Yo Fui Piloto de Caza Rojo - Francisco Tarazona

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Yo Fui Piloto de Caza Rojo

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  • La literatura de accin nos da laimagen de lo que queremos ser. Deah la atraccin que ejercenescritores como Joseph Conrad yAntoine de Saint Exupry. Peroestos escritores han hecho algoms que presentarnos hombresaventureros, que aman la accinpor la accin. Sus hombres, y ahest lo ms importante, actanporque estn comprometidos.Si Conrad nos ha dado el mar comoel escenario en que los hombresanudan o desatan sus conflictos,Sain Exupry nos ha dado el cielo,

  • pero no aquel de los dioses, no elcielo inalcanzable de los poetas,sino uno ms bajo, ms cercano alhombre. Un cielo que refleja elalma misma del hombre, y que, poreso tanto puede ser hermoso comoterrible.El paisaje, deca Unamuno, es unestado de nimo. Tambin el cielo.El cielo en este libro es el de unmomento preciso de Espaa.Con recuerdos y con trozos dediario ha escrito este libro FranciscoTarazona. No es una visinpanormica o un alegato poltico,sino el testimonio parcial,

  • comprometido, de uno de ellos.Con un estilo directo, preciso, queno se niega a la divisin potica,estas pginas recrean aquellosmomentos, aquellos hombres. Consus actos, heroicos y mnimos,cotidianos. Y sabemos demomentos escalofriantes como lamuerte de Eloy, o el vuelo espectralde un bombardero con la tripulacinmuerta. Y est la camaradera, elamor y la alegra; todo eso, en fin,capaz de ganarle terreno aunqueslo sea un palmo, a la peste quesopla sobre la tierra: el odio y laviolencia.

  • Francisco Tarazona

    Yo fu piloto decaza rojo

    ePub r1.0Titivillus 11.04.15

  • Ttulo original: Sangre en el cieloFrancisco Tarazona, 1974Retoque de cubierta: Titivillus

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

  • A Eloy, a Yuste, a Herrera, aClaudn, a Margalef, a Frutos,a Toquero y a todos vosotros,

    camaradas, para que no osolviden.

    Porque la Historia, sinvosotros, dara vergenza.

    Y nada habra que contar a loshombres.

  • NOTA DEL AUTORPARA LA PRIMERA

    EDICINESPAOLA

    En este libro, basado en mi Diario deguerra y, lgicamente, redactado enprimera persona, denomino fascistas aquienes lucharon contra nosotros.Quiero advertir, por tanto, que el empleode este denominativo no encierracarcter injurioso alguno, pues, por otra

  • parte, de haber utilizado el denacionales hubiera falseado mi propioDiario, privndole de lo ambiental, delo anecdtico y de lo histrico.

    Quin, de nosotros, en nuestrobando, llamaba nacionales alenemigo?: nadie. Y quin, de stos, nosllamaba a nosotros sino rojos?: nadie.

    Pero yo acepto que, histricamente,se me llame rojo pues a locromtico no le concedo importanciaalguna Lo nico que cuenta para mse sea rojo o se sea nacionales tener la conciencia tranquila y lasmanos muy limpias de sangre.

  • LINTRODUCCIN

    O que se narra en este libro es,tan slo, una pequea parte delpapel cumplido por la Aviacin

    Republicana durante la guerra civilespaola. Es decir, la pequea parte quejugu en aquella terrible guerra entrehermanos. Y he aqu lo que vi de cerca,lo que me consta.

    Cmo narrar, por ejemplo, lasangustias o las emociones de otrosseres, de otros pilotos? Angustias yemociones en una guerra?

  • No obstante, lector, s puedo decirque, an hoy, a casi treinta aos determinada la contienda, tengo fresca enmi mente las hazaas de aquelloscompaeros mos que, tripulando losantiguos Nieuport, Devoitine yBreguet XIX, soportaron las primerasembestidas de los alemanes y de lositalianos.

    Tambin podra hablarte de que, alllegar a Espaa, de regreso de URSS, elcielo de Madrid, del Jarama y deGuadalajara, haban sido limpiados deaviones enemigos por aqullos y porotros de mis compaeros.

    Compaero mo fue Andrs GarcaLacalle, hroe del Jarama. Y tambin lo

  • fue Serov, joven voluntario ruso queacudi a Espaa a luchar por la defensade sus ideales. Y lo fue Minaiev,derribado en la Casa de Campo. Msadelante oi hablar de LeocadioMendiola, Jefe del Grupo 24 debombarderos, y me sent orgulloso deser su compaero.

    Y tambin vol al lado, arriba yabajo de mis compaeros del Grupo 26de Chatos. Cmo olvidarse de CayoRioja, o de Haro; de Castillo o deZambudio? Cmo no admirar lavalenta y el arrojo de mis compaerosdel Grupo 30, el Colosal, formado poraviones Natachas que volaban a 500metros de altitud y a 200 km/h?

  • S, Pepe Romero, soy tu camarada.Son los Urtubi y los Castaeda; los

    Morquillas y Riverola; los Cortizo, losNieto y los Montero; los Aguirre y losZarauza; los Pleshenkov y los Gil; losChan y los Yakushin

    Lo son todos los que volaron en lagloriosa Aviacin Republicanaespaola A ellos, mis compaeros, esa quienes dedico esta edicin de Yo fuipiloto de Caza rojo.

    Gloria eterna para ellos!

    EL AUTOR

  • Ao 1936

  • DJULIO

    A Entre el cargamentohumano que transporte eltranva nmero tres esta

    maana, estoy yo. El ambiente esinsoportable. El olor acre de las cestas,impregnadas de residuos de pescado yano muy fresco, unido al del sudor detodos los pasajeros que, apretujadosunos con otros, dejan escapar blasfemiasahogadas, no impide a las tranquilaspescadoras comentar a su manera lo queen el mercado y de labios de les

  • sinyoretes han escuchado. La mayorparte de los pasajeros, al principioindiferente, pronto participa en aquelloscomentario y se olvida como porencanto de los malos olores y de lasincomodidades del viaje. En pocosminutos se arma a bordo del tranva unaapasionada discusin. En medio de esteguirigay, una mujer con voz de trueno localla todo en un segundo y exclama:

    Ao es una huelga loca i no durams de quaranta uit hores!, me che loque vullgau![1]

    La que ha hablado es una pescadoracon unos bigotes que ya envidiaranalgunos mozos.

    Es que han mort a un to

  • gros[2] grita el tranviario, sin quitar lavista del frente y con un gesto de chunga.

    S, a Calvo Sotelo afirma unvejete sooliento.

    Mientras el tranva se acerca alpuerto de la huertana Valencia, escuchoatento lo que esta abigarrada mezcla decerebros piensa y expresa de losacontecimientos recientemente ocurridosen Madrid. Al apearme del tranvafrente a las oficinas de la SICOP[3],donde trabajo como delineante, puedopor fin respirar tranquilo el aire puro dela maana. Al acercarme a la puerta deentrada noto que un grupo de empleadosdiscute acaloradamente sobre el mismotema: Los falangistas y republicanos

  • estn liados a tiros en Madrid, hayestudiantes y guardias de Asaltomuertos, el folln es de apa, dicen.Tambin aqu, como en el tranva,hablan de Calvo Sotelo. Parece ser lafigura principal alrededor de la cual estgirando todo el malestar general.

    Eso era lo que yo crea, puesno estaba muy versado enpoltica y prefera la claridaddel lenguaje sencillo del pueblo.De los mos. Mi vida nuncahaba salido del marco de lanaturaleza para meterse en grisesttricos. El tiempo que tenalibre lo empleaba en estar en

  • contacto con ella. Haca tresaos que haba aprobado elIngreso para seguir elBachillerato. Pero mi padreprefiri ponerme a trabajar paraque pudiera enfrentarme a ladura vida de los hombres.Decisin que en el transcurso demi vida le he agradecido.Despus de haber aprendido amedias varios oficios que noeran de mi agrado, pudecolocarme como dibujante en laempresa citada, que se dedicabaa la construccin de canales,puertos y carreteras.

  • En vista del cariz que toman lascosas, esta noche, al llegar a casa ydurante la cena, es necesario trazarplanes y tomar determinaciones; esdecir, los varones tendremos quedefinirnos. Ya no se puede ir por la callesin ser algo, sin ser alguien en esteengranaje sangriento que inicia sumarcha. La intencin de mis padres,obviamente, es evitar que sus dos hijos,Carlos y yo, nos veamos arrastrados porla revuelta. Para tratar de lograrloesgrimen infinidad de argumentos.

    Podemos ir a Mjico dice mihermana mayor, Luisa. Es unasolucin. Qu opinan?

    Mi padre y mi madre estn callados.

  • Despus de pensar por un instante en loque mi hermana ha dicho, mi padreexpone que la situacin no esdesesperada. Opina que los hombresdebemos irnos de viaje hasta que losvientos de fronda pasen.

    Mejor nos quedamos aqu contestamos Carlos y yo. Esto pasarpronto.

    Tenamos los dos novia y amigos.Sentamos dejarlo todo. Adems, noqueramos huir. Los del otro lado noeran de nuestro agrado, habamos tenidorias callejeras con ellos. Estbamoscon la Repblica. De irnos en esemomento, el regreso, en caso de triunfarnuestra causa, sera vergonzoso.

  • Luisa no ceja en su empeo. Hacehincapi en el hecho de que los cuatrohermanos somos nacidos en Mjico.

    Que se vayan los chicos dice. Las cosas pueden empeorar.

    Da Despus de dos meses deiniciado el alzamiento militar quedesemboc en una de las ms cruentasguerras civiles de la Historia, la comidaha empezado a escasear entre lapoblacin. nicamente a travs de losorganismos militarizados se puedenconseguir tarjetas de racionamiento.

    El ingreso a las fuerzas armadas seimpone. Carlos lo hace como voluntario

  • en el Cuerpo de Guardias de Asalto, y,gracias a sus aportaciones de comida,puede la familia alejar la amenaza delhambre.

  • DOCTUBRE

    A Vienen a casa mis amigosArtemio y Santacruz a decirmeque en la Aviacin Militar se

    solicitan jvenes para pilotos.Quin os lo ha dicho? pregunto

    entusiasmado.Parra. l lo sabe bien contesta

    Artemio. Tiene la Gaceta Oficial.Vamos a verlo.Los requisitos (segn la Gaceta)

    son:Tener entre dieciocho y veintin

  • aos.Buena salud; o sea: certificado

    mdico que lo compruebe, yconocimientos escolares bsicos.

    Los exmenes fsicos los harn en laBase a la que seamos destinados.

    Hago a hurtadillas la solicitud deingreso y la contestacin llegarpidamente. Se me admite! Mi gozoahoga las lgrimas de mi madre.

    Hasta ahora todo ha sido calma enmi vida. De aqu en adelante empezarnlos sobresaltos, las inquietudes, lostemores.

    Con el oficio en que se me comunicala admisin, me envan un billete deferrocarril para viajar a Los Alczares,

  • Base para entrenamiento de pilotos.Con estas razones perda el pobre

    caballero el juicio, y desvelbase porentenderlas y desentraarles el sentido,que no se lo sacara ni las entendiera elmesmo Aristteles, si resucitara paraslo ello. No estaba muy bien con lasheridas que don Belians daba y receba,porque se imaginaba que, por grandesmaestros que le hubiesen curado, nodejara de tener el rostro y todo elcuerpo lleno de cicatrices y seales.Pero, con todo, alababa en su autoraquel acabar su libro con la promesa deaquella inacabable aventura, y muchasveces le vino deseo de tomar la pluma ydalle fin al pie de la letra como all se

  • promete; y sin duda alguna lo hiciera yaun saliera con ello, si otros mayores ycontinuos pensamientos no se loestorbaran. Tuvo muchas vecescompetencia con el cura de su lugar (queera hombre docto, graduado enSigenza), sobre cul haba sido mejorcaballero, Palmern de Inglaterra oAmads de Gaula; mas maese Nicols,barbero del mesmo pueblo, deca queninguno llegaba al Caballero del Febo, yque si alguno se le poda comparar, eradon Galaor, hermano de Amads deGaula, porque tena muy acomodadacondicin para todo, que no eracaballero melindroso, ni tan llorn comosu hermano, y que en lo de la valenta no

  • le iba en zaga.

    Aunque era un republicanode corazn no haba pasado porel crisol de la lucha sindical ypoltica. Aquellos instantestrgicos que viva Espaa nodespertaban en m sentimientosblicos. Vea suceder todo a mialrededor como uno de losmuchos extremos pasionales aque el pueblo espaol, portemperamento, es dado aentregarse; por lo tanto, laocasin que aquelladesafortunada falta de madurezen las ideas me brindaba era

  • tomada por m como un peldaopara ser piloto, ya que antes, ysalvo excepciones, solamente losseoritos hijos de ricos y denobles, as como algunosmilitares de carrera, podanaspirar a hacerse aviadores omarinos. Por mi mente nuncahaba cruzado la idea de matar, ymenos que, para hacerlo, tuvieraque emplear una mquina tanbella como un avin. Era comoir a luchar a las Cruzadas alomos de un pura sangre,exponiendo su vida sin quetuviera nada que ver con losfines por los que su jinete

  • peleaba. As pensaba entonces.Poco a poco, la maldad de loshombres me oblig a odiarles ysent nuseas por tantapodredumbre.

  • DNOVIEMBRE

    A Esta noche el fro no sesiente en la Estacin del Norte,en Valencia. Un cmulo de

    pasiones adormece los sentidos y nodeja lugar a los sufrimientos fsicos. Losojos de las madres, enrojecidos por elllanto, miran fijamente a los hijos que sevan, a nosotros. Novias, hermanos,padres, envueltos en el destino comn ygigantesco, ven cmo la sangre de susangre se les va irremediablemente. Depronto, el silbato del tren acelera los

  • corazones. Las manos se encuentran. Loslabios, resecos, apenas se despegan;slo hablamos con monoslabos,incoherentemente. La separacin es ungran desgarramiento; de la herida brotanlgrimas, no sangre.

    Cuando empiezan a desaparecer demi vista los aledaos de Valenciavuelvo a mi y siento miedo. Cuntodejo atrs!

    La luz del fro amanecer entinta derosa plido los campos de Albacete. Eltren en el que viajamos haca LosAlczares serpentea trabajosamente enalgunas subidas acentuadas, y elmaquinista obliga a la locomotora avencer el desnivel. El sol es una mancha

  • triste en el horizonte. Parece, comonosotros, un ser nostlgico, y tan slonos produce una ligera tibieza

    Al cabo de las horas, el paisajefriolento va cambiando. Las palmeras,que ya llenan el horizonte de alegre ycaliente verdor, transmiten calor anuestros cuerpos, y, al atardecer, cuandola brisa marina llena nuestros pulmones,empezamos a recobrar los bros y elhumor perdidos. Al ocultarse el sol traslos campos de la lejana Andaluca,estamos ya en Los Alczares. La bellezade esta Base Area me impresiona.Situada a unos treinta kilmetros alNoroeste de Cartagena y casi a orillasdel mar Menor, sus edificios, con techos

  • de tejas rojas y paredes blanqueadas,destacan luminosamente sobre el colorverde de las palmeras morunas que losrodean. Los caminos dentro del recintoestn pulcramente cuidados, y losjardines parecen brocados hechos pormanos de religiosas. Los cuarteles sonmodernos. El clima, durante el da, esbenigno, y por la noche Ah, lasnoches en Los Alczares!

    Da En esta estupenda Base Arealas amistades entraables mitigan enparte el doloroso recuerdo de lo dejadoatrs. La nueva vida, aunque dura,transcurre fcilmente. Lo incierto del

  • maana y el misterio incitante del vuelonos traslada, en sueos, a mundosextraos.

    Y el cansancio que la diariainstruccin supona, a la cual noestbamos acostumbrados, no dejabahuella en nuestros cuerpos. Todo locontrario, nos haca sentir con ms ansiacada da el deseo de volar. Pero antestenamos que pasar los exmenes. Elexamen fsico! Era lo que ms nospreocupaba. Nos haban hablado tantode l, de los exigentes mdicos que loefectuaban, que yo lo tema.

    El aerdromo hierve de entusiasmo.Centenares de jvenes procedentes detodos los rincones de Espaa vamos de

  • un lado a otro dentro del recinto militar,esperando ser enviados unos a lasescuelas de entrenamiento, ya pasadossatisfactoriamente los exmenes, y,otros, los que componemos el mayornmero, a sustentarlos. Un grupo, param afortunado, ya est encuadrado enLos Alczares y volando. Los mirarnoscon admiracin. Son los amos, pordecirlo as. Se contonean al pasar pornuestro lado, y, en voz alta, para que losoigamos, comentan las experiencias desus vuelos. La envidia que siento esindescriptible.

    Da Por fin nos llega el turno en

  • los exmenes. Parra, Santacruz, Artemioy yo estamos en el mismo grupo. Elexamen terico es fcil, pero, en elfsico, donde ms exigentes se muestran,rechazan a mis tres amigos.

    Cuando se despidieron de m, deregreso a la ciudad del Turia, sent otravez la angustia de la soledad y tambinla alegra de haber reunido lascondiciones necesarias para la duraprueba que tena delante.

    Da El grupo de aspirantes se hareducido. Muchos de los jvenes sonrechazados, como mis amigos. Crecenlos rumores de que las Escuelas para

  • pilotos de la Repblica son escasas. ElGobierno estudia dicen la forma deenviar al extranjero a los cadetes deAviacin.

    A fines de diciembre de 1936, estofue ya un hecho. Era evidente que laRepblica no tena suficientes centrosde adiestramiento para la guerra area.La demanda de los distintos frentes eratremenda. El Alto Mando trataba dehallar solucin al problema. Al fin,Francia y Rusia asumieron a escondidastan gran responsabilidad.

    Mientras estamos formados, un altojefe se detiene delante de nosotros yordena:

    El que tenga nociones de francs,

  • que d un paso al frente.Estoy a punto de adelantarme cuando

    siento que me cogen de cada brazo loscompaeros de los lados.

    Qu hacis, qu pasa? lespregunto, molesto.

    Espera; hay algo mejor diceHerrera sin pestaear.

    Pero yo quiero volar.Ya volars, ya tercia Claudn

    . No te apures.Herrera y Claudn son dos de los

    muchachos con los que ms hecongeniado. Emilio Herrera es hijo defamilia acomodada. Su cara rubicunda ysus claros ojos le dan aspectonormando. Su tranquilo temperamento y

  • su porte elegante de conservador lehacen parecer un sbdito de la Coronainglesa. Es, en sntesis, un individuo queparece a primera vista lo que llaman atodo aquel que usa corbata y chaqueta:un nio bien. El otro, EduardoClaudn, es alto; excesivamente alto,pues mide cerca del metro noventa deestatura. Esto le obliga a caminar unpoco encorvado. Tambin de familiaacomodada, es considerado, medio enserio y medio en broma, casi unseorito. Sus conocimientos sobreaviacin son vastos. Al estallar elmovimiento insurrecto cursaba enMadrid los estudios de ingenieroaeronutico. Domina bastante el vuelo

  • en planeador. Es de constitucindelgada, nervudo, fuerte, de carcteraudaz, con una cultura poco comn entremuchachos de su edad, pues apenas tieneveinte aos. Es hijo de militar. Su padreha jurado lealtad a la Repblica. Sientela causa que defendemos con un ardorexcepcional.

    Ellos son los que me detuvieron porlos brazos. Entre tanto, de la fila de casidoscientos alumnos, salen jvenes condestino a Francia.

    Bueno, y a dnde iremosnosotros? pregunto resignado.

    A Rusia.Qu?Como lo oste. A Rusia. Qu te

  • parece?A Rusia Estis locos de remate.

    Venga ya! Dejadme salir de la fila queno quiero quedarme aqu para siempre.

    Cllate, que ah viene NezMaza.

    El comandante, que pasa por delantede nosotros, se detiene a saludar aHerrera.

    Cmo est tu padre?Todo el mundo en Espaa conoce al

    distinguido ingeniero aeronutico donEmilio Herrera, investigador de laestratosfera.

    Muy bien, muchas gracias contesta el interpelado moviendo apenaslos labios.

  • No quieres ir a Francia?No, seor.Bien bien murmura Nez

    Maza, al tiempo que se aleja y ordenaromper filas.

    Mientras los tres amigos nosdirigimos hacia el comedor del cuartel,acoso a Eduardo y a Emilio conpreguntas relacionadas con el misteriosoviaje a Rusia. Ellos, tratando de ocultarla fuente de informacin, que a no dudares paterna, se esfuerzan por eludir lasrespuestas. Pero de nada les sirve elingenio, ya que en seguida les obligo adecirme lo que saben.

    Es verdad: hay en perspectiva elproyecto de enviar a la URSS cadetes de

  • Aviacin. Esto, claro, es un gran secreto.

  • Da La vida de cuartel sigue sucurso. Ahora resulta fastidiosa einspida. Como casi todos losmuchachos han partido, el aerdromo haperdido algo de vida. nicamente losempollones disfrutan de lo lindo. Losque esperamos aquel algo misteriosoestamos impacientes.

    Calma, Tarazona, calma medicen una y otra vez, muy confiados,Eduardo y Emilio.

    Qu habis sabido de nuevo? les pregunto con ansiedad.

    Para fin de mes nos vamos. Nadams que calladito, eh?

  • Para fin de mes?Bendito sea Dios!, a la URSS

    Increble!

  • DDICIEMBRE

    A Despus de un cortopermiso que nos concedieronpara ir a visitar a la familia,

    regreso a Los Alczares. Son losltimos das de 1936.

    DaA formar! truena la potente voz

    del sargento Carballeira. Y esta vezpara algo bueno dice con ampliasonrisa.

  • La formacin se mueve con acusadanerviosidad. Esperamos la llegada de unalto jefe. Nos va a comunicar, segnCarballeira, algo relacionado con lapartida al extranjero.

    Cuando aparece el comandanteNez Maza, me invade un sentimientoinexplicable de gozo. Lo veo comoportador de un gran presente para todosnosotros.

    Estaris con las maletaspreparadas dice. Esta noche,autobuses especiales os transportarn alpuerto de Cartagena. El lugar de destinose os dir ms adelante. Es todo.Rompan filas.

  • Da Esta maana, a bordo de lamotonave Ciudad de Cdiz, doscientosalumnos salimos de Cartagena conrumbo a la ciudad de Feodosia, en lapennsula de Crimea, en el mar Negro.

    Cada vez me alejo ms de los mos.A los quince das de haber zarpado

    de Cartagena tomando todas las medidasde seguridad, y despus de soportar enel mar Negro una terrible tormenta quedur dos das, desembarcamos enFeodosia.

    El aspecto de la ciudad oprime elcorazn. El mal tiempo le pone un marcode tristeza y frialdad. La temperaturaest por debajo de cero; medio metro de

  • nieve nos espera al desembarcar, y siguenevando. Viniendo de Espaa, elcontraste es acusadsimo.

    De paso para el Cucaso, en laciudad de Rostov, tenemos el privilegiode or cantar a los cosacos del Don.Viajamos durante da y medio enferrocarril, a travs de estepas nevadas.Cerca de Tiflis se detiene el tren paraque cambiemos nuestras ropas.Entramos en un vagn que aguarda endoble va y salimos de l vestidos desoldados rojos. Parecera, a quien loviese desde fuera, un acto detransformismo. Proseguimos nuestrohelado viaje. El Cucaso, majestuoso,desfila lentamente a nuestra derecha. El

  • color verde ha desaparecido del paisajehace mucho. Al fin llegamos a nuestrolugar de destino. A la ciudad de Kirov oKirovabad, en la Repblica Socialistade Azerbaiyn. En esta poblacinsituada en la vertiente Sur del Cucaso,entre los mares Negro y Caspio,tendremos el cuartel general.

  • Ao 1937

  • NJULIO

    O se puede narrar en unascuantas lneas la diversidad deexperiencias que tuve durante

    los seis meses y medio que estuvimos enaquel maravilloso y extrao pas. Algosupimos del pueblo de la UninSovitica. Mas el testimonio de estelibro se refiere a los hombres deEspaa. Las impresiones recibidasfueron extraordinarias; tcnicas yhumanas. El objetivo del Gobierno de laRepblica, de hacer all pilotos de

  • guerra, se alcanz con holgura.El regreso a Espaa lo hicimos

    plcidamente por el mar Bltico.Desembarcamos en El Havre y, despusde atravesar Francia, entramos enEspaa por Catalua.

    Da De nuevo el hogar. La familiaaorada, la novia, los amigos:Algunos regalos trados de allende losmares se confunden con los abrazos, ylas lgrimas humedecen los obsequios.Cuando los sentimientos se serenan,queremos saber del frente, de losfrentes! Aquello que la pescadora habapronosticado como una huelga de

  • cuarenta y ocho horas ha entrado en elundcimo mes de una sangrienta guerra.

    Bilbao haba cado en poderde Franco. Brunete iba a ser laprueba de fuego del jovenEjrcito de la Repblica; en elSur slo se registrabanescaramuzas. Lo dems estabatranquilo, valga la frase. Esta erala situacin de los frentes deguerra en Espaa a mediados delmes de julio de 1937.

    Madrid! El Jarama!Guadalajara! El Norte!

  • Da Aquel temor que me acosabaapoderndose de mi cerebro ante laincertidumbre de mis reacciones en elaire, desaparece. Mi cuerpo seidentifica con el vaco, y los bruscosextraos del caza en el espacio meensean a sentir y a respetar las fuerzascentrfuga y de gravedad. Al volar conmis alas mecnicas, nace en m laconfianza y el amor por los espaciosabiertos, Otra prueba dura me espera: elbautismo de fuego. Qu sensacionesexperimentar? Resistir el estallido delas granadas antiareas? Podr misistema nervioso soportar losbombardeos areos durante losdespegues y los aterrizajes? Y los

  • combates en el aire? Cmo mepreocupa este misterio! Cuntos pilotosse han desplomado moralmente al verlos cazas enemigos! Y otros regresandel frente por temor a entrar a la zonabatida por los antiareos! Algunos deellos confiesan sus temores danlstima y se les asignan trabajos en laretaguardia. Los otros, los que no tienenvalor para confesar el miedo que sientenpor no poder vencer la vergenza quehacerlo representa, sufren lasconsecuencias de su error en el mismofrente. Estos camaradas son fcil presade la caza enemiga, ya que buscan en lahuida la salvacin, y ah es dondeencuentran la muerte. Cmo

  • reaccionar yo? No lo s. No obstante,algo hay que me hace concebir ciertasesperanzas. Este sentimiento es el hechode que, sin menospreciarlas, las figurasareas contra las cuales, tarde otemprano, tendr que enfrentarme no mequitan el sueo. Ya es algo! Un da lecuento a Claudn mis inquietudes y steme contesta muy ufano:

    Pero si ya has combatido, Tara.Qu es lo que te preocupa?

    Aqullos eran combatessimulados, sin acoso enemigo, niantiareos y con tranquilidad durante losdespegues y los aterrizajes! respondo,molesto.

    La diferencia es que ahora s

  • podrs derribar al tipo que se te pongaenfrente, y en cuanto a la antiarea y losbombardeos enemigos, no creo que susefectos desmoralizadores sean mscerteros, por decirlo as, que sufrir enlas trincheras durante horas el caoneocriminal de un grupo de morteros, con elagua y el barro hasta las rodillas y conun fro que no deja actuar a tus msculosni a tu cerebro.

    Amigo Paco, en esas condicioneseres un prisionero de tus propiasfuerzas. No creo que esta situacin laprovoquen los bombarderos a que terefieres ni la antiarea tercia EloyGonzalo, que escucha cerca de nosotros.

    T, como ya has pegado tiros

  • en Madrid; en las barricadas, bienpuedes hablar. Ah!, y adems te hanherido. Casi nada! Pero yo, que ni hetirado piedras a los pjaros? ataj elmadrileo.

    Bah!, pronto te acostumbrars dice Claudn, convencido.

    Oye, yo no saba que t tambinhabas pasado por eso de pegar tirosle contesto medio en broma.

    Chico! No es que haya pasadopor eso de pegar tiros, como dices,pero s creo que es cuestin decostumbre; a fuerza, si quieres, perocostumbre al fin. En otras palabras; si tno les das a ellos, lo ms probable serque ellos te den a ti. Como vers, la

  • cosa no tiene vuelta de hoja.Y t, qu piensas, Emilio?

    pregunto a Herrera.Que tienes razn. O matas o te

    matan contesta sin inmutarse.Eloy, que sin gran entusiasmo haba

    intervenido en la discusin, dice, depronto:

    Mira, Paco; lo que pasa es que tno sabes cmo las gastan los fachas.En cuanto te des cuenta de qu clase detipos son, estoy seguro de que todosesos temores o escrpulos que ahorasientes desaparecern como por encanto.Si no, al tiempo

    No son escrpulos, Eloy: es querealmente no s si servir para combatir

  • en el aire. Eso es lo que estoy tratandode decir. Posiblemente los dos tengisrazn, pero eso no basta para que yo nome sienta un pelillo preocupado por elfuturo. Es ms; de combates areoscontra el enemigo, vosotros tampoco mepodis contar nada, por lo que, en esteaspecto, todos estamos en la inopia.

    Un mutismo general cierra ladiscusin.

    Estas conversaciones eran la salsade la comida en la Torre del Negro. Asllambamos a una mansin mora que eranuestro campamento en El Carmol,campo de reentrenamiento y escuelapara pilotos de caza, situado apenas a unpar de kilmetros al Sur de Los

  • Alczares, a orillas del Mar Menor, unapreciosa laguna litoral alimentada por elMediterrneo. Habitaciones espaciosas,patios amplios y soleados conornamentaciones mudjares, abundabanen aquel gran macizo de piedracoronado por una torre dereminiscencias giraldinas. Este belloparaje moruno distaba de El Carmolapenas seis kilmetros. Sus grandeshabitaciones se haban acondicionadopara dar clases de Aerodinmica,Navegacin y Tctica Area. Era alldonde, parte del primer grupo de pilotosrecin llegados de la URSS, bamos arealizar una serie de vuelos antes desalir para los frentes.

  • Da Vuelos de patrulla, enformacin de escuadrilla,ametrallamientos sobre blancos fijos ysobre conos[4] remolcados por avin,y combates simulados son las fases delreentrenamiento, el cual tendr queefectuarse con la mayor rapidez posiblepor la necesidad de pilotos en losfrentes. Los instructores de vuelo sonveteranos de las batallas areas deMadrid, del Jarama y de Guadalajara.Cuando el trabajo de dar instruccin selo permite, conversan con nosotros delos combates que han tenido y de susexperiencias. Tambin de sus emociones

  • y de sus miedos. Nosotros losabrumarnos con preguntas sobre el valorintrnseco de los pilotos enemigos. Deesta manera nos familiarizamos con elcombate contra los Fiat, Heinkel,Romeo, Junkers, Savoia, etc.

    Despus de terminar el trabajo en elaire, nos dirigimos a las clases deteora, al finalizar las cuales tenemospermiso para ir a San Javier, pueblecitosituado un poco al Norte de LosAlczares. Hay cine y mujeres bonitas.El puerto est acondicionado como basepara hidroaviones. Las discusionescomenzadas a la hora de la comidacontinan a veces durante el trayecto delautobs a San Javier, para seguirlas

  • luego a la hora de la cena, durante lascuales es Eloy Gonzalo el msconvencido de todos nosotros.Madrileo, de mediana estatura ycomplexin fuerte, con el rostro aninfantil pero ya con dolor en el alma a supoca edad, tiene un carcterextraordinario. Hijo de un linotipista yde una costurera, el panorama de su vidaestuvo reducido desde su infancia acuatro paredes. Desde los catorce aospertenece a las JJ.SS.UU.[5] Su padre,que desde los primeros das delmovimiento se haba lanzado a luchar,encontr la muerte en el Puente deToledo. Su madre, desde entonces, vividas de angustia al saber que Eloy

  • quera vengar la muerte de su padreyndose a las barricadas. Eloy march ala Ciudad Universitaria, donde combatihasta resultar herido. Ahora, enAviacin, quiere continuar la lucha,vengar a su padre. Adems dice,pelear para defender algo que tratan dearrebatarle. La muerte parece noimportarle lo ms mnimo. Yo heintimado con l desde un principio, aldescubrir sus cualidades y ver que seadaptan a mi modo de ser.

    En contraste con Eloy, Toquero es untipo prudente y reservado, alto, atlticoy bien parecido. Suele calcularcuidadosamente todos los riesgos. Estehombrn madrileo es inseparable de

  • Luis de Frutos, prototipo deintrovertido, decidido, y que, comoEloy, mide pocas veces el peligro.

    Da En la noche, la cena en laTorre del Negro transcurre en silencio.Ninguno de los que nos encontramos enlas mesas acertamos a decir algo. Losdos accidentes mortales que hemospresenciado nos tienen mudos. Anestn en mi mente los rostros deaquellos infelices al ser sacados delagua. Sus pobres cuerpos estabandeshechos.

    Plaza y Medina se metieron enpunzn hasta el mar a una velocidad

  • endemoniada. El espejismo de lasuperficie ha cobrado nuevas vctimas.

    Es nuestra primera visin sangrienta,la primera depresin nerviosa, laprimera sensacin de malestar en elestmago, el primer dolor.

    Despus del toque de retreta, y ya ennuestros aposentos, cambiarnos lasprimeras palabras. Es necesario aliviarla tensin. Pero de qu otra cosapodemos hablar?

    Pobres chicos! exclama Eloy. Ni siquiera tuvieron tiempo de entraren combate, de morir peleando

    S afirmo; hubiera sido msconsolador.

    Toquero, algo nervioso, comienza a

  • decir:Parece como si se tuviera que

    pagar un tributo de sangre poranticipado

    Callaos ya! interrumpe Frutos. Dejadlos que descansen en paz.

    Eso es acierta a decir Eloy,que descansen en paz. Y que su recuerdonos sirva para el futuro.

    Eso est bien asiente Toquero; lo sucedido debe ensearnos quetodas las precauciones son pocas cuandose trata de salvar la pelleja. No osolvidis de que, adems de los riesgosnaturales del vuelo en s, prontotendremos que enfrentarnos con otrosmuchos mayores En otras palabras:

  • el frente! S, claro hay que pelear ytal, para eso estamos, pero bueno serque empecemos por aprender a nadar y aguardar la ropa

    Creo que no has interpretado biena Eloy digo, mirando a ste de reojo.

    Claro que no! replica ste entono de enfado. Antes de calcular losriesgos hay que pensar en la causa, queest primero, por encima de todo lodems. A ella nos debemos en cuerpo yalma. Y si en esta tarea que me hepropuesto llevar a cabo pierdo la vida,bueno ser que sepis que piensohacerlo poniendo todo mi esfuerzo enlograr la liberacin de Espaa.

    Morir? ataja Toquero.

  • Pamplinas! Con morir no se arreglanada. Hay que ser prcticos. Si hemosde servir para algo, ser estando vivos.No vamos a darle gusto a esa cbila defachas que quisieran vernos a todosbien muertos. La causa! S Ya s quehay que defenderla, Eloy. T sabes biencmo lo he hecho en Madrid en laUniversitaria, en compaa de Luis.Pero hay que mantenerse vivos. Eloy.Vivos! Tenemos que hacer todo loposible para lograrlo sin llegar, claro, aextremos vergonzosos.

    Luis de Frutos est acostado ya.La de Eloy y la de Toquero, son dos

    maneras muy distintas de sentir y depensar, y yo, aunque coincido en el

  • ideal, pienso que, llegado el momento,se encontrarn ms garantas en Eloy.

    Ya veis digo finalmente. Lamuerte de dos compaeros nos ha hechopensar en serio; algo se ha conseguido,al menos, pero antes de que caigamosen ms honduras filosficas ser buenoque nos vayamos a dormir, ya que notardarn en tocar silencio.

    Vaya! tercia Frutos medioadormilado. Eso est bien; lo dems,basura!

    Todos remos, disipada un poco laamargura del da, recobrndonos comoslo la juventud puede hacerlo. Al toquede silencio nos arrebujamos bajo lasfrescas sbanas, y pronto comienza a

  • rodar en mi mente la trgica pelcula delda.

    Al final, dos avionetas dejan caerclaveles rojos sobre los fretros deaquellos compaeros.

    Da Una vez que terminamos elreentrenamiento, se nos informa quesaldremos hacia el frente de combate.

    Da Amanecer. Doce monoplanos I-16 despegan del campo de El Carmol.Una vez formados en cua, el jefe de laescuadrilla pone proa al Norte y leseguimos. Vamos a Manises (Valencia) y

  • de ahMuchos amigos se quedaron en la

    Torre del Negro. Entre ellos Claudn yHerrera. Hemos llegado a entendernos afondo. Son grandes tipos. A EduardoClaudn, cuyo destino fue el frente deMadrid, lo volvera a ver. EmilioHerrera fue enviado a las cercanas deZaragoza, donde de esto me enterestando en el Norte, fue derribado yperdi la vida durante un combate areocontra unos Fiat.

    Bordeando la costa, llegamos aValencia por La Albufera. Cuando desdelejos distingo la silueta del Migueleteemergiendo del mar de bruma, sientoalegra. Toda una poca feliz desfila

  • rpidamente por mi mente. En Valenciapas muchos de los aos ms felices demi vida. Despus del aterrizaje paracargar gasolina, salimos hacia Madrid.No hubo permiso para nadie. Tan cercade los mos y no poderles ver! Esto estener mala sombra. Apenas pude hablarpor telfono unas palabras con mhermana Luisa. Cudate!, me hadicho.

    Al cabo de una hora de vueloempezamos a distinguir la mesetacastellana, y, a poco, llegamos a Alcalde Henares despus de haber dejadoatrs el ro Tajo. En este bello parajecastellano, donde recibiera el bautismoel creador del Quijote, aterrizamos.

  • Como la mayora de los pilotos queforman parte de la escuadrilla sonmadrileos, hay gran jolgorio entre ellosal enterarse de que disfrutamos de tresdas de permiso hasta que lleguen aAlcal otras dos escuadrilla, de I-16. Esuna oportunidad que no dudoaprovecharn.

    No obstante estar tan cerca deMadrid, Eloy no quiere separarse de m.

    Vamos a tu casa le digo, alnotarlo triste.

    Para qu? Mi madre est enValencia contesta. Adems de aqutengo malos recuerdos. No quiero irpara nada.

    Est bien, nos quedaremos aqu

  • le digo.

    Da Al tercero de haber llegado alcampo de Alcal nos renen a lospilotos de I-16. Somos treinta contandoa lo, de las dos escuadrillas quellegaron ayer. Un revuelo de voces nosindica que alguien a quien esperbamosse dirige a nosotros. Varios oficiales seacercan al grupo; un coronel se adelantaa los dems, y despus de saludar, convoz serena, dice:

    La situacin en el frente Norte deEspaa es delicada debido a la falta dematerial de guerra. Vosotros sabis quela Escuadra fascista bloquea el

  • Cantbrico impidiendo la llegada debarcos a Gijn y a Santander. Aunsuponiendo que algn barco llegue all,la cantidad de material que transporteser insuficiente. Referente a losaviones, hay dos maneras de enviarlos.Una es tocando Francia, y la otra esvolando sobre territorio dominado porel enemigo. La primera solucin ha sidodesechada, ya que las autoridadesfrancesas se incautan de los aviones einternan a los pilotos. La segunda resultapeligrosa, pues los aviones queconsiguen evadir a los cazas yantiareos enemigos durante la travesa,llegan al campo de destino con pocagasolina, exponindose a

  • ametrallamientos y bombardeos duranteel aterrizaje. Por lo tanto, amigos, osdir que en el Norte hacen falta pilotos,pero nicamente irn aqullos devosotros que lo deseen, comovoluntarios. Eso es lo que tena quedeciros. Ahora bien; a quienes sean, lesdeseo suerte.

    La sorpresa dura unos instantes, alcabo de los cuales Toquero, Eloy,Frutos, Saladrigas, Prada y yo nosponemos en la lnea de voluntarios.

    T, por qu te adelantas para iral Norte? le digo sorprendido aToquero.

    Eso ya lo sabrs cuando loconozcas ms ataja Luis de Frutos.

  • Por lo pronto me ha causado unaagradable sorpresa dice Eloy con laalegra reflejada en su aniado rostro.Cre que nos dejaras en la primeraoportunidad y francamente, estoyencantado de haberme equivocado.

    Toquero es gritn y se refunfuademasiado, pero ya lo conoceris yveris qu clase de elemento es. Oropuro remata Frutos.

    Cogidos de los hombros nos hemosalejado del grueso del grupo; una vezsolos, comenzamos a desfogar la granalegra que nos embarga. Nos sentimoscomo si hubiramos realizado una granproeza. Voluntarios! Qu sabernosnosotros lo que es eso! Como si se

  • tratara de ir a jugar un partido de ftbolo algo por el estilo. Sea lo que fuere, yome siento un hroe. S, un hroe sinhaber ni siquiera empuado an unaescopeta para matar lagartijas, pero mesiento con el tamao de un granpersonaje. Soy un voluntario para pelearen el frente del Norte. El temible Norte!

  • DAGOSTO

    A Nos han despertadocuando an es de noche.Adormilados en un rincn del

    coche que nos conduce a Alcal, Eloy yToquero hablan de unas curritas queconocieron anoche en las cercanas deVallecas, un pueblito situado cerca deMadrid. Al detenerse el auto y bajar del, quedo extasiado ante el paisaje. Lascumbres de la sierra del Guadarrama, alamanecer, empiezan a teirse de rosaplido. La atmsfera, tan limpia, da la

  • impresin de vaco. Una ligera capa dehielo cubre algunos charcos cercanos alos aviones. Estamos en el campo deAlcal de Henares, cerca de Madrid.

    S s Ya lo saba, pero, y eseKatiuska?

    Ah!, es un bimotor que nos va aguiar a Santander.

    Pronto, todos los pilotos nossentamos en nuestros aviones, ennuestros I-16, en nuestros Moscas.Slo aguardamos la seal de despegue.De repente viene a mi mente unaavalancha de recuerdos Valencia

    Como un bofetn llega a mi cerebrola voz de Contacto!.

    El mecnico me hace seas de que el

  • Katiuska empieza ya a rodar.

    El temido Norte! Por sucarencia de material yaislamiento pareca una presafcil para el pujante enemigo.Pero algn milagro tena quesuceder en nuestra zona. De esoestbamos seguros! Un granmilagro que permitiera que loscazas, casi inexistentes, llegarana aquella remota parte de laEspaa leal. Sea como fuere, allestbamos, disponindonos a darel salto por encima del territorioocupado por el enemigo, paraposarnos en La Albericia

  • (Santander), aerdromo dedestino. El precio podra serelevado. Nos batiran durante eltrayecto, y lo peor sera a lallegada, sin gasolina para poderdefendernos. Mas nada de esopareca importarnos lo msmnimo. Si nos hubieraimportado a aquel grupo dejvenes de dieciocho a veintinaos, los pilotos de caza noexistiran. Una aventura nadams! Aquel pequeo salto, yluego lo bueno! Entoncesvendra lo verdaderamenteemocionante. Entonces se verala cacareada valenta de algunos

  • o saldra a relucir el ocultomiedo de otros.

    Los potentes motores empiezan aronronear lentamente, calentados para eldespegue. Poco a poco, el furor denueve mil caballos de fuerza se desatapor todos los mbitos de la campiacastellana, aumentado por la puesta enmarcha del bello bimotor que nosguiar. Despegamos. Despus nosvamos acercando sedosamente albimotor, que enfila hacia Madrid. Antesde dirigirnos hacia el Norte, rumbo aSantander, describimos un gran circuloque nos permite hacer altura antes demeternos en terreno enemigo. La

  • formacin de vuelo queda cerrada. Bellamaana. Una vez que traspasamos los4000 metros, la vista es verdaderamentehermosa. El azul infinito no delata laguerra que hay abajo, donde los hombresse destruyen sin piedad.

    Despus de un rpido ascenso, nosnivelamos a 7000 metros. A esa altitud,un fro de 30 bajo cero empieza acongelar el pensamiento y la sangre. Elfro e inmovilidad, unidos a la inquietuddel que se enfrenta por vez primera a lodesconocido, me hacen temblar.

    Transcurridos treinta minutos deldespegue, la tranquilidad del vuelo de la

  • pequea formacin cesa. Unasexplosiones ocurridas delante nos ponena la expectativa. El suave deslizamientopor la atmsfera se transforma en unacarrera a toda velocidad sobre unasuperficie empedrada. Los AA[6]enemigos han removido, al hacerexplosin, la quietud de aquella altura,y, con la expansin de las ondas, loszarandeos son terribles. Pero no pasanada.

    Mis nervios estn tranquilos, dentrode lo que cabe.

    Sobre Burgos, empezamos adescender. La costa Norte de Espaacomienza a delinearse ante nosotroscuando el desagradable temor de un

  • encuentro con la caza enemiga aumentadentro de nuestra mente, a medida quenos acercamos a la meta. Estamos sobreel mar Cantbrico. Hace apenas unahora y diez minutos que hemosdespegado de Alcal. Por debajo de los3000 metros se empieza a disfrutar de uncalorcillo agradable. Los rojos tejadosde Santander, rodeados por la verdecampia, resaltan, rematado todo por elazul inquieto del mar norteo y por labruma incolora al fondo. Las calles delpuerto aparecen a ramalazos ante nuestraatareada vista. No debemos perder elcontacto con Pligunov[7], jefe de laescuadrilla.

    De improviso, desfila bajo nuestra

  • mirada una superficie llena de agujeros.Unos hombres, corriendo, despejan deherramientas el campo de La Albericia.Restos humeantes de camiones-tanquede gasolina y esqueletos de aviones enposiciones grotescas son la seal de queha sido bombardeado. Los embudoshechos por las bombas, con sus radiosnegros por la ardiente metralla,confirman nuestros temores. Pligunov,con el tren de aterrizaje abajo, enfila sucaza hacia una lnea ms o menos rectaque delimita en su mente entre loscrteres de las bombas. Con granhabilidad posa el caza en tierra no sinantes haber tenido que sortear un granagujero al final del recorrido. Bueno!,

  • eso estaba bien para Pligunov pero ynosotros, simples bisoos hechosnicamente al aterrizaje en laretaguardia y en campos grandes? Los I-16 que tripulamos aterrizan a 160 km.por hora, y hacerlo en aquel callejn lojuzgo francamente imposible.

    Con una bandera en la diestra,Pligunov ordena el aterrizaje, y, noobstante la tensin nerviosa de lospilotos, todo sale bien. Puede decirseque ha sido una operacin segura, dadoslos elementos contrarios que en ellaintervinieron. As nos lo hace saber, unavez en tierra, el jefe de escuadrilla.

    El enemigo ha bombardeadoSantander varias veces este da, y, en

  • una de tantas incursiones, ha llegadohasta el campo, bombardendolo.Seguramente les haba llegado ya elsoplo de nuestro arribo. Mi vista recorreen toda su extensin aquel campo y lassierras de los alrededores, Algunosaviones arden, mientras los soldadostratan infructuosamente de sofocar elfuego.

  • Da Los acontecimientos sesuceden con mayor velocidad de lo quese podra suponer. No hay tiempo paraaclimatarse. Se nos reneinmediatamente para hablamos de lasituacin en el frente. Castro Urdiales,por el Este, y el ro Trubia, por el Oeste,al Norte el Cantbrico y al Sur una lneasinuosa cuyo extremo ms meridionalllega a Aguilar de Campoo yValderredible, son los lmites de la zonade batalla. La anchura de esa franja deterreno flucta entre los 30 y los 50kilmetros. Tendremos que defender 280km. de lnea pasiva ms 180 de costa,aparte los 50 de frente activo.

    La artillera y fuerzas motorizadas

  • del enemigo aplastan poco a poco latenaz resistencia de 70 000 hombres quedefienden aquella franja de territoriorepublicano. Las tropas enemigasavanzan hacia Santander apoyadas poruna fuerza area abrumadora. SuAviacin cuenta, para el frente delNorte, con ms de 250 aviones, entrecazas y bombarderos.

    En conjunto, los fascistas reunan enel aire ms de cien aviones de caza, ciende bombardeo y treinta de asalto,desplegados entre las agrupacionesNacional (espaoles), Legionaria(italianos) y Cndor (alemanes)[8]

    Y qu tenemos nosotros?Poco! dice Martn Luna, jefe

  • de la Sexta Regin Area. Cincuentaaviones. De los cuales quince o veinteson unas reliquias. El Circo Krone.

    Y eso, qu es?Una variedad de aeroplanos

    antiguos, de diversas marcas. Losutilizamos como bombarderos. Hay detodo. Bristol ingleses, Kolhoven y Letovchecoslovacos, Breguet, Potez yNieuport franceses. Velocidad mxima,ciento sesenta por hora. En nmerosredondos, somos uno contra seis.

    Juan Antonio Ansaldo, pilotomonrquico en aquel entoncesal servicio de Franco, en sulibro Para qu?, pp. 178 y

  • 179, refirindose al frente delNorte, dice:

    Una aplastante superioridadarea sobre el enemigo logrfcilmente romper el frente Estepor Bilbao. Las Escuadrasalemanas de bombardeoensayaron prcticamente sunuevo material y sistemas deaccin a lo largo de estacampaa y, por primera vez,nuestra guerra civil tomcaracteres de gran guerra. Laspoderosas agrupaciones areas,sincronizadas al segundo con elavance terrestre, precedido yacompaado a su vez por el

  • fuego de importantesconcentraciones artilleras,jugaron un papel decisivo en elxito tctico.

    No tenemos tiempo para pensar en lamagnitud de lo que nos acaban de decir.Se ordena un servicio al frente. Dospilotos veteranos se incorporan a laescuadrilla, tomando el mando de dospatrullas. Nos parece lgico; lgico ynecesario. Nos tendrn que llevar demisin de guerra, por lo menos hasta elmismo frente. Una vez ah, la cosacambiar: cada cual ver de qu modopone en prctica lo que ha aprendido.

    La formacin queda integrada de la

  • siguiente forma:Pligunov, con Eloy y Prada, primera

    patrulla.Mijailov, con Tarazona y Huerta,

    segunda patrulla.Kerenko y Saladrigas, tercera

    patrulla.Ocho Moscas en total. Hoy, no

    ms. Contra 250 aviones!Esperamos la orden de salida de un

    momento a otro. Por fin, abordamos loscazas.

    Ha sonado la hora decisiva! La horaen que se ha de despejar la incgnita quedesde tiempo atrs viene asaltando mispensamientos. Ser idneo para pilotode caza? Quiero creer que s.

  • Despega Pligunov y le siguen Eloy yPrada. El avin de Mijailov rugepotente. Avanza, se eleva. Ahora sigoyo. Una mirada al tablero de losinstrumentos y todo est correcto.Adelanto la cabeza, y ante mi reluce lahmeda superficie de la pista, quedistingo a travs del girar de la hlice.Meto gases a fondo. Aumenta el ruido yla vibracin en la cabina. Mi Moscaadelanta pesadamente al principio, perono tarda en incrementar su velocidad. Elverde pasto huye veloz. El rugido delmotor se hace ms intenso. El cazalevanta la cola. Muevo la palanca haciaatrs. Despego. Estoy en el aire. No heperdido de vista a Mijailov. Detrs de

  • mi ascienden los otros. Pienso en Elena,mi novia. Me pareci verla fugazmenteen el momento del despegue. En uninstante todo se borra de mi memoria.Mijailov me hace seas indicando queme acerque ms, Huerta ya est detrsde m, formndose rpidamente, Prontola escuadrilla queda cerrada. Mientrasascendemos, las densas humaredas yexplosiones me indican que volamos yasobre el frente, en el que se libranviolentas batallas. Como un relmpagoacuden a mi mente los consejos deOrlov mi instructor de combate;No dejes de mirar para atrs ni unmomento! El enemigo se oculta en elsol! Te atacar por la cola; cuida la

  • cola! Cuida el sol, ah se esconden!.Mi cabeza es un torbellino. Trato demirar y no veo nada. De pronto, vuelvola cabeza y veo que Mijailov estdisparando sus ametralladoras. Contraquin? S; ah estn! Distingo a unosaviones que pasan por delante de m aunos doscientos metros escasos,pintados de verde obscuro.

    Son raros, como camuflados, con undistintivo en el timn, una cruz, o aspanegra sobre fondo blanco: Aspa negrasobre fondo blanco! Aviones enemigos!Italianos? Alemanes?: enemigos! Misnervios se ponen tensos, aprieto losgatillos, esperando sentir el trepidar demis ametralladoras, el olor a plvora,

  • ver las trazadoras; pero no, no veo nada,no oigo nada. Qu pasa? Cristo! Elseguro de las ametralladoras estpuesto. Procuro no mantener el vuelohorizontal un solo momento. Pico, subo,viro profundamente, hago mediostoneles. Recuerdo los consejos deOrlov: No ests quieto un soloinstante. Aquella serie de maniobrasme hace perder de vista a Mijailov.

    Busco a mi alrededor, arriba, abajo.Nada. Ni un alma! Estoy solo. Mejordicho, estamos solos mi caza y yo. Hatranscurrido una hora desde que salimosde La Albericia. Teniendo en cuenta elconsumo de gasolina decido regresar.Pongo el Mosca rumbo al Norte,

  • tratando de divisar la costa comoreferencia para localizar el campo.Inconfundible, aparece Santander antemi vista. Aterrizo.

    Una vez en tierra, salto de la cabinay el mecnico me ayuda a deshacermedel paracadas, al mismo tiempo que meinterroga:

    Cmo estuvo el combate?Ya aterrizaron todos? pregunto

    a mi vez.Seis. Falta el jefe y otro.Pligunov! exclamo asombrado

    . No es posible!En este momento nos llama la

    atencin un aparato que se acerca alcampo. Varios pilotos corren hacia l.

  • Es un Mosca que se aproxima con elmotor parado. Ya est cerca, casi en ellindero, pero no llegar. Parece quetrata de aterrizar de barriga, mas depronto, el piloto tira de la palanca haciaatrs, para salvar un montn de tierra. ElMosca se encabrita, hinca la nariz ycapota, cayendo invertido dentro delcampo, arrastrndose en esa posicinunos cien metros. Finalmente, quedainmvil. Corremos para tratar de libraral piloto de esa trampa. Es Pligunov.Aunque no viene herido de bala, suestado es delicado a causa delmagullamiento general, amn del susto.En la caseta de mando nos espera lanoticia de que Prada ha sido derribado

  • por la AA; que pudo saltar del avin,pero que el paracadas no se le abri. Esnuestra primera baja en combate.

    Mijailov me pregunta:Qu tal te ha parecido el

    combate?Confuso, interrogo a mi vez:Cul combate? l insiste:No viste los aviones que te

    atacaron?No, no vi nada Slo unos

    biplanos que pasaron por delante denosotros cuando an estbamosascendiendo. Les vi las marcas que usanlos fachas. Pens que seran Fiat,pero combate? Ni hablar! Les disparpor nerviosismo, pero creo que estaban

  • lejos, bastante lejos.Me dirige una mirada incrdula, y,

    tomndome del brazo me dice:Ven, vamos a tu avin para que

    veas.Al llegar vi que el mecnico contaba

    los agujeros de mi Mosca en las alasy el fuselaje. El estabilizador estabaacribillado.

    As pasa al principio me dijoMijailov sonriente; no ve uno nada.Poco a poco irs dominando el aire,pero eso s No te ests quieto un solomomento, como dices que hiciste hoy. Yprocura no perder la formacin. Eso esmuy importante.

    Despus de todo, estoy contento.

  • Siento ya confianza. Las dudas empiezaa desaparecer. Vaya manera de recibirel bautismo areo! Mi avin hecho unacriba, y yo sin enterarme.

    Qu te ha parecido? Mepregunta Eloy en el chalet.

    El qu?El jaleo.No he visto nada contesto,

    pero creo que servir.Lo dems vendr poco a poco. Si

    tengo suerte y paso la novatada, creoque servir para caza.

    A m me ha sucedido algo similarcontesta Eloy, con la mirada llena dealegra, pero no he sentido miedo.Nada! Al contrario. Me he

  • entusiasmado. Es formidable! Lstimalo de Prada y lo de Pligunov!

    Es como si besaras a una noviapor primera vez dice Frutos.

    S, pero esta novia tena cara dehereje contesta Toquero.

    No nos podemos quejar asienteEloy. Si exceptuamos, claro, laprdida de Prada. Si el paracadas nole hubiera fallado!

    Seamos optimistas continaEloy; hemos hecho un buen papel,para ser la primera vez que vamos alfrente. Qu ms poda esperarse?

    Esta noche, entre dormido ydespierto, veo la cara interrogante deMijailov, al mecnico rindose, y, en

  • medio de los dos, un gran envoltorioblanco, como un sudario. Qu ser eso?Poco a poco se va desenvolviendo y del emerge una cabeza espantosa congafas de vuelo. A pesar de sumonstruosa deformacin lo reconozco:es Prada!

    Da Todava est obscuro lascuatro o cinco de la maana serancuando una voz agria y destempladallama.

    A desayunar!Nos preparamos rpidamente, y

    luego nos sentamos como autmatasfrente a una mesa, mientras unas chicas

  • sirven el desayuno.Nos dirigimos a los autos que nos

    conducirn al campo. Una vez en l,llegan las rdenes: hay que ametrallar lacarretera que une Torrelavega conSantoa. El Circo Krone se encargardel bombardeo mientras nosotrosametrallamos, vigilados por lasegunda de Moscas. Las dosescuadrillas deben regresar juntas delfrente, encima del Circo Krone.

    Dichos bombardeo yametrallamiento se van a realizar sobrelas tropas italianas que avanzan paracortar las lneas entre Torrelavega ySantander. Despegamos seis Moscas,En una patrulla vamos Pligunov, Huerta

  • y yo. En la otra, Mijailov, Eloy ySaladrigas.

    Las seis de la maana. Vamosvolando nivelados a 3000 metros. Unaespesa capa de niebla se extiende sobrevados y ros. Los Picos de Europa sealzan sobre aquel mar impalpable.

    Pligunov, que ya est recuperado delos golpes que sufri ayer, se dirige enpunta, de flecha hacia el Sudeste, enbusca de los Chatos que vamos aproteger. A nuestra derecha, vigilantes,vuelan ya los pilotos de la segundapatrulla de Moscas, movindose deun lado para otro en forma ondulante,guardando nuestros flancos. Van milmetros ms alto que nosotros. Un rpido

  • batir de alas de Mijailov interrumpenuestro sereno vuelo, y, al acercarnos asu avin, nos seala con el brazo unpunto situado delante y debajo denosotros. Alcanzo a distinguir, en elfondo de una vaguada, hasta catorcepuntitos que se mueven; luego,dieciocho, veinte, hasta un total deveintids. Son Chatos que se elevanpor encima de aquel mar de algodn,buscando la caza amiga. A un lado, elCirco Krone, con la gallarda de losvalientes, forma una cua de acero. Conms fe que armas nos dirigimos alfrente. Volamos sobre el rumbo fijado y,bruscamente, al rodear una montaa,vemos el objetivo: la carretera. El

  • enemigo marcha en perfecta formacin.Al percatarse de nuestra presencia, loscamiones se detienen, y sus ocupantessaltan de ellos refugindose en ambascunetas. Los Chatos empiezan aametrallar. Varios camiones arden.Muchos cuerpos de soldados yacenmuertos o heridos. El enemigo lograreponerse pronto de la sorpresa que leha causado el ataque y emplazandovarias ametralladoras, contesta a nuestrogolpe con fuego nutrido. Ms alto quenosotros, la segunda patrulla esttrabada en furiosa pelea con cazasitalianos. Arriba de stos hay unospequeos puntos blancos. Le hago seasa Mijailov, pero ste ya est enterado de

  • la presencia de los cazas alemanes yparece esperar que los Chatos y elCirco Krone terminen su misin paraentablar combate con el enemigo, si esque ste lo permite. Mas no es posibleesperar tanto. Los Fiat se handescolgado, amenazndonos por la cola.Entonces, Mijailov pica para avisar alos Chatos y toma altitud de combate.En un santiamn se entabla una granbatalla area. Lo que ms nos preocupaes la posibilidad de que los contrarioshagan contacto con nuestro CircoKrone, pues habra escasas esperanzasde salvar a ninguno de ellos. Porfortuna, los compaeros se hanesfumado de la zona peligrosa.

  • En estos momentos me encuentrosolo. Trato de fijarme bien en todo,procuro situarme y meterme dentro delrea de combate, y, al mismo tiempo,conservar ciertas ventajas que,nicamente yo, debo conseguir ymantener. Esto es: velocidad, altitud yespacio para maniobrar favorablementedurante los combates. Lo primero quehago es mirar hacia atrs, a mi cola. Nohay nadie. Todos los cazas parecen estarms abajo.

    Busco un objetivo. Ya est! Hay unodelante y abajo. Mi presunta vctima.Conservo esforzadamente toda mi sangrefra y me dejo caer, colocndome muycerca y detrs de l, casi de puntillas.

  • Qu inmenso lo veo! Casi le corto lacola con mi hlice. Siento una extraaemocin. Todo un Fiat al alcance demis mquinas, de mis disparos! Con losnervios tensos, oprimo los gatillos, yuna nueva sensacin de poder yconfianza me embarga, al ver lastrazadoras clavarse en el cuerpo delFiat: 1600 proyectiles por minuto.Trazadoras, antitanques, explosivas.Todo para el intruso! El Fiat, heridotrata de escapar de la muerte con unmedio tonel. Pero el motor est tocado.Gran cantidad de humo negro se escapade l. Lo sigo. Estamos bajsimos ypronto debo enderezar el vuelo. Alhacerlo, observo un bulto que se

  • desprende de la cabina, y, acto seguido,el caza italiano pierde el controlculebreando en el aire.

    El bulto que veo saltar supongo quees el piloto, pero la poca altitud quelleva no le permitir abrir suparacadas. El final no puede ser otro:se estrella contra la tierra.

    Todo ha sucedido en el espacio debreves segundos. Siento gransatisfaccin porque se trata de miprimera victoria.

    El primer avin enemigo que hederribado! Sin embargo, al reconsiderarel lance, me doy cuenta de que cometvarias torpezas slo achacables a mifalta de experiencia y nerviosismo.

  • Haba llegado demasiado cerca delFiat: No mir hacia atrs para guardarm espalda. Despus, segu con la vistatoda la trayectoria de su cada. Estasestupideces podran haberme costado lavida. Me prometo solemnemente novolver, durante el resto de la guerra, aincurrir en tales faltas. Pasados losprimeros instantes de embriaguez, buscoa mis compaeros con el fin de unirme aellos. Algunos estn trabados en un grancombate contra los Fiat, mientras que elresto contina ametrallando la carretera.Decido unirme a los ltimos y doy unapasada rasante abriendo fuego sobretanques y camiones con todo lo quetengo a mi disposicin. Mis

  • ametralladoras se encasquillan. Nopuedo arreglarlas. Las dejo. Trato deorientarme. Al hacerlo, llevo mi avinlo ms bajo posible para eludircualquier contacto con cazas enemigos.As, llego hasta el mar en un lugar queme resulta desconocido. Tengo quehacer altitud para encontrar miestrella santanderina. A los 2000 metrosla diviso a estribor y hacia ella enfilo micaza. Una mirada al reloj me indica quehe estado volando cerca de 1 hora y 40minutos. Me queda poca gasolina, peroaterrizo sin contratiempos.

    Al llegar me cuentan que Pligunovha sido derribado. Me quedo perplejo.Es posible?!

  • Cuando lo traen a la casa de laescuadrilla, vamos a verlo. Tiene rotosel brazo y la pierna derecha. Los ojossufren un derrame sanguneo tremendo.Ha tenido que usar el paracadas a granvelocidad, y al abrirse, el tirn ha sidobrutal. Las axilas y entrepiernas las tieneen carne viva. Lo han agarrado entrevarios monoplanos alemanes y le hanacribillado el avin. Afortunadamente,ni una bala le ha herido.

    Su experiencia lo salv, pues loscazas enemigos abandonaron la presacreyndola destruida. Pero Pligunov, envuelo rasante y jugndose el todo por eltodo, puso en prctica el lanzamiento abaja altitud y salv la vida. Cunto

  • me queda por aprender!

    Haban llegado rdenes deevacuar La Albericia. Elenemigo se desbordaba por lasrotas defensas de Santoa,precipitndose sobre Santander.

    Nos iremos a Colunga diceMijailov.

    Los trabajadores van tapando con lamayor premura posible los agujeros delas bombas. Todo el personal,mecnicos, armeros, etc., enfila hacia lacarretera. Tomarn rumbo al Oeste condireccin a Llanes, luego a Colunga y,

  • por ltimo, a Gijn.Despegan Kerenko y Saladrigas.

    Apenas estn metiendo las ruedascuando una bengala blanca nos indicaque la aviacin enemiga se aproxima alcampo. Ya se escucha el inconfundiblerunruneo de los motores mientrasMijailov y yo, que nos hemos quedado ala entrada del refugio, intentamoslocalizar a los intrusos. Nueve Junkersse aproximan por el Sudeste. Notenemos tiempo de contar ms. Estnsoltando las bombas. Adentro!

    Atropelladamente, nos precipitamosal interior, ayudados por la expansin deuna bomba que acaba de estallar cercadel refugio.

  • Al no disponer de cazas para hacerfrente a este ataque, excepcin hecha delavin de Mijailov, no nos queda msremedio que aguantar el bombardeo.Deseo con toda mi alma que no toquenmi Mosca, ni el de Mijailov.

    Hasta el refugio nos llega el olor deraces mezclado con el de la plvora. Esel primer bombardeo que sufro y estoyimpresionado. Pienso en los deInfantera

    Despus de una pasada, asomo lacabeza cautelosamente y veo que estnvirando hacia Santander. Suena elestampido de las bombas en el puerto.Nos estn cosiendo con agujas de 500kilos.

  • Por fin nos decidirnos a salir paraechar una ojeada sobre los destrozoscausados.

    Primero, los aviones.Mientras corro hacia ellos, junto con

    Mijailov, voy rezando para que no loshayan tocado. Llego jadeante al lado demi Mosca, y, en ese momento, mimecnico sale de una zanja profiriendoinsultos contra los fascistas. Pero MiMosca est intacto!

    Me vuelvo en direccin del avin deMijailov y ste me hace una sea deochin paroscche (todo bien) con el dedohacia arriba.

    Volvemos a escuchar ruido deaviones, y, al escrutar el cielo

  • angustiosamente, vemos que se trata deun Mosca.

    Eloy! grito.El que faltaba. Baj en Torrelavega

    por avera y ahora regresa. Pero elcampo est hecho una criba. Cmoaterrizar?

    Pasa varias veces a poca altura paraver la superficie del campo. Baja el trende aterrizaje.

    Eh! Qu vas a hacer,desdichado?

    Mijailov corre desesperadohacindole seas.

    Nooo! Le grita.Pero ya no hay tiempo Eloy est

    tomando tierra.

  • Un milagro? No s. El caso es queel avin se detiene suavemente, sano ysalvo, mientras que su piloto salta de lcomo acostumbra hacer todos los das.

    Jarosche, tovarich Illia!Jarosche pasatka! (Bien camaradaIllia! Buen aterrizaje!).

    Le abrazo cariosamente. Haaterrizado en escasos seiscientosmetros.

    Tenernos que prepararnos parasalir le dice Mijailov. Ordenarque tapen algn agujero ms peligrosopara que podamos despegar bien. T,Eloy, camufla tu Mosca junto al deTarazov.

    Sin perder tiempo, voy con mi

  • mecnico. Este, sudoroso y enfrascadoen su trabajo, entre alicates y cables, sindarme tiempo a interrogarle me dice quehay desperfectos y que la reparacinllevar ms tiempo de lo calculado.

    Puede volar? le preguntodisgustado.

    Volar? S, pero yo no respondo,ni doy mi aprobacin. All vosotros.

    No entiendes? Ponlo encondiciones de traslado y basta. Sipermanecemos aqu ms tiempo serpeor: podemos perderlo.

    Comunico a Mijailov lo que pasa, yste, despus de dudar un momento,responde:

    Mandar otro mecnico para que

  • le ayude. No hay tiempo que perder. Sinos coge la noche, la cosa se va a ponerdifcil. En la caseta tomamos unbocadillo que nos cae de perlas. Suenael telfono. Toma el auricular el jefe deEstado Mayor. Escuchamos lo que dice:

    No, nicamente dos avionesAqu quedan tres A Carreo?Bueno.

    Despus de colgar se dirige anosotros:

    En Colunga no hay gasolina; hanincendiado los depsitos.

    No llegaremos a Carreo de da,pero lo intentaremos. Vmonos ya.

    Nos vamos en direccin de nuestrosaviones. Mi mecnico est ya dando los

  • ltimos toques provisionales a loscables y tapando la cola del puro delMosca con la carena.

    Venga, ya est bien le digocuando veo que los otros han puesto yaen marcha sus motores. Que me voy aquedar aqu y no me gusta nada la idea.

    Por fin, baado en sudor, sale delfuselaje y hace hincapi en que elarreglo es provisional y que debo tenercuidado al hacer uso del pedal, pues loscables del lado derecho son los queestn ms destrozados y dbiles. Subo ala cabina y en un instante pongo el motoren marcha.

    Fuera calzos! En ese momentoMijailov y Eloy pasan como centellas.

  • Ya estn en el aire.Eh, granujas, esperadme!Est casi anocheciendo y Mijailov y

    Eloy enfilan al Oeste, hacia Carreo. Nolos quiero perder de vista. Caliento elmotor y me dirijo al callejn que noshan preparado para despegar. Acelero.Ya est el Mosca rodando a granvelocidad con la cola levantada.Repentinamente, algo golpea en el trende aterrizaje. Ya estoy en el aire. Quhabr sido ese golpe? Subo las ruedas,pero la izquierda no asegura! No s sila he perdido. Eso me faltaba! Mientrastanto, pierdo de vista a los dos aviones.No los veo. Bajando y subiendo el tren,le resto velocidad al avin, y se me

  • adelantan demasiado. Meto gases afondo. Necesito dar con mis camaradas.Casi es cuestin de vida o muerte.

    A lo lejos distingo dos puntospequeitos. El motor ruge con furia.Resistir? No s. Los puntitos vancreciendo poco a poco, hasta tomarforma. Desacelero el motor a medidaque me acerco ms. Son ellos! Ya casiestoy en patrulla y me arrimo a Eloyhacindole seas para que informe sobrela rueda. Me da a entender que algoextrao hay en ella, pero no le esposible captar nada ms.

    Una noche obscursima est cayendosobre nosotros. Somos tres cazas, y dosde sus pilotos, Eloy y yo, no conocemos

  • nada del terreno sobre el que volamos.Sera un bonito lo si en la penumbrallegramos a perder de vista a Mijailov.Transcurre el tiempo vertiginosamente.

    Eh! Qu hace Mijailov? Baja lasruedas, da una vuelta, y nosotros leseguimos. En la obscuridaddistinguirnos algo as como la explanadade un portaaviones. Mijailov lo enfila yaterriza. Aquello es una meseta de tierracon el mar a un lado. Luego, voy yo. Mimente est obsesionada con la rueda,con los cables flojos y medio rotos.Hubiera sido mejor quedarme en elcampo de Santander. Pero no es hora delamentaciones: ahora debo aterrizar.Bajo las ruedas, enfilo hacia unos faros

  • de automviles que han preparado abajoen forma improvisada para posibilitar elaterrizaje nocturno. Vuelo bajo,colgado del motor. Cerca del campodistingo unos hombres, movindosenerviosamente de un lado para otro. Yasobre el lindero, quito totalmente elacelerador, disponindome a aterrizarcuando la figura de Mijailov surge en lamitad de la pista hacindome rpidasseas para que vuelva al aire.

    No, por Dios!, me digo en vozalta al mismo tiempo que acelero afondo.

    Describo un nuevo crculo paravolver a aterrizar. Todo pasa por miimaginacin con la rapidez de un

  • relmpago y gotas de sudor fro recorrenmi espalda.

    Tranquilzate, Paco!, me digo.Cuando estoy con el campo de travs

    veo con gran consuelo que Eloy estaterrizando. Falto yo. Enfilo de nuevo ycomienzo a planear. El Mosca pasa lacerca de alambres ms bajo que antes,pero con ms velocidad.

    Al aire! grita Mijailov,hacindome seas con un trapo a guisade bandera.

    No, no puedo! Cometo el primeracto de indisciplina en mi vida militar.Corto el motor y, con mucho cuidado ymucho miedo, llevo el Mosca a tierra.Segn va perdiendo velocidad, inicia un

  • giro a la izquierda. Hay rueda! Ahoratemo romper los cables del ladoderecho, y el aparato, cada vez se viciams y ms hacia la izquierda, mientrasel campo se termina rpidamente. MiMosca, sin gobierno, se dirige a unabarranca. Desesperadamente, meto confuerza y decisin el freno y pie derecho,acelero Pero es tarde. El monoplanoha iniciado ya el caballito yaerodinmicamente es imposible sacarlode l. De pronto, la alambrada. Elacantilado! Rpidamente me desato elcinturn y trato de saltar antes de que elavin se precipite al vaco. Estoy ya conmedio cuerpo fuera y listo para saltar,cuando el aparato, siguiendo un giro se

  • enfila nuevamente al campo y se quedaquieto, inmvil. Al bajar del avin, laspiernas me tiemblan. El corazn quieresalrseme del pecho. Estoy mojado desudor. Se acercan corriendo Eloy yMijailov y otras personas desconocidaspara mi. A todos los recibo sentado.Pregunto dnde estamos y me contestana coro que en Llanes.

    Alguien comenta que somos losnicos Moscas que, han aterrizadoah. Yo digo:

    Y los ltimos tambin Vayacampito! Estrecho, corto, situado en unameseta: en pocas palabras, unportaaviones, pero pequeo.

    Durante la noche, despus de este

  • agitado da, y mientras cenamos en unpequeo chalet, acondicionado para quedescansemos hasta el amanecer,comentamos los incidentes sucedidos.Mijailov y Eloy aguantan misexperiencias de combate; les hablo delsusto pasado al aterrizar en Llanes. Elgolpe que not durante el despegue enLa Albericia se debi a que une de loszapapicos con que los trabajadoresestaban removiendo la tierra para taparlos agujeros de las bombas se habaincrustado en el hueco donde se deberaalojar la rueda izquierda impidiendo asta tomar su posicin correcta.

    Por lo dems les digo, si noos hubiera encontrado a vosotros

  • despus del despegue, an no s quhubiera hecho. Posiblemente hubieseoptado por tirarme en paracadas, ya quehaber tratado de aterrizar de nochehubiera sido fatal.

    Da Al amanecer nos dirigimos alcampo de Llanes. No cabe duda que hasido una proeza el aterrizaje aqu.

    Estamos ya dispuestos para salir denuevo. Los motores rugen. Esperamos laorden. Ya est. Mijailov despega, lesigo yo. Pero mi Mosca se aferra alpiso. Qu pasa? Si desacelero ya nopodr quedarme dentro del campo. Y sisigo, no tendr ms remedio que pasar

  • por debajo de una lnea de cables dealta tensin que atraviesan el final de lapista de despegue. El caza empieza alevantarse. Lo despego llevndoloapenas medio metro sobre la tierra ymeto el tren de aterrizaje. Cae un poco.Lo mantengo a esa altura. Me acerco alfinal de la pista. Los alambres los veoencima de m. Instintivamente agacho lacabeza. De repente, el Mosca salta alvaco. Estoy ya fuera delportaaviones, mas con pocavelocidad. Pico la mquina, y, rozandola superficie del mar, logro al finvelocidad de vuelo. Ahora puedorespirar.

    (Luego, me enter que la falta de

  • potencia se deba a que este cazallevaba puesto un motor de Chato, osea, con 200 CV menos que elMosca).

    Eloy, por haber despegado detrs dem, crey, al verme, que me estrellabacontra aquellos cables. No ces suangustia hasta que me vio en el aire.Volamos sobre la costa, casi pegados alagua. Ni siquiera llevamos balas y losaviones estn tocados. Tenemos queevitar ser vistos por el enemigo. Es unhermoso da de sol. Me recuerda aValencia, sus playas, luminosas de arenablanca, y el agua azul verdosa,transparente, limpia. Aparecen losacantilados y seguimos volando a menos

  • altura que sus cimas, situadas unosveinte o treinta metros ms alto quenosotros. No podemos detenernos ycontemplar la belleza del paisaje. Qulstima estar en guerra! Eloy y yoseguimos a Mijailov cuando steempieza a hacer altitud. Nos abrimos almar y, a unos mil metros de altitud,empezamos a distinguir Gijn y ElMusel a la izquierda. Carreo, todoverdor, como slo se ve en el Norte deEspaa, es un campo precioso. Estsituado en lo hondo de una suave caaday los aviones pueden ocultarsefcilmente a los lados. Rompemos filasy aterrizamos. Nos encaminamos haciala caseta mientras Frutos y Toquero

  • vienen hacia nosotros. Slo tres dashabamos dejado de vernos y nosparecen meses. Han cedido sus avionesa Kerenko y a Mijailov, ya que la faltade material obliga a que los novatos nosturnemos y que los veteranos vuelensiempre. Pero parece que ahora, segnlo que nos dicen, vamos a ser novatos yveteranos al mismo tiempo. Ellos salenpara la zona Sur esta misma noche.

    La situacin en el Norte empeorapor momentos. Las tropas de Francopelean en los aledaos de Santander. Lacada de la ciudad es cuestin de horas.El cerco va estrechndose ms y ms.Frutos y Toquero han odo rumoressobre un prximo traslado a Colunga,

  • situado entre Llanes y Carreo. Esdecir: que tendremos que volar otra vezhacia el Este. aunque parece que dichotraslado no se llevar a cabo hasta lamaana siguiente, despus de realizar unservicio de ametrallamiento encompaa de Chatos desde Carreo.El Alto Mando parece dudar respecto anuestra base de operaciones. Y es que,en realidad, tiene poco donde escoger. OCarreo o Colunga. No hay ms.

    Esta noche despedimos a Mijailov, aKerenko y a Pligunov; decimos dosvidanya (hasta la vista) a estos bravospilotos. Con la vista seguimos albimotor hasta que se lo traga la noche.

    Han sido buenos compaeros

  • comenta Eloy.Les echaremos de menos

    contesto. Por ahora, do svidanya.

    Da Al amanecer llega MartnLuna y nos informa de cmo quedarintegrado el Grupo Areo. Slo hayaviones para formar dos patrullas, quemandaremos Eloy y yo. Como no haypreguntas que hacer, nos disponemos apartir.

    El servicio de ametrallamientoacordado ayer ha sido suspendido, porlo que este vuelo ser nicamente detraslado. Eloy y yo decidimos a cara ocruz cul de los dos mandar la patrulla

  • el primer da. En presencia de los otrospilotos, arroja, Eloy, la moneda al aire ypido cruz. Me gana con la cara deAmadeo de Saboya.

    Carreo es lo suficientemente anchoy nos permite despegar al mismo tiempo.Conmigo vienen Toquero y Frutos; conEloy van Saladrigas y Huerta. Ya en elaire, formamos inmediatamente y luegopasamos volando por Gijn, poblacinque an no conocemos desde tierra. Enel trayecto tropezamos con una capa deestratos y tenemos que navegar a laestima. Pero las nubes no duran mucho;comienzan a aparecer desgarrones aquy all que nos permiten divisar losaccidentes del terreno. No tardamos

  • mucho en encontrar la carretera quecorre de Gijn a Santander, y, enseguida, un gracioso pueblito cerca de laplaya: Villaviciosa. Siguiendo lacarretera, en corto tiempo llegamossobre El Hrreo. Al fondo del paisaje seve Colunga.

    Qu esplndido panorama! Todoslos tonos del verde adornan ese campoadorable, contrastan con el suave azulde un cielo limpsimo. Bajo el dosel deerrticas y empenachadas nubes brillanlos tejados rojos; al fondo, se alza lamuralla ciclpea de los Picos deEuropa. Apenas nuestros ojos han tenidotiempo de embriagarse con el paisaje, yya volamos sobre Colunga. A la derecha

  • de la carretera est el campo, que es,como el de Carreo, una gran alfombra.Est situado en una especie de cazuelacuyo fondo es plano, y con espaciosuficiente para que las dos patrullaspodamos aterrizar simultneamente.

    Escondemos los aviones entre unosmanzanos que por aqu abundan, ylos dejamos en manos de los mecnicosy armeros. Hablamos con el jefe deEstado Mayor. El escaln rodado, esdecir, todo lo relativo al mantenimientode los aviones, est a punto. La gasolinaha llegado ya y el alojamiento para lospilotos est dispuesto. Esta nochetendremos una junta con el tenientecoronel Martn Luna para tratar todo lo

  • relacionado con nuestras futurasoperaciones en el frente.

    En la caseta de mando, Eloy y yoacordamos establecer un servicio deguardia, cada una de dos horas.Estaremos sentados en la cabina delcaza con el paracadas y elpasamontaas puestos, listos paradespegar en unos segundos. Nosturnaremos. Estos servicios tendrancomo objeto la defensa del campocontra incursiones del enemigo.

    Cuando esto suceda, se dar avisomediante una bengala disparada desde lacaseta de mando por el jefe de turno. Encaso de que se vaya a efectuar otra clasede servicio, el jefe de turno lo

  • comunicar personalmente.La primera guardia en Colunga la

    hacemos Toquero, Frutos y yo.Mientras estoy sentado en la cabina

    siento un extrao contento. Se deber aque la escuadrilla est reunida denuevo?

    De pronto, se produce una alarma.Sobre Gijn vuelan aviones enemigos.Piden con urgencia nuestros serviciospara rechazarlos. En menos de un minutonos lanzamos al aire ascendiendo en unngulo de 50. A los 4000 metrosdominamos una vasta extensin delfrente y de la retaguardia. Hay grandeshumaredas negras por el rumbo deGijn. Los bombarderos enemigos

  • deben de haber tocado los grandesdepsitos de la CAMPSA, en el puerto.

    Volamos varias veces sobre laciudad sin encontrar al enemigo; sloalcanzamos a ver un barco incendiado.Despus de una hora de intiles vueltas,regresamos.

    Cuando todava giran las hlices, seme acerca Eloy para darme y pedirmenoticias sobre lo ocurrido en Gijn. Elhumo que hemos visto era de un barcopetrolero incendiado. Los avionesenemigos han dado una vuelta porCarreo y los cazas entablaron combatecon ellos. Se derribaron dos bimotores yun caza alemanes. Nosotros perdimos unChato y un Mosca.

  • Fuimos a la caseta de mando paraconfirmar los datos. Al llegar, el jefe deEstado Mayor est pegado al telfono.Por la expresin de su cara no ha de sermuy agradable lo que escucha. Cuelga elaparato, y, con gesto cansado, nos tomadel brazo para ir afuera, donde nadienos oiga. Con los ojos algo enrojecidosy la voz entrecortada nos dice:

    Derribaron a Magrin.No tuve oportunidad de conocer a

    este piloto.Destacado en Torrelavega en

    compaa de Panadero y de otroscompaeros que formaban la primeraescuadrilla de Moscas que seorganiz en el Norte (la segunda fue la

  • nuestra). Magrin vol el Mosca sinrecibir doble mando. Provena, segnsupe, de la Escuela Aeronaval.

    Nos damos cuenta de que le era muyquerido y no acertamos a pronunciarpalabra. Yo no lo conocapersonalmente, pero haba odo hablarmuy bien de l.

    El respetuoso silencio es rotosbitamente por un runruneo de aviones.Sale un soldado de la caseta y se nosacerca corriendo. Luna quiere hablarcon el jefe de turno. Acude Eloy. Vuelverpidamente y, mientras se abrocha elpasamontaas, me comunica las rdenes.El saldr al frente a proteger unametrallamiento de Chatos. Yo me

  • quedar con una patrulla para defenderGijn en caso necesario. El runruneoque hemos odo es de los aviones queacaban de bombardear la ciudad.Regresan a sus bases.

    Se remonta Eloy con sus puntos, y,mientras se alejan, vuelvo al lugar enque se ha quedado el jefe de EstadoMayor. ste, ms calmado ya, me cuentalo que habl con la gente de Carreo ySiero. Orejo tambin fue derribado. Elbarco petrolero incendiado en El Muselera de bandera inglesa; la tripulacinsufri muchas bajas. El combate se librsobre el propio puerto, a la vista de sushabitantes, que vieron caer en llamas aun bimotor alemn. Otro, con los

  • motores humeantes, desapareci entrelas nubes. Luego, supimos que habantenido que tomar tierra en nuestroterritorio, cerca de Norea. DelHeinkel 70 nada se ha podido confirmar.De los nuestros, Magrin ha sidoincendiado por un Messerschmitt 109 aldespegar de Carreo, y Orejo fueametrallado en el aire cuando trataba desalvarse en su paracadas.

    El jefe de Estado Mayor regresa a lacaseta visiblemente emocionado; seadivina claramente que siente la muertede aquellos chicos, especialmente la deMagrin. Yo me quedo en la cabina demi Mosca, a esperar. Estoy deguardia. Mi pensamiento va lejos, a

  • Valencia. Empiezo a dormitarpensando El zumbido de aviones quese acercan me hace volver al presente.Eloy y sus dos puntos regresan delfrente. Al bajar Eloy, dice que no hahabido novedades. nicamente granactividad por parte de la AA enemiga.

    El da ha transcurrido sin mayorescontratiempos y, al anochecer, nosdirigimos a nuestro alojamiento.Despus de tomar un pequeo descansoy asearnos, vamos a casa de MartnLuna. Unos autos, cuyos faros estnpintados de azul de la mitad haciaarriba, nos conducen. Esta precaucin esnecesaria para evitar ser vistos desde elaire, y ha sido implantada en toda la

  • Repblica. La carretera por la cualvamos hacia casa de Luna est llena decombatientes, la mayora heridos. Laretirada desde Santander contina. Lossoldados de guardia que investigan laidentidad nos detienen de trecho entrecho. Comprueban las nuestras y nosdejan continuar. Antes de llegar aVillaviciosa, torcemos hacia el Sur,internndonos en un camino vecinal. Apoco divisarnos unos autos de laFARE[9] estacionados desordenadamentealrededor de una casa de campo.Descendemos en medio de laobscuridad. Del interior del chalet nosllegan ecos de voces y risas mezcladascon algunos ternos. Afuera, apenas se

  • distingue la tenue e inquieta luz de algncigarrillo.

    Una vez en la casa, quedomomentneamente cegado. Una luzintensa llena el ambiente. Aqu, ladecoracin es exuberante. Empiezo aver caras conocidas y mucho ajetreo. Nohe dado dos pasos en el interior, cuandooigo que alguien exclama:

    Tarazona!Vuelvo la cabeza buscando al que

    me llama.Eh, Tarazov. Aqu, hombre,

    aqu.Descubro a quien me llama: Cayo

    Rioja. Compaero de curso en la URSS,y, ahora, destacado en una escuadrilla de

  • Chatos en el Norte. Nos abrazamosefusivamente. No tenemos tiempo deintercambiar una sola palabra. Nuestrapresencia all da lugar a un verdaderolo humano. Palmadas en la espalda,apretones de manos, abrazos, palabrassueltas, sin ilacin, frases de saludo deun extremo a otro de la hermosa sala, sinfaltar alguna que otra palabra gruesa.Esto dura un buen rato y poco a poco sevan formando distintos corrillospermitiendo que las emociones seestabilicen.

    El teniente coronel Martn Luna estya con nosotros. Acaba de llegar deGijn, donde inspeccion los daoscausados por el reciente bombardeo.

  • Este hombre habla atropelladamente.Est impresionado por lo que acaba dever. Gradualmente se acalla el murmullode los invitados y slo se escucha la vozde Luna.

    Nos habla de las dificultades porque atraviesa la Repblica. Nos diceque no hay aviones en la zona Sur y que,por lo tanto, difcilmente veremosengrosadas nuestras esmirriadasescuadrillas. Habr que seguir as.

    Los soldados aade estnsufriendo y soportando bombardeosterrorficos.

    Al final, siempre queda una pequeaesperanza: que el mundo exterior se dcuenta de lo que en Espaa est

  • ventilndose. Esa es la esperanza quetenemos. As nos lo da a entender MartnLuna esta noche. Mientras, tendremosque resistir la desigual lucha.

    Da Estamos a fines del mes deagosto de 1937. Nos mantenemos conuna moral alta. Nadie piensa que elNorte se pierda. Sin embargo,retrocedemos todos los das Por cadaavin nuestro hay seis de los otros. Elenemigo est cada vez ms cerca deGijn. Sabe que tiene que acabar connosotros. Le consta que salimos a suencuentro donde quiera que est, o quedefendemos lo que se nos encomienda

  • sin reparar en el nmero, la calidad delos hombres y los aparatos. Cuntasveces nos han acorralado! Qu fcil espara ellos arrinconarnos, reducirnos elterreno hasta que casi no podemosmovernos! Sin embargo, no hemosdejado de combatir. Los servicios en elfrente van siendo ms frecuentes, a pesarde que nuestra fuerza ofensiva es cadavez ms raqutica Diecisis,catorce, a veces slo diez aviones. Todotenemos que hacerlo siempre losmismos: ametrallamientos, proteccinde lneas, defensa de campos Estamosal borde del desplome fsico. Hoy, porejemplo, en menos de seis horas hemoshecho ya dos servicios de

  • ametrallamiento, aparte de una salidapor alarma, temprano, y tenemos quevolar al frente por tercera vez paraproteger la retirada de las tropas queevacuan Llanes. Voy al mando de laescuadrilla, formada por slo cincoMoscas (uno se queda en reparacin).Eloy y Toquero forman a mi derecha, yFrutos y Huerta a mi izquierda.

    El frente es visible a los mil metrosde altitud, pues est apenas a unos veintekilmetros de nosotros.

    Frutos, Huerta y yo, casi al mismotiempo, nos percatamos de unaformacin de aviones enemigos quevuela ms alto, a nuestra derecha, y quese dirige hacia nuestras lneas. Debido a

  • su ubicacin les es difcil localizarnos.Son trimotores Junkers, y, el resto, ungrupo de 25 28 Heinkel 70 yMesserschmitt 109. Por la altitud quellevan 2500 a 3000 metros, juzgoque van sobre Gijn.

    Los dejamos pasar, ya que tenernosque concentrarnos en lo nuestro, que esla proteccin de las tropas en retirada;tal vez maana tengamos que salir alencuentro de una formacin tan superiora la nuestra como la que acaba de pasar.Al llegar a la zona de Llanes nosdividimos en dos patrullas para laproteccin inicial; volamos a 3000metros; Frutos, Toquero y yo en una, yEloy y Huerta en la otra. Damos una

  • vuelta hacia el mar. Brillaesplendorosamente el sol en el cenit;abajo, el panorama es espantoso. Laartillera no est tranquila un instante;todo parece hervir de caonazos. Prontose fijan en nosotros. Los disparos deAA, bajos al principio, nos obliganahora a cambiar de altitud y rumborepetidas veces; el fuego es nutrido. MiMosca se bambolea frecuentementepor el estallido de las granadas, como silo sacudiera una mano gigantesca. Lametralla salta hacia nosotros como elroco de una cascada. De repente, se meadelanta Frutos y me hace seas de queToquero, alcanzado por metralla dealguna granada, ha tenido que regresar.

  • Nos quedamos cuatro solamente.Ahora es Eloy quien pasa a toda

    velocidad alabeando el Mosca ypicando en direccin de unos Fiat queametrallan la carretera llena de tropas ypertrechos de guerra. Son unos quince odiecisis aviones italianos. Estnatareadsimos. Unos suben despus dehaber ametrallado, y otros se disponen ahacerlo cuando les caemos nosotrosliteralmente del cielo.

    Huerta y Eloy van abrindomecamino como una exhalacin. Laprimera pasada es escalofriante. Surgenenfrente de m, verticalmente hacia elcielo. Entramos Frutos y yo Escojomi Fiat y me lanzo contra l con gas a

  • fondo. Mi vista no se aparta ni unafraccin de segundo de mi objetivo;cuando estoy a buena distancia aprietolos gatillos, y una rociada de balas seincrusta en el cruce de las ajas con elfuselaje del avin enemigo. No puedover el resultado, y enderezo y asciendohasta situarme de nuevo para el ataque;inclino el morro de mi Mosca y medejo caer por la caza.

    Esa era la manera de cazar alos Fiat, a base de pasadas yteniendo la ventaja de la altitud.El Mosca, aunque mucho msrpido que el caza italiano,resultaba una presa fcil para

  • ste cuando cometa laimprudencia de combatir contral. Entonces, el menor radio deviraje y la mayormaniobrabilidad de los CR-32se convertan en veneno paranuestros monoplanos.

    Al salir de una pasada, nivelo miMosca para considerar la situacin.En este instante se me unen Eloy yHuerta. Vemos slo a seis Fiatrezagados, dos de los cuales se dirigen asus lineas. No podemos ver lo que les hasucedido a los restantes. Unidos loscuatro, damos otra pasada en vuelorasante sobre los biplanos que se

  • retiran. Al virar, veo que uno de ellos seestrella en la carretera. Volvemos atomar altitud; el frente est despejado deaviones enemigos. La AA nos siguedisparando; nos estn friendo. Miro elreloj de a bordo; llevamos una hora yveinte minutos en el aire. Enfilamoshacia nuestro campo. Al pasar sobreColunga veo que ste ha sidobombardeado. Tenemos que volarbastante bajo para buscar una franja losuficientemente larga y recta que nospermita aterrizar. Bajo el tren deaterrizaje y dirijo el avin a una parteminscula que creo que me permitirtomar tierra; trato de maniobrar en elmenor terreno posible. Nervioso, meto

  • los frenos antes de tiempo. El Moscasigue corriendo. Pongo todo el peso demi cuerpo sobre los pedales y, cuandocomienzo a detenerme, veo que no lohar antes de dar con un gran agujero debomba abierto en mi camino. El caza seprecipita en l y choca con un lado delcrter. El golpe me abre una heridasobre el ojo derecho. Me escurre lasangre caliente.

    Salto de la cabina y me quito elparacadas para poder moverme confacilidad. La sangre sigue fluyendo.Varios mecnicos y armeros se meacercan corriendo. En la caseta demando, y mientras me cura, el mdicodice que los cristales de las gafas son

  • los que han abierto la herida. Ojal medijera cmo calmar el dolor, que cadavez molesta ms! No me deja dormir.Alrededor del ojo herido tengo underrame interno de consideracin.

    Los dems aviones se