EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL MODELO DE ...
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
UNIDAD XOCHIMILCO
DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
POSGRADO EN DESARROLLO RURAL. NIVEL MAESTRÍA
EL CAMPESINADO EN CUBA FRENTE A LA CRISIS DEL
MODELO DE AGRICULTURA CONVENCIONAL: EL DEBATE
ENTRE LOS TRANSGÉNICOS Y LA AGROECOLOGÍA
COMUNICACIÓN IDONEA DE RESULTADOS
QUE PARA OBTENER EL GRADO
DE MAESTRO EN DESARROLLO RURAL
PRESENTA:
SOEL MICHEL RONDÓN CABRERA
DIRECTOR:
DR. FRANCISCO LUCIANO CONCHEIRO BÓRQUEZ
CODIRECTOR:
DR. IVÁN JIMÉNEZ MAYA
Ciudad de México, 26 de noviembre de 2017.
2
A Adán, Amalia y Diana,
Por su amor que me dio fuerzas.
3
Al Dr. Francisco Luciano Concheiro Bórquez,
Al Dr. Iván Jiménez Maya,
A la Universidad Autónoma Metropolitana.
Gracias por la oportunidad y la confianza.
4
INDICE GENERAL
Introducción............................................................................................................................ 9
Capítulo I. Elementos teóricos para el debate en torno al campesinado y las estrategias
campesinas en el contexto de la agricultura latinoamericana ............................................... 15
Capitulo II. Elementos históricos para el debate en torno al campesinado y la crisis del
modelo agrícola convencional en Cuba ................................................................................ 36
2.1. Génesis y evolución del modelo agrícola convencional en Cuba. El rol del
campesinado previo a la Revolución................................................................................. 36
2.2. Transformaciones revolucionarias de la agricultura en Cuba. El rol del campesinado
posterior al triunfo de la Revolución .................................................................................. 50
2.2.1. Primera Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959 .................................. 50
2.2.2. Segunda Ley de Reforma Agraria del 3 de octubre de 1963 ............................... 59
2.3. La consolidación del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol del
campesinado en las nuevas condiciones de la agricultura socialista ................................ 64
Capítulo III. Crisis del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol del campesinado
durante la crisis. El debate en torno a la agroecología y los transgénicos ............................ 77
3.1 Estrategias campesinas frente a la crisis del modelo de agricultura convencional en los
años noventa .................................................................................................................... 78
3.2 Buscando soluciones a la crisis: el debate en torno a los transgénicos en Cuba ........ 82
3.2.1 La tecnología de transformación o modificación genética ..................................... 82
3.2.2. Posturas a favor de la tecnología transgénica para la agricultura en Cuba .......... 85
3.2.3. Críticas a la postura de los transgénicos para la agricultura en Cuba y propuestas
de un nuevo modelo: la agroecología ............................................................................ 89
3.2.4. El rol del campesinado en el debate en torno a los dos modelos. La postura de
las organizaciones y de los campesinos ........................................................................ 92
Conclusiones ........................................................................................................................ 99
Referencias ........................................................................................................................ 104
ANEXOS ............................................................................................................................ 115
ANEXO 1 Lugares donde se ha sembrado cultivos transgénicos en Cuba ......................... 115
ANEXO 2 Estado actual del desarrollo de la tecnología transgénica en Cuba .................... 116
5
INDICE DE TABLAS
Tabla 1. Distribución de las tierras cultivables según el tipo de explotación, 1946. .............. 43
Tabla 2. Estimación de la tierra afectada por la Reforma Agraria cubana en sus dos primeros
años de realización (mayo de 1959 a mayo de 1961) y conceptos por los cuales fue
afectada. .............................................................................................................................. 54
Tabla 3. Distribución estimada de tierras afectadas por la Primera Ley de Reforma Agraria 55
(Junio de 1961). ................................................................................................................... 55
Tabla 4. Composición del sector de tenentes privados (mayo de 1961). .............................. 56
Tabla 5. Composición del sector agropecuario al concluir la aplicación de la primera ley de
reforma agraria (1962). ........................................................................................................ 58
Tabla 6. Comparación de la estructura de tenencia de la tierra antes y después de la
aplicación de la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963. ................................................ 62
Tabla 7. Estructura social en el medio rural después de aplicada la Segunda Ley de Reforma
Agraria de 1963. ................................................................................................................... 63
6
INDICE DE FIGURAS
Figura 1. Antiguos hatos en una región de la provincia de Mayabeque, Cuba. ..................... 39
7
SIGLAS Y ACRÒNIMOS
1 Posteriormente este centro pasa a llamarse Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales
(INIVIT).
AC Asociaciones Campesinas.
ANAP Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
ANPP Asamblea Nacional del Poder Popular.
BIOCUBAFARMA Organización integrada por 31 empresas biotecnológicas y
farmacéuticas.
CAME Consejo de Ayuda Mutua Económica.
CCS Cooperativa de Créditos y Servicios.
CEMA Centro de Mecanización Agropecuaria.
CENSA Centro de Investigaciones de Semillas Agámicas1.
CENSA Centro Nacional de Sanidad Animal.
CIGB Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.
CIMA Centro de Investigaciones de Mejoramiento Animal.
CITMA Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.
CPA Cooperativa de Producción Agropecuaria.
CUBASOY Empresa Cubana de la Soya.
ECCC Estación Central de Café y Cacao.
FAO Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (por sus siglas en inglés).
ICA Instituto de Ciencia Animal.
IICF Instituto de Investigaciones de Cítricos y Frutales.
IIF Instituto de Investigaciones Forestales.
IIHLD Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova.
IIMA Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria.
IIPF Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes.
IIRD Instituto de Investigaciones de Riego y Drenaje.
8
IISF Instituto de Investigaciones de Suelos y Fertilizantes.
IIT Instituto de Investigaciones del Tabaco.
INCA Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas.
INICA Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar y sus Derivados.
INISAV Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal.
INIVIT Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales.
INRA Instituto Nacional de Reforma Agraria.
M-D-M Mercancía-Dinero-Mercancía.
MINAG Ministerio de la Agricultura.
OPS Organización Panamericana de la Salud.
PAC Política Agrícola Común.
PNAN Programa Nacional de Acción para la Nutrición.
SDPE Sistema de Dirección y Planificación de la Economía.
SPA Sociedad de Producción Agropecuaria.
UAM Unión Agropecuaria Militar.
UBPC Unidad Básica de Producción Cooperativa.
UEC Unidad Económica Campesina.
URSS Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
USC Unidad Socioeconómica Campesina.
9
Introducción
La agricultura en Cuba se diferencia en muchos aspectos de la agricultura que
predomina en el resto del mundo, tales como el fomento estatal a las pequeñas
unidades de producción y a las cooperativas entre pequeños productores, la
estimulación de prácticas agroecológicas, la participación del Estado en la
producción agrícola y la mejora de los recursos genéticos nacionales sin la
intervención de transnacionales.
En este marco, hay actores dentro de la isla que consideran que los cultivos
transgénicos pueden ser un aporte importante a la producción alimentaria nacional
fuera de la égida de lucro de las empresas transnacionales. Sus argumentos se
basan en la incapacidad de la agricultura, sobre bases agroecológicas, de satisfacer
los requerimientos alimentarios de toda la población, el déficit de fuerza de trabajo en
el agro cubano, el riesgo de atraso tecnológico, la subutilización de las capacidades
científicas creadas, la alta dependencia de la importación de alimentos y los bajos
rendimientos de la agricultura nacional.
Sin embargo, para otros actores, los transgénicos representan una amenaza no sólo
a los logros ya obtenidos por otras formas de producción alimentaria, sino también a
la salud y al medioambiente; incluso afirman que los transgénicos, aún sin
transnacionales, constituyen un paradigma opuesto a formas de desarrollo social,
ambiental y económicamente sustentables, pues repiten exactamente la filosofía
desarrollista de la Revolución Verde, tendente al monocultivo y a la alta dependencia
de insumos externos (Ribeiro, 2008), lo que atenta contra la diversidad y complejidad
que ha alcanzado el campo cubano y limita la autonomía del agricultor, modelo de
agricultura que ya se superó hace muchos años en Cuba.
De modo que, más allá de la tecnología que motiva la discusión, nos encontramos
actualmente ante un debate en torno a dos modelos de agricultura contrapuestos, a
dos visiones divergentes sobre las formas de producir alimentos y del papel que
deben de jugar en este proceso el modelo tecnológico y los demás factores
productivos. Estamos así, frente a dos formas distintas de buscar soluciones a los
10
problemas actuales y futuros de la agricultura en Cuba que reservan roles muy
diferentes para el campesinado.
La agricultura cubana, actual, se caracteriza por una mayor diversificación,
heterogeneidad y autogestión de los actores y prácticas productivas, como resultado
de sucesivos procesos de recampesinización, de cooperativización y de
descentralización estatal llevados a cabo desde la década de los años noventa y,
que buscaron una mayor seguridad y soberanía alimentaria en un contexto adverso
donde la escasez de recursos hizo inviable el modelo de agricultura convencional
altamente especializado, centralizado y consumidor de recursos importados que
prevaleció en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo pasado.
Hoy, junto con la empresa estatal socialista (actor preponderante en el modelo
anterior), encontramos en el campo cubano una multiplicidad de actores como las
Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC), las Cooperativas de
Producción Agropecuarias (CPA), las Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS),
los agricultores privados no asociados a cooperativas, las empresas mixtas con
capital extranjero y los contratos de asociación económica internacional. Estos
diferentes actores, realizan una agricultura de diverso tipo, desde la convencional a
gran escala como la cañera, hasta la de pequeñas producciones con métodos
agroecológicos como las hortalizas y las flores, tanto en el campo como en las áreas
urbanas y periurbanas.
En este contexto los campesinos recuperaron el papel protagónico de los primeros
años de las trasformaciones agrarias revolucionarias (1959-1963), pues demostraron
mayor capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias, proceso que se ha
descrito como “de expansión orgánica, heterogeneización interna, reproducción
sostenida y fortalecimiento económico del grupo” (Espinosa, 2004, p. 1). De hecho, el
campesino individual propietario o usufructuario de tierras asociado o no a las
Cooperativas de Créditos y Servicios constituye hoy el actor más dinámico de la
agricultura cubana. Entre 1993 y 2013 este grupo experimentó un crecimiento en su
membresía equivalente al 203,4% y un aumento en la estructura de tenencia del
11
suelo, según formas de propiedad, del 12% al 34%. Actualmente, más del 90% de
las viandas2, leguminosas, tabaco, frutas, cacao, café y cereales son producidos por
este sector.
Es preciso señalar, que la producción de alimentos en Cuba es una asignatura
pendiente desde hace muchos años, la insuficiencia para el autoabastecimiento
agrícola convirtió a la mayor de Las Antillas en el principal comprador
latinoamericano de productos para la alimentación procedentes de los Estados
Unidos de Norteamérica, incluso por encima de países como Venezuela y México.
Cuba importó en 1958, 159 millones de dólares en alimentos (20.46% del total de sus
importaciones), 70 millones más que Venezuela, el doble de lo importado por México
y cuatro veces más que el conjunto de los 10 países latinoamericanos menos
importadores (Del Toro, 2003). Para esa fecha, la producción nacional de productos
agrícolas básicos en la alimentación popular como los cereales, legumbres y
hortalizas, sumados sus porcentajes, representó apenas el 17% de la producción
total de alimentos, no alcanzó siquiera a la mitad de la caña de azúcar (41.6 %),
incluso si añadimos los frutales (2.0%).
La dependencia de la importación de alimentos se va a mantener durante el periodo
revolucionario. En 1970 las importaciones cubanas de alimentos ascendieron a 262
millones de dólares, el 19.98% del total de las importaciones, en 1980 a 746 millones
(16.12%) y en 1985 a 889 millones, el 11.06% del total, acentuándose aún más
después de la crisis de los años noventa. En el año 2001 se importaron 842.9
millones, para un 17.5% del total de importaciones, en el 2006, 1,328.6 millones,
igual al 14.1% y en el 2007 se importaron 1,600 millones de dólares en alimentos lo
que representó el 21.25% del total de importaciones (Menéndez, 2010).
En esta situación, el cultivo de granos y cereales adquiere particular relevancia, pues
son los alimentos que en mayor cantidad importa el país (90% de la soya y 74% del
maíz) y por los cuales se eroga la suma de divisas más importante. Lo que ha
2 Se conoce por viandas en Cuba a los frutos y tubérculos comestibles que se sirven guisados como la
yuca (mandioca), el ñame, la malanga, el boniato (camote), el plátano, etcétera.
12
motivado que se concentren en su desarrollo las investigaciones agrobiotecnológicas
más importantes, especialmente en el maíz y la soya, autorizándose en el 2009 el
cultivo con fines comerciales de la primera variedad transgénica de maíz obtenida en
Cuba, el maíz FR-Bt1 y, posteriormente, en el año 2015 la soya transgénica CIGBL-
1.
De la soya no existen experiencias importantes en torno a su cultivo en la isla y su
desarrollo actual se ha concentrado, esencialmente, en el centro del país por
empresas militares que cultivan grandes extensiones con poca o casi nula
participación de campesinos individuales y cooperativas. Sin embargo, para el caso
del maíz, históricamente no se ha cultivado en grandes extensiones (donde, según
sus promotores, ha demostrado ser más eficiente la tecnología transgénica), sino
que ha sido cosechado por los campesinos en parcelas relativamente pequeñas con
métodos de cultivos tradicionales; por lo que resulta urgente y necesario, analizar los
distintos criterios en torno al debate sobre los transgénicos en Cuba y el rol que
juega el campesinado dentro de este modelo.
A tal fin, la presente persiguió como objetivo de investigación analizar los distintos
criterios en torno al debate sobre los cultivos transgénicos en Cuba, con especial
énfasis, los relacionados con la pertinencia de tecnología transgénica para los
pequeños campesinos, como contribución al debate sobre la conveniencia de la
adopción de esta tecnología para la agricultura cubana.
Para alcanzar el objetivo propuesto, inicialmente se sistematizan diferentes
perspectivas teórico-metodológicas sobre la condición campesina, privilegiando
aquellas que dan herramientas para analizar con mayor claridad las condiciones del
campesinado en los países de Latinoamérica, con una fuerte composición de
campesinos que desarrollan una agricultura en pequeña escala y, facilitan la
comprensión de su proceso de reproducción social en la realidad cubana actual.
La mayoría de los autores analizados parten del análisis de los contextos sociales,
pues éstos imprimen referencias específicas a los sujetos sociales campesinos, pero
al mismo tiempo se esfuerzan por delinear un concepto, es decir, no abandonan la
13
preocupación que sitúa el problema en el plano de la teoría. En este aspecto, se
asume la postura de Chayanov y Armando Bartra pues reconocen al campesino
como sujeto social y actor político y, sostienen su persistencia dentro del sistema
capitalista.
Posteriormente, se caracterizan los principales enfoques que prevalecen en la
literatura latinoamericana sobre el análisis de las cosmovisiones, las racionalidades y
las estrategias campesinas y, las relaciones dialécticas que establecen entre estas
categorías. Y se identifican las estrategias relativamente compartidas por los
campesinos descritas por la mayoría de los autores; entre las cuales, se toma el
enfoque de reproducción social por mostrar una mayor congruencia con la realidad
latinoamericana.
Esta perspectiva es útil para la comprensión de la lógica que articula las decisiones
de las unidades domésticas campesinas (Chayanov, 1974; Bartra, 2006), así como
para el estudio de las dinámicas específicas de esta llamada “clase incómoda”
(Shanin, 1983); por ello, sus alcances no se restringen al ámbito local o familiar, sino
que se extienden a las complejas relaciones en que se articula lo global con lo local,
como aparece de manifiesto en las dinámicas migratorias de las unidades
campesinas. Resulta también pertinente para la comprensión de las estrategias de
resistencia, entendidas como una expresión particular de las estrategias de
reproducción social dirigidas a develar una multiplicidad de formas por las que una
diversidad de actores rurales se opone a la instauración del régimen sociotécnico
que acompaña a la globalización de la agricultura.
En el segundo capítulo se analiza cómo se estableció la agricultura convencional en
Cuba y el papel que jugó el campesinado en este proceso, desde su formación como
clase hasta la etapa de consolidación del modelo de agricultura socialista. Este
análisis permitió identificar cuáles son los factores de tipo social, económico e
histórico que conducen a la crisis del modelo de agricultura convencional y sus
expresiones más visibles en los últimos años, a través del testimonio de los actores,
14
los cuales son confrontados con información estadística oficial y opiniones de
importantes investigadores cubanos.
Finalmente, a partir del perfil del campesino descrito por Chayanov (1974) y A. Bartra
(2006), el enfoque de la reproducción social que explica la lógica de sus estrategias y
la caracterización del contexto socioeconómico de la agricultura cubana actual, se
realiza un análisis de los argumentos de las diferentes posturas dentro del debate
sobre la cuestión transgénica en Cuba, haciendo especial énfasis en aquellas que
explicitan las disímiles actitudes asumidas por los campesinos ante el cultivo de
alimentos transgénicos. Lo cual permite tener una dimensión del fenómeno
transgénico en Cuba y aportar elementos importantes para la comprensión de las
cosmovisiones y las racionalidades de los nuevos campesinos cubanos y, sus
estrategias de reproducción social, especialmente aquellas asociadas a los procesos
de adopción o adaptación a nuevas prácticas, a nuevas tecnologías y a los procesos
de legitimación/deslegitimación vinculados a éstas.
15
Capítulo I. Elementos teóricos para el debate en torno al campesinado y las
estrategias campesinas en el contexto de la agricultura latinoamericana
La realidad compleja de los mundos campesinos ha sido captada de manera
desigual en amplitud, en profundidad y en exactitud por los distintos investigadores,
dando como resultado una significación diversa y con frecuencia imprecisa de la
palabra campesino3. Autores como Chayanov (1974, 1981), Van der Ploeg (2008),
Lamarche (1993), y A. Bartra (2006, 2008), sostienen la crítica al fin del
campesinado, a la universalidad -en diferentes perspectivas- de la racionalidad
capitalista y hacen importantes análisis que permiten comprender las formas de
existencia y las posibilidades de reproducción social de estos sujetos. Estudian estos
autores la condición campesina a partir del análisis de los contextos sociales que les
imprimen referencias específicas, al tiempo que se esfuerzan en delimitar atributos
generalizantes para una interpretación que vaya más allá de los casos empíricos, no
obstante, reconocer los límites y las posibilidades de la construcción de una
categoría genérica de designación de campesinado, así como del reconocimiento de
la diversidad de modos de existencia.
Chayanov (1974) toma como unidad de análisis a la comuna rusa (Mir) de fines de
siglo XIX e inicios del XX, a partir del estudio de un cúmulo de datos disponibles.
Gracias a que los zemstvos (formas de gobierno local), luego de la reforma en Rusia,
recogieron de forma sistemática datos sobre la superficie de las explotaciones, el tipo
de cultivos, el tamaño de las familias y la composición por sexo y edad, las pautas de
consumo, etcétera, que le permitieron realizar un análisis más allá de la contabilidad;
además de considerar estudios rusos y europeos similares4.
3 Autores como Warman (1972), Shanin (1979) y A. Bartra (2006) definen al campesino como un
pequeño agricultor que produce, primordialmente, para su propio consumo. Por su parte R. Bartra (1974) lo concibe como un pequeño agricultor mercantil o como productor mercantil simple. El campesino como cultivador (mercantil o no) de una parcela que resulta suficiente para su sustento, esto lo encontramos en textos de Chayanov (1974, 1981), Bulgakov (1900) y Engels (1974); y como miembro de una comunidad agraria en las obras de Warman (1972), Hertz (1899) y Chayanov (1974). Van der Ploeg (2008), Lamarche (1993) y Kautsky (1970) incluyen en sus definiciones de campesino a los pequeños farmers modernos, al contrario de Wolf (1971) y Shanin (1979) que los excluyen.
4 Otros estudios revisados por Chayanov son los de A. N. Chelincev, N. P. Makarov y B. D. Bruckus.
16
A principios del siglo XX el Mir constituía la organización social y económica
predominante en el campo ruso. De modo de producción mercantil simple,
“mercancía-dinero-mercancía” (M-D-M), tanto por la configuración interna como por
su relación con el mercado, este régimen permitía un grado de autonomía campesina
en relación a las dimensiones de la tierra otorgada por el sistema de propiedad
comunal (adecuación del tamaño de la explotación a las fases del ciclo doméstico) y,
se caracterizó por una lógica propia de alternatividad con el mercado y de
persistencia frente a los procesos de modernización capitalista primero e innovación
y tecnificación socialista después.
Para Chayanov (1974), la explotación agrícola familiar a la cual define como “unidad
económica campesina” (UEC) es:
“La explotación agrícola familiar, la familia, equipada con medios de
producción, emplea su fuerza de trabajo en el cultivo de la tierra y
recibe como resultado de un año de trabajo cierta cantidad de bienes
(…). Este producto (bruto) del trabajo familiar es la única categoría
de renta posible (…) y, variará según la situación del mercado, la
localización relativa de la unidad en relación al mercado, la
disponibilidad de medios de producción, el tamaño y composición de
la familia, la calidad de la tierra y otras condiciones de la unidad
económica”. (pp. 137-138).
Destaca como atributos de estructuración y delimitación de la UEC: la tierra; el
trabajo familiar, el cual no puede evaluarse en términos de lucro; la no acumulación
de capital; la autonomía, mediante una dinámica de equilibrio interno entre la
producción y el consumo; derivando en una orientación por la subsistencia; y la
autoexplotación de la fuerza de trabajo basada en la intensidad del trabajo -
dimensión subjetiva-, es decir, en el grado de intensidad y penosidad del trabajo
según el esfuerzo.
En relación a la interesante tesis sobre la dinámica de equilibrio producción-
consumo al interior de las unidades económicas campesinas sostenida por él,
afirmó:
17
“(…) este punto de equilibrio es muy variable. Se alcanza del
siguiente modo: por una parte, las condiciones específicas reales de
la producción de la unidad, su situación de mercado y, por la
ubicación de la unidad en relación con los mercados (que determinan
el grado de fatiga del trabajo); por otra parte, por el tamaño y
composición de la familia y la urgencia de sus necesidades, que
determinan la elevación del consumo”. (Chayanov, 1981, p 55).
Ahora bien, mientras la familia campesina no encuentre ese punto de equilibrio, es
decir, mientras estime la fatiga, debida al trabajo, inferior a la importancia de las
necesidades a satisfacer mediante él, proseguirá su actividad económica. Por el
contrario, cuando se equiparan no tiene sentido seguir trabajando, ya que, todo
gasto ulterior de energía de trabajo es más difícil de soportar que renunciar a sus
efectos económicos, puesto que:
“(…) el campesino trabajador al advertir el aumento de la
productividad del trabajo inevitablemente equilibrará antes los
factores económicos internos de su explotación, o sea con menos
autoexplotación de su capacidad de trabajo. Satisface más
cabalmente las necesidades de su familia con menos gastos de
trabajo, y así reduce la intensidad técnica del conjunto de su
actividad económica”. (Chayanov, 1981, p. 57).
De modo que, para Chayanov (1974, 1981) los rasgos distintivos que marcan la
especificidad de la economía campesina son: el carácter familiar de la unidad de
trabajo y el cálculo económico particular de este tipo de unidades, que consiste en el
logro de una relación de equilibrio entre el consumo familiar -los bienes necesarios
para satisfacerlo- y el esfuerzo que ello requiere. En consecuencia, el límite de la
reproducción campesina estará definido por la intensidad de trabajo familiar (grado
de autoexploración de la familia) necesario para satisfacer las necesidades de la
unidad de producción familiar en tanto necesidades de subsistencia y no de
ganancia.
Van der Ploeg (2008), crítica la parcialidad y homogeneidad de las definiciones
pretéritas sobre el campesinado por sus “lagunas y agujeros negros”. Plantea que no
existe aún una teoría adecuada para comprender y desentrañar la naturaleza de los
18
distintos grupos agrarios, dificultad que señalara Chayanov (1974) y, a partir de la
pregunta que este último se planteó en su época ¿Entonces, qué es el
campesinado?, propone una definición envolvente de campesino:
“Las características fundamentales de la condición campesina (1) la
lucha por la autonomía que se realiza en (2) un contexto
caracterizado por relaciones de dependencia, marginalización y
privaciones. Esa condición se concretiza en (3) la creación, y
desarrollo de una base de recursos auto-controlada y auto-
gerenciada que permite (4) la co-producción entre hombre y
naturaleza viva que (5) interactúan con el mercado (6) permiten la
sobrevivencia y perspectiva a futuro y (7) se realimentan en la base
de recursos y la fortalecen, mejorando el proceso de co-producción y
fomentando la autonomía así (8) reducen la dependencia”. (Van der
Ploeg, 2008, p. 40).
Dependiendo de las particularidades socioeconómicas dominantes, de sobrevivencia
y el grado de desarrollo de la base de recursos Van der Ploeg (2008, p.40) agrega
que: “(…) podrán ser fortalecidos a través de otras actividades no agrícolas”.
Finalmente, -sostiene- “existen patrones de cooperación que regulan y fortalecen
esas inter-relaciones” (Van der Ploeg, 2008, Ídem).
Van der Ploeg (2008), centra su análisis en los cambios ocurridos en la Europa del
siglo XXI, luego de la crisis del modelo modernizador, proceso que denomina de
recampesinizacion y, en las luchas en torno a la sustentabilidad y el impacto de las
nuevas reglamentaciones supranacionales sobre los territorios. Toma como unidad
de análisis las políticas públicas del sector agrario en la Unión Europea que entran
en conflicto con nuevas formas de campesineidad y los datos que maneja son
obtenidos de informes técnicos sobre experiencias de desarrollo rural donde participa
como parte de los comités de evaluación y de estadísticas oficiales de los países
estudiados (Holanda e Italia).
La nueva campesineidad, según Van der Ploeg (2008), está vinculada a los procesos
migratorios de la ciudad hacia el campo de fines de los años noventa e inicios de
siglo en Europa y a la reconversión productiva, promovida mediante créditos de la
19
Política Agrícola Común (PAC)5, para la generación de ingresos provenientes de
otras actividades no agrícolas. Visión que subyace y prevalece en su enfoque de
resistencia del campesinado y la agricultura familiar y, sobre el cual argumenta uno
de sus ejes centrales: la heterogeneidad de la condición de campesino y de las
formas de hacer agricultura.
Identifica, el autor citado, como atributos de estructuración y delimitación de la
condición campesina: una base de recursos autocontrolada (tierra, medios de
trabajo); la coproducción, entendida como una relación de producción que involucra
hombre-naturaleza; relación con los mercados, que determinan los grados de
campesineidad; la autonomía; la orientación por la supervivencia, sobre el cual
argumenta la pluriactividad y la diversidad de formas de hacer la agricultura; y la
intensificación basada en el trabajo.
Se le critica, sin embargo, que si bien establece una línea de demarcación a nivel
conceptual para identificar al empresario del campesino, el primero aparece como un
sujeto idealizado y homogéneo, es decir, que aquello que critica de la perspectiva de
quienes toman al campesinado como una unidad homogénea, no es incorporado de
la misma manera crítica en su análisis en relación al empresario agrícola. Otro
elemento cuestionado, es que el régimen de relaciones globales, en tanto sistema de
posiciones, por ejemplo, en relación a la agroindustria (y a toda penetración del
capitalismo en el agro) quedan fuera del eje de análisis, el sistema global o
“globalización” aparecen externos y un tanto fantasmagóricos (Diez, 2013).
Huges Lamarche (1993) centra su interés en la evolución de nuevas formas sociales
de producción agrícolas, especialmente en la transformación y en el surgimiento de
nuevos actores más allá de los campesinos. Desde su perspectiva, la articulación
social -con la agroindustria- no excluye la posibilidad tanto de la persistencia como
de la transformación de los campesinos en la economía capitalista. La
5 La PAC es una de las políticas más importantes y uno de los elementos esenciales del sistema
institucional de la Unión Europea. La PAC gestiona las subvenciones que se otorgan a la producción agrícola en la Unión Europea.
20
heterogeneidad que presenta la explotación agrícola familiar se encuentra en
relación a su integración con la economía de mercado, es decir, que el campesino y
el agricultor familiar, antes que ser diferentes, son fases de un proceso histórico más
bien que a objetos diferentes. En tal sentido expresó:
“Esas situaciones particulares, vinculadas a historias y a contextos
socioeconómicos y políticos diferentes, revelan la enorme capacidad
de adaptación de este objeto sociológico que es la explotación
familiar”. (Lamarche, 1993, p. 13).
Lamarche toma como unidad de análisis el sistema capitalista a escala mundial, ya
que -en su opinión- la explotación familiar está presente en todo el mundo. Se nutre
de los resultados de una encuesta aplicada por un equipo internacional, a partir de
un trabajo previo de adecuación de datos cualitativos y cuantitativos, donde se
seleccionaron casos ejemplares con criterios que aportaran diversidad y posibilidad
de comparación en cada uno de los terrenos. Estos casos ejemplares se
construyeron en base a modelos típico ideales e intentan salir de la dicotomía
campesino vs empresario, estableciendo grados de integración en el mercado según
la mencionada tipología6.
Para Lamarche (1993) la explotación familiar es:
“(…) una unidad de producción agrícola donde la propiedad y trabajo
están íntimamente ligados a la familia. La interdependencia de esos
tres factores en el funcionamiento de la explotación agrícola
engendra necesariamente nociones más abstractas y complejas,
tales como la trasmisión del patrimonio y la reproducción de la
explotación”. (p.15).
Precisa además que:
“Es necesario en cada caso (de explotación familiar), considerar los
diferentes niveles de realidad (…) la explotación familiar es al mismo
6 El trabajo comparado que coordinó Lamarche sobre la realidad de la producción familiar fue
realizado en Brasil, Francia, Canadá, Polonia y Túnez. Publicado en dos volúmenes “A agricultura familiar: Uma realidade multiforme” y “A agricultura familiar: do mito à realidade” en 1993 y 1998 respectivamente.
21
tiempo una memoria, una situación, una ambición y un desafío. Del
valor atribuido a cada uno de esos elementos dependerán sus
características, sus exigencias y su futuro”. (Lamarche, 1993, p. 22).
En relación a otros autores, como Chayanov (1974) y Van der Ploeg (2008), el
sociólogo francés incorpora una dimensión particular que tiene que ver con el
proyecto, es decir, las motivaciones y proyecciones políticas de estos actores
además de las relaciones estructurales (relación con el mercado, la sociedad
nacional, etcétera). Desde este enfoque, la coexistencia de diferentes formas de
campesinado se vincula no solo con dimensiones de la lógica interna de la UEC sino
también a la orientación de los propios agricultores familiares.
Otorga una crucial importancia a la agroindustria en la conversión de campesinos a
agricultores familiares, no obstante, distinguir diversas orientaciones de reproducción
social de la explotación campesina (explotación empresarial, de subsistencia,
etcétera) y reconocer que, en contextos de mayor dominación de la economía de
mercado la explotación familiar verá restringida su capacidad para asegurar su
reproducción (Lamarche, 1993).
Identifica como atributos de estructuración y delimitación de la explotación agrícola
familiar: la propiedad, entendida como patrimonio sociocultural; el trabajo familiar; la
vinculación con la economía de mercado; la autonomía; la orientación por un
proyecto; el ciclo doméstico; y el modelo ideal de explotación agrícola familiar
(proyecto), que considera tanto la posición (explotación agrícola real) como el
sistema de valores.
Armando Bartra toma como unidades de análisis a las familias que -en palabras del
autor- “con más frecuencia encontramos en el medio rural mexicano” (Bartra, 2006,
p. 281). Afirma que, aunque la gran mayoría de las unidades campesinas de México
no tipifican la empresa agrícola íntegramente mercantil y contratadora sistemática de
fuerza de trabajo, muy próxima en su lógica interna a la empresa capitalista, tampoco
encuadran dentro de la pequeña explotación familiar, básicamente, autoconsuntiva y
muy cercana a la economía natural. Puesto que, son en alguna medida mercantiles
22
sin abandonar el autoconsumo y se basan esencialmente en la fuerza de trabajo
familiar, no obstante, reconocer que en muchos casos recurren al auxilio eventual de
mano de obra externa (Bartra, 2006).
Su análisis se centra en lo que denomina la unidad socioeconómica campesina
(USC) pues las comunidades, donde por lo general se encuentran físicamente
agrupadas las USC en México, no cumplen la función de células socioeconómicas
que han desempeñado en otras épocas o en otros lugares y, las zonas donde existe
una tradición de propiedad comunal y trabajo colectivo ésta se ha debilitado y
muchos de los actuales centros de población se crearon ya sin ella. Por otra parte,
las formas ejidales o comunales de tenencia de la tierra con mucha frecuencia son
sólo hechos jurídicos que no están acompañados de relaciones comunales
significativas en la producción y la apropiación.
“En el modo de producción capitalista lo primero que se distorsiona y
somete a la lógica del sistema es la comunidad, mientras que la
célula de reproducción campesina se repliega al reducto familiar”.
(Bartra, 2006, p. 282).
Para Bartra (2006) la unidad socioeconómica campesina (USC) es:
(…) una célula de producción y consumo constituida por la unidad
orgánica de fuerza de trabajo y medios de producción. Es
estrictamente campesina toda unidad rural de producción que a)
emplee en lo fundamental el trabajo de sus propios miembros y b)
ejerza un control real sobre una dotación mínima de medios de
producción, entre ellos la tierra. Eventualmente es posible que la
unidad socioeconómica campesina recurra al trabajo externo, e
igualmente puede suceder que parte de su fuerza de trabajo tenga
que ejercerse a jornal con medios de producción ajenos. Sin
embargo, seguirá siendo una célula económica campesina en la
medida en que la labor desarrollada con su propio trabajo y sobre
sus propios medios de producción siga siendo el elemento regulador
de su actividad económica” (p. 285).
Identifica como atributos de estructuración y delimitación de la unidad
socioeconómica campesina: la fuerza de trabajo, la tierra, medios de producción
23
distintos a la tierra; la autonomía; los ingresos, que tienen como destino el fondo de
consumo vital, el fondo ceremonial, el fondo de reposición y ampliación de los
medios de producción y, las transferencias hacia el exterior.
Destaca que la unidad socioeconómica campesina se diferencia de la empresa
capitalista, en primer orden, porque es una unidad de producción y a la vez, de
consumo final o improductivo. Segundo, porque el trabajo que despliega, con sus
propios medios de producción, no constituye consumo de la fuerza de trabajo como
mercancía cuyo valor pueda medirse a través del salario; y tercero, porque el trabajo
está orientado a satisfacer las propias necesidades, constituyéndose en el elemento
organizador de la producción.
Sostiene que, mientras en el modo de producción capitalista la producción es
fundamentalmente social y la racionalidad económica de las diversas unidades está,
a través del mercado, en función de la producción y el consumo de la sociedad en su
conjunto, la economía campesina no es intrínsecamente social. Para la USC, el
mercado, cuando no es puramente local y un simple complemento de su
autoconsumo, se le impone como una forma externa y ajena de socializar su
producción.
“En última instancia, la imposibilidad de que la USC sea una unidad
de producción intrínsecamente socializada (dentro de un modo de
producción cuya socialidad se logra por la operación automática del
mercado) radica en que ésta concurre al mercado básicamente en
los términos de la fórmula M–D–M y esto es así por cuanto en ella no
se han separado las finalidades de la producción y las del consumo
“improductivo” (Bartra, 2006, p. 289).
En tanto el campesino como productor directo, toda la producción se funda,
estructura y organiza en función del proceso de trabajo. Recurso -la fuerza de
trabajo- determinado cuantitativamente por la composición de la unidad familiar, por
lo que no es una mercancía que pueda adquirir en el mercado como la empresa
capitalista. En consecuencia, el campesino no es impasible a la calidad de las
acciones que realiza, ni valora de la misma manera los esfuerzos sucesivos
24
acumulados. Para él, el trabajo no es homogéneo ni indiferenciado, sino que está
cualitativamente definido y su ejercicio en el tiempo cobra valores subjetivos distintos
y crecientes (Bartra, 2006)7.
Ahora bien, para Armando Bartra (2006) la proporcionalidad de los factores que
constituyen la USC está determinada no sólo por su naturaleza y calidad, sino
también por la lógica que preside las decisiones del campesino como sujeto
socioeconómico. Lógica muy relevante mediante la cual establece cierto equilibrio
interno ante la presencia de uno o más factores dados y constantes, apelando -como
tendencia- a las variables que si puede controlar.
Dos factores tienen particular relevancia en este equilibrio: la fuerza de trabajo
familiar y el fondo de consumo vital. Ante la pregunta ¿cuál es y cómo se establece
la proporción definida entre trabajo y consumo en el interior de la USC? Recupera la
hipótesis de Chayanov (1974), según la cual, la USC establece un equilibrio entre la
magnitud del trabajo invertido y la cantidad de necesidades satisfechas evaluando
los efectos de uno y otro factor sobre el bienestar familiar entendido como calidad de
vida. Asumiendo que, después de satisfechas las necesidades mínimas para la
supervivencia física, la satisfacción de las necesidades subsiguientes se tienden a
valorar de manera decreciente. En otras palabras, cuanto mayor es el número de
necesidades satisfechas por una familia, menor es la satisfacción que reportan los
últimos bienes o servicios adquiridos (Bartra, 2006).
7 A tales fines Armando Bartra propone tres hipótesis muy interesantes:
1. “Si todos los demás factores son iguales, el campesino optará entre dos o más inversiones de trabajo cuantitativamente idénticas pero de distinta naturaleza, atendiendo a la valoración subjetiva del contenido cualitativo de cada una de ellas;
2. cuando considere aportaciones sucesivas de trabajo de una misma calidad, le dará un valor creciente a cada nueva aportación por cuanto, aun siendo cuantitativamente iguales, cada nueva dosis significa un esfuerzo mayor dado el mayor desgaste acumulado, y
3. una nueva aportación de trabajo de la misma calidad que las dosis anteriores -o un nuevo esfuerzo de diferente naturaleza- puede ser eventualmente rechazada por el campesino, quien puede preferir mantenerse desocupado, atendiendo, entre otros factores, a la desigual valoración de labores cualitativamente distintas y de aportaciones sucesivas de trabajo” (Bartra, 2006, p. 299).
25
Finalmente expone, en relación a la autonomía de la unidad socioeconómica
campesina, se manifiesta de manera relativa, pues la lógica de su pequeña
producción se encuentra subsumida en el proceso de valorización del capital.
Subsunción que se expresa en una relación de doble explotación, por cuanto, en el
proceso inmediato de producción el campesino genera un excedente que en el
momento de la circulación es transferido al capital, pero a la vez, en este proceso se
reproduce a sí mismo como explotado (Bartra, 2006).
De manera general, se resalta que los autores analizados sostienen la persistencia
del campesino y la agricultura familiar en el sistema económico capitalista, con otra
lógica -Chayanov (1974, 1981) y Bartra (2006)- o con diferentes lógicas gestionadas
como estrategias de desarrollo alternativo -Van der Ploeg (2008)-, o bien como otra
forma diversa de existencia -Lamarche (1993)-. Parten del análisis de los contextos
sociales, pues éstos imprimen referencias específicas a los sujetos sociales
campesinos, pero al mismo tiempo cada uno se esfuerza por delinear un concepto,
es decir, no abandonan la preocupación que sitúa el problema en el plano de la
teoría. En este sentido las definiciones analíticas coinciden en destacar como
atributos de estructuración y delimitación de la condición de campesino: la
autonomía, el trabajo familiar, una base de recursos autocontrolada (tierra,
instrumentos de trabajo, saberes), la orientación por la sobrevivencia y la
autoexplotación de la fuerza de trabajo.
Este examen general permite analizar las principales estrategias adoptadas por estos
sujetos en distintos contextos, la lógica o racionalidad sobre las cuales se estructuran
y las cosmovisiones que las dotan de sentido, puesto que alrededor de los atributos
anteriormente descritos se construyen las distintas dinámicas campesinas, en tanto
presupuestos y, a la vez, límites de tal condición.
En el ámbito de las estrategias campesinas en la bibliografía científica
latinoamericana prevalecen dos enfoques diferentes: las “estrategias de vida o
livelihoods” y las “estrategias de reproducción social”. El primer enfoque se ha
implementado en la mayoría de los programas y proyectos gubernamentales y de la
26
cooperación internacional, incluyendo a la Organización de las Naciones Unidas para
la Agricultura y la Alimentación (por sus siglas en inglés, FAO). Sin embargo,
constituye un enfoque formal-discursivo con pretensiones pos-agrarias que no
permite reconocer la realidad latinoamericana, justo caracterizada por la densidad
histórica de lo agrario. Aunado a este desfase epistemológico, exhibe un problema
metodológico mayúsculo con respecto al tema del actor-red, que en un esfuerzo por
ocultar el concepto de víctimas coloca en las arenas del juego político a participantes
que supuestamente tendrían las mismas posibilidades de ejecución y acción en la
esfera de la distribución de los beneficios; se soslaya así, que las relaciones de
poder hacen imposible la participación simétrica de los actores en el juego político,
debido a las formas de dominación, exclusión y explotación, mismas que se
expresan en el ámbito local y global (Ávila, et al., 2014).
Por el contrario, el enfoque de las estrategias de reproducción social muestra gran
pertinencia para los estudios rurales latinoamericanos, debido a la importancia
demográfica que mantienen las formas de vida campesinas e indígenas. Más allá de
los recursos metodológicos a su alcance, es útil para enriquecer la comprensión de la
lógica que articula las decisiones de las unidades domésticas campesinas
(Chayanov, 1974, Bartra, 2006), así como para el estudio de las dinámicas
específicas de la llamada clase incómoda (Shanin, 1983); por ello, sus alcances no
se restringen al ámbito local o familiar, sino que se extienden a las complejas
relaciones en que se articula lo global con lo local, como aparece de manifiesto en
las dinámicas migratorias de las unidades campesinas.
Resulta también sugerente la noción de estrategias de resistencia, entendidas como
una expresión particular de las estrategias de reproducción social dirigida a develar
una multiplicidad de formas -más allá de las reacciones defensivas- por las que una
diversidad de actores rurales, no sólo los más pobres, se oponen a la instauración
del régimen sociotécnico que acompaña a la globalización de la agricultura (Craviotti,
2012, p. 658).
27
El enfoque de las estrategias de reproducción social tiene como referente teórico
principal a Marx, luego a Schütz con la fenomenología como proceso significante y
que fue consolidado por Bourdieu a fines del siglo XX. En Latinoamérica destacan las
aportaciones de Echeverría (1984), De Oliveira y Salles (1988, 1989) y, Yazbek
(1995). Desde esta perspectiva, el concepto de reproducción tiene varias
acepciones: reproducción de las clases sociales; reproducción humana; reproducción
económica (reproducción del modo de producción, reproducción de la fuerza de
trabajo, reproducción de las relaciones de producción), reproducción cultural,
etcétera.
Los autores más contemporáneos han integrado estos posicionamientos en tres
grandes grupos: (1) la reproducción biológica, que en el plano familiar significa tener
hijos y en el plano social se refiere a los aspectos socio-demográficos de la
fecundidad; (2) la reproducción cotidiana, o sea, el mantenimiento de la población
existente a partir de las tareas domésticas de subsistencia; (3) la reproducción social,
todas las tareas extraproductivas dirigidas al mantenimiento del sistema social
(Herrera, 2015). En este sentido Passeron (1983, p. 433-434), expresó: “(…) el
modelo de reproducción social es un patrón con respecto al cual se miden los
cambios registrados para concluir que se ha permanecido o no dentro del mismo
caso de referencia, que no se ha salido del tipo de estructura descrito”.
Ahora bien, la reproducción, como proceso, no es solamente la posibilidad de repetir
el modelo hegemónico, sino la posibilidad de adaptarse a las nuevas condiciones
sociales y resistir la violencia simbólica de otros grupos o clases. Es un proceso
construido histórico y culturalmente donde los capitales que intervienen en la
interacción habitus-campo son fundamentales. Aquí, la adaptabilidad puede
contraponerse a un patrón arbitrariamente construido y ejercido por quienes ostentan
el poder, pero sobre todo, la reproducción social de una clase puede mantenerse en
condiciones donde factores económicos o de producción se constituyen en prácticas
28
establecidas pero no la transforman a nivel simbólico, pues no se constituyen en
prácticas legítimas, no se constituyen en capital específico8.
En este ejercicio de poder las prácticas asociadas a las relaciones de producción
forman un conjunto de características auxiliares que, a modo de exigencias tácitas,
pueden funcionar como principios de selección o de exclusión reales sin ser jamás
formalmente enunciadas (Bourdieu, 1984). Una de estas “exigencias tácitas”, que
funcionan como principios de inclusión-exclusión, son las representaciones sociales,
las cuales forman parte junto a los conocimientos cotidianos, categorías y
significados de las cosmovisiones o mundos de sentido de los conjuntos sociales, por
medio de los cuales los sujetos ordenan y dan sentido a su realidad humana9.
Las representaciones sociales definen la identidad de los grupos y operan -siempre
socialmente contextualizadas e internamente estructuradas- como marcos de
percepción e interpretación de la realidad y como guías de los comportamientos y de
las prácticas de los agentes sociales (Jiménez, 1997). Prácticas que casi nunca son
aleatorias o caprichosas, sino que responden a una determinación lógica o
racionalidad. Por lo general: "(…) las prácticas están ligadas al operador. No son
arbitrarias ni estrictamente individuales, sino que reenvían a una regla de
comportamiento subyacente" (Cittadini, R. y Pérez, R, 1996, p. 36).
Tomando en consideración que las acciones de los miembros de un grupo social
tienden a permanecer estables a lo largo del tiempo en contextos específicos, 8 Según Bourdieu (1986) los capitales son bienes materiales y simbólicos acumulados a lo largo del
tiempo y poseedores de una estructura de distribución que se relaciona con los mecanismos de reproducción. Entre las diferentes especies de capital están los siguientes: económico, cultural, social y simbólico. “El capital económico es entendido como cualquier tipo de bien directamente convertible en dinero; también institucionalizado en la forma de derechos de propiedad; el cultural, que puede existir en tres estados: incorporado (disposiciones, habilidades y capacidades del cuerpo y de la mente), objetivado (bienes culturales) e institucionalizado (títulos académicos); el social, entendido como la capacidad de los agentes de movilizar recursos a partir de su red de relaciones sociales y el simbólico, comúnmente llamado prestigio, reputación o renombre” (Bourdieu, 1986, p. 243).
9 Las representaciones sociales -según Jodelet (1989, p. 36)- son “una forma de conocimiento
socialmente elaborado y compartido, y orientada a la práctica, que contribuye a la construcción de una realidad común a un conjunto social” Ellas tienen también por función situar a los individuos y a los grupos en el campo social “[...], permitiendo de este modo la elaboración de una identidad social y personal gratificante, es decir, compatible con sistemas de normas y de valores social e históricamente determinados” (Giménez, 1997, p. 15).
29
Landini (2011, p. 5), definió racionalidad como el “conjunto de principios o reglas
subyacentes que se actualizan y presentifican en sus conductas, dando cuenta de su
sentido y sus razones”. La racionalidad, entendida así, como principios o reglas de
acción que subyacen a las prácticas de los sujetos surgirá, entonces, de la
concretización de las cosmovisiones (representaciones-exclusiones) y se expresará
como lineamientos de acción de cada grupo o actor social en el marco de las
condiciones estructurales en las que les ha tocado vivir.
Coherente con esta visión -y recuperando a Foucault (1979) cuando señala que la
palabra estrategia hace referencia a un conjunto de opciones o elecciones que se
realizan para alcanzar un objetivo- la estrategia se traducirá en patrones de
conductas, relativamente, estables que se orientan a reproducir y a mejorar las
condiciones de existencia de los sujetos en sus particulares contextos, a partir de la
puesta en práctica de los principios de acción que conforman las racionalidades. De
esta forma, los mundos de sentido (representaciones-exclusiones) de los distintos
actores y grupos sociales se expresarían en racionalidades, entendidas como
conjuntos de principios de acción, los cuales se convertirían en estrategias al
concretizarse en prácticas más o menos estables destinadas a alcanzar la
subsistencia, la reproducción social o la mejora de las condiciones de vida en
contextos sociales y materiales específicos (Landini, 2011).
Para Bourdieu (1995, p. 89) las acciones que ejecutan los agentes a fin de reproducir
su posición social pueden ser aprehendidas a través de la noción de estrategia,
entendida como “(…) las líneas de acción objetivamente orientadas que los agentes
sociales construyen continuamente en la práctica y que se definen en el encuentro
entre el habitus y una coyuntura particular del campo”. Con ello reconoce las
coacciones estructurales que pesan sobre los agentes y, a la vez, la posibilidad de
respuestas activas a esas coacciones; por lo que las estrategias de reproducción
social resultan “(…) conjuntos de acciones ordenadas en procura de objetivos a más
30
o menos largo plazo, y no necesariamente planteadas como tales, que los miembros
de un colectivo tal como la familia producen” (Bourdieu, 2011, p. 34)10.
Así, desde esta perspectiva, puede entenderse por estrategias campesinas a las
opciones regulares o relativamente estables que toman las familias de pequeños
productores para alcanzar la subsistencia material y la reproducción social, teniendo
en cuenta las constricciones estructurales, entre las cuales se destacan la
disponibilidad de mano de obra familiar y los precios relativos de los mercados
agrícolas, así como las características productivas de la zona y los recursos
económicos disponibles. A continuación se sistematizan algunas de estas estrategias
relativamente compartidas por los campesinos y las correlativas racionalidades que
les subyacen y que retomamos más adelante para el caso cubano.
1. El Trabajo familiar, como principio organizador de la economía campesina, puede
emplearse de manera diversa, expresándose en estrategias diferenciadas en
contextos territoriales y familiares diferentes. Puede incluir incluso a aquellos
integrantes cuya fuerza de trabajo tiene un costo de oportunidad cercano a cero,
como niños y ancianos. Es así que, en caso de colocar productos en el mercado, los
campesinos pueden competir con las empresas capitalistas, de mayor productividad,
mediante una sobreexplotación de la mano de obra familiar (Chayanov, 1974, A.
Bartra, 2006). De modo que, cobra un lugar central la composición del núcleo
doméstico y el momento del ciclo vital en que se encuentran sus integrantes (Van der
Ploeg, 2008).
"Se trata de utilizar de la manera más adecuada el insumo fuerza de
trabajo familiar, por lo que todos sus miembros encuentran una
función útil, ya sea bajo el esquema de producción o de reproducción
dentro de la unidad, o bien mandándolos a trabajar fuera de ella"
(Madera, 2000, p. 151).
10
Según Craviotti, la noción de habitus le permite a Bourdieu resolver el dilema entre agente y estructura, pues el tipo de racionalidad que atribuye a las prácticas está socialmente limitada por las condiciones que produjeron el habitus: “(…) lo que los agentes aprehenden en relación a sus condiciones materiales de existencia y los condicionamientos que éstas les imponen, les hacen delimitar lo potencialmente posible y descartar prácticas imposibles que, en rigor, son impensables” (Craviotti, 2012, p. 655).
31
Desde este enfoque, la unidad de producción campesina no pueda ser entendida por
fuera de la familia campesina (Cáceres, 1995, 2003; Manzanal, 1993) ya que los
fines económicos de la primera estarán imbricados con los sociales y afectivos de la
segunda.
2. Los campesinos para la obtención del máximo ingreso global posible no dividen o
separan su producción en rubros, pues perciben la actividad económica y productiva
como una totalidad articulada, lo que dificulta pensar los rubros o las diversas fuentes
de ingreso como independientes. Por ejemplo, cuando se cultivan granos para
alimentar aves y vacunos, que a su vez son utilizados como carne, como fuerza de
trabajo o como fertilizante a partir de sus excrementos (Chonchol, 1990)11.
Cabe mencionar también, la articulación que existe entre ingresos prediales y
extraprediales, ya que usualmente es a partir de la suma de ambos que la
subsistencia se hace posible, no pudiendo ser alcanzada por ninguno de ellos de
manera independiente. Así, dada esta indivisibilidad entre rubros productivos y entre
ingresos prediales y extraprediales, pueden observarse transferencias de recursos
de unas actividades a otras, llegándose incluso a subsidiar con los ingresos de las
más rentables aquellas que no lo son (Barkin, 2006).
3. La actividad económica campesina se orienta a la subsistencia familiar y no a la
obtención de ganancias sobre el capital invertido, ya que se realiza en condiciones
donde el acceso a recursos como tierra y capital es limitado (Van der Ploeg, 2009, A.
Bartra, 2006, Chayanov, 1974). El campesino, a través de diferentes estrategias,
busca como principal objetivo alcanzar la subsistencia de su familia, en términos
generales alimentación y un ingreso económico básico, lo cual no significa que un
ingreso adicional o una ganancia no sean deseados. Pero, en todo caso, no es una
condición necesaria para iniciar la actividad productiva como sí sucede en el caso de
las empresas capitalistas (Bendini et al., 1993; Cáceres, 1995).
11
Esto diferencia al sistema campesino de la empresa agropecuaria, en la cual cada rubro se maneja y evalúa por separado pudiéndose tomar decisiones a partir de una consideración cuantitativa de los beneficios diferenciales, generándose usualmente estrategias centradas el monocultivo.
32
4. Dadas las condiciones en las que se encuentran inmersos, caracterizadas por un
alto grado de imprevisibilidad, los campesinos prefieren controlar y/o reducir los
riesgos antes que maximizar los ingresos. Lo que implica, por ejemplo, preferir
variedades con menores rendimientos pero que soporten mejor condiciones
climáticas adversas o evitar innovaciones o proyectos que “podrían ir mal”
(Henningsen, 2001).
La diversificación, ya sea de productos, de fuentes de ingreso o de épocas de cultivo,
representa la estrategia más extendida de reducción de la incertidumbre en la
economía campesina (Bartra, 2009). También se incluyen dentro de la tendencia a la
diversificación y a la reducción de riesgos el trabajo extrapredial y la migración, en
tanto fuentes alternativas de recursos. O, incluso, la búsqueda de planes sociales,
los cuales suelen ser particularmente valorados frente al ingreso agrícola por ser
seguros y no depender del clima ni de los vaivenes de los mercados (Cáceres,
2003).
5. Los campesinos tienden a organizar y a evaluar sus actividades económicas y
productivas priorizando el corto plazo. Son varios los aspectos de la vida campesina
que llevan a estos productores a evaluar su realidad y a organizar su accionar en
términos de corto plazo. En principio, la situación real de pobreza en que vive la
mayor parte de los campesinos hace de la supervivencia material algo que está en
juego y debe resolverse día a día. Usualmente, los campesinos no cuentan ni con un
ingreso fijo ni con ahorros o reservas que les permitan tener una mirada estratégica
de largo plazo, lo que unido a los vaivenes de los precios en los mercados, las
inclemencias climáticas y las plagas, pueden llevarlos a perder su producción por
completo dejándolos en la miseria.
En segundo término, esta mirada centrada en el presente se ve reforzada por la falta
de control que percibe el campesino sobre su ambiente de vida. Como señalan
Plunkett y Buehner, (2007), citados por Lambini, (2011), cuando los individuos
perciben que el ambiente en el que se mueven está en buena medida fuera de su
propio control, tienden a valorar mucho más los beneficios actuales o inmediatos que
33
los futuros y a restar importancia a los problemas o consecuencias negativas que
podrían sobrevenir con el paso del tiempo.
6. Los campesinos poseen parámetros, prioridades y objetivos propios para generar,
valorar y adoptar (o no) innovaciones tecnológicas u organizativas que no suelen
ajustarse a los de extensionistas y expertos. A diferencia de lo que muchos pueden
suponer, los campesinos no se resisten ni oponen a priori al cambio tecnológico o a
la adopción de nuevas prácticas productivas. Lo que sucede, es que ellos evalúan
las propuestas de los extensionistas desde otro marco conceptual, el saber local, y a
partir de otros objetivos, premisas y prioridades (Landini, 2011).
Se trata de saberes que poseen una lógica diferente a la de los conocimientos
técnicos y científicos. En efecto, los saberes locales se desarrollan a partir de la
observación minuciosa y no controlada de la naturaleza en contextos de vida reales
y, son transmitidos de generación en generación por la tradición oral en entornos
informales directamente vinculados con la práctica (Gómez Espinoza, J. y Gómez
González, J., 2006). Se trata, además, de conocimientos parciales, difusos y aún
contradictorios que usan de la metáfora y del carácter simbólico del lenguaje para
comunicar (Medina, 1996).
Los campesinos toman decisiones teniendo en cuenta, muchas veces, sistemas de
valores que no se identifican con la racionalidad capitalista, priorizando elementos de
la dinámica comunal y familiar por sobre la obtención de utilidades (Patiño, 2000). O,
como se señaló anteriormente, prefieren reducir los riesgos antes que maximizar las
ganancias. Así, una propuesta técnica orientada al aumento de los beneficios no
necesariamente será bien recibida si aumenta la incidencia de factores que el
campesino percibe fuera de su control.
Muchas veces se observa que las propuestas son sometidas a procesos de ensayo y
error a pequeña escala, con el objetivo de evitar riesgos y fracasos, generándose
muchas veces formatos tecnológicos híbridos que articulan prácticas tradicionales y
modernas, priorizándose aquellas cuyos resultados son más valorados, no
necesariamente por ser las más eficientes o rentables.
34
7. Los campesinos, para desarrollar su vida y su actividad productiva, esperan contar
cada vez con más bienes y servicios que sólo pueden adquirirse con dinero. La
imagen del sentido común del campesino tiende a representarlo como un sujeto
autosuficiente que se organiza en torno al trabajo familiar y a la producción de
autoconsumo. No obstante, en el contexto de las sociedades actuales resulta
indiscutible que las economías campesinas se encuentran hoy en un proceso de
creciente mercantilización (Cáceres, 1995; Chonchol, 1990), lo que lleva a las
familias de productores a requerir montos crecientes de dinero para desarrollar sus
actividades y para hacer frente a nuevas necesidades y obligaciones. Como señala
Verónica Bennholdt-Thomsen, (1988), citado por Landini, (2011) "los actuales
campesinos de México [y los de la mayor parte de los países] son todos productores
de mercancías, debido a que nadie puede subsistir sin dinero" (Landini, 2011, p. 24).
Los factores que llevan a la mercantilización de las economías campesinas son
múltiples, entre ellos cabe destacar: la disminución de la producción de
autoconsumo; el incremento de las expectativas de vida, lo que lleva a la demanda
de artículos que sólo pueden ser comprados con dinero (heladeras, motos, celulares,
etcétera.); y la aparición de nuevos insumos como semillas y agroquímicos,
crecientemente demandados por estos productores. Así, a una menor disponibilidad
de bienes que pueden reemplazar las compras, principalmente de alimentos, un
aumento del requerimiento de insumos o herramientas que generalmente sólo
pueden obtenerse en el contexto del mercado (semillas, agroquímicos, etcétera) y la
expectativa de contar con comodidades propias de la vida moderna, se combinan
para que las familias campesinas se sientan en la necesidad de generar estrategias
para acceder a montos crecientes de dinero.
Como señala Cáceres (1995), el núcleo de estas estrategias parece reestructurarse
a partir de una reorientación del perfil productivo de las explotaciones agropecuarias,
incrementándose los rubros orientados al mercado y los trabajos extraprediales y
reduciéndose aún más los productos de autoconsumo.
35
Como ya se dijo, desde este entramado teórico-conceptual y tomando en cuenta la
especificidad del agro cubano, abordaremos la génesis y evolución del campesinado
desde antes de la revolución hasta la crisis del modelo agrícola que definimos como
“convencional”.
36
Capitulo II. Elementos históricos para el debate en torno al campesinado y la
crisis del modelo agrícola convencional en Cuba
2.1. Génesis y evolución del modelo agrícola convencional en Cuba. El rol del
campesinado previo a la Revolución
Se estima que el sistema agrícola más comúnmente empleado por los aborígenes
cubanos era el de “roza, tumba y quema”, también conocido como “roza”. Consistió
en el desmonte de segmentos de los bosques a través de la tala y quema de árboles,
el terreno desmontado era removido con varas cavadoras o “coas”12 y la tierra suelta
se acumulaba junto a materia orgánica en pequeños montículos donde plantaban la
semilla o la yema de la planta en cuestión. Este método fue el más empleado para
establecer cultivos a pequeña escala, especialmente de yuca, base de su
alimentación.
Además de la yuca, los pueblos originarios cubanos cultivaban el maíz, el boniato
(batata), la malanga, el ají, la piña, el maní o cacahuate, el algodón y otras fibras
textiles que eran empleadas para confección de las redes de pesca, los vestuarios,
las hamacas en las que dormían y otros enseres. La producción agrícola también
incluía el tabaco, del cual se fumaban sus hojas secas y torcidas, que también
trituraban hasta convertirlas en polvo aspirado durante ciertas ceremonias religiosas.
De acuerdo con Oscar Zanetti (2013), la yuca amarga (mandioca) constituía la base
de la alimentación aborigen cubana, hasta el punto de sustentar una cultura que
sería compartida por casi todas Las Antillas y otras áreas rivereñas del Caribe. La
raíz se rallaba y una vez extraído su tóxico jugo, se le secaba hasta constituir una
especie de harina (catibía) con la cual se amasaba una torta finalmente cocina en un
recipiente plano de arcilla llamado “burén”, para obtener así un delgado pan (caçabí)
que podía conservarse por cierto tiempo.
12
La “coa” era un instrumento de madera con punta afilada que los pueblos originarios cubanos la utilizaban para abrir huecos donde depositaban las semillas. Otra versión tenía la punta plana para remover la tierra, por ejemplo, para hacer los montones en que sembraban la yuca, o para abrir cavidades mayores para enterrar los horcones y parales de las viviendas (Ríos, 2014, p. 8).
37
La ampliación de la producción agrícola, la aparición de excedentes, el intercambio y
la especialización conllevó a la sedentarización de las comunidades originarias en
zonas propicias para los cultivos y a la complejización de su organización social.
Algunas de sus prácticas organizativas tenían repercusión en la agricultura, como las
llamadas “naborías”, obligación familiar de trabajo colectivo por parte de los niños y
los jóvenes en labores agrícolas, que desaparecía cuando éstos se convertían en
adultos, se casaban y adquirían, por tanto, otro estatus más independiente (Ríos,
2014). No obstante, no existen evidencias de que se practicase una agricultura de
tipo familiar. Si bien la base fundamental de las relaciones comunitarias se construía
sobre los vínculos de parentesco, otros factores como las jefaturas, rangos,
privilegios y las alianzas influían en las dinámicas sociales de las primeras
comunidades cubanas (Zanetti, 2013).
A la llegada de los españoles a Cuba en 1492, las naborías fueron interpretadas a
partir de las rígidas jerarquías de la sociedad española, como una especie de
servidumbre o esclavitud para determinados miembros de la comunidad. En
consecuencia, el término fue empleado, posteriormente, por los peninsulares para
denominar las encomiendas sobre los aborígenes encargados del servicio personal a
los conquistadores por un tiempo determinado, como se puede apreciar en el
siguiente fragmento de un juicio de residencia tomado a Gonzalo de Guzmán,
funcionario español, en 1530.
“Yo Juan de la Torre, escribano de Su Majestad y del juzgado del
teniente de gobernador de la isla Fernandina13, doy fe que Gonzalo
de Guzmán, lugarteniente de gobernador y repartidor que fue de los
caciques e indios de esta isla Fernandina, después que tuvo el dicho
cargo hasta que lo dejó en mi presencia, encomendó y depositó en
vecinos y moradores de esta dicha isla indios de repartimiento y
naborías de casa en la manera siguiente:
13
Actual República de Cuba. Originalmente los aborígenes cubanos le llamaban Cuba, pero a la llegada de los españoles, por Real Cédula, el 28 de febrero de 1525, el propio regente de España determinó el cambio de nombre por el de “Fernandina”. “(…) yo he mandado que de aquí en adelante esa isla que hasta aquí se llamaba de Cuba, se llame Fernandina, porque pareció que el que tenía era algo fuera de propósito; bien será que de aquí en adelante se llame por este nombre. Yo el Rey” (Schlachter, 2011, s.p.).
38
A seis de junio de 1526 años este día depositó en Francisco
Ravanal, vecino de la Villa de San Salvador14, un indio que se dice
Alonsico, naboría que fue de Cristóbal Ávila, y, otro indio que se dice
Francisquito, naboría que fue del adelantado Diego Velázquez, y,
una india que se dice Magdalena, las cuales dichas naborías se le
depositaron hasta cuando otra cosa se provea” (Mira Caballos, 1997,
p. 415).
Como colonizadores, los españoles se convirtieron rápidamente en terratenientes.
Toda la tierra conquistada a los aborígenes cubanos fue declarada propiedad del
Rey de España y entregada en usufructo a perpetuidad a los conquistadores a través
de las llamadas “mercedaciones” que incluyeron, además, la “encomienda” de los
pueblos originarios que habitaban en ellas a los fines de su “evangelización”.
Las encomiendas resultaron un despiadado sistema de explotación que condujo al
genocidio de los aborígenes cubanos. Los aborígenes de las Antillas Mayores -y
entre estos los de Cuba- poseían un desarrollo técnico y productivo, así como una
organización social bastante más elemental que la de sus congéneres del continente,
en particular los de Mesoamérica y la Región Andina; de ahí su menor resistencia, no
solo en el plano bélico sino en el cultural, así como la desaparición relativamente
rápida de esa población (Zanetti, 2013).
El exterminio de los aborígenes cubanos en las primeras décadas de conquista
favoreció la introducción de esclavos procedentes del continente africano, que hasta
ese momento había sido poco relevante, empleados en labores domésticas,
fundamentalmente; no obstante, este proceso no alcanza su auge hasta indicios del
siglo XVIII con la expansión de las plantaciones azucareras.
Conforme al derecho español de la época, para poder acceder a tierras y a “indios”
había que tener residencia y ser vecino de alguna de las villas fundadas, las cuales
estaban encabezadas por cabildos. Entre las facultades de los cabildos en materia
agropecuaria estaba determinar las tierras de uso comunal, delimitar la tala y venta
14
Actual ciudad de Bayamo, originalmente llamada: “San Salvador de Bayamo”.
39
de madera y, mercedar tierras para la construcción de viviendas, para las labranzas y
para la cría de ganado en los terrenos circundantes.
Las mercedaciones se hicieron empleando sistemas básicamente integrados
denominados hatos, corrales y estancias. Un hato tenía comúnmente el equivalente
actual de 22,600 ha y era empleado para la crianza de ganado cimarrón15, aunque el
término fue utilizado también para denominar a las extensiones deslindadas. El
corral, por su parte, tenía el equivalente a 5,600 ha y era otorgado para ganado
menor, donde predominó la crianza libre de cerdos. Los hatos y corrales por lo
regular tenían forma circular, lo cual condujo a que los espacios ubicados entre
estos, al no tener dueños, fueran ocupados por vecinos sin tierras lo que trajo
conflictos que se produjeron hasta mediados del siglo XX. La figura 1 muestra un
mapa actual de una región de la provincia Mayabeque en el que los círculos grandes
son los restos de los antiguos hatos. Por lo regular, en su borde exterior los dueños
colocaban cercas de piedras alrededor de las cuales se establecían caminos, hoy en
su mayoría convertidos en carreteras.
Figura 1. Antiguos hatos en una región de la provincia de Mayabeque, Cuba.
15
En los siglos XVI y XVII se le denominó en Cuba ganado cimarrón a las reses que vivían silvestre en los campos. Después de la conquista del continente la isla sufrió un fuerte despoblamiento, lo que condujo a que la incipiente agricultura y ganadería fuera abandonada y proliferara en los campos el ganado mayor de manera silvestre. En consecuencia, el valor de los hatos se medía por la cantidad de ganado cimarrón que pastaba en ellos.
40
Fuente: Ríos, A. (2014). La Agricultura en Cuba, INFOIIMA, La Habana, p.11.
Otros dos tipos de repartos de tierras fueron la entrega de “solares” para la
edificación de viviendas dentro de las villas y de tierras de labor o “estancias” en las
inmediaciones de éstas. Algunos de los solares eran lo suficientemente amplios
como para plantar vegetales y viandas que garantizaran la subsistencia a los vecinos
no estancieros. A las estancias o partes de éstas en que se sembraban cultivos
autóctonos se les denominaba “conuco” y “huerta” cuando producían cultivos
introducidos de Europa. Por lo regular se llamaba “vega” a la finca dedicada al cultivo
del tabaco y “sitio” a las siembras de otros cultivos, de modo que la estancia podía
ser “conuco”, “huerta”, “vega” o “sitio” según su tipo de cultivo, por lo general muy
inferior en superficie con respecto a los hatos y corrales.
Surgió así el veguero, el sitiero, el conuquero, el pequeño campesino, que laboraba
personalmente la tierra, los cuales se sentían más independientes y siempre dieron
muestras de rebeldía frente a la opresión colonial, mientras que los latifundistas, por
lo regular peninsulares, explotaban los grandes hatos con mano de obra esclava y
constituían un sólido puntal del dominio de la metrópoli. La transición de la agricultura
indígena a la nueva forma implantada por los españoles en los siglos XVII y XVIII
41
puede considerarse el primer paso del proceso de estratificación social en el medio
rural cubano y del surgimiento del campesinado cubano.
La restauración del Rey Fernando VII en el trono español en 1814, tras la derrota de
los ejércitos franceses, así como el auge de los movimientos revolucionarios,
nacionalistas y liberales en América Latina, favoreció un nuevo pacto de poder en
Cuba más favorable a la incipiente burguesía criolla y que a la peninsular establecida
en la isla, el cual se tradujo en importantes reivindicaciones económicas, “(…) había
que satisfacer algunas de sus demandas para que no se alzaran como estaba
ocurriendo en otros países americanos” (Ríos, 2014, p. 32).
En 1818 se estableció la libertad de comercio y en 1819 se reconoció como legítimos
dueños de la tierra a los que la poseían por otorgamientos hechos por las
autoridades coloniales, así como su desvinculación, o sea, su venta. Esto último
favoreció a los grandes latifundistas, no al veguero, al sitiero, ni al conuquero, los
cuales, por lo general, ocupaban pequeñas parcelas de tierra sin documentación
alguna. Las reformas incluyeron la disminución de los impuestos que frenaban el
fomento de ingenios, cafetales y otras producciones agrícolas, en especial la
supresión de impuestos a los ingenios que se fomentasen.
La irrupción del capital en la agricultura exigía la liquidación del sistema jurídico
asentado en las antiguas mercedes, el régimen de bosques y los mayorazgos y
vínculos concedidos a perpetuidad, instituciones de carácter feudal que inmovilizan la
tierra, impidiendo que se convierta en mercancía apta para ser comprada por los
poseedores de dinero.
Los hacendados comenzaron a luchar por apoderarse de las mejores áreas ya
ocupadas por los vegueros, sitieros, estancieros y conuqueros y, a tratar de que
éstos se incorporaran a las nuevas haciendas azucareras como fuerza de trabajo, lo
cual condujo, en el mejor de los casos, a la migración de los pequeños productores a
tierras menos fértiles. En la mayoría de las ocasiones, al no poder acreditar la
titularidad sobre la tierra, pasaron a regímenes de arrendamiento o aparcería, dando
42
lugar al surgimiento de un ejército de campesinos arrendatarios, aparceros y
precaristas que caracterizarían el paisaje rural cubano hasta mediados del siglo XX.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la agricultura experimentó un rápido
desarrollo con la llegada de la producción azucarera y tabacalera a gran escala (Le
Riverend, 1971; Marrero, 1984; Funes-Monzote, 2009a). La Revolución Haitiana de
1791 dio a Cuba la oportunidad que necesitaba para comenzar a competir con las
colonias francesas como el principal productor y exportador de azúcar del mundo; el
consecuente establecimiento de plantas procesadoras (ingenios) de azúcar en el
campo cubano condujo a la transformación radical de la estructura agrícola y al salto
definitivo de la economía colonial cubana.
Entre 1775 y 1862 el número de ingenios se triplicó, pasando de 478 unidades hasta
1,531 en 1862 y el volumen de producción de azúcar se multiplicó por 96 veces, el
20% de la producción mundial. El aumento de la producción de azúcar de caña hizo
que los grandes hatos dedicados a la ganadería fueran subdivididos en propiedades
más pequeñas, de entre 20 y 40 caballerías (268,4-536,8 ha), en las cuales se hacía
una explotación de la tierra de modo intensivo, básicamente monoproductoras de
caña de azúcar. También conllevó a una sobre explotación de mano de obra esclava,
la producción del dulce creció en proporción al incremento demográfico de la
esclavitud, alrededor de 436 500 hombres y mujeres, llegando a constituir el 43% de
la población de la isla para 1841.
La concentración y la centralización de la producción azucarera continuaron durante
el siglo XX. Luego de que Cuba alcanzó la independencia de España en 1898, el
capital norteamericano estableció grandes latifundios azucareros en el oriente del
país, que hasta ese momento había sido el área menos explotada con fines agrícolas
y se encontraba completamente devastada por la guerra. Las empresas azucareras
norteamericanas se apoderaron de las mejores tierras y llegaron a poseer en Cuba
más de 1,342,000 ha obtenidas a precios irrisorios, el equivalente el 10% de la
superficie toral del país. Alrededor de 1925, la mayor parte de las llanuras cubanas
estaba plantada de caña. Las propiedades más extensas, que ocupaban el 70% de
43
la tierra agrícola, se dedicaban básicamente a la ganadería y a la caña de azúcar.
Poco más del 1% de los propietarios poseía el 57% de las tierras, mientras el 71%
tenía solo el 11% (Valdés, 2003). La tabla 1 muestra la distribución de las tierras
cultivables según el tipo de explotación para el año 1946.
En la primera columna (tabla 1), de izquierda a derecha, se relacionan los tipos de
fincas según la cantidad de hectáreas, en este sentido, la tabla se divide en dos
grandes grupos: el primer grupo constituido por la fincas menores de 9.9 ha hasta las
fincas de 74.9 ha, consideradas pequeñas y el segundo grupo constituido por las
fincas de 75 ha hasta 5 mil y más hectáreas, denominadas mediadas y grandes,
respectivamente. En las columnas contiguas se describe el número de fincas por
grupos, el por ciento que representa en relación al total de fincas, el área total según
el grupo de fincas y, el por ciento y el área total de una finca por grupos de fincas,
respectivamente.
Tabla 1. Distribución de las tierras cultivables según el tipo de explotación, 1946.
Grupo de fincas
según cantidad de
tierra(ha)
No. de
fincas
% del
total de
fincas
Área total según
grupos de
fincas(ha)
% del área
total de una
parcela
Área total de
una finca en
(ha)
Hasta 9,9 62,500 39,1 296,738,9 3,2 4,7
De 10ª24,9 48,748 30,5 725,070,9 8,0 14,8
De 25ª 74,9 32,058 20,0 1,278,362,5 14,1 39,8
Subtotal 14,3336 89,6 1,647,602,3 25,3 59,3
De 75 a 499,9 14,286 8,9 2,523,281,1 27,7 176,6
De 500 a 4999,9 2,222 1,4 2,436,030,9 26,9 10,96,3
De 5000 y mas 114 0,1 1,817,602,0 20,1 15,943,8
Total 159,958 100 9,077,086,3 100 17,276
Nota: Censo Agrícola de 1946.
Puede apreciarse aquí, cómo todos los agricultores pequeños y medios (142 mil)
tenían, aproximadamente, la misma cantidad de tierra que la que poseían 114
grandes magnates agrarios (1,647,602.3 hectáreas y 1,817,602.0, respectivamente).
Desequilibrio que se acentúa, si tomamos en consideración que había un número
44
importante de tenentes medios y pequeños poseían la tierra en condiciones de
arrendatarios, subarrendatarios, aparceros o precaristas.
José Manuel Hernández, campesino individual y presidente de la Cooperativa de
Créditos y Servicios (CCS) Humberto Hernández, del municipio Güines, Mayabeque,
cuenta:
“Mi papá era arrendatario del Central Amistad. Se hizo arrendatario
por mi abuelo, que era arrendatario también. (…) Mi abuelo le
arrendó al central mediante una renta, que le cobraban todos los
años. En aquel entonces malamente la caña daba para pagar la
renta. Cuando aquello la caña se pagaba muy barata y si usted no
atendía la caña no había otra forma de hacer dinero.
La venta de la caña (…) el central le liquidaba por cantidad de
arrobas de caña que usted molía en el central, según el precio que
tuviera le liquidaba la caña al campesino. Pero en la mayoría de los
casos con el abono (…) y el impuesto que le ponían y, aparte la
renta, yo recuerdo que el viejo mío el último año que liquidó le
quedaron 200 y pico de pesos (…). La renta se la descontaban de la
liquidación de la caña (…) le rebajaban todos los gastos que tuviera
esa caña, el corte, porque ellos le suministraban al campesino, le
daban como un crédito. Y todo eso se lo rebajaban al campesino de
la caña”. (Deere, et al., 1998, p. 25).
Como resultado de este proceso histórico de despojo de la propiedad campesina casi
las dos terceras partes de las tierras dejaron de ser trabajada por métodos
“campesinos”, observándose un incremento de los proletarios y semiproletarios
agrícolas, el 57.6% de la fuerza de trabajo agrícola (345 mil estaban ocupados en la
caña de azúcar y 100 mil en la ganadería), de ellos solo el 10% de manera
permanente. El resto de la fuerza de trabajo estaba compuesta por un número
mayoritario de pequeños campesinos y un número menor de campesinos medios y
ricos. De modo que, la estructura socioclasista agraria en la Cuba pre-revolucionaria
se caracterizaba por la polarización de dos grupos: los grandes y medios
hacendados (norteamericanos y cubanos) y, los pequeños campesinos y jornaleros
agrícolas.
45
En el escalón más bajo de esta estructura se encontraba el campesino precarista y el
jornalero agrícola, los cuales no poseían tierras en ninguna condición jurídica. En
esta situación se encontraba para entonces la familia de Roberto Pineda:
Yo era jornalero. Trabajaba a jornal, pero no se ganaba nada.
Nosotros ayudábamos al viejo (…) según íbamos saliendo nos
incorporábamos al trabajo. Éramos cuatro varones (…).
La Finca Pedroso pertenencia a Catalina. Era de Justiniano Reyes
(…). En el trabajo él si no era fácil para ganarle un peso. No había
quien se lo ganara (…). Los surcos de caña aquellos tenían seis
cordeles de largo. Esos surcos valían “diez quilos” (centavos, N. de
A.). Salía el día a 30 o 40 quilos (…). En cuestiones de trabajo si no
había quien viviera con él. No era fácil.
En la finca tenía trabajo tres o cuatro meses nada más, cuando se
acababa la zafra y la limpia (…) inventar por ahí, buscar trabajo
fuera, pa’ la costa a cortar arroz; pa’ las fincas grandes esas que
habían en la costa, de arroceras por ahí (…). Eso es La Pedrera. Esa
finca era de Evelio Peña, que tenía una arrocera ahí (…). Tres pesos
era el jornal de ocho horas. Tenía que ir y venir todos los días a
caballo, irme hasta Güines y aquí cogía una guagua.
Ahí trabajaba hasta que se acababa el corte de arroz. Desde que se
acababa había que inventar pa’ otro lao. Así era la vida antes (…)
pasé mucho trabajo. Yo solamente no, el viejo mío y mis hermanos.
Ese mismo que murió hace dos meses y pico, eso pasó trabajo que
eso fue horrible. Fíjate, que no sabía ni leer ni escribir. Lo primero
que salió, el viejo le echó mano enseguida pa’ trabajar, eso no vio
escuela ni vio nada.
(Cuando terminaba el corte de arroz se iban) pa’ ahí, pa’ la finca a
esperar que nos dieran trabajo de nuevo. El viejo empezando por
ahí, haciendo su negocito, hasta piedra cargaba en las alforjas pa’
Guira pa`la gente echar relleno en las casas (…). Y hasta piedra
cargaba a caballo (…)” (Deere, et al, 1998, p. 29).
De manera general, el campesinado cubano de la primera mitad del siglo XX se
basaba en la propiedad privada o explotación directa no propietaria de la tierra
(arrendatarios, aparceros y precaristas) y, participaba en ella con su trabajo personal
y el de su familia. No obstante, como clase social el campesinado tampoco era un
conjunto homogéneo, en su composición articulaba diversos grupos o capas
46
sociales determinadas por factores tales como extensión de la tierra, calidad y
ubicación de esta, medios que empleaba para explotarla, tipo de cultivo, así como la
cercanía al mercado y el empleo o no de fuerza de trabajo asalariada; y que
expresaban diferentes grados de fortaleza, de formas de manifestación y de
actuación con relación a los rasgos que definen la clase. De tal forma podíamos
encontrar las siguientes capas: campesinos ricos, campesinos medios y pequeños
campesinos.
Los campesinos ricos explotaban grandes haciendas, como norma, contratando a
varios jornaleros. Su relación con el campesinado sólo estaba dada por su nivel
cultural poco elevado y por su modo de viva rural, por su parte, los campesinos
medios eran aquellos agricultores que poseían a título de propiedad o arriendo
pequeñas parcelas de tierra que le proporcionan no sólo el rendimiento necesario
para sostener a su familia, sino también la posibilidad de obtener cierto excedente,
que podía, en los años mejores de cosecha, convertirse en capital. En ocasiones
estos campesinos medios recurrían también al empleo de fuerza de trabajo
asalariada, aunque en pequeña escala.
La ganadería era una actividad que aglutinaba a un número importante de mediados
campesinos. Por ejemplo, Pedro Franco, quien en la década del 40 heredó nueve
caballerías de tierra de su abuelo y su padre, en la zona de Rodrigo, Santo
Domingo, Las Villas, se dedicaba a la compra y venta de ganado.
“Yo tenía un negocio de compra y venta de ganado. Chico, salía y
compraba un lote de gana’o y, había veces que le ganaba 500 pesos
al día (…) lo mismo iba a Corralillo, Rancho Veloz, por aquí todas
esas cosas, Calabazar, Encrucijada (…) montaba a caballo de aquí a
Cartagena, a Cascajal, en lindero de la provincia de Matanzas.
Compraba mucho gana’o, yo salía de aquí por la madrugada pa`allá
y hacía el viaje en el día. El lote, lo mismo podía ser 30, que 50, que
100 cabezas (de ganado, N. de la A.).
Vamos a suponer, compraba 50 reses, 50 añojos, a 50 pesos y había
veces que en el camino los vendía a 60. Y ganaba 500 pesos en el
día. Yo voy solo y lo compro, y digo a tal día vengo a buscarlo, si me
47
hacían falta dos peones, llevaba dos conmigo. Ese era el giro,
compra y venta.
Ordeñaba vacas (…) compraba un lote de novillas, 100 novillas, me
parieron (…) las iba engordando, iba y las vendía. Tenía ese negocio
de venta. Yo vendí mucha vaca, ¡pero mucha! Comprar lotes de
vacas a 70 pesos y venderlas a 140 a los cuatro o cinco meses. Me
parían, y ganarle mitad por mitad. Yo ganaba siete mil u ocho mil
pesos al año. Venían de Santa Clara, gente que tenía vaquerías, le
vendía y se las atendía. De Santo Domingo venía uno que le hacía
falta cinco vacas y se las vendía” (Deere, et al., 1998, p. 146).
Los pequeños campesinos eran los que poseían una pequeña parcela de tierra y la
trabajaban personalmente o con el concurso de su familia, utilizando sus propios
instrumentos de trabajo. Dentro de estos existían gradaciones o modalidades de
acuerdo a su relación con el medio de producción, de acuerdo a si era propietario o
no de la tierra que cultivaba y, en ello se ponía de manifiesto la permanencia de los
rezagos semifeudales como la aparcería y el precarismo en convivencia con las
formas de explotación capitalistas predominantes en el agro.
La historia de la familia de Tomás Durán Castro refleja en cierta medida cuán difícil
era para el pequeño campesino tener acceso a un pedazo de tierra para el
autoconsumo y la inseguridad de esta práctica. Durán nació en Bijagual, Oriente, en
la finca del colono Antonio Domínguez, vivía en una estancia de 0.50 caballerías en
el centro de la finca que tenía cincuenta y tantas caballerías de potreros. Nunca
tuvieron propiedad ni contrato de arrendamiento sobre esa tierra.
Vivieron en esa finca hasta 1945 cuando la vendieron. Antonio Domínguez le dijo a
los nuevos dueños:
“Yo te vendo aquí, pero quiero que me dejes a esos vecinos aquí en
la finca, que han vivido toda la vida aquí conmigo, son una buena
gente y más bien le cuidan la finca”. (Deere, et al., 1998, p. 247).
A los tres meses los nuevos dueños crearon problemas y los sacaron de la finca:
“Le dieron candela a un tronco hueco que había en la finca, ellos
mismos. Nosotros corrimos pa`allá, pero llegaron ellos y dijeron que
48
habíamos sido nosotros. Trajeron a la Guardia (Rural) y le dijeron:
“estos fueron los que le dieron candela”, yo no sé con qué fin. Y el
viejo los dijo: no, chico, cómo yo le voy a dar candela al tronco si yo
me estoy beneficiando de la finca”. Y ellos dijeron: “no, estos fueron y
hay que sacarlos de aquí, porque ellos me están estorbando aquí
adentro”. (Ídem).
Como consecuencia de la inseguridad en la posesión y la desprotección de los
derechos de los pequeños campesinos, el desalojo fue una constante en la primera
mitad del siglo XX en la isla, del cual estaban encargados los órganos represivos del
Estado, en particular la tristemente célebre “Guardia Rural”16.
La campesina Orfelina Pérez, entrevistada por Niurka Pérez (1998), expresó que
sufrió el desalojo siendo una niña:
“Mi padre trabajaba en la finca de un señor de apellido Balmaseda.
La finca era antes de Vicentico Portuondo. Él se la vendió a
Balmaseda con la condición de que a mi papá lo dejara tranquilo en
la finca, pero al verse dueño de la propiedad, vino con una pareja de
guardias y preguntó por mi papá: “Díganle que tiene 24 horas para
abandonar, si no, mire, lo colgarán de esa mata”. Mi mamá le mando
razón con una gente que eran amigos y vinieron con un camión a
buscarlo y nos sacaron antes de que vinieran los guardias y, pudimos
llevarnos los animales, la casa no. Fuimos a un pedacito de tierra de
un tío, después a donde Manuel Labrada”. (Deere, et al., 1998, p.
268).
De los 142 mil agricultores, aproximadamente, que ocupaban hasta 5 caballerías (67
ha), 94 mil no eran dueños de la tierra que trabajaban (el 66%) y eran obligados a
pagar abusivas rentas en dinero o en especie, viéndose forzados a entregar una
buena parte de la cosecha, que además, se correspondía con la de mejor calidad,
constituyendo esto una forma de explotación directa al pequeño agricultor; y si dentro
de este último grupo analizamos a aquellos que poseían menos de 2 caballerías de
16
La Guardia Rural fue una fuerza montada que operó en todo el territorio nacional desde 1898 a 1958. Creada por el primer gobierno interventor norteamericano en 1898, su misión era mantener el orden interior en las zonas rurales de Cuba, pero en la práctica fue instrumento de ocupación que facilitó la aplicación de las políticas de intervención en el campo y la protección de los intereses de los grandes hacendados norteamericanos y cubanos. (EcuRed, 2017).
49
tierra (26.84 ha), que por lo general, dentro de los pequeños campesinos eran los
que peor vivían o sobrevivían, tenemos que 85 mil campesinos (el 84,15%)
trabajaban en extensiones inferiores al mínimo vital17.
Al analizar esta situación, Fidel Castro expresó:
“(…) Hay doscientas mil familias campesinas que no tienen una vara
de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y,
en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos
intereses, cerca de trescientas mil caballerías de tierras productivas.
Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas está
en manos extranjeras.
(…) quinientos mil obreros del campo que habitan en los bohíos
miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el
resto, compartiendo con sus hijos la miseria, no tienen una pulgada
de tierra para sembrar.
(…) el ochenta y cinco por ciento de los pequeños agricultores
cubanos está pagando renta y viven trabajando una tierra que no es
suya (…) para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por
sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que
no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, plantar un cedro o
un naranjo, porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la
guardia rural a decirles que tienen que irse (…)” (Castro, 1993, p. 34
).
Unido a esta situación, el pequeño productor agrícola era explotado también por
intermediarios y mayoristas a través de precios miserables por sus cosechas; por
ejemplo, el pago al productor de tomate era 32 veces inferior al precio promedio de
venta minorista y en otros productos como los granos, las legumbres y las hortalizas,
las diferencias oscilaban desde 8 hasta 25 veces. Tampoco se fomentaba la
producción agrícola nacional, pues la importación de grasas comestibles era del 88
%, de vegetales 33 %, de cereales 40 %, de cárnicos 63 % y conservas 84 % (Ríos,
2014, p. 19). Unido a ello, el analfabetismo, la falta casi absoluta de servicios
17
La Primera Ley de Reforma Agraria estableció el derecho gratuito a dos caballerías de tierra (27 ha) a los campesinos que la trabajaban en condiciones de tenencia distintas a la propiedad, al cual se le llamó mínimo vital, puesto se consideró como los mínimos necesarios para satisfacer las necesidades de una familia campesina de la época (1959).
50
médicos y de educación y, la creciente represión militar y política caracterizaban las
zonas campesinas. Esta desfavorable situación influyó considerablemente en el
triunfo de la Revolución Cubana de 1959, de carácter agrario, popular y
antiimperialista.
2.2. Transformaciones revolucionarias de la agricultura en Cuba. El rol del
campesinado posterior al triunfo de la Revolución
2.2.1. Primera Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959
Después de varios años de lucha, en enero de 1959 quedó instaurado un gobierno
revolucionario y un ejército popular encabezados por Fidel Castro Ruz,
restableciéndose los derechos individuales y las conquistas sociales que habían sido
derogadas por la dictadura de Fulgencio Batista; al mismo tiempo, se promulgó la
Ley Fundamental de la República de Cuba, mediante la cual se dotaba al Consejo de
Ministros de las facultades legislativas y se reproducían los artículos referidos a la
función social de la propiedad y a la reforma agraria contenidos en la Constitución de
194018.
La dirección de la Revolución comprendió, tempranamente, que la transformación de
la sociedad cubana en su conjunto, requería de una radical redistribución de las
riquezas y la supeditación de toda propiedad al interés social; en consecuencia, la
necesidad de formular una nueva política dirigida a modificar las condiciones
existentes y promover otras favorables al desarrollo económico y social del campo se
hizo muy latente. Pavó (2007) refiriéndose a esta especial coyuntura expresó:
“Por primera vez en la historia de Cuba se conjugaban las
condiciones de una vanguardia política en el poder, un movimiento
18
La Constitución de 1940 fue uno de los textos más avanzados entre los promulgados hasta entonces en América. Proscribió el latifundio y promovió la reversión de las tierras a los cubanos; reconoció la función social de la propiedad y la intervención estatal en la economía; el dominio exclusivo de la República sobre el subsuelo y recogió las principales demandas del movimiento sindical; estableció la creación de importantes instituciones como el Banco Nacional, el Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales y el Tribunal de Cuentas.
51
de masas y un programa de transformaciones profundas de la
sociedad. La reforma agraria se presentaba como el primer cambio
fundamental estructural de dicho programa y a su vez, como la
principal reivindicación nacional y la prueba de la voluntad política de
la dirección de la Revolución, de llevar adelante el Programa del
Moncada” (p. 106).
En este contexto y cumpliendo con el mandato de la Constitución de 1940, el 17 de
mayo de 1959, el Gobierno Revolucionario dictó la primera Ley de Reforma Agraria.
Los propósitos fundamentales de esta Ley se pueden resumir a los siguientes:
1. Modificar la estructura agraria mediante la proscripción del latifundio, la
supresión de ciertas formas de explotación como la aparcería, el
otorgamiento de la propiedad de la tierra a sus poseedores y asegurar un
mayor aprovechamiento de la tierra.
2. Sustituir preferentemente la producción latifundaria por formas de producción
más técnicas y eficientes como las cooperativas.
3. Impedir la enajenación futura del patrimonio rústico nacional por extranjeros.
4. Elevar y diversificar el producto agrícola, a fin de asegurar un incremento de
las exportaciones, el abasto de materias primas a la industria nacional y
cubrir las necesidades del consumo, así como elevar el nivel de vida y de
consumo de la población.
5. Asegurar el progreso del país mediante el crecimiento y diversificación de la
industria, así como eliminar su dependencia del monocultivo agrícola.
A tales fines, la Ley fijó un límite máximo de propiedad para una persona natural o
jurídica de 30 caballerías (402 ha), las superficies excedentes de ese límite serían
expropiadas para su posterior distribución a campesinos y obreros agrícolas sin
tierras y, en lo sucesivo la propiedad rústica no podría ser adquirida por personas o
sociedades extranjeras. No obstante, se exceptuaban las áreas sembradas de caña
de azúcar, arroz, o dedicadas a la explotación agropecuaria, que por sus
52
rendimientos se considerase pudieran poseer hasta 100 caballerías de tierra (1,342
ha).
También reconoció el derecho de propiedad sobre la tierra a las personas que las
trabajaran en virtud del principio “la tierra pertenece a quien la trabaja” y proscribió
toda forma de tenencia no propietaria, como el usufructo, la renta, el contrato de
aparcería, etcétera; identificando la propiedad con la posesión, con la única condición
de su explotación efectiva. De este modo, la Ley benefició a más de 100 mil colonos,
arrendatarios, aparceros y precaristas que carecían de tierras. Otras disposiciones
del texto legal contenían mandatos referidos al fomento de cooperativas, la
conservación de los suelos y los bosques, la imprescriptibilidad de la acción del
Estado para reivindicar sus tierras, la creación de zonas de desarrollo agrario, entre
otras, encaminadas a garantizar su aplicación.
Joaquín Vega, quien desempeñó diversas responsabilidades en la ANAP (Asociación
Nacional de Agricultores Pequeños) durante 17 años, describe la Primera Reforma
Agraria en los términos siguientes:
“La Reforma Agraria fue acogida por todos los campesinos aquí,
por aquellos precaristas, aparceros, arrendatarios, que con esa Ley
de la Revolución se hicieron propietarios de las tierras que antes
trabajaban. Antes tenían que darle un porciento al dueño de la
finca; unas veces le daban la mitad, otras la tercera parte. Otras
veces el propietario lo explotaba, le daba un pedazo para que se lo
dejara en condiciones y se lo quitaba cuando ya estaba en
condiciones, y le daba otro más para adelante (…). Y la Ley de
Reforma Agraria no solo benefició a esa gente, sino a todos los
obreros del campo”. (Deere, et al., 1998, p. 280).
Un análisis de estas disposiciones nos sugiere que la Ley, si bien proponía una
reforma sustantiva de la estructura agraria, lo hacía en el contexto jurídico
preexistente, en interés de diversas clases y grupos sociales y en medio de un
amplio pluralismo político. En la práctica, afectaba solamente al 1,5% de los
propietarios, pero éstos poseían más del 50% del área nacional de fincas agrícolas y
ganaderas, lo que generó la reacción y oposición de los sectores dominantes y el
53
imperialismo norteamericano, acelerando el ritmo de su aplicación y ampliando el
contenido de los cambios propuestos en su articulado.
La Ley agudizó hasta las últimas consecuencias la lucha política y de clases e hizo
irreconciliables los intereses del pueblo y el de los sectores dominantes. A partir de
este momento la oligarquía azucarera, los terratenientes, los comerciantes, el
imperialismo norteamericano y sus agentes sellaron una alianza
contrarrevolucionaria orientada a derrocar el poder revolucionario y a revertir las
conquistas populares. Como expresó Fidel Castro: “apenas se dictó la Ley de
Reforma Agraria, Estados Unidos comenzó a dar los primeros pasos para organizar
una operación militar contra Cuba” (Castro, 1976, p 57).
Nivario Orta, participó en la aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria en el
municipio de Güines, Mayabeque, comentó:
“La reacción en la zona a la Reforma Agraria fue muy buena. La
gente estaba muy contenta, menos los dueños de las fincas, como
es lógico. No podían aceptar que le quitaran lo suyo. A partir de ahí
comenzó la contrarrevolución (…) a nosotros nos pusieron hasta
ocho bombas en una noche (…). El día de la procesión de la
crucifixión de Cristo se formó una manifestación
contrarrevolucionaria y hubo que darle; nos hirieron a dos o tres
compañeros. Entre los contrarrevolucionarios estaba Bebo, el
dueño de la finca La Quinta y el dueño de Caraballo, que era de un
abogado” (Deere, et al., 1998, p. 44).
En este contexto de lucha, el Gobierno Revolucionario dictó nuevas legislaciones que
afectaban la propiedad rústica por motivo de las nacionalizaciones a empresas de
propiedad o copropiedad norteamericana; por la nacionalización de empresas
capitalistas nacionales; y por motivo de actividades contrarrevolucionarias,
colaboración con ellas o abandono del territorio nacional, las cuales superaron el
nivel de afectación previsto inicialmente por la Reforma Agraria. El estimado de dicha
afectación aparece reflejado en la Tabla 2.
En la primera columna de la Tabla 2 se relacionan los conceptos por los cuales fue
afectada la tierra por la Primera Ley de Reforma Agraria y en la siguiente las
54
superficies afectadas por conceptos, expresadas en caballerías y hectáreas y, el por
ciento que representa en relación a la totalidad de la tierra afectada por la Ley.
Tabla 2. Estimación de la tierra afectada por la Reforma Agraria cubana en sus dos primeros años de realización (mayo de 1959 a mayo de 1961) y conceptos por los cuales fue afectada.
Concepto Superficie afectada
Caballerías Hectáreas %
Ley de Recuperación de Bienes Malversados (confiscación)
12,161 163,214 3,7
Ley de Reforma Agraria (expropiación) 89,358 1,199,184 27,0
Donaciones del INRA19 24,038 322,590 7,3
Compraventa voluntaria 43,350 581,757 13,1
Ley de Nacionalización Nº 851 (expropiación forzosa) 94,003 1,261,587 28,4
Ley de Nacionalización Nº 890 (expropiación forzosa) 67,850 910,547 20,5
Total: 330,760 4,438,879 100
Nota: Departamento Legal del INRA, La Habana, 1961
El fondo de tierras afectadas por la Reforma Agraria -incrementado por la legislación
expropiatoria de la propiedad norteamericana, de los grandes capitalistas cubanos y
por actividades contrarrevolucionarias- se distribuyó entre los beneficiarios de la Ley
y entre los nuevos tenentes colectivos, como las cooperativas y granjas del pueblo
creadas al efecto. El resultado estimado de este proceso redistributivo puede
apreciarse en la Tabla 3.
En la primera columna se relacionan los nuevos tenentes colectivos creados a
afectos de la Ley y en la siguiente el área distribuida por ente colectivo expresada en
hectáreas y por cientos.
19
Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), creado en virtud de la Primera Ley de Reforma Agraria para aplicarla y llevar a cabo la política del Estado en materia agraria.
55
Tabla 3. Distribución estimada de tierras afectadas por la Primera Ley de Reforma Agraria
(Junio de 1961).
Unidad agraria Área distribuida
Ha %
Granjas del Pueblo 2,433,449 54,8
Cooperativas Cañeras 809,454 18,2
Cooperativas campesinas y fincas de propietarios individuales 1,195,976 27
Total 4,438,879 100
Nota: Valdés, Juan (1997b). “Procesos Agrarios en Cuba 1959-1995”.Editorial Ciencias Sociales.
La Habana.
Un examen del cuadro anterior nos revela las magnitudes en que fueron distribuidas
las tierras afectadas por la Reforma Agraria y las nuevas formas de tenencia
surgidas de la misma, como la propiedad individual, la cooperativa y la estatal. Al
respecto Valdés (2011) señaló:
“La propiedad individual, originada en la Reforma Agraria- menos de
un tercio del total- fue fundamentalmente pequeña campesina, como
consecuencia de hacer propietarios a unos 70 mil campesinos
arrendatarios, precaristas, aparceros y partidarios, poseedores de
fincas con áreas inferiores a 2 caballerías (27 ha) y a otros 30 mil
poseedores con áreas entre dos y cinco caballerías (67 ha),
principalmente colonos cañeros” (Valdés, 2011, p. 3)
Esta situación obedeció a la modificación del concepto del mínimo vital en función de
los ingresos sociales comunes a toda la población -supresión del pago de renta,
gratuidad de la salud y la educación, abaratamiento de otros servicios públicos,
supresión del comercio intermediario, etcétera-, a las limitaciones de tierras locales
en los lugares con concentraciones parcelarias caso de los vegueros, pequeños
colonos, horticultores y, a la decisión del Estado de mantener indivisas las grandes
unidades agrícolas, lo cual redujo la distribución de tierras para completamiento de
las dos caballerías (27 ha) de entrega gratuita y para la venta de hasta cinco
caballerías (67 ha) a peticionarios, tal como prescribía la Ley, según las
posibilidades; como se puede observar en la Tabla 4. En la primera columna se
relacionan los distintos tipos de predios privados resultados de la aplicación de la
56
Ley, en la siguiente el número de propietarios por tipo de fincas y en la tercera el por
ciento que representan en relación a la totalidad de tenentes particulares de tierras.
Tabla 4. Composición del sector de tenentes privados (mayo de 1961).
Concepto Número de
Propiedades Porcentaje
De 0 a 67 ha 150,140 93,8
De 67 a 134 ha 3,335 2,8
De 134 a 402 ha 5,970 3,8
Total: 159,445 100
Nota: Departamento Legal del INRA, La Habana, 1961
Como se puede apreciar, más del 90 por ciento de estas fincas privadas
correspondían a campesinos con áreas inferiores a cinco caballerías (67 ha), las tres
cuartas partes de los cuales eran beneficiarios de la Reforma Agraria. Es importante
señalar que esta propiedad privada quedó liberada de toda forma de renta como
resultado de su nueva condición (propiedad individual) y de la condonación de los
pagos de restitución al gasto público de la indemnización por áreas mayores a 67
hectáreas.
Las cooperativas cañeras se organizaron con los obreros agrícolas de las
plantaciones cañeras segregadas sobre el límite de tenencia o expropiadas por su
condición de cañas en administración20, las cuales mantuvieron su estructura técnico
-organizativa y su carácter indiviso con administración designada por el INRA, tal
como se preveía en el artículo 44 de la Ley. Totalizaron casi una quinta parte de
todas las tierras afectadas. Para agosto de 1960 había unas 450 cooperativas y unas
600 a fines de 1962.
Las granjas del pueblo ocuparon más de la mitad de las tierras afectadas. Estas
fueron un tipo de empresa agrícola de propiedad pública surgida, primeramente de la
recuperación de bienes malversados y con posterioridad como respuesta al sabotaje
20
Las cañas en administración eran las cañas de azúcar propiedad de los centrales azucareros, objeto duras luchas puesto que en épocas de crisis los centrales priorizaban la molienda de sus cañas en detrimento de las cañas de los colonos, lo cual provocaba su ruina (Naranjo, 2009, p. 217).
57
económico de los grandes colonos y hacendados ganaderos, arroceros y otros, que
exigió la pronta intervención y expropiación de sus tierras pero preservando su
organización técnico-económica a gran escala, con el fin de asegurar la continuidad y
efectividad de sus actividades. Estas empresas se basaban en el trabajo asalariado,
el financiamiento público y la administración y dirección estatales. Su creación dio
lugar al surgimiento de un sector estatal de la agricultura no previsto en la Ley de
Reforma Agraria, se trató de la asunción de una realidad socioeconómica que se
impuso a los reformadores.
En opinión de Garea (2007) la constitución de cooperativas cañeras y de las granjas
del pueblo fue el resultado de un criterio dirigido a preservar indivisamente las
grandes unidades agropecuarias de explotación capitalista. En este sentido expresó:
“A diferencia del enfoque redistributivo sustentado por la izquierda
tradicional -basado en la experiencia histórica e internacional de
parcelación, primero de los latifundios y cooperativización después
de los campesinos- esta fue una de las contribuciones más
importantes de Fidel Castro al proceso revolucionario contemporáneo
al entender a tiempo que en Cuba esa solución no era inevitable y
que existían en nuestro país circunstancias específicas que nos
permitan dar un salto audaz hacia formas de estatización de la
propiedad agraria que nos acercaran mucho más al Socialismo”
(Garea, 2007, p. 123).
Circunstancias que se vinculaban con la historia rural del país, el desarrollo relativo
del capitalismo agrario y la organización técnica y del trabajo alcanzado en las
principales producciones agrícolas, particularmente en la caña de azúcar. También
se relacionaban con los objetivos de la transformación agraria en ese momento: en lo
económico, preservar e incrementar el producto agropecuario, constituir una
agricultura intensiva moderna y asegurar el carácter social de la inversión; en lo
político, preservar la conciencia de clase y la capacidad organizativa del proletariado
rural; en lo social, el empleo y la elevación de las condiciones de vida de la mayor
parte de la población del campo.
58
“Con este propósito, una vez asegurada la demanda histórica del
campesinado (más de100 mil nuevos propietarios), las tres cuartas
partes de las tierras rescatadas al latifundio fueron organizadas en
Cooperativas Cañeras, como una fórmula transitoria, y en Granjas
Estatales21 como la forma representativa del sector socializado de la
agricultura” (Garea, 2007, p. 123).
La Tabla 5 muestra la composición del sector agropecuario al concluir la aplicación
de la Primera Ley de Reforma Agraria (1962). En la columna de la izquierda se
describen los distintos tipos de tenentes de tierras conforme quedaron después de la
aplicación de la Ley, ya sean estos colectivos o particulares y en las columnas
siguientes el área ocupada por cada grupo de ellos en miles de hectáreas, el por
ciento en relación a la totalidad nacional, el por ciento de la producción agrícola, el
por ciento de la producción animal y el por ciento de la producción agropecuaria que
representan.
Tabla 5. Composición del sector agropecuario al concluir la aplicación de la primera ley de reforma agraria (1962).
Descripción
Área en miles de
ha
% del área nacional
% de la producción
agrícola
% de la producción
animal
% de la producción
agropecuaria
Sector Estatal
Granjas del Pueblo
2,632 29 19 36 24
Granjas Cañeras 1,089 12 16 6 13
TOTAL 3,721 41 35 42 37
Sector Privado
Fincas menores 67 ha
3,540 39 - - -
Fincas mayores de 67 ha
1,815 20 - - -
Total 5,355 59 65 58 63
21
El carácter artificioso de las Granjas del Pueblo, constituidas por obreros agrícolas sin interés por la tierra, la necesidad de un alto financiamiento estatal y el carácter estatal de su administración y dirección hicieron que evolucionaran hasta convertirse en Granjas Estatales en 1962, mediante el voto mayoritario de sus trabajadores en asambleas convocadas al efecto en todo el país.
59
Total nacional 9,076 100 100 100 100
Nota: Informe de Cuba a la FAO en 1962, presentado por el Capitán Antonio. Núñez Jiménez.
2.2.2. Segunda Ley de Reforma Agraria del 3 de octubre de 1963
La Primera Ley de Reforma Agraria tuvo un carácter nacionalista, democrático y
popular, no obstante, el impacto sobre la estructura de la propiedad, de la economía
y de clase, rompió su eventual equilibrio acelerando la desafección de los sectores
sociales afectados o amenazados por la dinámica de la Revolución y por su
confrontación con el imperialismo norteamericano. La ampliación del proceso de
cambios con la subversión del régimen de propiedad privada y el surgimiento de un
sector socialista bajo gestión estatal agudizó la lucha política y de clases. La
colectivización creciente de la sociedad desde mediados de 1960 y, la declaración
del carácter socialista de la Revolución, en abril de 1961, dieron a esta confrontación
su sesgo ideológico definitivo.
En el plano de la agricultura esta confrontación se expresó, fundamentalmente, en
las agresiones bacteriológicas que buscaron fracasar la producción de alimentos
mediante el empleo de medios químicos bélicos. Un ejemplo de ello fue la
introducción en 1962 la enfermedad de “Newcastle”, de origen viral que afectó a más
de un millón de aves de corral en las provincias de Pinar del Río, La Habana y
Matanzas, que causó grandes pérdidas en la producción de huevos así como alta
mortalidad e inhibición en el desarrollo de las aves.
En el plano económico, la prohibición de exportar productos agropecuarios hacia
Estados Unidos, especialmente el azúcar, así como de importar insumos,
maquinarias e instrumentos de ese país y de terceros países, siempre que tuvieran al
menos un 10% de componentes norteamericanos, buscaron estrangular la economía
cubana.
Es en este contexto de agresiones la Revolución desarrolla, defiende y profundiza las
reformas iniciales a través de nuevas transformaciones como la nacionalización de la
banca, el comercio exterior e interior, la elaboración de planes económicos y la
60
formulación de políticas de desarrollo; el equipamiento de las fuerzas armadas; el
racionamiento de los bienes de consumo y la integración de todas las fuerzas
políticas revolucionarias en un partido único. En tales circunstancias, y a lo largo de
este proceso, la burguesía agraria subsistente y amparada por la Primera Ley de
Reforma Agraria evolucionó hacia posiciones contrarrevolucionarias, mediante la
resistencia económica y la oposición política y armada. Bajo este influjo de
acontecimientos, se produjo una nueva y profunda modificación de la estructura de
tenencia de la tierra, el 3 de octubre de 1963 fue promulgada por el Consejo de
Ministros la Segunda Ley de Reforma Agraria.
Esta Ley tuvo como propósito expreso abolir la propiedad agraria capitalista con el
objetivo de favorecer el desarrollo socialista de la economía y suprimir a la burguesía
agraria como grupo de apoyo a la contrarrevolución y a la agresión imperialista e
incompatible con los intereses de la Revolución. A tales fines dispuso la
nacionalización y, por consiguiente, la adjudicación al Estado cubano, de todas las
fincas rústicas con una extensión superior a 5 caballerías (67 ha). Sólo se
exceptuaron las fincas explotadas en común por varios hermanos, con un área per
cápita inferior al límite de las 67 hectáreas y casos calificados por el Instituto
Nacional de Reforma Agraria como de excepcionales condiciones de productividad y
disposición a cooperar con los planes de desarrollo agrario del Estado.
En esta ocasión no se expropió la diferencia del área sobre el límite de tenencia, sino
todas las fincas comprendidas, con todos sus bienes. El traspaso de las fincas
expropiadas al sector estatal elevó al 60,1% el fondo de tierras en manos de este
sector, dándole el predominio en la economía agropecuaria. En opinión de Garea
(2007), la radicalidad de esta medida no se derivaba tanto de la condición de clase
de la burguesía rural como de su posición contrarrevolucionaria. “A pesar de las
contradicciones objetivas, una burguesía rural nacionalista hubiera hallado su lugar y
participación en el nuevo régimen económico-social” (Garea, 2007, p. 129).
Ramón López, campesino de Güines afectado por la Segunda Ley de Reforma
Agraria, en entrevista con Niurka Pérez (1998) expresó:
61
“En octubre de 1963 se personaron (…) y entonces pues (…) que
estábamos intervenidos por una razón del Gobierno y de ahí más
nada (…) Todo, todo, todo (…) inclusive hasta un jeep, que era de un
hermano mío que trabajaba conmigo (…).
Tenía una finquita de cuatro caballerías, otra de dos y tres cuartos y,
una de una caballería y tres besanas (…).
Yo me puse ciego al ver que tenía mis fincas en muy buenas
condiciones y lo primero que llegaron a decir eran que estaban
abandonadas (…) Una finca chiquita bien preparada y tenía de todo,
tractores, camión, bueyes, carretas, de todo (…).
Está bien, si el Estado la necesita, pues está bien. Pues el Estado se
ocupe de darme a mí para vivir, pero no fue así. Me pagaron 100
pesos (mensuales, N.A) durante 10 años.
Yo tenía 41 años cuando me limpiaron completo, estaba empezando
a vivir. Tenía una base hecha nada más y estaba construyendo sobre
esa base. El sueño mío era hacerme de una finquita, de una buena
casa (…) No pensábamos que esto pudiera pasar. (Deere, et al.,
1998, p. 52).
Producto de esta nueva reforma, al concluir el año 1963, la estructura de tenencia de
la tierra se había simplificado significativamente. En la Tabla 6 se puede apreciar el
cambio de la estructura de tenencia de la tierra antes y después de la aplicación de
la Segunda Ley de Reforma Agraria. En 1962 el sector estatal de la agricultura
poseía el 44% de la superficie agrícola, mientras el privado el 56% restante, en 1963
esta relación se invirtió, el estatal pasó a poseer el 60.1% y el privado el 39%. Para
entender esta transformación la primera columna de la tabla describe los sectores
tenentes de tierra y las siguientes las áreas poseídas por estos en virtud de las dos
leyes de reforma agraria expresadas en miles de hectáreas. Al final de cada columna
relativa a las áreas se describe esa relación en por cientos.
62
Tabla 6. Comparación de la estructura de tenencia de la tierra antes y después de la aplicación de la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963.
Sector
Primera Ley de Reforma Agraria diciembre, 1962
Segunda Ley de Reforma Agraria diciembre, 1963
Área (miles de hectáreas)
% Área (miles de
hectáreas) %
Sector Estatal 3 903 44 5 514 60,1
Sector Privado 5 174 56 3 563 39,3
Menores de 67 ha 3 331 36 * *
Mayores de 67 ha 1 863 20 * *
Nota: Instituto Nacional de Reforma Agraria, 1963.
* Resulta interesante que el INRA, ni el Registro Nacional de Tenencia de la Tierra después,
publicaran la cantidad de fincas de más de 5 Cab. (67 ha) que no fueron expropiadas; pues de un
simple análisis del cuadro anterior se deriva la existencia posterior a 1,963 de fincas superiores a ese
límite en 252 mil ha (aproximadamente 626 predios).
La disolución económica y política de la burguesía agraria redujo el sector privado de
la agricultura a los pequeños campesinos, poseedores de 155,000 fincas que
comprendían el 39.3% de las tierras laborables del país. Lo más significativo de esta
cifra no era solamente el número de propiedades, sino el hecho de que casi el 80%
de las mismas no poseían superficies superiores a las dos caballerías (27 ha) y que
en realidad el área promedio por campesino no era superior a las 15 ha que se
explotaban con carácter directo y familiar, teniendo su peso fundamental en el
tabaco, café y frutos menores.
Por su parte, el sector estatal pasó a poseer las dos terceras partes de las tierras
nacionales, mediante las cuales el Estado garantizaba el predominio del sector
estatal sobre la sociedad rural, dicho sector se convirtió en el principal receptor de
inversiones destacándose su peso en la agricultura cañera, arrocera y en la
ganadería; extendiéndose después al fomento de la citricultura, la papa y el plátano.
Otra consecuencia resultante del proceso de reformas de la Primera y la Segunda
Ley, fue la definitiva modificación de la estructura social, con la supresión de todos
los grupos basados en la posesión de medios de producción y la explotación de
fuerza de trabajo ajena; la simplificación de los subgrupos campesinos y el
63
surgimiento de nuevos subgrupos basados en el sector socializado de la agricultura.
La Tabla 7 muestra la estructura social en el medio rural cubano después de aplicada
la Segunda Ley de Reforma Agraria. La primera columna relaciona los grupos
sociales más importantes, la segunda los subgrupos dentro de cada uno de los
grupos sociales dominantes y la tercera los grupos sociales según las condiciones de
tenencia de la tierra y de trabajo.
Tabla 7. Estructura social en el medio rural después de aplicada la Segunda Ley de Reforma Agraria de 1963.
Grupos Sociales
Subgrupos Grupos según las condiciones de
tenencia y de trabajo
Campesinos Campesino pequeño
Campesino mediano
Productor individual
Productor cooperativo
Proletario agrícola
Manuales
Operarios
Jornaleros
Empleados
Otros grupos sin tierra
Trabajadores directos
Trabajadores indirectos
Artesanos
Trabajadores administrativos y de Servicios.
Dirigentes y Técnicos
Trabajadores por cuenta propia
Nota: Valdés, Juan. (1997b): “Procesos Agrarios en Cuba 1959-1995” Editorial Ciencias Sociales. La
Habana.
El examen de esta estructura de clase revela su reducción a dos clases básicas -
campesinado y proletariado rural- y a otros pequeños grupos sociales vinculados a la
producción material. Las proporciones demográficas de estas clases y grupos
sociales reforzaron su tendencia histórica con una lenta disminución del
campesinado durante las siguientes décadas de la Revolución y un incremento
absoluto y relativo del proletariado. Otros grupos directos o indirectos también
sufrieron un acelerado crecimiento como efecto inducido por el desarrollo de la
estructura técnico-económica de la agricultura. Valdés (1997a), en un análisis de
estas clases y grupos sociales por separado, concluye que:
El campesinado, como propietario de sus medios de producción y como
trabajador directo, quedó consolidado como clase social. Acorde con sus
64
niveles de ingreso, calidad de la tierra, área y tipo de cultivo, tecnologías,
etcétera, se podían agrupar en pequeños y medianos campesinos.
Los grupos rurales en transición como los semipropietarios quedaron
disueltos, reforzando su condición campesina o constituyendo otros grupos de
trabajadores -obreros, empleados- con parcelas de autoconsumo.
El proletariado agrícola se consolidó, en su seno se originó una diferenciación
por la calificación, el condicionante del ingreso y el status.
Otros grupos rurales sin tierra, vinculados al trabajo directo o indirecto,
conformaron un sector creciente de la población rural, acorde con el desarrollo
técnico económico de la producción y los servicios.
Las condiciones de vida de estos grupos se vieron profundamente
modificadas con la redistribución del ingreso, la extensión masiva de los
servicios sociales a las áreas rurales, la alfabetización, la creación de
infraestructura, etcétera.
2.3. La consolidación del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol
del campesinado en las nuevas condiciones de la agricultura socialista
Tras la aplicación de la Primera Ley De Reforma Agraria, se constituyeron las
Asociaciones Campesinas (AC) que agruparon a los pequeños propietarios surgidos
con la Ley y a obreros agrícolas sin tierras. Consideradas como una forma de
cooperación primaria, su dinámica se caracterizó por un rápido crecimiento en
unidades y socios, para 1966 existían 2,695 entidades de base con 154, 600 socios y
1,8 millones de hectáreas, lo que representaba el 41 % del área total de las fincas
privadas (Herrera, 1999). Las AC se concibieron no sólo para agrupar a los
pequeños campesinos, sino como vehículos del Estado para llevar al campo los
programas de carácter educacional, sanitario, social y cultural que tanta falta hacían.
Se desarrollaron sobre todo en las provincias orientales donde los latifundios cañeros
65
impusieron un régimen de explotación muy fuerte del campesinado, que vio en las
AC azucareras un estímulo para mejorar sus condiciones de vida.
En Las Estancias, Majibacoa, Oriente, zona en la que abundaba el minifundio, se
crearon dos asociaciones campesinas: la Miguel Fernández y la José Fernández.
Angelito González, quien fuera miembro de la última, expresó:
“Los campesinos se organizaron para trabajar por una vía, para que
ellos supieran como se vendía la mercancía, cómo se podía hacer.
Eso se forma (la AC) para que cada campesino supiera a quien
venderle y cómo. Antes vendíamos en Las Tunas, en un lugar
llamado La Plaza, todas las zonas llevábamos mercancías para
venderlas allí. Después se crearon los acopios, donde se compraba
directamente la mercancía en la casa. Los acopios los hicieron por
Base. Se nos dio bastante ayuda después del triunfo de la
Revolución, crédito y todo. Mi papá llegó a coger crédito. Casi todos
los campesinos los llegaron a usar”. (Deere, et al., 1998, p. 287).
En las provincias centrales y occidentales se desarrollaron las CCS, fundadas en
áreas donde predominaba la pequeña propiedad especializada en el cultivo del
tabaco (Pinar del Río y Las Villas). Las vegas de tabaco siempre fueron atendidas
por los vegueros individualmente, que se encontraban mayormente bajo el régimen
de aparcería. Una vez reconocida la propiedad sobre la tierra, los campesinos la
siguieron explotando individualmente pero con créditos e insumos estatales recibidos
a través de la dirección de la CCS. A diferencia de las AC, las cuales fueron
consideradas por el gobierno como una vía para el fortalecimiento del sector estatal,
que era el prioritario, las CCS estaban compuestas exclusivamente por pequeños
propietarios privados y abrieron a partir del 1961 a todas las especialidades
productivas. En 1966 contaban con 923 unidades, 61,200 campesinos asociados y
544,000 hectáreas (Herrera, 1999).
Paralelamente, en zonas especializadas en producción pecuaria de La Habana se
constituyeron las Sociedades de Producción Agropecuaria (SPA). La SPA fue una
forma de propiedad colectiva intermedia entre el gran latifundio convertido en Granja
Estatal y el minifundio (fincas agrupadas en AC o CCS). Los campesinos ponían a
66
disposición del colectivo la tierra privada, los animales y los implementos agrícolas,
los frutos del trabajo colectivo se repartían al final según las aportaciones de cada
cual. Crecieron hasta el año 1963 donde alcanzaron 345 unidades con 4,429 socios
y 47, 319 hectáreas, luego declinaron por falta de apoyo estatal y poca experiencia
de los socios, en 1977 apenas quedaban funcionando en el país 43 unidades, puesto
que la actividad pecuaria se hizo monopolio del Estado.
Victorino Herrera, con apenas 24 años de edad fundó, junto a su padre y un tío la
SPA “Mártires de Santo Domingo”, en Santo Domingo, Las Villas. En torno a su
experiencia comentó:
“Para formarla hubo orientaciones del municipio. Las orientaciones
eran por el Partido, pero la ANAP era la que dirigía eso, era el
organismo superior de los campesinos (…). Nosotros estuvimos de
acuerdo en formar la sociedad porque veíamos algunas ventajas. Se
nos limpió la tierra, el Estado nos dio buldócer, equipos de regadío y
una pila de cosas que no teníamos. Daban créditos, más o menos
igual que ahora, después había que pagarlo (…).
No sé por qué se disolvió la sociedad, porque estaba dando
resultado, pero había dos aquí que se disolvieron, creo que en todos
los lugares se disolvieron. Después que se desintegró los
campesinos volvieron con la misma tierra otra vez, aquello duro tres
años, no mucho”. (Deere, et al., 1998, p. 173).
Mario Hortelio, quien era presidente de la ANAP en Santo Domingo, Las Villas, en
esa época, señala que las SPA tuvieron poca atención: “fueron disueltas por el mal
trabajo de sus socios, discrepancias y descontentos entre ellos mismos. Ninguna de
estas sociedades llegó a repartir utilidades, ya que a duras penas pudieron pagar al
banco los equipos que habían adquirido”. (Ídem).
Los campesinos que no quisieron organizarse, llamados por las autoridades de
entonces como “campesinos dispersos”, al no existir nuevas ofertas de tierras en ese
periodo y la imposibilidad de poder enajenar la adquirida por la Reforma Agraria,
salvo al Estado o a los herederos, comenzaron a declinar, paulatinamente, hasta
finales de 1980. Esta situación también conllevó a una reducción del área promedio
67
de las fincas campesinas, pues por lo general en cada sucesión los fundos eran
divididos entre los herederos.
En 1975 empieza una nueva etapa para los pequeños campesinos -en ese momento
ocupaban el 20 % de la tenencia de la tierra cultivable del país-, se fomentan dos
tipos de asociación: las CCS y las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA).
A finales de 1978 existían 1,159 CCS y 3,571 AC., al año siguiente el número de
CCS había subido a 2,154 y el de las AC disminuido a 318. Esta inversión en las
proporciones tiene su explicación en la implementación del Sistema de Dirección y
Planificación de la Economía (SDPE) en el año 1979, el cual requería de entidades
económicas más fuertes. A tales fines y bajo el título de Cooperativas de Créditos y
Servicios, el Estado fusionó diferentes formas de tenencia existentes con funciones
iguales o similares a fin de fortalecerlas orgánicamente, aunque en realidad las AC
habían perdido fuerza a partir de la aplicación de los planes estatales especializados
por cultivo (1967-1970), incorporando las tierras de los campesinos (en zonas de
monocultivo como los cítricos, la caña y el ganado) por medio de un arrendamiento
perpetuo pagado por el Estado.
Sin embargo, el movimiento de constitución de las Cooperativas de Producción
agrícola (CPA) obedece a otra lógica, la de pasar a una fase superior de
cooperativización: implementar colectivos productivos de mediana superficie para
Cuba, alrededor de 600 ha, agrupando tierras privadas para constituir grandes
parcelas donde fuera más eficiente el empleo de maquinaria y técnicas de regadío.
El Estado apoyó este movimiento con créditos, insumos, servicios públicos como
electricidad, acueductos, educación, salud pública y construcción de viviendas. Los
productores privados que son favorables, ya con cierta edad, aportaron su tierra e
implementos y organizaron la producción de manera colectiva bajo la supervisión de
entidades estatales. La nueva cooperativa tenía personalidad jurídica, empleaba los
trabajadores adicionales que necesita y tenía autonomía de gestión, adentro de las
reglas que le impuso la ley.
Al respecto Félix Ramón Trujillo, narra:
68
En la zona de Dos Ríos no hubo problemas, los campesinos que
quedaban allí entraron fácil (a la CPA), sin discutir mucho, porque
hay una parte de campesinos que entregaron tierras, vendieron las
tierras por el retiro. Ya estaban viejos. Quedaba otra parte más
nueva que fue la que entró a la cooperativa.
(…)
Nosotros fundamos la cooperativa con 17. Nos plantearon que las
tierras unidas se trabajaban mejor, más tranquilo; que viviendo y
trabajando juntos se pasaba menos trabajo. Era mejor para uno, que
nos iban hacer casas, que nos iban a poner la luz.
Allí en Dos Ríos eran casas muy malas, de piso de tierra, de techo
de guano. Eran bajareques22. No tenía nada en mi casa. Tenía tres
tabureticos, por allí por la cocina están de recuerdo, una mesita y la
cama, nada más. Llegué aquí y pegué a trabajar y cada vez que
cogía un balance decía: “esto lo quiero para esto y esto para lo otro”
y me nivelé. Yo le digo sinceramente fue así”. (Deere, et al., 1998, p.
194).
El proceso de cooperativización fue rápido y culminó en 1983 con 1,472 entidades,
82,611 socios y 938,200 ha; posterior a esta fecha el proceso se ralentiza llegándose
a estancar a finales de la década de los años 80.
Entre las causas de esta desaceleración y posterior paralización se señala que, las
CPA derivaron en un gigantismo de dimensiones incontrolables a lo interno, que a la
larga contribuyó a su improductividad. Carente de correspondencia entre la
inmensidad de sus terrenos y el número de asociados, en la práctica no lograron los
resultados productivos esperados y, en no pocas ocasiones, ante la falta de
rentabilidad manifiesta, el Estado tuvo que correr con las deudas contraídas
(González, 2010).
El principio de la democracia electiva: un socio un voto, libre expresión en torno a la
gestión cooperativa y la toma de decisiones de manera colectiva, se instituyó en su
estructura jurídica; sin embargo, se vio limitado por falta de adecuación de los
mecanismos de participación dentro de las CPA a las características culturales de las
22
Sistema de construcción de viviendas a partir de palos o cañas entretejidas y barro recubriéndolos (América del Sur). En Cuba se le denomina así a las casas muy pobres o en mal estado constructivo.
69
comunidades campesinas en que se instituyeron, expresándose a través del espíritu
de desconfianza de los asociados hacia sus directivos, la no preparación de estos
para defender sus intereses y en las prácticas corruptivas que desestimularon a los
campesinos que las conformaron, que en muchos casos fueron abandonando estos
proyectos y a la larga ha sido una causante más del déficit de mano de obra de que
han padecido. En este sentido González (2010) expresó:
“La cooperativa como hecho de socialización ideo-cultural tampoco
se logró, no se formó una cultura cooperativa, es decir, una identidad
con principios cooperativos. Principios que de hecho no existían
como antecedentes, lo cooperativo está asociado a valores
espirituales que si no existen, no existe tampoco la cooperativa, aun
aunque esta tenga resultados económicos favorables. Todo ello
impidió la conformación de objetivos comunes, lo que tiene que ver
con el hecho de que el cooperativismo se desarrolló en Cuba, sin
estudiar el contorno cultural, es decir, sin determinar si este era
propicio o no y sin entender las estrategias de vida de las
comunidades campesinas” (González, 2010, p. 9).
Aunque la incorporación no fue forzosa, la propuesta se presentó como un llamado
de la patria y del socialismo, de hecho un compromiso para el campesino
revolucionario. Por otra parte, y aunque no existen estudios que lo avalen, puede
afirmarse que en las CPA entraron, como tendencia, familias cuyos hijos habían
elegido ocupaciones urbanas y vivir en los pueblos o en la grandes ciudades, los
padres con una edad avanzada se incorporaron, no tanto por las ventajas
productivas, sino por obtener un retiro y vivir un poco más cómodos en los
asentamientos construidos a tales fines, muchos con el tiempo se arrepintieron de su
decisión, así como sus hijos, llegando a reclamar que les devuelvan las parcelas.
“Se puede considerar, como una hipótesis muy plausible, que el
movimiento de socialización que significó la creación de las CPA, fue
más una respuesta a una intencionalidad política y de solución de
circunstancias sociales, que el resultado de necesidades económicas
de intencionalidad cooperativa de quienes lo integraron, pues el
modelo de agricultura campesina privada no había agotado sus
potencialidades económicas de crecimiento” (González, 2010, p. 10).
70
Por otra parte, en las CPA se establecieron pésimas relaciones con el medio
ambiente natural: destruyeron las cercas vivas que dividían los predios de las fincas
campesinas, establecieron una dependencia excesiva de la maquinaria agrícola y del
combustible fósil, eliminaron, progresivamente, las barreras de piedras que impedía
la erosión excesiva del suelo; los resultados ambientales de este modo de
producción significó la pérdida de biodiversidad, la destrucción de los suelos y un
cambio del paisaje tradicional campesino. El intento de incorporar estilos productivos
de la “Revolución Verde” no tenía nada que ver con las prácticas productivas
campesinas (González, 2010).
En este sentido, según Francisco Donate, en el caso de los campesinos que se
dedicaban a la producción no cañera, este proceso se daba de la forma siguiente:
“El Estado llegaba aquí, un funcionario del Estado y decía vamos
hacer los planes de siembra del próximo año (…) ¿Qué cosa pueden
sembrar ustedes? Aquí nosotros podemos sembrar, por ejemplo,
0.40 caballerías de malanga, 0.30 de boniato, tomate, yuca, todos los
cultivos varios. Se hacía un modelo, que yo ya sabía lo que iba a
sembrar el año que viene, en coordinación con ellos (…). En algunos
casos se hacía un poco de presión; por ejemplo, algunos cultivos que
al Estado le era beneficioso, que les eran necesarios (…)” (Deere, et
al., 1998, p. 77).
El concepto de objeto social exigido desde el Estado, para guiar el desempeño de las
cooperativas, según el cual, una cooperativa agrícola debe desarrollar solo
producciones agrícolas y no debe beneficiarse de ninguna otra labor ya sea de
procesamiento industrial o artesanal, afectó la realización exitosa de las prácticas
cooperativas, limitando, además, la incorporación de la mujer al trabajo. Hay factores
externos que jugaron también un papel en la no realización exitosa de las CPA, entre
los que se encuentran los siguientes:
1. La no existencia de una política de precios de mercado estable y realista, así
como la política de centralizar el mercado, donde los cooperativistas estaban
obligadas a vender sus producciones al Estado como único comprador, lo que
afectó el desempeño económico de estas organizaciones.
71
2. La presencia de la economía informal, principalmente después de la década
del 90, que permite ingresos superiores o más “fáciles” a los que se obtienen
como trabajador de la CPA, las personas eligen dedicarse al comercio ilícito,
muchas veces hijos de cooperativistas, que a trabajar en ellas. El resultado es
que un fenómeno externo, nacido de las estructuras de la economía nacional,
genera un impacto en el déficit interno de fuerza de trabajo y en los resultados
económicos (Valdés, 2003).
Paralelo al desarrollo del movimiento cooperativo, el Estado fomentó el desarrollo de
un sector socializado de la agricultura bajo administración estatal, el cual surge a
partir de la aplicación de la Primera Ley de Reforma Agraria con las Granjas del
Pueblo, las cuales devinieron muy rápidamente en Granjas Estatales dado el
carácter estatal de su financiamiento y administración, entre otros factores.
La Granja Estatal es de hecho la primera forma organizativa de la agricultura
socializada no prevista en la Ley, pero impuesta por la realidad socio-económica que
constituyó, sin lugar a dudas, otra de las reformas agrarias. Empresa agrícola de
propiedad pública, basada en el trabajo asalariado, con financiamiento y
administración estatal, resultó el pivote fundamental para la introducción de la
“revolución técnica” en la agricultura cubana.
José Ramón Dita, entrevistado por Niurka Pérez (1998) comenta sobre su
experiencia con las granjas estatales en la zona del central Washington, Santo
Domingo, Las Villas:
“Nosotros miramos los recursos que tenían en aquellos momentos
las granjas, tenían más recursos que las cooperativas. Y quizás por
desconocimiento planteamos que las granjas sí, quizás era un error
nuestro en aquella época, pero se planteó erróneamente ese criterio
en la consulta que nos hicieron (…).
Las cooperativas que se funden con las granjas se hacen más
poderosas por los recursos que tenían, pero se hace más porque
tenían más facilidades. La otra mejoría grande es que se humaniza el
trabajo; la caña se empezó alzar con alzadoras, fue lo primero,
72
después vinieron las combinadas (cosechadoras). Ningún obrero
pierde su trabajo”. (Deere, et al., 1998, p. 176).
Esta “revolución técnica” tenía como principal soporte la selección genética de
nuevas variedades de cultivo de alto rendimiento, asociada a la explotación intensiva
permitida por el riego y el uso masivo de fertilizantes químicos, pesticidas, herbicidas,
tractores y otra maquinaria pesada. A tales fines se creó en 1975 la Red de Centros
de Investigación de la Agricultura, integrada por los siguientes institutos:
1. Instituto de Investigaciones del Tabaco (IIT).
2. Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar y sus Derivados (INICA).
3. Instituto de Investigaciones de Suelos y Fertilizantes (IIS).
4. Centro de Investigaciones de Semillas Agámicas (CENSA), después Instituto
de Investigaciones de Viandas Tropicales (INIVIT).
5. Instituto de Investigaciones Forestales (IIF).
6. Instituto de Investigaciones de Cítricos y Frutales (IICF).
7. Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova (IIHLD).
8. Instituto de Investigaciones de Riego y Drenaje (IIRD).
9. Instituto de Investigaciones de Sanidad Vegetal (INISAV).
10. Instituto de Investigaciones de Mecanización Agropecuaria (IIMA).
11. Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes (IIPF).
12. Centro de Investigaciones de Mejoramiento Animal (CIMA).
13. Estación Central de Café y Cacao.
14. Instituto de Ciencia Animal (ICA).
15. Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA).
16. Centro Nacional de Sanidad Animal (CENSA).
17. Centro de Mecanización Agropecuaria (CEMA).
73
También se crearon numerosas estaciones experimentales de tabaco, arroz, suelos,
fertilizantes, cítricos y otras, como la Estación Experimental de Pastos y Forrajes
Indio Hatuey, en Matanzas. La agricultura estatal a gran escala propició:
1. La introducción y el desarrollo de la mecanización en la agricultura cañera y en
especial en la cosecha, humanizando el trabajo manual de corte, alza y tiro de
la caña.
2. La introducción de la mecanización de la producción arrocera eliminando,
prácticamente, las labores manuales en este cultivo.
3. La mecanización de los otros cultivos.
4. La construcción de obras hidráulicas, presas y la instalación de máquinas de
riego, eliminando los riegos y efectos de la sequía en grandes zonas
productoras.
5. La construcción de obras pecuarias, la introducción del ordeño mecánico, la
genética vacuna y la inseminación artificial.
6. El desarrollo de la avicultura y la porcinocultura.
7. La introducción de variedades y la producción de semillas de calidad.
8. La utilización de fertilizantes químicos, de pesticidas y herbicidas.
A pesar de que el gobierno expresó, oficialmente su propósito de diversificar la
agricultura, en la práctica imperó el monocultivo a gran escala. Los compromisos de
exportar materias primas como azúcar, cítricos, café, tabaco y otros al Consejo de
Ayuda Mutua Económica (CAME) del bloque de países socialistas, forzaron a Cuba a
cumplir planes quinquenales con altos costos ambientales. De ahí que la
dependencia de alimentos procesados importados de Europa del Este alcanzara
niveles sin precedentes (Espinosa, 1992).
La aplicación de los conceptos de la Revolución Verde fue posible gracias a las
fuertes relaciones con la URSS y los países socialistas de Europa. Como política
nacional, Cuba adoptó la tendencia mundial de sustituir capital por fuerza de trabajo
74
y así aumentar la productividad. La adopción del modelo industrializado de
agricultura, junto con el incremento de las importaciones de alimentos, permitió
elevar el consumo energético per cápita de 10.7 MJ/día a 11.9 MJ/día. El consumo
proteico per cápita también aumentó en el mismo período: de 66.4 g/día a 76.5 g/día.
A pesar de este progreso, las tasas de consumo per cápita fueron insuficientes para
las necesidades nutricionales, calculadas en 12.4 MJ/día de energía y 86.3 g/día de
proteína (Pérez Marín y Muñoz, 1991).
Durante los años ochenta, el 87% del comercio exterior se desarrolló con los países
socialistas de Europa a precios favorables y solo el 13% con otras naciones a precios
del mercado mundial (Lage, 1992). En 1988, Cuba envío el 81.7% de todas sus
exportaciones al bloque socialista, mientras el 83.8% de sus importaciones totales
provinieron de esos países (Pérez Marín y Muñoz, 1991). El acuerdo con el CAME
permitía a Cuba vender sus productos en el mercado socialista a altos precios,
mientras las importaciones se realizaban a bajos costos.
La dependencia de unos pocos productos de exportación fue alta y la tierra dedicada
a cumplir estos propósitos era considerable. Tres de los principales cultivos de
exportación -azúcar, tabaco y cítricos- cubrían el 50% de la tierra agrícola. La
importación en grandes cantidades de petróleo, maquinaria y diversas materias
primas resultaba favorable para Cuba en términos económicos, pero no para su
autosuficiencia alimentaria. Bajo estas condiciones, el país importaba el 57% de sus
requerimientos de proteína y más del 50% de la energía, aceites comestibles,
productos lácteos y carnes (PNAN, 1994). También se importaban fertilizantes,
herbicidas y concentrados para alimentar el ganado y sostener una producción
agropecuaria altamente subsidiada.
Ya en la década de 1970, las instituciones de investigación cubanas comenzaron a
estudiar los conceptos de disminución y sustitución de insumos externos. Las
políticas y la investigación comenzaron a prestar atención a las implicaciones
económicas de la sustitución de materias primas locales por importadas. Sin
embargo, a finales de los años ochenta, la agricultura cubana continuaba
75
caracterizándose por una alta concentración de la tierra en manos del Estado (80%
del área total pertenecía al sector estatal), altos niveles de mecanización (un tractor
por cada 125 hectáreas de tierra agrícola), especialización agrícola y alto uso de
insumos (1,3 millones de toneladas de fertilizantes, 80 millones de USD en
pesticidas, 1,6 millones de toneladas de concentrados para la alimentación animal y
13 millones de toneladas de petróleo por año) (Lage, 1992).
La continua aplicación de este modelo agrícola acarreó severas consecuencias
económicas, ecológicas y sociales. Entre las más importantes se encuentran la
salinización (un millón de hectáreas afectadas), la erosión del suelo de moderada a
severa, la compactación del suelo con su consiguiente infertilidad, la pérdida de
biodiversidad y la deforestación de la tierra agrícola (CITMA, 1997). Entre 1956 y
1989 se produjo un acelerado éxodo hacia áreas urbanas, lo que provocó una
disminución de la población rural de 56 a 28%, y a menos de 20% a mediados de los
años noventa (Funes, et al., 2001).
Como resultado de este conjunto de factores, a finales de la década de 1980 los
rendimientos agrícolas y ganaderos comenzaron a decrecer y, en consecuencia,
también disminuyó la eficiencia económica (Pérez y Muñoz, 1991). El modelo
agrícola convencional, que había sido aplicado más o menos por espacio de
veinticinco años, demandaba mayores cantidades de insumos químicos y de capital
para mantener estables sus rendimientos.
La depresión de la producción agrícola provocó la escasez en los mercados. Para
aliviar esta situación y cubrir la demanda interna, se inició un programa alimentario
con la intención de recuperar la infraestructura y el volumen de la producción (ANPP,
1991). Originalmente, este programa se basó en el enfoque convencional de altos
insumos, pues podía contar con abundantes recursos traídos del exterior. Incluso
cuando la desintegración del Socialismo en Europa del Este y la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS) derivó en la pérdida de estos insumos, el gobierno
decidió “continuar desarrollando el Programa Alimentario a pesar de lo difíciles que
puedan ser las condiciones que debamos enfrentar” (ANPP, 1991). Por supuesto, sin
76
la ayuda esperada, sería necesario ajustar seriamente la tecnología y la estructura
de producción.
77
Capítulo III. Crisis del modelo de agricultura convencional en Cuba y el rol del
campesinado durante la crisis. El debate en torno a la agroecología y los
transgénicos
El inesperado derrumbe de los países socialistas europeos y de la URSS en
particular, puso en evidencia las contradicciones y vulnerabilidades del modelo
agrícola que Cuba había desarrollado. La isla perdió sus principales mercados y las
garantías que estos países le habían proporcionado en el pasado. La capacidad de
compra en el extranjero se redujo drásticamente de 8,100 millones de USD en el año
1989 a 1,700 millones en 1993, una disminución de casi el 80%. En ese año se
destinaron 750 millones de USD a la compra de combustible para la economía
nacional y 440 millones a alimentos básicos (Lage, 1992; PNAN, 1994).
Las áreas cultivables que se manejaban con métodos de altos insumos,
industrializados y a gran escala, colapsaron dramáticamente. Al respecto Yolexis
Imas, económico de la CPA cañera Antonio Rojas de Güines, explicó la caída de los
rendimientos de la cooperativa en esta etapa como sigue:
“La caída de los rendimientos es violenta. Nosotros estuvimos a 59
mil y este año estimamos unas 41 mil (arrobas). Y así está todo el
CAI, la provincia (…) la recuperación cañera que tanto se esperó, no
se obtuvo.
Por ejemplo, nosotros en esta zafra rebasaremos medio millón nada
más. Una cooperativa que cortaba dos, y dos millones y pico de
arrobas de caña (…). Todo el mundo ha descendido los rendimientos
(…). Cuando llegó el fertilizante no era el momento óptimo para
fertilizar. Además vino para pocas áreas.
Al no haber petróleo, se pudo dar muy poco cultivo. No pudimos dar
riego todo el año. (Deere, et al., 1998, p. 96).
Uno de los primeros efectos fue la deficiencia calórica, la consecuente pérdida de
peso extendida entre la población y la aparición de muchas enfermedades como
resultado del bajo consumo de ciertos nutrientes (Arnaud et al., 2001; OPS, 2002).
Sin embargo, las consecuencias de la crisis en la seguridad alimentaria habrían sido
mucho más dramáticas sin el sistema de racionamiento gubernamental, que aseguró
78
el acceso equitativo a los alimentos y evitó una hambruna (Rosset y Benjamin, 1994;
PNAN, 1994; Wright, 2005).
En respuesta a la precaria situación alimentaria, se estableció el Programa Nacional
de Acción para la Nutrición (PNAN). Su objetivo era paliar las consecuencias de la
crisis a través de las siguientes estrategias básicas (PNAN, 1994):
Fortalecer la política agraria mediante la descentralización de la tenencia y
gestión de tierra, y diversificar la producción agrícola.
Motivar a la población a participar en las labores agrícolas.
Incentivar la creación de autoabastecimientos o huertos familiares con el
objetivo de satisfacer las necesidades de áreas residenciales e instituciones
públicas.
Promover el desarrollo sostenible y compatible con el medioambiente.
Reducir las pérdidas post‐cosecha a través de la venta directa de productores
a consumidores en las ciudades (agricultura urbana).
Incorporar los objetivos nutricionales a los programas de desarrollo agrícola.
Muchas de estas medidas tomadas por el Estado contribuyeron a la proliferación de
una agricultura más sustentable. Sin embargo, el éxito de estas estrategias fue
ensombrecido por varios factores, entre ellos la dificultad para adaptar la agricultura
especializada de gran escala a las nuevas prácticas, la falta de recursos financieros y
materiales para promover estas soluciones y la limitada fuerza de trabajo en el
campo.
3.1 Estrategias campesinas frente a la crisis del modelo de agricultura
convencional en los años noventa
La escasez de recursos obligó al Estado cubano a la recampesinización de la
agricultura en busca de una mayor seguridad y soberanías alimentarias; etapa que
se ha descrito como “de expansión orgánica, heterogeneización interna,
79
reproducción sostenida y fortalecimiento económico del grupo” (Espinosa, 2004, p.
1). Un balance mínimo sobre el proceso en cuestión arroja que entre 1993 y 2013 los
campesinos se reafirmaron como el actor más dinámico de la agricultura cubana al
experimentar un crecimiento de su membresía equivalente al 203,4%,23 en tanto
durante ese mismo período su participación relativa en la superficie agrícola total
llegó a ser predominante al ascender del 12% al 34% en la estructura de tenencia del
suelo según formas de propiedad. Hacia 2013 más del 90% de la producción de
viandas, cereales, leguminosas, tabaco, frutas y cacao se generó en el sector no
estatal, donde ocupa una posición preeminente el pequeño agricultor.
La clave que explica la atracción que ejerce este grupo sobre la fuerza de trabajo
agrícola y no agrícola ubicada en otras formas de propiedad es la eficiencia
económica que ha logrado alcanzar. Y todo parece indicar que, de acuerdo al sentido
que toman los cambios, el desarrollo de la producción agropecuaria y de la economía
en general, no podrá prescindir del aporte de este estamento tan significativo del
campesinado cubano; no obstante algunos estudiosos opinan que:
“Tuvieron que desacralizar la granja estatal pues se le vino la crisis
encima, no fue derivado de un proceso de reflexión sobre la experiencia
histórica, pero muchos piensan que volverán tiempos mejores y las
volverán armar, porque el compañero Fidel dijo en el primer congreso
del partido: las granjas estatales son los ojos de la Revolución, los que
nos comparaba con ventaja, lo que nos hace sui géneris es la granja
estatal” (Juan Valdés Paz, comunicación personal, 31 de agosto de
2016).
En este entorno, caracterizado por la incertidumbre, los pequeños productores han
adoptado una serie de estrategias con vistas a la búsqueda de alternativas que les
permitan la reproducción de sus condiciones materiales y espirituales de existencia;
las cuales resultan del cotejo de innumerables variables que buscan, en lo
fundamental, la maximización del valor de la producción, incluyendo el autoconsumo,
o de la minimización de los factores de riesgo externos a la producción.
23
En términos absolutos el total de socios pasó de 121 103 a 367 487 en el período indicado. Este grupo representa más del 90% del total de campesinos en Cuba actualmente.
80
Una de ellas es la obtención de las tierras no para producciones tradicionales en la
localidad, sino para otras con fines comerciales y que tengan más demanda en el
mercado e incluso con vista a su inserción en el mercado de frontera (turismo). La
legislación agraria operante en el marco de las políticas actuales, al autorizar la
ampliación de la superficie en usufructo, posibilita la diversificación de la producción
teniendo en cuenta la demanda y los precios y, favorece el aprovechamiento de una
parte de las tierras agrícolas en cultivos que presentan una alta demanda comercial.
Otras interesantes estrategias es la búsqueda de fuentes de financiamiento para
inversiones más allá de las posibilidades contenidas en la política crediticia,
expresadas, fundamentalmente en forma de remesas procedentes del exterior; la
introducción de nuevas tecnologías a partir del capital cognitivo, la potenciación de
capacidades y la articulación de actores, entre los que se incluyen aquellos vinculados
a asociaciones de la sociedad civil y la cooperación internacional; la constitución de
grupos con funciones diversas asociadas a fisuras en los servicios estatales de
comercialización y asistencia técnica dirigidos al pequeño agricultor, como por
ejemplo la prestación de servicios de roturación de tierras, de cosecha, de beneficio y
de transporte de las producciones agropecuarias, entre otros (Leyva, 2015).
La expansión de la explotación campesina individual favoreció no solo la
reproducción sostenida de sus representantes, sino también una revalorización de la
cultura y los saberes campesinos, como el empleo de abonos orgánicos, el control
biológico de plagas, el uso de tracción animal, el mejoramiento genético tradicional,
entre otras prácticas que habían sido paulatinamente sustituidas por la Revolución
Verde. Sin embargo, este auge agroecológico durante la década de 1990, -al igual
que la recampesinización-, no fue un cambio deliberado en la forma de pensar de las
personas con respecto a la producción agrícola, sino que fue forzado por la falta de
agroquímicos y combustible y, por la necesidad de autosuficiencia. No existió una
política institucional destinada a priorizar este enfoque frente a estrategias más
industrializadas (Wright, 2005). Juan Valdés Paz señala:
81
“(…) el modelo (Revolución Verde) se derrumbó cuando desapareció el
socialismo real, no renunciamos nosotros y todavía está en la cabeza
de los dirigentes de la agricultura (Ministerio) y, se sigue enseñando en
las universidades de este país. El modelo agroecológico está en
desventaja pues no está en las estructuras del MINAG (…) Como no
teníamos recursos no nos quedó más remedio que hacernos
agroecológicos, cuando hubo recursos se recuperó la agricultura a gran
escala” (Juan Valdés Paz, comunicación personal, 31 de agosto de
2016).
A partir del año 2000, la recuperación de la economía cubana permitió una mayor
disponibilidad de recursos para la agricultura, lo cual favoreció la recapitalización de
todo el andamiaje científico-tecnológico construido durante la Revolución Verde y el
regreso acelerado a los grandes planes productivos. Como parte de este proceso, en
el año 2009 el gobierno cubano autorizó el cultivo de la variedad transgénica de maíz
FR-Bt1 obtenida por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de La Habana
(CIGB).
Desde su liberación hasta la fecha se estima se han cultivado más de seis mil
hectáreas con fines comerciales en cinco provincias del país, prevaleciendo el maíz
y, posteriormente, la soya transgénica CIGBL-1 (Anexo no.1); alcanzando el pico de
superficie cultivada en el año 2011 cuando se sembraron 4,896 hectáreas de maíz
FR-Bt124. Luego, su cultivo declinó al no continuarse sembrando maíz FR-Bt1 por
demostrar ser ineficaz a la insecto resistencia de la Spodoptera frugiperda (Palomilla
del Maíz), plaga contra la cual fue diseñado y que evolucionó más rápidamente de lo
previsto, adaptándose a los nuevos maíces Bt (Téllez-Rodríguez, et al., 2014). No
obstante, a la ineficacia de la tecnología Bt en las condiciones del trópico cubano,
actualmente el CIGB continúa trabajando intensamente en la modificación, mediante
ingeniería genética, de diversos cultivos (Anexo no. 2), entre ellos el maíz, previendo
24
Se calcula, por la cantidad de superficie cultivada y el rendimiento promedio obtenido por los distintos tipos de productores, se produjeron más 20 mil toneladas de maíz transgénico en todo el periodo comprendido desde su autorización hasta su retiro, las cuales fueron destinadas no solo a la producción de piensos para la alimentación animal, sino para el consumo humano, lo que a precios de acopio del periodo representó un ingreso para los productores superior a los 261 millones de pesos cubanos.
82
la reintroducción de tres nuevas variedades de maíz transgénico híbrido en enero de
2017 (Elizalde, 2016).
El uso comercial de la soya CIGBL-1 se autoriza a partir del año 2014, periodo en el
que se sembraron 500 hectáreas. Hoy la superficie cultivada asciende a 720
hectáreas en manos de una sola empresa, CUBASOY, perteneciente a la Unión
Agropecuaria Militar (UAM). A diferencia del maíz, en el cual participaron de su
cultivo aproximadamente 103 productores de distinta naturaleza, entre ellos,
empresas estales del Ministerio de la Agricultura, Unidades Básicas de Producción
Cooperativa y Cooperativas de Créditos y Servicios, la soya ha sido concentrara en
un solo productor, se presume, entre otros factores, para evitar las críticas que
supuso en su momento la liberación del maíz, la cual estuvo acompañado de una
campaña de promoción que encandiló el debate sobre su pertinencia y supuso la
ruptura definitiva entre los que rechazan y quienes abogan por la explotación de esta
novedosa tecnología en la isla.
3.2 Buscando soluciones a la crisis: el debate en torno a los transgénicos en
Cuba
3.2.1 La tecnología de transformación o modificación genética
La tecnología de transformación o modificación genética conocida como “tecnología
transgénica” o “tecnología de genes o genética”, en ocasiones denominada también
“tecnología de ADN recombinante” o “ingeniería genética”, consiste en la
modificación de la estructura genética de la planta mediante transgénesis u otra
tecnología de recombinación de ADN, transfiriéndole ADN de otro organismo o célula
(transgen) sin que haya reproducción natural, o modificando un gen con el fin de
cambiar su nivel de expresión. A diferencia de las tecnologías convencionales de
fitomejoramiento puede aplicarse a todo tipo de organismos, desde los virus y
bacterias hasta las plantas y animales. Las técnicas más empleadas para la
modificación genética de cultivos mediante ingeniería genética son:
Técnica de transferencia genética con “Agrobacterium tumefaciens”.
83
Técnica de transferencia genética "pistola de genes" también conocido como
bombardeo con microproyectiles o biolística.
Técnica de transferencia genética con protoplastos.
La técnica de transferencia genética por Agrobacterium tumefaciens se basa en el
empleo de la bacteria del mismo nombre, notable especie que vive en el suelo y tiene
la capacidad de infectar las células de las plantas con un fragmento de su ADN
provocando una enfermedad llamada “Agalla del cuello”25. Cuando el ADN bacteriano
se integra en un cromosoma de la planta, se apodera efectivamente de la maquinaria
celular de ésta y la usa para asegurar la proliferación de la población bacteriana.
Para utilizar “A. tumefaciens” como vector del transgen los científicos eliminaron la
sección del ADN-T inductora de tumores, conservado las regiones fronterizas y los
genes “Vir”. El transgen es insertado entre las regiones fronterizas del ADN-T desde
donde es transferido a la célula de la planta para integrarse en los cromosomas de
ésta. Esta bacteria es considerada la ingeniera genética natural. Esta técnica ha sido
practicada con éxito en dicotiledóneas (plantas de hojas anchas como la soya y el
tomate) durante muchos años, pero sólo recientemente ha sido efectuada en
monocotiledóneas (gramíneas y sus parientes). En sentido general el método con
Agrobacterium es el más empleado ya que es considerado preferible a la pistola de
genes porque la frecuencia de inserciones en un solo sitio del ADN extraño es
mayor, lo cual facilita la vigilancia.
El método de "pistola de genes" es, especialmente útil en la transformación de
especies de monocotiledóneas como el maíz y el arroz. Es un método físico que usa
pequeñas partículas (oro o tungsteno) que llevan adheridas a su superficie el
material genético de interés (genes). Estas partículas, con la ayuda de un dispositivo
25
En 1970 se planteó la hipótesis que la enfermedad de las plantas denominada “Agalla del cuello” podría ser producida por la transferencia de material genético entre una bacteria Agrobacterium tumefaciens y células vegetales, comprobado después en 1973 por Schell quien descubrió en una cepa de esta bacteria que el plásmido Ti (del inglés Tumour inducing) era el portador del carácter patógeno. “La comprensión de este proceso natural de transformación, junto con la idea de que cualquier porción de ADN foráneo colocada entre las secuencias borde del ADN-T puede ser transferida a células vegetales, llevó a la construcción del primer vector y sistema bacteriano de transformación vegetal” (Hooykaas, P. y Shilperoort, R., 1992, pp. 15-38).
84
especial, son aceleradas sobre el tejido o la célula a modificar insertando la
información genética de interés en el núcleo celular.
El método de transferencia genética con protoplastos se ideo inicialmente para
generar plantas transgénicas gramíneas porque la formación de agallas no se
producía en prácticamente ninguna monocotiledónea, presentando gran resistencia
al “Agrobacterium tumefaciens”. Hay tres técnicas fundamentales de inserción de
genes mediante protoplastos:
La electroporación. Consiste en someter el protoplasto a descargas eléctricas
creando diminutos poros en la membrana de la célula por los cuales puede
penetrar el ADN
Polietilenglicol: Consiste en introducir ADN en un protoplasto empleando el
polietilenglicol, sustancia que desestabiliza la membrana celular facilitando la
entrada de los genes a insertar.
Otro método consiste en emplear liposomas que contengan el ADN a
transferir26.
La dificultad principal que plantea este método estriba en el escaso desarrollo de las
plántulas generadas a partir de protoplastos. En 1988 se obtuvo por primera vez
cereales transgénicos a partir de la regeneración de protoplastos con genes
exógenos en medio de cultivo para células vegetales. Otros métodos empleados,
pero con menos éxitos son la transformación directa y la microinyección27.
26
Mediante la transformación directa se deposita una solución de ADN a transferir y de polen sobre los estigmas. De esta manera se supone que el ADN penetraría a través del tubo polínico durante su desarrollo en el estigma. Los resultados conseguidos no han superado, hasta ahora, las pruebas de la expresión de los genes en la descendencia. (Fenwick, 2001)
27 Consiste en inyectar en una célula vegetal una solución de ADN bajo control microscópico y con
microcapilares. La microinyección resulta poco efectiva porque las puntas de los microcapilares se rompen y obstruyen con facilidad, además se necesitan inyectar al menos 10 000 células una a una, para tener la seguridad de que al menos una de ellas ha incorporado el material genético (Fenwick, 2001).
85
3.2.2. Posturas a favor de la tecnología transgénica para la agricultura en Cuba
Entre los actores que apuestan por los transgénicos en Cuba resaltan las empresas
biotecnológico farmacéuticas, encabezadas por el Centro de Ingeniería Genética y
Biotecnología de La Habana (CIGB), perteneciente a la empresa BIOCUBAFARMA,
holding estatal que controla las empresas más importantes del sector. Investigadores
como Liantet Cabrera de esta importante institución, líder de la tecnología en el país,
sostienen que los transgénicos que Cuba desarrolla desde los años noventa tendrán
un impacto positivo en la economía cubana ya que están encaminados a elevar los
rendimientos agrícolas o a diversificar la calidad del producto final, sobre la base de
problemáticas que no se pueden resolver en estos momentos por otra vía que no sea
la transgénesis de plantas.
“(...) El empleo de plantas transgénicas en los países
subdesarrollados podría constituir una de las herramientas más
importantes para satisfacer los problemas alimentarios de una
población que crece cada día” (Arencibia y Oramas, 1999, p. 7).
“Sería tonto y suicida no aprovechar las herramientas que posee la
ciencia cubana para hacer frente a esa situación, siempre y cuando
se demuestre que es seguro. (...) El riesgo de no utilizar la tecnología
es quedarnos atrás en la producción de alimentos, ser ineficaces en
la producción de alimentos, tener inseguridad alimentaria, tener que
importar cada vez más alimentos (...). El objetivo fundamental del
CIGB con los transgénicos es contribuir a la seguridad alimentaria
nacional” (Freyre y Chang, 2009, p. 29).
Con respecto a las críticas en este último aspecto sostienen:
“(…) estamos convencidos que es el uso inadecuado de la tecnología
y no la tecnología en sí misma donde está el problema. Si no hay
opciones generadas dentro del sector público con un enfoque
diferente, lo que ha sucedido y sucederá, es la expansión cada año
mayor de estos cultivos transgénicos en manos de unas pocas
transnacionales en el mundo. (…) Es muy riesgoso tener más del
80% de los transgénicos en manos de una sola empresa” (Borroto,
2010, p. 2).
86
Los fundamentos de los defensores de la tecnología son la incapacidad de la
agricultura agroecológica y la agricultura familiar, en un país donde menos del 14%
de la población económicamente activa está empleada en la agricultura28, para
satisfacer las necesidades de alimentos de la población; y en la inviabilidad de un
único tipo de agricultura, proponiendo la coexistencia de varios modelos conforme a
la disponibilidad de mano de obra, de insumos, de agua, del tipo de forma productiva,
la calidad de los suelos y los climas.
“No puede ser la misma forma de producir la que aplica un agricultor
en una pequeña parcela, que la de una Cooperativa de Producción
Agropecuaria (CPA), una Unidad Básica de Producción Cooperativa
(UBPC) o una Granja Estatal. (…) una receta única, no es solo
inviable, si no que nos conduciría a una dependencia de la
importación de alimentos de forma indefinida”. (Borroto, 2010, p. 3).
La alta importación de alimentos y los bajos rendimientos de la agricultura nacional
son factores que se esgrimen para argumentar la defensa de la tecnología en el país.
Cuba importa, aproximadamente, el 80 % del maíz y de la soya que consume,
principalmente de países como Estados Unidos, Brasil y Argentina, importantes
productores de transgénicos; “(…) en el caso de la soya, el 100% de los análisis que
hemos hecho en los últimos cinco años de la que nosotros compramos, es
transgénica y del maíz más o menos el 80%” (Borroto, 2010, p. 3).
El Estado es un actor importante en la promoción de la tecnología transgénica,
financista de las investigaciones biotecnológicas más importantes del país, como
parte de una política de sustitución de importaciones y de exportación de productos,
así como de servicios de alto valor agregado. En materia agropecuaria, la prioridad
es la búsqueda de variedades de mayor rendimiento. En el año 2011 el director del
Programa Nacional de Biotecnología Agropecuaria, Carlos Borroto (2011) afirmó:
28
Aunque el índice de población rural no es el indicador exacto para saber la población empleada en la agricultura si da una medida ya que es su fuente principal. En 1953 representaba 48.6% de los habitantes del país, en 1970 pasó al 39.5%, en 1981 al 31%, en el 2000 al 26% y apenas superaba el 14 % de la población económicamente activa del país, no obstante después de los servicios sociales y personales es el sector que más personas ocupa (Bello, 2005, pp. 21-22).
87
“(…) según datos oficiales de la FAO (Organización para la
Agricultura y la Alimentación, por sus siglas en inglés) y el Ministerio
de la Agricultura el rendimiento promedio (…) del maíz seco es el
equivalente a 0,92 ton/ha, ese es el promedio de los rendimientos del
maíz en Cuba (…). El promedio mundial es 5,1ton/ha. ¿Cuáles han
sido los resultados? (del cultivo de la variedad de maíz FR-Bt1).
(…)
En la campaña de este año se sembraron unas 4 mil hectáreas en
áreas dependientes del Ministerio de la Agricultura y se sembraron
con la Agropecuaria Militar 896 hectáreas. Ellos obtuvieron en las
variedades convencionales un rendimiento promedio de 1 y
1.47ton/ha respectivamente, mientras que en las áreas donde se
sembró el maíz transgénico los rendimientos fueron de 2.38 y 3.67
ton/ha respectivamente” (Borroto, 2011, p. 64).
En las grandes empresas agrícolas estatales, autorizadas para el cultivo de maíz y
soya transgénica, la postura de sus directivos es favorable a la explotación de la
tecnología ya que aumenta sus volúmenes productivos. Para agrónomos como Dável
Espinosa, fundador de CUBASOY (Empresa Cubana de la Soya) y uno de los
especialistas en cultivo de la soya más reconocidos en el país:
“(…) yo le pregunto a los agroecólogos: ¿Cómo van a alimentar a 11
millones de personas? Esa agricultura es viable a pequeña escala,
para autoconsumo, pero no cuando tú tienes que alimentar a
ciudades como La Habana, con más de 2 millones de habitantes y
que las tierras productivas le quedan a más de 50 km”(Espinosa, D.,
comunicación personal, 16 de enero de 2016).
Gabino, jefe de producción de la empresa CUBASOY expresó:
“Nosotros estamos sembrando la soya CIGBL-1 con buenos
resultados, este es un programa prioritario del país y estamos
contribuyendo, el CIGB nos pidió que probáramos con esta soya.
También experimentamos con el maíz, incluso lo cruzamos con
variedades híbridas, pero no nos dio los resultados esperados”
(Gabino, comunicación personal, 6 de enero de 2016).
88
Para la Empresa Agroindustrial de Granos Valle de Caonao las mejores cosechas
históricas fueron con el maíz transgénico, alcanzando volúmenes de hasta 3.4
ton/ha:
“Eso aquí nunca se había visto, nosotros no llegábamos nunca ni a
una tonelada por hectárea, 0.89 era lo que más cosechábamos (…)
pero con este maíz llegamos en algunas granjas, como Batey
Colorao, a cosechar hasta 3.4 ton/ha. El año pasado nos dijeron que
sembráramos híbridos, fue un desastre!, la producción se nos cayó”
(Iván Morales, comunicación personal, 20 de febrero de 2015).
Ante la presión de la comunidad académica y el movimiento agroecológico cubano,
firmemente opuestos a la utilización de los transgénicos en la agricultura, el
Ministerio de la Agricultura definió en el 2011 una serie de requisitos para el cultivo
de organismos genéticamente modificados en el país, destacan entre ellos utilizar las
plantas transgénicas como una herramienta más en el marco de una agricultura
sostenible, es decir, la coexistencia de distintos modelos de agricultura “aplicando
todos los principios de una agricultura ecológica en función del sistema productivo de
que se trate”. (Comité Técnico Asesor del Ministerio de la Agricultura, 2011).
Establecer un mecanismo para la aprobación caso a caso de cada evento
transgénico propuesto, -aspecto que no está explícitamente definido en las
regulaciones legales vigentes- y, solo en dos tipos de cultivos comerciales en los
próximos años: soya y maíz. Utilizar las ventajas de esta tecnología,
fundamentalmente en los polos productivos (grandes extensiones).
En el caso del maíz, solo aprobar eventos en híbridos para explotar mejor las
ventajas de la tecnología y lograr un control mayor sobre su diseminación. Nunca
sembrar más del 30% de cultivos transgénicos de cada especie y prohibir la siembra
de cultivos transgénicos en las provincias orientales por el modelo agrícola y mayor
biodiversidad presente en estos territorios. Por último, priorizar las investigaciones
para obtener plantas resistentes a la sequía y la salinidad (Comité Técnico Asesor
del Ministro de la Agricultura, 2011).
89
3.2.3. Críticas a la postura de los transgénicos para la agricultura en Cuba y
propuestas de un nuevo modelo: la agroecología
Las críticas más contundentes al modelo de agricultura que se intenta restablecer,
provienen de organizaciones de la sociedad civil, como la Asociación Cubana de
Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF) y la “Fundación Antonio Núñez Jiménez
Por la Naturaleza y el Hombre”. Entre los cuestionamientos más importantes, está su
alta dependencia de insumos externos que limitan la capacidad de tomar decisiones
al agricultor, creándole un vínculo de dependencia con las empresas proveedoras de
insumos, así como su tendencia homogeneizadora que atenta contra la diversidad y
la complejidad que ha alcanzado el campo cubano, modelo de agricultura que ya se
superó hace muchos años en Cuba. En este sentido Delgado (2009) expresó:
“(…) repite exactamente la filosofía de la concepción desarrollista de
la agricultura «moderna», y manifiesta con claridad los signos
distintivos del enfoque tecnológico «de arriba hacia abajo», legado
por la Revolución Verde. (…) resulta que la tecnología es nueva por
la modificación genética que implica, pero completamente anticuada
por el modelo de relación tecnología-sociedad, y de «gran
producción», donde el agricultor es pasivo, debe ser pasivo y se le
obliga contractualmente a ser pasivo, a atenerse a las
reglamentaciones y a la disciplina tecnológica, a ejecutar al pie de la
letra lo que el diseño tecnológico indica” (Delgado, 2009, p. 66).
Desde el punto de vista ecológico se llama la atención que la liberación de maíz
transgénico en Cuba implica la contaminación de las variedades criollas, que
tenderán, inevitablemente, a perderse. La desaparición de los usos y costumbres de
los campesinos y la agricultura tradicional traerá como consecuencia pérdida de
biodiversidad, degeneración y erosión genética. La contaminación con el polen de
una variedad transgénica provocará que todas las variedades contengan el gen Bt,
por lo que lejos de diversificar el cultivo, se desarrollará una forma de monocultivo.
Para la salud humana, se cuestiona que la introducción de genes ajenos a los
cultivos puede provocar alergias en algunas personas (Acosta, 2007), aumento de
nivel de toxinas, antinutrientes y modificación de las cantidades de nutrimentos en los
90
alimentos, riesgo de transferencia horizontal de genes de resistencia a antibióticos,
ingestión de ADN extraño y problemas de salud a largo plazo.
Un ejemplo clásico de alergia en las personas fue el caso del maíz “Star Link” en los
Estados Unidos de Norteamérica. El maíz fue genéticamente modificado para
producir un insecticida derivado de la bacteria Bacillus thuringiensis, pero a diferencia
de otros maíces Bt producía una toxina llamada Cry9C, una versión ligeramente
distinta de la proteína Cry1A. En las pruebas de digestión artificial exigidas por la
EPA (Environment Protection Agency) la Cry9C tardó más que la Cry1A en
descomponerse, despertando las sospechas de los inspectores de la agencia,
autorizándolo excepto para consumo humano. Esta decisión de aprobar el llamado
“riesgo dividido” ha sido objeto de muchas críticas; si bien Aventis, la empresa
propietaria de “StarLink”, prometió hacer que los agricultores firmaran acuerdos de
que su maíz no terminaría como alimento, en la práctica fue muy difícil de garantizar
ya que la mayoría de los granjeros en ese país no tienen en silos separados el maíz
de consumo humano y el maíz usado como alimento para animales (Taylor, 2008).
Otros de los temores en relación a la salud humana es el empleo de marcadores de
resistencia a antibióticos en el desarrollo de cultivos transgénicos, que ha despertado
inquietudes acerca de la posibilidad que los cultivos transgénicos promuevan la
pérdida de capacidad para tratar las enfermedades con medicamentos antibióticos.
En varias etapas del proceso de laboratorio se emplean ADN que codifica la
resistencia a ciertos antibióticos y este ADN a menudo se convierte en una
característica permanente del producto final, a pesar no servir para ningún propósito
más allá de la etapa en el laboratorio. Entre las variedades modificadas con
resistencia a antibióticos se encuentran el tomate “FlavrSavr” de Calgene y del maíz
Bt 176 de Ciba-Geigy (Rondón, 2008).
En relación al proceso de aprobación se cuestiona que la introducción del maíz
transgénico en Cuba se ha desenvuelto en lo que han denominado “escenario de
aprobación”.
91
“(…) se construye socialmente mediante la idea de que se está
dando solución tecnológica a un problema tecnológico, por lo que
cualquier discusión no debería trascender a los medios, pues podría
generar inseguridad o reproducir los imaginarios negativos que
acompañan la tecnología de los transgénicos en los debates públicos
que tienen lugar en el mundo” (Delgado, 2009, p. 71).
La falta de información sesga el debate en menoscabo de quienes se oponen a la
tecnología.
“Así, en este escenario los procesos transcurren de forma suave y
tranquila, evolutiva, sin grandes conmociones, dentro de un silencio
que se rompe levemente en la prensa con informaciones esporádicas
cuando se alcanza algún hito” (Delgado, 2009, p. 72).
Desde el punto de vista legal se cuestiona la ausencia de una Ley que regule la
utilización de los organismos genéticamente modificados y las falencias de la
normativa vigente, consistentes en un conjunto de resoluciones de diferentes
organismos de la administración central del Estado que regulan distintos aspectos sin
articulación entre sí; no obstante, declarar estas normas que persiguen un enfoque
precautorio. Este marco normativo actual adolece de deficiencias jurídico formales y
de disposiciones relativas a la participación pública, a la coexistencia, a la
trazabilidad, a la responsabilidad y al etiquetado, instituciones sobre las cuales existe
cierto consenso a nivel mundial y experiencia de regulación (Rondón, 2011).
La Resolución 180 del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente exime de
autorizaciones a las importaciones de transgénicos que no constituyen riesgo para la
salud humana y el medio ambiente, demostrado en un período de tiempo superior a
diez años (en otros países, en otros contextos y mediante otros procedimientos, lo
que de facto es aplicable a la mayoría de los organismos genéticamente modificados
importados). Este sentido se critica suponer que los procesos de aprobación en otros
países garantizan certezas de seguridad:
“Al considerar el asunto de los transgénicos y su introducción en
Cuba, los científicos, la comunidad académica y política, y la
ciudadanía deberían tener en cuenta que los procesos de aprobación
92
que han ocurrido en otros países tienen el sesgo de una
biotecnología y una ciencia biológica que no es neutral. Es una
ciencia influida por el capitalismo, que está sometida a su hegemonía
(…) y que ha buscado siempre vías expeditas para hacer posible una
biotecnología que sea simultáneamente negocio agrobiotecnológico”
(Delgado, 2009, p. 51).
Desde el punto de vista político se objeta la congruencia de política transgénica del
gobierno cubano con el tradicional apoyo prestado a los movimientos revolucionarios,
campesinos y anticapitalistas, especialmente de América Latina.
“¿Hasta qué punto la apuesta por esta tecnología colocaría en tela
de juicio el prestigio que Cuba se ha ganado entre los movimientos
sociales, campesinos, civiles y de izquierda que alzan sus voces en
contra del statu quo transnacional, neoliberal y capitalista, que usa
los transgénicos como punta de lanza para consolidar su dominio
imperial?”(Freyre y Chang, 2009, p. 28).
También se llama la atención sobre el vínculo de dependencia con las grandes
trasnacionales de agroquímicos, especialmente con las norteamericanas, por lo que
ello implica para la seguridad nacional del país.
“En teoría, por el paquete, tendríamos mayor producción con los
transgénicos pero atraeríamos todos los demás problemas que el
mundo tiene entorno a ellos. (…) La apertura a los transgénicos nos va
a exponer a la influencia de las grandes transnacionales y por extensión
a los gringos que son los dueños, nos va hacer más dependiente de los
gringos en la importación de los alimentos, a su influencia en las
relaciones bilaterales” (Juan Valdés Paz, comunicación personal, 31 de
agosto de 2016).
3.2.4. El rol del campesinado en el debate en torno a los dos modelos. La
postura de las organizaciones y de los campesinos
El discurso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), única
organización campesina de la isla, es favorable a la agricultura agroecológica
(aunque no ha declarado que se oponga a los transgénicos), postura que encuentra
concreción a través del “Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino”
93
(MACAC) y experiencias como la agricultura urbana y suburbana, sin embargo, entre
los campesinos las posiciones son heterogéneas.
La mayoría de los campesinos desconocen que son los cultivos transgénicos, solo
los más documentados y los ubicados en las áreas donde se cultivan estas
variedades son los que tienen conocimientos sobre el tema. Entre los campesinos
con conocimiento del tema, los de edad más avanzada se oponen a su cultivo, en
espacial al cultivo de maíz transgénico, pues consideran que la aplicación de los
paquetes tecnológicos prediseñados que lo acompañan, dejan poco o casi nada a la
autogestión de los agricultores. Sin embargo, este grupo etario, en las CCS Benilde
Orozco, Camilo Cienfuegos, José Arteaga Hernández y Rubén Martínez Villena,
reconoce aplicar agroquímicos como pesticidas, plaguicidas y fertilizantes sintéticos.
Al respecto, Eloy Herrera Martínez, de 55 años de edad y socio de la CCS Camilo
Cienfuegos, ante la pregunta de por qué aplicaba estos productos, qué beneficios les
veía, comentó: “Yo llevo más de 15 años en el cultivo del tabaco, de viandas
hortalizas y granos y aplico estos productos porque aumenta el rendimiento y
favorece el crecimiento de la planta” (Herrera, E., comunicación personal, 19 de
noviembre de 2017). Reinaldo Chávez Ayala, de 57 años y socio de la CCS Benilde
Orozco Aroche, plantea que el combina los productos químicos y los biológicos con
excelentes resultados, sobre todo con los bioestimulantes como Tricoderma,
Balforam y otros. (Chávez, R., comunicación personal, 17 de noviembre de 2017).
Para la mayoría de los nuevos usufructuarios entrevistados que declaran conocer los
cultivos transgénicos, el cultivo de estos productos es una oportunidad de mercado,
de precios de incentivo e insumos necesarios para la producción29.
Carlos Rafael Palma Tamayo, usufructuario de 37 años de edad y miembro de la
CCS Camilo Cienfuegos, cultiva hortalizas y granos, al respecto expresó: “Si, los he
utilizado con resultados positivos porque son altamente productivos. Beneficia los
29
El cultivo de transgénicos, al ser un programa estatal, cuenta con apoyos importantes en materia de créditos, insumos, capacitación, etcétera, además que el Estado garantiza la compra de la totalidad la producción.
94
rendimientos pero lo difícil es adquirirlo, no veo impacto en el medio ambiente”
(Palma, C., comunicación personal, 18 de noviembre de 2017). Por su parte, Amaury
Guerra Avilés, de 42 años de edad y socio de la CCS Benilde Orozco plantea que
este tipo de cultivos “desarrolla el fruto y coge más tamaño” (Guerra, A.,
comunicación personal 19 de noviembre de 2017).
Para explicar esta situación -más allá de los debates éticos en torno a la tecnología-
hay que tener en cuenta que en el contexto cubano el uso y la tenencia de la tierra
condiciona en primera instancia el capital económico del campesino individual, el
resto de los bienes se adquieren a partir de su capacidad productiva, las formas de
propiedad de los medios de producción y de distribución de los ingresos. De modo
que el grado de afectación que la tecnología implique en el libre uso y la explotación
de sus tierras, en los ingresos asociados a estas, en el riesgo económico, etcétera,
influirá en la postura del campesino en relación a los organismos vivos modificados.
Si bien a inicios de la década de los años noventa la mayoría de los nuevos
productores se convirtieron en campesinos con rasgos psicológicos e identitarios
propios de esta clase, lo que permitió un proceso de adhesión orgánica al seno del
campesinado individual (Martín, et al., 2009)30, en el actual contexto agrario los
productores usufructuarios se reproducen y diferencian en proporciones cuantitativas
y cualitativas distintas. La visión de desarrollo que subyace en los nuevos
usufructuarios estudiados es la modernización, a alcanzar mediante la utilización de
la tecnología como requisito sine quanom para el incremento de la producción-
ingresos-nivel de vida, entendido este último como un mayor acceso a productos y
servicios de mayor calidad, mejores viviendas, etcétera. En consecuencia, muchos
no son muy celosos de modificar sus hábitos de trabajo, ni de abandonar
determinadas prácticas, so pena de la pérdida de tradiciones productivas, si este
30
Estudios revelan que en el sistema de autorepresentación propio de este primer grupo de productores se manifestó la autodefinición como campesinos y un elevado sentido de pertenencia tanto por la tierra y los demás medios, como por la producción misma; y desapareció de su subjetividad los rasgos característicos de su posición socioestructural anterior, expresando, en la gran mayoría de los casos la firme determinación de no volver atrás y de dedicar el mayor de sus esfuerzos a desarrollar la economía (Martín, et al., 2009).
95
cambio implica una mejoría en sus condiciones materiales de existencia; lo que dice
de una postura muy flexible relación al entorno y al cambio tecnológico31.
Aunque, toda regla tiene su excepción y es el caso del campesino Luis Bartolo
Moreno Ayala, de 72 años de edad y socio de la CCS Rubén Martínez Villena,
Bartolo expresó: “Aquí se conocen poco (los cultivos transgénicos), yo los he
cultivado pero porque me lo han traído de Occidente por vía indirecta. La producción
es mayor pero como no llegan los químicos a tiempo se corren riesgos”. (L. Moreno ,
comunicación personal 18 de noviembre de 2017).
No se debe soslayar que los nuevos campesinos usufructuarios se han nutrido
básicamente de obreros y empleados del sector estatal motivados por razones
económicas, un número importante de ellos es menor de 35 años edad y con escasa
experiencia en las actividades agropecuarias32. Tampoco sustraerse de la escasez
de insumos y deprimidos precios de acopio que han padecido durante años los
31
“El cambio tecnológico, considerado como un instrumento de desarrollo rural, se logra a partir de tres componentes básicos: la generación (proceso de investigación para obtener conocimientos nuevos que origina bienes y servicios que se incorporan a la tecnología); transferencia (considera como el conjunto de actividades, actividades y servicios organizados. Necesarios para entregar a los usuarios una tecnología adecuada e incorporable a sus procesos productivos o a su vida diaria); y la adopción (proceso por el que los usuarios valoran y hacen uso de la tecnología transferida). Es por ello que no basta con adaptar una tecnología a las condiciones locales, sino también debe de tenerse presente el proceso mediante el cual las personas lo adoptan e incorporan a sus prácticas cotidianas. Radulovich y Karremans indican que para estimar el nivel de adopción de una tecnología introducida deben considerarse al menos cuatro aspectos: opinión, uso, adaptaciones y difusión espontánea” (Cruz & Tehuitzil, 2009 en Espinosa y León, 2009, p. 219).
32 Los integrantes de esta segunda progenie se distinguen de sus antecesores y entre sí por la
diversidad de perfiles productivos (ganadería, legumbres y hortalizas, arroz, producción forestal, frutícola, etcétera) predominantes en sus fincas, la ubicación y calidad del suelo, su conexión con distintos tipos de mercado (de alimentos distribuidos localmente, de distribución nacional, de exportación, informales, etcétera); lo cual condiciona la estructura y volumen de sus ingresos y, las formas organizativas de la producción a que se vinculan (cooperativas de campesinos, de obreros con propiedad colectiva y de obreros con propiedad estatal-cooperativa, así como a granjas estatales). Su diferenciación podría tomar en cuenta otros criterios como el carácter nominal o real con que gestionan la finca, el interés por asentarse con su familia definitivamente o no en el campo y, la cultura productiva que poseen en relación con las labores agropecuarias y el manejo sostenible de agroecosistemas (Leyva, 2015).
96
campesinos cubanos producto de la crisis económica que atravesó la isla, factores
que influyen en la postura de los actores analizados33.
Ahora bien, dentro de esta postura flexible relación al entorno y al cambio
tecnológico, la cual entra, si tomamos en consideración las críticas a la tecnología,
en aparente contradicción con la tendencia campesina anteriormente expuesta: (1)
de controlar y/o reducir los riesgos antes que maximizar los ingresos y, (2) evaluar
con parámetros, prioridades y objetivos distintos la adopción (o no) de innovaciones
tecnológicas u organizativas; encontramos diferentes matices.
Algunos productores, con una orientación puramente mercantil, no repararon en
cultivar inmediatamente, pues “era lo que estaba dejando en esos momentos”, lo que
se puede traducir en “es lo que más dinero está rindiendo”, por el contrario, otros
experimentaron inicialmente en pequeñas “puntas de maíz”34, con “uno o dos
jarros”35, lo que desde el punto de vista del manejo del cultivo, según el paquete
tecnológico, es una flagrante violación, incluso del ordenamiento legal específico. Sin
embargo, era su forma de comprobar las bondades de la tecnología, dando lugar un
formato tecnológico híbrido que articulaba las prácticas tradicionales y las modernas
y, que les permitió priorizar aquellas cuyos resultados fueron más valorados. Por lo
que observamos que los campesinos no se resisten ni oponen a priori al cambio
tecnológico o a la adopción de nuevas prácticas productivas, sino que las asumen
desde una lógica diferente a la de los conocimientos técnicos y científicos.
La influencia de la capacidad organizativa de los campesinos, del comportamiento
familiar, la división social y sexual del trabajo, las formas de organización de la
33
Puesto que la mayoría de los pequeños productores no conocen en detalle que es la tecnología transgénica. Al iniciar el proceso de introducción se organizaron talleres en las distintas cooperativas a fin de explicarles los requisitos de manejo del cultivo pero en muchos casos no asistieron por las propias dinámicas de las labores en que se encuentran insertos.
34 Se le denomina “punta de maíz” en Cuba a la porción de la finca que se dedica a este cultivo. Por lo
general, los pequeños campesinos siembran en sus predios frijoles y otros granos en combinación con el cultivo del maíz en sistemas integrados muy similares a la milpa mesoamericana.
35 Se le denomina “Jarro” en Cuba a la jarra de boca ancha y una sola asa que se utiliza para servir el
agua. En el campo es utilizada, además, como unidad de medida. El jarro más común es el “jarro de cinco libras” que se utiliza para medir los granos como el arroz, el maíz, los frijoles etcétera.
97
producción comunitaria y extracomunitarias, las redes territoriales, todos
componentes del capital social, se tomaron en cuenta también para el presente
análisis, pues a diferencia de otros contextos la adopción de los nuevos patrones
tecnológicos no han sido violento. En Cuba el cultivo de cultivos transgénicos forma
parte de un programa integral que persigue el aumento de la producción alimentos y
de los ingresos de las familias campesinas para desacelerar el despoblamiento y
envejecimiento del campo, así como la incorporación de jóvenes a las actividades de
la agricultura, móviles nobles sobre los cuales existe consenso, no así en las vías
para alcanzarlos.
En este sentido, resulta interesante destacar que la mayoría de los que reconocen
haberlos cultivado señalan que trabajan sus fincas con la ayuda de hijos, hermanos y
en algunos casos con ayuda de la esposa y uno de ellos lleva más de 20 años
siendo socio de su cooperativa. Todos reconocen, además, el empleo de productos
biológicos y orgánicos como bioestimulantes, los cuales son aplicados de conjunto
con productos sintéticos.
Resulta interesante también, que como promedio estos productores “transgénicos”,
no rebasan las 4 ha de tierras, lo cual contradice toda la lógica de la tecnología y su
promocionada fiabilidad para no transgredir los límites impuestos por la norma y el
paquete tecnológico.
Otro resultado importante es que ninguno de los actores identifica como solución a
los problemas que padecen hoy sus labores agrícolas, así como sus cooperativas y
comunidades, a los cultivos transgénicos. Sus necesidades y aspiraciones de mejora
van en torno a:
- Una mayor disponibilidad de maquinarias para las cosechas y mejor calidad
en los herbicidas, que lleguen los insumos a los campesinos (Rodríguez, V.,
comunicación personal, 18 de noviembre de 2017).
- Más combustible para la preparación de la tierra (L. Ayala, comunicación
personal, 18 de noviembre de 2017).
98
- Transporte para comercializar las producciones y distribuir los recursos
(Chávez, R., comunicación personal, 17 de noviembre de 2017).
- Que lleguen en tiempo y forma los paquetes tecnológicos de cada cultivo.
(Moreno, L., comunicación personal, 18 de noviembre de 2017).
- Mayor disponibilidad de financiamiento para las cooperativas. (Palma, C.,
comunicación personal, 18 de noviembre de 2017).
- El transporte para comercializar las producciones y para la entrega de
insumos y recursos a tiempo. (M. Téllez, comunicación personal, 19 de
noviembre de 2017).
- Que en las cooperativas haya más recursos materiales, recursos humanos
con preparación y financieros (A. León, comunicación personal, 19 de
noviembre de 2017).
- Sistemas de riego y la nivelación del terreno porque el drenaje en algunas
tierras es malo. (E. Herrera, comunicación personal, 19 de noviembre de
2017).
- Mejorar el transporte y los recursos financieros. (O. Ayala, ,comunicación
personal, 19 de noviembre de 2017).
De manera general, para la sociedad cubana actual el campesino individual es, entre
los sujetos productores de alimentos, quien ha demostrado mayor capacidad de
mantener su lugar en la estructura social y un creciente papel en la recuperación
económica. Es decir, goza de una elevada significación social, lo puede traducirse un
importante capital simbólico y, hasta ahora, por la escala aún pequeña del fenómeno
transgénico apenas esa percepción social ha cambiado, aunque es poco probable un
cambio significativo en los próximos años, por los argumentos anteriormente
expuestos.
99
Conclusiones
PRIMERA: Los estudios sobre el campesinado, de los autores analizados, coinciden
en destacar como atributos de estructuración y delimitación de la condición de
campesino a la autonomía, el trabajo familiar, una base de recursos autocontrolada
(tierra, instrumentos de trabajo, saberes), la orientación por la sobrevivencia y la
autoexplotación de la fuerza de trabajo. No obstante se precisan dos cuestiones -
entre otras- en las cuales hay diferencias importantes entre los autores.
En primer orden, la autonomía, entendida como la posibilidad de decidir, al interior de
la unidad económico campesina, explotación familiar, agricultor familiar o unidad
socioeconómica campesina según el caso, sobre sus distintos componentes como la
utilización de la fuerza de trabajo familiar, la tierra y demás medios de producción,
etcétera. Se considera más acertada la postura de Chayanov y Bartra al afirmar que
hay autonomía pero es relativa, puesto que, está condicionada primero, a una
particular dinámica de equilibrio interno entre el consumo familiar -los bienes
necesarios para satisfacerlo- y el esfuerzo que ello requiere. En consecuencia el
grado de autonomía estará definido por la intensidad de trabajo familiar (grado de
autoexploración de la familia) necesario para satisfacer las necesidades de la unidad
de producción familiar en tanto necesidades de subsistencia y no de ganancia.
Segundo, la lógica de su pequeña producción se encuentra subsumida en el proceso
de valorización del capital. Subsunción que se expresa en una relación de doble
explotación, por cuanto, en el proceso inmediato de producción el campesino genera
un excedente que en el momento de la circulación es transferido al capital, pero a la
vez, en este proceso se reproduce a sí mismo como explotado.
En segundo orden, el trabajo familiar, se percibe como un común elemento
estructurador sobre el cual recaen las actividades productivas campesinas, aunque
se reconoce el empleo eventual de mano de obra externa cuando se excede la
capacidad de trabajo de la familia y así como la venta de fuerza de trabajo familiar
cuando no se consume toda en la explotación familiar. En este sentido se considera
más pertinente la postura que sostiene el trabajo familiar como autoexplotación de la
100
fuerza de trabajo orientada a la subsistencia a fin de alcanzar el equilibrio
anteriormente expuesto al ser una unidad de producción y consumo.
SEGUNDA: Dentro de las estrategias campesinas, el enfoque de reproducción social
es el que muestra mayor pertinencia para los estudios rurales latinoamericanos, pues
sus alcances no se restringen al ámbito local o familiar, sino que se extienden a las
complejas relaciones en que se articula lo global con lo local y las hegemonías con
las resistencias. -El trabajo familiar se reconoce aquí como principio organizador de
la economía campesina que se emplea de manera diversa, expresándose en
estrategias diferenciadas en contextos territoriales y familiares diferentes-. En este
enfoque, la unidad de producción campesina no puede ser entendida por fuera de la
familia campesina ya que los fines económicos de la primera estarán imbricados con
los sociales y afectivos de la segunda. Las actividades económicas y productivas
campesinas son percibidas como una totalidad articulada orientadas a la
subsistencia familiar y no a la obtención de ganancias.
Desde esta perspectiva, puede entenderse por estrategias campesinas a las
opciones regulares o relativamente estables que toman las familias de pequeños
productores para su reproducción social, teniendo en cuenta las constricciones
estructurales, entre las cuales se destacan la disponibilidad de mano de obra familiar
y los precios relativos de los mercados agrícolas, así como las características
productivas de la zona y los recursos económicos disponibles.
TERCERA: El modelo de agricultura convencional en Cuba es el resultado de un
largo proceso histórico que tiene sus raíces que la sustitución de la agricultura
autóctona por la europea importada por los españoles. Como resultado de esta
colonización agrícola se va desarrollar una agricultura criolla deformada en la cual
van a prevalecer los cultivos comerciales orientados a la exportación, como la caña
de azúcar y en menor medida el tabaco, sobre los cultivos básicos para la
alimentación, derivando en una dependencia crónica de la importación de alimentos
101
hasta nuestros días. Esta situación se acentuó durante el periodo republicano y
posteriormente durante las tres primeras décadas de la Revolución. En la primera
mitad del siglo XX como resultado de la inserción de Cuba en el mercado
norteamericano, a través de la penetración de capitales extranjeros encaminados al
desarrollo de la industria azucarera y en la segunda mitad, como consecuencia de la
incorporación de Cuba al CAME, si bien en mejores términos de intercambio, reservó
para la isla el papel de proveedor de materias primas para los países socialistas
europeos, en especial para la URSS. Este intercambio favoreció el desarrollo de un
modelo de agricultura ajena a las condiciones económicas de Cuba, altamente
consumidor de recursos energéticos importados, el cual colapsó una vez
desaparecido sus proveedores y compradores naturales, el bloque socialista.
Ante esta coyuntura, el país se ve constreñido a la búsqueda de alternativas que
permitan satisfacer las necesidades básicas de alimentación de la población y define
varias líneas estratégicas, entre ellas la recampesinización de la agricultura y la
promoción de un modelo agrícola más sustentable económica y ambientalmente. En
este contexto el campesinado recupera el papel protagónico de los primeros años de
la Revolución y se producen grandes avances en el campo de agroecología.
Al mismo tiempo, Cuba invirtió cuantiosos recursos en esferas como la biotecnología
con el objetivo de desarrollar variedades transgénicas más productivas adaptables a
las condiciones del trópico, las cuales estuvieron confinadas hasta tanto no se dieran
los condiciones requeridas para su liberación, especialmente las condiciones
económicas que proveyeran los recursos necesarios para su generalización. Al
existir la disponibilidad de recursos Cuba liberó estos cultivos, generando un fuerte
debate en torno a su conveniencia a partir de las experiencias negativas del modelo
anterior que esta tecnología puede nuevamente reproducir. En este nuevo escenario,
el campesinado juega un papel central, pues es el actor social más importante en la
agricultura cubana actual.
102
CUARTA: En el contexto socioeconómico cubano actual el campesino individual es el
propietario o usufructuario de tierras que explota los medios de producción propios,
cuyos ingresos fundamentales provienen de su trabajo y el de su familia, el que se
complementa con el uso de fuerza asalariada en forma permanente o temporal,
como generalidad y, establece relaciones de cooperación en el trabajo según sus
necesidades y posibilidades.
Sus estrategias de reproducción resultan del cotejo de innumerables variables que
buscan, en lo fundamental, la maximización del valor de la producción, incluyendo el
autoconsumo, o de la minimización de los factores de riesgo externos a la
producción. Entre estas destacan la diversificación de la producción teniendo en
cuenta la demanda y los precios, la búsqueda de fuentes de financiamiento para
inversiones más allá de las posibilidades contenidas en la política crediticia,
expresadas fundamentalmente en forma de remesas procedentes del exterior, la
introducción de nuevas tecnologías, la pluriactividad para búsqueda de nuevas
fuentes de ingresos, el beneficio de las producciones primarias y la prestación de
servicios dirigidos al pequeño productor asociadas a fisuras en los servicios
estatales.
En las cooperativas analizadas algunos campesinos individuales, en espacial los
más jóvenes, encontraron en el cultivo de maíz transgénico un modo de reproducir
sus modos de vida, posturas que en la mayoría de los casos se vinculan a los
impactos del periodo de especial en la agricultura y a las vicisitudes asociadas a él
experimentadas por estos sujetos, unido a las bondades crediticias, de insumos y de
mercado de la tecnología, así como la seguridad en la posesión de sus predios
tradicional en Cuba; considerándose que su adopción fue más por los apoyos que la
tecnología conlleva, que por las potencialidades intrínsecas de la misma.
Sin embargo, resulta interesante que todos los campesinos reconocen aplicar
productos biológicos en sus prácticas, en la mayoría de los casos combinados con la
aplicación de productos químicos tradicionales y que no relacionan el cultivo de
variedades transgénicas con el futuro de sus actividades, es decir, no la identifican
103
como necesidad, ni como solución para superar los problemas que atraviesan, en
este sentido, siguen señalando problemas tradicionales como la falta de insumos, de
financiamiento, de medios de transporte, etcétera.
De modo que, más allá del debate en torno a los dos modelos de agricultura
contrapuestos, el campesino cubano es, entre los sujetos productores de alimentos,
quien ha demostrado mayor capacidad de mantener su lugar en la estructura social y
un creciente papel en la recuperación económica, derivado de sus acertadas
estrategias de reproducción social, por lo que goza de un elevado reconocimiento
social.
104
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115
ANEXOS
ANEXO 1 Lugares donde se ha sembrado cultivos transgénicos en Cuba
Nota: Elaboración propia con datos del CIGB, 2017.
116
ANEXO 2 Estado actual del desarrollo de la tecnología transgénica en Cuba
Nota: Elaboración propia con datos del CIGB, 2017.