Silver Kane-Servicio Secreto 1252-Lo Siento Por Tus Huesos (1974)

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LO SIENTO POR TUS HUESOS SILVER KANE PARTE PRIMERA LA CACERÍA CAPÍTULO PRIMERO FAROS APAGADOS El automóvil era un viejo Dodge modelo 1968. En algunas ciudades europeas, y estando bien cuidado, aún habrahecho un discreto papel, pero en a!uella carretera cali"orniana, con el motor petardeandode una "orma irregular y la carrocera molida a bataca#os, el Dodge era pura chatarra. $us ocupantes lo haban comprado en un campo de automóviles de segunda mano cuando aún estaba en buen uso y causaba e"ecto, pero llevaban tres meses con %l. & tres meses circulando a velocidades m'(imas, sin ocuparse de cambiar el aceite y aparcando siempre )de odo*, o sea, ati#ando al de delante y al de detr's, acaban con cual!uier coche.+ltimamente apenas se haba arrastrado desde $ausalito hasta all, gimiendo en cada curva y con riesgo de dejarse pie#as en cada subida. o ocupaban dos hombres y dos mujeres. 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De todosmodos, la lu# lunar tampoco lo hubiera denunciado al re"lejarse sobre su carrocera, por!ue toda ella estaba cubierta de una inmensa costra de suciedad y de polvo. os cuatro ocupantes del Dodge descendieron de %l. os dos hombres eran altos, delgados y tenan gestos indolentes. 4no era rubio, casialbino, y tena las "acciones e(ageradamente nórdicas. En sus ojos haba algo de inhumano y de glacial, como si jam's hubiera pasadopor ellos ningún sentimiento. El otro, al contrario, era muy moreno. 3or sus "acciones, por su especial !uietud y por su modo de mirar, recordaba a un indio. 5omo su amigo, vesta pantalones tejanos y una cha!ueta llena de clavos, condecoracionese insignias. $us cabe#asestaban cubiertas por sombreros !ue llevaban las insignias de la 5on"ederación sudista durante la guerra civil. 5ada uno de ellos llevaba adem's un magn"ico revólver, y en la cintura del !ue tena cara de indio destacaban los mangos de algunos pesados cuchillos. En cuanto a las mujeres, hubieran llamado la atención de cual!uier concurso de belle#a, aun!ue sus ropas dejaban mucho !ue desear. o llevaban m's !ue unos shorts y unas camisitas casi transparentes, !ue sólo servan para destacar aún m's la enorme cantidad de cosas !ue haba debajo de ellas. $us largas y hermosas piernas se mostraron con esplendide# cuando las estiraron para salir del coche. 4no de los hombres dijo- /delante. 4n perro ladró en la lejana. $in duda los haba ol"ateado. 3or su potente ladrido, se notaba !ue era un can de los !ue in"unden respeto. odos supieron !ue un momento despu%s lo tendran all, si es !ue no estaba atado. &, en e"ecto, el perro vino como una bala haciaellos. Era un precioso mastn negro !ue poda acabar con un hombre con sólo ponerle las patas encima. & los dos hombres saban !ue no iban a poder disparar contra %l so pena de ser odos desde la casa. ú, 7ndio. El de las "acciones de indio captó la orden de su compa0ero. o se inmutó. 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LO SIENTO POR TUS HUESOSSILVER KANEPARTE PRIMERALA CACERACAPTULO PRIMEROFAROS APAGADOS

El automvil era un viejo Dodge modelo 1968. En algunas ciudades europeas, y estando bien cuidado, an habra hecho un discreto papel, pero en aquella carretera californiana, con el motor petardeando de una forma irregular y la carrocera molida a batacazos, el Dodge era pura chatarra. Sus ocupantes lo haban comprado en un campo de automviles de segunda mano cuando an estaba en buen uso y causaba efecto, pero llevaban tres meses con l. Y tres meses circulando a velocidades mximas, sin ocuparse de cambiar el aceite y aparcando siempre de odo, o sea, atizando al de delante y al de detrs, acaban con cualquier coche. ltimamente apenas se haba arrastrado desde Sausalito hasta all, gimiendo en cada curva y con riesgo de dejarse piezas en cada subida.

Lo ocupaban dos hombres y dos mujeres.

El que iba junto al conductor musit:

Apaga los faros. La luz blanca que se extenda delante del Dodge qued sustituida por una claridad espectral, pues hasta aquella curva apenas llegaba la luz de la luna. El Dodge la tom a poca velocidad para no salirse del asfalto y de pronto apareci ante sus ojos la llanura. Ahora todo el camino era recto hasta perderse de vista. Desde el rancho que estaba a dos millas de distancia no pudieron verles, porque ellos ya haban tomado la curva con las luces apagadas.

El conductor gru:

Este motor hace demasiado ruido.

No te preocupes; a doscientas yardas no nos oirn. Para cuando llegues a aquella estaca blanca.

La estaca se distingua claramente a la luz de la luna y marcaba el lmite de las tierras del pequeo rancho. El Dodge se detuvo all y qued oculto tras unos matorrales. De todos modos, la luz lunar tampoco lo hubiera denunciado al reflejarse sobre su carrocera, porque toda ella estaba cubierta de una inmensa costra de suciedad y de polvo.

Los cuatro ocupantes del Dodge descendieron de l. Los dos hombres eran altos, delgados y tenan gestos indolentes. Uno era rubio, casi albino, y tena las facciones exageradamente nrdicas. En sus ojos haba algo de inhumano y de glacial, como si jams hubiera pasado por ellos ningn sentimiento.

El otro, al contrario, era muy moreno. Por sus facciones, por su especial quietud y por su modo de mirar, recordaba a un indio. Como su amigo, vesta pantalones tejanos y una chaqueta llena de clavos, condecoraciones e insignias. Sus cabezas estaban cubiertas por sombreros que llevaban las insignias de la Confederacin sudista durante la guerra civil. Cada uno de ellos llevaba adems un magnfico revlver, y en la cintura del que tena cara de indio destacaban los mangos de algunos pesados cuchillos.

En cuanto a las mujeres, hubieran llamado la atencin de cualquier concurso de belleza, aunque sus ropas dejaban mucho que desear. No llevaban ms que unos shorts y unas camisitas casi transparentes, que slo servan para destacar an ms la enorme cantidad de cosas que haba debajo de ellas. Sus largas y hermosas piernas se mostraron con esplendidez cuando las estiraron para salir del coche.

Uno de los hombres dijo:

Adelante.

Un perro ladr en la lejana.

Sin duda los haba olfateado. Por su potente ladrido, se notaba que era un can de los que infunden respeto.

Todos supieron que un momento despus lo tendran all, si es que no estaba atado.

Y, en efecto, el perro vino como una bala hacia ellos. Era un precioso mastn negro que poda acabar con un hombre con slo ponerle las patas encima. Y los dos hombres saban que no iban a poder disparar contra l so pena de ser odos desde la casa.

T, Indio.

El de las facciones de indio capt la orden de su compaero. No se inmut. Extrajo uno de los cuchillos que descansaban en su cintura.

El lanzamiento fue perfecto. Cuando el mastn ya llegaba casi a su altura, se estremeci de pronto. La hoja de acero se le haba hundido en el cuello hasta las cachas.

Indio recuper el cuchillo al cabo de unos instantes, cuando el noble animal ya haba dejado de moverse, y lo limpi en su propia piel. Luego dijo:

Adelante.

En el interior de la casa, un hombre joven se haba levantado al or el ladrido del perro. Asom un poco por una de las ventanas mientras deca:

Chris...

Qu?

Me parece que alguien se acerca.

Yo tambin he odo al perro, pero ha dejado de ladrar...

Eso es lo que ms me preocupa.

El hombre fue a alejarse de la ventana para tomar un rifle. El silencio ms total les envolva ahora. Sali con el arma al porche de la casa.

Al abrir la puerta no se dio cuenta de que quedaba alguien tras ella.

El hombre estaba apoyado en la pared.

Indio lanz el cuchillo con un gesto de asco, como si aquello fuera demasiado fcil. El dueo de la casa se estremeci, pero no lleg a lanzar ni un grito. La hoja de acero le haba llegado hasta el fondo del corazn.

Su esposa sali un instante despus. Le haba llamado la atencin el ruido de la cada del cuerpo. Se llev las manos a la garganta, sin fuerzas ni para lanzar un grito, cuando lo vio tendido en el porche.

De pronto su garganta se crisp.

Fue a lanzar un autntico alarido de muerte.

Pero entonces un brazo pas por delante de su cuello, inmovilizndola. Una hoja de acero se clav dos veces en su pecho implacablemente.

No se haba producido ni un solo sonido estridente.

Nada que pudiera llamar la atencin de los otros ranchitos situados a poca distancia.

Indio gru:

Buen trabajo, Carnicero.

El otro hizo un gesto de disculpa, como indicando que poda haberlo hecho mejor, y arranc el cuchillo, limpindolo sobre la misma muerta. Luego mir a las dos mujeres que se acercaban sigilosamente.

Sandra... Leila...

Las dos se movieron entre las sombras para llegar hasta donde estaban ellos. Notaron que ponan un cuchillo en la derecha de cada una.

Sandra pregunt:

Cuntos nios hay?

Tres.

Cuntos aos tiene el mayor?

Seis.

De acuerdo. Nos ocuparemos de ellos. Seguro que ni se han despertado.

Carnicero hizo un gesto indolente, como si apartara una mosca.

Los nios siempre son unos dormilones dijo. Bueno, pues que sigan durmiendo.

Las dos mujeres entraron en silencio en la casa, mientras ellos se dirigan hacia el sitio donde suponan que estaba la caja fuerte. Al cabo de unos instantes, no oyeron ms que unos leves chillidos de angustia.

Alguno se les ha despertado dijo Indio con un gesto de asco. Estpidas! Ni eso saben hacer...

Pero los chillidos cesaron en seguida.

Para ser sustituidos por el denso, espeso, eterno silencio de la muerte...

CAPTULO IIUN HOMBRE LLAMADO MURDER

Normalmente, los peridicos de todo el mundo, y en especial la prspera Prensa de California, tienen que publicar al menos dos veces al ao noticias de matanzas que hacen estremecer a cualquier persona sensible y ponen en guardia a todos los padres de familia que habitan en lugares ms o menos despoblados del pas. Pero esta vez la gota de agua hizo rebosar el vaso. Despus de varios asesinatos masivos ocurridos ltimamente, este ltimo, del que haban sido vctimas un matrimonio y sus tres pequeos hijos, todos pasados a cuchillo, hizo que el sheriff Wonder se estremeciera de horror, diese un par de puetazos a la mesa y llamase a su ayudante Sttaford.

Sttaford era un hombre tranquilo, apacible. Siempre fumaba en pipa y pareca como si para l nada tuviese inters. Cuando entr en el despacho de su jefe, ya llevaba el parte en la mano, recibido por el teletipo.

Lo he ledo, jefe susurr. Ese hombre, Streicher, el muerto, empezaba a ser un gran abogado. Lo que pasa es que no viva en la ciudad porque la salud de la mujer necesitaba un clima ms seco. Su rancho estaba en Dawson Canyon, sabe? Cerca de Monument Peak.

Demasiado lo s! grit Wonder. Incluso yo haba estado una vez all! Y conoca a los tres chicos! Y estoy decidido a que esto se liquide de una vez sin preocuparme de si en California van a restablecer o no la pena de muerte!

Sttaford le entendi a la perfeccin.

Dijo:

Murder?

S.

Murder querr saber si le apoyaremos pase lo que pase.

A Murder le apoyaremos pase lo que pase dijo el sheriff. Tengo buenos amigos en la alta poltica del Estado. Promtaselo! Dgale que por ninguno de sus descuidos recibir, la menor advertencia.

Sttaford dijo:

Bien, jefe.

Y sali.

No se habla inmutado en absoluto.

De su pipa seguan brotando unas tranquilas volutas de humo mientras se diriga a la sala de informacin de la jefatura del condado.

Dos policas estaban all, recogiendo las noticias que les llegaban por telex. Sttaford pregunt:

Dnde est Murder?

Ya lleva matados a dos gru uno de los policas.

Pero qu dices...?

Seis hombres han sido descubiertos en la zona de Ontario cuando llevaban el cadver del pequeo Jonathan Miller.

Jonathan Miller? Pero si sus padres pagaron el rescate...!

Al parecer aquellos hijos de perra haban matado ya al chico cuando pidieron el dinero explic el mismo polica. E iban a deshacerse del cuerpo en San Bernardino Riverside, despus de cobrar, cuando Murder los descubri. Fue una casualidad. Por lo visto Murder tena una chica por aquellos contornos.

Y siempre que va a ver a una chica lleva su rifle?

S. Dice que por si tiene que defenderse cuando ella se pone pesada.

Y Murder est solo all?

Al principio s, pero ahora ya ha llegado un coche patrulla..., cuando Murder ya haba liquidado a dos hombres.

Sttaford mir en el mapa la situacin. El mapa ocupaba toda la pared y era una maravilla de exactitud, como si uno contemplase el panorama desde un satlite artificial. Para llegar hasta la zona de Los Angeles llamada Ontario, donde est el aeropuerto internacional, era mejor que tomase la carretera nmero 60 que empalma con la Riverside Freeway un poco ms arriba de Magnolia Center. El lugar en que le sealaban el tiroteo estaba situado un poco al sur de Glen Avon.

Llam a su jefe, el sheriff Wonder, y ambos tomaron el coche patrulla ms rpido de que disponan, conducido por un antiguo piloto de carreras que haba estado tres veces a punto de quemarse vivo. Fue casi milagroso que llegaran intactos a la zona, donde un grupo de patrulleros haba interrumpido ya la comunicacin. Los disparos se oan en todas partes, como si poco ms all se estuviera desarrollando una batalla campal.

El sheriff gru:

Dejen paso.

No tard en ver a Murder, parapetado tras la chatarra de un coche incendiado, empleando su rifle contra una hilera de casas bajas donde haba una funeraria, una casa de hot dogs (de dnde sacaran la carne para los bocadillos?) y un dancing donde deban acudir las parejas para besarse en las noches de luna.

Pero ahora no haba ni luna ni narices. Ahora pesaba sobre el paisaje el sol blanco de California. Detrs de la chatarra, la camisa clara de Murder y sus espaldas anchas destacaban demasiado a la luz.

Sin duda el to se la estaba jugando. El coche tras el que se parapetaba no haba ardido por casualidad, sino porque los sitiados haban lanzado una granada. Y una situacin de seis contra uno y encima con enemigos que llevan granadas, no pareca lo que se dice muy alentadora para Murder.

Sin embargo ste pareca tan tranquilo.

No se precipitaba. El rifle descansaba entre sus manos como si no tuviera nada que hacer con l.

Sttaford perdi su habitual sangre fra mientras le gritaba desde el ngulo de una de las casas:

Cbrete!

El otro no se movi.

Ni Sttaford ni el sheriff entendan cmo un solo hombre pudo haber cercado a seis enemigos cuando an no contaba con la ayuda de ningn coche patrulla. Pero la respuesta estaba a la vista. Encerrados en una de las casas, ninguno de los secuestradores poda atreverse a salir. Dos de ellos lo haban intentado, cubiertos por el fuego de los otros, y all estaban sus carroas pudrindose al sol. Las balas implacables de Murder les haban alcanzado cuando an no estaban en la esquina;

El sheriff aull:

Cbrete mejor! Enviarn otra granada!

Saba que Murder no poda, contar con la ayuda de los patrulleros, porque los pocos que haban llegado bastante trabajo tenan con acordonar la zona y evitar que all ocurriera una catstrofe.

Como si sus palabras hubieran sido una premonicin, en una de las ventanas apareci un hombre. Llevaba en su mano derecha una granada de mano.

Fue a lanzarla contra la chatarra del coche, para acabar de convertirla en pedazos y convertir tambin en pedazos al hombre que estaba tras l. Pero Murder pareca esperar aquello.

No vacil ni una dcima de segundo.

Dirase que apenas movi el rifle.

La bala alcanz a su enemigo en el cuello cuando an no haba lanzado la granada. De un modo maquinal e instintivo fue a apretarse la herida con las manos, y entonces la granada estall. Lo que qued del individuo hubiera podido caber en la cesta de un carnicero.

Los otros se dieron cuenta de que estaban perdidos, porque continuamente iban a llegar ms patrulleros a la zona. Intentaron una salida desesperada disparando como perros rabiosos.

Lo que quedaba del automvil salt convertido en dbiles chispas metlicas. Murder, pegado a una de las ruedas, emple su rifle con una espantosa calma y con una sobrecogedora eficacia.

Uno de los hombres, que ya estaba en el portal de la casa, se ech hacia atrs y se llev las manos crispadas al cuello como si en torno al mismo se hubiera enroscado una vbora.

Otro empez a descender por las escaleras que llevaban al lado opuesto, pensando que si huan en distintas direcciones, Murder no tendra tiempo de cazarlos a todos.

Pero baj aquellas escaleras ms de prisa de lo que hubiese querido.

De pronto not que todo daba vueltas en torno suyo. Choc contra la barandilla. Y lo ms extrao de todo era que no senta ningn dolor, pero en cambio iba dejando contra los barrotes una serie de manchas de sangre.

El sheriff Wonder corri hacia los restos del coche.

Les has dado, muchacho! Les has dado!

Murder se volvi apenas hacia l, con las facciones impasibles.

Deba tener apenas veinticinco aos. Era rubio y llevaba el pelo cortado como un marine. En una de las mangas de la camisa haba un agujero de bala, rozando su poderosa musculatura, pero l no pareca haberlo notado siquiera.

Qu pasa, sheriff? musit.

Te necesito para un trabajo!

Urgente?

S!

Pues tendr que esperar.

Por qu?

Murder no contest.

Gir velozmente el rifle.

Craaaac!

El disparo pareci el graznido de un buitre. El hombre que haba logrado encaramarse hasta el tejado de una de las casas salt hacia atrs chillando, mientras tenda los brazos al cielo

Murder gru:

Ya deca yo... No me salan las cuentas.

Y se volvi amablemente hacia Wonder mientras preguntaba:

Qu chiste me estaba contando usted, sheriff?

Wonder lanz una maldicin.

Ni chiste ni narices! Mira!

Le puso delante de la cara la noticia del teletipo donde estaban recogidos los detalles esenciales sobre la estremecedora matanza del rancho de Streicher. Aquella misma noticia del teletipo estara llegando ya a aquellas horas a las redacciones de los diarios, donde sin duda se preparara una edicin especial. El sheriff saba lo que aquello significaba.

Van a fremos dentro de unas horas dijo. Nos van a llamar de todo. Por eso hace falta que los atrapes antes de que salgan de estos lmites y los mates. Sean quienes sean, debes matarlos antes de que puedan decir una palabra.

Murder cabece.

Saba lo que pensaban muchos hombres como el sheriff Wonder, hombres de cuyas manos se estaba escapando la ley.

Pensaban que no podran dominar la ola de crmenes mientras no volviera a aplicarse la pena de muerte, cuyo restablecimiento haba sido votado ya. Pero por el momento no se aplicaba ni siquiera a hombres como Manson.

Bueno... dijo Murder calmosamente, California est llena de vagabundos que aprovechan el buen clima. Y si las cosas se ponen mal dadas, tienen cerca la poblacin de San Diego, la frontera de Tijuana y la hospitalidad de Mxico. Nadie puede reprocharle a usted que existan esas bandas, sheriff. Nadie le puede echar nada en cara, de modo que tranquilcese.

Las bandas de vagabundos puede que no me importen dijo Wonder con voz crispada, pero esos espantosos crmenes han sido cometidos en mi distrito y pienso castigarlos como en los buenos tiempos en que imperaba la ley de la cuerda. Sabe por qu no les importa matar a esos perros, aunque sea para conseguir un miserable puado de dlares? Porque saben que, cmo mximo, arriesgan ocho o diez aos entre rejas. La condena es a cadena perpetua, pero luego vienen los indultos, la buena conducta... Prefiero su sistema, Murder. Prefiero que su rifle imponga la ley.

Murder apret los labios.

Tena un bonito historial.

Expulsado de los federales.

Expulsado de la polica de Los Angeles.

Expulsado de la polica de Oregn.

Expulsado de los cascos azules al servicio de la ONU.

Todo esto en seis aos. Difcil sera conseguir un rcord mejor.

Motivos... Motivos? Mujeres bonitas y gatillo fcil. Uno no se puede escapar con la hermana del jefe de polica sin que pase algo. Uno no puede encontrar en su dormitorio a la mujer del embajador de Tanzania a las cuatro de la madrugada sin que se remueva la ONU. Uno no puede matar a un jeque rabe que haba raptado a una muchacha durante un viaje a Estados Unidos sin que las grandes compaas petrolferas, deseosas, de mantener las mejores relaciones con los sbditos de Al, gritarn: Que expulsen a ese perro!

Ahora Murder era sencillamente una cosa: detective privado.

Lo que pasaba, era que trabajaba casi en exclusiva para el sheriff del condado y fiscal del distrito, quienes le pasaban un sueldo mensual. Murder les solucionaba los trabajos sucios o delicados que ellos, con las manos atadas por la ley, no podan realizar.

Ahora gru:

No tengo la menor pista, sheriff. California es enorme, por si no se haba enterado an. No puedo atrapar a todas las bandas de vagabundos que la recorren. Y ni siquiera dice aqu que fueran unos vagabundos.

Claro que lo eran. Encontraron un viejo Dodge escacharrado a poca distancia. Era un trasto que abandonaron porque ya no poda tirar ms. Quin cree que lo llevaba? El gobernador?

Puede que el gobernador haya querido despistarnos a todos-dijo cnicamente Murder. A lo peor, por las noches se dedica a hacer ejercicios de tiro.

Ni siquiera ha ledo la noticia, maldita hiena sarnosa dijo Sttaford, que haba llegado hasta el coche tambin. No son ni un solo disparo, que hubiese alertado a los ranchos cercanos. Utilizaron solamente el cuchillo. Mataron a pualadas hasta al perro.

El sheriff insisti:

Ocpese de ellos, Murder. Murdales con sus dientes envenenados. Mueva su cochina cola de escorpin. Mtales su ponzoa en la sangre.

Se ve que me quieren mucho dijo Murder. Todo son alabanzas.

Ni alabanzas ni porras. Haga con ellos lo que tiene que hacer.

Ms tarde dijo Murder tranquilamente.

Ms tarde dice? Por qu no ahora? Qu cuerno le impide ponerse en seguida a trabajar?

Es que tena una cita con una chica y no pienso despreciarla por matanza ms o menos-dijo Murder con la misma voz de tipo que se va a ver un partido de bisbol. Por cierto, podra llevarle una flor.

Arranc la que uno de los muertos llevaba en la solapa, se la llev hasta la nariz y dijo con expresin satisfecha:

Pues an huele...

CAPTULO IIIUN LINCOLN DE PRIMERA CLASE

El coche que lleg al aparcamiento privado del California Bank, en la zona de San Bernardino, no recordaba para nada al viejo Dodge que los federales haban encontrado abandonado en el desierto. Era un Lincoln negro, extralargo, brillante, de los que usan slo los banqueros y los ejecutivos de algunas grandes empresas.

Llevaba chfer.

Un tipo moreno, hermtico, y que tena cara de indio.

En el asiento posterior iban tres personas. Un hombre y dos mujeres, todos ellos jvenes y bien vestidos. E! Lincoln dio una solemne vuelta y se situ en un lugar del aparcamiento que estaba cerca de la salida.

El empleado de servicio corri a abrirles la puerta!.

Sin duda aquellos visitantes tan distinguidos querran ver al jefe.

Mientras el chfer se quedaba ante el volante, las dos mujeres y el hombre salieron. Iban bien vestidos, pero haba en ellos algo de chabacano, de irregular, como si no estuvieran acostumbrados a llevar ropas como aqullas. Tal vez al vigilante hubiera debido llamarle la atencin eso, pero no prest realmente atencin a nada porque en seguida qued prendado de las suculentas piernas que con tanta generosidad le enseaban las chicas.

Una de ellas pregunt:

Donde podemos hacer un ingreso?

All, por favor. A mano derecha.

Los tres entraron mientras el fulano con aspecto de indio se quedaba en el coche. A aquella hora haba muy poca gente en el Banco porque faltaba poco para cerrar. De todos modos, los clculos que haban hecho antes de dar el golpe fallaron ligeramente.

Haban contado con la presencia de unos tres clientes.

Y haba cinco.

Pero los recin llegados no se inmutaron en absoluto. Avanzaron hacia la ventanilla de la caja mientras el hombre rubio, casi albino, abra el maletn.

Las chicas metieron las manos.

Dos pistolas automticas aparecieron inmediatamente en ellas.

El rubio dej caer el maletn al suelo para tener las manos libres. Extrajo una Luger y encaon a todos los que estaban all. Mientras tanto, una de las chicas puso el maletn ante la ventanilla.

Llnelo dijo. Queremos todo lo que haya en la caja.

Uno de los empleados se movi calmosamente.

Fue a hacer sonar con el pie la alarma que no produca ningn ruido all, pero sembraba el estrpito en la estacin de polica ms cercana.

Carnicero sonri.

Haba en su boca una expresin helada.

Hizo un disparo y atraves la sien de aquel hombre. Los clientes que se haban tendido en el suelo se pusieron a chillar frenticamente.

Las mujeres dispararon tambin.

Fue un sucio trabajo de aficionados Se cargaron con dos muertes ms cuando en realidad no haba necesidad de que apretaran los gatillos. Un hombre qued clavado contra la pared... Una mujer de media edad empez a lanzar sangre por nariz y boca.

El empleado que estaba en el aparcamiento oy los disparos. Mientras corra hacia la caseta donde estaba el telfono gimi:

Dios santo...

Indio no le dej tiempo de llegar.

Lanz un cuchillo desde la ventanilla. El empleado lo recibi en plena espalda, alz los brazos al cielo y cay unos pasos ms all mientras el suelo, a sus pes, se tea de rojo.

Dentro del Banco, mientras tanto, el maletn de Carnicero ya se haba llenado de billetes, aunque las prisas le hicieron olvidarse de que quedaban ms en caja. Aquello continu siendo un sucio trabajo de aficionados. Cuando iban a retirarse ya hacia la puerta, aparecieron dos policas.

Fue una simple casualidad.

Eran patrulleros que venan a hacer una llamada telefnica.

Cuando vieron lo que suceda llevaron las manos a las armas, pero ya no tuvieron tiempo. Por lo menos uno de ellos no lo tuvo. La bala de una de las chicas le perfor la cabeza mientras le haca saltar brutalmente hacia atrs.

Carnicero pas el maletn a la otra, mientras abrazaba a una de las clientes y la empleaba como parapeto. Era una mujer rubia, opulenta, preciosa, cuya falda se desgarr en seguida con la violencia de su gesto, mostrando unas piernas de primera clase que hubieran hecho entornar los ojos al polica en otras circunstancias.

Pero ahora, aun teniendo el revlver en la mano, no se atrevi a disparar.

Poda matar a la mujer.

Esta chillaba desesperadamente, pero Carnicero la oblig a seguir con l, emplendola siempre como, parapeto. Cuando estaba ya en la puerta dispar dos veces contra el polica, pero sin alcanzarle. Por fortuna, el patrullero haba adivinado lo que iba a suceder y se haba situado a un lado de la entrada.

Pero nada poda hacer mientras los fugitivos tuvieran a la rehn con ellos. Si disparaba, seran capaces de volarle la cabeza a la joven.

Mientras retrocedan hacia el Lincoln, Carnicero vio al empleado del aparcamiento con el cuchillo clavado en la espalda.

Sus ojos llameantes fueron hacia Indio.

Barbot:

Idiota!

Iba hacia la garita gru Indio. Y en la garita hay un telfono.

Pero no debas haber empleado el cuchillo... Ahora relacionarn esto con lo del rancho. Y aqu nos han visto la cara...

Indio se encogi de hombros.

No llegarn a echarnos el guante nunca mascull.

La mujer empleada como rehn lanz un grito desgarrador mientras la metan en el coche. Este arranc con tal fuerza que el motor lanz una especie de ladrido. Segundos despus se perdan de vista en direccin a Highland. Parecan dirigirse hacia la carretera nmero 10, que pasa por Redland.

Ese fue el primer parte que dio la polica. Deban ser interceptadas todas las comunicaciones no slo en direccin a Redland y Beaumont, sino tambin en todas las laterales, o sea Reche Canyon, San Timoteo, Yucalpa Boulevard, Calmesa y Wilwold Canyon. Un Lincoln negro modelo 1970 deba ser interceptado, pero sin cambiar disparos, porque dentro llevaban los salteadores un rehn. Tambin deba ser interceptado cualquier coche en el que viajasen cinco personas, concretamente tres mujeres y dos hombres. Pero se prohiba terminantemente disparar mientras la rehn no hubiese sido liberada.

Todas estas rdenes fueron transmitidas por la patrulla de carreteras con una velocidad rcord. Ms de dos docenas de coches se pusieron en movimiento surgiendo de todos los puntos imaginables. Eran ltimos modelos con los motores trucados para correr ms, de forma que ni el Lincoln ni el que lo invent se les escaparan en la carretera.

La cacera haba empezado.

Poco despus la noticia llegaba al despacho del sheriff Wonder, responsable de la zona. Wonder an estaba dando vueltas al asesinato masivo del rancho.

Y ahora slo le faltaba esto.

Esto...!

Qu pasaba? Todo el mundo en su condado se haba vuelto loco?

Cierto que no poda decirse que en los ltimos tiempos imperara la ley en California, pero dos sucesos as en doce horas era demasiado. Inmediatamente aull:

Sttaford!

Pero Sttaford no estaba.

Un agente vino en su lugar.

No aparece en el despacho, jefe.

Pues, dnde se ha metido ese perro? Bsquelo!

Est telefoneando a su hermana, jefe. No contesta al telfono hace horas y teme que le haya ocurrido algo.

Su hermana que se muera! Lo que me interesa ahora es otra cosa! Y no me interesa slo a m, sino a todo el Estado! Hgalo venir!

Sttaford apareci momentos despus. Estaba plido.

Estoy preocupado por mi hermana, jefe. No s qu pasa. No contesta al telfono desde hace horas.

No estar en casa.

Imposible; Si se rompi un tobillo hace poco! Tiene que estar!

Pues olvdese de ella, Sttaford. No puede pasarle nada, excepto que se haya roto el otro tobillo y tenga que ir a rastras hasta el telfono. Vamos.

Adonde?

A la sucursal que el California Bank tiene, en San Bernardino. Pronto!

Los dos llegaron all en un coche patrullero cuando la zona estaba ya acordonada. Tardaron slo unos instantes, pues el que conduca era el piloto que haba estado a punto de morir abrasado dos veces. Y de que estaba buscando la tercera pero esta vez en compaa no caba duda alguna.

Vieron los cadveres.

Vieron, sobre todo, el del empleado del aparcamiento.

Qu le recuerda esto, Sttaford? musit el sheriff.

El rancho de Streicher. Ese cuchillo es igual que uno de los que encontramos all.

Pues ya tenemos una pista... Son los mismos hijos de zorra que hicieron aquello. Pero dicen que llevan un rehn.

S, y eso significa que...

Que no podemos disparar mascull Wonder. Las rdenes dadas por la patrulla de carreteras son tajantes. No podemos disparar y tenemos que consentir que esos cerdos paseen delante de nuestras narices con su botn y con sus manchas de sangre. Pero hay un camino, Sttaford. Un sucio camino que estoy dispuesto a seguir.

Sttaford apret los labios.

Murder? susurr.

S. El es un rifle de primersima categora. Los matar sin rozar a la mujer que llevan como rehn.

Pero Murder dijo que se iba con una mujer. Que tena una cita...

Lo s. Y no comprendo cmo le dej escapar.

Porque l se larg cuando usted volvi la espalda, sheriff.

No quiero ni recordarlo, malditas sean las primeras papillas que trag.

Y aadi con voz ronca:

Bsquelo! Bsquelo aunque sea en el ltimo rincn de California! Y trigalo a rastras! Sujtelo por la lengua!

Pero..., pero yo qu s con qu mujer est ahora!

Es igual! Pregunt una por una! Bsquelooooo...!

De acuerdo, voy a preguntar una por una. Dme el telfono de su hija, sheriff.

Para qu?

Para saber si Murder est con ella.

El sheriff le larg un zarpazo, pero no lleg a alcanzarle. Sttaford era demasiado gil para eso. Dio un salto y se perdi en el interior del Banco.

Cuando lleg adonde estaban los expertos en huellas, ya se haba olvidado de Murder. Al diablo. Lo que ms le preocupaba ahora era saber dnde demonios se haba metido su hermana con un tobillo roto.

La llam de nuevo.

Y nada. El telfono son insistentemente, sin respuesta, en unas habitaciones vacas.

Sttaford lanz una maldicin. Le preocupaba ahora tanto su hermana que no iba a dedicar su precioso tiempo a un asesino profesional como Murder. De modo que fue hacia donde estaba estacionado uno de los patrulleros.

Tienes trabajo, no? pregunt al conductor.

Por ahora, s. Hemos de acordonar la zona.

Pues djame tu coche. Volver con l dentro de una hora como mximo. Tengo algo muy urgente que hacer.

Sin esperar respuesta, Sttaford se sent al volante y arranc a gran velocidad. Borde Edgemont y la base de la March Air Force y lleg a un grupo de pequeas y alegres casas blancas que hay en Wood Road.

Detuvo el coche y se dirigi a una de ellas.

No pareca haber pasado nada anormal.

Todo era paz all. Temblando de todos modos, oprimi el timbre de la puerta. sta se abri al cabo de unos momentos.

La hermana de Sttaford, que tena veintids aos y no estaba lo que se dice mal, le mir con los ojos entrecerrados.

No llevaba ms que una camisita.

Gru:

T?

No has contestado al telfono en toda la maana, Glenda!

Ella por poco le pega.

Y para qu he de contestar? No quera que me molestasen.

Pero, Glenda! T tienes un tobillo roto!

Y qu? Puedo arrastrar la pata.

Sttaford la mir recelosamente.

Mir la camisita.

Las piernas.

La cara de fastidio que ella pona.

Glenda estuvo a punto de cerrarle la puerta en las narices.

Bueno, ya has visto que estoy bien. Adis, hermanito! Te escribir por Navidad!

l puso el zapato en el umbral, de modo que la puerta no pudiera cerrarse. Con expresin atravesada dijo:

Quin est ah dentro?

No necesit preguntarlo dos veces.

La voz cansada de Murder dijo desde uno de los dormitorios:

Pero qu pasa, monada? Vienen a cobrar alguna factura? No te preocupes, mujer. An tengo un poco de dinero en mis pantalones. Scalo y paga.

Los dientes de Sttaford brillaron como los de un tigre.

No dijo con voz chirriante, no vienen a cobrar ninguna factura.

Sac su revlver.

Murder tuvo que salir de all mientras an se estaba vistiendo. En cuanto a Glenda, empez a insultar desde la ventana a su hermano y a jurarle que no le hablara nunca ms. Cuando el patrullero arrancaba an grit:

Imbcil! Justo has venido a estropearlo todo cuando acabbamos de empezar! Yo que haba esperado durante tanto tiempo! Yo que llevaba seis meses haciendo cola...!

CAPTULO IVEL CAZADOR

El sheriff tendi las fotografas para colocarlas al otro lado de la mesa, donde estaba Murder. Murder an se ajustaba la corbata. En California se viva aprisa, qu cuerno.

Aqu las tiene dijo el sheriff. Unas vctimas y otras. Fjese, sobre todo, en los cuchillos y en la formade usarlos.

Murder apenas dirigi a aquello una mirada.

Segn qu cosas le sacaban de quicio.

Sobre todo los asesinatos de nios.

Son los mismos dijo. Sin lugar a dudas.

Y por su culpa hemos perdido unas horas preciosas, Murder.

Por mi culpa...?

Si les hubiese matado esta maana, no hubieran llegado a cometer el atraco antes del medioda.

Esta maana no saba ni dnde estaban, sheriff.

Es igual. Debi haberlos buscado en lugar de liarse con una mujer.

No poda hacer otra cosa. Ella llevaba mucho tiempo haciendo cola. Soy muy formal en mis compromisos.

Maldito sea, Murder. Me cisco en sus antepasados. Me cisco en las primeras papillas qu trag.

Eso me lo han dicho otras veces. Ya no me emociona.

Wonder ahog una imprecacin.

Pas tambin a travs de la mesa las primeras declaraciones de los testigos.

Aqu estn las descripciones dijo. Falta la del conductor del Lincoln, porque a se slo le vio el empleado del aparcamiento, pero ese empleado est ahora muerto. Lalas.

Murder ech un vistazo a las descripciones que daba la gente del Banco. Con eso ya tuvo una leve idea para empezar. Luego gru:

Por dnde han huido?

Se supone que van hacia el desierto, hacia Cherry Valley, por la carretera nmero 10.

La que arranca de Union Station?

S. No s por qu me lo pregunta si usted la conoce mejor que nadie, Murder. La ha limpiado con la lengua docena de veces.

Murder no se inmut por tan amables palabras.

Estaba habituado a que la gente le quisiese... A que hiciera cualquier cosa por l, desde poner la cuerda para el ahorcamiento hasta pagar la factura de la luz cuando lo electrocutasen.

Cules son las rdenes? pregunt con expresin impasible.

No las tiene. Usted es un detective privado que trabaja para la polica de Los Angeles y al cual pagamos con los fondos secretos que el Gobierno pone a nuestra disposicin. Usted hace los trabajos sucios, pero necesarios, que nosotros no podemos atrevernos a hacer. En este caso, se supone que usted est contratado por la seorita Jezabel Narrow para salvarla. Nosotros testificaremos que es as.

Quin es Jezabel Narrow?

La mujer a la que esos cochinos salteadores apresaron en el Banco y se llevan como rehn. Usted tiene un contrato para salvarla, pues en el momento oportuno se demostrar que usted cobraba cantidades fijas de ella por si se produca alguna, situacin as; es decir, que era una especie de guardaespaldas, como hoy da tiene mucha gente en Los Angeles. Por otra parte, usted posee licencia de armas. selas como mejor convenga, entiende? Como mejor convenga.

Murder segua sin inmutarse.

La nica que no debe morir es Jezabel, verdad?

La nica. A los dems nos har un favor si los mata.

Incluso a las mujeres?

El sheriff no contest.

Se limit a escupir a distancia.

Por qu no a ellas? pregunt al cabo de unos instantes. No piden la igualdad de derechos? Pues que arramblen tambin con todo lo dems.

Ya en la puerta, Murder susurr:

Me llevan mucha ventaja y probablemente han cambiado de coche. Me gustara emplear un helicptero.

De cules?

No de la polica, por supuesto. Uno de los que se emplean para luchar contra las plagas del campo me vendra muy bien.

Dar rdenes para que disponga de l. La polica tiene bastantes helicpteros sin pintar, a los cuales, mediante unas tiras de plstico adheridas al fuselaje, ponemos en un momento las siglas que convenga. Ah... Llvese un rifle que no sea reglamentario. Y crguelo con balas blindadas. No quiero piedad.

Murder no necesitaba que le dieran aquellas instrucciones.

Ya saba que la piedad no era precisamente la virtud que ms se valoraba en aquella clase de trabajos.

Un momento despus volaba a lo largo de la carretera nmero 10 en direccin al este, es decir, hacia Arizona. El no pilotaba, aunque saba hacerlo, porque necesitaba tener las manos libres para disparar en caso necesario. Pero pronto comprendi que a lo largo de la nmero 10 no conseguira nada.

Todas las salidas hasta el cruce con la carretera nacional 60, cerca de Beaumont, estaban tomadas, de modo que era imposible que los fugitivos hubieran llegado hasta all. Ms o menos poda distinguirse un patrullero acechando cada cuatro millas. Y bastantes tiradores de lite se haban agazapado en los bordes del asfalto, cubiertos con hojas de la cabeza a los pies, de modo que desde un coche lanzado a gran velocidad se les pudiera confundir con plantas. Dotados de pequeos equipos de radio, cualquiera de aquellos tiradores poda avisar a los siguientes para que acribillasen al vehculo que se acercaba.

Murder distingua desde el helicptero detalles que los fugitivos no podran captar jams, pero aun as no tena demasiadas esperanzas. Era seguro que se habran largado en algn punto de la nmero 10, sin emplear la carretera.

Muchas partes del desierto permitan rodar por ellas, siempre y cuando uno no tuviera el menor inters por conservar la salud del coche que conduca.

Claro que entonces se hubieran visto las seales de las ruedas desde un helicptero, y eran bastantes los aparatos de la polica que sobrevolaban la zona. Pero exista un recurso sencillo que los fugitivos podan haber empleado y que quiz llevaban preparado desde el principio en el portamaletas del Lincoln: una gruesa alfombra sujeta al parachoques posterior, sobre todo si esa alfombra llevaba pesos sobre el extremo que quedaba libre, alisaba el terreno por el que haban pasado las ruedas un segundo antes. Lo alisaba lo bastante para que desde un helicptero no se pudieran distinguir las marcas de los neumticos.

Murder indic al piloto que abandonaran la carretera nmero 10 y sobrevolaran la nmero 60, que est ms al sur. Como tambin all haba vigilancia y no descubrieron nada, sobrevolaron Alessandro Valley, para volver al norte y detenerse sobre Reche Canyon, al sur de Loma Linda. Murder estaba completamente seguro de que los fugitivos se haban desviado por all, sin cruzar la carretera nmero 60.

La regin abunda en pequeos edificios abandonados que alzaron los primeros colonos, cuando la gente empez a establecerse en el condado de Los Angeles. La atraccin de la gran capital haba hecho que sus habitantes se largasen, y ahora aquellos edificios medio en ruinas eran ocupados por vagabundos y por gente deseosa de aventuras, que iba de aqu para all. Como el clima de la zona de Los Angeles es bueno casi todo el ao, puede decirse que gran parte de los aventureros de medio pelo que hay en los Estados Unidos se concentran all. Y entre esos aventureros de medio pelo hay un ochenta por ciento de gente honrada, pero un veinte por ciento de criminales de la peor especie. Murder opinaba que ya era bastante.

Una franja en el terreno le llam la atencin. Como l ya pensaba en el truco de la alfombra, se fij en detalles que la polica haba pasado por alto. Por ejemplo el hecho de que una determinada zona del desierto hubiera sido como cepillada. No le cupo duda de que la alfombra haba pasado por all.

El rastro, bastante irregular, terminaba en una serie de edificios abandonados que estaban cerca de El Casco Lake. No se distingua el menor signo de vida por all, pero el Lincoln poda estar en cualquiera de los cobertizos llenos de ratas del desierto. Murder hizo una sea al piloto para que pasase de largo.

No le interesaba demostrar hacia aquello la menor atencin.

Pero a cosa de tres millas le indic que descendiera al abrigo de una colina, de forma que no pudieran ser observados desde cualquiera que estuviese en los edificios. A poca distancia de tierra, salt desde el helicptero. El piloto le dese buena suerte antes de remontar de nuevo.

Verdaderamente, necesitaba la buena suerte.

Era un hombre solo metido en un desierto donde le aguardaban cuatro enemigos armados, contra los que adems no poda disparar libremente porque llevaban una rehn.

Murder iba armado con un cuchillo de pesado mango cuya precisin en los lanzamientos hubiese envidiado el propio Indio. Llevaba tambin un revlver espaol de cinco tiros marca Cadix y calibre 32 especial, que disparaba balas blindadas de 102 milmetros. Y, por fin, llevaba adosado al interior de la americana un can corto, muy bien aserrado, que encajaba con una culata de plstico situada en el lado opuesto. La recmara era muy sencilla, tena siete balas y ocupaba uno de los bolsillos de la chaqueta deportiva de Murder. Encajar aquellas tres piezas y ponerse a repartir confites con ellas, le ocupara menos de diez segundos.

Avanz a la sombra de una colina arenosa, procurando que no le viesen. Estaba a poca distancia de Los Angeles, pero aquello pareca lo ms perdido de los desiertos que bordean el lado oriental, de Sierra Nevada. Cuando llegaba a poca distancia de los edificios, vio al tipo que vena hacia l.

Meda casi dos metros y hubiera infundido respeto a cualquiera que no fuese Murder. Su musculatura era poderosa, pero en aquel tipo haba algo vacilante, algo que convenci al detective de que estaba ante un rabioso fumador de yerba. Claro que uno nunca sabe cmo los aficionados a la marihuana van a reaccionar. A veces son pacficos; a veces llegaran a matar a su madre por cualquier cuestin de la que ni siquiera se acuerdan luego.

El desconocido dijo:

Aqu no pagamos impuestos, cobrador.

No vengo a cobrar impuestos dijo Murder.

Pues qu?

Vengo a cobrar el gas.

El otro le dispar la derecha. Un golpe de aquella maza, que era su puo, poda acabar con cualquier tipo en el ring, pero a Murder ni siquiera le roz. Esquiv a tiempo mientras disparaba su pie, a la rodilla izquierda de su enemigo.

Este vacil, pues haba descompensado adems su peso al fallar el golpe. Lanz un grito cuando la mano abierta de Murder vino hacia su pmulo, derecho.

Fue un siniestro golpe de karate.

E1 gigante cay de costado sin saber lo que le suceda. No estaba muerto, pero tardara mucho en lograr que volvieran a su sitio los muelles de su cerebro que se haban disparado. Mientras tanto, Murder sigui avanzando.

Ahora ya saba algo ms.

All haba una pequea comunidad de fumadores de marihuana.

Los fugitivos haban llegado hasta la zona.

Haban repartido droga generosamente.

Y con eso tenan un refugio seguro para que aquellos tipos les defendieran pasara lo que pasase.

Murder pensaba haber eliminado el principal obstculo, pero no contaba con lo que pas despus. No contaba con el horror que lleg hasta su cabeza un segundo ms tarde,

Como si fuese una visin del infierno.

Como si el propio diablo hubiera inventado aquello.

CAPTULO VUNA VISCOSA MUERTE

Murder saba que en el desierto haba quien se dedicaba a cazar serpientes por aficin, ya que en este mundo hay gente a la que divierten las cosas ms increbles. Pero no imaginaba que tuviera a uno de ellos tan cerca. Y no imaginaba que aquello pudiera ocurrir.

De repente, el tipo haba brotado con un cesto de un hoyo abierto en la arena.

De repente, el tipo haba abierto el cesto mientras haca un rpido y experto movimiento para lanzar encima de Murder el contenido que haba en l.

Siete serpientes brotaron como una maldicin del fondo de aquel cesto. Las siete, como una lluvia macabra, infernal, ftida y alucinante, volaron hacia la cabeza de Murder.

Eran como pjaros de la muerte meneando sus colas de escamas y de arena. Sus dientes, ponzoosos, formaron sobre la cabeza de Murder una visin de pesadilla que dur apenas dos dcimas de segundo.

Muchos hombres han muerto a causa de las mordeduras de serpiente, pero quiz ninguno de ellos ha recibido sobre su cabeza una lluvia de siete de ellas. Una leve vacilacin, un instante de estupor, de miedo o simplemente de duda hubiera acabado con Murder en cuestin de segundos.

Y su muerte hubiera sido horrible.

Ha habido casos en que las serpientes, locas de rabia, se han introducido incluso en la boca de su vctima.

Pero Murder no dud ni siquiera el tiempo infinitesimal que tardaron los ofidios en llegar a su cabeza. No tard ni el tic-tac de un reloj en saltar de costado y rodar por la arena, mientras el hombre que haba lanzado los reptiles se estremeca con un grito de triunfo.

Pero pronto su grito de triunfo se transform en un estertor de asombro.

No poda entenderlo. Era inconcebible la rapidez de Murder, quien rodaba colina abajo, mientras las serpientes se revolvan contra ellas mismas, no sabiendo adonde acudir..

Pero pronto su instinto las orient.

Estaban a poca distancia de Murder, de forma que podan llegar hasta l slo estirando sus cuerpos. Las cabezas ponzoosas se volvieron hacia l.

Y entonces empez a funcionar el Cadix calibre 32, que Murder empleaba porque era un arma muy difcil de identificar por la polica norteamericana a la hora de hacer comprobaciones. Las seis balas brotaron instantneamente del can de aquel arma de veinticinco onzas de peso, como si hubieran sido disparadas una ametralladora.

Las serpientes recibieron el plomo en el centro de sus cabezas.

Fue como un asombroso ejercicio de tiro.

El hombre que haba lanzado e1 cesto estaba materialmente con la boca abierta.

Pero quedaba una, y esa ya estaba materialmente sobre Murder. Entonces ste hizo algo que muy pocos hombres se hubieran atrevido a hacer.

Golpe con el can del revlver en la boca del ofidio y lo oblig a enderezarse. Luego, empleando el mismo can como si fuera una horquilla, levant al ofidio y lo lanz de costado.

El lanzamiento result perfecto.

El hombre que durante un tiempo haba sido su dueo, lanz un alarido de muerte cuando not que la serpiente resbalaba por su cara.

La mordedura junto al prpado derecho le dej sin sentido. No por lo dolorosa, sino por el asco y el miedo a la vez. Porque el hombre saba que aquello era la muerte. Porque saba que nada poda salvarle ya, cuando el veneno haba sido situado en un lugar tan cercano al cerebro.

Murder se preocup bien poco de l.

Ya que aquel tipo era tan amigo de las serpientes, lo que pasaba poda considerarse un accidente de trabajo.

Con movimientos que no denotaban el menor nerviosismo, Murder mont las tres piezas del rifle. Aquello le emple menos tiempo que meter nuevamente seis balas en el cilindro de su revlver. Con el petardo preparado para dar la bienvenida a cualquiera, avanz hacia el primero de los cobertizos.

No vio nada.

Ni seales de ruedas siquiera.

Se meti en la segunda casa.

Y all distingui a la chica.

La chica no llevaba ms que una blusa anudada por debajo de los poderosos senos y un slip miniatura pegado a sus anchas caderas. El clima de California permita esa lindeza y otras semejantes. Claro que la chica llevaba otra cosa que nada tena que ver con el clima de California, como era aquel cuchillo de desollar que pareca arrancado de una de las mejores estampas de una pelcula sobre el sitio de El lamo.

Con el cuchillo intent comprobar la resistencia de la piel de Murder.

Lanz un gritito rabioso mientras le atacaba.

Pero Murder tena la piel muy dura, especialmente en la cara. Detuvo el brazo armado de la ninfa, se lo retorci, la hizo volver de espaldas y la envi contra el otro lado de la habitacin.

Claro que la empuj por un sitio muy comprometido.

Son un tremendo chasquido.

Seguro que ustedes me entienden.

El estampido fue tan certero que el slip que cubra las partes ms comprometidas de la chica qued roto.

Mientras la vea cada a sus pies, Murder gru:

No temas, no vengo a deteneros por consumo de marihuana. No soy de sos.

Cmo sabes que nosotros... consumimos marihuana?

Nena, para saber eso basta con tener narices. Aqu hace un olor a hierba que apesta. Supongo que os habis dado una sesin hace poco.

Bueno, pues... viajamos con frecuencia.

Los viajes con marihuana son baratos. Son viajes en tercera. Quin os proporciona la mandanga?

La busco yo por ah.

Haciendo lo que sea?

S.

Y cobrando en hierba?

S.

Murder estuvo tentado de golpearle en la cara por idiota, pero se aguant.

Dnde est la otra chica?se limit a preguntar.

Quin?

La otra, cuerno. He apiolado a dos tos. Supongo qu erais tambin dos mujeres.

No.

No?

Yo trabajaba para los dos dijo ella con la mayor tranquilidad.

Pues qu bien...

Una tiene derecho a variar, no?

Las facciones de Murder se crisparon un momento.

Supongo que dirs que tus padres no te comprenden y que son unos viejos repugnantes burgueses, no?

Mis padres no me comprenden y son unos viejos repugnantes burgueses-repiti ella.

Pero sus palabras no haban sido ms que una trampa para que Murder se distrajese. Estaba segura de que iban a detenerla y por eso actu. Con un salto felino fue hacia el cuchillo que haba tenido que soltar antes.

Murder fue mucho ms rpido.

Se inclin un poco.

Sujet la mano de la chica antes de que ella consiguiera apoderarse del arma.

Tir hacia arriba.

Y la chica qued rgida ante l, aprisionada en sus brazos, mientras gema:

Cerdo!

Dime quin os ha facilitado mandanga gru l. Dime quin os ha pagado en especie para que intentaseis cortarme el camino para siempre.

Llevaban un coche murmur ella, sabiendo que era intil resistirse.

Un Lincoln?

No. Un Oldsmobile.

Entonces el Lincoln lo habrn ocultado en algn siti dedujo Murder. Era elemental que cambiaran de coche, despus de todo. Cuntos iban?

Cinco.

Tres hombres y dos mujeres, no?

Justo.

Y hacia dnde han huido?

Vas a rerte, pero un helicptero los ha venido a buscar aqu.

Queeee...?

No s por qu te extraas. Aqu omos la radio los chicos y yo. Y esos tipos se han llevado una buena tajada del Banco, no?

S dijo Murder como un eco, se han llevado una buena tajada del Banco.

Pues nada tiene de extrao el que hubieran alquilado el helicptero con anterioridad. Tal hora y en tal sitio. Pago al contado. Si esos buitres no depositaban la cantidad convenida en la cestilla que el piloto les bajaba con un cable, el aparato no llega a posarse en tierra. Has comprendido?

Demasiado bien.

Pues ya lo sabes todo. Hay compaas, dueas de helicpteros privados, que hacen cualquier cosa por dinero. Y ni siquiera hace falta que sea la compaa. Cualquier piloto puede robar un aparato durante dos o tres, horas, simulando una comprobacin, sin que nadie le eche a los leones por eso.

Tienes bastante sentido comn, pequea zorra dijo Murder. De qu color era el helicptero?

Plateado con letras rojas. Llevaba el nombre de una compaa dedicada a estudios geogrficos.

Las letras rojas ya no estarn dentro de diez minutos murmur el detective. Son de plstico adherido. Y ahora permite que te saque de aqu. Creo que debes volver a Los ngeles, si es que vivas all.

Te equivocas. Viva en Detroit.

Pues a Detroit.

Eres un anticuado repugnante que no me comprende.

Murder gru:

No me interesa comprenderte, nena.

Ni un poquito?

T an ests a tiempo de librarte de la hierba. Las dems idioteces que hagas en la vida puede que no te dejen huella. Esta s.

Debe ser aburridsimo eso de librarse de las cosas dijo la chica.

Y trat de quitarle el cuchillo que Murder llevaba en la cintura. Murder hubo de darle un manotazo.

Con la cual la tuvo demasiado a su altura.

A la altura de sus ojos. De su boca.

De todo.

Murder gru:

Maldita sea... Hay demasiadas maneras de morir.

Y yo he inventado una, no? pregunt la chica, mirndole desafiante.

T, no. La invent nuestra madre Eva.

La chica tendi los labios hacia Murder mientras susurraba, ya ponindose completamente de su parte:

Pues qu lista era, la mosquita muerta...

CAPTULO VILLAMADA ESPECIAL

Orden a todas las patrullas de trfico... Orden a todas las patrullas de trfico... Orden general que afecta a cualesquiera coches y servicios... Absoluta primaca de investigacin en todas las compaas del condado de Los Angeles que dispongan de helicpteros privados para alquilar... Necesitamos una informacin exacta, minuto a minuto, de lo que cada aparato hizo en las ltimas doce horas... Cada coche investigar en su distrito... Atencin, repito: Orden general a todas las patrullas de trfico...

La orden haba sido repetida montonamente en las ltimas horas, desde que amaneci. Y los policas de trfico se haban olvidado, por el momento, de imponer multas y de cazar conductores distrados en los cambios de rasante, para ocuparse tan slo de recorrer una a una las compaas que alquilaban helicpteros para usos privados. Todos los albaranes y todas las hojas de ruta fueron meticulosamente comprobados. Los horarios de los pilotos pasaron por una implacable criba.

Murder llam sobre las ocho de la maana desde una cabina pblica situada en Main Avenue, en la zona de Corona que ya linda con los montes de Santa Ana. El qu se puso al aparato fue el sheriff Wonder.

Murder pregunt simplemente:

Qu?

Hemos seguido tus instrucciones, perro. Todas las compaas de la especialidad han sido revisadas.

Y qu...?

Oye..., qu es esa especie de ronroneo que se oye a tu lado?

Es que tengo una chica en la cabina dijo tranquilamente Murder.

Pues que se vaya.

No puede.

Por qu no?

Porque lleva el slip roto. Yo tengo que ponerle una mano en cierto sitio para tapar el agujero.

Canalla! Sinvergenza! Hijo de perra!

No s a qu vienen tantas broncas, sheriff. Me duele el brazo de tanto tenerlo quieto, se lo aseguro.

Wonder prefiri no discutir.

Aull:

Las investigaciones han dado resultado, o sea que he de reconocer que t eres el nico que tuvo un poco de vista, maldita sea. El helicptero proceda de la compaa Sausalito Line, que se dedica a pasear a los turistas por encima de Alcatraz y la baha de San Francisco. Un piloto se lo llev sin permiso de nadie, a cambio de cinco mil dlares pagados al contado uno encima de otro. Los pjaros volaron con l, efectivamente, desde el sitio que t indicaste.

Y adonde los llev? Porque sin duda ha tenido que declarar eso antes de que lo enchironasen, no?

Claro que lo ha dicho. Los deposit a un lado de San Juan Hill, y desde all, en cuestin de media hora, hemos podido reconstruir sus pasos. Fueron a una casa de Chino Avenue, al sur de Ponoma. Llevaban todava a la rehn y no daban muestras de ningn nerviosismo. En seguida he enviado a dos hombre, tiradores de primera especial, para que se apostarn en los dos tejados vecinos. Pero inmediatamente he dejado de tener noticias de ellos.

Por qu?

Estn muertos.

Murder no lo entenda.

Y el sheriff comprendi lo qu significaba su prolongado silencio, porque dijo:

Uno de esos lobos rabiosos tambin se haba situado en un tejado temiendo algo. Ahora ya hemos podido identificarlo, despus de saber cmo lanza el cuchillo. Se llama Indio y ha cumplido condena dos veces, despus de ser soltado por buena conducta. Los ha liquidado tan silenciosamente, que no se ha dado cuenta ni la gente de la parada del autobs que estaba a cien yardas.

Los dientes de Murder rechinaron.

Qu casa de Chino Avenue? pregunt.

No te preocupes; ya se han largado de all.

No importa. Qu casa de Chino Avenue?

La 218: La parada del autobs est enfrente. Tiene un tejado casi amarillo por la cual la podrs reconocer en seguida.

Nadie ms ha sido enviado all?

Nadie ms dijo Wonder. Esperaba tu llamada.

Murder gru:

Voy all.

Demasiado tarde. Tres de las personas que esperan el autobs son policas. Y los tres han dicho que los pjaros han emprendido el vuelo.

De acuerdo, pero por algn rincn hay que empezar otra vez, no?

Y Murder colg.

Estaba rabioso.

Tanto, que se olvid de poner la mano en el agujero del slip que dejaba al descubierto el sitio muy comprometido, de aquel sitio tan comprometido, que todas las mujeres tienen en el mismo sitio. Ella gimi:

No puedes dejarme aqu!

Ya te lo he dicho: Vuelve a casa.

Pero no puedo quedarme en la cabina telefnica con este agujero en el slip!

Haz pagar entrada a los que se acerquen mascull l. Antes del medioda te forras.

De todos modos dej a la chica antes de largarse el gran pauelo que l siempre llevaba en uno de sus bolsillos y que poda servir para amordazar. Con l poda cubrirse razonablemente, convirtindolo en una especie de falda. Algunas chicas de las que iban a trabajar a las oficinas cercanas an llevaban menos.

Pero la muchacha gru:

Es una gran idea!

Y no se lo puso. Se qued en la cabina a ver qu pasaba.

Mientras volaba hacia Chino Avenue, Murder prefiri no saberlo.

CAPTULO VIIPELEA DE RATAS

La casa de tejas casi amarillas era, en efecto, inconfundible. Estaba construida segn el viejo estilo hispano y tena un cierto sabor que las otras casas no tenan. Mientras Murder se acercaba a ella examin de una forma instintiva todas las salidas, todos los ngulos de tiro, todas las trampas que una arquitectura semejante poda deparar.

Pas junto a los que aguardaban turno en la parada del bus.

Dos hombres y una mujer le miraron sin inters.

Pero fue como si le hubieran enseado la chapa.

Eran de la bofia.

No poda vigilarse con ms discrecin aquella zona, por si a los asesinos se les ocurra volver. Incluso los dos cadveres de los policas haban sido retirados por la parte de atrs y colocados en el patio posterior de la casa, sin llamar la atencin de nadie. La delicada operacin la haban realizado dos tipos que fingan reparar los cables telefnicos. Y stos haban dejado adems en el interior de la casa una serie de granadas de humo que llevaban un mecanismo por radio y por lo tanto podan, ser detonadas a distancia. Si alguno de los fugitivos volva, iba a llevarse una buena sorpresa antes de tener tiempo de ver a nadie.

Pero Murder saba que no volveran.

l no se haca ilusiones.

Entr en la casa por el patio posterior, viendo en un ngulo a los dos cadveres cubiertos con una manta. Luego lo registr todo meticulosamente, encontrando una anotacin junto al telfono.

Los fugitivos deban haberlo usado poco antes.

La anotacin consista en un nmero simplemente. Poda no ser nada, pero tambin poda significar mucho. Murder descolg y llam al sheriff. Dio el nmero.

Crees que somos idiotas? mascull Wonder. Ese numerito lo hemos visto nosotros de la misma forma que lo ests viento t. Corresponde a la reserva india de Pechanga. Qu cuerno crees que podan querer esos tipos llamando all?

No han llamado all dijo Murder.

Qu...?

No han empleado ese nmero. No iban a ser tan idiotas como para llevar encima una pista de esa clase. Lo han escrito al revs.

Pero de dnde sacas eso...?

Prubelo. Tome nota, averige de quin es y llmeme aqu. Espero.

Wonder no tard ni cinco minutos en llamar. Dijo que el nmero corresponda a un garaje privado en la avenida de Mira Loma, que es en realidad la carretera nacional 60.

Murder gru:

Voy all.

Oye? Y la chica de la cabina?

Segn mis clculos ya debe llevar ganados al menos trescientos dlares dijo tranquilamente Murder.

Y colg.

Sali por el mismo sitio, procurando mirar dnde pisaba, pues no le caba duda de que los policas, antes de retirarse, deban haber dejado tendidas una serie de discretas trampas. Pas por el patio, se detuvo, se puso un cigarrillo en los labios y lo encendi.

Pero entonces hizo algo extrao.

Arroj el fsforo encendido sobre la manta que cubra a los dos muertos.

Uno de los muertos peg un terrible salto, al darse cuenta de que la manta iba a quemarse, y sali empuando una Smith & Weson. Pero Murder ya estaba preparado para aquella maniobra.

Haba notado que la mano qu sobresala de la manta cuando l entr, no era la misma que sobresala cuando se daba el piro de la casa.,

Descarg furiosamente la pierna derecha.

La chica lanz un breve chillido al recibir el impacto en los dedos, antes de tener tiempo de disparar. Pero eso no fue nada comparado con lo que le sucedi despus. Tambin sali despedida contra la pared del fondo mientras en el patio sonaba un tremebundo Chask.

Murder gru.:

La otra chica lo tena mejor. Haba ms sustancia.

Los ojos odiosos de la hembra brillaron mientras se llevaba las manos a las nalgas doloridas. Haba tenido que soltar su pequea pistola del 7,65 y saba que ahora nada poda hacer. Pero sus ojos eran como puales envenenados que atravesaban la piel de Murder.

ste no se anduvo con miramientos.

Saba que estaba ante una hiena asesina.

La sujet por una mueca, le hizo dar una vuelta completa y cuando la tuvo de espaldas le puso en el cuello el filo de su pual.

Ya estabas en un sitio estupendo dijo. Estabas en el sitio de los muertos. Te juro que no me va a costar nada devolverte all.

T no eres... no eres un polica...

No, y vosotros lo sabis. Por eso tenis un inters especial en eliminarme. Soy un hombre al que la polica contrata para los trabajos sucios, y los trabajos sucios los hago a conciencia. Por ejemplo ste.

Rasg un poco el cuello de la muchacha, hasta que brotaron unas gotas de sangre.

Ella gimi.

Ya se pareca haber visto degollada.

Murder mascull:

Pero vosotros no sabais nada de m cuando esto empez. No podais saberlo porque no haba tenido nada que ver con vosotros. Quin os ha orientado? Quin os ha dicho que yo era el primer perro rabioso al que haba que eliminar si querais salir vivos de California?

La chica no contest.

Pero Murder comprendi que aqul era un detalle secundario.

Ya lo averiguara todo, cuando los cazara. Y no le faltaba mucho para conseguirlo, puesto que ahora tena en sus manos una de las piezas.

Llvame al garaje privado de Mira Loma dijo.

Ella se estremeci.

Cmo sabes que...? balbuci.

Tambin saba las medidas de tu atad, preciosa, y no te las haba tomado nunca. Arreando con sello de urgencia.

La tom del brazo y salieron de all. En apariencia eran dos amigos, aunque la chica vesta con un desenfado que llamaba la atencin. Un tipo que estaba arreglando una farola y que sin duda era de la bofia les mir. Murder dijo mientras pasaba por debajo:

Cuidado, no te caigas...

El consejo fue en vano.

El to se cay.

Tomaron un taxi y la chica dio la direccin del garaje privado. Al darse cuenta de que era un hombre solo quien vena con ella, haba renacido su confianza. All le esperaban varios gatillos. Era un loco si l mismo se meta en la trampa.

Murder, en la intimidad del asiento posterior, le mir las piernas.

Lstima, dijo.

Por qu?

Las podas haber aprovechado mejor. Cul es tu nombre?

Cecile.

Aos?

Veinte.

Oficio?

Ella dijo sardnicamente.

Mujer.

Murder no se inmut.

Pregunt sin mirarla:

Lugar donde deseas ser enterrada?

Ella lanz una brutal maldicin, pero la cosa de poco le iba a servir. Estaban llegando a Mira Loma. Haba numerosos garajes privados all, pero el detective saba cul era el que estaba buscando.

Hizo que el taxi se detuviera a unas veinte yardas

Andando.

Ella pas delante. Como ocurre en muchos sitios de Los Angeles, daba la sensacin de que la ciudad haba terminado all. No haba ms que una carretera muy ancha, unas casas muy bajas y el resto eran espacios verdes. Algo que pondra amarillos de envidia a los habitantes de ciertas superpobladas colmenas europeas, por ejemplo, pero que all resultaba excesivo, porque no exista la menor relacin de comunicacin, la menor relacin de vecindad. Para los habitantes de aquel distrito, como tantos otros, Los Angeles era simplemente una riada de coches que no dejaba de pasar y pasar.

En realidad nadie les oira ni les vera all, ocurriera lo que ocurriera.

La chica entr delante.

Quera avisar a los otros. Tena tiempo de cualquier cosa an. Seguan siendo varios gatillos contra uno solo.

Muchachos! grit. Viene conmigo!

No podan quejarse de ello. Los haba avisado.

Pero lo nico que se oy dentro del garaje fue:

Zorra...!

Haban pensado en una traicin.

Dos balas disparadas casi a quemarropa alcanzaron a la muchacha. Esta se desplom con los brazos en cruz.

Murder tuvo tiempo justo para pegarse a un lado de la puerta, mientras desenfundaba su Cadix de seis muertes a toda prueba. En el momento en que saltaba tuvo tiempo justo para ver un Oldsmobile gris y otros cuatro coches. El Oldsmobile gris era sin duda el vehculo que haban ocupado al dejar el Lincoln. La chica del desierto, la de la marihuana y los slips en apuros, se lo haba dicho:

Murder apret los labios.

Bueno, ya los tena en la ratonera.

Pero eran tres.

Y uno de ellos, Indio, poda liquidarle en silencio sin que l se diera cuenta.

No me habas dicho dnde queras ser enterrada musit Murder mirando el cadver de Cecile. Lstima. Ahora tendr que preguntrselo a ellos.

Y salt.

Su salto fue prodigioso. Un campen de gimnasia lo hubiese envidiado. Cruz la puerta de lado a lado y penetr en el garaje antes de que los otros tuvieran tiempo de disparar.

Cuando tres balas surgieron de debajo de los coches, ya era demasiado tarde.

Murder estaba parapetado tras la rueda delantera derecha del Oldsmobile mientras contena incluso la respiracin para no hacer ruido.

Una serie de balas fueron disparadas al azar. Indio y su compaero estaban nerviosos. Saban que el tiempo iba contra ellos y ansiaban acabar, escapando como fuese de aquella ratonera.

Murder no haba disparado an.

Ni pensaba hacerlo.

Levant su cuchillo con mango de plomo.

Haba visto por debajo de un coche la cadera derecha de una chica parecida a Cecile. Sin duda era la otra asesina.

No resultaba agradable aquello, pero no poda andarse con ceremonias ahora. La hoja del pual clavada en el hgado de aquella chica, acabara con ella en unos instantes y ahorrara trabajo al verdugo. Un enemigo menos era un enemigo menos en aquellas circunstancias, qu cuernos.

Lanz. Su golpe fue perfecto.

Pero la fugitiva se haba movido en la ltima fraccin de segundo, alzndose y apoyndose en el coche que le serva de parapeto. La consecuencia fue que la suspensin del vehculo cedi un poco, haciendo que el pual, que iba ajustado al milmetro, rozara con la plancha inferior y se desviara ligeramente. La lengua de acero, que iba a hundirse en el hgado de la vctima, solamente le roz una pantorrilla.

La mujer lanz un grito:

Haba demostrado mucho valor al cometer los asesinatos, pero no poda decirse que el mismo valor lo tuviese ahora, cuando alguien iba de veras a por ella.

Una voz de hombre grit:

Est all! All!

A Murder lo haban localizado, de modo que salt hacia otro de los vehculos. Hizo bien, porque la granada de humo que alguien lanz estall entre las ruedas. Caso de seguir quieto, se hubiese puesto a toser, perdiendo todos los reflejos.

Vio alguien que se mova.

Envi una bala.

La silueta se encogi, pero Murder supo con seguridad que no haba logrado ni siquiera rozarla.

Una voz grit entonces:

Quieto, Murder!

l lanz al aire una sonrisa cuadrada.

Cmo sabis mi nombre?

Eso no importa.

Pues en cambio importa una cosa: Dnde queris ser enterrados, muchachos? En el vertedero municipal de basuras de Cluman? En los pozos de aguas residuales de Capistrano Beach? O en el cementerio para perros de Loreley?

Una rociada de balas fue toda la respuesta. Varias de ellas atravesaron de lado a lado el coche.

Lstima dijo Murder.

Porque era un Cougar rojo ltimo modelo.

La misma voz volvi a sonar cuando el eco de los disparos se hubo disipado en el penumbroso garaje.

Murder, condenado perro, sal con los brazos en alto! No tienes escapatoria!

Qu casualidad! mascull Murder. Entonces resulta que estis igual que yo.

Y dispar hacia el sitio desde donde le haban hablado. La cabeza de un hombre que estaba apoyada en un coche salt hacia atrs. Murder comprendi que tampoco le haba rozado siquiera, pero de que su enemigo se puso a pensar en su propia autopsia, no caba duda alguna.

La voz volvi a sonar entonces:

Slo tienes una posibilidad de salir vivo de aqu! Entrgate!

Murder dej que sus labios dibujaran otra sonrisa cuadrada.

Conoca demasiado bien el sistema de entretener a un to con palabras mientras se le acorrala por la espalda. De modo que se volvi instantneamente, girando sobre las puntas de sus pies, mientras enviaba dos balas por encima del brillante techo de un Ford Granada.

Indio, que ya iba a lanzar el cuchillo, emiti una especie de gorgoteo. Una de las balas le haba rozado la garganta de tal modo que crey que se la haba partido. En realidad no dej en ella ms que una huella de sangre.

Claro que, si llega a estarse quieto, la segunda bala se la parte de verdad. Pero Indio tena unos reflejos de animal salvaje y salt contra la pared. El segundo plomo hizo un profundo desconchado en sta.

La voz de Carnicero son entonces calmosamente.

Haba perdido una baza, pero le quedaba por jugar otra.

Hay otra razn para que te rindas, Murder dijo.

Ah, s?

Claro que s. El rehn.

Los dientes de Murder rechinaron. Por un momento, aunque pareciera absurdo, haba llegado a olvidarse de que los fugitivos seguan contando con aquella carta.

Mataremos al rehn sigui diciendo Carnicero con la misma siniestra suavidad si t no te entregas. Tienes diez segundos para decidir, diez segundos que empiezan a contarse... ahora!

Murder no dej que transcurrieran.

Si dentro de diez segundos matis al rehn gru os vais a quedar ms desnudos que un sapo en un orinal. La polica no ha disparado hasta ahora por miedo a daarla a ella, pero desde el momento en que estis solos os van a frer incluso con napalm. De modo que puedes elegir. Cuenta diez segundos, macho.

Se produjo un brusco silencio.

Carnicero, Indio y la zorra que les acompaaba deban estar pensando que la perspectiva descrita por Murder era cierta. Y la posibilidad de que les persiguieran incluso con aviones de caza no les haca maldita la gracia. Si la polica californiana te lleva ante un tribunal respeta tus derechos, pero lo difcil es que te lleve ante un tribunal. A veces lo nico que presenta es la fotografa de tu cadver con una cintita negra.

Ahora fue la voz de Indio la que murmur:

Hagamos un trato. Vamos a salir de aqu sin que nos persigas. En caso de no disponer de diez minutos para escabullimos matamos a Jezabel.

Ni siquiera creo que la tengis ah dijo Murder para ganar tiempo.

Pero la voz crispada de una mujer le lleg desde el lado opuesto al que l ocupaba. Era una voz angustiada y que reflejaba ya un cansancio infinito.

Por favor... Squeme de aqu! Tiene que lograrlo! Squeme de aqu, por Dios! Ya no puedo ms...!

Murder trat de hablar calmosamente porque saba que lo que aquella pobre muchacha necesitaba era serenidad. Tena que saber que todo el mundo se preocupaba por su suerte. Con voz tranquila dijo:

Nada va a ocurrirle, Jezabel. Estn tomadas todas las medidas para que esos buitres no le causen ningn dao. Antes de esta noche estar usted libre.

No le creo... Me doy cuenta de que en realidad no les persigue ms que usted! No le creo! No le creo...!

Est equivocada, Jezabel. Docenas de policas siguen sus movimientos paso a paso. Tenemos todas las armas imaginables, armas que esos cerdos ni siquiera pueden sospechar. Tenga paciencia y aguante un poco ms. No se resista. Nosotros la sacaremos de este apuro antes de la noche.

Se oy un gemido seguido de un sollozo.

Por lo visto a la mujer le faltaban fuerzas para contestar.

Murder sigui intentando ganar tiempo. Con voz cada vez ms tranquila pregunt:

Le han causado algn da? La han maltratado?

Jezabel tampoco contest.

Y era comprensible. Haba que ponerse en su piel para saber lo que estaba pasando.

En lugar de su voz, se oy nuevamente la voz de Indio que deca:

Es la ltima oportunidad que tienes para que ella viva, Murder. Danos diez minutos.

El joven baj la cabeza.

No tena ms remedio que acceder, porque las cartas pueden jugarse hasta cierto lmite. Si aquellos buitres se ponan nerviosos poda ocurrir algo que l lamentara durante toda su vida: Y Jezabel durante toda su muerte.

De acuerdo dijo. Diez minutos.

Se produjo un brusco movimiento al otro lado del garaje. Entonces se dio cuenta Murder de que sus enemigos se haban movido con un silencio y una rapidez admirables. Crea tenerlos a un lado cuando en realidad ya estaban en otro.

Un coche situado fuera de su alcance se puso en movimiento. Sin duda los fugitivos iban en l. Murder no poda hacer nada porqu se trataba de un vehculo del que apenas poda distinguir los bordes.

Desde las ventanillas dispararon rabiosamente.

No lo hicieron contra l, porque tampoco le vean.

Lo que pretendan era destrozar al menos una rueda de cada uno de los otros coches que quedaban all.

Fue una tarea sencilla que realizaron a plena satisfaccin del respetable pblico. Ninguno de los vehculos estacionados en aquel garaje podra rodar al menos en media hora. Si Murder no los persegua en autostop no saba qu demonios de otra cosa iba a poder hacer. Y aunque Murder ensease la rodilla en una esquina, no era fcil que nadie parase. Lanz una maldicin. A veces es una lstima no ser una chica.

Sali unos instantes despus, cuando los otros se haban perdido de vista.

No estaba dispuesto a respetar los diez minutos, por supuesto.

Yo no tengo la culpa dijo con voz espesa. Mi reloj adelanta...

CAPTULO VIIIUN MILLN DE DOLARES

Estaba en la puerta cuando, de repente, el morro de un coche le detuvo. Por poco lo atropella y se lo lleva por delante.

Murder tuvo que dar un salto para esquivarle. Por un instante pens que queran darle el pasaporte por medio del sistema archisabido del atropello casual. Tard unos segundos en darse cuenta de que no era eso: sencillamente, el lujoso automvil pretenda entrar en el garaje cuando l sala.

Era un Mercedes Diesel, de importacin.

Uno de esos coches con los cuales uno no puede pedir limosna en una esquina. Para tenerlo, haca falta pasta larga. Hace falta tener un buen apartamento: Hace falta tener una buena chica.

La mujer que lo conduca, abri la portezuela y salt.

Murder vio primero sus zapatos ltima moda.

Pens: Ochenta dlares.

Vio sus medias de autntica filigrana.

Pens: Cinco dlares.

Vio sus muslos torneados y duros.

Pens: Mil dlares.

Con gusto se los pagara, nena gru, pero me temo que usted no va a tener cambio.

Qu dice...?

Nada, nada...

La preciosa mueca se dio cuenta entonces de que los coches del interior estaban desnivelados, seal evidente de que algunos de sus neumticos no tenan aire. Tambin pudo observar algo ms: seales de bala en ellos. Y, especialmente, algo que la sobrecogi: el cuerpo de Cecile casi cruzado en la entrada y sobre un charco de sangre. Fue a gritar.

Murder no la dej. Con un gesto que quera ser tranquilizador dijo:

Soy un detective privado. Le juro que de todo esto no soy yo el autor. Estoy persiguiendo a los que realizaron aquella matanza en el rancho y luego asaltaron el Banco de California. Los he tenido aqu, a dos pasos, comprende? Los he tenido a dos pasos!

Ella movi la cabeza de arriba abajo, todava con la boca un poco abierta a causa del asombro. La voz de Murder haba sonado con tanta amargura porque el hecho de que se le hubieran escapado le pareca un fracaso que la mujer se dio cuenta de que no menta. Necesit apoyarse en el coche.

Murder susurr:

Por qu vena usted aqu?

Porque trabajo con el propietario de este garaje.

Quin es el propietario de este garaje?

Mster Cramer.

Murder puso las manos en sus bolsillos, relajndose un poco, mientras suspiraba:

Cramer, el hombre que se presenta a las elecciones para la Cmara de Representantes?

S.

Supongo que no tena usted ni idea de lo que estaba pasando aqu.

Cmo iba a tenerla?

La creo. Pero dgame: viene usted con frecuencia a este garaje?

Cada maana, porque estamos organizando una oficina electoral en la parte posterior, en un edificio de mster Cramer que ahora est vaco.

No hay vigilante aqu? Estos portaaviones que usted ve ah dentro valen pasta larga...

Claro que hay un vigilante. Dnde est?

Murder suspir con desaliento.

Ha sido una tontera preguntarlo, hermana dijo. Lo encontraremos degollado dentro de uno cualquiera de los coches.

Dios santo...

Veo que su cacharro comprado en una subasta tiene radiotelfono. Me permite usarlo, supongo.

Sin esperar la respuesta de la chica, se col dentro y telefone al sheriff Wonder. Este, junto con el jefe superior de polica de Los Angeles, diriga una especie de estado mayor desde el que se controlaban todos los movimientos de los fugitivos. Pero como suele ocurrir siempre en los estados mayores, nadie tena una idea exacta de lo que pasaba porque nadie estaba en la calle. Las noticias contradictorias sobre coches que no obedecan la orden de Alto llegaban por doquier. Docenas de sospechosos estaban siendo detenidos. Los tugurios ms o menos elegantes situados cerca de las playas estaban vomitando una tal cantidad de basura humana que ya no se caba en las celdas.

Murder fue el nico que dio la situacin exacta y seal las caractersticas del coche en que haban huido los asesinos. Por supuesto, Wonder ya saba que estaban localizados en el garaje de Vista Loma, pero un aluvin de informaciones contradictorias le haban hecho perder el dominio de la situacin. A ltima hora ya no saba dnde paraban.

El detective murmur:

Llevan a la muchacha como rehn y por lo tanto seguimos sin poder disparar. Haga que los helicpteros sobrevuelen la zona y localicen a ese coche. Cuando tengan una informacin concreta, dmela. Ser yo el hombre que remate la caza.

En qu pocilga estar usted, Murder? Tiene algn sitio fijo donde pueda llamarle sin que me contagie de lepra?

Me encuentro en un Mercedes con radiotelfono. Pero creo que hay un sitio en el que podra estar para recibir instrucciones, y con el que ser fcil, comunicar en cualquier momento: la oficina del dueo de este carrito de invlido. Es el poltico Cramer.

Y colg.

La chica le miraba desde la puerta con los ojos muy abiertos.

Quiere ir a la oficina de mster Cramer? dijo.

Necesito un sitio desde el que pueda telefonear y recibir llamadas sin limitacin. Por una serie de razones que sera largo explicarte, hermana, no puedo ir a una estacin de polica.

Ella inclin la cabeza para entrar.

Est bien dijo, venga. Al fin y al cabo, todo esto va a ser propaganda para mster Cramer.

Y maniobr para sacar el coche de all.

Haba que ver cmo se le suba la falda al conducir.

Y haba que ver las piezas de repuesto que llevaba debajo de aquella falda.

Murder susurr:

Cmo te llamas?

Loretta.

Edad?

Veintiuno.

Dnde deseas ser enterrada?

Queee...?

Perdn, me he equivocado. Dnde deseas ser amada?

Tengo un apartamento en San Pedro y la Calle 90, con vistas a Fort Mac Arthur, pero no admito a nadie en l ni siquiera pagando entrada. All slo entrar mi marido.

Podra entrar de otro modo dijo Murder. Podra entrar aunque fuese como hombre de la limpieza.

Y qu limpiaras t?

Tus pensamientos, nena. Hace al menos dos aos que ests buscando a un marido que por el momento no existe. O un sustituto que te valga.

Ella prefiri no contestar.

Sus labios estaban apretados. Sin duda era una chica perfectamente normal y poco amiga de complicaciones, para la cual los fulanos como Murder parecan como llegados de otro planeta, aunque ese planeta estuviese tan cercano como las calles de Los Angeles.

El detective le ofreci un cigarrillo y ella lo rehus. Entonces l se lo puso en los labios mientras deca:

Cierto, todo esto le servir de propaganda a Cramer. Dnde vive?

Tiene sus oficinas en Montebello. Precisamente le estoy llevando all ahora.

En efecto, rodaban por la San Bernardino Freeway en direccin oeste, dejando a los lados West Covina, Baldwin Park, Temple City, South San Gabriel y Alhambra. Luego doblaron hacia el sur, por Atlantic Boulevard, para alcanzar Pasadena.

La animacin de la ciudad era la de siempre. Murder saba por experiencia lo difcil que resultaba controlarla. Nadie pareca acordarse ya de los asesinatos masivos ni del atraco por el que se estaba organizando una de las persecuciones ms movidas de California. Nadie se preocupaba de riada que le fuera ajeno. En cualquier sitio en que se ocultasen, los fugitivos encontraran seguramente la colaboracin de la indiferencia.

Nadie los denunciara por no tener molestias.

La muchacha meti el coche por la rampa de otro garaje privado. Luego subieron en un ascensor a la planta noble del edificio.

Murder contemplaba con admiracin los detalles.

Muy distinto todo de su pocilga, empapelada con cheques que era ya imposible cobrar.

All haba pasta larga. Dinero fresco. Dlares no con la cara de George Washington, sino con la cara de mister Cramer.

Atravesaron una enorme sala donde trabajaban al menos veinte chicas en minifalda y penetraron en el reino, estrictamente privado, de Cramer. ste era un negociante que slo se haba metido en poltica cuando el respetable nmero de sus millones le haba hecho pensar que su apellido bien mereca un poco de lustre. Ambicioso, calculador y con aos por delante, poda llegar muy alto, si se lo propona.

Murder intent recordar lo que saba de l, pero era poca cosa: negocios de acero, de barcos, de cine...

La chica abri una puerta.

Debi haber llamado antes.

Porque el mster Cramer en cuestin estaba dndole un repaso de alivio a una de las minifaldas, bueno, a lo que haba debajo de ella.

Balbuci:

Pero, Loretta...

La chica a la que estaba dando el repaso no tuvo necesidad de bajarse la falda.

Para qu? Resultaba imposible. Ni estirndola con una gra, poda llegar a tres dedos por debajo de sus preciosas nalgas.

Loretta, visiblemente confundida, murmur:

Perdone, mster Cramer.

No se preocupe. Hablbamos con su compaera Evelyn de..., de enviar una carta urgente. Y tombamos las medidas necesarias al respecto.

Que tomaba medidas ya lo he visto dijo tranquilamente Murder.

Quin es usted?

Me llamo Murder.

Puede demostrarlo?

No. Me he dejado en casa mi collar y mi licencia municipal de perro.

Cramer no se alter demasiado. Pese a ser un millonario, pareca estar acostumbrado a tratar tipos como l.

Su nombre me suena dijo.

Celebro que reciba usted informacin de las crceles y de los hoteles para rameras negras, mster Cramer.

No, no me han hablado de usted en esos sitios. Han llegado a mis odos ciertas indiscreciones de la polica. Adems, para qu negarlo?, las potentes radios de mis coches reciben en la onda ultracorta que emplea la bofia para sus mensajes. Me he enterado de que usted es el hombre que est persiguiendo a esos sucios hijos de perra.

Murder sonri.

Me gusta su lenguaje, mster Cramer. Nos entenderemos.

Estoy seguro. Pero a qu ha venido aqu?

Loretta se crey entonces en la obligacin de intervenir. Explic en breves palabras, y sin poder dominar an del todo la emocin que la embargaba, lo que haba encontrado en el garaje de Vista Loma.

Pero cmo es posible...? balbuci. De veras han estado all?

Si quiere convencerse explic Murder, le traigo a la chica muerta.

Es inconcebible... Y no sabe nada ms?

No s nada ms; eso es lo que lamento. Pero la casualidad ha querido que tropezara con su secretaria, y eso me ha hecho pensar que las oficinas de usted son ideales para dar y recibir mensajes explic Murder. Las comunicaciones resultan esenciales en un asunto como ste.

Lo comprendo, y estoy dispuesto a ayudarle. Hay algo que debe usted saber ante todo, Murder.

Qu es?

El hombre que fue asesinado en aquel rancho con toda su familia se llamaba Streicher.

No es que yo sea muy listo gru Murder, pero al menos me he enterado de eso.

Quiz usted no sepa que era abogado. Trabajaba para Dawson, mi rival poltico en estas elecciones, y cuyas dificultades legales resolva con gran brillantez. Streicher era un hombre listo al cual me hubiese gustado tener en mi equipo.

Por qu viva fuera de Los Angeles si trabajaba en la ciudad?

No se puede considerar que viviese fuera. Su rancho estaba situado a media hora de los arrabales yendo en un buen automvil. Consideraba que a su mujer le convena ms aquel clima y por eso viva tan apartado. Pero no voy a hablarle de eso, Murder. Cada uno vive donde quiere o donde puede. Lo esencial es que ese hombre trabajaba para mi rival ms directo.

Entonces le debe beneficiar su muerte.

Narices. Las elecciones no dependen de eso. Pero en cambio se me ofrece una magnfica oportunidad poltica para sacar provecho de la situacin. No quiero aparecer como un idealista porque todo el mundo sabe que no lo soy. Soy un hombre prctico. Y por ello ofrecer una elevadsima recompensa al que capture a esos perros asesinos.

Con lo cual usted aparecer como un hombre que tiene la nobleza de ayudar indirectamente a Su rival en la desgracia, no?

Eso es lo que pretendo. Qu le parece?

Que es una buena idea, desde el punto de vista prctico. No perjudica a nadie, excepto a los asesinos.

A los asesinos que les hagan beber cianuro con manguera dijo expeditivamente Cramer.

Me parece una excelente idea. Slo hace falta, encontrarlos.

Sabe qu recompensa pienso ofrecer?

Ni idea.

Un milln de dlares.

Murder lanz un silbido.

Un milln de dlares... Adis la miseria. Adis el apartamento empapelado con cheques incobrables. Adis los abonos a un restaurante barato. Adis los pellizcos a las chicas en el ascensor porque el bolsillo no daba para ms.

Con un milln de dlares, uno poda abonarse a un restaurante de Santa Mnica. Poda tener un apartamento en Manhattan Beach. Poda tener nenas con las piernas mejores de la ciudad. Poda dedicarse a perseguir criminales con un revlver de oro.

Cramer susurr:

Quiz ese milln podra ganarlo usted.

Por eso he dicho que me parece una excelente idea.

Quiere instalarse en el despacho de mi secretaria? All podr disponer de las lneas telefnicas y telegrficas mejor organizadas de la ciudad. Y podr dar y recibir por radio los mensajes que quiera. Con motivo de mi campaa electoral, he credo necesario montar una pequea emisora.

Justo lo que necesito, mster Cramer. Apenas haya el menor indicio, he de salir disparado sin prdida de tiempo.

Oiga..., una ltima cosa. Yo no creo en los jurados ni en las leyes.

Murder se puso dos dedos en las narices, como si oliera mal.

Ni yo dijo.

Por lo tanto vera con agrado que ahorrase trabajo a los contribuyentes liquidando a esos cerdos en cuanto les pusiera el ojo encima. Una buena bala es siempre mejor que una mala sentencia.

Es usted un filsofo, Cramer.

Y tambin un gran trabajador. Deje que siga tomando medidas para enviar la carta urgente antes de que mi secretaria se haga vieja.

Y empez otra vez a realizar maniobras con la minifalda.

Murder gru:

Oiga... Si cobro el milln le dar diez mil dlares por el traspaso. No sabe usted la cantidad de cartas urgentes que envo los das de fiesta.

Y pas al despacho que le haban indicado.

El millonario que estaba trabajando tanto por el porvenir de su empresa ni se enter.

La secretaria gimi entonces:

Mster Cramer, que ya me ha puesto la minifalda en la garganta...

Son las nuevas normas de la seguridad social gru el otro. Lo hago para que no te constipes, nena.

CAPTULO IXUNA PERSECUCIN DE CINE

Cuando Murder acababa de situarse en el despacho donde, efectivamente, haba telfonos, radio e instalacin de telgrafo, L