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CRITICÓN, 100, 2007, pp. 115-142. De burlas y enfermedades barrocas: la sífilis en la obra poética de Anastasio Pantaleon de Ribera y Miguel Colodrero de Villalobos Jesús Ponce Cárdenas Universidad Complutense de Madrid En el ámbito más risueño del Siglo de Oro nunca faltaron ingenios que supieran hacer burla de las realidades más sublimes y de los pormenores más menudos del vivir cotidiano. Así, el amor y la muerte, el prurito nobiliario y la filosofía de patinejo, la lujuria y la castidad, la gula y la dieta, la religión y el descreimiento, sin olvidar, por supuesto, la enfermedad, fueron pasto común de la risa liberadora gracias a las plumas de un nutrido grupo de autores renacentistas y barrocos. A lo largo de las páginas siguientes trataremos de iluminar el contexto burlesco de una serie de composiciones que se insertan en una tradición muy marcada, la del canto de la epidemia venérea o poesía de la sífilis. SOBRE LA SÍFILIS EN EL CONTEXTO H I S P A N O - I T A L I AN O La primera manifestación virulenta de la sífilis documentada en la historia de Europa se remonta, como es sabido, a la expedición francesa contra Ñapóles y a los hechos ocurridos tras la conquista de la ciudad partenopea en 1495. Sobre el misterioso origen de la enfermedad disertarían durante la centuria siguiente autores como Gabriele Falloppio, Leonardo Fioravanti o Andrea Cesalpino, atribuyendo la causa de la misma ora al envenenamiento del vino o los alimentos, ora a un contagio previo de los varones españoles en las Indias Occidentales, quienes habrían importado la terrible plaga hasta el viejo continente. Con el transcurso de las décadas, la investigación médica pronto hubo de concluir que el medio más efectivo de transmisión del morbo gallico era el contacto sexual con personas de alto riesgo, como las prostitutas, que rápidamente extenderían los padecimientos del llamado mal francés a todos los estratos de la

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CRITICÓN, 100, 2007 , pp. 115-142 .

De burlas y enfermedades barrocas: la sífilis en la obra poética de Anastasio Pantaleon de Ribera y

Miguel Colodrero de Villalobos

J e s ú s P o n c e C á r d e n a s

Universidad Complutense de Madrid

En el ámbito más risueño del Siglo de O r o nunca faltaron ingenios que supieran hacer burla de las realidades más sublimes y de los pormenores más menudos del vivir cotidiano. Así, el amor y la muerte, el prurito nobiliario y la filosofía de patinejo, la lujuria y la castidad, la gula y la dieta, la religión y el descreimiento, sin olvidar, por supuesto, la enfermedad, fueron pasto común de la risa liberadora gracias a las plumas de un nutrido grupo de autores renacentistas y barrocos . A lo largo de las páginas siguientes trataremos de iluminar el contexto burlesco de una serie de composiciones que se insertan en una tradición muy marcada , la del canto de la epidemia venérea o poesía de la sífilis.

S O B R E L A S Í F I L I S E N E L C O N T E X T O H I S P A N O - I T A L I AN O

La primera manifestación virulenta de la sífilis documentada en la historia de Europa

se remonta , c o m o es sabido, a la expedición francesa contra Ñapóles y a los hechos

ocurridos tras la conquista de la ciudad partenopea en 1 4 9 5 . Sobre el misterioso origen

de la enfermedad disertarían durante la centuria siguiente autores c o m o Gabriele

Falloppio, Leonardo Fioravanti o Andrea Cesalpino, atribuyendo la causa de la misma

ora al envenenamiento del vino o los alimentos, ora a un contagio previo de los varones

españoles en las Indias Occidentales, quienes habrían importado la terrible plaga hasta

el viejo continente. Con el transcurso de las décadas, la investigación médica pronto

hubo de concluir que el medio más efectivo de transmisión del morbo gallico era el

contac to sexual con personas de alto riesgo, c o m o las prostitutas, que rápidamente

extenderían los padecimientos del l lamado mal francés a todos los estratos de la

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sociedad de la época 1 . El paso de la realidad social de aquella plaga a la documentación escrita de la misma no tardaría en producirse y prestamente alcanzó cotas artísticas y científicas tan altas como las que muestran las obras del humanista veronés Girolamo Fracas toro ( 1 4 8 3 - 1 5 5 3 ) , que llegó a conceder a la sífilis carta de naturaleza en ambas esferas (ciencia/ l i teratura). Fracas toro no da tan sólo una peculiar visión mítica del origen de la enfermedad en su poema didáctico la Syphilis, sino que se empeña en indagar acerca de su alcance en otra obra De contagione et contagiosis morbis, donde ofrece una detallada descripción de los síntomas de la plaga:

Apparivano i primi indizi del male contratto: una certa tristezza colpiva l'animo; una certa stanchezza del corpo, un pallore nella faccia, infine, ciò che avveniva nella maggior parte, apparivano nelle zone pudende delle piccole ulcere, non differenti da quelle che si producono di solito per la fatica, che chiamano carie, ma molto differenti per la loro natura che era assai refrattaria alla guarigione, che, scomparse in una parte, si producevano in un'altra con una persistente tenacità. Dopo, erompevano per la pelle delle pustole crostose, in alcuni cominciando dal cuoio capelluto (ed era il caso più frecuente), in altri in altre regioni. Dapprima esse apparivano piccole, poi aumentavano a poco a poco, fino a raggiungere la grandezza di una cúpula di ghianda alla quale rassomigliavano. Esse non erano dissimili da quelle che nei fanciulli si chiamano lattime. Fra loro c'erano delle grandi differenze: in alcuni erano piccole e più secche, in altri più grandi e più turgide. In alcuni livide, in altri biancastre o leggermente pallide; in alcuni più dure e rossastre. Tutte poi dopo pochi giorni si aprivano, e ne colava un umore mucillaginoso e fetido, con uno scolo continuo di cui non si può dire la quantità, né quanta fosse la sporcizia. Queste pustole ulcerate poi, andavano corrodendosi come quelle ulcere che si chiamano fagedeniche e qualche volta intaccavano non solo le carni, ma anche le ossa. Quelli in cui il male era particolarmente intenso, negli organi superiori erano affetti da catarri maligni che ora rodevano il palato, ora la faringe, ora le fauci e le tonsille. Alcuni ebbero consunte le labbra, alcuni il naso, altri gli occhi, altri tutti i genitali esterni. Inoltre in molte parti si formavano delle gommosità delle membra, producendo grandi deformità che erano grosse spesso come un uovo e spesso eguagliavano la grandezza di un pane; queste gomme aperte lasciavano defluire un liquame bianco mucillaginoso: queste callosità tenaci si riscontravano soprattutto nelle braccia e nelle gambe che alle volte si ulceravano e alle volte persistevano fino alla morte. Oltre a tutte queste manifestazioni, come se ciò fosse poco, sopraggiungevano dei grandi dolori ai muscoli, spesso insieme con le pustole, qualche volta prima, qualche volta dopo. E questi dolori continui, dei quali niente era più crudele, affliggevano principalmente la notte: il dolore non risiedeva propriamente nelle giunture, ma piuttosto attorno ai muscoli e agli stessi nervi. (...) Intanto tutte le membra languivano, il corpo dimagriva, non c'era alcun desiderio di cibo, c'era mancanza di sonno, tristezza e iracondia continua, bisogno di sdraiarsi, la faccia e le gambe si gonfiavano; qualche volta si aggiungeva una leggera febbricola, ma raramente. Ad alcuni doleva il capo e questo dolore era continuo e non cedeva ad alcun medicamento2.

1 Acerca del tema, tiene especial interés el capítulo titulado «Tormenti del corpo e dell'anima» en Larivaille, 1997 , pp. 167-183 . Quedan allí recogidos los datos oportunos sobre el papel de las meretrices como eficaces transmisoras de la enfermedad, así como sobre las argucias de éstas para ocultar los estragos del mal. Para la cronología barroca, en ámbito hispano, puede destacarse la obra de José Deleito y Piñuela, 1994, cuya parte primera reviste especial importancia al estar dedicada al «desenfreno erótico».

2 Fracastoro, 1950, pp. 60-61 .

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Con el párrafo antecedente Fracastoro estaba trazando los senderos de un lastimoso cuadro clínico que, en las manos de aquellos poetas que sufrieron la enfermedad, había de convert irse en una letanía de padecimientos vividos y puestos en escritura: abatimiento de ánimo, cansancio , palidez, pústulas supurantes, dolores musculares, insomnio, ulceraciones fétidas, estados de ansiedad, pérdida del cabello, caída de los dientes... Antes de abordar directamente alguno de los principales textos insertos en este nudo temático de la poesía jocosa (con sus crudas implicaciones de corte autobiográfico) hemos de mencionar dos composiciones que —pese a no a b o r d a r la enfermedad venérea— sirvieron de referencia inexcusable a muchos autores; nos referimos a los dos capitoli de Francesco Berni In lode della peste. Ambos poemas —datados en 1 5 3 2 — se insertan en la línea humanística de los enkómia parádoxon y se presentan formalmente como la continuación de un diálogo amistoso, mantenido tras un agradable almuerzo. La importancia de dicha situación comunicativa nos remite a un registro familiar y coloquial que no renuncia a los guiños paródicos (establecidos, en este caso, en torno a algunos pasajes dantescos). La alabanza paradójica de la plaga no sólo inauguraba la época de madurez literaria del célebre autor burlesco sino que, por un lado, se inspiró en un texto previo en torno a la sífilis y, por otro , sirvió también de inspiración a algunos de sus amigos y allegados para referirse a los avances de aquel terrible reinado del mal francés3. Los capítulos en alabanza de la peste vienen a ser por tanto una especie de textos puente, ya que para la elaboración de esa doble laudatio de la plaga, Berni tuvo presente la obra de Niccolò Campani (más conocido c o m o el Strascino da Siena) Lamento di quel tributato di Strascino Campana Senese sopra el male incognito, el quale tratta de la patientia et impatientia in ottava rima, opera molto piacevole (Venecia, Nico lò Z o p p i n o , 1 5 2 1 ) . D icho l ibro, cons iderado una suerte de "historia" o "genealogía" de la enfermedad del escritor toscano , aparece caracter izado por un «registro doble y d iscordante» , el del lamento autobiográf ico y el del enkómion parádoxon. El saludable propósito de las octavas del Strascino no es otro que divertir y por ello liga el relato de sus padecimientos vitales a una materia humilde (sus versos son tildados de sciocchezze) y a un estilo bajo (toda vez que «a interpretargli bisogna poca a r t e » ) 4 .

El primer autor en el que nos vamos a detener, Agnolo Firenzuola ( 1 4 9 3 - 1 5 4 3 ) , ha legado a este núcleo literario de la enfermedad dos importantes textos: en primer lugar, el capitolo In lode del legno santo, compuesto hacia finales de 1 5 2 8 ; junto a él debe situarse el largo y doliente poema titulado Intorno alla sua malattia, datado cinco años más tarde. La pormenorizada semblanza biográfica que Firenzuola ha dejado de sí nos

3 He manejado la edición cuidada por Danilo Romei (los poemas se localizan en pp. 139-148) , así como la reciente edición de Silvia Longhi, incluida en el volumen Poeti del Cinquecento (pp. 756-768) . En torno a la datación y el entramado de ambos capitoli, véase el trabajo de la profesora Longhi, 1975 . Reviste cierta urgencia la necesidad de comparar los textos burlescos italianos sobre el mal francés (varios sonetos del Pistoia, el citado Lamento del Strascino, los dos capítulos de Agnolo Firenzuola y de Giovanni Francesco Bini, una canción y un soneto de Grazzini...) con las variaciones hispánicas en torno a la plaga, ya que de dicha confrontación podría surgir la verificación de una «poética de la enfermedad» operativa en contextos culturales tan afines como los de la Hesperia Magna y la Hesperia Ultima. Dentro de la tradición adoxográfica se inserta, por otro lado, el discurso de Cristóbal Mosquera de Figueroa En loor de las bubas, sobre el que ha discurrido Núñez Rivera, 1999.

* Poeti del Cinquecento, 2 0 0 1 , p. 923 .

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informa de cómo contrajo la sífilis a los treinta y tres años y va precisando asimismo el modo en que sus dolencias se atenuaron temporalmente gracias al benéfico influjo del legno santo. En unos versos del c i tado capitolo el escritor pondera la milagrosa capacidad curativa del palo santo o corteza del guayaco:

Sia' 1 mal francioso a modo vostro strano, sia brutto e schifo, e siesi nato il giorno ch'e' Franciosi albergar nel Garigliano; sia ripieno un di piaghe e suoni il corno, non dorma mai la notte per le doglie, e sia ripien di gomme d'ogni intorno; subito che del legno l'acqua togli, ogni suo membro in modo gli dispone che può tornare a dormir con la moglie5.

Junto a la alabanza del remedio venido de las Indias, Agnolo Firenzuola desliza en el texto un breve relato de sus dolencias («Eran ventisei mesi o poco manco , / ch'attorno avevo avute tre quartane, / ch'avrien logoro unn buffol, non che stanco. / Avevo fatto certe carni s trane») , donde —junto a la mención de algunos de los síntomas del m a l — no se escatiman las referencias a la gran suma que cuesta la cura o a la composición de los remedios («quanti danari ho speso per guarire», «ho logorato una spezieria intera»). Este primer impulso biográfico se verá confirmado, cuando en mayo de 1 5 3 3 , tras siete años de continuas dolencias, escriba el extenso y sentido poema Intorno alla sua malattia. Del aire de scherzo del capitolo se pasa ahora a una verdadera súplica al Creador , redactada en un tono lastimero, como una plegaria desesperanzada. Entre la cadena de padecimientos que allí se recogen, el poeta habla de los escalofríos y los dolores que le atenazan, tan crudos que no puede evitarlos pese a encontrarse en pleno mediodía de un cálido mes de mayo:

S'io dico troppo, Signor mio pietoso, perdona, e danne la colpa al dolore del freddo, ch'or comincia, e siam di maggio, al mezzo giorno, e non posso la penna menar pe'l freddo, e così corro al fuoco: e lascio a questa carta e questo inchiostro che ti chieggian per me misericordia.

El terrible cuadro descrito por el poeta aparece dominado por su desesperación,

retòricamente subrayada por rasgos como la breve cumulatio de algunos síntomas de la

enfermedad (fiebre, dolores de estómago, aún más fiebres) o por el final sentencioso

conseguido mediante el empleo del tópico del sobrepujamiento ('padezco tantos males

que la pluma no osa escribirlos'):

5 Para el texto de los poemas remito a Agnolo Firenzuola, Opere, 1977, pp. 799-807 y 957-961 (la cita en

pp. 958-959) .

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 1 9

E di nuovo mi metto a ripregarti vivamente, Signor, che sia contento senza guardare a' miei commessi falli, levar dal corpo mio tanto travaglio; dal corpo no, ma da l'animo afflitto; che tu sai ben che'l corpo afflitto rende afflitta l'alma. Iddio Verace e Santo, Tu puoi pur, se Tu vuoi, con un sol ciglio sanar l'alma, e sanar il corpo afflitto, e far ch'i prieghi miei non sieno indarno, e che la speme ancor ritorni viva; ch'è morta, com'io dissi, fra la febre, tra gli stomachi, e febri, e tanti mali che non ardisce a scrivergli la penna6.

El ultimo texto italiano al que voy a referirme es toda una pequeña epopeya burlesca

en seis cantos , La Franceide overo Del Mal Francese, publ icada en 1 6 2 9 por

Giambattista Lalli ( 1 5 7 2 - 1 6 3 7 ) . Este curioso poema deja entrever los ecos del modelo

argumental de Fracas toro , contemplados bajo el nuevo prisma jocoso de autores c o m o

Francesco Bracciolini o Alessandro Tassoni, cuyo magisterio se había impuesto durante

la nueva centuria gracias a obras como L o scherno degli dèi o La secchia rapita. En la

Franceide, el origen mítico de la sífilis se debe a los celos de la diosa Juno , quien busca

vengarse de Venus mediante la expansión de una terrible plaga. El contagio por via

sexual se iniciará, por designios de la esposa de Júpiter, en la ciudad de Ñapóles, donde

los soldados franceses de Car los VIII se habían a b a n d o n a d o a la licencia y el

desenfreno 7. C o m o se puede inferir del pequeño cuadro de apertura que acabamos de

trazar, en el poema épico se yuxtaponen jocosamente los tiempos de la cronología mítica

con las referencias al pasado inmediato. Abundando en esta pasmosa mescolanza de

referentes anacrónicos, para cerrar este fugaz recorrido por el tratamiento poético de la

sífilis en la l i teratura italiana, estimo apropiado reproducir algunas octavas del

parlamento de Esculapio que se inserta en el canto tercero, donde el dios revela a los

hombres el remedio que procede de las Indias junto con las preciosas curas que

posibilitarán la recuperación de los enfermos:

6 Los citados versos del poema Intorno alla sua malattia se localizan en las pp. 802 y 803. Otras notas interesantes de esta composición pueden ser la expresión del deseo de suicidio, lo que le permitiría alcanzar el fin de sus dolores («Io vorrei volentier tormi la vita / con le mie proprie man, se la paura / de l'estremo giudicio non facesse / torcer la voglia forse a miglior voglia» w . 20-23; «E ho in odio me stesso e la mia vita, / e bramo morte ognor; e perche quella / è vivace nimica a chi la brama, / mi resto in vita, e però disperato / mi storco e grido, e volentier vorrei / uscir per forza di man de la vita» w . 249-254) ; o la constante referencia a su edad o la duración de su enfermedad («ch'essendo ormai nel quarantessimo anno, / mi trovo vecchio, infermo» vv. 32-33; «la febre, / che già sette anni afflitto ha questo corpo, / li faccia tregua almen, se non vuol pace» vv. 145-147; «Però, giusto Signor, nel furor mio, / ne l'ira mia, ne le bestemmie mie, / ne la mia impazienza, non volere / attribuirmi ad impio alcuna parte; / ma a la disperazione, a quella febre, / che sette anni mi tien torpente e tristo» w . 265-270) .

7 Resumo en estas líneas el contenido del canto primero. Para una información más detallada sobre el autor y el poema remito a la introducción del texto que manejo, cuidada por Giuseppe Rúa (Lalli, La Moscheide e La Franceide, 1927, pp. vii-xxvm).

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1 Ma benché il mal sia sì noioso e strano, udite ora i rimedi ch'io vi apporto: perch'è pietoso il gran Motor sovrano, che porge a l'altrui piaghe almo conforto. Al suo favor non si rifugge invano, ne fra dure tempeste asconde il porto. Dona ei virtù meravigliose e sante ai sassi, a le parole ed a le piante.

2 Prima, chi di tal mal sospira e langue, purgar dee tosto i suoi più grossi umori e l'arida cagion che'l rende essangue e'n pallidezza cangia i bei colori; dee per fisica man traggersi il sangue, ch'affrena ciò gli spiritosi ardori; nè gli dia indugio alcun, ch'a l'infelice non stabilisca il mal salde radice.

3 Or sì com'egli ha maledetto ardire, non vuol già medicine benedette, ma l'elleboro e l'iera hai da imbandire, e pillole che fetide son dette. A le fistole poi, s'ei vuoi guarire, usi per onzi'on queste ricette: piombi, precipitati ed acque forti, argenti vivi e ai medici quei morti.

4 Umide e fredde in qualità perfette le medicine sian ch'egli usar deve, ma'l cibo asciutto, le bevande elette; e fugga il vin troppo gagliardo e greve. Quando uscir può di casa, il tempo aspette ch'i vapor bassi il sole erga e solleve: e tanto in camminar mova le piante, che sia di sudor molle e scintillante.

5 Meraviglia è pensar quanto sian buoni, quanto a tal mal giovevoli i sudori. Onde altri a caccia nobile si doni, altri a la zappa ed a cavar tesori; altri s'impieghi a guadagnar bocconi con faticosi simili lavori: tagliar legni, erger archi e cavar tane; o sudi almeno col sonar campane.

6 Ma sovra ogni rimedio ha'l pregio e'1 vanto e suol produr meraviglioso effetto, un legno in India nato, un legno santo, ch'in lingua lor legno guaiaco è detto. Questo è quel legno prezioso tanto ch'a scacciar questa peste ha il cielo eletto: legno d'infranciosati almo ristoro, che merta esser comprato a peso d'oro.

7 A questo legno accompagnata e mista l'erba detta in commun salsa pariglia, fa che'l rimedio maggior forza acquista e riesce a ciascun di meraviglia. Ma convien ch'a' disordini resista chi vuol curarsi, e tenga i sensi a briglia; e viva sobriamente e s'allontani dagli appetiti effeminati e vani.

8 Bollito il legno, non gli sembri strano sorbirne ogni mattina un bicchier pieno: e giaccia in letto assai morbido e piano quaranta giorni, o per un mese almeno; quivi con senso paziente umano, stringa in bocca il lenzuol quasi per freno: non si mova, non calcitri e stia saldo, e cerchi il corpo mantener ben caldo.

9 Di lavorato legno a sua misura lungo edificio dentro il letto adatti, ove coperto, quasi in tomba oscura, il miserel s'accomodi e s'appiatti. Quivi poi di sudar ponga ogni cura: nulla intanto discorra e nulla tratti, e al caldo suo sian mantici frequenti li replicati suoi sospiri ardenti.

10 D'assai lanute coltre intorno intorno si cinga e copra ben tutta la vita; e pensi pur di star quasi in un forno, ch'il caldo è del sudor la calamita. I pravi umor, che dentro fan soggiorno, solo per questa strada hanno l'uscita; e se l'uom per tal via non gli distoglie, griderà sempre sempre: — «Ohimè, che doglie!»

11 Prenda intanto per cibo il pan biscotto, con qualche poca d'uva passa schietta; e gli concedo ancor qualche merlotto, magro ed arrosto, over qualche civetta. Rieda dopo'l mangiar col capo sotto, che così'l sonno e poi'l sudor s'alletta; che l'uno il morbo rio ne tragge fuora, l'altro le forze languide ristora.

12 Nei suffumigi tralasciar conviene in questo tempo de la purga istessa, ch'entrando ne' meati, apron le vene, e risolvon l'umor ch'entro s'è messo. Mirra e storace il primo loco ottiene, e scordio e spinacardo e'1 mosco appresso; dittamo, calamento e benzoino, cinamomo, ambra e incenso eletto e fino.

13 Ciascuno varcar cerchi il gran torrente di questo mal con animo giocondo; nè si dimostri schivo e impaziente a sostener di tante cure il pondo. Nulla tormenta più l'uomo languente, che di malinconia l'Egeo profondo. Non ha contro di sè maggior guerrieri ch'i suoi noiosi e torbidi pensieri.

14 Ma resta ornai ch'io per usar v'additi questi istessi rimedi il tempo ancora; e fia qual'ora il sol verdi e fioriti ne rende i prati e le campagne indora; mentre su'l Tauro assiso ai suoi muggiti le piante non che gli uomini innamora, e l'augellin sul rinverdito faggio con dolce melodia saluta il maggio.

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A lo largo de las catorce octavas que acabamos de reproducir, Gianbattista Lalli va

precisando — p o r boca del dios de la medicina— el tipo de curas que se suele aplicar a

los enfermos. En primer lugar, el paciente debe «purgar i suoi piú grossi umori»

mediante sangrías; seguidamente deberá tomar medicamentos elaborados a base de

heléboro, así c o m o las denominadas pildoras fétidas; las fístulas y llagas deben tratarse

con un precipitado de plomo, aguafuerte y mercurio. C o m o parte de la dieta, el enfermo

debe evitar el consumo de vino y t o m a r alimentos secos (pan tostado, pasas, carne

asada) . Los procedimientos más efectivos para eliminar completamente el mal francés

son las extenuantes curas de sudores y la ingestión de una milagrosa bebida que se

obtiene mediante la cocción de la corteza del guayaco (o palo santo) mezclada con

zarzaparri l la . La abstinencia de todo comerc io sexual y la cuarentena de reposo

obligatorio vienen a completar este pequeño vademécum r imado para uso de los

afectados por la enfermedad.

Este brevísimo panorama sobre el motivo de la plaga venérea en el contexto de la

poesía risueña t o s c a n a debe insertarse, además , en el amplio bast idor de los

intercambios culturales y literarios hispano-italianos. Se debe así recordar que

la poesía burlesca española del Siglo de Oro surge del impulso histórico del Renacimiento y del importante papel que atribuyó a la risa y a la literatura de entretenimiento. A esto se añadió en el siglo xvn la estética conceptista que tuvo en la lírica jocosa un canal privilegiado para ejercitar el ingenio. Sobre esta base teórica se desarrolló la poesía burlesca española, que encontró en la tradición italiana una importante fuente de inspiración. Berni y sus imitadores repercutieron en autores del siglo xvi como Diego Hurtado de Mendoza, Barahona de Soto y el mismo Fernando de Herrera. En el siglo xvn la poesía burlesca se convirtió en uno de los géneros literarios más exitosos y se enriqueció con nuevos estímulos y fuentes, entre las que ocupan un lugar destacado las italianas. Las antologías bernescas constituyeron un corpus burlesco fundamental8.

De ese m o d o , cuando los poetas de la segunda promoc ión culta emprenden la

elaboración de singulares cancionerillos de la sífilis o variaciones epigramáticas en torno

al doliente motivo se encontraban ya ante un ciclo temático que en tierras italianas

había dado frutos tan importantes como los del Strascino da Siena, Firenzuola o Lalli y

por predios hispanos había sido roturado por ingenios c o m o H u r t a d o de Mendoza ,

Baltasar del Alcázar o Juan de Salinas. La aclimatación de esta peculiar literatura sobre

la epidemia pronto se extendería por la península ibérica, donde se publicaron para

general regocijo algunas obrillas burlescas compuestas a modo de ordenanzas; así podría

citarse aquella bautizada literariamente como las Órdenes de la Cofradía del Grillimón (nombre germanesco de la enfermedad). Desde el ámbito de la creación en prosa, un

autor español afincado en Italia, el célebre Francisco Delicado, publicó en Venecia —en

una fecha tan temprana como 1 5 2 9 — un tratadito sobre El modo de adoperare el legno de India, principal remedio para la curación de las bubas. La vida licenciosa que llevó el

vicario de Martos , con el magnífico conocimiento del universo puteril que éste reflejara

en La lozana andaluza, nos hablan a las claras del origen de su propia enfermedad y del

interés literario que aquélla despertó en él (al parecer, compuso asimismo otro pequeño

8 Cacho Casal, 2003, p. 490.

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tratado, De consolatione infirmorum, para uso de los afectados por el mal) 9 . La poesía del Quinientos había ensayado con éxito diversas tentativas de escarnio en torno a la enfermedad venérea; en un reciente estudio en torno a varios versos de inspiración sifilítica se ponía de manifiesto cómo

es evidente que funciona una poética de la sífilis que se manifiesta en la selección de determinados rasgos temáticos y en el empleo de diversos recursos retóricos [...]. Dentro de la poética hay que incluir los tópicos sobre los síntomas y los remedios, siempre vistos de manera burlesca; los juegos que propician que el mal sea francés, entre ellos las conexiones con una mitología caballeresca concreta; las alusiones religiosas (las cofradías, la mención de Dios o de algún santo); la explicación del tipo de mal que se padece, a veces como respuesta a una curiosidad malintencionada10.

En 1 6 1 3 , con la aparición de las Novelas Ejemplares, Cervantes apor taba su

magistral granito de arena a esta literatura de la sífilis, concretamente con el brevísimo

relato titulado El casamiento engañoso, que sirve de marco al complejo Coloquio de los

perros. El protagonista de la primera novela, el alférez Campuzano , se presenta al

comienzo de la misma como uno que apenas saliera de purgar los efectos del mal

francés:

Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y amarillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora. Iba haciendo pinitos y dando traspiés, como convaleciente.

A la pregunta de un viejo amigo que, al encontrarle, se sorprende de su aspecto desmejorado, Campuzano relata:

No tengo que decir sino que salgo de aquel hospital, de sudar catorce cargas de bubas que me echó a cuestas una mujer [...]. De mi casamiento saqué tantos [dolores] en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo, para entretenerlos, me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera11.

Si continuamos esta sucinta cronología, dedicada a la aparición de un motivo que se

asocia íntimamente a un entorno degradado o picaresco, la presencia literaria de la sífilis

por t ierras hispanas alcanza una de sus más excelsas c imas con dos romances

quevedescos, el conocido Tomando estaba sudores (cuyo epígrafe especifica: «Cura una

moza en Antón Martín la tela que mantuvo») y la continuación del mismo, A Marica la

9 Lógicamente, dado el ambiente procaz en que se inspira la obra, menudean en La lozana las referencias al mal francés. Sobre la importancia de los textos dedicados a la sífilis por Francisco Delicado, se pronuncia Bruno M. Damiani en la edición: La lozana andaluza, 1984, p. 12. Dicha información debe completarse con los datos aportados ahora por Carla Perugini, 2002 . Resulta asimismo de gran interés la reciente edición cuidada por la misma investigadora: La lozana andaluza, 2004 .

"Una introducción imprescindible en torno a la materia ofrece el capítulo VI («La poesía de la sífilis») de la espléndida monografía de J . I. Diez Fernández, 2003 , pp. 257-288 (la cita en pp. 286-287) .

1 1 Cervantes, Novelas ejemplares, vol. III, pp. 221 y 222.

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 2 3

Chupona (cuyo encabezamiento reza: «Segunda parte de M a r i c a en el Hospital y

primera en lo ingenioso») 1 2 . Las chanzas del creador del Buscón van referidas a una

prostituta de baja estofa (la aludida Marica) y se construyen sobre agudas variaciones

conceptistas en torno a la enfermedad venérea y sus efectos; c o m o señala Ignacio

Arellano la sífilis «era, con la gota , una de las enfermedades alegres en el sistema

carnavalesco, productos del placer sexual y de la gula; en la poesía de Quevedo la

atención minuciosa a los detalles de la destrucción corporal le confiere un característico

tono ambiguo, rasgo definitorio de lo grotesco» 1 3 . La sífilis se convierte en la pluma

quevedesca en el «mezo il più adeguato per distruggere il corpo della donna, castigo

esemplare del peccato che si commette con la seduzione del c o r p o » . Según dicha línea

interpretativa, los romances consagrados a la bubosa Marica revelan «il perverso piacere

che Quevedo sente in una operazione che lacera, disgrega, reifica il c o r p o della

donna» 1 4 . Esta veta de lo bajo corporal , que se imposta sobre el barroco lenguaje de la

agudeza, aparece asimismo en las composiciones de Anastasio Pantaleón, donde lo

grotesco aparece asociado con un peculiar discurso autobiográfico. Estimamos, por todo

ello, importante que los octos í labos pantaleoninos sean leídos a la luz de sus

equivalentes literarios itálicos, donde se unía ya en patética mixtura la forma de lo

jocoso con el trasfondo biográfico de lo maldito.

S O B R E L A F A M A D E U N P O E T A L I B E R T I N O :

D I N T O R N O S P A R A U N C I C L O P O É T I C O

Cuando, en 1 6 3 0 , apenas transcurrido un año de la muerte de Pantaleón de Ribera,

Lope de Vega incluía en el Laurel de Apolo algunas referencias crípticas al malogrado

poeta madrileño, los filos de la ironía parecían brillar más que los resabios piadosos

hacia el recién difunto 1 S . Las afirmaciones del Fénix eran las siguientes:

Para pintar las partes de Anastasio será corto pincel el de Parrasio, y pues ya tienes de él tantas premisas más vale que se queden indecisas. Apresuró sus días malcontento de que no ejecutó su entendimiento.

a R. Morales Raya (1993, p. 142) fecha el primer romance entre 1612 y 1628; el segundo es datado únicamente como posterior a 1612.

a Véase Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, pp. 442 -450 (tomo la cita de la p. 4 4 7 ) . Otra interesante pieza quevedesca es el «romance burlesco en que dice la novedad de pasar de empeños humildes y desnudos a ejecuciones de más gala» (ed. Blecua, 7 9 5 ) , donde la enunciación poética presenta un tipo de discurso personalizado y el «doctor» aparece como interlocutor explícito de las afirmaciones. Pueden subrayarse así confesiones del tipo: «de mi triste vida / te doy una larga cuenta» (vv. 15-16); o la referencia probable al mal francés: «un ahito de fregonas, / digo, de damas de cerda, / me tiene, amigo doctor, I entrambos pies en la huesa» (vv. 17-20) .

"Profeti, 1984, pp. 161-162. 1 5 Las tensas relaciones entre el poeta y el dramaturgo han sido parcialmente estudiadas por Brown, 1980,

pp. 21-30 .

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1 2 4 J E S Ú S P O N C E C Á R D E N A S Criticón, 100, 2007

A mi modo de ver, el sentido oculto de estos versos queda parcialmente velado en la referencia a Parrasio. N o me parece que el nombre de este pintor griego sea recordado tan solo en función de la metri necessitas, pues — c o m o es sabido— Parras io fue conocido en la antigüedad por sus obras de contenido erótico o pornográfico. Si se considera tal hecho, los primeros versos podrían arrojar un sentido semejante a éste: «Para describir las "buenas cualidades" de Anastasio se quedaría cor ta la capacidad plástica del pintor de temas escabrosos más reputado del mundo antiguo». Gracias a ese dardo sibilino, Lope podía criticar alguno de los «gustosos pasatiempos» del miembro de la Academia de Mendoza así como sus versos licenciosos. C o m o ya ha quedado dicho el rasgo más peculiar de Pantaleón, aunque sea mediante alusiones, Lope parece mostrar cierta reticencia a concretar más sus falsas alabanzas, de ahí que se escude en lo notorio de las andanzas vitales del escritor fallecido para no ahondar más en sus pullas: «pues ya tienes de él tantas premisas, / más vale que se queden indecisas».

El Fénix recuerda nuevamente al seguidor de Góngora cuatro años más tarde, en el séptimo canto de la Gatomaquia, donde una nueva referencia enigmática apunta hacia Pantaleón de Ribera con malévola intención:

Mas vuelve, ¡oh, Musa!, tú, para que pueda ayudarme el favor de tu gimnasio, que para lo que queda, aunque parece poco, al señor Anastasio Pantaleón de la Parrilla invoco, porque de su tabaco me dé siquiera cuanto cobra un taco 1 6.

L a alteración del nombre, que figura c o m o «Anastasio Pantaleón de la Parri l la», se

inspira en un romance del poeta fallecido, donde éste se refiere así a su propia sífilis:

«Culpa tiene el cocinero, / que, creyéndome chorizo, / me espetó, de mis humores /

alterando el equilibrio» (Ms. 3 9 4 1 , f. 8 4 r ) . El chiste culinario de Lope («Pantaleón de la

Parrilla») se explica, por tanto, con el peculiar martirio que sufriera el joven durante su

enfermedad. Sobre la críptica referencia al tabaco , no tenemos información alguna que

afirme que Pantaleón había adquirido el hábito de fumar. En definitiva, la imagen del

malogrado escritor que recogen los versos del Fénix parece limitarse a dos cuestiones: la

conocida promiscuidad del poeta madrileño y la estampa fugaz de su muerte bajo los

padecimientos atroces de la sífilis.

Las noticias sobre la presunta voracidad amator ia de Pantaleón de Ribera fueron

también jocosamente evocadas por uno de sus compañeros de academia, el poeta-tahúr

Pedro Méndez de Loyola, quien refiere así la procacidad de Anastasio y del italiano José

de Camerino:

Con que perdió el vejete los estribos, que su potro se altera; mas tan poco que nadie lo creyera,

Lope de Vega, La Gatomaquia, p. 83 (los comentarios a este fragmento se localizan en pp. 236-237) .

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 2 5

ello debió de dar algún corcovo por cerrar con la yegua que vio en cerro (bellísimo animal para un encierro), y Pantaleón cerrara, siendo un bobo, mas ¿qué mucho, el diablo no me aburra, que acometa, sin tocas, a una burra? Y Camerino en zaga no le fuera. ¿En zaga no? Mejor que en delantera. Mucho son para burla estos pesares, perdone la malicia, culpa de su nación, que en la milicia de amor se arma mejor con espaldares17.

La imagen grotesca de un joven tan rijoso que sería capaz de «acometer, sin tocas , a

una burra» nos informa, en suma, de cuál pudo ser la opinión acerca de Anastasio

extendida entre los contertulios de la Academia de Mendoza 1 8 . El origen mismo de

dicha creencia hay que buscarlo, probablemente, en los textos que el propio autor nos

ha legado, en la serie de composiciones que muestran su familiaridad con el pequeño

mundo de las cortesanas de la villa, como — p o r ejemplo— el Vejamen de Sirene, del que

nos hemos ocupado en un estudio anterior 1 9 . Otro texto pantaleonino que nos permite

vislumbrar este ambiente de camaradería putañera es el curioso romance que comienza

Nadie sin amor alienta, editado por Pellicer con el siguiente epígrafe: «A una junta de

damas y señores que se hacía en una casa de conversación, diciéndoles donaires a

todos» . El comentar is ta de Góngora —que había revelado las c ircunstancias que

originaron el t exto y reprodujo, además, los nombres poéticos de las cuatro «damas»

presentes (Anarda, Ursinda, Beatriz y Belisa)— obró con suma prudencia al ocultar la

nómina de nobles cuyos amoríos fueron motejados por Pantaleón. L a versión más

autorizada del mismo romance , incluida en el manuscri to 3 . 9 4 1 (f. 8 9 r - 9 2 v ) , ha

conservado —pese a los esfuerzos del editor del poeta por enmascarar los— las señas

exactas de aquellos que asistieron a tan peculiar reunión, junto con algún detalle de sus

aptitudes o costumbres amator ias : don Hernando de Guzmán, de quien se afirma

elogiosamente que «todo lo rinde y lo ronda»; «el conde de Puñoenrrostro», con quien

«ni en el limbo, ni el tablado / tienen segura su honra / las niñas y las farsantas»; don

Enrique de Toledo y Alagón, «que a bofetadas negocia» y con tan ex traño tipo de

cortejo va «martirizando beldades»; el duque de Lerma y su hermano, sableados sin

piedad por las busconas; don Rodrigo de Tapia; don Antonio de Aguiar y el señor

Gobernador de Oran, que «festeja una dueña quintañona / de belleza datilada / y de

hermosura pilonga». Tras las andanadas chistosas que lanza contra la citada galería de

ar i s tócratas , finalmente, Pantaleón de Ribera la emprende con un c o m p a ñ e r o de

profesión, el literato Juan (Ruiz) de Alarcón, al que pinta tan apasionado por una tal

Menga que «ardiéndose c o m o T r o y a , / un volcán, un Mongibelo, / por cada giba le

brota» . En definitiva, toda esta serie de indicios dispersos (las alusiones venenosas de

1 7 Manejo el manuscrito B.N.M.-4.051, Libro de varios papeles, í. 685v-686r (69v-70r en la antigua foliación del códice).

1 8 Para las circunstancias de este texto, véanse los artículos de Brown, 1982 y 1986. 1 9 En Ponce Cárdenas, 2002, pp. 53-59.

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Lope, el hiperbólico retrato de un Pantaleón «al asalto» trazado por Méndez de Loyola, los propios textos del escritor en torno al mundo galante) nos van conduciendo al origen de uno de los ciclos poéticos más característicos de la obra del malogrado seguidor de G ó n g o r a , aquella sección que podría aco tarse con el marbete de "un pequeño cancionerillo octosilábico de la sífilis".

A N A S T A S I O P A N T A L E Ó N D E R I B E R A :

H A C I A U N A D I F Í C I L A U T O B I O G R A F Í A B U R L E S C A

Si podemos fiarnos de la cronología que arroja la composición que lleva por epígrafe «Excusándose de hacer unos motes que le envió a pedir el Excelentísimo señor duque de Lerma para Pa lac io» , es muy probable que los achaques más serios del poeta se remonten a la temprana edad de veintisiete años. El dato parece coincidir, además, con la afirmación que Pellicer realizara en torno al fallecimiento de su amigo («le salteó la muerte, año de 1 6 2 9 , sin cumplir los treinta de su edad, habiendo padecido continuos veinte meses graves dolencias»); puesto que sabemos que la defunción se produjo en febrero de 1 6 2 9 , si realizamos la sustración de aquellos veinte meses, podemos obtener una fecha aproximada para conocer el inicio de la manifestación más virulenta de la enfermedad del poeta: junio-julio de 1 6 2 7 . Observemos, ahora, lo que afirma Pantaleón en unos versos de claro contenido autobiográfico:

¿Hay alguien que escriba coplas No por cierto. Yo he tenido de sopetón cuando llega esta noche mucha fiesta el año de veintisiete con ver del señor don Bueso a estar con el pie en la huesa? la católica presencia...

Si se acepta sin reservas esta cronología aprox imada , el cancionerillo de la sífilis

debió de componerse durante el segundo semestre de 1 6 2 7 y a lo largo de todo el año siguiente 2 0. A continuación reproduzco los textos de los cuatro romances que integran este interesante ciclo del mal francés, tratando de comentar alguno de sus rasgos más destacados:

Estando enfermo el poeta hizo este romance al médico que le curaba, viniendo a visitarle muy de mañana

Ya, Clori, el reloj sonaba se viene pian, pian». las cinco en San Sebastián Hallóme medio dormido, a la estación en que suelen si bien en todo mi mal, 10 los gallos siempre cantar, conde Claros con unciones

cuando me dijo mi madre: 5 no podía reposar. — «Anastasio, despertad, — «Paz sea en esta casa», dijo, que el señor Doctor a veros Mas desmintiéndole está

2 0 En cuanto al importante papel desempeñado por el escritor madrileño en la aclimatación de la lírica jocosa, se ha recordado recientemente cómo «el proceso de consolidación de la poesía burlesca se va acentuando a medida que avanza el siglo. Recordemos el éxito de ventas de las obras de Anastasio Pantaleón de Ribera, poeta de academia y de poesías fundamentalmente intrascendentes y jocosas, que durante el xvn conoce cinco ediciones» (R. Cacho, 2003, p. 487).

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S

la guerra que hace a las bolsas 15 esto de ser porta paz.

Sentóse y pidió la arteria, pero advirtiendo que está cada día en mis achaques más crudo y acerbo el ax, 20

montando en furia le dije, más que Erinis infernal hecha la voz un incendio, y hecha la vista un volcán:

— «Oh, montante de la muerte, 25 graduado en Alcalá, que a ser vienes de los hados y de las Parcas el zas;

oh, tú, que de la otra vida rodando bajas acá, 30 formidable birla vivos de allende el juicio final,

¿a dónde bueno te llevas? Mejor fuera no dudar, que es donde malo, pues nunca 35 vas a donde buenos hay.

¿Contra quién irá tu ceño? ¿contra quién tu vista irá, tan aceda, que parece que miras por un agraz? 40

¿De qué inocente tan presto a ser el Herodes vas, que justos antes de nona pretendes ponciopilar?

Si es contra mí la alborada, 45 bien hago yo en sospechar, que ronda la armadura el valle de Josafat.

Tú, que el campanario has hecho más mudo clamorear 50 y a quien su dos de noviembre llaman los difuntos ya,

¿cómo me pides el pulso si han menguado la mitad después que te graduaste 55 los pobres hijos de Adán?

Todos los yerros de todos cuantos hoy curan atraes a tus recipes, ¡oh fiero medicastro, piedra imán! 60

No hayas miedo que tu muía esté descalza jamás, si como la cura yerras la muía sabes herrar.

Aquí me tienes por orden de un cementerio quizá, hecho un esqueleto vivo en lo verde de mi edad.

Aquí de jarabes puros que bebo dos meses ha, pienso que tengo borracho el húmedo radical.

Como un zaque estoy de Ameque y como una guinda están mis tres potencias del alma de fumaria y magistral.

Aquí, tras tanto jarrillo como te he sufrido y tras tanto sudor apajado de estufa canicular,

más babas estoy vertiendo que enfrenado un alazán, procurando en mis salivas escupir mi enfermedad.

Como los dos babeamos en la cama y el zaguán, las unciones que a tu muía dicen todos que me das.

¡Oh, acaba ya de matarme, si de los hados está! Que doble sus esquilones en mi entierro el sacristán.

Mas si acaso esta mañana no has madrugado fatal y vienes a herir de pancho o de soslayo no más,

como yo quede con vida, víctima sobre el altar de Asclepio y de Podalirio gallo votivo será».

Con esto el médico, Clori, hecho un puro Satanás, salto diera de la cama, que parece gavilán.

Algunos contemplativos dan en decir y en pensar que ojos que lo vieron ir en Francia no le verán.

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1 2 8 J E S Ú S P O N C E C Á R D E N A S Criticón, 100, 2007

C o m o se ha visto, el romance se presenta a la manera de una escena de costumbres, en una suerte de movimiento teatral: la madre irrumpe en el cuarto para despertar a su hijo, el doctor entra y saluda, finalmente el enfermo increpa al médico y relata en primera persona, con inquietantes pormenores, sus padecimientos. El tono humorístico del poema se basa, esencialmente, en la parodia del romancero viejo y en la integración burlesca de diversos referentes bíblicos. El inicio de una de las más célebres composiciones del romancero («Medianoche era por filo, / los gallos querían cantar , / conde Claros con amores / no podía reposar») aparece transmutado jocosamente en la apertura « Y a , Clori, el reloj sonaba / las cinco en San Sebastián, I ala estación en que suelen I los gallos siempre cantar»; la deformación paródica continúa trabajando sobre el mismo hipotexto unos versos más abajo, en la presentación del enfermo: «conde Claros con unciones / no podía reposar»n. El romance de Belerma («Oh, Belerma, oh, Belerma, / por mi mal fuiste engendrada») deja también su poso al final de la composición: «que ojos que le vieron ir / en Francia no le v e r á n » 2 2 . Las referencias bíblicas sirven para identificar al médico con figuras malignas (como Herodes, causante de la matanza de los inocentes; o Poncio Pilatos, directo responsable del inicuo juicio de Cristo; o con el mismo Satanás). Debe considerarse además que, mediante la perífrasis de contenido religioso, se alude a las peligrosas circunstancias que vive el poeta (el «valle de Josafat» ha de ser entendido c o m o valle de la muerte, o la muerte misma) , o a la humanidad entera («los pobres hijos de Adán») . De especial interés resulta, por otra parte, la pintura de la propia enfermedad, que el poeta consigue mediante el elenco de recipes (donde se incluyen unciones, jarabes puros, fumaria, magistral, jarrillos, y los omnipresentes sudores) . En esta misma línea, mediante un c r u d o proceso de animalización, el síntoma del morbo gallico que aparece subrayado en el t exto es el constante exceso de saliva («más babas estoy vertiendo / que, enfrenado, un a lazán», «como los dos babeamos / en la cama y el zaguán, / las unciones que a tu muía / dicen todos que me das») .

A continuación hemos de examinar un texto incompleto, recogido en el manuscrito 3 . 9 4 1 ; éste presenta una estructura semejante a la del romance que acabamos de ver, como si se tratara de un primer ensayo del mismo o acaso un borrador desechado:

Para las construcciones humorísticas basadas en la parodia del romancero, véase Brown, 1980, pp. 187-

2 2 Véase la edición de P. Díaz-Mas: Romancero, 1994 , pp. 212-214 (el verso alterado por Pantaleón se localiza en p. 213: «¡Qué ojos que nos vieron ir / nunca nos verán en Francia!»). En una de las coplas del primer texto consagrado a la estampa de «Marica en el Hospital», Quevedo se había ya servido de otro motivo romanceril: «Lo español de la muchacha / traduce en francés el mal; / cata a Francia, Montesinos, I si te pretendes pelar» (vv. 9-12). Dicha parodia se encuentra asimismo en el romance pantaleonino que comienza Desde la zarza, señor, donde ocupa el v. 84.

Estando enfermo, al médico que le curaba, viniendo a visitarle muy de mañana.

Las cinco de la mañana daba por filo el reloj, cuando en mis barbas me dijo la madre que me parió:

— «Despertad, hola, que viene con su lacayuelo en pos vuestro médico y su muía, sus guantes y sortijón».

5

190.

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 2 9

Considere aquí el benigno, pío y cristiano lector, 10 por me hacer merced, el miedo que tendría entonces yo.

con la cólera le dije que Arquíloco, a quien armó de sus mordaces yambos la rabia y la indignación:

30

Temblé como un azogado, y aun pienso que como dos, del susto, que de la untura 15 azogado cinco soy.

— «¡Oh montante de las Parcas, oh zas zas de los hados, supitaño de la muerte y crudísimo antuvión,

35

Hele que entra, Dios nos libre, muy dado en el eslabón un machete con sus barbas y apatusco de Doctor. 20

oh abarrisco de las vidas, oh troche moche feroz de las saludes, oh roso y belloso matador! 40

Entró, pues, y aunque en ayunas, por dos azumbres de voz, — «Dios sea en esta casa», dijo, pero no me trujo a Dios.

¿A quién llevas la otra vida antes que la tenga el Sol? ¿Qué cimenterio te paga ese asasino traidor?

Pidióme la arteria y viendo 25 que cada visita voy, por creer sus aforismos, estando mucho peor,

¿De qué parce mihi vienes, o de qué kyrie eleisón hecho del ojo? ¿Qué tumba dicta tus recetas hoy?»

45

El poema se abre nuevamente con la figura de la madre del poeta, que le despierta avisándole de la llegada del doctor. En boca de la figura femenina se inserta la descriptio indirecta de un médico de calidad, que aparece montado sobre una muía con bellos arreos , mientras se hace seguir por un joven lacayo que porta el instrumental; los guantes y el «sortijón» emblemáticos de la profesión completan el esbozo del personaje según los dictados de la consabida sátira contra oficios. C o m o observábamos en el texto anterior, nuevamente encontramos aquí la interesante disposición dialógica: el pequeño parlamento materno , el saludo del doctor , y, por último, la extensa invectiva del enfermo. En el transcurso de esta escenita de consulta médica, el profesional le toma el pulso al poeta, constatando el progresivo empeoramiento de éste; irritado por la falta de mejoría, el propio paciente comienza su airada diatriba, amparándose nada menos que en la autoridad clásica de Arquíloco de Paros . En realidad nos hallamos ante un sutil guiño intertextual —algo amplificado— a un conocido verso de la horaciana Epistula ad Pisones ( 7 9 ) : «Archilocbum proprio rabies armavit iambo». La parodia del romancero viejo sirve, una vez más, para dar comienzo al poema («Las cinco de la mañana / daba por filo el reloj»), pero no aparece corroborada en ningún otro pasaje del mismo. El uso cómico de frases pertenecientes a la liturgia (Parce mihi, Kirie Eleyson) se relaciona también con los referentes de carácter religioso que notábamos en el primer texto . Parece , sin e m b a r g o , que la fuente principal de la comic idad de esta segunda composición debería sustentarse en la variación metafórica ejecutada sobre la figura del médico, que aparece transformado lingüísticamente —una y otra vez— en instrumento de la muerte («machete» , «montante», «asesino»). En mi opinión, el escaso margen que se concede a la descripción del mal o de su cura (sólo una vez se menciona la «untura»; probablemente las referencias al azogue deben entenderse c o m o alusivas a los temidos remedios mercuriales) conlleva una focalización del texto hacia la simple variación, muy poco original, de la sátira contra médicos —tan cara a la pluma quevedesca—, lo que

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probablemente pudo originar que el poema permaneciera incompleto, abandonada su

composición en aras de un tipo de discurso autoparódico mucho más eficaz.

El romance al que nos vamos a referir a continuación entra de lleno en el discurso

satírico contra los profesionales de la medicina y, pese a que no haga muchas referencias

explícitas a las dolencias propias del morbo gallico, estimo que se puede comprender

mejor a la luz de textos como los anteriores:

A un médico francés, que vino a España a curar potras, hecho a petición de un caballero del hábito de Santiago y caballerizo del Rey nuestro señor

Este romance se hizo para aquel joven por ley que de Santiago y del Rey es caballero y llerizo.

Francés cirujano que, más avariento que docto, convertir en pan procuras las piedras, como el demonio,

vade retro, y no tu estuche 5 dé a las vidas más asombro, ni para matar sin pena busques pretextos al odio.

Di, si eres químico acaso, por qué las piedras de todos 10 parecen filosofales, pues haces con ellas oro.

¿Qué importan tus diligencias si es la vida un breve soplo? Para nacer fuimos hombres 15 y para morir lo somos.

¡Qué poco la ciencia alcanza! Pues que de durar no hay modo, su fin tiene cada aliento, y cada vida su coto. 20

Veniste a España teniendo las pragmáticas en poco, cuando un abridor en ella es pedir peras al olmo.

Y en vez de haber hecho en ti 25 un castigo riguroso por abridor de cuchilla, ya que no de molde gordo,

aun los alcaldes te pagan el arte facineroso, 30 siendo relajar las leyes en ti solamente logro.

Toma oficio y adereza

las valonas y los bobos, ponte a engomar las orinas 35 y a almidonar los encordios;

no porque sepas abrir lechuguilla ha de ser todo, que aun en las ingles se veda la arandela y tente mozo. 40

O, pues de abridor presumes, abre, si sabes, el ojo, que te meterá un esbirro en un par de calabozos.

Guárdate de los muchachos, 45 que armados ya del apodo mal francés te llaman unos y bubas te llaman otros.

Sácale la piedra a Hita, gabacho, si sabes cómo, 50 y tendrás nombre en España de opinado y de famoso.

Pero si acaso pretendes sacárnoslas a nosotros, vete al rollo, que cualquiera 55 tiene su piedra en el rollo.

Que aunque ahora me naciese, si no de miedo, de ahorro, por no verme entre tus manos, me hiciera con ella momo. 60

Tú no has de curarme, en fin, aunque oculte prodigioso mi pulgarejo un peñasco y mi entresijo un escollo.

Y porque digas en Francia 65 que el escolar del antojo te tuvo por embustero sin sacarle mentiroso,

no han de abrirme tus estudios de par en par, que me pongo 70 un candado y dos armellas

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 3 1

en las ingles, como bobo. y ganzúa de meollos, 80 Cerrado estoy de campiña

y menos la piedra a lodo, pestillo traigo en la panza y en la vejiga cerrojo.

75

que he de abrirte la cabeza, porque tengas en el moño, como el bezar la virtud y la luz como el piropo.

Y ¡vive Dios! Si te tiro un guijarro que redondo es llave de comisuras

Súbete en un platicante, pues tienes dos de retorno, y si te fueres a Francia, allá vas, cómante lobos.

85

Esta curiosa pieza, escrita por encargo de uno de los caballerizos del rey, se inserta de

lleno — c o m o se ha d icho— en la modalidad de la sátira contra médicos. Dada la

importancia de este tipo de figura vejada y observando, además, la tipología externa de

los chistes que aparecen recurrentemente en el poema, me parece apropiado insertar

dicho texto en el cancionerillo de la sífilis. A este propósito, no estará de más recordar

que una de las afecciones causadas por el mal francés eran las temidas gomas o piedras

(«tumores esféricos o globulosos que se desarrollan en los huesos o en el espesor de

ciertos órganos c o m o el cerebro, el hígado, etc. , y es de ordinario de origen sifilítico»,

DRAE) y que el tratamiento de las mismas era confiado a cirujanos especializados en

sajarlas. Debido a todo ello, la nacionalidad del médico y la función concreta que éste

desempeña en su campo parece propiciar la elaboración del entramado humorístico del

poema según el canon de la tópica burlesca de la sífilis. Una vez constatada esta

particularidad, podemos apreciar que —lógicamente— el romance se articula en torno a

dos ejes isotópicos marcados por el origen francés del cirujano y por la especialidad a la

que se dedica (la extracc ión de piedras o cálculos) . La nacionalidad del personaje

satirizado lo convierte en un blanco fácil para ciertas pullas construidas sobre el

gentilicio mismo, en clara alusión a la sífilis («mal francés te l laman unos, / bubas te

llaman otros») , al tiempo que permite al escritor aludir a la legislación que regulaba la

llegada de emigrantes que procedían de un país casi en lucha constante con España

(«Viniste a España, teniendo / las pragmáticas en p o c o » ) . El segundo haz de isotopía

acumula referencias al Nuevo Testamento (Mt. 4 , 3 -4 : el diablo tienta a Cristo en el

desierto y trata de hacer que éste transforme las piedras en panes), a una disciplina

esotérica c o m o la alquimia (el cirujano ha encontrado la milagrosa piedra filosofal, al

hacerse de o r o extrayendo las piedras de los pacientes) , o a la toponimia ibérica

(Piedrahíta). En este segundo nudo de conceptos que se construyen en torno al lexema

piedra se incluyen además la desarticulación de modismos o frases hechas («tener la

piedra en el rol lo») , el empleo jocoso del lenguaje eclesiástico (vade retro) y las alusiones

a la tradición paradoxográf ica (el poeta amenaza con descalabrar al cirujano de una

pedrada, si éste se le acerca; dicha herida en la cabeza del físico descubriría que éste

escondía allí la legendaria piedra bezahar o el precioso piropo). En definitiva, bajo la

corteza conceptista de sabor quevedesco, el presente romance no escatima ninguno de

los lugares comunes de la caricatura del médico, tan habitual en el Siglo de Oro . Desde

su exterior solemne (muía, barba, guantes, sortija, lacayo) hasta su carácter peligroso

(en el que la codicia va de la m a n o de la condición letal), la estampa remite a un

paradigma jocoso ya tradicional.

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1 3 2 J E S Ú S P O N C E C Á R D E N A S Criticón, 100, 2007

Finalmente, el poema más interesante de este romancerillo de la sífilis es el dirigido por Anastasio Pantaleón de Ribera a su más firme protector, don Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma:

Al Excelentísimo señor duque de Lerma, estando el poeta enfermo del achaque de que murió, le escribió agradecido de que le hubiese enviado a visitar el duque el mismo día que le condenaron en un pleito de mucha importancia.

Desde la zarza, señor, (pero sin aquel prodigio de Horeb) os hablo, que quedo tomando zarzajarrillos.

A puro sudar la gota, 5 tan gorda como yo mismo, por Pantaleón de Algalia me tienen ya los amigos.

Érame yo ejecutoria, pero ya soy sambenito, 10 que en la zarza me revuelco y en cada trago me pincho.

Una mazorca de bubas tengo en este cuerpecito, plegué a Dios me la devanen 15 los sudores hilo a hilo.

Culpa tiene el cocinero que, creyéndome chorizo, me espetó, de mis humores alterado el equilibrio. 20

Gálico estoy confirmado, ¡qué bofetón tan impío me sacudió la manaza de Turpín el arzobispo!

Las unciones temo y tanto 25 con esperarlas me aflijo que, sin llegar al ungüento, brujo de azogue me miro.

Si tanto del lecho y tanto de esta dolencia martirio 30 no me quita la zarzuela, Daratuzán sea conmigo.

Beberme las ventas pienso de todos esos caminos y echarme Alcolea a pechos, 35 si no pudiere su río.

Intentarlo pienso todo, para ver si vuelvo a vivo, aunque el andar zarzeando es cosa de tortolicos. 40

Nao podo jantar, los dientes se me quejan de baldíos, mano sobre mano tengo las muelas y los colmillos.

Enfádame el cuarto de ave, 45 cánsame el toparramiro bravamente, que el carnero sólo es bueno vellocino.

Hallan siempre en mis muñecas cochambre de arder maligno 50 los médicos, porque nunca de calentura me limpio.

De parto una piedra tengo, y de parto el colodrillo, a Jove, madre dos veces, 55 en ambos daños imito,

que en mi muslo y mi cerebro, con dolores excesivos, Minerva corona infante y Baco se aborta niño. 60

Si cuando enfermo el cogote sabe ser tan enemigo, mal hubiese el Anastasio que non naciera corito.

Hierros ha obrado en mi cura 65 un médico del perrillo, tales que dejar pudieran cualquier avestruz ahito.

¿Qué digo avestruz? La hierba no los romperá del pico, 70 maguer que suele en los reos quebrar los bretes y grillos.

Purgado estoy siete veces y sangrado diez; los libros solamente y las ventosas 75 me buscan algún alivio.

Hechas árbol de linaje las espaldas he tenido, mordiéndomelas aquellos sacabocados de vidro. 80

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 3 3

90

95

100

Hánme dado catapocias, cataplasmas, cataclismos y aun sospecho que han de darme «Cata Francia Montesinos».

¿Mas para qué os voy contando 85 mis males a dos carrillos, si llegan cuando mayores a sólo llamarse míos?

Muerto yo importara menos que haber, señor, padecido vuestra inocencia pesares y vuestra hacienda peligros.

Pero yo no hablo ad Ephesios, bien sé por lo que lo digo, y la causa adoro con que este papel os escribo.

Fue, pues, que la misma tarde del rigor, en que era digno y natural que el cuidado anduviese repartido,

cupe yo en vuestra memoria y hétele aquí un pajecico que a inquirir de vuestra parte todos mis achaques vino.

Esto obrastes aquel día. 105 ¿Para qué tengo galillo si en publicar vuestras glorias no me lo deshago a gritos?

Vos del grande abuelo y padre nieto mayor, mayor hijo, cuyas virtudes etéreas corona serán del siglo,

si os mira mal la Fortuna, por haber ya sucedido en los méritos y bienes de tanto mayor divino,

aunque ésa no es culpa vuestra, sino de la invidia oficio, y nadie es reo en aquello que fue, naciendo, delito, 120

110

115

huid, señor, la amenaza y la ofensa del destino que desde lejos o yerra o hiere menos prolijo.

Tema del Austro la saña 125 el piloto prevenido, y sin zozobrar defensa busque en el puerto y abrigo.

Mucho (en que el odio y la rabia se alimentan vengativos) 130 en la ocurrencia padece y se libra en el desvío.

No despedazar el Pardo al cazador que no ha visto en su monte, es accidente 135 del ocio, que no del vicio.

Ausente ansí del objeto en quien lograra nocivo su veneno, no perdona, pero huelga el basilisco. 140

De Lerma, señor, sois dueño, Lerma, cuyo ameno sitio pudiera ser de los dioses más delicioso retiro,

allí, para no emplearos 145 en marciales ejercicios a que os tuerce vuestra sangre, vuestra fama o vuestro brío,

viviréis, al fin, en ocio más seguro y más amigo, 150 fuera del áulico estruendo y el cortesano delirio.

Yo acabo aquí mi romance, y solamente os suplico que muda ceniza sea 155 después que lo hayáis leído,

que como soy pretendiente es siempre discreto aviso en las materias de riesgo callares y cortapicos. 160

Según se puede observar, el t exto precedente aparece estructurado en forma de

díptico: la primera sección del poema está dedicada a los padecimientos del poeta (vv. 1-

9 2 ) ; el segundo apar tado , en cambio , se muestra c o m o una consolatio al poderoso

amigo que abandona el «áulico estruendo» y parte hacia sus dominios burgaleses

(vv. 9 3 - 1 6 0 ) . Si comenzamos nuestro comentario , precisamente, desde este segundo

fragmento, destaca ante todo el motivo de la cautela y el silentium preceptivo del autor,

quien afirma que sus comentarios acerca del viaje del duque constituyen «materias de

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1 3 4 J E S Ú S P O N C E C Á R D E N A S Criticón, 100, 2007

riesgo». Aunque no podamos precisar qué eventos cortesanos aparecen aquí ocultos tras un tenue velo (la referencia al co to de caza real, ubicado en el monte del Pardo, parece esconder cierta alusión a algún suceso acaecido en el estrecho entorno del aula regia), los haces de isotopía que dominan, significativamente, este segundo apartado parecen sugerir una pérdida de favor ante el monarca (Fortuna, destino I rigor, invidia, amenaza, ofensa, odio, rabia, vengativos), apuntando —verosímilmente— hacia una caída causada por un enemigo del linaje de los Sandoval. Si el poderoso opositor de esta familia, en franco declive tras la llegada al trono de Felipe IV, viniera a ser el temido conde-duque de Olivares, no sorprendería a nadie que el poeta afirme — c o m o entre susurros— al poner fin a sus versos: «yo acabo aquí mi romance, / y solamente os suplico / que muda ceniza sea / después que lo hayáis leído». Las esperanzas de un «pretendiente», tal como él mismo se define, no han de mesurarse más allá de los límites de su discreción, de ahí que éste pida a su protector que el fuego sea el destino último de una composición comprometedora 2 3 .

Tras la mención de los interesantes problemas de tipo sociopolítico planteados en el segundo miembro del poema, es tiempo ahora de analizar la imagen del mal francés que Pantaleón da en el fragmento inicial del mismo. En primer lugar, puede observarse que, al igual que ocurría con los dos textos que abren el cancionerillo de la sífilis, la ambientación grotesca del romance concede suma importancia a la subversión de los referentes religiosos y románcenles. La apertura de la pieza remite, c o m o se ha visto, al pasaje del Viejo Testamento donde el Creador se aparece a Moisés en forma de zarza ardiente (recuérdese exactamente la teofanía de E x , 1 9 , 1 6 - 2 0 ) ; el locutor poético afirma que él también se halla en medio de unas zarzas en llamas, con extremo dolor, pero sin la presencia consoladora de Dios. A idéntico entorno religioso remite un modismo ocasionado por la alteración del lenguaje litúrgico («hablar ad Ephesios»). La parodia del romancero viejo se presenta esta vez bajo la forma de alusión (a la «manaza» del arzobispo Turpín, personaje perteneciente a la saga carolingia) y bajo la de la analogía burlesca; en el segundo caso, el prefijo cata-, presente en la terminología médica, sirve para componer el listado de recetas: «cata-pocias», «cata-plasmas», y los sorprendentes «cata-clismos» y «cata-Francia-Montesinos». Dicho procedimiento de composición de neologismos se puede hacer extensivo a un vocablo c o m o zarzajarrillos, donde se entremezclan los jarrinos que debe ingerir el enfermo y las cocciones de zarzaparrilla (probablemente mezclada con palo santo). En este último romance de la sífilis abundan, más que en otros textos , los molestos pormenores de la enfermedad: la repelente «mazorca de bubas», las curas de sudores, el temible ungüento mercurial (o «unción de azogue») , la sed perenne, el hastío continuo de los alimentos prescritos en la dieta. En cierto modo , los valores plásticos de la metáfora sirven para incrementar la crudeza de las marcas que el tratamiento deja en el cuerpo del enfermo; la disposición de las heridas que se ramifican por la espalda promoverá así su identificación con un «árbol»

2 3 El texto que reproducimos se encuentra en el Ms. 3941, f. 84r-88r. Las variantes que arroja el cotejo de estos octosílabos con los publicados por Pellicer en 1631 muestran cuan indiscretas podían parecer estas afirmaciones a un cortesano tan avezado como el cronista real. Éste suprimió los pasajes más subidos de tono (vv. 113-141) y cambió ladinamente el cierre del poema, eliminando la petición de que el comprometedor papel fuera quemado: «Yo acabo aquí mi romance / que es siempre discreto aviso / en esto de dar consejo / callares y cortapicos» (ed. Balbín Lucas, vol. II, p. 139).

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 3 5

genealógico. Por o tro lado, los bisturís y lancetas del cirujano obran a modo de espadas

(como las célebres «del perrillo») que laceran sus miembros. Siguiendo una suerte de

línea ascendente, con una de las cimas patéticas del relato el locutor poético logra

inspirar suma compasión, precisamente allí donde confiesa con cierto desamparo:

«Purgado estoy siete veces / y sangrado diez; los libros / solamente y las ventosas / me

buscan algún alivio». El dolorido trasfondo de este pasaje sirve, además, c o m o el

conveniente anticl imax de una de las cimas jocosas del romance: la aparición de los

exempla mitológicos de los embarazos de Júpiter, que remiten nuevamente a la triste

realidad del poeta (las gomas supurantes del «colodrillo» y la «pierna» permitirían

identificarlo con el soberano del Olimpo, que dio a luz a Palas y al dios del vino de su

propia cabeza y del muslo).

Para cerrar estas notas en torno a la importancia que asume el tema de la sífilis en la

obra de Anastasio Pantaleón de Ribera me parece oportuno recordar los versos que

sobre la causa de la muerte del joven poeta compuso don Francisco Benegasi y Lujan en

las postrimerías de la Edad Barroca:

Murió el gran Pantaleón, ¡dar a entender que tenía pero no murió su fama, poca lana y esa en zarzas! que el cuerpo de tales obras Influyó Apolo en su numen, no será cuerpo sin alma. Venus, señor, le guiaba, 10 Murió pobre (fue poeta) 5 y Mercurio hizo a su vena y de bubas: ¡qué desgracia! que, aun sin discurrir, sudara2 4.

Al inicio del Setecientos, Antonio de Z a m o r a dedicó a un argumento tan sin par

como el tratamiento de su propia sífilis una composición en la que, plenamente investida

de auctoritas, queda recogida con zumba la memoria del joven madrileño:

Todas las conversaciones una eterna anotomía forman, para divertirnos, de la cerilla del trigo. las mantas del hospital, ¡Oh buen Pantaleón!, ahora las lentejas del hospicio. entra lo de cataclismos, 10 Hay, entre si obro o no obro, 5 cataplastos y después entre si orino o no orino, «cata Francia Montesinos»25.

2 4 La Barrera recuerda muy a propósito estos versos en la semblanza que trazara de Pantaleón (1969, p. 294) . El texto completo del romance puede leerse en Obras lyricas joco-serias (que dexó escritas el Sr. D. Francisco Benegasi y Luxán), 1746, pp. 38-39.

2 5 Debo la noticia de la existencia de este curioso texto al doctor Rafael Martín, cuya tesis —dedicada al estudio de la obra de Zamora— se encuentra actualmente en proceso de edición. El larguísimo epígrafe del poema, que se ocupa de editar en dicha monografía, reza así: Romance jocoso en que al señor marqués de Mejorada y la Breña, caballero de la Orden de Alcántara, gentilhombre de Cámara de su Majestad, su secretario de Estado y del despacho universal, refiere su viaje al Molar a tomar las aguas minerales de la Fuente del Toro su más obligado servidor don Antonio de Zamora, gentilhombre de la Casa del Rey nuestro señor y oficial de la Secretaría de las Indias, de la Negociación de la Nueva España.

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1 3 6 J E S Ú S P O N C E C Á R D E N A S Criticón, 100, 2007

M I G U E L C O L O D R E R O D E V I L L A L O B O S :

C O N U N R O M A N C E B U R L E S C O Y C I N C O E P I G R A M A S

A cont inuac ión , sin movernos del ámbi to de la segunda p r o m o c i ó n cul ta ,

examinaremos algunas piezas dispersas entre los volúmenes poéticos del baenense

Miguel Colodrero de Villalobos 2 6 . En el cultivo de la varietas cómica por parte del

seguidor de Góngora pueden rastrearse ecos del creador de las Soledades y de otras

figuras menores del Parnaso barroco . Sin hacer demasiado hincapié en la cuestión del

aprendizaje del estilo risueño por parte del baenense, seguidamente trataré de deslindar

los principales juegos de ingenio que ligan sus octosílabos a la poesía de la sífilis.

Quisiera detenerme, en primer lugar, en una interesante décima que se finge,

dialógicamente, c o m o testimonio de un doble envío epistolar. El epigrama hace

referencia a una primera misiva con la que el corresponsal (don Andrés) previene al

locutor poético contra el doble peligro que se cierne sobre la ciudad de Málaga: la sífilis

y los ataques repentinos de corsarios ingleses. Una segunda carta parecería insistir en la

necesidad de extremar las precauciones ante el riesgo de un posible contagio de bubas:

Escríbesme, don Andrés, me haces mucho recuerdo amigo mío leal, que en guardarme no ande lerdo. que en Málaga todo el mal Harélo con más cuidado es de ingles y de inglés. de un majadero atestado En otra carta después 5 que de un apestado cuerdo27. 10

C o m o dicta la poética del epigrama, el escritor reserva el dicterio para el remate de la composición: si los versos precedentes parecían discurrir por los vericuetos de un intercambio amistoso de consejos, el fulmen in clausula revela que el cataclísmico don Andrés, en realidad, sólo ha alcanzado la sensatez tras haber contraído él mismo el morbo gálico. Los juegos conceptistas presentes en la décima hacen recaer casi todo el peso del humor en una figura tan simple c o m o la annominatio (Málaga/mal, ingles/inglés), en tanto que las alusiones a la enfermedad venérea se limitan a la sugestión de un síntoma inequívoco (la presencia de tumores voluminosos en la zona inguinal).

El romance VIII del Alfeo se configura, c o m o el epigrama precedente, bajo una especie de cornice dialógica; esta vez se trata de la alocución directa encaminada por el hablante poético a la mujer que desea:

Tienta, Lai's, enemiga, que pretende por cansado las heridas que me das, que yo le vea sudar. que mujeres y diablos ¡Ay!, que una pierna me duele; bien sé que saben tentar. los brazos me quiebran, ¡ay! 10 Tres meses ha que me sigue, 5 Teneos, males verdugos, a vuelta de otros, un mal que yo diré la verdad.

2 6 Sobre este ingenio áureo aún insuficientemente conocido puede leerse como introducción general el apartado consagrado al mismo en Ponce, 2001a , pp. 2 0 7 - 2 2 3 . Varios aspectos concretos de su obra se examinan en mis artículos de 1999, 2001b, 2004 y 2005 , en prensa.

27 El Alfeo y otros asuntos en verso, ejemplares algunos, f. 81 r.

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 3 7

Confieso que ya sin cuenta preñada una ingle está y en el dolor impaciente revienta por reventar. Pensaba yo, peste hermosa, cuando te vi relumbrar, que eras sol recién salido, y así te quise tomar. Todo el común te juzgaba por hembra hecha a la haz; engañóse, es ciego el vulgo, y ve los bultos no más. Entráronse por los míos, que estaban de par en par, tus ojos, tan a lo bravo que me dejaron en sal. Muerto a tu vista quedé, y del alma la mitad hizo viaje a tu pecho, inútil, aunque eficaz.

25

20

30

15

Advierte, Naturaleza, que a la mujer has de dar unos ojos para ver, pero no para mirar. Tanto tu ausencia apetezco y tanto verte fugaz que olvidándome diré que me tienes voluntad. Mil gracias, Lais, te ofrezco, pues me diste libertad, mas si enredado no estoy, enzarzado me verás. Dios traiga tan lindo un marzo que no le digan refrán, que en esta súplica pido mi salud y la del pan. Pides que te dé perdón (pero qué no pedirás), yo te lo concedo todo, porque es grande acción el dar 2 8.

40

45

50

35

La presencia de apostrofes muy marcados («Lais» en el v. 1, «peste hermosa» en el

1 7 ) ligan la figura femenina al universo prostibulario y al orbe de la enfermedad

venérea, toda vez que el antropónimo helenizante recurre en la poesía áurea aplicado a

cortesanas más o menos célebres y, casi resulta obvio recordarlo , las meretrices eran

consideradas foco principal de propagación de la epidemia. Pese al contexto lírico culto

que irrumpe en la nutrida serie de referentes propios de la filografía del momento (la

petrarquis ta piaga d'amore, la marcac ión as tronómica de la dama sol, el signo

neoplatónico de la mirada de la amada [occuli sunt in amore duces], el intercambio de

espíritus [con el dictum remotamente horaciano del animae dimidium tneae]...), toda la

escenografía amorosa queda subvertida por las sinuosas referencias a la sífilis y por el

carácter de una dama tomajona («pides que te dé perdón, / (pero qué no pedirás)») .

Merced a la silepsis, el poema va entrelazando una lectura «recta» o galante (el mal de

a m o r y los padecimientos propios del caballero enamorado) con una interpretación

«oblicua» o maliciosa que remite una y otra vez a la sintomatología de la sífilis y a las

prácticas médicas aplicadas a tales enfermos. Desde la necesidad de «sudar» el morbo

(vv. 6 - 8 ) , hasta el conocido dolor de articulaciones (vv. 9 - 1 0 ) , sin olvidar las llagas

(como las «heridas» del verso segundo), los tumores inguinales supurantes (vv. 1 4 - 1 6 ) o

las imprescindibles cocciones de zarzaparrilla (en una fórmula adversativo-aditiva no

exenta de zumba: «si enredado no estoy, enzarzado me verás») . El léxico salaz cobra

especial relieve en un elenco de acciones que se valen ya de la antanaclasis («tienta» /

« t en tar» ) , ya de la dilogía ( « d a r » ) . C o m o es sabido, el m o m e n t o de la cópula en

numerosos textos de la época se denomina mediante el binomio verbal «dar y t o m a r » , el

El Alfeo y otros asuntos en verso, ejemplares algunos, f. 93r-94 v.

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1 3 8 J E S Ú S P O N C E C Á R D E N A S Criticón, 100, 2007

primero de los cuales aparece estratégicamente situado en diversos pasajes del romance

Los cuatro últimos textos de los que nos vamos a ocupar pertenecen a la amplia

guirnalda de epigramas titulada por el baenense Golosinas del ingenio. Se trata de unas

composic iones breves destinadas a pintar de manera burlona el r e t r a t o de dos

muchachas alegres o dirigidas a bromear con el nombre de un conoc ido . Así, el

epigrama X C I I se sirve del estilo indirecto para relatar una confidencia íntima que una

moza campesina (su nombre, J u a n a , la vincula en primera instancia a un tipo de

erotismo primario o rústico) ha tenido a bien compartir con el locutor poético:

L a redondilla inicial sirve p a r a referir el encuentro carnal con un m u c h a c h o 'valentón' o ' exc i tado sexualmente'; c o m o resultado de dicha intimidad se ha ocasionado el contagio. En dichos octosílabos se alterna la directa denominación de uno de los síntomas inequívocos de la plaga venérea («pupa») con las bifurcaciones de sentido propias de la dilogía («pegar» es el verbo que acota el momento de la infección, mas en el verso cuarto parece apuntar sin velos hacia el trabajo físico propio del amplexo) . De este modo, el «mozo» que «se la pega» a la muchacha viene caracterizado por un participio («alentado») de interpretación abierta 3 0 . N o debe olvidarse, por otro lado, que el "caso" aparece puesto en boca de una moza caracterizada con un tipo de onomástica popular puesta en boga por grandes burlones c o m o Baltasar del Alcázar (que tantas hablillas refiriera acerca de otra Juana o de la ardiente Inés).

L a segunda estrofilla describe a la sensual J u a n a sumida en un m a r de quejas (subrayadas por la reiteración hiperbólica de los circunstanciales: «sin pausa» , «mil veces») y al t iempo apunta la p a r a d o j a — e x p l o t a d a una y o tra vez— de las nacionalidades. Como sabemos por la redondilla primera, el encuentro con un anónimo connacional (la «causa española») se halla en el origen de los calamitosos efectos de la sífilis que ahora padece la muchacha (la «pupa» y todos las calamidades subsumidas en un sintagma c o m o «efecto francés»). El nombre más extendido de la epidemia («mal francés») sirvió ya a Quevedo c o m o trampolín conceptual desde el que ejecutar una pirueta chistosa basada en el contraste de gentilicios, como puede bien verse entre las cuitas de Marica la Chupona: «lo español de la muchacha / traduce en francés el mal»

Si en la composición precedente la onomást ica remitía al orbe de lo popular o

campestre, en el epigrama C L X I hallamos un antropónimo de sabor helenizante que en

2 9 Alzieu, Jammes, Lissorgues, 2 0 0 0 , pp. 4 0 y 96 (para la voz tomar) y pp. 125, 128 , 225 (para la voz dar).

3 0 Puede recordarse asimismo cómo en el epigrama LVI la diosa Aurora trataba de «alentar» en vano a su marido, el vetusto Titón y tanto aquí como en la forma participial, el verbo esconde un sentido más lúbrico que el simple hecho de 'animar' o 'incitar': «Era marido Titón / de la Aurora y no podía / (por más que lo pretendía), / de viejo, hacer la razón. / Y ella, siempre lozana, / lo mordía, lo alentaba, I más él, aunque madrugaba, / no tomaba la mañana».

(vv. 2 , 2 1 , 3 4 , 4 9 , 5 2 ) 2 9 .

Ayer me dijo en la vega Juana que un mozo alentado una pupa le ha pegado y es cierto que se la pega.

Lamentábase sin pausa y mil veces repetía que efecto francés sentía siendo española la causa.

5

( 9 - 1 0 ) .

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 3 9

cierta medida evoca el perfil sensual y corrupto de la amada de Catulo, ya que sus versos aparecen encabezados por el epígrafe A Lesbia:

De bubas estás perdida Sobre tu frente se asoma, 5 y estuprada de Fineo, material, un puparrón, de dos achaques te veo que a la vista es almidón, empezada y empecida. pero a la certeza goma.

La estrofa primera presenta el doble mal que aqueja a la destinataria, ya que ha sido

estuprada por Fineo y a raíz de dicho comercio carnal éste le ha contagiado la sífilis.

C o m o en el epigrama anterior, aparece en primer lugar la directa nominación de un

síntoma claro («bubas») y acto seguido se ejecuta cierto floreo verbal mediante la poco

lograda annominatio (empezada/empecida), que sirve para acotar el instante en el que le

fue arrebatada la virginidad a la joven («empezada») y la posterior eclosión de bubas

que molestan y desfiguran («empecen») a Lesbia. En la segunda redondilla el hablante

poético ajusta su lente y se recrea en un primer plano de la marca supurante situada en

el lugar más visible: el «puparrón» de la «frente» de la muchacha . La dilogía de las

voces «almidón» y «goma» sirven para ejecutar un chiste basado en un gesto de la vida

común durante la edad barroca , toda vez que \agoma designaba tanto el «apresto para

almidonar y poner tiesa la tela de las valonas» (Covarrubias) como el «tumor esférico o

globuloso que se desarrolla en los huesos o en el espesor de ciertos órganos c o m o el

cerebro, el hígado [...] y es de ordinario de origen sifilítico» (DRAE). De nuevo, el genial

autor del Buscón proporc iona un ejemplo afín, esta vez desde la Segunda parte de

Marica en el hospital: «más gomas que en las valonas / en sola su frente gasta» ( 4 9 - 5 0 ) .

El baenense recurr irá al juego con el nombre del dest inatario de o tras dos

composiciones (A Agustín Francés) para mencionar, por un lado, el remedio más usual

contra la plaga (el «agua del palo» santo o cocción del guayaco) y para referir, por otro ,

un breve catálogo de síntomas propios de la enfermedad venérea:

Si os hubiera hecho Dios, Dolores en las rodillas, mal francés, por mi regalo, con gran hinchazón de pies, vertiera el agua del palo y remanecer después para no sanar de vos. bocas en las espinillas, ¿Quién vido tan nuevo medio suelen decir mal francés. de tener salud cual es Mas vos, Francés, en quien fundo desear el mal francés la vida y salud que espero, y aborrecer el remedio? siendo el regalo del mundo,

no sois el francés primero, porque sois este segundo31.

En la doble redondilla que compone el epigrama X X , probablemente deba apreciarse

un juego malicioso entre dos imágenes contrapuestas: la del remedio obtenido al hervir

la corteza del leño de Indias o guayaco (el «agua del palo» que sirve para sanar la

enfermedad) y una estampa salaz muy distinta (la del «otro» palo que durante el acto de

verter ciertas «aguas» suele ser el origen del contagio). Probablemente el juego malicioso

31Ibidem,pp. 508 -511 .

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queda, además, refrendado con la estilización paródica de un adagio ovidiano tan

manido c o m o «video meliora proboque, I deteriora sequor» (Met. VII, 2 0 - 2 1 ) al cierre

de la composición. La décima siguiente, por su parte, ofrece en realidad la contra­

posición ingeniosa entre el morbo gálico («francés primero») y el amigo cómplice, ese

Agustín Francés que es realmente segundo en rango. Los cinco versos iniciales presentan

así la forma habitual de la definición por elenco de síntomas (dolor en las articulaciones,

tumefacción, heridas ulcerosas en los miembros) , equilibrada en el segundo apartado

por la imagen positiva de una figura perdida en las nieblas del tiempo (y cuya profesión

nos aclararía bastante acerca del contexto ingenioso en el que nace la pieza).

A L G U N A S C O N S I D E R A C I O N E S P A R C I A L E S

A la luz de los textos examinados, podría mantenerse sin demasiados titubeos que a

lo largo del siglo x v n la poética de la sífilis cae de lleno bajo la estética propia del

lenguaje conceptuoso. Los habituales juegos con los gentilicios, las alusiones religiosas,

los guiños intertextuales a la tradición clásica... configuran parte del mundo ingenioso

de unos octosílabos que privilegian una serie de figuras tan marcadas c o m o la dilogía o

la antanaclasis . Los constantes quiebros dobles que se encuentran en los poemas

permiten reconocer en los mismos una suerte de codificación anamórfica de la materia

bubosa. El caso de dos autores, Pantaleón y Colodrero, en los que alterna la elaboración

de una escritura culta, bajo el signo indiscutido de Góngora, y la gestación de un orbe

risueño, que atiende a modelos dispares (ya sean éstos españoles, italianos o neolatinos)

puede resultar paradigmática en un contexto de crisis donde las grandes figuras literarias

se eclipsan (Góngora, Lope, Quevedo) y dejan la escena a un sinfín de autores hoy

postergados en el marco de los estudios áureos. La cronología de los poemas estudiados

(todos ellos datables entre las postrimerías de la década de 1 6 2 0 y los albores del

decenio de 1 6 4 0 ) permite apreciar, además, c ó m o desde el Lamento publicado por el

Strascino da Siena en 1 5 2 1 , la lírica jocosa en torno al mal francés sigue firmemente

vinculada a un microgénero c o m o el de la autoconfesión burlesca y en cierta medida

llega a conformar una serie de ludibundae imagines vitae que comparten no pocos

rasgos con la literatura bufonesca. Especialmente significativo a este respecto resulta el

caso de Pantaleón de Ribera, cuya temprana muerte (aquejado de una sífilis en estadio

terminal) dejó un rastro de hablillas y dicterios que nos permiten reconstruir algo del

perfil culto y libertino de este poeta. M á s superficiales pueden resultar, en cambio, las

aportaciones de Colodrero a la l iteratura del morbo gallico. Los octosí labos del

baenense parecen ocultar tan solo un juego con la tradición salaz, un habilidoso arte

para la variación ingeniosa. En los testimonios de un escritor y o tro puede apreciarse

además la manera en que la poesía del mal venéreo tange con otras realidades afines,

c o m o la pintura del mundo prost ibulario , la sátira contra médicos , la invectiva

chocarrera destinada a presuntos amigos o la autoirrisión paródica. Desde el punto de

vista formal cabría señalar asimismo la importancia del arte menor, toda vez que las

composiciones se articulan bajo los cauces octosilábicos del romance o bien en el

concentradísimo molde del epigrama (ya como décimas, ya como dobles redondillas). En

definitiva, el presente estudio no ha tenido otra intención que corroborar la vigencia de

una poética, la de la sífilis, en un momento insuficientemente estudiado de la cronología

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D E B U R L A S Y E N F E R M E D A D E S B A R R O C A S 1 4 1

barroca. En cierto sentido, estas páginas se ofrecen a la manera de pequeños materiales,

c o m o una aportac ión parcial para una futura y deseable monografía en la que se

aborden con un prurito de exhaustividad los temas y problemas de una materia tan

compleja c o m o la de la sífilis en la poesía áurea hispana.

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Resumen. La sífilis resultó durante el Siglo de Oro una de las principales enfermedades del sistema carnavalesco, gracias a lo cual fue objeto de cuantiosas reflexiones lúdicas en la poesía del momento. El presente estudio aborda la presencia de dicha materia en la obra de dos poetas gongorinos (Pantaleón de Ribera y Colodrero de Villalobos) y trata de vincular los rasgos de la poética de las bubas de ambos autores con diversos textos italianos aún insuficientemente conocidos.

Résumé. La syphilis fut, pendant le Siècle d'or, un des principaux thèmes du "système" carnavalesque et, à ce titre, devint la cible de nombre de réflexions ludiques dans la poésie de l'époque. On examinera ici la présence de ce thème dans l'œuvre de deux poètes gongorins (Pantaleón de Ribera et Colodrero de Villalobos), en essayant de montrer ce qui, chez ces deux auteurs, relie leur poética de las bubas avec plusieurs textes italiens encore trop méconnus.

Summary. During the Golden Age, syphilis was one of the main diseases in the carnivalesque system, so that it became the prefered thème of several recreational reflections throughout the century. The présent article is focused on this topic's frequency in the works of two poets (Pantaleón de Ribera and Colodrero de Villalobos) and aims to underline the links among the "poetics of bubas" in both writers' lyrics and several Italian texts that remain relatively unknown.

Palabras clave. Autobiografía jocosa. Burla. COLODRERO DE VILLALOBOS, Miguel. Fuentes italianas. PANTALEÓN DE RIBERA, Anastasio. Poesía barroca. Sífilis.