard son
algunos de los bases que calzan zapatillas con tres ban-
das. Las Crazy Light, Crazy Quick o incluso las ya nom-
bradas Rose son algunas de las creaciones que la marca
alemana ha lanzado pensando, exclusivamente, en jugadores
rápidos que necesiten de poco peso en sus pies. El primer paso
lo dieron con las Crazy Light, con las que consiguieron la zapatilla
más ligera de toda la historia. No obstante, además de poco pe-
so, Adidas con las Crazy Quick desde el pasado 2013 ofrece una
suela diseñada para proporcionar mayor explosividad a quienes
las usen, además de una flexibilidad propia de unas zapatillas
propias para runners. A día de hoy podemos divisar en el hori-
zonte un modelo creado exclusivamente para Wall y nuevamen-
te contarán con dicha suela revolucionaria.
Howard sigue teniendo su línea pero poco a poco va perdiendo
la relevancia dentro de la marca. El pívot de los Rockets ha deja-
do el testigo a una nueva generación de jugadores rápidos y ex-
plosivos. El mercado sigue siendo dominado por las norteameri-
canas Jordan y Nike, pero los nuevos diseños de la alemana lle-
gan con fuerza haciendo algo nuevo que concuerda con un estilo
de juego vanguardista. Adidas quiere ser grande en el baloncesto
y ha tomado a los bases como figura para serlo.
Escrito por Germán Coronel
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C omparten un idilio inseparable, una armonía implacable
fruto de un crecimiento que ignora límites, que quema eta-
pas a la misma velocidad que ambos se mueven sobre el par-
qué. La celeridad de uno con el toque letal del otro combinan
para una mezcla tan explosiva como concluyente. El talento
por bandera une a John Wall y Bradley Beal en su cometido,
separar la utopía del ensueño para hacer de la reciente haza-
ña una realidad constante.
Los tiempos han cambiado en la capital. Atrás quedan las tem-
poradas de egoísmo, anarquía y desgobierno para ser testigos
de la conformación de un bloque compacto, cohesionado,
donde la impecable asimilación de roles reflejaba el sentido
colectivo de un grupo cuyos componentes por fin remaba en
una misma dirección. Pero los atisbos de mejoría colectiva
tenían que ser justificadas con hechos incontestables, y es ahí
donde tras una campaña donde se consiguieron abandonar los
altibajos se enfrentaban a los Playoffs como prueba definitiva
para la consumación de la metamorfosis.
Ahí entraron nuestros protagonistas, descarados, sin comple-
jos, con la oportunidad única de consagrarse en la élite por la
vía más rápida. Esto requería una jerarquía, y ahí Wall no ad-
mitía reclamación alguna. El contrato de estrella que había
firmado antes de emprender la aventura le precipitaba en su
nacimiento como líder de una franquicia aspirante a nuevos
derroteros, y aunque había dado indicios ya de ello, no había
excusas que valieran en esta ambiciosa empresa.
La respuesta al desafío no pudo ser mejor, ya que potenciando
sus virtudes a su máximo exponente, hacía olvidar sus caren-
cias para el disfrute de todos aquellos que tenían que centrar
su mirada detenidamente en el televisor para no perderse un
ápice de los vertiginosos ataques relámpago de un Wall que
no tenía tiempo que perder en su carrera al estrellato. La con-
signa del rival siempre era la misma, evitar el juego a campo
abierto, tarea tan clara como complicada, porque una vez que
el de Raleigh tomaba las riendas, el efecto dominó que propi-
ciaban sus incursiones a canasta tenían consecuencias fatales
para todos aquellos que intentaban campear el huracán.
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El principal beneficiado de la algarabía de su socio era Bradley Beal,
quien tras dar buena cuenta de su desparpajo y arrojo para desafiar
a los gigantes, prodigaba magia y talento allá donde podía descansar
el balón en sus manos. Aprovechar espacios como arte y ejecutar
como oficio, pronto este atrevido escolta comenzaría a sincronizar
sus movimientos con los de su conductor, sacando partido de cada
penetración, de cada bloqueo, de cada ventaja para asomar la cabe-
za y decantar la balanza cuando todo lo demás fallaba. Sangre fría en
el ADN, determinación en su mirada, el talento en las yemas de sus
dedos, cualidades o bendiciones que justificaban la gestación de una
estrella en ciernes.
Una puesta en escena óptima para un escenario inmejorable. Con el
objetivo cumplido (5º Conferencia Este: 44-38), había poco que per-
der y mucho que ganar, todo ello con los Bulls como primera y ague-
rrida toma de contacto, que con la condición de favoritos presenta-
ban su telaraña metálica defensiva como su mejor arma. Ante tal
muro, Chicago presentaba lagunas dentro de esa inflexible solidez
que debían ser potenciadas. Quien impusiera el ritmo, marcaría la
pauta, pero los Wizards parecían reacios a no mos-
trarse competitivos fuera cual fuera el terreno en el
que batallar, amoldándose al duelo pugilístico gra-
cias a un gen competitivo encomiable que hacía
aún más diferencial si cabe el talento de uno y otro.
Era entonces cuando ante el atolladero que signifi-
caba mirar el aro para los de la 'Ciudad del Viento',
los capitalinos mostraban una madurez traducida
en una labor coral donde con Gortat, Nene o Ariza
como actores secundarios tan eficientes como im-
petuosos, las jóvenes cabezas de cartel se erigían
como ente diferencial comandando un grupo en el
que todos sumaban y nadie se borraba.
Una vez difuminado el escepticismo, Washington
aguardaba la contienda con la fe y convicción que
ya hace años que había perdido, para que sin com-
plejos poner contra las cuerdas a unos Bulls que
pese a no tirar la toalla nunca, no podían contra-
rrestar una artillería de altos vuelos en la que dos
magos se encargaban personalmente de finiquitar
el trabajo. No sin emoción, no sin tensión y no sin
pelear, los hombres de Wittman tenían que exhibir
su mejor versión para superar a un rival que a base
de oficio se resistía aun acabando por morir en la
orilla. Conseguido el acentuar la debacle ofensiva
del adversario, neutralizaban la capacidad generati-
va de Noah con su estilete brasileño en un estado
pletórico, impulsándose para dejar en manos de
sus puntas de lanza la faceta resolutiva.
Si bien Wall no conseguía los porcentajes espera-
dos, sí que se alzaba como el director de orquesta
necesario para dar pie a la variedad e implicación
de todos, desde su actividad atrás hasta su lideraz-
go en ataque para poner en sintonía a un ejército
en pie de guerra. Su colega de diabluras no se andó
con rodeos por su parte, dinamitando partidos
cuando tenía oportunidad de todas las maneras
habidas y por haber, demostrando una sazón a la
que nadie daba crédito en su primera cita de altura.
Represenantes de la apología de lo vertical, experi-
mentan una vertiginosa escalada hacia una cima
que aguarda plenitud, así como dificultad, donde
con el esplendor como estímulo buscan juntos
guiar a un equipo falto de alegrías a un estado de
ilusión donde la gloria diste de la ficción.
Escrito por Nacho Juan
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D esde su llegada a Chicago en el verano de 2010, Thibo-
deau ha conseguido clasificar a los Bulls todos los años para
los Playoffs, pero esto es gracias a una fantástica labor desde
los banquillos con jugadores que no solían destacar.
Tom Thibodeau con un 65% de victorias desde que llegase a
los Bulls es la clave del éxito para estos Bulls modernos ya que
ha sabido imponerse a todo tipo de adversidades desde que
tomase las riendas del equipo allá por 2010. En su primera
temporada consiguió algo que no se hacía desde la época de
Jordan, llevó a Chicago a un record de 62-20 y esto se reflejó a
la perfección en su joven estrella, Derrick Rose, siendo el MVP
más joven de la historia. Basando su juego en D-Rose, el siste-
ma parecía funcionar, rodeando a Rose de jóvenes promesas
como Noah y Butler, y de jugadores experimentados como
Boozer y Deng, el proyecto parecía sólido. Ya puestos en su
tercera temporada al mando de Chicago sucedió la tragedia,
Rose caía de forma indefinida, haciendo que el equipo se vi-
niese abajo y cayese ante los Sixers (Octavos del Este). El pro-
yecto de Thibodeau parecía que se desvanecía, pero sucedió
todo lo contrario, apareció un nuevo proyecto, la creación de
unos Bulls que funcionasen como un equipo, sin una estrella
marcada, donde todas las piezas del equipo fueran claves, en
esa estrategia de Thibodeau reside el éxito de los Bulls.
El fichaje de Nate Robinson como jugador de banquillo para
suplir a Rose dio sus frutos cuando la carrera del base parecía
perder su rumbo. Thibodeau encarriló a Robinson y sacó su
mejor versión, consiguió que 'KryptoNate' se integrase en el
equipo y dirigiese el juego. . También fue la temporada en la
que se consumó la progresión de Jimmy Butler como escolta
titular, relegando del puesto a RIP Hamilton, ya en decadencia.
El joven escolta demostró tener una gran capacidad atlética y
defensiva, hecho que encaja muy bien con la filosofía de juego
de los Bulls.
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Como en todo, la compenetración del equipo resulta clave
para llegar lejos y eso se vio presente a lo largo de toda la tem-
porada y en especial en los Playoffs contra los Nets, donde se
acabó ganando en un séptimo partido muy emocionante. Pero
poco se pudo hacer contra los que acabarían siendo los cam-
peones de la NBA, los Miami Heat, que se deshicieron de Thi-
bodeau y los suyos en cinco encuentros.
De cara a la campaña siguiente, los Bulls recuperarían a De-
rrick Rose en detrimento de Nate Robinson que hacía las male-
tas. Soplaban vientos de optimismo en Chicago con el regreso
de Rose, pero esas alegrías durarían poco, cuando se volvería
a lesionar de la rodilla. Este contratiempo rompía los esque-
mas de Thibodeau, haciendo que el equipo se viese sumido en
una crisis, encadenando un record negativo. Muchos fueron
los rumores que rodearon la figura del coach de Chicago, pero
inesperadamente sacó petróleo de una situación poco propicia
otra vez. En esta ocasión, el jugador que se destapó fue DJ
Augustin, Thibodeau le otorgó el rol de sexto hombre y no le
defraudó. Pasó de promediar 2.1 pts y 1 asi en 10 con Toronto
a 15 pts 5 asi desde su llegada a los Bulls. Las navidades senta-
ron bien al equipo de 'Thibs', se reencontraron con la victoria
hasta un punto en el que consiguieron ser terceros de la con-
ferencia Este empatados con los Raptors, pero como Toronto
fue campeón de la división afrontaron los Playoffs como cuar-
tos.
Todas las apuestas apuntaban a una clara victoria de Chicago
contra Washington, una plantilla joven y sin experiencia en la
post-temporada contra todo un equipo experimentado y con
un estilo claro. Pero los Playoffs son imprevisibles y ante todo
pronóstico, Chicago cayó por 4-1. Esta temprana derrota no
mancha la fantástica temporada del head coach de los Bulls, el
cual ha sabido motivar y dirigir a su equipo sabiendo adminis-
trar bien los minutos y sacando el máximo partido a jugadores
a priori poco importantes. La defensa es sin duda el arma prin-
cipal de los Bulls de Thibodeau pero a veces ese sistema tien-
de a fallar. Se vio en la eliminatoria contra los Wizards, cuando
la defensa no era suficiente para ganar ofensivamente. Es un
sistema no destinado a no marcar sino a defender y "secar"
ofensivamente al rival. Contradictoriamente, pese a ser de las
mejores defensas de la liga, es uno de los peores equipos al
contraataque.
Bajo mi punto de vista, era el máximo candidato al premio de
Entrenador del Año por su enorme labor desde el banco, pero
finalmente recayó en las manos de Greg Popovich. El trabajo
de Thibodeau no se basa solamente en jugar con sus estrellas
y usar a los suplentes para hacer descansar a sus mejores juga-
dores sino que saca el mayor partido a todos sus jugadores,
sean de la condición que sean jueguen al máximo nivel en be-
neficio del equipo, bajo mi punto de vista, Thibodeau es uno
de los mejores entrenadores de esta liga.
Escrito por Sergio Rabinal
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L a ciudad de Detroit está sumergida en una profunda crisis
de la que parece incapaz de salir. Si bien en el plano econó-
mico, la vieja MoTown se encuentra en una quiebra de la que
por el momento parece difícil escapar, en el plano balonces-
tístico las noticias para aquellos que ven en los Pistons y en el
baloncesto la vía de escape a la mala situación que atraviesa
la ciudad tampoco son excesivamente buenas.
Los Pistons terminaron la campaña 2012/2013 fieles a su tradi-
ción desde que aquella segunda generación de `Bad Boys´ lide-
rada por Chauncey Billups, Richard Hamilton y Rasheed y Ben
Wallace maravillara al mundo de la canasta entre 2003 y 2008,
es decir, con un récord negativo que les situaba en la cola de
la conferencia este y sin opción alguna de luchar por estar en
la postemporada. De esta manera, una reconstrucción urgía
cuanto antes en la franquicia tras varios años de travesía por
el desierto, vagando por la liga sin motivación ni objetivos.
Para dicha reconstrucción, Tom Gores, propietario del conjun-
to del estado de Michigan, confío, por última vez, en Joe Du-
mars. El mítico escolta de la primera (y original) generación de
Bad Boys que se alzó con el anillo en 1989 y 1990 tenía una
última oportunidad de rehacer el plantel. Su crédito, manteni-
do por el campeonato obtenido en 2004, estaba a punto de
agotarse. Sin duda, en la plantilla había mimbres para hacer de
los Pistons un equipo competitivo de nuevo, con dos piezas
sobre las que edificar el proyecto: Greg Monroe y Andre
Drummond.
Así pues, Dumars dio el primer paso en su intento de recons-
truir el proyecto seleccionando a Kentavious Caldwell-Pope en
el octavo puesto del Draft. Posteriormente, de sobras son co-
nocidas sus apuestas realizadas en verano: Josh Smith y Bran-
don Jennings. A Smith se le firmó un contrato de 56 millones
por 4 años, mientras que Jennings llegó en un traspaso en el
que el mayor activo involucrado y que cogió las maletas rum-
bo a Milwaukee fue Brandon Knight. Solamente por nombres,
la ilusión volvía a florecer entre la parroquia Piston, que soña-
ba con años después, ver a su equipo en Playoffs.
El elegido para llevar el timonel de los jóvenes e ilusionantes
Pistons fue Maurice Cheeks, que tras dirigir a los “Jail” Blazers
de Zach Randolph, Shawn Kemp, Rasheed Wallace, Damon
Stoudamire y compañía (2001-2005), a Philadelphia 76ers
(2005-2008) y ser asistente de Scott Brooks en Oklahoma City
Thunder, cogía los mandos del equipo Michigan con el objeti-
vo de llegar a Playoffs. El hecho de que contratar a Cheeks fue
un error (uno entre muchos), quedo retratado durante el
transcurso de la `Regular Season´.
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El comienzo no fue especialmente brillante, pero el paupérri-
mo nivel existente en la conferencia este y triunfos tan desta-
cados como la victoria ante Miami Heat en el American Airlines
Arena afianzaban a Detroit en la quinta plaza pasada la treinte-
na de partidos disputados. Pese a no llegar al 50%, los cimien-
tos de un equipo predestinado a codearse con los mejores con-
juntos de su conferencia parecían haber empezado a plasmar-
se en la clasificación. Pero aquella base que parecía tener sus-
tento a lo largo de la temporada no fue más que un espejismo
de la pesadilla que atravesarían los de Cheeks a continuación.
Los malos resultados no tardaron en llegar. Mal juego, defensa
inexistente, humillaciones enlazadas de forma consecutiva…
Cuando parecía que Detroit había tocado fondo, siempre eran
capaces de bajar un peldaño más en el sótano de su fracaso.
Pronto se buscarían culpables y causas a la pésima imagen
ofrecida por el combinado que dirige desde los despachos Joe
Dumars. Que había problemas, resultaba demasiado obvio. Así
pues, se tomó la decisión de cesar a un Cheeks apático e inca-
paz de transmitir ni tan siquiera una pequeña dosis de motiva-
ción a sus jugadores. De esta manera, John Loyer, asistente del
propio Cheeks, sucedía al ex base de Philadelphia 76ers como
´Head Coach´ de los Pistons hasta final de temporada.
La imagen no solo no mejoró, sino que empeoró aún más, al
igual que los resultados. Retener el pick del Draft se convirtió
en la mayor preocupación ante semejante esperpento. Para
conseguir el mayor número de posibilidades de conseguir di-
cho “objetivo”, quedar entre los 8 peores equipos de la NBA
era imperioso, y así sucedió. No es para menos, semejante
ridículo y el descarado tanking desarrollado dan para conse-
guirlo.
Ante este panorama, analizar el por qué del desastre es nece-
sario. En primer lugar, no puede haber otro señalado que Joe
Dumars (quien ha dejado de ser GM de los Pistones reciente-
mente). Contratar a Cheeks para dirigir el proyecto fue un
error. Poco que destacar en lo táctico, sin empatía alguna en lo
motivacional y con una defensa impropia de un equipo de las
posibilidades que tenía el roster. De Loyer, poco que destacar,
el tanking hizo el resto. Por otra parte, Jennings y Josh Smith
no eran los fichajes necesarios para relanzar a un alma en pena
que vagaba por la liga desde hace años. Jennings ha demostra-
do su inestabilidad como director, pese a mejorar curiosamen-
te en el apartado de asistencias. La inconsistencia en el tiro y
una nefasta lectura de juego han ido de la mano de Brandon
todo el año. En segundo lugar, el experimento Smith-Monroe-
Drummond no ha llegado a buen puerto. Los tres no hacían
sino estorbarse, y la coordinación en defensa brillaba por su
ausencia. Smith, totalmente fuera de posición, no ha sabido
estar a la altura del contrato firmado, y ha realizado un año
para el olvido, en el que lo más destacable, es el abuso de un
tiro exterior tan nefasto que solo debería ser utilizado como
recurso.
El jugar con 3 hombres altos no benefició en absoluto a Greg
Monroe, que estuvo desdibujado y sin encontrar su juego du-
rante el transcurso de la odisea. Se esperaba un paso delante
de `Moose´, pero antes tales circunstancias, dar ese paso no le
ha sido posible.
Pocas cosas a destacar en un año horripilante. La constante
entrega de Kyle Singler es sin duda digna de alabar, así como el
buen papel realizado por Kentavious Caldwell-Pope cuando un
Rodney Stuckey desesperante en varias ocasiones por su inca-
pacidad para pasar el balón no le ha privado de contar con un
puesto importante en la rotación. Pero si a alguien se ha de
ensalzar, es a Andre Drummond.
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El pívot de Mount Vernon ha experimentado una mejora so-
brenatural que le ha llevado a erigirse, con tan solo 20 años,
como segundo máximo reboteador, y segundo jugador con
más dobles-dobles de la NBA, así como máximo reboteador
ofensivo. Además, la mejora en el apartado ofensivo ha sido
sustancial, mejorando sus movimientos respecto al curso pa-
sado, aunque todavía con mucho por pulir. Los tiros libres si-
guen siendo su talón de Aquiles, ya que apenas supera el 40%,
algo inconcebible para un profesional.
En los despachos ya se ha dado el primer paso para el enésimo
intento de reconstrucción. Dumars quedó relegado de su car-
go de General Manager y pasará a desempeñar un rol de ase-
sor dentro del organigrama de la entidad. La búsqueda de un
GM ya ha comenzado, y una vez haya terminado, los Pistons
irán en búsqueda de un entrenador que les devuelva el ADN
`Bad Boy´, siendo Lionel Hollins quien esté en el centro de to-
das las miradas.
Una vez fijadas ambas contrataciones, las especulaciones no
harán sino crecer. Dejar escapar a Greg Monroe en la `Free
Agency´, traspasar a Josh Smith y Brandon Jennnings… Lo úni-
co claro que deben tener en la MoTown, es que el nuevo pro-
yecto debe ser edificado en torno a Andre Drummond, un dia-
mante todavía por pulir y el mejor proyecto de pívot dominan-
te visto en años. La elección que realicen en uno de los mejo-
res Drafts en mucho tiempo marcará claramente los movi-
mientos a realizar en verano.
Veremos lo que finalmente ocurre, pero lo que está claro, es
que en Andre Drummond tienen al jugador franquicia sobre el
que cimentar un equipo que devuelva la ilusión a la ciudad de
Detroit, que devuelva un rayo de esperanza a los habitantes
de una ciudad desolada, en la que el baloncesto y acudir a
`The Palace of Auburn Hills´ sea la vía de escape a la cruda
realidad. La ciudad del motor debe volver a calentar sus viejos
motores. ¿Estaremos por fin ante el resurgir de los `Bad Boys ´
o la travesía sin rumbo fijo seguirá sin tener fin? La respuesta
en la temporada 2014/2015. Aficionados de los Pistons, abró-
chense los cinturones.
Escrito por Carlos Toril
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S ergio Llull no es la estrella que más brilla del equipo de
moda en Europa. El Real Madrid cuenta con enormes jugado-
res ya consagrados en el viejo continente como Rudy Fernán-
dez o Bouroussis o que se encuentran en un enorme estado
de forma como es el Chacho Rodríguez. Pero; ¿sería exagera-
do hablar del menorquín como el eje central del proyecto de
Pablo Laso?
El Madrid opta a todo y es uno de los grandes temidos tanto
en España como en todo el continente europeo. Su gran y
completa plantilla, sus resultados cosechados hasta el día de
hoy y sobre todo, su estilo están marcando una época en la
capital de España. El espectáculo, la anotación unida a la de-
fensa y un veloz ritmo envidiable que marcan sus dos bases
estrellas son sus señas de identidad y el 23 madridista repre-
senta a la perfección todo lo anteriormente apuntado. Llull es
de esos peculiares jugadores que escasean en esta parte del
globo. Un base de corte americano y con un corazón que le
hace único. Si bien Sergio Rodríguez aporta la magia, Sergio
Llull es quien pone el ritmo. Se reparten los minutos a partes
iguales e incluso a veces los comparten (lo cual hacen a la per-
fección, de hecho lo demostraron cuando Llull anotó el triple
ganador de la Copa del Rey a pase de Rodríguez. En tempora-
das pasadas se dudaba de Llull como base e, incluso, se duda-
ba de si era un jugador de la talla que el Real Madrid merece.
Malas acciones en partidos y momentos importantes no ha-
blaban a su favor a pesar de que seguía regalándonos actua-
ciones memorables (como aquél MVP de la Copa del Rey de
2012, competición la cual parece ser su especialidad) y dejan-
do muestras de su talento. Pero Laso seguía confiando en él y
haciéndolo como base. Ha sabido encajar dos piezas distintas
en un puzzle al que sólo le faltan títulos para demostrar su
perfección. Además, Pablo ha ido más allá. Llull es el 1 titular
del Madrid, equipo que está construído para que él brille. Los
exteriores tienen un gran peso anotador y Llull lo asume; la
defensa del equipo ha de ser ahogante y Llull está encantado
con ello; la velocidad del equipo en los contraataques es in-
creíble y Llull es un especialista en esto. El técnico apostó fuer-
te por un jugador especial que le está devolviendo toda la con-
fianza en forma de un rendimiento muy elevado. Su mejora ha
sido notable y curiosamente paralela al crecimiento de los
merengues.
Todos lo sabemos; el presente año es blanco. Por ahora pare-
cen imparables aunque su nivel haya descendido un poco des-
de la final de Copa, pero al Madrid no le vale con gustar y ser
temido; quiere resultados.
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con gustar y ser temido; quiere resultados. El
hambre del Real también lo podemos perso-
nificar en Llull. El madridista es un ganador
que pone todo lo que tiene en sus manos para
ganar, que no le tiembla el pulso si ha de tirar
en los momentos decisivos y que pone su co-
razón en la cancha. A sus ganas y su perfecta
adaptación a la posición de base debemos de
sumarle un gran estado de forma. Su rendi-
miento actual se puede resumir en un hecho:
el interés de los Rockets en él. Desde que fue-
ra elegido en el Draft de 2009 por los Nuggets
y posteriormente los Houston Rockets se hi-
cieran con sus derechos, nunca antes habían
mostrado tanto interés los tejanos por él. Es
su año, pero ha de cerrarlo consiguiendo to-
dos los títulos a los que el Real Madrid opta.
Su carácter tímido y humilde se mezclan con
un espíritu trabajador que muestra sus frutos
semana tras semana en las canchas de la ACB
y la Euroliga. Ha dado un paso adelante y
cuando pisa el parqué deja atrás la timidez
que atesora. Sin miedo, con ganas y esfuerzo
ha logrado ser quien es. Quienes confiaron en
él desde que en el año 2007 llegase a Madrid
como una promesa no se equivocaron. Sergio
es amado por su afición y respetado por sus
rivales. A pesar de que ya haya sido campeón
de la Copa del Rey y de la ACB en 2 ocasiones,
bi-campeón del Eurobasket con España y me-
dallista olímpico (plata en 2012) le faltaba el
estirón definitivo y definitivamente lo ha pe-
pegado. Sergio Llull, la energía del Madrid, es el eje del proyecto que Pablo Laso ha llevado a la capital y el presente y futuro de
la selección española. El inexperto niño que se llenaba de ilusión tan sólo con vestir la indumentaria blanca ahora es todo un
hombre que quiere llegar lejos. Por ahora su sitio está en Madrid, donde pelea por el éxito, pero ¿por qué cerrarle las puertas a
la NBA en un futuro?
Escrito por Germán Coronel
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E l mundo del deporte vive a expensas de los resultados. Ganar jugando bien se premia más, pero si no consigues ga-nar tu estilo se va al garete. Las ideas tácticas de un entrena-dor pueden chocar con la de los jugadores. Por eso es im-prescindible una conexión mental entre míster y jugador. El Barcelona de baloncesto lleva dos temporadas seguidas in-merso en un dilema ético-profesional-deportivo.
Las comparaciones son odiosas, pero inevitables. El Madrid de baloncesto no solo gana, sino que divierte a cualquier aficiona-do del mundo. Entonces, ¿es compatible jugar bien y ganar? Esa es la gran pregunta que todos le han hecho a Xavi Pascual. El técnico azulgrana lleva dos cursos viviendo la misma can-ción.
El método Pascual no busca, como primera norma, atraer al espectador con un juego vistoso. La jugada de pizarra con tres bloqueos es mucho más valorada que un alley-oop que levante
al Palau Blaugrana. La defensa intensa y con ayudas es mucho más positiva que un tapón exuberante.
La percepción cuadriculada del técnico de Gavà contrasta con un juego europeo que busca parecerse más al americano. Los aficionados se han acostumbrado a jugadas inverosímiles y no valoran el juego táctico, esquemático y matemático. Los inicios de las últimas dos temporadas han sido muy duros en Barcelo-na. Derrotas dolorosas ante rivales inesperados, resultados pobres, actuaciones irregulares y un equipo que parecía no saber a qué jugaba. El cambio de ciclo y la obligación de reju-venecer a la plantilla están obligando a Xavi Pascual a lidiar con dar minutos a Abrines, Hezonja, Todorovic y compañía; a ganar partidos y a divertir al público. Y, evidentemente, eso es no es tarea fácil.
Pero los títulos se ganan a partir de marzo, no en noviembre. Esa es la máxima de Xavi Pascual. La temporada pasada la plantilla estaba perdida, sin un capitán que llevase el timón y rozando el ridículo entrando en Copa sobre la bocina. Luego, la historia ya es conocida. Campeones de la Copa del Rey en Vitoria, jugando la Final Four y llevando al Real Madrid a un quinto partido en las finales de la Liga Endesa.
Esta temporada, el guión ha sido parecido. Pese a un rendi-miento inmaculado en Europa, las dudas volvieron a emerger en la competición doméstica. Un Barça débil mentalmente y errático en ataque perdía en Vitoria, Bilbao, Santiago y Ma-drid. Sin embargo, a partir de la Copa del Rey (con la canasta decisiva de Llull) los azulgranas han vuelto a desarrollar un juego sólido, efectivo y hasta atractivo para el espectador.
Acabarán terceros en la Liga y podrían jugar contra el Madrid en semifinales. Disputarán la Final Four en una semana con las expectativas altas y una temporada más vuelven a competir por todo. Nachbar ha aceptado el rol de suplente de Lorbek; Papanikolaou entiende a la perfección su misión de todote-rreno; Pullen revoluciona los partidos cuando sale y Dorsey es un cerrojo en defensa. El único que no ha terminado de adap-tarse ha sido Lampe. Abrines y Hezonja siguen progresando, Marcelinho dirige la orquesta y Tomic y Lorbek forman una dupla letal en la pintura.
Xavi Pascual ha vuelto a engrasar la máquina en el momento oportuno. Los jugadores conocen el sistema, saben a qué jue-gan y lo llevan a cabo. Los cabos hilan a la perfección y los riva-les sufren la telaraña defensiva azulgrana. Solo los títulos mar-carán y servirán para hacer el balance del curso, pero la má-quina, otro año más, ha funcionado.
Escrito por Miguel Lois
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¿ Quién no recuerda a Jim Calhoun y su espectacular pa-
so como entrenador de los Huskies de Connecticut durante
16 años? Convirtiéndose en el entrenador con más victorias
en la DI de la NCAA con más de 950 victorias.
El periplo Unviersitario de Calhoun como entrenador no aca-
bó, ni mucho menos, de la mejor forma posible. Tras el título
conseguido en 2011 de la NCAA con uno de los mejores
torneos finales que tenemos guardados en la retina con una
final que le enfrentaba a los Bulldogs de Butler, entrenados
por el fantástico Brad Stevens. Nadie puede olvidar ese tor-
neo final, y muchísimo menos ese año en el campus de la
Unviersidad de Connecticut donde tenían a uno de los juga-
dores con más talento individual de toda la nación como es
Kemba Walker, y un jovencísimo Shabazz Napier que no
tenía ni idea de lo que iba a pasar 3 años más tarde.
Jim Calhoun abandonó la universidad como entrenador
cediendo el testigo a un Kevin Ollie que había sido uno de
los mejores bases con los que había contado Jim Calhoun en
su escuadrón, y que había sido todo un trotamundos de la
NBA contando para incontables (valga la redundancia) sin
tener un gran éxito. Sin embargo la primera temporada que
Kevin Ollie iba a tener que estar en la Universidad de Con-
necticut no fue nada fácil. La NCAA sancionó al propio equi-
po sin la posibilidad de jugar la post-temporada 2012-2013
debido a problemas académicos de gran parte de la plantilla
de la pasada temporada por lo que iba a ser extremadamen-
te complicado conseguir la motivación necesaria para conse-
guir una buena temporada.
Además de ello, se sumaron motivos extra deportivos como
sanciones internas debido a problemas en las habitaciones
del campus y que acabó con algún que otro jugador pasando
más de una noche en el calabozo.
Lejos de ver una solución rápida y eficaz, UConn fue transfe-
rido de Conferencia. Dejó de pertenecer a la Big East que
había pasado gran parte de la toda su historia a una nueva
conferencia como era la American Athletic Conference, más
conocida como la nueva AAC. Una conferencia potentísima
repleta de grandes equipos como Louisville que venía de ser
el actual campeón, Cincinnati, o el resurgir de una SMU de
Larry Brown que acabó siendo finalista en el Torneo del NIT
en el Madison Square Garden.
Escrito por Carlos Coello
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A estas alturas, aun no siendo un seguidor acérrimo al
baloncesto colegial, es muy complicado no haber oído hablar
de esta nueva camada de jugadores que se ha erigido como
una de las generaciones más prometedoras de los últimos
años. Tanto es así, que ni habiendo empezado el curso balon-
cestístico en la NBA, eran muchos tanto desde el otro lado
del charco como en el viejo continente los que hacían cábalas
acerca de aquellos equipos qye han puesto sus esperanzas en
este Draft para dar un paso de gigante en sus procesos de
reconstrucción. Así pues, con la cita en el horizonte, he aquí
las predicciones de un servidor al que ni mucho menos le ha
sido fácil mojarse entre tanto diamante en bruto.
1ª RONDA
1. Cleveland Cavaliers: Andrew Wiggins (Kansas)
2. Milwaukee Bucks: Jabari Parker (Duke)
3. Philadelphia 76ers: Joel Embiid (Kansas)
4. Orlando Magic: Dante Exum (Australian Institute of Sport/
Australia)
5. Utah Jazz: Julius Randle (Kentucky)
6. Boston Celtics: Noah Vonleh (Indiana)
7. Los Angeles Lakers: Marcus Smart (Oklahoma State)
8. Sacramento Kings: Aaron Gordon (Arizona)
9. Charlotte Bobcats: Dario Saric (Cibona Zagreb/Croacia)
10. Philadelphia 76ers: Doug McDermott (Creighton)
11. Denver Nuggets: Jusuf Nurkic (Cedevita Zagreb(Croacia)
12. Orlando Magic: James Young (Kentucky)
13. Minnesota Timberwolves: Gary Harris (Michigan State)
14. Phoenix Suns: Nik Stauskas (Michigan)
15. Atlanta Hawks: Rodney Hood (Duke)
16. Chicago Bulls: Tyler Ennis (Syracuse)
17. Boston Celtics: Kyle Anderson (UCLA)
18. Phoenix Suns: Clint Capela (Elan Chalon/Francia)
19. Chicago Bulls: TJ Warren (NC State)
20. Toronto Raptors: Adreian Payne (Michigan State)
21. Oklahoma City Thunder: Cleanthony Early (Wichita State)
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22. Memphis Grizzlies: KJ McDaniels (Clemson)
23. Utah Jazz: Zach LaVine (UCLA)
24. Charlotte Bobcats: PJ Hairston (Texas Legends/DLeague)
25. Houston Rockets: Elfrid Payton (LA-Lafayette)
26. Miami Heat: Jerami Grant (Syracuse)
27. Phoenix Suns: Shabazz Napier (UConn)
28. Los Angeles Clippers: DeAndre Daniels (UConn)
29. Oklahoma City Thunder: Kristaps Porzingis (Cajasol/Spain)
30. San Antonio Spurs: Glenn Robinson III (Michigan)
2ª RONDA
31. Milwaukee Bucks: Jordan Adams (UCLA)
32. Philadelphia 76ers: Mitch McGary (Michigan)
33. Cleveland Cavaliers: Vasilije Micic (Mega Vizura/Serbia)
34. Dallas Mavericks: Jordan Clarkson (Missouri)
35. Utah Jazz: Bogdan Bogdanovic (Partizan/Serbia)
36. Milwaukee Bucks: CJ Wilcox (Washington)
37. Toronto Raptors: Nick Johnson (Arizona)
38. Detroit Pistons: Walter Tavares (Gran Canaria/España)
39. Philadelphia 76ers: Jarnell Stokes (Tennessee)
40. Minnesota Timberwolves: Patric Young (Florida)
41. Denver Nuggets: Deonte Burton (Nevada)
42. Houston Rockets: Isaiah Austin (Baylor)
43. Atlanta Hawks: Dwight Powell (Stanford)
44. Minnesota Timberwolves: Jabari Brown (Missouri)
45. Charlotte Bobcats: Johnny O’Bryant (LSU)
46. Washington Wizards: Spencer Dinwiddie (Colorado)
47. Philadelphia 76ers: Damien Inglis (Chorale Roanne/
Francia)
48. Milwaukee Bucks: Semaj Christon (Xavier)
49. Chicago Bulls: Russ Smith (Louisville)
50. Phoenix Suns: Nikola Jokic (Mega Vizura/Serbia)
51. Dallas Mavericks: LaQuinton Ross (Ohio State)
52. Philadelphia 76ers: Artem Klimenko (Avtodor Saratov/
Rusia)
53. Minnesota Timberwolves: Rasmus Larssen (Bruixa D’Or
Manresa/España)
54. Philadelphia 76ers: Alessandro Gentile (EA7 Milano)
55. Miami Heat: Jahii Carson (Arizona State)
56. Denver Nuggets: Cory Jefferson (Baylor)
57. Indiana Pacers: Khem Birch (UNLV)
58. San Antonio Spurs: James McAdoo (North Carolina)
59. Toronto Raptors: Ioannis Papapetrou (Olympiacos/
Grecia)
60. San Antonio Spurs: Thanasis Antetokounmpo (Delaware
66ers/DLeague)
‘UNDRAFTED’ DESTACADOS
• Roy Devyn Marble (Iowa)
• DeAndre Kane (Iowa State)
• Sean Kilaptrick (Cincinnati)
• Melvin Ejim (Iowa State)
• Markel Brown (Oklahoma State)
• Jordan McRae (Tennessee)
• Josh Huestis (Stanford)
• Lamar Patterson (Pittsburgh)
• Scottie Wilbekin (Florida)
• Cameron Bairstrow (New Mexico)
• Xavier Thames (San Diego State)
• Kendall Williams (New Mexico)
• Fuquan Edwin (Seton Hall)
• Isaiah Skyes (UCF)
• Moussa Diagne (Fuenlabrada)
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E l baloncesto es un juego que está en un proceso de cam-
bio constante, a diferencia de otros deportes como el fútbol
que apenas ha variado desde su creación, el propio juego del
baloncesto se va modificando para adaptarse a las condicio-
nes de los jugadores.
Ya han pasado muchos años desde que James Naismith desa-
rrollase el juego del baloncesto con sus reglas más básicas.
Mucho ha cambiado (y crecido) este deporte hasta convertir-
se en lo que es hoy. A lo largo del tiempo el juego ha pasado
de ser más técnico a más físico, actualmente muchos de los
jugadores que triunfan en la NBA son jugadores con una gran
cualidad física, véase LeBron James, Blake Griffin o Russell
Westbrook. Alejados quedan grandes jugadores con una de-
dicada y cuidada técnica, como es el caso de Allen Iverson,
Tracy McGrady o Gilbert Arenas. Actualmente pocos son los
jugadores que destacan por su gran técnica ya que el juego
está en constante cambio y a día de hoy priman más los juga-
dores con una gran potencia física. Como el cambio entre físi-
co y técnica, también hay un hecho que está variando en el
baloncesto actual y que ha sido un recurso utilizado por la
mayoría de jugadores y es el tiro desde el poste alto. Si anali-
zamos los ‘shot chart’ de los jugadores de NBA vemos que la
mayoría de los tiros errados parten desde esa posición, eso
hace que muchos jugadores estén intentando lanzar menos
tiros desde esa posición, ya que está a caballo entre el triple y
la canasta cercana al aro.
Kevin Durant es uno de los pocos jugadores que siguen man-
teniendo un buen acierto desde el poste alto, (siendo uno de
sus mejores recursos) convirtiéndole en el último de su espe-
cie por así decirlo. Si comparamos a KD con Paul George,
vemos que el de Indiana no supera el 40 % desde la parte alta,
a diferencia de Durant con un 45%.
Un aspecto del juego ofensivo que está empezando a desapa-
recer es el juego de espaldas en el poste y en general la figura
del ‘center’. Cada vez más se utiliza al pívot como jugador de-
dicado a rebotear y anotar debajo sin tener que ‘ganarse el
pan’. Esto ha hecho que muchos interiores se vean obligados
a mejorar su tiro para poder entrar en el juego ofensivo, sien-
do esta un arma muy potente. Pocos son los centers que nos
recuerden a Hakeem Olajuwon posteando de espaldas y sien-
do uno de los referentes del ataque de Houston y es que poco
a poco, el pívot desaparecerá. El juego obliga a hacer cambios,
se buscan jugadores rápidos y que penetren bien, esto discre-
pa con los esquemas en los que hay dos jugadores interiores
que jueguen abajo. Cada vez se habla más de la figura del
‘Cuatro abierto’, como consecuencia de lo que mencionaba
anteriormente. Dentro de un tiempo el baloncesto tal y como
lo conocemos se modifique, pasando a jugar con cuatro o cin-
co jugadores abiertos, como algunos equipos actualmente, en
detrimento de las cinco posiciones de toda la vida.
Y es que, el baloncesto se modifica prácticamente solo, ya sea
con la introducción de la línea de tres en los años ochenta o
con la adaptación de los jugadores interiores a las necesidades
que pide el baloncesto actual. Esta evolución no significa que
sea negativa, solo el tiempo y el baloncesto nos lo dirán.
Escrito por Sergio Rabinal
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