12-02-2012 LITERARIA LA GACETA

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SAN MIGUEL DE TUCUMAN, DOMINGO 12 DE FEBRERO DE 2012 5 a SECCION “El Flaco” Luis Spinetta, el poeta más rockero, y su ideario de literatura para componer canciones en un homenaje a sus obras El poeta Antonio Requeni rememora su relación con Alejandra Pizarnik y con Borges; también habla del lenguaje de los sentimientos 2 3 Supongo que el gran público ignora la existencia de una nueva edición, recien- te, del Mendoza y Garay de Paul Grous- sac. Está enriquecida por un prólogo agudo e inteligente del arquitecto Juan Manuel Borthagaray. Antes y durante la investigación para mi biografía de Groussac (La cólera de la inteligencia, 2005) es obvio que lo he dis- frutado, línea por línea, por lo menos tres veces. No me detendré en sus méritos. Intento aprovechar el acontecimiento pa- ra tocar costados que creo importantes de ese libro y adosarles alguna reflexión, todo en tono muy personal. Groussac juzgó conveniente exponer allí el núcleo de su credo historiográfico. Ya hacía tiempo que quería hacerlo. Los jóvenes de la “Nueva Escuela Histórica Argentina” le lanzaban de cuando en cuando alfilerazos, y el director de la Bi- blioteca Nacional no hubiera sido quien era, si no les respondía con su contun- dencia habitual. Consideró, ya en la segunda página del prefacio, que por ser Mendoza y Garay un libro de historia, era el lugar más a propósito para agregar algunas reflexio- nes a las que ya había emitido otras ve- ces sobre el tema. Quería ocuparse esta vez del –teóricamente- nuevo método histórico, del cual el profesor Rafael Alta- mira era “convencido apóstol”. Tal meto- dología proclamaba que los materiales obtenidos en la investigación (la etapa “heurística”, palabra que Groussac odia- ba) debían ser empleados en forma ra- cional, “con prescindencia más o menos completa de toda preocupación litera- ria”. El arte de historiar Groussac examinaba estos preceptos. De entrada opinaba que había “escaso grano en tanta paja pedagógica”. Partía de la base de que al historiador sólo le era dado “aproximarse” a su objeto, y siempre jaqueado por las obligadas con- jeturas y subjetividades que debían lle- nar los largos vacíos. Sostenía que ese historiador debía po- seer, en primer término, la facultad “creadora o constructiva”, que idea la obra, una vez cumplida la faz heurística. Y luego venía la aptitud para ejecutar esa obra, ejercitando el arte de historiar. No era la una asunto de fondo y la otra de forma. Recalcaba Groussac que se trata- ba de dos cuestiones de fondo, ambas do- tadas de idéntica importancia. El arte de historiar, decía, es el que cada historia- dor usa para aplicar, tanto al desarrollo de su asunto como a cada problema par- ticular, “sus dotes de inteligencia, discer- nimiento crítico y sagacidad; fuera del ta- lento supremo de expresión, que a pocos concede la avara naturaleza”. Afirmaba que la verdad hallada, tras deducciones e inferencias, en la búsque- da documental, “se integra en su expre- sión, gracias al elemento artístico o sub- jetivo que aparenta prestarle sólo línea y color, cuando en realidad le infunde vida en potencia y acto”. Expresión, la clave En esa línea de ideas, reivindicaba el lugar que correspondía a la “historia na- rrativa o descriptiva”, que en ese tiempo empezaba a ser denostada con aspereza. Con el ejemplo de las “construcciones magistrales” de Macaulay, Renan, Mommsen, Taine o Fustel de Coulanges, la entendía indispensable para “la plena eficacia histórica, siempre que la narra- ción procure la exactitud; sea la descrip- ción real y sugerente; equitativo y sin pa- sión declamatoria el juicio pronunciado sobre hombres y cosas; indirecta, por fin, y sólo derivada de los sucesos la ense- ñanza”. La más distraída mirada a cualquier texto del maestro franco-argentino, reve- la que tributó fidelidad, toda su vida, a esos principios. No ha de olvidarse que Groussac, según lo dijo claramente, aspi- raba no sólo a ser un historiador, sino un artista. La sequedad de la exposición de los historiadores profesionales argenti- nos, que despreciaban en teoría la litera- tura (aunque, muchos de ellos fueran ex- celentes escritores) no se avenía con los modelos de este admirador de Taine o de Fustel. Juzgaba que la expresión era asunto clave. Los vasos descubridores En aquellos Trozos selectos de literatu- ra, que fueron durante tantos años texto obligado en nuestros colegios, Alfredo Cosson eligió sin titubear, como pieza an- tológica, un capítulo de Mendoza y Ga- ray: el quinto, titulado “La vida en la ca- rabela”. Es que constituye una muestra magistral de los recursos que Groussac desplegaba para tratar un asunto históri- co. Puesto que hablaba de hombres veni- dos a América en barco, cabía preguntar- se cómo eran esos barcos; cómo era via- jar en ellos; cómo actuaba y pensaba la tripulación apiñada en los vasos descu- bridores que cruzaban los mares en los siglos XV y XVI. No se habían detenido en el tema, según mis noticias, los que se dedicaban por entonces a la historia de la conquista. En primer lugar, Groussac había estu- diado con minucia la estructura y la dis- posición de las embarcaciones españo- las. Tanto las había estudiado que en 1893, en la Exposición Universal de Chi- cago, cuando examinó la reconstrucción de la Santa María de Cristóbal Colón, se enzarzó en una discusión con su capitán. Sostuvo que los palos verticales de la ca- rabela debían ser cuatro y no tres: es de- cir, además del mayor, del mesana y del trinquete, el contramesana. Esto porque recordaba cierto párrafo de Las historias de la vida y hechos de Cristóbal Colón, escrita por su hijo Fernando y publicada en 1571: aquel donde narra que “en una tempestad, ...pasa a pág. 4 PAUL GROUSSAC. Retrato al óleo que lo representa en sus últimos años. Acaba de reeditarse Mendoza y Garay, libro en el que el maestro franco-argentino expone el núcleo de su credo historiográfico. El arte de historiar, decía, es el que cada historiador usa para aplicar, tanto al desarrollo de su asunto como a cada problema particular, “sus dotes de inteligencia, discernimiento crítico y sagacidad; fuera del talento supremo de expresión, que a pocos concede la avara naturaleza”. Su modo de escribir historia, donde el erudito traza el dibujo y el artista que hay en él aporta el colorido, resulta hoy legible para pocos. P A U L G R OU SS A C Por Carlos Páez de la Torre (h) PARA LA GACETA - TUCUMÁN Releyendo a

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Domingo 12 de febrero de 2012 Literaria LA GACETA

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SAN MIGUEL DE TUCUMAN, DOMINGO 12 DE FEBRERO DE 2012

5aSECCION

“El Flaco” Luis Spinetta, el poeta más rockero,y su ideario de literatura para componercanciones en un homenaje a sus obras

El poeta Antonio Requeni rememora surelación con Alejandra Pizarnik y con Borges;

también habla del lenguaje de los sentimientos

2 3

Supongo que el gran público ignora laexistencia de una nueva edición, recien-te, del Mendoza y Garay de Paul Grous-sac. Está enriquecida por un prólogoagudo e inteligente del arquitecto JuanManuel Borthagaray.

Antes y durante la investigación parami biografía de Groussac (La cólera de lainteligencia, 2005) es obvio que lo he dis-frutado, línea por línea, por lo menos tresveces. No me detendré en sus méritos.Intento aprovechar el acontecimiento pa-ra tocar costados que creo importantesde ese libro y adosarles alguna reflexión,todo en tono muy personal.

Groussac juzgó conveniente exponerallí el núcleo de su credo historiográfico.Ya hacía tiempo que quería hacerlo. Losjóvenes de la “Nueva Escuela HistóricaArgentina” le lanzaban de cuando encuando alfilerazos, y el director de la Bi-blioteca Nacional no hubiera sido quienera, si no les respondía con su contun-dencia habitual.

Consideró, ya en la segunda página delprefacio, que por ser Mendoza y Garayun libro de historia, era el lugar más apropósito para agregar algunas reflexio-nes a las que ya había emitido otras ve-ces sobre el tema. Quería ocuparse estavez del –teóricamente- nuevo métodohistórico, del cual el profesor Rafael Alta-mira era “convencido apóstol”. Tal meto-dología proclamaba que los materialesobtenidos en la investigación (la etapa“heurística”, palabra que Groussac odia-ba) debían ser empleados en forma ra-cional, “con prescindencia más o menoscompleta de toda preocupación litera-ria”.

El arte de historiarGroussac examinaba estos preceptos.

De entrada opinaba que había “escasograno en tanta paja pedagógica”. Partíade la base de que al historiador sólo leera dado “aproximarse” a su objeto, ysiempre jaqueado por las obligadas con-jeturas y subjetividades que debían lle-nar los largos vacíos.

Sostenía que ese historiador debía po-seer, en primer término, la facultad“creadora o constructiva”, que idea laobra, una vez cumplida la faz heurística.Y luego venía la aptitud para ejecutar esaobra, ejercitando el arte de historiar. Noera la una asunto de fondo y la otra deforma. Recalcaba Groussac que se trata-ba de dos cuestiones de fondo, ambas do-tadas de idéntica importancia. El arte dehistoriar, decía, es el que cada historia-dor usa para aplicar, tanto al desarrollode su asunto como a cada problema par-ticular, “sus dotes de inteligencia, discer-nimiento crítico y sagacidad; fuera del ta-lento supremo de expresión, que a pocosconcede la avara naturaleza”.

Afirmaba que la verdad hallada, trasdeducciones e inferencias, en la búsque-da documental, “se integra en su expre-sión, gracias al elemento artístico o sub-jetivo que aparenta prestarle sólo línea y

color, cuando en realidad le infunde vidaen potencia y acto”.

Expresión, la claveEn esa línea de ideas, reivindicaba el

lugar que correspondía a la “historia na-rrativa o descriptiva”, que en ese tiempoempezaba a ser denostada con aspereza.Con el ejemplo de las “construccionesmagistrales” de Macaulay, Renan,Mommsen, Taine o Fustel de Coulanges,la entendía indispensable para “la plenaeficacia histórica, siempre que la narra-ción procure la exactitud; sea la descrip-ción real y sugerente; equitativo y sin pa-sión declamatoria el juicio pronunciadosobre hombres y cosas; indirecta, por fin,y sólo derivada de los sucesos la ense-ñanza”.

La más distraída mirada a cualquiertexto del maestro franco-argentino, reve-la que tributó fidelidad, toda su vida, aesos principios. No ha de olvidarse queGroussac, según lo dijo claramente, aspi-raba no sólo a ser un historiador, sino unartista. La sequedad de la exposición delos historiadores profesionales argenti-nos, que despreciaban en teoría la litera-tura (aunque, muchos de ellos fueran ex-celentes escritores) no se avenía con losmodelos de este admirador de Taine o deFustel. Juzgaba que la expresión eraasunto clave.

Los vasos descubridoresEn aquellos Trozos selectos de literatu-

ra, que fueron durante tantos años textoobligado en nuestros colegios, AlfredoCosson eligió sin titubear, como pieza an-tológica, un capítulo de Mendoza y Ga-ray: el quinto, titulado “La vida en la ca-rabela”. Es que constituye una muestramagistral de los recursos que Groussacdesplegaba para tratar un asunto históri-co.

Puesto que hablaba de hombres veni-dos a América en barco, cabía preguntar-se cómo eran esos barcos; cómo era via-jar en ellos; cómo actuaba y pensaba latripulación apiñada en los vasos descu-bridores que cruzaban los mares en lossiglos XV y XVI. No se habían detenidoen el tema, según mis noticias, los que sededicaban por entonces a la historia dela conquista.

En primer lugar, Groussac había estu-diado con minucia la estructura y la dis-posición de las embarcaciones españo-las. Tanto las había estudiado que en1893, en la Exposición Universal de Chi-cago, cuando examinó la reconstrucciónde la Santa María de Cristóbal Colón, seenzarzó en una discusión con su capitán.Sostuvo que los palos verticales de la ca-rabela debían ser cuatro y no tres: es de-cir, además del mayor, del mesana y deltrinquete, el contramesana. Esto porquerecordaba cierto párrafo de Las historiasde la vida y hechos de Cristóbal Colón,escrita por su hijo Fernando y publicadaen 1571: aquel donde narra que “en unatempestad, ...pasa a pág. 4

PAUL GROUSSAC.Retrato al óleo que lo representa en sus últimos años.

Acaba de reeditarse Mendoza y Garay, libro en el que el maestro franco-argentino expone el núcleo de su credo historiográfico. El arte de historiar,

decía, es el que cada historiador usa para aplicar, tanto al desarrollo de su asunto como a cada problema particular, “sus dotes de inteligencia,

discernimiento crítico y sagacidad; fuera del talento supremo de expresión, que a pocos concede la avara naturaleza”. Su modo de escribir historia,

donde el erudito traza el dibujo y el artista que hay en él aporta el colorido, resulta hoy legible para pocos.

PAUL GROUSSAC◆ Por Carlos Páez de la Torre (h)

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Releyendo a

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LITERARIA2 LA GACETA

DOMINGO 12 DE FEBRERO DE 2012

-¿Cómo fue su inicio con la lite-ratura?

-Desde niño me gustó escribir,hacer composiciones. Cuando eraalumno estaba de quinto grado, lamaestro nos hizo hacer una com-posición sobre el tema “la tapera”,y puse “ranchito que te vas cayen-do, terrón a terrón, en el silenciode los campos verdes”. Cuandome devolvió el texto me dijo “Tueres un poeta” (las maestras ha-blaban de tu) y eso me marcó; tu-ve que justificar lo que me dijo lamaestra. Después tuve otra lecciónliteraria muy importante de unprofesor de física en una pruebasobre las leyes del péndulo. Yo quecreía que escribir bien es escribiren difícil. Me acuerdo que escribí“el péndulo se mueve a diestra y asiniestra” y el profesor, al entregar-me el trabajo, dijo “no haga litera-tura”. Y eso para mí fue otra lec-ción, no hacer literatura en el sen-tido artificioso.

-¿Cuando se “encontró” con la li-teratura?

-Era un gran lector, descubrí alos 14 años las Rimas de Becquer,Campoamor. Yo quería escribir co-mo ellos, hasta que a los 18 añosconocí a González Carvallo, unpoeta bastante olvidado hoy, pre-ciosista, muy refinado, amigo deNeruda. El fue un padrino, me en-señó a hacer sonetos con los deJuan Ramón Jiménez, y así lleguéa escribir diez poemas por sema-na.

-¿Qué temas lo subyugaron?-A los 18 años uno es una vícti-

ma del romanticismo, uno se ena-mora y le escribe versos a la chicade la que uno se enamora, y des-pués versos a la naturaleza. Noso-tros íbamos de veraneo a las sie-rras de Córdoba y me deslumbra-ba el árbol, la montaña. Mi primerlibro lo publiqué cuando estabahaciendo el servicio militar. Y des-pués publiqué seguidamente va-rios libros pero eran versos flojos,de iniciación, que hoy oculto pia-dosamente. A partir de 1958 tra-bajé como periodista y obtuve unabeca en Paris. Ese fue un viaje ini-ciático. Seguí trabajando en eldiario La Prensa hasta el año1994, en que me jubilé.

-Conoció a Alejandra Pizarnik.-La conocí siendo chica, del ba-

rrio cerca de casa, en la localidadde Avellaneda (provincia de Bue-nos Aires). Arturo Cuadrado (eleditor) me la presentó y allí empe-zó una amistad muy linda. En esaépoca publicó su primer libro; es-tudiaba en la Facultad de Filosofíay Letras de la Calle Viamonte, y yola esperaba enl Bar Florida y laacompañaba después a reunionesnocturnas de escritores. A ella leatraía la poesía francesa y soñabacon ir a París. Cuando yo viajé aParís, me pidió que le trajera una

polera color verde botella porqueera la que usaban los existencialis-tas, y yo la estimulé a viajar, y alaño siguiente me enviaba variascartas que figuran en la correspon-dencia de Pizarnik que recopilóIvonne Bordelois.

-También conoció a Borges.-En 1953 me hice socio de la SA-

DE (Sociedad Argentina de Escri-tores) y conocí a Borges con vista.Recién pierde del todo la vista en1956; siempre veía poco pero lo hevisto leer. También conocí a Vicen-te Barbieri, a González Tuñón, Ro-berto Ledesma y tantos otros.

-Hace poco recibió un premio de la SADE.

-Sí, en el año 2010, y creo quefue porque cumplí 80 años. En1953 ya tuve la faja de honor de laSADE. Conrado Nalé Roxlo decía“a nadie se le niega un cigarrillo yla faja de honor de la SADE”. Peropara mí fue algo extraordinario yme abrió las puertas de La Nación.Eduardo Mallea era el director desu suplemento cultural y allí co-mencé a colaborar hasta que en-tré en La Prensa y me dijeron “sicolabora en La Nación no puedeestar en La Prensa”. Cuando mejubilé, me llamó Claudio Escribano

(entonces subdirector de La Na-ción) y me pidió que colaboraracon el diario haciendo comentariosbibliográficos.

-Es miembro de la Academia Ar-gentina de Letras. Cuéntenos acer-ca de su trabajo.

-Estoy en la Comisión de Pre-mios y estamos preparando unDiccionario de Argentinismos, queno es lunfardismo. Argentinismoes la palabra que usamos nosotrosy que no está en el diccionario dela Real Academia española. Los es-

pañoles dicen falda, nosotros po-llera; ellos dicen chuleta, nosotrosdecimos bife; ellos dicen albarico-que, nosotros decimos durazno.

-Cuéntenos acerca de sus próxi-mas publicaciones.

-En el año 2012 saldrá una anto-logía en España, una antología depoemas prologada por Diego Val-verde Villegas. Siempre escribícuando tenía necesidad de hacer-lo.

-¿Qué consejos les daría a los jó-venes escritores?

-Que lean, lean y lean; y si leenpoesía que lo hagan en nuestroidioma porque la poesía traducidapierde el sentido. La poesía es mú-sica. Hay una anécdota de Borgesque cuenta que Evaristo Carriego,en una sobremesa, se puso a reci-tar. Borges, que tenía diez años, ledijo que el lenguaje servía para co-municarse pero, en ese momento,se dio cuenta que el lenguaje tam-bién podía ser una pasión y unamúsica. Yo creo que la poesía es ellenguaje de los sentimientos. Y hoyse escriben muchos versos inteli-gentes que no tienen sentimientosy no conmueven.

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No v e d a d e s

CONVERSACIONESEmile M. CioranTUSQUETS (272 PÁGINAS)Tras la muerte de E.M. Cioran, en 1995, y a modo dehomenaje, su editor de siempre, Gallimard, publicó esteextraordinario volumen que recoge las conversacionesdel gran pensador rumano con importantesinterlocutores, entre ellos el filósofo Fernando Savater.

LA INTROMISIÓNMuriel SparkLA BESTIA EQUILATERA (256 PAGINAS)La vida de Fleur Talbot, la heroína de esta obra, hacehonor a sus aspiraciones literarias: de día trabajaredactando biografías secretas que se guardarán bajollave. De noche consuela a la esposa de su amante.Mientras, escribe su primera novela y todo le sale mal.

LUCESEduardo LoresEDITORA MESA REDONDA (158 PAGINAS)Recopilación de variadas crónicas de estilo periodístico,con una multiplicidad de temas que mantiene unacoherencia y expresan una honesta, valiente y sólidaforma del pensamiento del artista verdadero que esEduardo Lores.

PSCIOANÁLISIS DEL AUTISMOAlfredo JerusalinskyNUEVA VISION (224 PAGINAS)Cuestiones fundamentales sobre la etiología, la direcciónde la cura posible, la prevención, las formas deintervención, las particularidades de la transferencia enuna situación clínica tan radical, son ofrecidas en estelibro editado originalmente en 1984.

JUAN JOSÉ CASTELLIFabio WassermanEDHASA (254 PAGINAS)Considerada como una totalidad, su biografía permiteentender cómo vivía y cómo pensaba un súbdito de lacorona a fines del período colonial, cuáles eran susvalores y sus intereses. Y, sobre todo, ilumina el procesoque lo llevó a ser un revolucionario.

HISTORIA DE UN PAIS LLAMADO ARGENTINA(1500-1983)Roque Luis CattaneoEDITORIAL DUNKEN (400 PAGINAS)Relato conmovedor, colmado de bellas imágenes, purosentimiento que comienza cuando Solís llega al Río dela Plata y concluye con el gobierno de Alfonsín en 1983.El largo proceso histórico de un país llamado Argentina.

LA INVENCION DE LO REALWalter IannelliSIMURG (168 PAGINAS)El autor explora el espacio intermedio entre la realidadfenomenológica -construida por aquello percibido por elhombre-, y el concepto de lo real -como lo que existe enforma independiente de la percepción-. Allí seentrecruzan las historias de dos hombres.

POEMAS DE BAR Y DE SOMBRASGabriel AcostaMIR EDICIONES (68 PAGINAS)Gabriel Acosta es un artista plástico, pintor. Sinembargo, prefiere autodenominarse “creativo” enatención a la posibilidad de una mayor amplitud adonde poder volcar su expresión artística. Con elrespaldo de la SADE Tucumán lanzó esta edición.

ESTA FRÁGIL REALIDADGiovanna IanniVINCIGUERRA (136 PAGINAS)La poesía se hace presente cuando toda certeza setambalea. Entonces la razón cede en sus intentos dereducir a escala humana lo inabarcable del mundo -afirma Lidia Rocha-, que acompañó a la autora en laclínica del libro para su posterior edición.

SEMBRADOS EN EL RÍOGraciela LagoSIMURG (160 PAGINAS)Este libro es un compendio traducido del día decualquiera de nosotros -resalta Liliana Campazzo-, quetoma cuerpo en su escritura, nosotros que estamoshechos de palabras. Un ritmo de agua. Porque fuimos,somos y seremos seres de palabras.

PERIFERIAS IMPERIALES Y FRONTERASCOLONIALES EN HISPANOAMERICAMargarita GascónEDITORIAL DUNKEN (256 PAGINAS)Las fronteras coloniales en Hispanoamérica hanconcentrado abundantes análisis, mientras que las áreasperiféricas han sido consideradas como espacios sinvalor en comparación con los centros administrativos yproductivos. Esta obra cambia esa imagen.

MANUAL DEL CORRUPTO ARGENTINOC. Pérez TorresEDITORIAL DUNKEN (56 PAGINAS)“Todo corrupto que se precie preparará su propiaglorificación y ensalzamiento a héroe de la patria,paladín de la democracia, hacedor del milagroargentino o defensor de los pobres II, el día que sucuerpo físico muera”, dice la autora, que es docente,escritora y autora del libro “La escuela que enferma”.

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“Hoy se escriben muchosversos inteligentes que no

conmueven”Destacado poeta,

periodista y miembro

de la Academia

Argentina de Letras,

Requeni habla sobre

sus comienzos en la

literatura, rememora su

relación con Alejandra

Pizarnik y con Borges,

aconseja a los jóvenes

escritores. “La poesía

es el lenguaje de los

sentimientos”,

sentencia

E N T R E V I S T A A A N T O N I O R E Q U E N I

PERFILAntonio Requeni nació en BuenosAires, en 1930. Trabajó en el diarioLa Prensa entre 1958 y 1994. Luego

fue crítico del diario La Nación.Publicó una decena de libros de

poemas, un libro de cuentos paraniños (fue colaborador de Billiken),

un volumen de crónicas de viaje y unensayo. Ganó los premios

municipales de la ciudad de BuenosAires en la categoría ensayo y poesía.

Fue condecorado por la RepúblicaItaliana con la Orden de Cavalliere

Ufficiale. Es miembro de número dela Academia Argentina de Letras y dela Academia Nacional de Periodismo.

LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI

RECONOCIMIENTO. Desde 1998, Antonio Requeni es Miembro de número de la Academia Argentina de Letras.

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LITERARIA 3LA GACETA

DOMINGO 12 DE FEBRERO DE 2012

L A N Z A M I E N T O S / L A G A C E T A L I T E R A R I A / E N T R E V I S T A S / L A G A C E T A L I T E R A R I A / F R A G M E N T O S / L A G A C E T A L I T E R A R I A

En el nuevo libro de Eduardo L.Curia, se presenta la propuestaneodesarrollista para lograr uncrecimiento económico sostenido.Se argumenta que ello explicaría laexperiencia argentina del períodoreciente 2002-2007: crecimiento,baja en el desempleo y suba en elsalario real.

Por otro lado, la falta de calibra-ción de las políticas necesarias pa-ra mantener el modelo competitivoproductivo (MCP) habría provoca-do la desaceleración del crecimien-to a partir del 2008. A su vez sos-tiene que es necesaria esa nuevacalibración para atenuar el impac-to de la actual crisis internacionalen nuestro país evitando el movi-miento pendular interno. Mencio-na los nuevos y numerosos traba-jos en esta línea publicados en laúltima década, los cuales se entre-mezclan en parte con el rebrotekeynesiano. El papel que juegan lasexpectativas en las decisiones delos agentes económicos es tambiénanalizado. El libro, si bien su lectu-ra es un poco árida, es provocativo.

Curia impulsa lo que llama mo-delo competitivo productivo (MCP),que si bien para instrumentarlo re-quiere la intervención de diversasvariables macroeconómicas, bási-camente la propuesta puede pen-sarse como la necesidad de tenerun tipo de cambio real “alto” enforma estable y permanente. Ellofavorecería el sector de los bienestransables generando efectos favo-rables para mejorar la productivi-dad y creación de empleo, y a suvez evitando una baja en el salario.

DivergenciasExiste un importante desafío pa-

ra explicar por qué en la Argenti-na, en el período 1991-1998, hubocrecimiento económico acompaña-do por mayor desempleo, mientrasque en el período 2002-2008 hubocrecimiento con disminución deldesempleo. Curia le atribuye al tipode cambio real alto a lo ocurridorecientemente, y a su vez adhiere ala teoría de que el movimiento pen-dular (de estatismo a liberalismo, yviceversa) es el que provoca losmovimientos cíclicos de la econo-mía argentina.

Los estudios empíricos del creci-miento de la economía no encuen-tran en realidad que el tipo decambio real “alto” tenga un efectopersistente en el aumento de laproductividad. Más bien sus efec-

tos son del tipo distributivo secto-rial. En su lugar, las variaciones delos términos del intercambio (pre-cio de exportaciones relativa a pre-cios de importaciones) tienen efec-tos cíclicos. Los cambios tecnológi-cos que generan crecimiento soste-nido responden más a otras causa-les, entre las que está la política ta-rifaria (con efecto negativo).

Las reglas para mantener un ti-po de cambio real apropiado deacuerdo al MCP que menciona Cu-ria, creo que son complicadas deseguir. En su lugar, el tipo de cam-bio de paridad (que solo tiene encuenta la variación de los preciosrelativos entre la Argentina y Esta-dos Unidos, u otro país), si bien esuna aproximación simple, puedeservir de guía a la política cambia-ria. Curia hace un símil de las re-glas para lograr que el MCP estéactualizado, con las reglas que uti-lizan muchos Bancos Centrales enrelación a la tasa de interés parauna política de inflación planeada(”targeted inflation”), lo cual a pe-sar de su popularidad creo que noes mejor que la regla directa sobrela cantidad de dinero (que crezcaal mismo ritmo que el PBI).

El presente económicoLa temática que plantea Curia es

muy desafiante para la presente si-tuación económica de nuestro país,

ya que sin dudas se plantearán di-versas alternativas a la actual polí-tica económica para lograr unamenor desaceleración de la activi-dad económica, una baja en la in-flación, evitando que aumente eldesempleo y una baja en el salarioreal.

Curia teme que se vuelva a la di-námica pendular y que no se man-tenga el crecimiento experimenta-do recientemente. Creo que másimportante que ello es el logro deinstituciones sólidas y estables.

El tema de la desigualdad se laasocia mucho con el crecimientoeconómico, lo cual creo que no esmuy apropiado. Ello a su vez se lomezcla con el desempleo. Es mejorver los determinantes del ingresode las personas, del cual surge co-mo factor relevante el diferencialdel ingreso entre personas con ma-yor y menor preparación. Este di-ferencial actúa como incentivo pa-ra mejorar la preparación de laspersonas (educación y entrena-miento), y para bajar los costos depreparación, que en parte se logracon mayor calidad educativa. El li-bro impulsará la discusión de estostemas, que son muy actuales y de-safiantes.

© LA GACETA

Como aficionado a las memorias francesas delos siglos XVIII y principios del XIX me gustaríacompartir la lectura de éstas de Madame deBoigne. A pesar de que se publicaron muchodespués de su muerte, irritaron a los descen-dientes de las personas allí mencionadas. Fingie-ron subestimarlas. Abarcan desde el final del rei-nado de Luis XVI hasta la caída de Luis Felipe(1848). La condesa de Boigne (1781-1866) viviósiempre en el centro del poder o no muy lejoscuando frecuentaba a los príncipes franceses exi-liados como ella en Inglaterra. Al regresar a Pa-rís, después de la Revolución, su casa fue un sa-lón político desde el cual observaba y juzgaba lasintrigas de la vida pública. Ninguna otra cosa pa-recía interesarle más. Trataba de ser ecuánimepero a menudo caía en la tentación de ser cruel,lo que no era difícil ya que dominaba las sutile-zas del desprecio. Al revés de la nobleza recalci-trante era consciente de que los cambios históri-cos eran necesarios. No idealizaba a los reyes nidefendía privilegios que consideraba injustos. Laprimera edición de las memorias data de 1907.Una segunda edición, fidedigna y más completa,fue publicada en 1921-1923. Hubo varias reedi-ciones. La de 1999 (París, Mercure de France)probablemente sea la última.

© LA GACETA* Escritor, crítico y traductor.

FRAGMENTOSDespués de hacer una crónica periodística delasesinato de Berry, llega a esta conclusión : « Sihubiese sido educado por personas razonables, si lehubieran enseñado a vencer el ímpetu de suspasiones, a contar con los demás hombres, a sacrificarsus fantasías al decoro, se habría podido hacer de élun príncipe irreprochable. Tal como era, su muerte nofue una pérdida ni para su hijo, ni para su familia, nipara su país. »De Talleyrand dice entre otras cosas : « El señor deTalleyrand no escribió nada por sí mismo, pero variaspersonas empleadas a su servicio le entregabanproyectos diversos que él combinaba, tachando yhaciendo cambios, hasta que lograba darles un sellopersonal. Trabajaba asiduamente en armar sumediano discurso, que luego era leído a su círculoíntimo. »Extraigo su opinión sobre el autor de las Memorias deultratumba: « Chateaubriand no tiene ningunadebilidad por el género humano ; se ha ocupadosiempre de sí mismo y se ha dedicado a construir unpedestal desde el cual pudiera dominar su siglo. Eradifícil alcanzar esa posición al tener junto a él aNapoleón. Sin embargo, no dejó de esforzarse. »Y este es el retrato de Madame de Staël : « Aprimera vista, me había parecido fea y ridícula : unacara ancha y colorada, carente de frescura, loscabellos según ella estaban pintorescamentearreglados, es decir mal peinados; no llevaba un chalsobre la túnica de muselina blanca muy escotada, conlos brazos y los hombros desnudos; tampoco llevababufanda ni velo de ninguna especie. Todo esocontribuía a que resultara singular su entrada en lahabitación de una posada a mediodía. Sostenía en susmanos una ramita que hacía girar constantementeentre sus dedos. Estaba destinada, creo, a mostrar unamano muy bella, pero en cambio resaltaba laextravagancia de su vestimenta. »

FICHATítulo: Memorias de la condesa de Boigne Autor: Condesa de BoigneGénero: MemoriasEditorial: Mercure de FranceAño de publicación: 1907

UNLIBROp a r a e l v e r a n o

◆ Por Eduardo Paz Leston *

ECONOMÍAEL MODELO DEDESARROLLO ENARGENTINAEDUARDO LUIS CURIA(Fondo de Cultura Económica -Buenos Aires)

SPINETTA

VÍCTOR J. ELÍAS ◆

Adaptar palabras a una melodíano es lo mismo que escribircanciones. Tampoco es quepoemas encajen en el compás...Eso fue lo que en los 60 y parasiempre Luis Alberto Spinetta leaportó a la música y a lapoesía.El que se fue no era uno más.Fue el poeta más rockero... o elrockero más poeta de laArgentina. No fue el único, perole dio sentido al rock enespañol, le aportó vuelo ycoherencia, profundidad ybelleza.Nietzsche, Foucault, Cortázar,Deleuze, Castañeda y Artaudfiguraron siempre en su ideario,en su base intelectual yartística, al punto de dedicarleal último de ellos un disco quequedará en los anales de lahistoria del rock argentino comouno de los mejores de todos lostiempos. “Artaud” fue ungidopor su música y su poesía, quepusieron en 1973 sobre relievela decadencia y la resurrecciónde acuerdo a los conceptosdesarrollados por el poetafrancés Antonin Artaud.Su condición de poeta, segúnsus palabras, lo salvó delsalvajismo dictatorial. “Porsuerte ellos nunca entendieronde poesía”, sonrió alguna vez,ya en democracia, cuando se lepreguntó por su supervivencia ala oscura noche de los 70.Fue un artista. Tocó, cantó,compuso, escribió, dibujó...Publicó un libro de poemas:“Guitarra negra”, en 1978, ydejó decenas de notas, cartas yescritos, como también dibujosy mandalas, su última aficióncon los lápices.El que se fue no era un hombrecomún, aunque vivía como tal yse comportaba con si fuese unsimple mortal. Era, es, el que leaporta palabras y sonidos anuestras vidas.

Propuesta para un crecimiento sostenidoUna crítica al movimiento económico pendular

Palabrashechascanción

FACUNDO PEREYRA ◆

Page 4: 12-02-2012 LITERARIA LA GACETA

LITERARIA4 LA GACETA

DOMINGO 12 DE FEBRERO DE 2012

Son insoportables, fotos con atardece-res naranjas, las flores siempre cho-

rreando sutilmente esa gota de rocío quese advierte colocada para despertar ter-nura, frases admonitorias que muestransiempre estar de vuelta merced a unaprofunda serenidad adquirida en el ejer-cicio permanente de la bondad, la pa-ciencia y el tino. Sí, adivinó, son las “ca-denas” de Internet. Pero de vez en cuan-do, esas llamadas cadenas reflejan cosasinteresantes. Hay que someterla a la lupay hurgar.

Días pasados recibí un mensaje quemostraba al notable violinista norteame-ricano Joshua Bell tocando un solo delWerther, de Massenet, en plena calle,muy cerca de la boca de un subterráneode Washington. Algunos cables de agen-cias noticiosas no niegan que la obra in-terpretada fuera la del Werther (Ah! Nonmi ridestar), pero es como si lo hicieran,porque ni siquiera la mencionan y seña-lan que eran composiciones de Bach. Pe-or.

Durante los 45 minutos que el consa-grado y joven concertista tocó (según seadivina, incursionó en otras partituras),pasaron, se calcula, unas 1.000 personaspor el lugar. Apenas cuatro o cinco deellas se detuvieron a escuchar un con-cierto por el que, esa misma noche, el pú-blico iba a pagar localidades que prome-diaban los 200 dólares.

En esos tres cuartos de hora, varios delo que por allí pasaban dejaron su óbolocontribución. Todos ellos, sumados, al-canzaban la suma de 32 dólares, cifraque mereció un comentario benévola-mente irónico del brillante concertista.

No tengo demasiado en mérito la cultu-ra de masas de los norteamericanos, pe-ro en este caso, en un primer momento

me sentí asombrado. ¿Nadie advirtió queel solista no era un aficionado necesitadode dinero y que por ello se veía obligadoa tocar “a la gorra”? ¿Nadie se dio cuen-ta de la pureza de los agudos, de la oscu-ra melancolía de los graves en esa tras-cripción a las cuerdas de una de las másbellas áreas de ópera que se han com-puesto? ¿Es posible que, después de estaprueba, auspiciada con fines de estudiosociológico por uno de los más influyen-tes diarios de los Estados Unidos, hayaque dudar de los bravos, de los gritos ca-si histéricos, de las ovaciones que duranhasta 30 minutos premiando a los ins-trumentistas o a los cantantes? ¿Será

cierto o una simple leyenda urbana queen el “gallinero”, casi colgados de la ara-ña, pagando entradas de un precio muymodesto, se agrupan los verdaderos en-tendidos, ésos que fabrican y demuelenfamas a través de aplausos o abucheos?Tengo mi opinión formada, que no esprecisamente tranquilizadora. Se meocurre que el público se deja llevar por laescenografía del arte, por los telones dekilométrica pana, por el respeto casi reli-gioso con que la gente mantiene silenciodurante la ejecución. Se deja llevar porlos rojos y los dorados, por los smokingsy por las ropas de fiesta de las mujeres–cuanto más brillo, tanto mejor-, por el

clima que todo ello conforma y que llevaal ditirambo que en algunos casos sospe-cho simulado. Desaparecido esto, su-plantado el ámbito del gran teatro por elde una simple calle donde la gente circu-la vestida con vaqueros y remera, el vir-tuoso se confunde con el amateur, nadasorprende y, lo que es peor, nada provo-ca que la gente dedique unos minutos agozar del gran arte porque no se han da-do cuenta de que en esta sencilla anécdo-ta de una calle de Washington, para ellos,el arte se agazapó, levantó las solapas desu abrigo, estuvo de incógnito.

Lo que llamó mi atención, aunque enlos tiempos que corren no debería haber-

lo hecho, es que la “cadena” de Internetinsistía en que ese concierto callejero ha-bía tenido lugar utilizando un Stradiva-rius valuado en tres millones de euros.La misma estructura monetaria encon-tré hurgando en el buscador de Internet.Una y otra vez se señalaba esa cotizaciónen euros, propia de revistas de actuali-dad de baja ralea intelectual, sin darsecuenta de que las notas musicales sor-prendentes se habrían obtenido concualquier instrumento, aunque lo afinarami tío Jacinto, que no tiene la menor ideade lo que es una corchea. Y me pareceque ahí llegamos al meollo del asunto: elaspecto material, el dinero, el poder depersuasión que éste otorga. ¿Cuántos delos que pasaron con indiferencia al ladode Joshua Bell no se habrían detenido sihubieran sabido que el instrumento teníauna valuación millonaria? Disculpen sisoy escéptico, pero creo que, en ese caso,cientos y cientos de personas habríanformado un círculo fervoroso y que losaplausos habrían llegado hasta el Capi-tolio.Y disculpen que siga siendo escépti-co, pero creo que todas estas lucubracio-nes se adaptan a Londres, París, BuenosAires, Milán o New York.

El snobismo (y su impresentable com-pañera: la tilinguería), la simulación, elvestirse con falsos ropajes de sensibili-dad no es patrimonio de un país o de unaciudad.

© LA GACETA

Asher Benatar – Fotógrafo, dramatur-go y novelista.

LA MONA Y LA SEDA

(viene de pág. 1)...se nos rompió la contramesana”.

Dibujo y coloridoHabía rastrillado tanto los documentos como la

bibliografía europea y americana. Sabía qué vidaútil podía tener una carabela y qué causas podíanhacerla zozobrar. Sabía cómo se distribuían, en suapretado interior, los oficiales, los soldados y la ma-rinería. Sabía la extensión de cada guardia, que semedía por ampolletas. Sabía qué alimentos se con-sumían a bordo y qué sueldo se pagaba a la tripu-lación. Sabía cuáles eran las maniobras en caso detempestad, para dar sólo algunos ejemplos. Noimaginaba nada. Todo era fruto de un trabajo mi-nucioso en las fuentes.

Es decir, tenía todos los elementos para el dibujo.Con ellos, el historiador armaba su marco con laexactitud provista por la laboriosa investigaciónprevia. Después de eso, venía la labor de artista, elcolorido. Si el dibujo no podía permitirse licenciaalguna, en el color jugaba el don expresivo: el arte,en fin, de historiar.

Hablaba del peligro que acechaba a los navegan-tes desde los rincones más variados. Hablaba de lasacrificada vida de la gente de cabo y maestranza,que era “de las más penosas e inexorablemente du-ras” que pudieran conocerse. Se imaginaba de quéconversarían en los ratos de descanso o a la horade comer, sobre la cubierta; hasta que, “cerrada lanoche y encendidos los faroles de popa y de bitáco-ra”, aquellas almas sencillas y valientes repetían ensordo murmullo las oraciones que recitaba el paje.

La vida en la carabelaEn esos párrafos es donde refulge la maestría del

historiador Paul Groussac. Reconstruía la ruedadonde se desembuchaban las chuscadas andalu-zas, los refranes sicilianos o genoveses, las consejasgallegas o vizcaínas. O los indicios meteorológicosen los que cada uno aseguraba haber advertido conanticipación la pasada tormenta: la luna estaba concerco; o la niebla subía del lado de la tierra; o el solhabía salido rojizo ese día, y era sabido, para el na-politano, que alba roggia, o vento, o pioggia.

Además, la charla de los navegantes giraba pron-to al campo siempre predilecto de las supersticio-nes: alguien había avistado a la mismísima HadaMorgana entre la tormenta; o se habían diseñado,ante sus ojos despavoridos, los cuernos del aterra-dor monstruo Kraken.

Otras veces, en la rueda de los marinos se enu-meraban recetas contra los riesgos del mar en fu-ria: clavar una herradura vieja en un palo del bu-que (el mayor, decía alguno; el mesana, afirmabaotro) preservaba del rayo. Para dominar la borras-ca que tomaba a la carabela de través, era infaliblepersignarse cuando llegaba la séptima ola, “que esla tremenda”. Aseguraban otros que, para aplacarel mar, era santo remedio lanzar desde la playa unobjeto bendito sobre el agua. Y entonces, en un sú-bito silencio, muchos de los oyentes “creían ver alas madres y mujeres arrojar desde la marina rosa-rios y medallas a las olas airadas, llamando a losausentes”.

Fuerza evocativaY después, las infinitas y mil veces escuchadas

consejas seculares: el marino que mató al alcatrazdel viento; o el pescador que hirió a la sirena quesaltaba como un delfín; o el buzo que, gracias aldiablo, pudo conocer la isla sumergida de los SieteObispos, donde sonaban campanas entre árbolescon follaje de conchas marinas, y que sobrevivió ala atroz aventura gracias a que hizo, en un momen-to dado, la señal de la cruz.

Todo esto ocurría en la embarcación que marcha-ba hacia lo desconocido, y que Groussac describíacon fuerza evocativa inimitable. “Con su ancha bor-da lanzada fuera del agua, sus alterosos castillos depopa y proa dominando la cubierta corrida, sus trespalos sin cofas, la vela mayor envergada en cruz ylas latinas en largas antenas; con su botalón debauprés afilado hacia el mar como colmillo de nar-val; bien sentada en la ola, corrigiendo con el mu-cho pantoque la quilla escasa; muy manejable elsencillo aparejo, ligero al par que sólido, que permi-tía virar de bordo con sorprendente soltura ¡allá ibala carabela descubridora, rasgando la onda azul ensu curva flexible de golondrina, suelta y alegre co-mo su nombre cantante, abultada y robusta comola imagen de arte infantil tallada en su tajamar ma-cizo!”.

No es para todosEn el Archivo General de la Nación, revisando los

legajos del archivo Paul Groussac, tuve ante losojos, hace unos años, la prueba de galera de un tex-to del maestro, perteneciente a El viaje intelectual.La amarillenta hoja estaba cruzada y entrecruzadapor tan infinito tejido de correcciones y addendas apluma, que casi no se distinguía la pulcra tipogra-fía de Coni. Era el testimonio más completo de queestas páginas magistrales no salían del correr de lalapicera. El autor las hacía y las rehacía con un es-fuerzo benedictino, hasta que quedaban impresaspara que las admiremos hoy.

Y bien, cabe preguntarse si este modo de escribirhistoria, donde el erudito traza el dibujo y el artis-ta que hay en él aporta el colorido, resulta hoy legi-ble para todos.

Arrimo una anécdota. Hace un par de años unbuen amigo –abogado, con un standard apreciablede cultura- me dijo que quería leer a Groussac, yaque no lo había leído nunca. Me apresuré a facili-tarle Los que pasaban. Al mes, me lo devolvió conun comentario que no he olvidado. “Me gustó –dijo-pero a veces no lo entiendo: qué raro escribe,¿no?”. En boca de alguien a quien no es extraña lalectura, estas palabras son bastante reveladoras.

Indican, me parece, que leer a Groussac exige uncierto entrenamiento. Demanda, de modo simultá-neo, el gusto por la historia y el gusto por la buenaliteratura, no sólo la de hoy, sino la de antes y la desiempre.

Nadie escribe ahora –y es lógico- como Groussacescribía historia. Muchos años han pasado, con susinfinitos cambios, desde que apareció Mendoza yGaray, unión de las monografías publicadas res-pectivamente en 1912 y 1915 en Anales de la Bi-blioteca.

Es decir que leer a Paul Groussac no es para to-dos. Como no es para todos leer a Borges, aunqueresulte de buen tono tener en un anaquel –para noabrirlas nunca- sus obras completas.

Libros de historiaNo es raro que así ocurra. Tengo para mí que la

historia que hoy consume el público puede dividir-se en tres grandes parcelas. A la mayor extensión laocupa la novela, entendiendo con el término tantolas que se declaran realmente tales, como las que selanzan al mercado enmascaradas por el rótulo de“historia”. Viene luego la amplia franja –que editacasi un título por día- donde la ideología política yla furia por justificar una posición o demoler algúnprócer, llevan al supuesto historiador al uso absolu-tamente parcial y malicioso de las fuentes; cuandono a “descubrir” lo que ya se publicó hace décadas.

En último lugar, está la historia escrita por histo-riadores serenos y estudiosos, que buscan la ver-dad sin anteojeras. La gente los lee poco. Sus libros–cuando consiguen editor- no tienen distribucióncomercial, lo que significa una enorme desventajadesde el vamos: además, los ignoran puntualmentelas revistas que comentan títulos recientes. Des-

pués, exigen un esfuerzo intelectual (un buen librode historia no se lee recostado en la cama) y no haymuchos con ánimo para realizar tal esfuerzo, en es-tos tiempos de la wikipedia, del facebook y del twi-tter, donde se exige que todo autor sea rápido y so-bre todo “divertido”.

Y para colmo de males sucede que quienes se dis-ponen a hacer el esfuerzo, suelen encontrar, condemasiada frecuencia, que estos historiadores se-renos y estudiosos no pueden zafar de la jerga aca-démica. Y esa jerga paraliza al lector como la nie-bla nocturna en una ruta: el uso y abuso de térmi-nos “sólo para iniciados” lo alejan rápidamente deesos libros.

Un cuerpo extrañoEn todo esto, el autor de Mendoza y Garay tiene

condición de cuerpo extraño (insisto en que expon-go mi opinión personal).

Creo que no puede haber mucha gente que hoypesque los guiños de Groussac. O que entienda, porejemplo, que sus descripciones no son invento de li-terato, pues están armadas tras la más escrupulosainvestigación de historiador. O que sea capaz desonreír ante la destreza con que asesta un varillazoa la ligereza o a la inexactitud.

Se requiere un lector que sacuda su costumbre defrecuentar literatura histórica escrita de cualquiermodo, para dejarse llevar por la magia de esa pro-sa ondulante y cantarina, rasgada de pronto por laternura o por la digresión siempre pertinente.

Advertirá entonces que Groussac fue un historia-dor enormemente honesto; que no ahorró esfuer-zos para comprender el pasado de su tierra deadopción, y que –más allá del tono erudito y docto-ral- trató a su lector con inmenso respeto: nunca leofreció inexactitudes o interpretaciones lamidas ycomplacientes.Y si perteneció a la época en que ha-bía una poderosa “historia oficial”, jamás se alineóen ella y se ufanó siempre de sostener únicamentelo que le dictaban su comprobación personal y surecto criterio.

No, Groussac era para pocos lectores en su tiem-po y, a más de ocho décadas de su muerte, creo quelo es para muchos menos. Los groussaquianos, apesar de todo, seguiremos constituyendo una cofra-día, de escasos pero fieles miembros.

Estamos en buena compañía. En 1971, JorgeLuis Borges, en uno de sus diálogos con MaríaEsther Vázquez, subrayaba su invariable devociónpor Groussac: “Y ahora que lo pienso, creo que hepasado parte de mi vida leyendo El viaje intelec-tual, Crítica literaria, Del Plata al Niágara. Y cuan-do un libro llega a ser hábito en el lector, es porquetiene encanto. Stevenson decía que había muchascondiciones literarias, pero que sin encanto todaslas demás son inútiles”.

© LA GACETA

Carlos Páez de la Torre (h) - Abogado, periodista,historiador, miembro de número y vicepresidentede la Academia Nacional de la Historia. Su últimolibro es El Argentino de Oro. Una vida de GabrielIturri.

Releyendo a Paul Groussac

◆ Por Asher BenatarPARA LA GACETA - BUENOS AIRES

El consagrado violinista norteamericano Joshua Bell tocó durante 45 minutos en una calle de Washington. De las 1.000 personas que pasaron caminado, apenas

cuatro o cinco de ellas se detuvieron a escuchar un concierto por el que, esa misma noche, el público iba a pagar localidades que promediaban los 200 dólares

LA BELLEZA DESOÍDA. El violinista Joshua Bell no dudó ni un instante en quitarse el aura de virtuoso intocable para actuar en la calle.

TODOINSTITUTE.COM

EN LA BIBLIOTECA NACIONAL. Escritorio circular ymáquina de escribir del erudito maestro franco

argentino.-

LA CARABELA DESCUBRIDORA. Un tema que estudióa fondo y que narró como historiador y como artista.

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