LAS OBRERAS DE LA MONTAÑESA TEXTIL S.A.

UNA APROXIMACIÓN A LA REALIDAD QUE VIVIERON MUCHAS

MUJERES EN LA COMARCA DEL RÍO MIERA ENTRE 1936 – 1965∗

Cecilia García Villoslada

Universidad de Cantabria

Introducción

Cuando hablamos de industria textil generalmente estamos hablando de mujeres.

Cuando hablamos de la Montañesa Textil S.A. Fábrica de hilados, tejidos, acabados e

hidrofilados de algodón de La Cavada, estamos hablando de mujeres obreras en el

medio rural, dos conceptos que unidos conforman un claro ejemplo de desigualdad

social y económica. Así mismo hablamos de oportunidad, la que tuvieron muchas de

ellas y sus respectivas familias para sobrevivir en los años de la posguerra.

Si son escasos los ejemplos de industrias en el medio rural español entre finales

del siglo XIX y principios del siglo XX, más difícil es encontrar alguna en las que la

mayor parte de la plantilla esté formada por mujeres.

La historia de esta fábrica, ubicada en el pueblo de La Cavada (Cantabria), es

muy larga, cercana a los ciento veinte años, pero en este trabajo me limito a exponer

datos relacionados a los últimos treinta años de actividad (1936 – 1965), apoyándome

en la información aportada por las mismas obreras.

A lo largo de la comunicación se van a analizar diferentes aspectos como son las

condiciones de trabajo, los derechos laborales, la gestión de la economía y la gestión de

los tiempos, siempre desde el punto de vista de las propias obreras. Así mismo se van

1

∗ Esta comunicación contiene elementos de la investigación Las obreras de la Montañesa Textil S.A. de La Cavada. De la invisibilización al reconocimiento. Conversaciones con obreras que trabajaron entre 1936 y 1965, que fue presentado al concurso Mundo Mujeres, convocado por la Dirección General de la

ISBN: 978-84-9860-636-2

2

mostrar otros elementos unidos a su vida cotidiana como son la educación, el

matrimonio, la religión, la vecindad, la guerra...

El resultado de las entrevistas va a revelar, entre otros muchos aspectos, la

evolución en la conciencia que sobre ellas mismas tenían las propias obreras, así como

la que tenían los demás sobre ellas.

Todo ello con la limitación que supone la escasez de documentación oficial, así

como la limitación que supone el uso de fuentes orales en la elaboración de entrevistas.

Son varias las razones que me han llevado a trabajar y presentar esta

comunicación, que en sí misma puede parecer limitada, pero que entiendo, puede ser

englobada dentro de un proceso mayor, como es el de la incorporación de la mujer al

mundo laboral. Asimismo como protagonista de los diferentes procesos sociales

vinculados a la industria textil algodonera1. La primera de ellas fue el vínculo de

muchas de las integrantes del grupo con el que trabajé el pasado año con la fábrica, bien

por haber sido obreras, bien por estar cercanas a algunas de ellas.

Pero el principal motivo ha sido reconocer el papel que todas las obreras

tuvieron en el desarrollo económico, social e histórico de la comarca. Por haber

formado parte, quizás sin ser conscientes, de un proceso singular en la región, y precoz,

si lo comparamos con el resto del territorio nacional, como fue el acceso de la mujer a la

industrialización y al empleo remunerado, contribuyendo con su trabajo, no siempre

valorado, al desarrollo de la comarca.

Este trabajo no trata sólo de la vida de una mujer, sino de cientos de mujeres que

dejaron una impronta positiva en la comarca. Y es que este trabajo trata de la evolución

de las mujeres en Riotuerto desde muchos aspectos: el económico, el social, el histórico,

el de las relaciones familiares, la amistad, la vecindad, la educación,…

Mujer del Gobierno de Cantabria en 2010. 1 Me refiero a los acontecimientos protagonizados por mujeres obreras de la industria del algodón en EEUU, coincidiendo en fecha con el desarrollo de La Montañesa Textil S.A.

3

Para llevar a cabo este trabajo parto de las entrevistas realizadas a veinticuatro

mujeres que fueron obreras de La Montañesa Textil S.A.

Este grupo, heterogéneo en edad, lo dividí en tres grupos: las mayores de 80

años, las que están entre los 70 y 80 años y las que están entre los 60 y 70 años. Hay que

entender por tanto que sus experiencias fueron distintas y por ello decidí recoger

aspectos comunes a todas y dividirlos entre: condiciones de trabajo, derechos laborales,

gestión de la economía y gestión del tiempo.

De la fábrica está todo por escribir, esto sólo ha sido una toma de contacto, y si

he escogido al grupo de mujeres como inicio, es porque este fue el grupo más numeroso

entre los obreros y el menos visible de cara a la sociedad de la comarca.

La Montañesa Textil. Fábrica de hilados, tejidos, acabados e hidrofilados de

algodón

Según Fernando Ruiz Gómez2, la buena situación económica de la burguesía de

Cantabria a mediados del siglo XIX, dedicada básicamente a la industria harinera, fue el

motivo que llevó a este grupo a la diversificación en materia de inversiones.

La primera referencia a una industria algodonera en la región es de finales del

siglo XVIII y viene de la mano del duque del Infantado, que instala en Torrelavega una

fábrica que llegó a tener 160 telares, dirigidos por irlandeses, y que fue destruida

durante la invasión napoleónica.

No existe otra referencia histórica a una industria textil hasta que con la

desamortización el Estado vende las diferentes instalaciones de la Real Fábrica de

Artillería de La Cavada3, y con ellas la concesión de uso de un salto hidráulico en el

sitio llamado Valdelazón, al armador Juan de la Pedraja.

2 RUIZ GÓMEZ, F.: Fábricas textiles en la industrialización de Cantabria, Santander, Edt. Universidad de Cantabria y Textil Santanderina S.A., 1998. 3 SÁNCHEZ GÓMEZ, M. A.: La desamortización en Cantabria durante el siglo XIX (1800-1889), Santander, Edt. Excmo. Ayuntamiento de Torrelavega, 1994.

4

La primera referencia a esta empresa es de 1848, año en que comienza la

construcción de la fábrica, aunque en el logotipo de la misma aparezca como fecha de

creación 1830.

Tres años después, y sin que se hubiera inaugurado, la instalación sufre un

incendio4. Por aquel entonces ya contaba con 11000 usos, 280 telares, una turbina y una

máquina de vapor auxiliar. Esta misma noticia reconoce lo importante de esta

instalación para el desarrollo de la comarca y para el conjunto de la naciente industria,

asimismo solicita a las instituciones involucradas el apoyo en la reconstrucción de la

misma. Ya en esta noticia se hace referencia a unas quinientas familias afectadas por el

cierre de la fábrica.

La fábrica se reconstruye de la mano de Gerónimo Roiz de la Parra, cuñado de

Juan de la Pedraja, que había fallecido sin descendencia. A la muerte del primero en

1880, la instalación seguirá en manos de la familia varios años más. Será una fábrica

menos ambiciosa que la diseñada por Juan de la Pedraja, con 200 telares, pero muy

rentable.

La Montañesa Textil sabrá sacar beneficio a las Guerras Carlistas, momento en

el que las fábricas textiles de la zona de Guipúzcoa tienen que cerrar, pero también va a

tener que hacer frente a situaciones complicadas, como por ejemplo la crisis agraria

española de la década de los setenta del siglo XIX y la Guerra Civil española5.

Desde 1938 la sociedad anónima propietaria contará con participación de capital

catalán (Valls Taberner), y por tanto el control total ya no será de la misma familia.

En las décadas de los cuarenta y cincuenta la fábrica va a funcionar a pleno

rendimiento, llegando a tener hacia 1953, unos cuatrocientos cincuenta obreros, de los

4 Según consta en la sección de sucesos del periódico La Ilustración, en su edición del día 8 de febrero de 1951. Esta misma noticia hace referencia a esta fábrica como «la gran fábrica de tejidos de algodón sobre las aguas del río Miera». 5 Esta etapa tiene la paradoja de ser el momento en el que mayor número de mujeres entra a trabajar a la fábrica, en ausencia de hombres. Asimismo, y según cuentan ellas mismas, la fábrica ganó mucho dinero con la fabricación de vendas.

5

cuales, trescientas van a ser mujeres. Es en esta década cuando la empresa pasa a manos

de capitales asturianos, comenzando el principio del fin de la misma.

La factoría de La Cavada cierra sus puertas el 8 de diciembre de 1965,

anticipándose a la fuerte crisis de los años 70, que afectará al sector textil y químico

principalmente, y que por tanto, dejará sin empleo a muchas mujeres, por ser estas las

que trabajen mayoritariamente en estos dos sectores.

Las obreras de la Montañesa Textil S.A. Características generales

Las condiciones de trabajo

Antes de iniciar este análisis sobre las obreras de la Montañesa Textil, cabría

hacer alguna puntualización previa.

A lo largo de todo el trabajo estoy haciendo referencia a estas mujeres como

“obreras”, y es porque ellas mismas se reconocen como tal. Este es el concepto que se

utilizaba para denominarles en aquella época, y hay que tener en cuenta que otros

conceptos, como el que hoy utilizamos, por ejemplo, de trabajadoras, son posteriores al

cierre de la fábrica.

Por otro lado este análisis hace referencia a las mujeres que trabajaron en la

empresa entre 1936 y 1965, año del cierre. La mayor parte de la información con la que

contamos nos la han aportado ellas mismas, las obreras de la Montañesa Textil, que a

pesar de contar con muchos años, muchas de ellas, conservan en su recuerdo una etapa

muy importante de sus vidas.

Pero hay que dejar claro que hubo otras muchas antes, a las que por desgracia ya

no tenemos acceso, y que seguro habrían aportado una información muy valiosa, al ser

auténticas pioneras en la comarca en el acceso al trabajo remunerado.

La característica más importante de La Montañesa Textil S.A. era que llevaba a

cabo todo el proceso de transformación del algodón. Desde su llegada en forma de

6

pacas a la estación de ferrocarril de La Cavada, donde existía un depósito de la propia

empresa, el algodón era tratado por completo y transformado en grandes piezas de tela

destinadas a usos diversos: «Durante la guerra la fábrica ganó mucho dinero haciendo

vendas. Se hicieron piezas de hasta cien metros»6.

A lo largo de todo el proceso (batán, cardas, hilatura, repasador, telares,

blanqueo y cuarto de las piezas) participaron las mujeres, que entorno a 1953 eran el

80% de la plantilla, unas 300. El motivo más claro para esta diferencia eran los bajos

sueldos que recibían las mujeres, así como la destreza de las mismas para desempeñar

trabajos delicados en hilatura y telares.

La mayoría de las entrevistadas comienza a trabajar con catorce años, estando

solteras. La legislación laboral de la época impedía que niños menores de esa edad

trabajasen en las fábricas.

Aunque hay que señalar que el obstáculo de la edad fue salvado por varias de

ellas, ya que hubo obreras que falsificaron su edad o mintieron con respecto a ella para

poder acceder a la fábrica:

Yo tenía trece años cuando empecé a trabajar, estaba a tres meses de cumplir

los catorce7.

Para poder entrar a trabajar a la fábrica dije que tenía catorce años, y en

realidad eran trece, porque no se podía trabajar hasta los catorce8.

Empecé a trabajar con trece años y cuando me he jubilado me he dado cuenta

de que no cotizaron por mí hasta pasados dos años9.

6 Entrevista a Concepción Secada Gómez (1923), que entró a trabajar en la fábrica en el año 1936, con 14 años, en telares y repasador. 7 Entrevista a Eloisa Vega Prada (1933), que trabajó 12 años en la fábrica en la sección de hilatura. 8 Entrevista a María Oslé (1929), que entró a trabajar en la fábrica en el año 1941, en la sección de telares y cepillo. 9 Angela López Maza (1940), entró a trabajar en la sección de prueba e hilatura, para pasar posteriormente a administración.

7

Entre las entrevistadas la media de años trabajados en la fábrica es de diez, si

bien es cierto que muchas de ellas dejaron de trabajar una vez que se casaron. Se nota

una clara diferencia entre las obreras de la primera etapa estudiada y las de la última.

Estas últimas trabajaron hasta el cierre, y durante el tiempo que estuvieron en la fábrica

se casaron y tuvieron hijos.

La mayoría de ellas tenía algún familiar trabajando en la empresa,

padres/madres, hermanos/-as, esposos, hijos/-as, llegando incluso a trabajar familias

enteras.

Dentro de la fábrica existían diferentes categorías profesionales, mayordomo,

maestro, encargado de sección, gerente…

Pero las obreras sólo contaban con dos categorías profesionales: aprendiza y

oficiala. Algunas, pocas, no pasaron de aprendizas, el resto, oficialas, no pudieron

promocionar más, ya que los puestos de responsabilidad estaban ocupados por hombres.

Todas las entrevistadas a la pregunta de quién ocupaba los cargos de responsabilidad,

responden que los hombres. Todas tenían un maestro por encima de ellas, incluso chicos

muy jóvenes y con bastante menos experiencia que ellas:

Yo tuve jefes muy buenos y tuve jefes que fueron unos.... Jefes muy buenos que

me tuvieron como oro en paño y otros que eran más soberbios y se tiraban más a la

gente mayor que a mí, que era una cría, cuando había que arreglar los telares10.

El salario: Las mujeres en la empresa ocupaban diversos puestos, trabajaban en

los telares, la hilatura, las cardas, las oficinas, la portería,… pero siempre, y según todas

las entrevistadas, ganando menos dinero: «El sueldo base de los hombres era superior

10 Mª Luisa Trueba Fernández (1947) cuenta en la entrevista que cuando alguna máquina se estropeaba la oficiala tenía que esperar a que llegase un maestro para arreglarla. De este modo se perdía tiempo y por tanto destajo.

8

al de las mujeres, aunque fuese ocupando el mismo puesto»11.

Otra de las entrevistadas hace referencia a una diferencia del 30% entre el sueldo

de un hombre y de una mujer, ocupando el mismo puesto.

El modo de pago era semanal. Cada obrera tenía un salario base y a este se

añadía el destajo12: «La primera semana como aprendiza cobré 3´75 pesetas, y la

primera semana a destajo cobré 11 pesetas»13.

Esto es lo que ganaba una obrera en el año 1936, pero los sueldos, como todo,

mejoran con el paso de los años. Las obreras que trabajaban al cierre de la fábrica, en el

año 1965, ganaban unas trescientas cincuenta pesetas a la semana. Las pagas extras eran

dos, en junio y en Navidad. Años después la de junio se traslada al 18 de julio14.

Los turnos de trabajo: a este respecto hay que tener en cuenta que durante el

período de la guerra sólo se trabajaba cuando el algodón podía llegar a la fábrica,

existiendo un único turno de ocho de la mañana a cinco de la tarde, con descanso de una

hora para comer.

En poco tiempo se establecen tres turnos de lunes a sábado: de seis de la mañana

a dos de la tarde, otro de dos a diez de la noche y el último, de diez de la noche a seis de

la mañana. Este último prácticamente desaparecerá salvo en momentos de gran

producción. El domingo se descansaba. Asimismo ya avanzados los años, la fábrica

cerrará unos días en agosto por descanso.

El compañerismo: la mayor parte de las entrevistadas coincide en señalar el buen

ambiente que existía entre los empleados y empleadas de la fábrica. Ellas, al ser

mayoría, crearon un vínculo de afecto y solidaridad, no exento de tensiones en

determinados momentos, sobre todo durante la guerra:

11 Eloisa Vega Prada comenta que su marido ganaba más dinero en el mismo puesto que ella. 12 El destajo es una prima a la productividad. Las máquinas llevaban colocados unos dispositivos que calculaban la productividad en cada turno. Se apuntaban los datos de estos marcadores y se pagaba en relación a ellos. 13 Concepción Secada Gómez. 14 Fecha que coincide con la conmemoración del Alzamiento Nacional.

9

Una obrera de la fábrica me denunció porque no quise apuntarme a la Falange,

yo no sabía lo que era eso, mi madre había muerto y yo entré a trabajar. Apenas

salíamos de casa porque estábamos de luto, entonces el luto duraba mucho tiempo. Me

metieron a la cárcel y estuve allí año y medio, dos años15.

Se notaba envidia a la hora de cobrar los destajos16.

Cuando moría alguna compañera o familiares, entre todas reuníamos dinero

para poder pagar los gastos del entierro. No se pagaban las flores como ahora17.

El papel de la Iglesia Católica: este va a ser un elemento a tener en cuenta. Las

entrevistadas recuerdan cierta influencia de la Iglesia en la marcha de la fábrica. El

régimen político de la época permitió elementos de catequización dentro de los turnos

de trabajo. Recuerdan como, cuando Las Misiones18 visitaban el pueblo dentro de sus

giras por la región, llevaban a cabo charlas en el patio de la fábrica destinadas a los

obreros y obreras. A estas charlas se tenía que asistir obligatoriamente.

Por otro lado es fácil recordar la asistencia y bendición del párroco en las

inauguraciones de maquinarias, celebraciones…

La emigración: un hecho a tener en cuenta en este apartado es que podemos

observar una diferencia considerable en los procesos migratorios de los municipios del

entorno de Riotuerto. Si comparamos los censos de población de Arredondo, Ruesga,

Ramales de la Victoria, Riotuerto, Entrambasaguas y Solórzano, todos próximos entre

ellos, podemos apreciar un comportamiento diferente entre la emigración femenina. En

15 María Fernández Lavín (1917), entró a trabajar con 20 años, y trabajó allí 22 años, a pesar de pasar casi dos años en la cárcel entre medias. 16 Margarita Marañón Canales (1918), entró a trabajar en el año 1936 y trabajó 22 años en los telares. 17 Concepción Secada Gómez. 18 Frailes, generalmente capuchinos, organizados en grupos, visitaban las iglesias, colegios, centros de reunión… catequizando a la población.

10

el caso de Riotuerto existe un sesgo claro entre la salida de hombres y mujeres, siendo

muy pronunciado con respecto al resto de municipios. Estamos hablando de que en

torno a 1920 había en Riotuerto un 61´70% de mujeres frente a un 38´30% de hombres.

En el resto de municipios el porcentaje rondaba el 55% de mujeres frente a un 45% de

hombres. Por lo tanto podemos decir, que si bien es verdad que muchos hombres

emigraron a América en estos años, fueron muchas las mujeres que decidieron quedarse

en el pueblo, probablemente aprovechando la oportunidad que les brindaba la fábrica.

Asimismo, a finales de los años 50 y ya en los 60, se observa la llegada de

muchas familias emigrantes, sobre todo de Cáceres (Aldeacentenera y Santiago de

Alcántara), Burgos, Cataluña,… estos últimos eran obreros y obreras especializados, ya

que Cataluña era un enclave fundamental del desarrollo textil en España. Este fenómeno

se debe a la falta de mano de obra en la comarca, sobre todo de mujeres.

Su influencia fue muy grande en el conjunto de la población, donde podemos

observar un fuerte crecimiento entre la década de los 50 y 60. Estas familias, numerosas

en la mayoría de los casos, llegaban con contrato de trabajo y vivienda. Una vez que se

cierra la fábrica muchos tienen que emigrar de nuevo, produciéndose un claro descenso

de la población.

Los derechos laborales

Es difícil hablar de derechos laborales en una etapa en la que si los derechos de

las personas en general y obreros en particular estaban muy limitados, qué decir tienen

los de las obreras. Pero sí se pueden detallar algunos de los logros en la consecución de

sus derechos.

Para ello voy a dividir este punto por temas y épocas.

El descanso en la jornada laboral: los turnos de trabajo de ocho horas incluían un

descanso de media hora que coincidían con el desayuno y la merienda. La mayoría de

11

ellas han contado cómo al trabajar a destajo comían con las máquinas en marcha para no

perder tiempo ni productividad. Eso cuando había algo que comer, porque por ejemplo

una de ellas hace mención a la borona19 como algo excepcional, otra nos cuenta que

calentaban la leche en la caldera de la máquina de vapor, y que un día se le cayó al suelo

y no pudo comer nada porque lo que traían las demás no daba para repartir. Asímismo

otra, cuya hermana regentaba una pequeña tienda en Ceceñas, nos cuenta que:

Algunas de las obreras que pasaban por allí camino de la fábrica, compraban

un “quesuco” de pasiega y se llevaban la mitad para no comérselo entero y recogerlo

al día siguiente 20.

Lo cual indica las dificultades por las que atravesaban las familias en la época.

Una de las entrevistadas de mayor edad recuerda un amotinamiento en la década de los

treinta, protagonizado por tres mujeres que defendieron su derecho a no tener que

recuperar esa media hora después de cada jornada, tal y como pretendía la empresa:

(…) entonces hubo tres que se negaron y fueron por las máquinas hablando con

todas. A las diez en punto se pararon las máquinas y dejamos de trabajar, entonces

Pedro Ylla, que era el director, bajó por el puente en pijama y entró por la puerta y

nadie se movió del sitio. Preguntó quien no quería trabajar y le contestaban las que

estaban abajo ¡NINGUNA!, y ahí caminaba él para abajo y preguntaba que quien es la

que no quería trabajar y las de arriba decían ¡NINGUNA! Era todo compañerismo. Y

al otro día llevaban presas a esas tres… y entonces salieron tres y dijeron: las mujeres

mayores no van a la cárcel que para eso estamos las jóvenes, que no han hecho ningún

crimen…. entonces no se las llevaron, pero querían llevarlas…21.

19 Masa hecha de harina de maíz, agua y sal, cocida en casa en el llar o encima de la cocina económica. 20 Leandra Trueba Cabarga (1936), trabajó en la administración de la fábrica desde los 16 años.

12

Observamos por tanto como sus actos solidarios denotan el surgimiento de una

conciencia de grupo, que si bien no es percibida por ellas mismas, si se puede reconocer

por sus actuaciones.

El matrimonio: la mayoría del grupo de las mujeres mayores (80 – 90 años)

dejaron de trabajar al casarse, observamos por tanto una tendencia tradicional de la

sociedad de la época que limita el espacio de la mujer casada al ámbito de lo doméstico.

Bien es cierto que la mayoría de ellas lo veían de manera natural y además les suponía

“mejorar su consideración pública”. Nos referimos a esto porque muchas de las mujeres

de este grupo tenían la sensación de que su condición de obreras no les beneficiaba, más

bien era una oportunidad de ayudar en casa en una época marcada por la Guerra Civil y

la posguerra.

Esta situación cambia a medida que la edad de las mujeres desciende, existen

ejemplos de mujeres de entre 70 y 80 años que se casan estando trabajando y continúan

en la fábrica. Una tendencia normal ya entre las obreras de la última etapa de la

Montañesa Textil (años 60).

Algunas recuerdan que al casarse la fábrica les concedió diez días de vacaciones

y una paga extraordinaria.

Los hijos/-as: algunas de las entrevistadas fueron madres durante su etapa en la

fábrica, y de estas hubo quien dejó su trabajo cuando tuvo el tercer o cuarto hijo, y es

que la empresa no ponía impedimento a la maternidad, si bien es cierto que las mayores

recuerdan que apenas usaban unos días para recuperarse del parto. El motivo

probablemente sea el arma de doble filo en el que se convertía la legislación vigente,

que por un lado prohibía trabajar a las mujeres en las tres semanas posteriores al

alumbramiento, conservándoles su puesto, pero por otro lado sin sueldo. La necesidad

de la época lleva a estas mujeres a incumplir la ley, incorporándose a su puesto de

21 Concepción Secada Gómez.

13

trabajo antes de tiempo.

No será hasta más adelante, y con una situación económica más normalizada,

que las mujeres puedan disfrutar de más días de descanso antes y después del parto.

Recuerdan que recibían puntos por cada hijo o hija. Este sistema de puntos suponía una

paga adicional en el sueldo semanal hasta que el niño o niña cumpliese los catorce años.

Hay que hacer mención a lo injusto de esta medida ya que en caso de que los dos padres

trabajasen en la fábrica, será el padre el que reciba dicho complemento.

La Montañesa Textil facilitaba la lactancia materna, tal y como establecía la ley,

concediendo un descanso de media hora cada tres a las madres, que disponían de un

cuarto donde poder alimentar a sus bebés. Las que fueron madres y obreras nos cuentan

que el familiar que se quedaba al cargo de sus hijos se desplazaba hasta la fábrica para

que ellas pudieran amamantarles. Una de ellas recuerda una anécdota que le sucedió en

uno de estos permisos, cuando el portero no le dejaba salir hasta su casa. Se enfrentó a

él y se fue a amantar a su hijo. Al regresar nadie le dijo nada.

Muchas de ellas renunciaban a este derecho, ya que aunque no perdían el salario

si perdían el destajo.

Días festivos y vacaciones: a lo largo del año había varias fiestas, algunas de

ellas recuperables, es decir se trabajaba un cuarto de hora más cada día hasta recuperar

toda la jornada.

Los domingos no se trabajaba, pero ese día tampoco se podían hacer otras

labores, y se multaba a la gente que las hacía.

Las mayores no recuerdan que hubiera vacaciones hasta cerca de los años

cuarenta, cuando el funcionamiento de la fábrica se regularizó. En ese momento les

concedieron una semana. Más tarde el período vacacional se amplía a quince días en

agosto, mes en el que la fábrica cierra por descanso.

La Montañesa Textil cerró el ocho de diciembre de 1965 dejando en la calle a

14

unas cuatrocientas personas, la mayoría mujeres:

Al salir los del turno de tarde, a las diez, cerraron las puertas, y cuando

quisieron entrar los del turno de mañana se encontraron las puertas cerradas. Fue un

cierre sin avisar, la fábrica estaba a pleno rendimiento. Nadie se lo esperaba.22.

Se acuerdan de intentos de manifestación y protesta a las puertas de la fábrica y

de la casa de su director los días siguientes al cierre y que no obtuvieron resultados, ya

que el sistema no permitía estos actos reivindicativos. Estos movimientos fueron

promovidos por varias obreras que veían peligrar su futuro. En este punto cabe destacar

la opinión de una de las obreras entrevistadas que declara que uno de los problemas de

una mayor falta de reivindicación era la existencia de obreros mixtos23 dentro de la

Montañesa Textil. El hecho de que muchos tenían asegurada la subsistencia de sus

familias con algo de ganado y productos del campo, permitió cierto conformismo.

La mayoría de las entrevistadas que trabajaron al cierre recuerdan haber cobrado

el paro durante seis meses.

Por otro lado la empresa cotizó por todos sus empleados lo que favoreció que

muchas mujeres pudieran cobrar el SOVI24 una vez cumplidos los sesenta y cinco años,

y que permitió más tarde a las mujeres que siguieron trabajando poder sumar años de

cotización y acumularlos a lo ya cotizado.

La gestión de la economía

Antes de entrar a analizar cómo las obreras administraban sus salarios

22 Paulina González Ramiro (1940). Ella y su marido trabajaban en el momento que se cerró la fábrica. 23 Son aquellos, que trabajando en las nuevas fuentes de riqueza, no abandonan definitivamente el trabajo agrícola. 24 Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez. Es un régimen residual que se aplica a aquellos trabajadores y sus derechohabientes que, reuniendo los requisitos exigidos por la legislación del extinguido régimen, no tengan derecho al actual sistema de la Seguridad Social.

15

tendríamos que pensar en la etapa histórica en la que nos encontramos. La Montañesa

Textil permaneció abierta alrededor de ciento veinte años, lo que nos tiene que hacer

pensar que son muchas las generaciones de mujeres que pasaron por ella, y muchas las

situaciones económicas por las que atravesaron cada una de ellas. Sólo contamos con la

información de aquellas que trabajaron entre 1936 y 1965, treinta años de diferencia y

muy diferentes, pero con todo y ello hay pautas que se repiten en cada momento.

Las mujeres solteras que trabajaban en la fábrica entregaban su salario semanal

íntegramente en sus hogares, y casi la totalidad de ellas a sus madres, por ser estas las

que administraban la economía del hogar. Estas últimas eran las que repartían el dinero,

compraban, ahorraban… Una de las entrevistadas comentó que:

Los dos trabajábamos en la fábrica y estando a punto de casarnos decidimos

ahorrar un poco de dinero. Cuando mi cuñada se enteró nos echó una reprimenda,

porque su obligación era entregar todo el dinero25.

Yo entregué el último sueldo completo en casa antes de casarme. Empezamos a

vivir de casados con doscientas pesetas que tenía él ahorradas26.

Una de las empleadas en la administración de la fábrica comenta que:

Se entregaba en casa pero ni trabajando todos alcanzaba. Era poco dinero.

Hoy en día en la casa donde entran varios sueldos se vive bien, eso no pasaba antes.

Era una miseria lo que se cobraba27.

Las mujeres casadas lo administraban ellas mismas. El cómo lo hacían era

25 Mª Luisa Cobo Teja (1934). 26 Eloisa Vega Prada. 27 Leandra Trueba Cabarga.

16

diferente en cada caso. Por poner varios ejemplos nos encontramos con: el estraperlo,

muy común durante la guerra y la posguerra. Este sistema facilitaba el acceso a

productos que no se encontraban en el mercado, y además no pasaban por el

racionamiento. Pero se pagaba un alto precio por ellos. También existía el trueque. Cada

uno cambiaba lo que tenía por lo que necesitaba, y las obreras podían cambiar retales de

tela, que se les vendía más barata, por productos de primera necesidad.

Otro sistema de compra era por plazos o bien fiando. Una vez que se cobraba se

pagaba lo que se debía. Más adelante comenzó la compra de cupones para canjear en

diferentes comercios de Santander.

Como curiosidad destacada está un sistema de comprar productos caros e

inaccesibles en los momentos descritos. Nos referimos a que la fábrica facilitó a sus

obreros y obreras la adquisición de bicicletas Orbea y máquinas de coser Alfa. El

sistema de pago fue descontar de sus sueldos una parte hasta terminarlos de pagar.

Varias de las entrevistadas se beneficiaron de este sistema que facilitó un poco sus

vidas:

Nos descontaban cinco pesetas del sueldo de la semana hasta que

terminábamos de pagarla. Un día me dijeron que lo de las bicicletas se había

terminado, que habían traído máquinas de coser28.

Mi madre no me dejó comprar la bici ni la máquina para que no me empeñara.

Será que se necesitaba todo el dinero29.

El pueblo de La Cavada les ofrecía a todas ellas muchas posibilidades, y acceso

a varios recursos comerciales y de ocio. El pueblo, según recuerdan con cierta nostalgia,

28 Concepción Secada Gómez. 29 Margarita Marañón Canales.

17

contó en algún momento con: panadería, comercios de comestibles, sastres, modistas,

bares, carnicerías, zapateros, barberos, peluqueras, droguerías, dentista, médico,

practicante, farmacia, ferrocarril, pescadoras,… un mercado dominical, cine y salón de

baile, a los que acudían vecinos de otros pueblos del entorno. En definitiva, se trataba

de un pueblo en auge, que vio en poco tiempo como, y tras el cierre, su futuro se

oscurecía.

La gestión de los tiempos

La vida de los obreros y obreras giraba entorno a los turnos de trabajo en la

fábrica. Como ya hemos indicado en las condiciones de trabajo los turnos eran tres: de

dos de la tarde a diez de la noche, de diez de la noche a seis de la mañana y de seis de la

mañana a dos de la tarde:

Cuando entré a trabajar en 1936 se trabajaba tres días a la semana en horario

de ocho de la mañana a cinco de la tarde, con una hora para comer, al poco tiempo

pusieron jornada de lunes a sábados y a turnos de mañana y tarde30.

El turno de noche lo quitaron pronto porque no era rentable, nos quedábamos

dormidas a las tres de la mañana31.

Este es el testimonio de dos de las entrevistadas con más edad que comenzaron a

trabajar el mismo año. Asimismo relatan que los tiempos y horarios laborales estaban

condicionados por los momentos de llegada de la materia prima, el algodón, cuyo flujo

de entrada a las fábricas se veía dificultado por la coyuntura de la guerra civil. De esta

manera los ritmos de trabajo eran a menudo irregulares. Ellas, conscientes de la

30 María Fernández Lavín. 31 Concepción Secada Gómez.

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situación que atravesaba el país, reconocen ahora el perjuicio y los momentos duros por

los que atravesaron: «(…) cuando llegaba el algodón sonaba la sirena y así sabíamos

que podíamos ir a trabajar»32.

En cuanto al tiempo que las mujeres invertían en el desplazamiento a la fábrica

podemos interpretar que era mucho, pues las mujeres más mayores recuerdan que no

contaban con ningún medio de locomoción y por tanto tenían que desplazarse a pie,

independientemente de las inseguridades que estas mujeres pudieran encontrar o las

inclemencias del tiempo a las que se vieran expuestas. La mayoría de ellas, además, se

desplazaba desde muy lejos a trabajar a la fábrica. Las que vivían en el municipio se

desplazaban desde Rucandio, Barrio de Arriba, Revilla, Arronte, La Lombana,… y

aquellas que lo hacían desde fuera del municipio lo hacían desde Santa Marina,

Navajeda, Ceceñas, Hermosa, Los Prados (Liérganes). Estamos hablando de entre

cuatro y seis kilómetros de ida y otro tanto de vuelta: «Hubo un tiempo en que todas las

mujeres trabajábamos allí, los hombres estaban en la guerra. Te puedo decir cuantas de

cada casa»33.

Esto suponía tener que madrugar mucho por las mañanas para entrar al turno de

las seis y llegar muy tarde cuando se salía a las diez de la noche.

Con los años la situación cambia un poco. La fábrica había facilitado la

adquisición de bicicletas y algunas de las obreras ya contaban con ellas. Pero aún así

eran muchas las que siguieron yendo a trabajar andando.

Más adelante aparecen las motos.

Hay un aspecto claro en todas ellas y es el sentimiento de inseguridad en los

desplazamientos. A las largas distancias a pie hay que añadir la oscuridad y las malas

comunicaciones:

32 Concepción Secada Gómez.

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Se iba andando, yo desde el barrio de Las Losas, subía por la mies de Higares

para ir con las compañeras porque tenía miedo. Me asustaban hasta las yeguas que

estaban paciendo cuando sacudían las orejas porque parecía que me seguían34.

Se hacían grupos a lo largo del camino que daban seguridad a las mujeres en

momentos complicados:

Una noche nos juntamos cincuenta, mujeres todas, los hombres estaban en la

guerra…., bajábamos candil, no había linterna… Y aquí encendieron una luz muy

grande…, fue muy comentado, el farol no alumbraba eso, y del susto desde aquí hasta

el Santuario nadie dijo nada. Más tarde nos enteramos que eran los emboscados que

bajaban del cementerio hasta la casa donde se escondían35.

Cuando más miedo pasaba era cuando acampaban los gitanos en la iglesia de

Navajeda. Esa temporada daba un rodeo por el cementerio para no encontrarme con

ninguno36.

Yo con trece años bajaba sola desde Socastillo hasta la fábrica con un farol37.

Otras eran acompañadas por sus maridos hasta el punto de encuentro con el resto

del grupo.

Estos testimonios nos hacen ver las dificultades por las que atravesaron, en un

momento de inestabilidad y de falta de seguridad. Cualquier guerra, pero sobre todo una

como la que se estaba desarrollando en nuestro país, deja en situación de desamparo a

los grupos sociales más débiles, en este caso concreto las mujeres. Muchas de las

33 Concepción Secada Gómez. 34 Margarita Marañón Canales. 35 Concepción Secada Gómez. 36 Angela Gómez Zorrilla (1933).

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mujeres del municipio, al igual que las de otras zonas del país, además de quedarse

solas por el reclutamiento de hombres por ambos bandos, tuvieron que hacer frente al

sostenimiento de sus familias, y en este caso entrar a trabajar en la Montañesa Textil. El

sentimiento de inseguridad crea un sentimiento de solidaridad, o como hoy definimos a

través del concepto sororidad. La hermandad entre mujeres, el hecho de que entendieron

que unidas, aliadas, podían enfrentarse al peligro que las acechaba a todas por igual.

Más adelante las cosas van mejorando, va apareciendo la luz en las calles, los

caminos se van arreglando y muchas mujeres cuentan con bicicletas. Asimismo otras

muchas van a vivir en las casas construidas para las familias que trabajaban en la

Montañesa Textil.

Son las más jóvenes las que recuerdan otro tipo de anécdota: «Veníamos de las

verbenas directamente a trabajar»38

Dentro de la fábrica, el trabajo a destajo permitía sacar rentabilidad al tiempo a

la obrera con más habilidad o mejor máquina. Así mismo y en alguna de las secciones

(telares e hilatura), el uso de las máquinas siempre por las mismas mujeres a distinto

turno, permitía, que en el caso de que el relevo no llegara a la hora o se ausentase, la

obrera que estuviera allí pudiera ampliar su jornada y por tanto su destajo.

En cuanto al aspecto de la doble jornada o de la conciliación familiar y laboral,

hay que distinguir dos grupos, las casadas y las solteras.

Las solteras, que como ya hemos señalado, entregaban el sueldo en casa, estaban

obligadas a desempeñar las tareas domésticas, no sólo porque eran las mujeres las que

se encargaban de realizar este tipo de tareas sino porque muchas de ellas pertenecían a

familias que trabajaban al completo en la fábrica. A estas hay que sumar la

responsabilidad del cuidado de familiares (hermanos/-as, ancianos/-as y enfermos/-as).

37 María Oslé. 38 Gregoria Galavís Corchado (1945), fue obrera hasta el cierre. Además de emigrante procedente de Santiago de Alcántara (Cáceres).

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Asimismo se trabajaba en el campo, los obreros y obreras mixtos de quienes se ha

hablado anteriormente.

Se trabajaba en los huertos, el cuidado de animales, la siega de los campos…

Incluso se sabe de obreras, que una vez finalizado su turno de trabajo y en época de

cosecha, trabajaban recogiendo fruta, maíz, hierba… para otras familias del pueblo.

Queda de esta manera manifestado el problema de la carga de trabajo que

recibían estas mujeres, y que a pesar de ser obreras remuneradas y con determinados

derechos laborales, contaban con una doble jornada cargada de trabajo y esfuerzo.

Algunas de las solteras, muy jóvenes cuando empiezan en la fábrica, acudían, las

tardes que no tenían que trabajar, a la escuela para aprender lo que en aquel momento

era considerado “labores propias de su sexo” (coser, bordar, repasar, cocinar, tender

ropa…)39.

El sistema instalado en la sociedad dejaba claro cual era el espacio que debían

ocupar las mujeres, el privado, frente al espacio público destinado a los hombres. Una

contradicción más del propio sistema, que permitía por ejemplo que las niñas trabajasen

en las fábricas, por la sencilla razón de que era mano de obra muy barata.

El mayor problema lo tenían las casadas, que además de cumplir sus turnos de

trabajo en la fábrica, debían de hacerse cargo de los hijos/-as, de la organización del

hogar, de la administración del dinero, de las compras y de todo lo mencionado

anteriormente. Porque una cosa estaba clara, existían trabajos exclusivos de las mujeres.

Y en eso coinciden todas las entrevistadas. Si nos ponemos a mencionar algunos de

estos trabajos conseguiríamos una lista sin final, pero sí vamos a citar algunos, que por

esenciales para el buen funcionamiento del hogar, si sorprenden en la actualidad. Uno

39 Las Escuelas Nacionales, hoy Colegio Público Leopoldo y Josefa del Valle, fundado en 1887 por José del Valle y Pedraja y pariente del fundador de la Montañesa Textil S.A., facilitaron la educación gratuita a los niños y niñas del municipio. Así mismo facilitó a los jóvenes que ya habían terminado sus estudios obligatorios, clases gratuitas de dibujo técnico, matemáticas… y a las muchachas lo antes indicado. Por otro lado se preparaba de forma gratuita a aquellos chicos y chicas que querían presentarse a las pruebas de acceso a grados superiores.

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de ellos es el abastecimiento de agua a las casas. Hay que tener en cuenta que en

aquellos años sólo había agua en las fuentes públicas y que se transportaba a las casas

en cántaros o, más adelante, calderos. Para lavar la ropa las mujeres también usaban los

lavaderos públicos:

Un domingo que estábamos lavando la ropa en el río, mi hermana y yo, nos

multaron porque estaba prohibido en fiesta. Y claro, era la bata que teníamos que llevar

al día siguiente a trabajar, no teníamos otra40.

Conclusiones

De la realización de este trabajo se pueden extraer varias conclusiones que

pueden explicar lo que supuso para estas mujeres trabajar en una industria como La

Montañesa Textil S.A.

Para comenzar las mujeres ocuparon los puestos de los hombres cuando estos

tuvieron que ir a la guerra, manteniendo la fábrica abierta y consiguiendo un salario

para sustentar a sus familias en momentos muy difíciles. Es en esta etapa cuando las

obreras son “mal consideradas” socialmente, o así se sienten ellas. Eran las pobres de

una sociedad clasista a las que no les quedó más remedio que trabajar desde muy

jóvenes para no ser una carga familiar. De ahí que la mayoría dejan de trabajar después

de casarse. Esta consideración va cambiando a lo largo de los años, convirtiéndose en

privilegiadas aquellas mujeres que consiguen entrar a trabajar, a pesar de lo complicado

que va a ser en los últimos años. Su trabajo comienza a valorarse más.

El trabajo en las fábricas, como hemos señalado antes, facilitó a las mujeres un

salario y unos derechos laborales, aunque no una emancipación real. El sistema

patriarcal establecido en la sociedad impedía a las mujeres desvincularse del modelo

tradicional, continuando relegadas al ámbito de lo doméstico, mientras el hombre

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disfrutaba del ámbito público. El trabajo de la mujer fue considerado durante mucho

tiempo un complemento a la economía del hogar, siendo prescindible en cualquier

momento, mientras que el del hombre debía de permitirle su función de mantenedor de

la familia.

Dentro de la fábrica sus aspiraciones acababan cuando lograban llegar a

tejedoras. Este era el cargo más alto al que podían promocionar, salvo alguna excepción

en la administración.

Los motivos por los que las mujeres se incorporaron de forma masiva en la

industria son variados pero sencillos. Son industrias que han requerido de mano de obra

abundante y barata. Las mujeres y los niños/-as van a ocupar ese espacio que va a

generar la industria, y que no se puede completar sólo con hombres. Por lo general las

mujeres cobrarán sueldos más bajos y va a ser un grupo poco reivindicativo, que va a

trabajar duro, en peores condiciones y sin aspiraciones de progresar. De esta situación

van a ser responsables los diferentes estados, que por un lado van a promocionar una

imagen de mujer ideal, ama de casa y madre de familia, y por otro lado van a permitir, a

través de diferentes legislaciones, esta situación de desigualdad.

Todas, con la perspectiva que da el tiempo, son conscientes de lo privilegiadas

que fueron al poder trabajar en La Montañesa Textil S.A. a pesar de las diferentes

circunstancias.

40 Fermina Puente (1924).