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ACTUALIZACIÓN: PROBLEMAS GASTRODUODENALES. DISPEPSIA: Dispepsia: una consulta de todos los días. BMJ 2013; 347: f5059 FUENTE: INTRAMED Un cuadro frecuente y a menudo no resuelto. ¿Orgánica o funcional? ¿Cómo estudiarla y tratarla con fundamento científico? Puntos centrales •La dispepsia es común, alrededor de un quinto de la población se ve afectada en algún momento de sus vidas. •Es una condición crónica con una naturaleza evolutiva con recaídas y remisiones. •No hay evidencia de que la dispepsia afecte negativamente a la supervivencia. •En la mayoría de los pacientes, no hay causa para la dispepsia que se detecte en la endoscopia. •El cáncer gastroesofágico es muy poco frecuente entre los pacientes con dispepsia que no tienen síntomas de alarma. •La mayoría de los tratamientos son seguros y bien tolerados, pero hay poca evidencia de que tengan algún efecto a largo plazo sobre el curso natural de la enfermedad. Definición: Las definiciones del término dispepsia varían pero generalmente describen el dolor o malestar en la región epigástrica. Las personas con dispepsia tienen una esperanza de vida normal1 pero los síntomas afectan su calidad de vida, 2 3 y su productividad.4 El costo de la dispepsia se estima en el Reino Unido más de £ 1bn anuales 5 por lo que resulta importante manejar esta condición de la manera más apropiada. Resumimos recientes revisiones sistemáticas, metanálisis y ensayos controlados aleatorios que aporten los lectores una actualización sobre qué hacer frente a este trastorno con eficacia. Fuentes y criterios de selección Se hicieron búsquedas en Medline, Embase, Cochrane Database of Systematic Reviews, y Clinical Evidence Online con el término de búsqueda "dispepsia", también se emplearon actas de congresos recientes. Hemos limitado los estudios a los realizados en adultos y a las revisiones sistemáticas, meta-análisis basados en ensayos controlados aleatorizados de alta calidad publicados durante los últimos cinco años, siempre que eso fue posible. ¿Qué es la dispepsia y quién la padece? "Dolor o malestar epigástrico durante al menos tres meses en un paciente que no refiere acidez predominante o regurgitación" La dispepsia es un diagnóstico sintomático. Se han propuesto una variedad de definiciones, pero una definición operativa razonable para el médico de atención primaria es el dolor o malestar epigástrico durante al menos tres meses en un paciente que no refiere acidez

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ACTUALIZACIÓN: PROBLEMAS GASTRODUODENALES.

DISPEPSIA:

Dispepsia: una consulta de todos los días. BMJ 2013; 347: f5059

FUENTE: INTRAMED

Un cuadro frecuente y a menudo no resuelto. ¿Orgánica o funcional? ¿Cómo estudiarla y

tratarla con fundamento científico?

Puntos centrales

•La dispepsia es común, alrededor de un quinto de la población se ve afectada en algún

momento de sus vidas.

•Es una condición crónica con una naturaleza evolutiva con recaídas y remisiones.

•No hay evidencia de que la dispepsia afecte negativamente a la supervivencia.

•En la mayoría de los pacientes, no hay causa para la dispepsia que se detecte en la

endoscopia.

•El cáncer gastroesofágico es muy poco frecuente entre los pacientes con dispepsia que no

tienen síntomas de alarma.

•La mayoría de los tratamientos son seguros y bien tolerados, pero hay poca evidencia de

que tengan algún efecto a largo plazo sobre el curso natural de la enfermedad.

Definición:

Las definiciones del término dispepsia varían pero generalmente describen el dolor o

malestar en la región epigástrica. Las personas con dispepsia tienen una esperanza de vida

normal1 pero los síntomas afectan su calidad de vida, 2 3 y su productividad.4

El costo de la dispepsia se estima en el Reino Unido más de £ 1bn anuales 5 por lo que

resulta importante manejar esta condición de la manera más apropiada.

Resumimos recientes revisiones sistemáticas, metanálisis y ensayos controlados aleatorios

que aporten los lectores una actualización sobre qué hacer frente a este trastorno con

eficacia.

Fuentes y criterios de selección

Se hicieron búsquedas en Medline, Embase, Cochrane Database of Systematic Reviews, y

Clinical Evidence Online con el término de búsqueda "dispepsia", también se emplearon

actas de congresos recientes. Hemos limitado los estudios a los realizados en adultos y a las

revisiones sistemáticas, meta-análisis basados en ensayos controlados aleatorizados de alta

calidad publicados durante los últimos cinco años, siempre que eso fue posible.

¿Qué es la dispepsia y quién la padece?

"Dolor o malestar epigástrico durante al menos tres meses en un paciente que no refiere

acidez predominante o regurgitación"

La dispepsia es un diagnóstico sintomático. Se han propuesto una variedad de definiciones,

pero una definición operativa razonable para el médico de atención primaria es el dolor o

malestar epigástrico durante al menos tres meses en un paciente que no refiere acidez

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predominante o regurgitación (aunque estos síntomas pueden ser parte del complejo global

de síntomas).

La enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) se convierte en el diagnóstico más

probable si los síntomas de acidez o regurgitación son los predominantes, aunque esta es

una de las principales áreas de incertidumbre que rodean a la definición de dispepsia.

La condición es común a nivel mundial, con un 20-40% de la población mundial afectada,

6 dependiendo de la definición que se utilice. Los estudios epidemiológicos muestran una

asociación consistente con el sexo, edad, nivel socioeconómico, el tabaquismo o el

consumo de alcohol. 3 7

La dispepsia es más común en personas que toman medicamentos antiinflamatorios no

esteroideos (AINES) y medicamentos como los antagonistas del calcio, bifosfonatos,

nitratos y teofilinas.

También es más común en las personas infectadas con Helicobacter Pylori.7

Un estudio basado en la población también encontró una asociación entre la ansiedad y los

síntomas de dispepsia, 8 y determinados polimorfismos genéticos son más frecuentes entre

los pacientes con la condición.9

Existe una fuerte coincidencia entre el síndrome del intestino irritable, los síntomas de

reflujo gastro-esofágico y la dispepsia, 10 11 lo que sugiere que ciertos factores genéticos o

ambientales comunes están involucrados en el desarrollo de estos trastornos.

¿Qué causa la dispepsia?

Varias enfermedades pueden causar síntomas de dispepsia. Una revisión sistemática

identificó nueve estudios (5389 participantes) que realizaron endoscopia en una muestra de

población general con dispepsia. 12 En general, hubo una prevalencia de 13% de la

esofagitis erosiva y el 8% de prevalencia de la enfermedad por úlcera péptica, el cáncer

gástrico o esofágico se encontró en menos del 0,3% de las endoscopias.

La esofagitis fue más frecuente en la población occidental que entre los asiáticos (25% v

3%), mientras que lo contrario ocurrió para la enfermedad de úlcera péptica (3% v 11%).

En general, el 70-80% de las personas con dispepsia no tuvo resultados clínicamente

significativos en la endoscopia. Dichos pacientes se clasificaron como que presentaban

“dispepsia funcional”.

Los criterios de Roma III para la dispepsia funcional se dividen en dos síndromes

separados.

1. En el síndrome de dolor epigástrico, los pacientes refieren dolor intermitente o ardor

localizados en la región epigástrica.

2. Los pacientes con síndrome de distrés postprandial tienen plenitud postprandial y se

sienten molestos después de una comida de tamaño normal o tienen saciedad temprana que

impiden que terminen la comida.13

La fisiopatología de la dispepsia depende de la enfermedad subyacente.

La enfermedad por úlcera péptica generalmente es causada por la infección por

Helicobacter Pylori infección, con unos pocos casos se asociados con el consumo de AINE.

La enfermedad por reflujo gastro-esofágico (ERGE) es causada por una combinación de

fracaso de la unión gastro-esofágica para prevenir el reflujo ácido y una alteración en la

depuración del ácido desde el esófago. Aunque técnicamente distinta de la dispepsia, es

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posible que se presente con síntomas de tipo dispéptico, en lugar de acidez o

regurgitación.14

El reflujo ácido puede ser lo suficientemente grave como para dañar la mucosa esofágica,

en cuyo caso las lesiones por esofagitis erosiva serán visibles en la endoscopia.

Alrededor del 70-80% de los pacientes con dolor epigástrico tendrá dispepsia funcional, y

las causas de este trastorno son poco conocidas. La dismotilidad gastroduodenal y la

sensibilidad tanto a la distensión como al contenido ácido ácido15 han sido propuestas

como posibles causas.

Además de los mecanismos periféricos, hay cambios en la actividad cerebral, 16 17 lo que

sugiere que el procesamiento central también es anormal.

Por lo tanto, la dispepsia funcional se ha descrito como un trastorno multifactorial, que es

probablemente la razón por la que cualquier tratamiento individual resulta efectivo sólo en

una pequeña proporción de los pacientes que la padecen.

Las causas de las anomalías del sistema nervioso central, la dismotilidad, y la

hipersensibilidad reportadas en la dispepsia funcional, son poco conocidas. Se han

propuesto varias hipótesis, incluyendo un aumento sutil en los mediadores inflamatorios en

el tracto gastrointestinal superior. 18

Una observación que ha recibido mayor atención recientemente es la presencia de

eosinófilos en el duodeno.19 Esto ha llevado a la hipótesis de que el aumento resultante en

la activación inmune y la inflamación pueden causar neuromodulación que da lugar a una

alteración de la motilidad, hipersensibilidad, y cambios en el sistema nervioso central.

La causa de esta activación inmune es incierta, pero es probable que sea un proceso

infeccioso. El candidato obvio sería la infección por Helicobacter Pylori pero otras

infecciones podrían dar lugar a la activación inmune del tracto gastrointestinal superior. En

apoyo de esto, se ha observado que la dispepsia es más común después de un episodio de

gastroenteritis aguda.20

¿Cómo se puede establecer la causa de la dispepsia?

Los síntomas no permiten realizar una distinción fiable entre la enfermedad orgánica y la

funcional,21. Incluso los signos de alarma (cuadro), tales como la pérdida de peso, no son

de gran ayuda.22 A pesar de ello, en el Reino Unido, la presencia de cualquiera de estos

signos de alarma es una indicación de urgencia para la derivación a un especialista para

realizar endoscopia con el propósito de excluir el cáncer gastrointestinal superior. 23

De lo contrario, la endoscopia no es obligatoria en el manejo de la dispepsia, a pesar de que

es la única manera de establecer con precisión la causa subyacente, incluyendo a la

dispepsia funcional, que es un diagnóstico de exclusión basado en la ausencia de hallazgos

orgánicos.

Sin embargo, ningún país puede permitirse el lujo de realizar una endoscopia a todos los

pacientes, y la mayoría de las guías recomiendan la gestión de personas menores de 55 años

con dispepsia, pero sin signos de alarma mediante las pruebas de Helicobacter Pylori no

invasiva (prueba del aliento con urea) o antígenos en heces. Los pacientes con resultados

positivos deben ser tratados con terapia de erradicación y aquellos con resultados negativos

con terapia de supresión ácida. 24

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El centellograma gástrico puede ayudar a confirmar el vaciamiento gástrico retardado,

particularmente en pacientes con síntomas de tipo distrés postprandial, para dirigir el

tratamiento, a pesar de que la correlación entre las tasas de vaciamiento gástrico y los

síntomas son pobres. 25

Síntomas de alarma del aparato digestivo superior y pautas de derivación por sospecha de

cáncer23

• Edad ≥ 55 años con dispepsia de reciente aparición

• Hemorragia gastrointestinal crónica

• Disfagia

• Pérdida de peso involuntaria y progresiva

• Vómitos persistentes

• Anemia ferropénica

• Masa epigástrica

• Resultado de estudio con bario sospechoso

¿Cuáles son las opciones de tratamiento?

Dispepsia no investigada en atención primaria

Un metanálisis de datos procedentes de ensayos controlados aleatorios encontró que,

aunque la pronta endoscopia fue superior a las prueba de Helicobacter Pylori para los

pacientes con dispepsia no investigada y el tratamiento con terapia de erradicación -si es

positivo- en términos de control de los síntomas a los 12 meses, no fue costo eficaz. 26

Sin embargo, no está claro si un enfoque de prueba y tratamiento es preferible a la

supresión de ácido empírica de primera línea, ya que un segundo metanálisis de los datos

individuales no encontró ninguna diferencia significativa en los síntomas o en los costos

entre las dos.27

Si la prevalencia de Helicobacter Pylori es conocida en la población, tiene sentido utilizar

una estrategia de supresión ácida primero si la prevalencia es baja (<10%) y la estrategia

para Helicobacter Pylori de “test and treat” si la prevalencia es más alta .24

Si estas estrategias no tienen éxito, se pueden considerar otras opciones (véase más

adelante), o el paciente puede ser referido al segundo nivel de atención para el

asesoramiento y la investigación más a fondo de su caso particular.

Un ensayo holandés comparó dos estrategias de manejo de la dispepsia no investigada en

torno a la supresión ácida empírica.29 Una de las estrategias utilizó un enfoque gradual,

comenzando con antiácidos, con el tratamiento intensificado de H 2 antihistamínicos y

luego inhibidores de la bomba de protones (IBP) si los síntomas se mantuvieron sin control

(step up).

La segunda estrategia utilizó un enfoque con los medicamentos que se administraron en el

orden inverso y luego fueron retirados progresivamente (step down) si los síntomas

mejoraban.

El éxito del tratamiento (alivio adecuado de los síntomas) fue similar a los seis meses (72%

con step-up v 70% con step-down), pero los costos fueron significativamente menores con

el enfoque de step-up. Esto, junto con el pequeño efecto del tratamiento a favor de step-up,

hizo que prevaleciera en un análisis de costo-efectividad.

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Otro grupo de pacientes en atención primaria que pueden beneficiarse del diagnóstico y

tratamiento del Helicobacter Pylori son aquellos que no consultan por dispepsia muy a

menudo, pero que requieren IBP a largo plazo.

El tratamiento de erradicación del Helicobacter Pylori reduce significativamente las

puntuaciones de síntomas, el uso de medicamentos IBP, las consultas y los costos

relacionados con la dispepsia.

Se ha estimado que el 5% de la dispepsia en la comunidad se debe al Helicobacter Pylori,7

por lo que con la detección y tratamiento de este microorganismo en la población se podría,

teóricamente, reducir los costos relacionados con la dispepsia.

Los resultados de los estudios de seguimiento de las personas reclutadas para dos grandes

ensayos controlados aleatorios de cribado poblacional (y terapia de erradicación o placebo

si H. pylori era positivo) en el Reino Unido sugieren que este podría ser el caso, con costos

significativamente más bajos y un menor número de consultas después de 7 a 10 años. 31

32 Sin embargo, estos estudios no siguieron a todas las personas tratadas con éxito, por lo

que en la actualidad no hay pruebas suficientes para el cribado poblacional.

Enfermedad ulcerosa péptica

El papel causal del Helicobacter Pylori en la úlcera péptica está bien establecido, y los

pacientes con H. pylori positivo debe recibir terapia de erradicación. Una revisión Cochrane

encontró que el número necesario a tratar

(NNT) con terapia de erradicación para prevenir una recaída de úlcera duodenal (26

ensayos controlados con placebo) fue de 2 y para la úlcera gástrica (nueve ensayos) el

número fue de 3. 33 Aunque hubo heterogeneidad significativa entre los estudios en ambos

análisis, todos menos un ensayo mostraron un beneficio significativo con la terapia de

erradicación.

La triple terapia con IBP más dos antibióticos (claritromicina con amoxicilina o

metronidazol)) se debe utilizar en áreas como el Reino Unido donde la resistencia a la

claritromicina es menos de 10%. La terapia cuádruple de bismuto (bismuto más un IBP y

dos antibióticos) está recomendada donde la resistencia es mayor.34

La mayoría de los casos de úlcera péptica con estudios para Helicobacter Pylori negativos

son causados por AINE, y los ensayos muestran que los IBP son superiores a los anti H2

para la curación de la úlcera en esta situación.35 36

La úlcera negativa para Helicobacter Pylori y para AINES es rara y probablemente

requiera tratamiento con IBP a largo plazo.

La dispepsia funcional

Dieta y estilo de vida

Los “diarios de comida” en un pequeño estudio de 29 pacientes sugieren que las personas

con dispepsia funcional comen menos comidas y consumen menos energía y grasa que los

controles sanos,37 pero si ello es una causa o una consecuencia de los síntomas es una

conclusión poco clara.

A pesar de la prevalencia de la enfermedad celíaca no diagnosticada es mayor en personas

con síntomas de síndrome del intestino irritable, 38 esto no es el caso en la dispepsia. 39

Tampoco está claro si la sensibilidad al gluten no celíaca está involucrada en la generación

de los síntomas en algunos pacientes con dispepsia funcional.

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Los médicos suelen aconsejar a las personas con dispepsia perder peso, evitar los alimentos

grasos y el alcohol o dejar de fumar, pero hay poca evidencia de que estas medidas mejoran

los síntomas.40 Como resultado de ello, los fármacos son la base del tratamiento.

Terapia de supresión ácida

Los antiácidos neutralizan el ácido gástrico, la producción de la cual es controlada por la

gastrina, la histamina, y los receptores de acetilcolina. Una vez estimulados, estos

receptores activan bombas de protones en la célula parietal.

Los anti H2 y los IBP reducen la producción de ácido al bloquean a los receptores H2 o a la

bomba de protones, respectivamente. Debido a que los IBP actúan sobre la propia bomba

de protones, estos fármacos conducen a una supresión ácida más profunda que los anti H2 o

que los antiácidos.

Una revisión Cochrane ha estudiado la eficacia de los supresores de ácido en la dispepsia

funcional.41 Un ensayo controlado con placebo de antiácidos no mostró ningún beneficio.

Doce ensayos controlados aleatorios de anti H2 versus placebo encontraron que estos

medicamentos son eficaces para el tratamiento de la dispepsia funcional (NNT = 7).

Sin embargo, hubo heterogeneidad significativa entre los estudios, lo que no se explica por

el análisis de la sensibilidad lo que sugiere un sesgo de publicación o estudios pequeños. Su

eficacia puede haber sido sobreestimada.

Diez ensayos estudiaron los IBP. Una vez más, hubo un beneficio significativo sobre el

placebo, aunque este fue modesto (NNT = 10). Hubo heterogeneidad significativa entre los

estudios, sin ninguna explicación obvia. Un análisis de subgrupos realizado de acuerdo con

los síntomas predominantes mostró que los IBP son más beneficiosos en pacientes con

síntomas de tipo reflujo y más eficaces que el placebo en pacientes con dolor epigástrico.

Sin embargo, no fueron más eficaces que el placebo en pacientes con alteración de la

motilidad, como la dispepsia funcional.42

La mayoría de los ensayos utilizaron IBP durante cuatro a ocho semanas. Esto parece un

tiempo razonable, especialmente respecto de lo que se han planteado recientemente sobre la

seguridad del uso de IBP a largo plazo. Los estudios observacionales sugieren que la

fractura de cadera, la neumonía comunitaria y las infecciones por Clostridium Difficile son

más comunes entre los usuarios de IBP, 43 44 a pesar de todas estas asociaciones fueron

muy modestas, y la relación de causalidad directa no se puede suponer a partir de estudios

de este tipo.

Terapia de erradicación del Helicobacter Pylori

El beneficio de la terapia de erradicación es menos pronunciada en la dispepsia funcional

que en la enfermedad de úlcera péptica, pero el tratamiento es aún más eficaz que el

placebo. En una revisión Cochrane de 21 ensayos controlados con placebo, el NNT para la

mejoría de los síntomas después de la erradicación de Helicobacter Pylori fue del 14, sin

heterogeneidad entre los estudios.45

Fármacos procinéticos

Los procinéticos mejoran la motilidad gastrointestinal. Los ejemplos incluyen 5-

hidroxitriptamina-4 (5-HT 4) agonistas de los receptores, tales como cisapride y mosapride,

y antagonistas de la dopamina metoclopramida y la domperidona.

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Una revisión Cochrane identificó 24 ensayos controlados con placebo de procinéticos en la

dispepsia funcional. 41 Cisapride fue el fármaco más utilizado, se ha retirado debido a las

preocupaciones sobre la seguridad cardiaca, con sólo un ensayo que estudió mosapride o

domperidona, y ningún ensayo controlado aleatorio de la metoclopramida.

En general, estos medicamentos parecen ser muy eficaces (NNT = 6). Sin embargo, hubo

heterogeneidad significativa entre los estudios, lo que sugiere que su eficacia aparente

puede deberse al sesgo de publicación. Además, cuando se incluyeron sólo los ensayos de

alta calidad en el análisis del beneficio ya no era evidente.46

Los antidepresivos y terapias psicológicas

Los pacientes con dispepsia funcional, como con la mayoría de otros trastornos

gastrointestinales funcionales, tienen mayores índices de ansiedad, depresión y otros

trastornos psicológicos que las personas sanas.47

Los antidepresivos parecen ser de beneficio en el síndrome del intestino irritable, 48 y tres

ensayos se han llevado a cabo recientemente en la dispepsia funcional. En un estudio

realizado en China, una dosis baja del antidepresivo tricíclico Imipramina fue

significativamente más eficaz que el placebo (tasa de respuesta del 64% v 44%). 49

En otro ensayo chino el inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina Sertralina no fue

superior al placebo (28% experimentó completa resolución de los síntomas en ambos

grupos de tratamiento).50

Por último, en un ensayo controlado con placebo de la Amitriptilina o inhibidores

selectivos de la recaptación, Escitalopram, sólo Amitriptilina mostró un beneficio

significativo sobre el placebo.51 El retiro debido a eventos adversos fue más frecuente con

los antidepresivos en los tres ensayos. Estos hallazgos sugieren que, si se utiliza un

antidepresivo, un tricíclico es preferible.

Una revisión Cochrane sobre la eficacia de las intervenciones psicológicas en la dispepsia

funcional identificó cuatro ensayos. 52 La realización de un metanálisis formal no fue

posible debido a la presentación de datos incompletos. Los autores concluyeron que existía

evidencia suficiente para cualquier beneficio. Poco se ha publicado desde esta revisión

sistemática.

Un pequeño ensayo controlado aleatorio de pacientes en los que los tratamientos

convencionales han fracasado en comparación con la terapia cognitivo-conductual (TCC)

como un complemento al tratamiento médico intensivo.53

La respuesta favorable fue significativamente más probable con la terapia médica intensiva

combinada con TCC en comparación con el tratamiento estándar (54% v 17%), pero las

tasas de respuesta fueron similares con el tratamiento médico intensivo solo (46%), lo que

sugiere que la TCC puede no tener ningún beneficio aditivo. A pesar de la falta de

evidencia de ningún beneficio, parece razonable considerar tratamientos psicológicos en

pacientes con síntomas molestos que tienen ansiedad o depresión coexistente.

Terapias alternativas

En un ensayo controlado aleatorizado que comparó la acupuntura con un procedimiento

simulado en la

dispepsia funcional, las tasas de respuesta fueron significativamente mayores con la

acupuntura real (71% v 35%). 54 Un estudio más pequeño de simulacro controlado, 55 que

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incluyó estudios de imágenes neurológicas, encontró que la acupuntura llevó a la

desactivación de la corteza cingulada anterior, la ínsula, el tálamo y el hipotálamo, que

están involucrados en el procesamiento de estímulos viscerales dolorosos, tal vez explique

su mecanismo terapéutico.

El Iberogast preparación a base de hierbas, también conocido como STW5, que es una

combinación de extractos de plantas, ha sido probado en varios ensayos de dispepsia

funcional. Iberogast mejoró significativamente las puntuaciones de síntomas en

comparación con el placebo en un ensayo, 56 y en otro 43% de los pacientes asignados al

azar a Iberogast reportaron resolución de los síntomas a las ocho semanas en comparación

con sólo el 3% con placebo.57

Un estudio controlado con placebo solo también encontró que el aceite de menta,

combinado con aceite de alcaravea, fue beneficioso en la dispepsia funcional.58

Al el momento de escribir este artículo, no existen ensayos controlados aleatorios que

hayan investigado a los probióticos en la dispepsia.

Consejos para no especialistas

•Tratar la enfermedad ulcerosa péptica con terapia de erradicación si el Helicobacter Pylori

está presente o con inhibidores de la bomba de protones, si están implicados los fármacos

anti-inflamatorios no-esteroideos (AINE).

•El tratamiento de erradicación puede ser beneficioso en pacientes con dispepsia funcional

y Helicobacter Pylori positivo, aunque el efecto es modesto.

•Los inhibidores de la bomba de protones, antihistamínicos H2, y los procinéticos pueden

ser beneficiosos para los casos con Helicobacter Pylori negativo y dispepsia funcional o en

pacientes que no se benefician de la terapia de erradicación.

•Los inhibidores de la bomba de protones son beneficiosos en pacientes con dispepsia

funcional que tienen principalmente síntomas de reflujo o dolor epigástrico, pero no en

aquellos con síntomas de tipo dismotilidad.

•El aumento de la evidencia sugiere que los antidepresivos tricíclicos, pero no los

inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, son beneficiosos en la dispepsia

funcional.

•No hay evidencia de que los tratamientos psicológicos sean de beneficio en la dispepsia

funcional.

•Las terapias alternativas se deben reservar para los pacientes con dispepsia funcional

cuyos síntomas no se alivian con los tratamientos convencionales.

Trastornos del sueño, distrés psicológico y dispepsia funcional. Autor: Li Y, Gong Y,

Lin L y colaboradores BMC Psychiatry 18(1):1-7, May 2018

FUENTE: INTRAMED

Los médicos deben estar atentos a los trastornos del sueño y a los factores psicológicos en

aquellos pacientes con diagnóstico de dispepsia funcional

Introducción

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La dispepsia funcional (DF) es un trastorno frecuente asociado con múltiples factores como

por ejemplo los trastornos motores, la infección porHelicobacter pylori, la hipersensibilidad

visceral, trastornos del sistema nervioso central y un estilo de vida no saludable.

El consenso Roma III lo subdivide en dos grupos: el síndrome de dolor epigástrico y el

síndrome de distrés posprandial.

Hay evidencia que sugiere que la dispepsia funcional se encuentra asociada al distrés

psicológico. Además, el trastorno del sueño se presenta frecuentemente en estos pacientes y

podría tener influencia sobre la gravedad de los síntomas de la dispepsia funcional. El

objetivo del estudio es revelar qué asociaciones presenta el distrés psicológico y los

trastornos del sueño en relación con la dispepsia funcional y sus subgrupos.

Métodos

El estudio se realizó entre julio de 2015 y mayo de 2016, incluyendo pacientes que

cumplieran los criterios ROMA III, derivados de los servicios de gastroenterología y

psicología del hospital de la universidad de Medicina de Nanjing.

Se incluyeron voluntarios adultos sin patología gastrointestinal o psicológica reconocida

para formar parte del grupo de participantes sanos.

Para el diagnóstico de DF se consideraron los criterios Roma III que definen esta patología

como la presencia de plenitud postprandial, saciedad temprana o dolor o pirosis más de una

vez por semana durante al menos 3 meses.

Se realizaron registros de los datos demográficos y del estilo de vida, como edad, estado

civil, índice de masa corporal (IMC), nivel educativo, hábito tabáquico y consumo de

alcohol.

Con el propósito de evaluar la calidad del sueño, se empleó una versión en chino del

cuestionario PSQI. Este cuestionario está conformado por 19 ítems que se subdividen en 7

componentes que incluyen la percepción subjetiva de la calidad del sueño, la latencia de

sueño, la duración, la eficiencia habitual del sueño, los trastornos del sueño, el uso de

medicación y la disfunción diurna. El cuestionario puntuaba en una escala de 0 a 21 puntos,

un puntaje más alto indica peor calidad de sueño.

Para la evaluación del distrés psiquiátrico fue empleado el cuestionario SCL-90R,

ampliamente utilizado en la práctica cotidiana y en investigación en China, y que consta de

90 ítems que evalúan clínicamente los síntomas asociados a 9 entidades como la

somatización, el trastorno obsesivo compulsivo, la sensibilidad interpersonal, la depresión,

ansiedad, hostilidad, ansiedad fóbica, ideación paranoide y el psicoticismo. Ambos

cuestionarios fueron respondidos de manera individual e independiente por cada

participante.

Para el análisis de datos estadísticos se empleó odds ratio (OR) con intervalo de confianza

(IC) del 95% y el valor de p < 0.05 se consideró como clínicamente significativo.

Resultados

De un total de 263 sujetos elegibles para la inclusión al estudio, 224 (85.1%) aceptaron

participar; 109 de ellos no completaron el cuestionario por el deseo de no participar o por

pertenecer a un bajo nivel educativo.

Finalmente 115 pacientes con dispepsia funcional completaron los cuestionarios. El grupo

control incluyó 61 participantes sanos (80.3% de sexo femenino), con una media de edad de

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41.36 + 12.32 años. En el grupo con DF la media de edad fue de 41.72 + 12.22 años (entre

17 y 61 años) y el 80.3% eran mujeres.

El estudio no demostró diferencias significativas entre los participantes en función de la

edad, género, estado civil, hábito tabáquico, consumo de alcohol. Fue observado que, en

comparación con el grupo control, en los participantes con DF se registraron valores

menores de IMC (índice de masa muscular) y menor nivel educativo.

De los 115 pacientes con DF, el 75% presentó síntomas compatibles con síndrome de dolor

epigástrico, y el 47% con síntomas de distrés postprandial. El 22.6% presento síntomas

compatibles con ambas entidades.

Los trastornos en el sueño fueron frecuentes tanto en los participantes sanos como en

aquellos con DF. Aquellos pacientes con DF tuvieron puntajes en el cuestionario PSQI que

fueron significativamente mayores en comparación al grupo control.

Otros parámetros determinados por los cuestionarios como por ejemplo la calidad del

sueño, la latencia de sueño y la duración, entre otros, fueron destacablemente mayores en

estos pacientes con DF en relación al grupo control.

Un total de 61 pacientes con DF presentaron puntajes altos en el cuestionario PSQI en

relación con el sueño con más de 11 puntos en la escala. De estos, 5 pacientes tuvieron

valores por encima de 15, representando un trastorno del sueño grave.

Se observó que, ante un aumento del puntaje en el cuestionario concerniente a evaluar el

sueño, hubo un aumento escalonado y consistente en el puntaje que evaluó síntomas de DF.

La evaluación psicológica mediante el cuestionario SCL-90R reveló mayores puntajes en

aquellos pacientes con DF, asociándolo a entidades como la somatización, el trastorno

obsesivo compulsivo, la sensibilidad interpersonal, depresión, entre otras.

En el análisis multivariado se identificaron como factores independientes de riesgo para la

DF tanto la hostilidad (OR = 4.29, IC 95% 1.12-16.47, p < 0.05) como la ansiedad fóbica

(OR = 6.41, IC 95% = 1.40-29.43, p < 0.05).

Además, un IMC bajo, el menor nivel educativo y un puntaje alto en el cuestionario PSQI

fueron determinados como factores de riesgo independiente.

El síndrome de dolor epigástrico fue asociado independientemente con la somatización y la

hostilidad.

El distrés posprandial fue asociado con la hostilidad. Ambos se encontraron asociados a

IMC bajos, niveles educativos inferiores y puntaje PSQI mayor.

Discusión

Los médicos deben estar atentos a los trastornos del sueño y a los factores psicológicos en

aquellos pacientes con diagnóstico de dispepsia funcional

En el estudio se evaluaron mediante cuestionarios (PSQI y SCL-90R) la condición

psicológica y de sueño de pacientes con DF. Estudios previos sugerían la importancia del

distrés psicológico como factor común en pacientes con DF.

El presente estudio logró asociar los trastornos de sueño como factor independiente,

además de los factores psicológicos como la somatización, el trastorno obsesivo

compulsivo, la sensibilidad interpersonal, la depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad

fóbica y psicoticismo, con la DF.

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Además, el estudio señala que otras características como el puntaje de IMC bajo, el nivel

educativo inferior, los trastornos del sueño, la hostilidad y la ansiedad fóbica son todos

factores de riesgo independiente para la DF.

Algunos estudios anteriores ya han descripto la asociación entre la DF y los trastornos del

sueño. Entre ellos un estudio de tipo cohorte reportó que tanto la somatización como los

trastornos del sueño serían factores independientes para la DF.

El presente estudio reveló la misma asociación en relación con la DF y sus subgrupos,

además de agregar la observación de que, al aumentar el puntaje en el cuestionario PSQI,

los síntomas referidos por los pacientes con DF son más graves.

Los mecanismos subyacentes a estas interacciones entre el trastorno del sueño y los

síntomas de DF pueden ser complejos, aunque los autores mencionan como hipótesis la

posibilidad que la epigastralgia grave pueden conllevar a dificultades en la conciliación y

mantenimiento del sueño, o bien por otro lado, que es la alteración en el sueño lo que

aumentaría la manifestación de síntomas en la DF. Esta última hipótesis podría

comprobarse desde hallazgos en estudios del sueño REM y de ondas lentas de sueño.

Algunos estudios refieren la importancia de los trastornos del ánimo en relación con las

enfermedades disfuncionales, pero todavía la valoración de la influencia de los factores

psicológicos se encuentra limitada y requiere mayor estudio.

La utilización del cuestionario SCL-90R en función de determinar qué factores

psicológicos intervienen en la DF, demostró una relación con esta patología por la

presentación de puntajes más altos en pacientes con este diagnóstico en comparación con

los pacientes control.

Por otro lado, no está claro todavía si el tratamiento a pacientes con DF con medicación

para el sueño o psicofármacos mejoraría la presentación de síntomas. Si bien los estudios

aleatorizados fueron pocos y en algunos casos fueron suspendidos, 4 ensayos sugieren que

la terapia psicológica beneficia al control sintomático en pacientes con dispepsia.

Otro estudio realizado durante 6 meses, refiere que mejoraría inclusive el efecto curativo en

corto y largo plazo. Un estudio aleatorizado controlado con placebo, informa que el

tratamiento con mirtazapina en estos pacientes mejoraría significativamente no sólo el

saciamiento temprano, sino además la calidad de vida, la ansiedad relacionada con el

aparato gastrointestinal, la tolerancia a nutrientes e incluso la pérdida de peso.

Los autores sugieren que los médicos deben estar atentos a los trastornos del sueño y a los

factores psicológicos en aquellos pacientes con diagnóstico de DF para poder proveerles

medicación más efectiva.

Las limitaciones de este estudio fueron que no se realizaron mediciones desde el aspecto

fisiológico, aunque recalcan que el diagnóstico de trastorno del sueño es esencialmente

dependiente del aspecto subjetivo del paciente.

Conclusiones

Los investigadores concluyen que el estudio logró relacionar los trastornos del sueño y las

emociones negativas con la dispepsia funcional.

Los trastornos del sueño demostraron ser un factor de riesgo independiente para la

aparición de dispepsia funcional y sus subgrupos, al igual que la característica de la

hostilidad.

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Los autores consideran que la investigación sobre estos mecanismos que vinculan los

trastornos del sueño con las emociones negativas en la dispepsia funcional puede brindar

nuevas intervenciones para la reducción de los síntomas en la dispepsia funcional.

SIIC- Sociedad Iberoamericana de Información Científica

Psicología y trastornos gastrointestinales

Los trastornos gastrointestinales son una carga importante para la sociedad, incluyendo la

elevada asistencia sanitaria, los costos, la pérdida de la productividad laboral, la

discapacidad y la mala calidad de vida.

Autor: Laurie Keefer Nature Reviews Gastroenterology & Hepatology Vol 15, 378–386

(2018)

FUENTE: INTRAMED

Introducción Los trastornos gastrointestinales son una carga importante para la sociedad, incluyendo la

elevada asistencia sanitaria, los costos, la pérdida de la productividad laboral, la

discapacidad y la mala calidad de vida. Además de su asociación con el dolor crónico, la

fatiga y la angustia psicológica, los síntomas del tracto gastrointestinal superior e inferior

son muy molestos para los pacientes y son estigmatizados por los otros.

Hay varias vulnerabilidades psicológicas conocidas relacionadas con el inicio y/o la

exacerbación de los trastornos gastrointestinales por ej., la adversidad a muy temprana

edad, la psicopatología y la mala adaptación a los hechos que se deben afrontar.

Los trastornos de la motilidad han sido implicados en la fisiopatología de la enfermedad

gastrointestinal funcional (EGIF) y. A menudo, la depresión y la ansiedad son condiciones

comórbidas con la enfermedad intestinal inflamatoria (EII), especialmente cuando la

enfermedad es activa.

Por otra parte, la falta de aceptación o adaptación a las demandas de una enfermedad

compleja, el manejo de los efectos adversos desagradables o el padecimiento de síntomas

incómodos han sido vinculados a la depresión, la mala calidad de vida, las cirugías no

planificadas y los elevados costos médicos en esta población de pacientes.

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Los avances en la ciencia de la intervención conductual han permitido el desarrollo y la

validación de manuales de psicoterapias para el tratamiento de las afecciones cerebro

intestinales, como la hipnoterapia dirigida al intestino, la terapia conductual cognitiva y la

psicoterapia interpersonal psicodinámica, que se centran en la rehabilitación de

vulnerabilidades psicológicas específicas. De hecho, en la actualidad, estas psicoterapias

están siendo integradas directamente a la práctica gastroenterológica por especialistas en

este campo emergente de la psicogastroenterología.

El cambio hacia la integración de la psicología en la práctica de la gastroenterología brinda

la oportunidad de abarcar más allá de los individuos que están psicológicamente

vulnerables, hacia una ciencia y práctica que cultivan las fortalezas humanas y los estilos de

afrontamiento que mitigan el presunto efecto negativo de los trastornos gastrointestinales

crónicos.

En última instancia, este conocimiento podría facilitar el acceso a la atención psicológica

temprana efectiva, dentro de la práctica de la gastroenterología, mucho antes de que los

pacientes desarrollen hábitos de afrontamiento inadaptados, contraigan síntomas físicos y

psicológicos experimenten resultados malos y costosos de la enfermedad.

Los principios y prácticas de la psicología positiva, el estudio científico de las emociones

positivas, los rasgos de carácter positivos y los contextos y entornos en los que las personas

siguen adelante a pesar de los obstáculo podría proporcionar un marco para estos avances

en la práctica.

Con el respaldo de los mismos métodos y técnicas psicológicas rigurosos que han

informado exitosamente el acercamiento de la autora y col. al sufrimiento humano y la

enfermedad mental, la psicología positiva se centra en resultados como la felicidad y el

bienestar subjetivo.

Aunque todavía hay mucho para estudiar sobre la psicología positiva en el campo de la

gastroenterología, la autora ha optado por examinar la resiliencia, el optimismo y,

específicamente, el autocontrol.

Esta decisión fue tomada debido a una serie de factores: ya existía ciencia en el constructo

relacionado con la enfermedad gastrointestinal; ya existía ciencia en otros grupos de

enfermedades crónicas con una fisiopatología o cronicidad similar a la enfermedad

gastrointestinal; y/o el constructo podría ser fácilmente cultivado dentro de las psicoterapias

cerebro intestinales existentes o emergentes.

Resiliencia

La resiliencia se asocia con el funcionamiento saludable del SNC, incluyendo la regulación

del SNA, la función vagal y el desarrollo cerebral

La resiliencia puede definirse como la propia capacidad de recuperarse o adaptarse física y

emocionalmente a la adversidad. Los seres humanos son una especie resiliente, con

capacidad de recuperación la mayoría de las personas, incluso en situaciones de estrés

extremo, se adaptan a la adversidad o al trauma y escapan del desarrollo de la enfermedad

psiquiátrica.

Solo ~8-10% de los individuos expuestos a un trauma que amenaza la vida desarrollan

posteriormente un trastorno por estrés postraumático (TEPT). Dicho esto, la adversidad a

edad temprana, incluyendo el abuso sexual, es un factor de riesgo bien establecido para el

desarrollo de la EGIF y, en los seres humanos y los modelos animales de trastornos

gastrointestinales, el estrés a edad temprana se ha relacionado con el dolor y la inflamación

visceral, siendo el sexo femenino el de mayor riesgo.

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La resiliencia diferencia bien a los adolescentes con EII que están preparados para la

transición a la atención médica del adulto de aquellos que están menos preparados para su

autocuidado independiente. La resiliencia también podría mediar en la relación entre la

depresión, la ansiedad y la actividad clínica de la EII.

Desde el punto de vista fisiológico, la resiliencia se asocia con el funcionamiento saludable

del sistema nervioso central, incluyendo la regulación del sistema nervioso autónomo, la

función vagal y el desarrollo cerebral.

Los marcadores neuroquímicos asociados con el funcionamiento del eje cerebro intestinal

(por ej., noradrenalina, hormona liberadora de corticotrofina y cortisol), y los químicos

como la serotonina y la dopamina, median la resiliencia frente al estrés agudo.

Aunque la resiliencia todavía no ha sido bien estudiada en gastroenterología, podría servir

como una característica protectora para mitigar el inicio y/o el mantenimiento de los

síntomas gastrointestinales.

El trabajo publicado en 2017 por Park y col. ha sugerido que la disminución de la

resiliencia, medida por la Brief Resilience Scale y por la elevación de los glucocorticoides,

un indicador del estrés crónico es una característica que diferencia a los individuos con

EGIF de las personas sanas.

La relación entre la resiliencia y los síntomas gastrointestinales también se basa en la

evidencia de aberraciones en el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS), tanto en la

EGIF como en los trastornos comórbidos comunes, sensibles al estrés, como la depresión o

la enfermedad por estrés postraumático un supuesto compartido entre estas poblaciones de

pacientes es que hay un circuito neural alterado o un funcionamiento de los sistemas

neuroendocrinos inadecuado, que dan como resultado una respuesta fisiológica al estrés,

incluso en circunstancias normales.

Alternativamente, la dehidroepiandrosterona (DHEA) y el neuropéptido-Yhan surgido

como posibles biomarcadores de resiliencia en los seres humanos; por ejemplo, si se secreta

al recibir un estresante agudo, la DHEA puede reducir el riesgo de desarrollar el TEPT, y

los niveles elevados de DHEA en individuos con TEPT se asocia con mejores resultados

terapéuticos.

Ha sido intrínsecamente difícil estudiar el eje HHS en las EGIF, dada la elevada

heterogeneidad de los síntomas y los fenotipos, y la elevada tasa de superposición de

comorbilidades psiquiátricas; por lo tanto, la importancia de la reactividad del eje HHS

sigue siendo un tema complejo en la enfermedad gastrointestinal.

Un área para futuras investigaciones es si la detección precoz de la resiliencia disminuida

permitiría prevenir los resultados negativos, a través del desarrollo de intervenciones que

mitiguen el aumento de la respuesta fisiológica al estrés.

También se ha demostrado que en los pacientes vulnerables, el estrés crónico, amplificado

por el escaso afrontamiento (como los síntomas de catastrofismo), afecta tanto genética

como neurológicamente, y el exceso de secreción de cortisol limita la capacidad del cerebro

para hacer nuevas conexiones o vías, que normalmente permitirían que el individuo adapte

su conducta a un diagnóstico o a un conjunto de síntomas crónicos.

Un ejemplo de esto es el deterioro de los mecanismos cerebrales para filtrar adecuadamente la

entrada de sensaciones benignas provenientes del intestino (detección de amenazas), de manera que

eventualmente pierden su capacidad natural para discriminar entre una amenaza verdadera

(perforación colónica) y otras sensaciones benignas (por ej., plenitud postprandial).

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A pesar de la extensa investigación sobre el vínculo entre el estrés y la EII, los resultados

no han sido concluyentes. Lamentablemente, dice la autora, la mayor parte de esta

investigación ha sido retrospectiva y transversal, con una variada definición del estrés, sin

grupos de control apropiados y no han tenido en cuenta la variación individual en el estado

o actividad de la enfermedad, el afrontamiento o la percepción de los síntomas.

La respuesta de relajación a la meditación de Benson ha demostrado ser eficaz en la EII

asociada con la expresión modificada del factor nuclear potenciador de las cadenas ligeras

kappa de las células B activadas (NF-κB) en el síndrome del intestino irritable (SII) y la

EII.

Aunque la consideración del estrés o el mantenimiento de los trastornos gastrointestinales a

edad temprana no es novedosa, la traducción de algunas investigaciones en animales ha

mostrado que ciertos mecanismos de resiliencia 'activos' pueden contrarrestar los cambios

moleculares que se producen como respuesta al estrés en Individuos susceptibles.

Por ejemplo, algunas investigaciones en seres humanos y primates con colitis ulcerosa

también ha mostrado que el apoyo social, un mediador de la resiliencia, podría disminuir la

respuesta al estrés en la EII.

En otro estudio, los practicantes de larga data de la meditación de Benson mostraron una

expresión diferencial de 2.000 genes asociados al metabolismo celular, la fosforilación

oxidativa y la reducción del estrés oxidativo en comparación con los que no lo practican,

destacando que el entrenamiento en el manejo del estrés podría contrarrestar el daño celular

que ocurre en los pacientes bajo estrés crónico.

La evaluación de la resiliencia es una práctica estándar en el centro de EII del Hospital

Mount Sinai, en EE. UU. Esta evaluación permite estratificar a los pacientes que tienen

menos probabilidades de recuperarse de sus síntomas, una cirugía o un diagnóstico

inoportuno, y ofrecer una intervención psicológica efectiva temprana para los pacientes

vulnerables, antes que aparezcan los resultados negativos.

Este enfoque en la atención de la EII, que probablemente también es relevante en todo el

espectro de trastornos gastrointestinales, se ha denominado GRITT (Ganando Resiliencia a

Través de las Transiciones); datos preliminares muestran que este método puede mejorar

los resultados y reducir las visitas al departamento de emergencia y las hospitalizaciones de

los pacientes con EII.

En los pacientes con trastornos gastrointestinales se han utilizado dos buenas medidas de

resiliencia: la escala Connor– Davidson Resilience Scale y la Brief Resilience Scale. Para la

investigación futura es importate combinar el cribado de la resiliencia con los

biomarcadores, incluidos tanto los relacionados con el eje HHS como con la inflamación y

otros puntos finales específicos de la enfermedad.

Optimismo

Los optimistas ven la adversidad como algo pasajero, de alcance limitado y manejable; este

'estilo explicativo', o técnica adaptativa de afrontamiento permite al paciente mantener sus

objetivos de vida a pesar de la enfermedad crónica.

Las personas optimistas son agradecidas, más felices, menos estresadas y menos

deprimidas que sus contrapartes pesimistas, y es más probable que experimenten

interacciones positivas con el sistema de salud.

A veces referido como "hallazgo significativo" o "crecimiento postraumático", el

optimismo en el contexto de la enfermedad crónica, incluso en su etapa terminal, es un

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factor protector, potencialmente a través de las vías de autocuidado o apoyo social más

firmes, en el SII y la EII, este último ha sido vinculado a resultados positivos.

Cuando está presente, el optimismo predice la medida en la cual un paciente afrontará la

enfermedad adaptativa, cumplirá el tratamiento o las recomendaciones sobre el estilo de

vida y se recuperará de los acontecimientos cardíacos, ictus y cáncer.

El optimismo ha sido asociado independientemente con una reducción de la

rehospitalización por causa cardíaca en pacientes con síndrome coronario agudo y, menor

riesgo de infarto de miocardio en los pacientes con enfermedad arterial coronaria.

El optimismo promovió la calidad de vida en los receptores de trasplante cardíaco, hasta 4

años después del mismo, pero no ha sido bien estudiado en los trastornos gastrointestinales.

En general, la población de optimistas, definidos mediante cuestionarios autoinformados,

parece ser más saludable a largo plazo, con perfiles lipídicos más sanos, niveles más bajos

de marcadores inflamatorios y mayor cantidad de antioxidantes séricos y, una respuesta

inmune más intensa que los no optimistas.

También podría haber una base neuronal para la capacidad de crear un significado positivo

de las experiencias negativas. El optimismo ha sido vinculado a una función autonómica

más saludable y mayores niveles de variabilidad de la frecuencia cardíaca, que están cada

vez más implicados en la fisiopatología del aparato digestivo, incluyendo el SII y la EII.

La reevaluación optimista de los eventos negativos ha sido vinculada a una mayor

conectividad entre los centros de recompensa cerebral, como el estriado ventral y la

corteza prefrontal ventromedial, y las regiones del cerebro involucradas en la

autorregulación emocional, la excitación y el autocontrol, incluyendo la amígdala.

Como reflejo de la investigación en enfermedades cardiovasculares, las investigaciones

gastrointestinales futuras podrían estudiar el grado en que el optimismo se asocia con la

desregulación del cerebro intestinal y/o la inflamación en el SII y la EII.

Desde el punto de vista conductual, los optimistas y pesimistas también difieren en su

enfoque de la resolución de los problemas, ya que para afrontarlos, los optimistas están

dispuestos a participar por igual en el afrontamiento de sus emociones y del problema,

haciendo frente a la situación que demanda. Curiosamente, se ha demostrado que en las

EGIF, la falta de flexibilidad para resolver los problemas conduce a síntomas graves.

A menudo, cuando los problemas no tienen solución, estos pacientes no utilizan técnicas de

afrontamiento enfocadas en la emoción (por ej., humor, oración, relajación o búsqueda de

apoyo social). El optimismo se puede aprender, potencialmente, construyendo la aceptación

de las enfermedades, mejorando la confianza en sí mismo y tomando distancia (abandono

del catastrofismo).

El optimismo, como la resiliencia, podría ser una nueva forma de marcar la diferencia de

hacer frente al problema, solucionando y mejorando la precisión con la que podría aplicarse

la terapia cognitivo conductual en esa población. En el terreno de la investigación, el

optimismo se puede medir mediante el Life Orientation Test-Revised.

Autorregulación y dominio

La capacidad de autocontrolarse, o de manejar los pensamientos, sentimientos y conductas

y/o impulsos, para lograr un objetivo deseado, incluso si el objetivo es distante o abstracto,

es otra fuerza humana de importancia para los trastornos gastrointestinales.

De hecho, uno de los principales descubrimientos atribuidos a la psicología positiva fue que

las emociones positivas y negativas no son simplemente dos extremos del mismo espectro

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sino que están instaladas a lo largo de un continuo sobre dos ejes ortogonales las

experiencias positivas y negativas de las emociones deben recibir igual atención.

Los individuos con fuertes habilidades de autocontrol tienden a tener mejor educación y

trayectoria en su carrera, mejores habilidades sociales y más relaciones sociales

satisfactorias, mejor salud general y más longevidad que aquellos con déficit de

autocontrol.

En el ámbito clínico de la gastroenterología, se pueden ver diferencias en el autocontrol

durante el proceso de diagnóstico, el que puede tomar varios meses e implica

procedimientos incómodos o desagradables. Al principio del tratamiento, cuando se

requiere el autocontrol mientras se titulan los medicamentos, se experimentan efectos

adversos desagradables y se incrementan las terapias que implican un cambio del estilo de

vida importante.

Se requiere que el autocontrol sea prolongado para mantener el bienestar, por ejemplo, en el

manejo de medicamentos a largo plazo, el seguimiento de comorbilidades y síntomas

asociados a la enfermedad, el manejo de las emociones relacionadas con el padecimiento

una enfermedad crónica, practicando la vigilancia y participando en chequeos médicos de

rutina.

Las personas con un gran autocontrol, cuando tienen que elegir entre un alivio

inmediato (alivio de los síntomas por un opioide, cirugía o medicación ansiolítica)

o mediato (6 meses con un agente biológico, 1 año con una ostomía o una dieta sin gluten),

son capaces de recurrir a emociones positivas relacionadas con alcanzar la meta; esta

anticipación de sentirse bien, o de volver a la escuela o a trabajar, les permite tolerar el

distrés y continuar, a pesar de los obstáculos (como el retraso de las autorizaciones de su

seguro de salud, los efectos adversos de los medicamentos o la restricción de la actividad).

Por desgracia, en la práctica gastroenterológica también puede ocurrir un autocontrol

excesivo, como las tendencias obsesivo-compulsivas sobre los hábitos intestinales o

conductas alimentarias inadaptadas o restrictivas. La autoeficacia, o dominio, está

intrincadamente vinculada al autocontrol y ha sido directamente vinculada a resultados

positivos de la salud.

La autoeficacia refleja la confianza de uno en su habilidad para triunfar en cualquier

autocuidado de una enfermedad específica y es particularmente relevante cuando un

individuo debe adoptar una conducta sanitaria nueva (inyecciones, infusiones asistidas,

restricciones dietéticas o tragar píldoras) o ajustar sus creencias o actitudes (aceptación de

la enfermedad; el reconocimiento de los dolores o la enfermedad o la medicación como no

amenazantes).

La autora y su equipo han demostrado que la autoeficacia, evaluada mediante una medición

autoinformada validada, se asocia con mejores resultados en la EII pediátrica y del adulto,

así como en el cuidado de la esofagitis eosinofílica. En los pacientes con EII, la

autoeficacia puede ser modificada directamente mediante la intervención conductual, en

particular las basadas en habilidades como la terapia cognitivo conductual o el

entrenamiento del autocuidado.

Finalmente, la capacidad de autocontrol puede ser influenciada por varios procesos

biológicos e inmunológicos.

Por ejemplo, el cortisol afecta las funciones cerebrales que alteran el autocontrol y la actividad del

sistema inmunológico, incluidas las citocinas proinflamatorias circulantes y las influencias de la

cognición, la motivación y el comportamiento.

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Esta conexión inversa ha sido descrita antes en la investigación de la depresión asociada a

la EII. Todavía no se ha investigado si al adquisición de un comportamiento autorregulador

durante la inflamación puede compensar esta asociación.

Aplicación la psicología positiva

Más de 40 ensayos controlados aleatorizados de psicoterapias cerebro intestinales se han

enfrentado a la terapia cognitiva conductual en diversas formas ? con y sin terapia de

exposición, hipnoterapia dirigida al intestino, reducción del estrés basada en la atención

plena, psicoterapia psicodinámica interpersonal ? al control de la atención, la

psicoeducación, la medicación psicotrópica, y/o la psicoterapia está en lista de espera.

En conjunto, en las áreas de la reducción de los síntomas gastrointestinales, la mayoría de

estas terapias han logrado efectos de pequeño tamaño (alivio adecuado), reducción del

distrés psicológico (depresión, ansiedad o abuso de sustancias) y mejoría de la calidad de

vida, pero no necesariamente han adelantado en la determinación de los efectos sobre el

bienestar subjetivo y/o la felicidad a largo plazo.

La terapia cognitiva conductual ha sido usada para la hipnoterapia dirigida al intestino,

así como en una gama de enfermedades digestivas, incluyendo el SII, la dispepsia

funcional, el dolor torácico no cardíaco, la EII y la enfermedad por reflujo gastroesofágico

(ERGE), dando un número necesario de tratar entre 2 y 4.

En la EII severa, la psicoterapia psicodinámica interpersonal también ha demostrado

eficacia y rentabilidad, especialmente en los pacientes con adversidad a edad temprana.

Actualmente, hay limitaciones para obtener evidencia científica en esta área, incluyendo la

falta de estudios de efectividad comparativos de la eficacia de la psicoterapia cerebro

intestinal.

También existe una compresión limitada de cómo estas intervenciones podrían

personalizarse, acortarse o se aplicadas en forma digital, y la necesidad de un vínculo más

fuerte entre las intervenciones conductuales y los procesos de la enfermedad subyacentes.

Aunque estas terapias han sido bien adoptadas en el campo de la gastroenterología, hay

problemas importantes relacionados con el acceso a prestadores calificados y la obtención

del pago y/o reembolso por dichos servicios.

La autora manifiesta que es desesperante la necesidad de sistemas de aplicación de

psicoterapia on line basados en protocolos personales, pues demuestran ser efectivos en el

SII, pero actualmente se ven afectados por tasas de desgaste muy elevadas (hasta 50-60%),

especialmente en los pacientes con niveles más elevados de psicopatología.

La adaptación de estas intervenciones para su aplicación digital, incluido el desarrollo de

técnicas de compromiso del paciente validadas en estos dominios, , y para este enfoque, la

clave podría ser la psicología positiva

Las intervenciones basadas en la psicología positiva podrían facilitar el acceso temprano

para mejorar la atención y/o el resultado de los modelos de atención

psicogastroenterológica, porque refuerzan las fortalezas del individuo, son potencialmente

más portátiles, susceptibles de ser aplicadas en forma digital y, muchas veces, se pueden

aplicar en tiempo real, fuera del consultorio del terapeuta.

También se puede mejorar el acceso introduciendo técnicas de psicología positiva antes de

que el paciente presente vulnerabilidades psicológicas, haciendo que los especialistas en

psicogastroenterología manejen casos más complejos.

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Finalmente, en la investigación de la depresión, los pacientes han expresado mayor

satisfacción con los tratamientos de psicología positiva que con los tratamientos

tradicionales, posiblemente debido a su mensaje más positivo y menos estigmatizante.

Hasta la fecha, la investigación científica en el área de la psicología positiva aplicada a las

enfermedades crónicas es prometedora, pero plagadas de limitaciones metodológicas; la

mayoría de los estudios están basados en análisis transversales y carecen de grupos de

control poderosos, confiando en los resultados autoinformados del paciente.

La intervención científica realizada mediante la aplicación de la psicología positiva se

muestra promisoria pero está limitada por la pequeñez de las muestras, la mezcla de las

técnicas de psicología positiva con las intervenciones efectivas ya existentes, la falta de

grupos de control confiables o, la elección de medidas de los resultado que no están

relacionadas con la enfermedad en sí.

A continuación, la autora explora cómo algunas de las intervenciones de la psicología

positiva, sustentadas empíricamente, podrían adaptarse para las enfermedades digestivas y

ser usadas para aumentar las psicoterapias cerebro intestinales existentes o, fomentar la

atención psicosocial temprana y efectiva.

> Atención plena Los programas de reducción del estrés basada en la atención plena(REAP) han surgido

como una psicoterapia cerebro intestinal eficaz para los trastornos gastrointestinales,

incluyendo el SII y la EII, con solapamiento funcional, potencialmente a través de la

reducción de la hipersensibilidad visceral y otros procesos cognitivo-afectivos

desadaptativos.

Los REAP suele implementarse en entornos hospitalarios y se han asociado a un aumento

de materia gris en las regiones del cerebro involucrado en el aprendizaje y la memoria,

mejoran el autocontrol del estado de ánimo y la emoción y, aumentan la resiliencia.

El estado de conciencia plena, un aspecto fundamental de todas las intervenciones basadas

en la atención plena significa tener conciencia del aquí y ahora, y presentar las experiencias

del momento. En lugar de que el paciente manifieste un comportamiento que amplifica los

síntomas gastrointestinales (catastrofismo, resolución de problemas o evitación de comidas

o actividades), se le solicita que reconozca las experiencias internas (y externas) y se

adapte.

Las habilidades de la atención plena también han demostrado aumentar la tolerancia a la

aflicción y la actividad en las partes del cerebro asociadas con las conductas dirigidas a los

logros y se han vinculado a una mejoría de la capacidad de recuperación de reclutas

militares de alto riesgo.

La atención plena se ha vinculado a la menor producción del eje HHS durante los desafíos

de estrés agudo en pacientes con ansiedad y reducción de la atenuación del cortisol o la

probabilidad de que durante la quimioterapia contra el cáncer no se produzca una respuesta

fisiológica adecuada al estrés.

Así, como técnica de psicología positiva, la atención plena se presta como una técnica de

autocontrol en tiempo real que puede ser utilizada en una clínica o n contexto clínico, con

varias aplicaciones digitales comercialmente disponibles en el mercado.

> Tercera ola de terapias conductuales enfocadas en la aceptación Estas terapias enfatizan la importancia de reestructurar los pensamientos inadaptados, como

los pensamientos catastróficos y, en su lugar, centrarse en la aceptación, la tolerancia a la

aflicción y los procesos dialécticos, para fomentar cambios en el comportamiento.

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Aunque la Terapia de Aceptación y Compromiso (TAC) solo está probada en forma

preliminar en el SII, la misma es muy prometedora para las enfermedades crónicas, dado el

sufrimiento inherente asociado a los síntomas crónicos, a veces debilitantes y dolorosos.

Por ejemplo, el grado en que un paciente acepta su diagnóstico de EII, medido por el

Digestive Diseases Acceptance Questionnaire (Cuestionario de Aceptación de

Enfermedades Digestivas) predijo la calidad de vida y el grado al que los pacientes

trabajarían hacia un autocuidado.

El principal objetivo terapéutico de la TAC es la aceptación radical y la flexibilidad

psicológica, o la capacidad para cambiar el comportamiento de acuerdo con los objetivos

personales futuros, en lugar de un enfoque excesivo en los pensamientos o sentimientos

actuales (rumia, miedo o catastrofismo).

La raíz científica de la TAC como parte de la investigación de la supresión del

pensamiento, es que intenta suprimir o negativizar los pensamientos que resultan del

aumento paradójico de los pensamientos negativos.

La TAC difiere de la TCC tradicional porque en lugar de enfocarse en la reestructuración

inadaptada de los pensamientos asociada al siguiente resurgir de la enfermedad, cirugía o

revés médico, se ocupa de redirigir hacia la aceptación de los 4pensamientos y centrarse en

las cosas que han sido más significativas en la vida.

En otras palabras, la TAC se centra en cómo el paciente puede lograr sus objetivos a pesar

del diagnóstico de un trastorno gastrointestinal. La TAC enseña a los pacientes a abrazar (o

autocontrolar) las experiencias difíciles con la expectativa de que eventualmente

cosecharán recompensas (optimismo).

La TACT también recomienda que los pacientes se centran en vivir con los síntomas en

lugar de continuar persiguiendo una curación, los cual es particularmente importante en la

EGIF, cuando los pacientes quedan fijados a las pruebas y no participan en el manejo de los

síntomas y la EII, en la cual los síntomas crónicos permanecerán toda la vida, a pesar de un

tratamiento efectivo.

Los ejercicios de atención plena suelen ser útiles en la TAC, pero no son necesarios. La

TAC ha sido aplicada exitosamente en casos de dolor crónico y cáncer, y podría adaptarse y

probarse en los trastornos gastrointestinales, debido a que está enfocada en la aceptación de

los pensamientos difíciles, sentimientos y sensaciones ? particularmente antes de que

aparezcan los procesos maladaptativos cognitivo afectivos o, la psicopatología.

Otras terapias de la tercera ola que no han sido probadas pero que también podrían

aplicarse a las trastornos gastrointestinales crónicos, son la activación de la terapia

conductual, que hace hincapié en reducir los pensamientos rumiantes que conducen a la

inacción; la terapia cognitiva basada en la atención plena, que como técnica para reducir los

pensamientos inadaptados agrega la atención plena y, la terapia de la conducta dialéctica,

que se centra en las habilidades de regulación de las emociones y es especialmente útil

cuando los pacientes informan depresión comórbida.

>Técnicas de autocontrol en tiempo real Estas técnicas pueden ser implementadas con más precisión, posiblemente a través de

sensores portátiles u otras tecnologías. Una vez desencadenada la respuesta autonómica al

estrés se identifican otros marcadores fisiológicos de la generación de síntomas.

Por ejemplo, actualmente se están evaluando la respiración diafragmática, la

biorretroalimentación de la variabilidad de la frecuencia cardíaca y otras técnicas

prometedoras para condiciones relacionadas con el eje HHS, en la ERGE y otros trastornos

gastrointestinales (dato no publicado).

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Los sensores usables para los factores que intervienen en el estilo de vida relacionado con

la salud, incluyendo los rastreadores de aptitud, sueño y otros comportamientos

modificables, están ganando interés y, si se aprovechan adecuadamente, podrían ayudar con

la educación de las habilidades de autocontrol temprano de la enfermedad, en la atención de

un paciente, por una amplia gama de profesionales de la salud.

Otra técnica de autocontrol que ha ganado interés es la práctica de la autocompasión, que

incluye la autocompasión en reemplazo del auto juicio, la creencia en una humanidad

común en lugar del aislamiento social y la conciencia con atención plena o un equilibrio

frente al exceso de identificación con el sufrimiento.

'La meditación de bondad amorosa' (amor universal) está disponible on line para la práctica

de esta técnica la práctica la meditación de bondad amorosa se ha relacionado con un mejor

metabolismo del óxido nítrico, el cual, para el tracto gastrointestinal, tendría implicancias

positivas en la motilidad (músculo liso) y la función inmunológica.

La autocompasión ha sido vinculada a la experiencia de afecto positivo y el bienestar

subjetivo, y aumenta la probabilidad de que alguien pueda aplicarlo en el afrontamiento

centrado en la emoción. La autocompasión puede enseñarse y podría ser particularmente

útil en los pacientes que se culpan a sí mismos por sus síntomas o su enfermedad, o que

tienden a tener pensamientos en “negro o blanco”.

El apoyo social de alta calidad y el apego a los demás y, los constructos de la psicología

positiva importantes también podrían ser aprovechados a través de las comunidades, en los

programas de apoyo entre pares on line.

Conclusiones

La psicogastroenterología, un campo comprometido con la adaptación de los principios

psicológicos para mejorar el manejo de las enfermedades digestivas ha demostrado

exitosamente el beneficio de las psicoterapias cerebro intestinales sobre las

vulnerabilidades psicológicas bien sustentadas y los procesos cognitivo afectivos

desadaptativos asociados a la enfermedad gastrointestinal.

Ahora, la autora y su equipo están bien preparados para comenzar a abordar una pregunta

importante en este contexto: ¿por qué algunos pacientes prosperan a pesar de una

adversidad extrema?

La resiliencia, el optimismo y el autocontrol podrían ser algunos de los muchos atributos de

la psicología positiva que podrían ser estudiados y fortalecidos como parte de la

psicogastroenterología, conduciendo a la atención psicológica temprana, efectiva, y a

mejores resultados.

Resumen y comentario objetivo: Dra. Marta Papponetti

Una guía de uso racional | 25 NOV 18

Riesgo-beneficio de los Inhibidores de la bomba de protones

Las indicaciones adecuadas para su prescripción, las posibles consecuencias de su uso y la

relación riesgo-beneficio para utilizarlos sabiamente

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Autor: de la Coba C, Argüelles-Arias F, Giganto F y colaboradores Revista Española de

Enfermedades Digestivas 108(4):207-224, Abr 2016

FUENTE: INTRAMED

Introducción Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son uno de los grupos de fármacos más

empleados en España. Su consumo se ha incrementado considerablemente en los últimos

años, tanto por prescripción médica como por automedicación.

Estos fármacos producen una inhibición irreversible de la enzima H/K-ATPasa de las

células parietales de la mucosa gástrica y generan así una disminución de la secreción ácida

gástrica. Aunque su vida media plasmática es corta (1 a 2 h), su efecto es más prolongado,

dado que la inhibición es irreversible y se requiere, entonces, de la síntesis de nuevas

bombas de protones para reanudar la secreción ácida.

El uso de IBP se ha relacionado con diversos efectos adversos de importancia clínica,

motivo por el cual la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD) decidió elaborar

una revisión al respecto.

Objetivos y métodos Los objetivos del presente trabajo fueron identificar, evaluar y revisar los principales datos

disponibles sobre los efectos adversos asociados con el consumo de IBP a largo plazo, y

componer un documento de posicionamiento de la SEPD.

Se realizó una búsqueda bibliográfica exhaustiva en las bases de datos PubMed, Embase y

Cochrane Library para recabar la mayor información disponible y elaborar una revisión

sobre ciertos efectos adversos destacados de los IBP. El documento fue sometido a la

revisión externa del Comité Ejecutivo de la SEPD.

Revisión Indicaciones y uso racional de los IBP

Existen en el mercado 5 tipos de IBP con presentaciones vía oral, intravenosa o ambas;

estos son: omeprazol, lansoprazol, pantoprazol, rabeprazol y esomeprazol. El omeprazol es

el más antiguo, más utilizado y de menor precio.

En España se prescribe un 70% más de IBP que la media europea. Se estima que del 54% al

69% de estas prescripciones son inadecuadas. El error más habitual es indicar IBP como

profilaxis de lesiones gastroduodenales en pacientes con riesgo bajo o nulo.

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La hospitalización es un factor de riesgo para ello. Un estudio determinó que en el 63.6%

de los pacientes hospitalizados la indicación de tratamiento con IBP fue inapropiada.

Diversas investigaciones analizaron los informes al alta y observaron que no existía

información que justifique continuar con tratamiento con IBP en alrededor del 52% de los

casos, la indicación era incierta en el 13% y solo el 35% estaba prescripto sobre la base de

la evidencia científica. Dos tercios de las indicaciones inadecuadas se iniciaron en el

hospital.

Por lo tanto, es fundamental conocer las indicaciones de IBP y prescribir el fármaco

específico, con la indicación, la vía, la posología y la duración adecuadas.

En el caso de úlcera gástrica o duodenal, enfermedad por reflujo gastroesofágico leve o

moderado, dispepsia no investigada y dispepsia funcional en pacientes menores de 55 años

y sin síntomas de alarma, se indica omeprazol 20 mg/día durante 4 a 8 semanas.

Se prescriben IBP (omeprazol 20 mg/día) asociados con el tratamiento con

antiinflamatorios no esteroides (AINE) en pacientes con antecedentes de úlcera péptica o

hemorragia digestiva, mayores de 60 años, con comorbilidad grave, que utilizan altas dosis

de AINE o con uso concomitante de otros AINE o salicilatos, anticoagulantes,

antiagregantes o glucocorticoides.

Para la profilaxis de la úlcera por estrés se utiliza omeprazol 20 mg/día, en pacientes que se

encuentran internados en la unidad de cuidados intensivos y que, además, presentan otro

factor de riesgo, como antecedente de úlcera péptica, insuficiencia renal, coagulopatía,

shock o sepsis grave, ventilación mecánica, traumatismo craneoencefálico, quemaduras o

neurocirugía.

En los casos de hemorragia digestiva alta por úlcera péptica se puede utilizar omeprazol

en bolo, en perfusión continua a 8 mg/h o por vía oral durante 72 h. Se ha demostrado que

el uso de IBP disminuye el riesgo de resangrado, en comparación con placebo.

También se utilizan estos fármacos en el síndrome de Zollinger-Ellison, en la erradicación

de Helicobacter pylori (durante 10 a 14 días), en la esofagitis eosinofílica y en la

insuficiencia pancreática exocrina que no responde al tratamiento con enzimas pancreáticas

aisladas

¿Los IBP pueden provocar déficit de vitamina B12 y alteraciones neurológicas? La vitamina B12 o cianocobalamina cumple un papel clave en la síntesis de mielina y en

la mielopoyesis. Se obtiene principalmente de alimentos de origen animal.

La pepsina separa la vitamina B12 de los alimentos en el estómago cuando el pH es menor

de 4, para que luego se una al factor intrínseco y se absorba en el íleon terminal. Estudios in

vitro y observacionales han postulado que los IBP, al disminuir la acidez del jugo gástrico,

producirían un déficit malabsortivo de esta vitamina y, en consecuencia, alteraciones

neurológicas.

Una investigación de casos y controles que reclutó 25 956 pacientes con déficit de vitamina

B12 y 184.199 controles sanos pareados, encontró que, en ambos grupos, el tratamiento

prolongado con IBP o con antagonistas de los receptores H2 (anti-H2) se asoció con un

riesgo mayor de déficit de vitamina B12, de manera dependiente de la dosis y con mejoría

al suspender el medicamento (p = 0.007).

Sin embargo, aunque se tuvieron en cuenta algunos factores de confusión, no se evaluó la

dieta de los pacientes ni se señalaron las limitaciones de los valores séricos de cobalamina

como marcadores de déficit vitamínico, entre otros errores metodológicos.

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Otros ensayos clínicos, como Long-Term Usage of Esomeprazole vs. Surgery for

Treatment of Chronic GERD (LOTUS) y Safety of Ompeprazole in Peptic Reflux

Esophagitis: A Nordic Open Study (SOPRAN), obtuvieron resultados contrarios.

A pesar del riesgo potencial de anemia y daño neurológico por déficit vitamínico, no se ha

demostrado que esto sea clínicamente relevante.

Se estima que los IBP podrían causar daño neurológico por mecanismos independientes de

la deficiencia vitamínica. Diversos estudios lo han relacionado con demencias y

enfermedad de Alzheimer y con neuropatías periféricas reversibles al suspender el fármaco.

La escasa información no permite atribuir al uso crónico de IBP el daño neurológico

producido por deficiencia de vitamina B12 ni tampoco recomendar un rastreo rutinario de

sus niveles en todos los pacientes que consumen IBP crónicamente.

Se sugiere evaluar los depósitos de cobalamina en los individuos con algún factor de

riesgo para esta deficiencia a los 3 años de tratamiento con IBP y realizar seguimientos

cada 1 a 2 años.

¿Los IBP generan déficit de magnesio? Los niveles de magnesio en sangre dependen del balance entre la absorción intestinal y la

excreción renal. Se ha asociado el uso de IBP a largo plazo con hipomagnesemia, aunque

su prevalencia y su mecanismo de producción son desconocidos. Se estima que el aumento

del pH generado por los IBP reduciría el transporte activo y la absorción de magnesio.

La información surge de estudios con escasa congruencia, especialmente observacionales,

con resultados contradictorios, que no tuvieron en cuenta aspectos como la dieta de los

pacientes o las limitaciones del valor de las concentraciones séricas del magnesio dado que

este es un ion intracelular. Los metanálisis no lograron obtener conclusiones claras debido a

la heterogenicidad de los estudios incluidos.

La hipomagnesemia puede ser asintomática o presentarse con vómitos, diarrea, tetania,

confusión, convulsiones, generar prolongación del intervalo QT en el electrocardiograma y

alteraciones electrolíticas como hipocalcemia e hipopotasemia.

A pesar de la escasa información, organismos internacionales recomiendan considerar el

diagnóstico de hipomagnesemia en pacientes con síntomas compatibles en tratamiento

prolongado con IBP, determinar magnesemia al inicio del tratamiento y controlar

periódicamente en pacientes con otros factores de riesgo como son la edad avanzada, la

diabetes, la insuficiencia renal, la enfermedad cardiovascular, el uso de otros fármacos que

disminuyen el magnesio (diuréticos tiazídicos o de asa) o que se pueden alterar con sus

modificaciones (digoxina).

El abordaje de los pacientes con hipomagnesemia y uso de IBP debe ser individualizado;

revisar la indicación del fármaco, usar la dosis mínima y suplementar el magnesio.

¿Los IBP aumentan el riesgo de fracturas óseas? Numerosos estudios observacionales y metanálisis han asociado a los IBP con mayor riesgo

de fracturas óseas por fragilidad relacionada con la osteoporosis; sin embargo, la fuerza de

la asociación es baja, debido a factores de confusión que no han sido valorados.

Una investigación que excluyó dichos factores no encontró una relación entre los IBP y el

riesgo de fracturas de cadera (riesgo relativo [RR]: 0.99; intervalo de confianza del 95%

[IC 95%]: 0.7 a 1.1). Tampoco observaron asociación los estudios LOTUS y SOPRAN.

La mayoría de las investigaciones se han llevado a cabo en países nórdicos o anglosajones,

donde la fragilidad ósea es más prevalente que en España. Un estudio español de casos y

controles observó que el riesgo de fracturas asociado con IBP desaparece al ajustarlo por

los factores de confusión. Contrariamente, en una cohorte poblacional catalana (n = 21 385)

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los IBP se relacionaron con riesgo de fractura (odds ratio [OR]: 1.41; IC 95%: 1.22 a 1.65;

p < 0.0001). Sin embargo, no se puede determinar que esta asociación sea causal y su

relevancia clínica parecería ser baja.

La Food and Drug Administration (FDA) ha señalado que no existe información suficiente

para recomendar suplementos de calcio o realizar densitometrías periódicas en pacientes

que utilizan IBP. Con los datos disponibles no se puede recomendar suspender el

tratamiento con IBP para evitar fracturas, aunque sí se insiste en evitar la prescripción

inadecuada y utilizar la dosis mínima eficaz.

¿Los IBP favorecen las infecciones entéricas y las neumonías? Diversos estudios sugieren que los IBP se asocian con un leve aumento del riesgo de

infecciones entéricas y de neumonía aguda de la comunidad (NAC). El ácido gástrico es

una barrera antimicrobiana fisiológica y, por lo tanto, su inhibición por los IBP aumenta el

riesgo de infecciones.

Se ha relacionado el uso de IBP con infecciones por Clostridium difficile, por Salmonella y

por Campylobacter, con una mayor asociación con IBP que con anti-H2. El aumento del

riesgo de infección por C. difficile es mayor si se utilizan simultáneamente antibióticos; sin

embargo, la relación es débil o moderada debido a las variables de confusión no evaluadas.

La FDA recomienda considerar el diagnóstico de infección por C. difficile en pacientes con

diarrea persistente que consumen IBP, así como utilizar estos fármacos en la menor dosis y

duración posible.

Se ha postulado que los IBP aumentan el riesgo de NAC levemente (OR: 1.49; IC 95%:

1.16 a 1.92), así como el de hospitalización por esta causa. El riesgo sería mayor durante el

primer mes de tratamiento, independientemente de la dosis y de la edad del paciente. El

incremento del riesgo es bajo, en tratamientos de corta duración y sin una explicación

convincente.

Para ambas infecciones, la calidad científica de los estudios es baja y no permite determinar

una asociación causal ni la influencia de factores de confusión. De todos modos, se

recomienda ser estrictos con la indicación de IBP.

Interacciones de los IBP con los derivados de las tienopiridinas y riesgo cardiovascular Los derivados de las tienopiridinas, ticlopidina y clopidogrel, poseen una acción

antiagregante plaquetaria, por lo que aumentan el riesgo de hemorragia digestiva.

El clopidogrel, el más utilizado actualmente, se transforma en metabolito activo en el

hígado mediante isoenzimas del sistema enzimático citocromo P450 (CYP2C19 y

CYP3A4), las cuales también intervienen en el metabolismo de los IBP, motivo por el cual

estos últimos inducen menor activación del clopidogrel.

El prasugrel es una nueva tienopiridina que solo requiere un paso hepático para activarse,

por lo que produce una inhibición plaquetaria más rápida y su respuesta es menos afectada

por los IBP.

Una investigación evaluó la interacción entre omeprazol y clopidogrel y observó que el

porcentaje de inhibición plaquetaria luego de 7 días de tratamiento fue muy inferior en los

pacientes que recibieron IBP (39.8% ± 15.4%), en comparación con placebo (51.4% ±

16.4%; p < 0.0001). Sin embargo, no analizó las consecuencias clínicas de dicho efecto.

El estudio COGENT evaluó 3873 pacientes con síndrome coronario agudo (SCA) o que

habían sido sometidos a revascularización percutánea y que recibieron clopidogrel o

clopidogrel más omeprazol. No se encontraron diferencias en cuanto a eventos

cardiovasculares, pero sí se observó una reducción en la tasa de hemorragias digestivas

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altas (HDA) en quienes utilizaron omeprazol. El estudio TRITON-TIMI (n = 13 608) no

encontró asociación entre el uso de IBP y el riesgo cardiovascular.

Si bien los estudios observacionales apuntan a una interacción IBP-clopidogrel, esta no es

detectable clínicamente en ensayos aleatorizados.

Sin embargo, al considerar que el clopidogrel podría ser menos eficaz, en pacientes con

SCA o sometidos a revascularización coronaria tratados con tienopiridinas se sugiere

prescribir IBP solo cuando exista una clara indicación y, sobre todo, en individuos con

antecedentes de úlcera péptica o de HDA.

¿Los IBP aumentan el riesgo de complicaciones en los pacientes con cirrosis hepática? Diversas publicaciones han asociado a los IBP con un aumento del riesgo de neumonía

hospitalaria, de infección por Clostridium difficile y de peritonitis bacteriana espontánea

(PBE).

En cuanto a la PBE se han realizado numerosos estudios, con defectos metodológicos, que

arriban a conclusiones opuestas. Un metanálisis observó que los IBP en pacientes con

cirrosis y ascitis aumentaba el riesgo de PBE de forma significativa (OR: 2.17; IC 95%:

1.46 a 3.23); aunque los estudios incluidos tenían una elevada heterogeneidad (I2 = 85.6%).

Otro estudio multicéntrico publicado simultáneamente no encontró dicha asociación.

Con respecto a las infecciones bacterianas en general, estudios experimentales en ratas han

demostrado que los IBP inducen sobrecrecimiento bacteriano intestinal. Se ha sugerido que

estos fármacos aumentan las infecciones, especialmente en pacientes con hepatopatía grave,

en quienes el grado de esta afección es el factor determinante del riesgo.

El uso de IBP en pacientes cirróticos, particularmente en aquellos con descompensación,

podría ocasionar un efecto deletéreo y, por lo tanto, deben ser indicados con cautela. En

estos enfermos, la secreción ácida está reducida, por lo tanto, no hay datos que justifiquen

la indicación de IBP como profilaxis en pacientes con gastropatía de la hipertensión portal

o várices esofágicas

Discusión Los IBP son fármacos seguros, con efectos adversos en su mayoría leves. Pueden

interactuar con otros fármacos debido a la alteración del pH gástrico o por competición por

el sistema enzimático citocromo P450.

Se ha favorecido su consumo sin una indicación clara debido a considerarlos un protector

gástrico simple, su bajo coste y su fácil acceso, incluso sin receta médica.

Diversas investigaciones han asociado los IBP con efectos adversos potencialmente graves,

especialmente con su uso crónico; sin embargo, la información que lo sostiene, en muchos

casos, es de escasa calidad científica y con resultados contrarios.

El sistema GRADE, que clasifica la calidad de la evidencia, indica que esta es baja cuando

se obtiene de estudios observacionales, y el efecto observado de una intervención muestra

una asociación débil si el RR es menor de 2, como sucede en la mayoría de los estudios

revisados en este documento.

Sin embargo, no se deben subestimar los efectos adversos descritos y conviene considerar a

los IBP como un factor de riesgo que, asociado con otros, puede desencadenar efectos

indeseables.

Los beneficios del tratamiento con IBP superan a los riesgos, siempre y cuando la

prescripción sea correcta.

Por lo tanto, se debe ser cauto, especialmente en el paciente anciano frágil polimedicado y

tras la hospitalización, e informar a los usuarios acerca de la duración de su tratamiento y

de otros factores de riesgo asociados para evitar efectos adversos.

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Se necesitan estudios de buena calidad metodológica para obtener información más

contundente.

Conclusiones y posicionamiento En general, se puede afirmar que los IBP son fármacos seguros, con efectos adversos

escasos y, en su mayoría, leves.

La SEPD subraya la necesidad de utilizar los IBP solo cuando estén indicados, por el

tiempo necesario, a la dosis mínima eficaz y siempre bajo prescripción médica.

Se han asociado varios efectos adversos potencialmente graves con la administración de

IBP, pero la información que apoya dicha relación es difícil de interpretar, con escaso peso

y abundantes sesgos. No obstante, se debe vigilar, especialmente en situaciones de riesgo,

la adecuada prescripción de los medicamentos