SINDROMES GERONTOLOGICOS

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SINDROMES GERONTOLOGICOS 12 DE ABRIL DE 2013.

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12 DE ABRIL DE 2013.

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SINDROMES GERONTOLOGICOS.

SINDROME DE INMOVILIDAD:

La inmovilidad es un síndrome que deteriora la calidad de vida de los adultos mayores. Se debe diversas causas, y debe ser tratada como un problema médico importante en la atención del paciente mayor.

Las formas de manifestarse de este síndrome son variadas según la causa. Existen pacientes que estando en condiciones de movilidad total caen repentinamente en inmovilidad, como por ejemplo los que sufren ictus o traumatismos incapacitantes. Otros muestran un deterioro progresivo, ya sea desde una movilidad total o parcial por alguna enfermedad crónica, como la osteoartrosis, las enfermedades neoplásicas, la insuficiencia cardíaca y respiratoria o la enfermedad de Parkinson

Las estadísticas muestran que hasta un 20% de los adultos mayores de países en vías de desarrollo tienen importantes dificultades en su desplazamiento y la mitad de ellos se encuentran en estado de postración.

Las principales causas de inmovilidad en el adulto mayor son la debilidad, la rigidez, el dolor, alteraciones del equilibrio y problemas psicológicos. Además, con el paso de los años se producen una serie de cambios fisiológicos que contribuyen a disminuir la movilidad.

La debilidad puede deberse a desuso de la musculatura, malnutrición, alteraciones de electrólitos, anemia. La causa más común de rigidez es la osteoartritis, pero el Parkinson, la artritis reumatoide, la gota y pseudogota también ocurren en este grupo etáreo.

El dolor, ya sea del hueso, articulaciones, músculo, puede inmovilizar al paciente. Además de los problemas en los pies, ya que son extremadamente frecuentes; el calzado inadecuado es causa frecuente de estas afecciones.

La alteración del equilibrio y el temor a las caídas son causas de inmovilidad muy frecuentes. El desequilibrio puede ser el resultado de debilidad general, causas neurológicas, ansiedad, hipotensión ortostática o hipotensión postprandial, así como drogas, y puede ocurrir después de un prolongado reposo en cama.

Condiciones psicológicas, como ansiedad severa, depresión o catatonia pueden producir o contribuir a la inmovilización. También la condición de postración puede tener algunos aspectos convenientes para ciertos pacientes, como es el de ser más atendidos y contar con apoyos económicos extras.

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SINDROME CONFUSIONAL AGUDO

El síndrome confusional agudo, llamado también delirio es una alteración en el estado mental que se caracteriza por ser aguda y reversible. El delirio es uno de los desórdenes cognitivos más importantes en el adulto mayor.

El desarrollo de un síndrome confusional agudo es el primer signo de compromiso de la función cerebral, además puede ser la forma de presentación de una enfermedad física grave o aparecer como complicación seria de una enfermedad. La falta de diagnóstico y tratamiento oportuno pudiera resultar en daño cerebral permanente o muerte.

El delirio tiene consecuencias importantes en los aspectos económico y social. Los enfermos con confusión requieren mayor atención del personal de salud, mayor y más cuidados de enfermería, y generalmente tienen una hospitalización más prolongada. El enfermo agitado es de difícil manejo y está en riesgo de caídas y fracturas.

Además, aquellos pacientes que al ser dados de alta no han recuperado su estado mental normal, requieren mayor cuidado en su domicilio o incluso institucionalización, todo lo cual implica un mayor costo.

Con frecuencia las personas mayores, especialmente aquellos con cierto grado de demencia, desarrollan delirio en relación a una patología aguda, muchas veces infecciosa (Bronconeumonía, Infección urinaria, etc.). A veces, un estado confusional es la única manifestación de un infarto en el anciano. El sub diagnóstico es frecuente lo que conlleva un gran riesgo, ya que se afectan principalmente los más viejos y más enfermos.

El delirio en el anciano es un síntoma, que obliga a buscar la enfermedad que la desencadena.

Es frecuente que se presente intranquilidad, hipersensibilidad a los estímulos visuales y auditivos, e inversión del ritmo sueño- vigilia (también insomnio y pesadillas).

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SINDROME CAIDAS

Una caída es una precipitación al suelo, repentina, involuntaria y no esperada, con o sin lesión secundaria, confirmada por el paciente o un testigo. Por su frecuencia, consecuencias y complicaciones, constituyen por sí solas un síndrome geriátrico de gran importancia.

Aproximadamente el 30% de los individuos mayores de 65 años caen cada año; de ellos el 5% presenta lesiones mayores como fracturas, el 2% precisa hospitalización y de éstos sólo el 50% sobrevive al año de la caída.

Casi el 10 % de las caídas están relacionadas con la aparición de enfermedades agudas (neumonía, accidente vasculocerebral, deshidratación, fiebre...), como forma de presentación atípica. Por esto los profesionales de la salud deben buscar nuevas patologías ante la caída sin causa aparente de una persona mayor.

Andar es una función primaria que contribuye a la independencia en las actividades de la vida diaria. Aumenta el bienestar emocional. Incrementa el ritmo cardiorrespiratorio. Incrementa la fuerza muscular. Contribuye al mantenimiento del peso corporal. Mejora la salud en general.

Los trastornos y alteraciones de la marcha son causa frecuente de discapacidad en ancianos, con un aumento importante del riesgo de caídas (con graves consecuencias en muchos casos), limitan la realización de las actividades de la vida diaria, llevan al aislamiento del individuo y empeoran, en general, la calidad de vida.

Las personas mayores que han sufrido una caída suelen tener una evolución funcional peor que los ancianos que no caen. Aproximadamente el 30% de los individuos mayores de 65 años se cae cada año y de éstos el 5% presenta lesiones mayores como fracturas y otras consecuencias, el 2% precisará hospitalización y de éstos sólo la mitad sobrevivirá al año de la caída. Aproximadamente el 10% de las visitas de los ancianos a urgencias son debidas a caídas.

Las complicaciones médicas son por el propio traumatismo de la caída (fracturas, contusiones, heridas, traumatismos craneoencefálicos, etc.) o por la estancia prolongada en el suelo, al no poder levantarse el individuo por sus propios medios (destrucción muscular, úlceras por presión, deshidratación, infecciones respiratorias por bronco aspiración, hipotermia, etc.), y que se relacionan con una peor evolución y una mayor mortalidad.

La principal consecuencia psicológica es el “miedo a volver a caer”, en el que la persona mayor que ha caído restringe sus actividades habituales por miedo, no salen a la calle por miedo a tropezar, no realizan la higiene habitual y el vestido por miedo a tropezar, etc.

Esto también provoca pérdida de autoconfianza, ya que los ancianos con este problema se sienten torpes e inútiles, lo que en ocasiones deriva en un cuadro depresivo, una mayor dependencia para las actividades de la vida diaria y una mala percepción subjetiva de su salud. Como respuesta suele haber una sobreprotección por parte de los cuidadores, ya

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que para evitar una nueva caída éstos, con los mejores deseos, realizan las actividades que se consideran de riesgo, a veces aún en contra de las habilidades y deseos de la persona mayor.

Estas secuelas médicas y psicológicas provocan y aumentan inmovilización del anciano y a partir de aquí una cascada de acontecimientos, aumento de la fragilidad y de la dependencia, de tal manera que se puede llegar, por un resbalón con fractura de cadera, hasta la institucionalización o incluso la muerte.

Factores De Riesgo Individuales:

Antecedentes de caídas previasEdad, Sexo femenino, Vivir soloToma de Psicofármacos (sedantes, antidepresivos, etc.)Múltiples medicamentos (más de cuatro)Enfermedad crónica (especialmente respiratorias, depresión y artritis)Alteración de la movilidad y de la marcha (vértigo, inestabilidad, falta de movimiento)Miedo a caerseCarencias nutricionalesDeterioro cognitivo, demenciaTrastornos visuales (cataratas, glaucoma, etc.)Problemas y deformidades de los pies (juanetes, callosidades, dedos en garra, etc.)Antecedentes de infarto cerebral, enfermedad de ParkinsonInfecciones y enfermedades agudas (infecciones urinarias, gripe, etc.)Factores De Riesgos Ambientales: Riesgos ambientales (poca iluminación, suelos resbaladizos, superficies irregulares, etc.)Calzado y ropa inadecuados (por ejemplo, zapatos que no sujetan bien el pie)Ayudas para caminar o dispositivos auxiliares inadecuadosSalvar diferentes alturas (escaleras, bordillos, entrar y salir de vehículos, etc.).

Disminuir la tasa de caídas y sus consecuencias puede mejorar la calidad de vida en las personas mayores, y reducir el impacto funcional, emocional y económico que conllevan sus secuelas. Para ello, es importante tener en cuenta los siguientes consejos:

Mantener una buena forma física: hacer ejercicio con regularidad fortalece los músculos y mejora el equilibrio y la coordinación.

Cuidar la nutrición y la hidratación: ajustar la ingesta calórica a la actividad física y evitar las dietas excesivamente restrictivas sin control médico es esencial.

Vigilar la medicación: revisar los medicamentos con un médico, incluso los que se venden sin receta, y preguntar sobre las consecuencias como la somnolencia o mareo.

En caso de vivir solo es importante contactar, al menos una vez al día, con alguna persona que se asegure que no ha habido problemas o síntomas.

Adaptar la vivienda: así será un lugar seguro para las personas mayores.

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SINDROME ALIMENTACION, NUTRICION Y DESHIDRATACION

El propio proceso de envejecer implica un deterioro progresivo natural, tanto físico como psíquico, que afecta al comportamiento alimentario. En esta etapa de la vida las necesidades nutricionales difieren de la población en general, ya que el gasto energético es menor, pero las demandas de ciertos nutrientes aumentan. Estas características peculiares influyen en el estado nutricional del anciano y los resultados de estudios realizados demuestran que de un 15 a 25 % se alimenta de forma insuficiente, mientras que el 20 – 30% su aporte alimentario es excesivo.

El principal problema, que condiciona la alimentación del anciano es la masticación, tanto por falta de dentición como por la sequedad de la boca debida a una falta de saliva. Por ello es fundamental en la alimentación del anciano realizar una dieta de fácil masticación y deglución.

Las características de la dieta del anciano son:

La composición de la dieta entre los principios inmediatos no son distintos de los establecidos para otros grupos de edad: 55-60 % de las calorías totales deben proceder de los hidratos de carbono (pan, arroz, pasta, patata, verdura, hortalizas y fruta), 25-30% de los lípidos y 15-20 % de las proteínas

Los alimentos deben de ser suave facilitando la masticación.

Las comidas no deben abundantes. Es preferible menos cantidad más veces al día.

Variedad de alimentos para lograr una alimentación equilibrada.

Dar mucha importancia a los derivados lácteos (leche, quesos, yogures, etc...).

Bajar la cantidad de azúcar.

Moderar la ingesta de sal (máximo 2 gramos al día).

Mantener los alimentos de origen animal (carnes, pescados, huevo).

Alimentos con grasas polinsaturadas como los aceites vegetales (oliva, girasol) y los pescados azules.

Aumentar la de fibra en forma de cereales integrales, legumbres, fruta y vegetales.

Adecuado aporte de líquidos por mayor riesgo a deshidratación, debido a una disminución en la sensación de sed.

Cuidar la presentación del plato y que se ajuste a sus gustos.

Agua

El mecanismo de la sed en el anciano está alterado, por lo que la ingesta de agua es habitualmente menor. Además, con la edad, la capacidad funcional del riñón disminuye y

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existe mayor predisposición al estreñimiento. Por todo ello, la importancia del agua en la dieta aumenta con la edad. Una correcta reposición de agua evita la deshidratación, mejora el movimiento digestivo y facilita la eliminación de productos finales del metabolismo a través de la orina.

El requerimiento mínimo de agua diario, en un anciano sano, no debe ser inferior a 2 litros distribuidos en alimentos y agua en distintas combinaciones.

Un anciano debe tomar unos 8 vasos de líquidos diarios, en forma de agua, infusiones o caldos. Además, en su alimentación debe introducir alimentos con alto contenido en agua como frutas, lácteos, verduras y hortalizas.

Energía

Con la edad disminuye el gasto energético, se quema menos. Este cambio está condicionado por una pérdida de talla, disminución de masa magra o muscular y a un aumento de masa grasa. Además, los requerimientos energéticos también suelen disminuir por la reducción de actividad física.

Las OMS recomienda un aporte calórico de 30Kcal/ Kg peso/ día que equivale a 2300 Kcal para varones de 70 Kg de peso a partir de los 60 años de edad, y unas 1900 Kcal para mujeres de 55 Kg y la mima edad. Se admite una reducción de un 10% en la ingesta calórica entre los 60-70 años y otro 10% a partir de los 70 años. Esta reducción energética no debe afectar a aquellos alimentos que contengan proteínas, minerales y vitaminas, sino a aquellos que contengan mayor cantidad de azúcares y grasas.

Proteínas

Un aumento del consumo de proteínas por encima de las recomendaciones puede ser perjudicial por la sobrecarga renal que supone. Por el contrario, una deficiencia proteica también tiene implicaciones en la salud del anciano: mayor riesgo de infección, peor recuperación después de una intervención quirúrgica por una mala cicatrización y mayor riesgo a caídas por una pérdida de masa corporal y de fuerza.

Se recomienda que en la dieta del anciano, el 60% de las proteínas sean de origen animal (carnes magras, pescado, huevo y lácteos descremados) y el 40% restante de origen vegetal (legumbres). Combinadas con cereales mejoran la digestibilidad y completan la proteína, por ejemplo lentejas con arroz.

Hidratos De Carbono

Los hidratos de carbono en la dieta del anciano deben representar el 50-55% de la energía total. Al menos 150gr de hidratos de carbono se deben aportar a diario y, la mayoría deben ser en forma de azúcares complejos (cereales, pan, arroz, patata, legumbres, verduras y hortalizas). Estos azúcares son los más adecuados al ser más fáciles de digerir y producen una liberación de energía gradual, sin provocar subidas o bajadas bruscas de azúcar en sangre.

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Un problema muy común en la población anciana es que sus dietas no llegan a las cantidades recomendadas de azúcares complejos provocando un desequilibrio nutricional. Además, estos azúcares también son la principal fuente de fibra de la dieta y si se disminuye su consumo, aumentan los problemas digestivos asociados como el estreñimiento.

En cambio, en la dieta del anciano se observa un abuso de azúcares simples (bollería, pastelería o alimentos azucarados, miel, mermelada), provocando una elevación brusca de la glucosa que puede tener consecuencia para la salud. La cantidad recomendada de estos azúcares en la dieta no debe sobrepasar el 10% de le energía total.

Lípidos

La grasa de la dieta debe aportar el 30-35%% de la energía total, que equivale a 1 gr de grasa/ Kg (peso)/ día. Se recomienda que la relación de grasas sea: un 7-10% en forma de grasas saturadas (lácteos enteros, carnes grasas, embutidos), un 10-12 % grasas poliinsaturadas (pescados azules, frutos secos, aceites de oliva, girasol o semillas) y un 10-15 % grasas mono insaturadas (aceite de oliva).

Un aporte adecuado de grasas mono insaturadas y polinsaturadas, son el factor protector frente algunas enfermedades crónicas. Por todo ello, es fundamental consumir la cantidad de grasa recomendada teniendo en cuenta su calidad.

Una dieta deficitaria en grasa también puede ocasionar problemas de salud. Principalmente, conviene evitar la deficiencia en ácidos grasos poliinsaturados, en especial el omega-3 (pescados azules), dado que son importantes en la prevención de enfermedades cardiovasculares, arritmias y procesos inflamatorios. Estas grasas ayudan a la defensa inmunitaria y se han asociado a una mejora en algunos tipos de demencia.

Micronutrientes

La persona anciana tiene una gran variabilidad en los requerimientos de vitaminas y minerales por los problemas implícitos de esta edad: problemas en la absorción de vitaminas, enfermedades, alto consumo de fármacos. Todo esto, en ocasiones, va unido a una baja ingesta de alimentos que hace difícil cubrir las necesidades.

Por todo ello las deficiencias en este grupo de población son más frecuentes.

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SINDROME INCONTINENCIA URINARIA, FECTAL Y ESTREÑIMIENTO

INCONTINENCIA URINARIA

La incontinencia urinaria es cualquier pérdida involuntaria de orina que origine un problema higiénico y/o psicosocial.

Es un problema en realidad muy heterogéneo y que abarca desde la emisión involuntaria de pequeñas cantidades de orina hasta la pérdida continua con incontinencia fecal concomitante.

Se trata de un trastorno frecuente en personas mayores; se estima que cerca del 15% de la población mayor de 65 años de la comunidad y más del 50% de las personas institucionalizadas lo presentan (de hecho, es el segundo motivo de institucionalización)

Es más frecuente en mujeres que en varones y, en contra de lo que se suele suponer, no es exclusivo de personas deterioradas o muy incapacitadas, sino que aparece también en personas con buena función mental e independientes.

Aunque en sí no es un problema grave de salud, sí es cierto que su presencia conlleva serios problemas de manejo, limita la autonomía, deteriora la imagen personal, altera la vida social de las personas que la padecen y deteriora sensiblemente la calidad de vida. Además, contribuye al desarrollo de ulceras por presión, infecciones de orina y depresión.

Por su frecuencia y repercusión la incontinencia urinaria es uno de los principales síndromes geriátricos y debe ser buscado activamente y estudiado en la valoración geriátrica integral.

Es indudable que el envejecimiento condiciona una serie de cambios tanto a nivel del sistema nervioso (central, autónomo, simpático y parasimpático) y en su inervación como también a nivel del tracto urinario inferior (vejiga, uretra) y del aparato genital (próstata, vagina) los cuales podrán interferir con la normal realización del acto miccional, teniendo su origen a distintos niveles: tracto urinario inferior, sistema nervioso responsable del control y la coordinación de la micción, mecanismo de producción de la orina, percepción del deseo miccional o habilidad física para acceder al baño y realizar las actividades básicas de la vida diaria.

En contra de lo que se puede pensar, la incontinencia urinaria no es normal con el envejecimiento, sino que es un problema causado por algún tipo de trastorno médico o funcional. Su valoración y tratamiento son muy sencillos y eficaces, con porcentajes de curación o mejoría hasta el 75% de los casos.

Cuando no es posible la curación puede tratarse de forma que aumente el bienestar del paciente, facilite la labor de los cuidadores y minimice los costos y las complicaciones.

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INCONTINENCIA FECAL.

La incontinencia fecal es la pérdida del control de las evacuaciones, que da como resultado el paso involuntario de las heces. Esto conduce a que la materia fecal se salga por el recto en momentos inesperados e inadecuados.

La incontinencia fecal es un trastorno que afecta notablemente la calidad de vida. Para algunas personas es motivo de vergüenza, a menudo conduce a depresión y aislamiento social. Debido a que con frecuencia quienes la sufren son reacios a informar el problema y a su vez muchos médicos desconocen la existencia de tratamientos eficaces, por lo que muchas personas sufren incontinencia fecal innecesariamente.

La prevalencia de la incontinencia fecal en mayores de 65 años asciende al 10%, cifra que aumenta al 50% en residentes de geriátricos. La prevalencia de la entidad es superior en pacientes con lesión medular, esclerosis múltiple, síndrome de intestino irritable, ictus, diabetes y demencia.

La mayoría de estas patologías afecta la movilidad y la capacidad de llevar a cabo tareas cotidianas o bien pueden ocasionar diarrea o fecalomas, importantes factores de riesgo de incontinencia. La incontinencia fecal y urinaria es 12 veces más frecuente que la fecal aislada y es la segunda causa más común de internación en geriátricos.

Los ancianos con incontinencia experimentan más infecciones urinarias y úlceras de presión, así como una mayor mortalidad.

Por todo esto constituye uno de los síndromes geriátricos que repercute más en la calidad de vida del anciano y que más sobrecarga al cuidador, con un gran impacto, no sólo físico (úlceras por presión, infecciones de orina, etc.), sino también de tipo económico, derivadas del gasto que genera el alto consumo de absorbentes y los cuidados socio sanitarios adicionales, y psicosocial, ocasionando un deterioro progresivo en las relaciones personales y sociales de los pacientes.

La continencia fecal se mantiene predominantemente por el funcionamiento apropiado del aparato neuromuscular anorrectal. La continencia también se ve afectada por la consistencia y la llegada de las heces al área anorrectal.

La incontinencia fecal suele estar asociada con una o varias anomalías de los mecanismos de continencia, que se dividen en elementos de almacenamiento rectal y colónico, y anomalías sensitivas y motoras que afectan al piso pelviano y a los músculos del esfínter anal. En general hay 3 categorías de incontinencia fecal en ancianos, que comprenden incontinencia por rebosamiento, por síndrome de reservorio y rectoesfinteria.

Para que una persona tenga continencia fecal se ha de conservar la capacidad sensitiva de la necesidad de defecar, poder distinguir entre heces sólidas, liquidas, pastosas y gases, y además disponer de los mecanismos para enlentecer la defecación hasta llegar al baño.

Tras la infancia, el control de la evacuación de las heces tiene que ser voluntario y toda pérdida del control de la evacuación fecal será considerada como patológica.

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ESTREÑIMIENTO

Se sabe que el estreñimiento es uno de los problemas más frecuentes entre las personas de edad avanzada, de forma que lo sufren entre un 2 y un 12% de los mayores de 65 años que viven en la comunidad y hasta un 80% de los institucionalizados

Dichos porcentajes aumentan exponencialmente con la edad. Asimismo, es más frecuente en mujeres que en hombres, en una proporción de 2 a 1.

La complicación más frecuente es la impactación fecal o fecaloma, que es el acúmulo de heces en la ampolla rectal, muchas veces favorecida por la deshidratación de las heces por la reabsorción de agua.

Otras complicaciones del estreñimiento pueden ser la anorexia, el empeoramiento del reflujo gastroesofágico por aumento de la presión intraabdominal, la patología anal como las hemorroides internas y externas, las fisuras anales o el prolapso de la mucosa anal, y la obstrucción intestinal.

En personas ancianas frágiles o con deterioro cognitivo el estreñimiento y la impactación fecal son causas a considerar cuando se presenta un cuadro de síndrome confusional o delirium.

Mantener un buen ritmo defecatorio, es importante reeducar al individuo, para que identifique su ritmo intestinal y modifique las actitudes negativas que inhiben este estímulo. Es útil recomendar que vaya al WC habitualmente, al levantarse por la mañana.

También es necesario que la persona camine y deambule, sobre todo después de las comidas, para recuperar el reflejo gastrocólico, que se produce aproximadamente 30 minutos después de comer.

Fibra dietética: en las sociedades occidentales una causa frecuente de estreñimiento es una ingesta pobre de fibra. La cantidad diaria recomendada es 20-35 g/día. De manera que se debe animar a las personas mayores a que aumenten la ingesta de fibra hasta alcanzar las cantidades recomendadas, consumiendo verduras, frutas, pan integral o salvado de trigo, etc.

En personas con poca ingesta de fibra, se deberá aumentar el consumo de forma progresiva, ya que un aumento rápido puede comportar flatulencia y molestias digestivas. Las intervenciones no farmacológicas incluyen también el consumo de salvado, lentejas, aloe vera y frutas. Algunos de ellos actúan aumentado la fibra dietética, mientras que otros actúan aumentando la acción estimulante.

Hidratación adecuada, un nivel adecuado de hidratación se considera importante para un buen tránsito intestinal.

Existen datos de estudios observacionales que sugieren que un bajo grado de actividad física supone aumentar al doble el riesgo de estreñimiento. También el estar en cama por tiempo prolongado y la inmovilidad se asocian a estreñimiento.

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SINDROME TRASTORNOS DEL SUEÑO:

Los pacientes ancianos tardan más tiempo en dormirse y se despiertan más fácilmente, experimentan frecuentes despertares por la noche y a primera hora de la mañana, lo que les hace más proclives a echar siestas durante el día. Los cambios en el ritmo circadiano también provocan que la conciliación del sueño sea más temprana en personas mayores. Todos estos cambios pueden tener como consecuencia un menor nivel de alerta en el día, una tendencia a dormir durante el día, cambios de humor y un aumento del riesgo de caídas.

La duración total del sueño disminuye gradualmente, ya que a partir de los 50-60 años se duerme menos tiempo, con un sueño de peor calidad, al cursar éste con frecuentes interrupciones. Así, el anciano suele dormir un promedio de 6 horas nocturnas y 1-2 horas diurnas frente a las 7-8 horas nocturnas de un adulto no anciano. Aunque en el anciano se prolonga el tiempo que pasa en la cama, estando un promedio de 8,5 horas en ella. Aumenta el número de siestas durante el día y existe una mayor somnolencia y fatiga diurnas.

Si bien es reconocido que el sueño reconstituye y repara y que la consecuencia más importante de la falta de sueño es un aumento de la somnolencia diurna, su importancia radica también en que incide en el estado general de salud causando irritabilidad, mal humor, falta de concentración, deterioro de la memoria y, por consiguiente, una merma de la salud física y mental, con un intenso efecto negativo sobre la calidad de vida del anciano. Se asocia, además, a un incremento de la morbimortalidad a causa de una disminución del grado de alerta, causando, por ejemplo, accidentes de tráfico, domésticos, caídas, etc.

El insomnio se puede clasificar de varias formas, teniendo especial interés práctico valorarlo en función de su severidad, duración y momento de inicio a lo largo de la noche. Asimismo, con la edad, ocurren cambios en el reloj biológico o ritmo circadiano, de tal manera que a medida que se envejece éste se avanza, produciendo un adelanto de la fase de sueño, de ahí que muchos ancianos se quejen de despertarse pronto por la mañana y ser incapaces de volver a dormirse. Estas personas empiezan a sentir sueño al final de la tarde, alrededor de las 20-21 horas, despertándose de madrugada. Por esto mismo, aunque retrasen su hora de acostarse, seguirán despertándose de madrugada, lo cual significa que sólo duermen unas 5-6 horas, según su reloj biológico adelantado. Estos ancianos requieren como mejor tratamiento la exposición a la luz solar al mediodía o primera hora de la tarde.

El tratamiento del insomnio depende de los factores precipitantes: alivio del dolor, control de la ansiedad y de la depresión, tratamiento de la disnea y de la micción nocturna, control de la acidez y del reflujo gastroesofágico, etc.

En cualquier caso es necesario llevar a cabo la llamada higiene del sueño, una serie de consejos para conseguir un sueño efectivo y reparador.

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SINDROME ALTERACIONES SENSORIALES:

ALTERACIONES DE LA AUDICIÓN

En las personas mayores la disminución de la audición es relativamente frecuente, tanto por enfermedades otológicas como por cambios relacionados con el envejecimiento.

La sordera o incluso la disminución de la agudeza auditiva está relacionada con:

Aumento del riesgo de caídas, con mayor miedo posterior a caerse.

Aumento de accidentes domésticos, como quemaduras o golpes.

Reducción de la movilidad.

Tendencia a la disminución de las actividades fuera del domicilio, con aislamiento social.

Disminución de las habilidades en las actividades básicas de la vida diaria, en especial las instrumentales (comprar, llevar asuntos de dinero, llamar por teléfono, viajar).

Desarrollo de síndromes confusionales en pacientes con deterioro cognitivo y/o frágiles.

Asociación a depresión, ansiedad, estrés.

Las patologías que provocan disminución de la agudeza auditiva en las personas mayores suelen ser:

Tapón de cera en el conducto auditivo externo.

Perforación timpánica, es decir, un “agujero” en el tímpano, producido por diversas causas (infección, traumatismo).

Otitis externa, es decir, inflamación o infección en el conducto auditivo externo. La clínica consiste en sordera, dolor, picor y supuración

Otitis media aguda o infección del oído medio, que provoca sordera, dolor, inestabilidad, ruidos.

Otitis media crónica, que es la complicación extrema de una otitis media aguda perforada, que presenta síntomas de sordera y supuración maloliente.

Presbiacusia, que es la disminución de la agudeza auditiva por la pérdida de elasticidad del tímpano y los huesecillos causada por la edad y la disminución del número de células sensitivas; aproximadamente el 30% de los mayores de 65 años tiene pérdida de audición demostrable por audiometría.

Por las implicaciones funcionales que conlleva la disminución de la audición es importante revisar de forma periódica y rutinaria la agudeza auditiva, así como valorar correctamente las quejas subjetivas de sordera por parte de los ancianos y no darlo como propio de la edad.

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ALTERACIONES DE LA VISIÓN

Las alteraciones de la vista tienen un valor especial en las personas mayores por su frecuencia, por su importancia para mantener la independencia (afectan a la realización de las actividades de la vida diaria y son factor importante para el desarrollo de síndrome confusional) y porque son problemas que con frecuencia se pasan por alto. La pérdida de la visión puede deberse en los mayores a numerosas causas éstas pueden ser tratables o no.

En cualquier caso aumenta la probabilidad de accidentes y caídas y las personas que ven mal pueden tener problemas para desenvolverse en la vida normal. Los problemas de visión pueden también causar trastornos psíquicos y de conducta en las personas mayores. Es por todo ello imprescindible que los mayores vayan a revisarse la vista con cierta frecuencia, porque de ella depende su futura calidad de vida. En ausencia de problemas, no es mal consejo hacerse una revisión al año.

Las patologías de la vista de las personas mayores más frecuentes son:

Presbicia, es la pérdida de acomodación del cristalino que aparece cuando éste se vuelve rígido con el paso de los años, en especial a partir de los 45 años, y se hace máxima hacia los 65.

Cataratas, son extraordinariamente frecuentes. El cristalino (la lente) se vuelve progresivamente opaco y va haciendo perder la visión. Aparecen en los dos ojos, pero su progresión puede ser a distinta velocidad. Se dan con más frecuencia en mujeres, aunque no se conoce exactamente el motivo. También son más frecuentes en diabéticos, fumadores y bebedores.

Degeneración macular,en la parte posterior del ojo está la retina, que es la zona que recoge las imágenes y las convierte en impulsos nerviosos que el cerebro interpreta. En el centro de la retina hay una zona que se llama mácula, esencial para la visión porque es el lugar donde se enfoca la imagen. En la degeneración macular esta zona se daña (aún no se sabe bien por qué sucede

Glaucoma, es el aumento de la presión del líquido que hay dentro del ojo. Este aumento de presión puede llegar a dañar el nervio óptico de forma irreversible, haciendo que se pierda la visión de la periferia hacia el centro (perdida del campo visual periférico).

ALTERACIONES DEL GUSTO Y EL OLFATO

El sentido del gusto o sabor es en realidad una combinación de las sensaciones que recogen las papilas gustativas en la lengua y del sentido del olfato, ambos trabajando por reacción de las sustancias químicas sobre los receptores.

Normalmente se identifican los cuatro sabores básicos: Dulce, Ácido, Amargo, Salado.

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Se admite que el sentido del olfato esta mas aguzado entre los 30 y los 60 años. Este sentido declina después de los 60 y en una proporción apreciable de ancianos se pierden la capacidad de oler y gustar. Esta pérdida afecta a la nutrición, pues se pierde el sabor de la comidas, lo que hace disminuir el apetito y en ocasiones la ingesta, con riesgo de desnutrición. Asimismo, con la reducción o pérdida del olfato se pierde un sentido de alerta vital ante situaciones de riesgo como escapes de gas, humo de incendios, comidas en mal estado, etc.

Las causas de estas alteraciones pueden ser:

Infecciones del tracto respiratorio superior.

Traumatismos craneales que pueden producir daños a nivel de estos sentidos.

Pólipos en la nariz o los senos paranasales.

Cambios o problemas hormonales que pueden llevar a daños en el gusto y el olfato.

Uso prolongado de varios medicamentos (por boca seca o alteración primaria de los receptores sensitivos).

Tabaquismo, la exposición al humo del tabaco disminuye la habilidad de identificar olores y disminuye el sentido del gusto.

Radioterapia en los tumores de la cabeza y el cuello, así como algunas enfermedades neurológicas.

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SINDROME ANSIEDAD, DEPRESION, DEMENCIA.

ANSIEDAD:

En la mayoría de los casos, los trastornos de ansiedad primarios de la vejez son crónicos y han persistido desde la juventud o edad adulta. El estado ansioso se presenta como "un estado subjetivo de expectación”, acompañado por una combinación variada de uno o más síntomas, agrupables en tres categorías. Es frecuente que los pacientes hagan mayor hincapié en estos aspectos asociados, más que en el estado de ansiedad en sí mismo, lo que da por resultado que se lleven a cabo extensas evaluaciones médicas antes de llegar a un diagnóstico correcto.

Estos síntomas asociados son:

Estremecimientos, sacudidas, sensación de temblor.

Tensión muscular, dolores o molestias.

Parestesias (hormigueo), desasosiego (sensación de no poder parar quieto).

Facilidad para agotarse.

Respiración entrecortada o sensación de sofocación.

Palpitaciones o taquicardia.

Sudoración o manos húmedas, frías y viscosas.

Boca seca, vértigo o mareos.

Náuseas, diarreas, vómitos u otras molestias abdominales.

Acaloramiento (sofocos) o escalofríos.

Rubor o palidez.

Micción imperiosa y frecuente.

Problemas para tragar o sensación de "nudo en la garganta".

Cefaleas.

Disfunción sexual.

Sensación de excitación o impaciencia.

Respuesta sobresaltada.

Exagerada dificultad de concentración o "mente en blanco" por la ansiedad.

Dificultad para conciliar o mantener el sueño.

Irritabilidad.

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Además de las causas aceptadas como causas de ansiedad a todo lo largo de la vida aparecen, entre otras, la disminución de capacidades en comparación con las que el individuo tenía años atrás, la cercanía real con la muerte, cambios en su estatus social y en relación con las nuevas generaciones.

Por otra parte, no se ha de olvidar que la ansiedad acompaña con frecuencia casi a cualquier tipo de trastorno psiquiátrico, pero de forma especial en el anciano en el caso de las demencias y los trastornos depresivos.

También se debe tener en cuenta la posibilidad de que los síntomas de ansiedad se deban a un miedo justificado. Existen numerosas situaciones en la vida moderna, especialmente en las grandes ciudades y en ancianos que viven solos, que pueden causar miedo e inseguridad a las personas mayores, sobre todo cuando se tratan de amenazas contra su seguridad personal.

DEPRESIÓN:

La depresión en el anciano tiene una serie de rasgos que la diferencian de la depresión en otras edades:

Menor presencia de síntomas psíquicos como la tristeza y mayor presencia de síntomas corporales, con frecuencia poco identificables como síndrome depresivo.

La tristeza y el bajo estado de ánimo pueden manifestarse en el anciano como apatía y retracción y pueden ser predominantes quejas somáticas diversas que obligan a realizar pruebas en busca de otras enfermedades que por otra parte son muy frecuentes en estas edades. A veces estos síntomas corporales constituyen verdaderos cuadros hipocondríacos con temores y preocupaciones excesivas.

El trastorno adaptativo es la forma más común de alteración del estado de ánimo en las personas ancianas. Se produce una reacción emocional desproporcionada a los sucesos estresantes que el paciente haya podido sufrir (pérdida de seres queridos, enfermedades, ingresos hospitalarios, institucionalización, etc.), produciendo síntomas afectivos o incluso conductuales; generalmente este cuadro se resuelve en menos de seis meses.

Algunos síntomas propios de la depresión pueden ser muy llamativos en el anciano como la pérdida de peso por falta de apetito, el insomnio o la aparición de ideas delirantes y en los cuadros graves verdaderos cuadros psicóticos.

Los ancianos con mucha frecuencia padecen enfermedades en las que la depresión puede ser un síntoma más de dicha enfermedad. En este caso la depresión en sí no es la enfermedad principal sino un síntoma acompañante

Los ancianos consumen en ocasiones múltiples fármacos para tratar sus enfermedades, pero que pueden inducir la aparición de depresión días o semanas después de su uso. Entre estos están medicamentos como corticoides, anti parkinsonianos, algunos antihipertensivos, etc.

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En la depresión grave del anciano es más frecuente el suicidio que en los jóvenes, tanto en grado de tentativa como el consumado.

Para manejar mejor la depresión en el hogar, los ancianos deben seguir una serie de recomendaciones:

Hacer ejercicio regularmente, buscar actividades agradables y mantener buenos hábitos de sueño.

Aprender a vigilar los signos tempranos de depresión y saber cómo reaccionar si empeoran.

Minimizar el consumo de alcohol y evitar las drogas psicoactivas.

Rodearse de personas que sean cariñosas y positivas.

Hablar de sus sentimientos con alguien en quien se confíe.

Tomar los medicamentos correctamente y aprender la forma de manejar los efectos secundarios.

La complicación más preocupante de la depresión es el suicidio. Otras complicaciones abarcan la disminución del desempeño del trabajo y el deterioro de las relaciones sociales.

Además, se sabe que la depresión complica la evolución de las enfermedades médicas del anciano; interfiere en la rehabilitación de enfermedades incapacitantes como el ictus y se traduce en una mayor mortalidad por cualquier causa en quien lo padece.

El suicidio ocurre con el doble de frecuencia en los ancianos que en la población general y el 80% de los ancianos mayores de 74 años que se suicidan sufren de un síndrome depresivo. La depresión mayor y el abuso de sustancias ocupan los primeros lugares de causas de suicidio en esta franja etaria

La detección del pensamiento suicida es oportuna en personas con patologías depresivas, intentos suicidas previos, enfermedades físicas o aisladas socialmente. Los mayores no suelen referir sus pensamientos suicidas, e incluso pueden estar presentes en individuos con escasos síntomas depresivos. Por lo tanto, los profesionales de la salud deben estar entrenados para detectarlos.

El suicidio en el anciano es un fenómeno complejo y multifactorial. Los programas de búsqueda activa, prevención y tratamiento deben centrarse en esta población debido al mayor riesgo de suicidio, sobre todo en aquellos que presenten factores de riesgo adicionales.

DEMENCIA:

La pérdida de memoria y habilidades es lo que caracteriza los procesos de demencia.

Al avanzar la edad, todos los tipos de memoria (a corto, medio y largo plazo), deben permanecer con pocos cambios respecto al adulto joven, a excepción quizás de la memoria inmediata, que es la que más se resiente con el envejecimiento. De igual modo,

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la capacidad verbal, el vocabulario, la comprensión y las capacidades de manejo se mantienen casi intactos con la edad.

Sin embargo, sí se puede encontrar un cierto enlentecimiento en el procesamiento de todas las áreas cognitivas, sin que ello suponga una disminución de las mismas, ya que se puede esperar que la respuesta final se encuentre intacta, aunque algo más lenta.

El deterioro cognitivo leve se define como el declive de las funciones cognitivas en grado leve, ya sea debido a las alteraciones atribuibles al proceso fisiológico del envejecimiento o debido a otros factores y que en general no afecta a la realización de las tareas habituales del día a día. Por su parte, la demencia se caracteriza por la alteración progresiva de la función cognitiva que incapacita a la persona la realización de alguna de estas llamadas actividades de la vida diaria.

Según el grado de dificultad para realizar las actividades de la vida diaria que presente el paciente, se catalogará como deterioro cognitivo leve si no padece ninguna afectación, o bien, si ya existe incapacitación para las actividades de la vida diaria, se clasificará como demencia leve, moderada o grave.

De este modo, se define demencia como el deterioro adquirido de la memoria asociado, al menos, al de otra de las funciones cognitivas y que afecta a la vida diaria de las personas que la padecen.

Las funciones cognitivas afectadas son principalmente:

La memoria a corto, medio o largo plazo.

Las áreas del lenguaje (comprensión, elaboración, vocabulario).

Las habilidades manuales.

Las funciones cerebrales de resolución de problemas o ejecución de acciones.

Los rasgos de la personalidad, que se ven comúnmente afectados en los casos de demencia con afectación de las áreas frontales cerebrales.

Según el grado de déficit que presente cada paciente en los distintos test psicométricos que cuantifican las funciones cognitivas y de función en la vida diaria, se clasificará la enfermedad como deterioro cognitivo leve o demencia (leve, moderada o grave).

La fase inicial de la enfermedad puede durar unos dos años y en ella suelen aparecer fallos en la memoria reciente, desinterés, humor deprimido, cambios en la personalidad, episodios leves de desorientación y falta de adaptación a situaciones nuevas. En esta fase empiezan a aparecer dificultades para la realización de las actividades instrumentales de la vida diaria (manejo del dinero, cocinar, usar el trasporte público, etc.).

La fase intermedia puede desarrollarse durante 3-5 años. La pérdida de la memoria es más importante y afecta no solo a la memoria reciente sino también a la remota. Aparecen alteraciones del lenguaje, la escritura, la lectura, el cálculo, se desaprenden acciones y

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actividades comunes y se olvidan personas, lugares y objetos antes familiares. El paciente muestra dificultad con el aseo, el vestir o la comida.

En la fase terminal (demencia grave) el enfermo es incapaz de andar, se inmoviliza, aparece incontinencia urinaria y fecal y no puede ejecutar ninguna actividad de la vida diaria, con alta dependencia para todas y cada una de estas actividades. El lenguaje se hace ininteligible o presenta mutismo.

Existen unos síntomas que pueden hacer sospechar la presencia de una demencia de inicio y ante los cuales es recomendable consultar al médico de familia o al neurólogo. Estos son:

Pérdidas de memoria que afecten a la vida habitual, como citas, nombres, números de teléfono, repetir las mismas preguntas, olvidar las facturas que ha pagado.

Dificultades en realizar tareas habituales: olvidar los ingredientes de comidas, manejo de dinero y cuentas bancarias, uso del teléfono, control de medicamentos, uso de medios de transporte habituales.

Problemas de lenguaje: dificultad para recordar el nombre de algunas cosas, sustitución de unas palabras por otras, inventar palabras sin sentido.

Desorientación en tiempo y lugar: olvido de fechas, perderse por calles o lugares conocidos, tener problemas para conducir.

Pobreza de juicio: conductas anómalas, vestidos inapropiados, por ejemplo salir a la calle en invierno sin abrigo.

Problemas de pensamiento abstracto: olvido del significado del dinero, problemas en interpretar semejanzas o refranes.

Perder cosas importantes o ponerlas en lugares inadecuados: llaves en la nevera, cambiar el dinero de sitio (y culpar a terceros).

Cambios frecuentes e inesperados en el estado de ánimo y conducta: tristeza, agresividad, comportamiento social inapropiado, llanto fácil o risa en momentos inadecuados.

Cambios de personalidad reciente, suspicacia, temor.

Le cuesta opinar, tomar decisiones, organizar actividades o afrontar situaciones nuevas. Se pone todos los días la misma ropa. Disminuye el interés por aficiones previas.

En general existen una serie de medidas que ayudarán al paciente con demencia:

Usar notas como recordatorio, calendarios, hacerse listas con las cosas que tienen que hacer.

Intentar mantenerle orientado en tiempo, lugar y persona. Es útil usar carteles con dibujos en las puertas (por ejemplo, la del baño, cocina, fotos de las personas en sus habitaciones, etc.).

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Si es posible rodearle de objetos y ambientes que le resulten familiares.

Recordarle quiénes son las personas que están con él. No preguntar, sino darle la información, no “¿te acuerdas quién soy?”, sino “soy María”.

Mantener una rutina diaria, mantener los horarios y las actividades (despertar, comidas, higienes, ejercicio, siestas, etc.).

Es importante que se mantenga lo más activo posible aunque sin agotarle.

No aislarle. Tratar de que lean, vean la televisión, oigan música o la radio mientras les sea posible, evitando programas violentos (puede confundir las imágenes con la realidad). Tampoco aislarle socialmente. Suele ser muy beneficioso contactar con las asociaciones de pacientes, que se relacionen con otras personas en su misma situación. Mantener el contacto con amigos y familiares.

No discutirle lo que dice. Intentar hacerle razonar puede resultar imposible. No discutir las alucinaciones, sino tranquilizar si hay miedo o agitación y distraerle con otra actividad.

Darle tiempo para responder a preguntas sencillas y para realizar actividades como vestirse. Es aconsejable que, para enlentecer la pérdida de capacidades, vaya realizando el mayor número de actividades posibles, aunque sea más lentamente.

Cuando se empeña en realizar cosas que no puede, tratar de distraerle con otra actividad.

Asegurarse de que come correcta y equilibradamente y que bebe el suficiente líquido. Darle tiempo para comer por si solo mientras pueda, con materiales adaptados (cubiertos de mango ancho, vasos de pico, vajilla de plástico).

Llevarlo al baño a orinar de forma frecuente y programada, para minimizar la incontinencia urinaria, aunque use absorbentes, ya que mejora el estado de la piel.

Llegará un momento en que el paciente no pueda continuar viviendo solo. Evitar estas situaciones porque pueden provocar accidentes y poner en peligro su vida (se deja el gas abierto, confunden las medicinas que toman).

El lugar adecuado para la vida del paciente es su domicilio propio si es que lo tiene. Es el lugar que mejor conoce, el espacio que tiene mejor interiorizado para preservar en lo posible su orientación.