Base de La Ficha Postmodernidad

download Base de La Ficha Postmodernidad

of 9

description

Base de La Ficha Postmodernidad

Transcript of Base de La Ficha Postmodernidad

Desafos de la posmodernidad

Desafos de la posmodernidad

Gustavo Gutirrez

Deseara empezar haciendo algunas breves observaciones para situar la perspectiva inevitablemente limitada que asumir en esta presentacin. No entrar en el debate acerca de si estamos en una etapa histrica que podemos llamar posmodernidad o si slo se trata de una etapa, tal vez de una crisis, de la modernidad. Soy consciente de la imprecisin del trmino; hay ambivalencias y confusiones muy difciles de despejar. Pero es innegable que tenemos rasgos que dibujan un momento particular de las ideas y de la conducta humanas, hasta cotidianas, que por facilidad, y sin demasiada conviccin, voy a llamar posmodernas. Uno de los portavoces de este pensamiento (J.F. Lyotard) llega incluso a decir que la expresin posmodernidad es apenas un seudnimo. Empleo el trmino, entonces, simplemente como un indicador, como una ayuda para orientar nuestra atencin hacia situaciones que plantean interrogantes ineludibles si queremos acercarnos a nuestro tiempo, pero de ninguna manera pretendo encorsetarlo bajo una frmula.

Una segunda precisin. Algunos tal vez piensen que el debate sobre la posmodernidad es propio de otras latitudes. Hay algo de cierto en eso, pero soy un convencido de que la mentalidad posmoderna se transmite a travs de la poderosa red de comunicacin que conocemos en nuestros das y que, incluso, personas desconocedoras de las discusiones acerca de lo posmoderno estn de alguna manera impregnadas por esta mentalidad. Es, sobre todo, quiz el caso de los jvenes. Aunque creo que en el Per no hay una sino varias juventudes, ellas tienen, en grados diversos, una gran capacidad de asimilacin frente a perspectivas que se encuentran en pleno auge precisamente cuando comienzan a vivir. Por otra parte, me pregunto si algunos de los puntos que la posmodernidad discute no nos pueden ayudar a comprender la larga e inacabada marcha del Per hacia la modernidad o a ciertas formas de ella.

La tercera y ltima atingencia previa apunta al enunciado de los temas que intentar desarrollar. La posmodernidad, se ha dicho con fundamento, ms que un despus cronolgico de la modernidad es un ajuste de cuentas con ella. Algunos analistas consideran que la modernidad reposa sobre un trpode: razn, libertad e individuo. Mencionados as, tan abstractamente, esos puntos podran valer casi para cualquier momento. Lo que importa es resaltar el modo propio de la modernidad para abordar estos grandes temas o dimensiones de la existencia humana. Sin sobrestimar este enfoque acerca de los fundamentos de la modernidad lo tomar, por comodidad y claridad, como hilo conductor de estas reflexiones. No pretendo, ciertamente, prever lo que nos depara el tiempo que viene en vsperas del nuevo milenio, segn el calendario del mundo occidental; s bien que esta preocupacin es muy grande, pero es algo que escapa a nuestras posibilidades. Como dice un gran pensador de nuestra poca, Alberto Hirschman, hacer predicciones es muy difcil, especialmente a propsito del futuro, y creo que tiene toda la razn; la meteorologa social es ms incierta que la climtica. No obstante, y eso s est a nuestro alcance, debemos conocer mejor nuestro tiempo, con sus salientes y con sus honduras.

No es el momento de consideraciones filosficas sobre el tiempo, pero s quisiera recordar que ste no corre de una manera homognea; hay momentos en la historia de la humanidad, y en las vidas personales, en que el tiempo discurre con lentitud, en otros acelera su andar. Naturalmente, esto no se puede medir con el reloj, pero as lo vivimos. Permtanme al respecto mencionar un texto que est en uno de los evangelios, en el de Juan. Jess va a una fiesta en Jerusaln, considera que es el momento apropiado para dar un mensaje de luz y de esperanza, pero Jerusaln es la ciudad en la que su vida corre ms peligro. Algunos de sus parientes -nos dice el evangelio- piensan que su presencia en la fiesta demuestra que est loco, la rplica de Jess me parece que viene bien al caso ac. Les dice: Para ustedes todo tiempo es igual, de all su opaca visin del tiempo: segn ellos en cualquier momento se pueden hacer o dejar de hacer las cosas. La realidad, lo sabemos, es ms compleja y ms estimulante. Hay circunstancias que nos llaman a decisiones importantes que no podemos dejar pasar. No todo cronos, tiempo cuantitativo, es un kairs, tiempo oportuno. Ojal estas consideraciones pudieran recordar algunos rasgos de este momento, de nuestro kairs.

A la intemperie

Dije que iba a tomar las nociones de razn, libertad e individuo; comencemos entonces por la razn. Es un tpico hoy, y muy frecuente, afirmar que estamos en un perodo de crisis. Las certezas, las seguridades, los valores parecen vacilar, sobre todo aquellos que tenan en el pasado referencias seguras y precisas. Esto hace decir a Octavio Paz en su discurso de recepcin del premio Nobel en Suecia: Por primera vez en la historia estamos viviendo una suerte de intemperie espiritual y no como antes a la sombra de sistemas religiosos y polticos que, simultneamente, nos opriman y nos consolaban. Intemperie, pero tambin y sobre todo un gran reto.

Para algunos muere un mundo y surge otro. La revolucin tecnolgica sera el punto de cristalizacin de muchas otras novedades: empequeecimiento del mundo (la llamada aldea global), interdepencia de las economas, crisis del empleo y papel del trabajo en la sociedad actual, prdida de vigor de los Estados nacionales, desinters por lo social y poltico, intensificacin del consumo. Todo eso, y numerosos rasgos ms, llevan a serios cuestionamientos. Efectivamente, no estamos solamente ante el desafo de saber manejar nuevos medios de informacin y de conocimiento, ni siquiera slo ante nuevas realidades

Confrontamos asuntos que nos hacen preguntarnos por el alcance de lo que se ha llamado las tendencias estructurales profundas de nuestra poca e incluso por el sentido mismo de ella. Esta situacin de crisis, y el desasosiego consiguiente, se traduce casi tanticamente en una acumulacin de muertes o de pretendidas muertes. Se habla -lo sabemos todos- del fin de la historia, de la filosofa, de la era industrial, de la metafsica, de la poca liberal, de la ideologa, de la utopa. Noticias prematuras, habra dicho Mark Twain. Muchas muertes, demasiadas para ser ciertas, pero en verdad estas afirmaciones expresan de alguna manera el momento que se vive.

1. Es conocida y aceptada generalmente la interpretacin de Weber acerca de la modernidad: es un proceso de racionalizacin, un camino hacia el momento en que la humanidad se libere de toda tutela autoritaria. El resultado, uno de los resultados, ser la autonoma de ciertas esferas: la de la ciencia, tan importante en los albores de los tiempos modernos, la moral y el arte. Dicha autonoma acarrea la de lo poltico, y tambin la de la economa que toma justamente como modelo la ciencia y busca moverse fuera de pautas ticas, desligando muchas veces la libertad econmica de las otras libertades, lo que trae deformaciones muy grandes en la convivencia social.

El intento de sustraer la economa de un marco tico tiene un ejemplo doloroso -me parece-, y curioso tambin, en uno de los grandes economistas de nuestro tiempo, hoy ya un clsico y sobre el cual asistimos a un cierto regreso en estos das, por lo menos a algunos aspectos de su pensamiento. Me refiero a J.M. Keynes. En un texto de 1928- 1930 afirmaba con una lucidez que linda con un resignado cinismo, que en este tiempo es necesario poner la tica entre parntesis; mantiene que en principio se debe tener cuenta de ella en materias econmicas, pero no en este tiempo. Hoy, deca, se requiere una acumulacin del capital, cuando esto no tenga tanta importancia social (...) podremos librarnos de muchos de los principios seudomorales que hemos tenido sobre nosotros por doscientos aos. Vale decir, durante la era moderna. Entonces, pero slo entonces, el amor al dinero como posesin (...) ser reconocido como lo que realmente es: algo morboso y desagradable. En ese momento nos ser posible llamar a las cosas por su nombre y sostener nueva y libremente que la avaricia es un vicio, que la prctica de la usura es un delito y el amor al dinero algo detestable. Pero nos advierte que no estamos todava en esa circunstancia. Por lo menos durante unos cien aos ms debemos fingir entre nosotros y ante todos los dems que lo justo es malo y lo malo es justo. La razn de esta inquietante inversin de valores radica en que lo injusto es til y lo justo no lo es. La avaricia, la usura deben ser nuestros dioses por un poco ms de tiempo1.

Se trata de un texto impresionante. Se mezclan en l concepciones que vienen de una formacin moral que podramos llamar tradicional, pero al mismo tiempo se acepta, debido a las urgencias del crecimiento econmico, dejar en suspenso las pautas humanas y ticas que normalmente deben estar presentes en dicha actividad. Con la desencantada esperanza, sin embargo, de recuperarlas y abandonar la seudomoral que hoy segn Keynes- debe regir la economa liberal. Si tomamos en consideracin sus clculos cronolgicos, esa falsa moral, exigida por aparentes argumentos de eficacia, esta todava vigente en nuestra sociedad.

2. Ocurre que en la modernidad la razn, un tipo de razn, se impone a los acontecimientos, no hay reas vedadas para ella, se piensa adems que estamos en un proceso infinito, en un progreso permanente. El optimismo es una nota de la modernidad, como lo es tambin la promesa de la felicidad. Precisamente la crtica posmoderna golpea los puntos que acabo de recordar. Para ello parte de la frustracin que se experimenta frente a las promesas de la modernidad. sta pensaba que la razn y la ciencia iban a resolver todos los problemas de la humanidad. Pero en lugar de paz hemos tenido dicen los posmodernos- cruentas guerras; en vez de racionalidad hemos sido testigos de conductas perversas e irracionales, como las del nazismo y el estalinismo; en vez de un equilibrado conocimiento de la naturaleza asistimos a un saqueo de ella. Por todo esto se habla en los crculos posmodernos de dos siglos sangrientos.

El resultado de la decepcin es la desconfianza ante la razn moderna. Surge entonces el escepticismo de cara a sus posibilidades y a su capacidad de transformacin del mundo que tan orgullosamente proclamaba; postura que se expresa, por ejemplo, en el desinters por la poltica, es decir, por las posibilidades de lograr cambios sociales que observamos hoy da en muchos lugares del mundo y entre nosotros. Como siempre, estas tendencias no pueden ser generalizadas, pero son hechos que conocemos y que nos interpelan.

En realidad es vieja la crtica a la modernidad, el fenmeno llamado romanticismo fue ya un cuestionamiento a la frialdad de la razn humana. No obstante, lo que estaba en juego, y algunos piensan que lo mismo sucede ahora, no era tanto la modernidad sino un modo de haberla llevado a cabo. Sucede lo mismo ahora? Aunque algunos lo piensan as, la intencin por lo menos se presenta como ms radical.

3. Una consecuencia positiva de esta crtica ha sido subrayar el valor del lenguaje simblico, que corra el peligro de ser dejado de lado por el lenguaje conceptual de la modernidad. De otro lado, podemos preguntarnos de qu manera la sociedad, el mundo que se forja en estos das, la sociedad red de que habla M. Castells, resultado de alguna manera de la revolucin informtica, puede dar un nuevo impulso al proyecto de la modernidad. Est la humanidad en condiciones, a partir de estos ltimos aos, de cumplir esas promesas que la posmodernidad considera, y con razn, insatisfechas? Es difcil decirlo. Los tericos del pensamiento posmoderno debern meditar sobre el punto, algo diremos al respecto un poco ms adelante.

Somos iguales porque somos diferentes

El segundo soporte de la modernidad, lo habamos recordado ya, es la libertad. Me gustara abordarlo en relacin con la crtica que hacen los posmodernos a lo que llaman los grandes relatos.

1. La modernidad ve la historia como un proceso (sucesivo) lineal e irreductible (Octavio Paz). El gran relato nos dice que la historia avanza hacia la emancipacin de la razn y la reafirmacin de la libertad; hacia la liberacin asimismo de las penurias del trabajo e incluso hacia el enriquecimiento de toda la humanidad. Las llamadas filosofas de la historia presentan de modo sistemtico esta visin, vale decir, la de una marcha inatajable a lo largo de la historia. De all que el pensamiento posmoderno haga una acerada crtica de Federico Hegel, autor de la ms articulada filosofa de este gnero. Los posmodernos consideran que la concepcin unitaria de la historia no es sino la expresin de una voluntad de poder -pensamiento metafsico, lo llama uno de sus voceros (G. Vattimo)- que se expresa igualmente en la tesis de las leyes de la historia y que constituye por lo tanto una grave amenaza a la libertad humana.

Hay en la crtica posmoderna la indicacin del gran peligro que representa el totalitarismo. La afirmacin del caminar ineluctable de la humanidad ha llevado -dicen ellos con razn- a numerosas violencias. Las hemos vivido tambin en nuestro pas; de alguna manera ese gran relato, o una vertiente de l, ha estado presente en el cruento e injustificable terrorismo que hemos vivido y que desgraciadamente no podemos dar enteramente por cancelado en el pas.

Esta misma perspectiva ha conducido a la mentalidad posmoderna a una crtica del llamado pensamiento utpico, que se propone enrumbar la historia hacia metas de una mejor convivencia humana. Lo que significa, por cierto, una transformacin del momento presente. Ha ocurrido, es verdad, que las utopas desbordan a veces sus limites histricos y se proyectan hacia fines ms o menos absolutos, con lo cual terminan en verdad suicidndose. Dan lugar de este modo a lo que un analista poltico de nuestro tiempo (N. Bobbio) ha calificado, a propsito del socialismo real, de utopa invertida. En esos casos, la crtica posmoderna es pertinente, pero si se intenta extenderla a toda actitud utpica deja de serlo. En efecto, dicha perspectiva est ligada, para los pobres de este mundo, a la bsqueda de la justicia.

Lo importante de esta puesta en cuestin, me parece, es el rechazo de un enfoque autoritario en el que se ve, y con razn, una contradiccin dentro del pensamiento moderno, dado que ste se erige en defensor de la libertad. Cmo conciliar una cosa con la otra? Cuando los posmodernos hacen este apunte estn pensando en consecuencias derivadas de la filosofa hegeliana y, por cierto, tambin de la visin marxista de la historia, pese a los cuestionamientos que ella plantea a la sociedad moderna.

2. A todo esto oponen lo que llaman la fragmentacin del pensamiento. La palabra misma ya lo dice: no se trata de una visin monoltica de la historia, sino de una decisiva atencin a los relatos cortos. Los grandes relatos tienden a planificar la historia y a veces a marginar a las personas. Vattimo propone en esta lnea de pensamiento partir de la experiencia de la fragmentacin. Como se sabe, Nietzche y Heidegger son referencias relevantes en este enfoque. Los posmodernos hablan de los relatos cortos, de pensamiento dbil (G. Vattimo), para oponerlos al pensamiento fuerte, que ven como abusivo, de la concepcin de la historia que he recordado. Creo que hay un valor importante en esta crtica. Ella nos ayuda a estar ms atentos y sensibles a lo local y a lo diferente y, por consiguiente, nos convoca a un mayor respeto por la diversidad cultural y por el papel de las minoras.

Nuestra diversidad creativa llama la unesco a un proyecto que nos hace ver la riqueza de la diferencia. No estamos ac ante una elucubracin de escritorio. La permeabilidad a lo local y a lo distinto corresponde a un proceso que se est dando en estos das en numerosas reas de la humanidad. Se trata, qu duda cabe, de una actitud valiosa; no obstante, digmoslo muy claramente, la reivindicacin de la particularidad no est libre del riesgo de un fundamentalismo de tipo poltico, racial y religioso. La intolerancia puede asomar tambin en los pequeos relatos. Esto ha provocado en nuestro tiempo, lo estamos viviendo dolorosamente, conflictos y violencias que parecen interminables.

Pese a eso, hay algo profundamente humano y prometedor en este reconocimiento de la diferencia y en el sentido del otro en tanto que otro. Es asimismo un correctivo a un cierto imperialismo occidental que, dentro del marco de la modernidad, intenta imponer a todos una manera de ser persona humana. El respeto a la diferencia es adems una condicin de la igualdad entre los seres humanos en materia de derechos. Iguales porque diferentes, habra que decir en esta perspectiva.

El enfoque resulta particularmente fecundo en Amrica Latina y en el Per, donde las etnias indgenas, la poblacin negra, la mujer buscan afirmar sus valores y reivindican sus derechos, se niegan a ser idnticos, subrayan sus diferencias y, a travs de ellas, buscan ser iguales. Este punto de vista enriquece y hace ms complejo uno de los grandes temas de la modernidad: los derechos humanos.

Cmo hablar hoy autnticamente de los derechos humanos sin la percepcin de la diferencia y del respeto por el otro? Los derechos humanos son derechos individuales, pero tambin son derechos de los pobres y de pueblos enteros. Bartolom de Las Casas hablaba -textualmente- de los derechos humanos de los pueblos indgenas ya en el siglo XVI. Tal vez hoy, ante el embate de la posmodernidad contra las ideas que han dominado, y an lo hacen, el pensamiento contempo-rneo, estemos en mejores condiciones para comprender lo que significa la complejidad y la riqueza de esos derechos, base de una sana vida social y democrtica

3. Lo dicho puede ser ilustrado con un ejemplo tomado de nuestra escena nacional. En un lcido y vigoroso ensayo, largamente meditado, Mario Vargas Llosa ha hablado de la utopa arcaica de Jos Mara Arguedas. Es claro para un buen lector de Jos Mara, y Mario lo es, que muchos de sus temas parecen ir, en efecto, en esa direccin. Una fecunda distincin, que M. Castells presenta en su obra La era de la informacin (vol. II), entre la identidad de resistencia y la identidad proyecto puede sernos til para entrar en este debate. Segn Castells, la primera es generada por aquellos actores sociales que se encuentran en posiciones o condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lgica de la dominacin, por lo que constituyen trincheras de resistencia y de supervivencia basndose en principios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad. La identidad proyecto, por su parte, se presenta cuando los actores sociales, basndose en los materiales culturales de que disponen, construyen una nueva identidad que redefine su posicin en la sociedad y al hacerlo buscan la transformacin de toda la estructura social.

Sin lugar a dudas hay algo de una identidad de resistencia en Arguedas y en esto Vargas Llosa lleva razn. Pero hay tambin, me parece, fecundos elementos de una identidad proyecto. El propio Castells reconoce que las identidades que comienzan como resistencia pueden inducir proyectos. La frontera entre esas identidades es lbil y porosa. Eso es lo que ocurre en la obra arguediana. En ella encontramos aspectos de resistencia en el mundo indgena que, ante el avasallamiento de la sociedad occidental que lo ignora y margina, tiende a dar la espalda a los aportes que ella puede ofrecerle. Pero puede argumentarse que Arguedas no se limita a eso; en muchas ocasiones, sobre todo en sus ltimos escritos, esa misma actitud se presenta en forma compleja y novedosa, asimilando y retrabajando desde los valores indgenas todo aquello que, sin venir de su propio mundo, permita ponerse en camino hacia una sociedad justa y fraterna. Sabemos, por ejemplo, lo puntilloso que fue afirmando sus distancias respecto del indigenismo que conocamos entre nosotros.

Es cierto de que son slo esbozos, un mun, pero que tal vez pueda andar, deca l de su ltima obra que acostumbraba a llamar Los Zorros, El zorro de arriba y el zorro de abajo. Algo similar se puede decir de los intentos a los que nos referimos. Un mun quiz, pero capaz de generar una identidad proyecto y que, por consiguiente, no se limite a resistir los acosos de la modernidad, sino que busque asimilar lo que encuentre vlido en ella. Esbozos estimulantes y decidores, por eso en estos aos no slo han tocado las mentes sino tambin los corazones de tantos peruanos que se reconocen como miembros de una nacin que, como deca Arguedas, es de todas las sangres, dife-rentes y por lo mismo iguales. Pero, sin duda, estamos ac en una discusin que todava tiene mucho por delante.

4. Terminemos esta segunda parte. Mencionar nuevamente a Castells, que afirma certeramente: Nuestro mundo se construye en torno a la relacin entre globalidad e identidad. La idea me parece muy sugerente. Si queremos pensar el Per de hoy debemos tener en cuenta estas dos dimensiones. La globalidad, en la que estamos insertos, lo queramos o no, y a la vez nuestra identidad y perfil propios, a los que no es ajena la presencia de un pueblo pobre que lucha por hacer respetar sus ms elementales derechos y sus valores humanos. Esto no puede hacerse sin una seria perspectiva histrica que evite las ilusiones y los romanticismos ingenuos, pero que sea consciente de la enorme complejidad del devenir de un pueblo. Andadura de vieja data adems; en efecto, cuando los europeos llegan a estas tierras no slo se topan, como se ha dicho, con una geografa, encuentran igualmente una historia. El asunto es por consiguiente de capital importancia para un pas como el nuestro.

La globalizacin de la solidaridad

El tercer pie en que se apoya la modernidad (para algunos el ms importante) es el papel desempeado por el individuo. En este caso la posmodernidad, ms que oponerse a la mentalidad moderna, la prolonga y en cierto modo la exacerba.

1. Para la modernidad, el individuo es, en cierto modo, un comienzo absoluto, un centro autnomo de decisiones en diferentes campos, en economa por ejemplo. El famoso dejar hacer, que todos conocemos, es una manifestacin de este modo de concebir el individuo. Lo mismo ocurre con la idea del contrato social, segn el cual cada quien decide libremente vivir en sociedad y, en consecuencia, siempre tericamente, conserva la posibilidad de retirarse de ella. El individuo es visto asimismo como un punto de partida en el terreno del conocimiento humano, ya sea que se trate del racionalismo -todo debe pasar por la crtica de la razn-, ya sea del empirismo -todo parte del conocimiento sensorial del individuo-.

Hay sin duda un valor importante en esta afirmacin del individuo, de sus capacidades, de su razn y su libertad. En esta ocasin, contrariamente a lo que ocurra con los anteriores rasgos de la modernidad (razn y libertad), los posmodernos llevan la perspectiva individual a posiciones extremas. Se pasa de un individualismo limitado a un individualismo radical. Sin duda la negacin del sentido de la historia juega un papel importante en este desplazamiento. Se ha hablado por eso de una segunda revolucin individualista e incluso de una cultura narcisista. El ser humano posmoderno parece no aferrarse a nada, carece de certezas absolutas, no se sorprende de lo que ocurre y cambia fcilmente de opinin (esta ltima caracterstica podra hacer pensar que vivimos en un pas sumamente posmoderno).

El hecho social cultural ms importante de nuestro tiempo, a juicio de algunos estudiosos, es la aspiracin a vivir libremente, sin represiones, a escoger cada uno su modo de existencia. Adems, en la perspectiva del individualismo posmoderno todas las opciones son de alguna manera igualmente vlidas. De all pequeos pero significativos deslizamientos del lenguaje; por ejemplo, el que hace pasar, sin decir agua va, de opinin a verdad. Es frecuente actualmente, ante posturas opuestas, que un tercero, el moderador de un debate tal vez, se dirija a los contendientes invitndolos a decir su verdad. En otro contexto se habra hablado ms bien de opiniones o de versiones sobre los hechos que es necesario esclarecer. No intento, claro est, decir que quien se expresa de ese modo es un consumado posmoderno. Slo quiero hacer notar una cierta presencia de dicha mentalidad en lo cotidiano de las personas de hoy.

2. Sea lo que fuere de esto ltimo, lo cierto es que el individualismo a que nos referimos plantea serios cuestionamientos a la solidaridad humana. El marco concreto en que esto se da es el de la situacin llamada con los trminos un poco brbaros, pero muy frecuentes en nuestros das, de globalizacin o de mundializacin, como otros prefieren calificarla.

El fenmeno as designado viene, como es sabido, del mundo de la comunicacin, pero hoy su presencia destaca igualmente en el terreno de la economa y en otros campos de la actividad humana. La palabra es engaosa, sin embargo, porque hace pensar que nos dirigimos hacia un mundo nico, cuando en verdad estamos yendo, en varios aspectos, hacia dos mundos. Permtanme precisar este punto, que est preado de consecuencias para nosotros.

Hace un tiempo, el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, deca que el siglo venidero ser un siglo fascinante y cruel. Como toda frase breve y algo paradjica, sta nos resulta atrayente; sin embargo, si la desglosamos un poco y la examinamos ms de cerca, nos encontramos con algo muy claro: el siglo que viene ser fascinante para un sector de la humanidad, aquel que tiene acceso a los niveles de punta del conocimiento tecnolgico y a sus ventajas econmicas. Grupo que tiende por eso a formar un estamento humano internacional, de alguna manera cerrado sobre s mismo y olvidadizo de aquellos que no forman parte de ese club. Y ser cruel para la gran mayora de la humanidad, cada vez ms marginada y excluida de los llamados beneficios de la civilizacin contempornea. En otras palabras, el siglo que viene, que esta vez se identifica con la llegada del milenio, no ser fascinante y cruel para las mismas personas; fascinante para unos, cruel para otros, la mayora. Globalizacin y exclusin son hoy, en efecto, las dos caras de una misma moneda. Esto no tiene que ser necesariamente as, la llamada globalizacin no tiene por qu acarrear ineluctablemente la exclusin, pero en la actual situacin eso es lo que sucede.

Posmodernidad y neoliberalismo son dos poderosas tendencias de nuestro tiempo. En varios aspectos son perspectivas que van por cuerda separada; pero, en la cuestin del individualismo, se refuerzan mutuamente. Como se deca en Inglaterra en la dcada de los 80: La sociedad no existe, slo los individuos2. Ambos enfoques desconfan e incluso impugnan la solidaridad social, la acusan, es el caso del neoliberalismo, no slo de ser ineficaz frente a la pobreza, sino ms todava, de ser una de sus causas. Esto haca decir a un poltico peruano hace unos aos: No le pongamos a la economa la traba de la solidaridad. Que haya habido casos de abusos en el campo de la solidaridad social es algo en que podemos estar fcilmente de acuerdo, pero aqu estamos ante un rechazo que pretende ms bien fundarse en supuestas razones de principio.

Ante este indivualismo a ultranza, y teniendo en cuenta las formas concretas que reviste la globalizacin econmica, se ha hablado, lo ha hecho Juan Pablo II, de la urgencia de una globalizacin de la solidaridad; necesaria si queremos enfrentar la inhumana y cruel realidad de la exclusin de una inmensa parte de la humanidad. No se trata, por cierto, de una solidaridad social que exima de la responsabilidad que cada uno debe asumir en su vida. Lo que est en cuestin, si no queremos vivir en un mundo con mucha aunque no sea sino aparentemente- libertad pero con muy poca fraternidad e igualdad, es el rechazo de un individualismo que empobrece la condicin humana y no tiene en cuenta a los marginados y a los ms dbiles de la sociedad.

Conclusin

Pasemos a unas consideraciones finales:

1. El debate promovido por el pensamiento posmoderno, o como se le quiera llamar, toca temas cruciales de nuestro tiempo que apuntan al sentido mismo de los acontecimientos que vivimos y que nos interpelan. Es una controversia, adems, significativa para una convivencia social y democrtica, en particular para pases como el nuestro, que tienen tanta dificultad en hacerla una realidad.

2. Pero el fondo del asunto no aparecer con toda su cruda verdad si no seguimos la sugerencia del siempre estimulante y provocativo Walter Benjamin. Para comprender la historia, deca, debemos pasar el cepillo a contrapelo. Vale decir, desde los olvidados, desde las vctimas de la historia. La Biblia lo afirma en trminos sencillos, nos pide que ante situaciones difciles nos preguntemos por dnde dormirn los pobres. Conviene plantearse la interrogante en funcin del prximo milenio. No pretendemos con esto apelar a un sentimentalismo superficial, sino tocar con las manos lo ms hondo de lo humano, el terreno en el que est en juego la vida y la muerte de las personas.

3. Hartos de teoras huecas y encubridoras en aos pasados, hemos dicho con insistencia que esta es la hora de la accin. Es cierto, pero permtanme decir, intentando ver las cosas desde el reverso de la historia, que esta es tambin la hora de la reflexin. nicamente as evitaremos que la accin, aunque queramos adornarla de pragmatismo, sea una simple y compulsiva repeticin de lo mismo.

NOTAS:

Conferencia pronunciada en el hemiciclo Ral Porras Barrenechea. Publicada en El Per en los albores del siglo XXI-3, Fondo Editorial del Congreso del Per, Lima, 2000.

1 Economic Possibilities for our Children, en The Collected Writing, vol. IX.

2 Cf. E. Hobsbawn, Historia del siglo XX.

PAGE 41PGINAS (162)