Disonancia Infernal 2008

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Disonancia infernal En cuanto sentí mi rostro cubierto de sangre supe que el golpe había sido lo suficientemente fuerte, aunque no me hubiese dolido. Me pasé la mano por el rostro y vi que la sangre salía a borbotones de mi nariz, en cuanto regresé la vista a mi enemigo noté que había desaparecido, temerario, y me sorprendí realmente; ¿No era él quien había dado el primer golpe exitosamente?, entonces consideré la posibilidad de que hubiese hecho una nueva táctica en mi contra para sorprenderme de nuevo, como la vez anterior. Sigilosamente torné mi vista, entrecerrando los ojos para ver mejor en la oscuridad de aquel bosque espeso, hacia los inmensos árboles que rodeaban mi cuerpo y hacían del lugar un sitio más lúgubre. Pude ver sus enormes ojos amarillos sobre la copa del árbol más alto situado justo detrás de mí, esta vez lucían más rabiosos que antes y destellaban el brillo más formidable que jamás hubiese visto. ¡Ahj! Esos ojos me hacían arder el alma cuando los veía, aunque no supiese de quién se trataba… Desperté y mi cuerpo se estremeció por completo. Una y otra vez había visto en mis sueños la mirada penetrante de aquellos ojos que despedían fulgor. Tuve que tomarme unos minutos para recordar el rostro de aquella criatura, pero me veía incapaz de hacerlo, únicamente me era posible conmemorar esos ojos. Cada vez que mis ojos se cerraban aparecía allí ese sentimiento extraño de que volvería a atacarme. Podía sentirlo acercándose, ¡eso estaba seguro! Lo vi balancearse en las ramas de los árboles, ágilmente sin dirección alguna. Era tan veloz que si mis parpadeos hubiesen durado un segundo, de seguro me hubiese perdido la carrera y allí estaba yo, una vez más en asombro por esa bestia, temiendo de nuevo sentir su mirada cerca. Me invadieron las ganas de gritar cuando se puso en frente, sólo a unos centímetros de mi cuerpo, y pude sentir el aire caliente que fluía entre nosotros. Se acercó aún más, erizándome la piel, para susurrarme algo al oído… Después sentí el golpe y cómo la sangre manchaba mi ropa. Una vez más la luz de la luna filtrada por la cornisa de la ventana me despertó de aquel recurrente sueño que me hacía sentir confusión y temeridad, no consideraba posible que aquella criatura estremeciera mi alma en sueños cuando nada de lo real me hacían sentir el más mínimo recelo. Decidí entonces caminar un poco en la fresca noche para despejar mi mente, cada paso que daba era estar un poco más cerca de enfrentar mi temor. Mis ensoñaciones hallaron en el sendero de aquel bosque colindante tras mi hogar el escenario ideal para materializarse… todo lo que veía en cada árbol, en cada rama, eran esos ojos asesinos, cada paso del viento por mis oídos, eran restos de la ruidosa respiración de aquella bestia. Poco a poco el ruido de la noche, las aves de presa, los animales nocturnos, el arrollo del centro del bosque… todo llenaba mi mente en una disonancia infernal. Caminaba más deprisa como huyendo del ruido. Todo era espantoso. Mi respiración se agitaba, mi ira crecía como el negro de la noche, y un lejano aullido de lobo, cuando las nubes destaparon la inmaculada luna llena, cegó por un momento mi razón, porque aunque lo escuché bastante lejos, lo sentí en lo más hondo de mi alma, estremeciéndola por completo y buscando hallar insaciablemente aquel monstruo que me hacía enloquecer, aunque sabía que sólo era un sueño.

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Disonancia infernal

En cuanto sentí mi rostro cubierto de sangre supe que el golpe había sido lo suficientemente fuerte, aunque no me

hubiese dolido. Me pasé la mano por el rostro y vi que la sangre salía a borbotones de mi nariz, en cuanto regresé la

vista a mi enemigo noté que había desaparecido, temerario, y me sorprendí realmente; ¿No era él quien había dado

el primer golpe exitosamente?, entonces consideré la posibilidad de que hubiese hecho una nueva táctica en mi

contra para sorprenderme de nuevo, como la vez anterior. Sigilosamente torné mi vista, entrecerrando los ojos

para ver mejor en la oscuridad de aquel bosque espeso, hacia los inmensos árboles que rodeaban mi cuerpo y

hacían del lugar un sitio más lúgubre. Pude ver sus enormes ojos amarillos sobre la copa del árbol más alto situado

justo detrás de mí, esta vez lucían más rabiosos que antes y destellaban el brillo más formidable que jamás hubiese

visto. ¡Ahj! Esos ojos me hacían arder el alma cuando los veía, aunque no supiese de quién se trataba… Desperté y mi

cuerpo se estremeció por completo. Una y otra vez había visto en mis sueños la mirada penetrante de aquellos ojos

que despedían fulgor. Tuve que tomarme unos minutos para recordar el rostro de aquella criatura, pero me veía

incapaz de hacerlo, únicamente me era posible conmemorar esos ojos.

Cada vez que mis ojos se cerraban aparecía allí ese sentimiento extraño de que volvería a atacarme. Podía sentirlo

acercándose, ¡eso estaba seguro! Lo vi balancearse en las ramas de los árboles, ágilmente sin dirección alguna. Era

tan veloz que si mis parpadeos hubiesen durado un segundo, de seguro me hubiese perdido la carrera y allí estaba

yo, una vez más en asombro por esa bestia, temiendo de nuevo sentir su mirada cerca. Me invadieron las ganas de

gritar cuando se puso en frente, sólo a unos centímetros de mi cuerpo, y pude sentir el aire caliente que fluía entre

nosotros. Se acercó aún más, erizándome la piel, para susurrarme algo al oído… Después sentí el golpe y cómo la

sangre manchaba mi ropa.

Una vez más la luz de la luna filtrada por la cornisa de la ventana me despertó de aquel recurrente sueño que me

hacía sentir confusión y temeridad, no consideraba posible que aquella criatura estremeciera mi alma en sueños

cuando nada de lo real me hacían sentir el más mínimo recelo. Decidí entonces caminar un poco en la fresca noche

para despejar mi mente, cada paso que daba era estar un poco más cerca de enfrentar mi temor. Mis ensoñaciones

hallaron en el sendero de aquel bosque colindante tras mi hogar el escenario ideal para materializarse… todo lo que

veía en cada árbol, en cada rama, eran esos ojos asesinos, cada paso del viento por mis oídos, eran restos de la

ruidosa respiración de aquella bestia. Poco a poco el ruido de la noche, las aves de presa, los animales nocturnos, el

arrollo del centro del bosque… todo llenaba mi mente en una disonancia infernal. Caminaba más depr isa como

huyendo del ruido. Todo era espantoso. Mi respiración se agitaba, mi ira crecía como el negro de la noche, y un

lejano aullido de lobo, cuando las nubes destaparon la inmaculada luna llena, cegó por un momento mi razón, porque

aunque lo escuché bastante lejos, lo sentí en lo más hondo de mi alma, estremeciéndola por completo y buscando

hallar insaciablemente aquel monstruo que me hacía enloquecer, aunque sabía que sólo era un sueño.

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La sangre en mis venas hervía como fuego, cada paso que daba lo sentía más cerca del enemigo, por alguna razón

psicótica sabía que esta noche encontraría a la bestia, que no me volvería a atormentar en sueños, pues en la

realidad la enfrentaría. La ira me guió de nuevo a casa, seguí mi instinto sabiendo que estaría adentro, buscándome

como cada noche a esta hora entre mis sueños para torturarme. Cada puerta tronó con mis golpes de ira al abrirla,

tras cada una de ellas esperaba encontrarle, y finalmente al entrar a la habitación le encontré, allí, frente a mí, con

sus ojos fulgurantes de ira, sus manos como garras listas para atacar; apenas vestido con harapos rotos por su

horrenda mutación, sus colmillos rabiosos esperaban la presa y su negro pelaje encontraba mimetismo en lo oscuro

de la noche… Lo miré perplejo a los ojos, pero él no pudo hacerme nada… pues sólo era mi reflejo en el espejo.

Manuela Giraldo Sánchez.