paradigmas y estrategias en antropologia simbolica

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PARADIGMAS V ESTRATEGIAS EN ANTROPOLOGIA SIMBOLICA Primera edici6n: Mayo de 1987 Portada: Jose Luis Carmona Pieza arqueol6gica de portada: Cantara antrapomorfo condorhuasi © AVlLU S.R.L. Sede: Defensa 788 1065 - Buenos Aires. Postal: Casilla 227. SUG.1 1401 - Buenos Aires Argentina Todos fos derechos reservados Hecho ef deposito que marca la ley 11.723 lmpreso en la Argentina I.S.B.N. 950-560-043-7

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Carlos Reynoso - paradigmas y estrategias en antropologia simbolica

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PARADIGMAS V ESTRATEGIASEN

ANTROPOLOGIA SIMBOLICA

Primera edici6n: Mayo de 1987Portada: Jose Luis CarmonaPieza arqueol6gica de portada: Cantara antrapomorfo condorhuasi

© AVlLU S.R.L.Sede: Defensa 788

1065 - Buenos Aires.

Postal: Casilla 227. SUG.11401 - Buenos AiresArgentina

Todos fos derechos reservadosHecho ef deposito que marca la ley 11.723lmpreso en la ArgentinaI.S.B.N. 950-560-043-7

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1. Enfoque psico16gico 0 cognitivo . . . . . 212. Enfoque ret6rico 0 expresivo 393. Enfoque posicional 0 sintactico 544. Enfoque semi6tico 0 comunicacional . . . . . 645. Enfoque cripto16gico 0 hermeneutico .... 796. Enfoque interaccional 0 socio16gico . . . . .. 1037. Enfoque holistico 118

IV. Esquema sistematico de la antropologia sim-b61ica 153

V. Bibliografia basica de antropologia simb6lica 157

VI. Bibliografia complementaria 169

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I. LOGICA Y ESTRUCTURADE LOS ENFOaUES SIMBOLISTAS

Gorresponde preguntarse primero si es que existeen realidad algo asi como una antropologia simbolicainstituida y autoconciente, y recien despues, en caso afir,.mativo, indagar su historia, su aporte y su estructura.Keith Parry (1979 :956) ha llegado a decir de la antro-pologia simb6lica que "constituye un campo amodo",mientras que Martin Silverman (1983 :178) sostiene quenose trata mas que de un rotulo que designa a un "con-junto indefinido" de especialidades. Melford Spiro, porsu parte, va todavia mas lejos cuando dictamina que no hayrazones para distinguirla del cuerpo de la antropologia cul-tural (1969 :211-212). Todas estas aseveraciones, amen decontrovertibles, entrafian en mayor 0 menor medida laesperanza ingenua de que las caracterizaciones y los Ii-mites emerjan automaticamente del objeto. Por igualrazon, las mas recientes resefias historicas de la antro-pologia han encontrado soberanas dificultades para tra-tar las estrategias simbolistas en terminos mas 0 menosunitarios, y algunas veces han preferido soslayarlas 0minimizar su impacto (d. Harris, 1978, 1982; Kuper, 1972;Voget, 1975; Leaf, 1979).

El caso es que la antropologia simb6lica parece cons-tituir una modalidad de indagaci6n que, a contrapelo de10 habitual, se define por su objeto (el simbolo) mas quepor sus metodos 0 por sus teorias. Lo cual no obsta, cier-tamente, para que en ocasiones se haga referencia a ella

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como si constituyera una escuela 0 una corriente teoricade la misma entidad que, pOl' ejemplo, la antropologiaeognitiva, el evolucionismo 0 el materialismo cultural.'Quede desde ahora expllcito que la antropologia simbo-lica no conforma, de ninguna manera, un "paradigma".en el sentido kuhniano de "matriz disciplinaria", carac-terizado POI' un conjunto de principios 0 POl' una seriede modelos a titulo de denominador comun, sino que esnitidamente otra cosa, un ente complejo que nos imponedemarcarlo de a pOCO.

Subyacente a todo el espacio teorico de la antropolo-gia simbolica se encuentra una concordancia en un inte-res especifico POl' un objeto elusivo, que no es otro que.el simbolo. Esta concordancia no es inocente, y no im-plica una particion epistemologica meramente practicaen beneficio de un foco concreto (como seria el caso de laantropologia politica 0 de la antropologia economica),sino una definicion sesgada y fragmentaria de 10 quela cultura es. Si existe un acuerdo mas alla de la pura,elecci6n del simbolo como polo magnetico del discurso,ese acuerdo consiste en considerar la cultura como siste-ma de simbolos y significados compartidos y en concebirla antropologia como el estudio de ese sistema.

Tenemos entonces una (re) definicion de la culturamas 0 menos voluntariamente restrictiva y clausurada,inscripta a proposito en un territorio ideo16gico proclive:a las efusiones idealistas y al mentalismo, aunque empi-ricamente variable en cuanto a 10 que la cultura abarcao excluye. Aqui se presenta la primera discrepancia in-terna: porque mientras que para algunos simbolistas ladimension material, tecnologica, ecologica 0 economicaforma parte de la cultura (si bien generalmente a tituloprecario 0 como variable subordinada), para otros, todo 10material y aun la conducta humana misma constituyen,obstaculos, interferencias 0 ruido con respecto a 10 que'en verdad importa. Marshall Sahlins seria un ejemplode aqueIIos; David Murray Schneider es el abanderadode estos.

Pero aunque resulte insolito, esta discordancia nomarca, en el ambito de las tendencias simbolicas, ningunaescision fundamental, ni sirve de base a nniguna disyun-tiva que pudiera plantearse en su interior como catego-rica 0 excluyente. Se puede seguir siendo simbolista yasea que se rechace 0 que se incorpore en el estudio quese emprenda la realidad concreta que rodea al simbolo.

Es POl' esta especie de atipicidades que las cronicasreflexivas de la disciplina no han sabido tratar adecua-damente el problema de la antropologia simh6lica comouna variante discernible dentro de ella misma. Se diriaque ni siquiera han habido intentos serios en el propositode delimitarla, 0 de explicitar su diferencia con estrate-gias limitrofes de contextura conocida, como el estructu-ralismo, el interaccionismo simbolico 0 la fenomenologia.

Un enfoque secuencial 0 diacronico de estos asuntos,hubiera sido a todas luces improduetivo: no hay un dog-ma simbolista que surja en un momento determinado,fundando la antropologia simb6lica como idea, ni una 01'-todoxia que se coagule en torno suyo, ni un desarrollolineal 0 ramificado, ni una apoteosis, ni una decadencia,ni un colapso, sino un amontonamiento que se consuma-a escala hist6rica- en apenas un instante. La mismadeslumbrante variedad en el tratamiento del objeto y enlas posiciones ideo16gicas que ese tratamiento deja tras-lucir puede alentar, POl' un momenta, la sospecha de quela antropologia simb6lica no existe, 0 que si existe es enultimo analisis indefinible.

De hecho, exista 0 no (y habra que optar pOl' 10 pri-mero si pretendemos conocerla), 10 concreto es que seha resistido no s610 al trazado de su cronica, sino tam_bien a una caraeterizaci6n de sus variedades que avanceun paso mas alla de la trivialidad. Los intentos de defi-nirla mas 0 menos globalmente y de dibujar su articu-lacion intima (Sperber, 1974; Rossi y O'Higgins, 1981 :133-138; Colby, Fernandez y Kronenfeld, 1981; Munn, 1973;Turner, 1975; Umiker-Sebeok, 1977; Singer, 1978;Schwimmer, 1978; Jarvie, 1976) acostumbran dejar de la-

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do ,10 ,qUO In buc~a 16gica exige, dejandose ofuscar por laOXCOHI VLL comple.)Idad de 10 real: las pocas "tendencias in-(,ornuH" que se han propuesto, se solapan mas de 10 que1'10 c~)mplementan, se inventan mas que se recuperan. apltrtIr de 10 dado, y abusan tanto del recurso del "etce-(,~mL" como de las categorias miscelaneas. Como corola-I'!O, gra~ parte del campo queda fatalmente sin cubrir yHill exphcar.

Lo que aqui vamos a postular es una caracterizaci6nt~nto, ~e las variantes historicamente dadas en el estudioslmb,o!lcO, como de las posibilidades 0 potencialidadesmod~h~as de dicha indagacion, en un cuadro que sea tan-to faetlCamente real como logicamente fundado: un es-quema, en otras palabras, que permita trazar las coorde-nadas de 10y~ cons.umado y de 10 que pudiera plantearseen el fut~:o. mmedmto, e~tableciendo algo asi como unatabla p.erlOdlCa del estudlO de la simbolicidad. Lo quese per,slg~e es" e~ fin, construir el protocolo de una me-tat~orIa slstem~tlCa que no resulte impugnada por el con-temdo de los hbros que no conocemos, ni se yea abolidacuando Tl;lrner ? Leach cambien nuevamente de idea, yque, aI, mlsmo tIempo, al presentar un orden, signifiquealgo mas que una glosografia 0 una critica.

Nuestra caracterizacion no obedece a la logica de lasfases 0 de los periodos, una aventura que ya se intentoy que .ha.pr.~ba?o. s~r esteril; ni tampoco se conforma conuna dlStmclOn mlClal de tacticas emic por un lado y eticpo; el,otr?, :ya que el panorama quedaria desbalanceado;mas a~m, ~n!Iltrar una pauta semejante a esta en un nivelpar~dIg~atIc.o.! equivaldria a dejar invadir los contextosde ..JustIflCaclOn por los de descubrimiento, falsificandola Imagen de todas las relaciones intra e interte6ricas.. El ~eo!l? de nuestro .cuadro es Ia funcion y Ia acti-

vldad slI??ohca como ob.)eto y como totalidad concebi-ble, pa~tlClOnada segun una logica de escalas y de focosdependlente del marco teorico de referencia' un marcoa. su vez, ,que se ha de definir por la indole 'de su para~dlgma mas que por su identificaci6n declarada 0 atri-

buible con una doctrina circunscripta. Dicho de otramanera, el espacio total del discurso sobre el simbolo y<manto Ie concierne, habra de cualificarse y dividirse entantas dimensiones discretas como paradigmas te6ricos,objetos de interes y magnitudes de perspectiva resultenposibles combinar. No es de temer que el numero deparcelas discriminadas se acerque a la cifra de los estu-dios llevados a cabo ni mucho menos; por el contrario,resulta ser que el limite de aquellas categorias, por Iasrazones que se veran, puede fijarse en principio alrede-dor.del numero siete.

Si bien en una primera apariencia aIgunas modali-dades propuestas en nuestra sistematizacion podrian es-tar, en 10 tematico, comprendidas dentro de otras, y sibien ocasionalmente ciertas disyunciones resultan mas di-fuminadas e intuitivas de 10 que seria deseable, los "en-foques" han sido definidos de tal manera que cualquierdiscurso 0 fragmento de discurso simbolista pueda serreferido univocamente a uno de ellos, por poco que se.quiera evaluar (a) su marco teorico de referencia, (b) suescala 0 perspectiva de tratamiento y (c) su objetivo 0 sufoco de interes. En casu de error 0 de arbitrariedad, laexpresion de cada idea en sus propios terminos servirade correctivo a 10 que nosotros mismos pudieramos.afirmar.

De laestructura de nuestro cuadro se deduce como.corolario que cada estudio simbolico puede, en su trans-curso, caer sucesivamente dentro de distintas categorias.Forzar 10 opuesto seria teoricamente mas ilustrativo ymas seductor como argumento, peru tambien dejaria deser realista: la divagacion adventicia es, hasta el mo-mento, esencial a la raz6n antropol6gica. Sin embargo,la generalidad de los estudios completos y aun la trayec-toria integra de la mayor parte de los simbolistas esfacilmente encuadrable en uno u otro enfoque, y a pesarde .Ia relativa estrechez de cada parcela, ningun autoroproyecto sefialable 0 concebible es capaz de extendersesobre mas de dos 0 tres. Aun la aparente dispersion de

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a!gunos autores en el cuadro tiene cierto valor expresivo:SI Sperber, Drummond 0 Fernandez figuran alternati~'vam~'f/'te en mas. de un enfoque, es porque en algunaocaSIOnhan cambia do de foco 0 de paradigma' si Victor~urner aparece simultaneamente en mas de u~o es sen-cIl.la~~nte, porq?-e es. ecle.ctico. Por otra parte, l~ ads-c:IpcIOn d~ las mvestigacIOneS simbolistas alas catego-rias \?f~eCldas pa~a realizar su sintesis bien podriamaterIahzarse medIante el recabamiento de la estrategiaemica~ente asumida en cada uno de los casos. Con re-ferencia a los r6tuloR que exornan cada enfoque el tem-p~ramento segu~do serra similar; de hecho, t~dos sonaJen?s, y a decn' verdad, un poco altisonantes: en sus~ntido actual, "cognitivo" es ocurrencia de Bux6, "ret6-~IC~"de, J~~~s Fe,~na~d~z, "semi6tico" de David Murray,cnptoiogico y poslCIOnal" de Sperber, "sociologico"

de Melford Spiro y "holista" de Conrad Arensberg.~a p~rtici6n del espacio de los anaJisis simbOlicos

e:n slete tIpos, ~e enf09ues co~pl~mentarios resulta par-tIcu.larm;ente utIl no solo en termmos de una imposici6narbItra:Ia de forma. a un campo antes informe, sino en1::" medida en. que Sirve para evaluar en forma sistema-tica el contemdo, el estado y el progreso ocurrido en cadauno. de eIlos, asi como las conexiones respectivas con es-peCles concretas de investigaci6n dentro y fuera de la an-tropologia. La ventaja de realizar una partici6n mas deta-Ilada. de 10 habitual y de aceitar sus articulaciones, esla ~msma que va de una referencia extensional enume-ratIva, 3;1establecimiento de una pauta de diag~osis. Sise prescmde de organizarlo de alguna manera 10 actua-do por .I,a antropol~gia simbOlica s610 podra re~efiarse re-prod~clendolo, y solo podra tenerse una idea de las ten-denclas y mode~os frecue~tados a partir de 10 que cadaau~0.r se haya dignado decir acerca de su propio esquemateorIco y de su propia ideologia.

En ter!llinol~g~a cognitivista, la organizaci6n pro-puesta consiste baslCamente en un paradigma global, al-gunos de cuyos elementos (que tambien son "paradig-

mas", aunque en un sentido epistemo16gico) son suscep-tibles de fragmentaci6n taxon6mica independiente. Estaestructuraci6n es decidida y concientemente no ortogo~naI, asimetrica, discontinua; los elementos, que son enrealidad estrategias formuladas casi siempre de antema-no en otra esfera de la antropologia 0 en otra disciplina(la antropologia simbOlica pudo haber urdid-o unos cuan"tos conceptos, pero no ha gestado aun ningun paradigma.nov~doso), no se colocan suplementariamente, sin dej arjunturas, uno al lado del otro. Unos pocos constituyenampliaciones de escala, acercamientos de perspectiva, por.,menores, de 10 que otros incluyen generalizadamente Qcomo epifen6meno; algunos mas tienen a otros como fun.,damento, presupuesto 0 cosa conocida. La relaci6n catego..,rial propuesta no es, entonces, horizontal; nuestra divi-siondel campo de la indagaci6n simb6lica se acomodasimplemente al hecho de una fragmentaci6n previa, cap.,tada tanto en el plano de 10 real como en el epistemol6..,gico. En este sentido puede decirse que no es arbitraria,sino "objetiva", en tanto refleja las discontinuidadesperceptibles en 10 real apenas se intenta convertir larealidad en problema. Incluso los aspectos que se dirianideologicos se manifiestan, automaticamente, en cuantoalguien afirma la preeminencia de un nivel paradigmaticosobre los restantes; como se vera, han de ser los conside .•.rados (y no otros) los pIanos que articulan todas las po..,.sibilidades opositivas de la polemica.

Existen, de hecho, discontinuidades entre 10 psico16-gico, 10 expresivo, 10 sintactico, 10 semantico, 10 sociolo-gico y 10 ambiental; las discontinuidades subsisten masaIla de la integracion nominal de la sintaxis y la seman.ltica en 10 comunicacional, 0 de la sociedad y el ambienteen 10 cibernetico. La antropologia simbOlicase extiendea 10 largo de todo ese "discontinuum", cuya interconexiones. precisamente el dilema (y la razon de ser) de lasciencias sociales. Cada fragmento de la conducta sim;.bOlica, en los distintos pIanos, plantea interrogantesadiferentes niveles de tipificaci6n logica; teniendo esto en

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t~Utllll.n, 1I01110HIH'ocurndo que nuestra referencia meta-tlll'lI'll'/L IL litH oHtrutegias alternativas en el estudio delMllllholo, puedu reconvertirse con facilidad a un discursoMlmplonJen1;ote6rico sobre los diversos aspectos del ob-joto.

1,0 (lue sigue no pretende ser un resumen de 10 ac-tundo dentro de la antropologia simbolica ni una reseliado HUHcontribuciones mas idiosincraticas, sino mas bienUUIL coordinaci6n epistemologica de cada uno de los enfo-(lues, ejemplificados a traves de referencias representa-Livas de sus principios rectores. Una vez descartados losnumerosos "estudios de casos" carentes de secuelas teori-,cas y caracterizados los diversos estilos epistemologicosdel simbolismo, resultara evidente que la organizacionde su territorio arroja consecuencias inmediatas. Una de,ellas concierne a la fluidez con que pueden establecersecomparaciones conceptuales 0 cotejarse variantes :rrtini-mas en la interpretacion de los mismos fenomenos ;enun campo cualificado y parametrizado, las ideas puedenser comparadas productivamente en su relacion con losrespectivos paradigmas y contextos de sentido, y coordi-nadas en su nivel debido de analiticidad.

EI modelo sistematico que presentamos, por emplearun simil computacional, se encuentra recien en su etapa.inicial de diagramacion; todavia falta programarlo y es-tructurarlo adecuadamente, hacerlo funcionar en abstrac~to y ponerlo a prueba, por ultimo, procesando informa-cion viva y concreta. Cuando todo esto este cumpUmen-tado, existira un modo legitimo y transparente de rea.Ii-~ar el transito desde un simbolo referido en una hipo-tesis, hasta la categoria bajo cuyo auspicio podra eva-luarse y comprenderse 10 que sobre el se dice.

Nuestra delimitacion de las extensiones que pudie-ran caracterizarse como "pertenecientes" a la antropo-logia simbolica, ademas, es mucho menos formal queheredera de un consenso que no hemos querido violentar.Faltara aqui, como tambien falta en el simbolismo an-tropologico constituido, todo el riquisimo acervo de cono-

cimientos y especulaciones sobre el simbolo que la filosofiaamasa en el decurso de dos milenios: el pragmatismonorteamericano, que es quien impone el ritmo a casi todoel teorizar disciplinario, no ha trepidado en arrojarlopor la borda. Tambien habra que renunciar al derechode reclamar como simbolista todo texto antropologico,parrafo 0 alusion en donde el simbol0 figure alguna vezcomo, termino explicito 0 como significacion oculta; nues-tra antropologia simb6Iica sera, quiza por desdicha, 10que un asenso tacito ha decidido que eIla sea, aunquedesde dentro y desde fuera de la discipIina el simbolohaya sido mejor y mas exhaustivamente interrogado.

Tambien es penoso que esta antropologia simbolicarefleje un estado de evoluci6n teoretica que solo tiene quever con la elaboracion de la discipIina que se Ileva acabo en los paises hegemonicos. Entre nosotros, tal vezsolo Edgardo Cordeu haya realizado aportes de algunamagnitud a este campo, en una integracion ec1eetica quedescansa, todavia, en concepciones y modelos inevitable-mente extranj eros, en todos los sentidos de la palabra.Lo AUyOrepresenta un avance extraordinario, sin em-bargo, respeeto de la fenomenologia bormid~ana, s.olocircunstancialmente "nacional", la cual habrla POdldoplantearse como alternativa frente al simbolismo de nohaberse quedado congelada, en pie de guerra, alrededorde sus improbables dogmas. La fenomenologia de Bor-mida, historia antigua de aqui en mas, no alcanzo a fa-bricarse una imagen sintetica de la antropologia simb6-lica ni Ilego a aprovecharla para enriquecerse, ni (porsup~esto) tuvo opcion de superarla en 10 teorico. Habidacuenta de 10 dicho, uno de los propositos que anima esteensayo (al que seguiran otros) es el de constituir ununiverso de dialogo antropologico actualizado, medianteun juicio critico que nos parece imperativo discutir, yque pretende erigirse en respuesta quiza rigurosa (entodo caso, no complaciente) a 10 que las metropolis tie-nen para ofertar. Si por razones economicas 0 institu-cionales America latina es incapaz por ahora de segregar

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una teorfa original, que sea al menos capaz de sobrepo-nerse al estado de ignorancia sistematica y de manse-dumbre epistemol6gica a que la fenomenologia pretendi6reducirnos desde sus libros y sus catedras, asi como des-de una crltica epidermica, fundamentalmente desconoce-dora de todo 10 que no fuese ella misma.

Puesto que el objetivo es menos justificar la perfec-ci6n del cuadro que delimitar critica y sistematicamenteel problema, no nos obsesiona demasiaao el que ciertosconceptos nuestros, como los' de "paradigma", "estrate-gia" 0 "enfoque", carezcan de univocidad. Aqui hemosoptado por abordar el asunto desde la antropologia, y nodesde la filosofia de la ciencia, con todo el riesgo dedesprolijidad que ello comporta. Despues de todo, Mar-garet Masterman (1970 :65) ha demostrado que Kuhnutiliza "paradigma" en unos veinte sentidos distintos, entanto que RUdiger Bubner (1984 :162) reconoce que lariqueza te6ricadel concepto se debe precisamente a sufalta de exactitud. Para quien Ie interese esta suerte deaxiomaticidades, no obstante, podemos anticipar infor-malmente que la antropologia simb6lica, tal como la con-cebimos, se rige por un conjunto variado de "paradigmasejemplares" (cf. Kuhn, 1970:272), aplicados a un nu-mero no expandible de focos 0 de pIanos analiticos, yque las "estrategias" concretas resultan de la plena cua-lificaci6n (emic/ etic, idiografico/nomotetico, rel~tivis-tajuniversalista, etc.) de los estudios hist6ricamentedados. Los paradigmas ejemplares, o' mas rudamente"modelos", acostumbran repetirse independientemente desu foco, como cuando se aplica, por ejemplo, el mismomodelo de procesamiento de la informaci6n a los sucesosmentales de la vida simh6lica y al control cultural deIos recursos ecol6gicos, 0 como cuando el mismo modelode los schemata sirve para explicar tanto la formaci6nde metaforas como laconstituci6n de los mapas cogni-tivos. .

Pese a que existen formalizaciones matematicasca-paces de cuantificar la magnitud de una categoria inserta

en un discurso (de creer a Wesley Salmon existiria in-cluso una teoria de la importancia, capaz de arbitrar eneste caso el grado de simbolicidad de una antropologia),creemos que la cosa no es para tanto: bast,a r~cono~erque, por ser s610 un concept?, la antropOlogl.a. slmb6~lcano es una realidad tan tangIble como se qmslera, SIllO.bachelardianamente. una construcci6n te6rica mas.

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T'aradig?na te6rico: Psicologia cognitiva.Objeto: Actividad y procesos psico16gicos de simbolizaci6n.Convergencia disciplinaria: AntTopologia cognitiva.E'studios representativos: Sheldon Klein (1983), Benjamin y Lore

,Colby (1981), Benjamin Colby y Rodger Knaus ('1974), DavidRumelhart (1,975), Jean Mandler y Nancy Johnson (1977),Walter Kintsch (1977), Emiko Ohnuki-Tierney (1981), DanSperber (1979, 1980), Christina Toren (1983).

De 109 divers os paradigmas que pueden identificarseen el interior de la antropologia simb6lica, este es el quese ha formulado mas recientemente y el de menor efectopublico. Se gesta recien a mediados de la decada del '70,cuando se manifiesta un creciente interes en relacionarlos simbolos con la 16gica proposicional, con la 16gica declases, con las jerarquias cognitivas y con el problema dela binarizaci6n y la analogia en el pensamiento humano.El modelo mediato 0 inmediato de esta vertiente es, dentrode su disciplina de origen, la Hamada psicologia cognitiva,tal como fuera concebida por P. H. Lindsay, por D. H.Norman y sobre todo por Ulric Neisser. Cabe sospecharque, de haber surgido veinte afios antes, el enfoque encuesti6n se habria inspirado en las intuiciones freudia-

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rutH, ,l'cpresentativas de un estilo de pensamiento que hoyen (ha se halla en franca bancarrota.

El le~guaje ~~s bien riguroso exigido por estos nue-vos e~paclOs tematIco~ y la ostensible preocupaci6n de lose~tudlOsOSP?r l~s metod os de validacion, por las defini-ClOnes coord matI vas y por demas formalismos, determi-naron que Colby, Fernandez y Kronenfeld (1981) pos-tu~~ran que la antropologia simb6lica estaba "convergien-?O con. la antropologia cognitiva en el ambito de estas~ndagaCIOneS"l,a~ cuales, por ocurrir comunmente bajo lalonna de ana~lSls en pequena escala, fueron caracteriza-~as en su c?n.~unto como m:a "microantropologia" (1981:AO). Es. fa?l! c0.nstatar, sm embargo, que no son frag-~entos ,slg:mflC.atIvos de cada una de las corrientes los(lue estan lmphcados en esa convergencia: quienes lide-ran .la antropologia simbolica, 0 se han manifestado in-s~~sl.bles, 0 se han opuesto frontalmente al generO cog-mtIvlsta de fo::malizacion (Geertz, 1973 :11-12; Schnei-~er, 1965; Sahl.ms, 1980 :138). Y en nuestra articulaci6n

e las tendenclas actuales de la antropologia cognitiva(Reynoso, 19~6a), hemos comprobado que solo una deentre sus vanas facciones internas manifestaba intere-~es co:mune~ can los de la antropologia simb61ica. Estaf~se slmbohsta: qu~ en su oportunidad distinguimos den-~ ~bde la. etnoclencla, y que estaba acaudillada por Basso.e .y, RIce, Buchler y el propio Colby, vendria a cons~

t~tmr, consecuentemente, la otra cara del enfoque cogni-t~vo dentro del simbolismo que aqui se pretende caracte-r~z~x:. De todas m~neras, en situaciones limitrofes, es~lflCI1 corroborar Sl la convergencia en cuestion se ha~?dnsumado hasta tal punto que pueda hablarse con cer-1-1 umbre de u~a f~sion cabal. Mas· bien se diria queambas estrateglaS, sm perder del todo su identidad y suma~ca, confluye.n en un terreno tradicionalmente recla-nut 0 P?r la .pSlCologia cognitiva, agregandose a nuevasaportaclO~es}e la. lingiiistica (como serla "semanticade prototIpos.; derIvada: de ~illmore) y a investigacionesen computacIOn y en mtehgencia artificial. Acaso los

cstudios cognitivistas del quehacer simb6lico se inclinenmas hacia los aspectos organizacionales y form ales delconocimiento, en tanto que los estudios simbolistas de lacognicien se ocupan mas de los faetores afectivos, expre-sivos e inefables. Existiria, empero, una pauta de iden-tificacion mas eficaz: el modelo definitorio de la antro-pologia cognitiva se origina en la lingiiistica estructural,mientras que el del simbolismo cognitivista procede atodas luces de la psicologia. De todos modos, serfa bi-zantino pretender trazar una divisoria absoluta; el he-cho es que, en unas pocas instancias muy localizadas,no puede discernirse si ciertos trabajos se inscriben enla tradici6n simb6lica 0 si participan en cambio de lacognitiva, a menos que se analicen las trayectorias pre-vias y los compromisos expresos de sus autores.

Esto vale, por ejemplo, para las investigaciones delantrop6logo y lingiiista Sheldon Klein, algunas de lascuales han desatado ruidosas polemicas. Klein, especia-lizadoen simulacion computadorizada y en inteligenciaartificial, ha concebido un modelo etnografico de reglasde comportamiento que estarfan codificadas como "ope-radores analogicos" y que se referirfan a "descripcionesde estado cognitivo". Su modelo se denomina OperadorAposicional de Transformaci6n (ATO), y se inspira tan-to en los estudios sobre particion cerebral hemisfericacomo en el principio de que la division de tareas entrelos modos de razonamiento aposicional-ana16gico y pro-posicional-binario esta determinada por la cultura. "Siafirmamos -dice Klein- que las reglas de comporta-miento estan codificadas primariamente en una notacionequivalente a la de la logica proposicional, nos encontra-mos con el hecho desagradable de que e1 tiempo de pro-cesamiento computacional se incrementarfa en forma ex-ponencial de acuerdo con la dimension de la base dedatos" (1983 :151). En consecuencia con esta premisa,que traducida de lenguaje de maquina a idioma humanoviene a decir mas 0 menos que el tiempo de resolucionmental de las alternativas planteadas por la vida sim-

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h(I!i(!U5!l'eeerfa exponen~ialmente segun la complejidad,v (I( numero de las vanables intervinientes Klein con-e1u,YCque las situaciones que presenta la re~Iidad cultu-ral, han de resolverse .de ~c.uerdo con una logica de tipoATO.. Lo~ artefactos sImbolIcos de la cultura sirven comorCpo~ItorlOs de esos ATOs Y posihilitan, en ultima ins-~~lncla, la. resolucion de las alternativas de la conducta.[:~s analIzar los hexagramas del I Ching los sistemasa!rlCanos de .adivinacion, la iconograffa b~ddhista y laPllltura navaJo en arena como mecanismos ATO fuerte-mente, formalizados y estilizados, Klein hace referenciaal. estlmulo q?~ en su prop,ia obra significo el pensa-~Iento de LevI-Strauss, qUIen, en sus contribuciones,~Iustra claramente el funcionamiento de la logicaaposi-

clOnal" (1983: 169) .. Si bien el trabajo de Klein es centralmente arquetf-

PICO del ~?-foque ,que estamos ejemplificando, y en elque tamblen podrIamos haber incluido las investigacio-nes de R. A. Rubinstein (1981), de TenHouten y Kaplan(1973) 0 de. ~aredes y Hepburn (1976), en ciertos ca-sos, Ias ambIguedades de los autores y las inexactitudesd.e sus comentaristas hacen que la caracterizacion sinte-tIca de numerosos estudios simbolicos resulte conside-r~blemente incierta. Tal seria el caso del manifiesto teo-rICOque Dan Sperber hizo conocer simultaneamente comoLe Symbolis'"!e en generaly como Rethinking Symbolism(1974). Es llldudable que una parte de esta indagacionll?-uestra .reson.ancias cognitivistas; de hecho, Sperber de-f~n~ el .sImbolIsI?-0 como "un sistema cognitivo no semio-10glCO,mdependlente de la verbalizacion pero dependientede la cO;1Ceptualizacion". Hay que notal', no obstanteque e.1dlScurso "cognitivo" de Sperber es en esta obr~asa~, I~formal, y que su sugerencia de una "conceptuali-~aclOn. no. verbal, aunque alcanza a entenderse ensullltenclOnalIdad, no es del to do satisfactoria en terminosde precision discursiva. Es tambien excesivo identificarcomo 10 hace su exegeta Marfa Jesus Buxo Rey (pp. 7~16), la postura sperberiana con la antropologfa cogniti-

va; historicamente y POl' derecho de J?recedencia, estaescuela es la misma que se ha caractenzado como etn~-ciencia 0 etnosemantica, y es absurdo pretender redefI ...nida para hacer caber a Sperber en ella. Hay qu~.con-cluir entonces. Que si bien en el importante mamfIesto.de Sperber existe una dimension cognitiva latente!. elgrueso de su alocucion cae de lleno ~n el enfoque .pOSICIO-nal, estructuraIista, al que desde Slempre ::"dscrI~e malde su grado y bajo cuyo auspicio se 10 analIza mas ade-lante.

Recien cinco alios despues, en 1979, Sperber se .d.es-liza hacia una tendencia digna de ser llamada cogmtIvasin ambages. A este respecto, despIiega un modelo ~eprocesamiento de informacion, derivado de la analogIa.a la moda entre el cerebro y el computador, en el ,~uedistingue tres dispositivos: uno "perceptual", otro ra-cional", y un tercero, "simb6Iico". Sup one que el outputdel dispositivo perceptual es habitualmente proce~ad<: ~o-mo rutina POI' el aparato racional; el oper::"dor sImbolIcosolo actua cuando la racionaIidad es desaflada 0 cuandosufre una sobrecarga que 10 excede. De su nuevo mode!o,Sperber deduce que la simbolizaci6n pre~upon~ la racIO-nalidad, con 10 cual pone de cabeza la hII?otesIs del pen-samiento "preI6gico", recientemente resucltada por: Hall-pike y POl' los teoricos i:iJ.glese~ de las deno~mad::"s"16gicas alternativas". (Cf. Hallplke, 1976, 1979, DavIdCooper, 1975; Merrilee Salmon, 1978). ..

En otra tesitura uno de los estudios que meJor sm-tetizan la verdadera 'estrategia cognitiva dentro del sim-bolismo es el de Emiko Ohnuki-Tierney (1981), paraquien el proceso de simbolizacion abarca y c~ndensa fac-tores reivindicados tanto pOI' esta antropologIa como POI'la de los etnocientificos. Si hemos de ser riguros~s, e.staclaro que Ohnuki-Tierney otorga a la antropolo?,Ia SIm-bolica un estatuto disciplinario en alguna medlda "su-perior", POI' cuanto Ie conffa integ~ar los codigo~ m~~-tales 0 conceptos construidos a parbr de la orgamzacIOnclasificatoria de los lexemas en una superestructura re-

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gid~ POl' c6digos anal6gicos donde se "idealizan" 0 "sim-bohzan" aqu.elIas unidades en terminos de imagenescUI~urales. Slendo el simbolo una estilizaci6n de una sin-t~SIS,c?nceptual, lingiHstica en el fondo, la antropologia,'Slmbohca tal como Ia concibe Ohnuki-Tierney recoge elprod~cto de la antropologia cognitiva como insumo pri-mordIal par~ la teorizaci6n: nos preguntamos hasta quep.unto no esta pr,o:y;ctal}-d.oen la realidad etnografica con-slderada, l~ dIVISIOntacIta del trabajo imperante en laantropologla.

Tambien tiene su costado cognitivo el estudio deBrenda Beck (1978) sobre la metafora como mediador-entre los modos ,de pensamiento semantico y anal6gico,que se comenta brevemente en nuestra caracterizaci6ndel enfoqu~ ret6rico. Ahora bien, si se ponen en linealas concluslOnes de Beck, de Sperber, de Paredes y Hep-burn, de TenRouten y Kaplan, de Klein y de otros mu-,cho~ autores ya .se~alad?s como representativos, se puede'o?s~rvar. una comcldencIa generalizada que trasciende lasdIfere~cIas de vocabulario y los matices ideol6gicos enel sentIdo. de una relaci6n opositiva, unificada y con;tan-te, s~stemda p~r todos elIos, entre 10 proposicional y 10afe~tlVo, 10 dIgItal y 10 anal6gico, 10 cognitivo y 10 sim-?6.h~0, 10 l!~giiisticoy 10 no verbal. Esta unanimidadmICIal certlllca la ventaja de haber definido separada-mente un enfoqu~ en el que esa relaci6n, en tanto pro-blema antropolo?,lCo, es susceptible de analizarse en suselem~ntos constItuyentes, en sus variedades culturalesadu:cIda~ :( en.~us procesos geneticos. En otras palahras,la Ide~tIflCaclOn. d~. campos paradigmaticos delimitadosgarantIz~ la pO,slhl!ldad de convertir cada contribuci6na los mlsm.os termmos, para asi arribar a una sintesisr~presentatIva del estad~ de opinion del respectivo para-<hgma. En esta oportumdad, un primer resultado atafieal estado y contenido de la dicotomia, argumentada POI'todos los antrop?logos aqui considerados, entre dos £01'-mas d~. pensamlento contradictoriamente definidos: elproposlClOnal y el simb6lico.

Aunque no haya sido ese nuestro objetivo originario,10 cierto es que la cuesti6n se presta magnificamente auna puntualizaci6n critiea que pudiera ser ~scl~;ecedora.Anotemos incidentalmente, que la caractenzaclOn de es-tas forma's antag6nicas de pensar nace, en antropol?gia,,con las digresiones levistraussianas de El pensamwntosalvaje (1962). Lo mas curioso, y 10 que mejor ilus:r~la naturaleza artificiosa de esa dicotomia, es que en LeVI-Strauss cada uno de los tipos de pensamiento aparece,calificado exactamente al reyeS de 10 que es comun enel moderno simbolismo: alli, el binarismo seria la formamas elemental de distinci6n, caracteristiea de un pensa-miento no prel6gico pero si "salvaje", 0 POl' 10 menosetnografico. Can el auge de las computadoras, y con lapopularizaci6n de una nueva dicotomia entre maquinas"digitales" y "anaI6gicas" (que se ensefia invariablementeel primer dia de clases en los cursos introductorios), elbinarismo cambia de duefio: de repente, es la 16gica pro-posicional, e incluso hasta el simple lenguaje "seman-tiea" cotidiano, 10 que se presenta con una: contexturabinaria, en tanto que el simbolismo se conclbe como detalante aproximativo, y POI' 10 tanto "ana16gico".

EI equivoco arranca sin duda de ciertas consid~ra-ciones simplistas de Bateson (capaz de hacer referencIa: amaquinas "gestalticas" inexistentes), y se debe obvla-mente a la cualidad distintiva aparente de las respec-tivas formas de pensar: nitida, tajante y definida (yPOI' ello "binaria") en el caso del lenguaje, 10 16gico y10 conciente; ambigua, vaporosa e incierta (y pOI' ello"anaI6gica") en el de la simbolizaci6n, 10 expresivo y 10subliminal. Rasta Anthony Wilden, un cuestionador natoy habitual mente un critico extraordinari?, se ~ej6 sedu-cir POl' esta dialectica: "POI' 'digital' -dlCe WIlden- sepuede entender: lenguaje, 'objetividad', razon, mente,blanco 'civilizado', var6n, segun los casos. De manera, .semejante, pOI' 'ana16gico' podemos entender: comum-caci6n no verbal, 'subjetividad', emoci6n, cuerpo, gentede color, 'primitivo', mujer" (1979 :61).

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Iiltl't'untumos que la oposi ., dtill tt'i/olteproblema de codificlO~, : marras se. reduce adecide como defini I . caClOn. es. el analIsta quien1''izar' un fenomeno ~a~~ ~es yt las v~rIables para bina-teorema. Pues nin un ' ea es e fenomeno un rito ountivamente binario, :si c~~~t~xto es na~ural ni constitu-

llil ~~e t~~op~::r:c~:~~b~o~r~~~~F~li~}~~i::~i~~ci~~~una proposici6n del len . ' ,a ~ aWlCK0 a WIlden,una cualidad como "tibi~~a~eusemantIco como ."llovizna",a un color cualquiera del n concepto que ldentifiquebinarios inmediatos inter es:.e~~ro, ca::ece de opositoresvalidos; y hasta la' mas "~~~l~ l:,a"e mt.ercu.l~uralmentecreaciones humanas la ,. oglCa "1. slmbolIca de lasble, como 10 corrob~ra 1~~~lC.a,tes /ac~lmente binariza-digital 0 su sintesis medianCIen e . ecmca de grabaci6nEn suma 10 b' . 1 te oscIladores electr6nico' s, marlo y 0 anal' . .d~das espontaneamente en el Ogl~Ono ~on cara~teristicasbltrariamente atribuidas en IObJ~~?,.smo cualIdades ar-buena parte del discurso sim~ ~~a ISlsb 10 cual convierteen una formidable falacia de t<:l~f~ so.,re ~st.e particular

. . IPl IcaClOn10glCa.EI enfoque cogmtIvo incl I

gunas manifestaciones colat ure, a margen de ello, al-res. Una de estas es la ra era es, aunque de cierto inte-schemata, pattern-schem m! que se ocupa .de los llamados.cialidad antropol6gica n~ rames 0 scnpts, una espe~em:pefiosos, el anaIisis de ~~;n .jl;le ~?Ordda, ~o~ metodostemdos fenomenicos con ~ lC~clOn. e dlstmtos con-dinamicos, en la tra~smis:6s~e~lf; enfasls en lo~ procesosnes sociales. La orientaci6n u }-Ira ? ~n la~ mteraccio-psicologista, se desarro1l6 a as! defmld~, mi~ialmentede Colby (1966 1981) d l-artIr de las mvestIgacionessu precursor a' Frederic ~ Ice (1980), y re.conoce comocuentos aborigenes nortea artl.ett (1932), qUlen utilizaba,bre memorizaci6n y retentl?erIcanos e~ indagaciones so~a la antropologia Bartlett lva'f Drolvlendo la iniciativalos trabajos de W H R Rc.onesa a a. su vez basarse ende siglo, sobre ca;I1bi~ d~ l~ers, publIcados a principios

pa rones y convencionalizaci6n28

artlstica entre los aborigenes del Estrecho de Torres. Enpsicologia, la tendencia liderada por Bartlett constituy6,bueno es recordarlo, un frente de oposici6n al asociacio-nismo conductista de Ebbinghaus: 10 que Bartlett bus~caba elucidar era de que forma se organiza el conoci-miento en la mente de las personas y no tanto registrarpasivamente cuanto es 10 que se recuerda de una largaUsta de silabas sin sentido.

En vezde utilizar estas listas, Bartlett echO manade historias, leyendas y mitos de otras culturas, que de-bian ser contadas de memoria, a 10 largo de una cadenade sujetos experimentales. Cuando la historia llegabaH la ultima persona de la cadena, podia comprobarseque habia cambiado totalmente: casi siempre los nom-bres, los top6nimos y otros detalles especificos desapa-redan por completo, asi como tambien se esfumaban lasreferencias a espiritus y fantasmas; pera 10 mas nota-ble' es que se Ie afiadian a la historia nuevos sucesosque procuraban "darle sentido". De esto dedujo Bart-lett que las personas no graban pasivamente la infor-maci6n verbal, ni la olvidan tampoco aleatoriamente, si-no que realizan siempre un esfuerzo por encontrarle unsentido, por conferirle significaci6n, por adaptarla (sediria ahora) a sus "esquemas" 0 a sus "marcos" habi-tuales.

La sagaz intuici6n de Bartlett, que refut6 la pre-tensi6n asociacionista de que las representaciones men-tales reflejaban directamente al mundo, sento las basesde una densa teorizaci6n -que todavia esta en sus eta-pas fundacionales- en torno de esos elusivos "esque-mas", a los que se concibe como abstracciones concep-tliales que median entre los estimulos y las respuestas,yque sirven de base a los distintos procesamientos de in-formaci6n: percepci6n, comprensi6n, categorizaci6n, pla-neamiento, resoluci6nde problemas, interpretacion dehistorias, toma de decisiones.

Los esquemas se han definido como "redes de no-dos y relaciones", 0 como una "red de interrelaciones que

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tit) oHtima (culturalmente) normal entre los constituyen-LCHdo un concepto en un contexto dado", 0 como "unaoHtr,!ctura de datos que representan una situacion este-rcotIpada, tipica 0 arquetfpica" (cf. Casson, 1983). Nor-~almente se asume que los esquemas, que ocurren ad~verso~.niveles de tipificacion y de inclusion, poseen unmvel fIJO, que representa aspectos invariantes de losc?n~eptos, y niveles variables 0 slots, que se asocian condIstmtos elementos empfricos en instanciaciones parti-culares del esquema. EI esquema suhyacente al kula delas Tr.~hriand, pOl' .ejemplo, poseeria una serie de varia-hies fiJas, en termmos de categorfas, si se quiere comolas de "dador", "re.ceptor" 0 "intercamhio", entre las quese estahlecen relaClOnes precisas: un evento es caracteri-zado como ku.za cuando las personas, ohjetos y sucesosen.u~ determmado contexto se pueden asociar 0 enlazar(b~na) a .Ias varia?~es apropiadas del esquema. Com-plementarIa a la n.0clOnde esquema es la idea de framing,que hace referencIa a la relacion dinamica que se suscitaentre la.s estructuras del lenguaje, como ser los lexemaso las diversas catego:ias. gra~aticales, y los esquemassUbyac~ntes; el ~ram~ng Imphca que las categorias dell~nguaJe reorga.n.Izan d~ cierto modo los esquemas, foca-hz~ndo la atenclOn en cIertas variables mas que en otras:aSI, en el kula, "dar" focalizaria el acto del intercambiodesde. el punto de vista del dador circunstancial, y asisuceSIvamente.

Existe otra acepcion afin del concepto de frame, yes la que arranca de Bateson (19q5), IIegando hasta Goff-J?an (1974). ~n esta tesitura, un frame seria un con-Junto d.~ medlOS por los, cuales la gente organiza suconcepCIOn de 10 que esta ocurriendo en un momentodado. 90ngruente c?n este tipo de giros y de novedadescategonales, ha vemdo a acoplarse al discurso sobre lOBesquemas y los marcos, una semtmtica "de prototipos"(cf: C~leman y Kay, 1981) que pretende trascender lashmitaclOnes de la antigua semantica estructural. En-tiendase aqui como "semantica" la relaci6n de significa-

ci6n que media entre las variables de un esq~ema Y 108distintos elementos de un entorno, que vendnan a fun·donar como sus referentes empiricos. Pues bien, paraesta semantica prototfpica, esta relacion se interpretacomo aproximativa, focal, oscilante, nehulosa (ftizzy), )<no determinista. En consecuencia, a veces alcanza yHobra con un vago parecido funcional 0 con un ciertoaire de familia para que, en una instanciacion de unesquema dado, un elemento del entorno califique comovariable pertinente: en el esquema subyacente a una"transaccion comercial", verbigracia, los elementos em-piricos que satisfacen la variahle "dinero" pueden s.ertanto hilletes de banco como monedas, metales preclO-sos, cheques, pagares, tarjetas de credito, y asi POl' elcstHo.

Charles Fillmore, el lingtiista que ha dado ma~orimpulso a la semimtica de prototipos, la ha concebidocomo una teoria del significado que se opone alas teo.,.rias componenciales de "listas de ra~gos", que po~tulanuna representacion "digital" del sentIdo, Y que aflrm~nque este resulta de una conjuncion auditiva de prop Ie-dades discretas, llamadas "componentes semanticos" 0"atributos criteriales" (cf. Lyons, 1980: 299-315). Estecriterio atomista es el que impero, por de pronto, encasi todo el analisis de componentes propiciado por laantropologia cognitiva chlsica, desde GoodenoughhastaWerner.

Los usos dela nocion de esquema en antropologiason extremadamente variados, y poco a poco puede quevayan configurando una especie de "antropologfa: del ~o-nocimiento" una cognitive science de marcada mterdIs'-ciplinariedad, excentrica por su amplitu?- tematica res-peto de la antropologfa simb6Iica convencl?nal, Y opuestapor. sus principios teoricos a 10 que ha. sI,do la antropo.,.Jogia cognitiva. Hoy se hahla cada vez mas de schematapara dar cuenta de las estructuras formales que suh~acenalas clasificaciones etnograficas, alas partonomIaI:!Q

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'"analisis de constituyentes", a los "mapas cognitivos"que rig-en la organizaci6n del espacio y la orientaci6ngeografica, alas "metaforas estructurales" que se utili-zan para la comprensi6n de objetos y sucesos complejos'0, extrafios, y a la construcci6n de distintas modalidadesdel discurso narrativo (ef. Brown, 1976; McClure, 1976;'Gladwin, 1970; Basso, 1967; Casson, 1981; Sherzer,1977; Harwood, 1976).

Es recien sobre la base de un esclarecimiento mini-mo de la noci6n de esquema que puede comprendersela critica que Christina Toren realiza al modelo de Sper-ber (1979), inspirado este en el paradigma del procesa-miento de la informacion que es corriente desde haceveinte afios en psicologia cognitiva. Afirma Sperber, ycon razon, que los antropologos interesados en el sim-bolismo han mostrado una vigorosa tendencia a adoptar,mas 0 menos explicitamente, marcos te6riCos influencia-dos por el asociacionismo clasico (cf. Uvi-Strauss, 1964:'98-99; Leach, 1985 :23-38). Dichos antrop610gos sostienenque las ideas se asocian entre si de acuerdo con princi-pios de "similitud" 0 de "contigiiidad", que las ideas aso-dadas tienden luego a evocarse mutua mente y que unaidea rica en asociaciones es susceptible a la vez de evo-car y ser evocada. Ahora bien, el asociacionismo clasicoha sido ampIiamente desacreditado en psicologia por las'estrategias experimentales que se relacionan con el nue-vo cognitivismo. Lo lamentable es que la psicologia cog-nitivista ha refutado formalmente al asociacionismo sinproporcionar una teoria alternativa, por 10 que en otrasdencias sociales se sigue recurriendo a criterios asocia-donistas con mayor 0 menor desembozo (1979 :26).

Acicateado por esta impasse, Sperber busca en la psi-cologia contemporanea el modelo apropiado que de cuen-ta de la especificidad del pensamiento simb6lico, consi-derando alternativamente tres esquemas mas 0 menosplausibles, pero que se excluyen entre S1. (Ver cuadropag. 33).

S ber llama "dispositivo" al conjunto de operacio-es g:~ntervienen en un mismo tipo de proceso 0 tra-

rami~nto. El "dispositivo perceptual" sera el que acepte

DispositivoPerceptual

DjspositivoPerceptual

Dispos(tivoRacional

como insumo (tnrput) la informaci6n ,proporcionada ~or108 estimulos externos y el que produzca como salIda

33

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(III/.III/ll) U/llL ide/lLiJi~aci6n de esos estimulos en formado pl'()p0l1i(~iorWHelementales. El "dispositivo simbolico".'I(!I'IL(d qlW acepte como insumo esas proposiciones, . seaquo J)I'ovengan del dispositivo perceptual 0 que se origi-nen en otras fuentes, produciendo como salida proposi-cionoH evocadas por el in sumo y recuperadas 0 construi-daH a partir de la memoria a largo plazo. Y el "dispositivoracional" sera el que acepte como insumo esas proposi-dones, produciendo como salida conclusiones logicas de-rivadas de e11as.

Es posible, reconoce Sperber, que ninguno de los tresesquemas presentados sea operativo, y que en la realidadse presenten circuitos enrevesados de retroalimentaci6ny multiples vias subsidiarias de procesamiento ciclico.Pero aunque estos factores de complejidad adicional seintroduzcan en el modelo, los problemas siguen siendolos mismos: En esta interaccion, l que tipo de tratamien-to es el que abre el ciclo? l CuM es el dispositivo querecibe directamente el output del dispositivo perceptual?l Es el simb61ico? l Es el racional? l Acaso son los dosal mismo tiempo?

Escogiendo sus ejemplos con sefialable perspicacia,Sperber logrademostrar que "en ciertos casos, el trata-miento racional no presupone ningun tratamiento sim-bolico previo, y que en todos los casos el procesamientosimb6lico presupone ya un minimo de tratamiento racio-nal; siendo asi, cabe optar por una version ciclica deltercer modelo", no obstante ser este, en apariencia, eImas paradojal (1979 :22).

El porque de esta opcion se expresa como sigue:"Cuando el dispositivo racional se ve sobrecargado, sedesencadena un procesamiento simb6lico que consiste enbuscar, a partir de la informacion disponible en la me-moria a largo plazo, las premisas suplementarias que,de estar disponibles, permitiran un tratamiento racionaIcompleto del insumo inicial" (1979 :38). La sobrecarga(overloading) del dispositivo racional 0, en otras pala-bras, el desafio de la racionalidad por parte de un evento

dIldo, (!I-I 10 que activa 0 "dispara" al dispositivo ~i:nb6-Ill'O, .y 10 que permite, en otro lugar (1974), defmlr 10,dlllh6lico mismo. .

('hristina Toren comienza su crftica puntuahz~ndo'1110 (:n p~imer termino, hay un vaclo todavia x:o cublerto1'/1(,;'0 cl sistema de representaciones constru~do por, el1111 LI'op6Iogo para elucidar el "significado" de cler10s Sl:n-""lm~,y 10 que se supone que sucede en Ia me~te e qme-1I('f\ hacen uso cotidiano de e11os; y que, en ~~gundo Iura:,1'/1 fundamental no imputar la representaclOn forma e1111 hee ho simb6lico a la coneiencia individual de.la gen~eqllo He encuentra bajo estudio (1983:~60); .La dlferen~la(-11(,1'0 ambos niveles de analisis, el pSlCologlCo y el SOClO-16~ieo si bien debe reconocerse y tenerse en cuent~ comoPI'ohl~matica, no necesariamente tiene que par~hzar laIIIvl'Htigacion una vez que se 11ega a este pun to. es pre-('iHo,' ctice Toren, encontrar una "interface" entre amb?s.

Toren disiente con Sperber re~peeto ?e que la racl~-Imlidad sea "previa" alas demas mstancIas, en el s.en\_-do que configure una etapa ini~ial. ~n un .vro~esamlen, 0do informacion que produzca ~lgmflcados: aflrma, mashlen que la racionalidad es Slempre p~evla, pero en. ~lrwntido en que la aprehensi6n de sigmflCad,o e~, cogmtI-vnmente hablando, un proceso racional en Sl mlsmo, cua-1C1I-Hluierasean sus productos. .,

El asociacionismo cultural es, desde ya, msos~~m~le.J'~Hesencial reconocer el pa~el de la representaclOn m-teJectual del contexto (es declr, el modo en que el e~torno es intelectualmente elaborado) en el procesamlen 0(·.og-nitivo de los insumos simbolicos, to.d~ yez que el con-texto no es simplemente un facto:: perIfenco en la selec-('16n final de una respuesta cogmtIva adecuada. El mo-dolo escogido por Sperber, desdichada~e~te, no es el6ptimo: Sperber en realidad 10 ha. modlflcado, conf1!~-(Hendo el "proceso primario" de N elsser con la eSP~clf:-cldad de la comprension simb6lica. ~l ~odelo de NelsseI,(10 todos modos, se limita ~ la desc:r:lpclOn de los proce~~~necesarios para el pensamIento raclOnal, y no es de n

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~lJIlH Illltnoru l1decuado para dar cuenta de 10 que los an-tr'()ll(jlogo~ Haman "pensamiento simb6lico" (1983 :264).

Hecien el modele transformado que Nelsser presenta<m 1976 (y que Sperber conoce pero no aprovecha) seracapaz de resolver la contradicci6n principal de la hip6-tesis de Sperber: el hecho de que el dispositivo racional,que POl' definicion actua secuencialmente, se yea bom-bardeado sin tregua POl' perceptos no procesados, virge-nes. En el ultimo modelo de Neisser el ser humane seconcibe desde el principio como el "director" activo desus propias percepciones. De este modo, las intenciones,los deseos, los motivos, gobiernan todo aquello que ha deser percibido, dado que los schemata (definidos aqui co-mo "anticipaciones" de los sentidos) guian la exploraci6ndel entorno y determinan la informacion a ser conside-rada pertinente. Estos schemata se modifican continua-mente par interacci6n con las informaciones selecciona-das del ambiente cultural. Neisser utiliza la categoria deesquema para construir un modelo del conocimiento quepermite un procesamiento rapido y una aprehension in-mediata de la informacion, sin tener que postular etapassucesivas de actividad. En esta teoria, los schemata hanllegado a constituirse en base a conocimientos y expe-riencias; los que guiarian los procesos que Sperber llama"evocacion simbolica" estan a su vez enclavados en com-plejas jerarquias de schemata, culturalmente validadasque tienen que vel' con los mas diversos aspectos de l~vida.

. . En el limite en el que el interes POl' los procesos cog-mtIvos se transforma en interrogacion de los contenidosreferidos en los textos, 0 cuando la cultura se comienzaa interp;retar como texto 0 como drama, el enfoque dereferencla es reemplazado prestamente pOl' otro paradig-ma. Con la salvedad de la bibliografia indicada en elcuadr.o que encabeza c;s~acaracterizaci6n, la mayor partedel dlscurso antropologlcO que conceptua a los simboloscom? emergentes de procesos mentales especificos y quese Slrve de un modelo cognitivo, utiliza a este s610 como

referente superestructural de un orden que incluye atoda la sociedad 0 al entorno ecologico en terminos de!nfraestructura. Cuando este es el caso, el enfoque cog-nitivo deja de ser autosuficiente y se transforma enpuuta complementaria de un analisis contextual que 10eontempla como uno de sus momentos.

EI hecho de que hayamos definido un simbolismo"psicoI6gico" independientemente de un simbolismo "in-t.orpretativo" debe hacer concluir que, en la actualidad,111 la interpretaci6n prevalente en antropologia es psico-16gica ni la psicologia auspiciada porIa disciplina esInterpretativa. Luego del colapso del psicoanalisis comohorramienta antropol6gica (en buena medida como con-I'wcuencia de los excesos de R6heim), y tras el fracaso del1Jastiche complementarista y de otras soluciones de emer-Ja'oncia, las tecnicas interpretativas ahora aceptadas pro-vlcnen en su inspiraci6n mas bien de la fenomenologia,y en 10 metodol6gico mas bien de la semantica. Comoresultado, la antropologia ya no vislumbra cada institu-eMn como valla interpuesta al incesto, ni considera· lacultura espiritual como sublimaci6n de pulsiones, ni in-tuye detras de cada simbolo una floraci6n de genitales.

Independientemente de que se ponga 0 no en tela dejuicio la acuidad de la teoria psicoanalitica como pro-puesta cientifica, 10 que ha importado mas en este ale-jamiento ha sido la imposibilidad 16gica de una aplicaci6nintercultural del analisis, perfectamente demostrada pOl'Levine (1977 :281-295). EI agotamiento del freudismocomo paradigma antropologizable ya habia sido percibi-do pOl' Pertti Pelto mas 0 menos en la epoca en que Iaantropologia simb6lica comenzaba a constituirse (Pelto,1967 :140) ; POl' otra parte, la impenetrabilidad de Jac-quos Lacan garantiz6 que este nunca pudiera convertirsemA.e que en un referente circunstancial, intercambiable,,uBceptible s610 de extrapolaci6n fragmentaria y de adop-ol6n en terminos de moda contingente, como sin dudaloII todo el post-modernismo en que se inscribe.

Resta vel', entonces, cuales son los modelos psico16-

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Idl'OH <Juo, on la aetualidad, inciden con mas fuerza en1I110HLI'U di:-;eiplina. Sin animo de exhaustividad y a ti-tulo pUl'amente ilustrativo, podriamos establecer, en prin-dpio:

a) Una psicologia generica y eclectica, presente enlos desarrollos recientes de la escuela de Cultura y Per-sonalidad (desde 1961, "Antropologia Psicol6gica" a se-cas), adaptados al comparativismo POI' Whiting y Childy reelaborados POI' Harry Triandis, Francis Hsu, Dou-glass Price-Williams, Yehudi Cohen, Ihsan AI-Issa, Ho-racio Fabrega y toda una pleyade de estudiosos.

b) Como especializaci6n de esta, una psicologia en-tre "pragmatica" y "proxemica" de la socializacion y elaprendizaje, en las mil variantes de Elizabeth Bates,Thomas Williams, Robert Forston, John Hostetler, GlenMcBride, Shawn Scherer, Walburga yon Raffler-Engle,Victor Yngve, etc.

c) Una corriente de oposicion frente a estas postu-ras, inspirada directamente 0 indirectamente en la feno-menologia y sustentada POI' psicologos sociales que apo-yan las premisas del interaccionismo simb6lico: HowardBecker, Orville Brim (el exegeta de G. H. Mead), Stan-ton Wheeler, Leonard Cottrell, Tamotsu Shibutani, RalphTurner, Frank Youngy, si se quiere, Ervin Goffman.

d) Las secuelas del complementarismo de Devereux,cOllvertido en etnopsiquiatria (patologica) POI' Laplan-tine, al lado de un endeble psicoanalisis antropol6gico,experimentado hasta hace poco POI' Parin, Mongenthaler,Boyer, Beidelman, Ortigues ("EI Edipo africano"), An-ne Parsons, Melford Spiro y Weston LaBarre.

e) EI conductismo de Skinner, publicitado como psi-cologia operante POI' J. A. Jones y praeticado de maneraortodoxa POI' Albert Bandura.

f) La psicologia evolutiva de Piaget, aplicada al temadela cognici6n POI' Heinz Werner y Bernard Kaplan yal problema de la "mentalidad primitiva" POI' DelVal,Dennis y Hallpike (una especie de Levy-Bruhl mas for-malista y puesto al dia).

g) La psicologia interaccional 0 situacion~~, con.c~-bldn tambien como una "ecologia de la conducta , COdIfI~('Iullt POI'Richard Shweder, Walter Mischel, Alan Howard,y reformulada independientemente POl' Jerome Barkow;'on un cariz evolucionista.

h) La psiquiatrfa de base cibernetica, formulada POl'l:regory Bateson y Jiirgen Ruesch, y ret?mada POI'Watz-Inwick, Beavin y Jackson sin que med~ara ~~a ~:nov~-don concomitante de su aparato de eJemphflCaclOn N"II(lg-rMica.

i) La psicologia cognitiva de b~se inform~cional, enIIIH variantes de Miller-Galanter-Pl'lbram, NeIsser, Bo-brow, Kintsch, Rumelhart 0 Minsky, abrazadas porIauntropologia simb6lica de Klein, Sp~r?er (1979), Toren,Ohnuki-Tierney, asi como POl' los teorlcos del schema.

Aqui y alla palpita todavia el poder~so fantasma .deIn libido freudiana, reivindicado en OCaSI?neSPOl' SpIroo agazapado tras las categorfas estructurahstas de Kuper;pcro ya estamos, reconocidamente, fuera del enfoque quenos ocupa.

Jlrwacligma te6rico: Ret6rica arnalitica, Teoria del arte. . .o lJje t.o : EI simbolo como tropo ex:presivo. ~.eta~~ra. ':! metonl!d:~~

EI contexto simb6lico como texto. La aCClOnsImbohca comomL d

lJJst'IIClios representativos: James Fernandez (1972B

,19,74): B~e~byaBeck (1977, 1978), Robert Beaugrande y enJamm 0

(1979) Keith Basso (1976), Alndrew OrtonlY (1979), AmosTversky (1977), Dorothy Lee (1950), Renat~ Rosaldo (196~),Michelle iZimbalist Rosaldo (1.972>" ,~eter Selt~l (1(i~~i)191j~Flo d Lounsbury (1959), Elh Kongas Mar~!ll a . . , .Me:lten y Gary Schwartz (1968, 1982), DavId Sa.pIr y ChrIS-to her Crocker (1977), Victor Turner (1957, 1974), Kenn~thB~rke (1945, 1950, 1966, 1970), Dam Sperber (1975), AhceKehoe (1973), Lee Drummond (1977).

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· . lflste enfoq~e se ocupa no solo de los aspectos meta-l?rICO~y met0J:.l~micosdel simbolo como desglose catego-rI,C?,Sl:nOtamblen de to~as aquellas manifestaciones sim-boh~as en ,que te~ga prImacia el factor expresivo en susentI do mas ampho, como ser las escenas literarias lasdram~tizaciones,. el complejo ritual. Dado que una ~eta-fora mvolucra slempre un denotatum, no es inusual queel enfoque retorico constituya solo una parte de una em-~resa cont~xtual mas amplia, en la que el simbolo semterpretarIa como una proyeccion metaforica de una cir-cunstancia social 0 de un predicado empirico, observacio-nal, ~cerca del entorno 0 sobre el universo. Todos losestudlOs aqui resefiados como representativos, sin embar-go, se caracterizan por situar la dimension de 10 retoricoen .el centro del discurso; el referente autentico se desdi-bUJ~, 0 pasa a un segundo plano, desplazado por un in-teres que se concentra en la naturaleza retorica de surelacio~ (":m el simbolo. Importa entonces mas la indoleexpresIVa de la relacion que la geometria de la relacion~lSma y que aquello que resulta relacionado. Cuando elv.mculo entre los fenomenos, cualesquiera sean, es reduc-tIble a. ~n trop? 0 es susceptible de interpretarse como laexpreSlOn estetIca de un termino por el otro se tiene vir-tualmente definido el objeto de este enfoqu~.

l?ic~o de otra manera, la estrategia retorica puedeconstItU1r~e.como un fin en si misma, 0 puede integrarsecomo anahtIca parcial de bajo nivel a una analitica tota-lizado~a de alto nivel cuyo objeto puede llegar a ser tanto!a socledad como el cosmos. EI estimulo esencial de suIdea rectora pareciera haber sido la compleja y variadaobra de Kenneth Burke, quien contemplaba la accion hu-mana c,?~o una accion reciproca de escenas, actos, agentesy proposItos, destacando el poder del lenguaje figurativo.Presente a 10 largo de todos sus escritos se encuentra lanocion de que toda perspectiva, todo suceso necesita deuna metafora que la organice. '

En consecuencia con estos principios James Fernan-dez ha intentado formular una densa an-t~opo-Iogia, en la

que los procesos asociativos ~el co~portamient~ simh6licopueden comprenderse con mas clarIdad a traves del exa-men de las metaforas subyacentes, asi como de los tema;scon respecto a los cuales ellas son primordialmente predl-cados, bajo el aspecto de signos-imagenes (cf. Fernan-dez,1974:120). ,

En la peculiar interpretacion de Fernandez, I~ meta-fora es estudiada primero como "movimiento afectIvo" de,la persona a traves de un espacio cualificado .. A su turno,el espacio cualificado de cada cultura s~ defme como u!1continuum de "n" dimensione~, sus~eptIble de .ser ,~D;ah,:zado mediante diversos abordaJes teOrICos: lo~ slete eJesde Jones (1951), las tres dimensiones semantlcas propu~s-tas por Osgood, Tanenbaum y Suci (1957), 0 c~ah!U1erotro igualmente adecuado. Por obra de ese rr;oylmientoafectivo, la persona 0 iniciado es puesta metafoncame~teen relacion con distintos domini os relevantes, que varIansegun la cultura que se trate. En una segunda e~apa, lametafora actua como una guia para la conducta rItual; aestos fines Fernandez propone una redefinici6n del. ritualcomo una' serie de metaforas 0 imagenes orgamzantes~puestas en operacion como conjunto organico de escenasceremoniales. Ulteriormente, la mebifora se comportacomo un mecanismo que insufla a la persona valore~ yexperiencias compartidas por la cultura, transf?r~:m-dose en un instrumento mediador que conecta I~ mlcla!-mente inconexo y extiende 10 corporeo a 10 SOCIalY Vl-ceversa.

En este esquema, la metafora, operad.or proteico, encontinua metamorfosis pero siempre. ~ctIvo, ?~mu~strasu poder y su capacidad para t;U0dlflca:r:pnY,I1eglada-mente los sentimientos y el sentIdo de s~tuac,~on de I:"persona en la cultura. Fernandez denomma . pronoml-nalismo" a su perspectiva, por cuanto su obJeto es laaccion de la figura sobre la persona 0 "pronombre", yla propone como contagiada de un enfasis propio de lasciencias sociales en las ultimas decadas sobre el r.ol dela cognicion y de la comunicacion en las interacclOnes,.

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.v I'loure el papel de los esquemas mentales 0 imageneseOlllO mediadoras de la interacci6n social. El estudio deIIts metUforas -dice- debe lIevar al analisis de la "cul-tura expresiva", donde se encuentra, representado entropos, un numero limitado de inteneiones latentes con-cernientes a la condici6n corporal y social de las personas.

La proposici6n basica de Fernandez es que, en elcrecimiento de la identidad humana, el pronombre inci-piente, el nicho pronominal inicialmente vacio de la vidasocial ("yo", "tu", "el", "elIo") gana identidad prediean-do un signa-imagen 0 metafora sobre si mismo. En ter-minos de G. H. Mead, dichos pronombres devienen obje-tos para si mismos, tomando el punto de vista de "el<otro", antes que puedan eonsiderarse propia y plena-mente sujetos. Este devenir objeto, este asumir la pers-peetiva del otro, esta predicaci6n acerca del pronombrees un proeeso que casi siempre, segun Fernandez mirahacia el mundo animal. En las sociedades arcaic~s (!),anrma, la predicaci6n primordial habitualmente incurre<entotemismo. Por alIi asoma tambien alguna referenciade Fernandez al "esoterico, hermetiea y a menu do con-iradictorio Lacan", quien piensa que el sujeto debe "cap-turar" al otro para recien entonces constituirse.

La estrategia en cuestion, aunque centrada en lametafora, es atipicamente integrativa; sin embargo, laconjunci6n fundamental entre categorias semi6ticas (sig-nos, senales, simbolos, iconos) y figuras ret6ricas (troposen general, metaforas, metonimias) no ha sido merece-dora de una exposiciol1 formal ni ha podido ser diagra-mada con transparencia. En otro orden de cosas, Fer-nandez reconoce los meritos de la empresa levistraussia-na, pero asienta su disconformidad con su punto de arran-que: el posicionaIismo de Levi-Strauss, que focaIiza masla forma que el eontenido, el sistema que la substancia,las transformaciones e inversiones que las propiedadesintrinsecas, deja de lado un conjunto de "imagenes sen-sibles" que no se resignan a ser elementos de calculo enun juego intelectual de transformaciones.

La postura de Fernandez, abiertamente en procurade un liderazgo a fuerza de proc~~mas funda~t~,s como, ta del "pronominaIismo" y la an-tropo-logIa, 0 dee~esuntos logros trascendentales, .c0:n::.0.la alardeada, ~on-~ergencia entre la antropologia 51mbohea y la cogmtlva.mereee un examen detenido, En 10 que haee a la conLex-tura epistemo16giea de su paradigma, y aparte de, <tuesu estilo discursivo sea de por si harto .espeso, eXISenciertos puntos en los que imp era la ambiguedad" y queson crfticos a la hora de determinar que ~s 1.0que el real-mente piensa. Esta equivocidad, por anadidura, pareeeser inoportunamente selectiva, puesto qu~ desapare~emientras Fernandez divaga, pera se ensenorea cua~, 0Fernandez razona' el ha preferido situarse (la expreSlOnes suya) mas osc~ramente en 10 cierto que. ~lar~enteen el error. La sensaci6n que queda como reSlQUO e. unalectura de sus textos es la de una desconcertan.te dISP~-ridad entre asertos indiferentes a gru~sa~ f~laclas de h-

'f' "n por un lado y finisimas dlstmclOnes catego-pI lCaclO . 't' s excenriales por el otro. Su manejo de la semlO,lca e .-trico: Fernandez entiende que la antropologIa, es una CIen-ia "semio16gica" porque se ocupa de los simbolos, ha-

~iendo como que ignora que estos son s?lo una clase ,delos signos' a los que "semiologico" se reflere, y no advI,r-tiendo que 10 que redefine ;10 es e~ta vez la cUltura: seg1!~es habito entre los simbohstas, smo la antropologIa mlSma su tarea y sus incumbencias.

, La menci6n de Lacan y de Mead como puntales, dealgunas ideas suyas nos choca tambien por su crasa m?~portunidad, Recuerdese, por ejem.r:lo, que Me~d care3lOde la noci6n de cultura, una nOClOnque en ern an ezasoma cada dos palabras, y que ~a captura del otro enLacan para la constituci6n del sUJe~o es uI?-procdesf a~.?-tado ue ocurre en una fase evoluhva defIm.da e nmomuy' a~terior a su posible participaci6n conClente en ac-tividades rituales, y que guarda equilib~io, entre, otrascosas con una idea especifica de la alteridad, del mcon-cient~, del sujeto, del Yo y del lenguaje que Fernandez

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tll4l;tI. rtluy lejos de suscribir. Toda la digresion de Fer-nltnde~ ~ prop6sito de la distincion entre metafora yrtlotommla, de la que depende la porcion mas delicada detolUA argumentos, yen donde vuelve a recurrir a un Lacanompaquetado siempre en pies de pagina, no encuentratampoco una resoluci6n satisfactoria: como determinare-mos luego con referencia alas especulaciones de Leach(1985), y como Fernandez sabe muy bien POl' haber leidoel trabajo capital de Lounsbury (1959 :127), las relacio-nes metaf6ricas de similitud y las relaciones metonimi-cas de contigtiidad no son independientes ni oponibles.

Se no~ ocurre que Fernandez quiere plantear y resol-ver ~emasxa~~s problem~~ en un solo acto epistemo16gi-co, sm permltIrse la suflclente maduraci6n y sin hacersecargo de los enormes interrogantes que el mismo engen-dra: de alIi la apariencia de patchwork en mosaico queexhlben sus monografias y la necesidad de desparramara lo.largo de ellas una copiosa constelaci6n de nombresde smgular incompatibilidad te6rica. Como a su criticoJohn Blackin?,: tambien a nosotros nos parece inapropia-da la fundacIOn de una an-tropo-logia 0 como se llamecuya misi6n habra de ser el examen de la "cultura ex:presiva". La pormenorizada inspecci6n del material et-nografico existente, en el contexto de la etnomusicologia,nos ha persuadido que es imposible proclamar a priorialgo aSI como un objeto estetico universal: en ciertoscont~xtos, la cocina 0 la defecaci6n pueden ser actos ex-~reslvos, en tanto que las misas pueden llegar a cons-tItuir rutina cotidiana.

. A todo esto, la relaci6n de Fernandez con el pensa-mlento formal mente semio16gico es bastante sumaria'"El mismo rasgo 0 elemento de comunicaci6n puede ser'de a.cue.r~o ~on la situaci6n, un signo-imagen, prefiad;d; slgmflcacIOnes sentidas pero no conceptualizadas' unslm!?olo, poseedor de significaciones totalmente con'cep-t?ah.z~das, y a menu do articuladas; 0 una sefial, cuyo~lgmflc~do descansa en la orientaci6n que imprime alasmteracclones" (1974 :120). Los tres tipos signicos se su-

ceden segun Fernandez, evolutivamente; 10 que no dice escomo'y en base a que principio se. relaci~na puntualmenteel simbolo (signo-imagen de sentIdo olvlda~o, y pOl' ell0multivoco) con la metafora en la que el slmbolo pareceoriginarse, y cuyo refere~t~, empiri~o, no. obstan.te ha-berse esfumado por defimcIOn, Ie sigue slendo sxempresubyacente . .

Como ya se ha dicho, Brenda Beck (qU1e~ en suoportunidad supo oponerse a la extravagante Ide~ deFernandez de que la razon configura un p~nsamlento16gicamente empobrecido) sostiene que la metaf~ra cons-tituye un mediador entr~ los m~d?s de pensamlento s~-mantico-binario Y expreslvo-analogl~.O, 0 e:r;tt;; el lenguaJey la experiencia sensorial. Su proI1Ja reVISIOnno aportademasiadas novedades a 10 ya deslindad,o por Fe~nandezo Levi-Strauss, y ahonda con monotoma en la Idea deque el lenguaje comun (en ,el qu~ se ~ntrever~n. len~ay habla, semantica, fonologxa y smtaxls, gramatlc:;t, Sl!l-tagma y paradigma) seria de alguna ma.nera b'/,nar~o.Mas alla de este lugar comun (ya sumarlamente obJe-tado), el tipo de funci6n y la pote?cia asigna~a por Becka la metafora apunta a un espacIO del co~oclmIe~lto an-tropo16gico que por el momento, como bIen senala sucomentarista Robert Randall (1978 :93), se encuentraconceptual y experimentalmente vacio, pese a. 9-ue ~usfrecuentadores han sido numerosos. Beck ta~blen rem-cide en una modalidad arcaica de especulacIOn, que al-canza por 10 menos dos climax: su hip6tesis sobre laexistencia de analogi as y pensamientos "preverbales", yel vinculo que sugiere entre metafora y sinestesi:;t, en ~lque esta llitima llega a ser algo as! como el "senbdo .prl-mordial indiferenciado", perdido en la no~he de lo~ bem-pos. Por mucho que Fernandez asi 10 aflrme, esta claroque el territorio pertenecient,e .a este enfoque, s.urca~otodavia de busquedas de 10 prlstmo Y d~ s?mbras Jungla-nas, no sera aquel en el que se mate;xahce ~l. rom:;tnceentre el simbolismo Y una antropologxa cogmtIva Slem-pre celosa de los procedimientos de validacion.

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A 1I(~(l [(olIoo, euyos analisis se extienden hasta aba _('Ill' olm~ontoR de la interacci6n social, incurre s610 mury1,'t/l~OIleI111menteen esta suerte de enfoque retorico palJJ<!ICLtI' q?e los roles se constituyen, en 10 conc~ptu:fIm,Jo ~a .forma de consideraciones metonimicas. "Un~Itw~omr~lla -::asegura Kehoe- puede ser identificada enl;t construcclOn. de los esquemas cognitivos que gobiernanl~tconducta. SOCIal. ~na persona actuara de modo que su(:omp0rt:ar~llento exhlba esos atributos criticos paraelleC?nOCImIento del rol que eIla cree satisfacer S' I~~r~but~s que definen un rol se extra en de un ~onIun~~J~rarqUlCo. congruente con dicho rol, se dice que este hasIdo descnpto metonimicamente" (Kehoe 1973 :266-267)Con ello, la autora implica que en det~rminadas socie:dades, los roles se concIben en funci6n de solamenteunaparte .de las potencia!i<;l~des de la persona: asociando,por eJel?plo;, la condIclOn de "mujer" con la idea dem~termdad . La antrop610ga y feminista Michelle Zim-

balIst Rosal.do (1975) opina casi exactamente 10 mismoaunque restItuyendo la metafora como figura privilegia~da y como fuente de la constituci6n ideal de los roles.. Para Merten y Schwartz, las propiedades metafo-

rlCas del. dis?urso .cotidiano otorgan forma al sentido dela expenenCIa socIal. Los autores parten del hecho demostrado I?or. ~ernandez. (1974) y por Crocker (1977) ~de qu~ .el mdIvIduo, f:'tbnca su concepcion de si mismotransfIr:e~do metafoncamente cualidades 0 atributos deun do~~mo a otro, e !ntentan explorar como la riquezame~aforlCa del lengu~Je, del que se piensa que es utili-tarlO y concreto, devIer:~ee~ cambio expresivo y cargadode valores. Con esa fmalIdad, estudian interpretativa-mente, ora. descreyendo de la conceptualizaci6n emic;ora deter1?mando su vacio, t,litnto los ritos iniciaticos~o~teamerlCa~os (1968) como los procesos simb61icos co'-tIdIanos .no ntuales (1982).

~bservese, en este punto, que el enfoque que se estii.exammando, , y que bien podria armarse,consensual"mente con solo recabar las citas reciprocas, congrega,

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acumulay sintetiza a expensas de la dupla metafora-metonimia, por 10 menos cuatro 6rdenes de fen6menosque en Occidente se encuentran positivamente diferen-ciados y hasta confiados a disciplinas no conexas: elafectivo, el estetico, el persuasivo y el axiol6gico. Elpanorama que aqui se abre a la antropologia simb6Iica,y que debiera ser inagotable, revel a empero un rend i-miento decreciente vertiginoso en cuanto se avanza porsus contenidos: no se hace mas que repetir hasta la sa-ciedad y bajo distintas formas que las figuras a las quese han reducido 10s simbO:los concilian, orlnamenta:n,inducen 0 valorizan, respectivamente, la relaci6n del hom-bre con su cultura 0 su medio social. Pensandolo bien,el discurso ret6rico-expresivo del simbolismo carece dealternativas mas aHa de esas conclusiones, que son en elfondo triviales, y que se intuyen antes de fingir que selas descubre al cabo de un razonamiento fatalmente cir-cular. No importa en absoluto la riqueza mecimica dearticulaciones que se despliegue en el metodo, ni el oropelde vocabulario que se imponga a la conceptualizaci6n: elanalista siempre encuentra 10 mismo, aunque sea capazde disimularlo con cierto ingenio, y aunque se aboque amarcar infimas discrepancias de detaHe entre el y suscolegas. La diversidad interna es, en este caso, s610 elreflejo de la posibilidad que se tiene de narrar una unicahistoria en estilos distintos.

Por afiadidura, cuando 10 expresivo, 10 estetico, 10'afeetivo y 10 atinente a los "valores" asoman en el hori-zonte del discurso antropo16gico, se estara, nueve de cada.diez veces, al borde de una triquifiuela academica pararelajar el rigor de las proposiciones, como si aquellosaspectos del objeto no estuvieran rigidamente codificadosy como si la naturaIeza inefable del fen6meno contagiarade indeterminacion al pensamiento que 10 analiza.

Tenemos que concluir, entonces, en que este es elespacio en el que mejor se desenvuelve la fantasia me-todo16gica del descubrimiento, que quiza sea, despues detodo, una fantasmagoria funcionalista necesaria para aca-

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bar de describir el perfil de los simbolos. El narradormas elocuente ha side siempre, en esta tesitura, VictorTurner. En su vertiente expresiva, Turner (1974) pres-ta particular atenci6n alas "figuras liminares" que sonlos activadores de transici6n, los catalizadores de la his-toria. Sus conceptos clave son, en esta oportunidad, los·de "drama", "campo" y "metaJora". Tanto los "dramas"·en tanto conjuntos de acciones 0 escenarios (action sets,una categoria de voluntaria ambivalencia) como los "cam-pos sociales" en los que se trasuntan, por detras de KurtLe'Y"in, las antiguas "instituciones" de la antropologiaSOCial, son para Turner relevantes en la comprensi6n desucesos que, amen de hist6ricos, son tambien simb6licoscuando se organizan 0 expresan mediante metMoras. Esen este argumento clonde se capta con mayor nitidez entodo el ambito del enfoque, la fuerza pervasiva del dra-matismo de Kenneth Burke, una teoria inesperadamente~ecanicista cuya "pentada dramatica" provee de conte-TIldos a cada una de las categorias centrales de Turner.Carente de verdaderos haIlazgos en raz6n de la natura-l~za de su paradigma .ocasional, atrapado en la disyun-tlVa entre relatos contmgentes y estructuras necesariasy plagado de digresiones sin numero a partir de las cua~les Hanchett (1978 :616) esper6 en vano ver desarrollar-se hip6tesis, el ensayo de Turner exhibe, por 10 menos,la valiosa virtud de su elegancia. '

Menos prolijo, aunque harto mas apasionado, es elpoco conocido manifiesto de James Peacock (1969) enfavor de la estrategia dramaturgica y en contra si seq~iere, de la interpretaci6n del simbolo (en su ~aso elmlto y otras especies narrativas) como carta constitu-yente del orden social. "EI concepto malinowskiano delmito como carta ha llegado a ser el mismo una cartamitica que ha dominado a la antropologia social inglesay a sus ramificaciones coloniales hasta el dia de hoy.e... ) Leach argumenta que entre los Kachin de AltaBirmanfa, el mito sirve no como carta de legitimaci6ndelas instituciones establecidas, sino como carta para el

cambio social; pero es la misma idea de la 'carta' la quesigue dominando el punto de vista de Leach sobre elmito" (1969 :168).

En base a su experiencia de campo con el dramalu,druk en Indonesia, Peacock busca expresamen~e con-trastar la estrategia dramaturgica con las teor~3;s queremiten todo al sistema social 0 al cultural, utIhzandouna caracterizaci6n que reposa pesadamente en Geertz(1957) : La perspect~va "cultur.o16gic~", iI?agi~a ~ .1a ~on-ducta como si estuvlera orgamzada 10glco-Slgmflca~lva-mente", al modo de los sistemas filos6ficos que ?erIva~conc1usiones a partir de premisas; la tarea del mvestI-gador consiste en definir las premisas, creencias, valorese ideas que "supuestamente" -dice Pe~coc~,- ~U?y~c~~a la conducta primitiva. La perspectn~a soclOl~glca,en cambio, imagina que los comportamlentos e~tan ?~-O"anizados "causal-funcionalmente", como en los dISPOSltI-~os mecanicos cuyos engranajes mantienen un sistemafuncionando; la misi6n del estudioso es entonces r~velarcomo las redes los intercambios, las alianzas y las mter-acciones realiz~n la cohesion social. La estrategia por laque Peacock aboga, por ultimo, imagina. los rasgos delcomportamiento como si estuvieran orgamzado.s con arre-glo a una pauta estetica, al igual que en una pleza teatralque estructura poetica y climaticamente sus es.ce1!'as,paraevocar en la audiencia respuestas ora aprecIatIvas, oracatarticas; y, en correspondencia, la tarea del antrop6-logo es la de mostrar de que manera las formas, losclimax y los decorados se conjugan par!': producir ..esaevocaci6n.Recurriendo a una observaclOn de GyorgyLukics Peacock destaca que tanto el drama como la vidase hall~n estructurados en torno a un dia de rendici6nde cuentas cuando todas las consecuencias de los actosanteriores'se concentran de repente, y todos los indivi-duos deben dejar sentados sus testimonios: aunque es-tos principios son un tanto genericos (no mucho mas,aclara que los de "reciprocidad" 0 "dualismo"), los mis-mos ~ueden ayudar a que se apunte a generalizaciones

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IIliw illl'iHlvltH a pl'op6sito de la dinamica de la sociedad(lll ta/lto drama. Un rocio de dramatismo bien podria re-1"'PH('lLt· uI nucleo de las etnograffas ortodoxas, proporcio-IlIlndo una nueva "carta" que acuerde alas formas dra-It~,'t~,i~al'ly a las d~meD;siones de tiempo, espacio y tan-g! lHhdad su mereclda Importancia sociol6gica.

Caben aquf, finalmente, tres acotaciones, capaces deaportar mayor claridad a la definici6n de este enfoquecHpecifico :

La primera de ellas concierne al estatuto epistemolo-gico de ese metodo analftico y de ese movimiento de crf-tica reflexiva de la terminologia que se dio en Hamar"dramatismo" y que, como dijeramos antes fuera codi-ficado hace ya un tiempo POl' Kenneth Burk~. El drama-tismo se inserta en la practica de la antropologia simb6-lica como ~nstaurando un nexo fluido, aunque todaviano exhaustIvamente explotado, con otras corrientes delas ciencias sociales; nos referimos en primer lugar al in-te:accioni~mo simb6lico de Herbert Blumer, que se ins-cnbe, segun consenso, entre una suerte de microsociologiay el corpus de la psicologia social derivada a su vez deGeorge Herbert Mead. Tambien la etnometodologia deHarold Garfinkel, desde un plano analitico equivalenteconcibe el orden social como un alineamiento de escenas'encuentros y situaciones. Es en interlocucion con tod;este contexto te6rico que Ervin Goffman desarrollaria susestudios mas ejemplares, prolfficos en metaforas teatrales.

~l post~lado b~sico del dramatismo sostiene que elmeJor cammo hacIa el estudio de las relaciones humanases la investigaci6n met6dica de los ciclos 0 agrupacionesde terminos y de sus funciones referenciales. El terminoclave, la matriz de la que se derivan los demas es aqu!el de "acto": de el irradian numerosas relacio~es, con-form~ndo todo un apretado tipograma y un universo ca-tegonal. Para que haya un "acto" tiene que haber un"agente" y una "escena" 0 "escenario" en que actuaestee~1?lea~do ciertos "m~dios" para llevar a cabo sus "pro~POSltOS. Son estos cmco conceptos los que configuran

la Hamada "pentada dramatica" y los que operan, desdela perspectiva del analista, en todo 10 que tenga que vel'con la imputacion de motivos. Casi cualquier esquemaanalftico puede reconvertirse a terminologia dramatica,y de hecho cualquier estudio de las relaciones. huma~asen terminos de accion puede considerarse medlata 0 m-mediatamente incurso en dramatismo. Toda circunstan-cia participante en la accion puede traducirse medianteel simple expediente de combinar los elementos de la

d I I·,,, t t"pentada de la manera adecua a: a re aCIOn agen e-ac 0 ,POl' ejemplo, refleja la correspondencia ent~~ el caracterde una persona y su comportamiento mamflesto; la re-laci6n "propositos-medios" se referiria a la logica de laelecci6n de los recursos para el logro de ciertos fines, yasi sucesivamente.

Para Burke el dramatismo no se limita a propor-cionar metiifora~ teatrales, sino que opera como si fueseuna "forma fija", como una estructuracion, que ayudaa justipreciar el grado de sistematicidad de.l model~ y adescubrir implicaciones que podrfan pasar madvertIdas:aceptado este principio, es tan literal decir que la ¥ente"actua" de una u otra manera, como expresar, en Jergaconductista, que los sujetos "se mueven" ~omo si fueransimples cosas. Mas aun, pareceria como ~l. el marco ana:lftico fuese siempre naturalmente dramatIco, y como Slla expresion conductista s610 fuera termino~o~ia dran;a-tica trunca velada empobrecida; no se elImma -dlCeBurke- la'logica dramatica connatural a toda descrip-cion de un suceso, si 10 unico que se hace es reemplazar"acto,r POl' "respuesta", "escena" par "situaci6n experi-mental" 0 "agente" POl' "sujeto observado". Burke nocuestiona los modelos mecanicos como inadecuados paralas ciencias sociales, puesto que toda maquina es, antesque nada, una invencion profundamente human a ; 10que pretende la concepcion dramatica es prevenir contrauna vision abrumadoramente positivista de los terminosdescriptivos 0 de los datos empfricos, que quite carnadu-ra al estudio de la interaccion humana. Es este progra-

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ml, t1nf.oJwt!I'I, no Hiempre explicito ni acatado, el queitA f1utl'ldo 01 fondo sistematico de algunos de los masl'tlJll'Ol'lllJltUtiVOR intentos simbolistas de transconceptuali-zlw!6n dt'umaturgica.

l,n Hegunda acotaci6n concierne al peligro, muchasV(!l'OHcomprobado, de depositar confianza en un meca-niHI~(~ expli?ativo basado en la metafora, siendo que lanwtntora mlsma es una entidad semanticamente incierta.v teor6ticamente polemica (cf. Lyons, 1980 :489-491; MaxBlack, 1966 :36-56; Ricoeur, 1977). No se niega que aunen el modelo mas axiomatizante exista cierto grado del?etaforicidad, puesto que hasta los grafemas de la 16gicaf?rmal sufren el destino de seguir siendo simbolos; 10 queS.l c~~e .reclamar es un saIto del discurso hacia un planohngUlstIco que sea men os intensamente ret6rico, paraque la explicaci6n no tipifique como mera parafrasis yque para que no se resigne nada mas que a sustituir lasmetaforas del explanandum por las metatoras del expla-~ans. La mayor parte de los textos simbolistas que hemosIJ.1dagado se muestran, en este sentido, poco satisfacto-rlOS: el aporte de las mas recientes inquisiciones sobrela estructura de sentido de las figuras ret6ricas no serecupera con que solo se acumulen las suficientes notasa. p~e d~ .vagina, como para corroborar que, al menosblbhograflcamente, uno se encuentra al dia. En generall?s nuevos conocimientos suelen llegar al discurso simbo~hsta como advertencias diluidas. que pronto pierden sufuerza en medio del aluvion verbal de las pretextacioneste6ricas comunes a la discipIina y del realismo ingenuode las referencias etnograficas. Lo que puede resultarde estos procedimientos, seguramente, no puede red un-dar en otra cosa que en una lectura metaforica de larealidad, e~plazada casi en el mismo nivel de tipificacionqu~ el f~nomeno, y que funge como la explicacion queesta haclendo falta y como el trabajo cientifico que to-davia no es.

E~ t.e::cer y ultimo asunto a tratar tiene que ver conla poslblhdad de una convergencia 0 de una intersec-

cion entre los enfoques que llamamos "cognitivos' y elmodo "ret6rico" que ahora nos ocupa. En otras palabras,se trata de revisar la articulaci6n entre dos enfoques,el primero de los cuales funcionaria como sustrato ex-plicativo de los contenidos que el otro plantea.

De acuerdo con Richard Mayer, existirian cuatrograndes bloques te6rico-metodol6gicos en el seno de lapsicologia cognitiva contemporanea: el mo?elo de proce-samiento de la informacion que hemos VlStO explotadopor Sperber, 1979 y por Christina Toren, 1983), ~l mo-delo de procesos cognitivos (no aprove~hado au:n. enantropologia) el modelo de las estrategms cogn:tI ..~as(recurrente en simulaciones de problemas de decIsIOn,bastante comunes en etnociencia) y el modelo de estru;-turas cognitivas 0 schemata, que es con mucho el masfavorecido por el usa antropo16gico (cf. Mayer, 198-5).EI hecho es que la metafora esta siendo indagada cadavez mas frecuentemente en base a los supuestos de lateoria de los "esquemas" subyacentes! en est~ terr~no.se han mostrado especialmente sugestIvas las mv~stIga-ciones emprendidas por Ortony, Rumelhart, Kmtsch,Mandler y Johnson, a caballo entre todas las disciplinasimaginables.

No viene mal un ejemplo: Si decimos, pongamospor caso, que "Muchona es un abejorro", esta"?lecemosuna equivalencia entre dos conceptos pertenec1entes ,aotros tantos dominios de significaci6n. "Muchona" s~rlaaqui el tenor de la metafora, el concepto q~e se m::ntlenecontinuo en relaci6n con el t6pico del enunclado, mlentrasque el abejorro es el vehiculo metaf6ri?0, el conceptodiscontinuo, correspondiente a u~ plano. dlStante: al y?;:-taponer tenor y vehiculo, se estan pomendo en r~laclOn10s valores comunes asociados a las variable~ :p~rtmentesde los schemata sub;yacentes a ambas defmlclone~, entanto que las variables no pertinentes son momentanea-mente neutralizadas (cf. Casson, 1983 :449-450). Lo queimporta es que la textura de los ~c~e:nata permanececonstante en el estudio de una multIphcldad de aspectos

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e?gnitivos y conductuales m h ' ,CIOn ad hoc a los asunto~ ~~? mas aHa de su aplica-ecualizaciones y de ex lica r.e oncos. Es. e~ este tipodetusiastamente proclivei a l~l~nes yanS?,IsclPlinarias, en-su vividez casi visual donde ~rm~ lzaClOn a despecho deencuentre una vez s~ e en oque en cuestion quizala salida ~l impasse d~e[oad~s las ~tapas experimentales,son nada mas que eso. s enguaJes metaforizantes que

Cerramos este apartado cun trabajo relativamente ju on ~nadbreve referencia a(1977), que preanuncia con ,:em e Lee Drummondy expositivo su ulterior inclin~l~:to hde~orden conceptualsemiotico, cumplimentado esta clOn( tCla un tratamientocon mayor prolijidad y eco v,ezd c . Drummond, 1981)primer intento qe innova~~~l~ e ,f.alabras. Aquel, elDrummond, esta viciado de u eore. l~a por parte deintegrar convincentemente n eclectlCl~mo que no logratatica, con la dinaml'ca d luna testrategla posicional, es-de con exto mas I .e yuxtaponer un Levi-Stra ' .que a preclOTurner famelico. El merito ~ss esquematlzado ~onunrecordarnos a trave d . e Drummond conSlSte entorica" de l~ antroP:log~aSU~ Clt~~, que la ,modalidad "re-te retoricista del folklore ~l~~~l~ca es afl~ a la corrien-Abrahams y remozada e~ 1 _ a en lo~ ~O por Rogerescuela del "folkl os anos subslgUlentes por laAmos y Richard ~~~::o-performance" de Dan Ben-todas maneras, no alcan~ ~sta resonancia aislada, dela antropologfa los posibl ) ra traer de regreso haciaresuel~amente menor _efs fof-ffJ.rosde u~a, sUb~isc!plinaemanclpado de aquella pa . ore- qUlza escmdldo yra slempre.

.IlJstudios representativos: Claude Levi-Strauss (vs.), Illlll Hplll'h\!I'('1974), Victor Turner (aspecto "posicional"), Mklwl ball'd(1979), Georges Charachidze (1979), Olivier llol'l'olllwhlllldl.(1979), Patrice Bidou (1979), Pierre Maranda (IW/Il)l (1:111Kongas Maranda (1971, 1971a), Dell Hymes (IWI7), .ylllll\Crumrine (1969).

Este enfoque constituye un acercamiento al planosintactico de los sfmbolos, en el sentido de Morris (l!)HG:43-54) ; en otras palabras, el sfmbolo (cuya estructura ysignificaci6n interna pueden 0 no indagarse) es tratadocomo elemento participante en una combinatoria. En ge-neral, el prop6sito no se cifie exclusivamente a determi-nar las combinaciones permisibles, sino que se extiendehasta los principios que las rigen, destilando 0 dedu-ciendo del plano sintactico el nivel paradigmatico.

Para los simbolistas preocupados POl' los factores po-sicionales, el sentido, contenido 0 significado de los ele-mentos puede 0 no ser parte del problema. En el primercaso, la significacion se obtendrfa 0 bien haciendo refe-rencia a aspectos exteriores a la sintaxis, 0 bien esperan-do recuperar un senti do que seria emergente de la sin-taxis misma. En otras ocasiones, no s610 no se abordad terreno de la significaci6n, sino que explicitamente8e rechaza la funcion semio16gica del sfmbolo y se privaa este de una dimension semantica.

Dan Sperber, por ejemplo, asegura que la interpre-taci6n del fen6meno simb6lico no es una significacionsino un mecanismo cognitivo que, junto con los de l~percepci6n y con el dispositivo conceptual, participa enla constituci6n del conocimiento y en el funcionamientode la memoria, y que si bien el sfmbolo juega un pape]importante en la comunicacion social, esta no es una fun-cion constitutiva del simbolismo que permita predecirsu estructura. La postura de Sperber no resulta de nin-guna manera invalidada por su supina ignorancia de laterminologia semi6tica: de hecho, confunde y entremez-cIa extraordinariamente los conceptos y los niveles cuan-do niega la "funcion semiologica" del simbolo, en lugar

Par.adigma teorico: EstructuralismoOb}eto: EI simbolocomo I - t d'Plano: Sintactica. e emen 0 e una combinatoria.Proposito: Event:ualmente, establecer el d . . ,.

ge las combmacio,nes de simb I or ·en paradlgmatlco que ri-o os.

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till ,<loeb',.m~~.sencillamente, que el sfmbolo no es porta-tlOl do .l'ugmfIcados 0 que la funcion del simbolo nHO!n{mtIca. Se participe 0 no del ideario semiotic~ ~~H~mbolo es, en todas las definiciones imaginables un/'llgno que (se) comunica. '

_ "Si los simbo~os significan algo -dice Sperber-este algo no es caSI nunc::,mas que banalidades" (1974:27); .En busca de compama para el proposito un tantoascetIco, aunque epistemologicamente respetable de ne-garse a persegui~ significados, Sperber niega 'tambUlnque. el ~str!!-~turahsmo de Levi-Strauss, su obvia fuente~e ~nsplraclOn, h~~a podido acceder realmente a ellos.~egun la c.oncepc~on ,d~ Levi-Strauss, explica Sperber,el pensamlen~o slmbohco no expresa mas que inciden-

t~lm.el?te :r;lac~ones entre categorias. El problema de laslgmfl~aClOn Vlene a ser aqui, pues, el de la analiticidad:bastara CO!!qu~ las relaciones entre categorias que ex-p.resa el slmbohsmo. sean relaciones propiamente anali-tlCas pa~a que el 51mbolismo signifique. Ahora bienlas, relaclOnes destacadas POI' Levi-Strauss son de homo~logla Y ,no de parafrasis, de correspondencia y no deta!!-tologla, de ?posi<;ion y no de contradiccion. Estonoqmta nada al l~teres de las relaciones destacadas' s6loq~e no son relaclOnes de significacion" (1979 :34). 'Com-parese POI'un momento el vaciamiento semantico delsfm-b,?lobllevado a cabo POI'Sperber con el testimonio de esosSIm olos rebosantes de significados que nos mostrabaFer~andez, para quien incluso la definicion de esa clased.e sIgnoS pasaba POI' su adherencia a un sentido' diff-cllme~te podrfa reconocerse en ambos autores a va~tagosdel mlsmo tronco, como sin embargo 10 son.

De. acuerdo con Sperber, eJ enfoque posicionaI alcfnt::a:lO d~ 10 que parece creer Levi-Strauss, no ac~edea. C?dlgO m es capaz. ~e dete.rmihar sentidos a partir~el ~uego de l~s. OposlClOnes,mversiones y homologfas:

1 SIstema de!mldo POI' este juego no explica ni inter-pr;ta, !!ecesarIament:, los fen6menos simb6licos, sino quemas bIen los orgamza en una "estructura" que no es56

otra cosa que una disposici6n espacial. Hay que guar-darse de vel' en esta organizacion un c6digo: en todocaso se tiene aquf la forma de u~a ~o?ificaci6n a~ar~~-te, pero no el empalme entre el sIgmflcado y el ~lg~ufl-cante que es 10 unico que puede llegar a constItm~lo.Sperber se muestra satisfecho con esta otra renunCla:dado que no hay significaci6n, tam poco hay entonc~R:c6digo (1974:113). Acaso eJ contexto global que. expl!--que el ascetismo semantico de Spe::ber se~ e~ del IdearlOposmodernista, vigente en su medlO academlco, que ~?nLacan Levi-Strauss y Derrida nos habla de la repreSlOndel ej~ referencial y de la "primacia del significante".

Lo que Sperber no acepta son los criterios que hanservido para delimitar, tradicionalmente, el campo delsfmbolo: 10 mental menos 10 racional para algunos, 10semi6tico menos la lengua para otros. En ambos casas,el simbolo seria simplemente un residuo. Tiene POI' si¥I-b6lica en cambio toda actividad en la que los medlOsno esten en propo~cion congruente con los fines, toda es-fera en la que las cosas no se utilicen "normalmente";el suyo es un criterio admitido de irracionalidad.

En una frase literalmente copiada par Barth (1975 ~227), subraya que el simbolo tampo<;o es paradigm~tico,puesto que no se puede sustituir el slmbolo par la mlsmasignificacion en todos los contextos en los que ocurre.No se trata tampoco de que los significados esten ocul-tos: si la concepcion "criptologica" fuera cierta, habria;que admitir que todo el mundo maneja ohsesivame~teinstrumentos cuyo usa adecuado desconoce y comhmamensaj es cuyo sentido ignora.

El sahel' simhOlico es un sahel' peculiar sin termino"y la prueha es qUe no hay limites ni c6~igos. ~rede~er-minados para construir metaforas. El dlSPOSlbvo s~~-hOlieo, bricoleur del espiritu, jamas pretende deco.dlfl-carlas informaciones que trata,y siendo un mecamsmoextremadamente general, es capaz de mantener aetivi-dades intelectuales sumamente diversas.

Seria interesante conjeturar cuan lejos puede llevar..'

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IIOH UU enfoque posicional a 1 .Hfmbolo son tan extremas cPra e q~e.las negaclOnes delomo genencas y qu" ,Hon sus determinaciones P . d . IZa vaclasdones de una estrategia' omen 0 en claro las limita-dones concientes y autoimPpuuramtente m

lorfo16gica (limita-

lVJ"' D es as en e caso de Sp b )....dry ouglas, comprometida co . . er er ,ta en su analisis critico de la Gn totro para~hgma, apor-precisiones esenciales: "Levi-St es a de AS~Iwal algunas~star revelando la estructura f raussl descrIbe .-asegurael nunca puede dejar de lad or~a ,e los mItoS. Peroque se refiere el discurso mi~' su (nter)es por aquello a 10de reclamar el descubrimien;co. . .. Cae en la trampasubyacente de los mitos debfd del verdadero significado·estructura artistica particular ~ a que n~nca separa la·de su estructura general 0 pu. e u~ ~onJunto de mitossaber que la estructura d r!1men e orma!. Asi comonada sobre el contenido ~es~ rIma es a-b-b~a no nos diceestructura formal de un 't n soneto, de Igual modo lainterpretaci6n ( ) D ~I 0 .no nos ayuda mucho en suturas del mit~ e~t:in co:Ir sIfPlemente que las estruc-diaciones, no nos dice tanf~~~ as por oposiciones y me-Es simplemente deci p que son esas estructuras.1967 '64-65) T d r qu~ hay estructuras" (Douglas,. . 0 0 parece mdi aM'fla demasiado' en el rigor intC 1r fuel ary Douglas con-terminol6gica de los estruct e e~ ua y en l.a precisi6neonstruir una ciencia a pa t.ur~hstas, a qUIenes exigeforas. Los tiem os en r .~r. e sus ostensibles meta-guroso" estan ?oy def&'~' LevI-Stra?ss se reputaba "ri-ticia a las fi~as o'bservaI .lVamente Idos. Hariamos jus-mos que en Levi-Strauss c~~~es de Douglas. si afiadiera-tesco como cuando aborda' el ~~ c~ando anah~ el paren-gresi6n, una licencia perma~~tO, a~ una contmua trans-tura, 10 que es mensaj e I e, en. re 10 que es estruc-e~ c6digo. En su igUal~ci~nque es ~Ignificaci6n. y 10 queblO de mujeres con el de ' po:: eJen;p~O, del mtercam-miti6 postular como real mens~J<:s, LeVI-Strauss se per-por completo'l' un sIstema comunicacional". I UsorlO toda vez I " .mUJer intercambiada 'no result ~ue Ie mensaJe". de la

a e a concatenacI6n de

elementos discretos diferenciales remitentes a un c6digode significaciones, ni discurre por un canal ligado a unamodalidad corporal de percepci6n, ni comporta significa-do traducible alguno, ni esta en tanto signo "en lugarde otra cosa" que no sea ella misma en el proceso con-creto y material de su intercambio. El intercambio demujeres, en consecuencia, no ostenta el menor isomorfis-mo con nada de 10 que define basicamente un circuitode comunicaci6n: el simil levistraussiano, que careciaya de limite heuristico formal, carece asimismo de um-bral, de sustento, de pertinencia. Lo mismo pasa con elfamoso c6digo binario, que tal como Levi-Strauss 10 uti-liza no es en 10mas minimo un c6digo, puesto que, siendolos referentes del mito objetos y personas individuales, ylas adscripciones levistraussianas atinentes a clases, noexiste ninguna posibilidad de decodificar el plano de lasoposiciones que el fabrica, retornando al relato origina-rio. Ergo, el c6digo binario no es c6digo, porque latransformaci6n resultante del analisis no es reversible(cf. Reynoso, 1986b). Sin desmerecer el universo de su-gerencias que produjo, la verdad es que el mundillo delas analogias de Levi-Strauss se disue1ve, 0 se ve obli-gado a mentir, cuando se 10 quiere tomar al pie de la1etra; y esto es asi aun frente a una lectura "econ6mica",como la que realiza el estudioso marxista Perry Ander-son: "E1 parentesco no puede compararse con e1 lenguajecomo sistema de comunicaci6n simb6lica en el que se 'in-tercambian' respectivamente mujeres y palabras, desdee1 momento en que ningun hab1ante enajena e1 vocabu-1ario a un interlocutor, sino que puede utilizar libre-mente cada palabra 'dada' tantas veces como desee, mien-tras que los casamientos -a diferencia de las conversa-ciones- son normalmente vinculantes: las mujeres noson recuperables por sus padres tras sus bodas" (An-derson, 1986 :48). Ahora bien, esta claro que la inter-pretaci6n semantica y comunicacional de los fen6menosque obsesiona a Levi-Strauss no parece interesar a Sper-ber. S610 habra que esperar aver hasta cuando podra

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l'(tIlIIlU "'W, Y IIUHtaque punto 1 .vltClfo do Hlgonificadosen su f a presepcla de. ,un factortUllldo HI discurso en el qu oco !l0 V~CIatamblen de con-

lese mscnbe.] or el momento hay I db'

zo H admitir una in'stanci a go e.o Je.t~ble en su recha-II. Ins manifestaciones sint: pa;tdlgm.ah?a. concomitantesfmbolos y las metaforas Lagma l~as l.:r:dlvld~a!es de 108c(: Sperber seguido POl' Bart~ons rUCClOnde .esta~ -;-adu-111 predecirse; POl' ende, 10 si b ,~? puede :r:1dehmltarseasf como una aberraci6n m 0 lCOvendna a ser algaturas ordenadas, estratifi~~~ecto ~l ~esto. de las estruc-los paradigmas del pensamie~t y ~e~a~qU1Cas.que rigencondueta. Aunque Sperber 0,. e engua.Je Y de Ialico es a 10 no simb6Iico no 10 ~,lce,.par.~ el .10simb6-es a la "fun '" I? que la derlvaclOn smtactica"CIon pnmana" en K '1 ."transformas" son a los "n" I "un OWICZ,10 que las1 ". " uc eos en Chomsky 1os slgmflCados marginales" ". ..' y 0 quetrales" en Bloomfield Tak b son a.los slgmflcados cen-feetamente sentado q~e" laso~~~;/m embargo; dej6 per-son aberraciones ni anomalf .a oras. y los slmbolos noprocesos regulares regidos pas, l~ ,~~uras resultan degeneral, y en ese sentido n or su co, 19O5de un c6digopermisibles de formas nucI 0 so:r: mas que derivacionesmas b~sicas (Jakobson, 198e4a~;;_~~)~ustadas en las nor-

Mlentras que Sp bsentido es un aspect~r e~~na~efura que la atribuci6n dede nuestra cultura y el ser:::a{ ~el desarrollo simb6licomentos de nuestra' ideologfa 1(1~~~s~f1u)n~ de los fun~a-los demas posicionalistas n '.' uena parte dea la perdida de los conteni 0 se ::esl~a tan facilmenteademas adiciona un enfo ~os. A~l,. VIctor Turner, quiencomo queriendo agotar s:1m~t~~:gehco y otro sociol6gico,estrategias, promueve cierto t' mente el espectr? de lasestos terminos inequfvocos' "ElP~ d~. estru.c:.turah~n:o. envemos el significado de un' , ~ t ImenslO:r:POslclonal,relaci6n con otros simbol Slm 00 como denvado de AUespedfico de simbolos q~~ e~ un, haz (cluster) 0 Gestalttido a partir de su po~ici6n :n qrleretn mucho, de su sen-

a es ructura. A menudo

un simbolo deviene significativo s610 en relaci6n con otro,en terminos de una oposici6n binaria 0 de una comple-mentariedad. Los antrop610gos franceses, britanicos ynorteamericanos que siguen a Levi-Strauss, consideranque esta dimensi6n es la que proporciona la verdaderac1;we de la interpretaci6n de los simbolos: a traves dela estructura y de su posicionamiento, mas que en ra-z6n de su contenido" (Turner, 1967 :12).

Turner a1canza el punto culminante de su POSICIO-nalismo cuando propone, en un aparente exceso proyec-tivo de los usos secuenciales de la escritura, que lossiInbolos suelen agruparse conformando mensajes, demanera tal que algunos de e110sfuncionan analogamentea las partes del discurso, obedeciendo a reglas conven-cionales de sintaxis (1977 :191).

La postura genericamente "estructuralista", en susformulaciones mas acabadas, tiende casi invariablementeal eticismo, oponiendose a recoger 0 a confiar en las in-terpretaciones nativas y dibujando asi un agudo contrastecon 10 que es norma en el enfoque exegetico. "Los es-casos asomos exegeticos que yo he recogido -anota unavez mas Sperber- han sido improvisados en respuestaa preguntas que ningun aborigen habria sonado hacer"(1974:41). La misma idea aparece enunciada casi conlas mismas palabras en un estudio de Barth (1975:226)que hace gala de ateoreticidad, aunque muchos criticos10 tildan de estructuralista.

Pero no siempre es as!. N. Ross Crumrine y LynneCrumrine, que han dedicado buena parte de sus carrerasal estudio de la vida simb6lica y religiosa de los Mayodel noroeste de Mexico, pertenecen de 11eno al tipo delos estrueturalistas ec1ecticos, segun se deduce de las in-fluencias que reconocen y que aplican (Langer, Cassirer,Levi-Strauss, Jakobson), entre las que figuran tambienlas de algunos personajes que en nuestra epoca se hanvQelto atipicos, como es el caso de Geza R6heim.

Lynne Crumrine define al simbolo como un haz der~.sgos distintivos, con propiedades tanto "identificacio-

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mtlllM" (~()1l10 "contrastivas" L ' ,(dOIIlt/OH,que se pueden asi~il as propledades Identifica-lte,LOI'OH,utilizan 0 conceptuan fr ~.Ios mod~s en que 10stnlLon Inferir cu::lIes son I ?S b Iverso~ ~Imbolos, per-,.nontales en un contexto ~:d SI:U"o~os baslCos y funda-IIHUny hablan de dichos b' ~' SI ellos. (los actores)Cl'uces_ de una manera uO Je os -:-por eJemplo, de lasuna clase de cosas y s' 3-/ Ios ?efIne basicamente comodase de otros grup'os d I I erenclan esas cruces en tantot ' . e cosas -como los 8ros, a partIr de Ia totalidad d ' , .~wam-,noso-comunicativos y conductual e ~a defInICIOn en los usosde un sistema de signific:~i po e,m~s ~btener una partellamar un simbolo raiz" (196~~1~~)tIntIva que podemos

Todo simbolo es una es ' '; . ,c~mtextura intima y cuya p,ec;e e en~Idad unitaria, cuyatIdades son enormement s In err~IaclOnes con otras en-cipa a su vez de varios '~I~~~~~1as;, Un simb,olo pa~ti-POl' una suerte de "dist 'b ' , os, que se dIferencIandel sistema; esto signifi~~ u~on ~omplementaria" dentrode cruces, POl' poner un q e mlentras dos 0 tres tiposficados y funciones a ,ca~o, c?mparten formas, signi-asimismo formas SignI'f<:IerdomveI de analisis, poseenen t ' ' Ica os y funcione t 'o ros mveles de analiticidad P s con rastIvasbolos se combinan e inte t' or otra parte, Ios sim-SI' t d rsec an para conf ds emas e comunicac" E ormar ensossultar de un sinnumer~o~, sta <:0n;binaci6n puede re-es eI que Spicer llama "e p~cedIn;Ientos; uno de ellosque Ios simbolos y sub. ,entca enamlen.to formal", en .eld SISemas . b'I'e acuerdo con sus t" SIm 0 ICOSse vinculantrones rituales y co;r~Inos comunes de status, con pa-actuando como una espe~~e~as compa::!idas de sancion,de la realidad social Ate l?royeCClOnrepresentativaCrumrine anade otr~ u es a vanedad de encadenamientov,arios paquetes de si~b~I~roce~e /01'. "negaci6n"; en ena:tIfic~c,i6n con uno u otro d~ ~~ In, erv!nculan POl' su iden-0POSlClOnes como Ia de' ,s termInOS de una serie demenino, cl~r%scuro y aIs~qUIerd?/derecho, masculino/fe_

L I sucesIVamenteos actores reconocen ademas varI'o's procesos adi-

cionales de vinculaci6n simb6lica, que Crumrine ugrupaen diez categorias con r6tulos analiticos porn eon contc-nidos expllcitamente emic: intercambio, rociprocidacl ()nexos contractuales previos, subyacentes 0 postoriorOH ala acci6n ritual en si; secuencias variables 0 Jijas onL!'odistintos sucesos; "ecualizaciones", que hacen qUt~ dOHsimbolos devengan uno solo a traves de un procoso d(~establecimiento de identidades y de fusiones do sus Hig--nificados y atributos; representaciones figuradas del pa-pel 0 de la exterioridad de un simbolo POl' medio de otros;"traducciones" de los contenidos simb6licos de un vehicu-10 a terminos de otro; repeticiones no modificadas de unmismo acto en numerosos contextos, que actuan comouna especie de encadenamiento intercontextual; "media-ciones" de varios simbolos en el cuerpo de uno solo, delque se dice que los incluye; "paradojas" 0 convergenciasde simbolos radicalmente opuestos, en algo asi como unamaterializaci6n del principio de la coincidentia opposito-rum; "encuentros" 0 simples yuxtaposiciones de simbolosdiferenciados; y "jerarquias" 0 puestas en relaci6n desimbolos de distintos poderes relativos.

El ambicioso modelo propuesto POl' Lynne Crumrineaparece como considerablemente enrevesado, y su articula-ci6n categorial no es tan transparente, exhaustiva y con-text free como seria menester; no obstante, la autora espe-ra que sirva para el examen de sistemas simb6licos de 10mas disimiles, propios de cualquier sociedad, Lo que en Sllesquema parece fallar de antemano tiene que vel' con laausencia de una demostraci6n comparada de su funciona-miento y con el caracter de inventario antojadizo, de enu-meraci6n aleatoria, que reviste su almacen conceptual.

Los estudios neo-estructuralistas de Pierre Maranda(1966, 1974) Y de Elli Kongas Maranda (1971, 1971a),asi como los muy personales ensayos mitol6gicos deDell Hymes (1977), ponen en juego un levistraussia-nismo transfigurado, de expresi6n seca, que acepta co-mo complemento de su analisis paradigmatico la preocu-paci6n POl' averiguar el significado que subyace alas

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"('Ut/UIIHHHintagmaticas" val d' 1"mitOI1UlH"aparecen ord~nad e eClr, a m?do en que losJlJl'ltuinquietud responde a 10S e!1.secuencIas especfficas.I1mlismo de Vladimir P os vleJos postulados del for-.v explotado por estos ~~f;;recuperado por Meletinsky,nancia que el analisis urames a d~spech~ ~e l~ repug-~ll propio Levi-Strauss p E . .L

ente smt.agmatlCo mspirarano 10bdstante,entre los' est~l~~ea~~~it?;~=r~~ci:r profunda,un a 0, y de los Maranda ymes, por:ll.os pretenden realizar s~ ~or el otro, pe,se a: que todos'clencia del folklore" renovalort~ en el ambIto de una

tructuralista. Dell Hymes . a ~o Je un fundamento es-vismo al que tan bien .' SIgUIen 0 pautas del cogniti-y admitiendo concepto~O~~~~ ~f. Reynoso, 1986a :63-65),ba, subraya la relevancia de s y,~nos qu~, antes rechaza-e~ 10formal y la importancia 1~dadecu~clOn. de~criptiva"ClOnes entre el mito t etermmar las mterrela-Los Maranda, en ca~b;: con exto en 10 interpretativo.abstracto, que los ha llev'a~e mueven en un plano mas'tratamiento computacional dO~ pro~over un enrarecidola maquina misma quien se e~ os mltemas, en el que esanalitica del continuum mI't c~fr.gade la fragmentaci6n

El ogra ICO.resto de los posici l' t

Herrenschmidt Bidou) a ona ~s as (Izard, Charachidzete6rico person;l limitan~ rece e todo asomo de discurs~las paginas de L'Homme ~se. en general a reproducir, enSrauss. En cuanto a este a Jerga y las m~neras de Levi-derecho propio y desd ' su estructurallsmo existeporsim~6lica llegase siqUi~r~U~h~xfs~fes que la antropologf~resenado aquf pese a con t·t· r, por 10 que no serade referencia polemico s I mr respec~o a ella un puntoconstante. y un manantIal de inspiraci6n

Enfoque semi6tico 0 comunicacional

~~r.adigma te6rico: Semi6tica. Teoria de la comunicacl'o'n.: Jelto: EI simbolo 'como .signo.

Prov6sito: Definir el sistema, el c6digo y la interacci6n.Convergerwia disciplinaria: Antropologia semi6tica, etnografia de' la

comunicaci6n .Estrudios representatiJV'os: David Murray (1977), Michael Herzfeld

!(1981), Lee Drummond (1981), Susan Bean (1981), FredrikBarth (1975), Emily Martin Ahern (1979), Milton Singer(1:9&0), Ruth Finnegan (1969).

En la concepcion de David Robey 0 de JonathanCuller (1976), la semiotica vendria a ser identica al es-tructuralismo: "Los fenomenos sociales y culturales sonsignos ( ... ) que no tienen una esencia propia, sino queestan definidos por una red de relaciones tanto internascomo externas. Se puede poner el acento en una 0 en otrade estas proposiciones -en estos terminos, por ejempl0,uno podrfa intentar distinguir entre semiologia y estruc-turalismo~, pero de hecho las dos son inseparables, puesal estudiar los signos uno tiene que investigar el sistemade relaciones que permite que se produzca significado y,reciprocamente, las relaciones pertinentes entre los ele-mentos solo se pueden determinar si se considera a estoscomo signos" (Culler, 1976 :39). Observese, en principio,la primera traicion interna a los postulados del estruc-turalismo clasico, cuando se confunde (l inadvertidamen-te?) la produccion de significado con las relaciones quese dan, como es sabido, en el plano de los significantes.Pero 10 que importa, mas alIa de esa gaffe, es que, enrealidad, el investigador no tiene por que acatar ese dic-tamen de inseparabilidad, y es duefio de erigir los !i-mites que Ie plazca en torno del asunto que Ie interese,dejando el resto del universe para abordarlo en mejorocasi6n. Asi, existe tanto la posibilidad, explotada porSperber, de analizar relaciones sin pretender extraer sig-nificados, como la de atender alas significaci ones sincOl1siderar a 10s simbolos como signos y sin conceptua-lizar el contexto como sistema.

El hecho es que, entre otros factores problematicos,la semiotica ha venido a trastornar con su expansionismo

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Y eon HUHdefinieiones abarcativas, las relaciones jc:mir-;luicUH, metodol6gicas y tematicas que antes mediabanontre las disciplinas y entre las estrategias. Si todo essigno, todo tiene que ver con todo: la semi6tica 0 la se-miologia (10 mismo da) regala ahora alas ciencias unasensaci6n de uniformidad que s610 se concibe y s610 sealcanza bajo suegida. Inversi6n earicatural de los re-nunciamientos posicionalistas, el semiologismo pretendeabarcarlo todo, tras reducir la diversidad de 10 real auna matriz a priori en la que cada cosa 0 suceso devieneunanimemente signo.

Para Charles Morris, la unifieaci6n de las cienciasha de realizarse no bajo el signo de la teoria de los sis-temas generales sino bajo el patrocinio de la semi6tica:"La l6gica. la matematica y la lingiiistica -dice- pue-den quedar totalmente absorbidas en la semi6tica. ( ... )La sociologia del conocimiento es tambien parte clara dela pragmatica y 10 mismo puede decirse de la ret6rica.( ... ) Ya se ha sugerido que la psicologia y las cienciassociales humanas pueden encontrar parte (si no la to-talidad) de la base de su distinci6n de las restantes cien-cias bio16gicas y sociales en el hecho de que se ocupande respuestas mediadas por signos. ( ... ) La semi6ticano es simplemente una ciencia entre las ciencias sino unorganon 0 instrumento de todas las ciencias" (Morris,1985 :107-109). Dejando de lado las ambigiiedades a nive!de tipos 16gicos que acarrea que una ciencia que abarcametate6ricamente a todas las demas sea al mismo tiempoel instrumento metodo16gico de cada una de ellas, pare-ciera ser evidente que las pretensiones de los semi610gosson un tanto mas abultadas que su utilidad manifiesta,aun suponiendo que esta sea mucha. De todos los para-digmas vigentes en ciencias sociales, la semi6tica es am-pliamente el mas antiguo; y sin embargo, de todoslosque fueron instrumentados por la antropologia sinib6li-ca ha sido con mucho el mas forzado y cuantitativamenteel menos prolifico, contradiciendo las expectativas susci-tadas tanto por su riqueza conceptual, como por el hecho

de haber sido disefiada a prop6sito para explicar los

sfmbolos. a subsiste ademas una di-Volviendo a nuestro ten; , tructura1ismo y la semi6-

ferencia fundamental ent~e ~ e; 16gico del sistema, foca-tica: aquel discurre en e mV~e los signos trazan la es-lizandose en el plan? en el fuas. esta desciende al planotructura de sus relaclOnes ~1~ de su tipologia y de su16g.ieo de los signos, ocupant °ds~'ndose en general, de la' t'ma y desen en Ie, . .contextura m 1 , . modan 0 se pOSlClOnanforma en que los SlgJ.10Sse acodinamicamente en el SIstema. I mi6tica y la teoria de

En otro orden de cosas, a t~~e que constituyen vir-la comunicaci6~, aunque ~~ p~: se eomunica son signostualmente 10.mlsmo, que q or ue se comunican, hany que los slgnos. sOf ~ales p epIstemologias discrepan-desarrollado termmo o?,las ~atematizante en esta.tes, ontologista en aqu~lla, G rtz 0 Murray explicitan

Es de notar que. a~; como ;:stacados simbolistas re-su vocaci6n :'semi.6bca ,t?l~~~Sdde este aborde, mas aHachazan conenfasls la 1;1-1-: ue los simbolos sonde que los sen:i610gos m~lstan en u~ el estudio dee~toss610 una e~pecle de los s;gn~s k qsemi6tica eonstitUlda.involucra mexorablemen e d los que sugieren que laTurner, por ejemp~o, es uno e las cosas: "Ra surgidosemi6tica ha eomphcad~.tn fOc~ en torno de los concep--expresa- una .vasta l_era.ur 0 emblema y otros ter-tas de simbolo, slgno, se~al, llCO~~neras de distinguirlos.minas relacionado~, y so .~e1as estas controversias, sinoNo pretend? aqu~ recap1 u ar distinguiendo primaria-tratar de slmphflCar el ~sunto multivocos" (Turner,mente entre simbolos u~lv3~01~sYpracticantes del simbo-1969 :8). Pero la maY?I-:a t opuesta alas concepcioneslismo, aunqu~ .s~ m~m les e n rincipio inconvenientede sello "posltIv1sta , notve e, fi~os para Henar la grillaalguno en colectar datos e :r:ogra . nosetic de la clasificaci6n sem16bca I:Se;:bs~~s signifiquen,

Al oponerse Sper~er a que samente, a que cons-tambien se opone, qUlza un poco grue

C7

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Utuynn un sistema 0 un roc ., .(~omunicacional de Fredrik pBar~~ot1e;;~)b~0. b~} enfoq~:lere no penetrar en el interior d I. a~ Ien prefIe-dicionales categorias semiol6 i~a=lgnO medIante las tra-permanecer como testimon· g , y se conforma conque son abordados con un 10 ?~pro~esos interaccionalesricas. Si bien POl' mom nt mIlllmo e pr~sunciones te6-h.~cia el estructuralismo e dos B:rt~ parecIer~ incl~narseCIOnentre este metodo y' I esau Ol'1za cualquler aSImiIa-rias: "Sostengo que el si~n~~rcoden~us notas ~ntroducto-surge de su interconexi6n a 0 e estos slmbolos notern) ni de su contraste en un esquem,a .0 patr6n (pat-entonces no b . ( ... ) Los COdlgOSdel ritualmetafor~s y a~~lo;;:sn :: est~uc~uras ~li.git~l;s sino e~~o dispositivo comu~icaci:'~l 0 .e codlflCa.clOnque, co-dIferentes y entrana pr d· .' bene propledades muytintos que un c6digo dig~~:l'~(~e;i~~l~)nal~icos muy dis-Barth "asumir la existencia ., .. .ampo~o buscaulllficado, en el que los m de.un COdlgOrItual smgular,memente" (p. 157). ensaJes son moldeados unifor-

Como estructura c ..simb6Iico de los Baktam~~lU~~c~~lOral, el conocimientomunicado de manera co e u Ia os POl' Barth "es co-forma muy debil y trannst~f~e, aunque compartido encreativo y complejo aunsml I 0 en forma. precaria; es(idem p 222) E t'· d que pobremente slstematizado",. . n Ien e que el " . " desta constituido POl' s1mb I mensaJe e los ritossignos, y POl' los muchos ~cos concretos,. mas que parasocian. Los eventos rituale to~,loperaclOnes ~ue se Ieen su modelo difieren susu:' . lSparan mensaJes" que,sus propiedades esenciales n~~alrente .del lenguaje enBarth siguiendo a Sperbe· I, enguaJe -argumentaprincipio digital r- esta estructurado sobre unes decir, esta cd:p~:s~~~~~ueftemere "paradigmatico",milares porque pueden p a t~ ases ormales que son si-mutaciones que se deseen: c lC~rse sobre ellas las per-basa en un "co'd' I" .el rItual, POl' el contrario seIgO ana OglCO" I 'es una construcci6n creativa en de que ca,da metitfora

, y ca a armOllla de conno-

taciones y cada elemento de imagineria es una adici6nemergente a la estruetura del c6digo (p. 227). En el casoparticular de los Baktaman, Barth descubri6 que care-cian de una tradicion exegetica; a fin de cuentas, el en-foque exegetico emic es desvalorizado expresamente POl'Barth cuando afirma que el tiene "la fuerte sospecha deque los cuerpos de explicacion nativa que encontramosen la literatura antropol6gica son a menu do creados comoartefacto de la actividad del antropologo" (p. 226), su-gerencia tambien rubricada POl' Sperber a prop6sito deTurner.

En un terreno mas decididamente semi6tico, la con-tribucion mas extensa y sistematica es probablemente elestudio de David Murray sobre la comunicaci6n ritual enlas ceremonias navajo (1976). Su teoria se centra en lossignificados presupuestos POl' la noci6n de "procesori-tual", proveyendo una terminologia heter6clita, pero bientrabada, que el entiende apta para considerar el analisisde los simbolos en antropologia. En opinion de Murray,gran parte del problema de la antropologia simb6licase debe a la ambigiiedad y a la abundancia terminolo-gica. Sobre esta base, encuentra que 10 que falta en 108abordes tradicionales como los de Turner, es un conceptoexplicito de designata. Debemos ser capaces -sostie-ne-- de tratar con simbolos carentes de denotata, 10 cualrequiere criterios para definir un conjunto que puede servacio, como el de los unicornios a el de los fantasmas.Par ello, una teoria de los simbolos no puede ser soloextensional, referida a objetos, sino que debe ser tambienintensional, referente a clases. Como a su entender nun-ca se discuti6 can severidad que son exactamente los sim-bolos y c6mo es que ellos significan, Murray intentacubrir esa falla adoptando la terminologia sugerida POl'Charles Morris en su Fundamentaci6n de la teoria de lossignos. De los tres niveles identificados par este en elinterior de la semiosis (semantica, sintaetica y pragma-tica), Murray focaliza este ultimo, para tratar de elabo-rar una teoria del significado que de cuenta de la eficacia

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MlmuUlicu desde el punto de vista de sus usuarios. Ubi-eH<1o en la dimensi6n pragmatica, entonces, recupera su-cesivamente distinciones conceptuales debidas a MichaelSilverstein, a J. L. Austin y a Charles S. Peirce, conclu-yendo con este bricolage un trabajo de extraordinariadcnsidad que ilustra, de manera ejemplar, las dificulta-des y las promesas de la variante semiol6gica de losestudios simb6licos.

En pocas palabras, 10 que Murray propone es con-siderar el acto ritual en el que se despliegan arquetipi-camente los simbolos como "performativo ilocucionario"(es decir, que se ejecuta al enunciarse) y tambien como"indexico" (0 sea, relativo a un contexto). Afirma queun an<ilisis adecuado de los simbolos rituales debe poneren primer plano la relaci6n indexica can las condicionessociales en que ocurre el ritual, algo que Turner, Douglasy Tambiah ya nos habian enseiiado sin hacer gala derazones semi6ticas. Es esta relaci6n indexica la que im-porta para Murray, mas aun que la informaci6n seman-tica encerrada en los simbolos, que acostumbra ser tri-vial. Poco mas 0 menos 10mismo es 10que propone EmilyAhern en su estudio de los actos ilocucionarios "fuertes"y "debiles", y de su vinculo con la problematica de laeficacia (Ahern, 1979). -

Con la antropologia semi6tica de Milton Singer (ve-terano fil6sofo de la corriente pragmatica, alumno deCarnap y Russell en la decada del '30), el simbolismoestablece su contubernio con la fenomenologia de raigam-bre schutziana. Cuando reflexiona sobre su propia tra-yectoria, Singer apunta que en los aiios '40 y '50 se ini-cia, con Hallowell y Redfield, un intento para compren-der al otro "desde dentro", fundando una concepcion fe-nomeno16gica de la persona que recien alcanzaria suplena floraci6n en los '60, con el primer auge de la an-tropologia simbolica. Al desarrollar esta la idea de queIa cultura era susceptible de tratarse como sistema desfmbolos y significados, eomenz6 a ser posible tambien,

segun Singer, considerar la persona (el "self") en igua-

les terminos. utor no hace mas que anu.daJ:,. En .el fondo, este aro bricolage alternativo, prmcl-

caSl paslv~me~te, en ot diria estaban destinados a con-pios doctrmarlOs ~ue ~l~va hasta sus ultimas co~secue~,-verger. P?: un.1a 0, d ue "el hombre es un slmbo~o ,cias la nOClOnpeIrceana e qt reminiscente de Gorglas,desplegada en un t argu-ren t~do 10 que se sabe del silo-que choca de ~ren e ~o~ raPeirce- es una corriente degismo: "La VIda - ecmmbre es un pensamiento; comopensamien~o; luego, el h~ bolo entonces el hombre esel p~~samlent? es ~?(~~ er' 1980 :487). Y habiendotamblen un 51mbol0 1 g \ reducirl0 a signo y comodisuelto al otro com~ person~ltgicamente con el, perpetraobjeto al con;ul¥ar .eno~ef que bautiza como "antropo-una nuev~, ':la ,~rraCllona ISla e entroniza como represen-logia semlOtIca , en a. cua stante de Peirce en la tIerra. 1 'r al su-

A titulo de tal, objet6. a .Eco el qu:~efo~~cd~be estarjeto de un proce~o de semlOSlSen el que "todo es signo".dogmatica~ente mcorpora~o'b Pe~~st~u~uesto nada menosLa excluslOnd de Ir!arf:s de ~a1partici6n caballstica y re-que el despe ~zamlen se suceden representamen,cursiva de PeIrce, en la qu.e 'd' simbol0 rhema,fundamento, interpretante/~ono, l~g~~~gno y a~i hastadicisigno, argumen~o, cua. ISlg~~~ger 80 a'iios de antro-que s: quiera. S~gUf sUl:e~i~gUistic~ no han pr?ducidoP?IO~la y otro~a:r: o~allado ninguna problematIca. q~Ienmgun conCeP?;l1 uadro' Peirce era un VlSlO-imp.on¥a l~ rdeVISylO~i~c~s:a~bien io invoca es porque 10nann msplra 0,lee oblicuamente.. . verosimilitud las

Dos circunstanclas exphcan con t - al estado de. S' La primera a anepresun~lOnes de !n¥er. , frecuent6 sobre el fila de

la teorla an~:0~OlOgl~~7~ue~\nfluyente Clifford Geertz,su formulaclOn. en. ' e " en comunian" can el:al proclamar la ne)ceslda~'t~~ q~;r:: postura se deslizaranativo (1977:492 , permllO

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l4(lllHlblemcntehacia una feno 'eho do un gesto semejant LmenologIa q1!e estaba al ace-In relaci6n personal d ~" a segunda t1ene que vel' con10brind6 un patrocinioe si;nger c?n Murray Leaf, quienI1ntropologia como una co ~~rt~P1sas, Leaf interpreta latas" y villa nos "dualistas"n 1en a entre buenos "monis-ternados' nada mas mo ' t que prevalecen en ciclos al-que una perspectiva en ~~s a~ y P?r 10 tan~o nada mejor,y forma, realidad y pensa~i~nStuJeto y obJeto, contenidoencuentren con-fundidos 0" suceso Y contexto, seen la unidad d l' Y se red1man de su diferenciae s1gno.

En la simbologia de Su Ba. ?tras tradiciones te6ricassan ea~ se apunta mas bient1v1smo sui generis inv 1 ' concre amente a un cogni-con c6digos. Bean ~e as~~~rado tanto con lexemas conlOtali dad consistente en c6di a la cu!~u;a como a una to-cuales los simbolos, concebi~os semlOt:cOS:,mediante losgan siguiendo las re las . o~ como s1gmflCantes, se li-categorias culturales gco ~~eclSas con significados y conlecci6? d~l lexico co;res;o~d~:~{ con accio~e~, La reco-POl' S1mlSmo a la inter t ., e a un domlUlO, conduceparadigmatica su orde~~~f~~~n, ~ado que su estructuracado y genera'la acci6n' t 0, construye" el signifi-POI' esta autora el de I lUSrumental. El tema escogidorelieve un agudo contra~t~ure~a y la po}uci6n, pone deMary Douglas, a quien Bea~n ~e sUS metod?s r los deporIa dimensi6n lingiiistica N ~tocha su lUd1ferenciasencillo que seria permuta . I 0 es~, en este punto, 10estrategia de Bean para co:st os, mo elos de base de latas parecidamente mixtas rUl~, ednabstrac~o, .propues-

POI' 10 1 ' como a e OhnukI-T1erney, genera, el resto de los t b' , 'lllscriptos expresamente . ra U;JOSslmbolistasutilizan ese t'· en una orIentac16n "semi6tica"ermlllO con suma I'b I'dsentidos bastante ex6ticos L t1era I, ad .y adoptandoquienes han t d ,0 ~x raordmarlO es que hayhaberselo pro~~e~t~ p~~~eos v1rltualmente semi6ticos sintriada "posic' l' ,. 0 es e caso de Turner, cuyadiato la trin~: -~~~g:t~co-oPdera?}~nal".evoca de inme-

rISIana e smtax1s" "sem' t' ", an lCa

y "pragmatica" (cf, Bux6, 1983 :41), Resulta tambifmllamativo que el ascenso de las semi6ticas, reales y pre-suntas, coincida con el declive del estructuralismo y elpaulatino descredito de la teoria de la comunicaci6n, yaque se suponia 0 se proclamaba entre todas estas corrien-tes una relaci6n muy estrecha (cf. Reynoso, 1984 y1985a), En realidad, los semi6ticos no se han puestomuy bien de acuerdo en una serie de puntos que en lapractica han resultado capitales: Asi, mientras que paraSperber, Bean, Dummond y Geertz 10 semi6tico equivalea 10 significativo, el hermeneuta Paul Ricoeur, con laanuencia de Nattiez (1979 :14), define la semiologia como·s610 pertinente para el analisis del plano formal, estruc-tural 0 sintactico de los sistemas; y mientras este ultimo,siguiendo a Saussure, pretende que el metodo semio16-gico se funde como reflejo del lingiiistico (1979 :8), Mar-tinet, Mounin y Eco militan con vehemencia en el pro-yecto opuesto de deslingiiistizaci6n de la ciencia del signo,Una disciplina humanistica que no ha decidido aun S1aceptar nada menos que el sentido como objeto de sudiscurso 0 excluirlo definitivamente, y que oscila tam-bien entre incorporar 0 repudiar nada menos que losmetodos lingiiisticos, no parece estar en condici6n de'aportar gran cosa a una antropologia avida de precisiones,

Es dificil ponderar con justicia el papel de organony el 1'01rector, unificante, que toca jugal' a una semi6-tica que se ha convertido, con el correr del tiempo, enuna especie de lugar de desencuentros sistematicos, masque en un espacio de acuerdos fecundos: el "totemismo'"y la "histeria" fueron abandonados POI' mucho menosque eso, Lyons constata, con indisimulada estupefacci6n,.que "no siempre se ha procedido con coherencia" en Iasdistinciones proporcionadas pOI' diversos auto res entre'signos y simbolos, entre simbolos y se:fiales, 0 entre sim-bolos y sintomas, Echando una mirada rapida sobre Iasformulaciones mas conocidas (Ogden y Richards, Peirce,Miller, Morris, Biihler), encuentra que "no aparece una,sola interpretaci6n comun para ninguna de estas cate-

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MOI'f'IM Oil Loda la bibliografia ad . "1\1111('110 do 10 que se ha venido di . uClda (1?80 :91-92).IIIlLul'llImmde esta 0 aquelIa I c~nd?, ademas, sobre Ia('111 it'kndo POI' nociones insu~ a;se e slgnOs,. se e~cuentratrIOIllS de "arbitrarl'o" "n t cII~ntemente dlscuhdas, co-j • , aura 0 "con . I"(,lOneSen apariencia sencill d venClOna . Cues-del iconismo, se han reveI~~ y e corto alcance, como laeomo fuentes inagotables d 0, en un. ~omento u otro,berg, 1980, 1981). e problemahcldad (cf. Lands-

Se acepta en sHenciolos text os fundacionales deP~~ pur~ 'f.U1todel gen~o, queIJeirce, constituyan un a semlO lca, los escntos debiguo, y que Ia primera ~:~~~ ~paco, co~~r~dictorio, am-d.e prolongarse indefinidame e la semlOtlCa, en. trancesigno investigandolo ba' nte'l sea menos elucldar elt '. . JO una uz novedosa qarse en dlsqUlslCiones escolasticas sobr I ' ,ue. ago-

ese testamento y en Ia I' . , .e a exegesIS deque sus aforismos pUdier:~olecc.lOn Ide eJemplos para IosMartin Gardner observa vemr a ~aso. EI matematicoPeirce estlin escritos en unq~~tAOSt dlVer~OS.arti~ulos deYO,que uno se siente tentado 0 an e Iphco. e l~voluti-canalizaria en esta nebulos a ~reg?,ntarse Sl PeIrce nodentes que mas tarde I a r.~.aCClOnP?lsiones incon-capacidad de sus critic e perml leran queJarse de Ia in-mos a su opaco estHo efshf~ra comp!~nderle. "Afiada-rimero de extrafios term' blt.O de uhllzar un autenticorados de tiempo en tiem ~no: ,mventados POI' eI, y alte-traciones suficientes cot' Sl como Ia carencia de ilus-tales terminos y Ia tarea ~ue mostrar el significado de-quiere r'· e comprender su sistema ad-92) SPaoporcllones v~;~aderamente formidables" (19.8r.:.

. e que a semlOhca d b o.fundamento peirceano 0 con e.~ ser construida sobre el'como demasiado promisoria~ra eI, la tarea no se presenta

Todorov dice de Ia semi T "un siglo de historia today' 0 lca, que a pesar de casiciencia constituida '( ) l~fs ~a;s un proyecto que unaneces:3riamente Iento' d~~na 1?0 1,"0 no es s?I? .el rit~otam bIen cierta inseguridad enClenCIaten sus m~clO.S,.s~no

cuan 0 a Ios prmclploS y

conceptos fundamentales, sobre todo Ia noci6n misma designo lingtiistico y no lingtiistico" (Ducrot .Y reodorov,1974:110). 0 bien se parte desde los signos no ling-ills-ticos para encontrar entre elIos el lugar del leng-ullje,y entonces esos signos no se prestan a una determina-ci6n precisa, 0 carecen de importancia, 0 son incapacesde esclarecer el modo de ser del lenguaje; 0 bien separte del lenguaje para estudiar otros sistemas de signos,con el riesgo ahora de imponer el modelo lingtiistico afen6menos inconmensurables, reduciendo asi la actividaddel semi6tico a un acto caprichoso de re-denominaci6n."Dar el nombre de 'significante' 0 'significado' 0 'sin-tagma' a hechos sociales bien conocidos no significa nin-gem progreso para el conocimiento" (loc. cit.).

Fran<:;oisLatraverse aporta todo un conjunto de cues-tionamientos adicionales, de Ios que POl' 10 menos unoacarrea muy serias implicancias. Dice el que un metodopuede expresar que tipo de instrumento constituye apartir de dos puntos de vista complementarios: de acuer-do con su capacidad para dar cuenta de ciertos fen6me-nos y de acuerdo con las limitaciones que impone a laclase de fen6menos acerca de los que el metodo esta encapacidad de atestiguar con su formulaci6n. El estatutoepistemoI6gico de un metodo es, pues, siempre doble, yesta dualidad da lugar a una paradoja: porque un metodoes a Ia vez el instrumento que permite expresar los fe-n6menos de un corpus y el marco que determina Ia ex-presabilidad de esos mismos fen6menos. POI' otra parte,el reconocimiento y la demarcaci6n de los fen6menospertinentes de un corpus son siempre, en cierto sentido,producto de una decisi6n metodol6gica practica 0 arbi-traria, que suele estar acompafiada de una suerte de ac-titud ontologizante: esta consiste en sacar conclusiones,a partir de la aparente rentabilidad del metodo, acercade la naturaleza 0 de la esencia de aquelIo que el metodomanipula (1979 :85). El programa semi6tico estaria asicondenado, desde el principio,' a una circularidad sutH,

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dificilmente superable, tanto mas cuanto menos concien-tes sean estas paradojas.

Ya que, POI'de pronto, la semi6tica no ha pas ado deser una practica re-denominatoria de atendibilidad me-n.0s que discreta, .habria que inquirir cual ha de ser elsIstema de denommaciones, de las varias docenas de no-mencl.adores que hay, que resultara al fin y al cabo fa-vorecldo POI' los semi6logos. Es como si el campos~~~016gico v!",cila~aentre dos extremos: la suprema am-blguedad, .el IdeaIIsmo autonegado y el exotismo protoco-18;1'de, ~elrce, y el pragmatismo prosaico, el "caleidosco-PIOteorlCo" y el "ca6tico universalismo interdisciplinario"de Umberto Eco (cf. Sercovich, 1986:9), cuyos desbordesver~~l~s no 10 eximen, precisamente, de precipitar a lasemlOtIca en contradicciones que se han hecho famosas.

.Este es, en sintesis no del todo injusta el cuadrade sltu:aci6n de la semi6tica y del signo, que' parecieranconcebldos para general' muchos mas dilemas que los quese h~~ manifestado capaces de resolver. Encontramostambwn algo de esas practicas de re-denominaci6n enespacios te6ricos lindantes con la semi6tica como es elcaso del esquema comunicacional de Lotma'n a del dis-curso sobre los "usos y funciones del lenguaje" (tipica-mente en Austin, Fillmore, Anders~n, M. A. K. Halliday),cuando se los extrapola desaprenslvamente hacia la an-tropologia.

Ruth Finnegan se sirve de los conceptos austinianosd~ ,:'expresiones. I?erformativas"y de "fuerza ilocuciona-rIa, para relatIvlzar, pOl' contraste, la utilidad de cate-g~ma~ .tal,~s~omo las de "l~ng?;:tje expresivo" 0 "lenguajesl~bolIco, u!l,a caractenzaClOn que una vez mas nosdeja ~~ sensaClOn de que algo se nos ha escapado, y quetamblen. da lugar a otras dificultades. ( ... ) El analisisde. Austm nos ayuda a superar el dilema de tener queublcar todas las expresiones del habla en justamente unau otra ?e esas dos ~ategorias: expresiva (0 simb6lica, 0e~aluatIva) 0 descrlptiva" (1969 :550). El problema conFinnegan es que, a diferencia de otros austinHmos aqui

aludidos, como Murray y Ahern, no pareen diM('(l\'l\lt' It~mite alguno para la pertinencia de unos cunnl,oH ('O\H'(I\I"tos que son mas idiosincraticos Y colate:al~s .que VOI'(hLll(\.

ramente necesarios. Si bien debemos comclChr eon .olln Oilque la categoria de "simb6lico" ap~icada al len¥Ull,lO'.)~WHde excesiva generalidad, es ostenSIble que s~ mterp\ (~I:ll-

cion de ciertos patrones verbales entre los Llmba de ::-lw-rra Leona resulta persuasiva, simplemente, porque ,l~s no-ciones que aplica son mas restringidas, mas especl~lcas Ymas a prop6sito que la de simbolo, y no p.orq~e.la Idea delos actos performativos-ilocucionarios este caIIflcada .parareemp1azar a aquella otra en todos 10s c?ntextos poslbles.

Quiza en ninguno de los autores mvolucrados c~nestrategias inspiradas en la semiotica encon~rar~n:os masambigtiedad en 10 que hace al nexo paradlgmatIco, queen la estr~tegia "etnosemi6tica" propugnada p~r LeeDrummond (1981). En este casa,}o que se pe;Slgue esestudiar los procesos de construccion de 1a ,rea~ldad Y e1modo en que las culturas se comprenden a ~l n:l~ma.s. Lasemi6tico es aqui, pues, equivalente a 10 slgmflCatlV.o.

Para Drummond, la cultura no detenta una cuahdadontal6gica estable, preexistente, que se pueda tan:ar co-mo inmediatamente dada: no es un producto, Sl?-,Ounproceso mediante el cual se posibilita la comprens~on de1a experiencia. Y al ser un proceso, se puede ~eclr que1a cultura es constantemente re-creada. A partir de es-tas definiciones, se pone de manifiesto segun Drummondel contraste que hay entre los argumentos eme:ge~tes de1a estrategia "etnosemi6tica" y los de los es~u.d~os rep::e-sentacionales". entre los que se cuenta el a~al~sls del mltollevado a cabo pOl' Malinowski. En .este, ?ltIm? caso, elmito, arquetipo moment aneo de 10 slmbohco, slr,:e par~racionalizar Y representar un orden cultural preexl~tente,en la etnosemi6tica se demuestra, POl' el contrarlo, quee1 mito re-crea constantemente el orden cul~ural, pOl' 1?e-dio de una exposici6n secuencial de as~rclOnes qu.e. Im-plican tanto sea identidades con:o re~aclOne~ oposltIvas.

Dado que el mito es, en ultIma mstancla, un modo

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en que la sociedad busca explicarse llenando de sentido1m experiencia, no es excesivo asimilarlo -propaneDrummond- a una antropologia incipiente, en embri6n,a una ciencia cultural in nuce. A la inversa, la miradaque desde la contemporaneidad arrojamos sobre las eta-pas tempranas de la antropologia (como ser sobre la ex-plicaci6n malinowskiana del mito) equivale a un analisisde la mitopoesis que se presenta en el mismisimo actode la explicaci6n antropo16gica. Sin que el mito tengaque ser concebido ineluctablemente como ciencia en cier-nes y sin que la ciencia tenga que ser desenmascaradacomo un mito encubierto, 10 concreto es que mito y prac-tica antropol6gica se iluminan mutuamente.

Matices aparte, y siendo que 10 "semi6tico" en Drum-mond se refiere mas al sema como significante que alsema como signo, no encontramos entre su postura y larepresentacional la diferencia taxativa que el postula.El plus de virtud que Drummond sup one inherente alrealismo de 10 dinamico frente a la artificiosida-d pre-sunta de 10 estatico es un supuesto que descansa mas enun lugar comun declamatorio, en si plausible, que en unacomprobaci6n en regIa. Se diria que el modelo malinows-kiano, lejos de mostrarse en sus limitaciones, ha logradoabsorber el nucleo de la estrategia etnosemi6tica y ex-presar, sirviendose de Drummond como instrumento su-yo, la funci6n racionalizadora del mito en terminos deproceso. Y se podria asegurar que los correlatos de sen-tido comun que establece Malinowski entre 10 mitico y10 real, estan tambien mas cerca de conceder un sentidoalas expresiones del mito que el cuadro abstracto y po-sicional de identidades u oposiciones que Drummondconstruye sobre su secuencia.

La semi6tica, tal como nosotros 10 vemos, esta encrisis, y es comprensible que asi sea. En los ultimos tiem-pos, su debilidad epistemo16gica se trasunta en alianzasy coaliciones estrategicas que bus can, evidentemente, sufortalecimiento: asi tenemos el caso de la simbiosis dela semi6tica con la idea de los paradigmas de Kuhn y

con la noci6n de los "juegos de lenguaje" de Wi U,)l,(\m~l.(.j11

n la hermeneutica filos6fica de Karl-Otto i\}l(\l, O!H1

e ., on la historiografia y la sociologia en la "H('II!1o~.mo~ cIa cultura" de la Escuela de Tartu. Dc t()da~, 101'

~~~ ~a semi6tica como tal sigue pendulando entl'll dOHextr'emos: el de las formas fijas signicas, que ob~.~a(,lI,liza la adaptaci6n de 108 conceptos a la pohvalenc1<t d(10 real y el de los grandes tipos focales a 10 Lot~anUspen~ki, cuyo dictum eufemistico de que "no .hay t1P,m-:puros" impide predecir el estado de unas varIables conociendo el valor de otras. .

En la figura de Milton Singer he~lOs observado clpunta de flexi6n de vadas tradiciones vlgorosas: la. de lasemi6tica la de la fenomenologia y la de la propla. an-tropologi~ simb6lica con un atisbo ademas del an~lguopragmatismo filos6fico y de la psicologia del Yo. Sl:ndola semi6tica una analitica etic con un sto,ck. categ.orlal apriori, y la fenomenologia una herme~eutl,?a vl~c~ra,~-mente emic, y que para mas datos se qUlere ateore~lCa,no parece haber posibilidad de que el conato de Smg~rse estandarice, trazando el camino de up-a. convergen~lareal entre el simbolismo y la antropologla mterpretatlvade los schutzianos, que se materializaria adoptan,do elvocabulario de la semi6tica. Cierta~ente;n0 p~dra ~nodeberia) haber una conjunci6n tal Sl los .slmbohst~s Im-ponen un minima de congruencia a su epls,temologla. 1,0que no quita que quiza si se encuentren estos y ~os fe-nomen610g08 en una estrategia acabadamente emtc, ba-sada en la interpretaci6n, segun veremos al tratar elsiguiente enfoque.

Paradi,gma te6rico: Variable, con tend encia alas"Verstehen".

Objeto: El simbolo como portador de significado.Plano: Semantico.

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1"rop6H'i/o: Desdfrar 0 interpl'etar el sentido del simbolo' redefinir, .. h~ culturacomo. sistema de simbolos compartidos. •

l',HI.u<l'Ws r.~pr~8enta,t1Yo~:Clifford Geertz\(vs.), Victor Turner (di-menSIOn exegetlca'), Bennetta Jules-Rosette (vs.), David Mu-rray Schneider (vs.), Charles Taylor (1979) James Boon(198~), Malcolm Crick (1976), Kevin Dwyer' (1982'), DavidParkm (1982), Paul Rabinow y William Sullivan \(1980), Vin-cent era,panzano (1980), Dennis Tedlock (1983), Eric Schwim-mer (1978), Kirsten Hastrup (1985).

Malinowski. Como bien dicen Colby, Fernandez y Kro-nenfeld, "hay algo de esencialmente freudiano en la in-terpretaci6n POl' Geertz de la rina de gaUos balinesa(1973), el sueno masculino de momentanea liberaci6n.No utilizamos 'freudiano' en su sentido acostumbrado deinterpretaci6n de simbolos especificos, sino en el sentidometodo16gico. Ciertamente, Geertz ha titulado intencio-nalmente su colecci6n de ensayos The interpretation ofcult1treS, en resonancia con el titulo del estudio freudia-no sobre los suenos, y en reconocimiento, quiza, de unapermeabilidad metodo16gica" (Colby et al., 1981 :432).

Para Turner, 10 semantico es mayormente emic: "Ladimensi6n exegetica consiste en la totalidad del corpusde explicaciones de un simbolo en particular 0 del sig-nificado de una cadena de enos ofrecidas por los infor-mantes indigenas. ( ... ) La exegesis puede realizarse atraves de mitos, es decir, de narraciones sagradas .. , queson tam bien fen6menos liminares. Pero la exegesis nosiempre toma la forma de mitos; en muchas sociedades.africanas e indias se encuentran interpretaciones par-dales de cada simbolo ritual sin que haya una explicaci6nnarrativa de la interrelaci6n de los diversos simbolos€nun rito. 0 bien la exegesis parcial puede coexistircon mitos elaborados que explican cada detaUe del ritualcomo expresi6n material 0 corporizaci6n de una parte 0incidente de un mito. De este modo, el rito, el mito yla exegesis (hermeneutica) pueden variar independien-temente" (Turner, 1969 :11). La idea de Turner pareceser la opuesta absoluta de la que rige el posicionalismode Sperber, animado este por un espiritu critico casiexaltado, que no deja en pie ningun convencionalismodisciplinario; Sperber objetaria, a no dudarlo, tres pos-tulados esenciales al razonamiento de Turner: la condes-cendencia hacia la explicaci6n nativa, la busqueda designificados por detras del simbolo y la identificaci6nde "unidades" que vendrian a ser los simbolos mismos."Nada --enfatiza Sperber- aparte de la ilusi6n semio-logica, imp one un despiece del fen6meno simb6lico en

Este enfoque constituye el nucleo fundacional la.expresi6n mas tipica y el climax de la antropologia ~im-b61~ca. Basicamente, se manifiesta en dos pIanos 0 mo-dahdades, segun el sentido del simbolo sea atribuido ao recabado de la esfera conciente (en cuyo caso puedeh~blarse de exegesis) 0 recuperado a partir de 10 incon-'Clente (yaqui se habla de interpretaci6n 0 desciframien-to). A su vez, cada una de esas modalidades puede estartambien diacriticamente particionada de acuerdo can ele~;acter formalizado 0 informal del metodo, con la adop-elO? .de una estrategia emic 0 etic, con un prop6sito idio-graf;c.o 0 comparativ~, y con la elecci6n de conceptos.anahtlcos 0 de expreSlOnes empaticas. De todos modosel objetivo es el plano semantico, y 10 que se pretende ~la larga es determinar que es 10 que el simbolo significa.

.El significado, entonces, puede estar oculto 0 puedemamfestarse a la vista, puede derivarse de algo asi comouna traducci6n 0 de una especie de parafrasis, puede ser€xpres~~o. POl' el portador 0 descubierto POl' el estudioso:·en defmItlVa 10 que importa es el plano de semiosis pros-pectado POl' el enfoque, y no tanto los referentes deno-tad os en S1. Cuando merced a su desciframiento el sim-bol? implica, refleja 0 metaforiza insistentemente al ordenSOCIal0 a .la naturaleza circundante, el referente puedepasar a prImer plano y determinar un cambio 0 una com-plementariedad de enfoques y paradigmas.

El enfoque cripto16gico arranca sin duda de la inter-pre~~i?n freudiana, asi como el enfoque interaccionalse mlCm a todas luces con Durkheim y el holistico con

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Hflll!loloH. La noci6n de simbolo no es universal, sino('uILuml, puede estar presente 0 ausente, diferir de unaeultura a otra e inclusive dentro de una cultura dada( ... ) Sugiero, POl' tanto, que la noci6n de simbolo sea;POl' 10 menos provisoriamente, suprimida del vocabularioexplicativ:o de la !eoria del simbolismo, para que ya nose la comsdere mas que como un objeto eventual cultu-ralmente definido, de la descripci6n" (Sperber, 1974:75).

~or el co~trari?, Turner entiende que el simbolo "esla mas pequena umdad del ritual que todavia conservalas propi:dades especificas de la conducta ritual" (1980:2). La mdole de un simbolo es para el fundamental-men~e s.emantica, aunque sobre todo despues de las pun-tuahzaclOnes de Sperber, comienza a advertirse en Tur-ner la falta de una explicaci6n acerca de los mecanismospOl'.l0s cuales los simbolos adquieren su significado y semstItuyen como tales. Los simbolos turnerianos simple-mente tipi~i?~n, 0 representan, 0 recuerdan algo, "ya seaporia POSICIOnde cualidades analogas, ya POl' asociaci6nde hecho 0 de pensamiento" (idem). Pero el proceso con-cret.o de 10 que 'Yhite llamaba simbolaci6n, 0 sea el de-vemr una cosa sImbolo, nos ha sido escamoteado.

A pesar de, qu~ la ~ignif~caci6n se origina paraTurner en. la exegesIS natlva, esta de ninguna maneraagota la ~hmensi6n s~mantica de los simbolos, dimensi6nque adqUl~re su plemtud a medida que el antrop6logo lacontextuahza en su "campo" correspondiente (1980 :51-52). En l~ que al simbolo concierne, su semanticidadse caractenza POl' tres "propiedades": la condensaci6nd.e,mucha;s c.o~as 0 a.cciones en un solo signo, la unifica-CIon de s~gntfwa.ta dlspares, y la polarizaci6n de sentidosen un polo ideol6gico, relacionado con su materialidady con su forma externa (1980 :30-32).

.. Mientras en 1958 Turner aducia no estar en con-dI?IOneS d~ establecer las fuentes exactas de los senti-mlen!os e Ideas que determinan la conformaci6n exteriordel sImbolo y las razones de su selecci6n, ya en 1962 eracapaz de destnar de la mera exegesis de una ram a de

chising'a una estructura de relaciones socialea, una re-ferencia sistematica a los valores imperantes en la cul-tura y hasta una representaci6n de la topografia delentorno (1980 :829-332). Si bien los mecanismos de emer-gencia "hist6rica" del simbolo siguen estando ocultoFl, ysi bien ya nadie pretende que los simbolos se declarancomo tales en una epoca primordial, sin posibilidad ul-terior de redefinici6n, existe un universo de diferenciaentre los hechos de significaci6n recabados POl' Turnery la premisa de Schneider acerca de su arbitrariedad.

POl' de pronto, el entrecruzamiento de aspectos, pro-piedades y niveles semanticos descubiertos POl' Turner enel interior del simbolo, se enriquece hacia 1969 (cf. Tur-ner, 1969: 13) cuando se decide a sintetizar los tres "fun-damentos" (foundations) de su semanticidad: la "basenominal", representada POl' el nombre que se Ie asigna,la "base substancial", atinente a sus propiedades mate-riales, culturalmente seleccionadas, y la "base artefac-tica", 0 sea su cualidad de objeto elaborado para servircomo simbolo. EI sentido exegetico de los simbolos seconstruye mediante analogias y asociaciones entre sUSfundamentos.

En un nivel de tipificaci6n mas elevado, al operarsus sintesis, Turner encuentra que en cada conjunto 0sistema cultural hay un nucleo de simbolos dominantes,caracterizados POl' su extrema multivocidad, asociado alcual se percibe un numero mayor 0 menor de simbolosencliticos 0 dependientes, que acostumbran ser univocos(1977 :186). Es en este punto que Turner advierte la re-laci6n entre sus simbolos dominantes y 10 que MorrisOpler define como los "temas" de una cultura, es decir,un conjunto de afirmaciones dinamicas que expresan laclave del caracter, la estructura y la orientaci6n de lamisma. Los simbolos dominantes representan mas pre-cisamente conjuntos de temas fundamentales: los suje-tos expuestos a ellos en el cicIo ritual aprenden con suusa euales son los valores, los estilos de conducta y lospostulados cognitivos imperantes. No es ocioso destacar

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que la dimensi6n involucrada en las distintas coordina-ciones e:r:sayad~s por Tu:ne~ entre los simbolos y lost~m~s: slgue SIe~do semanbca: "Los simbolos poseenslgmflCados -aflrma- mientras que los temas puedenser significados" (1977: 185) .

N6tese que en este plano de la significaci6n Turnerya no dep~nde. de la exegesis nativa, puesto' que lostemas son mferldos por un observador a partir de losdatos de una cultura, siendo los simbolos rituales unaclase de esos datos. Cabe destacar tambien que apartede l~ relaci6n que Turner establece entre sus simbolosdommantes y lo~ temas de opler, es posible alinear conella toda; una serle ~e conceptos antropo16gicos que tienenen c~m:m sus metaforas nominales de preeminencia ye.senclahdad, y que se refieren siempre a la esfera simb6-hca y a la significaci6n; los mas notables entre ellos son~,al..vez l~s "val ores . dominantes" de DuBois (1955), laso~lentaclOnes dommantes" de Kluckhohn (1950) los

"slm~,olos nucleares" de Schneider (1968), los "simbolosclave de Ortner (1970, 1973) y las "metaforas rakes" dePepper (1942).

En este contexto de asociaciones, resulta ya elocuen-te el contrast~ entre la postura de Turner, quien seenc.uentra en smtoma con la linea del establishment sim-bohsta y con las tradiciones de la vieja antropologiacultur:al, y 10 que veniamos diciendo acerca de la doblen.e,gatIva ~e ~p~rbe~ en cuanto a reconocer la significa-CIon y la mdlvlduahdad de los simbolos. La posicion deSperber es tambien contraria a la de David Schneiderla cual, pese a configurar una perspectiva mas apretad~que la ~e Turner, y menos cefiida al sentido comun, siguema.ntemendo y hasta remarcando que los simbolos son lasumdades conceptuales de las que se sirve el analisis,

Para Schneider, cada cultura concreta "esta forma-da por un s~stema de unidades 0 partes que son defini-das de un Clerto modo y que se diferencian entre si deacuerdo con determinados criterios" (1968 :1). Estas uni-dades 0 constructos culturales definen simultaneamente

el mundo y el sistema de cosas que cXirl\,PIId"I1I."odl1 (II,

por un momento, Schneider parece cone('\)it· III flllllhlllosencillamente como "concepto", aunque en I'IlHlicilldlit I'U

laci6n entre los simbolos propiamente dielloH, Ion 1'011ceptos y las significaciones es, en sus primel'OH PIIIIlLY0l4.complicada y oscura: "En la cultura americana, 1111idades tales como 'tio', 'pueblo', 'deprimido', 'vianda', 'coI'lLzonada', la idea de progreso, la esperanza y el arte, HOIIunidades culturales" (1968 :2). Los constructos cultul'lL-les de Schneider poseen una realidad propia que no de-pende de su existencia objetiva y hasta son del todoindependientes de la cultura real y observable; la con-dueta, de hecho, no forma parte de la cultura tal comoel la concibe, y hasta supone una perturbaci6n para elestudio de la misma. En ningun otro autor el simboloes concebido tanto en terminos de una entidad concep-tual abstracta y en enlace tan estrecho con las reglas;para Schneider, la tare a del antrop610go tiene que ver"con las definiciones de las unidades y de las reglas ( ... )y no con los patrones de conducta formulables a travesde la observaci6n de sus ocurrencias concretas" (1968:6) . En un repentino entrecruzamiento de clases y dedistinciones 16gicas, Schneider acaba definiendo al sim-bolo segun los atributos que los semi610gos confieren masbien al signo: el simbolo schneideriano es entonces "algoque esta en lugar de otra cosa, 0 de otras cosas, sin quehaya relacion necesaria entre el simbolo y aquello queeste simboliza" (1968 :2).

Schneider resume de esta manera 10 esencial de supropuesta: "Esta perspectiva esta impllcita en buena par-te del pensamiento antropol6gico, pero me fue mayor-mente explicitada por Parsons. Desde este punto devista, la cultura se define como un sistema de simbolosy significados. Es decir, cada cultura seve como con-sistente en un sistema de unidades y sus interrelaciones,que contienen las definiciones fundamentales sobre lanaturaleza del mundo, sobre la vida y sobre el lugar delhombre en ella. En vez de preguntar c6mo se organiza

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11,1,~I()d(~dltd para asegurar su continuidad a traves deltlCmp~! pl'eguntamos de que unidades esta hecha '~e deLInen y diferencian estas y c6mo se articula c~r::.~co~ dotra. Y preguntamos que significados encierra esees a 0 de cosas, y c6mo se descifran los mismos en losesq?emas pa~a la acci6n" (1969 :116). Como quiera quedefma Sch~eIder sus propias iniciativas, 10 concreto esque. ,~as umda~es que persigue son unidades de signifi-~aclOn,. y las mterrelaciones que Ie interesan son enca-

enan:l.lentos. de significados; su enfoque es, en conse-cuencIa, en:m~n~emente semantico. Partiendo entonces1e~stos pr~ncIplOs, Schneider pretende establecer, sobrea ase e.mw ~e 10 que sus informantes dicen acerca de

sus propIas yIdas, el. ~ucl~o simb6lico de cada sistemacU1tu::al, la mterrelaclOn sIstematica de 10s sentidos de~as ~IVtersas partes, y. las articulaciones que median en-re es as en tanto umdades cultura1es. -. . M~~ntras Geertz ve la cultura como sistemas de sig-

mflcaclOn .encarnados en simbolos, Schneider Ia concibecom~ conslStente en 10s simbolos mismos' para aquel10s 51mbolos manifiestos son 1a via de medi~ci6n obligad~para alcanzar ~o~ significados de la cultura; para este,18;cu1tura mamfIesta es 1a mediaci6n inevitable y fasti-dlOS~~u~ h~~ que trascender para acceder al nucleo dela sIgn~flCaClOnsimb6lica. Aunque los simbolos tal como10s entI.enden un? y otro. autor son, al contrario de losspeJ~enanos, entIdades sIgnificantes, las diferencias quen:e1Ian entre ambas perspectivas no son en absoluto tri-;na es. Gee~t~, POI' su 1ado, capta, conjetura, dialoga 0mtuy~ sensl~lVamente la significaci6n; Schneider, en~a~~lO, sencI1.lamente 1a abstrae, la destila a partir deJUlClOSde un ~nfo~mante que puede ser cualquiera, pues-to que para el nmguna respuesta es falsa y hasta las~or~as de mentir esbin cU1turalmente definidas y estan-"anzad~,S. Incluso al re,c?~ocer que existen informanteslu~nos , capaces de anahsIs y de generalizaci6n al ladoe mformantes "malos" que s610 dicen "si" '0 "n "

Schneider finaliza delegando en unos y otros la tarea od~

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sintesis y de acabamiento (la "interpretacion", en Burna)que Geertz rec1ama para si (cf. Schneider, H){,8 :9-10;Geertz, 1973 :3-30, 1980, 1983). La diferencia entre 108dos lideres de la antropologia simb6lica norteamcricanaes tajante: Geertz es un hermeneuta que construye hi-potesis interpretativas; Schneider, en el fondo, es un em-pirista que traza generalizaciones sobre 10 que sus infor-mantes aducen.

Lo que hay que estudiar -dice Schneider- son lossignificados asociados a los simbolos y las reglas que sederivan de elIos, para establecer un punto de vista queconfigura un "modelo mecanico", POI' cuanto la quiebrade la regIa carece de importancia cultural, aun en elcaso de que sea frecuente. Desde un primer momento,el autor en cuestion distingue las reglas, que son gene-ricas de las normas, que son reglas especificas y que,POl' ~eferirse a la conducta concreta, son puestas radi-calmente entre parentesis (1968 :6). Aunque de una den-sidad poco frecuente, los escritos de Schneider no son en10 mas minimo proc1ives al formalismo. Para el, losestudios etic son una imposibilidad factica, puesto quetoda descripci6n no es mas _que "interpretacion subje-tiva" del estudioso (1976a :203-204). En vez de gastartiempo y energias en hacer mas objetiva nuestra inves-tigaci6n, debemos perfeccionar las tecnicas para com-preuder mejor la subjetividad y las reglas POI' las queesta se rige. Las reglas, para el Schneider de 1968, nose infieren de la conducta sino de su conceptualizacion,de su expresion en simbolos; los objetos materiales (asisean parafernalia) y los actos sociales concretos (asi seanritos) caen fuera del campo de la investigaci6n cultural.Este fruto de un idealismo extremo, de una estrategiaempefiada en poneI' de cabeza todo cuanto la miradacree descubrir en la captacion inmediata de las cosas,no tardaria en ser reformulado. El Schneider extremo,el mas colorido a los efectos de una historia sensacio-nalista del simbolismo, ya no existe. En 1972, Schneidercambia repentinamente de idea, dejando en el camino a

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un grupo de discipulos cuya inercia habria de llevarlosmas lejos de 10 que el mismo estimaba prudente: afir:maentonces que la cultura se abstrae del sistema normativo,y que las normas se deducen de la cultura observable.La evoluci6n de Schneider, que ha sido un suceso pocodestacado por los titulares de la prensa conservadorapuede interpretarse como una inversi6n de la metamor~fosis de Sahlins 0 de la pausada progresi6n de Geertz.En 1977 su vocabulario ha cambia do totalmente y mien-t::as habla, de praxis, de ideologia y de liber~ci6n, noSlente escrupulos en aliarse con el marxista Kemnitzerni en enfatizar que la aecion simb6lica (vale decir' sudin;.ensi6n concreta y observable) es 10 que deberia' fo-cahzarse e~ el punto de mira del estudio del significado(cf. SchneIder, 1972; Dolgin, Kemnitzer y Schneider,1977). En este lapso no ha variado empero su sustan-cialismo, que Ie hace pensar que su' concept~ de culturacomo "sistema simb6lico-significativo" es mas penetran-te que el que ha sido tradicional en antropologia (1972-37).

En su brusco viraje, Schneider no habia tenidotiempo de designar herederos que pudieran postularsepara la vicepresidencia de una corriente ahora franca-mente liderada por Geertz. Aunque los acontecimientosson demasiado cercanos pa~a una buena perspectiva, pa-rece ser Roy Wagner, anbguo alumno suyo en la Uni-ver~idad de Chicag?; quien exhibe mejores titulos paraaspIrar a su suceSlOn. En 1967, Wagner estableci6 lanecesidad de emicizar los modelos analfticos del antro-p610go en una forma acorde con los simbolos de lasociedad estudiada; urgia no tanto a hacer coincidir for-malmente los modelos con los simbolos sino a acatardirectamente los simbolos como unicos m'odelos de ciertavalidez. "En alguna medida -afirmaba Wagner- la es-tructura social y las relaciones dentro de ella son mani-puladas y tratadas concientemente por los miembros dela sociedad, y eso se entrecruza con el sistema simbolicode la cultura. En la medida en que este basta para el

mantenimiento de la estructura social que media entre'las person.as .~pues, de h~cho, det~rm~n.aesa ~stru~tu:ra),una deSCrIpClOnde ese sIstema sImbohco sera sufIcIente'para el analisis del sistema social" (Wagner, 1967 :222).En 1975, cuando Wagner propugna concebir la teoriatotalmente en terminos de la idea de un simbolo y de lamanera en que este se emplea para "generar" tipos ~erelaciones sociales usados por la persona, su antropologlaadquiere una coloracio,n Itodavia ma,s fenomefnologica.En .opinion de Wagner, la persona construye soberana-mente una cultura y una sociedad, sirviendose para ell0de los simbolos, que vendrian a ser entidades no muybien definidas, pero que discurren siempre en el planode la conciencia y la instrumentalidad. Es el poder y laeficacia del simbolo 10 que garantizara identicas virtu-des a todo modelo de interpretacion que se confeccionea su imagen y semejanza (Wagner, 1967, 1975).

Se nos dispensara que incurramos, por una vez, enuna critica que no es para nada epistemologica: es queel mundo feliz regido por los simbolos con que Wagnersuena, y que quiere imponer como canon a una cienciatambien simb6lica, tiene algo de inmoral, algo de pan.,glossiano, para quienes no creen que la real.idad se ne-gocie en consonancia con la pauta liberal. NI duda cabeque en el festin canibal, Wagner observaria los aconte-cimientos desde el punto de vista de los comensales,quienes son, naturalmente, los que pueden d.efi.nir lasimbolicidad y construir la interaccion a su arbItrlO. Enla vida real en la dialeetica de la victima y el verdugo,del explotador y el explotado, del opresor y el oprimido,no solo las relaciones concretas y materiales de poderson mas significativas y actuantes que cualquier universosimb6lico sino que por 10 menos una de las partes esincapaz de decidir soberanamente la emergencia de unadimensi6n simb6lica susceptible de alterar el estado decosas. La construcci6n simb6lica y consensual de larealidad no es mas que una extraviada fantasia intelec-'-tual que el hambre, la explotaci6n y la violencia refutan

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eotidianamente, pero que la fenomenologia norteameri-cana (posmodernismo de los diletantes) se obstina en ali-mentar desde hace afios. En America latina, donde na-die se traga el mito que Castaneda construy6 sobre ella,se sabe muy bien que si es el simbolo 10 que determinala vida social, entonces su ineficacia es ostensible.

Aunque los significados simb6licos que importan es-tan para Geertz menos "a flor de informante" que parael primer Schneider (y por 10 tanto los procedimientosexegeticos dejan mayor margen al investigador, devi-niendo hermeneutica), su concepci6n de la cultura esharto menos dicot6mica, y las conductas reales constitu-yen siempre para el un indicio a tener en cuenta. Eneste senti do, Geertz se halla fundamentalmente preocu-pado por la "acci6n simb61ica", que es casi equiparablea la "dimensi6n instrumental" de Turner (1969), y queesta determinada por el uso que los hombres hacen delos sistemas simb6licos. Geertz considera a la culturacomo "un conjunto de mecanismos de control -planes,recetas, reglas, instrucciones- que guian y cifien aque-110s aspectos de la humanidad que se expres an en lacultura" (1965 :107).

Esta "humanidad" se encuentra no s610 en el ethosesencial 0 en la estructura de cada cultura concreta, sinotambien en los diversos tipos de individuos que existenen el interior de cada una de ellas; esto implica tenerque estudiar en detalle las vidas sociales de esas perso-nas. Poco antes de sintetizar su paradigma (Geertz,1973), este autor propuso tratar la cultura de los pue-blos bajo estudio como "un conjunto de textos, que for-man conjunto ellos mismos", y que el antrop610go debeinterpretar como si de textos literarios se tratara. Di-ehos textos incorporan no s610 un sistema ideacional abs-tracto, sino tambien y privilegiadamente las actividadessociales cotidianas de las personas que estan implicadasen una acci6n simb6lica cualquiera. Ya aqui, la apela-ci6n a la cotidianeidad evoca la influencia de Schutz, en

tanto que la mediatez y la contextura del. Hlm!>o\o ('or,ro,boran la asimilaci6n del ideario de Casslrer y Langt".

Al aplicar este tipo de enfoque alas peleas d~~,gallo:1

balinesas Geeertz las interpreta como una expreSlOll qlit'

contradic~ el modo de vida y el modo de se,r apa~·enL:l.d~:los espectadores. Las rifias de gaUos re~nen aspel:~:)"tales como un marcado narcisismo masculmo, una e~<t-·

cerbada pasi6n por las apuestas y el riesgo, :y notorla:"rivalidades de status, todo 10 cual aparece hg~d~ me-diante un conjunto de reglas que expresan se~t:mIentosdestructivos subyacentes a la ilusi6n .de tranqm.1ldad conque los balineses han logrado recubnr una socledad tanjerarquicamente estructurada como la suya: ~l eth?s cul-tural, en este caso, aparece dotado ,de un car::cter mstr~-mental, pragmatico, ya que no solo comumca deter~l-nados rasgos encubiertos de su cultura a sus proplOsportadores, sino que sirve ademas para crear y fomentaresos rasgos (Geertz, 1973 :412-453). ,.

Observese que mas aUa de constituir una par~frasIs,toda referencia a las ideas de Geertz. se contagIa? unpoco de la potencia singular de su estIlo, de la c.mdadaartesania con que modula sus argumentos y burl1a s~sfrases, caracterizadas por una ret6rica amante. ,de la ah-teraci6n, una ret6rica a la que una t:aduccI~n. a unalengua refractaria a esta figura termma tra~clOnandoen su expresividad. El hecho es que Geertz es,. Junto conLevi-Strauss, uno de los pocos gra~des esc~~tores conque se ha privilegiado la antropolog,ta; tamblen es ~node los polemistas mas virtuosos, eqmpar~ble a un SpIroo a un Marvin Harris, aunque haya elegldo no contestarnunca directamente a sus criticos.

La evolucion personal de Clifford G:eert~ como an-trop610go es por demas interesante, y smtetIza oportu-namente una de las fuentes primordiales del enfoquesimb6lico en su conjunto; por de pronto, en una produc-cion variada y prolifica como la s~ya, !esulta bastanteproblematico abstraer las lineas directr~ces y las cons-tantes. En uno de los trabajos mas antIguos que Ie co-

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!10CCmOH (Geertz, 1957), se preocupa por la diferencia-(!i6n conceptual de los aspectos culturales y sociales. deIn vida humana, considerando a ambos como "anaHtica-mente separables, pero mutuamente interdependientes".Pocos alios despues, en un desafio a ciertos simplismosde Steward y a prop6sito del proceso de involuci6n agri-cola registrado en Indonesia (1963), produce uno de losensayos mas brillantes de la decada sobre el cambio so-c~al :~ su relaci6n con la ecologia y con los principiosslmbohcos de un pueblo, que es al mismo tiempo enopini6n del marxista Robert Murphy, "una de las 'maselocuentes denuncias del colonialismo que he leido jamas"(Murphy, 1967 :17). Con el tiempo y la madurez la com-batividad politica de Geertz se llama paulatin~mente asosiego; su estilo, en un principio Hmpido y de lexico ri-quisimo, se va tornando algo mas pesado, casi barroco,plagado de in1ercalaciones digresivas y de ironias enmedio de las frases; y la dimensi6n eco16gica se encogehasta el limite de 10 razonable en alguien que siempreh~ sido contextualista. Por ultimo, Geertz incorpora eldIctum de moda del enfoque emic (1974), aunque sinllegar a la pretensi6n fenomeno16gica de "meterse bajoIa piel del nativo", marca sus distancias con el cogniti-vismo y con otras corrientes (1973) y asume formalmen-te el liderazgo de la antropologia interpretativa (1980,1983), opuesta alas estrategias que intentan extrapolarsus metodos a partir de las ciencias naturales.

El manifiesto te6rico de Geertz de 1973 merece serparafraseado ampliamente como ejemplo arquetipico deenfoque hermeneutico y como una de las columnas ver-tebral~s (junto con las propuestas de Turner, Sperber,SchneIder y Douglas) de la moderna antropologia sim-b6lica.

Hay que ser cauto, eso si, cuando Geertz utiliza laspalabras en un sentido atipico. Si dice, por ejemplo, qu eadhiere a un concepto "semi6tico" de la cultura convie-ne advertir que con ello alude a su tradicional i~quietuden procura de "signos que significan", que no guarda

relaci6n alguna con las escol1lsticas distinciones de Peir-ce sobre la variedad tipol6gica de los signos. ~ara. Geertz,el analisis de la cultura no conforma una CIenCIa expe-rimental en busca de leyes sino una ciencia interpreta-tiva hermeneutica en busca de sentidos. Como expresaen~tra parte, el ~s uno de los n:uchos cientif~cos. ~ocia-les que "se han alejado de un Ideal d~ exphcacI~n deleyes-y-ejemplos hacia otro de casos-e-mterpretaclOnes,persiguiendo menos la clase de cosas que conecta plane-tas y pendulos, y mas la clase de analogias que conectacrisantemos y espadas" (1980 :165).

Lo que define el trabajo etnografico es para el, enterminos de Gilbert Ryle una "descripci6n densa". En-tre la "descripci6n fina'" del hecho objetivo y la "des-cripci6n densa" propiamente dicha s,e encuen~~a el ob-jeto de la etnografia: una jerarqma estratIfIcada deestructuras significativas, en terminos de las cuales loshechos se producen, se perciben, se interpretan y Hegana ser 10 que son. EI analisis consiste concretamente enordenar las estructuras de significaci6n (que Ryle de-nomina "c6digos establecidos") y determinar su base ysu importancia social. En este proceso, el etn6grafo seencuentra con una multiplicidad de estructuras concep-tuales complejas, muchas de ellas supe~puestas 0 eI!re-dadas entre S1, que son a un mismo tlempo extranas,irregulares 0 inexpHcitas,y alas cuales de~e atrap~rprimero y explicar despues. Hacer etno?TafIa es .maso menos como tratar de leer un manuscnto extranJero,borroneado Heno de elipsis, incoherencias, correccionessospechosa~ y comentarios tendenciosos, per? escrit~ noen convenciones phlsticas de grafia sonora, smo en eJem-plos volatiles de conducta formal.

Geertz elude la poIemica acerca de si la cultura esobjetiva 0 subjetiva: cuando se imag~n6 la, cultura, co~ouna realidad "sUperorganica" que se Imp.~ma por SI !m~-ma se la estaba reificando; cuando se dIJO que conslstIaen comportamientos puros se la estaba reduciendo. Unavez que la cultura human a es vista como "acci6n simb6-

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Iica", Ia cuestion de si Ia cultura se trata de una con-ducta pautada 0 de un esquema mental, 0 de una com-binaci6n de ambas cosas, ininediatamente pierde senti-do. Lo que hay que preguntar no es el status onto16gicode una cosa, sino 10 que esa cosa importa y significa.

Los antrop610gos no estamos comprometidos, segUnGeertz, en lIegar a ser nativos ni en imitarlos, sino me-ramente en conversar con elIos; mirado con este sesgo,el prop6sito de la antropologia C3 el de ampliar el uni-verso del discurso humano, un designio para el cual unconcepto "semi6tico" de la cultura esta pecuIiarmente bienadaptado: la cultura es entonces un contexto dentro delcual los simbolos pueden ser inteIigiblemente (esto es,densamente) descriptos.

Para Geertz (como para Schneider, pero POl' otrasrazones) no necesitamos atender a la conducta en si. Lacultura se trata mas efectivamente como un puro siste-ma simboIico (la palabra elave es "en sus propios ter-minos"), aislando sus elementos, especificando las rela-ciones internas entre ellos y luego caracterizando todoel sistema de manera general, de acuerdo con los simbo-los-nueleo en torno a los cuales se organiza, de las es-tructuras subyacentes de la que es expresi6n superficial,o de los principios ideologicos sobre los que se basa. Peroaunque la conducta POl' si sola es un dato sin sentido,debe atenderse a los comportamientos, dado que es a tra-Yes de su flujo (0 mas precisamente, de la accion social)que las formas culturales encuentran articulaci6n. ElIasse encuentran tambien, POl' supuesto, en diversas espe-cies de artefactos y en distintos estados de conciencia;pero estas cosas toman su sentido a partir del 1'01quejuegan en un patron 0 esquema de vida, y no de lasrelaciones intrinsecas que mantienen entre S1.

El antrop610go en consecuencia escribe, 0 mejor aun"inscribe", Ia acci6n social. Lo que inscribe no es emperoel discurso social crudo, al que no se tiene acceso directo,sino la pequena parte de el que los informantes puedenllevar hasta su entendimiento. EI anaIisis cultural es (0

deberia ser) una "adivinaci6n de si.g~iI'ie:H'i()n(\H".y :mtrazado de conclusiones sobre las adlVmaelOn(~:'l1~1~:.J()'0/01,

y no el descubrimiento. d~ u.n cont,inente de Hl~nllll('l\,d()Hni el mapeado de su palsaJe mcorporeo. . r

Para Geertz, la tarea esencial de la construee16n ~,(\()rica· no es la de codificar regularidades ab~tn:~taH III III

de predecir, sino la de hacer posible la d~scr~pclOn d(:n~l~,;no generalizar a traves de los casos, smo general 1.1\< l,'

en el interior de elIos, realizando algo a~i. c?mo una mkrencia clinica. POI' otra parte, el anahsls cultural esintrinsecamente incompleto; mientras mas profundo cala,mas incompleto es. Esta es una cien:ia .extrafia, cuyasaserciones mas elocuentes son las mas !ltubeantemen!cbasadas y en la que averiguar mas cosas mcrementa masla sospecha del error. Hay cierto numero de maneras deescapar de esto: volviendo folklore ~ la cultura ~, colec-Umdolo volviendola rasgos y contandolos, volvlCndolainstitudiones y clasificfmdo1as, 0 volviendo1a estructuray jugando con ella. El concepto "semi6tico" es ademas,a juicio de Geertz, esencialmente contestable; 1a ~ntr?-pologia (pOI' 10 menos 1a interpretativa) es una .~lCnCIacuvo progreso se marca menos pOI' una perfecclOn delcO{lsenso que por un refinamiento del debate. .

Geertz manifiesta que nunca Ie ha impresionado. elargumento de que, como la objetivid~d completa es lm-posible en estos asuntos, uno debe deJar ~orrer sus sen-timientos; tampoco Ie ha deslumbra~o, dl.ce" el reclamode que la Iingiiistica estructural, la mgemerIa com~uta-dorizada 0 alguna otra forma avanzada de pensaml~ntonos permitiria comprender. a 10s ~ombr.e,s Sl~ n:c~sldadde conocerlos. "MiraI' hacla la dImensIOn sl;mb~hca dela acci6n social (arte, religi6n, ide?logia, clencI~, ley,moralidad, sentido comtin) no es aleJarse. de los dl1eJ?asexistenciales hacia un reino de formas, smo sumerglrseen el seno de aquelIos. La vocaci6n esencial de la antro-pologia interpretativa no es con!esta:r: nuestras preguntasmaS profundas, sino volvel' dlspom~les para nosotrosrespuestas que otros han dado, para mclmrlas en el re-

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:gistro consultable de 10 que el hombre ha dicho" (Geertz,1973 :30).

En apariencia, de todos los hermeneutas :norteame-ricanos de la antropologia simb6lica, Geertz ha sido conmucho el te6rico mas amplio y explicito, y es aun hoyel que sustenta sus principios rectores con una mayordosis de trabajo de campo y de explicaciones etnogra-ficas logradas y consonantes con aquellos. Seria un tan-to dificil, entonces, coincidir con Turner (1975 :147),cuando afirma que es David Schneider "el espiritu con-ductor y el resorte principal del movimiento", mas aun,cuando hemos visto que este se encuentra abocado a re-formulaciones cuyas consecuencias no pueden todaviapredecirse ni apreciarse en su conjunto.

Hay que admitir que, a primera vista, la postura>deGeertz, plasmada en textos de sonoridad musical, pue-de impresionar como profunda y ponderada. Por otraparte, las criticas que ha merecido su antropologia, engeneral, 0 son superficiales, como la de Marvin Harris(1982 :308-309), 0 enrevesados, como la de Talal Asad(1982), 0 planteadas en terminos subjetivos, como la deStephen Foster (1982). Existen razones, sin embargo,para sospechar que el magnifico edificio del interpreta-tivismo geertziano esta comenzando a desmoronarse.

Tanto Abner Cohen (1974) como Silverman (1981)y Winzeler (1976), han ofrecido alternativas y criticas:a las relaciones que Geertz plantea entre el simbolismoy la dimensi6n politica, y afiaden a 10 que este aporta laposibilidad de establecer un discurso explicativo y com-parativo sin perdida apreciable de substancia. Roseberry(1982), por su parte, ha aplicado el paradigma de Lass-well a la petici6n geertziana de tratar la cultura comotexto, encontrando que el analisis interpretativo es pococlaro acerea de quien en el texto habla a quien otro ysobre que: el texto hermeneutico resulta en defiriitivaseparado del contexto social al que alude por nopracti-'car diferencias y por no atender a sti dinamica interna.Keesing (1982) tambien halla que el a:nalisis geertziano

de las formas simb6licas se ha convertido on tllln ",11Mtracci6n muy distante de los contextos y de litHpm'MOlllltla que debiera referirse. Las contrapropuestuH m(IH<101110ledoras, no obstante, provienen no de una dcl'enf1ll.illdill'nada de los fueros de la ciencia como la de 8hanlmuIIl(1984) sino de los datos concretos que a ella ltWI'(~nLinda 'Connor sobre los tremendos errores facticoH (hI

la etnografia geertziana de base (Connor, 1984 :271).Aunque este no es el lugar ni el momento oportuno

para "refutar" a Geertz, conviene ciertarnente esbozardos posibles flancos para ahondar mas adelante en sucritica. En primera instancia, nos parece que Geertz nocapta hasta que punto la utilizaci6n de modelos cienti-ficos alternativos, incluso de aquellos capaces de cuanti-ficar, descansa tambien en la captaci6n mas 0 menosintuitiva de analogias entre universos distintos y en me-t:iforas conceptuales de largo alcance. Rene Thom, POl'de pronto, ha demostrado que la analogia entre "crisan-temos y espadas", reclamada pOl' Geertz como modelo,es matematizable en el sentido de una topologia cuali-tativa que da tan buena cuentade esa met:ifora comodel vinculo entre planetas y pendulos. No hay entre laaproximaci6n hermeneutica POl' un lado, y la sistemicao la estructuralista POl' el otro, la diferencia epistemo16-gica que Geertz postula: 10 que si es cierto es que estasse exigen a si mismas un momento de duda y de vali-daci6n que aqueIla elude.

Nuestra segunda objeci6n tambien atafie alas cliiu-sulas veritativas. POl' momentos pareciera que Geertzaceptaria la legitimidad de la validaci6n, como cuandodice, popperianamente, que el concepto "semi6tico" queabraza es mas que nada contestable. Otras veces, darialaimpresi6n que el repliegue de su etnografia a un es-pacio interpretativo (que el se las ingenia para pintarcomo no relacionado con la subjetividad), torna super-fluos e inactuantes los procedimientos de verificaci6n.que despues de todo son un subproducto de las ciencias-naturales. Contestar (0 contraponer) no es 10 mismo,

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obviumente, que refutar: Tu -insinua Geertz_ no pue-?es negar lo~ significados que yo creo aceptar, ni puedeslmpugnar ml paradigma porque este no acate al pie dela letra las reglas que tu establ~ces para el tuyo. Nosresta preguntar, simplemente, c6mo es posible "refinarun debate" que se desarrolla por entero en un territorioindebatible, para el que no existe un metalenguaje comuny en el que la 16gica de la discusi6n cientifica ha sidoabolida de antemano.

En los ultimos anos han proliferado los geertzianos,emergentes ?e una nueva Gnosis de Princeton que, engeneral, no tlene~ nada nuevo que decir, y que han trans-formado los aforIsmos de su maestro en materia de exe-ges~s. Para Rabinow y Sullivan, por ejemplo, el "racio-nahsmo estrecho" puede conducir a un empobrecimientode la ciencia, mientras que el giro hacia la hermeneuticapodria llegar a incrementar, no excluyentemente los me-dios de comprensi6n de los fen6menos cUltural~s (1980:~). Estos son como textos abiertos a varias lecturas (laImagen es descaradamente geertziana) aunque el rangode sus interpretaciones posibles, por s~erte "no es infi-nito". Cuantos millones de lecturas sean ~iables antesde agotar la significaci6n, eso no nos 10 dicen; peru conesta reser;ra, y con la honesta admisi6n del escaso pro-greso reahzado por la hermeneutica en el terreno de laveri~ica~i?~ (pp. 7-8), Rabinow y Sullivan salvaguardanla clentIflcldad de una propuesta que, si no es plagiaria,es por 10 menos mon6tonamente derivativa.

Charles Taylor, en cambio; epitomiza el casu clasicodel discipulo extremista: se niega de plano a aceptar lavalidaci6n como procedimiento util, urgiendo en cambiaa multiplicar las interpretaciones a diestra y siniestra,haciendo gala de 10 que el mismo llama "un escandalososubjetivismo radical" (1979 :66-67). Usurpador de las con-signas y del estilo de Geertz, mas con total desapren-si6n por sus recaudos, Taylor imagina que las diferen-cias te6ricas estaran dadas en el futuro por una introspec-cion mejor 0 por una intui~ion mas virtuosistica.Des-

pues de Taylor, y ya en un plano abiertamonl.o I'oI\oll\o'nol6gico, la adivinacion geertziana del sentido Hl~iI\HLi1.11cionaliza y comienza tanto a celebrar su apoteoHiH {'OHIO

a testimoniar sus !imites (cf. Fabian, 1979, l!JH:I;(:1'llpanzano, 1980; Rosaldo, 1980; Boon, 1982; Dwyer, I!lH:cl;Marcus y Cushman, 1982; Tedlock, 1983). Tangol\l~iHl-mente relacionada con esta corriente, se encuentra unllraroa del interpretativismo que en Inglaterra se COnOel!como "antropologia semantica", y que se ocupa antes quenada de la constitucion de los significados en la culturao de la constituci6n de la cultura a traves de los signifi-cados, un poco a la manera del ultimo Sahlins (d. Crick,1976; Parkin, 1982; Schwimmer, 1978; Hastrup, 1978,1985) .

Dentro mismo del enfoque interpretativo en su con-junto, como se ha entrevisto, la delicada cuesti6n del emi-cismo es una de las que han recibido las respuestas masheterogeneas: mientras que para Turner los insumos emicson tolerados como a regaiiadientes y en un tono de duda,para Geertz son complementarios irreemplazables del ana-lisis de la conducta y de 10 que Ie subyace, y para el pri-mer Schneider 10 unico relevante de la cultura. Todoemicismo parece relativo y empequenecido, sin embargo,cuando se 10 contrasta con el que se predica en el senode la fenomenologia antropologica norteamericana. Estatendencia comenz6 a expandirse cuando Berger y Luck-mann, juntos 0 por separado, hicieron conocer la obrade Alfred Schutz, a comienzos de los anos '60. Cuandola concepcion schutziana de la cultura confluye con laspautas similares de la sociologia del conocimiento (re-mozada en America por otro pr6fugo del nazismo, KurtWolff), con el antecedente, plenamente compatible, delconductismo sociologista de Mead, y con la ponderada her-meneutica de Hans-Georg Gadamer, el movimiento seconsolida y se diversifica. A fines de la decada consti-tuye ya una de las corrientes mas vigorosas, de las quevan brotando reelaboraciones nativas, como el interaccio-nismo simb6lico de Blumer y Goffman, 0 la etnometodo,.

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Jogia de Garfinkel, Castaneda y Cicourel en el ala con-servadora, 0 la antropologia critica de Eric Wolf JackDouglas, Dell Hymes, Stanley Diamond y otros ntuchosen la izquierda radicalizada. Hoy en dia, como 10 testi-m?nian las iniciativas de Bob SchoUe, George Psathas,MIchael Agar, Gerald Berreman, John Stephen Lansingy. Johannes Fabian: la antropologia fenomeno16gica per-siste como una vanante de fronteras difusas pero toda-via distinguible del nucleo de la antropologi~ simb6lica.

POl' de pronto, la fenomenologia se ocupa mucho me-nos de los simbolos que de sus usuarios concretos y mu-cho mas del individuo (a quien caracteriza como' "self")que de la sociedad 0 de la cultura, cuyas idiosincraciasse introducen s6lo como fuente adicional de indetermina-ci6n. A comienzos de los alios '80, no obstante, la feno-menologia ! la antropologia simb6lica comienzan a ges-tar sus pnmeros hibridos; la j oven Bennetta J ules-Ro-sette milita ardientemente en esta confluencia de la manode los extremistas geertzianos y schneiderian~s. En basea su experiencia de campo en Africa Jules-Rosette aligual que Roy Wagner, sostiene que los' modelos folk ~ue-den llegar a ser una fuente de inspiraci6n para el re-p.lant~amien.to epistemo16gico de la antropologia. "LasClenCIaSsocIales -asegura- sustentan su propia estruc-tura oracular, utilizando el concepto de objetividad a guisade escudo" (1978 :549). Lo que hace falta es arrancar esevel? de fill;gida objeti,:id.ad que recubre a la indagaci6nsocial, reahzando un VIaJe hasta devenir el mismo fen6-meno que se estudia, utilizando un lenguaje explicativoconsonante con la modalidad de comunicaci6n bajo exa-men. y ~laborando una epistemologia que contenga unaexphcacI6n del proceso suscitado cuando un estilo de pen-samiento se enfrenta con otro.

Para facilitar esta ascesis, Jules-Rosette comienzademostrando, a traves de una barrida bibliogrcifica quese si.rve de Garfinkel, de Cicourel, de Schutz y de otrospatrIarcas de la fenomenologia el caracter ocular e in-tuitivo y la circularidad de la i6gica cientifica, desarro-

llando luego una prescriptiva metodo16gica para afrontarel encuentro con otras mentalidades. El contenido pun-tual de este programa no viene al caso. Baste decir quese pretende imponer a una ciencia esquematicamenteconcebida un renunciamiento tras otro, en beneficio deun modelo incierto y de una fenomenologia derivativa einarticulada, construida en base a fragmentos de 10 queotros dicen, y ante la cual el mismo discurso de la an-tropologia simb6lica se muestra inexplicablemente rece-sivo. El tiempo dira si esta mixtura es productiva 0 Hiconfigura, como creemos, un encogimiento raciop:itico,una perversion inteleetual, un enclave de irracionalidadque la antropologia deberia expulsar de si misma parano constituirse en verguenza publica. A despecho de lal'\sugerencias fenomeno16gico-simbolicas de renovaci6n, laciencia no se ha visto beneficiada aun POI' este encuen-tro, que la considera mas bien su victima propiciatoria.

En el otro extremo del espectro disciplinario, nu-merosos ensayos han abordado, no semi6ticamente, logproblemas conexos de la taxonomia de los simbolos, de108 contenidos significantes de las diversas clases, y delas especies 0 tipos simb6licos espedficos, como los "te-mas" y los "valores" (Cohen, 1948; Albert, 1956; Opler,1945). La investigaci6n de Sherry Ortner en torno de108 simbolos claves, con un fuerte contenido socio16gico,clarifica colateralmente el panorama de las estrategiascapaces de establecer la centralidad de un simbol0 en unsistema cultural determinado, demostrando de paso quela nuclearidad no es un emergente exclusivo de los con-tenidos semanticos.

La primera posibilidad estrategica, segun ella (1973:1338), involucra el analisis del sistema 0 dominio enbusca de sus elementos subyacentes (distinciones cogni-tivas, valores, etc.), como paso preliminar a una miradaen pos de una figura que parezca formular, en la formamas cristalina, las orientaciones descubiertas en el ana··lisis. Representativo de esta modalidad seria el estudiode Schneider sobre e1 sistema americano de parentesco

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(l~68), enraizado a su vez en el clasico de Benedict Elcr';zsantemo y la espada (1946).

La segunda tactica, mas comtin, consiste en observarlos rasgos que parezcan ser objeto de interes culturalanalizando sus significados. Con elfin de erradicar l~que pudiera haber de intuitivo en este procedimiento,Ortner establece un quintuple criterio, prevalentementeemic, que oficia de diagnostico de ese interes. Una vezd.eteetada la masa de simbolos relevantes, se puede ar-ticular su continuum conceptualizando en sus extremossendos tipos ideales: los "simbolos de sumarizaci6n" ylos "simbolos de elaboraci6n".. Los primeros son de orden sintetico, de tono emo-

clOnal, y trasuntan el significado de la cultura de unamanera relativamente indiferenciada condensada densa(thick) y agrupada (clustered), co;respondiend~se conla. clase de los simbolos sacros en su mas amplio sentidode catalizadores de impulsos. Los simbolos de elabora-cion, POl' su parte, son mas bien anaHticos, ordenadoresdt: la experiencia, sistematizadores de ideas y de pensa-nll~ntos que, de no ser POl' ellos, se presentarian en unfluJo confuso e indiferenciado. Estos simbolos poseenla capacidad de "elaborar" dos 6rdenes de sucesos: el del~ conceptualizaci6n del mundo, proporcionando orienta-ClOnes, y el de la acci6n social, delineando estrategias.Los simbolos de sumarizaci6n devienen "claves" cuandoson 10 que Pepper llama "metaforas raices'" vendrian aser tam bien los simbolos "buenos para pens~r" de Levi-Strauss, de !;each 0 de T~mbiah. Los que sirven de guiapara la acclOn, en camblO, constituyen los "argumentosclave" que formulan (como la leyenda del hombre deexit~ 9ue se hizo a si mismo) las relaciones socialmenteadmlsIbles entre medios y fines.

Ambo~ tipos globales de simbolo,finalmente, osten-tan ~odahdades caracteristicas de encarnal' centralidad.Los slmbolos de sumarizaci6n devienen "claves" cuandolos significados que formulan prevalecenl6gica 0 afecti-vamente sobre las demas significaci ones presentes en el

sistema; 108 simbolos de elaboraci6n, pOl' eOlllrnH1.o,((0-rivan su centralidad no tanto del status de HUHH(lIlLidOHsustantivos, como de su 1'01 formal u organiy:ueiot\lI! dOlletro del sistema.

Como bien subraya Ortner, existe un buen nlmWI'Odeesquemas sistematicos (sobre todo semi6ticoH .y Clio··.s6ficos) susceptibles de ser comparados con el suyo, uun-que "ninguno es totalmente isomorfo': (p .. 1345). }iJHtupuntualizaci6n trae a cuento la necesIdad Imperapte. decorrelacionar esta y otras propuestas de taxonomla SI~-bolica analizando sus discrepancias, mapeando sus eJesde di~tinci6n y tratando de elaborar un sistema de ~on-sensualidad suficiente, conmensurable c?n las necesIda-des operacionales de las diversas estrategms. Hasta tantoesta coordinaci6n no se materialice, sera dificil saber aciencia cierta si una clasificaci6n adicional aporta algonovedoso, 0 si vuelve a verter vino viejo en odres nuevos.

Paradigma te6rico : Estructural-funcionalismo, di!llamism? .Objeto: El simbolo como expresi6n de la estructura SOCIaly VlCe-

versa.Convergencia disciplinaria: Antropologia social inglesa.Plano: Pragnuitica. .Estudios representativos: Mary Douglas (vs.), Stanley ';1'amb::;h

(vs.), Edmund Leach (1964, 1976), Victor Turner \dnnenSlOn"operacional") Clifford Geertz (1957, 196'3), AlIce Kehoe(1974) Raym~nd Firth (1973), Sally Falk Moore y Barba:r;aMyerh~ff (1975), Janet Dolgin, David Ken:nitzer y. Da':ldSchneider (1977), Renato Rosaldo (1968), MIchelle Z:mbalIstRosaldo (1975), Arjun Appadurai (1981), Gharl~s Lmdholm(1981), Carol Laderman (1981), Frank Manmng (1981),

.James Fernandez (1965).

Este enfoque encuentra su antece.~ente mediato ~nel discurso de Durkheim sobre la relaclOn entre 10 socIaly'10 simb6lico, y su inspiraci6n algo mas cercana en el

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funcionalismo de Malinowski (continuado fielmente, den-t~o ya de la antropologia simb6lica, por Stanley Tam-blah), enel estructural-funcionalismo de Radcliffe-Brown? en la visi6n dinamista de la Escuela de Manchester. Al19ual que la tactica holistica, a la que a veces comple-menta, se trata de una estrategia de maximo nivel esdecir, de maxima abarcatividad, que depende gen~ral-mente de otra de mas bajo nivel (cognitiva ret6ricahe.rm~~eutica 0 posicional) para la interpreta~i6n 0 ex~plIcaclOn de los simbolos en si mismos. Asi como el en-fOCJ,ueposicional lleva el sella y el estHo de la antropo-10gIa francesa, las propuestas socio16gicas del simbolis-mo. se ac~r,ca.na los supuestos te6ricos de la antropologiaSOCIalbrItamca, ya sea en su formulaci6n mas ortodoxa-~ente . funcionalista como en sus variantes reactivas: eldmamlSmo de Gluckman, el interaccionismo de Barth elmarxismo de Worsley. '

Su diferencia con un enfoque de bajo nivel que in-cluya referentes socio16gicos radica en el caracter cen-tral, privilegiado y constante de los aspectos socialesdenotados a 10 largo de los distintos desarrollos te6ricosEl simbolo en si, aunque ello no es unanime suele esta;subordinado a 10 concreto social, constituye~do mas sureflejo 0 su significante metaf6rico, que su fuente 0 sucausa.. ~or otra parte, la explicacion sociologizante sematerIalIza ~recuentemente a expensas de interpretacio-nes alternabvas, 10 que ha motivado cuestionamientoscaracteristicos, como el de Melford Spiro (1979).. , P.ara Mary Douglas (1969 :72-79), el paradigma so-

clOloglCo (~l que.?o llam:=tpor este nombre, ciertamente)to:n:a la dImenSIOn verbcal de la experiencia con masserledad de 10 que 10 hacen algunas tendencias actualesen .el analisis estructural del simbolismo. Asi, la estra-tegIa de ma~ra~ viene a ser equivalente a 10 que RodneyNeedham, slgUlendo a los fenomen610gos y a Bachelardha llamado "analisis en profundidad". Podria aceptars~-expresa Douglas- que el analisis estructural no se in-terese por la significacion' sociologica 0 psicologica de

un simbolo en particular. En esa analitica, los signifi-cados se encuentran horizontalmente, por asi decirlo.mediante la relaci6n de los elementos en un patron dado.Pero cuando el antropologo aplica esta tecnica al analisiR.del ritual y del mito, las referencias "verticales" de 101-1niveles fisicos y sociales de la experiencia se introducencon disimulo como extensiones inocentes de la estructuratotal. El analisis estructuralista, en suma, no es auto-suficiente; aunque Mary Douglas no 10 expresa de estamanera, el plano sintactico no es inteligible en su cIau-sura, y siempre depende de rupturas e intrusiones delplano pragmatico. "Para entender la base de los simbo-los naturales la dimensi6n vertical debe hacerse explici-ta. ( ... ) Los investigadores que se especializan en so.ciologia de la religi6n a menudo estim sorprendente-mente poco interesados en investigar la dimensi6n sociala traves de la cual trabajan las fuerzas espirituales. Mu-chos eruditos se pasan la vida analizando las categoriascognitivas sin intentar el trabajo mas duro de relacio-narlas con la experiencia social" (1969 :79). En estasaseveraciones se percibe una concordancia con las pre-misas de Malinowski (1923) y de J. R. Firth (1935, 1950)en torno del "contexto de situaci6n", 0 sea del contexto·que daria alas expresiones lingtiisticas su unica posibi-lidad de sentido. Unas premisas, dicho sea de paso, cues.tionadas vigorosamente por el simbolista David Murraydesde su estrategia semiotico-pragmatica (cf. Murray,1977 :202-203) .

La apertura de una dimensi6n instrumental, prag-matica 0 sociologica, no ha sido siempre demostrativa de·amplitud de criterios ni una senal confiable de que setienen los pies sobre la tierra. En ocasiones, el sociolo-gismo inherente a la antropologiade Douglas, de Turnero de Leach, se vuelve tan imperativo, tan omnimodo,mecimico y unilateral como puede haberlo sido, en latendencia contra ria, la eliminaci6n de 10 concreto en eisimbolismo del primer Schneider.

Es comosi 10 social fuera para los autores ingle~

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ses algo tan absolutamente permanente, que no ha bas-tado toda la pasi6n idealista por el simbolo para subor-dinarlo. Esta circunstancia es 10 que ha motivado elaeoso critico de Spiro, sensibilizado por el eolapso deuna interpretaci6n psico16gica que parece ostensiblemen-te reclamada por la naturaleza de los hechos. "AM€stan -dice Spiro- los argumentos de Leach respectode que la negaci6n de la paternidad fisio16gica en Aus-tralia y en parte de Melanesia, 0 la negaci6n de un pro-genitor humane de Jesus sostenida por algunos cristia-nos son afirmaciones no sobre el sexo bio16gico sino sobrereglas de descendencia. 0 la afirmaci6n de Mary Dou-glas a prop6sito de que la creencia, ampliamente sus-tentada, en la peligrosidad de la vagina. y de sus fluidosno es un predicado sobre relaciones sexuales concretas,sino un simbolo de la estructura jerarquica de los sistemassociales. ( ... ) 0 su criterio en el sentido de que las'creencias Yurok concernientes a la poluci6n sexual, a laeyaculaci6n, a la secreci6n de leche, no tienen que vercon fluidos y emisiones corporales, sino con la amorfafluidez de su estructura societaria" (Spiro, 1978 :5-6).

EI cuerpo fisico, 10 fisio16gico, es para Mary Dou-glas un microcosmos de la sociedad, la que reduce 0 au-menta sus exigencias con respecto a el en relaci6n di-recta con la intensidad 0 el relajamiento de sus propiastensiones (Douglas, 1978 :97). Si se quisiera establecerun cotejo entre su punto de vista y el de Turner, habriaque destacar que este distingue un "polo ideoI6gico", re-ferido a la organizaci6n social, y un "polo sensorial", en€l que los simbolos son "abierta y hasta flagrantementefisiol6gicos" (Turner, 1980 :31) ; Douglas, en cambio, je-rarquiza verticalmente 10 que Turner polariza sin jerar-quizar, quedando 10 fisio16gico no como t6pico del dis-curso simb6lico, sino como simple metafora de la 80-dedad.

En todo momento, la oposici6n de Douglas a los in-vestigadores que se empecinan en resistirse a admitirque las creencias del hombre estan determinadas por la

sociedad es ardiente y explicita. Esos estudiosos, sos-tiene, "prefieren pensar que las creencias flotan en unvacio aut6nomo desarrollandose de acuerdo con su pro-pia l6gica interna, chocando unas con otras por caprlChodel destino hist6rico y siendo modificadas por otras nue-vas. Se trata de un materialismo a la inversa. ,L?s quea el se adhieren, afirmando la primacia del espln~u so-bre la materia evitan la responsabilidad de eleglr lascircunstancias ~ue deben rodear su libe~tad. Para ase-gurarnos cierta autonomia debemos p.nmer? recon~ce;las restricciones que imp one nuestra eXlstencIa materIal(1978 :166). Al lado de esta subita profesi6n de "ma~e-rialismo", se encuentra tambien en el planteo douglasIa-no de las cuadriculas, un movimiento de avance con res-pecto a la "generalizaci6n en el int.e,rior ?e los casos:'propuesta por Geertz 0 a la "construcclOn socIal de la reah-dad" entendida por los fenomen6logos como pretexto re-lativista· Douglas pretende, en efecto, discernir un ordenentre lo~ distintos tipos de realidad posibles de fabricar,estableciendo un esquema y un pufiado de categorias po-tencialmente aptos para el estudio comparativo de sim-bolos y sociedades (1978).

Victor Turner, a su turno, se interes6 tanto por laresonancia emocional de los simbolos como por su con-tenido social' fue el quien prest6 a Mary Douglas la basepara mucha~ de sus ideas. Su estilo te6rico de aproxi-maci6n combina (eclectica y quiza timidamente) elem,e~-tos de Freud de Radeliffe- Brown, de Gluckman, de LeVI-Strauss. Pe~o el rasgo distintivo de sus escritos sobreel ritual mas alla de la pulcritud britaniea de su prosa,es el a~alisis de la funci6n de las expresiones ritualesy de sus unidades constitutivas, los simbolos, en el desa-rrollo, la identificaci6n y el mantenimiento de las rela-ciones sociales.

Mary Douglas habia criticado tiempo antes a Levi-Strauss por su intelectualismo, por su olvido de la ~uerzaelllotiva que impregna la aeci6n simb6lica, po: ~u frIaldadanalitica. Cuando se eompenetra con el sensItIVo acerca-

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~iento de Turner, se distancia todavia mas del para-dIgma que habia inspirado parte de su estudio sobre Iapol~ci6n y las interdicciones, y del que acabara renegandohac;a 1979. ~ara ell~, Turner habia comprendido el con-temdo pSIqUlCOgenumo de los simbolos y suministradouna "demostra~i6n convincente sobre c6mo las categoriasculturales sostIenen una estructura social"; y proseguia:"N~~~a mas de?eria permitirse que se proporcione unanal;sIs de un sIstema entrelazado de categorias de pen-samIento que carezca de una relaci6n demostrable conla vida social de la gente que piensa en esos termi-no~" (197? :30). Tambien advierte que la sugerencialevIstraUSsIan~ de que la mente human a siempre y entodas partes bende a inventar existencias mediadoras parareconciliar oposiciones es poco aceptable, y que en mu-chos casos su presencia en los mitos es s6lo el resultadode yroce?imi.eptos analiticos y de un metodo que coartala mvesbgaclOn genuina (1975a :56-57).

Es peculiar la resoluci6n que Douglas ofrece a laproblematica del vinculo entre los faetores sociales y losr~fere?te~ ~ la persona. Ella sugiere que las controver-sIa~ fI1osoflCas sobre la relaci6n del espiritu con la ma-terIa 0 de la mente con el cuerpo pueden reinterpretarsecomo un intercambio de afirmaciones condensadas acercade la relaci6n de la sociedad con el individuo' en su ar-gumento, el cuerpo y la carne representan a l~ sociedaden tant~ q?e la mente 0 el espfritu simbolizan a la perso~na. 11?-sIstIr~n la superioridad de 10 espiritual sobre 10materIal eqUlvale a proclamar las libertades del indivi-duo y a trazar un programa politico para liberarlo deIas co~~tricciones sociales. Y al contrario, declarar queel ~S~)IrItu opera a traves de Ia materia, que Ios valorese$pIrItuaies se hacen efectivos mediante actos fisicos, queel. cuerpo y Ia ca.rne son entidades separadas pero inex-trI~abiemen~e umdas, todo esto implica que el individuoesta subordmado a Ia sociedad "por naturaleza" y que~~\o.puede hallar Ia libertad dentro de sus formas' (1969:

Aunque Turner basa su trabajo mtLHque Imdn 011la "acci6n simb6lica" (un termino que apal'l\co Lntrll>I(\11en Geertz en Kenneth Burke, en Godfrey LienlumlL yen Schneider), considerando a esta co~,o instrumon Lo.do10s intereses humanos y sociales, tambIen se mueHLl"lt111-teresado por el aspeeto formal de los simbolos, pOI"11tHexegesis nativas y por los contenidos subliminales. Tur-ner comienza generalmente investigando el significado delos ritos por medio de preguntas a sus act~res. Lu~goanaliza Ios simbolos involucrados para ver SI es facbbleestablecer alguna conexi6n formal entre ellos, 0 entre Iossimbolos y sus referentes empiricos; este es el momentoen que pueden descubrirse constantes estructurales entre10s simbolos que componen el conjunto estudiado, 0 ~vi-denciarse que dichos simbolos funcionan para comumcarsignificados precisos, para unificar fen6menos dispersos,para condensar ideas heter6clitas.

Aqui no nos interesa resumir Ias ricas intuicionesde Turner ni enumerar sus tipologfas proteicas, sus pers-pectivas cambiantes, su generoso caudal de hip6tesis (nosiempre desarrolladas), sus conexiones una .y otra vezmodificadas y enriquecidas; 10 que es pertmente, porahora, es recuperar su discurso explicitamente social, ges-tado en Ios Iejanos dias de su militancia junto a losmanchesterianos: "En la dimensi6n operacional -escri-be Turner- el significado de un simbolo es igualado consu usa a la manera de Wittgenstein; aqui observamosno s6I~ 10 que Ios participantes de un ritual dicen sobreeI, sino 10 que con el hacen. Aquf consideramos no s610al simbolo en sf mismo, sino tambien la estructura ycomposici6n del grupo, el cual, en alguna fase del rito,10 manipula 0 ejecuta actos mimicos con referencia claraydirecta hacia aqueI. ( ... ) Es en este nivel que se harealizado Ia mayor parte de Ios analisis antropologicosbritanicos del ritual; los miembros de esta rama de Iainvestigaci6n se muestran a menu do altamente escepticosrespecto de Ia informacion de tipo 'exegetico'" (Tur-ner, 1969 :12).

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EI eclecticismo afable de Turner encuentra su con-trapartida entre las hip6tesis tempranas del actual liderdel enfoque retoricista, James Fernandez. En un ensayomuy poco conocidoy citado de Fernandez, se encuentra,al lado de una nueva distinci6n entre signos, senales ysimbolos que se aparta de las definiciones de Morris yPeirce, un punto de vista que se acerca a ciertas postu-ras de Geertz y de Leach, oponiendose tanto alas indi-ferenciaciones turnerianas como al sociologismo abso-luto de Douglas. Fernandez asegura que los requeri-mientos de la coexistencia social no son iguales a los dela coherencia cultural, los de la consistencia 16gica 0 losde la congruencia estetica (1965 :913). "La significacionde un simbolo cultural ( ... ) yace en la interpretaci6ncognitiva dada al mismo POl' los portadores de la culturaen un conjunto de circunstancias mucho mas amplio qu~el de su contexto acostumbrado" (p. 917). Lo que coor-dina la existencia social no son los simbolos ni muchomen os, sino las "senales"; los simbolos culturales sonrasgos de superficie que se refieren a sistemas mas pro-fundos de significaci6n 16gico-estetica. Mas aun, 10 quees simbolo, signo 0 senal varia para cada persona deacuerdo con las circunstancias; pero el consenso social yel cultural no estan en relaci6n directa: el simbolo es dealguna manera aut6nomo.

En cuanto a Raymond Firth, la primera parte de suespeso tratado de 1973 se ocupa de historiar con detalleel pensamiento teol6gico, filos6fico y cientifico sobre elsimbolo, con mayor enfasis en el siglo XIX y en sus "hu-manidades", que en el siglo XX y su antropologia simb6-lica. La segunda parte esta compuesta POl' un pUfiadode estudios de casos, que tienen en comun una oscilaci6ncasi obsesiva entre el plano sociol6gico y el individual.Conciliando sin grandes escrupulos formales las perspec-tivas de Turner y de Douglas, y delatando un cumulode influencias ensambladas con cierta desprolijidad Firthpostula sencillamente que los simbolos, 0 mejor a6n lasrelaciones simb6licas, organizan al mismo tiempo l~ ex.,

periencia de la persona y la vida en sociedad. Pam (:1,la antropologia simb6lica n? d~~e ser .sOI?.un estu~]10academico dedicado a la elucIdaclOn de sIgmflCados, SlIlOtambien un compromiso de solucion de los problemas so-ciales y ella misma una fuerza de cambio (1973:197).

A pesar del positivo y atipico enciclopedismo de flUmitad inicial, que desmiente el juicio de Spiro sobr~ laincultura litera ria de los simbolistas, el texto de FIrthno constituye ni de lejos un aporte original; POI' el con:trario, es representativo de un mainstream que se estatornando demasiado tumultuoso, de una manera de va-riaI' eclecticamente sobre los viejos temas que esta gene-rando demasiadas redundancias y lugares comunes (cf.Mqore y Myerhoff, 1975; Vogt, 1979; Appadu::ai, 1981;Lindholm, 1981). Noes que los modelos est en produ-ciendo confirmaciones, y que estos pleonasmos sean untestimonio inevitable de su produetividad. Como hemosvisto estrategias que en el fondo son muy parecidas sos-tiene~ con el mismo vigor y con la misma plausibilidadafirmaciones totalmente contradictorias. Como en el circu-10 vicioso del retoricismo, nos encontramos aqui tambienno con el espeetaculo de las hip6tesis que se confirman,sino con el de la obstinaciones que coleccionan ejemplos.

En otra tesitura la propuesta de una simbolisticaaplicada y comprometida que ci~am?~ a prop6si~0 de Fir~h,reaparece en la polemica contnbuclOn de Dolgm, Kemmt-zer y Schneider (1977). La cUltu.ra es para el~os el as-pecto significativo, dotado de sentIdo, de la reahdad co~-creta u objetiva (p. 20). Los simbolos, que la constI-tuyen, 0 que son la cultura misma, exist~n en estructu-ras ordenadas con otros simbolos, y solo pueden serinterpretados en relaci6n con una descripci6n del sistematotal tanto en terminos de estructura como de proceso,tant~ en su organizaci6n como en su dinamica.

EI significado no es algo dado de una vez y parasiempre sino una entidad que esta continuamente to-mando forma en la dialeetica del orden simb6lico y e1acontecimiento, de lo estructural y lo particular.

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Cada acci6n, como momento de la praxis, se va trans-formando a su vez en contexto para eventos subsiguien-tes; se va cristalizando 0 reificando, convirti€mdose en el·escenario en que se representan tanto los actos de opre-.si6n como las luchas por la libertad. Este bucle, en el-que 10 que sucede tambien deviene y permanece, trazala problematica basica, el meollo de una antropologiasimb6lica critica, tanto en el sentido marxista como enel fenomeno16gico: una sociologia de la reificaci6ny uncompromiso practico con la busqueda de la libertad delos hombres.

Ya en su vivida descripci6n de la sociedad Ndembude 1957, en el que Turner utiliz6 el concepto de "drama.social" para analizar finamente las tensiones y los con-flictos, se va insinuando un giro colectivo respecto del·objeto que la investigaci6n debe poner en foco. No pornada John Barnes subray6 que esta clase de estudios decasos extendidos se parecian alas novelas rusas en laaiversidad de factores y motivaciones invocadas, asi co-mo en la proliferaci6n de nombres imposibles de pro-rtunciar. El nuevo foco en cuesti6n es precisamente elindividuo y sus roles, la "persona", el self, el "sujeto".Con el tiempo, el curso de las investigaciones conduciriade la teoria de campo ya presente en el primer Turneral analisis de redes, a la .teoria de las decisiones, a lateoria de los juegos y a otras formas cuasi axiomaticasde conceptualizaci6n de las estrategias personales, quetodavia hoyson populares en la antropologia socialbri-tanica.

Tenemos entonces subsumidos en este enfoque dosarticulaciones claramente distintas: la del orden so~ialcon el universo simh6lico, y la de las estructuras socialescon el individuo, lograda esta, segun el discurso teorico,a traves de los simbolos compartidos y negociados. Estegiro, que todavia no adquirio connotaciones fenomenolo-gicas masivas en la antropologia inglesa, esta hablaridode una suerte de disoluci6n de 10 societario puro en' be-neficio de una especie de psicologia social simh6lica en

trance de constituirse (cf. Varenne, 1984). Esta disolu-cion fue entrevista sagazmente por K. O. Burridge (1973)confo la disyuntiva entre las teorias de tipo "gorila", queenfatizan el ser colectivo, y las teorias de tipo "mandril",que'reivindican el papel del individuo solitario .

La obra de Leach, por ultimo, no pertenece de llenoa 10 que consensualmente se define como antropologiasimb6lica, aunque la dimension simb6lica adquiera en ellauna importancia creciente con el correr de los afios. Leachse opuso siempre a considerar las estructuras socialescomo sistemas en equilibrio: "La verdadera situaci6n, enla mayor parte de los casos, esta llena de incoherencias;y son precisamente estas incoherencias las que nos pro-porcionan la comprensi6n de los procesos del cambio so-cial" (1954 :9).

En los textos de Leach se encuentra materializadaante litteram la apropiaci6n de las expresiones simb6li-cas instrumentadas por los miembros de una cultura co-mo parte del modelo analitico y de los "tipos ideales" deque se sirve el estudioso, una maniobra intelectualquemas tarde seria propugnada metodicamente por RoyWagner. Al contrario de Schneider, Leach encontr6 quela expresi6n ritual (que para el no se restringe a 10 ce-remonial, sino que es un aspecto de todo el comporta-miento) y los simbolos culturales a traves de los que semanifiesta, no se correspond en con las reglas y norma-tivas de la sociedad. El orden ritual es un orden fic-tieio, idealizado, una abstracci6n que discurre por enci-ma de un flujo constante de lucha por el poder. Es eneste tipo de ideas donde se engarza, poco despues, la an-tropologia "transaccional" de su discipulo Fredrik Barth,quien luego se convertiria tambien en consumado sim-bolista.

Por 10 demas, los ensayos mas limpidamente sim-b6licos de Leach (uno de 1964 sobre categorias anima-les y terminos de insulto, y otro mas generico de 1976),s610 parecen haber servido para que sus colegas ejerci-taran su capacidad de refutacion y enriquecieran el le-

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xico atinente a 10 ridiculo (cf. Halverson, 1976; Gamst,1975; Harris, 1982 :221-224; Hirschfeld, 1986). Lo con-creto es que elultimo Leach es asaz desparejo. "Cultu-re and Communication", POl' ejemplo, es un texto que sepresenta imbuido de un espiritu de divulgaci6n, por 10que no seria justo hurgar entre sus tesis para destacar10 que pudiera haber en ellas de objetable. El prop6sitodidactico que 10 anima nos impide medirlo con la mismaregIa con que se suelen contrastar otros aportes te6ricosde mayor enjundia; su participaci6n en la construcci6ncolectiva de la antropologia simb6lica, sin embargo, quese deriva de su aptitud extraordinaria como libro de en-sefianza, ha sido mucho mas relevante de 10 que permi-tirian prejuzgar sus virtudes intrinsecas.

No puede decirse que sea un libro excesivamente per-sonal. Si se elimina 10 que el autor usurpa a Jakobson,a Levi-Strauss y a Mary Douglas, es dudoso que subsistaalgun residuo que Leach pudiera a conciencia reclamarcomo propio. Se trata, eso si, de un planteo bastanteatipico en cuanto a su enfoque, de una verdadera ano-malia clasificatoria. Si bien su encuadre es basicamenteestructuralista, la recurrencia de categorizaciones en ter-minos de "metaforas" y "metonimias" harian sospecharque estaria mejor clasificado dentro del enfoque que h,e-mos llamado "ret6rico"; mirandolo bien, empero, tl;tIesfiguras carecen alli de la necesaria latitud expresivayde la suficiente referencia a 10 estetico. Lo que de ellasse rescata es siempre su aspecto "posicional", el hechode que se encuentren en relaci6n paradigmatica 0 sin-tagmatica con las sucesivas instanciaciones de sus con-textos.

La ejemplificaci6n escogida por Leach, lejos de seretnografica, recurre a versiculos del Levitico, a la mito-logfa y al ritual hindues y a la vida cotidiana. Y queel libro sea rebuscadamente elemental no quiere decirque no suscite, en el fondo, problematicas del mas pro-fundo interes. Pero, en definitiva, el admirado Leachno nos termina de convencer; POl' momentos, la ilustra-

CIOnde los casos (el punto mas debil) llega a ser masinmoral que propiamente baladi; observese esta impre-sionante muestra de insensibilidad humana y de incom-petencia antropo16gica, escrita tres afios despues del ad-venimiento de Pinochet:

"Caso 1. Hechiceria politica. En muchas partesde America latina, Africa y Asia contemporanea,el metodo normal de cambial' el regimen politicoes el golpe militar. En la gran mayoria de los ca-sos, el derramamiento de sangre imp1icado es des-preciable. La insurrecci6n se compIeta en unas horas,y los lideres del gobierno derrotado se retiran a unexilio confortable en el extranjero. La forma detales golpes esta bastante estandarizada: consisteen el asalto militar al palacio presidencial. Las pro-damas (hechizos) del militar usurpador en los pe-ri6dicos y en la radio desempefian un gran papelen el proceso . ( ... ) El golpe es un acto expresivomas que tecnico, pero en nueve casos de diez ob-tiene el resultado apetecido. iN 0 se deberia suponerque la magia y la hechiceria nunca funcionan!"(1985 :43).

El rigor de los metodos de Leach no alcanza a con-trapesar el infortunio de estas miscelaneas. El procedi-miento traspositivo al cabo del cual los distintos momen-tos de 10 simb6lico quedan reducidos invariablementeametMoras 0 a metonimias, no es ni tan riguroso comopara aportar genuina sistematicidad a la interrogaci6ndel objeto, ni tan expresivo com.o para no empobrecersus significaciones latentes. Segun hemos comprobadohace algunos afios, no se pueden reducir las figuras re-t6ricas de los textos hindues al simple par de tropos c.la,..sicos de Occidente sin perder de vista isomorfismos pre-cisos, paralelismos esenciales, entre aquellas figuras, lapraxis ritual concomitante y los principios tecnicos querigen el procesode curaci6h, de invocaci6n 0 de exorcis,..

",,-

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mo a los que el texto y la praxis se aplican. Leach so-bresistematiza, esquematiza, desencarna, sin dar conningun sentido en su camino. No importa que, al fin yal cabo, las figuras hindues puedan reducirse, si el ana-lisis asf 10 amerita, a metaforas y a metonimias, 0 aquiasmas y a zeugmas; tam bien, si vamos al caso, po-drfan reducirse a morfos, a fonos 0 a sememas. Peroel nivel en el que pueden plantearse tanto los isomor-fismos antedichos como las explicaciones necesarias ob-viamente no es ese, sino el de las correspondencias lin-gUfstica y culturalmente codificadas. El simbolo no seexplica a traves de una sistematicidad cualquiera, sinomediante una correlaci6n precisa con otros universos desentido.

Esto sugiere interrogantes que trascienden el inte-res de esta obra individual: ;,Que garantiza que la ex-plicaci6n s6lo sea posible en el punto exacto en el queel simbolo se revel a como metafora 0 metonimia, 0 endonde se transparenta su relaci6n sintagmatica 0 para-digmatica con la instancia global en que aparece, 0 endonde el analisis hace surgir el primer atisbo de siste-maticidad? ;,No habrfa que buscar la explicaci6n tam-bien mas alIa 0 mas aca de este punto? ;,0 es que acasose confunde toda vfa una simetria analitica circunstan-cial con una plena cumplimentaci6n explicativa?

Para colmo de males, ni siquiera el artificio anali-tieo nos resulta s6lido. En principio, puede observarseque la metonimia de Leach esta mal definida y peor ejem-plificada, por cuanto las relaciones sintagmaticas, las decontigtiidad y las de parte-todo (0 sinecdoques) no sonindefectiblemente identicas, ni equivalentes, ni comple-mentarias. Por un lado, hablar de "contigtiidad" en lasmetonimias de causa-efecto presupone una idea mas bienmetaf6rica. Por el otro, el modelo de los schemata, asfcomo el tratamiento dado al tema por 1. A. Richards,Max Black, Lakoff 0 Lausberg, :han 'demostrado ad'iWJUSeamque muchas metaforas tfpicas se construyen enbase a la propiedad comun de partes discretas del con-

junto' de sus rasgos semanticos 0 de sus connotaciones(cf. Richards, 1971; Black, 1966; Lakoff y Johnson, 1980;Lausberg, 1976). La metonimia no s610 subyace estruc-turalmente a la metafora, sino que la diferencia entreambas figuras se reconoce gradual, difuminada, con am-plias zonas de indeterminaci6n.

No mucho mejor Ie va a la definici6n que da Leachde la metafora en sf y de las relaciones paradigmaticas,a las que compara indebidamente con la armonfa musi-cal; esta no es para nada "vertical", ni presupone nece-sariamente "semejanza" alguna (cf. 1985 :21-22, 59-62) :la armonfa solo exhibe verticalidad en su representaci6ngrafica, y no en su realidad sonora que es, por el con-trario, un fen6meno de simultaneidad (0 sea, de "con-tigtiidad" temporal absoluta) y de desemejanza. Cae desuyo, por afiadidura, que las relaciones paradigmaticasno se agotan, ni de lejos, con las expresiones metafori-cas, y quiza viceversa: ambas categorias no son coexten-sivas.

Ahora bien: si es verdad (como nosotros supone-mos) que las categorfas distintivas en cuestion se pre-suponen mutua y recursivamente en diversos niveles deanalisis, y si es cierto (como Leach insinua sin quererlo)que la identidad no es mas que una de las formas po-sibles de la diferencia, puede deducirse entonces que esasdichosas categorias perpendiculares de metafora y meto-nimia, que sostienen todo este discurso, solo sirven parapracticar distinciones que seguirian siendo ilusorias y for-tuitas aun cuando no fuesen, como 10 son, vadas. Dis-tinciones, cabe agregar, que contra vienen las premisasdel metodo estructuralista que presumen enriquecer, por-que prestan una atencion ilegftima al "significado" de losterminos para asf etiquetarlos (Leach, 1985 :35), y por-que dejan que las relaciones entre elIos se disuelvan enlamonotonfa de un par mezquino de figuras inciertas,siempre iguales a si mismas.

Sea como fuere, "Culture and communication" si~,gue siendo una obra harto mas lograda que otras mo..,

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110grafias especulativas que Leach continua acumulando:para solaz de los criticos deseosos de presas faciles, quie-nes encuentran sencillo refutar, por ejemplo, la afirma~cion de que "perro" (dog), usado como insulto, es unanagrama invertido de "Dios" (God). El estruendoso fra-caso de Leach ante problematicas relativamente simplesde su propia cultura (que hace temer por la propiedadde sus juicios acerca de contextos exoticos) ilustra unasituacion generalizada en buena parte de la antropologiasimb6lica: la carencia de un aparato conceptual y de unmodelo que permitan vincular 10 hist6rica y cognitiva-mente real con 10 estructural y analiticamente plausible.

ras, en los que no siempre el simbolo es el factor pre-ponderante (Rappaport, 1979; Godelier, 1977; Friedman,1974; cf. Colby, Fernandez y Kronenfeld, 1981 :424). Loque define la inserci6n de un analisis en esta categoria esla mera inclusion de 10ambiental como termino del discur_so,y no necesariamente la precedencia otorgada al contex-to sobre el simbolo; el estatuto de este llitimo varia desdeunminimo apenas perceptible en Rappaport hasta un ma-ximo abrumador en Sahlins, pasando por una interpreta-don igualitaria entre simbolo y contexto en la antropologiaemic que estudia los "mapas cognitivos", la cosmogra:fiamitica y la representaci6n simb6lica del espacio (cf. Ho-ly, 1983; Hallowell, 1955; Harwood, 1976; Ohnuki-Tier-ney, 1972).

Alternativamente jerarquizado 0 subordinado, el am-biente figura a veces como fondo pasivo, como esceno-grafia, como contextualizaci6n fingida 0 espuria. Su solapresencia introduce de todas maneras, mas alIa del pro-blema de la determinacion, el del modelo mediante elcual se explica el modo de ser y hasta la propia exis-tencia de la cultura: adaptativo y causal para los evolu-cionistas, intencional y teleonomico para los sistemologosy los ecologistas culturales. Dnos postulan sistemas ce-rrados, determinados causalmente por las condiciones ini-ciales, donde otros perciben sistemas abiertos, orientadoshacia metas. Esto ha desatado una polemica entre lossustentadores de los respectivos modelos, en la que 10simbolico juega un papel de relieve; recuerdese, por ejem-plo, la querella sobre el tabu del cerdo entre los musul-manes, iniciada por Mary Douglas desde una antropologiasimb6lica todavia incipiente, contestada por Marvin Ha-rris desde el materialismo cultural y terciada por Dienerdesde su peculiar neo-evolucionismo; 0 la disputa sabrela :prohibicion de la carne de vaca en la alimentaci6n delos hindues, impulsada por Harris, y que siguio un cir-cuito similar (cf. Douglas, 1973; Harris, 1980; Simoons,1974, 1979; Diener, 1979; Diener y Robkin, 1978).

Muchos de los modelos considerados sistemicos, re-

Paradigma te6rico: Ecologia cultural (neo) evolucionismo.Objeto: El simbolo en relaci6n con elcontexto total.Plano: Realidad total.Prop6sito: Determinar la relaci6n entre la drcu:nstancia exterior y

las manifestaciones simb6licas.Convergencia disciplinaria: Sistemica, :ecosistemica.Estudios representativos: Roy Rappaport (vs.), Marshall Sahlins

(vs.), A. 1. Hallowell (1955), James Fox (1972), Murray Leaf(1974), Ladislav Holy (198'3), Jonatham Friedman (1974),Emiko Ohnuki-Tierney (1972), Florence Harwood (1976).

Este enfoque se distingue del precedente por su ma-yor abarcatividad y por la yuxtaposicion de un nivel ana-litico adicional (el entorno 0 ambiente) que viene a agre-garse a la interpretacion de la estructura social comoparte del estudio del simbolo. Al igual que la especieanterior, este tipo de abordes lleva implicita laproble-matica de la determinacion y de la causalidad, a propo-sito de la cual se ha propuesto una multitud de hipotesisdisimiles. Los simbolistas han reconocido como propiosciertos estudios encuadrados en el marco de las relacio-nes ecologicas y tecno-economicas en las distintas cultu~

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lativos a sistemas "abiertos" y a circuitos ciberneticosno 10 son en realidad. El tratamiento dado por Geert~(1963) al proceso de .involucion agricola en Java, pon-gamos por caso, ha sldo considerado "ecosistemico" enel sentido que han impreso a esa categoria Vayda y Rap-paport. Pero (como 10 puso de relieve John Bennett)las propiedades de s'u sistema resultan adecuadamentedescriptos mediante conceptos ya existentes para el ana-lisis del cambio historico y economico; la variable clavees en todo caso el sistema social, es decir, el conjunto delas necesidades humanas, las habilidades pautadas losmecanismos de organizacion (Bennett, 1977 :183). '

En este territorio epistemologico incierto y atipica-mente tensionado, Marshall Sahlins es un trofeo enarbo-ladopor los simbolistas con el mismo fervor (y con lamisma intencion ideologica) con que los medios de co-municaci6n del establishment exhiben a los bailarines exi-liados de Rusia. Al ser un desertor arrepentido del ma-terialismo de sus alios de juventud, su palabra se tomaen el banda idealista, con un plus de consideracion. Amediados de los '60, Sahlins todavia sustentaba argu-mex:tos de tono y de ambito materialista, y se encontra~ba Junto con Elman Service en trance de complementaruna estrategia evolucionista con una ecologia cultural'mo-dificada. Cuando Levi-Strauss Ie consigue un cargo enel College de France para el periodo 1967-69 Sahlinsse vuelca parcial mente hacia el estrueturalismo' tenden-cia que lleva de regreso a Chicago y que exacerba duran-te el debate de la antropologia economica entre los subs-tantivistas y los formalistas. En uno de sus articulos masconocidos sobre la economia tribal aun sostienecomo di-ria Leaf, cierto "monismo"; su trabajo "lleva' implicitoalgo maS que una simple idea de que la economiaestarelacionada funcionalmente con las combinaciones socia-lesy politicas de las sociedades tribales.La economfa nopuede separarse de estas combinaciones; esta organiza:dapor instituciones exactamente tan generalizadas como Iasfamilias y los linajes. ( ... ) El parentesco y la politica,

en la: sociedad tribal, son la organizaci6n mi:mm dd PI'O-

ceso economico" (Sahlins, 1976a :233).A partir de la compilacion de su B)cO'J/oJf/:i((, (l~: {a

Edad de Piedra, ese monismo ontologicamente HrnlJl~uoen el que una cosa puede de repente "ser" otra y en 0\que los conceptos no se distinguen p~ra n~da d.e HUH

referentes va dejando paso a un duahsmo mconCc:-mdoen el que' los faetores "sociales" se diluyen en aspcctm\mas bien "culturales" que pasan a detentar la prImacla(1972 :48-49). Cuando escribe Cullum y mz6n pnict'i,ca"en 1976, el poder de determinacion de .la ~sf~ra cultural-sirnbolica es ya absoluto, aunque Sahlms mSlsta en opo-nerse a la antinomia endemic a del pensamiento burgues.entre sujeto y objeto, 0 entre espiritu y materia, 0 entreel hombre y el mundo (1980 :10).

Si por un lado es evidente .que ~a.hlins se ~nfrentasin advertirlo con tres antinomlas 10glcamente lrreduc ...tibles en lugar de una, POl' el otro hay que darse cue.ntaque su estrategia de razonamiento solo se hace poslblemediante una sutil confusion de los terminos que con-forman hist6ricamente las respectivas dicotomias. Sah..,linspretende conciliar al hombre con el mundo invocandoun tertium q'tdd, la cultura, que define siempre d~ maneraret6rica y parcial, y que puede tanto ser un con]unto queenglobe los bienes materiales, las relaciones sociales yla significaci6n (p. 256), como transformarse en una he...rramienta de imposici6n de significados (p. 10, p. 75).La "cultura" de Sahlins, que es tambien "una nueva suer~te deobjeto poseedor de propiedades distintivas", creadda partir de' la "apreciaci6n simbolica" y de la. "sint~sisde Ia realidad objetiva" (p. 88), no es un medlador Im~parcial,ya que en la dialectica del pensamiento y }a ~xis~tencia. concreta esta mas cerca de uno de los termmosque del otro, si es que no es lisa y llanamente ';Ino deellas. La "cultura" asi concebida surge de 0 conslste enuna actividad pensante sobreel mundo; el pensamiento,en. otras palabras, tiene al mundo por objeto. Ahora bien:l No es esto trivial? l Como puede una oposicion resol-

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verse 0 mediarse invocando como sintesis suya la activi-dad que uno de los terminos ejerce, tomando al otro comoreferente? l No es ilusoria esta resolucion? . No dejaaca~o. a la antinomia en el mismo estado en ~ue fueradefImda?

La respuesta ha de ser, en todos los casos fatalmen-te a~irmativ~. No podria ser de otra manera,' ya que ene~ dI~curso IdeologIzado de Sahlins la denotacion de lostermmos nucleares, sus relaciones de inclusion y de con-traste, su. nat~raleza concreta 0 abstracta, su adscripciona la conCIenCIa 0 a 10 subliminal se hall an en continuametamorfosis. Las unicas form~lizaciones atafien soloa cuestiones perifericas, mientras que las argumentacio-nes ~entrales soportan la carga de una espesa retorica.S.ahhns ha mantel}ido siempre la definicion componen-eIaI de .las categorI~s q~e u~a en estado gelatinoso, y ha,co;n~enbdo que las ImplIcancIas de sus pruebas, asimismot~IVlales, no guarden casi nunca relacion con 10 que sedlScute.

Sahlins ha sido, de hecho un agudo critico del "fe-'iichismo cibernetico" de Vayda, Collins y Rappaport(198~ :116-120), pero no se ha hecho cargo de su leccion,esencIaI. La determinacion estructural "en general" 0 "enultima instancia" _que a el y ~ tantos otros preocupa, es,,como nos ha ensenado la teorm de los sistemas generales,un pseudoproblema: el resultado de toda indagacion entorno suyo, esta supeditado a la naturaleza del circuitocausal escogido, a los fenomenos especificos que se con-frontan, al valor relativo de estos como representantesde su.s estructuras respectivas y al estado circunstancialdel sIste;na en el ~omento que se toma como punto dereferencla. ConclUIr que la infraestructura se impone a1~ superestructura (0 viceversa) a partir de la demostra-~Ion.~e una relacion causal aparente entre dos fen6rnenosmtUI~lVamente seleccionados de cada uno de los niveIes,consbtuye cuando menos una falacia estadistica en Iaque se ?,eneralizan .las propiedades de un element; a todoel subslStema 0 myel al que pertenece, y en la que se

arranca de un proceso continuo una instanciu It In qlwse deja ipso facto huerfana de historia, carente de eon··secuencias y desligada de sus interacciones adicionalml.

Sahlins atin6 a abandonar sus posturas izquierdbmn-tes y su materialismo inicial justo en el momento en 01qUe la intelectualidad europea declaro abolidas las uto-pias y se inclino vigorosamente hacia las pautas liberalcH.Actualmente, tambien los llamados "estrueturalistas mar-xianos" estan dedicando una atencion creciente a la 8U-perestructura de los dispositivos simbolicos y a su pre-sunta capacidad de determinar, y no solo ya reflejar, 10infraestructural (cf. Godelier, 1977; Friedman, 1974).Baudrillard es otro de los renegados que plantean unainversion de la jerarquia marxista, asignando un papeldeterminante a 10 que el define como "la economia poli-tica de los signos" (1972 :130). Sin identificarse, empe-1'0, con el posmodernismo interlectualista en que se ins-cribe el discurso-diatriba de Baudrillard, Sahlins com-parte con el ciertas constantes, tanto ideologicas comoestilisticas: un mensaje impregnado por un aire mas bienparanoide de polemica contra un materialismo transfi-gurado y fantasmatico; el giro persistente de las espe-culaciones alrededor de instancias "fundantes" 0 "cons-titutivas" de la significacion; una indiferencia nada es-pontanea por los recaudos logicos y epistemologicos quehacen a sus respectivas maneras de teorizar y de discutir,que remite cada falacia captada en el argumento ajenono a la forma indebida de la proposicion sino a una con-cepcion equivocada e ideologica del mundo y de la reali-dad; y, sobre todo, una especie de pan-simbolismo roman-tico y permanente, que subyace a la contemporaneidad yal tecnicismo de la terminologia.

Especialmente sintomatica del pan-simbolismo deSahlins es su habilidad para trasmutar cualquier pro-blematica (fisiologica, perceptual, cognitiva, ecologica 010 que fuere) en una demostracion palpable de la omni-potencia de la "cultura" (esto es, de la capacidad simbo-!ica) para ordenar y llenar de significado el mundo.

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Vease, como paradigma de ella, su relectura del chisicotratado cognitivista de Brent Berlin y Paul Kay, "Basiccolor terms: their universality and evolution" (1969), enel que se formula una refutaci6n en regIa del relativis-mo lingiiistico de Sapir-Whorf. Para Sahlins la ocasionviene a cuento para subvertir el fondo univ~rsalista dela tesis de Berlin y Kay, reivindicando simultaneamen-te la ~rim~~ia de 10 simb6lico, la prioridad onto16gicade 10 sImbohco respecto de 10 perceptual y las hip6tesisdel relativismo mas oscurecedor: "En este trabajo -ex-presa- defendere estas ideas convencionales, no en con-tra de los hallazgos de Berlin y Kay, sino con su ayuda.Sostengo que estos resultados son consecuentes con elh.echo ~el uso. social. d~l color no meramente para signi-flcar dlferencIas obJebvas en la naturaleza, sino en pri-mer lugar para comunicar distinciones significativas dela cultura" (1977 :167).

La idea de Sahlins es que los colores funcionan como"c6digos semi6ticos" (i!) y que, tanto en su papel de"terminos" como en funci6n de sus propiedades concre-tas, son empleados como "signos" en vastos esquemasde relaciones sociales; esquemas que pueden interpretar-se, a su vez, como estructuras de significaci6n POl' lascuales personas y grupos, objetos y ocasiones se dife-rencian y combinan en 6rdenes culturales. L~ tesis esque, dado que los colores sirven a esta identificaci6ncultural, s610 ciertos perceptos cromaticos son singulari-zados como "basicos": a saber, aquellos que POl' sus tas-gos distintivos y POl' sus relaciones puedan funcionarcomo "significadores" (signifiers) en sistemas informa-cionales.

A partir de estas definiciones fluidas inciertas einestables, varias veces repetidas como let~nias en va-riantes sutiles, siempre indiferentes POl' los significadosprecisos de las categorias informacionales basicas (canalsensorial, c6digo, medio, mensaje) cuyos atributos seconfunden 0 se intercambian con arreglo alas necesida-des contingentes de la argumentaci6n, casi no vale Ill.

pena seguir el tramite de las asercioneR diRcurHiVH8 HIcabo de las cuales Sahlins demostrara 0 creer{t demoHtrur10 que se habia propuesto.

Observense, de todos modos, algunas de las modali-dades que las transgresiones de sentido alcanzan en AUdiscurso. La mas palmaria tiene que vel' con la ambi-gtiedad estrategica del uso de 10 "significativo", tantopara hacer referencia al mere hecho de la aparici6n deuna senal en sentido informacional estricto, como parareferirse a "significados" en la plena acepci6n de "enti-dades semanticas". Tambien es polivalente la categoriade "c6digo", al parecer no vinculada solo con una con-venci6n que atane alas reglas con que se cifran y desci-fran los mensajes, sino con la corporeidad y distintivi-dad de 10s mensajes mismos. De aqui que el nivel infor-macional opere, segun el contexto de la argumentacion,ya sea en el mas pure termino combinatorio, estadistico,diferencial, probabilistico 0 matematico, como obrandoademas en funci6n de "significados" que nunca se sabede d6nde emergen, como no sea de una "cultura" antro-pomorfizada e inmaterial que trabaja a su antojo sobrela substancia inerte.

Sahlins afecta ignorar que la "informaci6n" a la quese refiere la teoria formal que se ocupa de ella (y de laque extrapola solamente las imagenes que Ie conviene)nada tiene que vel' con la "significaci6n" en tanto arti-culaci6n de sentidos. Y en rigor tampoco tiene que vel'en absoluto con la "informacion" si se entiende a estacomo transferencia at6mica 0 molecular de "significa-dos": al punto que Bar Hillel, y tras el buena parte deIa psicolingtiistica, ha propuesto que la Teoria de la In-formaci6n sea redenominada "Teoria de la Transmisionde Senales" (Osgood y Sebeok, 1974:55) para aventarcualquier connotaci6n de semanticismo. Para Sahlins,los colores, en este caso, funcionan al unisono como men-sajes, como perceptos, como cualidades distintivas, comoc6digos y como significados. No hay en su discurso ni-veles de tipificaci6n correlativos a los atributos predi-

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cables 0 pertinentes en cada plano de analiticidad sinouna fluencia abiertamente al servicio de una dem~stra-ci6n viciada desde el principio porIa incertidumbre acer-ca de las dimensiones significativas y de la denotaci6nde todos los conceptos.

De este enrevesamiento analitico, muy probablemen-te intencional, es posible extraer cualquier interpretaci6n.Incluso puede llegar a disimularse la contradicci6n fac-tica mas ostensible: el hecho de que los rasgos distintivosy las relaciones susceptibles de establecerse en el conti··nuum cromatico que habilitarian a los colores para quese comporten como senales son, tanto a priori como POl'haber sido corroborado experimentalmente hasta el har-tazgo, las mismas para todos los hombres (cf. Kay yMcDaniel, 1978; Kay y Kempton, 1984). Si para pro-ducir artificiosamente una explicaci6n se toma la iden-tificaci6n de los rasgos distintivos y el esquema de lasrelaciones y oposiciones a posteriori de la codificaci6nque de ellos presuntamente hace "la cultura", las premi-sas y la comprobaci6n se encontrarian en un circulo.

La pasmosa y militante laboriosidad de Sahlins paraopacar los hechos y esconder el camino seguido POl' su 16~gica, Ie permiten tender una tramp a que no es para nadaocasional, sino que ejemplifica una faceta arquetfpica desu estilo. Esta vez, el hecho que la cultura singulariceciertos focos del espeetro y les imponga contenidos sim-b?li~os .opera al mismo tiempo como axioma, postulado,hlpotesls y prueba, y encima como consigna y grito .debatalla. De todo esto se deduce que de acuerdo con ellineamiento y el sentido que en cada bcasi6n se siga comohilo del discurso 0 se recupere como contenido de susexpresiones, el silogismo de Sahlins puede ser tauto16-gico, contradictorio 0 simplemente vacio. Son tan abier-tas sus lecturas posibles como dispersas y vaporosas sonlas pautas de su argumentaci6n :el lector puede elegirel tipo de falacia mediante el cual quiere ser engafiado.. N? mucho mas satisfactorio nos resulta un ensayo

slmbohsta de Murray Leaf (1972), que se situa en el mis-

moambit~ de p!eocupaciones fenomeno16gicas expresa-das :pOl' MIlton Smger y por Roy Wagner, a quienes Leafadmlra. Su trabajo pretende ampliar la descripci6n dela comunicaci6n simb61ica realizada ya POl' esos autores,extendiendo el abordaje analltico mas aHa de la organi-zaci6n social y de la religi6n, "hacia domini os normal-mente considerados econ6micos 0 eco16gicos" (Leaf, 1981:332). El proposito manifiesto de Leaf es el de trazaruna metodologia para "deducir" sistemas de significadossubyacentes a los actos comunicativos dentro de una cul-tura, proporcionando elementos de juicio para accederluego a niveles de comprensi6n universalmente validos.L{)stemas te6ricos que 10 obsesionan son el de la relaci6ne~tre. }as estruc~uras formales de los sistemas de signi-fICaclO~ "1 los tIpos d~ simbolos rituales utilizados paratransmltIrlos, la necesldad de ampliar el concepto de ri-tual pa~a hacer caber en el todos los comportamientosestereotIpados, y el vinculo existente entre los sistemassimb6licos especificos y el problema generico de la libertady el o~den. Una vez mas, la factibilidad de un procesoded?ctIvo se. ve bloq~eada, en el empeno de Leaf, por elcaracter oscIlante e Impreciso de la terminologia.

Por su parte, Roy Rappaport viene sugiriendo por 10menos desde 1967 la utilidad de servirse, en ecologia an-tr~po16gica, de los criterios y conceptos de la ecologiaannnal. Como ventajas del metodo, postula que el usode un marco de referencia conceptual generalizado y lacons!d~raci6n del agregado humano como una poblaci6neco~OglCaconmensurable. con otras unidades con las queactua. formando redes ahmentarias, comunidades bi6ticasy ec.o~~stemas, hace a sus interacciones susceptibles demedlclOll. Rappaport propone distinguir entre el "en-torno operacional" y el "entorno cognitivo", es decir, en-tre el mo~elo del entorno sustentado por el analista yel reco.nocldo P?r el pueblo que estudia. Mientras queesposlble conslderar las relaciones materiales de unapoblaci6n local sin referencia a este ultimo. estima ra-zonable concebir la Weltanschauung de un pueblo como

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parte del mecanismo que induce a los individuos a ~om-portarse como 10 hacen y como. elemento ~ara enrlque-cer la comprension de las relaclOnes materlales.

La modalidad de analisis sugerida POl' los propios in-tercambios de materia y energia es, para Ra;ppaport, de,orden sistemico. Los analisis no deben confmarse alasrelaciones materiales solamente; hay que t:atar de elu-ddar tambien las formas en que esas rela~lOnes. son re-,guladas: en terminos sistemicos, se deben mvesbg~r losmecanismos que hacen que los estados de las va~Iablesintervinientes se mantengan dentro de rangos vIables.En los sistemas ecologicos en los que interviene el h~:t;l-bre, es de esperar que los mecanismos de auto-regUla;clOnincluyan importantes componentes culturales. Los rltua-les Maring son el ejemplo escogido POI' Rappaport: enrespuesta a cambios que ponen en, peligro lo~ estados de,ciertas variables, se "dispara" el rItual, que bene el efec-to de retornar el estado del sistema dentro de un rangoOptimo. En este caso, el "entorno cognitivo" (e~ modelo,ambiental de los aetores) acttia como la memorl,a de uncomputador que se encarga del con,t~ol automa_bzado deun proceso. En este sistema aut~matlco, las s~nales con-cernientes al estado de las varIables se reclben en lamemoria donde son comparadas con valores ideales dereferencia' en caso que los valores sean criticos, so ini-dan prog;amas de normalizacion. Mediante este simil,podremos inquirir -asegura Rappa~ort- de u~a ma~e-ra razonable, cual es el valor adaptabvo de una Ideologla.

En 1971 Rappaport estima que al marg.en d~ .su 1'01homeostatico, el ritual funciona como un dlSPOSlbvo?eccomunicacion altamente estilizado, comparables a los dts-plays eroticos de los animales, descriptos POI' los etolo-gos. Un ritual podria redefinirse, e~tonces, "con;o. unconjunto de actos convencionales de d'/,Splay a traves del,cual uno 0 mas participantes transmiten, tanto a elIosmismos como a los demas presentes, informacion concer-niente a sus estados fisio16gicos, psicologicos y sociales"(1971 :63). Tanto el contenido como la ocasion de ocu-

rrencia de los rituales son pertinentes en esta comuni-caClon. El contenido no solo se compone de re:ferenciasmas 0 menos "estructurales", como se reconoce habitual-mente sino tambien de "informacion cuantitativa", queno se' limita, ni mucho menos, a la evidencia obvia delnlimero de sus ejecutantes. Incluye, ademas, una especiede alusion metrica, analogica, representada POl' los valo-res que se consumen 0 se distribuyen. La ocurrencia mis-ma del ritual vendria a representar su faceta "binaria",que conoce solo los estados "si" 0 "no", y que informareflexivamente acerca de si las cotas cuantificables hanalcanzado 0 no sus magnitudes criticas.

Con el correr de los alios, Rappaport se fue intere-sando cada vez mas POl' 10 que en un principio quedabasubsumido en su categoria del "entorno cognitivo", al pun-to queen 1975 su modelo puede considerarso plenamentemixto, a mitad de camino entre un eticismo mas 0 me-nos fiel a la primera etapa, homeostatico-funcionalista,de la teoria de sistemas, y un emicismo que tiene muchoen comtin con el enfoque semantico-interpretativo. Rap-paport seguia reconociendo entonces dos facetas en todaceremonia religiosa: una de ellas es la de su "significa-cion" en el sentido geertziano, y la otra es 10 que se llamasu "~er", el cual comprende su naturaleza especifica-mente sistemica de mecanismo de control global.

Cualquiera sea el merito que los simbolistas puedanconceder a la recuperacion POl' parte de ,Rappaport delas variables ideacionales para hacerlas intervenir enun calculo formal, 10 cierto es que el conjunto de susinterpretaciones ha sido rechazado pOI' los ec610gos. Enel momento de su publicacion, el estudio de Rappaportque funda su metodo fue la pieza mej or documentadaen ecologia cultural; sus diez apendices proporcionabanuna reunion de datos sin precedentes sobre el clima, laproduccion agricola, la flora, la fauna y los intercambiosde energia entre una comunidad y su ambiente. Sin em-bargo, estos datos no estan integrados deductivamenteenel analisis interpretativo de como el ritual y otras

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conductas simb6licas sirven como mecanismos automati-cos de regulaci6n. S6lo estan alli, pretendiendo actuarpor osmosis 0 por contigliidad, y muchas veces debilitan-do, en apariencia, las ideas que deberian confirmar (cf.McArthur, 1974 :121).

En otras palabras, el estudio, al igual que otros pos-teriores de la misma autoria, no constituye una demos-traci6n rigurosa, cuantitativamente fundamentada, de lascausas ecofisio16gicas de las respuestas conductuales hu-manas a sus necesidades. A pesar de su rico trasfondofactico, el analisis no es mas que una operaci6n ana16gicaen la que las complejidades ecosistemicas, la activaci6nde los procesos simb6licos y una impresi6n generalizadade causaci6n ambiental son sugeridas plausiblemente,pero no articuladas ni resueltas en detalle. En sintesis,Rappaport sigue el protocolo, pero no las operacionesanaliticas, de la estrategia natural-eco16gica que el mis-mo propone; consecuentemente, sus demostraciones vuel-yen a parecerse a un conjunto de proposiciones funciona-listas clasicas y los simbolos vuelven a ser los resguar-dos del statu quo y los artifices del eterno equilibrio.

Avanzados ya los afios '70, mientras la fenomenolo-gia gana terreno en los Estados Unidos, buena partede la intelectualidad francesa que profesaba anteriormen-te un marxismo mas 0 menos ortodoxo, se convierte delleno a un estructuralismo mas filosofante que metoclo16-gico. En el grupo Tel Quel, Philippe Sollers, MarcelinPleynet y Julia Kristeva dejan de rendir culto alordensocial maoista, pasandose al bando de los adoradores dela Norteamerica de Reagan casi sin sonrojarse. Fou-cault, Derrida, Deleuze y Poulantzas tam bien se trasla-dan pragmaticamente hacia la derecha, siguiendo el rum-bo del post-modernismo codificado por Lyotard (cf. An-derson, 1986 :30-65). En concurrencia con estos giros, unfragmento significativo de la antropologia estructural-marxista, con Godelier a la cabeza, reemplaza su estruc-turalismo metodo16gico por un post-estructuralismo ge-nerico que se opone a la historia, y su marxismo mas 0

menos literal por un post-marxismo que redescubre depronto, la preminencia sublime de "10 ideal". En el ~iejoimperio insular, los veteranos luchadores contra el colo-nialismo cientifico deponen las armas 0 amortiguan su~golpes: Talal Asad abandona el estilo de la diatriba yencuentra en la antropologia conservadora abismada ensimbolos y significaciones, no tanto una aberraci6n ideo-16gica .como ~,n conjunto de aporias epistemo16gicas quelos mlsmos marxlstas vulgares" son susceptibles dec?mpartir. Radicado en Suecia, donde la mediania teo-rIca hace de el un Mesias, Jonathan Friedman acompa-fia este vaiven reconociendose sin tapujos como post-estructuralista, sindicando a Marvin Harris como "ma-terialista paranoide", adoptando y descartando modelosmatematicos proclives a la fenomenologia (como la Teo-ria de Catastrofes de Rene Thom) y convirtiendo labusqueda de la esencia de los "significados simb6licos"en un autentico frenesi, en el que los diagramas metafo-ricos triunfan siempre sobre los razonamientos formales.Tambien los otrora apostoles del formalismo comoSteplien Tyler (1978, 1984, 1984a), redescubren' al di-fundirse el ideario hermeneutico, los beneficios del pos-modernismo y de la teoria critica de la Escuela de Frank-furt, ambos en abierta connivencia en el seno de unaref?rl?ulaci6n irracionalista que tiene cierto tal ante apo-cahptIco; Tyler avizora la "etnografia posmoderna" co-mo. un proceso de contextualizaci6n emergente y coope-ratIvo, como una conjuncion estetica de fantasia y reali-dad y como una brega del etnografo desvalido con unexcedente in~inito de significaciones. Conviene que ellector memOrIce estas pautas, que se estan convirtiendoen 10slugares comunes mas favorecidos en nuestra decada.

, Todas :stas met.amorfosis son demasiado radicales yestan todavIa demaSlado cerca para que se pueda juzgarsu productividad; esta no parece ser mucha: las palabrasclaves son, por ahora, "nihilismo", "escepticismo", "des-construccion", "disoluci6n", "heterogeneidad". El simbo-lismo antropologico rima extraordinariamente bien con

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esta coyuntura en la que los arrepentidos, renunciandoa un materialismo en momentimea bancarrota, llevanabundante agua para su molino. Pero todos. !os. "post-modelos" holistas, calcos reciprocos en 10 estIhstlco, ex-hiben sin tapujos su provisionalidad, su ince.rtidumbre,la prisa que ha regido su disefio, el .compromlso (0 des-compromiso) ideologico que los motIva. El contexto ~edescubrimiento (la vejez paulatina de los lideres de OpI-nion el encoo-imiento de las prerrogativas academicas,los intereses beditoriales que fa vorecen el interpretivet'iLrn el imnerativo de estar a la moda, la dificultad ame-naza~te de' las herramientas axiomaticas, el mito perio-distico de la intelectualidad liberal, el fin de las utopias)explica el estado de cosas mejor de I? que l~s. nue,:asteorias explican los simbolos. En 10 epIste~ologl.cO, n~n-guna propuesta posmoderna opone una reslste:r;cIa sena-lable a la inspeccion critica, y la misma autocritIca, ahoraritualizada, acostumbra disolver los aportes posibles alcabo de pocos meses. La busqueda se ha transformadoen una virtud en si misma, mucho mas apreciada que laconstrucci6n 0 que el hallazgo, sospechosos ambos de dog-matismo. Nada se asienta sobre el suelo firme: a la an-tropologia dogmatica Ie ha sucedido la antropologia. des-cartable la obsolescencia te6rica programada, el bncola-ge mec~nico de hip6tesis cuya precariedad las refutamientras se las enuncia, el intercambio paroxistico y eleterno retorno de modelos sin valor de uso. Y nada de10 que se aduce ha logrado trascender verdaderamente elabismo entre el pensamiento, la sociedad y el contextoque era el problema a solucionar POl' este enfoque: ladiscontinuidad entre los diferentes niveles sigue estandoalli, irreductible.

La disposici6n paradigmatica de las estrategias pro-pias de la antropologia simb61ica que hemos expuestopuede parecer 16gicamente incompleta y hasta cierto pun-to subjetiva. Recuerdese, no obstante, que nos hemoscomprometido no a inventar un conjunto formal capaz dedefinir los limites de la indagaci6n simb6lica mas alla dela voluntad expresa de sus autores, sino mas sencilla-mente a acatar un consenso y un hecho consumado. Elparadigma ideal delineado es entonces un dispositivoheuristico frente al cual las ocurrencias manifiestas dela investigacion simbolista que se reconocen emicamen-te como tales se comportan como sus sintagmas posibles.POl' ende, la antropologia simb6lica definida porIa ex-tension de los enfoques propuestos no puede juzgarsecomo la resultante de una empresa deductiva, sino comouna constataci6n de decisiones mas 0 menos arbitrariade 10 que se incluye y de 10 que se acepta hist6ricamentecomo formando parte de ella. POl' eso estan excluidosde esta antropologia simb6lica (como tambien 10 estande la real) los estudios etnomusicologicos, etnocoreogni-ficos 0 etnoesteticos, aunque se refieran a entidades cuyadimension y densidad simb6lica no cabe poner en telade juicio, asi como las investigaciones enroladas en formaexplicita en vecindades tales como la etnometodologia,el interaccionismo simb6lico, la sociologia del conocimien-to 0 la fenomenologia strictu sensu.

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Nuestro esquema no resume 10s contenidos de 10sestudios simbolistas ni siquiera atrozmente, ni esbozatampoco los perfiles de su historia; si se pretende juzgarel estilo, el equilibrio entre las teorias y los ejemplos,o incluso las modalidades de tratamiento de temas es-pedficos, habra que remitirse sin demora a 108 origina-les 0 a sus mejores exegesis. Lo que se quiso lograr aquifue una sistematizaci6n practica de las lineas de razo-namiento y de los niveles de tipificaci6n perceptibles enel conjunto de los estudios simbolistas, expresada en ter-minos de grandes clases, evitando el extravio en enume-raciones tentadoras, pero tendientes al infinito, como lade los conceptos producidos 0 la de los asuntos tratados.

A partir de estas clases abarcantes, que con ciertaelasticidad hemos Hamado "paradigmas", existe la posi-bilidad de generar el nucleo epistemo16gico e ideo16gicode las estrategias concretas afiadiendo una serie de deter-minaciones diacriticas, susceptibles todas eHas de expre-sian bipolar. Mas 0 menos independientemente de la for-ma paradigmatica del modelo y del plano de realidadque tematice como su objeto, un estudio antropol6gico(simbolista 0 no) puede ser entonces:

1) Si las categorias que se utilizan son las de losactores a que se hace referencia: emic; si son las(de la cultura) del investigador: etic (cf. Harris,1978; Feleppa, 1986).

2) Si las categorias analiticas y las conclusiones delestudio no son extensibles 0 extrapolables para lacomprensi6n de otras culturas: particularista; sisi 10 son, 0 si se establecen correlaciones mas 0menos sistematicas: comparativista (cf. Robben,1973) .

3) Si los criterios analiticos intentan reflejar com-prensivamente los de la cultura en estudio, mar-cando su especificidad: relativista; si se pretendeque las categorias poseen un caracter objetivo 0generalizado: universalista.

4) Si no se busca establecer irregularidades ni pau-tas constantes, sino interrogar un acontecimientounico e irrepetible: idiograjico; si se trata, encambio, de determinar regularidades y de formu-lar leyes: nomotetico.

5) Si el prop6sito del estudio es una descripci6n,completa 0 no: descriptivo; si se quiere trascen-der la descripci6n, en procura de las relacionescausales: explicativo (cf. Geertz, 1973).

6) Si los conceptos articulados no son referentes in-mediatos de los fen6menos que denotan, sino pro-ducto de una elaboraci6n 0 mediaci6n teoretica:abstracto; si estan referidos inmediatamente a larealidad, 0 si se incluyen definiciones coordina-tivas para la conceptualizaci6n de los fen6menos:operacional.

7) Si los predicados traducen un acercamiento em-patico a la persona 0 realidad estudiada: experien-ce-near; si revelan un distanciamiento analitico:experience-distant (cf. Geertz, 1977).

8) Si la determinaci6n de los sucesos se supone de-bida a fen6menos mentales 0 a la superestructu-ra: idealista (0 mentalista); si se juzga que 10determinante es en cualquier instancia de natu-raleza material 0 infraestructural: materialista(cf. Harris, 1982).

9) Si se centra en las personas individuales 0 utilizaconceptos de la psicologia: individualista; si haceuso de categorias colectivas, centrandose en la to-tali dad sociocultural: culturalista (0 sociologista(cf. Varenne, 1984).

10) Si se pone en primer plano la referencia a losfen6menos y la fidelidad a los "hechos" como ca-nones de validez: empirista; si se hace hincapieen la construcci6n teoretica del objeto y en la16gica de las deducciones: racionalista (cf. Leach,1985) .

11) Si se define, en fin, la antropologia como una

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disciplina interpretativa 0 estetica: humanista; sise pretende que su practica posee 0 ha de poseerel mismo status que el de las ciencias naturales:cientijico (0 positivista, 0 cientijicista).

quese suscite en su interior, habra de resolverse a lalarga en beneficio del status del simbolo, en la empresacornpartida de establecer su identidad y de hacer admitirsufuerza. Todo discurso simbolista, aun el que se pre-senta como remiso a categorizar cosas tales como "sim-bolos", hace de estos su nucleo unanime y la raz6n deser de su empresa. Lo notable es que aunque el simbolosea vaciado de significados, como en Sperber, ningungesto intelectual alcanza para empequefiecerlo, y muchomenos para abolirlo. De hecho, la "condueta simb6lica"sperberiana, si bien renuncia al simbolo como concepto,recupera la prevalencia de lo simb6lico en general, rete-niendo a aquel como su significante oculto; y hasta lafortalecida dimensi6n social de Douglas necesita impe-riosamente del simbolo para constituirse, expresarse ysobrevivir. Incluso en el caso de Kemnitzer, marxistaconfeso (y otrora menos fenomenologista de 10 que hoy10 es), es la potencia del simbolo 10 que prevalece, 10 queimporta desvelar, y 10 que facultaria a los pueblos susherramientas de liberaci6n.

He aqui entonces que la antropologia simbOlica mis-ma llega a existir por obra de una concordancia no con-fesada, que es en ultimo analisis de claro sesgo ideol6-gico. De alIi que en definitiva, el espacio de la antropo-logia simb6lica pueda redefinirse mejor como un lugargeometrico en el que se solapan las ideologias, que comoel punto de concordancia de tales 0 cuales estrategias.epistemo16gicas. Aunque haya que recurrir a una carac-terizaci6n epistemo16gica para sistematizar, en cada caso.la forma en que se dice 10 que ya se sabe que se va adecir. Dado, ademas, que la antropologia simb6lica, salvola novedad de un caudal mas 0 menos generoso de obser-vaciones, de advertencias, de vinculos cuando mucho in-tuidos, no ha inaugurado ninguna tactica inedita, ningunenfoque original, cabe ver en esa coincidencia ideo16gica.el criterio de su diferencia con respeeto al grueso de laantropologia precedente 0 coetanea. Verificado concien-zudamente el ceteris imparibus reinante, he aqui que la

En algunos casos, la oposici6n binaria es traduciblea la expresi6n de un continuum 0 de una tricotomia: elconcepto de "temor", por ejemplo, es mas experience-nearque "fobia", y este 10es mas que "egodist6nico" (cf. Geertz,1977 :482); en otros, existe la posibilidad de interponerdos 0 mas mediadores; en otros mas, se puede ser eclec-tico, dialectico 0 "monista". Pero de todos modos, lospolos indicados representan siempre los limites absolutosde los respectivos ejes del discurso, asi como las lineasde fractura que se argumentan alternativamente cuandose habla de la antropologia como de una disciplina encrisis (cf. Jarvie, 1975; Berreman, 1967; Watson y Wat-son, 1985; Jules-Rosette, 1978; Kaplan, 1975).

No existe, en apariencia, un limite formal del nu-mero de distinciones bipolares que es posible postular,ni tampoco un indicador incuestionable de su preeminen-cia 0 de su jerarquia mutua. Por eso llama la atenci6nque estos ejes hayan servido tantas veces, en los ultimostiempos, para articular historias y visiones de conjuntode la antropologia, siendo que la resultante de una arti-culaci6n sobre un plan dicot6mico favorece la presenta-ci6n de los hechos conforme a disyunciones maniqueistas.

Ahora bien, 10 concreto es que el grueso de las for-mulaciones individuales inscriptas en la antropologia sim-bOlica, independientemente del paradigma global en quese inserten, han escogido en cuanto a sus determinantesdiacriticos un punto insistentemente cercano al primerelemento de los distintos ejes binarios, abrazando casisiempre un proyecto que, mas alIa del posible vanguar-dismo del metodo, podria ser caracterizado como ideo16-gicamente "conservador".

En definitiva, una vez que se esta dentro de la an-tropologia simb6lica, toda tensi6n y toda discrepancia

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pl'crrogativa de 10 simb6lico viene a resultar la unicavariable que permanece constante.

Podria afiadirse que esta convergencia sucede, a to-das luces, en un territorio dejado vacante POl' el subde-sarrollo y la estrechez del discurso materialista en gene-ral (y marxista en particular) sobre el simbolo y 10 queIe concierne. En efecto, decir que el simbolo es mate-rializaci6n de una ideologia, que a su vez obedece 0sirve de cl<iusula de justificaci6n a determinado tipode relaciones econ6micas, no dice nada sobre la mecanicadel establecimiento, de la selecci6n 0 de la eficacia de lossimbolos, ni explica POI' que tal suceso se cumplimentasimb6licamente y no de otra manera. Si el discurso sim-bolista sobre el mundo es ide016gicamente sospechoso POI'su unanimidad, el discurso materialista sobre el simbolo esepistemol6gicamente vacio POl' su virtual inexistencia:.aun en el caso de que todo 10 aetuado POI'1a antropologiasimb6lica resulte cientificamente impugnable, 10 concreto'es que hasta ahora no se ha constituido una alternativamaterialista digna de corifianza, que haga algo mas quereproducir viejos dogmas 0 generalizar conjeturas esque-maticas.

Se nos dira que 1a antropologia simb6lica tam pocoha resuelto los problemas basicos de la simbolicidad deuna manera aceptable para todos. Es verdad. Pero nadienegaria que esta intentando resolverlos, y que la discon-tinuidad entre 10 eco16gico, 10 social y 10 simb6lico puedeser algun dia abolida 0 minimizada POl' obra de este in-tento. La antropologia simb6lica es, pues, mucho mejorque nada, aunque el conjunto de ella haya discurrido enun plano de argumentaci6n que no tiene mucho que vel'con 10 epistemo16gicamente admisible. N6tese, POI' ejem-plo, que el razonamiento simbolista puede subsistir sinsiquiera definir su objeto y sin operacionalizar sus ter-minos, e incluso sin distinguir -como exigi a Spiro quese hiciese- la clase de los simbolos de la clase de 108nosimbolos. No se trata de que el simbolo constituya algo;asi como un "primitivo" de un sistema deductivo eucli-

diano al que no sea necesario definir y que encuentresu excusa en su productividad: del simbolo tal como esconceptualmente, no se siguen axiomas, ni se enuncianpostulados, ni se derivan hip6tesis rigurosas. El simbololleva, en el discurso, una vida ret6rica.

A nosotros mismos nos ha llamado la atenci6n nues-tro cambio de estilo al hablar, respeetivamente, de laantropologia cognitiva (cf. Reynoso, 1986a) y de la an-tropologia simb6lica. En el estudio de las fases de desa-rrollo de la primera, pudimos llegar a la conclusi6n deque esta modalidad de analisis habia e1evado verdade-ramente los standards descriptivos, explicativos y vali-dativos de toda 1a antropo1ogia que se ensarz6 en dialogocon ella. Aunque puede decirse que el programa cogni-tivista fracas6, 0 que sufri6 un encogimiento sensible yhasta humillante, el saldo de las polemicas en torno suyoha sido mucho mas que positivo: la antropologia sabeahora una enorme cantidad de cosas acerea de las con-diciones y 10s limites de todo conato de formalizaci6n.Con referencia a la antropologia simb6lica, en cambio,no es nada sencillo trazar un balance y arribar a unaconclusi6n sincera sobre sus virtudes. El caracter mismode 1as estrategias revisadas es harto mas discursivo queen aque1 caso, y hasta es dificil ponerse de acuerdo sobresi se han generado 0 no conocimientos nuevos POI' obrasuya, mas alIa de un desconcertante cumulo de datos quevuelven a poneI' a la disciplina en 1a misma relaci6n cuan-titativa entre recurs os y problemas que la que era comunen los tiempos de Kroeber 0 de Susanne Langer. De to-dos modos, e1 castigo mas cruento ha caido sobre el quetrabaj6 mas duro: hoy, a la imagen publica de un cog-nitivismo prob1ematizado e insatisfaetorio, se tiende aoponer la de un simbolismo promisorio y triunfante, alque incluso la critica mas cientificista acostumbra dejartranquilo.

Si se echa una mirada al conj unto de propuestaste6ricas dispersas en la bibliografia, se vera 10 infrecuen-te que ha sido resignarse a interrogar genuinamente al

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simbolo. En la generalidad de los casos, los mecanismosactuantes en los modelos disponibles en antropologia sim-b6lica, han determinado el signo y el valor de la infor-maci6n producida. Nadie ha encontrado en el outputvirginal de sus modelos, fundamentos para alterar susconvicciones previas mas profundas: toda conclusi6n deun silogismo simbolista, esta de antemano encapsuladaen sus premisas. Al servicio de razonamientos enganosos,manipulados selectivamente en experimentaciones fingi-das, reflejados en palabras de connotaciones incontrola-bles, el trabajo de campo y el venero de los datos estandestinados tan s610 a consolidar prejuicios a 10 largo deun raciocinio superfluo y de un debate que no puede re-finarse a causa del espacio que Ie ha sido concedido a lasubjetividad y a la indefinici6n.

La investigaci6n simb6lica ha prodlgado descubri-mientos facticos, sin duda, llenando la descripci6n et-nografica de una carnadura y de una vividez ineditas.Pero los desarrollos 16gicos s610 han aparecido bajo laforma vicaria de confirmaciones aparentes de hip6tesis,que a la larga son siempre deducibles a priori a partirde la ecuaci6n ideol6gica del estudioso. Altamente per-sonalizados, individualistas, idiosincraticos, temperamen-tales, los modelos simbolistas no suelen funcionar ade-cuadamente mas que en manos de sus ensambladores ori-ginarios; a menos, claro esta, que se sea un eclecticoansioso por rotular los datos con las categorfas propor-cionadas por los colegas capaces de teorizar, para haceracceder el trabajo propio a una suerte de validaci6nsupletoria.

EI lector simbolista puede dormir tranquilo: ninglinrazonamiento, ni propio ni ajeno, persuadira manana aGeertz de la conveniencia de asumir una estrategia po-sitivista a prop6sito de determinado interrogante; ningu-na posibilidad existe tampoco de que Sahlins acepte lapreva1encia ocasiona1 de 10 eco16gico, 0 de que Sperberadmita 1a ventaja de reconocer simbo10s ais1ab1es y sig-nificantes. Nada de ello sucedera como consecuencia de

argumentos 16gicos, de percataciones emplrICaS 0 de de-senvo1vimientos deductivos. En antropo10gia simb6lica,sia1guien cambia de idea, 10 hara no como efecto con-comitante de un suceso ocurrido a nive1 de una 16gica quea1 fin se impone, sino a nive1 de una ideo10gia que esdefinitoria de todos 10s valores de verdad.

Deciamos antes que 10s simbo10s no han sido publi-camente definidos. Siendo e1 simbo10 tan proteico, seriairrisorio que se postu1ara, para escapar de esta exigencia,una especie de definici6n implicita (a 1a manera deBridgman) por 1a cua1 10 que c1asifica como simbo10coagule a partir de los contextos en que aparece. La im-.posibilidad de lograr una definici6n limpida de 10 sim-b6lico no puede soslayarse como si se tratara de un con-tratiempo secundario, 0 como si fuera una imposici6nque un cientificismo desp6tico quiere hacer extensiva alhumanismo interpretativo. Una definici6n minima noes, de ninguna manera, un imperativo antojadizo 0 un pre-requisito esco1astico, sino mas bien el fundamento de unacuerdo para comenzar a razonar y a discutir sobre 1aalardeada prevalencia del simbolo. No se esta pidiendouna frase que 10 sintetice 0 una receta que enumere susvariedades combinatorias, sino apenas una idea, un sen-tido en torno al cual se pueda construir despues un con-senso, para acabar con la paradoja de una antropologiasimb6lica inca paz de decir al unisono 10 que el simbolo es.

No hay en esta exigencia arbitrariedad alguna. Re-c6rrase nuevamente el paradigma de los enfoques y secomprobara c6mo la indefinici6n conduce a que la prac-tica antropol6gica se dilapide en un decadente juego deingenio. Esc6jase una caracterizaci6n cualquiera del sim-bolo de entre las que pululan en su interior, y se verac6mo en sus inmediaciones se suscita otra que la ponede cabeza: en todo caso, las coincidencias y similitudesque pudieran recabarse en su apoyo, no se expresarannecesariamente con mas elocuencia que las oposiciones ylos cuestionamientos en su contra.

Nada es seguro: los simbolos alternativamente se

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constituyen como unidades 0 se disuelven en la accionsimb6lica, portan significados esenciales 0 carecen de di-mensi6n semantica, determinan las estructuras societa-rias desde su raiz 0 las reflejan pasivamente, poseen unafunci6n expresiva 0 son una herramienta intelectual, tie-nen sentido obvio para sus portadores 0 10 adquierenrecien en su desciframiento analitico, son mediadoresbinarios u operadores anal6gicos, son susceptibles de unaborde cientifico 0 s610 se captan empaticamente en lainterpretaci6n, son prerreflexivos, prelingiiisticos y pri-mordiales, 0 sinteticos, verbalizables y metal6gicos, sonuna idealizaci6n que recubre y disimula 10 real, 0 unaracionalizaci6n que 10 explica y 10 vertebra. Este es, in-fortunadamente, el cuadro de estado de los respectivosenfoques y de toda la especialidad: un caos, analizablepero indecidible, de opiniones contrapuestas; y un pre-sagio funesto de 10 que puede llegar a suceder si se im-ponen las tendencia actuales que propugnan, encima, ela£andono del rigor "cientificista". Hoy pOl' hoy, se diriaque en su elusividad el concepto de simbolo es como elTao, y en su alucinante vado 16gico la antropologia sim-b6lica es como el Zen.

Es imposible deslindar siquiera el paradigma mejorpertrechado contra la irresoluci6n y la ignorancia me-t6dica:

EI primero, el cognitivista, tiende a precipitarse enel binarismo: un simil restrospectivo, falaz, inexacto,emergente de la accidentada raz6n practica de una tec-nologia de transici6n. Si nuestra antigua representaci6ninfantil de los aparatos electr6nicos, asaz animista, eraincapaz de explicarse su funcionamiento sin suponer hom-brecillos viviendo y actuando en su interior, la nuevaperspectivacognitivista acerca del hombre no puede ac-ceder a su comprensi6n mas que postulando en su mentecodificaciones binarias, circuitos, canales de entrada ysalida, aut6matas finitos y demas artificios cibernetieos.Nada habria de objetable en estas imagenes si consti-tuyeran metaforas rigurosas, 0 si demostraran aptitud

como dispositivos heuristicos; pero no hay nada de eso:a la antropomorfizaci6n ingenua de las maquinas sucedeahora, a igual distancia de 10 real, la robotizaci6n cienti-fica de 10 humano, capaz de argumentar, como 10 haceCooper (1975), la identidad estructural entre la teoriacuantica y el pensamiento salvaje: un milagro que nosabstendremos de comental' .

EI segundo enfoque, el ret6rico, acabara por agotarse·cuando todos los estilos y los adjetivos aplicables a unaunica clase de suceso simb6lico hayan sido ensayados, 0cuando comience a sospecharse que la cultura puede seralgo mas que iniciaci6n, enculturaci6n, fijaci6n de rolesy aprendizaje.

EI tercero, el posicional, esta inmerso en una luchamalabaristica que el mismo se ha impuesto, en la brega.POI' llegar al sentido a traves de la forma, mientras queniega el peso y la importancia de la significaci6n. EIsuyo nos parece un combate espasm6dico, entrecortado·e insoluble, en el cual 10 que se dice ahora ocupa el espa-cio resignado como periferia POl'todo 10 que se dijo antes.Actitud s610 trivialmente renovadora, el posicionalismosperberiano existe nada mas que para sorprender, paraoponerse al sentido comun y para derogar 10 aetuado POl'sus precursores, que es, al mismo tiempo, 10 que 10 de-termina.

EI cuarto, el semi6tico, quiza todavia mas problema-tico, ha fragmentado su abanico de conceptos antes dedemostrar la necesidad te6rica de una atomizaci6n se-mejante, y sin realizar despues un plan formal de defi-niciones coordinativas entre la esfera de sus categoriasy la realidad. Si la estrategia sperberiana nace de lamoda de los replanteamientos peri6dicos y radicales, lasemi6tica se funda en la negaci6n del mas minima planteo·previo acerca del objetivo de su aparato conceptual. De-cretada, POI' un acto de idealismo, una distancia insalva-ble entre la realidad y un signo fatigosamente despeda-zado en funci6n de una teoria ausente, el semi6tico·espera que los conceptos discernidos den cuenta de los

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fen6menos concretos, mediante hip6tesis que deben surgirdel mismo tipo de operaciones inteleetuales que presidie-ron la invenci6n de las clases. POl' ello la semi6tica semanifiesta, en suma, como un procedimiento circular derotulaci6n, en el que el simbolo no puede revelar otrostipos de atributos que los ya previstos antes de indagar-10. El acto te6rico se construye, en el mejor de los casosal reves: partiendo de una grilla de conceptos simulta~neamente rigidos y difusos, que se yen obligados a servira priori, como piezas discretas para la erecci6n de la~hip6tesis y como elementos de juicio para la resoluci6nde los enigmas. En raz6n de la singular anomaHa cien-tifica que comporta el haber establecido el contenido delos conceptos y su taxonomia antes de conocer los pro-blemas a los que ellos han de aplicarse, el trabajo anaH-tieo se transforma en el j uego de la identificaci6n en 10real de 10 conceptualmente predefinido.

El quinto enfoque, el hermeneutico, desemboca enun renunciamiento prematuro a convertir la antropologiaen algo parecido a una ciencia, tras proclamar con ciertaalegria el fracaso de un proyeeto que todavia no se en-say6 cabalmente. Argumentando la imposibilidad de 10que apenas se percibe como dificultoso, fabricando pararebatirlo un fetiche inspirado en un modelo arcaico deciencia mecanicista, ocultando en cada frase su propen-si6n visceral a la subjetividad absoluta, el metodo in-terpretativo (que nunca se muestra en su articulaci6nprecisa) se erige como un pasatiempo estetizante quebusca subordinar el trabajo deduetivo alas iluminacio-nes espontaneas. Las nuevas hermeneuticas, temperadasPOl' una sensatez y un equilibrio que no son sino extre-mismo epistemo16gico encubierto, podrian advenir tierrade promisi6n para muchos investigadores urgidos a fin-gir repudio POl' otras fenomenologias, mas crudas y masculpables.

El sexto, el socio16gico, se patentiza indeciso e im-productivo, al no saber definir con exaetitud la estruc-tura y el senti do de las determinaciones que median

entre dos 6rdenes distintos de fen6menos, y al no poderconvertir con parsimonia los sucesos mediante los queejemplifica en leyes 0 en Hmites para acceder a la pre-dicci6n.

El septimo y Ultimo, el holistico, se revela como elcampo en el que se lleva a cabo la acalorada polemieade los idealistas con el evolucionismo primero, con laecologia stewardiana despues y con el materialismo cul-tural en la actualidad. Sus dos variantes ideo16gicas re-presentan tan solo formas contrapuestas, casi par6dicas,de un razonamiento de superficie que de hecho no serealiza en profundidad, y en el que las pruebas no guar-dan la proporci6n debida con 10que sobre ellas se predica.

La contextura de los argumentos simbolistas aca-rrea, como corolario suyo, una indeterminaci6n radicalque, a diferencia de la incertidumbre de Heisenberg, nose despliega en 10s confines de la raz6n, sino que seasienta en su mismo punto de partida. Puede decirse10 que se quiera sobre el simbol0, porque todo es va-lidosi se 10 expresa elegantemente y si se puede adu-cir aunque mas no sea un ejemplo. Lo que en estaciencia se refuta queda en general restituido cuando elcuestionado responde a la critica, y aun antes: en estevaiven ciclico de afirmaciones y contrapropuestas, nadiesabe cual es la masa de confutaciones que puede soportarun argumento antes de considerarse plenamente impug-nado. Nadie sabe, tampoco, si es verdad que el simboloes irreductible a una indagaci6n cientifica, 0 si se tratamas bien de que las indagaciones consumadas no hansabido acercarse a la cientificidad. Si en un discurso pu-dieran simplificarse, como en la aritmetica, 10s terminosque conllevan magnitudes opuestas, quiza el productoneto de la sabiduria simbolista quedaria balanceado conla pobreza del argumento simb6lico propio del materia-lismo. En todo caso, la relatividad generalizada que sededuce de la incertidumbre de aquel, configura un lastreque la maravillosa floraci6n anecd6tica que 10 comple-menta no alcanza a compensar.

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En la antropologia cognitiva, todo desacuerdo gene-raba una constataci6n, y cada tanto producia la falsaci6no el afianzamiento del modelo consensual generalizado.En la antropologia simb6lica, el consenso se comportacomo el publico de los sofistas, aceptando un criterio porla manana y el criterio opuesto por la tarde. Al discu-rrir en un nivel que, salvo casos extremos de obviedado de absurdo patente, se muestra insensible a la pruebay refractario al calculo veritativo, el valor del discursosimbolista reposa exclusivamente en su plausibilidadsu-perficial, cuando no en su enfasis 0 en su belleza. EImejor simbolista habra de ser, entonces, no el que pro-duzca la explicaci6n mas rica y mas profundamente im-bricada, sino el que evoque en su prosa con mayor tan-gibilidad la atm6sfera de los paisajes y el bullicio de laspersonas. EI desideratum no es aqui el hallazgo de lapauta que conecta, sino la expansi6n presuntamente sen-sitiva de un realismo ingenuo, que en esta ciencia ex-trana hace las veces de testimonio empirico.

Otra discrepancia entre los respectivos comporta-mientos epistemol6gicos de la antropologia cognitiva y elsimbolismo atafie a la relaci6n que ambas corrientes man-tienen entre las definiciones de los conceptos, su uso y suaceptaci6n publica. En la etnociencia, cuando alguiendice "arbol", "paradigma", "conjunto contrastante", "ta-xonomia" 0 "lexema", todo el mundo sabe con precisi6na que se esta refiriendo, independientemente de que acierto nivel de tipificaci6n puedan subsistir algunas di-vergencias: ese acuerdo trasluce las reglas del juego.En el simbolismo, en cambio, de nada vale que alguiencategorice un fen6meno como "simbolo", "indice" 0 "ico-no", si no suministra concurrentemente su interpreta-ci6n personal de los terminos, su matiz idiosincratico designificaci6n, su perspectiva privada. 0 bien no hay eneste contexto reglas de juego, 0 bien se ad mite que cadaquien las cambie en concordancia con 10 que quiera de-mostrar en un momento dado. En este ambito, las pala-bras y las cosas son tan elasticas y nebulosas, tan car-

gadas de significados contrapuestos y tan abiertas a lec-turas alternativas, que Marshall Sahlins, por ejemplo, hacreido demostrar una hip6tesis desarrollando planteosque no guardan ninguna relaci6n 16gica con sus propiosargumentos, sin que virtualmente nadie haya acusadoel golpe de la falacia (cf. Sahlins, 1980:210-274).

Las contradicciones internas del discurso simbolistadeberian obligar a que se revise en profundidad la 16-gica que rige el conjunto de sus proposiciones, a menosque se quiera atribuir como referente suyo uno 0 masmundos inverificables, signados todos ellos por 10 queQuine (1960 :141) llama "opacidad referencial". Aun enel caso de que algun simbolista descubra alguna vez laverdadera clave de la simbolizaci6n, su aporte esta desti-nado a disolverse en un espacio que sabe mas de argu-mentaci6n sofistica que de pautas de consolidaci6n delconocimiento. Este no es aqui ni remotamente acumula-tivo como pudiera serlo en el cognitivismo. Optar poruna' perspectiva, acatar un acervo de ideas, involucra deinmediato poner en tela de juicio un conjunto de pos-tulados de la misma magnitud que el que se afirma, yde sentido opuesto: la articulaci6n interna de esta orien-taci6n disciplinaria es, pues, de un orden inevitablementepoIemico. Aqui 0 muy cerca habra de estar el limite deltrabajo antropo16gico cuando este se convierta de neno,segUn algunos desean, en la praxis exquisita de la thickdescription. Hoy por hoy, en el simbolismo, la verdadse ha vuelto s6lo una cuesti6n de gustos y de simpatias,y se cree mas a quien mejor escribe.

Puede sospecharse, asimismo, que la indeterminaci6ndel estado del conocimiento simbolista sea una contra-partida del polimorfismo perverso de su referente; seriade este modo el simbolo el principal responsable de laanomia del simbolismo antropo16gico, que quedaria li-brado de culpa habida cuenta de la magnitud de su em-presa. De hecho, ningun concepto unitario de simboloes formalmente capaz de ser aplicado a 10 largo de todala potencialidad de los contextos, de todas las posibili-

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dades de configuraci6n, de todas las val'iedades de con-ducta, de todas las dimensiones de significado. Sisequisieran clasificar los sfmbolos propuestos como objetopor el discurso simbolista, se veria que la tinica estruc-tura de clases que se aviene a parametrizar la constela-ci6n de sus atributos es la que se ha dado en Hamar"clasificaci6n politetica" (cf. Needham, 1975; Chaney,1978; Kronenfeld, 1985). Como tal se entiende la queda cuenta de una cadena no sistematica y no exhaustivade elementos que tienen en comtin cierto aire de familiay cierta concordancia esporadica de rasgos, consonantescon la ausencia de una significaci6n nuclear uniforme.La taxonomfa segregada y acumulada por los profesio-nales retendrfa asf, quiza, algo de la esencia peculiar alas formas primitivas de clasificaci6n. Esta conclusi6neufemfstica no tiene, desde ya, nada de auspicioso: decirque, despues de veinte a:iios de estudio, el conjunto delos sfmbolos reconocidos exhibe formal mente una estruc-tura politetica, es 10 mismo que decir que se ha traba-jado en vano y que no hay nada nuevo bajo el sol. Acasoel sfmbolo, categoria desdichada, objeto impropio 0 per-verso espejismo anaHtico -qui en sabe- deba ceder sulugar a conceptos mejor construidos, con atributos masaxiomiiticamente predicados.

Aunque mas de una vez la etnograffa simbolista semuestra perspicaz en la descripci6n y atrayente en el re-lato, aportando un respiro necesario a la severidad dela ciencia, el dilema surge cuando se intenta cumplimen-tar, en un solo acto epistemo16gico, la organizaci6n delos hechos referidos, su explicaci6n y la formulaci6n deuna teorfa general de la actividad simb6lica. Todos 10sMalinowskis esperan que el mundo entero sea igual· queTrobriand y que todas las interacciones puedan inter-pretarse a la luz del kula. Las teorias "generales" emer-gentes de la experiencia etnografica, terminan casi siem.;.pre mostrando su verdadero caracter de hip6tesis ad hoc,POl' poco que se Ie imponga explicar un contexto distintode aquel para el que fueran dise:iiadas. Entre el caudal

de datos y los estudios de casos POl' un lado, y la .conso-lidaci6n de definiciones precisas, conceptos op~raclOnalc::sy pautas de regula:ridad POl' el otro, se acentua paula~l-namente una tendencia que podriamos Hamar malthusIa-na: la poblaci6n de aqueHos crece exponencialmente, entanto que la producci6n de estos, como mucha, 10 haceen progresi6n lineal. De proseguir esta propensi6n, pron-to tendremos una superpoblaci6n incontrolable y amorfade descripciones y un deficit dramatico de recurs os ex-plicativos con que dar cuenta de todas eHas.

Un segundo dilema, acaso produeto de l~ comodi?adque cada quien experimenta en su pe~spectIva favonta,concierne a la falta de una estrategla mtegradora de losdistintos niveles y a la falta de una clara concienc~a delas variedades de tipificaciones l6gicas, transvalua~lOnesy emergentes que cada nivel supone. POl' 10 c0rrl;un!haprevalecido la tendencia a querer demostrar la prlOn~~dcausal de uno u otro plano, antes que la preocupaclOnPOl' indagar c6mo es que en .realidad se articul~n .. Ade-mas las refutaciones sumanas del estructurahsmo pOl'Gee;tz (1973 :29-30), Douglas (1967), Sch~eide~ (1965),Boon (Schneider y Boon, 1974), del soclOloglsmo pOl'Geertz (1973 :124-125), Fernandez (1965), Peacock (1969)y Spiro (1979), del semanticismo POl' Sperber (1974) yMurray (1977), de la fenomenologia POl' Douglas (1978:11 y 167), de la semi6tica POl' Turner (~969 :8) y Sper-ber (1974) y del cognitivismo POl' Sahlms ,(1980:1~8),Schneider (1965) y Geertz (1973 :11-12), estan mamfes-tando no tanto el rechazo de las teorias particulares con~comitantes como la negaci6n de la pertinencia de nivelesdistintos ai escogido en cada caso como punto de mira,y hasta la afirmaci6n de que las diferentes focalizacio-nes se excluyen mutuamente.

Un tercer estorbo epistemo16gico es el de la faltade conmensurabilidad de las clases integrantes de lasvariadas tipologias simbolistas. Race falta des·arrollarun vocabulario comtin que subsuma, de alguna manera,el esquema de tipos signicos de la semi6tica, los simbolos

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de sumarizaci6n y de elaboraci6n de Ortner los temasde Opler, los simbolos univocos, multivocos y 'dominantesde Turner, los simbolos, signos y sefiales de Fernandezlas ,m~taforas mediadoras de Beck, las definiciones me~tommlCas de Kehoe, las metaforas actuantes de Rosaldolas metaforas y metonimias genericas de Leach los va~lores focales de Albert, las orientaciones domin~ntes deFlorence Kluckhohn, los opera dores ana16gicos de Kleinlos operadores binarios de los estructuralistas las fun:ciones afectivas, conativas y cognitivas de Miller, losa~tos performativos ilocucionarios de Murray las ilocu-CIOnes fuertes y debiles de Ahern, los entorn'os cogniti-vos de Rappaport, 0 meramente los "simbolos" que todosel10s y muchos mas utilizan con pasmosa faIta de acuer-do, 0 bien habria que trazar un cuadro multidimensio-nal que aclare la inserci6n topografica y la medida delaporte conceptual de las distintas categorias para reciene~tonces indagar las razones que hacen d~ las afirma-CIOnesde unos el 05jeto de critica de los otros.. P~r un lado, tenemos que el acervo categorial del

slmbohsmo, nuevamente al reyes de 10 que sucede en laantropologia cognitiva, no es conmensurable en 10 inme-diato: por el mismo hecho de haber sido disefiado infor-malmente y a partir de ejes disimiles su coordinaci6n, , ,requerlrla un esfuerzo formal que esta mas alIa de todaposibilidad. Por el otro, la estructura misma de esteensayo revel a que el discursometodo16gico sobre el sim-bolo, encerrado arbitrariamente en una antropologia sim-b,6lica mutil~d.a p?; ex6tico.s v~c~os, tampoco es suscep.:.tIble de cla~lfl.cacIOn par~dlgmatIca ortogonal; reflejan-do.la pecuharIdad y la mcertidumbre de suobjeto se8:v~e~ea ser c~ns~derado mas bien como un conjunto' po-lIte~lCo de varlaCIOnes diacrfticas sobre unos pocos pa-radlgmas. La teoria sobre el simbolo (indicio posible parapreguntar por el simbolo mismo) no se muestra comouna entJda~ continua !.con~xa, sino que aparece frag-mentada prlmero en dlsJunclones ideo16gicas que atafiena todo 10 que no sea la primacia de sa objeto protag6-

nico y luego en puntos de vista 0 estrategias correspon-dien'tes a territorios fenomenicos que ningun argumentoha podido aun unificar a satisfacci6n. La misma doci-lidad con que los trabajos concretos se. doblegan a suencuadre en enfoques disjuntos, patenbza algo de lasoluci6n de continuidad que media entre las distintas es-feras: 10 mental, 10 expresivo, 10 social, 10 ambiental, 10economico, 10 politico; esferas cuya interrelacion formalconstituye, pensandolo bien, no s6lo el campo de batallade los ide6logos simbolistas, sino el verdadero problem~lde toda la antropologia. La conclusion final parece oblI-gada: el simbolismo, lejos de haber constituido una solu-cion sensitiva al dilema de la discontinuidad que com-partimos todos, ha l1egado a ser algo asi como su apo-teosis.

Page 75: paradigmas y estrategias en antropologia simbolica

IV. ESQUEMA SISTEMATICODE LA ANTROPOLOGIA SIMBOLICA

Paradigma te6rico: Psicologia cognitiva.Objeto: Actividad y procesos psicol6gicos de simboli-

zaci6n.Convergencia disciplinaria: Antropologia cognitiva.Estudios representativos: Sheldon Klein (1983), Ben-

jamin y Lore Colby (1981), Benjamin Colby yRodger Knaus (1974), David Rumelhart (1975),.Jean Mandler y Nancy Johnson (1977), WalterKintsch (1977), Emiko Ohnuki..:Tierney (1981),.Dan Sperber (1979, 1980), Christina Toren(1983) .

Paradigma te6rico: Ret6rica anaHtica, teoria delarte.Objeto: El simbolo como tropo expresivo. Me-tafora y metonimia. EI contexto simb6lico comotexto. La acci6n simb6lica como drama.

Estudios representativos: James Fernandez (1973,1974, 1975, 1977), Brenda Beck (1978), RobertBeaugrande y Benjamin Colby (1979), KeithBasso (1976), Andrew Ortony (1979), Amos

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Tversky (1977), Dorothy Lee (1950), RenataHosaldo (1968), Michelle Zimbalist Hosaldo(1972), Peter Seitel (1969), Floyd Lounsbury(1959), Elli Kangas Maranda (1971), Don Mer-ten y Gary Schwartz (1968, 1982), David Sapiry Christopher Crocker (1977), Victor Turner(1957, 1974), Kenneth Burke (1945, 1950 1966,1970), Dan Sperber (1975), Alice Kehoe (1973),Lee Drummond (1977).

Paradigma te6rico: Estructuralismo.Objeto: EI simbolo como elemento de una combina-

toria.Plano: Sinhictica.Prop6sito: Eventualmente, establecer el orden para-

digmatico que rige las combinaciones de sim-bolos.

Estudios representativos: Claude Levi-Strauss (vs.),Dan Sperber (1974), Victor Turner (aspecto"posicional"), Michel Izard (1979), GeorgesCharachidze (1979), Oliver Herrenschmidt(1979), Patrice Bidou (1979), Pierre Maranda(1974), Elli Kangas Maranda (1971, 1971a),Dell Hymes (1977), Lynne Crumrine (1969).

Paradigma te6rico: Semiotica. Teoria de la comuni-cacion.

Objeto: EI simbolo como signo.PropOsito: Definir el sistema, el codigo y la interac-

cion.

Plano: Comunicaci6n en sentido estricto.Convergencia disciplinaria: Antropologia l:wmi6tiea.

Etnografia de la comunicacion.Estudios representativos: David Murray (11)77), Mi-

chael Herzfeld (1981), Lee Drummond (l!)H1),Susan Bean (1981), Fredrik Barth (1975), I~Jmi-ly Martin Ahern (1979), Milton Singer (1!)72,1978, 1980), Huth Finnegan (1969).

Paradigma te6rico: Variable, con tendencia alas fi-losofias de la "Verstehen".

Objeto: EI simbolo como portador de significado.Plano: Semantico.Prop6sito: Descifrar 0 interpretar el sentido del sim-

bolo; redefinir la cultura como sistema de sim-bolos compartidos.

Estudios representativos: Clifford Geertz (vs.), Da-vid Schneider (vs.), Victor Turner (dimension"exegetica"), Bennetta Jules-Rosette (vs.), She-rry Ortner (1970, 1972), Roy Wagner (1967,1975), Charles Taylor (1979), James Boon(1982), Malcolm Crick (1976), Kevin Dwyer(1982), David Parkin (1982), Paul Habinow yWilliam Sullivan (1980), Vincent Crapanzano(1980), Dennis Tedlock (1983), Eric Schwim-mer (1978), Kirsten Hastrup (1985).

6. Enfoque interaccional 0 sociol6gico.

Paradigma te6rico: Estructural-funcionalismo, dina-mismo.

Objeto: EI simbolo como expresion de la estructurasocial y viceversa.

Page 77: paradigmas y estrategias en antropologia simbolica

Convergencia disciplinaria: Antropologia social in-glesa.

Plano: Pragmatica.Estudios representativos: Mary Douglas (vs.) Stan-

le;yTambiah (vs.), Edmund Leach (1964, '1985).VIctor Turner (dimension "operacional"), Clif-ford Gertz (1957, 1963), Alice Kehoe (1974)Raymond Firth (1973), Sally Falk Moore y Bar~bara Myerhoff (1975), Janet Dolgin DavidKemnitzer y David Schneider (1977),' RenatoRosaIdo (1969), Michelle Zimbalist Rosaldo(1975), Arjun Appadurai (1981), Charles Lind-holm. (1981), Carol Laderman (1981), FrankManmng (1981) , James Fernandez (1965).

Paradigma teorico: Ecologia cultura, (neo) evolucio-nismo.

Objeto: El simbolo en relacion con el contexto total.Plano: Realidad total.Proposito: Determinar la relaci6n entre la circuns-

tancia exterior y las manifestaciones simb6licas.Convergencia disciplinaria: Sistemica, ecosistemica.Estudios representativos: Roy Rappaport (vs.), Mar-

shall Sahlins (vs.), A. 1. Hallowell (1955), Ja-mes Fox (1972), Murray Leaf (1974), LadislavHoly \ 19?3) , Jonathan Friedman (vs.), EmikoOhnukI-TIerney (1972), Florence Harwood(1976).

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