Ensayo Epistemologia
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Universidad de los AndesNúcleo Universitario “Rafael Rangel” Maestría en Didáctica de las Ciencias Naturales Curso: Epistemología
Calificación: 19,5 Pts. Interesante ensayo, ajustable y publicable.
Trabajo sobre
La manera en que las posturas epistemológicas están presentes en la
enseñanza de la ciencia y de la repercusión que esas tienen sobre la
forma de presentación de sus contenidos y su respectiva enseñanza.
Autora: Yasmelis Rivas
Trujillo Febrero 2015
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Hasta hace poco tiempo no era necesario plantearse qué tipo de ciencia enseñar. Los
programas oficiales indicaban explícitamente los temas y los libros de texto
desarrollaban los contenidos. Las diferencias entre éstos eran mínimas (algunos
ejemplos, ejercicios, esquemas), ya que se consideraba que meramente eran una
explicitación de la ciencia-verdad, irrefutable, que los estudiantes debían aprender. Pero
la visión actual, le dio por promover los llamados currículos abiertos, es decir, que la
decisión sobre qué ciencia enseñar corresponde a los propios enseñantes. Eso conlleva a
que reconozcan la diversidad de criterios posibles a tener en cuenta y discutan y
acuerden los que condicionan la prioridad de sus decisiones. Entre las variables que
influyen en qué ciencia se selecciona para enseñar destaca lo siguiente:
• ¿Qué visión epistemológica subyace en el modelo didáctico seleccionado?. Es decir,
cuál es la concepción sobre qué es la ciencia y cómo ésta se ha generado a lo largo de la
historia.
• ¿Cuál es la finalidad del aprendizaje científico, por qué y para qué se debe enseñar
ciencia?
• ¿Qué características debe tener una ciencia escolar?, que necesariamente no podrá ser
idéntica a la ciencia de los científicos.
Ahora bien, en relación con la elaboración de conocimiento, han existido
distintos momentos en la descripción de los procedimientos de la investigación
científica. Acá se hace referencia de manera representativa a las tres visiones principales
que coexisten en la actualidad, y que si bien en la práctica concreta se mencionan en
forma combinada o superpuesta, permiten analizar dicha problemática. Estas
concepciones acerca del objeto de conocimiento y la forma de elaboración del mismo
son trasladadas implícita o explícitamente a las versiones escolares que de la ciencia se
transmiten, y promueven un determinado vínculo de los estudiantes con dicho
conocimiento.
El problema de qué es y cómo se construye el conocimiento representa uno de
los dilemas más antiguos de la filosofía, pero en este caso sólo nos interesa sus
relaciones con la ciencia, entendidas como lo fueron luego de la revolución científica
del siglo XVII. En ese período se retocan los viejos problemas y la forma de
emprenderlos y se sitúa la certeza de que la versión exacta de las ciencias naturales se
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corresponde con el enfoque que representa la realidad. La mecánica de Newton irrumpe,
entonces, como el nuevo modelo de ciencia. Particularmente de interés lo que se podría
rastrear en el siglo XVII, y es precisamente los rasgos de lo que hoy se denomina
positivismo, corriente denominada de esta manera por Augusto Comte, la formulación
de los elementos que conforman esta concepción como una vertiente epistemológica en
un programa que los unifica, aparece recién con la conformación del Círculo de Viena
en el siglo XX (en 1929).
Para Comte (1798-1857), entre cuyos antecedentes se pueden reconocer la
influencia de la filosofía del siglo XVIII, sobre todo en lo que se refiere al ataque frontal
a la metafísica, la historia del conocimiento podía describirse como la sucesión de tres
estadios: los dos primeros corresponden al teológico o ficticio, al metafísico o abstracto,
según su parecer ambos superados y el tercero el científico o positivo. En el primero de
estos, el universo se explicaba por la intervención determinante de seres espirituales,
explicación que habría llegado a su culminación con el reconocimiento de una deidad
todopoderosa en las religiones monoteístas. En el metafísico no se invocaba la directa
intervención divina pero se la sustituía por esencias abstractas. En el tercer estadio del
pensamiento, el positivo, la explicación sería la provista por la ciencia y con esa
sobrevendría necesariamente el orden y el progreso indefinido.
A los estadios mencionados Comte agrega una jerarquización basada en la
generalidad y complejidad de los temas de competencia de cada ciencia. La ciencia más
abarcativa y a la vez la más simple es la astronomía, desarrollada junto a las
matemáticas. Luego le siguen, en orden descendente de generalidad y creciente de
complejidad, la física, la química, la biología y, en la cima, la ciencia de la conducta
humana, la física social como llamó inicialmente a la sociología, que presupone
lógicamente a las otras disciplinas pero tiene un objeto de estudio propio. En
concordancia con la concepción de ciencia del positivismo, la tecnología es considerada
como un campo derivado y subvaluado de las ciencias naturales, sobre todo de la física,
la ciencia por excelencia.
La pretensión de los empiristas lógicos de lograr una formalización matemática
de las ciencias sociales generando para ellas una metodología común con la de las
ciencias naturales fue entendida como una nueva versión del positivismo (en sentido
más amplio). A su vez, las teorías sistémicas provenientes de la teoría general de
sistemas, sostuvieron que tanto las ciencias sociales como las naturales pueden ser
caracterizadas en términos de la noción de sistema o de sistema complejo. De esta
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manera la evolución del sistema estaría descrita a partir de reglas generales que
combinan el determinismo y el azar utilizando conceptos provenientes de la
termodinámica y la mecánica estadística (complejidad, irreversibilidad,
autoorganización, dinámica y desequilibrio) reinterpretados y adaptados en el contexto
de las ciencias sociales, las cuales son concebidas en la línea de Comte como ciencias
naturales de la sociedad. Las versiones sistémicas al contrario del anterior positivismo
reconocen en la creación de conocimiento tecnológico un saber con identidad propia
aunque de carácter instrumental y lo distinguen de la búsqueda de la verdad, objetivo
que atribuyen a la ciencia. Vinculado al escenario conceptual del positivismo, el cambio
social es concebido como producto de las innovaciones tecnológicas que, volcadas a los
procesos productivos, son las que lo determinan.
Distintas escuelas se opusieron al espectro de pensamiento que se ha descrito y
que se englobo bajo el nombre de positivismo. Las críticas provinieron de las corrientes
idealistas como de distintas vertientes marxistas.
Una versión alternativa fue propuesta por la escuela de Frankfurt (Habermas,
1986; Kofler et al., 1971; Adorno, 1973) de orientación marxista. Para ésta, el término
positivista tiene un significado más completo, extendido y difuso, que englobaría las
dos posturas anteriores, dado que su propósito era incluir en la crítica el desarrollo de la
cultura occidental desde la Ilustración. Concibió el conocimiento como un proceso en el
que las representaciones científicas y tecnológicas son modelos intelectuales marcados
por la contingencia de su época y por los contextos e intereses de distintos grupos
sociales y reconoció que existen criterios normativos que no pueden convalidarse por
los propios procedimientos científicos.
Para esta escuela, la verdad es relativa a una situación histórica particular y la
objetividad no es más que intersubjetividad compartida en una época dada. Para la
teoría crítica es la historia la que da cuenta de la construcción de conocimiento a través
de procesos pluricausalmente condicionados por determinaciones sociales del contexto
en el que emergen. La historia de las ciencias no es una simple secuencia de hitos
obligados o derivados del saber progresivamente acumulado: esta postura entiende el
conocimiento científico como un procedimiento experimental de investigación de lo
concreto, que permite la absorción de lo concreto en la propia teoría, en una ida y vuelta
nunca acabado. En este sentido, respecto del conocimiento, en la ciencia no es lo
esencial ni la inducción ni la deducción sino la articulación de ambas como momentos
en el proceso de construcción del conocimiento, en contraposición con las posiciones
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positivistas tradicionales que caracterizan la investigación privilegiando sólo uno de
ellos el cual, al mostrarse aislado, aparece congelado en el tiempo y siempre verdadero.
Las corrientes sociohistóricas a las que se ha referido y de las que la escuela de
Frankfurt es un ejemplo, critican el positivismo porque éste niega la intervención activa
del sujeto en la historia a la vez que reduce la cultura a hechos de la naturaleza. Pero a
su vez, reconocen, el papel del trabajo en la creación de técnicas y en la socialización de
la humanidad y se apartan del determinismo tecnológico.
Todas estas concepciones impregnan el por qué y cómo enseñar y la
preocupación que surge en general en torno a la actividad de enseñar. Al respecto se
puede exponer que si bien desde hace ya unas tres décadas existe la preocupación por la
calidad de la alfabetización científica y tecnológica (Fourez, 1994), el requerimiento
actual pone énfasis en el aspecto tecnológico, en la necesidad de adquirir destrezas
generales que suponen la combinación de habilidades prácticas, conocimientos teóricos
e información, las cuales además deben poder ser adaptadas a situaciones nuevas y
cambiantes, imperativo para el que se propondrían soluciones diferentes desde las
distintas concepciones.
La primera lectura que concibe la tecnología como ciencia aplicada, atribuye el
saber teórico a la ciencia y el saber práctico, a la tecnología. En este sentido se trata de
sistematizar aspectos de las nuevas respuestas a las preguntas ya mencionadas, sobre
qué y cómo enseñar, que se derivan de esas concepciones. En parte, y para dar respuesta
a la demanda actual de combinación del saber práctico con el teórico, se debe considerar
tanto una como otra actividad para la educación, lo que conduce a que la importancia
está puesta, entonces, en el producto, tanto para enseñar a concebir máquinas modernas
(a partir de principios derivados de las ciencias) como para operarlas.
La segunda concepción, considera la tecnología como un saber instrumental y
reconoce la creación de conocimiento en su quehacer, enseña generalmente mediante la
metodología de proyecto, el complejo proceso que va desde el diseño hasta el producto
(Munari, 1995). Esto supone integrar conceptos, acercar lo abstracto a lo concreto e
incorporar los principios científicos como herramientas accesorias.
La tercera postura entiende la tecnología como la generación de capacidades
humanas socialmente determinadas y define, en ese marco: el lenguaje como
herramienta del pensamiento; los sistemas de comunicación en sentido amplio como la
extensión de las capacidades sensoriales; y las herramientas propiamente dichas como la
ampliación de las capacidades motoras. El aprendizaje supone el logro de un saber
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consistente en destrezas internas que organizan actos generales tanto de tipo
sensoriomotor y perceptivo como pensamientos, de modo que todos ellos se
corresponden con sistemas de ejecución externos eficaces. Estas concepciones
entienden el aprendizaje según los métodos activos del constructivismo psicogenético
(Piaget, 1993) u otros de raíz sociohistórica (Vygotski, 1983; Bruner, 1988).
Los métodos señalados, se basan en la potenciación de las estructuras cognitivas
y suponen que las capacidades motoras, perceptivas y las del pensamiento responden a
patrones de interiorización o a instrumentos intelectuales, que los individuos utilizan y
que se corresponden con las posibilidades de asimilación de acuerdo con el propio nivel
evolutivo, y la preocupación central está en este caso ligada al problema de la
construcción de conocimiento, tanto para permitir su apropiación por parte de los
individuos como para concebir adecuadamente el proceso de construcción de saberes
estructurados y coherentes como son los de la ciencia y la tecnología.
En lo que corresponde a la Nueva Filosofía de la Ciencia, es decir su nueva
visión, se podría señalar que surgió en los años 50 al poner en duda, primero, la relación
entre la experimentación y la génesis de nuevas teorías científicas y, posteriormente, la
racionalidad de la ciencia. La confrontación entre, por un lado, una visión de la ciencia
objetiva, racional y rigurosa y, por el otro, el estudio sobre cómo el conocimiento se ha
ido generando realmente a través de la historia, lo que ha hecho surgir numerosos
interrogantes. La idea básica desarrollada fue que el conocimiento científico está
condicionado por las perspectivas teóricas de los que investigan o de la comunidad de
investigadores. Aun así, se pueden encontrar diferentes aproximaciones. Así
encontramos, desde los epistemólogos que continúan defendiendo la racionalidad, con
diferentes variantes, como motor del progreso de la ciencia, caso de Popper, Lakatos o
Laudan, hasta los que opinan que los cambios son fruto básicamente de
condicionamientos sociales, como es el caso de Kuhn.
Incluso hay quien considera, como Feyerabend, que no hay ningún indicio de
racionalidad ni ningún método en el progreso de la ciencia. En esta visión tienen mucha
importancia los estudios del campo de la Sociología de la Ciencia, que ponen de
manifiesto la relevancia de los factores sociales en el desarrollo científico. En la figura 1
se esquematiza las diferencias y las relaciones entre las diferentes escuelas
epistemológicas
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Figura 1: Esquema clasificatorio de las escuelas de pensamiento en filosofía de la ciencia (Nussbaum, 1989).
El giro cognitivo en esta nueva visión se desarrolló como ya se señaló a partir
del intento de preservar y comprender la racionalidad de la ciencia (Duschl, 1994). Una
teoría cognitiva de la ciencia es la que intenta explicar cómo los científicos utilizan sus
capacidades cognitivas como la percepción, control motor, memoria, imaginación y
lenguaje; para, interactuando con el mundo, construir la ciencia moderna.
Esta concepción se basa, en cierto modo, en una visión evolutiva de la ciencia
análoga a la evolución biológica. Los procesos cognitivos se relacionan con la
evolución de las teorías de forma similar a cómo los mecanismos genéticos se
relacionan con la evolución de las poblaciones. La genética condiciona la diversidad
entre los organismos y la herencia, pero la supervivencia y la evolución dependen de las
condiciones ambientales. Asimismo, se puede hablar de diversidad de representaciones
o de modelos científicos y de herencia a través de la transmisión cultural de estas
representaciones, cuya supervivencia o evolución también depende de factores sociales
(Giere 1988). Por todo ello, el desarrollo de la ciencia se basaría tanto en aspectos
cognitivo racionales como socio culturales.
Se aprecia que el debate está abierto y muestra que la fuente del conocimiento
científico responde a un proceso complejo, que no se puede reducir a la aplicación de
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reglas, y en el que los factores racionales, los empíricos y los sociales se interrelacionan
fuertemente.
En cuanto a la transposición didáctica se tiene que enseñar ciencias entre otras
cosas implica, establecer articulaciones entre el conocimiento, de acuerdo a como lo
enuncian los científicos y el conocimiento que pueden edificar los estudiantes. Para
lograrlo es imprescindible rehacer el conocimiento de los científicos de manera que se
pueda presentar a los estudiantes en las diferentes fases de su proceso de aprendizaje.
Esta reelaboración no se puede equiparar a simples y sucesivas simplificaciones de
dicho conocimiento y representa el campo de estudio de la llamada transposición
didáctica. En una situación de enseñanza-aprendizaje, la ciencia de la que el profesorado
habla en el aula es diferente de la del científico y también diferente de la que construye
el estudiantado. Esta ciencia del profesor es el resultado de un proceso, no siempre
explícito, de reelaboración del conocimiento de los expertos.
Resulta evidente, sin embargo que nadie piensa que se pueda presentar al
estudiantado para su aprendizaje el saber ya construido, tal como lo tiene elaborado el
experto. El problema reside en cómo se concibe la reelaboración de dicho saber.
Normalmente se considera que esencialmente radica en eliminar todo aquello que es
demasiado complejo y abstracto. Por tanto, se considera que se debería intentar extraer,
del conjunto de saberes, aquellos que forman el núcleo fundamental, los que son
inmutables e indiscutibles. Al mismo tiempo, los ejemplos también se deberían
seleccionar en función de su simplicidad y adecuación a la teoría que se quiere enseñar.
Igualmente se valora el orden de enseñanza de cada uno de los conceptos, que debe ser
uno muy determinado. Esta forma de entender la transposición didáctica implica
transmitir un modelo de ciencia que, como se ha visto, no se corresponde con las ideas
actuales sobre la naturaleza de la ciencia.
Ello sucede, en cuanto que la ciencia es compleja y se enseña como si fuera
sencilla. Además, la ciencia es una construcción humana que en el trascurrir del tiempo
ha ido evolucionando no siempre linealmente y, en cambio, se enseña como si fuera
lineal. Por otra parte, la ciencia quiere explicar fenómenos cotidianos y la ciencia que se
enseña explica fenómenos seleccionados y acotados. Se fundamenta en teorías, pero se
enseña como si fuera teórica, como si todos los fenómenos sólo se pudieran explicar de
una sola manera, invariable en el tiempo.
Pero no es fácil tomar decisiones en relación a qué enseñar y en qué orden. En
general, las propuestas actuales están poco fundamentadas teóricamente y son poco
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coherentes. En el proceso de reelaboración o transposición intervienen diversos factores.
Entre los que destacan: La selección de aquello que se considera importante desde la
ciencia de los expertos, que no debe confundirse con aquello que tradicionalmente se ha
enseñado en las clases de ciencias. Las teorías epistemológicas y psicológicas
consideradas más válidas para explicar cómo promover el conocimiento científico en
los estudiantes. La edad de los estudiantes a los cuales va dirigida la selección de
contenidos y, en consecuencia, las expectativas sobre lo que pueden llegar a entender.
Otro factor de tomar en consideración corresponde a los condicionamientos
sociales, es decir, las necesidades de formación derivadas del nivel industrial y
económico de la sociedad donde está situada la institución. A su vez, los objetivos que
se fija el mismo sistema educativo. En el momento actual, este factor está teniendo una
influencia considerable en los modelos de transposición didáctica, ya que al cambiar el
objetivo de la enseñanza científica han transformado también las consideraciones sobre
lo que se considera básico.
Como se puede apreciar, la transposición didáctica tiene poco que ver con una
mera simplificación de la cultura científica. Involucra una relectura de esta cultura
teniendo presente tanto la epistemología de la ciencia como los valores del enseñante,
sus ideas sobre cómo los estudiantes aprenden, los condicionamientos socio-culturales
del estudiantado, el tiempo disponible, los materiales didácticos disponibles, entre otros.
Y requiere tomar decisiones en relación a los objetos de estudio prioritarios, las
variables a introducir, el orden de presentación, el grado de complejidad y abstracción
con que se presentan, los hechos con los que se relacionan.
Referencias Bibliográficas
Adorno, T.W. et al. (1973). La disputa del positivismo en la sociología alemana. Barcelona: Grijalbo
Habermas, J. (1986). Ciencia y técnica como ideología. Madrid: Tecnos.
Kofler, H. et al. (1971). Conversaciones con Lukacs. Madrid: Alianza.
Fourez, G. (1994). Alfabetización en ciencia y tecnología. Buenos Aires: Colihue.
Munari, B. (1995). ¿Cómo nacen los objetos?. Barcelona: Gili.
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Piaget, J. (1993). Psicología y pedagogía, Buenos Aires: Ariel.
Sanmarti, N. (s/f). Enseñar y aprender Ciencias: algunas reflexiones: Disponible en: http://www.guiasensenanzasmedias.es/verpdf.asp?area=natura&archivo=GR104.pdf. Consultada el 10 de febrero de 2015.
Vygotsky, L. (1983). Obras escogidas. Tomo III. Madrid: Visor.
Bruner, J. (1988). Desarrollo cognitivo y educación. Madrid: Morata.
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